Monday, September 09, 2013

EL INSURGENTE. JORGE SANJINÉS, MENTOR DEL NUEVO CINE LATINOAMERICANO

Realizador, guionista, productor, filósofo, paceño y ex fumador, Jorge Sanjinés es uno de los teóricos más importantes del Nuevo Cine Latinoamericano. Su potente filmografía contiene al menos dos títulos que pasaron a ser referentes indiscutidos: Sangre de cóndor (1969) y La nación clandestina (1989). Con su más reciente film, Insurgentes (2012), vuelve sobre la identidad aymara/quechua del pueblo boliviano, un tema y una polémica que lo obsesionan. Antes de su presentación de esta película en el 2º Festival de Cine de Unasur, en San Juan, Sanjinés recorre en esta entrevista su carrera, sus raíces europeas e indígenas, y los temas que, después de todos estos años rodando, todavía lo desvelan.

Si se comparan viejas fotos o algunas más recientes y su presencia actual, uno diría simplemente: “¡Estás igual!”. Es que a Jorge Sanjinés parece que el tiempo no le pasa. El cabello oscuro mullido, la barba, los anteojos, el rostro enjuto. Está igual. Ahí es donde se siente su pertenencia al mundo originario. Por lo general, los habitantes andinos, los arribeños, disimulan –más o menos– su edad. Y este señor ya anda por los 77 años. Y no para. Sigue dando cátedra y filmando. Como dijo el Golo (Alberto Benegas) en Tiempo de revancha de Aristarain: “¡Es que soy indio!”. “En Bolivia todos tenemos una porción de sangre europea e indígena”, contesta el director Sanjinés a la pregunta sobre si él también es descendiente de los pueblos originarios. “No creo que haya un blanco en Bolivia que pueda jactarse de tener sangre sólo europea. Yo escribí una novela, que algún día será una película, que es la historia de dos bolivianos. Uno es un indio del Altiplano y el otro es un joven de la sociedad elitista de Sucre, de Chuquisaca, de la más rancia aristocracia que se pueda encontrar allá. Los dos se conocen en la Guerra del Chaco, en el año ’33. La novela trata una historia que tiene mucha base documentada para demostrar que ambos –uno que es rubio, de ojos verdes y tiene la piel blanca, y el otro es aymara total– son descendientes de un ayudante de Bartolina Sisa, de hace doscientos años. Bartolina Sisa fue una líder y mártir de la resistencia indígena, y la compañera de Túpac Katari. Y naturalmente el blanco es un racista. Y ésa es la historia del país. Yo tengo antepasados que son españoles, ingleses e indígenas. Mi abuela paterna, que nació en Bolivia, era hija de un señor inglés, de apellido Glover.”
Jorge Sanjinés Aramayo nació el 31 de julio de 1936 en La Paz, Bolivia. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y Dirección de Cine en la Escuela Fílmica de la Universidad Católica de Chile. Es el fundador del Grupo Ukamau junto a Antonio Eguino, Oscar Soria y Ricardo Rada, que a mediados de los años ’60 buscaban con sus obras reivindicar las luchas de los indígenas y la resistencia campesina. Hoy por hoy, la Fundación Grupo Ukamau está constituida por cineastas jóvenes como Héctor Núñez, Diego Mondaca y, entre otros, Verónica Córdoba. En 1969, Yawar Mallku (Sangre de cóndor), que trata sobre la esterilización inconsulta a las mujeres quechuas, fue premiada en Venecia y se transformó en un hito del cine contestatario y rebelde de las décadas del ’60 y ’70. En 1989, con La nación clandestina (sobre un campesino aymara, la discriminación y la transculturación), se convirtió en el primer director boliviano en recibir la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián, en el País Vasco.
Sus películas no son ciento por ciento ficciones, ni ciento por ciento documentales. Hay algo mixturado allí, no hay preponderancia de un género, pero sí una mezcla. Se podría hablar de semidocumental o de documental reconstruido. “Es que la realidad social boliviana es muy inspiradora, es muy rica. Es un país muy interesante, con la presencia de una cultura indígena muy poderosa. Parte de las películas de nuestro Grupo Ukamau han estado abocadas a la realización de películas con historias de protagonistas indígenas. Porque consideramos que políticamente era muy importante convocar la atención del resto de la sociedad blanco-mestiza que siempre miró a la mayoría de la sociedad con mucho desprecio, con mucha ignorancia. Y esto ha ocurrido hasta hoy o hasta hace muy poco tiempo. Incluso la izquierda boliviana jamás pensó en los indios como una clase estratégica, en un segmento revolucionario de la sociedad. Nunca los miró así. Como los despreciaba o los paternalizaba, nunca se interesó en la cultura indígena. Los marxistas bolivianos aplicaban la ortodoxia marxista en la realidad boliviana, y no tenía nada que ver. El tema de que se pueda situar a la cultura como una parte de la superestructura de la sociedad, que es marxista, en la sociedad boliviana era equivocado porque la cultura está en la base de la sociedad, e impregna, modifica e influye en todas las conductas en todo el acontecer de esa sociedad desde abajo. Donde la cultura determina la actividad y las acciones políticas, la política no determina la cultura. Esa es la diferencia.”
Surge una comparación. Insurgentes, su film más reciente, es una película didáctica narrada en sentido inverso, que comienza en el presente y de ahí viaja al pasado, a sus orígenes. Y ya sea para atrás o para adelante, en relación con otras películas suyas, hay una cuestión historicista que se mantiene. Y esto se da de la mano con lo didáctico, pero no como una pedagogía obvia y elemental sino de lo otro, de lo que no se ve, de lo tapado. De aquellos de los que no tienen (o tenían) voz. En cierta manera, Insurgentes puede ser una síntesis de la obra de Sanjinés. Del blanco y negro al color, de lo semidocumental duro a la ficción pura, con menor o mayor presupuesto, ya sea filmando en su país o en Perú o Ecuador, siempre mostró y demostró diciendo: “Señores, acá hay un pueblo, acá hay una sangre, ¡acá está pasando algo!”. Con todo lo que está sucediendo últimamente en Bolivia, podemos decir que en la obra de Sanjinés había alertas desde el cine, de la cultura. Y se llega a esto, a Insurgentes. Que a su vez dialoga con la historia y dice que hemos llegado a estos días porque antes pasó toda esta historia. Y no habla de cine ni de música. Habla de los “Evos Morales” de cada tiempo, de cada siglo.
“Te voy a contar el porqué de narrar la historia al revés. Tiene que ver con la cosmovisión indígena. Los indios no se plantean el tiempo como un fenómeno lineal, esto empezó acá y terminó acá, el desarrollo y el final. Tienen más bien una comprensión más profunda de la realidad, más dialéctica también. Las cosas no son negro o blanco, gordo o flaco, pueden ser gris también. Y de una manera más sabia utilizan una lógica trivalente, podemos llamarla. No bivalente como el pensamiento cartesiano europeo. Y plantear la historia de esa manera es contarla como ellos la cuentan, como ellos la ven. Cuando te encuentras con un narrador oral, que te cuenta una historia o una leyenda, generalmente comienza destruyendo la intriga. En el cine occidental, la intriga, muchas veces, es el motor de la historia. A medida que te van contando la trama, quieres saber qué es lo que va a pasar. Como termina todo eso y muchas veces el autor se complace y se ensaña contigo, desorientándose para hacerte creer que va a terminar así o asá. Es una trampa generalmente la narrativa. Los indios no hacen así. Empiezan por el final. Como ocurre en la película. ¡Un hombre indio ganó el poder! ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que se llegó a esto? Entonces vamos a retroceder para encontrar el origen de este proceso.”
La pregunta sería: ¿por qué hizo lo que hizo?, o ¿para quién lo hizo?
–También tiene que ver con la evolución del lenguaje. Ese lenguaje que empezó a ser occidental, una narrativa aprendida en la escuela para contar las cosas como la cuentan las películas gringas o europeas. Y cuando las aplicábamos al destinatario que queríamos llegar, encontrábamos que no conectábamos con ese destinatario que no conectaba con ese lenguaje. No es que no lo entendían. No conectaban, no lo sentían propio. Poco a poco, a través de experiencias, de fracasos, entendimos que teníamos que cambiar la narrativa, que teníamos que entender la cultura de ese destinatario, que no era la misma que la ciudad. Por ejemplo, ellos en su comportamiento cotidiano, en su organización social, ¡anteponían el nosotros al yo! Eso hace la gran diferencia con el mundo de Occidente. Y en Bolivia también con la clase dominante, el individualismo. Educada por toda la cultura heleno-judeo-cristiana que fue construyendo los paradigmas de la vida con el individualismo que nació, que generó después la propiedad privada, y ésta a su vez generó el capitalismo. Y estamos jodidos hoy en el mundo debido a este desarrollo equívoco. Los europeos se han equivocado, como se han equivocado siempre. Ellos eran los salvajes. Pintaron de salvajes a los indios, pero resulta que los indios eran mucho más desarrollados que ellos. Muchísimo más avanzados socialmente que ellos. Ellos sólo tenían un desarrollo mecánico, un desarrollo tecnológico y militar, porque tenían 7 mil años de experiencia guerrera, tenían armas de destrucción masiva cuando entraron a la Conquista. Al comparar flechas contra cañones no se podía vencer. Como ocurre hoy en día con el Imperio. De alguna manera es lo mismo, ¿no? ¿Cómo puede ser que un país poblado con dirigentes imbéciles como Bush, e ignorantes como Cheney, manejan y dominan el mundo? Son los mismos salvajes, como los colonizadores, con la misma política. Van a Irak y destruyen el Museo de Bagdad y borran parte de la memoria de la humanidad. Hacen lo mismo que hacen los curas españoles en México y queman los códices mayas. No han cambiado, no ha pasado nada. Porque esa cultura es el individualismo, es absolutamente limitante, es autodestructiva porque termina por volverse contra sí misma. Es lo que está pasando hoy día en el mundo capitalista. Europa está cosechando lo que ha sembrado. Y ese gran desafío es el que tiene y tuvo siempre la sociedad boliviana, el de no entender la profundidad de la cultura quechua y aymara, que son los dos grupos étnicos más grandes que hay. Entonces hay un desfasaje tremendo porque se ha subestimado a esa mayoría y no se le ha dado la importancia que tenía. Y cuando esa mayoría emerge por su propia cuenta, sin el apoyo de ellos, se sorprenden y dicen: “¿Qué ha pasado? ¿Ahora estamos con un indio con poder encima?”. Y no se resignan a ver que el canciller es indio, que el gobernador de La Paz es indio, que la ministra de Justicia es india y que el presidente es indio, y así. Y lo peor para ellos, para esa clase dominante, es que están sintiendo que eso es irreversible, que eso no cambia. Puede enfermarse o retirarse Evo Morales, o cualquier cosa, pero el piso ya se subió. No hay paso atrás.
Con los cambios de las políticas estatales de fomento, el surgimiento de muchas escuelas de cine y el arribo de las nuevas tecnologías, ¿cómo ve hoy al cine latinoamericano y a su público?
–Lo bueno es que para una cinematografía como la boliviana, que se realiza en una ciudad que no tiene laboratorios de cine, es una bendición. Que podamos grabar imágenes y procesarlas de inmediato en la computadora es un salto enorme. Pero tiene su lado negativo también. Porque los jóvenes que han empezado a hacer infinidad de películas, en su mayor parte unos mamarrachos, no se exigen rigor. Como tecnológicamente hay menos exigencia, el cine es más light. Como creen que tienen la cámara más sofisticada y más carita, piensan que pueden hacer la mejor película, existe esa distorsión. Pero también hay jóvenes que están estudiando, que nos miran, que van a ser los cineastas de mañana, y siempre les digo que hagan cualquier película: policiales, comedias, lo que quieran, no hay problema. Yo no les voy a exigir que hagan sólo cine político o cine comprometido, no. Pero que sea boliviano. Que tenga su mirada puesta en la cultura de mi país, en la sociedad y en la problemática de los bolivianos. Porque los bolivianos necesitan ese cine. Las sociedades se constituyen con el arte. Es el mejor instrumento. No la política, el arte. El arte llega. (www.pagina12.com.ar)





Opinión

EVO MORALES VIENE A ESPAÑA A REITERAR QUE EL CONFLICTO DIPLOMÁTICO ESTÁ SUPERADO

Revista Atenea Digital de España (www.ateneadigital.es)
                                                  
Una vez concluida la reunión de trabajo con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy y una audiencia con el Rey Don Juan Carlos en Zarzuela, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma vino a España en estos días para dejar claro, dos meses después, (pero sin querer especificar detalle alguno del encuentro al que calificó de "franco y cordial" ), que el conflicto diplomático entre España y Bolivia queda definitivamente zanjado y superado. "Soy indígena y anti imperialista y ese es mi pecado", dijo en el hotel Intercontinental de Madrid a más de 40 periodistas convocados por la Embajada del país andino. "Agentes externos quisieron enfrentar a Bolivia y Europa". "Me sorprendió", -continuó diciendo-, "que Rajoy me dijera hace unas horas: aquí tienes un presidente y Gobierno amigo y para España, la prioridad es Bolivia en la ayuda al desarrollo".
El pasado dos de julio, el Gobierno boliviano condenó la actitud de los gobiernos de España, Francia, Italia y Portugal, al negar y prohibir acceso a un vuelo presidencial procedente de Moscú, en el cierre del espacio aéreo de estos cuatro países, ante la sospecha de que, a bordo del avión en el que viajaba Evo Morales, estuviera el ex técnico de la CIA, Edward Snowden.
Evo Morales reiteró, en numerosas ocasiones que, tras escuchar atentamente las distintas versiones procedentes de estos países de Europa, y las conversaciones telefónicas mantenidas con Mariano Rajoy que no quiso pormenorizar, el enfrentamiento quedó totalmente solventado.
Lo cierto es que, ante la situación a la que fuera sometido el presidente de Bolivia, los países de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, acordaron, ante la Comunidad Internacional y los diversos organismos multilaterales, conformar una Comisión de Seguimiento, encargando a los cancilleres respectivos, la tarea de realizar las acciones necesarias para el esclarecimiento de los hechos.
El reciente encuentro con su homólogo español constituye la muestra de la confianza ratificada entre España y Bolivia. "El indígena no es vengativo y lo que hay que hacer es luchar por los compatriotas". Pese a las acusadas diferencias ideológicas con Rajoy, ambos son dos presidentes electos democráticamente por los pueblos y dispuestos a retomar el trabajo conjunto que permita avanzar en los temas de agenda de común interés.
Igualmente, alardeó, para tranquilidad de todos, de las buenas relaciones diplomáticas entre ambas naciones, sin obviar la labor extraordinaria de numerosas empresas españolas (actualmente en la construcción de nuevos tramos de vías; segunda fase de la planta en el procesamiento de gas, en Margarita; levantamiento de ferrocarriles, Técnicas Reunidas que ejecuta la planta separadora de líquidos, con un coste de más de 600 millones de dólares) que prestan sus servicios en el país andino. En este sentido, Morales destacó tres elementos esenciales en los nuevos acuerdos bilaterales: seguridad jurídica para la empresa que opera en Bolivia, para la patria y para la vida con el debido respeto a los recursos naturales. "El 99% de las entidades cumplen con lo firmado en Bolivia", apostilló.





PERÚ, CHILE, BOLIVIA... Y LA CUADRATURA DEL TRIÁNGULO

Diario Correo de Perú (www.diariocorreo.pe/opinion)
                                     
La demora de La Haya en sentenciar el litigio peruano-chileno alimenta especulaciones que ignoran la tradicional congestión de las agendas internacionales a partir de setiembre. La impaciencia es mala consejera, y los magistrados son ajenos al apuro, máxime en un caso que involucra a los primeros países del Pacífico sudamericano que reivindicaron su jurisdicción marítima sobre 200 millas en 1947, plantando la semilla de la Declaración de Santiago y el Sistema del Pacífico Sur, al que Colombia posteriormente se integró.
Los antecedentes históricos, las proyecciones regionales y las virtudes exhibidas en La Haya por los contendientes, hacen que el proceso sea especial para la Corte, afectada por las desventuras de su fallo en el caso Colombia-Nicaragua; y preocupada, supongo, por las decisiones que habrá de adoptar sobre la demanda de Bolivia contra Chile. He comentado sobre estas interacciones, subrayando la veneración de los jueces por su jurisprudencia; una fuente decisiva de Derecho Internacional, cuyo valor y prestigio se sustentan en la coherencia entre sus sentencias pasadas y futuras; y en el equilibrio con que debe aplicar lo general: el Derecho de los Tratados, y lo particular: el nuevo Derecho del Mar.
La demanda de Bolivia contra Chile se funda en los efectos jurídicos que atribuye a los "actos unilaterales" chilenos (ofrecimientos diplomáticos de negociar sobre la "aspiración" marítima boliviana). Presumo que la instauración del caso ha motivado que la Corte extreme su celo para librar a su jurisprudencia de eventuales contradicciones, dado el aparente "paralelismo" entre la tesis boliviana y los actos propios del Perú, que Chile esgrime en defensa de su interpretación de los acuerdos tripartitos de 1952 y 1954. Además, aunque sea jurídicamente irrelevante, la Corte sabe que sus decisiones gravitarán en las relaciones entre los litigantes.
En este contexto, resulta obvio que no es oportuno ni conveniente que el Congreso debata el acuerdo firmado con Bolivia el 19 de octubre del 2010, con el supuesto propósito de "generar las condiciones que permitan incrementar y ampliar" los acuerdos de 1992. El nuevo convenio se presentó como un "upgrading" de la razonable Boliviamar de Fujimori y Paz Zamora, convirtiéndola en Mar Bolivia. Un significativo cambio de toponimia acompañado de alusiones al "inicio de otra etapa de nueva calidad histórica" (¿?). Es difícil entender la porfía de insistir en nuevos acuerdos, soslayando el patente desinterés boliviano en el tipo de concesiones otorgadas en 1992, notoriamente desaprovechadas a pesar de su amplitud y generosidad.
Pero fue la inclusión de inéditas ofrendas navales y marítimas lo que obligó a negociar los reajustes que Torre Tagle sometió al Congreso en diciembre pasado, solicitándole aprobar el acuerdo del 2010. Con prudencia infrecuente, el Parlamento se ha resistido a hacerlo. Y debe seguir resistiéndose, por lo menos hasta que la sentencia de La Haya se dicte y se ejecute.
No interesa ahora que el acuerdo sea bueno o malo. Lo que importa es que sería extremadamente inoportuno perfeccionarlo en un contexto tan distinto al que primaba cuando se negoció y firmó. El interés nacional está de por medio, y la Cancillería debe advertir al Legislativo sobre la necesidad de diferir ese debate hasta que sea prudente iniciarlo en forma responsable e independientemente informada.
No es momento de complicar nuestras relaciones de vecindad. Es hora de serenidad y lucidez para que la sentencia de La Haya sea el "inicio de otra etapa de nueva calidad histórica" con Chile. El acatamiento del fallo puede abrir, en efecto, las puertas de un futuro diferente y promisorio para ambos países.





EMIGRACIÓN PROVOCA FALLA EN PROYECCIONES BOLIVIANAS

Spanish China (www.spanish.people.com.cn)
                              
Los resultados del Censo y Población y Vivienda 2012 en Bolivia arrojaron cifras que fallaron en la proyección establecida por el estatal Instituto Nacional de Estadística (INE) por 800.000 habitantes que son atribuidos principalmente a la emigración de nacionales hacia otros países, según el gobierno y analistas.
La entidad estadística proyectó 10,8 millones de habitantes para 2012; en cambio, los resultados oficiales dados a conocer a finales de julio de este año evidenciaron que la cifra llegó apenas a 10,027 millones de habitantes.
Además del INE, expertos y políticos apuntaron que el país bordearía los 11 millones de habitantes para este 2012, que quedó lejos de las cifras oficiales.
Este tema, según analistas y gobierno, se debe a personas que dejaron el país y muchas veces ni siquiera son reportadas.
El analista Carlos Cordero dijo que la migración de 500.000 afectó a la cifra del censo, aunque también evidenció otros factores que le han puesto dudas a este proceso.
La ministra de Planificación, Viviana Caro, explicó que la salida de los bolivianos al exterior es una de las explicaciones más concretas, sumado al margen de error de 3,5 puntos que cumplen las proyecciones.
"Los principales departamentos de los cuales la población emigra son Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, y en menor medida los departamentos limítrofes; corresponde que se tome ello en cuenta.
"Tenemos más de medio millón de personas que han dejado el país desde el Censo pasado (2001)", informó la ministra.
Para el analista de censos René Pereira, las cifras llaman la atención en el sentido de que el penúltimo padrón (1992-2001) se realizó en un periodo de nueve años, y registró un mayor crecimiento que el censo realizado en 2012, el cual recogió datos estadísticos de los últimos 11 años (2001-2012).
"En nueve años, la población creció más que en 11, y éste es un aspecto negativo, porque demuestra que ahora estamos creciendo a un ritmo lento.
"Esto puede haberse dado porque los bolivianos o bien están emigrando o se elevaron las tasas de mortalidad; eso reflejaría malas políticas económicas y sociales", explicó.
El demógrafo Víctor Mesa atribuyó la desaceleración de un crecimiento de población a tres factores dinámicos: mortalidad, migración internacional y fecundidad. "Es preocupante el descenso de la tasa de crecimiento intercensal en este último periodo", agregó.
SE DESACELERA CRECIMIENTO DEMOCRAFICO
Según datos del censo 2012, el país registró durante los últimos 11 años una tasa de crecimiento poblacional del 1,71 por ciento, que es menor al 2,74 por ciento que reportó el empadronamiento de 2001, en un intervalo de nueve años (1992-2001).
Además, la densidad poblacional es la más baja de Latinoamérica.
Desde 1950 a 2001, Bolivia tuvo una tasa de crecimiento de población ascendente, de acuerdo con los resultados de los tres censos realizados durante ese periodo.
Por ejemplo, en el intervalo 1950 a 1976, la cifra aumentó en 2,05 por ciento (1 millón 909.321 personas más); de 1976 a 1992, el porcentaje se elevó al 2,11 por ciento (1 millón 807.306 habitantes).
De 1992 a 2001, la tasa continuó en ascenso con el 2,74 por ciento, equivalente a 1 millón 853.533 bolivianos más registrados en aquel censo.
Lo preocupante es que este ritmo de crecimiento se desaceleró en el empadronamiento del 21 de noviembre de 2012, pues los datos dan cuenta de que la población sólo creció 1,71 por ciento, es decir, 1 millón 752.929 personas nuevas.
Es decir, que Bolivia crece en un promedio de de 1,8 millones por cada 10 años, aunque la cifra debió ascender en las últimos años mucho más, según el sociólogo Hugo Marín, por la existencia de mayor número de habitantes.
El sociólogo explicó que hay varios factores que impiden el crecimiento de la población, como las cuestiones, migratorias, culturales, sociales y económicas.
En el tema cultural manifestó que se debe a que ha dejado de ser sinónimo de hombría el tener varios hijos y dejar a la mujer en la casa a su cuidado.
En lo social, la mujer se ha liberado de los esquemas machistas y comenzó a superarse profesionalmente y, por tanto, no está dispuesta a estar en la casa como ama de casa del pasado.
Por tanto, limita a la tenencia de hijos o hijas. "Esto tiene que ver con el cambio de visión social de la familia, pues cuanto menos hijos mejores condiciones de vida.
"A esto se suma que ahora el padre y la madre trabajan y, por tanto, no tienen abasto para cuidar más de tres hijos; estos factores influyen en el bajo crecimiento poblacional", explicó el sociólogo.





El caso Roger Pinto Molina, senador de la oposición boliviana exiliado en el Brasil

LA MONTAÑA PARIÓ UN RATÓN

Rebelión de España (www.rebelion.org)

Son tiempos difíciles para el personal de carrera de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil), institución cuyo espíritu de cuerpo preferiría ser un espejo tropical del Foreign Office inglés. Acontece que al Sur del mundo ocurren imprevistos, aunque menos intensos que en el Mundo Árabe e Islámico. Después de confrontarse con el espionaje electrónico de la potencia hegemónica y salir mareado, el canciller Antonio Patriota no resistió a un quiebre de jerarquía. Para agravar su situación, el acto del encargado de negocios del Brasil en Bolivia, Eduardo Saboia, generó el hecho necesario para cambiar la situación. Finalmente la derecha política (dentro y fuera del gobierno) tiene un caballo de batalla en la pauta de las relaciones exteriores. El asilo del senador de oposición boliviano Roger Pinto Molina, representante del departamento de Pando por la Convergencia Nacional, y su posterior fuga del país, abrió el flanco generando la motivación necesaria para que Dilma Rousseff cambiara al ministro. Hubo cambio de posición entre los gobiernos de Lula y de Dilma. El primero, que definitivamente tiene que ser blanco de críticas de la izquierda operó una política externa de pragmatismo diplomático, abriendo mercados y pulverizando a los compañeros comerciales brasileños. Ya el gobierno Dilma se muestra con una reaproximación paulatina a la posición más “neutral” del Brasil, tanto en cuestiones regionales como planetarias.
El Brasil tiene por tradición la concesión de asilos
La tradición diplomática brasileña es conceder asilo, pero no ser parte en una operación internacional como la ejecutada con el senador boliviano Roger Pinto Molina. Por los acuerdos firmados entre ambos países, así como los miembros del MERCOSUR, la concesión de asilo tendría que venir acompañada por un salvoconducto. El beneficio del asilo sin poder hacer efectiva la salida del oposicionista también acusado por crímenes comunes, creó una situación de hecho durante 15 meses y también generó la ira de los diplomáticos de carrera de Itamaraty.
Antes que los lectores más militantes se enojen con este texto, advierto que el mismo intenta ser analítico del comportamiento de la 5ª economía del mundo para con los vecinos. Es un hecho que durante el gobierno de Lula (2003-2010), el Brasil se comportó relativamente bien en algunas situaciones, como lo hizo al recibir como asilado en su embajada en Tegucigalpa a Manuel Zelaya Rosales, presidente depuesto por un golpe de Estado en Honduras en junio de 2009.
Roger no fue el primer tabú de Lula y Dilma en la pauta, basta acordarse de Cesare Battisti, el ex-guerrillero urbano italiano que recibió asilo en el país. Después de idas y venidas en el Supremo Tribunal Federal (STF, Suprema Corte brasileña), Battisti fue liberado del Complejo Penitenciario de la Papuda (en el Distrito Federal), adquiriendo la libertad en junio de 2011. Aún en el primer gobierno Lula, en abril de 2005, el Ministerio de las Relaciones Exteriores del Brasil (Itamaraty) ofreció asilo al depuesto ex-mandatario ecuatoriano, coronel Lucio Gutiérrez Ruiz. Como se sabe, el coronel Gutiérrez presidente electo en 2002, justamente por haber tomado parte –o al menos no haber reprimido– un levantamiento popular contra las medidas neoliberales de Jamil Mahuad, con medidas semejantes que llevaron la deposición del también neoliberal Abdalá Bucaram. En 2005, Gutiérrez sufre del mismo remedio y, después de intentar implantar medidas anti-populares, una pueblada lo depuso. Gutiérrez finalmente desistió del asilo y vagó por el continente.
Brasil tiene una ancha tradición de asilo político para disidentes de diferentes matices políticos. Unos que hasta preferíamos que no vinieran al país, como el propio Pinto Molina, o tal como los militares paraguayos, Alfredo Stroessner (ex-dictador del Paraguay, de 1954 a 1989) y su ex-aliado, Lino Oviedo, ex-comandante del Ejército Paraguayo que comandó una tentativa de golpe en 1996. El gobierno Menem lo recibió primero y después el Brasil.
El cambio de cancilleres en el gobierno Dilma: sale Patriota y entra Figueiredo
El recambio, con la venida de Luiz Alberto Figueiredo desde la representación de la ONU y la ida de Patriota de esta función puede ser positivo para el actual gobierno. Definitivamente, Dilma no está consiguiendo repetir casi nada de los ocho años anteriores. Durante los dos mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva Brasil ganó una proyección inédita hasta entonces, llegando al ápice como pívot en tres ambientes complementarios, a saber: BRICS, G-20 y UNASUR. El alineamiento brasileño vuelto hacia las relaciones Sur-Sur y el pragmatismo comercial, priorizando el acceso y apertura de nuevos mercados la reveldía a alinearse explícitamente con los EUA y su selectiva defensa de los derechos humanos llevó a dos situaciones en nuestra política interna. Irritó los defensores de relaciones más “carnales” con la potencia hegemónica, a ejemplo del cordón umbilical que conectara a Fernando Henrique Cardoso con Bill Clinton. Simultáneamente hizo del entonces canciller Celso Amorim, hoy al frente de la Defensa, una estrella en ascenso.
De 2011 para acá no hubo brillo y cuando estuvimos en evidencia, la agenda tampoco fue positiva. Sería más confortable defender el gesto que nos ocupa si ocurriera en un país alineado a los EUA y el opositor fuera un activista de derechos humanos. Ocurrió lo contrario. Roger Molina es ultrasospechoso y hubo un doble quiebre de la jerarquía, diplomática y militar. Aun así, el diplomático brasileño tiene razón. Preferible el castigo por haber desobedecido a sus superiores, que tener un cadáver en su hoja de servicios. Mientras la oposición aprovecha al huésped antibolivariano, el palacio Planalto borra otro incendio, pero de segunda monta. Esta vez, la montaña parió un ratón.





TIWANAKU Y LA INDUSTRIA MUSICAL CONTEMPORÁNEA

Los Andes de Perú (www.losandes.com.pe/Sociedad)
                                                   
Durante los años 550 / 600 hasta 1,100 / 1,200 d.C. tiempo al que se denomina como la Época del Horizonte Medio en el Área Andina; en los actuales territorios del Perú y Bolivia, se desarrollaron dos grandes culturas: en el Área Central Andina la cultura Wari, que abarcó gran parte del territorio peruano, teniendo como sede central a la ciudad de Wari, ubicada a 23 kilómetros de la actual ciudad de Ayacucho (Perú); y en el Área Circum Titicaca, estaban los Tiwanaku, cuya sede se encontraba en la ciudad de Tiwanacu, en el actual departamento de La Paz (Bolivia).
De acuerdo a los investigadores de la Arqueología Andina, Tiwanaku viene a ser una de las grandes culturas que se desarrolló en el territorio altiplánico, ocupando los actuales territorios de Bolivia, Chile y Perú. Su cronología comprende desde el formativo (1,000 años a.C.) hasta finales del Horizonte Medio (1,200 d.C.) (Ponce Sanginés: 1,970).
Tiwanaku, al igual que Wari, durante el transcurso de su desarrollo impuso su religión, arte, ideología y costumbres a los pueblos sometidos sea por conquista o alianzas, los mismos que plasmaron y practicaron como una forma de adhesión y respeto a cada uno de los centros de poder. Una de estas artes que es materia de nuestra investigación, es la música (abordada a partir de los instrumentos musicales), como una forma de expresión de la experiencia del hombre en relación con su entorno geográfico y social; es decir, ritual y ceremonial, el mismo que vino a través del tiempo transmitiéndose de generación en generación, convirtiéndose en símbolo de la identidad de cada uno de los pueblos.
En algunos casos permanece esta situación, a pesar de haber sufrido cambios, modificaciones, innovaciones y hasta extirpaciones; y que hoy se resisten a ser borrados por la globalización, no tanto por el fenómeno en sí, sino, por la mala práctica y adecuación de quienes lo ejercen.
Las primeras manifestaciones musicales de los Tiwanaku, en todo el territorio bajo su dominio, en su momento fue lo tradicional probablemente por mucho tiempo; luego innovado en la época del Tawantinsuyo que a su vez, durante el incanato fue también su identidad, hasta la llegada de los españoles, quienes se ensañan con las costumbres y tradiciones que se venía practicando, introduciendo nuevos elementos culturales, nuevas costumbres y con ello nuevos instrumentos musicales y nuevas formas de expresión musical; los mismos que fueron absorbidos por el mundo andino, que lo adecuó a su vivencia y muchos de ellos hoy forman parte de su identidad cultural.
Tal es el caso particular del departamento de Puno, que en la actualidad es considerado como la Capital Folklórica del Perú. Destaca por la peculiaridad variedad y multicolorido de sus danzas expresadas como parte de los festejos a la Virgen de la Candelaria, siendo uno de los sucesos de fe más importantes de la cultura andina, y que en estos momentos con toda justicia se lucha para que esta festividad sea declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad, cumpliéndose de esta manera, el anhelo no solamente de los que practican; sino, de toda la Región Puno, del Perú entero y de toda el Área Andina. De acuerdo a nuestro entender es justo y necesario: justo debido a que esta celebración de la fiesta de la Virgen de la Candelaria reúne a multitudes y masas de peregrinos de todo el mundo y concentra la mayor cantidad de actores directos e indirectos. Y necesario, porque de esta manera se perenniza su intangibilidad, al mismo tiempo asegurándose su permanencia en el tiempo.
Precisamente, a esta manifestación cultural que se da en estas tierras donde habitaron los Tiwanaku; la denominamos como la primera industria musical contemporánea; debido a la generación masiva de ocupaciones y movimientos económicos relacionados a esta festividad, estableciendo consigo la demanda de mano de obra a nivel regional, logrando dar ocupación y ser fuente de ingreso económico a muchas familias. Dada la competencia muy arraigada de grupos sociales de diversa índole bien organizados que quieren ser los mejores y lucir lo mejor que puedan.
La segunda industria musical contemporánea en lo que fue el territorio de los Tiwanaku, principalmente en el departamento de Puno, estaría dándose como resultado del uso del órgano electrónico, un instrumento musical conocido en el mundo andino como teclado, introducido como elemento principal al folklore en la región sureña, por los hermanos Isaura y Basilio Choqueapaza a inicios de este siglo, quienes logran fusionar el huayno peruano y la cumbia boliviana, con lo que, llegó a las altas esferas del folklore peruano con el seudónimo de Isaurita de los Andes. A ella continuaron otras como Fresialinda, Yobana Hancco, Rosario Flores, Príncipe Sandino, entre otros.
En la actualidad, a nivel del Perú, a este fenómeno musical se le identifica como el “huayno sureño”. Desde entonces vino convirtiéndose en una novedad musical, cuyos intérpretes o impulsores actualmente se vienen multiplicado, principalmente en Juliaca, región altiplánica de Puno. De todos ellos, podemos destacar el trabajo musical de Lupe Dulce Floricielo, Yarita Lizeth, Jazmín Navarro, Maribel Huaquisto, Luz Yeny de los Andes, Melyna La Estrella del Sur, Margarita Turpo; quienes, al interior de este género musical vienen forjando con innovaciones, agregando nuevos sonidos, cambios de tonalidad y ritmo, buscando complacer al público y llegar al gusto y popularidad al interior de la música andina.
Cabe resaltar que en el trabajo de campo de nuestra investigación, realizado precisamente en el sur peruano, Juliaca; nos llamó poderosamente la atención el trabajo musical de Belinda Torres, quien logró fusionar el huayno sureño con la cumbia villera de Argentina, obteniendo un ritmo mucho más alegre y eufórico y con la desbordante alegría contagiosa y el profesionalismo con que ejerce su carrera musical teniendo al teclado como instrumento principal; llamándolo a este ritmo musical como el “huayno villero”, con lo cual, viene alcanzando una buena aceptación no sólo a nivel del sur peruano, sino, cual un fenómeno musical, logró una buena acogida en Bolivia, Chile, Argentina y Brasil. Y ahora viene conquistando el territorio peruano.
Por lo tanto, las innovaciones o incorporaciones de otros instrumentos musicales al folklore, hace que la música andina sea inclusiva, asegurando de este modo su permanencia para las generaciones futuras, tal como vino sucediendo desde los tiempos prehispánicos, con cambios, inclusiones e innovaciones en diferentes etapas de nuestra historia, continúa en la actualidad y lo mismo sucederá en el futuro. Probablemente pasará un tiempo prudente para que este “huayno sureño” forme parte oficial del patrimonio o identidad cultural, principalmente del departamento de Puno.





TRADICIONAL BEBIDA API “WIÑAYMARCA” PARTICIPA EN MISTURA 2013

Los Andes de Perú (www.losandes.com.pe)
                                    
El Api “Wiñaymarca”, producido por la cadena de productores “Molinera Wiñaymarca”, está presente en el rubro “Emolientes” del festival gastronómico “Mistura 2013”, el más importante evento culinario del país.
El Api es una bebida tradicional del altiplano peruano-boliviano; desde siglos atrás, antes de que existieran las repúblicas del Perú y Bolivia y el altiplano andino era uno solo, esta bebida se producía con el maíz morado proveniente de los valles de los ahora departamentos de Arequipa y Cusco, mientras que la tecnología de transformación para convertirlo en Api se realizaba en el altiplano.
Hoy, la cadena de productores Molinera Wiñaymarca que produce el Api Wiñaymarca, sigue manteniendo esta vieja tradición pues está elaborado con el maíz morado de mejor calidad que se produce en Arequipa, mientras que la tecnología de transformación la realizan productores puneños, liderados por Atanacio Chalco Limache, quien es su gerente general.
Atanacio Chalco es oriundo de la isla de Anapia, provincia de Yunguyo, ubicado en el lago menor del Titicaca conocido como “Wiñaymarca”. De allí el nombre del producto que con orgullo esta cadena de productores de Puno y Arequipa presentan en Mistura 2013, como una contribución al paladar y a la alimentación nutritiva para la población.





JUJUY PRESENTARÁ SU POTENCIAL EMPRESARIO EN BOLIVIA

El Ministerio de Producción y la Cámara de Comercio Exterior participarán en la Feria Internacional de Santa Cruz, que tendrá lugar en Bolivia desde el 20 de setiembre próximo, promoviendo por primera vez transporte especial desde Jujuy hasta esa ciudad a precio diferencial.

Jujuy on line de Argentina (www.jujuyonlinenoticias.com.ar)
                                                          
Así lo anunció el Secretario de Desarrollo PyME e Integración Regional Gustavo Ortiz y el Presidente de la Cámara de Comercio Exterior, ingeniero Raúl Villafañe, bajo la premisa de lograr la participación de empresas locales en una de las exhibiciones más importantes de Sudamérica con reconocimiento mundial.
Ortiz señaló la política provincial de acompañar al empresariado para que formen parte del stand local en el pabellón argentino de la ExpoCruz, el cual contará con gráfica y personal que transmitirá la labor ejecutada por la Cámara de Comercio Exterior, la Cámara PyME y la Unión Industrial.
“Esperemos que los representantes jujeños puedan generar negocios y que más empresas en la provincia tengan la posibilidad de exportar”, dijo el funcionario. Además, no descartó la posibilidad de avanzar en encuentros entre gobiernos para difundir una vez más las bondades del Paso de Jama como corredor internacional y otras líneas oficiales que contribuyan a allanar beneficios para el ámbito privado.
Por su parte, el Presidente de la Cámara de Comercio Exterior, ingeniero Raúl Villafañe, invitó al empresariado a sumarse a la agenda prevista desde el 25 al 29 de setiembre, mediante el acuerdo previsto con una empresa aérea boliviana que ofrece un vuelo chárter con 50 plazas disponibles y con un costo general de 800 dólares, para llevar exclusivamente a jujeños a Santa Cruz de la Sierra.
Recordó que la participación en ferias internacionales fue uno de los puntos consensuados con el Ministerio de Producción como parte de un plan provincial. En este caso, ponderó que en esta oportunidad se viabilizará la participación jujeña en rondas de negocios, la firma de convenios específicos entre la Cámara jujeña y la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO), la promoción de Jama y la invitación a protagonistas de la ExpoCruz para la ExpoJuy 2014.
Junto al Secretario Sebastián Mealla, Villafañe recordó que esta Feria boliviana es de orden multisectorial y permitirá reforzar el intercambio comercial, proyectar acciones frente a mercados de toda la región sudamericana e incluso apuntar a Europa, en base a los alcances actuales de productos alimenticios de la provincia.
Finalmente, manifestó que la Cámara se encuentra diagramando un proyecto de consorcio de exportaciones destinado a pymes que quieran insertarse internacionalmente, y que también se prevé presencia jujeña durante octubre venidero en la mayor feria de alimentos y bebidas del mundo: Anuga en Colonia, Alemania.





“… DISCURSOS, BANQUETES, BRINDIS Y PALABRAS, PALABRAS Y PALABRAS…”
                                                                                   
En torno al libro de Ricardo Scavone Yegros, Después de la guerra. Las relaciones paraguayo-bolivianas desde el Tratado de Paz hasta 1952, Asunción, Servilibro, 2013.

ABC de Paraguay (www.abc.com.py/edicion-impresa)
                                                 
Aunque pueda parecer extraño, teniendo en cuenta el vasto movimiento historiográfico que generó el conflicto por el Chaco Boreal, sus antecedentes y sus derivaciones, hasta la fecha no habían sido estudiadas las relaciones paraguayo-bolivianas después de que se suscribiera el Tratado de Paz, Amistad y Límites el 21 de julio de 1938.
Como es conocido, la larga controversia por la región chaqueña llevó a ambas Repúblicas a una cruenta guerra de tres años, en la que se calcula que murieron más de 35.000 paraguayos y 50.000 bolivianos. Sin embargo, de ese alto costo, como bien lo resumiera el ingeniero Jorge T. Lavadenz, ni Bolivia logró una salida soberana al río Paraguay ni Paraguay logró conquistar terrenos que probablemente eran petrolíferos. La salida lógica era, por lo tanto, que los dos perdedores se pusieran de acuerdo para tratar de aminorar sus deficiencias, y que ambos bandos trataran de olvidar sus tragedias y compensar los males del pasado con una amistad cordial y duradera.
Este libro es el primer abordaje sistemático de las relaciones bilaterales en los años de la posguerra, centrándose en las iniciativas y actitudes de los gobiernos, sus decisiones y el resultado de las mismas.
Varios estudios recientes de Ricardo Scavone Yegros (Historia de las Relaciones entre el Paraguay y Bolivia en el siglo XIX, Historia de las Relaciones Internacionales del Paraguay, Guerra internacional y enfrentamientos políticos) que constituyen el armazón de la presente publicación, avalan un notabilísimo conocimiento del tema refrendado, en cada caso, por un apreciable corpus de fuentes diplomáticas inéditas provenientes, en su mayoría, de los archivos de los ministerios de Relaciones Exteriores de Bolivia y de Paraguay. En efecto, el autor hace un uso exhaustivo de esos documentos; sin embargo, ese soporte queda matizado y contrastado con una buena selección bibliográfica, entre la que destacan biografías, relatos autobiográficos y memorias editas de los principales actores políticos de ambos países, lo que permite, al lector, el debate teórico e historiográfico en torno a las cuestiones que se van desentrañando.
La obra está estructurada en cinco capítulos. En el primero quedan planteadas las principales cuestiones que determinaron la agenda bilateral en los años inmediatos a la posguerra: la promoción del intercambio comercial, las condiciones para arribar a un acuerdo petrolero amplio y las iniciativas para alcanzar una efectiva integración física.
Tanto el gobierno de Paraguay, a cargo de Félix Paiva, como el de Bolivia, presidido por Germán Busch, eran conscientes, en 1938, de que un medio eficaz para incrementar las relaciones consistía en promover el intercambio comercial.
En pos de ese objetivo, Paraguay garantizó, en el tratado de paz, el más amplio libre tránsito por su territorio, especialmente por la zona de Puerto Casado, de las mercaderías que llegasen procedentes del exterior con destino a Bolivia y de los productos que salieran de Bolivia para ser embarcados por dicha zona, pudiendo instalar allí agencias aduaneras y construir depósitos y almacenes.
Se planteó, asimismo, conformar una comisión mixta para elaborar un modus vivendi comercial que sirviera de base para la negociación de un acuerdo definitivo de comercio. Al mismo tiempo, ambos gobiernos tenían conciencia de que los inadecuados caminos del Chaco representaban un inconveniente tremendo para concretar un tráfico mercantil activo pero que solo por esa vía directa podían obtener beneficios reales, puesto que la indirecta, por territorio argentino, mediante la conexión ferroviaria entre La Quiaca, Embarcación y Formosa, presentaba la desventaja del alto costo del flete.
Entre los testimonios que se presentan para mostrar esta condición, se cita el de Federico Ávila, quien encabezó la Comisión Comercial boliviana de 1939 y dejó escrito que: “Al atravesar el Chaco Boreal, más de una vez le asalta al viajero este pensamiento: Ni aun llevando oro de Bolivia para traer del Paraguay piedras preciosas, se animaría el comerciante a efectuar con frecuencia este penoso recorrido. La verdad es que mientras no se solucione seriamente el problema máximo de las comunicaciones, es perder el tiempo hablar del intercambio comercial entre ambos países”.
De este modo, el plan para la construcción y financiación de una carretera o de un ferrocarril estaría permanentemente presente en las relaciones interestatales durante todos los años cuarenta, pero tanto uno como otro gobierno, en distintos momentos, alegaron razones de índole económica y militar, las que, en definitiva, acabarían por frustrarlo.
La otra cuestión considerada desde el inicio de la obra es la concerniente al proyecto petrolero. Como es conocido, en 1936, se inició en Bolivia el proceso de nacionalización de los recursos petroleros.
En diciembre de ese año, se creó la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), que terminaría concentrando la producción y la comercialización del petróleo en ese país; en enero del siguiente año, se le asignaron zonas que se encontraban bajo reserva fiscal; y, en marzo, se decretó la caducidad del contrato con la Standard Oil Company de Bolivia, cuyos bienes, acciones y derechos pasaron a integrar el activo de la nueva empresa estatal.
Después, se le dotó de una ley orgánica y se le confirió el monopolio de la importación y distribución de carburantes. A partir de estas acciones, el petróleo pasó a constituir, sin duda, el producto que más concretamente podía potenciar la efectiva complementación económica paraguayo-boliviana y, a su vez, un factor clave de las relaciones comerciales y políticas de Bolivia con Argentina y Brasil.
Pues bien, a principios de 1939, integrantes de la elite política de los dos países sostenían que el petróleo de Bolivia podía venderse en el Paraguay a un precio inferior al de otras procedencias y que su transporte por el Chaco, desde Camiri, era incluso más fácil y económico que de allí a los principales mercados del Occidente boliviano. Esta convicción se materializó el 21 de abril de 1939 con la firma de un contrato ad-referéndum, según el cual YPFB instalaría en zonas francas concedidas por el Gobierno paraguayo, y ubicadas en la margen derecha del río Paraguay, plantas de almacenamiento, recepción y despacho de petróleo y almacenes para mercaderías. A partir de ese momento, la construcción de un oleoducto que llegara hasta el río Paraguay se constituyó en el tema más ambicioso de la agenda bilateral.
Los sucesivos acuerdos oficiales sobre la materia petrolera así como la retórica que los rodeó son retomados en los dos capítulos siguientes, de manera particular en el tercero, en el que se da cuenta de los Acuerdos de Villamontes, firmados en el contexto del encuentro en la frontera de los presidentes Higinio Morínigo y Enrique Peñaranda, en noviembre de 1943. Allí, los jefes de Estado suscribieron el Convenio para la Construcción de un Camino Carretero que uniera las Repúblicas del Paraguay y Bolivia, el Convenio sobre Constitución de una Comisión Mixta que estudiase las bases de un Tratado de Comercio y “Modus Vivendi Comercial”, el Convenio para la Construcción de un Oleoducto y un Protocolo sobre Cooperación Internacional. Sin lugar a dudas, estos instrumentos establecieron un plan ambicioso de trabajo con el que se pretendía consolidar, en forma paulatina, vínculos estrechos entre Paraguay y Bolivia.
Sin embargo, transcurrida una década de esos pactos históricos, el proyecto petrolero no se había concretado. Un conjunto de obstáculos y de inercias aparecen desgranadas en el relato a fin de dar cuenta de ese resultado, pudiendo resumirse de la siguiente manera. En lo que hace al primer convenio, establecido en 1939, las presiones del Brasil –que no veía con buenos ojos las gestiones para la provisión de petróleo boliviano al Paraguay, pues tenía interés en absorber todo ese petróleo en su propio mercado– y las del gobierno de Estados Unidos de América –que velaba por los intereses de la Standard Oil y, a la vez, temía que Alemania financiara el oleoducto y las refinerías en su propio beneficio– condicionaron que el Gobierno paraguayo finalmente no lo aprobase. Poco después, la administración del general José Félix Estigarribia, por Decreto-Ley 1755 del 8 de junio de 1940, reguló la prospección, investigación y explotación de yacimientos de petróleo y otros hidrocarburos con el propósito de promover sus propios intereses en materia petrolífera lo que, en adelante, determinó la conducta del Paraguay. A esto se sumó, según sostiene Ricardo Scavone Yegros, la comprobación de que “en algunas ocasiones, el entusiasmo con relación al oleoducto fue aplacado por las expectativas de encontrar petróleo en el Chaco paraguayo”.
En el caso de Bolivia hay que señalar que en los años de la inmediata posguerra el petróleo producido en su territorio era insuficiente para asegurar el autoabastecimiento y llegaba con dificultad a las regiones más pobladas de ese país. Por tanto, si bien Bolivia miraba el oleoducto hasta el río Paraguay como un medio para adquirir autonomía en el manejo de su riqueza petrolífera, priorizó las inversiones tendientes a atender, sobre todo, sus necesidades internas.
Sin duda, entre los aciertos de la obra sobresale el de una concisa y, a la vez, muy lograda contextualización de la realidad política y social de ambos países, lo que dota a Ricardo Scavone de una gran seguridad a la hora de explorar las distintas dimensiones de las relaciones bilaterales.
Quedan delineados los cambios profundos que en la organización de ambos Estados supuso la Guerra del Chaco y el papel desempeñado por la elite política en los años siguientes. En el caso de Bolivia, entre 1936 y 1939, imperó una suerte de “socialismo militar” durante el cual, si bien no se produjeron transformaciones profundas, salvo en lo concerniente al petróleo, se crearon las condiciones para llevarlas adelante.
A las administraciones de David Toro y Germán Busch, le siguió la del general Enrique Peñaranda. En 1943, un golpe cívico militar encabezado por el mayor Gualberto Villarroel y el civil doctor Víctor Paz Estenssoro, líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), determinó la caída de Peñaranda y abrió un proceso político dramático que tuvo su punto más álgido con el derrumbamiento del gobierno de Villarroel, en 1946, a consecuencia de una escalada de violencia que culminó con al asesinato del presidente en el Palacio de Gobierno y el colgamiento de su cuerpo en uno de los faroles de la plaza Murillo. En cuanto al Paraguay, la finalización de la contienda puso término al orden liberal en lo político y económico, y se buscó dar respuesta a los problemas sociales por medio de programas ideológicos distintos, con una fuerte injerencia de los jefes y oficiales que habían combatido en el Chaco.
La muerte del presidente Estigarribia en un accidente aéreo, el 7 de setiembre de 1940, abrió una época de tensiones y enfrentamientos internos que se agudizaron durante la gestión de Higinio Morínigo. Este proceso, como así también la cruenta guerra civil que asoló a la sociedad entre marzo y agosto de 1947, y las divisiones internas del Partido Colorado, es hábilmente descrito lo que permite sopesar eventuales relaciones entre la situación doméstica y las relaciones bilaterales pero, sobre todo, facilita la identificación de afinidades políticas entre ambos sistemas políticos.
Siguiendo el enfoque propuesto para esta investigación, quedan destacadas, en distintos momentos del libro, la personalidad y la actuación diplomática de algunos de los más influyentes intelectuales paraguayos y bolivianos.
En el caso de Paraguay, sobresalen Justo Pastor Benítez, periodista, catedrático y ensayista, quien se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores durante la Guerra del Chaco y luego estuvo a cargo de la legación en La Paz durante la presidencia de Félix Paiva; el sociólogo y escritor Justo Prieto, a cargo del ministerio de Relaciones Exteriores durante la gestión de Estigarribia; y el historiador Julio César Chaves, quien durante la Guerra del Chaco había servido en el Comando en Jefe del Ejército en Campaña, mereciendo desde entonces el aprecio y la confianza del general Estigarribia, por lo que este le confió la representación diplomática en Bolivia.
Ya para finales de los años treinta, los tres eran destacados letrados, habían dedicado buena parte de sus esfuerzos intelectuales en dar a conocer la historia y las condiciones sociales del Paraguay y, en el caso de Chaves, a demostrar mediante un conjunto de estudios históricos la justicia de los derechos del Paraguay sobre el Chaco.
Por esas razones, yo esperaba encontrar, en alguna sección del texto, información referida a, por ejemplo, una campaña de esclarecimiento entre la sociedad boliviana o acciones de cooperación cultural –conferencias, libros, intercambios de discursos históricos– que ayudasen a superar el desconocimiento mutuo y a establecer una efectiva confianza mutua. Pero nada de todo esto aparece o surge de la documentación presentada. Según las pruebas disponibles, esto se debió a la intermitencia de los esfuerzos o bien, en el caso de Chaves, al poco tiempo que permaneció en Bolivia.
La impresión que le queda al lector de este libro –tremendamente útil para los historiadores de las relaciones internacionales– es la de frustración. Luego de más de una década, no obstante, los ambiciosos acuerdos, las prestigiosas figuras que lideraron la diplomacia y el notable impulso que le imprimieron los jefes de Estado, un profundo desconocimiento siguió separando a las sociedades paraguaya y boliviana, a sus gobernantes, a sus intelectuales, a sus hombres de empresa, a sus medios de comunicación.
Además de frustrante, el resultado es paradójico, habida cuenta de que los dos países vivían “crucificados por la tiranía geográfica” y esa fatalidad común parecía condicionarlos a que, en materia internacional, ajustaran un ritmo paralelo y aspiraran a idénticos objetivos sustanciales.
Mas esto no ocurrió. ¿Qué faltó? ¿Sinceridad, persistencia, voluntad política? ¿Quizás la diplomacia no supo captar lo esencial de las diferencias entre ambas sociedades ni hacerlas visibles a los gobernantes y las opiniones públicas? ¿Tampoco supo identificar los medios para concretar los grandes proyectos que se plantearon? Quizás la respuesta esté, en efecto, en la lapidaria conclusión a la que Luis J. González arribó en 1947 en el ensayo Paraguay, prisionero geopolítico: “Ambas diplomacias se extraviaron en los meandros rutinarios e inoficiosos de siempre: discursos, banquetes, brindis y palabras, palabras y palabras…”.

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