Monday, September 08, 2025

LA AUTOPERCEPCIÓN INDÍGENA SE VUELVE ARMA ELECTORAL EN BOLIVIA


“La frase ‘indios de mierda’ se mimetizó con ‘masistas de mierda’. Ya no se insulta como indio, sino como masista. Mucho se descalificó a la población indígena como masista, pero algunos políticos, en época electoral, están reconsiderando sus posiciones”, afirma Macusaya.


El único de los resultados del último censo en Bolivia que generó divisiones fue el referido a la autoidentificación indígena. El 38,7% de los casi 11,5 millones de bolivianos declaró pertenecer a alguna nación originaria, frente al 41% de la encuesta de 2012 y lejos del 62% registrado en 2001. Políticos y medios opositores vincularon el descenso con el fin de casi dos décadas de gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), que enarboló un discurso indianista. Del otro lado, figuras de izquierda destacaron una desaceleración en la caída y recordaron que la población indígena creció en números absolutos: “Un porcentaje alto, considerando el embate grotesco del racismo producto de la polarización”.
Los analistas coinciden en que la creciente migración del área rural a las ciudades —7 de cada 10 bolivianos vive en zonas urbanas, según los nuevos datos— influye en los resultados. La ascendencia que llega del campo se vuelve cada vez más lejana para las nuevas generaciones y con ella se diluyen las lenguas originarias y ciertas prácticas vinculadas al territorio. Sin embargo, también señalan que el contexto político incide en la volatilidad de la cifra. La llegada a la presidencia en 2006 del primer presidente indígena, Evo Morales, fue resultado de una serie de luchas de los pueblos originarios por participar en la vida pública que se intensificaron en la década de los noventa.
Carlos Macusaya, ensayista aimara y excandidato a senador por Andrónico Rodríguez en las pasadas elecciones, recuerda que en 2001 la identidad indígena significaba rebeldía frente al orden establecido. “Era un contexto de alta politización donde los partidos y el modelo económico tradicional eran cuestionados”. El MAS canalizó esas demandas y convocó una Asamblea Constituyente que permitió, por primera vez, la participación de representantes de las naciones originarias en la redacción de la nueva Constitución de 2009, donde plasmaron su visión de autonomía y cosmovisión, base de la fundación del Estado Plurinacional de Bolivia.
Algunos sectores conservadores, como los cívicos de Santa Cruz, presionan ahora a los candidatos opositores que disputarán la segunda vuelta presidencial el 19 de octubre para eliminar la figura del Estado Plurinacional y “volver a la República”. La demanda cobró fuerza tras el censo de 2012, cuando se argumentó que la drástica caída de la población indígena “fragmentaba” la identidad nacional. Para la diputada opositora y miembro de la nación Sura, Toribia Lero, es “preocupante” este intento de retroceso, aunque responsabiliza al MAS de la estigmatización que asocia lo indígena con el oficialismo.
“La crisis económica y el desfalco a las reservas internacionales del MAS han llevado a que se relacione al indio con corrupción, minería ilegal e incapacidad. Los movimientos indígenas ya no obedecen a sus propios intereses, sino al Gobierno, donde ocupan cargos”, afirma Lero. La diputada de Comunidad Ciudadana participó en el proceso constituyente de 2009, pero se alejó de Morales y es crítica con el Gobierno. Las políticas que estos disidentes califican de ecocidas, como la carretera que pretendía atravesar la Amazonía y derivó en confrontaciones entre la Policía y comunidades, explica el alejamiento de grupos que antes se vinculaban con el partido de Morales. Al punto de expresar públicamente que no se identificarían como indígenas como acto de rebeldía frente al Gobierno.
El historiador y fundador del periódico indianista Pukara, Pedro Portugal, sostiene que ha habido una “folclorización” de lo indígena en los últimos años, como las ceremonias de investidura de Morales en las ruinas de Tiahuanaco, en 2006. “El resultado del censo es un fracaso de esas políticas. Se ha instrumentalizado lo indígena como ventaja política. El MAS tuvo legitimidad al tener un presidente indígena, pero solo puso en práctica preocupaciones anteriores, como el cultivo de coca y la wiphala”. Con todo, el número absoluto de personas mayores de 15 años que se identifican con alguna de las 36 naciones reconocidas en la Constitución aumentó: de 2.806.592 en 2012 a 4.302.484 en 2025.
Las culturas que lideran el crecimiento son la quechua y la aimara. Macusaya lo atribuye a la emergencia de una generación de intelectuales con marcada mirada étnica: hijos de migrantes campesinos que accedieron a la universidad y se beneficiaron del ascenso social de la clase indígena. “En los últimos años, ha cobrado fuerza el activismo en redes sociales. Hay quienes enseñan quechua o aimara, otros que problematizan lo étnico. Ese trabajo ha logrado que más personas se autoidentifiquen como nativas”, dice. Esta trinchera se fortaleció tras la caída de Morales en 2019, cuando se exacerbaron los discursos de odio y discriminación en las clases medias y altas urbanas que empujaron su derrocamiento.
“La frase ‘indios de mierda’ se mimetizó con ‘masistas de mierda’. Ya no se insulta como indio, sino como masista. Mucho se descalificó a la población indígena como masista, pero algunos políticos, en época electoral, están reconsiderando sus posiciones”, afirma Macusaya. Los entrevistados coinciden en que de los jóvenes pensadores surgirán nuevos liderazgos capaces de recomponer las fuerzas que toman lo étnico como bandera. También advierten que los próximos líderes deberán comprender cómo se ha transformado la clase indígena, que no es la misma de hace veinte años. (https://n9.cl/vlbnz)




BOLIVIA, LAS SECUELAS DE UN PAÍS SECUESTRADO POR EL SOCIALISMO, NARRADAS DESDE LOS SUCESOS

Virginio Lema Trigo, abogado, periodista y activista boliviano presenta “La destrucción documentada de Bolivia”, testimonios que abrirían puertas a la justicia

Diario Las Américas de EE.UU. (https://n9.cl/nv9hj2)

Bolivia se encuentra en un punto de inflexión histórico. La nación se prepara para una segunda vuelta presidencial el próximo 19 de octubre, en un escenario de alta tensión, profunda crisis económica y una fractura política sin precedentes.
Por primera vez en dos décadas, la contienda electoral no tiene como protagonista al Movimiento al Socialismo (MAS). En su lugar, dos figuras de la centroderecha y la derecha, Rodrigo Paz Pereira y Jorge ‘Tuto’ Quiroga, se disputan el liderazgo de un país que busca desesperadamente un nuevo rumbo tras el final de un largo ciclo de hegemonía de la izquierda.
El descontento social tiene raíces profundas y tangibles. Una inflación anual que alcanza el 23%, la notoria escasez de combustibles en todo el territorio, una drástica caída de las exportaciones y un endeudamiento público creciente conforman el cóctel perfecto para la ansiedad ciudadana.
La caída del MAS como fuerza dominante explica este nuevo panorama. El partido llegó a las elecciones fracturado, debilitado por las profundas divisiones internas entre el presidente saliente, Luis Arce, y su antiguo mentor, Evo Morales. La inhabilitación definitiva de Morales por parte del Tribunal Constitucional selló el fin de su proyecto de retorno al poder.
Para analistas críticos como el periodista Virginio Lema, lo que Bolivia vivió en los últimos veinte años fue mucho más que un gobierno de izquierda; fue una “dictadura” en toda regla. Lema califica este periodo como un proceso deliberado de “destrucción masiva” que afectó no solo a la economía y a la política, sino también al tejido social del país.
Sostiene que el MAS ejecutó un proyecto ajeno a los intereses bolivianos, un “imperio socialista” que fracturó a la sociedad y erosionó sus cimientos institucionales.
Según Lema, la estrategia del MAS se basó en la división y el control. Acusa al régimen de haber convertido a Bolivia en un “narcoestado” y de haber implementado una persecución sistemática contra cualquier voz disidente.
Estas graves denuncias no son solo discursivas. Lema, junto a un equipo de periodistas, las ha incorporado meticulosamente en una obra de cuatro volúmenes titulada "La destrucción documentada de Bolivia".
Estos libros, publicados bajo el riesgo que implicaba hacerlo “en dictadura”, se presentan como la prueba de los crímenes del régimen, “con más de 250 muertes en 20 años”.
- Su país tuvo un proceso eleccionario por la presidencia en primera vuelta y ahora se alista para el balotaje en octubre, entre Rodrigo Paz y Jorge ‘Tuto’ Quiroga. ¿Cómo analiza esta contienda y el devenir de los bolivianos?
Creo que en Bolivia todavía hay una gran confusión. Bolivia vive una dictadura de la que todavía no nos hemos podido liberar, que nos ha llevado a un proceso de destrucción masiva, no solo de la economía y la política, pero también de la sociedad. En Bolivia hemos tenido unas diferencias muy marcadas desde el gobierno en estos últimos 20 años, donde nos han dividido y nos han hecho creer que hay bolivianos de primera y bolivianos de segunda; que los bolivianos de primera son los indios, mientras nosotros seguimos diciendo que en Bolivia hay una sola nación, es la nación boliviana. Que uno pueda nacer con un color de ojos y un color de piel diferente, no nos hace en absoluto diferentes. Eso hace que el país pueda tener una perspectiva mucho más amplia en el mundo en el que vivimos. Creo que el próximo gobierno tiene tareas profundas. La primera de ellas es desinstalar toda esta hermenéutica que se ha generado desde la lógica del socialismo del siglo XXI, con unas antenas en todo el mundo. Siempre nos han hablado de los ‘imperios’, pero es el imperio socialista el que han tratado de imponer en nuestro país. Frente a toda esa gran confusión, creo que hoy día los bolivianos estamos con la expectativa de lograr la unidad, la cohesión de liderazgos, y podemos lograr acabar con el MAS y esa va a ser seguramente la primera de las tareas del próximo gobierno.
- En ese escenario de ‘gran confusión’, como usted lo llama, ¿qué papel juega una figura tan nefasta para Bolivia y para la región como Evo Morales?
Evo Morales es el líder de esto que se ha llamado el socialismo del siglo XXI en Bolivia. Es el líder de la destrucción masiva de nuestro país. Es así como titulan las cuatro obras que nosotros venimos a presentar a Estados Unidos. Una destrucción masiva en el ámbito económico, político, social, cultural. Han destruido la institucionalidad en el país. Y este hombre representa lo peor que le ha pasado a nuestro país en 200 años de vida republicana. Ellos [el MAS] han llegado con la idea de la igualdad y lo que han hecho es justamente dividirnos. Ellos han llegado con la idea del progreso y lo que han hecho es destruir todas las opciones que podemos tener como país. Ellos tienen una gran responsabilidad y tienen que pagarla. Soy un convencido de que la primera tarea que tiene el próximo gobierno es asumir la reparación de la justicia de miles y miles de familias, más de 10.000, que han tenido que escapar de Bolivia. Hoy tenemos más de 330 presos políticos. Hay más de 250 muertos por la dictadura en los últimos 20 años. Entonces, es mucha la reparación histórica que se tiene que hacer, pero nosotros creemos que en Bolivia no debe haber venganza, pero debe haber justicia. Una justicia que nos permita mirar hacia adelante con una perspectiva que nos permita construir un futuro, sabiendo que a ese pasado no podemos volver nunca más.
- Algunos analistas consideran que el retorno a la democracia y a las mejoras sociales y económicas en un país tomado por una dictadura, como Cuba o Venezuela, podría tardar incluso más de 10 años. Bolivia, con un presidente de centroderecha o de derecha, como se perfilan las elecciones de segunda vuelta, ¿cuánto cree usted que tardaría en volver a la normalidad democrática?
Soy muy respetuoso de los procesos de cada pueblo, algunos con vicisitudes diferentes. Si usted pone a tres cubanos o a tres latinoamericanos para que vean una película, luego nos van a mostrar tres películas diferentes. Siento que a Bolivia la podemos reparar rápidamente. Para hacer eso, el próximo gobierno tiene una gran tarea, además de enterrar todo ese socialismo que le ha hecho tanto daño a nuestro país, y es lograr un gobierno de unidad nacional, que convoque a las mejores mujeres y los mejores hombres para que lleven adelante un proceso de consenso y de búsqueda de la libertad profunda de nuestra patria, en base a cosas que nosotros en el espacio que hemos desarrollado, El Búnker [proyecto mediático alternativo y ciudadano]. De la política boliviana se ha sacado a la familia. De la política boliviana se ha sacado a Dios. Y si usted tiene a un pueblo que no le teme a Dios y a un pueblo que no dobla rodillas, un pueblo que no respeta a la familia, entonces tenemos lo peor de los pueblos. Creemos que todo eso tiene que recuperarse, recuperar la vida y su esencia, la propiedad, la libertad. En la medida que eso hagamos, en Bolivia probablemente en tres, cuatro o cinco años vamos a comenzar a ver nuevamente a un país, que es la Bolivia que soñamos todos.
- En este proceso de retorno a la democracia en su país, ¿qué tan importante son estos cuatro volúmenes de la obra titulada ‘La destrucción documentada de Bolivia’?
Allí van a encontrar las huellas de la destrucción masiva del país. Van a encontrar todas las pruebas de cómo han ido destruyendo Bolivia en estos últimos 20 años. Son miles de QR que nada más sacándole una fotografía te llevan a la prueba documental de todo lo que ha hecho el socialismo del siglo XXI en el país.
- ¿Se había elaborado una obra documental de esta envergadura en Bolivia?
Que yo sepa, no y estoy seguro de que no. Creo que se han hecho muchos intentos, pero lo que a nosotros además nos llena de satisfacción es haber impreso estos libros, no cuando la dictadura se fue y contar la historia desde la comodidad de un escritorio; lo hemos hecho en dictadura, cuando nos perseguían, cuando golpeaban a los bolivianos. En cada uno de estos libros está la lista de todos los muertos en Bolivia en manos de la dictadura. Aquí hacemos una acusación formal a más de 350 delincuentes del MAS que han matado, han robado, han destruido a Bolivia, con nombres y apellidos.
El próximo gobierno, lo único que tiene que hacer es agarrar los libros de ‘La destrucción documentada de Bolivia’, pasárselos a un fiscal y decir, ‘Señor fiscal, investigue’, porque están ahí las pruebas de cómo nos han robado, cómo nos han mentido, cómo han matado y cómo han destruido a Bolivia.




BOLIVIA. LA IZQUIERDA ANTE SU MAYOR DERROTA Y EL DESAFÍO DE RECONSTRUIRSE

Resumen Latinoamericano Org. (https://n9.cl/jphfb)

El derrumbe electoral de la izquierda en Bolivia era previsible, pero no por eso menos doloroso. La división abierta entre Evo Morales y Luis Arce Catacora, sumada a las pugnas internas, debilitó profundamente al campo popular y terminó entregando el triunfo a la derecha.
Quienes hemos acompañado este proceso —aun con críticas— reconocemos su importancia histórica. Durante más de una década, los sectores indígenas, históricamente relegados, recuperaron autoestima, dignidad y protagonismo político. Se saldaron deudas sociales largamente postergadas, la pobreza y la desigualdad disminuyeron de manera significativa, y Bolivia vivió un ciclo de estabilidad con justicia redistributiva. Pero también debemos admitir que advertimos hace tiempo sobre la posibilidad de este desenlace y, sin embargo, fuimos incapaces de evitarlo. Esta derrota no solo interpela a los líderes, sino también a quienes, desde el campo popular, no supimos frenar una catástrofe largamente anunciada.
La fractura interna
Luis Arce y su candidato Eduardo del Castillo apostaron a apropiarse de la sigla del MAS a través de una maniobra judicial que inhabilitó a Evo Morales. Confiaron en que podían captar el voto indígena y popular, pero el resultado fue desastroso: apenas superaron el 3%. Fue un castigo a quienes manipularon la legalidad y traicionaron a quienes los llevaron al poder, pero también a una gestión económica fracasada que dejó inflación, escasez y estancamiento, golpeando con más dureza a los sectores vulnerables.
Por su parte, Andrónico Rodríguez, llamado en algún momento a ser el heredero natural de Evo, se lanzó sin el respaldo del Pacto de Unidad y sin base orgánica sólida, gesto leído por los movimientos sociales como una deslealtad. Su campaña fue errática, desconectada de las bases, y más dirigida a convencer a la clase media de que era un candidato “tranquilo” y “moderado” que a hablarle a los barrios populares y a las comunidades indígenas. A esto se sumó una compañera de fórmula percibida como una “niña rica con ínfulas de izquierda”, lo que reforzó la sensación de elitismo y desconexión con el pueblo.
Evo Morales, impedido de postular por una interpretación judicial alineada con el Ejecutivo, optó por llamar al voto nulo. La respuesta fue significativa: alrededor del 20% de las papeletas. Si se suma el voto blanco, se trata de la segunda opción electoral del país. Sin embargo, al ser inferior a la lista más votada, no alcanzó para impugnar la legitimidad del proceso, que era justamente el objetivo de Morales. En los hechos, su estrategia mostró tanto su vigencia como líder hegemónico de la izquierda como los límites de su convocatoria en la coyuntura actual.
El giro del electorado popular
Los resultados reflejan un mapa complejo. Evo Morales conserva una fuerza indiscutible en áreas rurales e indígenas —sobre todo quechuas y aymaras—, pero ha perdido peso en sectores urbanos, en el oriente y la Amazonía. El caso más simbólico es El Alto, bastión histórico de la resistencia antineoliberal, donde amplios sectores se inclinaron por una opción inesperada: Rodrigo Paz y Edman Lara.
El binomio Paz–Lara, y en particular Lara, expolicía famoso por su diatriba anticorrupción en Tik Tok, encarna un populismo de derecha con retórica religiosa y patriótica, inspirado en figuras como Nayib Bukele. Sus promesas son grandilocuentes y poco viables en la actual coyuntura económica: multiplicar por seis la Renta Dignidad para los adultos mayores sin jubilación o pagar un salario mensual a las mujeres dedicadas al cuidado. Sin embargo, lograron conectar con un electorado urbano popular que decidió castigar la gestión del MAS y su interna fratricida, sin apostar al neoliberalismo más radical representado por Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina. Este último, pese a su millonaria campaña, volvió a cosechar otra derrota en su insistente intento por convertir poder económico en poder político.
Un nuevo mapa político
La segunda vuelta enfrentará a dos derechas: una populista, representada por Rodrigo Paz y Edman Lara, y otra neoliberal y ortodoxa, encarnada por Tuto Quiroga y respaldada abiertamente por la embajada estadounidense. Todo indica que Paz se impondrá, aunque en Bolivia nunca nada está asegurado.
Sea cual sea el resultado, la fragmentación parlamentaria y la crisis económica auguran un gobierno débil, obligado a aplicar ajustes que recaerán sobre los trabajadores y sectores populares. Como en el pasado, es previsible que las políticas económicas y sociales vuelvan a dictarse en el Departamento de Estado norteamericano, desandando parte de lo construido en los años del proceso de cambio.
En este escenario, la liberación de Marco Pumari y Luis Fernando Camacho —actores centrales en la crisis de 2019 y en las masacres de Sacaba y Senkata— confirma el giro institucional hacia la derecha y demuestra, una vez más, que la justicia boliviana es todo menos independiente.
El desafío de la izquierda
La izquierda boliviana tiene por delante una doble obligación: recomponer su unidad y redefinir su proyecto. Evo Morales sigue siendo el referente ineludible; sin él, nada es posible. Pero su desgaste muestra la necesidad de un relevo generacional, construido no desde la improvisación individual, sino desde los cauces deliberativos y orgánicos de las organizaciones sociales.
Más que nombres, lo fundamental es el programa. El “proceso de cambio” permitió grandes avances sociales, pero agotó un modelo basado en la renta de los recursos naturales. Hoy se requiere un proyecto que coloque en el centro el desarrollo productivo, con soberanía estatal sobre sectores estratégicos, pero también con la creación de empresas comunitarias contempladas en la Constitución. Un modelo capaz de romper la hegemonía de las élites oligárquicas agroindustriales, diversificar la economía, fortalecer el consumo interno y ampliar las exportaciones.
El horizonte debe ser el de un socialismo comunitario, no solo redistributivo sino productivo, que permita superar la dependencia extractivista y sentar las bases de un desarrollo soberano y descolonizador.
La derecha y sus aliados externos ya trabajan en la restauración neoliberal. Para resistir, el movimiento popular necesita autocrítica, generosidad y unidad. Se perdió una batalla muy dura, pero la lucha histórica del pueblo boliviano no termina aquí.
La tarea inmediata es pasar de la disputa interna y la recriminación a la construcción colectiva, defendiendo lo conquistado y proyectando una Bolivia verdaderamente descolonizada, en manos de sus verdaderos dueños: las clases trabajadoras e indígenas-populares.
Esta ha sido una derrota dolorosa, pero la historia de Bolivia enseña que ninguna derrota es definitiva. La guerra de largo aliento por la dignidad y la soberanía continúa, y en las trincheras de lucha, volveremos a encontrarnos.




BOLIVIA: UNA OLA DE SECUESTROS Y SICARIATOS SUGIERE LA PRESENCIA DE MAFIAS INTERNACIONALES

Crece la violencia en Santa Cruz de la Sierra. En menos de un mes hubo al menos siete ejecuciones y se reportaron dos secuestros en la región más poblada y próspera del país.

Radio Fenix 95.1 de Argentina (https://n9.cl/rsw049)

En las últimas semanas, Santa Cruz de la Sierra, la ciudad que se erige como el motor económico de Bolivia, ha sido escenario de una serie de hechos violentos que incluyen ataques armados, secuestros y enfrentamientos con la Policía. Estos incidentes, que parecen estar vinculados entre sí, revelan la penetración del crimen organizado y el narcotráfico, así como las debilidades del sistema de seguridad en el país.
La reciente ola de violencia inició el 13 de agosto, cuando tres hombres extranjeros fueron hallados sin vida en una vivienda de la zona norte de la ciudad. Las víctimas fueron identificadas como Dejanço Lazarevski, Miljan Gjekić y Vanja Milošević, nacidos en Macedonia y Serbia, y que según los primeros hallazgos de la investigación, estaban vinculados con la mafia balcánica, una organización dedicada al tráfico internacional de droga.
Una semana después, se produjo un doble asesinato también en la zona norte de la ciudad. Las víctimas fueron identificadas como Leonardo Vaca Díez y Harold Méndez, ambos fueron acribillados con más de 100 disparos dentro de una vagoneta, lo que sugiere una ejecución planificada y de alta violencia. Las víctimas tenían antecedentes penales y habían estado detenidos en la cárcel, Méndez por denuncias de estafa y Vaca Díez por acusaciones de homicidio y secuestro.
Posteriormente, el 2 de septiembre se reportó la desaparición de Lorgio Saucedo, un hombre con un extenso historial delictivo, cuyo vehículo se encontró calcinado en la zona residencial del Urubó. Una persona fue aprehendida por este caso y confesó haber asesinado a Saucedo, cuyo cuerpo habría sido enterrado en Warnes, un municipio vecino de Santa Cruz.
En búsqueda de Saucedo, la Policía llevó a cabo un operativo en un hangar de Warnes, donde inicialmente los agentes fueron atacados con armas. Tras el despliegue de refuerzos aéreos y terrestres, se logró asegurar el lugar y se encontraron siete avionetas, armas de uso militar, chalecos antibalas y caletas presuntamente destinadas a ocultar droga. Sin embargo, no se halló a la víctima buscada.
Finalmente, el 3 de septiembre de 2025, un hombre de aproximadamente 25 años fue acribillado en el barrio popular Plan 3.000. El fiscal Daniel Ortuño indicó que pudo tratarse de una confusión con un ciudadano colombiano que residía en el mismo inmueble y usaba una motocicleta similar.
A estos casos se suman una balacera en una zona comercial de la ciudad a plena luz del día, en la que un policía fue herido en un operativo en el que sus atacantes lograron escapar. En paralelo, se reportaron dos secuestros ocurridos a finales de julio que estarían vinculados con los sicariatos posteriores.
El ministro de Gobierno (Interior), Roberto Ríos manifestó que la hipótesis inicial apunta a que los crímenes tienen que ver con ajustes de cuentas ligados al crimen organizado: “Las víctimas de estos actos violentos tenían antecedentes y vínculos con el narcotráfico, e incluso cuentas pendientes con la justicia”, señaló en conferencia de prensa.
La autoridad mencionó que hay mafias internacionales que están intentando operar en Bolivia y anunció un plan integral para reforzar la seguridad de la ciudad. “Es importante reconocer lo que está aconteciendo en el departamento de Santa Cruz como un intento de organizaciones criminales que quieren ingresar a territorio boliviano, y es un tema que no lo vamos a permitir”, declaró Ríos en conferencia de prensa. El ministro agregó que “no se descarta la presencia de grupos europeos que, a través de emisarios, buscan relacionarse con la actividad del narcotráfico”.
Posterior a sus declaraciones, el ciudadano serbio Luka Starcevic, considerado como un “embajador” de la mafia de los Balcanes en Sudamérica, fue capturado por la Policía paraguaya en un paso fronterizo en la región del Chaco, cuando intentaba ingresar a Bolivia con un documento falso, lo que probaría la teoría que maneja el Gobierno sobre la penetración de este tipo de organizaciones.
Sin embargo, la hipótesis del ministro Ríos tiene indicios más antiguos: en 2014, el asesinato de Goran Popovic en Bolivia reveló por primera vez la presencia de emisarios de la mafia balcánica en el país.
Para la criminóloga y ex directora del Observatorio de Seguridad Ciudadana de Seguridad Ciudadana y Lucha Contra las Drogas, Gabriela Reyes, la ola de violencia responde a una pugna por el control del mercado de la cocaína entre dos organizaciones criminales transnacionales. La experta ve que hay indicios de su asentamiento en Bolivia: la identificación de miembros de la mafia balcánica y otras organizaciones brasileñas en Bolivia, la relación entre los crímenes ocurridos en el último mes y los altos niveles de violencia, que incluyen tortura previa y múltiples disparos.
La experta sostiene que Santa Cruz se ha convertido en un “hub logístico” de la industria de la cocaína y que esto aumenta la inseguridad en la región. “Esto puede ser el inicio de algo mucho más fuerte, creo que vamos a seguir viendo este tipo de hechos que hasta ahora se ha mantenido entre gente vinculada al mercado de la cocaína", afirmó.
La creciente ola de sicariatos en Santa Cruz, a los que se suman otros recientes en la región cocalera de Cochabamba, ponen de manifiesto la limitada capacidad del Estado para hacer frente a estos crímenes. Entre los desafíos urgentes para el próximo Gobierno, que estará encabezado por Rodrigo Paz o Jorge Quiroga, Reyes apunta que está contener la presunta batalla que se libra entre mafias o sus facciones, y evitar éstas que echen raíces en el país; a través del apoyo de organizaciones internacionales y las agencias policiales de países que se ven afectados por el crimen organizado.

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