La contundente victoria electoral del Partido
Demócrata Cristiano (PDC) en la zona andina boliviana se debe en gran medida a
su estrategia para captar a los llamados “nuevos ricos aymaras” o qamiris.
Cerca del 60% de los votos de la ciudad de El Alto, colindante con La Paz y
donde se concentra la burguesía indígena, fue para Rodrigo Paz, quien peleará
la presidencia en una segunda vuelta el 19 de octubre con Jorge Tuto Quiroga.
Esta urbe de más de un millón de habitantes, casi inexistente hace solo 50 años,
fue uno de los bastiones, durante dos décadas, del Movimiento Al Socialismo
(MAS), fundado por Evo Morales, que fomentó el ascenso social de los campesinos
que migraron allí. Con el paso del tiempo se consolidó una nueva clase social
que ahora exige menos impuestos y mayores facilidades para amasar su fortuna.
En aimara, qamiri significa “rico o acaudalado”. El
conferencista Edgar Morales, hoy jefe de campaña del PDC, acuñó el término
qamirismo para convertirlo en una visión que pregona entre jóvenes, mediante
charlas en aimara y en español en colegios y universidades. “El qamirismo es
una economía propia de los aymaras que se caracteriza por el trabajo en
familia. El padre, la madre, el hermano, la hija son quienes venden, importan,
administran. La ventaja es que no se pagan beneficios sociales que no dejan prosperar
a los pequeños empresarios”, asegura Morales. La entrevista con EL PAÍS ocurre
a unas calles de la avenida 16 de julio de El Alto, epítome del qamirismo por
los lujosos y coloridos edificios conocidos como cholets, que los comerciantes
ornamentan con orgullo.
Los propietarios de estos inmuebles alquilan sus
salones de fiesta por hasta 2.000 dólares, además de locales comerciales donde
se suelen vender costosas joyas y ropa para las cholas paceñas. También en la
avenida 16 de julio se instala, los jueves y domingos, una feria considerada el
mercado popular más grande de Sudamérica. Más de 10.000 vendedores se extienden
por las calles ofreciendo aparatos electrónicos, ropa, repuestos, vehículos,
maquinaria ligera y artículos para el hogar en dos jornadas en las que, según
datos del municipio, se mueven alrededor de dos millones de dólares.
La mayoría de los productos provienen de China, país
que el MAS convirtió en aliado estratégico, transformándolo en el principal
origen de las importaciones entre 2014 y 2018. La otra gran parte del comercio
llega desde la frontera con Chile y Perú, marcada por el contrabando. “Para que
todos paguen impuestos, tienen que ser más bajos. Un auto que en el exterior
cuesta 11.000 dólares aquí llega a 18.000. Te cobran hasta cuando sales de
Bolivia, la Aduana saca dinero de todos lados”, argumenta Morales.
Por ello, aunque los qamiris fueron una base electoral
clave para el MAS —que aupado por el boom de las materias primas entre 2006 y
2014 redujo la pobreza a la mitad y aumentó el consumo urbano—, en los últimos
años han presionado contra medidas tributarias que consideran lesivas. El PDC
les ofrece una salida proponiendo aranceles que no superen el 10%. El
“capitalismo para todos” que ha convertido en lema el candidato presidencial
Paz, Morales lo transforma en “qamirismo para todos”: “Todos podemos ser qamiris
y tener nuestro edificio en la 16 de julio”, dijo el conferencista en una de
sus charlas con estudiantes.
Otras promesas que han seducido a la burguesía aimara
son créditos con intereses al 3% (actualmente pueden llegar al 18 %) o un
“perdonazo tributario”, con el que se condonarían multas, intereses y sanciones
a contribuyentes a cambio de que paguen el capital de la deuda. Morales, quien
en realidad quería candidatear con su partido Democracia Directa pero no tuvo
sustento económico, sueña con otras políticas para el qamirismo, como
institucionalizar la práctica andina del pasanaku.
El pasanaku es una forma de ahorro rotativo que se ha
extendido hasta las grandes capitales y que Morales describe así: “Una persona
se encarga de recoger un monto diario fijado de los participantes. El dinero
recaudado se entrega a final de mes a los concursantes por turno, en un sorteo
celebrado previamente. Generalmente, el beneficiario se va a China con ese
dinero a traer mercadería”.
El investigador de la Universidad Mayor de San Andrés
(UMSA) Lorgio Orellana dice en un análisis reciente que la visión del qamirismo
se encuentra en las “antípodas” de aquel movimiento de organizaciones sociales,
campesinas y obreras que fue el MAS. “Si en las etapas iniciales del proceso de
cambio el peso predominante lo tenían las clases trabajadoras aimaras y
quechuas, hoy es principalmente el qamirismo la ideología dirigente”. Para
Edgar Morales, sin embargo, el aimara siempre ha sido económicamente qamiri:
“En nuestro idioma no hay una palabra que represente su oposición, como sucede
en el castellano con rico-pobre”.
Prueba de ello, asegura, es la fama de arduos
trabajadores que se han ganado los aimaras que migran a Brasil o Argentina.
Existe una tendencia al mayor ahorro posible y a trabajar la mayor cantidad de
horas posibles. “Solo derrochan en un momento y es en las fiestas. Gastan miles
de dólares en salones, bebida y bandas internacionales. En un día disfrutan lo
que han ganado en todo el año”, concluye entre risas. El País de España
(https://n9.cl/u09f2)
LA NUEVA BOLIVIA TRAS EVO MORALES
El fiasco electoral del Movimiento Al Socialismo
supone el final de la llamada “revolución indígena” que encabezó en 2006 el
ahora caído líder cocalero
Noticias de Navarra, España (https://n9.cl/43gma9)
Bolivia elige cambio. Las recientes elecciones
generales han marcado un giro histórico en el país andino, gobernado durante
las últimas décadas por el Movimiento Al Socialismo, MAS, y su histórico líder,
Evo Morales. Queda atrás la “revolución indígena” que lideró Evo en la Bolivia
de 2006, una de las piezas clave en el giro a la izquierda del continente, a
través de un populismo que enraizó profundamente en Argentina con Néstor
Kirchner y su esposa y sucesora Cristina Fernández, en Ecuador con Rafael Correa,
en Venezuela con Hugo Chávez y en Nicaragua con Daniel Ortega y Rosario
Murillo. Sumidos en una crisis económica y social como no se ha visto en
décadas, los bolivianos han votado cambio, y son dos candidatos al margen de la
izquierda los que han pasado a la segunda vuelta electoral. ¿Murió la
revolución del MAS? ¿Qué consecuencias traerá el cambio para el país? Y, lo que
es más importante, ¿qué supondrá todo ello al continente americano?
Los años de bonanza económica quedaron atrás para los
bolivianos, el período de desarrollo económico que se inició con la llegada al
poder del líder cocalero Evo Morales. Su partido, el MAS, era una coalición de
distintos sindicatos, asociaciones e intelectuales de izquierda, en el que el
mayor peso recaía en los cocaleros y las agrupaciones de bolivianos
originarios, especialmente los aimara, pero también otras múltiples etnias que
pueblan el país.
Históricamente, las etnias originarias han sido
marginadas del poder político en Bolivia, un país sacudido por interminables
sucesiones de golpes de estado, marcado por unas élites criollas que no cedían
el poder y por un enfrentamiento contra los cocaleros impulsado por Estados
Unidos en su “lucha contra la droga” en América Latina. Morales, un líder
sindicalista cocalero, consiguió convertirse en la cabeza visible del
movimiento social que, a través de la bandera de la defensa de los pueblos
originarios y los desposeídos, logró aunar las distintas fuerzas sociales que
querían un cambio de rumbo político y social.
De esta manera surgió el fenómeno Evo Morales, un jefe
de estado atípico y peculiar, rodeado de banderas wiphala, la enseña de siete
colores de los pueblos andinos, que junto a su éxito electoral, sabría también
manejar la economía, logrando en sus años de gobierno un enorme desarrollo
económico del país que asombró a las agencias internacionales y convirtió a
Bolivia en uno de los grandes ejemplos de éxito económico de los gobiernos de
izquierda de la nueva ola populista que recorrió el continente.
La clave de este desarrollo radicaba en el gas
natural, en la exportación de gas a su gran vecino, Brasil. Las ventas
generaron grandes entradas de divisas que llenaron las arcas del estado, que, a
su vez, permitió al gobierno de Morales implementar políticas redistributivas
de la riqueza, subvencionar los carburantes e inversiones públicas que fueron
logrando sacar de la pobreza a las clases más desfavorecidas, especialmente a
los descendientes de los pueblos originarios, aimaras, quechuas y demás etnias.
EL NUEVO ORO
El gobierno del MAS no descubrió algo nuevo. Desde la
fundación del país, justamente hace doscientos años, la economía de Bolivia se
ha basado en el extractivismo. Primero fueron las minas de plata, más tarde las
de estaño y, desde hace varias décadas, el gas natural, el nuevo oro. El gran
consumo de gas por parte de Brasil permitió al estado boliviano invertir las
ganancias en la sociedad, pero, siguiendo el patrón seguido durante los
doscientos años de independencia, el ejecutivo de izquierda volvió a cometer el
error histórico de las élites tradicionales, confiar y basar toda la economía
del país en un solo recurso y en su extracción.
A partir de 2014 comenzaron los problemas. En primer
lugar, Brasil comenzó a importar gas natural de otros mercados, más baratos.
Esto sucedió cuando los yacimientos tradicionales bolivianos comenzaron a
agotarse. A ello hubo que sumar que no se exploraron nuevos yacimientos debido
a la huida de las empresas extractoras extranjeras, alegando un peso excesivo
del estado, imprescindibles para aportar las grandes sumas de capital
necesarias para descubrir nuevos yacimientos y para que estos sean operativos.
Por otro lado, la extracción del litio, considerado el nuevo oro del país,
adoleció del mismo problema de inversión extranjera, al tiempo que comenzó a
conocerse la dificultad de tratamiento y elaboración del mineral raro
boliviano.
Sin industria u otro tipo de sector económico que
pudiese tomar el lugar del gas natural como motor de la economía, Bolivia
comenzó a deslizarse hacia la inestabilidad política, principalmente por el
propio Evo Morales. Morales, convertido en una especia de ídolo nacional, cayó
en el pecado original de la mayoría de los líderes políticos americanos, en la
incapacidad de abandonar el poder a tiempo. Sus intentos de continuar al frente
del país culminaron en el fraude electoral de 2019, que lo haría abandonar el
país por un tiempo y que significó la ruptura del MAS entre los defensores y
oponentes de Morales. Uno de estos últimos, el antiguo escudero fiel de Evo,
Luis Arce, lideró la facción contraria a Morales y se hizo con el poder en
2020. Con ello se inició una guerra fratricida en el MAS, que ha llevado al
Movimiento Al Socialismo a perder la hegemonía política en el país andino.
Por si esto fuera poco, los cargos en contra de
Morales por el tráfico de una menor han acabado con el poco crédito del antiguo
líder cocalero y abierto una herida aún más profunda en el MAS. Para Evo, las
acusaciones no son más que un intento de meterlo en la cárcel para acabar con
su vida y con su carrera política. Para evitar la persecución legal, Evo se
protege en la región de Chapare, su feudo cocalero, en una especie de
fortaleza, rodeado de varios campamentos de sus leales, armados con palos y lanzas,
dispuestos a defender a su líder. Por ahora Arce no se ha atrevido a enviar a
la policía o al ejército a que lo detengan, pues el baño de sangre podría ser
enorme. Mientras, el MAS se deshace, e incluso el delfín de Morales, Andrónico
Rodríguez se ha presentado a la presidencia bajo unas siglas diferentes. El MAS
se desangra y todo apunta a que se puede dar por finalizado su ciclo
hegemónico.
El fracaso del MAS conlleva una oportunidad única para
la oposición política, que todo indica que aprovechará la ocasión. Se preveía
difícil que alguno de los candidatos presentados a los comicios pudiese supera
el 50% de los votos en la primera vuelta, lo que evitaría una segunda vuelta. Y
así ha sido. El más votado, con un 32% de los votos, ha resultado Rodrigo Paz
Pereira, candidato que no entraba en las apuestas previas para pasar a la
segunda vuelta, por lo que ha resultado la gran revelación de los comicios.
Perteneciente al Partido Demócrata Cristiano, se le tiene más como un político
de centro que de derechas, teniendo en cuenta, además, que es hijo de Jaime
Paz, fundador del antiguo Movimiento de Izquierda Revolucionaria boliviano, el
socialdemócrata MIR, y presidente del país a finales de los 80.
Paz parece haber sido capaz de señalarse como una
opción fuera del MAS y de la izquierda, a la vez que no adscrito a una derecha
que podría desembocar en un Nayib Bukele o un Javier Milei a la boliviana. Su
mensaje ha sido claro, la reconciliación política y, sobre todo, la búsqueda de
la estabilidad económica en el país. Algo que no ha sabido encarnar el que se
pretendía como gran favorito de estas elecciones, Samuel Doria Medina. Doria
representaba al tecnócrata que fuera a echar todas sus cartas a la apuesta
económica, a la liberalización, la búsqueda de inversiones extranjeras y
acercar la economía boliviana a los mercados internacionales, especialmente al
norteamericano. A pesar de considerarse socialdemócrata, Doria ha sido incapaz
de no generar el temor a convertirse en un nuevo Milei en Bolivia, y ha pasado
de ser primero en todas las encuestas a quedarse en tercer lugar en las
elecciones, quedándose de esta manera fuera de la segunda vuelta que se
celebrará el 19 de octubre, donde se verán las caras Paz y el segundo en los
comicios, José “Tuto” Quiroga.
“Tuto” Quiroga sí es un candidato propio de la derecha
boliviana. Participó en el movimiento del coronel Hugo Banzer, un dictador
golpista que también presidió la República tras ganar las elecciones en 1997.
Quiroga fue vicepresidente con Banzer y presidente cuando el coronel tuvo que
renunciar por motivos de salud. Quiroga encarna la tradicional política de las
élites históricas del país y apuesta por la vuelta a las políticas neoliberales
del pasado. Lo que parece alejarlo del voto popular, clave en la segunda
vuelta, e incluso de las clases medias urbanas, ya que Doria ha optado por
apoyar a Paz en la segunda vuelta. A priori, “Tuto” parece tenerlo difícil.
BASE FIEL A MORALES
¿Y la izquierda? La debacle del MAS y de Andrónico
Rodríguez aún ha sido mayor del esperado, ya que ninguno ha superado el voto
nulo solicitado por Evo Morales, que ha llegado casi al 20%. Morales con el
elevado número de votos nulos cosechados, ha demostrado que aún tiene una base
electoral fiel y que será difícil reconstruir la izquierda sin su figura. Lo
que predice un futuro a corto plazo nada halagüeño para construir un nuevo
frente de izquierdas.
Mientras tanto, el futuro de Bolivia se vislumbra
lejos de la “ola rosa revolucionaria” que recorrió Latinoamérica a principios
de 2000. Muchos de los líderes que dirigieron aquella ola han pasado a la
historia. Solo los Ortega y Nicolás Maduro, con métodos autoritarios, y Luiz
Inácio Lula Da Silva en Brasil, gracias a su carisma, parecen aguantar los
vientos de cambio que proceden de Washington, buscando la expansión del
trumpismo por el continente más allá de los Bukele, Milei y compañía. Se puede
decir que América del Sur ha iniciado una nueva era, un nuevo ciclo que
apuntaría más hacia Estados Unidos que hacia La Habana, Caracas o Pekín. Pronto
veremos si Gustavo Petro es capaz de mantener el tipo en las elecciones
colombianas de 2026. Antes de los comicios presidenciales colombianos, este
noviembre, sabremos si Gabriel Boric entrega la banda presidencial a Jeanette
Jara, la candidata del frente de izquierdas, o bien se la tiene que imponer al
candidato derechista, reafirmando o dando por concluida la hegemonía de la
izquierda en Chile.
Por tanto, América Latina inicia un cambio de ciclo.
De las políticas neoliberales de los 90 la política suramericana pasó al nuevo
socialismo de toque bolivariano de los inicios del 2000. Transcurrido un cuarto
del siglo XXI, parece que el péndulo vuelve hacia la derecha. Se podría afirmar
que los electores parecen elegir entre un centro derecha moderado y una extrema
derecha que seguiría el modelo que marca el actual inquilino de la Casa Blanca.
Como demuestra Bolivia, las políticas de identidad y los tradicionales
discursos populistas pierden fuerza ante los candidatos que ofrecen estabilidad
economía y tratan del bolsillo de la ciudadanía. En el continente suramericano,
la motosierra de Milei atrae más que la bandera Wiphala. En todo caso, la gran
victoria de Bolivia radica en la capacidad que ha demostrado la ciudadanía
boliviana de cambiar de gobernantes y de época mediante unas elecciones
limpias. En eso consiste la democracia. Algo que en Cuba, Venezuela y
Nicaragua, por desgracia, no está permitid.
TAN FREAKS Y TAN POPULARES: LOS CHOLETS DE EL ALTO,
BOLIVIA
Caserones y edificios con eleborados diseños que
homenajean a futbolistas, personajes de películas y animés, e incluso a algunas
referencias insólitas. Un estilo que se convirtió en símbolo de status y anhelo
juvenil.
Página 12 de Argentina (https://n9.cl/2jkbs)
El que agarra algo de plata se la pone encima a su
Optimus Prime, a su Batman o a su Iron Man. Lo mismo que haría cualquiera que
agarre algo de plata, bah. Los cholets (contracción entre "cholo" y
"chalet") están realmente de moda y se multiplican como un virus: acá
y allá, allá y más acá, se divisan grandes construcciones basadas en
referencias icónicas de la cultura pop. Con su toque andino, cada uno de esos
edificios valen entre uno y dos millones de dólares y son, desde hace un tiempo,
el objeto de anhelo de los habitantes de El Alto, en Bolivia.
Para la floreciente burguesía del pueblo aymara de El
Alto, tener un cholet se convirtió en un elemento inequívoco de estatus. Los
tienen los comerciantes, los transportistas, los mineros, los productores de
cacao y piña, los cocaleros, los discretos dueños de fincas y, por supuesto,
quienes andan coqueteando con la mala vida. "Pichicateros", les dicen
informalmente a los vendedores de cocaína. Y, de hecho, son los
"Pichicateros" quienes más suelen tomar la posta de esta arquitectura
andina. En una de ésas, será una forma pop de decir: "Aquí mando yo".
Por ahí, el color rojo inunda la ciudad: las casas de
ladrillos pagan menos impuestos. Entonces, se presume, ninguna debe pagar
demasiados. De frente, unas construcciones que mezclan geometrías flasheras con
colores expresivos y personajes de películas, animés o, incluso, referencias
insólitas. ¿Vivirías "dentro" de Lionel Messi? Bueno, hay gente que
sí: se ven cholets de Titanic y de la Estatua de la Libertad. Se advierten
cholets de dientes y, obviamente, del número 10 de la Selección Argentina.
Cuando hay ganas, no se discriminan los gustos. Y eso lo sabe bien el
arquitecto Freddy Mamani, que viene haciendo cholets bajo todo tipo de demandas
caprichosas y geniales.
El que tiene, se hace su edificio como le plazca y,
mientras más freak, más celebrado termina siendo entre su comunidad. ¿Los más
tops? En La Ceja, en el corazón de El Alto: allí hay de Bumblebee (de los
personajes más queridos por los alteños), de la Selección Boliviana del '93,
del Cristo Redentor. "Quisiera tener un cholet que sea una semilla de
café", asoma Félix, un productor de la zona. Ojalá pueda juntar el dinero
suficiente como para tener su propio cholet cafetero.
Y en la planta baja, salones de fiestas o comercios. Y
arriba, efectivamente, las casas. "Los aymara 'le ganan' a cada
metro", dice un vecino (aymara) de la zona, señalando cómo los hogares
donde viven los nuevos ricos bolivianos también pueden ser monetizables. Aquí,
la energía, el agua y el aseo público son baratos, por lo que El Alto se
convierte en una buena ciudad para los tejes y manejes. "Los negocios
pueden empezar sin permisos", continúa el vecino.
Así las cosas, entre los principales comercios de El
Alto está el transporte. Hace unos años contrabandeaban tomates, vinos, paltas
y aceites. Y ahora exportan fideos, huevos y cafés a Brasil, Argentina, Chile y
Perú. Al mismo tiempo, gracias a su altura, unos 4600 metros sobre el nivel del
mar, se les dan bien las plantas de beneficio, como el café y la quinoa, aunque
también sacan buena madera.
El Alto es una ciudad que procesa pero no produce
demasiado. Al costado, mientras un convoy de alteños se manduca un charqueano
(carne de llama seca, una comida típica), los minibuses revientan hasta el
techo de cholitas. Y, entre flamantes carteles de candidatos a presidente, las
calles recuerdan las crudísimas imágenes de los pobladores en resistencia a la
salida forzada de Evo Morales en 2019. "La gente de El Alto es muy
fiel", suma otro vecino de la zona, que maneja un camión pintado de Sonic.
Y allí, entre los cholets de Saint Seiya y el rojo
ladrillo que se expande, una terminal de helipuertos que se yergue como la más
grande de Bolivia.
Asimismo, cada día, la ciudad recibe a unos 200 mil
vecinos de La Paz, y una de las maneras más prácticas de llegar es vía las
líneas Amarilla, Morada y Roja del teleférico. Mientras largas colas de autos y
buses esperan por su dosis de diesel, El Alto se presenta en sociedad como la
ciudad más joven de Bolivia (1985, unos 40 años) y, a su vez, como la más
densamente poblada (unos 2,2 millones), incluso con estimaciones erráticas
desde el último censo. Y a pesar de que los cholets también se ven por Cochabamba,
La Paz y Caranavi, El Alto es la verdadera casa de esta arquitectura
extravagante y lujosa.
En El Alto los jóvenes se entretienen con TikTok, se
empilchan con ropa de segunda mano norteamericana (o de primera mano china) y
van a bailar a… cholets. "Es un poco peligroso", arrima uno de los
vecinos, mientras maneja con intrepidez una camioneta 4x4 con destino a La Paz.
Y dentro de los cholets, una buena dosis de ostentación: vidrio, mármol y
granito. En uno de esos boliches, una pantalla gigante explota con videoclips
de La T y la M, Ke Personajes y Emanero & Big One. Se divisa una fuerte
presencia musical criolla.
De pronto, una cholita queda presta para el baile. En
la mesa del fondo, a oscuras, un muchacho arma prolijamente unos rollos de
papel higiénico. Y, desde la barra, el bartender se infla la boca con coca y
apura una cerveza Paceña para unos argentinos tiernitos que acaban de bajarse
un blíster entero de Sorojchi Pill y todavía están tratando de decodificar los
poderosos guiños de la opulencia amerindia. Estar cerca del sol no es para
cualquiera.
BOLIVIA: TRES CLAVES DEL RETROCESO ELECTORAL DE LA
IZQUIERDA TRAS CASI 20 AÑOS
AP Noticias de Perú (https://n9.cl/qx2x0)
Bolivia se encamina a elegir a un presidente no
izquierdista tras casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo
(MAS). Según resultados oficiales preliminares de la elección del 18 de agosto
de 2025, el senador Rodrigo Paz Pereira (Partido Demócrata Cristiano) obtuvo
32% y el expresidente Jorge Quiroga (27%), por lo que habrá segunda vuelta el
19 de octubre. El empresario Samuel Doria Medina fue tercero con 20,2% y el
principal candidato de la izquierda, Andrónico Rodríguez, alcanzó 8%. El MAS quedó
sexto con 3,14%, suficiente para conservar su personería, pero confirmando una
caída sin precedentes.
1) Una división interna que fracturó al MAS
La ruptura entre Evo Morales y el presidente Luis Arce
reordenó al oficialismo desde 2023. Morales anunció su postulación y fue luego
inhabilitado por el Tribunal Constitucional; en respuesta, llamó al voto nulo,
que representó 18% del total emitido, según el recuento preliminar. Arce, con
alta desaprobación (de acuerdo con CB Consultora),retiró su candidatura y
respaldó a Eduardo del Castillo, quien compitió con la sigla MAS–IPSP y rondó
el 3%.
Analistas como el periodista Fernando Molina (Nueva
Sociedad) sostienen que la pugna “autodestruyó” al espacio: se conformaron tres
corrientes —arceístas, andronicistas y evistas— sin un liderazgo unificador ni
una estrategia común.
2) Desgaste político tras dos décadas en el poder
El MAS se consolidó con una plataforma de
nacionalizaciones, alianzas con movimientos sociales y los buenos términos de
intercambio de commodities durante los gobiernos de Morales (2006–2019).
Aquella etapa fue asociada al “milagro económico boliviano” por el crecimiento
sostenido, la reducción de pobreza extrema y mejora de reservas y deuda.
No obstante, el prolongado ejercicio del poder, los
conflictos intraoficialistas y el deterioro de indicadores desde 2023 —cuando
se agravó la escasez de dólares— mermaron el apoyo. La figura de Arce quedó
fuertemente cuestionada y Morales, con procesos judiciales y fuera de la
contienda, perdió centralidad política y capacidad de movilización.
3) Crisis económica y social como telón de fondo
El país enfrenta su peor coyuntura en décadas, con
inflación anual cercana al 25%, falta de divisas y combustibles y episodios de
desabastecimiento. La encuesta de Panterra (marzo) registró que 89% de los
consultados desea un cambio político.
Las campañas capitalizaron ese descontento: Paz
Pereira propuso “capitalismo para todos”, mientras Quiroga prometió cambiar
“absolutamente todo” tras “20 años perdidos”. La preferencia por opciones de
giro económico e ideológico apunta a que la economía —más que la identidad
partidaria— fue el principal driver del voto.
BOLIVIA: LA IZQUIERDA ANTE SU MAYOR DERROTA Y EL
DESAFÍO DE RECONSTRUIRSE
"La derecha y sus aliados externos ya trabajan en
la restauración neoliberal"
Canarias Semanal Org. de España (https://n9.cl/odkce)
El derrumbe electoral de la izquierda en Bolivia era
previsible, pero no por eso menos doloroso. La división abierta entre Evo
Morales y Luis Arce Catacora, sumada a las pugnas internas, debilitó
profundamente al campo popular y terminó entregando el triunfo a la derecha.
Quienes hemos acompañado este proceso —aun con
críticas— reconocemos su importancia histórica. Durante más de una década, los
sectores indígenas, históricamente relegados, recuperaron autoestima, dignidad
y protagonismo político.
Se saldaron deudas sociales largamente postergadas, la
pobreza y la desigualdad disminuyeron de manera significativa, y Bolivia vivió
un ciclo de estabilidad con justicia redistributiva. Pero también debemos
admitir que advertimos hace tiempo sobre la posibilidad de este desenlace y,
sin embargo, fuimos incapaces de evitarlo. Esta derrota no solo interpela a los
líderes, sino también a quienes, desde el campo popular, no supimos frenar una
catástrofe largamente anunciada.
La fractura interna
Luis Arce y su candidato Eduardo del Castillo
apostaron a apropiarse de la sigla del MAS a través de una maniobra judicial
que inhabilitó a Evo Morales. Confiaron en que podían captar el voto indígena y
popular, pero el resultado fue desastroso: apenas superaron el 3%.
Fue un castigo a quienes manipularon la legalidad y
traicionaron a quienes los llevaron al poder, pero también a una gestión
económica fracasada que dejó inflación, escasez y estancamiento, golpeando con
más dureza a los sectores vulnerables.
Por su parte, Andrónico Rodríguez, llamado en algún
momento a ser el heredero natural de Evo, se lanzó sin el respaldo del Pacto de
Unidad y sin base orgánica sólida, gesto leído por los movimientos sociales
como una deslealtad. Su campaña fue errática, desconectada de las bases, y más
dirigida a convencer a la clase media de que era un candidato
"tranquilo" y "moderado" que a hablarle a los barrios
populares y a las comunidades indígenas. A esto se sumó una compañera de
fórmula percibida como una "niña rica con ínfulas de izquierda", lo
que reforzó la sensación de elitismo y desconexión con el pueblo.
Evo Morales, impedido de postular por una
interpretación judicial alineada con el Ejecutivo, optó por llamar al voto
nulo. La respuesta fue significativa: alrededor del 20% de las papeletas. Si se
suma el voto blanco, se trata de la segunda opción electoral del país. Sin
embargo, al ser inferior a la lista más votada, no alcanzó para impugnar la
legitimidad del proceso, que era justamente el objetivo de Morales. En los
hechos, su estrategia mostró tanto su vigencia como líder hegemónico de la
izquierda como los límites de su convocatoria en la coyuntura actual.
El giro del electorado popular
Los resultados reflejan un mapa complejo. Evo Morales
conserva una fuerza indiscutible en áreas rurales e indígenas —sobre todo
quechuas y aymaras—, pero ha perdido peso en sectores urbanos, en el oriente y
la Amazonía. El caso más simbólico es El Alto, bastión histórico de la
resistencia antineoliberal, donde amplios sectores se inclinaron por una opción
inesperada: Rodrigo Paz y Edman Lara.
El binomio Paz–Lara, y en particular Lara, ex policía
famoso por su diatriba anticorrupción en Tik Tok, encarna un populismo de
derecha con retórica religiosa y patriótica, inspirado en figuras como Nayib
Bukele. Sus promesas son grandilocuentes y poco viables en la actual coyuntura
económica: multiplicar por seis la Renta Dignidad para los adultos mayores sin
jubilación o pagar un salario mensual a las mujeres dedicadas al cuidado.
Sin embargo, lograron conectar con un electorado
urbano popular que decidió castigar la gestión del MAS y su interna fratricida,
sin apostar al neoliberalismo más radical representado por Tuto Quiroga y
Samuel Doria Medina. Este último, pese a su millonaria campaña, volvió a
cosechar otra derrota en su insistente intento por convertir poder económico en
poder político.
Un nuevo mapa político
La segunda vuelta enfrentará a dos derechas: una
populista, representada por Rodrigo Paz y Edman Lara, y otra neoliberal y
ortodoxa, encarnada por Tuto Quiroga y respaldada abiertamente por la embajada
estadounidense. Todo indica que Paz se impondrá, aunque en Bolivia nunca nada
está asegurado.
Sea cual sea el resultado, la fragmentación
parlamentaria y la crisis económica auguran un gobierno débil, obligado a
aplicar ajustes que recaerán sobre los trabajadores y sectores populares. Como
en el pasado, es previsible que las políticas económicas y sociales vuelvan a
dictarse en el Departamento de Estado norteamericano, desandando parte de lo
construido en los años del proceso de cambio.
En este escenario, la liberación de Marco Pumari y
Luis Fernando Camacho —actores centrales en la crisis de 2019 y en las masacres
de Sacaba y Senkata— confirma el giro institucional hacia la derecha y
demuestra, una vez más, que la justicia boliviana es todo menos independiente.
El desafío de la izquierda
La izquierda boliviana tiene por delante una doble
obligación: recomponer su unidad y redefinir su proyecto. Evo Morales sigue
siendo el referente ineludible; sin él, nada es posible. Pero su desgaste
muestra la necesidad de un relevo generacional, construido no desde la
improvisación individual, sino desde los cauces deliberativos y orgánicos de
las organizaciones sociales.
Más que
nombres, lo fundamental es el programa. El "proceso de cambio"
permitió grandes avances sociales, pero agotó un modelo basado en la renta de
los recursos naturales. Hoy se requiere un proyecto que coloque en el centro el
desarrollo productivo, con soberanía estatal sobre sectores estratégicos, pero
también con la creación de empresas comunitarias contempladas en la
Constitución. Un modelo capaz de romper la hegemonía de las élites oligárquicas
agroindustriales, diversificar la economía, fortalecer el consumo interno y
ampliar las exportaciones.
El horizonte debe ser el de un socialismo comunitario,
no solo redistributivo sino productivo, que permita superar la dependencia
extractivista y sentar las bases de un desarrollo soberano y descolonizador.
La derecha y sus aliados externos ya trabajan en la
restauración neoliberal. Para resistir, el movimiento popular necesita
autocrítica, generosidad y unidad. Se perdió una batalla muy dura, pero la
lucha histórica del pueblo boliviano no termina aquí.
La tarea inmediata es pasar de la disputa interna y la
recriminación a la construcción colectiva, defendiendo lo conquistado y
proyectando una Bolivia verdaderamente descolonizada, en manos de sus
verdaderos dueños: las clases trabajadoras e indígenas-populares.
Esta ha sido una derrota dolorosa, pero la historia de
Bolivia enseña que ninguna derrota es definitiva. La guerra de largo aliento
por la dignidad y la soberanía continúa, y en las trincheras de lucha,
volveremos a encontrarnos.
*ELECCIONES EN BOLIVIA: UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA
LA ELITE POLÍTICA TRADICIONAL*
De ser un país con récord de golpes de Estado a
laboratorio del populismo andino, enfrenta un nuevo punto de inflexión. La
segunda vuelta presidencial marca el ocaso de la hegemonía del MAS y abre un
escenario incierto.
La Voz de Argentina (https://n9.cl/48iky)
Los resultados electorales de Bolivia, más allá de las
interpretaciones triunfalistas o fatalistas de cada lado del espectro
ideológico, constituyen, primero, una señal de que las instituciones liberales
del país andino aún cuentan con salud, y segundo, que la economía tiene un
impacto tremendo en la configuración política boliviana.
En una especie de segunda oportunidad para la elite
política tradicional, un expresidente (Jorge Quiroga) y el hijo de un
expresidente (Rodrigo Paz) se disputan la segunda vuelta en Bolivia. Sin
importar quién gane, lo que definirá el futuro político del país es cómo la
élite política boliviana logre resolver los profundos problemas en el área
económica y generar crecimiento e inclusión social.
Nada nuevo
Estos problemas no son nuevos. Bolivia ha sido
considerada uno de los países más pobres y políticamente inestables de América
Latina. Según los datos registrados por el Cline Center for Advanced Social
Research de la Universidad de Illinois, Bolivia tiene el dudoso privilegio de
ser el país con más golpes de Estado de la región, con más de 40 desde el año
1947 (sumando tanto los fracasados como los exitosos). Individualmente, supera
a cualquier país africano en esta categoría.
Durante los años 80 y 90, tras la salida de un período
convulso marcado por dictaduras militares tanto de derecha como de izquierda, y
una crisis económica, con hiperinflación incluida, gestada en el gobierno de
izquierda de la Unidad Democrática y Popular (UDP), el sistema político se
articuló en torno a tres partidos: el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR), Acción Democrática Nacionalista (ADN, de orientación conservadora) y el
Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR).
Durante ese período, ninguno logró alcanzar mayorías
absolutas -oscilaron entre el 20% y el 30% de las preferencias electorales-,
por lo que las alianzas parlamentarias eran indispensables para gobernar.
No obstante, los malos resultados de las políticas de
privatización a finales de los 90 y principios de los 2000 erosionaron esos
modestos avances en estabilidad política. Esto favoreció el ascenso de Evo
Morales, líder sindical cocalero, quien supo canalizar el voto protesta y la
frustración con la élite política tradicional con su partido político
Movimiento al Socialismo (MAS).
La victoria de Morales, con más del 50% de los votos
en 2005, fue sorpresiva y representó la más contundente de la historia política
reciente del país. Además, su legitimidad le permitió impulsar la convocatoria
de una Asamblea Constituyente en 2009 y transformar el Estado boliviano, que
pasó a llamarse Plurinacional, en un contexto que era especialmente favorable
debido al boom de commodities impulsado por la alta demanda china.
Hegemonía y caída de Morales
Las reformas ampliaron la representación indígena y
extendieron el poder presidencial. El sistema judicial superior pasó a ser
escogido por voto popular. Durante este período, la hegemonía de Morales fue
total, y muchos politólogos han calificado su régimen como una forma de
autocracia electoral o autoritarismo competitivo.
Sin embargo, el límite a la reelección indefinida
resultó ser un escollo importante, que nos recuerda la importancia de las
instituciones y su capacidad para moldear el comportamiento político. Morales
intentó franquear esta barrera con un referéndum en 2016, en el que se rechazó
su intento de habilitarse, pero luego el Tribunal Constitucional avaló su
candidatura, lo que fue ampliamente cuestionado.
La crisis que puso a Morales fuera del poder se
originó durante el conteo de los resultados en las elecciones de 2019. Después
de una campaña complicada, cuando los primeros boletines señalaban una inédita
segunda vuelta, se interrumpió intempestivamente la publicación del conteo
preliminar. Al reanudarse, Morales apareció como ganador en primera vuelta, lo
que generó acusaciones de fraude. Un informe de la Organización de los Estados
Americanos indicó irregularidades significativas, lo que desató una crisis
política que culminó en su renuncia apoyada por alto mandos militares.
El MAS pareció deslegitimado, pero la mala gestión de
la presidenta transitoria, Jeanine Áñez, y la crisis económica de la pandemia
le dieron nueva vida. Morales, impedido legalmente de competir, logró apadrinar
la candidatura de su ministro de Economía, Luis Arce, quien resultó electo en
2020.
Sin embargo, la sombra de Morales se mantuvo. Su
ambición de volver al centro político lo llevó a colisionar tanto con Arce como
con el resto de su partido político, el MAS, al cual renunció finalmente en
febrero de este año, después de incentivar protestas contra el gobierno e
incluso soltar amenazas veladas de una posible guerra civil.
La fundación del nuevo partido, Evo es Pueblo, mostró
la dimensión del carácter personalista y caudillesco de Morales, a pesar de que
su exvicepresidente, Álvaro García Linera, siempre intentó venderlo como un
representante de los movimientos sociales e indigenista que gobernaba bajo la
premisa de “gobernar obedeciendo”.
Futuro incierto
Durante la administración de Luis Arce se agravó la
crisis económica: inflación entre 20% y 25%, escasez de combustible y dólares,
reservas internacionales casi agotadas, y déficit fiscal cercano al 11% del
PIB. La producción de hidrocarburos cayó drásticamente y Bolivia, a pesar de
ser un importante exportador de gas, comenzó a depender cada vez más de
importaciones. En este contexto, en junio de 2024 se registró un intento de
golpe fallido por parte del general Zúñiga.
Finalmente, la crisis económica y política ha
destruido la hegemonía de 20 años del MAS. Su colapso ha sido monumental: su
candidato obtuvo sólo alrededor del 3% y desapareció del Senado. Por otro lado,
el voto nulo llegó alrededor del 18%, un récord impulsado por el llamado de
Morales. Se convocó una segunda vuelta para octubre, algo inédito desde la
instauración de la democracia en Bolivia.
El futuro político del país andino aún está por
definirse en esas futuras elecciones, pero hay dos interrogantes decisivos. En
primer lugar, si el nuevo gobierno será capaz de reordenar la economía y
reactivar el crecimiento sin provocar tensiones sociales desestabilizadoras. En
segundo lugar, cuál será el rol de Evo Morales, quien con su nuevo partido
podría intentar recuperar protagonismo articulando, como en el pasado, la
movilización social disruptiva con la participación electoral.
Que la elite política boliviana sea capaz de superar
intereses de corto plazo para garantizar el futuro del país será crucial.
BOLIVIA: FIN DE UNA ERA Y BALOTAJE PRESIDENCIAL TRAS
SORPRESIVOS RESULTADOS
MSN de España (https://n9.cl/4uw1dn)
La política boliviana vive un giro histórico: los
resultados de la primera vuelta electoral confirman un balotaje presidencial
entre Rodrigo Paz (PDC) y el expresidente Jorge "Tuto" Quiroga
(Libre). Este desenlace marca el fin de veinte años de gobierno del Movimiento
al Socialismo (MAS).
Paz, quien no figuraba entre los favoritos en las
encuestas, sorprendió al obtener el 32% de los votos, según el 95,4% del conteo
rápido oficial. Su inesperado ascenso lo posiciona como principal contendiente.
En segundo lugar, el expresidente Jorge
"Tuto" Quiroga alcanzó el 26,9% de los sufragios, asegurando su pase
al balotaje. Ambos se medirán el 19 de octubre en el primer balotaje
presidencial de la historia reciente del país.
El resultado es un duro golpe para el Movimiento al
Socialismo, que, tras dos décadas en el poder, ve a su candidato, Eduardo Del
Castillo, relegado al sexto lugar con apenas el 3,1%. El empresario Samuel
Doria Medina, favorito en las encuestas, quedó tercero con el 20,3%, seguido
por Andrónico Rodríguez (8%), el candidato más aventajado de la izquierda.
Según la Ley Electoral, para ganar en primera vuelta
se requería más del 50% de los votos, o un mínimo del 40% con diez puntos de
ventaja. Al no cumplirse, Bolivia se encamina a una segunda vuelta que, por
primera vez en 20 años, elegirá a un presidente de un frente distinto al MAS,
rompiendo su hegemonía.
Tras conocerse los resultados, Jorge Quiroga manifestó
el fin de la "larga noche de dos décadas", augurando un
"amanecer" para Bolivia. "Hemos sufrido muchas divisiones, nos
han querido separar... y hoy día Bolivia le ha dicho no más división ni
polarización al país. No MAS, Bolivia unida de ahora en adelante",
declaró.
Por su parte, Rodrigo Paz atribuyó su bajo desempeño
en encuestas a un "voto rural" que resultó "sorpresa", y
convocó a "las grandes mayorías" a su proyecto. "Aquí no se ha
ganado nada... habrá que pelear la segunda parte de forma honesta, lo
importante es que este es un proyecto de todos y para todos los
bolivianos", afirmó.
Los datos preliminares provienen del Sistema de
Resultados Preliminares (Sirepre) del Tribunal Supremo Electoral (TSE), que no
son vinculantes. La jornada electoral se desarrolló con normalidad, aunque se
registraron incidentes aislados, como una agresión al candidato Andrónico
Rodríguez en Cochabamba.
LA SEGUNDA VUELTA EN BOLIVIA SACUDE A LOS MERCADOS
MIENTRAS RIVALES PRO-EMPRESARIALES BUSCAN EL MANDATO
Latinoamerican Post de EEUU (https://n9.cl/qqa5r0)
En una sorprendente sacudida de primera vuelta, dos
rivales pro-mercado se enfrentan ahora para sacar a Bolivia de su crisis
económica más profunda en una generación—dejando atrás un dominio socialista de
veinte años y preparando el escenario para una segunda vuelta que podría
redefinir alianzas en toda América.
Un guion de veinte años se da vuelta de la noche a la
mañana
Para cuando el 95% de los votos había sido
contabilizado, la aritmética que nadie esperaba ya se había impuesto. Rodrigo
Paz, un senador de 57 años con respaldo del mundo empresarial, se había
disparado al 32% de los votos. Justo detrás de él, el expresidente Jorge “Tuto”
Quiroga alcanzaba el 27%. Ambos habían hecho campaña sobre reforma fiscal e
inversión extranjera. Y ambos lograron lo que ningún opositor había conseguido
desde 2005: sacar al otrora poderoso partido socialista gobernante de la
carrera presidencial.
Esto se suponía que sería la coronación de otro
candidato. El empresario Samuel Doria Medina, quien lideraba las encuestas
iniciales con el apoyo del multimillonario Marcelo Claure, era proyectado como
el favorito. En cambio, terminó en un distante tercer lugar, se retiró y
respaldó a Paz—junto con su mensaje: “Terminen lo que empezamos.”
La historia detrás de los votos estaba escrita en
escasez, alzas de precios y años de fatiga por la austeridad. Durante meses,
los bolivianos hicieron filas para comprar combustible y vieron desaparecer
alimentos básicos. La inflación alcanzó su nivel más alto en más de 30 años.
Las reservas en dólares se redujeron. Los subsidios y controles cambiarios que
alguna vez estabilizaron al país ahora lo asfixiaban. El viejo pacto había
caducado. Los votantes, cansados de esperar, se aferraron a lo único que aún abundaba:
el cambio.
Dos caminos hacia la reforma, una sola calle inquieta
La segunda vuelta es ahora una competencia entre dos
versiones de urgencia.
Paz busca unificar los tipos de cambio fragmentados de
Bolivia—donde el precio oficial se ha desviado significativamente del del
mercado negro—y controlar la inflación sin recortar protecciones sociales. Su
retórica está calibrada: firme pero inclusiva. “Austeridad,” dice, “tiene que
significar eficiencia, no crueldad.”
El programa de Quiroga apuesta más fuerte por la
extracción y la velocidad. Expresidente durante una crisis anterior, confía en
que el litio sea la salida de Bolivia. Su plan es directo: atraer capital
global, reactivar campos de gas inactivos y convertir rápidamente las mayores
reservas de litio del mundo en ingresos. Donde Paz habla de cerrar la herida,
Quiroga habla de reavivar el motor.
Los inversionistas, al menos por ahora, gustan de
ambos. Los precios de los bonos subieron al saberse de una segunda vuelta entre
reformistas. Pero el verdadero desafío no es la confianza de los mercados—es la
paciencia pública. Quien gane heredará un presupuesto lleno de números rojos,
un déficit creciente y un electorado ya desgastado por la escasez. Si uno de
estos hombres no entrega un alivio rápido y visible, la luna de miel durará
exactamente una semana.
Una izquierda destrozada y un Legislativo reescrito
Esto no fue solo una elección presidencial—fue un
referendo sobre una era.
Por primera vez en dos décadas, Bolivia celebró una
elección nacional sin Evo Morales en la boleta ni entre bastidores. Su sucesor,
el presidente Luis Arce, optó por no postularse. El Movimiento al Socialismo,
otrora una maquinaria política que moldeó el continente, se fragmentó en
facciones, votos nulos y candidatos de un solo dígito. Andrónico Rodríguez,
joven senador visto como heredero ideológico de Morales, obtuvo poco más del
8%. El candidato oficial del MAS apenas superó el 3%.
Y las pérdidas no se detuvieron ahí. En el Congreso,
los demócrata-cristianos de Paz y la coalición Libre de Quiroga ahora poseen
los bloques más grandes. El MAS, antes dominante, corre el riesgo de perder la
mayor parte—si no toda—su fuerza legislativa. Eso significa que el nuevo
presidente no tendrá que rogar por votos para aprobar reformas. Pero también
significa que no habrá excusas. Los días de culpar al estancamiento se
acabaron.
El frágil centro que ahora gobierna Bolivia tendrá que
mostrar unidad rápidamente. Los objetivos económicos compartidos no siempre se
traducen en cronogramas compartidos, especialmente cuando comiencen los ajustes
cambiarios, los recortes a subsidios y las negociaciones de deuda. En este
nuevo Congreso, el margen de error es mínimo.
De un boom a un colapso y a un reinicio
Para entender lo que está en juego, hay que
retroceder.
Evo Morales llegó al poder en 2006, impulsado por un
auge del gas natural que financió programas sociales, redujo la pobreza y dio a
Bolivia una década de crecimiento sólido. Pero cuando los precios del gas se
desplomaron después de 2015, el sistema se tambaleó. Los subsidios se
dispararon, las reservas extranjeras cayeron y la moneda se volvió más difícil
de defender. La inflación regresó. Y las mismas políticas que alguna vez
parecieron protectoras ahora parecían asfixiantes.
Bajo Morales y Arce, Bolivia se apoyó en aliados
regionales como Venezuela y Nicaragua, profundizó lazos económicos con China y
mantuvo a Washington a distancia. Ahora, tanto Paz como Quiroga sugieren que es
hora de cambiar de marcha. Ninguno habla de ideología. Hablan de
financiamiento.
Ambos quieren una mayor coordinación con Estados
Unidos, no por nostalgia sino por necesidad: la reestructuración de deuda, el
acceso a mercados y el desarrollo del litio pasan por esos canales. Esa
recalibración puede resultar dolorosa. Los votantes indígenas y rurales que
hicieron del MAS una potencia no van a desaparecer. Siguen esperando empleos,
dignidad y voz. Paz apela a la unidad; Quiroga a sus credenciales. Las próximas
semanas pondrán a prueba qué tono convence más a los votantes.
El 8 de noviembre, el ganador no tendrá tiempo de
saborear el momento. La inflación, la energía y los alimentos dictarán el
calendario político. Los hospitales necesitan suministros. Las gasolineras
necesitan combustible. La gente necesita una respuesta honesta sobre cuándo
termina su espera.
BOLIVIA: LA ESCISIÓN DE LA IZQUIERDA SIN PRINCIPIOS
PROVOCA UNA DEBACLE ELECTORAL
Después de un período fratricida para la izquierda con
Morales y Arce enfrentados, los candidatos derechistas y anti-MAS obtuvieron
más del 85 por ciento de los votos emitidos en las últimas elecciones
generales.
El Ciudadano de Chile (https://n9.cl/dor1h)
En las elecciones generales del 17 de agosto de 2025,
la derecha boliviana obtuvo una victoria electoral y política mayor de lo
esperado, poniendo fin a 20 años de gobierno del MAS-IPSP.
El candidato demócrata cristiano (PDC), Rodrigo Paz
Pereira, ganó sorpresivamente la primera vuelta con un sólido 31,32 por ciento,
seguido de cerca por el candidato de extrema derecha «Tuto» Quiroga con el
27,35 por ciento. Otro candidato de derecha, Samuel Doria (Unidad), quedó en
tercer lugar con el 20,63 por ciento, con otro candidato de derecha, Manfred
Reyes Villa (APB, Autonomía para Bolivia), en quinto lugar, con el 6,31 por
ciento. Es decir, en general, los candidatos de derecha y anti-MAS obtuvieron
más del 85 por ciento de los votos emitidos. Habrá una segunda vuelta entre Paz
y Quiroga el 19 de octubre de 2025, y Doria ya ha expresado su apoyo a Rodrigo
Paz.
El candidato de izquierda con más votos fue Andrónico
Rodríguez (AP, Alianza Popular), quien se separó del propio grupo escindido de
Evo Morales; obtuvo un mísero 7,76 por ciento. Le siguió Eduardo del Castillo,
candidato del gobierno de Arce, que obtuvo un humillante 3,18 por ciento.
Morales, a quien se le prohibió ser candidato, pidió a la gente que anulara sus
boletas, que representaban el 19 por ciento.
A nivel parlamentario la izquierda no obtuvo escaños
en el Senado (de 36) y seis en la Cámara de Diputados (de 130), es decir, en
comparación con 2020 el MAS-IPSP perdió 21 y 69 escaños en el Senado y la
Cámara, respectivamente. En 2025, los partidos de derecha combinados obtuvieron
36 escaños en el Senado y 123 en la Cámara de Diputados.
Para entender la crisis del MAS-IPSP que condujo a la
escisión, es esencial la historia detrás del golpe de Estado de noviembre de
2019. Morales fue elegido presidente en 2005 (bajo la constitución de 1967),
reelegido en 2009 y 2014 y, de manera controvertida, se presentó nuevamente
como candidato presidencial en 2019. La controversia surgió porque el artículo
168 de la nueva constitución boliviana estipula que el presidente «puede ser
reelegido una vez por un período continuo».
En febrero de 2016, Morales organizó un referéndum
nacional para reformar el artículo 168 para poder «ser reelegido dos veces
seguidas». La oposición se puso furiosa, ya que esperaban enfrentarse a un
candidato del MAS menos formidable que Morales. Llevaron a cabo una
desagradable y mendaz campaña mediática que se centró en que Morales había
engendrado un hijo fuera del matrimonio (el niño no existía), pero que
funcionó: Morales perdió el referéndum (51,30 por ciento a 48,70 por ciento).
Morales y los legisladores del MAS recurrieron a la
Corte de Constitucionalidad, argumentando que los límites a la reelección
violaban los derechos políticos constitucionales. Esto llevó a la corte a
anular el referéndum de 2016, haciendo así irrelevante el plebiscito y
permitiendo que Morales se postulara nuevamente en 2019. Estas maniobras no
solo lo desacreditaron a él, uno de los líderes políticos revolucionarios más
formidables de Bolivia y América Latina, sino que también envalentonaron a una
oposición descontenta. Anunciaron protestas y lanzaron una campaña nacional de
bloqueos de carreteras con el objetivo de interrumpir el comercio interno.
Ante la amenaza letal de violencia subversiva de la
oligarquía, Morales buscó legitimar su candidatura y restaurar la calma
invitando a la Organización de Estados Americanos (OEA) no solo a observar las
elecciones sino a auditarlas, haciendo que su informe fuera legalmente
vinculante. En una visita a Bolivia, el infame secretario general de la OEA,
Luis Almagro, afirmó el derecho de Morales a postularse nuevamente, lo que
provocó un alboroto entre los opositores al gobierno. Sin embargo, Almagro
presentó una auditoría antes del conteo final de votos, alegando falsamente
irregularidades que desencadenaron cargos de fraude electoral, que terminaron
en el derrocamiento violento de Morales.
Después de un año de heroicas luchas -con represión,
encarcelamiento, tortura, masacres y exilio- contra el gobierno de facto de
Jeanine Áñez, el MAS postuló a Luis Arce como su candidato presidencial. Arce
ganó las elecciones con un atractivo 55 por ciento (en 2019, Morales obtuvo el
47 por ciento). Para 2022, el presidente Arce había logrado recuperar la
economía del país, que había quedado en un estado lamentable por la
incompetencia y la corrupción de la dictadura de Áñez y los terribles efectos
de la pandemia. Para 2023, Bolivia tenía una de las tasas de crecimiento
económico más altas de la región, alcanzando un PIB histórico de $ 45 mil
millones.
En octubre de 2023 Morales es proclamado «único
candidato presidencial» para las elecciones de 2025 y líder del partido por un
congreso nacional del MAS muy dudoso. El congreso se vio empañado por las
expulsiones y la no participación de Arce y del vicepresidente de Bolivia,
David Choquehuanca. Muchos individuos y organizaciones de masas afiliadas al
MAS cuestionaron el congreso y la validez de sus decisiones, declarándolo
ilegal. Morales respondió diciendo que debía liderar la recuperación «de la
revolución y salvar a la nación nuevamente».
El Tribunal Supremo Electoral no reconoció el
congreso, dictaminó que el MAS debía celebrar otro congreso para elegir a su
comité nacional e inhabilitó a Morales para ser candidato. A partir de ahí,
todo fue cuesta abajo.
La candidatura de Morales con dos años de anticipación
condujo a una polarización increíblemente intensa dentro del partido, que
alcanzó niveles de locura. Durante dos años, ambas facciones (Arce y Morales)
intercambiaron insultos y acusaciones que iban desde la traición al
imperialismo hasta el narcotráfico, en un crescendo de maniobra y
contramaniobra cada vez más degenerado. Alcanzó su punto máximo con la facción
de Morales organizando movilizaciones nacionales en 2024, bloqueando autopistas
y con el objetivo de provocar el colapso económico del país. La facción de Arce
desató la represión y un sinnúmero de esquemas legales y políticos contra Evo.
Para 2024, la economía de Bolivia estaba en problemas,
había sufrido una drástica caída en las exportaciones de $ 2.175 millones en
2022 a $ 1.256 millones en 2024. Esto afectó particularmente los ingresos por
exportación de energía, convirtiendo a Bolivia de un exportador neto en un
importador neto de gasolina y diésel. Esto implicó además mantener los
subsidios estatales para el petróleo y el diésel, que para 2025 costarán US$2
mil millones.
Para mantener un aparato estatal ampliado (que
implicaba un gasto público sustancial en salud, educación, infraestructura,
pensiones y muchos otros beneficios sociales), que producía una enorme brecha
entre los ingresos y el gasto, el gobierno de Arce utilizó reservas
internacionales. Estos disminuyeron de alrededor de $ 11 mil millones en 2017 a
$ 1,98 mil millones catastróficos para 2024, con el banco central financiando
el 80 por ciento del déficit.
A finales de 2024, la deuda pública era del 95% del
PIB. La economía tuvo una aguda escasez de dólares, de diésel, gasolina y otros
artículos de consumo diario, lo que provocó un aumento de la inflación. Debido
a la especulación, el mercado negro y el contrabando, la inflación de los
alimentos fue de alrededor del 25 por ciento.
Peor aún, los partidarios de Morales, siendo
dominantes en el Senado, torpedearon todos los proyectos del gobierno para
obtener créditos para aliviar la dura situación económica. Arce no tuvo más
remedio que aplicar la austeridad mientras buscaba la estabilidad
macroeconómica en una economía en crisis, lo que provocó un descontento masivo.
La oposición de derecha echó toda la culpa al gobierno de Arce y trató de
capitalizar el creciente descontento social, al igual que la facción de
Morales.
Rodrigo Paz ha prometido liberalizar el sistema de
Bolivia para superar el modelo «estatista» del gobierno del MAS. Quiroga, un
político de extrema derecha que desempeñó un papel central en el golpe de
Estado de 2019 contra Morales, propone un programa de estabilización y una
reforma constitucional apoyados por el FMI.
Lo que ha provocado la división en el MAS es otorgar a
la poderosa oligarquía boliviana un contexto propicio para desmantelar el
Estado plurinacional, lo que le permite intentar revertir 20 años de conquistas
sociales introducidas bajo el gobierno del MAS: tiene la presidencia, la Cámara
de Diputados, el Senado, un MAS inmensamente debilitado y fragmentado, y es el
menos preocupado por los votos nulos de Morales.
La característica más deprimente es la naturaleza
autoinfligida de la derrota de la izquierda, ya que no hubo una base política o
programática sustantiva para la división del MAS que la causó. Las dos
facciones compartían un conjunto de creencias derivadas de los principios
consagrados en la constitución. Ambos profesan una fuerte afirmación de la
soberanía nacional y el derecho a la autodeterminación; la propiedad pública de
los recursos naturales clave del país (gas, petróleo, minerales); el papel económico
central del Estado para lograr la justicia social y una redistribución justa
del ingreso nacional con el fin de reducir las desigualdades; y el
reconocimiento de los derechos identitarios, culturales, lingüísticos,
políticos y sociales de 36 naciones indígenas; y mucho más.
Todos los principios que ambas facciones sostienen y
defienden genuinamente, principios mucho más importantes que cualquier ambición
personal. Estas son las bases para la unidad y, sobre todo, para organizar la
lucha por defender la constitución del Estado plurinacional de Bolivia.
Para colmo, la escisión sin principios infectó a todas
las organizaciones de masas que habían hecho posible el estado plurinacional.
El MAS-IPSP es una construcción a medio camino entre una federación de
movimientos sociales y un partido político, en el que el rico universo social
de organizaciones indígenas, campesinas, de mujeres, mineras, obreras, etc.,
pertenecen al partido de manera corporativista.
La división se extendió como un reguero de pólvora de
arriba hacia abajo a través de todas las organizaciones sociales del MAS,
fracturando su unidad. Por lo tanto, lograr la unidad en la izquierda boliviana
será muy complejo porque no existe un organismo autorizado que pueda juzgar
conflictos o diferencias.
Sin embargo, la unidad es la condición previa sine qua
non para enfrentar lo que el próximo gobierno de derecha tiene reservado. El
pueblo de Bolivia tiene una larga historia de resistencia y lucha; no será
fácil para la oligarquía hacer retroceder al Estado plurinacional. Nosotros, en
el campo internacional, debemos impulsarnos a organizar la solidaridad con las
heroicas luchas que se avecinan del pueblo de Bolivia.
BOLIVIA: LA IZQUIERDA ANTE SU MAYOR DERROTA Y EL
DESAFÍO DE RECONSTRUIRSE
Rebelión de España (https://n9.cl/e9eux)
El derrumbe electoral de la izquierda en Bolivia era
previsible, pero no por eso menos doloroso. La división abierta entre Evo
Morales y Luis Arce Catacora, sumada a las pugnas internas, debilitó
profundamente al campo popular y terminó entregando el triunfo a la derecha.
Quienes hemos acompañado este proceso —aun con
críticas— reconocemos su importancia histórica. Durante más de una década, los
sectores indígenas, históricamente relegados, recuperaron autoestima, dignidad
y protagonismo político. Se saldaron deudas sociales largamente postergadas, la
pobreza y la desigualdad disminuyeron de manera significativa, y Bolivia vivió
un ciclo de estabilidad con justicia redistributiva. Pero también debemos
admitir que advertimos hace tiempo sobre la posibilidad de este desenlace y,
sin embargo, fuimos incapaces de evitarlo. Esta derrota no solo interpela a los
líderes, sino también a quienes, desde el campo popular, no supimos frenar una
catástrofe largamente anunciada.
La fractura interna
Luis Arce y su candidato Eduardo del Castillo
apostaron a apropiarse de la sigla del MAS a través de una maniobra judicial
que inhabilitó a Evo Morales. Confiaron en que podían captar el voto indígena y
popular, pero el resultado fue desastroso: apenas superaron el 3%. Fue un
castigo a quienes manipularon la legalidad y traicionaron a quienes los
llevaron al poder, pero también a una gestión económica fracasada que dejó
inflación, escasez y estancamiento, golpeando con más dureza a los sectores
vulnerables.
Por su parte, Andrónico Rodríguez, llamado en algún
momento a ser el heredero natural de Evo, se lanzó sin el respaldo del Pacto de
Unidad y sin base orgánica sólida, gesto leído por los movimientos sociales
como una deslealtad. Su campaña fue errática, desconectada de las bases, y más
dirigida a convencer a la clase media de que era un candidato “tranquilo” y
“moderado” que a hablarle a los barrios populares y a las comunidades
indígenas. A esto se sumó una compañera de fórmula percibida como una “niña rica
con ínfulas de izquierda”, lo que reforzó la sensación de elitismo y
desconexión con el pueblo.
Evo Morales, impedido de postular por una
interpretación judicial alineada con el Ejecutivo, optó por llamar al voto
nulo. La respuesta fue significativa: alrededor del 20% de las papeletas. Si se
suma el voto blanco, se trata de la segunda opción electoral del país. Sin
embargo, al ser inferior a la lista más votada, no alcanzó para impugnar la
legitimidad del proceso, que era justamente el objetivo de Morales. En los
hechos, su estrategia mostró tanto su vigencia como líder hegemónico de la
izquierda como los límites de su convocatoria en la coyuntura actual.
El giro del electorado popular
Los resultados reflejan un mapa complejo. Evo Morales
conserva una fuerza indiscutible en áreas rurales e indígenas —sobre todo
quechuas y aymaras—, pero ha perdido peso en sectores urbanos, en el oriente y
la Amazonía. El caso más simbólico es El Alto, bastión histórico de la
resistencia antineoliberal, donde amplios sectores se inclinaron por una opción
inesperada: Rodrigo Paz y Edman Lara.
El binomio Paz–Lara, y en particular Lara, expolicía
famoso por su diatriba anticorrupción en Tik Tok, encarna un populismo de
derecha con retórica religiosa y patriótica, inspirado en figuras como Nayib
Bukele. Sus promesas son grandilocuentes y poco viables en la actual coyuntura
económica: multiplicar por seis la Renta Dignidad para los adultos mayores sin
jubilación o pagar un salario mensual a las mujeres dedicadas al cuidado. Sin
embargo, lograron conectar con un electorado urbano popular que decidió castigar
la gestión del MAS y su interna fratricida, sin apostar al neoliberalismo más
radical representado por Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina. Este último, pese
a su millonaria campaña, volvió a cosechar otra derrota en su insistente
intento por convertir poder económico en poder político.
Un nuevo mapa político
La segunda vuelta enfrentará a dos derechas: una
populista, representada por Rodrigo Paz y Edman Lara, y otra neoliberal y
ortodoxa, encarnada por Tuto Quiroga y respaldada abiertamente por la embajada
estadounidense. Todo indica que Paz se impondrá, aunque en Bolivia nunca nada
está asegurado.
Sea cual sea el resultado, la fragmentación
parlamentaria y la crisis económica auguran un gobierno débil, obligado a
aplicar ajustes que recaerán sobre los trabajadores y sectores populares. Como
en el pasado, es previsible que las políticas económicas y sociales vuelvan a
dictarse en el Departamento de Estado norteamericano, desandando parte de lo
construido en los años del proceso de cambio.
En este escenario, la liberación de Marco Pumari y
Luis Fernando Camacho —actores centrales en la crisis de 2019 y en las masacres
de Sacaba y Senkata— confirma el giro institucional hacia la derecha y
demuestra, una vez más, que la justicia boliviana es todo menos independiente.
El desafío de la izquierda
La izquierda boliviana tiene por delante una doble
obligación: recomponer su unidad y redefinir su proyecto. Evo Morales sigue
siendo el referente ineludible; sin él, nada es posible. Pero su desgaste
muestra la necesidad de un relevo generacional, construido no desde la
improvisación individual, sino desde los cauces deliberativos y orgánicos de
las organizaciones sociales.
Más que nombres, lo fundamental es el programa. El
“proceso de cambio” permitió grandes avances sociales, pero agotó un modelo
basado en la renta de los recursos naturales. Hoy se requiere un proyecto que
coloque en el centro el desarrollo productivo, con soberanía estatal sobre
sectores estratégicos, pero también con la creación de empresas comunitarias
contempladas en la Constitución. Un modelo capaz de romper la hegemonía de las
élites oligárquicas agroindustriales, diversificar la economía, fortalecer el
consumo interno y ampliar las exportaciones.
El horizonte debe ser el de un socialismo comunitario,
no solo redistributivo sino productivo, que permita superar la dependencia
extractivista y sentar las bases de un desarrollo soberano y descolonizador.
La derecha y sus aliados externos ya trabajan en la
restauración neoliberal. Para resistir, el movimiento popular necesita
autocrítica, generosidad y unidad. Se perdió una batalla muy dura, pero la
lucha histórica del pueblo boliviano no termina aquí.
La tarea inmediata es pasar de la disputa interna y la
recriminación a la construcción colectiva, defendiendo lo conquistado y
proyectando una Bolivia verdaderamente descolonizada, en manos de sus
verdaderos dueños: las clases trabajadoras e indígenas-populares.
Esta ha sido una derrota dolorosa, pero la historia de
Bolivia enseña que ninguna derrota es definitiva. La guerra de largo aliento
por la dignidad y la soberanía continúa, y en las trincheras de lucha,
volveremos a encontrarnos.
DURO ENFRENTAMIENTO ENTRE CANDIDATO A DIPUTADO POR
ARICA Y CANDIDATO PRESIDENCIAL BOLIVIANO POR LA LEGALIZACIÓN DE AUTOS ROBADOS
Arica al Día de Chile (https://n9.cl/7to57)
El candidato a diputado por Arica y Parinacota,
Sebastián Huerta (UDI), cuestionó duramente la propuesta del aspirante
presidencial boliviano Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano
(PDC), quien anunció que en caso de llegar a la Presidencia legalizará los
autos indocumentados —conocidos como “chutos”— que circulan en Bolivia.
Huerta advirtió que esta señal ya está teniendo
efectos concretos en Chile. “El robo de autos ha aumentado en nuestra región en
un 158%, según datos de Carabineros de Chile, y va a seguir aumentando, porque
el candidato presidencial boliviano, Rodrigo Paz, anunció que va a legalizar
todos los autos indocumentados que estén allá, incluyendo los que han sido
robados en nuestra región de Arica y Parinacota”, expresó en un video que se
viralizó en redes sociales y alcanzó fuerte repercusión en todos los medios de
comunicación bolivianos.
El candidato a diputado sostuvo además que la
propuesta de Paz constituye una amenaza directa a la seguridad del país. “Si
Bolivia toma esa determinación, nuestro país debe quitarle el visado Mercosur.
No podemos entregarle beneficios a un país que busca legalizar lo que ha sido
robado acá en nuestra región”, enfatizó.
La polémica escaló luego de que el propio Rodrigo Paz
defendiera su postura en una entrevista radial, asegurando: “Parece que fuera
un pecado tener un auto chuto en Bolivia, cuando todo el mundo tiene un auto
chuto”. En la misma línea, afirmó que “Si los chutos se convierten en legales,
vamos a dar seguridad jurídica a la gente”, insistiendo en que negarlo “sería
un error”.
En el mismo tono, Paz respondió directamente a Huerta:
“Lo primero es que el candidato chileno debería preocuparse por qué roban en
Chile. Debe informarse bien el porcentaje que da, han sido dos o tres vehículos
robados los que ya han sido retornados. Pero él debería preocuparse de por qué
ellos no pueden defender su frontera y qué pasa con Carabineros de Chile. ¿No
serán los Carabineros los que están robando y poniendo esos productos en
Bolivia? Y Huerta se debería informar más, porque por ejemplo en Iquique
también hay autos chutos”.
Para finalizar, mantuvo su propuesta y remató “Le
aconsejo al candidato que se preocupe por la policía de su país y por los
ladrones de su país, porque son los chilenos los que roban allá y traen los
vehículos acá”.
Ante los cuestionamientos de Paz sobre Carabineros de
Chile, Huerta replicó que “Es inaceptable que un candidato presidencial
boliviano acuse a nuestros Carabineros de ser parte de las bandas que roban
autos en Chile y los pasan a Bolivia. Frente a este tipo de acusaciones, el
silencio no cabe. El canciller Van Klaveren debe hacer una defensa ahora, que
aclare si la Cancillería está dispuesta a tolerar que se insulte a nuestros
Carabineros y que, además, se impulse una política que blanquea el delito y amenaza
directamente la seguridad de las familias chilenas. Esto no es un simple tema
policial, es un asunto diplomático importante y urgente. ¿Qué espera el
gobierno del Presidente Boric para alzar la voz y defender los intereses de
Chile?”.
Es importante, tener en contexto que el debate se
produce en medio de una creciente presencia boliviana en Chile. Según datos del
Servicio Nacional de Migraciones, en el primer semestre de 2025 se otorgaron
70.191 visas laborales Mercosur a ciudadanos de Bolivia, lo que representa un
alza de 533% en un año y consolida a esa comunidad como el principal grupo de
trabajadores extranjeros en el país.
LA EXTRAÑA HISTORIA DEL CAPO DE LA MAFIA DE LOS
BALCANES QUE SE MOVÍA CON UN DNI ARGENTINO Y LO BUSCABAN VARIOS PAÍSES
Luka Starcevic fue detenido en la frontera entre
Bolivia y Paraguay. En Europa lo dieron por muerto y reapareció en Brasil,
donde por un error quedó en libertad. Está acusado de varios crímenes
La Nación de Argentina (https://n9.cl/rnqb9)
Algo no les cerró a los agentes de Migraciones de
Paraguay el miércoles 20 de agosto, cuando en el remoto puesto fronterizo de
Mayor Infante Rivarola, escucharon hablar con un extraño acento a un hombre que
presentó un DNI argentino a nombre de Lisandro Emanuel Larre. Así, casi por
azar, los agentes guaraníes dieron con quien era, en realidad, un capo narco
serbio.
El falso Larre era, en verdad, Luka Starčević, quien
según fuentes de la Justicia paraguaya pretendía entrar a Bolivia, donde se
libra una “guerra” con la mafia de los Balcanes por el control del narcotráfico
en esa región clave productora de cocaína.
La vida de Starčević acumula historias que podrían
servir para varias temporadas de una serie de ficción. Está acusado de haber
acribillado a Goran Radoman, un jefe de la mafia de los Balcanes cuyo crimen
derivó en una guerra entre clanes narcos en esa parte del este de Europa. Pudo
escapar y montó la fachada de su propia muerte en España, lo que le sirvió para
poder huir a Brasil, donde está acusado de matar a tres personas, aunque logró
quedar en libertad por un “error” administrativo en la Justicia de ese país.
El último capítulo de su ajetreada vida lo expuso en
aquel remoto paso fronterizo entre Paraguay y Bolivia, donde se movía con DNI
argentino.
En la Argentina, ni el Ministerio de Seguridad
Nacional ni los órganos de investigación consultados por LA NACION no tenían
información de que Luka Starčević hubiese estado en el país, ni que hubiera
tenido algún tipo de actividad criminal.
Según pudo averiguar este diario, el DNI que portaba
Starčević en el momento en que fue detenido en el límite entre Paraguay y
Bolivia, a nombre de Lisandro Emanuel Larre, sería apócrifo. Según apuntaron
fuentes de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), no hay registros
con ese nombre en ningún otro ente fiscalizador, como ARCA o Anses. Ese DNI
figura como expedido el 5 de junio de 2019.
Que este hombre nacido en Belgrado no figure en la
Argentina señalado como miembro de alguna organización criminal no garantiza
absolutamente nada: estos eslabones del crimen organizado transnacional se
mueven en las sombras de manera permanente.
Algo similar ocurrió en la Argentina con Bozidar
Ratkovic, conocido como “Bozo”, un narcotraficante de peso encargado de
preparar la logística para enviar cargamentos de cocaína a Europa a través del
puerto de Zárate.
Según publicó el periodista Agustín Ceruse en el sitio
Encripdata, Ratkovic tenía vínculos con el colombiano Gabriel Jaime Londoño
Rojas, que fue detenido en Abu Dhabi en 2022 y fue uno de los responsables de
los grandes cargamentos de cocaína que salieron a través del puerto de Rosario,
y de otro de 1650 kilogramos de esa misma droga que fue incautado por la
Policía Federal en un galpón abandonado en el barrio de Empalme Graneros, en la
zona noroeste de Rosario.
Otro capítulo de la llamada mafia de los Balcanes en
la región quedó al descubierto en Uruguay como consecuencia de la “Operación
Virtus”, que develó cómo un grupo criminal integrado por montenegrinos,
argentinos, uruguayos y colombianos lograba introducir cocaína –proveniente de
Buenos Aires– en buques de ultramar cuando se encontraban en aguas del océano
Atlántico, cerca de las costas orientales, a la altura del departamento de
Rocha.
Una calificada fuente del Ministerio de Seguridad
Nacional consideró que probablemente Starčević podría haber estado involucrado
en esta operación que terminó con 18 personas detenidas en Uruguay, entre
ellas, un argentino y dos ciudadanos de la República de Montenegro.
Escándalo en el Cono Sur
Starčević es desconocido en la Argentina, pero no en
la región. En Brasil estuvo detenido por un crimen, pero logró salir de la
cárcel por una supuesta falla del sistema, una maniobra que generó un escándalo
en ese país. En Belgrado, este serbio aparece relacionado con uno de los
crímenes que conmocionaron a ese país en 2015, como fue el asesinato del capo
mafioso Goran Radoman, crimen que desató una guerra entre los clanes Kavač y
Škaljari. El conflicto entre estos dos grupos criminales fue sangriento.
El rol de Starčević en este caso es digno de una pieza
de ficción. La policía montenegrina lo convirtió en uno de los principales
sospechosos del homicidio a partir de una geolocalización con un GPS. El serbio
había colocado un localizador satelital en el BMW de Radoman para seguirlo y
asesinarlo con más de 20 disparos de un fusil AK47 en la cochera de un
edificio. Días después, Starčević desapareció cuando un tribunal de Belgrado
ordenó su captura ante los indicios que lo ligaban a aquel asesinato.
Los medios de Montenegro publicaron en su momento que
Starcevic reapareció luego en España, pero a partir de una noticia que señalaba
que había muerto. En el programa periodístico serbio Slučaj revelaron que este
hombre, que fue detenido el miércoles 20 en Paraguay con un DNI argentino,
había logrado huir a Brasil, y que en realidad la noticia de su muerte era una
simulación para que se olvidaran de él.
El primer indicio de que Starčević estaba vivo surgió
cuando fue detenido en julio de 2020 en una ruta cercana a San Pablo, donde a
los policías les entregó documentación que indicaba que su nombre era Luka
Maric, un ciudadano croata que tenía pedido de captura de Interpol. En el auto
en el que se movía, un Nissan, llevaba una importante suma de dinero con la que
intentó sobornar a los agentes.
El falso Maric, que no era otro que Starčević, había
contratado a un chofer para que lo llevara a la ciudad de Santos, cuyo inmenso
puerto es uno de los principales puntos de envío de cocaína hacia Europa. Logró
salir al poco tiempo de la cárcel porque no había pedido de extradición ni
tampoco causas en su contra en Brasil. No obstante, en 2021 lo acusaron de los
asesinatos de un policía y de un portero de un edificio. También, del crimen de
otro narco de origen serbio.
Un “error” favoreció inesperadamente a Starčević. A
pesar de que el Supremo Tribunal Federal (STF) había ordenado su prisión
preventiva, este serbio quedó en libertad debido a que el Departamento
Penitenciario del estado de Paraná alegó que aquella orden no estaba registrada
en el Banco Nacional de Medidas Penales y Penitenciarias (BNMP-CNJ), lo cual es
un requisito legal para que pueda ejecutarse la orden de prisión preventiva.
Como resultado, Starčević fue liberado por orden judicial y, además, fue absuelto
en uno de los casos de homicidio y asociación ilícita en el estado de Paraná.
La última vez que en Brasil lo vieron a Starčević fue
cuando salió de la cárcel de São José dos Pinhais, en la región metropolitana
de Curitiba, el 23 de junio de 2023. En ese país aparecieron luego varios
informes de inteligencia que ligaban a este serbio con el Primer Comando de la
Capital (PCC) y con la ‘Ndrangheta, la mafia italiana con la que hacía negocios
para enviar y distribuir drogas en Europa.
Starčević, que se había transformado en un fantasma
para la Justicia y para las fuerzas de seguridad brasileñas tras el escándalo
de su libertad, reapareció de forma inesperada en un remoto lugar del Chaco
paraguayo: en el paso fronterizo Mayor Infante Rivarola.
Intentó cruzar ese punto limítrofe para ingresar a
Bolivia. Cuando entregó su documentación para entrar en ese país, los
funcionarios de Migraciones de Paraguay notaron algo raro. Porque su documento
estaba a nombre de un ciudadano argentino, pero su acento ponía en duda que lo
fuera.
Después de analizar la documentación que llevaba este
hombre con acento raro, y tras una consulta internacional a través de la Red
Atenas –un programa de cooperación internacional con Europol–, las autoridades
migratorias paraguayas confirmaron que el hombre que intentaba cruzar hacia
Bolivia con documentación argentina falsa era Luka Starčević, ciudadano serbio
buscado por homicidios y crimen organizado en Brasil y en Europa. Fue retenido
con apoyo de la Policía Nacional y, esa misma noche, expulsado por el Puente de
la Amistad, en Ciudad del Este, donde fue entregado a la Policía Federal de
Brasil.
Las sospechas de este último movimiento de Starčević
podrían responder, según altas fuentes de la Justicia paraguaya, a una “guerra”
entre bandas serbias y montenegrinas que se está librando en territorio
boliviano por el control de terminales para el tráfico de drogas.
La tensión subió en Bolivia en torno a los carteles
narcos luego de que el 13 de agosto pasado fueran encontrados tres cuerpos
embalados en una vivienda de Santa Cruz de la Sierra. Las víctimas eran
presuntos miembros de la mafia balcánica. Los cadáveres pertenecían a los
serbios Miljan Gjekic, de 38 años, y Vanja Milosevic, de 41, y a Dejanco
Lazarevski, de 43 años y oriundo de Macedonia del Norte. Se presume que sus
cuerpos iban a ser arrojados a un río.
El ministro de Gobierno boliviano, Roberto Ríos,
admitió públicamente que las mafias europeas intentan asentarse en Bolivia
aprovechando el vacío dejado por la cinematográfica fuga del narco uruguayo
Sebastián Marset, líder del Primer Comando Uruguayo y considerado una suerte de
“manager” de la logística del tráfico de drogas hacia Europa a través de la
hidrovía.
EMPRESARIO BOLIVIANO HABILITA PLANTA DE DIÉSEL
La Nación de Paraguay (https://n9.cl/erz33)
El empresario boli¬viano Xavier Itu¬rralde inauguró en
el país una planta para pro¬ducción de combustible dié¬sel sintético a base de
objetos reciclados como cubiertas, aceite y plásticos.
Afirmó que eligió a Paraguay por sobre su país para su
proyecto por menores impuestos, reglas claras y poca burocracia. Villeta fue la
ciudad en la que Iturralde decidió asentar su proyecto de una planta de diésel
sintético, lejos de su La Paz natal.
Recientemente, el empresario explicó a medios de su
país las razones por las que decidió desarrollar su capital en Paraguay y no en
Bolivia. Iturralde acotó que en Bolivia no pudo concretar su emprendimiento por
falta de respaldo normativo y múl¬tiples trabas jurídicas que no pudo sortear
durante varios años.
Afirmó que la decisión de instalarse en Paraguay se
cimentó en los bajos impues¬tos, marco jurídico claro y poca burocracia, a
diferen¬cia de su país. Reconoció que la única ventaja que ofrecía Bolivia
frente a Paraguay eran los costos logísticos pero que, en suma, la balanza de
bene¬ficios se inclina hacia nuestro país.
“En Paraguay porque se paga menos impuestos, por¬que
toda la parte jurídica es más clara. En todo sentido en Paraguay nos sale
mejor. Lo único que nos salía mejor en Bolivia eran los costos logísti¬cos,
pero aún así, complicán¬donos, lo hemos logrado”, dijo un medio televisivo
boliviano.
Dijo que la puesta en marcha de la planta de diésel
sintético en Paraguay abre la posibili-dad de expandir la produc¬ción. Su
capacidad de produc¬ción ronda los 1,8 millones de litros anuales.
Desde el Ministerio de Industria y Comercio (MIC)
señalaron en varias oca¬siones que uno de los incen¬tivos más atrayentes para
los empresarios a la hora de inyectar su capi¬tal en el país son los impuestos
bajos, que, sumado a una macro¬economía estable.
NARCOPILOTOS BOMBARDEARON DROGA Y LUEGO QUEMARON LA
NAVE
Enorme operativo en Garza, sobre ruta 34. los pilotos
extranjeros están prófugos.Buscan reconstruir la ruta del vuelo y calcular
dónde arrojaron la droga.
El Tribuno de Argentina (https://n9.cl/t1ioex)
A pesar de un intenso y espectacular operativo, dos
pilotos bolivianos supuestamente lograron eludir el cerco de las fuerzas
federales y provinciales a solo 100 kilómetros de la ciudad capital de Santiago
del Estero.
La frenética búsqueda se concentró sobre la ruta
nacional 34 y los montes circundantes a la localidad de Garza.
En la noche del jueves, una avioneta aterrizó en un
campo de esa zona. Testigos presenciales relataron que era demasiado tarde y
oscuro para tratarse de un avión fumigador, y que tras el aterrizaje vieron a
los dos pilotos descender de la aeronave, internarse en el monte, volver luego
al avión y prenderle fuego. Se presume que se comunicaron con los dueños de la
nave, quienes habrían ordenado incendiarla para no dejar rastros.
Tras este hecho, los testigos dieron aviso a la
policía. Las fuerzas federales llegaron primero, pero los pilotos ya habían
sido evacuados, aparentemente ilesos.
Garza se ubica dentro del departamento Sarmiento, a la
vera de la ruta nacional 34, en el centro de la provincia de Santiago del
Estero.
Pese al hermetismo, trascendió que el caso es
investigado por el fiscal de turno de la Justicia ordinaria, Martín Silva, y
también por el titular del Juzgado Federal, Sebastián Argibay.
Al lugar arribaron unidades de Gendarmería, Policía
Federal y la división Drogas Peligrosas. En paralelo, y de forma preventiva, la
comisaría 38 de Garza estableció un perímetro en el sector donde quedó la nave,
cuyo contenido se mantenía en misterio hasta el amanecer.
Voceros señalaron que la avioneta aterrizó en un campo
trabajado, semitrillado, poco después de las 20. Los pobladores aseguraron
luego haber visto a dos hombres descender, tomar algunas pertenencias y
ocultarse en el monte. Con esa versión, una hora después, fuerzas federales
coparon la zona.
"Vimos a un avión sobrevolar y luego se
cayó", relató un vecino. Mientras algunos hablaban de una caída
accidental, otros sostuvieron que se trató de una maniobra intencional previa a
la fuga.
Sin combustible
Para los expertos, los ocupantes se habrían quedado
sin combustible tras realizar un presunto sembrado de droga. Buscaron un lugar
para el aterrizaje forzoso y huyeron tras incendiar la aeronave.
Lo cierto es que, pasada las 21, la región estaba
rodeada por efectivos de seguridad. Se dispuso un cierre en la ruta 34 y en
otros accesos estratégicos.
Los policías trabajaron con tecnología de punta:
celulares satelitales, cámaras de infrarrojo, y más tarde, drones y perros
rastreadores. Sin embargo, durante 48 horas de rastrillajes en un radio de 20
kilómetros —que luego se amplió— no lograron dar con los fugitivos.
La incógnita creció aún más cuando se empezó a
sospechar que los pilotos recibieron ayuda externa para escapar y fueron
trasladados hacia el norte del país, posiblemente a la provincia de Salta. Se
estima, además, que la aeronave habría sobrevolado previamente el Chaco
salteño.
Número de motor ahora es la clave
La tecnología será vital para identificar propietario
y origen de la nave. Se sabe que habría partido de algún lugar de Bolivia,
atravesó el chaco salteño y llegó quizá al sur de la provincia de Santiago del
Estero.
Al mismo tiempo, gendarmes ya cuentan con la
numeración del motor de la avioneta. Y en las últimas horas reconstruían e indagaban en las condiciones legales del
vuelo y a quién o a quiénes les habría sido otorgado el permiso de vuelo, si es
que existe tal permiso. Se cree que todo es ilegal y profesional.
INGRESO POR PASO NO HABILITADO, DISPAROS Y DROGAS: LOS
DETALLES DEL CASO QUE DEJÓ CINCO POLICÍAS BOLIVIANOS EN PRISIÓN PREVENTIVA
Revista Nostálgica de Chile (https://n9.cl/83jgs)
Hay un sexto detenido en esta trama, correspondiente a
un civil de la misma nacionalidad. Se estableció un plazo de investigación de
150 días.
Durante la jornada del viernes se conoció que los seis
ciudadanos bolivianos -cinco de ellos parte de la policía de Bolivia- que
ingresaron a Chile por un paso no habilitado portando drogas y armas, quedaron
en prisión preventiva.
Según se detalló en la audiencia de formalización, fue
el 24 de agosto cuando los cinco uniformados extranjeros traspasaron el límite
político internacional con Bolivia, a bordo de un vehículo Nissan sin
distintivo institucional.
En concreto, ingresaron a territorio chileno por un
paso no habilitado, internándose por casi dos kilómetros por el sector
denominado “Hito Cajón” (a la altura del km 49 de la ruta CH-27). En dicho
lugar también estaba un civil boliviano en una camioneta marca Toyota con
patente nacional adulterada y que tenía encargo por robo en Chile.
Los policías imputados habrían efectuado un número
indeterminado de disparos que habrían alcanzado la parte trasera de la
camioneta. Tras ello, habrían reducido a uno de los ocupantes del móvil,
esposándolo y manteniéndolo recostado y descalzo sobre la nieve.
Es en ese contexto en que personal de Carabineros
perteneciente a la Segunda Comisaría de San Pedro de Atacama, los controló y
capturó.
Según consignó El Mercurio de Calama, el general
Cristian Montre, relató que los uniformados chilenos, “mientras patrullaban por
la ruta CH-27, al llegar a la altura del kilómetro 50, logran divisar a un
grupo de personas que, en un paso no habilitado, intentaban retirar dos
vehículos, los que se encontraban varados (…). Frente a esa circunstancia, los
carabineros deciden efectuar un control“.
De acuerdo con información compartida por Fiscalía,
durante la revisión del vehículo Nissan se encontró una gran cantidad de
armamento y municiones, como también 14 celulares y dos juegos de placas
patentes bolivianas.
En la camioneta Toyota, en tanto, se descubrieron 499
kilos 850 gramos de marihuana y 73 kilos 750 gramos de pasta base de cocaína.
Además, carabineros verificó que este último vehículo mantenía encargo vigente
por robo en Chile. Así, se les aprehendió a los seis individuos.
Cabe mencionar que ante el tribunal, el Ministerio
Público expuso archivos de audio y mensajería extraídos de uno de los 14
celulares incautados, los cuales sugerirían su vinculación con actividades
ilícitas anteriores. Asimismo, se mencionó la incautación de dispositivos GPS,
lo que a juicio de la Fiscalía, debilitaría la tesis de un ingreso accidental
al país.
Delitos imputados
Los cinco ocupantes del vehículo Nissan,
correspondientes a cuatro hombres y una mujer de la Fuerza Especial de Lucha
Contra el Narcotráfico (FELCN), fueron formalizados por la Fiscalía de Calama
por los delitos de tenencia ilegal de arma de fuego prohibida, tenencia ilegal
de arma de fuego, tenencia ilegal de municiones, disparos injustificados,
secuestro y tráfico de drogas.
A su vez, el civil fue formalizado por tráfico de
drogas y receptación de vehículo motorizado.
La máxima medida cautelar fue aplicada para todos por
ser un peligro para la seguridad de la sociedad y se dispuso un plazo de
investigación de 150 días.
Con todo, el fiscal regional de Antofagasta, Juan
Castro Bekios, destacó “que se trata de una investigación penal, que surge de
un procedimiento policial flagrante realizado por personal de Carabineros de
Chile, en sus labores de control de soberanía, cuyas primeras diligencias
apuntan a la participación presunta de todos y cada uno de los imputados y
detenidos en distintos delitos, todos cometidos en territorio nacional, y
frente a los cuales el Ministerio Público está obligado a actuar sin importar
en ningún caso la función o la nacionalidad de quién los comete. Todos ellos
apegados estrictamente al principio de legalidad y de igualdad ante la ley“.
Medios bolivianos
Según expuso el medio del país vecino llamado “El
Día”, hace unas jornadas el comandante general de la Policía Boliviana, Augusto
Russo, afirmó que el ingreso de los agentes de la FELCN a territorio chileno
había sido accidental y que se gestionaba su repatriación.
El Deber, en tanto, mencionó en una publicación este
sábado que el viceministro de Sustancias Controladas, Jaime Mamani, planteó la
devolución de los policías, propuesta que fue rechazada en Chile.
De acuerdo a lo que explicó Mamani, los policías
formaban parte de una patrulla antidroga que realizaba labores de interdicción
en la frontera entre Bolivia y Chile.
“En la persecución de nuestros efectivos a un vehículo
que estaba transportando sustancias controladas hacia la República de Chile, el
vehículo se detuvo por una nevada y se logró aprehender al conductor. Al
interior se encontró marihuana y cocaína. En ese momento se acercaron
Carabineros de Chile, quienes les manifestaron que estaban en territorio
chileno y procedieron a detener a nuestros efectivos“, indicó.