BOLIVIA MERECE MÁS QUE SOBREVIVIR: MERECE FLORECER.
La historia no solo se escribe, también se canta, se baila y se vive en las calles. Sucre, la cuna de la independencia, se transforma en el epicentro del Bicentenario de Bolivia. La ciudad blanca se viste de rojo, amarillo y verde para recibir a autoridades nacionales e internacionales, y encabezar la agenda conmemorativa de los 200 años de la fundación de la República, proclamada el 6 de agosto de 1825.
Vístete
de fiesta. Saca el mejor traje que tengas, los hermosos zapatos que guardas
sólo para la gala. Péinate. Usa ese perfume delicioso y celebra.
Hoy
tenemos mucho para celebrar. Somos parte de las generaciones que están viviendo
algo único en la historia: el bicentenario de Bolivia, que nació en Sucre el 6
de agosto de 1825.
Porque
a pesar de tantos intentos de que el país no nazca, de que se quede sin grandes
porciones de territorio, de haber sido quemado, saqueado, corrompido por el
narcotráfico y las mil y una pesadillas que nos azotan a diario, aquí estamos
festejando.
Somos
los ciudadanos bajo el mismo cielo, trabajando, formando familias,
emprendiendo, sacándonos la mugre y batallando para tener “el pan nuestro de
cada día”.
Muchas
naciones no pueden darse el lujo de tener 200 años de vida independiente.
Muchas
naciones no pueden brindar el pan para sus habitantes.
Muchas
naciones hoy, no son lo que eran hace menos de 50 años.
Y
ahí está Bolivia. Para algunos un vejestorio de 200 años necesitado de una
restauración urgente y darle un shot de botox que le quite, momentáneamente,
las arrugas. Para otros, es una jovencita inmadura buscando el galán de turno
para hacerlo presidente salvador, y después desecharlo porque no la escucha...
Para
nosotros, es el lugar donde queremos vivir en paz, sin que nos molesten con la
burocracia infinita, con los impuestos hasta por el aire que respiramos, sin
las filas eternas para sacar fichita, sin toparnos todo el tiempo con ladrones
descarados producto del juego político más despiadado.
Somos
los que buscamos proteger el cielo azul del planeta, sus árboles, ríos, selvas
y animales.
No
somos acopaibaos, queremos aurita a un curucusí que ilumine el futuro cercano,
al que lo vemos negrísimo.
Ahisingo
tenemos la solución. Le damos un chancletazo al tojpi mal viviente, porque no
todo pasa con llajua.
Aquisito
estamos los viejenials y los changuitos con un mismo fin: dejar de ser la abeja
mocochinchera, dando vueltas en un mismo sitio, sin finalidad alguna, para
conseguir un objetivo común: sentir que vale la pena vivir.
Así
llegamos a este bicentenario, con el corazón remendado pero latiendo fuerte,
como una diablada improvisada en una plaza cualquiera. Con el alma cansada pero
terca, como país que no se deja tumbar ni por su historia más oscura ni por sus
verdugos disfrazados de salvadores. Aquí estamos, de pie, sacudiéndonos la
desesperanza como quien se quita el polvo del camino.
Porque
Bolivia no es solo un acta firmada en 1825. Es la mujer que carga a su wawa
mientras vende gelatina en la esquina. Es el abuelo que aún cree que las cosas
pueden cambiar. Es la profesora que, con tiza en mano, enseña a leer a niños
que llegaron sin desayuno. Somos esa mezcla que nos vuelve enteramente
bolivianos.
Y
sí, a veces nos pasa que nos pica el ají del desánimo, que nos arde la
injusticia, que quisiéramos salir corriendo. Pero no pues, aquí nos quedamos,
aurita mismo, con ganas de ponerle hombro al futuro, aunque esté más enredado
que trámite en ventanilla pública. Porque ahisingo puede estar la posibilidad
de cambiar el guion.
Así
que vestite de esperanza, ponete tu mejor tipoy, ajustate los sueños al cuerpo
y caminemos juntos. No para celebrar solo lo que fuimos, sino para construir lo
que seremos. Que no nos falte memoria, ni coraje, ni ganas.
Ya
basta de bailar la coreografía impuesta por los mismos de siempre. Este
bicentenario que nos agarre con memoria y dignidad. Que suene la banda y que el
taquirari no sólo nos alegre, sino que nos despierte. Porque el futuro no se
hereda: se conquista a pura convicción.
Ahisingo
está la oportunidad. No esperemos milagros: seamos nosotros el milagro. Porque
no todo se soluciona con un sillpancho, pero todo sabe mejor si se hace con
amor por esta tierra.
Y
si vas a pelear, que sea por algo noble. Si vas a gritar, que sea con razón. Y
si vas a quedarte, que sea con la frente alta y el alma lista. Bolivia merece
más que sobrevivir: merece florecer. (https://n9.cl/7ujg72)
DOS
MIL CUATROCIENTOS MESES… ¡Y BOLIVIA SIGUE…!
A
pesar de sus profundas fracturas históricas, de sus crisis cíclicas y de una
perpetua sensación de provisionalidad institucional, Bolivia ha llegado a sus
doscientos años de existencia. ¿Milagro político? ¿Persistencia del mito?
Mundiario
de España (https://n9.cl/qo83q)
¿Es
Bolivia un Estado inviable? La misma pregunta podía hacerse ayer, cuando el
país cumplía un año de vida, en 1826… o cuando cumplía cien años, en 1925. Y en
todos los años… Y como casi todas las preguntas de las ciencias sociales, esta
tampoco halló una respuesta. Si la comparamos con Alemania o Canadá, Bolivia es
un remedo de Estado; si la comparamos con Yemen o la República Democrática del
Congo, es un país con instituciones y hasta se diría económicamente boyante.
Todo depende de con qué se comparen las cosas. Pero como el ser humano tiene
sus deseos puestos en lo mejor, el tenor de la crítica al Estado boliviano
siempre giró en torno a la disfuncionalidad y a la artificialidad de la nación.
Los
bolivianos creen que son únicos en cultura, en formas de organizarse, en
cosmovisión, pero esa convicción de originalidad o singularidad folclórica, es
generalmente una ilusión que resulta siendo solo un mecanismo de defensa ante
la hostilidad que acecha afuera. Lo cierto es que muchos pueblos del mundo con
historias traumáticas similares fueron acarreando las mismas manías y virtudes,
las mismas creencias, los mismos errores. Todos los seres humanos quieren más o
menos las mismas cosas: un buen nivel de vida y tranquilidad en la vida
cotidiana. Y es ese deseo común el que hace que todos actúen de manera similar
en función de contextos relativamente similares.
¿Qué
historia creer? ¿La de Arguedas, que es una crónica de lamentos, una reseña
morbosa pero también crítica y catoniana (moralista), sobre gobernantes
inescrupulosos y viciosas masas gobernadas? ¿O la de los historiadores que
quieren levantar la moral o, por lo menos, tienen una visión no tan pesimista
del pasado? Probablemente ni la una ni la otra (o ambas). Porque no hay
historia que esté desprovista de los prejuicios acumulados por su autor. Sin
embargo, tal vez sea bueno rescatar el espíritu de la crítica del gran
pesimista paceño para reconocer los errores que no son de quienes se llevaron
la plata, ni de quienes invadieron el Pacífico, sino de aquellos otros —estos,
a diferencia de aquellos, bolivianos— que no educaron al indígena cuando
estuvieron en el poder, que robaron del Estado, que practicaron el racismo como
forma de vida o que, levantando la bandera de los humildes, formaron nuevas
élites tan despreciables como aquellas a las que habían derrotado.
Pero
pese a todo, cumplir doscientos años, aunque a los tumbos y dando bandazos, en
crisis y con corruptos en el Estado, no debería no celebrarse… Finalmente,
preservar las fronteras (aunque invadidas y deformadas), una sola bandera
(aunque cuestionada por algún régimen político) e instituciones (aunque en
permanente ruina, sobre todo hoy) durante 2.400 meses, no es poca cosa…
Teniendo en cuenta que hay Estados que están entre la unidad y la
desintegración porque viven en sangrientas guerras civiles, Bolivia tuvo un
recorrido relativamente heroico y pacifista. Sobre todo, heroico. Porque al
lado de sus miserias está la historia de la lucha por la modernización, una
historia que marchó a tropezones, pero que está ahí, innegablemente.
Sin
embargo, ¿vale la pena creer en la pureza de la bolivianidad, cabe el orgullo
de ser boliviano? ¿Vale la pena creer en tales mitos? Creo que sí y no… Sí,
porque la nacionalidad es un sentimiento que arropa y otorga algún valor a la
vida colectiva y hasta individual. Todos nos sentimos en casa cuando vemos una
tricolor, el Cerro Rico o el Illimani. Todos, en algún momento, nos hemos
sentido orgullosos de ser bolivianos, incluso por rebeldía. Y no vale la pena
porque, si por un momento nos elevamos y vemos todo en clave de especie humana,
las fronteras y los Estados son solo jugueteos del caprichoso espíritu de la
historia, y pueden el día de mañana ser solamente parte del pasado, de la
crónica de los siglos y milenios; como todo cambia, la Bolivia que hoy tenemos
mañana puede haber dejado de ser. (Y ciertamente, en algún momento de la vida
es saludable ver las cosas desde la perspectiva macrohistórica y de la
trascendencia de las cosas en el largo arco del tiempo… pues esa perspectiva
nos dota de algo de humildad.)
Pero
no quiero terminar este texto con una nota de escepticismo. Son doscientos años
¡y Bolivia sigue…! En tanto el ser humano guste de mitos, los colores de la
bandera significarán todavía algo importante en nuestras vidas, en nuestros
hogares y en el proyecto común que quisiéramos formar. Por mi parte, debo
reconocer que, como los seres humanos somos ambiguos y complejos, amo y odio
este país, que lo odio y lo amo, con mucha pasión, por todo lo que es y me ha
dado hasta ahora. ¡Felicidades, Bolivia!
A
200 AÑOS DE LA INDEPENDENCIA DE BOLIVIA, UNA CREACIÓN BRITÁNICA
Pedro
Elías Aristeguieta, magíster en Historia del Mundo Hispánico, a propósito de
cumplirse los 200 años de la fundación de Bolivia -el 6 de agosto de 1825-
examina el papel de los intereses británicos en Latinoamérica
El
Estímulo de Venezuela (https://n9.cl/7cm4x)
El
6 de agosto se cumplirán 200 años de la fundación del Estado Plurinacional de
Bolivia, primera nación creada en Hispanoamérica una vez concluida la guerra de
Independencia.
La
creación de Bolivia amerita una reflexión profunda, ya que entre las razones
que llevaron a su formación están las causas de que Hispanoamérica se
fraccionara. Muy específicamente nos vamos a referir a la forma como los
borbones, a través de un conjunto de reformas, trataron de superar la grave
crisis que vivió España luego de la guerra de Sucesión concluida en 1713; a la
influencia que tuvieron Francia y la Gran Bretaña durante el siglo XIX para
debilitar a España y dividirla; a la decisiva actuación de Simón Bolívar y
Antonio José de Sucre como los líderes que emprendieron su fundación, y por
último a la política divisionista que tuvo la Gran Bretaña durante su etapa
como primera potencia del mundo entre 1700 y 1948.
Las
reformas borbónicas originan conflictos en Hispanoamérica
En
1700 muere el rey habsburgo Carlos II sin sucesión, lo que trajo como
consecuencia una crisis sin precedentes para la nación española. Tras una serie
de enfrentamientos bélicos, negociaciones y arreglos entre las distintas casas
reales europeas, las partes aceptan el acceso de Felipe V a la Corona, primer
miembro de la casa Borbón en convertirse en rey de España.
Sin
embargo, los tratados firmados en las ciudades de Utrecht, en los Países Bajos,
y Rastatt, en Alemania, significaron un nuevo orden político en Europa:
Austria, Holanda, Portugal, Saboya y la Gran Bretaña aceptaron la llegada de la
monarquía borbónica a España a cambio de su separación total con Francia –no
podían aceptar que la misma casa real gobernara en dos naciones– y la entrega
por parte de España de buena parte de los territorios que poseía en Europa. Lo
que significó el fin de su hegemonía en el planeta desde 1492 y que duró un
poco más de dos siglos.
Atrás
quedaba el extenso territorio español que llegó a tener unos 24 millones de
kilómetros cuadrados.
Además
de pioneros en cartografía y navegación, fueron creadores de la primera moneda
referencial del mundo –el Real de Ocho– y del calendario gregoriano que aún es
utilizado en el mundo occidental, fundadores del derecho internacional y
organizadores de “El Galeón de Manila”, la primera ruta global. También fue la
nación donde proliferaron artistas de la talla de Miguel de Cervantes, Lope de
Vega, Tirso de Molina, Juana Inés de la Cruz, Francisco Suárez, El Greco, Diego
Velásquez y Francisco de Goya por solo citar algunos genios que surgieron
durante el llamado Siglo de Oro español, que en realidad fueron casi dos siglos
de producción artística al más alto nivel. Fue además el país que vio nacer a
san Ignacio de Loyola, creador de la Compañía de Jesús.
Friedrich
Hayek, académico austriaco y premio Nobel de Economía en 1974, dijo: “Los
principios teóricos de la economía de mercado y los elementos básicos del
liberalismo económico no fueron diseñados, como se creía, por calvinistas y
protestantes escoceses, sino por los jesuitas y miembros de la Escuela de
Salamanca durante el Siglo de Oro español”.
Y
quizás el más importante de sus legados es que los españoles llevaron al
continente americano a ser heredero de la cultura grecorromana y tener como
base fundamental la religión católica y el idioma castellano. España fundó en
América cientos de ciudades, así como colegios, universidades, bibliotecas y
hospitales. Fueron los creadores de un mestizaje cultural que transformó el
mundo.
Buscando
paliar la gravísima situación económica, social y política iniciada tras la
llegada de los borbones, la Corona española, bajo la conducción de los reyes
Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, emprende una serie de reformas
intentando subsistir en medio de las calamidades: incorpora nuevos funcionarios
buscando mayor eficiencia, emite nuevos impuestos y trata de impulsar el
comercio para incrementar la producción y crea nuevas audiencias e intendencias
en sus dependencias con la intención de aumentar el control de sus territorios.
En
el caso específico de la América española acomete cambios militares al decretar
la ordenanza de Milicias Provinciales, lo que permitió la creación de ejércitos
americanos propios, ya que las fuerzas que defendían sus posesiones no podían
seguir viniendo de la península.
Establecieron
que el oro debía partir de América a través del puerto de la ciudad de Buenos
Aires, por lo que la región del Cuzco se vio seriamente afectada. Crearon
empresas como la Compañía de Honduras, la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas
o la Real Compañía de la Habana, cuyos objetivos eran centralizar el comercio
entre la España americana y la España europea.
En
materia territorial dividieron el viejo virreinato del Perú, creado en 1542, al
formar el virreinato de la Nueva Granada en 1717, el virreinato del Río de la
Plata en 1776, la Capitanía General de Venezuela en 1777 y la Capitanía General
de Chile en 1778.
Estos
cambios territoriales han traído a lo largo de los años innumerables conflictos
y divisiones, ya que una vez desmembrada la unidad hispanoamericana y formados
los nuevos Estados naciones cada uno interpretó a su manera los cambiantes
límites territoriales, que hasta el día de hoy son dignos de debates y
controversias. Son conocidas y estudiadas las terribles guerras surgidas entre
Chile y Bolivia, Perú y Ecuador, Paraguay contra Argentina, Brasil y Uruguay,
además de los incontables incidentes, algunos armados, entre Colombia y Perú,
inclusive entre Venezuela y Colombia, por solo citar algunos enfrentamientos de
los siglos XIX y XX.
Las
reformas borbónicas dieron tímidos resultados económicos, pero crearon un
terremoto institucional, un desencuentro entre las autoridades peninsulares y
americanas quienes comenzaron a cuestionar las costumbres, leyes y
procedimientos establecidos desde 1492. Las consecuencias no se hicieron
esperar ya que fue creciendo en América un desagrado hacia todo lo que fuera
español.
Los
funcionarios empezaron a ser vistos como corruptos, burocráticos e
ineficientes. Comenzó la resistencia del criollismo americano al perder
beneficios y estatus adquiridos. El aumento de los impuestos causó estragos en
la población. La ley de Intendencias dejaba a un lado a los funcionarios
americanos, cuyas labores fueron asumidas por corregidores, regidores e
intendentes peninsulares. Se generó un inesperado y mal concebido ascenso
social producto de la formación de las milicias o ejércitos propios, y comenzaron
a venderse, a partir de 1795, a través de la Real Cédula de Gracias al Sacar,
los estamentos sociales.
Empezó
a aparecer una mentalidad criolla, hasta ese momento desconocida, con una
visión regional o localista. Comenzaron a fluir las ideas de la Ilustración,
emitidas por autores como Descartes, Locke, Rousseau o Montesquieu.
Proliferaron los defensores de las ideas libertarias que exigían derechos,
igualdades, cambios sociales.
Ante
la decadencia y las reformas emprendidas aparecieron las protestas y la
búsqueda de cambios que pudieran revertir la dramática situación. Muy
estudiados han sido los casos de Túpac Amaru II, de los comuneros y de Gual y
España, principalmente.
Francia
y el Reino Unido destruyen España
En
1807 las tropas francesas se proponen apresar a los reyes de Portugal, para
lograr ese objetivo Napoleón Bonaparte y Carlos IV firman un pacto secreto, el
Tratado de Fontainebleau, mediante el cual las tropas napoleónicas ocupan el
territorio español en su tránsito hacia Lisboa. A cambio de ello España se
quedaría con una parte del territorio lusitano.
Pero
una vez que las tropas napoleónicas tomaron el control de España se negaron a
salir de allí alegando que si lo hacían la Gran Bretaña los iba a invadir.
Esta
acción no fue aceptada por los ciudadanos de a pie y el 2 de mayo de 1808 el
pueblo madrileño se lanza a las calles a protestar contra la presencia
francesa, comenzando así la guerra de Independencia. El Imperio británico,
aunque enemigo desde 1588 de la Corona de España, se une a la causa
independentista, ya que para ese momento era enemigo de las pretensiones
hegemónicas de Napoleón Bonaparte, enviando un poderoso ejército bajo el mando
de Arthur Wellesley, el mejor de sus generales. La nación española obtiene la
victoria, los franceses se retiran de su territorio y el rey Fernando VII
regresa a ocupar su cargo en 1814.
Ante
la dramática situación de la España europea durante su guerra contra Francia se
generó un vacío de poder en Hispanoamérica y una paralización del comercio que
creó una hambruna colectiva. Eso desencadenó, a partir de 1809, una guerra
civil entre bandos encontrados: los que aspiraban a la continuidad bajo la
conducción española, los que se sumaban a los cambios políticos que surgieron
con la creación de la Constitución de Cádiz de 1812, los que querían la
independencia y los que proponían la autonomía. Un caos monumental.
El
Reino Unido, muy consciente de la debilidad militar española, de su ruina
económica, del descalabro social y de la inestabilidad política, decide
destruir a su enemigo declarado desde 1588, cuando España es derrotada en su
intento por tomar Inglaterra, por lo que apoya a los independentistas
hispanoamericanos a través del envío de armas, buques y mercenarios a las
rebeliones antiespañolas. Además brindaron apoyo logístico a través de sus
posesiones territoriales americanas, principalmente Jamaica y Trinidad, y
enviaron dinero para el sostén de sus tropas.
La
guerra de Independencia hispanoamericana la ganaron los independentistas cuando
las fuerzas militares y políticas de España se retiran de América. No pudieron
soportar el debilitamiento ni el apoyo diplomático, logístico, financiero,
estratégico y militar dado por el Reino Unido a los insurgentes.
Una
vez consumada la independencia tras la batalla de Ayacucho (1824), la política
imperial británica hacia Hispanoamérica siguió los siguientes principios: en
primer lugar, evitar la anexión política de territorios de ultramar, el Reino
Unido no quería tomar políticamente nuevos territorios; en segundo lugar,
cobrar a cualquier precio las “ayudas” concedidas a los independentistas
americanos, para ello extrajeron en forma inmediata las riquezas de
Hispanoamérica sin generar ninguna clase de beneficio para la población, y en
tercer lugar, desintegrar a Hispanoamérica. Mientras más atomizada estuviera
menos posibilidad de reagrupación tenía España, por ello el Reino Unido dispuso
la desmembración de la España americana. Divide y reinarás.
El
historiador Carlos Marichal Salinas señala: “Entre 1819 y 1825, por ejemplo,
Charles Ricketts, cónsul británico en Lima, informaba que barcos de guerra
ingleses se habían llevado oro y plata del Perú por valor de 27 millones de
pesos. No se conocen estadísticas precisas sobre las exportaciones de metales
preciosos desde otros países latinoamericanos, pero el efecto fue el mismo en
todas partes”.
El
Imperio británico aprovechó la coyuntura política y la ruina económica
peninsular para desarrollar su expansionismo colonialista y, bajo una máscara
de neutralidad, lleva adelante empresas militares privadas con un flujo de
hombres, buques y material de guerra en apoyo a los insurgentes.
El
profesor Julio César González señala: “La rebelión de Hispanoamérica, con la
formación de Juntas, estaba causada exclusivamente por agentes y militares
británicos o hispanoamericanos “logiados” y formados en Londres contra su
patria: La España ibérica y las “Españas” de América. Como hemos relatado,
estas sediciones y rebeliones se hacían con recursos provenientes de Gran
Bretaña. El papel diplomático del gobierno británico, así como el tráfico de
buques, armas y el reclutamiento de tropas y oficiales, hasta la promulgación
del “Foreign Enlistment Act of 1819”, fue determinante para los resultados de
las campañas militares de los insurgentes hispanoamericanos, especialmente
importantes fueron el papel de la Legión Británica en las campañas de Simón
Bolívar, y el de las campañas navales de la escuadra de Lord Cochrane en apoyo
a José de San Martín”.
Otros
autores como John Gallangher y Ronald Robinson publicaron en la influyente
revista The Economic History Review, en 1953, un importante artículo titulado
“El Imperialismo del Libre Comercio” en el que señalan que la Gran Bretaña
aplicó lo que se conoce como el imperio informal, con la expresa motivación
comercial.
Sucre
y Bolívar fundan Bolivia
El
hecho de que toda Hispanoamérica se independizara al mismo tiempo confirma que
las causas que llevaron a su fragmentación fueron producto de la decadencia
española y el aprovechamiento británico, y no por las actuaciones descollantes
de los libertadores tal y como nos lo indica el relato histórico que ha
prevalecido. ¿O es que acaso Simón Bolívar participó en la independencia del
antiguo virreinato de Nueva España, hoy México, o Chile, o Argentina?, ¿o José
de San Martín venció a las tropas españolas en Guatemala o Venezuela? Nada de
eso sucedió.
La
independencia fue un hecho generalizado que sucedió al mismo tiempo en toda la
América hispana, cada uno con sus particularidades. Fue un hecho inevitable
ante la decadencia española y la política británica, primera potencia de la
época, que imponía sus condiciones.
Los
nuevos Estados naciones nacen en medio de una profunda inestabilidad política,
con una economía paralizada, una infraestructura en el suelo y una
descomposición social casi total. La duración del conflicto, casi quince años,
y la crueldad de los bandos tuvieron consecuencias catastróficas. Desde el
punto de vista demográfico, se estima que cerca de quinientas mil personas
perecieron y una cantidad similar emigró, lo que significó un descenso
poblacional de cerca de 10%. En el caso específico venezolano fue de 35%.
En
medio del hambre, miseria, destrucción, paralización e inestabilidad, los
nuevos líderes debieron enfrentar un conflicto iniciado en 1809 y que no
desapareció con la guerra de Independencia, sino que continuó por ochenta o
cien años más con una guerra civil prolongada.
Además,
cada uno de los nuevos Estados tenía que soportar la inmensa carga financiera
que suponía la cancelación de las deudas asumidas con acreedores británicos
decididos a cobrarlas de inmediato. De esa manera los recursos quedaron en
manos del capital británico, creando una nefasta dependencia comercial y
financiera con esa nación.
Los
británicos evaluaron la posibilidad de captar la extracción de los recursos
naturales provenientes del centro minero de Sudamérica: la zona del Alto Perú.
La ciudad de Potosí fue clave en la producción de plata que impulsó la economía
del virreinato del Perú y de toda España durante dos siglos. Ahora había
llegado el momento de que dichos recursos pasaran a manos británicas.
Pero
el panorama político del Alto Perú era muy complejo. Su conflicto comenzó el 25
de mayo de 1809 cuando la Audiencia de Charcas, con sede en Chuquisaca (hoy
ciudad Sucre, Bolivia), fue el escenario de un movimiento político conocido
como la Revolución de Chuquisaca, uno de los primeros gritos libertarios de
Hispanoamérica y considerado un hito en la historia de su independencia.
Ese
día las distintas instituciones del gobierno hispánico en Charcas, tales como
la Real Audiencia, el Arzobispado, la Universidad Mayor o la Real y Pontificia
de San Francisco Javier de Chuquisaca, lideradas por abogados y oidores de la
Audiencia, depusieron a las autoridades peninsulares e instalaron un gobierno
autonómico a través de la “Audiencia Gobernadora”. Esa tendencia se fue
extendiendo por toda la región. El 16 de julio de ese año sucedió algo parecido
en la ciudad de La Paz, el 9 de agosto en Quito, el 19 de abril de 1810 en
Caracas, luego Cumaná, Margarita, Buenos Aires, Santiago de Chile…
El
virrey del Perú, José de Abascal, envía a Chuquisaca un Ejército dirigido por
el general José Manuel de Goyeneche a enfrentar a los rebeldes que promovieron
los cambios políticos, fracasando en su intento. Por su parte, las autoridades
del virreinato del Río de la Plata hacen lo propio al enviar un Ejército
comandado por los generales Manuel Belgrano y José Rondeau, pero son vencidos
en la batalla de Suipacha el 7 de noviembre de 1810. De manera que ni las
autoridades del virreinato del Perú ni las de las Provincias Unidas del Río de
la Plata pudieron controlar la situación presentada en la Audiencia de Charcas.
Esta
confusa situación hizo que un grupo de patriotas se organizara en movimientos
de guerrillas, lo que el historiador argentino Bartolomé Mitre denominó
“republiquetas”, intentando imponer sus condiciones, creando una autoconciencia
territorial y de gobierno, pretendiendo ser libres e independientes tanto de
España, como de Lima y Buenos Aires.
De
manera que las provincias que componían el Alto Perú (La Paz, Potosí,
Cochabamba y Chuquisaca) se dividieron en tres corrientes políticas: los que
aspiraban su anexión al Perú, ya que habían pertenecido a su virreinato desde
1542; los que querían mantener la unión a las Provincias Unidas del Río de la
Plata, hoy Argentina, ya que a partir de 1778 el rey Carlos III, a través de
las reformas borbónicas, las incorporó a ese virreinato, y los que consideraban
que debían ser independientes. Esto creaba una complicada situación jurídica
interpretada por cada uno a su manera.
Simón
Bolívar, quien para 1825 era la máxima autoridad del Perú y Colombia, tenía la
idea de que dichos territorios le pertenecían a las Provincias Unidas del Río
de la Plata ya que así estaba establecido para el momento en que comenzó el
proceso independentista de 1809. Sin embargo, el mariscal Antonio José de Sucre
tenía otra opinión.
Sucre
le expone al Libertador: “Desde ahora si le advierto que ni usted ni nadie une
a estas provincias de buena voluntad a Buenos Aires, porque hay una horrible
aversión a ese vínculo. Si usted tiene idea de unirlas, puede decir a Buenos
Aires que mande a un fuerte ejército para que lo consiga, pues de otro modo es
difícil”. El cumanés le agrega que el camino debía ser el de la independencia,
y que ya había dado pasos políticos para lograrlo.
Bolívar
se molesta con el Mariscal y le expone: “Lo que a mí me hacía dudar, y por lo
mismo no resolver, lo juzgó usted muy sencillo y lo hizo sin necesidad. Digo
sin necesidad: primero porque el país no se había liberado; segundo, porque un
militar no tiene virtualmente que meterse sino en el misterio de sus armas, y
tercero porque no tenía órdenes para ello”.
El
Libertador, luego de analizar el camino trazado por los británicos para crear
un Estado independiente en la zona minera, decide apoyarlos. El 10 de julio de
1825 Bolívar, desde Cuzco, le expone a Francisco de Paula Santander:
“Liguémonos de alma y cuerpo a los ingleses, para conservar siquiera las formas
y las ventajas de un gobierno legal y civil… ¿Cómo hemos de existir nosotros si
no nos ligamos a ellos?… La Inglaterra se halla en una progresión ascendente,
desgraciado el que se le oponga, aún es desgraciado el que no sea su aliado o
no ligue su suerte con ella. Toda la América junta no vale a una armada
británica…”.
Bolívar
se acoge a la idea de que la autodeterminación es la solución ideal, tal y como
se lo planteó Sucre y lo pedían los británicos, por lo que solicita al cumanés
que siga adelante. De esa manera, el 7 de febrero de 1825, Antonio José de
Sucre firma el decreto mediante el cual se convoca una Asamblea General de
Diputados de las Provincias del Alto Perú, compuesta por diputados de las
cuatro provincias, para decidir el destino de dicho territorio. Sucre le
comenta a Bolívar: “Encuentro haber hecho un servicio al país, a Buenos Aires y
a la América, con la convocatoria de esta Asamblea”.
Para
la realización de la Asamblea comenzó un proceso de negociación entre el
Libertador y las autoridades peruanas y bonaerenses. El gobierno de Buenos
Aires envió al coronel Juan Antonio Álvarez Arenales, gobernador y capitán del
Salta, para que presenciara las deliberaciones. Por su parte, el gobierno de
Lima emitió la siguiente resolución: “Si verificada la demarcación, resultaren
las Provincias Altas separadas de la República del Perú, el gobierno a quien
pertenecieren le indemnizaría las costas causadas en emanciparlas”.
El
Congreso del Alto Perú se instaló en Chuquisaca el 10 de julio de 1825, con
diputados de las provincias de La Paz, Chuquisaca, Cochabamba, Oruro y Santa
Cruz. La presidencia recayó en José Mariano Serrano, quien había tenido una
destacada actuación en el Congreso de Tucumán (1816) que proclamó la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El
6 de agosto de 1825, día del primer aniversario de la batalla de Junín, los 48
diputados que formaron la Asamblea firmaron la independencia de la República de
Bolívar. El 3 de octubre de ese año el diputado potosino sacerdote Manuel
Martín Cruz dijo: “Si de Rómulo derivó Roma: de Bolívar debe ser Bolivia”.
Simón Bolívar ejerció como primer presidente de la naciente nación y Antonio
José de Sucre lo sustituyó el 29 de diciembre del mismo año.
El
22 de enero de 1826, desde Oruro, Simón Bolívar le escribe a Antonio José de
Sucre, entre otras cosas, que “la alianza con la Gran Bretaña es una victoria
en política más grande que la de Ayacucho y si la realizamos, diga usted que
nuestra dicha es eterna. Es incalculable la cadena de bienes que va a caer
sobre Colombia si nos ligamos con la Señora del Universo, y yo estoy enajenado
de gusto y contento al sólo pensar que podemos unir nuestro interés y nuestra
política a la de la Gran Bretaña”.
Los
bolivianos tienen a Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y Casimiro Olañeta,
como los auténticos formadores de la patria. Pero detrás de la independencia de
Bolivia se encuentra la mano aparentemente invisible de la diplomacia
británica.
Tal
y como lo señala el historiador argentino Martín Miguel Güemes Arruabarrena:
“Allí se concentraba la ambición de poderes exógenos a la nacionalidad
sudamericana. Independizada Bolivia, los viajeros ingleses revelaron las
verdaderas intenciones de sus mandantes. Los designios disgregadores del
Imperio británico, gestados por la pequeña logia que libertó Bolivia,
encontraron su posibilidad cierta de explotar los minerales abandonados en
largos años de enfrentamientos. La mentada pobreza boliviana, norteña, tiene su
origen en esta explotación de los recursos naturales, por los hombres al
servicio del Imperio anglosajón”.
No
es por casualidad que Bolívar y Sucre se apoyaran en oficiales británicos para
ejercer el gobierno en Bolivia. Prueba de ello es que se nombrara a Guillermo
Miller gobernador del Potosí, ciudad del suroeste de Bolivia. Miller fue un
oficial británico que combatió contra las pretensiones napoleónicas de hacerse
de Europa. En 1817 emigró hacia América del Sur donde tuvo una destacadísima
actuación durante la independencia de Chile. Luego fue nombrado edecán del
general José de San Martín, participando en la guerra de independencia del
Perú. En 1824, Simón Bolívar lo nombra general en jefe de la caballería
independentista, grado con el que combatió en las batallas de Junín y Ayacucho.
El
ejemplo de Uruguay
Otro
caso ilustrativo de la influencia de los británicos fue la ejercida en la
provincia Oriental de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La misma había
sido disputada por fuerzas portuguesas, luego brasileras y por las Provincias
Unidas del Río de la Plata, hasta que la diplomacia británica decide
intervenir, logrando, el 28 de agosto de 1828, que se firmara en Río de Janeiro
la Convención Preliminar de Paz en la que el emperador del Brasil y el gobierno
de la República de las Provincias Unidas declaran su voluntad de que la
provincia de Montevideo (Cisplatina) se constituyera en un Estado libre e
independiente.
En
una de las partes del acuerdo se establece la garantía de la Gran Bretaña a la
libre navegación del Río de la Plata por un lapso definido de tiempo. Sin
restarle mérito a las actuaciones de los héroes independentistas José Gervasio
Artigas y Juan Antonio Lavalleja por crear una conciencia nacional y el
sentimiento charrúa, podemos decir que Uruguay es una creación británica.
Tal
y como lo expresa el historiador brasilero Eugenio Vargas García: “Después de
conquistada su independencia política y disueltos los lazos coloniales con
España y Portugal, los países latinoamericanos ya no estuvieron sometidos en su
historia al dominio de un imperio formal. Sin embargo, está muy difundida la
idea de que en el siglo XIX la región estuvo bajo la órbita del imperio
informal de Gran Bretaña, la potencia mundial con mejores condiciones para
reivindicar en aquel entonces una posición de supremacía mundial”.
Y
agrega: “La mediación interesada de lord Ponsonby (embajador británico en
Buenos Aires) en la Guerra de la Cisplatina entre Argentina y Brasil, que
resultó en la creación de Uruguay en 1828, además de ser un ejemplo de
intromisión en los asuntos rioplatenses por la forma como fue conducida, ha
sido un testimonio práctico del empleo de la táctica divide et impera, muy
conocida en los imperios de todas las épocas”.
Algunos
autores califican la intervención británica como de independencia tutelada. Sin
quitarle méritos a lo realizado por los líderes criollos por crear dichas
nuevas repúblicas, no dudamos en afirmar que la creación de Bolivia y Uruguay
fue gracias a las actuaciones diplomáticas del Reino Unido, quien jugó un papel
preponderante y definitorio en este complicado proceso independentista.
Divide
y reinarás. La política británica
Entre
1700 y 1948 la primera potencia del mundo fue la Gran Bretaña, que llegó a
dominar cerca de 30% del planeta. La Revolución Industrial la convirtió en la
primera generadora de riquezas del mundo. A partir de entonces su política se
basaba en la captación de materias primas, en la apertura de mercado de sus
productos y en la destrucción de sus eventuales competidores.
El
éxito alcanzado en la desintegración de Hispanoamérica sirvió como ejemplo y
base fundamental de sus políticas. ¿Qué hicieron los británicos en
Hispanoamérica a partir de 1815? Dividirla en diversos nuevos Estados, la
atomizaron para destruir la posibilidad de la reunificación española. Luego
extrajeron todas sus riquezas a la mayor velocidad posible, sin dejar beneficio
alguno para sus habitantes.
Entre
1914 y 1918 Europa queda sumergida en la Gran Guerra, la Primera Guerra
Mundial, donde los grandes vencedores fueron los británicos. No es casualidad
que la consecuencia de esa pavorosa confrontación es que acabaron y dividieron
cuatro grandes imperios: el Austrohúngaro quedó fragmentado en Austria,
Hungría, Checoslovaquia, Ucrania Occidental, Polonia, Rumania, Montenegro y los
estados eslovenos; en Rusia se fueron los zares, llegaron los bolcheviques y el
país se dividió creándose Finlandia, Estonia y Lituania; en Alemania se fue el
káiser y llegó la república; y el Otomano pasó a ser Turquía, Grecia, Bulgaria,
Yemen, Bosnia y Qatar.
A
partir de 1930 los británicos se dedican a dividir el Medio Oriente, creando
Egipto, Argelia, Sudán, Emiratos Árabes, Omán, Jordania, Kuwait, Líbano, Siria,
Qatar, Bahréin, Yibuti, Irak, Arabia Saudita, Somalia, Israel y las Comoras. Lo
que ha generado diversas fricciones, entre ellas un violento nacionalismo
árabe, un perenne conflicto árabe-israelí y continuas disputas entre árabes,
persas y turcos.
Lo
mismo hicieron en India, la cual quedó dividida creándose Pakistán, Birmania y
Sri Lanka. El historiador Dinyar Patel señala en un artículo publicado por la
BBC de Londres, el 16 de junio de 2016, lo siguiente: “Casi nadie está enterado
de la hambruna de Orissa (hoy llamado estado de Odisha) de 1866. Escasamente se
menciona, aún en los tomos más extensos de la historia india. Habrá pocas, tal
vez ni una sola conmemoración solemne. Sin embargo, la hambruna de Orissa mató
a más de un millón de personas en el este de India… Aunque la hambruna no era
un evento desconocido en el subcontinente asiático, sí aumentó en frecuencia y
mortalidad con la llegada del gobierno colonial británico. La Compañía
Británica de las Indias Orientales contribuyó a la destrucción de las otrora
robustas industrias textiles indias, forzando cada vez más gente hacia la
agricultura… En mayo de 1866, ya no era fácil ignorar la creciente catástrofe
en Orissa… La asistencia fue muy poca, muy tardía, muy podrida. El pueblo de
Orissa pagó con sus vidas el burocrático arrastrar de sus pies. Durante años
una creciente generación de indios educados en Occidente sostuvo que el
gobierno colonial británico estaba empobreciendo gravemente a India. La
hambruna de Orissa sirvió como prueba contundente de esta tesis. Motivó al
pionero nacionalista Dadabhai Naoroji a iniciar sus investigaciones de toda una
vida sobre la pobreza india. Cuando la hambruna empezó a ceder a comienzos de
1867, Naoroji esbozó la primera versión de su “teoría de la sangría”: la idea
que Gran Bretaña se estaba enriqueciendo literalmente de chupar la sangre vital
india. Mientras en Orissa morían en masa en 1866, Naoroji se percató de que la
India había exportado unos 100 millones de kilos de arroz a la Gran Bretaña.
Descubrió un patrón similar de exportación masiva durante otros años de
hambruna. ¡Dios Santo!, declaró Naoroji, ¿Cuándo termina esto?”.
La
hegemonía británica en el mundo concluye en 1948 tras el fin de la Segunda
Guerra Mundial, duró más de dos siglos y medio. Sin embargo, las consecuencias
de sus políticas divisorias no se terminaron con el fin de la guerra, llegaron
para quedarse. Bolivia es una prueba de ello.
BICENTENARIO
DE LA INDEPENDENCIA DE BOLIVIA
Glash Tvatske.hrt.hr de Croacia (https://n9.cl/68tqh)
Bolivia
celebra el bicentenario de su independencia como un país profundamente diverso,
resiliente y en constante transformación. Muchas familias croatas se asentaron
en Bolivia, donde se incorporaron plenamente a la sociedad boliviana - enfatiza
la politóloga boliviana Mónica Calasich.
-
Desde el 6 de agosto de 1825 en que se proclamó la independencia en la
histórica ciudad de Sucre, Bolivia ha transitado un largo camino marcado por
desafíos políticos, riqueza cultural y una geografía tan majestuosa como
compleja.
La
consolidación del Estado boliviano fue compleja y desafiante. Desde sus
primeros años, enfrentó disputas internas, tensiones regionales y conflictos
armados. Bolivia libró varias guerras que marcaron su historia y reforzaron su
conciencia nacional, impulsando reformas institucionales y una identidad basada
en la soberanía y el esfuerzo colectivo.
Bolivia
cuenta con una estructura político-administrativa descentralizada. Está
compuesta por nueve departamentos, subdivididos en provincias. Esta
arquitectura institucional se fortaleció con la Constitución de 2009, que
declaró a Bolivia como Estado Plurinacional y reconoció los derechos de los
pueblos indígenas, sus lenguas, culturas y formas propias de organización -
señala Mónica Calasich.
Bolivia
tiene dos centros de poder fundamentales.
-
Sucre es la capital constitucional, sede del Tribunal Supremo de Justicia y
ciudad histórica. Mientras que La Paz es la sede de gobierno y capital
administrativa, donde se encuentran los principales órganos del Poder Ejecutivo
y Legislativo. Esta dualidad refleja el equilibrio entre historia, legalidad y
centralidad política.
Más
del 37 por ciento de
la población se identifica como indígena,
perteneciente a pueblos como los quechuas, aymaras, guaraníes
y mojeños. Esta diversidad también
se manifiesta en su geografía: desde el
altiplano hasta la Amazonía, pasando por los valles y las
llanuras del oriente.
La
vocación productiva de Bolivia se expresa con fuerza en distintas regiones. La
Paz, ubicada a más de 3 600 metros de
altitud, se ha ganado el título de “ciudad
maravilla” por su topografía,
diversidad y dinamismo. Cochabamba es considerada “el
granero de Bolivia” por su producción
agrícola. Mientras que Santa Cruz, con más
de tres millones de habitantes, se ha consolidado como el motor económico
del país, destacando en agroindustria,
comercio, industria y servicios que impulsan el crecimiento nacional - destaca
la boliviana de raíces croatas.
La
comunidad croata es muy activa en la sociedad boliviana.
-
Una historia poco difundida pero valiosa es la de la comunidad croata en
Bolivia. Los croatas llegaron principalmente a Oruro y Potosí a fines del siglo
XIX, atraídos por la actividad minera. Posteriormente, muchas familias croatas
se asentaron también en los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz,
donde se incorporaron plenamente a la sociedad boliviana, desempeñando un papel
destacado. La diáspora croata ha dado insignes profesionales en todos los
campos, así como empresarios, académicos y políticos que han contribuido al
desarrollo del país. Esta comunidad ha promovido activamente reuniones
culturales y ha mantenido vivas las tradiciones croatas, al tiempo que ha
demostrado profundo respeto por los valores culturales bolivianos, construyendo
un puente entre ambas naciones.
Soy
testigo directa de esta experiencia. Politóloga de formación con una maestría
en diplomacia, relaciones internacionales, seguridad y defensa, crecí en
Bolivia y actualmente resido en Croacia. Desde niña, mi familia cultivó un
profundo respeto por ambas culturas. Ser parte de una comunidad migrante
significa también asumir un legado, un llamado a comprender la idiosincrasia de
dos continentes. He tenido el honor de ser parte del grupo de fundadores de la
Comunidad Croata de La Paz y he realizado estudios sobre migración y la
diáspora croata.
Vivir
en Croacia se siente como volver a nuestro otro hogar, orgullosa de ambos
legados culturales. El legado de nuestros antepasados se reconoce en cada
rincón y en cada rostro familiar y amigable.
Consciente
de los desafíos de ambas pujantes naciones, hoy Bolivia se enfrenta a un nuevo
siglo con la oportunidad de fortalecer su soberanía productiva y abrazar los
cambios tecnológicos y ecológicos que definirán su porvenir. Desde las alturas
de la ciudad maravilla hasta los valles fértiles y las llanuras del oriente,
Bolivia celebra su bicentenario abrazando su historia, diversidad y potencial.
Una nación que camina, con memoria y determinación, hacia su tercer siglo -
concluye Mónica Calasich, boliviana residente en Croacia.
BOLIVIA,
BICENTENARIO CON CRISIS ECONÓMICA Y DESESPERANZA
Lo
que debería ser un motivo de festejo, cumplir doscientos años lo amerita, es,
en realidad, un infortunio, pues los bolivianos nos encontramos atrapados por
una banda delictiva; sufriendo una crisis económica, y con una población que ve
su futuro desvanecerse.
Panam
Post de Panamá (https://n9.cl/6iye1l)
En
los años 90, producto del programa de capitalización de Gonzalo Sánchez de
Lozada, Bolivia se consolidó como un punto estratégico en el mercado energético
internacional. Penosamente, en esa misma época, la sombra negra del Socialismo
del Siglo XXI comenzó sus operaciones desestabilizadoras en el país.
Los
piratas del asfalto dirigidos por Evo Morales, Oscar Olivera, Roberto de la
Cruz y Felipe Quispe, pero apoyados por Cuba y Venezuela, ensangrentaron
Bolivia con la Guerra del agua, febrero y abril del 2000, la Guerra de la coca,
enero del 2002 y, finalmente, con la Guerra del gas, octubre 2003, que
significó el derrocamiento de Sánchez de Lozada.
Una
vez consolidado el golpe de Estado, Carlos Mesa, quien fue presidente producto
de su deslealtad a Sánchez de Lozada y sus acuerdos oscuros con los golpistas,
empezó el proceso de desinstitucionalización del país. Primero, otorgando
amnistías a todos los milicianos y pandilleros que habían participado en el
derrocamiento, y segundo, habilitando una Asamblea Constituyente a favor de Evo
y sus socios cubanos y venezolanos.
Evo
resultó ganador de las elecciones del 2005, pero eso no fue un triunfo del
movimiento indígena, como pretende hacer creer, sino la anexión de Bolivia al
club de las dictaduras del Socialismo del Siglo XXI. Perdimos la patria,
perdimos la esperanza, perdimos la libertad.
Inmediatamente,
Evo aplicó la receta del Foro de Sao Paulo: 1) desinstitucionalización de las
Fuerzas Armadas, 2) centralización de la economía en manos del gobierno central
y 3) modificación de la Constitución.
La
industria del gas fue la primera que cayó en las garras del régimen. Los
recursos que ingresaron al país por la venta de gas a mercados de Brasil y
Argentina, bordearon los 47142 millones de dólares y no se realizaron
inversiones por parte del gobierno de Evo Morales; se perdió una década de oro
por el boom de los precios altos de las materias primas; sin embargo, Luis Arce
Catacora, no se quedó atrás, siguió la obra de su antecesor y no hizo
significativos descubrimientos, por ende, cayeron los ingresos del gas.
Pero
no conformes con eso, a partir del 2014, asaltaron sin ninguna piedad los
recursos de los bolivianos en el sistema financiero, 15000 millones de dólares;
metieron mano a las jubilaciones de los trabajadores en las AFPS, 10000
millones de dólares, y dilapidaron las Reservas Internacionales, 15000 millones
de dólares. Esas son las causas para que en este momento Bolivia se encuentre
en una crisis por la falta de divisas y combustibles.
Pero
la cosa no acabó ahí, en el año 2000, la deuda externa ascendía a 4460 millones
de dólares y el PIB era de 8411 millones. Para 2005 la deuda se había elevado a
4941 millones, mientras el PIB se ubicaba en 9573 millones de dólares. El
ascenso desmesurado se dio a partir de 2017, cuando la deuda con organismos
multilaterales y bilaterales rozó los 10000 millones de dólares. De acuerdo las
cifras del Banco Central de Bolivia, la deuda externa de mediano y largo plazo
alcanzó los 13805 millones de dólares a junio de 2025. Dentro de los préstamos,
los acreedores multilaterales son los más importantes, con el BID, CAF y Banco
Mundial a la cabeza, mientras que China se destaca entre los bilaterales.
¿Cuáles
fueron las consecuencias de todo ese derroche?
Los
datos recientes de la firma Bloomberg indican que Bolivia presenta uno de los
índices de riesgo más elevados de la región, con 1801 puntos, solo superado por
Venezuela, que encabeza la lista con 2700 puntos. Al respecto, Juan Pablo
Spinetto, experto en inversiones de Bloomberg, afirma: «La economía boliviana
se encuentra al borde de una crisis sin precedentes, con riesgos inminentes de
devaluación y default de su deuda externa».
En
conclusión, lo que debería ser un motivo de festejo, cumplir doscientos años lo
amerita, es, en realidad, un infortunio, pues los bolivianos nos encontramos
atrapados por una banda delictiva; sufriendo una crisis económica, y con una
población que ve su futuro desvanecerse.
BOLIVIA
¿ES UN PAÍS FALLIDO?
Diario
Viral de Perú (https://n9.cl/jytgc)
La
presidenta del Perú, Dina Boluarte, en su último discurso por Fiestas Patrias
dijo que “de no haber sido por su administración, Perú habría caído en el caos
económico. Estaríamos en un país sin inversiones, sin obras ejecutadas, con
mayor pobreza, camino a convertirnos en un país fallido, como Cuba, Venezuela o
Bolivia, y otros tantos más…”.
Desde
las épocas de las culturas Tiahuanaco y Colla, el incanato y en la conquista,
Perú y Bolivia fueron una misma nación, hasta que llegó el dictador Simón
Bolivar y dando rienda suelta a su egocentrismo creó un nuevo país, que era el
Alto Perú, para bautizarlo casi con su nombre: Bolivia y se proclamó presidente
de ese país.
A
pesar de la división territorial, ambos países mantuvimos las mismas costumbres
e incluso su hermanamiento nos llevó a afrontar la guerra del Pacífico, cuando
Chile declaró la guerra a los bolivianos, por el tema del salitre. Los
resultados son conocidos y es parte de la historia.
Justamente
Bolivia mañana celebrara el bicentenario de su creación. Es un país que siempre
ha vivido con varios golpes de Estado. Ha tenido 67 presidentes desde su
fundación en 1825 hasta la actualidad. El primer presidente fue Simón Bolívar,
y el último es Luis Arce Catacora. Además, hubo 82 gobiernos, entre
constitucionales, interinos y de facto.
Todo
estaba casi bien, hasta que llegó a la presidencia Evo Morales, quien gobernó
desde 2006 al 2019. Nacionalizó los recursos naturales, como el gas y el
petróleo, que generaron mayores ingresos para el Estado y permitieron financiar
programas sociales. Pero, como todo
modelo estatista esto se acabó y llevó a ese país al caos económico, que
actualmente sufre la población.
El
2009, Evo Morales cambió la constitución de su país, indicando en su artículo 1
que “Bolivia se constituye en un estado unitario social de derecho
plurinacional comunitario, libre, independiente, soberano, democrático,
intercultural, descentralizado y con autonomías…”, la misma receta que Pedro
Castillo pretendió aplicar en Perú, que felizmente se truncó con el golpe de
Estado fallido.
Políticos
de izquierda en nuestro país decían que Bolivia era el modelo del socialismo
del siglo XXI, que era admirado por su crecimiento economico más alla del 4
%, por el auge de la venta del gas a
Argentina y Brasil, pero cuando se acabaron las reservas, empezó la gran crisis
y debacle económico. La nacionalización de los yacimientos de petróleo
corrieron la misma suerta. Bolivia compra del exterior el 50 % de su
combustible, pero como no tiene reservas en dólares, no puede importar ese
producto y en todo el país hay escasez de combustibles. Igual sucede con los
alimentos.
El
gasto público es del 80 % y la inflación llegará este año al 15.5 % , la más
alta en Sudamérica, después de Venezuela (110 %) . Mientras que la inflación en
Perú bordea hace muchos años en el 2 %, por la estabilidad monetaria y
económica que nos da la Constitución.
La
farra estatal acabó con el sueño de miles de bolivianos que creyeron en el
socialismo del XXI que propuso Evo Morales y que llevó a la pobreza al 40 % de
su población.
El
17 de este mes son las elecciones presidenciales donde los candidatos Samuel
Doria Medina y Jorge Quiroga tienen 21.5 % y 19.6 %, respectivamente, de
intención de voto. Lo más probable es que Bolivia sea gobernada por ideas
liberales dejando atrás 20 años de intervención estatal del partido del MAS de
Morales. Tarea para el nuevo gobierno será de cambiar la constitución de 2009 y
la eliminación del control político, institucional y militar del eje
castrochavista.
Entonces,
decir que Bolivia es un país fallido: no es así. No es una Venezuela, ni Cuba o
Nicaragua. La emoción de la presidenta de deslindar públicamente por primera
vez con los izquierdistas y socialistas del Perú, la llevaron a exagerar en su
discurso.
Lo
que ocurre en el vecino país que sea ejemplo para los peruanos. Que todo lo que brilla no es oro. Que el
desarrollo de un país se logra con inversión privada, que genera miles de
puestos de trabajo y deja miles de soles en impuestos.
BOLIVIA
SE DEBATE ENTRE UN BICENTENARIO DESLUCIDO Y UNAS ELECCIONES HISTÓRICAS
El
Mostrador de Chile (https://n9.cl/ifmujn)
El
próximo 6 de agosto, Bolivia celebrará su bicentenario de independencia. Sin
embargo, lo que debería ser una fiesta encuentra al país sumido en una de sus
peores crisis políticas y económicas en décadas. La fractura interna del
Movimiento al Socialismo (MAS) y la caída en la producción de gas han llevado a
Bolivia al borde del colapso financiero, social y político.
Días
después de este aniversario se realizarán las elecciones presidenciales (17 de
agosto) y, de no haber mayoría absoluta, la segunda vuelta se celebrará el 19
de octubre. Más que una celebración patriótica, lo que verdaderamente moviliza
hoy a los bolivianos es este proceso electoral. En medio de un escenario
económico incierto y caótico, las elecciones aparecen como una posible salida,
una luz al final del túnel.
Ante
el desencanto que rodea al bicentenario, el Gobierno se ha visto forzado a
decretar feriado no solo el 6, sino también el 7 de agosto, para garantizar la
participación popular. Pero ¿cómo festejar cuando falta gasolina, hay
“corralito” y escasean los dólares?
La
fractura del MAS explica gran parte de esta incertidumbre. Luis Arce llegó al
poder en 2020 como heredero de Evo Morales, pero la alianza se rompió cuando el
Tribunal Constitucional limitó la reelección indefinida, inhabilitando a
Morales, quien además enfrenta varios procesos judiciales por presunta trata de
una menor. Las filas del MAS, antes homogéneas, se han dividido entre
“arcistas” (seguidores del actual presidente), “evistas” (fieles a Morales) y
“andronicistas” (partidarios de Andrónico Rodríguez, otro líder de izquierda
que en las últimas semanas parece haberse desdibujado como alternativa
electoral real).
Evo,
el viejo caudillo, se refugió en el Chapare cochabambino, donde aún conserva un
núcleo duro de leales (cada vez más reducido, pero con alta capacidad de
movilización y dispuestos a inmolarse por él). Su última escaramuza fueron
trece bloqueos que paralizaron Cochabamba y otras regiones en junio de 2025,
pero que terminaron pasando sin pena ni gloria. Los manifestantes exigían su
habilitación y la renuncia de Arce. No lograron ninguna de las dos. Lo único
que sí consiguieron fue agravar aún más la crisis económica.
Una
crisis que tiene muchas explicaciones, pero cuya causa estructural más evidente
es el desmoronamiento de la producción de gas (YPFB proyecta que en 2025 caerá
a 29,53 millones de metros cúbicos diarios, frente a los 45 millones de 2021).
Una de las tristes paradojas bolivianas ha sido pasar de exportador a
importador de hidrocarburos, lo que explica la escasez de dólares y
combustible. En junio, la inflación acumulada alcanzó el 15,53% e importar
diésel y gasolina le cuesta al Estado millones de dólares cada semana. El FMI
estima que la deuda pública bordea ya el 95% del PIB y el déficit fiscal supera
el 10%.
Con
estas cifras, el país necesita medidas impopulares que, quien gane, tendrá que
asumir de inmediato, especialmente la más ingrata de todas: eliminar o reducir
la subvención estatal a los hidrocarburos. Ello implicaría un alza inmediata en
el precio de la gasolina y una inevitable cadena inflacionaria y disminución
aún mayor de la calidad de vida.
¿Quién
podría ordenar este caos? Las encuestas muestran a los centroderechistas Samuel
Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga a la cabeza, con aproximadamente 21% y 19%
de respaldo, respectivamente. Aunque fueron aliados en el pasado, no lograron
acordar una candidatura única y hoy se disputan el primer lugar. El tercer
puesto se lo disputan Andrónico Rodríguez, candidato de izquierda en descenso,
y Manfred Reyes Villa, representante de la vieja guardia y actual alcalde de
Cochabamba.
Lo
más revelador: a medida que pasan los días, no disminuyen los indecisos y
aumentan los votos nulos y blancos. Morales insiste en considerar estos últimos
como propios, ya que está haciendo campaña sistemática para captarlos. En una
encuesta reciente, el voto residual (indecisos, nulos y blancos) suma un 34%.
En
este contexto, la segunda vuelta parece inevitable, y pocos descartan una
crisis poselectoral si el resultado es estrecho. Sea quien sea el ganador, no
tendrá mayoría en el Congreso y deberá negociar cada reforma con un Parlamento
profundamente fragmentado.
Desde
Chile, lo que ocurre en Bolivia debería generar mayor preocupación. Compartimos
fronteras, flujos migratorios, intercambios comerciales y desafíos comunes como
la delincuencia organizada. Una Bolivia inestable significa más presión en las
fronteras y dificultades para la cooperación regional. Pero también puede
representar una oportunidad: si el próximo Gobierno boliviano opta por
modernizar su economía y reinsertarse en el mundo, Chile puede convertirse en
un socio estratégico en logística, acceso portuario e inversión.
El
bicentenario, más que un acto de nostalgia, podría ser la ocasión para un nuevo
comienzo, superando obstáculos sin desechar logros importantes, como la
inclusión y el reconocimiento indígenas alcanzados en los últimos 20 años.
Pero, para ello, es necesario que las fuerzas políticas abandonen la lógica
refundacional, el culto a la personalidad y la visión agonal de la política.
A
pocos días del bicentenario, Bolivia enfrenta una paradoja: conmemora 200 años
de independencia en medio de filas por combustible y divisiones internas. Pero
esta crisis también puede ser un punto de inflexión. El país necesita dejar
atrás los ciclos repetidos de estatización y privatización, de inclusión y
exclusión, y avanzar hacia años menos épicos pero más estables, menos
personalistas y más institucionalizados, centrados en el bien común y no en el
de las élites –cualquiera sea la que esté en el poder–.
Si
el bicentenario sirve para iniciar esa transformación, entonces todavía hay
esperanza de que esta vez sea diferente.
LA
PUGNA POLÍTICA POR EL LITIO, EL ORO BLANCO DE BOLIVIA
Aunque
Bolivia tiene las mayores reservas de litio del mundo, no logra transformar ese
potencial en desarrollo concreto. Los obstáculos son diversos y muy complejos.
DW
de Alemania (https://n9.cl/dqast)
A
solo semanas de las elecciones generales en Bolivia, pocos temas de la campaña
despiertan tantas emociones entre los electores como la explotación del litio.
Acusaciones mutuas entre grupos sociales y políticos, además del extractivismo
desenfrenado de empresas internacionales, han impedido que se aproveche el
potencial del litio.
El
expresidente Evo Morales, quien gobernó Bolivia entre 2006 y 2019, volvió a
recurrir al argumento del litio para atacar al candidato de su propio bloque de
izquierda, vinculándolo con Marcos Bulgheroni, un empresario argentino en
proyectos de explotación del litio. “Por debajo está negociando”, acusó Evo
Morales durante un acto en Sucre, dirigiéndose a su rival, el candidato
presidencial Andrónico Rodríguez, el mejor posicionado en las encuestas dentro
del bloque de izquierda. Rodríguez rechazó la acusación y respondió: “Para
completar la película, solo falta que digan que me reuní con Elon Musk y Donald
Trump”.
Fracaso
del proyecto con Alemania
Las
rivalidades internas han sido desde hace años el mayor obstáculo para el
aprovechamiento del litio boliviano. Políticos de todos los sectores se acusan
mutuamente de acuerdos secretos, falta de transparencia o corrupción.
Desafortunadamente, el gobierno alemán también se ha visto afectado. En 2019,
un proyecto conjunto entre Alemania y Bolivia fracasó en plena campaña
electoral.
La
oposición desconfiaba del acuerdo entre ambos países. Fue así como el entonces
presidente Evo Morales retiró su apoyo al proyecto para calmar los ánimos en
plena campaña electoral. Aunque algunos proyectos puntuales se mantienen, desde
el 2019 la industria alemana no ha podido negociar con el país con mayores
reservas de litio en el mundo.
Esencial
para la movilidad eléctrica
Se
estima que Bolivia tiene alrededor de 23 millones de toneladas de litio, la
mayoría en el Salar de Uyuni. Desde que Bolivia descubrió tener las mayores
reservas del mundo, actores políticos intensificaron su lucha por controlar
este recurso, clave para la transición hacia la movilidad eléctrica sin
emisiones, especialmente promovida en países occidentales.
El
litio es indispensable para baterías de almacenamiento. La Asociación de la
Industria Automotriz Alemana destaca la importancia de minerales como el litio
para el sector: para Alemania, como centro de movilidad, es esencial contar con
una disponibilidad fiable y con precios estables de estas materias primas.
Obstáculos
políticos y técnicos
“A
pesar de numerosos esfuerzos y cooperación internacional, la empresa estatal
YLB (Yacimientos de Litio Bolivianos) no ha logrado superar las dificultades”,
afirma el geocientífico Dr. Thomas Cramer, de la Universidad Nacional de
Colombia en Bogotá, en conversación con Deutsche Welle. Cramer investiga
minerales en Sudamérica.
“Además,
las carreteras, el suministro energético y las instalaciones de procesamiento
están aún en construcción o no existen, al igual que la falta de acceso directo
al mar, lo que implica mayores costos de transporte”.
La
competencia avanza
Mientras
Bolivia solo ha construido plantas piloto con baja producción, Chile alcanzó en
2024 producir 49.000 toneladas y se consolidó como el segundo mayor productor
después de Australia con 88.000 toneladas; para una producción mundial total de
240.000 toneladas, según el Dr. Cramer, donde Argentina aportó al menos 18.000
toneladas.
La
alta oferta de litio en el mercado mundial ha provocado una caída en sus
precios, aumentando la cautela entre inversionistas. Esto se une a las grandes
controversias que genera la minería en Bolivia, así como en muchos otros
países. Diversos actores se esfuerzan por no quedar perjudicados en la
distribución de futuros ingresos y en los impactos negativos inevitables,
señala Cramer. Además, Bolivia carece de una tradición industrial en la
producción a gran escala de litio, “mientras que en Chile y Argentina operan
grandes empresas mineras con experiencia”, agrega Cramer.
Resistencia
contra las grandes corporaciones
Recientemente,
empresas de Rusia y China han actuado con especial agresividad. Presionaron al
gobierno de Bolivia para la aprobación exprés de contratos en el Parlamento.
Sin embargo, ni el gobierno, ni las empresas consultaron los contratos con la
población local, como lo exige la Constitución boliviana.
La
población indígena de la provincia de Nor Lípez acusó a las empresas de no
haber realizado estas “consultas”. “Los contratos y sus anexos no contemplan
procesos de consulta para obtener el consentimiento previo, libre e informado
(CPLI) de los pueblos indígenas, a pesar de que las afectaciones a fuentes de
agua dulce tendrán lugar dentro del territorio indígena de Nor Lípez”, señala
un “Manifiesto para la opinión pública boliviana” firmado por varias
organizaciones de la sociedad civil.
La
organización indígena de la región, Central Única Provincial de Comunidades
Originarias de Nor Lípez (CUPCONL), prohibió el ingreso a las empresas
implicadas: “La CUPCONL, como propietaria única y absoluta de los territorios
(…) decide prohibir el ingreso de las empresas Uranium One Group y Hong Kong
CBC a nuestra jurisdicción territorial”. Al mismo tiempo, las comunidades
indígenas anunciaron que acudirán a tribunales internacionales para defender
sus intereses.
Mientras
se intensifican los discursos políticos sobre el litio en vísperas de las
elecciones presidenciales del 17 de agosto y una posible segunda vuelta
decisiva en octubre, inversionistas internacionales esperan con expectativa que
un nuevo gobierno establezca finalmente un marco político y legal claro que
permita desbloquear el potencial estratégico del litio en Bolivia.
LITIO:
EL ORO BLANCO DE LA GEOPOLÍTICA ENERGÉTICA Y LA TECNOLOGÍA
DPL
News de México (https://n9.cl/jjdykw)
El
litio se ha vuelto indispensable para la transición energética global y el
avance de la industria tecnológica.
Es
un mineral alcalino ligero, caracterizado por su baja densidad y alta
reactividad. En la naturaleza no se encuentra en estado puro, sino combinado en
minerales como la espodumena, petalita, lepidolita o eucriptita, o disuelto en
salmueras, soluciones salinas concentradas (veremos más adelante por qué esto
es importante).
A
nivel geopolítico, el litio ha pasado de ser un recurso marginal a convertirse
en piedra angular de la transición energética y de la revolución digital,
insumo crítico en baterías recargables para vehículos eléctricos y dispositivos
móviles. Su rol estratégico radica en que posee la combinación única de
densidad energética y ciclo de vida que demanda la industria tecnológica y
automotriz del siglo XXI.
Es
un componente insustituible en las baterías de iones de litio, por eso impulsa
la electromovilidad y la capacidad de almacenamiento de energías renovables.
América Latina, en particular el “Triángulo del litio” conformado por Bolivia,
Argentina y Chile, alberga la mayor parte de las reservas mundiales de este
mineral.
Sin
embargo, la región enfrenta el desafío de su limitada participación en los
eslabones de alto valor agregado de la cadena de suministro. La competencia
global por el litio es feroz, con China como el líder indiscutible en el
procesamiento y la fabricación de baterías, mientras que los países con
reservas buscan una mayor soberanía y una mayor captura de valor de sus
activos.
La
extracción de litio, especialmente de salmueras, conlleva desafíos ambientales
y sociales, particularmente en lo que respecta al consumo de agua y el impacto
en las comunidades locales.
Reservas
y producción mundial
La
necesidad de descarbonizar las economías y la creciente adopción de vehículos
eléctricos han catapultado al litio como epicentro de las dinámicas
geopolíticas y económicas mundiales. Este metal, a menudo denominado “oro
blanco”, trasciende su naturaleza mineral para convertirse en un habilitador
crítico de un nuevo paradigma tecno-económico, fundamentado en la generación,
almacenamiento y consumo eficiente de energías limpias y renovables.
Su
comportamiento electroquímico y térmico lo convierte en un material esencial
para múltiples aplicaciones tecnológicas.
Según
el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), las reservas mundiales de litio
en 2024 aproximadamente 30 millones de toneladas métricas (Mt), según informes
gubernamentales. Aunque nuevas mediciones del propio USGS hablan de 96 millones
de toneladas.
La
distribución de estas reservas está altamente concentrada geográficamente. El
“Triángulo del litio” (Bolivia, Argentina y Chile) concentra una porción
significativa de las reservas globales. Bolivia, con 21 millones de toneladas,
posee 26% de las reservas mundiales, seguida de Argentina con 19 millones de
toneladas (22.6%) y Chile con 9.3 millones de toneladas (11.2%). En conjunto,
estos tres países albergan entre la mitad y dos tercios de las reservas
mundiales de litio. Completan la lista otros países con reservas más modestas,
pero importantes para sus futuras economías: México (1.7 Mt, 1.6%) y Brasil
(0.8 Mt, 0.8%).
Otros
países con reservas notables incluyen Australia (4.8 millones de toneladas,
7.5%), China (3 millones de toneladas, 6%), Estados Unidos (1.1 millones de
toneladas, 9.2%) y Canadá (0.93 millones de toneladas, 3.4%).
En
términos de producción, la situación es distinta. Australia es el principal
productor mundial, con 88,000 toneladas métricas en 2024, obtenidas
principalmente de minas de roca dura como el espodumeno. Chile ocupa el segundo
lugar con 49,000 toneladas, cuya extracción proviene mayoritariamente de
salmueras en el Salar de Atacama, un proceso reconocido por su eficiencia y
rentabilidad.
China
se posiciona como el tercer productor global con 41,000 toneladas en 2024;
extrae litio tanto de salmueras como a través de inversiones en minería de roca
dura en otros países. El gigante asiático, además de producir, domina buena
parte del refinado y la cadena química intermedia, lo cual le confiere un poder
de negociación significativo en el mercado.
Zimbabue
(22,000 toneladas) y Argentina (18,000 toneladas) también son productores
significativos.
La
megamina de reservas posiciona a América Latina como columna vertebral de la
futura demanda de baterías y de la independencia tecnológica de grandes
potencias, de ahí su potencial económico y geopolítico en la llamada transición
energética y la importancia de la industria tecnológica global.
Pero
existe una disparidad entre las vastas reservas de litio en América Latina y su
nivel de producción actual. Aunque los países de la región poseen el 52% de las
reservas mundiales de litio, sólo contribuyen con 32% de la producción global.
Esta brecha entre el potencial geológico y la capacidad de extracción y
procesamiento es significativa.
Las
razones detrás de esta situación incluyen la complejidad inherente a la
extracción de litio de ciertas salmueras, como las de Uyuni en Bolivia, que
presentan tasas de precipitación más altas que complican el proceso. Además,
marcos legales estrictos, como los de Chile en torno a las concesiones mineras,
han limitado la participación en el mercado global a pesar de la abundancia del
mineral. La falta de infraestructura adecuada y de capital para escalar la
producción también contribuye a esta subutilización del potencial. La situación
representa una oportunidad no capitalizada para América Latina de aprovechar
plenamente sus recursos, mientras que naciones con menores reservas, como
Australia, dominan la fase inicial de la cadena de valor.
Actualmente,
el mercado de baterías representa el segmento de mayor crecimiento y el más
grande para el litio, crítico para el desarrollo sostenible. Su importancia
estratégica radica en su papel insustituible en la producción de baterías de
iones de litio, las cuales son esenciales para la descarbonización del
transporte a través de los vehículos eléctricos y para el almacenamiento de la
energía generada por fuentes renovables intermitentes como la solar y la
eólica.
Las
proyecciones indican que la demanda mundial de baterías de iones de litio se
cuadruplicará para 2030. Se espera que las ventas anuales de vehículos
eléctricos experimenten un crecimiento exponencial, con una tasa compuesta
anual promedio de 27% hasta finales de la década. Llegará a representar 31% de
las ventas totales de vehículos nuevos en el sector automotriz. Este
crecimiento explosivo en la demanda ejerce una presión considerable sobre el
suministro de litio, lo cual podría generar un déficit importante y,
consecuentemente, presionar al alza sus precios.
Cadena
de valor: de la exploración a la comercialización de baterías
La
cadena de valor del litio está conformada por cuatro eslabones relevantes:
exploración y evaluación, extracción, procesamiento y refinado, manufactura de
baterías, reciclaje y reprocesamiento. Veamos brevemente cada uno de ellos.
En
la exploración y evaluación se emplean técnicas geofísicas (sísmica,
magnetotelúrica) y perforaciones para estimar recursos brutos y determinar la
viabilidad económica.
Para
la extracción, ya se explicó que existen dos técnicas (pero dependen de cómo la
naturaleza decidió “contener” el litio): salmuera, a través del bombeo a la
superficie y evaporación solar en estanques. La otra opción es espodumena o
minería a cielo abierto, a través de trituración y molienda del mineral para
extraer el litio.
El
tercer eslabón es el procesamiento y refinado. En plantas químicas se
transforma el concentrado en carbonato (Li₂CO₃)
o hidróxido (LiOH), según
la demanda industrial.
Posteriormente,
llega uno de los procesos industriales más estratégicos, la manufactura de
baterías. Incluye la síntesis de cátodos, ánodos (grafito o silicio),
electrolitos y ensamblaje de celdas.
Finalmente,
ocurre un proceso que, no por ser el último, deja de ser relevante en la cadena
de valor: el reciclaje y reprocesamiento. Esta etapa emergente está destinada a
mitigar la dependencia de recursos vírgenes y disminuir la huella ambiental.
Se
sobreentiende que en esta cadena de valor existen diversos actores que no
necesariamente participan de toda la cadena. En las primeras etapas intervienen
las empresas mineras tradicionales. La fabricación de baterías eléctricas es un
proceso especializado. En tanto que el reciclaje aprovecha el auge de la
industria para regresarle a la misma los recursos que requiere para reiniciar
cierta parte del proceso. ¿Quiénes son algunos de los principales actores?
Albemarle
Corporation (EE.UU.) y SQM (Chile) controlan aproximadamente 30% de la
producción global de litio refinado, con operaciones en Chile y Australia.
Albemarle
es uno de los mayores productores de litio a nivel global, con una capacidad de
producción de 343 kilotoneladas por año de carbonato de litio para 2027. Posee
operaciones en Chile y Nevada y una participación de 49% en la mina Greenbushes
en Australia.
SQM
es el segundo mayor productor mundial de litio, con una capacidad proyectada de
302 ktpa para 2027. Sus operaciones se centran en el Salar de Atacama, mina que
genera aproximadamente la mitad de sus beneficios.
La
fusión Allkem + Livent, de Estados Unidos, las posiciona como el tercer mayor
productor, con una capacidad prevista de 248 ktpa para 2027.
Las
chinas Ganfeng Lithium y Tianqi Lithium dominan el procesamiento químico y
tienen inversiones en Argentina y Australia. Hasta hace poco tiempo también en
México. Ganfeng ha invertido significativamente en proyectos globales, incluida
la adquisición de Millennial Lithium en Argentina y una participación en la
mina Sonora Lithium en México.
Tianqi
Lithium también ha adquirido participaciones en proyectos mineros globales,
incluida una participación mayoritaria en la mina Greenbushes en Australia.
Livent
Corporation, de Estados Unidos, y Pilbara Minerals, de Australia, son otros
protagonistas clave.
Estas
empresas desempeñan un papel dual: aseguran el suministro para fabricantes de
baterías y compiten en la fijación de precios a nivel mundial, por lo que
influyen directamente en las dinámicas de oferta y demanda.
Las
estrategias de inversión de dichas empresas reflejan la intensa competencia por
asegurar el suministro de litio. Las empresas chinas han adoptado una
estrategia de integración vertical, invierten en minas y proyectos en el
extranjero para asegurar su cadena de suministro y consolidar su liderazgo en
el procesamiento y la fabricación de baterías.
Grandes
fondos de inversión estadounidenses como Blackrock, Vanguard y State Street
también han tomado posiciones significativas en estas compañías mineras de
litio, anticipándose el crecimiento del mercado y la estabilización de los
precios.
Como
es de suponer, la tecnología de baterías ha tenido avances y desafíos y se
espera que logren la solución de contribuir a la transición energética global a
través de baterías de larga duración. Por su elevada explicación técnica, se
presentan de forma breve estas innovaciones.
Algunos
de los avances más relevantes incluyen celdas de estado sólido, las cuales
prometen mayor densidad energética y mayor seguridad al eliminar electrolitos
líquidos inflamables.
Los
cátodos de alta tensión mejoran ciclos de carga y estabilidad térmica. En tanto
que la nanotecnología en ánodos mejora la tasa de carga y reduce la degradación
por ciclado.
Finalmente,
el reciclaje hidrometalúrgico logra procesos más eficientes para recuperar
litio y otros minerales de las baterías, lo cuales son esenciales en políticas
de economía circular.
Se
aprecia que la tendencia en estos avances es mayor densidad energética, carga
ultrarrápida, mayor vida útil, durabilidad de las baterías, además de hacerlas
cada vez más seguras y evitar que se incendien, uno de los factores que más se
les ha cuestionado a los vehículos eléctricos.
Además,
estas innovaciones buscan reducir costos, aumentar la autonomía de los
vehículos eléctricos y prolongar la vida útil de dispositivos electrónicos.
Estos logros acentúan aún más la importancia del litio.
La
transición energética, si bien busca reducir la dependencia de los combustibles
fósiles y sus impactos ambientales, inadvertidamente genera una nueva
dependencia de minerales críticos como el litio.
La
situación impulsa los precios y desplaza la preocupación por la seguridad
energética de la dependencia del petróleo a la dependencia de la cadena de
suministro de litio. La búsqueda de la descarbonización sin una diversificación
robusta de la cadena de suministro de litio podría sustituir una forma de
dependencia por otra. Lo anterior podría genera nuevas tensiones geopolíticas.
Geopolítica
y soberanía del litio
Regresemos
a la geopolítica del litio. América Latina se encuentra en una posición
geoestratégica única debido a sus vastas reservas de litio, pero la región
enfrenta retos para traducir este potencial en un desarrollo económico integral
a lo largo de toda la cadena de valor.
La
estratégica concentración de reservas en América Latina ha desencadenado una
“carrera del litio” donde gobiernos y grandes potencias buscan asegurar cuotas
de producción. En esta vorágine intervienen visiones ideológicas y de soberanía
que buscan preservar las reservas del mineral bajo la tutela del estado.
Los
países latinoamericanos con reservas de litio han desarrollado políticas
específicas para intentar aumentar la contribución de las rentas del litio al
crecimiento económico nacional. Sin embargo, estas políticas presentan
diferencias significativas en cuanto al protagonismo del Estado en la promoción
de la extracción.
Bolivia,
tras nacionalizar su yacimiento de Uyuni, creó la empresa Yacimientos de Litio
Bolivianos (YLB) para retener valor agregado. Por ser un país con insuficientes
recursos públicos, enfrenta desafíos técnicos y financieros para llevar la
salmuera a baterías de alto grado. Bajo el gobierno de Evo Morales, se
renacionalizó la Corporación Minera de Bolivia, y el mandatario Luis Arce ha
priorizado la industrialización del mineral.
Los
eslabones de exploración, evaluación y extracción requieren inversiones
costosas y mucho tiempo. El retorno del capital ocurre cuando se vende el
mineral procesado y refinado a las empresas que manufacturan las baterías. Las
empresas mineras privadas tienen el capital y la experiencia para amortizar los
primeros eslabones de la cadena de producción que no son rentables, sino que
generan altos costos.
La
particular estructura de costos de producción del litio latinoamericano se debe
a que 58% del litio en la región proviene de salares, mientras que sólo 26% se
extrae de roca. Esta ventaja natural en la extracción de salmueras puede
ofrecer menores costos de producción en la fase inicial del carbonato de
litio.
Por
su parte, Argentina ofrece marcos de incentivo fiscal, a través del Régimen de
Promoción para la Producción de Litio, el cual ha atraído inversiones de India
y de China. Argentina ha adoptado una orientación más liberal en su política de
litio. El dominio de los recursos naturales está a cargo de las provincias, lo
cual permite la explotación a gran escala. Actualmente, existen más de 40
proyectos de extracción en diferentes etapas, varios en manos de
transnacionales. También se ha creado la empresa estatal YPF Litio, la cual ya
ha puesto en marcha una planta de producción de baterías de litio.
Chile
era el primer proveedor global de litio. Sin embargo, ha debatido durante años
una reforma constitucional para profundizar la participación estatal en la
extracción y comercialización tras concesionar históricamente sus salares.
Chile es un país minero por antonomasia, potencia en cobre, por lo que tiene
experiencia en la gestión y tutela de sus recursos minerales estratégicos.
El
gobierno chileno ha adoptado un enfoque gradual, centrándose en la captura de
rentas de la extracción y, en una segunda fase, trasladando su atención a
actividades posteriores en la cadena de valor. El país renegoció contratos con
compañías privadas como Albemarle y SQM, obligándolas a vender hasta 25% del
metal a precios por debajo del mercado para incentivar la industria local.
México
nacionalizó la exploración y explotación de litio en 2022 con una reforma a la
ley minera. Otorgó al Estado el control de todas las actividades del ciclo
minero del litio. Se espera que esta nacionalización aumente la influencia de
México en las negociaciones con consumidores como Estados Unidos.
La
debilidad de las políticas latinoamericanas radica en priorizar la captura de
rentas sobre el desarrollo de ventajas competitivas basadas en la tecnología.
Aunque América Latina produce un tercio del litio mundial, la región sólo
participa en los primeros eslabones de la cadena de valor, que aportan un valor
agregado limitado. La extracción minera, por ejemplo, aporta sólo 9% al valor
agregado total del recurso. Esto contrasta con la fabricación de materiales
activos para cátodos y ánodos, que representan el mayor valor agregado en la
cadena.
El
gran desafío para los países latinoamericanos es cómo capturar más valor de sus
vastas reservas de litio. Si bien se proyecta que la producción de litio en la
región podría multiplicarse por 10 para 2030, la capacidad de capturar valor de
una cadena que pasará de 80,000 millones a 400,000 millones de dólares en el
mismo periodo es limitada si se continúa exportando principalmente carbonato de
litio.
Se
estima que, incluso con un aumento significativo en la producción, la región
sólo podría capturar 2.6% del valor total de 400,000 millones de dólares si no
se avanza en la industrialización de baterías.
Sin
embargo, la concentración de la capacidad global de elaboración de baterías en
China (aproximadamente 83% de la capacidad mundial) representa un obstáculo
para que otras regiones, incluida América Latina, escalen en los eslabones
intermedios y finales de la cadena.
El
control del litio también se ha convertido en un asunto de seguridad nacional.
Estados Unidos y la Unión Europea han impulsado subsidios y acuerdos con países
proveedores para diversificar cadenas de suministro y reducir la dependencia de
China en el refinado del mineral.
La
geopolítica del litio se sitúa en el epicentro de la reconfiguración global del
poder, impulsada por la emergencia de un nuevo paradigma tecno-económico
centrado en las tecnologías de transición energética. Las potencias mundiales
están inmersas en una creciente competencia internacional por consolidar sus
industrias de electromovilidad, lo que ha convertido la seguridad del
suministro de litio en una prioridad estratégica.
China
ha logrado desarrollar una industria integral de baterías de iones de litio.
Abarca desde la extracción del mineral hasta la fabricación de vehículos
eléctricos. Supera a actores tradicionales como Estados Unidos, Corea del Sur y
la Unión Europea en estos transportes. El dominio chino en la cadena de valor,
especialmente en el procesamiento y la fabricación de baterías (con CATL y BYD
dominando más de 53% del mercado global en 2024), genera una concentración de
la capacidad de producción que plantea desafíos para la seguridad del
suministro global.
La
dependencia de un puñado de países para los materiales procesados y las
baterías terminadas puede crear vulnerabilidades en la cadena de suministro.
Típico de la geopolítica, los distintos actores desempeñan roles
interconectados en la cadena de valor del litio.
Los
gobiernos buscan asegurar el suministro de litio para sus industrias
estratégicas y, en el caso de los países con reservas, maximizar los beneficios
económicos y la soberanía sobre el mineral. Esto se manifiesta en políticas de
nacionalización, renegociación de contratos, incentivos para la
industrialización local y promoción de la electromovilidad nacional.
Las
mineras son las principales extractoras del litio. Invierten en exploración y
desarrollo de proyectos a nivel global. Sus estrategias incluyen fusiones,
adquisición de participaciones en minas extranjeras y el desarrollo de nuevas
tecnologías de extracción.
Las
empresas tecnológicas dependen del litio para la fabricación de baterías de
dispositivos electrónicos (smartphones, laptops). Su interés se enfoca en la
innovación de baterías y la eficiencia de la cadena de suministro.
Los
fabricantes de vehículos eléctricos son los mayores impulsores de la demanda de
litio. Buscan asegurar el suministro de baterías y litio a través de acuerdos
de suministro o inversiones en la cadena de valor. Fabricantes como Tesla,
Volkswagen y BYD son algunos de los principales actores.
El
conflicto que nunca falta
Todo
ello no ha minimizado los conflictos y la sostenibilidad que involucra el “oro
blanco”. Mientras que la industria tecnológica vende al mundo el litio y las
baterías como una solución a la transición energética global, otras tensiones
ocurren antes de que los consumidores compren un vehículo eléctrico o un
smartphone de alta gama.
La
expansión de la minería de litio genera tensiones sociales y medioambientales.
Uno de los desafíos más acuciantes es el consumo de agua en pleno cambio
climático y frecuentes sequías. En regiones áridas, la extracción de salmuera
puede reducir en más de 65% el agua disponible para comunidades y ecosistemas
andinos.
También
están en juego los derechos indígenas en el “Triángulo del litio”. Las
poblaciones guaraníes y quechua han exigido consulta previa y compensaciones
para sus comunidades. Incluso han paralizado proyectos, como en Salinas Grandes
(Argentina) y el desierto de Atacama en Chile.
Desde
luego, la industria ha tenido la capacidad de buscar un equilibrio entre
desarrollo y conservación, con tal de explotar el mineral con la menor fricción
posible. Han surgido modelos de minería responsable, certificaciones de
sostenibilidad y proyectos de colaboración público-privada para minimizar
impactos.
Las
acciones de reciclaje y el apoyo a la industria local de baterías son
estrategias para agregar valor en el origen del proceso, generar empleos,
redistribuir los beneficios y disminuir el extractivismo dominante de las
grandes empresas que dominan la industria.
LA
DERECHA BOLIVIANA, LISTA PARA VOLVER AL PODER
Las
encuestas apuntan a los dos candidatos de centroderecha podrían pasar a la
segunda vuelta de los comicios, previstos para el 20 de octubre
La
Razón de España (https://n9.cl/5vas0f)
Con
excepción del interinato de Jeanine Áñez Chávez (2019-2020), el populismo neo
socialista tiene dos décadas gobernando a Bolivia. Con una izquierda dividida
entre el otrora líder indígena Evo Morales y el actual presidente Luis Arce, el
próximo 17 de agosto se celebrará la primera vuelta de las elecciones
presidenciales en el país altiplánico. Por primera vez en 20 años, la derecha
boliviana tiene opciones serias de volver al poder. Evo Morales y Luis Arce
quedaron definitivamente fuera de la carrera tras fallos del Tribunal
Constitucional y decisiones internas del Movimiento al Socialismo (MAS), lo que
ha fragmentado el voto oficialista.
Las
encuestas reflejan un alto porcentaje de indecisos; en algunos estudios supera
el 10% o incluso el 14%, lo que añade volatilidad al escenario electoral. Sin
embargo, según los últimos sondeos, Samuel Doria Medina lidera actualmente las
preferencias electorales por encima de Jorge 'Tuto' Quiroga en encuestas
recientes (19% vs. 18%), ambos de derechas y acérrimos adversarios de la
izquierda populista. Andrónico Rodríguez, respaldado por sectores del MAS, se
sitúa tercero con alrededor de 14%, sin el liderazgo del exmandatario Evo
Morales ni del presidente Arce, ambos fuera de la contienda.
La
principal ventaja de la derecha boliviana responde a una pugna entre Evo
Morales y el que fue su sucesor, el actual presidente Luis Arce. El bloque
oficialista de Arce mantiene el control institucional, mientras que en mayo de
este año el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) de Bolivia emitió la
Sentencia Constitucional 007/2025, un fallo histórico que prohíbe la reelección
presidencial más allá de dos mandatos, ya sean consecutivos o discontinuos. La
medida impacta directamente al expresidente Evo Morales, quien queda
inhabilitado para volver a postularse a la presidencia o vicepresidencia del
país.
Adicionalmente,
la derecha mantiene las preferencias electorales debido a los números
económicos en el país. Las reservas de divisas han caído de casi 14.000
millones de dólares en 2014 a menos de 500 millones en 2023; se estima que
actualmente el Banco Central tiene menos de 50 millones de dólares líquidos. La
inflación interanual fue de un 10 % al final de 2024, la cifra más alta en más
de una década. En los primeros cinco meses de 2025, los precios generales
subieron un 9,81% y la inflación de alimentos alcanzó el 23,87%. Sectores
populares cuestionan el mantenimiento de subsidios caros mientras la economía
se hunde; la oposición reclama reformas estructurales y acceso a financiación
externa mediante organismos multilaterales, pero la rigidez ideológica de la
izquierda ha terminado por hundir al país altiplánico.
El
pronóstico apunta a que serán los dos candidatos de centroderecha quienes
pasarán a segunda vuelta el próximo 20 de octubre. Si este 17 de agosto uno de
los candidatos alcanza el umbral del 50% o 40% con ventaja de 10 puntos sobre
el segundo, sería declarado presidente sin necesidad de segunda vuelta. Sin
embargo, considerando los números, ese escenario resulta poco probable, y a
juzgar por los sondeos, los bolivianos le estarán dando a la derecha una nueva
oportunidad en un par de meses.
BOLIVIA
TENDRÁ UNA DIPLOMACIA PRAGMÁTICA Y SE VINCULARÁ CON EEUU Y RUSIA
El
País de Costa Rica (https://n9.cl/4vy9o)
Exmilitar,
actual alcalde de la ciudad de Cochabamba y candidato presidencial en 2009,
Manfred Reyes Villa (70 años), busca nuevamente ser elegido jefe de Estado en
Bolivia, con una propuesta centrada en la «seguridad jurídica», la reactivación
de la minería y una diplomacia basada en el pragmatismo.
Reyes
Villa, quien durante su carrera política fue concejal municipal y cuatro veces
consecutivas alcalde de Cochabamba, entre 1993 y 2000, se postula por el
partido Autonomía Para Bolivia (APB-Súmate) y marcha cuarto en las encuestas de
intención de voto para las elecciones nacionales de este domingo 17 de agosto.
Otras
de sus propuestas incluyen la venta anticipada de litio para inyectar divisas a
la economía boliviana y garantizar combustibles a menos de un dólar el litro,
sin subvención estatal.
Además,
aseguró que sin devaluar ni contraer nueva deuda, Bolivia puede generar divisas
de inmediato, gracias a la minería, las agroexportaciones y el turismo.
Reyes
Villa se considera un «nacionalista republicano» y anunció una diplomacia
pragmática en la que mantendrá relaciones tanto con EEUU como con Rusia, bajo
el principio del respeto mutuo.
A
continuación, un resumen del cuestionario que respondió vía correo a la Agencia
Sputnik.
Pregunta:
¿Por qué quiere ser presidente de Bolivia y cuál es su posición o tendencia
política?
Respuesta:
Quiero ser presidente porque Bolivia necesita recuperar el orden, la sociedad
necesita elevar su calidad de vida y salir cuanto antes de la actual
multicrisis por el agotamiento de un modelo fallido. Soy nacionalista
republicano y mi compromiso es poner a Bolivia y a los bolivianos por encima de
caudillos, partidos o ideologías importadas.
P:
¿Cuál es su principal propuesta de campaña?
R:
Garantizar seguridad jurídica para que Bolivia, sin recurrir a más deuda
condicionada, genere divisas frescas de inmediato, mediante la venta anticipada
de litio, la apertura a agroexportaciones competitivas, la explotación
eficiente de hidrocarburos, el relanzamiento del turismo receptivo y la
remonetización de dólares a través del sistema financiero formal, apalancada en
mayores remesas y la recuperación de la confianza.
P:
¿Cómo hará para garantizar la provisión de diésel y gasolina en el país?
R:
Bolivia puede garantizar combustibles a cinco bolivianos (0,73 dólares) por
litro sin subvención, siempre que se eliminen la corrupción, la intermediación
en la importación y el contrabando (…) Con importación directa y transparente,
auditorías ciudadanas y eficiencia logística, se asegura abastecimiento
continuo, ahorro fiscal y estabilidad de precios, sin necesidad de subsidios.
P:
Bolivia necesita dólares. ¿Cómo hará para inyectar divisas? ¿Devaluará el
boliviano o acudirá al Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial
para solicitar préstamos?
R:
Como señalan algunos expertos, el FMI sería «la billetera más lenta», y con el
último informe, que describe a Bolivia como una economía inviable, con cifras
maquilladas y sin horizonte de repago, hasta ese «suero» sería tóxico. Sin
devaluar el boliviano ni contratar nueva deuda para pagar deuda, Bolivia puede
generar divisas frescas de inmediato a través de, al menos, cinco vías: uno,
reactivación de la minería tradicional y de minerales críticos, incluidas
tierras raras; dos, apertura irrestricta a agroexportaciones competitivas;
tres, explotación eficiente de hidrocarburos; cuatro, relanzamiento del turismo
receptivo; cinco, remonetización de dólares en el sistema financiero formal,
respaldada en mayores remesas y la recuperación de la confianza. Es decir,
soluciones soberanas y sostenibles, sin hipotecar el futuro del país.
P:
¿Cómo será la política exterior de Bolivia en su gestión, tras 20 años de la
llamada «diplomacia de los pueblos por la vida» que implementó el MAS
(Movimiento al Socialismo)?
R:
Nuestra política exterior reemplazará la fallida «diplomacia de los pueblos»
por una diplomacia profesional y pragmática, orientada al desarrollo y el
comercio exterior.
P:
En el plano de las relaciones internacionales, si llega a ser presidente, ¿cómo
serán las relaciones con EEUU, cuyo embajador fue expulsado por el entonces
presidente Evo Morales y con Israel, con quien se rompió relaciones?
R:
Nuestras relaciones internacionales serán pragmáticas y profesionales. Con EEUU
y con Israel restableceremos vínculos, basados en el respeto mutuo, la
soberanía y el beneficio recíproco. No se trata de alinearse a potencias, sino
de abrir puertas que generen inversiones, cooperación tecnológica y nuevos
mercados para Bolivia, dejando atrás el aislamiento y la retórica estéril que
tanto daño nos hizo.
P:
¿Se acercará más a bloques como los BRICS y el Mercosur?
R:
Bolivia podría acercarse a los bloques que representen oportunidades reales de
desarrollo y comercio, siempre desde una posición de soberanía y beneficio
mutuo. El Mercosur podría ser una plataforma para fortalecer la integración
comercial y energética regional y los BRICS ofrecerían una vía para
diversificar mercados y atraer inversiones. No se trataría de alineamientos
ideológicos, reitero, sino de explorar vínculos que generen beneficios
concretos para los bolivianos.
P:
¿Cómo serán las relaciones bilaterales con Rusia, que es socio de Bolivia en la
industrialización de litio y la investigación nuclear?
P:
Las relaciones bilaterales con Rusia se mantendrían en un marco de respeto
mutuo y cooperación, considerando su participación en diferentes proyectos. Se
priorizaría que estos acuerdos contemplen intercambio tecnológico, capacitación
de profesionales y acceso a nuevas aplicaciones científicas, siempre en función
del interés nacional.
P:
¿Qué hará con el litio en su gestión? ¿Buscará empresas internacionales para su
industrialización o seguirá con una política nacional para explotarlo?
R:
Con el litio impulsaremos una política nacional, consensuada especialmente con
los departamentos productores, con una visión estratégica y apertura a
inversiones serias con eje en una sólida seguridad jurídica. Propondremos una
inyección inmediata de 10.000 millones de dólares mediante venta anticipada, lo
que representa apenas un 3,17 por ciento de los 21 millones de toneladas
aproximadamente certificadas hasta 2025. Con esta decisión, Bolivia podrá
generar divisas frescas sin hipotecar su soberanía ni recurrir a más deuda
externa.
P:
¿Autorizará uso de biotecnología en el agro? ¿Cómo puede ayudar este sector
para generar divisas?
R:
Sí, autorizaremos el uso responsable de la biotecnología en el agro, porque
Bolivia no puede seguir de espaldas a los avances científicos. La incorporación
de semillas mejoradas y tecnologías de última generación permitirá aumentar la
productividad, reducir costos y mejorar la competitividad internacional de
nuestros productores. De este modo, el agro podrá convertirse en un motor real
para generar divisas frescas mediante exportaciones competitivas, garantizando
además seguridad alimentaria y atrayendo inversiones que fortalezcan la
innovación en el sector.
P:
Si es elegido presidente, ¿qué medidas tomará ante los bloqueos de carreteras,
que es la principal forma de protesta en el país?
R:
Ante cualquier amenaza que intente bloquear el país, actuaremos con firmeza en
el marco del orden público: el derecho de la ciudadanía a vivir en paz y
trabajar está por encima de la extorsión política. No permitiremos que grupos
de presión tomen de rehenes a los bolivianos. Al mismo tiempo, aplicaremos el
arte del consenso en el Congreso para construir mayorías estables y aislar
cualquier intento de desestabilización. Gobernaremos con autoridad y diálogo,
defendiendo la democracia y la voluntad popular.
LULA,
COMO EVO Y CORREA: LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA Y SU OBSESIÓN CON EL PODER
Cubita
Now (https://n9.cl/whdtl9)
El
presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, confirmó este domingo su
intención de postularse a la reelección en 2026, siempre que su estado de salud
se lo permita. Con 79 años y rumbo a los 80, Lula no oculta sus ambiciones: “Si
soy candidato, me presentaré para ganar”, afirmó durante el Encuentro Nacional
del Partido de los Trabajadores (PT), celebrado en Brasilia.
El
anuncio no sorprende si se observa el patrón de comportamiento de buena parte
de los líderes de izquierda en América Latina, muchos de los cuales muestran
una marcada resistencia a abandonar el poder. Desde el ecuatoriano Rafael
Correa hasta los autoritarios Daniel Ortega y Nicolás Maduro, pasando por Evo
Morales en Bolivia, todos han mostrado —con matices— una tendencia a
perpetuarse o regresar al poder, apelando a reformas constitucionales,
maniobras políticas o, en el peor de los casos, represión y fraude.
En
ese contexto, Lula podría convertirse en el primer presidente brasileño en
ejercer un cuarto mandato, tras haber ganado las elecciones de 2002, 2006 y
2022. Su retorno al poder, tras el controversial encarcelamiento por corrupción
y posterior anulación de las condenas, fue visto por muchos como un nuevo
capítulo en la polarización política de Brasil.
Aunque
el mandatario asegura que su decisión estará supeditada a su salud —y lanzó una
crítica velada a Joe Biden, quien desistió de competir por un nuevo mandato en
EE.UU. por razones similares—, sus palabras dejan claro que no contempla un
retiro voluntario mientras tenga fuerza para seguir compitiendo. “Tengo más
energía a los 80 que cuando tenía 65”, dijo con tono desafiante.
Lula
también pidió a sus correligionarios del PT trabajar por una mayor
representación parlamentaria, especialmente en el Senado, para consolidar sus
reformas. Aunque su gobierno ha logrado acuerdos importantes con sectores
opositores, el escenario político brasileño sigue marcado por la fragmentación
y la polarización.
La
insistencia de Lula en seguir gobernando revive el debate sobre los límites de
la democracia en América Latina, donde muchos líderes de izquierda, una vez en
el poder, parecen considerar que solo ellos son capaces de guiar el destino de
sus pueblos. Así como Correa intentó regresar a la presidencia en Ecuador tras
reformar la Constitución y Evo Morales forzó su candidatura en 2019 ignorando
un referendo popular, Lula se encamina a una nueva contienda con el argumento
de que su liderazgo es imprescindible.
Lo
que para sus seguidores es compromiso político, para sus detractores es
simplemente un afán de perpetuidad que pone en riesgo la alternancia
democrática. En nombre del “pueblo” o de la “justicia social”, varios líderes
progresistas han terminado cruzando líneas peligrosas.
¿Será
Lula diferente esta vez, o terminará recorriendo el mismo camino de sus colegas
ideológicos que se aferran al poder hasta agotar todas las vías
constitucionales y políticas posibles? La historia reciente de América Latina
sugiere que el poder, una vez conquistado, es difícil de soltar.
LEGALIDAD
SIN LEGITIMIDAD, DOMINACIÓN SIN HEGEMONÍA: UNA LECTURA MARXISTA SOBRE EL
EJERCICIO DEL PODER EN TIEMPOS ELECTORALES Y DE CRISIS ECONÓMICA EN BOLIVIA
Izquierda
Diario de Chile (https://n9.cl/v5pg6e)
En
el lenguaje dominante del derecho y la política liberal, se asume de forma casi
incuestionable que lo legal es legítimo y que la legitimidad del poder emana de
su adecuación formal a la legalidad vigente. Esta fórmula, repetida hasta el
cansancio en los discursos institucionales, no solo oculta el carácter o
contenido de clase del Estado, sino que también borra las condiciones
materiales del ejercicio del poder y las relaciones sociales que permiten que
una norma se imponga como universal y obligatoria. Bajo este marco, el derecho
aparece como neutral, el Estado como árbitro y la dominación como obediencia
voluntaria.
Sin
embargo, desde una perspectiva marxista y especialmente retomando a Antonio
Gramsci, esta concepción resulta no solo insuficiente, sino ideológicamente
funcional al orden capitalista. Gramsci nos ofrece una herramienta teórica más
precisa, la distinción entre hegemonía y dominación como formas complementarias
del ejercicio del poder de clase, en donde la hegemonía se construye en el
terreno del consenso, a través de la dirección intelectual y moral, y la
dominación opera por medio de la coerción, la violencia y represión estatal.
Este
artículo propone una crítica al binomio legitimidad–legalidad, mostrando que la
legalidad no es sinónimo de legitimidad, ni esta puede entenderse al margen de
la lucha de clases. En su lugar, proponemos recuperar el par conceptual
hegemonía–dominación para analizar cómo se reproduce y ejerce el poder de las
clases dominantes, cómo se encarna en el aparato estatal y cómo se disputa en
los momentos de crisis. A partir de esta clave, examinaremos también el lugar
del derecho y la ley como dispositivos ideológicos y represivos, y discutiremos
la utilidad de estas categorías para pensar procesos como el golpe de Estado de
2019 en Bolivia o la proscripción electoral de Evo Morales para las elecciones
generales del 17 de agosto de 2025.
I.
El fetiche de la legalidad en el pensamiento liberal
Uno
de los pilares fundamentales del pensamiento político y jurídico liberal es la
noción de legalidad como fuente de legitimidad. Esta idea, profundamente
arraigada en la tradición occidental moderna desde el constitucionalismo
burgués, plantea que el ejercicio del poder político es legítimo siempre que se
ajuste a la ley. En otras palabras, no importa tanto quién manda ni para quién
lo hace, sino que lo haga según las reglas del juego previamente establecidas.
Desde
Max Weber, esta visión encuentra un respaldo teórico en la llamada “dominación
legal-racional”, donde el poder se justifica por su sujeción a normas objetivas
y procedimientos formales. El derecho se presenta como un sistema técnico,
imparcial y universal, que opera al margen de los intereses de clase que lo
atraviesan. Esta idea es reforzada por el positivismo jurídico –en autores como
Hans Kelsen– que reduce el derecho a una pirámide normativa donde la validez de
cada norma depende únicamente de su conformidad con una norma superior,
culminando en una Constitución erigida como principio absoluto.
Este
fetichismo jurídico convierte a la legalidad en un ídolo moderno, ante el cual
se inclinan tanto los órganos del Estado como los sectores populares
subordinados a la ideología de la clase dominante. El problema no radica
simplemente en el respeto a la ley, sino en la ocultación de las relaciones de
fuerza que dan origen a esa ley y que se perpetúan a través de ella. Así, las
normas jurídicas aparecen como una máscara de neutralidad que disimula su
contenido de clase.
En
contextos de crisis, este fetiche permite incluso legitimar actos profundamente
antidemocráticos o reaccionarios, bajo el argumento de que fueron “legales”.
Golpes de Estado, proscripciones electorales, reformas regresivas o políticas
represivas pueden adquirir apariencia de legitimidad si se recubren con el
ropaje formal de la ley.
Bolivia
no es ajena a esta lógica. En 2019, el derrocamiento de Evo Morales fue
justificado como una “sucesión constitucional”, a pesar de que se produjo
mediante una ruptura del orden constitucional, bajo presión militar/policial y
la confabulación de actores extragubernamentales (Iglesia Católica, comités
cívicos, misiones diplomáticas y representantes de partidos de oposición). El
argumento legalista operó entonces como un dispositivo ideológico de
encubrimiento de una profunda reconfiguración de las relaciones de poder desde
el Estado.
Frente
a esta lectura liberal, desde el marxismo no se pregunta simplemente si algo es
legal o ilegal, sino quién hace la ley, para qué clase y que relacion de
fuerzas representa. De esta manera, la legalidad, lejos de ser un principio
moral o universal, es el producto histórico de una lucha de clases que se
codifica en forma normativa. Por eso, como diría Marx, el derecho no puede
situarse por encima de la sociedad, sino que debe ser analizado como una forma
concreta en la que se expresa la estructura social y sus contradicciones.
II.
Gramsci: hegemonía y dominación como formas del poder de clase
Frente
a la visión liberal del Estado como un árbitro neutral que garantiza el
cumplimiento de la ley en beneficio de todos, Antonio Gramsci propone una
lectura radicalmente distinta, donde el Estado no es un simple aparato
jurídico-administrativo, sino una relación social, una correlación histórica de
fuerzas de clase cristalizada en instituciones. En este sentido, el Estado no
es neutral, y mucho menos universal, es un campo de lucha que refleja y
reproduce las condiciones materiales de dominación de una clase sobre otras.
Gramsci
desarrolla una concepción estratégica del poder a partir de la distinción entre
hegemonía y dominación. Para él, una determinada clase social no se mantiene en
el poder solo por el uso de la fuerza, sino sobre todo por su capacidad de
construir un consenso activo en la sociedad civil, es decir, de dirigir
política, jurídica e ideológicamente al conjunto social en torno a sus
intereses particulares, haciéndolos pasar por intereses generales.
La
hegemonía, entonces, es la forma más sólida y duradera del poder de clase,
aquella que no necesita imponerse mediante la coerción constante, sino que se
instala en las conciencias, en las costumbres, en los valores y en la cultura
de las clases subalternas. La clase dominante logra así que su proyecto
histórico sea asumido por amplios sectores populares como si fuera propio. Es
un ejercicio de dirección ética-moral, política e intelectual que se da en el
terreno de la sociedad civil, a través de lo que Gramsci llamaba los aparatos
hegemónicos (escuelas, iglesias, medios de comunicación, partidos políticos,
incluso el derecho).
Pero
la hegemonía no excluye la dominación. Cuando el consenso se resquebraja,
cuando las clases subalternas se rebelan o se produce una crisis orgánica del
poder, el Estado recurre a la coerción directa (represión, judicialización de
la protesta, persecución política, proscripción electoral, censura, violencia
física). Esta coerción se ejerce desde la sociedad política, el núcleo duro del
aparato estatal (fuerzas armadas, policía, sistema judicial, cárceles).
Gramsci
denomina a esta doble realidad (hegemonía y dominación) como Estado ampliado,
la unidad dialéctica entre sociedad civil y sociedad política; en donde el
Estado no se reduce al gobierno ni al monopolio de la violencia, sino que
incluye todo un conjunto de instituciones y prácticas que permiten a la clase
dominante ejercer su liderazgo y su control. En ese sentido, no se puede
comprender el ejercicio del poder de clase únicamente como imposición desde
arriba, es también una red de consensos, alianzas y prácticas cotidianas que
aseguran su continuidad o su ruptura.
Aplicado
al derecho, esto implica reconocer que la ley no es solo un instrumento
represivo, sino también un vehículo ideológico, una forma particular de
organizar el consenso. El derecho no actúa únicamente cuando castiga, sino
también cuando educa, naturaliza y normaliza determinadas relaciones de poder.
III.
La legalidad como forma fluctuante entre hegemonía y dominación
A
esta altura resulta evidente que la legalidad no es en sí misma un indicador de
legitimidad, sino una forma históricamente construida de orden social, moldeada
por las necesidades del bloque histórico liberal–burgués.
En
otras palabras, la legalidad puede ser tanto una expresión de hegemonía (cuando
las normas jurídicas canalizan un consenso social activo), como un instrumento
de dominación (cuando se impone como mecanismo de control frente a la erosión y
fragmentación de la capacidad de consenso).
Desde
una mirada gramsciana, el derecho no puede reducirse a un conjunto de normas
formales, ni la legalidad a un principio abstracto. Ambas deben analizarse como
formas sociales e históricas, insertas en relaciones de fuerzas concretas.
En
momentos de estabilidad hegemónica (lucha de clases velada), las clases
dominantes logran imponer su proyecto histórico a través de una legalidad que
goza de amplia aceptación social. Pero en situaciones de crisis (lucha de
clases manifiesta), cuando el consenso se resquebraja, la legalidad se vuelve
más frágil, ambigua y autoritaria, actuando como instrumento de
disciplinamiento y clausura política.
La
ley, en ese sentido, no es el terreno de la imparcialidad, sino un ámbito
estratégico. Puede servir para construir hegemonía mediante la producción de
derechos, institucionalidades y discursos que seduzcan a los sectores
subalternos, pero también puede ser reactivada como forma de dominación,
reforzando el aparato coercitivo del Estado en nombre del “orden”, la
“estabilidad” o la “seguridad jurídica”.
Este
carácter fluctuante de la legalidad permite que un mismo orden constitucional
pueda albergar tanto reformas progresivas como regresiones reaccionarias,
dependiendo de las relaciones de fuerzas y del momento político. De ahí que el
derecho burgués no sea simplemente una herramienta conservadora, sino un campo
de disputa que oscila entre la hegemonía y la dominación, bajo lo que Gramsci
denominó como un equilibrio precario.
En
contextos de crisis orgánica, cuando el bloque dominante ya no puede ejercer su
hegemonía, la legalidad puede ser manipulada para legitimar medidas
autoritarias y criminalizar la protesta popular. Así, la forma legal permanece,
pero el contenido democrático y pluralista se vacía. Esta es una de las
características más perversas de la dominación contemporánea, pues, puede
mantenerse formalmente legal, incluso cuando niega toda legitimidad social.
IV.
Bolivia: del golpe de 2019 a la proscripción de Evo Morales
El
caso boliviano constituye un ejemplo paradigmático de cómo la legalidad puede
ser utilizada como dispositivo de dominación, incluso cuando ha perdido toda
legitimidad social. El golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019, presentado
por los medios y las élites empresariales como una “sucesión constitucional”,
evidenció la capacidad del bloque dominante para recodificar una ruptura del
orden constitucional como una restauración del orden legal.
El
derrocamiento forzado del gobierno de Evo Morales en noviembre de 2019 fue
rápidamente revestido con un velo de legalidad. Se articuló un discurso
jurídico-formal que presentó la renuncia de Morales como “voluntaria”,
habilitando así la activación del Art. 169 de la Constitución Política del
Estado (CPE) para justificar la autoproclamación de Jeanine Añez, primero como
presidenta del Senado, y luego –sin quórum en la Asamblea Legislativa
Plurinacional (ALP)– como presidenta del Estado Plurinacional de Bolivia. Todo
ello contó con el aval del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) mediante
un simple “comunicado”, sin valor jurídico vinculante, que dio respaldo a una
sucesión de hechos consumados. La operación fue ejecutada apelando a formas
legales –o que adquirieron apariencia de legalidad– pero completamente
desprovistas de legitimidad popular y de sustento democrático. Se trató de un
caso paradigmático de dominación ejercida bajo ropajes legales que pretendió
imponer la hegemonía.
Durante
el régimen de facto de Añez, se profundizó esta lógica. La legalidad fue
instrumentalizada para perseguir y encarcelar a exautoridades, reprimir la
movilización popular y justificar masacres como las de Sacaba, Senkata, Ovejuyo
y Pedregal. El aparato judicial, lejos de ser independiente, operó como un
brazo represivo del «nuevo» bloque oligárquico, demostrando que la forma legal
puede ser funcional a una estrategia de disciplinamiento de clase.
Este
proceso no concluyó con las elecciones de 2020. Si bien el triunfo electoral
del MAS permitió la restauración formal de un gobierno democráticamente electo,
la crisis de Estado y del sistema judicial no solo persistió, sino que se
profundizó durante la gestión de Luis Arce Catacora. Un ejemplo sintomático de
esta continuidad fue la proscripción electoral de Evo Morales como candidato
presidencial, ejecutada en un escenario de disputa interna entre tendencias del
Movimiento Al Socialismo (Arcistas vs. Evistas), mediante argumentos
jurídico-formales que invocaron fallos del TCP e interpretaciones restrictivas
del Art. 168 de la CPE sobre la relección, apoyadas por fuerzas de derecha. En
la práctica, esta decisión implicó una reforma sustantiva del texto
constitucional por vías no previstas por la propia norma fundamental. Todo
ello, paradójicamente, fue justificado en nombre de la “seguridad jurídica”,
“respeto de la democracia representativa” y del “respeto a la ley”,
reproduciendo una legalidad sin legitimidad, una dominación sin hegemonía.
Lo
que está en juego, sin embargo, no es una disputa jurídica, sino una lucha por
el ejercicio del poder de Estado –que es de clase– en el seno del bloque
histórico dirigido por el MAS, hoy fracturado y en crisis. Se trata de una
pugna entre fracciones de ese bloque, en particular entre quienes buscan
desplazar al evismo del escenario político sin contar, no obstante, con la
fuerza social ni política suficiente para construir una nueva hegemonía
electoral, como lo evidencian las encuestas de intención de voto en casos como
los de Andrónico Rodríguez (Alianza Popular), Eduardo del Castillo (MAS) o Eva
Copa (MORENA). En este contexto, lo jurídico opera como una coartada técnica
que encubre una operación de proscripción electoral, una vez más, la legalidad
se presenta como un instrumento de dominación, antes que como expresión de
legitimidad popular o democrática.
Por
eso resulta crucial desenmascarar el fetichismo legalista que atraviesa buena
parte del análisis político, incluso en sectores que se reivindican
“progresistas” o “de izquierda”. La pregunta no debe limitarse a si una medida
es “legal”, sino a si es legítima desde el punto de vista de los intereses
históricos de la clase trabajadora. Y más aún: ¿Quién produce esa legalidad?
¿Bajo qué correlación de fuerzas y con qué objetivos de clase? ¿Qué fracción
busca imponer su dominación y qué tipo de hegemonía pretende construir?
A
modo de conclusión…hegemonía en ruinas, dominación autoritaria y lucha de
clases en ascenso
La
distinción entre hegemonía y dominación que desarrolló Antonio Gramsci nos
permite desarticular el fetiche liberal de la legalidad como sinónimo de
legitimidad, y comprender con mayor claridad cómo las clases dominantes se
sostienen en el poder no solo por la fuerza del derecho, sino por la capacidad
de producir consenso o, en su defecto, por la aplicación directa de la coerción
estatal.
El
caso boliviano confirma esta lectura. Desde el golpe de Estado de 2019, pasando
por la restauración institucional del MAS en 2020, hasta la proscripción
electoral de Evo Morales en 2025, se revela una constante: La legalidad
liberal-burguesa ha operado como un instrumento de dominación sin hegemonía,
incapaz de reconstituir un pacto social duradero o una dirección moral efectiva
sobre las masas.
Hoy,
Bolivia atraviesa una crisis orgánica –económica, política, jurídica e
ideológica–, que se expresa en la inviabilidad histórica del modelo de
capitalismo de Estado con rasgos neoliberales que defiende el MAS, la ausencia
de alternativas electorales creíbles, el descrédito absoluto del sistema
judicial y el resurgimiento de sectores de ultraderecha ante el descrédito de
la “izquierda”.
Esta
crisis no encontrará solución en las elecciones generales del 17 de agosto de
2025; al contrario, se profundizará, y el nuevo gobierno, a través de medidas
de ajuste estructural, pondrá el peso de esa crisis en aumento sobre la espalda
de la clase trabajadora.
En
ese sentido, el siguiente gobierno, gane quien gane, no logrará consolidar su
hegemonía (capacidad de generar consensos), por lo cual, ejercerá su dominación
de forma cada vez más autoritaria y coercitiva, abriendo paso a una nueva etapa
del proceso político nacional, marcada por una intensificación de la lucha de
clases, tanto al interior del campo popular como contra el conjunto del sistema
capitalista.
En
este escenario, la tarea es la de desenmascarar el carácter de clase del
derecho y del Estado, denunciar la utilización de la legalidad como dispositivo
de exclusión y preparar las condiciones políticas, teóricas y organizativas
para una intervención independiente de la clase trabajadora, las juventudes,
las mujeres, los pueblos indígena-originario-campesinos, diversidades y
disidencias sexuales y los sectores empobrecidos del país. Solo podremos salir
de la actual crisis si levantamos un Partido de Trabajadores Revolucionarixs
que nos permita abrir el camino hacia una verdadera salida anticapitalista y
socialista desde abajo.
BOLIVIA:
EL VOTO NULO Y SU POTENCIA CREATIVA
En
esta carrera electoral las preguntas tienen más valor que las respuestas.
Buscar razones para decidir cómo votar es más interesante y creativo que
cualquier resultado.
Diario
Red de Uruguay (https://n9.cl/zv57t)
En
esta carrera electoral las preguntas tienen más valor que las respuestas.
Buscar razones para decidir cómo votar es más interesante y creativo que
cualquier resultado.
Dice
León Rozitchner que “la democracia actual fue abierta desde el terror, no desde
el deseo” Tras las dictaduras, la democracia fue concedida, pero condicionada:
su rol era continuar el terror económico por otros medios. Esta democracia
incompleta terminó siendo "el mal menor" frente al autoritarismo.
Como han señalado también Jessop y Bourdieu, el andamiaje institucional
democrático está atravesado por sesgos y violencias simbólicas que garantizan
el poder a unos pocos.
En
Bolivia, durante 14 años, incluso dentro de esa democracia del mal menor, el
Proceso de Cambio se atrevió a cuestionarla desde adentro. De ese impulso nace
el Estado Plurinacional. Ahora bien, es tiempo de admitir una primera derrota.
Las encuestas para las elecciones del 17 de agosto muestran que el sentido
común boliviano hoy valora más los proyectos neoliberales de los 90’s que las
ideas que fundaron el Estado Plurinacional. La traición del gobierno de Arce al
proyecto político es una de las causas inmediatas, pero hay otras más profundas
donde también se inscribe la derrota.
Es
importante escuchar a quienes apoyan la fórmula de Andrónico Rodríguez y
Mariana Prado (Alianza Popular - AP) desde una posición militante. No me
refiero a los oportunistas de siempre, sino a los que se asumen como parte del
bloque nacional popular. Cuando se les pregunta por qué están ahí, casi todos
responden que priorizan la representación del bloque popular en la Asamblea
Legislativa: “no podemos dejarle la Asamblea a la derecha” o “al menos a los
legisladores de AP podremos presionarlos” son argumentos tan válidos como
correctos, pero insuficientes para despertar entusiasmo.
En
2020 la línea roja que dividía el campo político nacional era “fue golpe o fue
fraude”. Hoy, la nueva línea roja es el reconocimiento o la negación de la
proscripción de Evo Morales y del movimiento indígena originario campesino.
Lamentablemente, Andrónico y varios miembros de AP relativizan el tema. Eso
marca otra derrota: quienes pretenden representar al bloque nacional y popular
priorizan los votos por fuera de él. No sería un problema si esa búsqueda fuera
táctica y no implicara la negación colonizada de la historia.
Ojalá
que los compañeros que integran AP por sus razones correctas logren su
representación. Pero, honestamente, los que no quieren esconder posturas
radicales están en candidaturas suplentes, fuera del margen de seguridad o
detrás de escena. Eso en sí ya es una derrota.
Ahora
bien, volviendo al eje de Rozitchner, el hecho de que cuando apuran a Andrónico
Rodríguez para ligarlo a la figura de Evo Morales, él decide diferenciarse como
“izquierda democrática”, devela que es un candidato aterrorizado antes que
refrescante. Acá hay que asumir responsabilidad: fue injusto proyectar en él
una herencia simbólica de la que él mismo decidió desprenderse y abandonar. Eso
tendría otro valor si lo hubiera hecho a tiempo y con frontalidad.
Creo
que desde la figura de Andrónico podríamos haber discutido algo pendiente: cómo
ha cambiado el sujeto histórico revolucionario luego de catorce años de Proceso
de Cambio. Pensar al movimiento indígena originario campesino como promotor
estático de la agenda revolucionaria ya no alcanza. Hoy hay otros sujetos
populares que exceden ese marco. Es un error que la política se piense sólo
desde la ideología y no desde el cuerpo y la subjetividad ya que se vuelve
superficial y reversible. Quizás ahí haya otra derrota: las ideas mueren cuando
pierden cuerpo, cuando ya no tienen piel.
Paso
de página: hablemos del voto nulo. Esta es la única opción electoral que se
planta claramente del lado de la línea roja, reconociendo sin ambigüedades la
proscripción ilegal e ilegítima de Evo Morales, del Instrumento Político y del
movimiento indígena originario campesino. Pero no se trata solo de eso.
Salvando cualquier atisbo de romanticismo, también creo que el voto nulo
expresa el espíritu de cuestionamiento a esta democracia aterrorizada. Ese
mismo espíritu, en un escenario de victorias simbólicas de las ideas, fundó el
Estado Plurinacional. Hoy, cuando en un escenario de derrotas simbólicas, ese
espíritu tiene el deber abrir discusiones creativas, con cuerpo y con piel.
Yo
decidí votar nulo por eso. Porque creo que hay más potencia creativa en asumir
las derrotas que en volver a apostar por el mal menor. Luis Arce y otros dicen
que el voto nulo “le hace juego a la derecha”. Pero, en este sistema
democrático del terror, seguir eligiendo el mal menor es seguir haciéndole el
juego a la derecha todos los días. Admito mi reticencia al concepto mismo de voto nulo ideológico ligado al trotskismo.
Sin embargo, esta vez este voto carga cuerpos proscritos detrás y esto no lo
digo como una virtud, sino como un golpe miserable de la realidad.
Es
importante recalcar que la democracia como la conocemos es cada vez más
perversa no solamente en Bolivia sino en todo el mundo. Hay algo que no está
funcionando en los sistemas institucionales, en las formas de representatividad
y en los sistemas de pesos y contrapesos. Pareciera que el objetivo de que
todos queden adentro es cada vez más inalcanzable. Es por eso también que votar
nulo en Bolivia puede ser un germen de cuestionamientos que, quién sabe, hasta
se pueden contagiar después.
La
democracia actual está fallando no solo en Bolivia, sino en todo el mundo. Algo
no funciona en los sistemas institucionales, en las formas de
representatividad, en los mecanismos de pesos y contrapesos. La idea de que
todos entren en el sistema democrático parece cada vez más inalcanzable. Cada
vez gana más el votar y pierde el elegir. Por eso, votar nulo en Bolivia puede
ser una semilla de cuestionamientos que no debe quedar en lo testimonial, sino
que tiene la potencia de contagiarse más allá de nuestras fronteras.
Finalmente,
y esto sólo porque me lo debo como parte de mi realidad migrante, también creo
que quedan debates pendientes como que Bolivia es un país mutilado en cuanto
hay millones de bolivianos fuera de su territorio y que es cuanto menos
injusto, pero también antirrevolucionario, plantearse discusiones con inicio y
final electoralista siendo una realidad que miles de ellos no votaron nunca, y
peor aún, no tienen Estado ni acá ni allá.
EL
AGOTAMIENTO DE LA TIBIEZA EN EL PROCESO DE CAMBIO BOLIVIANO: NO HAY
TRANSFORMACIÓN SIN SUJETO REVOLUCIONARIO
Más
allá de recurrir a respuestas fáciles como decir que Evo Morales es un ególatra
adicto al poder o que Luis Arce es un traidor, sean caracterizaciones ciertas o
no, tenemos la responsabilidad histórica de hacer un análisis profundo que
explique cómo y por qué llegamos a estas alturas, o, mejor dicho, bajezas.
El
Ciudadano de México (https://n9.cl/4varw)
Existen
sectores en la izquierda boliviana que no ven como un peligro la derrota frente
a la derecha suponiendo que solo por las condiciones estructurales, o sea por
las contradicciones de clase o étnicas en las que se vería sumergido el país
cuando se oficialice el retorno de la derecha y del neoliberalismo, en un corto
plazo, se volvería el poder político. Esas visiones deterministas son
problemáticas porque además de incentivar la inacción, se subsumen a narrativas
neoliberales que serán desarrolladas a lo largo del presente texto.
Es
usual escuchar entre compañeros de diversos espacios que emergen del movimiento
nacional popular, que hasta hace algunos años convergían en uno solo, que ya a
estas alturas no les importa que el fascismo ingrese al país, argumentando que
en cuestión de meses o pocos años volveríamos a ocupar el poder, porque según
ellos, el pueblo no podría tolerar las medidas de ajuste o represión que tome
un gobierno de derecha.
Esta
posición ignora tres elementos fundamentales: primero, que nunca tuvimos el
poder real, que es el económico y mediático y que, por cierto, tampoco nos
preocupamos nunca por disputarlo. Si no, que ocupamos el ejecutivo y en su
momento fuimos hegemónicos en el ámbito político y social. Segundo, que se
subestima a la derecha en tanto su voluntad de represión y castigo a las clases
populares por algún momento haber osado autodeterminarse. Tercero, eluden la
ausencia de un proyecto programático revolucionario o, dicho de otra forma, de
un horizonte histórico que hermane voluntades. Siendo este último el resultado
de la prescindencia del sujeto histórico de nuestro país hace varios años.
Entendiendo al sujeto no como a un liderazgo o una persona, sino como a las
clases populares históricamente oprimidas conscientes y con un sentido unitario
que las conecte. Teniendo como síntomas de aquello el aburguesamiento y
desideologización del proceso de cambio.
Aproximaciones
al debate académico sobre el sujeto
Con
la aparición de los “post” estructuralismo y modernismo como la ideología
cómplice del neoliberalismo con su crítica a las estructuras, pero al mismo
tiempo cargando aún con vestigios del estructuralismo, ponen en duda la
existencia del sujeto. Proponen una terminología cargada de despolitización,
desplazan la existencia del sujeto y en su lugar proponen artificios
conceptuales como “agentes”, “actores”, “multiplicidades”, entre otros, sin un
sentido unitario que los enlace.
Impregnados
de metafísica, negando la existencia del sujeto formulan que los “actores” son
resultado de los discursos. De esta manera inducen a la imposibilidad de
cuestionar y discutir si los sujetos son libres o no. Los académicos
posmodernos y posestructuralistas plantean explícita o implícitamente el hecho
de que no existe un sujeto histórico transformador, sino que en su lugar hay
agentes o actores que simplemente acompañan relatos. Cuando Derrida dice que no
hay nada fuera del texto, está diciendo que todo es relato, por lo tanto, cae
en los absolutos/universales, y es sabido que todo absoluto es metafísica y,
por lo tanto, idealismo.
Gramsci,
en sus Cuadernos de la Cárcel, al analizar la falsedad de la existencia de un
sentido común universal, ya dijo que no existen universales. El sentido común
es algo que deriva del lenguaje, entonces, tanto el lenguaje como el sentido
común son producto de los hombres, de una consciente voluntad hegemónica. El
sentido común es la imposición de relatos que se solidifican con el tiempo,
pero no es eterno.
Según
Kohan, para caracterizar algo como fetichista o alienado debe presuponerse como
condición anterior que a nivel social existen sujetos autónomos que pierden su
autonomía, racionalidad y capacidad de decisión sobre sus condiciones de
existencia. Empero, si las narrativas dominantes incluso en las ciencias
sociales se niegan a ese algo, es inhacedero caracterizar a ese algo.
Por
otro lado, Althusser quien no está catalogado como un académico posmoderno,
pero sí determinista/estructuralista, rechaza la historia centrada en los
hombres, en los sujetos, porque según él, es una problemática ideológica no
científica, voluntarista e idealista. Para él, los hombres son simples
portadores que acompañan al proceso histórico de contradicciones en las
relaciones de producción. Polemiza con Gramsci, y, en contraste, postula que
esta contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción
operaría independientemente de la voluntad y conciencia de los hombres, que
serían el producto del verdadero motor de la historia. Evidentemente, responde
a un determinismo que, en última instancia, se fetichiza, porque ese “motor de
la historia” es externo a la voluntad, está fuera de mí, como una especie de
divinidad superior al hombre.
Althusser,
que transita su camino teórico renegando de la metafísica y acusando a Gramsci
de idealista, termina siendo metafísico porque cae en los absolutos, en los
determinismos mecanicistas.
Así
es como tanto las dinámicas académicas posmodernistas y posestructuralistas
–como también las estructuralistas– terminan por negar ambos al sujeto con
preconcepciones absolutas. Por un lado, los primeros niegan al sujeto alegando
que en su lugar se trataría de actores efecto del discurso; los segundos,
niegan al sujeto porque los hombres serían efecto de una estructura
predeterminada.
Dicho
de otra forma, disuelven el sujeto en estructuras o en discursos. Ambos
terminan despolitizando la historia sin dejar espacio ni margen a la rebelión.
Consecuencias
prácticas del debate académico sobre el sujeto
Entonces,
para quienes concebimos al hombre como el centro medular de la historia, el
sujeto es el humano conectado y consciente de su vinculación innegable con la
totalidad como engranaje protagónico de las transformaciones. Son las clases
populares oprimidas conscientes y organizadas.
Negar
al sujeto significa rendirse ante el sistema. Pero hay varias formas
conscientes e inconscientes de negar al sujeto. Error que acompañó al andar de
los llamados progresismos latinoamericanos. En el caso boliviano, el llamado
Proceso de Cambio encabezado desde el 2006 por Evo Morales, resultado de una
lucha histórica de las clases oprimidas desde Tupac Katari, pasando por la
guerrilla del Che, la lucha frente a las dictaduras del Plan Cóndor, la
resistencia en contra del neoliberalismo desde el ‘85 en adelante, luchas que
finalmente fueron organizadas en la agenda de octubre de 2003. Este Proceso que
fue caracterizado por grandes logros como la nacionalización de los recursos
naturales, la asamblea constituyente que derivó a la refundación del Estado a
uno plurinacional, la nacionalización de las empresas estratégicas del Estado
que permitieron la adquisición de derechos y dignificación de la vida de los
bolivianos.
Después
llegó el embate del Golpe de Estado en noviembre de 2019, cuando el fascismo se
hizo del poder y dejó en luto al pueblo con las masacres de Senkata y Sacaba.
Seguidamente vino la recuperación de la democracia con la victoria del
movimiento nacional popular de la mano de la candidatura de Luis Arce, victoria
que fue producto de la organización y lucha de los movimientos sociales en
agosto de 2020 liderada por Felipe Quispe y Orlando Gutiérrez. Luego, se podría
caracterizar al momento histórico que vivimos en Bolivia, a excepción de los
dos primeros años de gestión de Arce, como el momento de fragmentación del
movimiento popular en permanente escalada, impulsado por la inestabilidad
económica.
Pero
más allá de recurrir a respuestas fáciles como decir que Evo Morales es un
ególatra adicto al poder o que Luis Arce es un traidor, sean caracterizaciones
ciertas o no, tenemos la responsabilidad histórica de hacer un análisis
profundo que explique cómo y por qué llegamos a estas alturas, o, mejor dicho,
bajezas.
BOLIVIA.
MEMORIA Y ENCUESTAS
Kaos
en la Red (https://n9.cl/701np)
La
inversión en la política comienza en las transacciones mercantiles entre medios
de comunicación y el candidato-producto a ser vendido. Para esto se requiere a
los expertos en marketing que se ocupan de vender colorante de cabello, jarabe
de la vida eterna o “la mágica crema blanca que te hace bella”. Nada más se
trata de cambiar el nombre del papel higiénico por el nombre de un candidato y
publicar encuestas que demuestren que su producto es “el más mejor”. Así opera
el mercado electoral. Entonces, tenemos que ser muy ingenuos, para creer que
cumplirán lo que dicen. El mejor ejemplo es el señor Milei, que prometió
cambiar la moneda argentina por el dólar, prometió que el pueblo no sufriría
por los ajustes económicos, pues los ajustes los pagaría “la casta”, prometió
hacer volar el Banco Central…prometió…prometió.
¿Cómo
defenderse de esta avalancha de promesas electorales? Muy sencillo, apelando a
la memoria. Hace pocos días hablé de este tema con unos ciudadanos preocupados
por la “fatalidad y tragedia que se avecina”, haciendo alusión a la posible
victoria de la derecha política en Bolivia, y ponían como ejemplo el gobierno
del dictador Banzer que ganó las elecciones, demostrando que “el pueblo no
tiene memoria”. ¡Error! El pueblo sí tiene memoria, por eso Banzer no llegó ni
al 25% de votos (logró un 22,26%) en las
elecciones de 1997. Incluso el voto de Banzer es un reflejo de la memoria de
los sectores protegidos y promovidos durante su dictadura, como los
agroindustriales, desperdigados hoy en todos los partidos de derecha por el
fracaso de imponer su modelo de “nación camba” a todo el país, como aún
sostienen algunas neuronas racistas del Comité Cívico de Santa Cruz.
La
memoria tiene que poner en su justo lugar histórico a los señores Quiroga,
Doria Medina y Reyes Villa, cada uno con un largo recorrido en su angurria de
poder. Un heredero de una familia que hizo dinero con negocios con el Estado,
un burócrata maltratado por la esposa del ex dictador y un negociante
inmobiliario que privatizó el agua en Cochabamba y no pudo en todos los años
que fue alcalde, solucionar el tema de la basura. Esa es la característica de su “experiencia” en el gobierno local, manteniendo su voto con
los favores a los dirigentes corruptos de juntas vecinales y de gremiales.
Estos
tres candidatos, no debemos olvidar, son los responsables directos de la muerte
de bolivianos y bolivianas en los trágicos días de noviembre del año 2019. Este
es un hecho que debemos recordarles todos los días. Estos hechos contradicen
todas las promesas que pueden hacer buscando “el progreso del país”. Los hechos
nos demuestras que son capaces de volver a utilizar la muerte para justificar
sus políticas antinacionales como la privatización de los activos, que son las
inversiones del trabajo de todos los bolivianos y bolivianas. Claro, ya tienen
experiencia en la tajada que recibirán por “chauchitar” el capital acumulado
por el Estado.
Este
trío, que no tiene diferencias en su manera de pensar y actuar (sus
enfrentamientos en la TV son solo parte del show, recomendado por sus
marketineros) está convencido que el futuro les pertenece. Lamentamos darles
una mala noticia el futuro es siempre construido por el pueblo, por eso tuvimos
una rebelión popular en 1952, una gloriosa huelga de hambre en 1978, la guerra
del agua del año 2000 y la guerra del gas del año 2003. El pueblo siempre ha
frenado los intentos de vender nuestros recursos naturales para provecho de
grupos o personas. Esa es la historia de nuestro país, una lucha permanente del
pueblo contra dictadores, presidentes negociantes, jueces y policías corruptos,
alcaldes mentirosos y ladrones, empresarios subvencionados cuyas ganancias nunca retornan al país, et,
etc., y esas luchas están presentes en la memoria colectiva del pueblo, claro
que no en la memoria de racistas acomplejados y de colonizados que aun teniendo
raíces indias se venden a los hijos de los patrones, para “blanquearse”.
Esa
memoria histórica se hará presente a la hora del voto, que será una bofetada a
las encuestas pagadas y a los rostros sonrientes que prometen que en 100 días
abrirán las puertas del infierno.
EL
CONTRABANDO DEJA EN RIDÍCULO A ARCE: COMERCIO ILÍCITO CRECE Y DECOMISOS CAEN 57
%
Es
evidente que el sector industrial paga las consecuencias del auge del
contrabando en Bolivia. Hasta ahora hay al menos 40000 empresas afectadas y más
de 600.000 fuentes de empleo en riesgo, debido a negocios "en negro"
que, según cifras de la Cámara Nacional de la Industria (CNI), rondan los 3300
millones de dólares anuales.
Panam
Post de Panamá (https://n9.cl/w034w)
Al
presidente de Bolivia, Luis Arce, le restan tres meses para despedirse del
cargo. El próximo 8 de noviembre será el traspaso de mando y el jefe de Estado
lo hará con cifras que revelan el rotundo fracaso de su gestión en la lucha
contra el contrabando, al reportar en el primer semestre de 2025 una caída de
57,94 % en el decomiso de mercancías traficadas, en comparación con 2024,
mientras el sector privado alerta que el comercio ilícito sigue en aumento por
nuevas rutas.
Si
bien el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, divulgó como un “gran logro” la
incautación de 89 millones de bolivianos —equivalente a 6,4 millones de
dólares, aproximadamente— en productos provenientes de países vecinos y otros
que pretendían salir de la nación cocalera sin pasar por aduanas, esta
declaración solo hunde a Arce, pues durante el mismo periodo del año anterior,
se interceptaron al menos 211,6 millones de bolivianos en artículos —15,3
millones de dólares— por esta misma causa.
Al
ahondar en estos datos, es evidente que el sector industrial paga las
consecuencias del auge del contrabando en Bolivia. Hasta ahora hay al menos
40000 empresas afectadas y más de 600.000 fuentes de empleo en riesgo, debido a
negocios “en negro” que, según cifras de la Cámara Nacional de la Industria
(CNI), rondan los 3300 millones de dólares anuales. Este es un indicativo que
las cifras de decomiso en 2024, las cuales fueron 423,2 millones de bolivianos
—30,4 millones de dólares— representaron tan solo el 1,83 % (calculado en
dólares) de lo que en realidad se comercializó por esta vía, si se tiene en
cuenta las cifras ofrecidas por el titular de la cartera de Defensa.
La
amenaza del avance de estas redes está contabilizada. Según el actual
presidente de la CNI, Pablo Camacho, ni a la nación ni al próximo Jefe de
Estado le conviene la situación, cuando los agremiados aportan el 16 % del
Producto Interno Bruto (PIB), el 11 % del empleo formal, contribuyen con 50% de
las exportaciones y 17 % de las recaudaciones.
La
nueva táctica de las mafias para optimizar el contrabando
Las
mafias del contrabando operan con tecnología en Bolivia. Las pesquisas indican
que para la coordinación de sus operaciones ilícitas cuentan teléfonos móviles
satelitales e incluso drones, equipos apodados como “loros”, cuyas imágenes les
permiten anticipar sus rutas, para evitar los controles de las autoridades.
La
fragilidad institucional de la nación cocalera favorece a sus negocios. Arce no
puede negarlo cuando existe poca evidencia de una coordinación entre el Comando
Estratégico Operativo de las Fuerzas Armadas (CEO) y las dependencias aduaneras
de las zonas fronterizas.
“No
hay labor conjunta de inteligencia”, reveló el excomandante departamental de la
Policía Boliviana y exdirector de la Academia Nacional de Policía (Anapol),
Eduardo Vidaurre, en NoticiasFides. Al respecto, el funcionario castrense
asegura que el CEO actúa de forma autónoma y solo entrega la mercancía
incautada cuando finaliza sus intervenciones.
Las
rutas del tráfico
Las
fronteras de Bolivia con Perú, Paraguay, Argentina y Brasil son las principales
vías de salida y entrada de mercancía que se oculta en equipajes o cargas. De
hecho, militares descubrieron 23 nuevas rutas para tráfico en los últimos seis
meses. Todas son utilizadas para el contrabando de alimentos, entre ellos,
papa, harina, aceite, arroz, cabezas de ganado, ganado porcino y pollo,
gasolina, sacos de coca, ropa usada e incluso, línea blanca y línea negra, esta
última relacionada con computadoras, equipos de sonido, monitores.
Además,
desde 2018, los organismos de seguridad reportan 375 uniformados de baja por
daños asociados a los operativos contra el contrabando. El número abarca
fallecidos, heridos y efectivos que quedaron con alguna discapacidad. Solo en
este año, ya 46 militares resultaron heridos, ocho de ellos con discapacidad
permanente.
PATRICIA
BULLRICH CELEBRÓ EL CIERRE DE UN PASO ILEGAL EN LA FRONTERA CON BOLIVIA:
“DELINCUENTES PRESOS”
La
ministra de Seguridad difundió los resultados del operativo realizado en la
provincia de Salta por Gendarmería y Aduana en el marco del Plan Güemes. “Se
creyeron vivos”, afirmó sobre los detenidos
Infobae
de Argentina (https://n9.cl/lb7co)
Patricia
Bullrich celebró en sus redes sociales este lunes el cierre de un paso ilegal
en la frontera entre Argentina y Bolivia, tras un operativo realizado en la
localidad Orán, provincia de Salta. La intervención, ejecutada por efectivos de
Gendarmería Nacional y agentes de la Dirección General de Aduanas, derivó en la
detención de once personas y el decomiso de mercadería valuada en millones de
pesos. El operativo se enmarca en el denominado Plan Güemes, programa impulsado
por el Ministerio de Seguridad para fortalecer el control en los puntos más
sensibles de las fronteras del norte del país.
La
titular de la cartera de Seguridad celebró el resultado de la acción a través
de su cuenta en la red social X, en la que destacó la captura de los
sospechosos, quienes, según sus palabras, intentaban sortear los controles
oficiales en el límite internacional. “Delincuentes presos”, escribió Bullrich
en el posteo, acompañado de imágenes y videos que muestran parte del
procedimiento. Asimismo, la funcionaria remarcó la magnitud de la maniobra
desarticulada y subrayó el alcance de las incautaciones efectuadas en la zona.
El
tramo fronterizo intervenido es reconocido por las autoridades como uno de los
principales corredores irregulares utilizados para el tráfico de mercadería sin
aval aduanero. En la última acción, funcionarios de Gendarmería y Aduana
identificaron y bloquearon una de las sendas clandestinas por donde, según la
investigación, operaba una estructura dedicada al contrabando de productos
desde Bolivia hacia Argentina, según detalló el Ministerio de Seguridad.
El
ministerio bajo la conducción de Bullrich informó que el despliegue se inició a
raíz de tareas de inteligencia previas, coordinadas con el aporte de tecnología
y vigilancia en la zona limítrofe. Tras individualizar los movimientos
sospechosos, los agentes interceptaron a los involucrados en pleno traslado de
cajas y fardos en el límite internacional del río. En el operativo se
secuestraron electrodomésticos, ropa, dispositivos electrónicos y otras
mercaderías, que al momento del procedimiento carecían de documentación que
acreditara su ingreso legal al país.
Según
las fuentes oficiales, durante la intervención los efectivos debieron
desplegarse en inmediaciones del puente internacional de Aguas Blancas, uno de
los puntos más frecuentados para el cruce irregular de mercaderías. Los
controles implementados permitieron constatar la participación de los
aprehendidos en el traslado de los bienes incautados. El procedimiento incluyó
el rastrillaje del área, la detención de los individuos implicados y el
secuestro de los elementos hallados.
En
su publicación en X, Patricia Bullrich remarcó: “Delincuentes presos. Otro paso
ilegal cerrado en la frontera con Bolivia por la Gendarmería. Incautamos
millones en mercadería. Se creyeron vivos y terminaron entre rejas”, según las
expresiones recogidas en su red social. El mensaje de la ministra vino
acompañado de un video de la fuerza de seguridad que documenta el despliegue y
los resultados obtenidos.
El
operativo realizado se inscribe en una serie de controles reforzados en el
norte argentino, dispuestos en el Plan Güemes, iniciativa presentada por el
gobierno nacional a inicios de este año con el objetivo de combatir el
contrabando y otras actividades ilícitas transfronterizas. Desde la creación
del plan, se han intensificado los patrullajes, la instalación de retenes y el
uso de tecnología para supervisar las rutas alternativas detectadas a lo largo
de la frontera con Bolivia, Paraguay y Brasil.
Según
comunicó el Ministerio de Seguridad, la intervención de este lunes constituye
una de las principales acciones de las últimas semanas en la provincia de
Salta. Además de los once detenidos, las autoridades trasladaron la mercadería
secuestrada a depósitos de Aduana para su inventario y posterior peritación, en
el marco de una causa por contrabando agravado. Los involucrados quedaron a
disposición de la justicia federal, que investiga el alcance de la
organización.
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