Les llaman "cholets", y parecen salidos de
una película de transformers. Felipe Arocena estuvo allí y analiza, en plan
crónica, sus raíces y derivaciones culturales.
El término
cholet es una mezcla de las palabras chalet (casa en francés) y cholo
(descendiente indígena en el lenguaje popular boliviano). Los cholets son los
edificios diseñados por el arquitecto Freddy Mamani -él mismo un aymara- para
los comerciantes enriquecidos que viven en El Alto, la ciudad vecina de La Paz.
Su estética incorpora colores y formas de los textiles y cerámicas tradicionales
tiwanakotas, incluyen perímetros y contornos chinos, paisajes locales y modelos
de ciencia ficción cercanos a la estética de los transfomers. Sus dueños son
nuevos ricos aymaras, y afirman que los edificios en que viven expresan su
identidad cultural. Estos comerciantes aymaras hicieron su fortuna vendiendo
productos chinos, en un plazo de tiempo breve y construyeron sus nuevos
palacios en medio de un contexto urbano de extrema y masiva pobreza.
Aerocarril
de última generación
Hay que ir
desde La Paz a la ciudad de El Alto, y la mejor opción es tomar el teleférico.
La línea roja es la que me sirve y transportará desde la Estación central hasta
la parada 16 de julio, la segunda, o sea la próxima a la del cementerio, que es
la primera. El sistema de aerocarril recién inaugurado me deja pasmado. Es de
última generación, eficiente, seguro, limpio, fácil de usar y barato. El viaje
es un viaje y la cabina de vidrio sube deslizándose suavemente por los
gruesísimos tensores de metal. Simultáneamente al alejarse La Paz y acercarse
El Alto comienzo a adquirir la perspectiva de ambas y del valle sobre el que me
elevo. Porque El Alto y La Paz ya son una misma ciudad, sin interrupciones en
el paisaje urbano. El color que predomina es el rosado o terracota claro de los
cientos de miles de casas construidas con ticholos de cerámica a la vista, sin
revocar. Desde la distancia las casas desnudas parecen cavadas en la ladera
como cuevas de trogloditas y, más allá en el horizonte, donde el altiplano gris
se une al cielo límpido, resalta blanca con sus nieves perpetuas a 6.500 metros
de altura la montaña Illimani, que significa águila dorada en aymara.
En los
alrededores de la Estación 16 de julio en El Alto hay una gran feria callejera
y popular, y se hace difícil caminar entre tanta gente. Puestos armados con
cuatro palos y un plástico, pirámides de papas, enchufes chinos, calcetines,
ropa interior y camisetas chinas; jugos, bocadillos y cuartos de oveja locales;
herramientas, paraguas, celulares y electrodomésticos también chinos. Por las
calles laterales zumban las camionetas y los minibuses del transporte público,
mientras se escabulle el ejército de motonetas y bicicletas, todas chinas; los
gritos invaden el aire polvoriento y muchos policías custodian que el caos no termine
en algo peor. Debo tomar el ómnibus 519 con destino al barrio Mercedario/Villa
Adela, camino, pregunto, camino un poco más y vuelvo a preguntar. Cuando creo
que estoy en el punto adecuado espero atento a que pase el 519, circulan
decenas de buses, se cruzan unos con otros, se bocinan incesantemente, frenan,
echan humo, traquetean, están pintados de colores vivos, algunos van tan llenos
que los pasajeros parecen salir por las ventanas, pero en otros más holgados
veo cholas de sombrero bombín sentadas con el rostro curtido y la mirada
perdida. Me equivoqué, el 519 no pasa por aquí, sino por debajo del puente y
para en la plazoleta, allá, siguiendo por esa calle en bajada como a unas
cuatro cuadras adelante. Hace calor, comienzo a cansarme por la falta de
oxígeno (la altura), veo un montón de taxis esperando clientes, los evalúo
seguros y le pregunto a uno de sus conductores cuánto me hace hasta Villa
Adela, regateo, acordamos dieciséis bolivianos y aliviado me acomodo en el
asiento trasero.
Rápido distingo
el primer cholet. El taxista me dice que están por todos lados, que le gustan
mucho y que son de gente de mucha plata. Rodeamos el aeropuerto, recorremos
anchas y largas avenidas, el bullicio va amainando, el tráfico se hace menos
denso, la pobreza va quedando atrás y en menos de veinte minutos nos detenemos
en la plaza de Villa Adela. Las calles lucen vacías, los comercios aún no
abrieron y los muchachos enmochilados van camino de sus escuelas y liceos. Lo
que sí está en plena actividad es la construcción. Edificios naciendo por
doquier y obreros concentrados en darle a la maceta, midiendo con el metro,
manejando una grúa, revistiendo paredes o amurando aberturas. Visten con buenos
uniformes, están protegidos con los elementos de seguridad necesarios y parecen
formalizados. Todo en Villa Adela transmite prosperidad: sus calles son nuevas,
no hay basura acumulada, las casas son amplias y no se ve miseria. Llegué al
refugio de la nueva burguesía aymara, allí donde se inventaron los cholets que
sorprenden al mundo. En uno de ellos a medio construir hay una heladería
desierta en la planta baja; le pido a la muchacha que atiende uno de fresa.
Humillación
y racismo
Hay al menos
cuatro fuentes relevantes para comprender el significado de estas
construcciones: en primer lugar lo que quiso transmitir su creador, en segundo
término lo que piensan y sienten sus dueños que las habitan y, complementando
los dos anteriores, lo que otros no involucrados directamente ven en ellos
incluyendo al público y los críticos más especializados; finalmente con estos
tres universos de significado, podremos proponer una interpretación desde la
teoría de la cultura de la transculturación.
En diversas
entrevistas concedidas por el arquitecto Freddy Mamani hay ciertos motivos que
suele destacar para construir estos edificios. No es menor en ellos el propio
origen del profesional puesto que Mamani es él mismo un aymara: "Soy
creador de la arquitectura andina en Bolivia. Me gustaba jugar de niño con
barro haciendo pequeñas ciudadelas, carreteras, plazas, edificios de barro y
piedra. Tengo en la familia la cultura aymara; no hemos sido tomados en cuenta
los aymara años atrás, estábamos bastante aplastados, humillados,
discriminados, digamos tomados como de segunda categoría. La cultura aymara
tiene su propia lengua, su propia danza, su propia cultura, música y ahora,
porque no decirlo, tenemos nuestra propia arquitectura también. Viene de una
fusión de dos elementos. El primer elemento han sido las iconografías andinas
de Tiahuanaco, esos diseños geométricos que vemos en las ruinas. Utilizamos
además colores encendidos, colores vivos, las culturas bolivianas no tenemos
miedo a mostrar nuestros colores. Esta nueva arquitectura está cambiando la
ciudad de El Alto. En nuestras avenidas y jardines predomina el gris; entonces
nosotros estamos dando color con la arquitectura y queremos embellecer un poco
más la ciudad mirando al futuro. Porque si uno no ve su pasado no sabe donde
está. Para mí esta arquitectura tiene su propio lenguaje, su propia esencia
podíamos decir, y a través de la arquitectura estamos mostrando lo que somos,
lo que queremos y lo que tenemos".
Es muy
significativo el cambio económico en Bolivia y en particular en La Paz y El
Alto luego de que asumiera Evo Morales como presidente en el año 2005. Muchos
lo catalogan como un boom económico que ha tenido impactos enormes en el poder
de consumo de la población y ha enriquecido a un sector de comerciantes aymaras
que desplegaron redes globales con China. Esta acumulación de riqueza originó
una nueva burguesía que, impulsada por su poder material y el reencuentro con
sus raíces identitarias, quiere dejar su huella en la historia del país a
través de sus ampulosas viviendas. Atrás quedó el pudor de mostrar la riqueza,
aunque ésta se manifieste en una zona aún mayormente pobre. La idea para ellos
puede resumirse así: los aymara han sido humillados durante siglos de racismo,
su cultura denigrada y denostada, sus antepasados sufrieron la pobreza y la
discriminación, creen que ha llegado el momento de revertir esta historia,
mostrar que tienen poder económico y además una personalidad que les impulsa a
materializar su identidad a través de obras que los representen.
El
comerciante aymara Rosalío Vera regresó a Bolivia luego de un período como emigrante
en Buenos Aires y construyó su cholet de seis pisos en El Alto. Afirma que su
país está creciendo económicamente y por eso volvió dejando atrás la
inestabilidad argentina donde residió veinte años. Ahora que tiene dinero y es
un próspero comerciante textil, cumplió su deseo.
"Esta
casa es para hacer negocio y para vivir. La primera planta son tiendas, después
está el salón, después dos pisos de departamentos para alquilar y luego el
dúplex donde viviremos. Desde chico siempre quise tener una casa grande para
toda la familia".
Yolanda
Salazar ha escrito el libro Arquitectura emergente: Una nueva forma de
construir imaginarios urbanos en El Alto sobre esta arquitectura emergente y
comenta que "las significaciones que los propietarios atribuyen a los detalles
y colores asignados a los diferentes espacios tienen una propia significación,
una construida por el propietario, la familia y la experiencia de vida”. Por
ejemplo la forma del diamante fue elegida por una familia porque simboliza
"el poder económico que llegó a tener”. Y en otro caso un dueño eligió el
color rojo "porque vio en China que se utiliza este color, sobre todo, en
grandes construcciones que costaron mucho dinero como los palacios chinos”.
Entre los motivos que predominan están la cruz andina o chakana de doce puntos,
los círculos, ambos de mucha tradición en la cultura andina. No obstante,
también están aquellos que quieren romper con esa repetición e incorporan
símbolos totalmente contemporáneos. Un cholet incluyó en su fachada la cara de
Optimus Prime, el personaje de Transformers, pues para él esta película fue muy
significativa y además lo fue para sus hijos; al utilizar esta cara sella una
cierta alianza familiar. Otro edificio incluyó platillos voladores en el enorme
salón de fiestas porque su dueña también estaba cansada de repeticiones y quiso
distinguirse con esta ocurrencia.
Es evidente
el esfuerzo por lograr la distinción haciendo explícito el capital que se
posee. No se está muy lejos de la reacción tan común en occidente que caracteriza
a la nueva burguesía cuando se enriquece rápido y exagera en el consumo
conspicuo. Si bien Mamani intenta darle a sus obras una significación más
cultural e identitaria asociada a la cosmovisión e historia aymara, lo que
predomina en estos breves relatos de los comerciantes propietarios es la
identidad asociada al objeto material, al negocio y el deseo de mostrar poder
económico en medio de un mar de miseria urbana.
La población
que vive en los alrededores ve con buenos ojos estos edificios, pues traen
visibilidad al barrio, llaman la atención del mundo, generan trabajo para la
comunidad. Además incorporan espacios para alquilar como tiendas, salones de
fiestas, e incluso en algunos edificios canchas de fútbol. Y, como integrantes
destacados de su comunidad, los dueños y sus familias extensas continúan
vistiéndose con el estilo típico aymara.
Los
arquitectos son escépticos. La mayoría no ve con buenos ojos estos inventos.
Los perciben como artificiales, estéticamente desagradables, completamente fuera
de la tradición andina y no entienden que sean una buena solución
habitacional. "Hablan de una arquitectura andina y que su origen es
Tiawanaku, dicen esas cosas, pero no las demuestran; eso es un discurso que
provoca que haya gente que crea eso... Esta arquitectura no representa para
nada a nuestra arquitectura, es decir, desde el punto de vista del análisis de
lo que es Tiawanaku" afirma Roberto Moreira entrevistado por Yolanda
Salazar.
Si bien hay
algunos arquitectos que al menos reconocen que no pueden ignorar la importancia
de este nuevo estilo, cuya presencia irrumpió con fuerza y desafía totalmente
las convenciones de su profesión, muchos no la aceptan y la rechazan, pues la
consideran una decadencia estética.
Transculturación
Fernando
Ortiz acuñó el neologismo transculturación, utilizado por primera vez en su
libro Contrapunto cubano del tabaco y del azúcar publicado en 1940:
"Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes
fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste
solamente en adquirir una cultura, que es lo que en rigor indica la voz
anglo-americana aculturation, sino que el proceso implica también
necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que
pudiera decirse una parcial deculturación, y, además, significa la consiguiente
creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse
neoculturación" .
Angel Rama
en su libro Transculturación narrativa en América Latina comenta sobre
este concepto de Ortiz: "Esta concepción de las transformaciones (aprobada
entusiastamente por Bronizlaw Malinowski en su prólogo al libro de Ortiz)
traduce visiblemente un perspectivismo latinoamericano, incluso en lo que puede
tener de incorrecta interpretación. Revela resistencia a considerar la cultura
propia, tradicional, que recibe el impacto externo que habrá de modificarla,
como una entidad meramente pasiva o incluso inferior, destinada a las mayores
pérdidas, sin ninguna clase de respuesta creadora. Al contrario, el concepto se
elabora sobre una doble comprobación: por una parte registra que la cultura
presente de la comunidad latinoamericana (que es un producto transculturado y
en permanente evolución) está compuesta de valores idiosincráticos, los que
pueden reconocerse actuando desde fechas remotas; por otra parte corrobora la
energía creadora que la mueve... Es justamente esa capacidad para elaborar con
originalidad, aún en difíciles circunstancias históricas, la que demuestra que
pertenece a una sociedad viva y creadora, rasgos que pueden manifestarse en
cualquier punto del territorio..." .
Alberto
Moreiras es contundente en su texto "El conflicto en la
transculturación" cuando escribe: "no hay cultura latinoamericana sin
transculturación, de la misma manera que no hay capitalismo sin acumulación
originaria".
Estas
reflexiones aportan tres ideas principales. En primer lugar reconocer que las
culturas son estructuras de significado en permanente transformación, aún las
antiguas que parecían más estables en el tiempo. En el mundo actual, al
interactuar con la modernización o con la globalización contemporánea, el
cambio se acelera. En este proceso de cambio se dan varios fenómenos: uno es la
deculturación, o sea lo que se pierde o queda en la sombra; el otro es la
neoculturación, lo que se incorpora; y por último está lo que permanece y
continúa vigente. El resultado de todos estos procesos es la transculturación,
nuevas formas culturales que son consecuencia de pérdidas, incorporaciones y
permanencias. En segundo lugar estas innovaciones no son pasivas, sino que son
resultados de un proceso creativo en el que las personas descartan elementos y
significados altamente valorados por sus antecesores, incorporan nuevos
elementos que suelen ser influencias externas, y de esa interacción entre el
olvido, lo nuevo y lo que deciden mantener emergen formas culturales
(materiales e inmateriales) desconcertantes en un primer momento. En tercer
lugar todo esto nos pone en tela de juicio el criterio de autenticidad para
interpretar cualquier símbolo cultural contemporáneo porque todas son
transculturaciones, todas son consecuencia de estos movimientos,
reinterpretaciones, determinaciones del mercado, influencias de los medios de
comunicación y de la industria del entretenimiento, disputas de poder, deseos
de distinción, resistencias, heridas, humillaciones, imaginación y creatividad.
Orgullo
identitario
El barrio de
Villa Adela en El Alto, el que más cholets tiene construidos, cuenta con al
menos veinte, el barrio 16 de julio ya lleva otros diez, y en total se han
construido aproximadamente un centenar de cholets, la mayoría en El Alto. Esta
ciudad se formó por la migración de campesinos indígenas del medio rural al
urbano y en un crecimiento explosivo ya cuenta con más de un millón de
personas. Se caracterizó por un nivel de precariedad laboral muy pronunciado
con altas tasas de informalidad, escasa infraestructura pública, viviendas
pobres casi sin terminación exterior. Es un reducto urbano de población
indígena proveniente del medio rural. El Alto fue abandonado por el Estado
boliviano, creció desordenada y espontáneamente, y se identificó con la cultura
aymara. Hace unos pocos años la ciudad fue integrada con el modernísimo
aerocarril que la une a La Paz, y junto al éxito económico de una nueva burguesía
aymara y a la transformación del país durante el período reciente del primer
presidente indígena, también de origen aymara, la ciudad y sus habitantes han
desarrollado un orgullo y un sentido de pertenencia nuevo, pero que los conecta
también con la línea histórica de su pasado y la herida colonial.
Los
protagonistas de la nueva arquitectura cholet son "mercaderes aymaras
urbanos del siglo XXI" afirma Salazar, que hicieron bastante dinero,
muchísimo en relación a su pasado reciente y su contexto histórico y social,
aunque no tanto cuando se los pone en relación a los ricos en el continente.
Están conectados globalmente porque viajan constantemente a China, Argentina,
Brasil, y aún así desarrollaron un sentimiento de orgullo identitario expresado
en su manera de vestir, en su permanencia en el barrio, en su no desear
convertirse en blancos, en su arraigo con la comunidad a la que se sienten
ligados. El sociólogo Fernando Untoja concluye que esta nueva arquitectura es
el deseo de marcar en el espacio urbano "dónde está un comerciante aymara
del siglo XXI" . Efectivamente, quien ve un edificio con este estilo
sabe inmediatamente quién reside allí, qué actividad tiene, cuál es su poder
económico, y cuál es una parte fundamental de su identidad y de lo que quiere
ser. Han logrado ser locales porque valoran muchas de las tradiciones sociales
y culturales de su contexto, y globales por su conexión económica con China. Y
por su fuera poco, sus edificios transculturados trascendieron fronteras.
CONOCIDO
ARQUITECTO DE BOLIVIA VINO A IQUIQUE A ENSEÑAR SUS "CHOLETS"
Freddy
Mamani es reconocido en el mundo por crear este tipo de arquitectura que
también se aprecia en la ciudad.
La
Estrella Iquique (www.laestrella.com.cl)
En Francia
cuando se referían a un chalet definían a un edificio que se concibió
principalmente para tener un uso como vivienda para la familia, pero que
contenía una superficie sin construir, la que podía ser un jardín o un patio
más adelante.
Edificación
funcional que optimizaba de la mejor forma los escasos espacios que podía tener
un terreno. Algo que vio el ex albañil y ahora constructor y reconocido
arquitecto a nivel internacional, Freddy Mamani, quien vio la necesidad en su
natal Bolivia de hacer construcciones funcionales, pero que no perdieran la
identidad aymara.
Le hizo un
par de variaciones a los chalets franceses y creó los "cholet",
construcción que debe su palabra a un híbrido entre la palabra francesa y el
concepto de "chola", tan característico al referirse a las mujeres de
origen aymara en el vecino país.
El
profesional vino a Iquique a hablar sobre su creación a la Facultad de
Arquitectura de la Universidad Arturo Prat, en donde fue escuchado atentamente
por decenas de alumnos, que observaban con alta admiración al experto.
"Ha sido
una invitación a un congreso que se está realizando acá en Iquique, y gracias a
eso me invitaron a la Facultad, donde me siento sorprendido y satisfecho
también de conocer este lugar", dijo humildemente Mamani, quien ha sido
publicado en prestigiosos medios internacionales.
"cholets"
Los
"cholets" son inmuebles que se caracterizan por ser de varios pisos,
poseen una cantidad de colores fluorescentes, tienen diseños cargados al
barroco, sus plantas bajas son dejadas al comercio y en algunos niveles
instalan cómodos departamentos.
Mamani
construyó sus principales obras en la ciudad de El Alto en Bolivia, lugar en
donde los "nuevos ricos" de su país decidieron edificar propiedades
que tuvieran todas las comodidades, pero sin tener que moverse a un nuevo
barrio.
"La
característica de esta obra es recuperar una identidad milenaria, que tenemos
en las ruinas de Tiahuanaco, madre de la humanidad. Entonces esos elementos,
esos trazos geométricos los voy fusionando en la arquitectura que
realizo", explicó.
Añadió que la
funcionalidad de los "cholets" va de la mano con el movimiento
económico, y como se explicó anteriormente -generalmente- van tiendas en la
planta baja.
"Siempre
van tiendas en la planta baja, y encima van salones para actividades
culturales, luego los departamentos y canchas deportivas", precisó.
Sobre los
colores intensos que adornan las paredes de su obra, detalló que se debe a una
inspiración que siempre ha tenido de los textiles aymaras.
"Es de
nuestros textiles, de nuestra whipala, entonces es parte de nuestra identidad
los dos elementos que voy manejando en esta arquitectura", comentó.
Agregó que él
siempre ha sentido que el color es vida. En ese sentido, ejemplificó la
importancia que tienen los tonos en sus edificaciones haciendo una analogía con
las camisetas de fútbol.
"Por el
color todos peleamos, incluso somos fanáticos de una camiseta en donde sea.
Entonces, si se puede construir de color, pero adecuándonos en la cantidad que
vamos a aplicar. Por lo mismo se puede construir en cualquier lugar del mundo,
más que todo en Sudamérica y en Latinoamérica, porque llevamos casi las mismas
culturas y somos hermanos", aseveró.
Existen
Extrapolando
sus palabras, acá en Iquique se pueden apreciar construcciones similares, sobre
todo en el barrio Plaza Arica y en la Feria Aeropuerto de la avenida que lleva
el mismo nombre en la ciudad. Por lo último se mostró confiado, que al
compartir herencia cultural similar, esto también pueda demostrar en una
arquitectura similar con toques andinos.
"Llevamos
las mismas culturas, y justamente en este congreso que yo he participado se
está uniendo eso. No existen las fronteras, incluso muchos hermanos chilenos me
han solicitado construir proyectos en Iquique, Alto Hospicio y Arica",
advirtió.
Aunque el
gusto por esta arquitectura andina también traspasa continentes, ya que -aparte
de ser publicado en medios internacionales- otras naciones no americanas ya
están requiriendo sus servicios de construcción.
"En
Francia, específicamente en Paris vamos a realizar una obra, donde se va a
exponer casi medio año esta arquitectura que yo estoy realizando",
concluyó Mamani.
Congreso
La invitación
a dictar una charla en Iquique, hecha por la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Arturo Prat, se dio en el marco de la celebración de los 20 años
que tiene esa carrera, donde expusieron exestudiantes e invitaron a destacados
arquitectos como Freddy Mamani.
"Logramos
montar una exposición con alumnos egresados (...) dentro de todas las actividades
que tuvimos charlas con exestudiantes que contaron sus experiencias en el
ámbito laboral e invitados como Fernando Pérez Oyarzún (...) nosotros nos
conocimos el año pasado en la Universidad privada de Tacna, él estaba invitado
a un workshop, y nos hicimos amigos", puntualizó el gestor de la charla de
Mamani y académico de la Unap, Patricio Julio.
Él contó que
se enteró esta semana que andaba por Iquique el creador del "cholet"
y rápidamente vía whatsapp pudo convencerlo para que expusiera ante sus estudiantes
universitarios.
BOLSAS
Y MERCADOS ESPAÑOLES (BME) MODERNIZA LA BOLSA DE BOLIVIA
Valencia
Plaza de España (www.valenciaplaza.com)
La Bolsa Boliviana de Valores (BBV) y BME han puesto en marcha con éxito
una nueva versión de la plataforma de negociación SMART BBV.
Esta nueva versión de SMART BBV, diseñada conjuntamente y desarrollada por BME,
que da soporte tanto a Renta Variable como Renta Fija, permite a la Bolsa
Boliviana de Valores contar con funcionalidades nuevas a las implementadas
inicialmente.
Es de
resaltar la inclusión de la negociación de mercados primarios en forma
electrónica, lo que permite a los emisores optar por diferentes tipos de
subastas entre discriminante (inglesa), a precio uniforme (holandesa) o
compuesta (holandesa modificada), en función a sus necesidades y las
condiciones de la oferta y la demanda.
Con la puesta
en marcha de esta nueva etapa de SMART BBV, la Bolsa Boliviana de Valores avanza hacia la modernización tecnológica y
funcional de sus mercados de instrumentos financieros en la que ha
contado con la colaboración de BME, tanto en los trabajos de implantación como
en su mantenimiento y soporte.
BME reafirma así su compromiso con los mercados latinoamericanos en
el marco de su proceso de internacionalización.
PARAGUAYA
ESTÁ DESAPARECIDA EN BOLIVIA
Lucía
Duarte (32) viajó a Bolivia el 6 de setiembre pasado para trabajar como
promotora. La última comunicación que tuvo con sus familiares fue el 23 de ese
mes y hasta hoy no se sabe nada de ella.
Ultima
Hora de Paraguay (www.ultimahora.com)
Los
familiares ya realizaron la denuncia de su desaparición en la Embajada de
Paraguay en Bolivia, en el Consulado paraguayo en Bolivia y en la Fiscalía de
nuestro país para poder ubicar a la mujer.
Lucía publicó
a través de su cuenta de Facebook una fotografía con una amiga en La Paz
(Bolivia), lo que motivó a su suegro a investigar el caso y logró localizar a
la mujer, a quien preguntó sobre su paradero.
La amiga
comentó a los familiares que Duarte llevó ropa en una maleta que ella le prestó
y se fue de su vivienda, dejando allí solamente un par de zapatos y un vestido.
La amiga desconoce qué rumbo tomó la paraguaya.
"A estas
alturas no sabemos más qué pensar, qué esperar, porque hay tantos rumores,
tantos comentarios, y no sabemos qué está pasando", sostuvo su hermana en
comunicación con NoticiasPy. Los familiares piden que cualquier persona que
conozca el paradero de la mujer se comunique con alguna autoridad.
TRES
CAMINOS AL DESARROLLO EN EL HORIZONTE DE BOLIVIA
CNN
en Español (www.cnnespanol.cnn.com)
El impulso de emprendedores y
empresarios con voluntad de cambiar el estado de las cosas es uno de
los motores que está empujando a Bolivia hacia el desarrollo, poco a poco, en
algunas áreas.
Uno de los
primeros ejemplos que encontramos en nuestra visita al país fue el de Andean Valley, esta gran
empresa se especializa desde hace algunos años en la producción de alimentos
saludables en base a quinua. Más específicamente, apuesta a un tipo de este
producto que solo crece en los salares de Uyuni y Coipasa, en el altiplano sur
boliviano: la "quinua real" orgánica. Al mismo tiempo, colabora en el
sustento de miles de agricultores y sus familias, que se dedican al cultivo de
este superalimento cada vez más popular en el mundo entero por sus bondades
para la salud.
Por su parte,
en La Paz, la emprendedora Carola Capra se dio cuenta de que una persona
completa a nivel profesional no solo es capaz de obtener satisfacción personal
sino, también, de aportar al desarrollo económico del país. Por eso fundó Red Nueva Empresa, que
capacita a los dueños de pequeños negocios en habilidades de gestión y les
ofrece posibilidades de acceso a capital. Todo mediante la regularización y en
una de las economías con la tasa de informalidad más alta del mundo.
Y también en
el camino de la capacitación va el emprendimiento de Daniella García. La joven
boliviana, que obtuvo el premio del MIT a emprendedores menores de 35 años en
Paraguay y Bolivia, se propone enseñar habilidades tecnológicas a los niños
para prepararlos de cara a los trabajos del futuro. Elemental, su escuela,
enseña programación, modelado 3D y robótica.
No comments:
Post a Comment