Thursday, May 04, 2006

PETRÓLEO BOLIVIANO

EDITORIAL

EVO, LULA Y LOS NEGOCIOS

El Tiempo de Colombia (www.eltiempo.terra.com.co)

Quién lo diría: dos símbolos de la izquierda latinoamericana, el presidente boliviano, Evo Morales, y el brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, están al borde de un cisma por el más capitalista de los temas: el negocio de hidrocarburos. Prueba de que la decisión que tomó el primero de ellos, el lunes, de nacionalizar la explotación de gas y petróleo en su país, va más allá de afectar los intereses de unas multinacionales.Lo prometió y lo cumplió, justo después de firmar, con Hugo Chávez y Fidel Castro, el embrión del proyecto de acuerdo comercial regional del primero, la Alternativa Bolivariana de las Américas (Alba). Evo Morales decretó que el Estado toma el control de los campos de gas y que las empresas extranjeras deben vender al menos 51 por ciento a Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
En seis meses, un decreto regulará su actividad y habrá auditorías para determinar las inversiones de las compañías y clarificar si algunas estarían obteniendo ventajas indebidas. Quedó pendiente la cuestión crucial de si habrá o no indemnizaciones y compensaciones.
Bolivia cuenta con las segundas reservas de gas de Suramérica (1,55 billones de metros cúbicos) y exporta casi toda su producción a Brasil y Argentina. Las empresas afectadas son la brasileña Petrobras, la hispano-argentina Repsol-YPF, las británicas British Petroleum y British Gaz, la francesa Total y la estadounidense Exxon, con pequeños intereses. El gobierno boliviano espera aumentar en más de 300 millones de dólares sus recaudos por esas exportaciones.
La decisión tiene profundas implicaciones. Simbólicas, para empezar, en una economía global que lleva más de una década con el lema de desestatizar y privatizar. Geopolíticas, pues, de hecho, reafirma la pérdida de influencia de E.U. en una región clave para sus intereses y realza el papel de contradictor del venezolano Chávez. Algunos ven la medida con preocupación, como señal del populismo creciente en Latinoamérica. Otros, con simpatía, como muestra de una soberanía largamente esperada. Pero para un país como Brasil, 60 por ciento de cuyo consumo de gas depende de Bolivia, la nacionalización rebasa toda simpatía ideológica. Prueba de que la llamada ‘izquierda latinoamericana’ no es ni tan izquierda ni tan monolítica (para no hablar de la posibilidad ya insinuada de que Tabaré Vázquez, en Uruguay, le apunte a un TLC con E.U.). Otro afectado de izquierda fue el gobierno español de Zapatero, que reaccionó en defensa de Repsol.
La situación es tan álgida, que se convocó para hoy, en Argentina, una cumbre de emergencia de los presidentes de Bolivia, Brasil, Argentina y Venezuela. Quizá de allí salgan decisiones que eviten el enfrentamiento.La validez de la medida la decidirá no la ideología, sino sus efectos prácticos. Sobre todo, si en verdad logra aumentar el recaudo de divisas para el pobre Estado boliviano. Pues esta reafirmación de la soberanía entraña también el riesgo de espantar a los inversionistas y dejar a Bolivia con el gas, pero sin los medios para explotarlo. Aún es pronto, pues, para emitir un juicio final sobre la primera gran nacionalización en Latinoamérica de los últimos años.




Opinión

ADÁN Y EVO

ABC de España (www.abc.es)

A Evo Morales cabe reprocharle muchas cosas, sobre todo su trasnochado izquierdismo trufado de simplezas demagógicas, pero nadie le puede acusar de hacer nada que no hubiese anunciado. Con su rancia retórica antiimperialista, Evo dejó desde el principio bien clarito que le iba a poner la proa a las multinacionales del gas y del petróleo, según esa anacrónica pulsión radical que impregna de nuevo a la izquierda hispanoamericana de furor antiliberal y suicida nacionalismo económico. Otra cosa es que algunos no lo quisieran oír, o que prefiriesen hacerse los sordos.
Tal le ocurrió al Gobierno español cuando, allá por las Navidades, el recién electo presidente boliviano se paseó por los Madriles con su jersey de rayas acompañado de todo el «establishment» político y social, que le acogió con ese cordial interés antropológico que la acomodada progresía europea dispensa a los revolucionarios americanos, a los que con tanta generosidad exime moralmente de los formalismos de la democracia burguesa. Codazos hubo por retratarse junto al de la chompa, aunque algunos empresarios más curtidos en el pragmatismo de las inversiones exteriores lo hicieron más bien con los dientes apretados, halagadores tan forzosos como recelosos de sus nada ocultas intenciones. Fue un espectáculo vergonzante: la evidente simpatía de la dirigencia socialista por el discurso de Morales se compaginaba con un manifiesto desasosiego ante la hipótesis de que el aplaudido líder aprovechase tan complaciente acogida para birlarles la cartera.
Y eso es lo que ha hecho, a la postre, sólo que sin tapujos y bajo la bendición de una explícita identidad de principios, lo que ha venido a crear al Gobierno de Zapatero un conflicto de intereses. De un lado, la indiscutible comprensión por su causa, y de otro, el más incontestable perjuicio que la nacionalización de los hidrocarburos ocasiona a las empresas españolas, muy especialmente a Repsol y a su accionista de referencia, esa Caixa con la que el ministro Montilla mantiene una excelente relación de favores recíprocos. Atrapado en la evidencia de que Evo no ha hecho sino aplicar la doctrina que tanta benevolencia cosechó, el Ejecutivo intenta ahora minimizar los daños sabiendo que, como ha reconocido el secretario de Estado de Exteriores, la cosa «tiene mala pinta». Y tan mala: como que el Ejército boliviano anda custodiando los pozos petrolíferos mientras su eufórico presidente, tocado ahora con un casco de obrero, imita el célebre «tó pal pueblo» con que Alfonso Guerra explicara en su día la expropiación de Rumasa.
Bolivia acabará pagando en su desarrollo este delirio populista alentado por los petrodólares de Hugo Chávez. Pero de momento la primera factura se la ha pasado a los accionistas de Repsol, mientras Zapatero, en su infinito adanismo, proclama que España mantendrá su programa de ayudas, es decir, que pondrá la otra mejilla para que se la marquen con otro guantazo. Igual hasta que Evo no nacionalice los medios de comunicación, el Gobierno no se considere en la obligación de darse por aludido.




Opinión

QUIEN CON EVO SE ACUESTA...

ABC de España (www.abc.es)

¿Cómo afectará la nacionalización boliviana a España y América? ¿Cómo se percibe desde Europa la evolución de España...? En Europa y los Estados Unidos se temen riesgos por venir. Financial Times se pregunta si la historia no se repite «como farsa». New York Times destaca las llamaradas populistas de «fervor nacionalista». Wall Street Journal estima que Evo Morales debiera andarse con cuidado y no forzar mucho la mano para no provocar reacciones imprevisibles. En Londres, el Times comenta la «petulancia» del presidente boliviano y termina su editorial comentando que, a su modo de ver, el «verdadero riesgo» podría ser que la crisis se agrave y termine precipitando un «golpe militar».
En Bolivia, La Prensa presenta sus informaciones de manera muy «marcial», con una imagen en la que se ve a un grupo de militares muy armados a la puerta de la sede social de Repsol. En sus páginas interiores, La Prensa subraya los primeros coletazos negativos para la economía nacional: «Cae la cotización internacional de las compañías mineras bolivianas, por miedo a la nacionalización».
Por su parte, Los Tiempos destaca la reacción de una gran compañía brasileña, Petrobras: «La compañía es más importante para Bolivia que Bolivia para Petrobras». Por su parte, Jornada se inquieta por las reacciones de Brasil y Argentina. En Chile, La Nación estima que «se ha roto la luna de miel entre Evo y Lula». En Buenos Aires, La Nación destaca la consternación nacional y el diálogo del presidente de Repsol con el presidente de Argentina, «cuando Mercosur se hunde en la crisis».
En la vieja Europa, en París, Le Monde escribe: «Tras los años de fuerte crecimiento, dopado por la construcción y el alza del nivel de vida, España se prepara para vivir días difíciles». Y continúa: «El dinamismo espectacular de la economía española disimula riesgos que pueden ser muy perjudiciales a medio plazo». Le Monde destaca esta declaración de Emilio Ontiveros: «Mientras la Europa del norte consumaba su tercera revolución industrial, la del saber y el conocimiento, nosotros nos hundimos en la euforia residencial».
Desde ángulos menos oscuros, Le Figaro cuenta y no para de los aceites andaluces, mientras que Frankfurter Allgemeine Zeitung comenta con entusiasmo el «Don Quijote» de Cristóbal Halffter.



Editorial:

PETRÓLEO BOLIVIANO

La Estrella de Iquique, Chile (www.estrellaiquique.cl)

A 100 días desde su instalación, Evo Morales ha cumplido con su promesa de nacionalizar la actividad de los hidrocarburos. Las empresas operadoras de gas y petróleo bolivianos, desde ya bajo custodia militar, deberán entregar toda su producción para la comercialización, transporte e industrialización a la estatal Yacimientos Petrolíferos Bolivianos (YPFB).
Dentro del plazo de seis meses, los inversionistas del rubro tendrán que adecuar sus contratos a un nuevo estatuto, que implica cambios de propiedad, gestión y de tributos. Como se ha destacado profusamente, es la tercera nacionalización energética boliviana, lo cual es demostrativo de la inseguridad con que se desenvuelven las actividades en dicho país.
Esta medida, hasta ahora, no contempla compensaciones para los nacionalizados y se desconocen muchos aspectos del nuevo régimen que se implantará. Sin embargo, Brasil, España y otros gobiernos sedes de inversionistas extranjeros ya han manifestado su gran preocupación por el cambio unilateral de los contratos.
El Mandatario boliviano, junto con promulgar esta nacionalización, anunció que seguidamente vendrá la de otros recursos naturales, comenzando con el resto de la minería y el sector forestal. La nacionalización es un retroceso, que favorece a la elevada popularidad de Evo Morales, pero dificulta la atracción de inversión extranjera y el desarrollo de los hidrocarburos bolivianos, agrega una nueva incertidumbre al abastecimiento de gas en Argentina, Brasil y Chile, impacta directamente en las relaciones bilaterales de Bolivia con Europa y las dos principales economías sudamericanas e, indirectamente, desalienta a la inversión extranjera en Latinoamérica por países y empresas foráneas, que desconocen las diferentes realidades latinoamericanas.
Por sobre esas significativas consideraciones, la decisión del líder indigenista sugiere que ha optado por sumarse a las políticas del Presidente Chávez, en consonancia con Fidel Castro, distanciándose del pragmatismo y liderazgo sudamericano del Presidente Lula. Con seguridad, de no llegarse a acuerdo entre los inversionistas y el gobierno boliviano, surgirán demandas internacionales, con peticiones de reparaciones y embargos, que aumentarán el aislamiento de Bolivia de los mercados externos.
Por eso mismo, muchos suponen que, más adelante, el gobierno boliviano deberá hacer concesiones destinadas a flexibilizar la nacionalización. De lo contrario, se arriesga a quedar bajo la dependencia de Venezuela y aislado del resto del mundo. Así, por lo demás, se explican el silencio y la moderación con que han reaccionado algunos de los gobiernos y compañías afectadas. Adicional y coyunturalmente, la nacionalización tendrá consecuencias en la campaña presidencial peruana, pues los vínculos con Bolivia y Venezuela se encuentran deteriorados por la intervención de sus mandatarios en asuntos internos peruanos.




Opinión

NACIONALIZACIÓN Y PARQUE JURÁSICO

ABC de España (www.abc.es)

SE juntaron el diplodoco Chávez, el tiranosaurio Castro y el dinosaurio Evo Morales. Era un encuentro familiar. Castro evocaba los tiempos apoteósicos de las naciones proletarias, cuando los desheredados de la Tierra se tomaban la justicia por su mano. Aquellos fueron tiempos desacomplejados. Entonces uno se declaraba comunista, tomaba el poder, lo expropiaba uno todo y no había que andar con remilgos socialistas o socialdemócratas. Como Mussolini sumase nacionalismo y socialismo, ya es hora de añadir de nuevo nacionalización al indigenismo. En ese entrañable regreso al anticolonialismo, nacionalizar la industria de hidrocarburos equivalía a nacionalizar -como Nasser- el canal de Suez. La diferencia es que hoy el comunismo es un despojo de la Historia, el mercado es reconocido como único sistema capaz de generar riqueza, la iniciativa empresarial lleva ventaja a los Estados, vivimos en plena globalización y todo lo que en otro tiempo fue nacionalizado ahora ya ha sido privatizado.
En el horario de los trenes de la Historia, Evo Morales se ha subido al más desfasado, aunque por la ventanilla pueda deleitarse con la frondosa y exótica vegetación del parque jurásico. Llegó hasta los pozos de petróleo con la tropa, para significar la contundencia de su norma suprema. Algo en todo eso recuerda -como sabe Castro- el argumento de Sartre en su prólogo a «Los condenados de la Tierra» de Franz Fanon: la violencia de la revolución contrarresta la violencia colonialista y, es más, así el colonizado se reafirma como ser humano. Para tanto da un decreto. Incluso para la polarización del Cono Sur.
Tras el mito de la revolución, el comunismo aportó al socialismo el mito de la huelga general. Otro mito fue la nacionalización de los medios de producción: dicho en otros términos, la repartidora, «too para el pueblo», el poder para los cocaleros. Es épica casi en estado puro. Lo dijo Evo Morales ayer: Bolivia busca «socios y no propietarios». ¿Es que Castro aportó la retórica y Chávez le garantizó petróleo? Hay en todo eso una fragancia silvestre de leyenda contada entre tragos de ron, bajo las efigies de Marx y Lenin, en un rincón privilegiado de la cantina de la gran revolución pendiente. No por otra cosa se pasa hambre en Cuba.Si eso es una nacionalización con todas las consecuencias o -como suponen los más optimistas- un modo de apretar a las compañías inversoras, se sabrá en poco tiempo. Lo que desde el primer instante está en juego es la seguridad jurídica de la que un Estado es deudor con quien allí invierta su capital y allí aporte riqueza. Con la misma inmediatez, Evo Morales pone a su país en la casilla de la desconfianza bursátil. Con retraso notorio, el Gobierno español toma nota después de haber tratado a Evo Morales como estadista amigo. Para ese progresismo anacrónico los accionistas -en tal caso, los de Repsol- resultan no ser ciudadanos cuyos intereses merecen protección.
Donde pierden los ciudadanos bolivianos, gana Hugo Chávez. Para Bolivia, saldrá caro ir a contrapelo de la dilatada experiencia que ha consistido -a derecha e izquierda- en privatizar todo lo anteriormente nacionalizado. Cuando millones de personas se han beneficiado del fracaso explícito de la propiedad estatal de los medios de producción o de la planificación centralizada, a los bolivianos se les retrotrae al mito de la nacionalización, contra todo empirismo histórico. Habrá nostálgicos que jaleen ese envite de Evo Morales. Añoran todos los mitos de la revolución, todos los irrealismos económicos, toda la prevaricación intelectual que impuso la complicidad totalitaria. No es una exageración: nacionaliza, impón la planificación centralizada de la economía, destruye las normas del mercado y en su día habrás acunado alguna forma de totalitarismo. Evo Morales ha cumplido con sus promesas. Por su parte, Chávez se ciñe la canana y le manda más petróleo a Fidel Castro. La diplomacia del hidrocarburo acaba siendo un atraco.




El análisis de la noticia

UN PRESIDENTE DE POSTURAS OSCILANTES

La Nación de Argentina (www.buscador.lanacion.com.ar)

Mucho ruido y pocas nueces. Así definen en Bolivia al gobierno de Evo Morales. Al menos por ahora.
La polémica nacionalización de los hidrocarburos está incluida en esta idea: pese al "ruido" que provocó el decreto de Morales -y a su amenaza de usar la fuerza-, analistas bolivianos creen que hay que esperar el resultado de las negociaciones con las petroleras y con los gobiernos afectados para ver cuántas "nueces" hay. Consultados por LA NACION, distintos analistas coincidieron en que, desde que asumió, en enero pasado, Morales ha mantenido una misma línea: un discurso radical que no condice del todo con sus acciones de gobierno.
La razón de esa incipiente contradicción reside -según añaden- en que el presidente necesita mantener el equilibrio entre los sectores más radicales de su país y la ricas e influyentes regiones de Santa Cruz y Tarija. "La retórica discursiva de Morales es radical, pero sus decisiones no lo son", dijo Fernando Mayorga Ugarte, director del Centro de Estudios Superiores Universitarios (CESU). Como ejemplo, expuso que, cuando se discutía en Bolivia el referéndum sobre las autonomías, Morales había dicho que éstas no sólo debían ser departamentales, sino provinciales e indígenas, lo que representaba una posición "radical". Pero después votó sólo por las departamentales. "Cuando llega el momento de votar, él concierta con la oposición", señaló Mayorga Ugarte.
Y aun cuando hace sus anuncios radicales, el mandatario busca antes cubrirse las espaldas. "En el tema de LA NACIONalización, Morales no se habría animado a tomar una decisión radical si no se hubiera asegurado antes el apoyo de Hugo Chávez", dijo René Mayorga, politicólogo del Centro Boliviano de Estudios Multidisciplinarios. El analista dijo que es muy probable que detrás de esta decisión haya acuerdos de apoyo de parte de Venezuela.
Morales elige este tipo de discursos para ocupar el espacio de la izquierda más extrema y desarmar a la oposición radical, representada por dirigentes como Jaime Solares, líder de la poderosa Central Obrera Boliviana. Pero después negocia con sectores ubicados en el extremo opuesto, a los que necesita. "El busca todo el tiempo el equilibrio entre las fuerzas de Santa Cruz y Tarija, por un lado, y los sectores radicales, por otro. Se mueve de manera oscilante entre ellos. Si optara por el enfrentamiento, perdería el apoyo de algún sector y eso lo debilitaría", resumió el director del CESU.
Las reacciones ante el anuncio de LA NACIONalización de hidrocarburos expusieron las posturas de estos sectores. Mientras que Solares criticó el decreto porque no habla de "confiscación", los empresarios de Santa Cruz dijeron que era una medida "radical", que ahuyentará las inversiones.
Entre esas dos posiciones, Morales podría buscar una posición "de centro", como ha hecho en otras ocasiones. Y en esa postura influirán las negociaciones con las petroleras, así como con Brasil y la Argentina. "El decreto estableció un nuevo parámetro en las relaciones con Bolivia, pero hay que ver cómo reaccionan los afectados", dijo Gonzalo Chávez, economista y analista político de la Universidad Católica Boliviana.
De hecho, el momento elegido por Morales para hacer su anuncio habría tenido que ver con las negociaciones para subir el precio del gas que Bolivia vende a Brasil y a la Argentina, según señaló Mayorga. "Morales lanzó ahora el decreto para fortalecer su posición en esas negociaciones", dijo.
Del resultado de estas negociaciones dependerán también los próximos pasos de Morales, que dijo que los hidrocarburos eran sólo el primer blanco de una ola de nacionalizaciones, que afectará a la minería y a las tierras. "La reacción de los actores afectados condicionará la profundidad de las próximas reformas. Si hay una reacción fuerte, eso podría ponerle un freno a Morales", señaló Chávez.
En lo que coinciden los analistas es en que Morales mantendrá su retórica radical. "Va seguir mostrándose duro y flexible al mismo tiempo. Va a seguir con su línea radical, pero dando a entender que su posición está abierta a la negociación", resumió Mayorga.




Opinión:

LA OTRA CARA DEL PROBLEMA BOLIVIANO

La Voz de Galicia, España (www.lavozdegalicia.es)

JALEADO por Chávez y Castro, y prendido a la demagogia que le llevó a ganar las elecciones, el presidente Morales acaba de lanzarse a una pendiente de estatalización de la economía boliviana que sólo presagia empobrecimiento y corrupción. Después de la nacionalización de los hidrocarburos, que se consumó el pasado día 1, esperan turno las intervenciones sobre los sectores minero y forestal, además de una amplia redistribución de tierras de cultivo que nada tiene que ver con el impulso a una agricultura moderna y bien capitalizada que contribuya a crear riqueza y empleo. Vaya pues por delante mi total desacuerdo con este tipo de políticas, y con muchas de las dinámicas que se esconden detrás del indigenismo emergente.
Pero una cosa es hacer un diagnóstico basado en nuestra cómoda y lejana visión del problema y otra muy distinta el no reconocer que detrás de las equivocaciones de Evo hay otros errores de bulto imputables a la peculiar relación que mantienen los países ricos con los más pobres. Porque si no hacemos compatible la gestión de nuestros intereses con la rebaja de las tensiones que afectan a países que suministran recursos básicos para nuestro desarrollo, seguiremos alimentando a los salvapatrias de toda condición que, con frecuencia y coordinación, empiezan a pulular por América Latina.
Cuando un chaval abandona sus estudios, o se mete en la droga, lo hace bajo su responsabilidad. Pero esa afirmación, absolutamente cierta, no exime a sus padres del deber de preguntarse si educaron bien a su hijo, y si le aportaron los recursos necesarios para su desarrollo moral e intelectual. Y algo similar deberían hacer las naciones avanzadas cuando un país como Bolivia se desvía de las pautas económicas y políticas que consideramos rectas y adecuadas. Porque es muy posible que nuestras actitudes y nuestro modelo de explotación estén en la base de este izquierdismo populista que sólo florece en ámbitos políticos caóticos y asolados por la pobreza, la desigualdad y la falta de horizontes realistas. A Bolivia no le esperan buenos tiempos. Pero tampoco nosotros tenemos futuro si dejamos que el caos político y económico, o la injusticia social más flagrante, se extiendan por todos los países de nuestra constelación social y económica. Pensar que nuestra economía puede estabilizarse a base de mamporros y conflictos es una locura. Y no darnos cuenta de que las sociedades en crisis exportan al primer mundo todas sus miserias es como vivir en Babia. Porque en un mundo globalizado no sólo circulan la democracia y la riqueza. También lo pueden hacer -y ya lo están haciendo- la dictadura y la miseria.




Opinión:

LA NACIONALIZACIÓN DE EVO MORALES

La Voz de Galicia, España (www.lavozdegalicia.es)

AUNQUE hacía mucho tiempo que un decreto sobre nacionalización de recursos petrolíferos no saltaba a las noticias como lo ha hecho el de Evo Morales en Bolivia, no es éste el primero ni el más sorprendente. De hecho, el iniciador fue el doctor Mossadegh, en Irán, en 1951.
La nula repercusión de los beneficios del petróleo en un país sumido en la pobreza alentó, como en el caso boliviano, la drástica medida del jefe de Gobierno iraní para levantar la economía. Chocaría esta buena intención con los intereses de las compañías británicas y norteamericanas, cuyos Gobiernos no dudaron en boicotear al crudo persa. Ello provocó el colapso de la economía iraní y el derrocamiento de Mossadegh en 1953. La nacionalización no alcanzó su objetivo porque, aunque Irán conservó la propiedad nominal de la National Iranian Oil Company, el control operativo fue ejercido por un consorcio de compañías americanas, inglesas y francesas.
La fuga de los ingentes recursos petrolíferos y el control extranjero de éstos fue un fenómeno común a todos los países productores en esta época. Para defenderse de semejante injusticia económica, crearon en 1961 la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPEP. Sin embargo, no sería hasta 1969 cuando ésta conseguiría establecer ciertos límites a las cuotas de producción, trasladando el poder efectivo sobre la extracción de las compañías occidentales denominadas las Siete Hermanas a los gobiernos de los países. El segundo recorte en la producción de 1970 coincidiría con la nacionalización de las empresas petroleras no francesas en Argelia. Al año siguiente, Libia nacionalizó el 50% de la British Petroleum, y en 1972, Irak y Siria harían lo propio con el 100% de las compañías de hidrocarburos. A raíz de ello, estos países comenzaron a disfrutar del bienestar que los recursos del petróleo les aportaban. No puede decirse lo mismo de Venezuela, cuyo decreto de nacionalización de 1975 no hizo sino concentrar los recursos en la oligarquía. Es cuestión de tiempo averiguar a cuál de estos ejemplos seguirá Bolivia. Repsol, con el apoyo del Gobierno español, tendrá que hilar muy fino para no perder la inversión realizada ni todos los beneficios previstos.




OPINION

LA RACIONALIDAD DE LOS POPULISTAS

Página 12 de Argentina (www.pagina12.com.ar)

Es de buen tono entre analistas y referentes de derecha extremar el análisis psicológico de los gobernantes que no calzan con su visión del mundo. Los dirigentes “populistas” son, mirados a través de sus prismas, caprichosos, vanidosos, iracundos, intratables e imprevisores. Por algún motivo, las gentes de derechas escapan a sus pulsiones temperamentales y agregan a su perspicacia ideológica el don de la previsibilidad. El esquema contradice la experiencia de un país en el que el paladín de las reformas neoconservadoras, Carlos Menem, era un psicópata ostensible, con una estructura familiar desquiciada, fanfarrón, frívolo, desafiante hasta con las leyes de tránsito, ostentoso y mitómano. Pero así son las cosas, para algunos. Para otros, vale la pena sugerir que las acciones de Evo Morales y Hugo Chávez pueden ser analizadas como racionales respecto de sus propios fines, más allá de su acierto o error (categorías por lo demás subjetivas y eventualmente dependientes de sucesos ajenos a su voluntad y, a veces ¡ay!, a su posibilidad de previsión).
Los presidentes de Venezuela y Bolivia hacen política nacional y regional a partir de la riqueza de recursos energéticos de sus respectivos estados. La de Venezuela no es novedad, pero creció exponencialmente a la par del precio del barril del petróleo. El potencial gasífero de Bolivia sí es reciente, se verificó en este siglo, y cambió el peso relativo del país en la región, dándole un lugarcito en el mundo.
Como líderes democráticos (y plebiscitarios) que son Chávez y Morales, su afán de mejorar la situación económica es el modo esencial para ratificar su legitimidad y su gobernabilidad, siempre precarias en este sur.
Morales anunció la nacionalización que motivó la arrebatada cumbre de hoy en Iguazú a los cien días de su gobierno y se fijó un plazo de 180 días para negociar los alcances de su decisión. Así las cosas, el trámite se llevará casi el primer año de su gestión, aquél en el que suele jugarse la suerte futura (y hasta la viabilidad) de los gobiernos. Cien días fue, además, el plazo-ultimátum que le fijó “por izquierda” Felipe Quispe para que concretara esa promesa electoral. El semestre ulterior, que termina a principios de agosto, le sirve de paraguas para la elección constituyente del 27 de julio que debería convalidar su liderazgo y fijar un régimen legal menos entreguista que el actual de la propiedad de los hidrocarburos. Nada hay de alocado en esos plazos y, si es asombroso que un presidente honre sus compromisos de campaña que fueron votados en tropel por los bolivianos, tamaña honestidad no debería traducirse como sinónimo de irracionalidad.
Aunque cundan leyendas en otro sentido, Morales no las tiene todas consigo, como no las tiene jamás un gobernante popular de un país pequeño y pobre. Sus tiempos son cortos, las tensiones internas surgieron desde que alboreó su mandato. Su poder político es el mayor que tuvo un presidente en décadas, pero no es eterno y tiende a disminuir al correr del almanaque. Su poder económico es limitado, aunque tenga la ventaja de la iniciativa. Las características del recurso que está en cuestión, el gas, también le marcan condicionalidades que no podrá evadir.
El gas, comenta cualquier especialista en la materia en las tres primeras frases que usa para explicar su tráfico, no es un commodity susceptible de ser vendido al mismo precio en cualquier latitud. Por sus características, la explotación vincula a largo plazo a las partes. Muchos gastos de instalación, mucho “costo hundido” hacen muy dura cualquier rescisión para las dos partes. “La amenaza de cerrar la válvula”, explican los avezados, “es un riesgo para dos y no para uno”. Dicho más en fácil: Evo no podría cerrarle el suministro a la ávida burguesía industrial paulista y colocar el flujo recuperado en Shanghai, París o Peoria, Illinois, al mismo precio, al día siguiente, como sí podría si produjera petróleo o soja.Paralelamente, Petrobras o Repsol no “tienen margen” (o, para ser cautos, tienen muy poco) para darse por ofendidos si se afectan sus fenomenales ganancias e irse como una doncella herida, sin pagar el precio de perder inversiones fenomenales en infraestructura.
Entre paréntesis (la aludida diferencia entre el gas y el petróleo explican por qué Chávez elige estatutos muy diferentes entre ambos en su relación con Estados Unidos. Remesa volúmenes faraónicos de petróleo pero tiene el reaseguro de poder retirarse en cualquier momento del trato. Si obrara igual con el gas, establecería una relación que le ataría mucho más las manos. Cerremos paréntesis).
Para ser coherente y sustentable, a Evo –más allá de los modos de implementación y divulgación– no le cabía otra que la que hizo: afirmarse para negociar. El gran interpelado de la región, claro, es Brasil, que importa muchísimo gas, consumo que los industriales de San Pablo aumentan a razón del 15 por ciento anual, mucho más que el incremento del PBI. La tensión consiguiente es natural y la potencian tradicionales desconfianzas.
Petrobras ha actuado en Bolivia como solieron hacer las petroleras extranjeras en Latinoamérica, con una rapacidad intensa que le ha valido el rencor de buena parte de la población boliviana, dato que se computa en las Cancillerías de los dos países. Por añadidura, Brasil siempre es sospechada por los gobiernos nacionales bolivianos de azuzar los anhelos autonomistas de Santa Cruz de la Sierra, muy excitados en estos últimos tiempos. A decir verdad, la gestión Lula y en especial el accionar de su asesor Marco Aurelio García fueron muy constructivos con la unidad boliviana. Pero ni Brasil, ni aun la gestión Lula, son sólo los auspiciosos desempeños de Lula y García. En todo caso, hay resquemores históricos y Petrobras no funge como una embajada de un país hermano sino como una multi de la estirpe de la Shell, la Standard Oil o la IPC, por no hablar sino de algunas petroleras que fueron bête noire de añejos nacionalismos populares. La historia incluye paradojas, para Brasil haber conservado su empresa petrolera (sensatez que Argentina se privó) le complica coyunturalmente su ansia de ser referencia política de la región. Funcionarios diplomáticos brasileños rezongan, off the record, por el mal pago que recibieron de Evo a cambio de los millones de reales que aportaron para su campaña. Una visión un tanto baladí de entender el entramado de intereses en juego que, dicho sea de paso, se emparienta con los rezongos argentinos respecto de Tabaré Vázquez y el “voto Buquebús”. Los “hermanos mayores” a veces creen que la primogenitura concede derechos muy amplios y vitalicios, olvidando que (en otros escenarios) ellos también son menores, celosos de sus derechos y requirentes de equidad.
Petrobras no resignará un tranco de pollo sin dar pelea, mientras Repsol parece orientarse a una acción más melancólica, tal vez de no costosa retirada pero sí de consunción de inversiones. Es patente que Chávez ansía que su petrolera estatal Pdvsa crezca por sí pero también a expensas de Petrobras, y que quizá piense (de modo nada alocado) que Repsol puede ser su socio táctico en ese designio. El gobierno argentino es interlocutor de ambos aliados potenciales, dato digno de mención y seguimiento.
La Argentina tiene una matriz energética diversificada, que la hace menos vulnerable a los virtuales vaivenes de la relación con Bolivia. Aunque el Gobierno calle con buena lógica negocial, le importa más acordar un flujo estable que soportar un aumento de precios considerable. Julio De Vido jamás lo dirá, pero sabe que los productores e industriales de la cuenca sojera pueden absorber casi cualquier incremento de la tarifa del gas (dentro de lo imaginable) si se les garantiza perduración en el largo plazo. Así las cosas, la política ulterior deseable es bastante más sofisticada que un alineamiento mecánico con Brasil, que tiene otras necesidades y, tal vez, otra relación futura imaginable con Venezuela, cuya petrolera le pinta como competencia y a Argentina como una socia capitalista.
Bolivia se recoloca en el mapa y todo parece crujir. Sin embargo, la crisis es de oportunidad. La cacareada unidad sudamericana es más viable si las economías nacionales son en alguna medida complementarias y no competitivas entre sí. A todos les conviene, en principio, que el gas se venda y se consuma en la región. Desde luego es peliagudo conciliar intereses, en medio de presiones corporativas y en los plazos angustiantes que impone la política. Pero es factible, al menos imaginable, una intersección virtuosa de intereses. Los de Argentina y Bolivia no son idénticos, más vale, pero sí compatibles, lo que abre una ventana de oportunidad.
La Argentina está gobernada por el peronismo que ha tenido una conducta nefasta respecto del petróleo y su renta. El peronismo entregó vilmente ese pilar del patrimonio colectivo, acción en la que tuvieron intervención importante muchísimos integrantes de la actual coalición de gobierno y varios empinados integrantes del Gobierno mismo. Con otro discurso, en otro contexto, muchos de ellos tienen una oportunidad envidiable, en muchos casos inmerecida, que es la de reparar (así sea a medias) el daño que causaron. Hará falta otra ideología que la de entonces, hoy se pregona que se la ha cambiado. Hará falta también muñeca y respeto por el derecho de los otros, incluido el de un país hermano que, para orgullo de todos, se ha puesto de pie.




Opinión:

EL GAS DE LOS BOLIVIANOS

Madrid Press de España (www.madridpress.com)

Bolivia es, simultáneamente, uno de los países más ricos del mundo y uno de los países más pobres de la tierra. Sus yacimientos de hidrocarburos rinden, en un mundo de total dependencia hacia ellos, enormes beneficios, pero esos beneficios no repercuten en los bolivianos, sus dueños legítimos, porque se los embolsan las multinacionales del sector radicadas en su suelo y los pocos bolivianos pertenecientes a la casta que desde antiguo han dominado el país y que se ha enriquecido ominosamente intermediando para las empresas extranjeras, a quienes otorgaron a cambio de jugosas comisiones y mordidas la explotación de la riqueza nacional. Lógicamente, el más elemental sentido del decoro y de la justicia, así como el indiscutible principio político de la soberanía nacional, avalan la decisión del gobierno de don Evo Morales de nacionalizar esa riqueza, esto es, de rescatarla y regresarla al pueblo para su disfrute, su elevación y su bienestar.
La derecha dineraria internacional, que muy a menudo no ama a otra patria que no sea la de los dividendos, se ha alarmado extraordinariamente ante el decreto nacionalizador del presidente Morales, un decreto, por lo demás, que simplemente limita los beneficios de las multinacionales dentro de la lógica y la equidad que deben regir las leyes de la economía y del mercado internacionales. Se trata de renegociar las condiciones de explotación y comercialización de los yacimientos para conseguir que su propietarios ancestrales, los bolivianos que además constituyen la mano de obra, se beneficien de aquello que hasta hoy iba a parar, casi íntegro y sin detenerse en Bolivia, a las cuentas corrientes de los magnates extranjeros. Claro que tan benéfica y saludable determinación ha colocado una diana en el pecho del presidente Morales, pues las cavernas del dinero no asimilan que un indio y un pueblo determinados a vivir en democracia reivindiquen su dignidad.




Opinión:

CHÁVEZ AL DESNUDO

Madrid Press de España (www.madridpress.com)

Se titula Chávez sin uniforme, pero podría titularse Chávez al desnudo. Dos periodistas venezolanos, Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka, se han lanzado a la aventura de recomponer el puzle de la vida de uno de los mandatarios más controvertidos del planeta -y no faltan-. Uno de los autores ha firmado varios culebrones televisivos de éxito. Ninguno tan apasionante como este libro que llega a España justo cuando el mundo intenta encajar las medidas nacionalizadoras de Evo Morales. Sorprende la sorpresa. El presidente boliviano lo prometió en la campaña electoral, lo reafirmó siendo ya presidente y nos lo recordó aquí en España. Se lo dijo a quien quiso oírlo, pero tal vez, pendientes de su chompa, nadie lo escuchó. O el mundo pensó que no sería capaz de hacerlo.
La biografía de Hugo Chávez es sorprendente. Algunas imágenes son deslumbrantes, como cuando el joven cadete Chávez, rinde honores con sus compañeros de Academia al hombre al que intentará derrocar dieciocho años después, el recién elegido Carlos Andrés Pérez. Esa noche escribe en su diario. "Cuando veo al presidente quisiera que algún día me tocara llevar la responsabilidad de la Patria del Gran Bolívar". Tiene sólo 19 años.
Es un sueño de grandeza prematuro, de esos que sólo pasan a los libros porque quienes los tienen pasan a la Historia. También fue prematuro fue su afán conspirador, activado a los 23 años y sostenido durante dos décadas hasta que encabeza el golpe contra Carlos Andrés Pérez, en 1992. La intentona fracasa, pero él triunfa. Porque Chávez es un hombre de suerte. Su mensaje televisado en el que invita a rendirse a sus compañeros de conspiración, a instancias del gobierno al que ha intentado derribar -¡feliz idea!-, le convierte inmediatamente en una estrella en todo el país. Chávez asumió su responsabilidad, un verdadero terremoto en un país en el que nunca nadie había asumido responsabilidad alguna. Hasta ahí la historia normal de un golpista, de los que no han faltado en la historia, especialmente en Latinoamérica.
El giro espectacular de su vida se produce en los años siguientes en los que, tras salir de la cárcel, en apenas cuatro años consigue la presidencia de Venezuela, esta vez por la vía de las urnas, con una victoria arrolladora. Eso es lo que hay que leer despacio para llegar a entender no el triunfo de Chávez, sino el fracaso absoluto de la clase política que le tendió la alfombra roja con su incompetencia, su desdén y sus prácticas corruptas. A Chávez se le vio venir, nunca ocultó sus afanes ni su intención de lograrlos por la vía que fuera. Pero en el histrión no vieron nada preocupante. Y cuando esto pasa, la culpa siempre es del vigilante.




Análisis:

NACIONALIZACIÓN Y REALIDAD

Diario Los Andes de Argentina (www.losandes.com.ar)

Acien días de la asunción del cargo como presidente de Bolivia, Evo Morales ha dispuesto, mediante un decreto, la nacionalización del petróleo y gas bolivianos. Si bien los mercados internacionales reaccionaron con cierto escozor ante la decisión de Morales, sus discursos, en la campaña que lo llevó al poder donde se había comprometido con tal medida, sus manifestaciones posteriores y los trascendidos que cobraron fuerza durante los días previos a la firma del decreto, habían logrado despejar las perspectivas de una sorpresa: ya nadie esperaba que Morales se arrepintiera de sus afirmaciones y todos sabían que la medida iba a ser adoptada de un momento a otro.
La afirmación de los derechos del empobrecido pueblo boliviano a la disposición de sus hidrocarburos, bajo el dominio de la empresa estatal de ese país, viene a afectar, paradójicamente, a otras dos empresas oficiales que son las que controlan la mayor parte de los yacimientos: Petrobrás, del gobierno brasileño, y Repsol, del de España. Así, la nacionalización se hace a expensas principalmente de empresas, en su origen, nacionales, y en poco han resultado afectadas las privadas transnacionales que disponían aproximadamente de un diez por ciento de las reservas totales.
Las reacciones, tanto en España, donde Rodríguez Zapatero criticó la decisión pero sin verter amenazas, como en el Brasil, donde Lula Da Silva ha evitado referirse al tema en tono condenatorio, si bien no han sido de simpatía con la decisión de Morales, por lo menos no han adoptado las características de escándalo que suelen darse en vinculación con este tipo de nacionalizaciones.
Es la tercera vez que Bolivia expropia sus yacimientos de hidrocarburos. Pero es la primera que lo lleva a cabo por intermedio de un gobierno elegido libremente por el sufragio de su pueblo. Esto puede marcar diferencias en ese sentido, pero el caso es que Morales puede llegar de todas formas a enfrentarse con la realidad de los hechos. Uno, que en el pasado, Bolivia no pudo sacar mucho rédito de sus yacimientos nacionales, y por eso los entregó a manos privadas. Luego, que fue incapaz de llevar una gestión en materia de contrataciones que atendiera más a sus intereses y controlara más la actividad de las empresas a las cuales, mediante tratados, cedió la explotación de petróleo y gas. El concepto de que el gobierno de Morales pudiera revertir esa situación debe esperar su afirmación a través de los hechos.
Por último, que si no respetan en algo los derechos de las empresas que invirtieron miles de millones de dólares en prospección, perforaciones y plantas de tratamiento en Bolivia, se expone a que se le impongan sanciones que pueden afectar cualquier negocio que ese país intentara realizar con ese estratégico recurso.
Bolivia no posee otra tecnología que la que se importó para hacer operativos sus yacimientos; no puede reemplazarla con otra de origen nacional porque no es un país industrializado, y no tiene por ahora los recursos humanos altamente especializados que se necesitan tanto para hacer funcionar los sistemas como para gerenciar muchas de las etapas que hacen posible la extracción, refinación, distribución y ventas tanto en el mercado interno como externo, de sus hidrocarburos.
Si lo que Morales intenta con su acción es obtener mayores réditos para su país por la explotación de los recursos, deberá negociar sobre bases que implican el reconocimiento de algunos factores, parte de los cuales hemos enumerado, y otros que indican que las empresas que se radican en este tipo de actividades en naciones en desarrollo vienen a hacer negocios optimizando sus inversiones y dividendos. No les corresponde a ellas establecer criterios de equidad ni de distribución de la riqueza, sino a los gobiernos que dirigen las naciones en las cuales se radican, algo que los argentinos conocemos por experiencia.Si Morales no adopta una actitud realista en torno de estos y otros aspectos de la cuestión, habrá sido el suyo un ejercicio de extrema futilidad, y Bolivia no ganará mucho a partir de la nacionalización de sus hidrocarburos. Las renegociaciones con la Argentina y el Brasil, dos de los grandes clientes para el gas boliviano, forman parte de este nuevo dibujo que ha elaborado Bolivia, que debe saber que hay otros proveedores de gas en la región, aunque menos estratégicamente ubicados, y que la propia Argentina, llevada al extremo, puede replantear sus esquemas en materia de nuevas exploraciones y explotaciones de su potencial riqueza y evitar depender del país del Altiplano para su abastecimiento.
La tentación re-estatizante que va apareciendo en varios lugares de América Latina sin haberse animado casi nadie a desarrollar mecanismos de control estrictos y marcos regulatorios propios de un Estado fuerte pero moderno, semejan más un retorno a pasados fracasados en vez de una decidida acción en pos del futuro de nuestro continente.




Editorial:

INCERTIDUMBRE EN LATINOAMÉRICA

El Mercurio de Chile (www.emol.com)

La nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia ha exacerbado un cuadro de incertidumbre regional. Esta medida extrema, a pocas horas del encuentro en La Habana y de la firma de un tratado comercial del Presidente Morales con sus congéneres de Venezuela y de Cuba, esboza un eje ideológico con rumbos difícilmente previsibles. No sólo desafía el liderazgo natural de Brasil, sino que menoscaba una de sus mayores inversiones, su abastecimiento de energía y un entendimiento bilateral de décadas. Puede afectar en otros continentes la imagen de América Latina, y aun las inversiones y negocios con cualquiera de sus miembros.
El Gobierno del Presidente Chávez, al amparo de la prosperidad petrolera y en su rivalidad con Estados Unidos, ha intentado asumir una función protagónica en la región. Su intervencionismo político y económico lo ha enfrentado con sucesivos gobiernos, culminando con su injerencia en los tratados comerciales de Lima y Bogotá con Washington, junto a sus interferencias en el actual proceso electoral del Perú, que ha llevado al retiro del embajador de éste en Caracas. Chávez procura ampliar su eje ideológico hacia el Rímac -vía la candidatura de Humala-, y ha obtenido al menos una neutralidad de los presidentes Lula y Kirchner, mediante su asociación al Mercosur y el abastecimiento asegurado de gas. Tiene presentada una desafiante candidatura al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y hace de los ataques al Presidente Bush y su administración un pilar de su retórica.
Estos desarrollos afectan los tradicionales equilibrios regionales, son manifestaciones de un retorno al populismo y a las viejas tendencias "antiyanquis", con matizaciones étnicas, indigenistas y de esquemas revolucionarios trasnochados. Existe un quiebre notorio de las viejas alianzas y esfuerzos de integración regional, con crisis agudas en el Pacto Andino y en el Mercosur. En lo comercial, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) está en hibernación, en tanto que la antigua Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) significa poco o nada. La Comunidad Sudamericana de Naciones, que impulsa Brasil y que podría concretarse en importantes realidades de integración, está amenazada por divisiones y antagonismos. A los conflictos existentes entre Venezuela y Bolivia con Perú, se suma uno entre Argentina y Uruguay, por las empresas uruguayas en la frontera.
Habrá que esperar y trabajar en un decantamiento y moderación de estos procesos. La situación debería tender a estabilizarse -así, al menos, es de esperarlo-cuando se superen los procesos electorales en Perú, México, Colombia y el propio Brasil, llamado a asumir cierto liderazgo. Nuestra diplomacia tendrá que coadyuvar discretamente, sin pretender protagonismos que no le corresponden, y extremar su cautela en los entendimientos bilaterales y en sus actuaciones en la OEA y otros organismos o referentes regionales. Debemos procurar, caso a caso, la mejor relación con cada país, junto con afianzar nuestros entendimientos necesarios y tradicionales.
Cabe confiar en que los nuevos gobiernos y los ya establecidos moderen los brotes ideológicos, no extremen sus posiciones de conflicto y maduren en políticas realistas y de cooperación: la situación en cada uno de nuestros países nos afecta a todos. El peso mundial de la región dista de ser significativo, un poco por desarrollo económico, algo por historia, pero, sobre todo, por falta de armonía y cooperación. Ésos deben ser objetivos prioritarios para la superación del panorama ahora presente.

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