Monday, June 13, 2005

Bolivia será la primera batalla de la nueva guerra ideológica latinoamericana: WASHINGTON Y CHÁVEZ SE ENFRENTAN EN LA PAZ

BOLIVIA, SIN SALIDA AL MAR NI DE SU LABERINTO POLÍTICO

El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com/mld/elnuevo)

Bolivia es un país que vive en su propio encierro --sin salida al mar tras su guerra con Chile hace más de un siglo y sin una aparente salida política al impasse institucional que en dos años ya ha cobrado la renuncia de dos presidentes-- fomentando la democracia callejera, acción que a la postre no es otra cosa que un golpe a la institucionalidad y la democracia.
El fracaso de Carlos Mesa se produce apenas tres semanas luego de concluida una encuesta de la empresa Apoyo, Opinión y Mercado para el periódico El Mundo entre mil adultos bolivianos en las ciudades de La Paz, el Alto, Cochabamba y Santa Cruz que arrojó el hecho de que sólo el 44 por ciento de los bolivianos aprobaba la gestión del ex presentador de televisión. En cualquier otro país esa cifra, aunque preocupante, hubiera sido aplaudida. De hecho, Alejandro Toledo, en Perú, con una aprobación menor al diez por ciento se sentiría más poderoso que Atahualpa si tuviera la mitad de la aprobación que respaldaba a Mesa.
Pero en las alturas de La Paz las corrientes democráticas se asfixian ante la presión que ejercen los autodenominados líderes de los subrepresentados, particularmente los pueblos indígenas, que son movilizados y utilizados como barricadas humanas para adelantar proyectos políticos que ni entienden ni conocen. ¿Cómo se explica este fenómeno?
A decir verdad, Bolivia, desde su independencia de España nunca se ha caracterizado por la longevidad de sus gobiernos, que en un momento llegaron a sumar más que los años de disfrute de su autonomía política como pueblo. A partir del retorno a la democracia en la década de los 80 el país parecía haber encontrado un sendero de estabilidad.
El país elegía a sus líderes de las filas de tres colectividades --el Movimiento Nacionalista Revolucionario, Acción Nacionalista Democrática y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria. Estos esfuerzos, iniciados en el 1985, año en que la hiperinflación alcanzó un nivel --24,000 por ciento-- superior al de la cordillera andina evidentemente han fracasado. ¿Por qué?
Primero, los tres partidos políticos principales mostraron más voluntad de poder que política para cerrar la brecha social y económica que hoy en día es responsable de que un país rico en recursos mineros sea el más pobre de toda América del Sur, con un 30% de la población subsistiendo con ingresos inferiores a un dólar estadounidense diario.
Segundo, el flagelo de la pobreza afecta mayormente a una población indígena que suma más del 60 por ciento de la población y se siente totalmente aislada.
Tercero, los principales ejes en los que el país ha apostado para su desarrollo económico --la soya y el gas natural-- son emprendimientos que no requieren gran mano de obra.
Cuarto, al sumársele a la milenaria tradición del cultivo, comercialización y consumo de la hoja de coca la desesperación económica de los más necesitados, no hay porqué sorprenderse de la fuerza y poder del sector cocalero --fuente constante de choque con las políticas de erradicación del cultivo que promueve la embajada de los Estados Unidos.
Quinto, porque oportunistas políticos han utilizado a los indígenas para adelantar sus proyectos personales, enarbolando las banderas multifranjas de la pobreza, el racismo y la coca, sin que sus esfuerzos hayan mejorado la calidad de vida de los que supuestamente representan.
Sexto, la estrangulación física, producto de su derrota a manos chilenas hace más de un siglo atrás, impone altísimos costos de transportación para sus exportaciones.
Séptimo, porque las diferencias regionales y los reclamos de mayor autonomía en Santa Cruz y Tarija representan serios obstáculos a los esfuerzos por la consecución de un consenso nacional.
Octavo, la dirigencia política ha creado su propio lenguaje, totalmente incomprensible. Este nuevo idioma es el mismo que insistió en llamar los procesos de privatización de industrias de los últimos veinte años ''proyectos de capitalización popular'' que, en verdad, nunca fueron ni capitalizados ni han resultado beneficiosos para la gran mayoría de bolivianos, de los que la nomenclatura política sólo ha logrado distanciarse más.
Ante este cuadro de esquizofrenia institucional es obvio que la anarquía callejera parece una ruta sensata a tomar en busca de una salida, si no al mar, al menos del laberinto político en que Bolivia se encuentra.



LA CRISIS BOLIVIANA GENERA TENSIONES ENTRE IZQUIERDA RADICAL Y PRAGMÁTICA

The Wall Street Journal (http://online.wsj.com/public/article)

Grupos indígenas suspendieron este fin de semana a las paralizantes protestas que lograron echar abajo al gobierno de Bolivia, al tiempo que el nuevo presidente interino instaba a celebrar elecciones antes de fin de año. Pero la pausa en las tensiones bajo Eduardo Rodríguez, ex presidente de la Corte Suprema que el jueves juró como nuevo mandatario, podría ser efímera, según analistas.
Bolivia y una gran parte de Latinoamérica continuarán siendo afectadas por una batalla que se libra entre líderes radicales de izquierda, que buscan un papel preponderante del Estado en la economía, e izquierdistas más pragmáticos que tratan de producir políticas de libre mercado con sensibilidad social.
En Bolivia, los radicales que obligaron que el presidente Carlos Mesa renunciara la semana pasada y que están presionando por la nacionalización del petróleo y el gas, claramente llevan las de ganar.
"Bolivia es un Estado fallido que está siguiendo el mismo rumbo que Haití, aunque las fuerzas militares van a intervenir antes de que ese último descenso al infierno suceda", dice Riordan Roett, especialista en Latinoamérica de la Universidad Johns Hopkins.
Algunos radicales bolivianos se han inspirado en Ecuador, donde grupos indígenas han sido actores claves en la volatilidad política que ha derrocado a tres presidentes en los últimos ocho años.
Pero el referente principal para los manifestantes bolivianos es el presidente venezolano Hugo Chávez, que ha tenido encontronazos con Estados Unidos sobre política exterior y se ha enfrentado por temas tributarios a símbolos capitalistas como Coca-Cola Co. y McDonald's Corp. Chávez, cuyo modelo es el dictador cubano Fidel Castro, se ha referido al activista indígena boliviano Evo Morales, como el "líder más grande en la nueva historia de Bolivia".
El caos por el que atraviesa hoy Bolivia es un golpe para los líderes de izquierda latinoamericanos más pragmáticos y para su representante principal, Luiz Inácio Lula da Silva. El mandatario brasileño, junto con líderes izquierdistas en Chile y Uruguay, ha ganado la confianza de los mercados financieros al seguir políticas austeras de mercado.
Da Silva ha recorrido el mundo en misiones diplomáticas, tratando de asumir un papel de liderazgo entre las naciones en vía de desarrollo. Pero disputas comerciales persistentes con Argentina, junto con la crisis boliviana, significan "una crisis de legitimidad, no hay duda alguna", para las pretensiones de liderazgo brasileño, dice Reginaldo Nasser, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Católica de Sao Paulo.
El mes pasado, manifestantes bolivianos hicieron estallar un auto- bomba a la salida de la sede en Bolivia de la principal petrolera brasileña. A su vez, los manifestantes indígenas obstaculizaron la producción de gas de Bolivia durante un tiempo, amenazando exportaciones vitales para la industria y consumidores brasileños y forzando a Brasil a planificar posibles racionamientos de gas.
Roett señala que lo que Bolivia, Ecuador y Venezuela tienen en común son grandes grupos que han sido tradicionalmente marginados y que están molestos con las élites "pequeñas y blancas identificadas... con Estados Unidos, la globalización [y] las reformas de mercado".
Chávez ha substituido a Da Silva como líder de algunos de estos latinoamericanos marginados. "Claramente hay una especie de competencia entre los dos", dijo Julio Carrión, politólogo de la Universidad de Delaware. En enero, durante del Foro Social Mundial, una reunión de grupos de izquierda en Porto Alegre, Brasil, llevada acabo al mismo tiempo que el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, Chávez recibió aplausos mientras que Da Silva fue abucheado.
Da Silva ha mostrado paciencia con Chávez con la esperanza de ejercer una influencia moderadora sobre él. En una visita a Brasil en marzo, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld expresó preocupación sobre el plan de Chávez de comprar 100.000 rifles AK-47. Poco después, Da Silva salió en defensa de Chávez en una cumbre a la que asistió con el líder venezolano.
"No aceptaremos que nuestros compañeros difamen, ni que se difame a nuestros compañeros", dijo el presidente brasileño.
Pero la élite brasileña tiene poco aprecio por Chávez, en especial cuando trata de expandir su influencia al brindar apoyo moral y financiero a movimientos radicales de izquierda en la región.
La tensión entre las dos agendas de izquierda no va sino a aumentar si la inestabilidad continúa en Bolivia.
Algunos analistas dicen que Morales podría ser una figura demasiado polarizante para ser electo presidente, pero claramente ha demostrado que puede hacer a Bolivia ingobernable.
"Bolivia está en el corazón de América del Sur y tener acceso a su gas es un proyecto que los militares brasileños han tenido desde los años 50", dice Nasser. "No podemos quedar avergonzados hasta el punto que nuestra economía salga perjudicada", puntualiza.



Bolivia será la primera batalla de la nueva guerra ideológica latinoamericana

WASHINGTON Y CHÁVEZ SE ENFRENTAN EN LA PAZ

La caída del Presidente Mesa y la convocatoria a elecciones anticipadas serán el teatro de operaciones para un nuevo enfrentamiento ideológico entre EE.UU., que anhela que la clase política tradicional conserve el control del país, y la nueva izquierda que representa Evo Morales, apoyada por Venezuela y también desde La Habana.

Alvaro Vargas Llosa - corresponsal

La Tercera de Chile (www.latercera.cl)

Bolivia se ha convertido en el teatro de batalla de una gran confrontación ideológica y política en el hemisferio occidental. Hasta ahora, la atención ha estado centrada en la confrontación interna -una confrontación étnica y cultural al mismo tiempo que ideológica- entre "kollas" y "cambas", es decir entre el oriente boliviano y la región sudoccidental de ese país. Esta lucha interna opone, por un lado, a ciudades como La Paz, Potosí, Cochabamba y Oruro -zona altiplánica, minera, con fuerte concentración indígena y mucha pobreza- y, por el otro, a Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, más mestizas y "blancas", con una notoria dinámica empresarial y afanes separatistas. Pero hay otra confrontación, de escala hemisférica, que empieza a cristalizar en Bolivia, convertida ahora en laboratorio de la lucha entre globalización y populismo, entre fuerzas afines a Estados Unidos y países enemistados con Washington.
Las próximas elecciones colocarán a Bolivia en el ombligo de la lucha ideológica continental y serán una verdadera prueba de fuego para los dos bandos en pugna.
Hubo un atisbo de esta confrontación continental en la reciente Asamblea General de la OEA en la Florida, cuando Roger Noriega, el subsecretario de Estado norteamericano, y Alí Rodríguez, el canciller venezolano, intercambiaron frases subidas de tono con respecto a la crisis de Bolivia. El primero se refirió a la "influencia" de Hugo Chávez en algunos grupos de la oposición boliviana y afirmó que "mucha gente en Bolivia tiene mucho contacto con el régimen de Castro". Rodríguez rechazó estas acusaciones, que atribuyó a "los intrigantes de siempre".
Sin embargo, algunos de los principales actores del drama boliviano se han encargado de hacer muy patente su conexión con Caracas y La Habana. Hace un mes, Evo Morales amenazó precisamente desde La Habana con liderar una movilización para exigir la renuncia de Carlos Mesa. En los últimos tres años, ha visitado varias veces Caracas y La Habana, y siempre con mucha publicidad y anuncios espectaculares. En noviembre de 2003, por ejemplo, participó en la Asamblea General del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) junto a Fidel Castro. En esa ocasión afirmó: "Estoy convencido de que creando el poder del pueblo y sobre todo una unidad latinoamericana con claridad ideológica para derrotar al imperialismo, muy pronto podremos festejar que América Latina sea otro Vietnam para Estados Unidos". En febrero de este año, en una de sus varias visitas a Caracas, participó en una "cumbre social" junto a Hugo Chávez con el propósito de impulsar lo que ambos denominan "una Carta Social de las Américas" por oposición a la Carta Democrática Interamericana ya existente. Esta última cuenta con respaldo firme de Estados Unidos, que la ha invocado precisamente para pedir que sea aplicada a Venezuela.
En numerosas ocasiones, voceros de Washington han acusado a Evo Morales de recibir apoyo económico del gobierno de Venezuela. El lo ha negado en varias ocasiones. El año pasado, en declaraciones a la Folha de Sao Paulo, aseguró: "No he recibido apoyo económico ni militar, es absurdo". Hasta ahora no se han hecho públicas pruebas fehacientes de un apoyo financiero, ni tampoco del entrenamiento y la asesoría que La Habana estaría dando a grupos indigenistas bolivianos, entre ellos el MAS. Pero las recientes revelaciones de la protección que estaban recibiendo en Caracas cuadros importantes de las Farc y el ELN colombianos -incluido el otorgamiento de pasaportes venezolanos- indican que hay numerosas aristas en la estrategia revolucionaria del eje La Habana-Caracas que todavía permanecen ocultas. Lo que sí está claro es que el gobierno de Venezuela, que ahora percibe casi 40 mil millones de dólares anuales por concepto de petróleo, invierte sin disimulo fuertes sumas en la realización de foros, la publicación de propaganda y la difusión por medios audiovisuales de su mensaje "bolivariano" (en parte ese mismo es el propósito que busca el canal de televisión internacional recientemente inaugurado por Hugo Chávez).
En todos esos eventos y esfuerzos de difusión es explícita la vocación de exportación del proyecto revolucionario y la afinidad con Evo Morales. En ese sentido, el Foro de Saulo Paulo, polo de referencia de la izquierda populista latinoamericana, ha desplazado su centro de operaciones a Caracas y La Habana, con constante participación del líder cocalero Evo Morales. La izquierda de Lula y el peronismo de Néstor Kirchner, en cambio, hasta hace poco asociados a ese foro, ven con preocupación la radicalización de la izquierda indigenista boliviana, entre otras razones porque tienen interés en asegurar el abastecimiento energético procedente del país altiplánico, cuyas reservas de gas son las segundas del continente.
En los últimos meses, Estados Unidos ha desarrollado una estrategia de contención del "virus" populista mediante la multiplicación de contactos con la izquierda moderada, incluyendo el gobierno chileno, cuyo candidato a la Secretaría General de la OEA finalmente fue respaldado por Condoleezza Rice, así como mediante la consolidación de las alianzas ideológicas con Colombia y los países centroamericanos. Sin embargo, cuatro factores complican la estrategia norteamericana de cara a la crisis boliviana: las limitadas posibilidades de la diplomacia chilena, la crisis interna colombiana, la inestabilidad andina en general y la ausencia de un liderazgo latinoamericano dispuesto -o en capacidad de- a oponer resistencia al populismo radical.
Chile no puede intervenir en la crisis boliviana por obvias razones, reducido por el momento a un papel de observador nervioso para evitar exacerbar las pasiones de su vecino más de lo mucho que ya están. Colombia no está para asumir grandes liderazgos continentales, dado que el conflicto interno de ese país consume casi todas las energías del gobierno de Uribe, quien, además, está obligado a llevar con prudencia sus relaciones con Venezuela, vecino conflictivo. La inestabilidad andina hace temer el desborde del síndrome boliviano a Ecuador y Perú, lo que impide a esos países, sumidos en sus propias crisis políticas internas, jugar un papel de contrapeso. Argentina, país andino que podría haber cumplido ese rol, tiene un gobierno con tendencia al populismo que en ningún caso hará alianza frontal con Estados Unidos para oponer resistencia ideológica al MAS y fuerzas afines, aun cuando tampoco tiene interés en alimentar esa corriente por las consecuencias que ello puede tener para el abastecimiento de gas. Finalmente, los países centroamericanos aliados de Estados Unidos no tienen por sí solos el peso suficiente para influir en la crisis boliviana. La consecuencia de todo esto es que Estados Unidos se va quedando casi como único país activamente enfrentado a las fuerzas de la izquierda radical a escala continental. Una mayoría de países, incluidos los gobernados por la izquierda moderada, apoyan sotto voce esos esfuerzos, temerosos de las consecuencias de un triunfo de Morales o fuerzas afines para toda la región. Pero niguno de ellos está dispuesto a jugar un papel en la línea del frente. Brasil, quizá el único que por su tamaño podría jugar un rol de contención, está limitado por el origen ideológico del partido gobernante, la sucesión de escándalos políticos que afectan al gobierno de Lula y los fuertes lazos energéticos con Bolivia, además de que Brasilia mantiene como política de Estado una distancia frente a Washington.
Por último, y para complicar más las cosas, no asoma todavía en Bolivia una opción viable de carácter nacional capaz de oponer un proyecto democrático basado en la economía de mercado y la paz social al proyecto revolucionario indigenista. Las facciones separatistas -como la de Santa Cruz- no constituyen a ojos de Estados Unidos y sus aliados latinoamericanos una alternativa, y tanto el MNR como las viejas huestes del fallecido dictador Hugo Bánzer están por ahora desacreditadas. Por tanto, Washington y sus aliados latinoamericanos no cuentan en estos momentos con una baza boliviana por la que puedan jugarse abiertamente, en el supuesto -nada claro- de que eso fuera lo conveniente.



La Moneda temió que crisis derivara en guerra civil o golpe militar

EL PRIMER CLARO EN LA TORMENTA BOLIVIANA

Tras la sesión del Congreso en Sucre, la Cancillería vio cómo se alejaban sus peores temores: el resistido titular del Senado, Vaca Díez, renunciaba a su aspiración presidencial y dejaba al abogado Eduardo Rodríguez encumbrado en el Palacio Quemado con el imperativo de llamar a elecciones no más allá de 150 días. Plazo suficiente para que surja una figura del establishment que haga frente a una eventual candidatura de Evo Morales.

La Tercera de Chile (www.latercera.cl)

Desde la noche del 6 de junio, cuando en un mensaje televisivo Carlos Mesa anunció dramáticamente a los casi nueve millones de bolivianos su decisión de renunciar a la Presidencia con un "hasta aquí puedo llegar", el gobierno chileno vio con creciente inquietud y con un resignado escepticismo la posibilidad de una salida constitucional. "Bolivia se debate trágicamente entre la guerra civil y el golpe de estado", era la expresión que una alta fuente de gobierno ocupaba para explicar la crisis.
Y es que a esas alturas la agudización de las protestas, el fracaso de las gestiones de la Iglesia y la creciente ola de violencia no permitían a la administración de Ricardo Lagos descartar que el vacío de poder en que quedó Bolivia tras la renuncia de Mesa fuera resuelto lejos de la legalidad.
A esta situación se sumaba el complejo escenario para reemplazar al ex presidente. Tanto en La Moneda como en Cancillería existía coincidencia en que lo peor era que el titular del Senado, Hormando Vaca Díez, no declinara sus aspiraciones presidenciales y aceptara ocupar el Palacio Quemado por encima de la violenta resistencia de los movimientos sociales e indígenas. La conclusión en círculos diplomáticos era que si el senador llegaba a la Presidencia no iba a poder gobernar "sin que las Fuerzas Armadas salieran a limpiar las calles".
Por el contrario, el panorama más auspicioso apuntaba a que "primara la cordura". En otras palabras, que la sucesión de Mesa terminara en el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez, el tercero en la línea constitucional después del presidente de la Cámara de Diputados, Mario Cossío, quien ya había hecho públicas su intenciones de renunciar a su derecho presidencial. A diferencia del repudio que Vaca Díez generó -al punto que el dirigente cocalero Evo Morales amenazó con una guerra civil si asumía-, la figura del magistrado era aceptada por buena parte de los movimientos alzados.
Es por eso que sólo después de que Vaca Díez aseguró el jueves que no llegaría al Palacio Quemado, el gobierno chileno respiró tranquilo. Tras la accidentada sesión del Congreso en Sucre, la Cancillería vio cómo se alejaba el fantasma del golpe de Estado, principalmente por el sorpresivo apego constitucional mostrado por las Fuerzas Armadas: Rodríguez, un abogado sin militancia, se encumbraba como Presidente con el imperativo de llamar a elecciones no más allá de 150 días.
"La llegada de Rodríguez es la mejor de las salidas constitucionales en el actual escenario de gravedad", dice una alta fuente de gobierno, que agrega que una de las ventajas del nuevo Presidente está "en su apoyo parlamentario".
La madre de las batallas
Aunque la renuncia de Mesa tuvo una salida democrática, los análisis en la administración Lagos apuntan a que esta crisis es una de las peores vividas por Bolivia, lo que se refleja en la ausencia de liderazgos capaces de sacar al país de la debacle.
Y si bien se valora la llegada de Rodríguez a la Presidencia, en círculos diplomáticos existen dudas sobre el margen de maniobra que tendrá el mandatario para sobrevivir. "Sólo hay que esperar que los grupos más radicales empiecen ahora a pedir su renuncia", dice un alto miembro del gobierno.
En esta línea, la misma fuente afirma que la prueba de fuego para el gobierno provisional no va a estar en las elecciones. La "madre de todas las batallas", dicen, va a ser cómo el ex supremo resuelva el tema de la Ley de Hidrocarburos -la principal demanda de las protestas- que mantiene enfrentado al Ejecutivo paceño con los dirigentes sociales, especialmente Evo Morales, que exigen que se eleven a un 50% las regalías para el Estado sobre las extracciones de petróleo y gas y la nacionalización de los hidrocarburos. Temas que Rodríguez ya anunció que está dispuesto a enfrentar.
En la Cancillería se asegura que el futuro de Rodríguez también va a estar determinado por la manera en que aborde las otras dos demandas sociales: realizar una asamblea constituyente y un referéndum sobre autonomías regionales, dado el creciente interés separatista de algunas regiones más prósperas como Santa Cruz. Fuentes diplomáticas estiman que de estos dos puntos, que consideran más viables de tratar, dependerá el comportamiento de las fuerzas radicales y que hasta ahora no han dado tregua al nuevo gobierno.
Establishment
Además del futuro que tendrá Eduardo Rodríguez, otro foco de inquietud de La Moneda está puesto en el resultado de las adelantadas elecciones.
Pese a que Evo Morales se ha alzado en estos días como uno de los probables candidatos a la Presidencia, los cálculos chilenos en esta materia no son coincidentes.
Uno de los análisis es que el líder del MAS, quien en esta crisis quedó superado por las fuerzas en sublevación, no tiene despejado el camino. Dadas las actuales divisiones y rivalidades que registran los movimientos antisistémicos que el parlamentario enarbola, fuentes diplomáticas creen que "no es claro que estos grupos se pongan de acuerdo en un solo candidato".
No obstante, otros influyentes personeros de la administración Lagos estiman que independiente de esta situación, el tiempo que transcurra hasta los comicios es suficiente como para permitir que surja una figura del establishment que haga frente a una eventual candidatura de Morales u otro representante de los movimientos sociales e indígenas. En esta línea, no se da por descartado que resurja la opción presidencial del derechista ex Presidente Jorge Quiroga, quien se ha mantenido estratégicamente al margen de la crisis.
En definitiva, la interrogante que ha cruzado La Moneda apunta a si las fuerzas políticas más moderadas lograran aliarse mayoritariamente o si el nuevo ocupante de Palacio Quemado provendrá de los sectores rebeldes hastiados de la clase política tradicional.
Los beneficios para la agenda bilateral
Dado el actual clima de convulsión que vive Bolivia, uno de los cálculos que ha sacado La Moneda en medio de la crisis es que el histórico reclamo marítimo pasaría a un "discreto segundo plano".
Influyentes personeros diplomáticos chilenos estiman que serán los conflictos internos que motivaron la actual debacle social y política los que coparán momentáneamente la agenda boliviana.
De todas formas, la pretensión del gobierno chileno es continuar con los esfuerzos para retomar los asuntos bilaterales, tal como lo había acordado el canciller Ignacio Walker con el titular de Exteriores de Carlos Mesa, Juan Ignacio Siles. Ambos, incluso, llegaron a intercambiar propuestas. Siles le entregó a Walker -durante un encuentro en Ouro Preto- un documento de 10 capítulos, cuyo punto noveno abordaba la demanda marítima. Walker, en tanto, le respondió en Brasilia con una contrapropuesta de 42 medidas, en las que obviamente no había mención a la mediterraneidad.
Pese a que el asunto marítimo podría quedar excluido a corto plazo de la agenda, para buena parte de los dirigentes oficialistas la nueva crisis de Bolivia dejó como lección la necesidad de solucionar el enclaustramiento boliviano. De hecho, personeros de la Cancillería se aventuraron a asegurar que los esfuerzos por consensuar una salida al estilo del frustrado acuerdo de Charaña, en 1975, "tendría piso político", algo que fue desmentido por parlamentarios opositores.



NOS DESPOJARON DE ZONA PETROLERA

Diario ABC de Paraguay (www.abc.com.py)

Al asegurar que la Guerra del Chaco fue "la guerra por el petróleo", Juan José Ríos responsabilizó a la empresa norteamericana "Standard Oil Company" de haber financiado el enfrentamiento entre paraguayos y bolivianos, "para despojarnos de una vasta zona rica en petróleo".
Así dijo ante el presidente Nicanor Duarte Frutos y los más altos jefes castrenses el ministro de Defensa Roberto González. "El resultado de la guerra ha sido la victoria militar y el Paraguay logró expulsar a los invasores, arrojándolos hasta las estribaciones andinas en pleno territorio boliviano", recordó.
"Quienes hemos actuado al llamado de la patria, en el Chaco, la hemos servido desde el 15 de junio de 1932 hasta el 14 de junio de 1935. Así hemos cumplido nuestro deber con la patria sin reclamar ninguna retribución, privilegios; solo hemos pedido un puesto de combate para la defensa de nuestra heredad patria", enfatizó, ya con voz temblorosa, el presidente de la UpvChaco. Concluida su exposición, le congratuló efusivamente el Jefe de Estado.



Nuevo gobierno/ Declaraciones del presidente Carlos Mesa

NO HUBO INTERVENCIÓN DE CHÁVEZ EN LA CRISIS

El ex presidente de Bolivia Carlos Mesa dijo ayer a un diario mexicano que durante su gestión no tuvo indicios de que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hubiese intervenido en la crisis de su país, tal como lo sugirió EEUU.

El Tribuno de Argentina (www.eltribuno.com.ar)

"No tuve, mientras estuve en el Gobierno, indicios de inteligencia (de la supuesta intervención de Caracas en el conflicto boliviano)", declaró el ex mandatario en una entrevista con el periódico "El Universal" de la Ciudad de México.
Mesa, que renunció y el viernes pasado dio paso al nuevo presidente, Eduardo Rodríguez, añadió que, a pesar de no haber hallado evidencias de "intervencionismo" de Chávez, considera "legítimo" el "respaldo" que el mandatario venezolano ofrece al líder cocalero boliviano, Evo Morales, uno de los principales instigadores de las protestas antigubernamentales.
"Hay empatía y respaldo de Chávez a Evo. Eso es evidente y hasta me parece legítimo", enfatizó.
Estados Unidos sugirió hace dos semanas que el mandatario venezolano estaba alentando las acciones de protesta que Morales, líder del Movimiento Al Socialismo (MAS), estaba llevando a cabo para presionar al Gobierno de Mesa a que nacionalizara la industria de hidrocarburos.
Mesa también declaró a "El Universal" que consideró el nombramiento por el Congreso del nuevo presidente Rodríguez como "uno de los momentos más felices" de su vida, "porque estábamos salvando a Bolivia de un desastre". Añadió que el lunes y el jueves pasado vivió los "días emocionalmente más duros", porque vio que "estábamos al borde de una guerra civil, pero de verdad".
El ex mandatario opinó que Rodríguez tendrá la ventaja política de que podrá "construir un proceso electoral total", pero advirtió de que está por verse si el Congreso le pondrá trabas en el camino hacia la estabilización del país. "Todavía la situación es muy complicada. Aún puede haber un coletazo, pero con el correr de los días se irá normalizando y ahora es importante que el Congreso defina un proceso electoral completo", declaró.



BUSH "CULPABLE" DE CRISIS EN BOLIVIA

El presidente de Venezuela Hugo Chávez culpó al capitalismo que promueve el presidente de Estados Unidos de los problemas políticos que afectan a Bolivia.

BBC de Londres (www.news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america)

El mandatario aseguró que las políticas de libre mercado en América Latina han provocado "exclusión, miseria y desestabilización".
En su programa dominical de radio y televisión "Aló presidente", Chávez dijo que la propuesta del presidente estadounidense George Bush de un acuerdo de libre comercio regional, es "medicina de la muerte".
"Su tesis de medicina envenenada está fracasada señor y los pueblos de este continente construiremos (...) un camino en el cual Cuba revolucionaria, Cuba socialista, ha sido y es un ejemplo", exclamó el presidente venezolano. Corresponsales señalaron que Chávez respondió así a comentarios de algunos funcionarios estadounidenses de que él influyó a los manifestantes bolivianos.
Pobreza y protestas
Agregó que el modelo de Bush de una zona de libre comercio hemisférica, planteado la semana pasada durante la reunión de la Organización de Estados Americanos, (OEA), significaría más pobreza y protestas en la región. "Pero los pueblos de América Latina le decimos: no "mister Bush, mister danger", insistió Chávez.
El mandatario venezolano felicitó a los bolivianos por "abrir las puertas hacia un camino pacífico".



BOLIVIANOS EN BUENOS AIRES MANTIENEN EL ESTADO DE EMERGENCIA

Diario Rebelión de Uruguay (www.rebelion.org)

Comunicado:
El pueblo en lucha ha frenado momentáneamente los designios del imperialismo y la oligarquía boliviana: sin embargo, los problemas siguen vigentes y no habrá solución hasta se imponga la nacionalización de nuestros hidrocarburos y se aplaste a cualquier intento de dividir Bolivia. Por ello, la magna asamblea de la comunidad boliviana en Buenos Aires-Argentina, realizada el 11 de los corrientes, en Plaza de los Virreyes del Barrio de Flores Sur, habiendo iniciado sus deliberaciones con un minuto de silencio en homenaje al compañero minero asesinado en Sucre por el ejército, resuelve los siguientes puntos:
1º. Constituir la Asamblea Popular “Carlos Coro Mayta” de la comunidad boliviana en Buenos Aires Argentina, en defensa de los recursos naturales de Bolivia.
2º. Demanda al gobierno nacional la inmediata nacionalización de los recursos hidrocarfuríferos, sin indeminización y bajo control del pueblo organizado.
3º. Llamamiento a la unidad de las movimientos sociales, indígenas, campesinos y pueblo en general.
4º. Rechazo total a cualquier intento de dividir Bolivia a título de autonomías regionales.
5º. Demanda para ejercer el derecho a voto en el extranjero de todo ciudadano boliviano.
6º. Mantener el estado de emergencia y de asamblea permanente hasta tanto tomen decisiones los sectores movilizados en Bolivia.
¡Viva la lucha del pueblo boliviano!



BOLIVIA: TREGUA EN EL CAOS

Las protestas se calmaron un poco al asumir un presidente interino que llamará a elecciones. Pero nada garantiza que la crisis haya pasado.

Revista Semana de Colombia (www.semana.com)

De nuevo cayó el presidente de Bolivia. Carlos Mesa sólo alcanzó a durar un año y ocho meses al frente del gobierno, luego de reemplazar a la carrera a Gonzalo Sánchez de Lozada. Su corto gobierno fue tan turbulento como su caída. Más de 900 manifestaciones le amargaron la vida mientras intentaba poner orden en un país cada vez más ingobernable. El lunes, cuando salió en la televisión a decir basta, era ya un rey de burlas.
Pero su renuncia no logró calmar los ánimos. En los tres días que siguieron el país se acercó peligrosamente a la guerra civil mientras se decidía quién asumiría el cargo. A pesar de que la Policía se comportó "muy mesurada y profesionalmente", como dijo a SEMANA Carlos Toranzo, analista político, los enfrentamientos aumentaron y la posibilidad de una explosión de violencia se respiraba en cada instante. Al final de la semana quedó como mandatario interino el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez. Tiene 150 días para llamar a elecciones, pero nada garantiza que las cosas vuelvan a ser lo que eran en el país andino.
La situación se iba tornando más crítica cada minuto y no se lograba vislumbrar una posible salida, ya que hasta la noche parecía un hecho que el presidente del Congreso, Hormando Vaca Díez, se quedaría con la presidencia en su calidad de sucesor constitucional. Las fronteras con Argentina, Chile, Paraguay y Perú habían sido cerradas. Las provisiones de comida escaseaban a causa de los bloqueos a los que estuvieron sometidas todas las carreteras del país desde hacía ya cuatro semanas y lo poco que se conseguía era a precios exorbitantes. El combustible se convirtió en un lujo que ya no poseían ni siquiera los carros diplomáticos. Las personas que no estaban manifestando en las calles se atrincheraron en sus casas esperando una solución a la crisis y sólo se atrevían a salir a las calles aledañas a sus casas.
Vaca Díez es un político del tradicional partido Movimiento Izquierda Revolucionaria, aliado de Sánchez de Lozada, considerado por las masas como el máximo responsable de la crisis actual por su política neoliberal. Que Rodríguez, quien ocupaba hasta el 9 de junio por la noche el cargo de presidente de la Corte Suprema y era el tercero en la línea de sucesión determinada por la Constitución, llegara al poder se había convertido en la exigencia perentoria de las manifestaciones. Los disturbios llegaron a su clímax el jueves, cuando murió un obrero en Sucre y Vaca Díez tuvo que buscar refugio. Cuando se supo que Vaca renunciaba a sus aspiraciones la tensión bajó, pero el conflicto sigue latente.
Este capítulo de la interminable crisis boliviana comenzó el 16 de mayo, después de que fue aprobada la ley de hidrocarburos, que imponía cargas del 50 por ciento a la producción del gas natural. Esos valores son mucho más altos que los que se pagan en el resto del mundo, pero no fueron suficientes. Los grupos indígenas, algunos de los cuales claman por una revolución marxista, sienten que los han expoliado sin descanso durante siglos y no quieren nada distinto a la nacionalización total de los hidrocarburos. La cosa llegó a tal punto que el Congreso no había sesionado desde el martes 31 de mayo, pues las manifestaciones amenazaban a los parlamentarios al acercarse al Palacio Quemado, sede de gobierno y a la Plaza Murillo, en el centro de La Paz.
Después de la renuncia de Mesa se decidió esperar tres días para sesionar, ya no en La Paz, sede del gobierno, sino en la capital constitucional del país, Sucre. Pero la renuncia de Mesa, en vez de acercar una posible tregua entre las partes en disputa logró un efecto contrario y aún más preocupante. Desde un principio los sectores populares, los campesinos, indígenas, cocaleros, sindicalistas, estudiantes y miembros de las juntas vecinales del Alto, liderados por el político del Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales, mostraron su rotunda negativa a que Mesa fuera sucedido por Vaca Díez. No sólo porque lo asociaban con todos los males de pobreza, exclusión y desempleo que combatían, sino porque también encarna el otro extremo de la crisis: es de la provincia de Santa Cruz, la misma que está en pie de lucha, por razones no sólo diferentes, sino opuestas.
"Si Vaca Díez llegaba al poder no iba a gobernar el país. Nosotros íbamos a tomar las entidades públicas, dijo a SEMANA el diputado por el MAS Gustavo Torrico. Él representa a una mafia política y a las oligarquías de Santa Cruz, que sólo piden las autonomías regionales", declaró el dirigente, quien también acusó a Vaca de conspirar para llevar a cabo un golpe civil militar. Evo Morales había convocado a una 'resistencia civil' si el presidente del Congreso llegaba a la presidencia. El ambiente era de violencia. Tanto que el mismo Carlos Mesa en un discurso dirigido a la nación en la noche del 7 de junio pidió a Vaca Díez renunciar para evitar una guerra civil. "En tu mano está mostrarle a Bolivia un rasgo de generosidad que hará historia, que te hará muchísimo más próximo a este pueblo que el seguir insistiendo en un camino imposible".
Un sorprendido Eduardo Rodríguez, un magistrado que jamás imaginó llegar a donde se encuentra, asumió la presidencia interina para llamar a elecciones en 150 días. Con toda seguridad Evo Morales aspirará a llegar a la presidencia, ya que en los comicios pasados que se llevaron a cabo en 2002, Morales ocupó el segundo lugar detrás de Gonzalo Sánchez de Lozada. Pero "una victoria electoral de Evo Morales es relativa, ya que él está alejando a los votantes de las clases medias, a causa de los bloqueos", dijo a SEMANA el analista Toranzo.
Los antecedentes
Bolivia, a pesar de ser uno de los países más ricos en recursos naturales de todo el continente, ha estado marcada en su historia por una clara injusticia social con raíces fundadas en un fuerte racismo. La mayoría de la población, el 70 por ciento, está compuesta por indígenas pobres. De ellos, aproximadamente el 10 por ciento no tiene la posibilidad de ir al colegio y son analfabetas. Este sector de la sociedad, dirigido sobre todo por el líder cocalero aymará Evo Morales, quien nunca terminó sus estudios de primaria, exige una nueva Constitución acorde con las necesidades reales del pueblo. También luchan por la nacionalización de los hidrocarburos, ya que el país posee los yacimientos más grandes de gas natural de toda América Latina. Esto con el fin de que exista una redistribución de la riqueza más justa para ellos y que todos puedan sacar provecho. Pero a diferencia del pensamiento de los 'blancos' no sólo los mueve generar riqueza económica. También existe el ingrediente de la creencia ético-religiosa de los nativos de las tierras de los Andes, que consideran a la Tierra, la Pachamama, como su madre y que todos su hijos tienen derecho a sus frutos. Además en ellos pesa con fuerza el sentimiento de que les han robado sus riquezas desde la llegada de la colonización española.
En la otra orilla se encuentran los comités cívicos de Santa Cruz, la región económicamente más próspera del país. Es ahí donde se concentra la mayor cantidad de industria nacional y extranjera. La gran mayoría de los pobladores de esta zona son mestizos y blancos. En esa región se hallan las élites que han ostentado el poder económico y político durante toda la historia republicana del país andino. Santa Cruz pide la autonomía, es decir abogan por una federalización del Estado boliviano. Esto con el fin de que las riquezas producidas en su región se queden allá y que logren crear políticas que convengan a su bienestar económico. Reformas han enriquecido a una pequeña élite que no han cumplido con ayudar a los pobres. Ellos buscan autonomía y mayores beneficios en la distribución de la riqueza de hidrocarburos en la zona.
La historia política del país ha estado marcada por los golpes de Estado y las dictaduras desde su independencia el 6 de agosto de 1825. Y en un ambiente de polarización social y geográfica permanente desde entonces, el modelo político tradicional resulta contraproducente. Se trata de un centralismo muy marcado, en un país que carece de buenas vías de comunicación, lo que genera que los actores sociales tiendan a expresarse mediante grupos de presión que se convierten en poderes alternos y que propician las constantes movilizaciones sociales. A eso se añade que tiene un presidencialismo atípico, en el que el ganador debe conseguir más del 50 por ciento de los votos, y si ninguno lo logra, es el Congreso el que decide. Si además se tiene en cuenta que la representación no es proporcional, los partidos políticos terminan con bancadas que no reflejan fielmente la votación. Así el país termina con presidentes de una permanencia precaria, al punto de que en nueve oportunidades desde 1936 las masas han logrado cambiar gobiernos.
De ahí que el único factor de estabilidad, durante muchos años, y hasta hace 23, fue el ejército. Este fue disuelto tras la revolución de 1952, que nacionalizó las minas y creó un Estado socializante y proteccionista bajo el liderazgo de Víctor Paz Estenssoro pero reconstituido años más tarde. Los militares gobernaron entre 1964 y 1982, y en 1985 Paz Estenssoro desbarató el modelo impuesto por él mismo años atrás, e introdujo el neoliberalismo con su ministro de Economía, Sánchez de Lozada.
Desde entonces el país ha sido una caldera que se calienta cada vez más. La gran disyuntiva se presenta entre los blancos de descendencia europea, quienes ostentan el poder económico y los indígenas y campesinos, quienes son la gran masa que a la hora de organizarse logran bloquear y paralizar a todo el país. Como dijo Toranzo a SEMANA: "En Bolivia aún existen muchos sectores conservadores, sobre todo en Santa Cruz, que reprimen a los indígenas. Muchos estarían dispuestos a defenderse de los manifestantes por su propia cuenta".
El gran error que cometió el ahora ex presidente Carlos Mesa fue tratar de complacer a todos los sectores de la población y acceder a todas las peticiones sin analizar que muchas de ellas chocaban directamente. Aprobó prácticamente todas las peticiones de los diferentes sectores del país prometiendo una nueva Constitución, un referendo autonómico y una nueva ley de hidrocarburos. Pero a la hora de pasar todos estos proyectos legislativos por las instancias del Congreso, su falta de afiliación política se hacía notar. Los parlamentarios terminaban por ampliar los plazos de los debates, lo que llevaba a que no se solucionara nada después de meses. Eso a su turno invitaba a nuevas protestas en un ciclo vicioso que no parecía no tener fin. Por ahora se puede decir que la situación se ha calmado, pero esta tranquilidad es relativa. En esta mitad del año se ha incendiado la situación del país más de tres veces y se puede esperar que vuelva a ocurrir en pocas semanas, pues para los bolivianos las manifestaciones, los bloqueos y las protestas son parte de una herencia política de desconfianza por instituciones en las que no creen del todo. Esa particular forma de ver la democracia no parece el camino para lograr la gobernabilidad a menos que haya cambios estructurales. Bolivia se debate entre la revolución indígena socialista y la secesión, en un entorno de intolerancia. Por eso nada garantiza que llegue a una salida a la crisis sin que haya sangre en el futuro.

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