Opinión:
¿CÓMO RECONSTRUIR BOLIVIA?
La Vanguardia de España (www.lavanguardia.es)
La decisión del presidente de Bolivia, Evo Morales, de nacionalizar los hidrocarburos en su país se puede inscribir en el marco de un último intento por reconstruir un Estado nacional profundamente postrado y en vías de desfallecer. La enorme debilidad del Estado boliviano ha llevado a un gran número de especialistas y observadores a indicar que aquél oscilaba entre el colapso -esto es, la implosión de las estructuras de autoridad y legitimidad- y el fracaso -esto es, la incapacidad de proteger a los ciudadanos de las fuerzas que amenazan su seguridad existencial-.
Bolivia no es un ejemplo de Estado anárquico -ausencia completa de gobierno central-, pero sí de un Estado frágil -crecientemente imposibilitado de brindar funciones básicas, en especial para los pobres-. En ese contexto, la decisión del mandatario boliviano puede comprenderse mejor -y asimilarse igualmente- como el mayor y más incierto esfuerzo para evitar una degradación estatal plena.
El categórico triunfo electoral de Evo Morales expresó la intención de los bolivianos de ampliar su democracia, fortalecer el Estado y propiciar la convivencia interna, al tiempo que acalló las voces que venían alentando propuestas secesionistas en el país. Sin embargo, los desafíos que afronta su Gobierno son monumentales. En el corto plazo, los asuntos institucionales principales son la realización de la Asamblea Constituyente y del referéndum autonómico. Resulta esencial, en ese sentido, que estos trascendentales acontecimientos culminen exitosamente. Es imperativo prevenir que, como producto de posturas polarizadas, expresiones desafortunadas o acciones desacertadas, el resultado final sea la partición de Bolivia. Ello tendría, a no dudarlo, efectos simbólicos y secuelas reales en toda América del Sur. Para contribuir al éxito político y económico del nuevo presidente y, además, ayudar a eludir un escenario negativo e incontrolable, Sudamérica y España podrían desplegar una política exterior convergente, dinámica y prudente hacia Bolivia. Podrían ejecutar, en consecuencia, una diplomacia preventiva con varios componentes básicos y simultáneos.
En primer lugar, es imprescindible el compromiso de Mercosur como un todo, porque en el caso boliviano está en juego, en cierta medida, el futuro de la paz, la seguridad y la democracia en el Cono Sur. Lo anterior implica precisar una estrategia que conjugue elementos políticos y económicos. Si Mercosur desea ser un protagonista en los asuntos regionales y hemisféricos, entonces es importante contar con su disposición diplomática y su capacidad material.
En segundo lugar, resulta fundamental persuadir al nuevo Gobierno de Bachelet en Chile de que es hora de hallar una solución seria al justo reclamo boliviano de una salida al mar. Es crucial desactivar cuestiones externas pendientes como ésta, que, de no resolverse, sólo profundizarán internamente las enormes dificultades que hoy vive Bolivia. Santiago debe ser consciente de que los problemas irresueltos que se prolongan no se olvidan; sólo empeoran.
En tercer lugar, es indispensable inducir a Estados Unidos a que se involucre en esta política concertada y cooperativa hacia Bolivia. Esto puede, incluso, reparar el pobre estado de las relaciones entre Washington y Latinoamérica y mejorar las relaciones triangulares Estados Unidos-España-Sudamérica.
En cuarto lugar, es relevante poner a disposición de todos los sectores bolivianos información, experiencias y conocimientos comparativos en materia de cambio constitucional y autonomía regional. La Cumbre Iberoamericana cuenta ahora con una secretaría ejecutiva a cargo del ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo Enrique Iglesias, quien podría coordinar esfuerzos y recursos en el caso boliviano como una cuestión urgente y emblemática. Se buscaría que los actores sociales y políticos en Bolivia conozcan, por ejemplo, cómo España ha venido manejando el complejo tema de las autonomías y cómo Colombia alcanzó una consensual reforma de la Constitución (1991) con avances significativos para los grupos indígenas.
En quinto lugar, es clave llevar a Bolivia a los expertos e instituciones involucrados en negociaciones internas e internacionales. Las Naciones Unidas y muchas ONG españolas y sudamericanas tienen experimentados especialistas en resolución de conflictos. Se pretendería así conseguir que las conversaciones y acuerdos en torno a la nacionalización de los hidrocarburos y en cuanto a la Asamblea y al referéndum sean juegos de suma variable -todos ganan y pierden algo- y no juegos de suma cero -una parte gana todo y otra pierde irremediablemente-.
En sexto lugar, es urgente que empresas como Repsol YPF y Petrobras lideren, con el respaldo de los gobiernos de España, Argentina y Brasil, salidas viables y sustentables al tema de los recursos energéticos. Una solución positiva para Bolivia exige entender que los estados y las empresas necesitan coincidir en el objetivo estratégico de que un mejor Estado en Bolivia es funcional y vital para todos los actores involucrados y comprometidos con el futuro del país.
El presidente Evo Morales busca acelerar el proceso de reformas en su país. América del Sur -en especial, los países del Cono Sur- y España pueden aportar para que los cambios económicos y políticos anunciados conduzcan a una democratización efectiva, a una estatalidad vigorosa y a una convivencia pacífica. Una desafortunada confluencia de razones internas y externas puede conducir a que Bolivia termine partida. Ese destino no es inexorable; sólo lo será si los países con intereses en la nación andina olvidan sus responsabilidades internacionales.
JUAN GABRIEL TOKATLIAN , profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés (Argentina)
Opinión:
KOFI ANNAN CONTRA LA NACIONALIZACIÓN DEL PETRÓLEO EN BOLIVIA
Argenpress de Argentina (www.argenpress.info)
Por: Alejandro Teitelbaum (especial para ARGENPRESS.info)
El secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Kofí Annan, criticó la decisión tomada por el Presidente boliviano, Evo Morales, de nacionalizar los hidrocarburos. Durante la conferencia de prensa inaugural de la IV Cumbre Unión Europea, América Latina y el Caribe (EU-ALC), aclaró que las decisiones actuales tienen que pensarse siempre entendiendo en el carácter globalizado del mundo, ya que esta medida puede poner en riesgo las relaciones comerciales internacionales. Señaló que los inversores necesitan condiciones que se mantengan en el mediano y largo plazo, sin esa condición no es posible un comercio mutuamente satisfactorio y beneficioso.
El artículo 97 de la Carta de la ONU establece que “el Secretario General será nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad”.
El candidato recomendado por el Consejo de Seguridad debe contar con la aprobación de los miembros permanentes, que pueden ejercer el derecho de veto. Ninguno de ellos ha vetado formalmente una propuesta, pero siempre los candidatos han pasado por el filtro de la aceptación por parte de los Estados Unidos y los otros miembros permanentes. Por ejemplo la reelección de Butros Ghali, fue bloqueada por Estados Unidos, quien impuso a Kofi Annan, incluso contra la costumbre de nombrar rotativamente un Secretario General originario de las diferentes regiones.
Kofi Annan sabe que debe su cargo a Estados Unidos y se empeña en mostrar su reconocimiento con reiterados gestos de sumisión y obediencia, para lo cual ha mostrado un celo particular, entre otras cosas, como consecuente defensor del poder económico transnacional.
El 25 de julio del 2000, en la sede de la ONU en New York, Kofi Annan presidió la inauguración del Pacto Mundial (Global Compact) en la que participaron 44 grandes sociedades transnacionales y algunos otros “representantes de la sociedad civil”.
El Global Compact quedó como una institución permanente que funciona junto a la Secretaría de la ONU. Esta alianza entre la ONU y grandes sociedades transnacionales ha creado una peligrosa confusión entre una institución política pública internacional como la ONU, que según la Carta representa a “los pueblos de las Naciones Unidas...” y un grupo de entidades representativas de los intereses privados de una elite económica internacional.
Entre las sociedades participantes en el Global Compact, se encuentran, entre otras, British Petroleum, Nike, Shell, Rio Tinto y Novartis, con densos “curricula” en materia de violación de los derechos humanos y laborales o de daños al medio ambiente; la Lyonnaise des Eaux (ahora Suez), cuyas actividades en materia de corrupción de funcionarios públicos con el fin de obtener el monopolio del agua potable son bien conocidas en Argentina, en Francia y en Chile, entre otros países. Participan también varias asociaciones patronales y algunas ONGs.
El Global Compact fue anunciado en 1998 por Kofi Annan en un informe destinado a la Asamblea General titulado “La capacidad empresarial y la privatización como medios de promover el crecimiento económico y el desarrollo sostenible”(A/52/428).
El Secretario General Kofi Annan decía en ese informe que... “la desregulación...se ha convertido en la consigna para las reformas de los gobiernos en todos los países, tanto desarrollados como en desarrollo” (párr. 50 del Informe) y propugnaba la venta de las empresas públicas confiando... “la propiedad y la gestión a inversionistas que tengan la experiencia y la capacidad necesarias para mejorar el rendimiento, aunque ello suponga algunas veces vender los activos a compradores extranjeros” (párr. 29). Al comienzo del mismo párrafo se pronunciaba contra la ”amplia distribución del capital de las empresas privatizadas”, es decir contra la participación de los pequeños ahorristas.
La propuesta del Informe era clara: todas las grandes empresas rentables deben estar monopolizadas por el gran capital transnacional, es decir pretendía legitimar la política practicada a escala mundial de malvender las empresas públicas rentables (a veces mediante procedimientos francamente corruptos) y, por cierto, contraria a las nacionalizaciones.
Kofi Annan también se empeña en potenciar esta cruzada neoliberal promoviendo en distintos países la formación de sucursales del Global Compact, formadas por empresarios y representantes gubernamentales. Fiel a esa línea al servicio de las grandes potencias y del poder económico trasnacional, ahora Kofi Annan se ha declarado contrario a la nacionalización del petróleo en Bolivia.
Opinión:
EL ESCENARIO REGIONAL POS NACIONALIZADOR
Argenpress de Argentina (www.argenpress.info)
Por: Nelson Soza Montiel (especial para ARGENPRESS.info)
La nacionalización de la industria de hidrocarburos boliviana ha generado nuevos factores de inestabilidad o incertidumbre económicos y políticos en el ámbito subregional. De un lado, confronta a Bolivia con Brasil y Argentina -los dos mayores compradores del gas bolivianos, pero también dos de sus más cercanos aliados políticos-, introduciendo nuevos gérmenes de tensión al interior del MERCOSUR, y alejan la posibilidad de materializar emprendimientos que (aparte de su coste) dependen en forma sustancial de la seguridad jurídica de las inversiones trasnacionales que se efectúen. En este caso figuran los proyectos de interconexión energética entre Venezuela y el Cono Sur americano y la Iniciativa de Integración de Infraestructura de Suramérica (IIRSA), lanzada por Brasil y hecha suya por la Comunidad de Naciones de América del Sur.
Por otro lado, la evidente simpatía del Presidente venezolano Hugo Chávez hacia la medida adoptada por su homólogo boliviano Evo Morales y su abierta disposición a apoyar con fuertes inversiones la nueva etapa iniciada por La Paz fortalecen el protagonismo de Caracas en la región, permitiéndole actuar no sólo de mediador entre Bolivia y Brasil/Argentina, sino que de soporte material para acelerar tanto el proyecto de integración energética, como su homóloga iniciativa comercial ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América).
A ello precisamente aludía el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alejandro Foxley, cuando manifestó su preocupación por la nacionalización de hidrocarburos. Dado que ‘los sistemas de integración están siendo cuestionados y algunos parecen estar en crisis’, la prolongación de este escenario significará la reducción del crecimiento de toda América Latina. Junto a ello, reiteró que la voluntad de Chile sigue siendo asegurar la necesidad de la integración energética en la región. Tales declaraciones crearon malestar al interior del Gobierno en tanto fueron consideradas como un rechazo a una decisión soberana de un país e incomprensibles tratándose de una nación que hizo otro tanto a inicios de los años ’70. Ello forzó a la Presidenta Michelle Bachelet a declarar que su gobierno respeta la decisión boliviana.
¿Nadie le creyó a Morales?
Aunque con la nacionalización de los hidrocarburos Evo Morales no hizo sino ejecutar una de sus principales promesas electorales, y por tanto su decisión no debía constituir una sorpresa para todos los involucrados, el factor más determinante en la reacción de las empresas con inversiones en Bolivia ha sido precisamente el hecho de que no creyeron que tal compromiso se materializaría, o bien apostaron por un proceso menos radical o integral que el dispuesto por La Paz.
Otra es, en cambio, la lectura de las autoridades bolivianas. El decreto nacionalizador se funda esencialmente en la Ley de Hidrocarburos de 2005, cuyas disposiciones todas las trasnacionales presentes en el país habían comunicado hace ya meses su disposición a acatar. Se recuerda en este sentido la ‘absolutamente firme decisión’ de sentarse a renegociar ‘tan pronto como diga el Gobierno’ expresada en marzo pasado por el presidente de Repsol YPF tras reunirse con el Presidente Morales, así como el interés de la empresa de mantenerse en el país y participar en proyectos de industrialización del gas natural. En el caso de Brasil, la nacionalización de los hidrocarburos provocó unas muy duras primeras reacciones del cuerpo ejecutivo de Petrobrás y aun del Gobierno. Sergio Gabrielli, su presidente, calificó la nacionalización como ‘una decisión unilateral e inamistosa’ que ‘altera las condiciones regulatorias y de operación de la industria energética’ y anticipó que la empresa ‘tomará todas las medidas legales necesarias para preservar sus derechos’. Un alto funcionario del Ministerio de Minas y Energía calificó la nacionalización como ‘una ruptura de los entendimientos que venían siendo mantenidos con Bolivia’. Otros funcionarios gubernamentales criticaron la supuesta injerencia de Hugo Chávez en la política gasífera de Evo Morales.
Sin embargo, el Presidente brasileño Luiz Ignacio da Silva ha mantenido una conducta más mesurada y comprensiva frente a la decisión del gobierno boliviano. Utilizando como ejemplo el caso de la siderúrgica brasileña EBX expulsada de Bolivia, precisó que toda divergencia debe ser resuelta en una mesa de negociaciones. A ello contribuyó también el resultado de la reunión -convocada precisamente por Brasilia en la ciudad fronteriza argentina de Puerto Iguazú- entre los Presidentes Evo Morales, Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez. La cita ocurrió en un marco de previo conocimiento de que La Paz se propone elevar sustancialmente el precio del gas que consumen Argentina y Brasil.
Resultado de este encuentro, Petrobrás atemperó su rechazo inicial y anunció a nombre de sus cuatro filiales -de distribución, refinación, trasporte y energía- que operan en Bolivia, que ‘obedecerá y acatará’ las disposiciones del decreto 28701. La empresa -que ha invertido unos U$S 1.500 millones en Bolivia- es la única multinacional con participación a todo lo largo de la cadena productiva de petróleo y gas natural, controla hoy casi el 45% de las reservas bolivianas de gas y tiene un contrato por trece años más para continuar operando en el país. A su turno, Repsol YPF controla el 25,7% de la producción gasífera (17% de sus reservas totales).
Despejando el camino
Como consecuencia de la reunión de Puerto Iguazú, los gobiernos de Brasil y Bolivia resolvieron negociar a través de comisiones las condiciones de operación de Petrobras en el marco de la nacionalización de los hidrocarburos. Luego de que Brasil expresase su ‘absoluto respeto a las decisiones soberanas del Gobierno y el pueblo bolivianos’, ambas partes crear sendas comisiones (una política de alto nivel, integrada por los ministros y los presidentes de YPFB y Petrobrás, y otra técnica) que tendrá a su cargo concordar las condiciones de operación de los negocios durante la fase de transición (180 días), la definición de condiciones y contratos necesarios para la producción del gas y su comercialización, y el proceso de refinación (incluyendo los mecanismos y formas de compensación negociada) y las condiciones para la firma de los contratos de producción.
El 67% del gas consumido por Brasil y algo más del 80% requerido por Sao Paulo -su principal centro industrial- es boliviano. El gobierno de Bolivia ha garantizado la ‘entrega total, absoluta e innegociable’ de sus compromisos de gas a Argentina y Brasil, sus principales compradores. Pero también desea aumentar el precio a Brasil en un mínimo de dos dólares, mientras que respecto de Argentina aún no ha dado un valor definido.
Bolivia vende a Brasil entre 27 y 30 millones de metros cúbicos diarios a un precio de U$S 3,23 - 3,4 el millón de BTU (Unidad Térmica Británica), y Argentina entre 4,5 y siete millones de metros cúbicos/día a U$S 3,18 dólares/millón de BTU. Como referencia, el precio con que Chile se abastecerá de gas natural licuado de la multinacional británica British Gas es de U$S 7 por millón de BTU.
Para Bolivia, un dólar más por la exportación de su gas significa un ingreso de casi U$S 300 millones de dólares. Los dos dólares de mayor precio por su gas le permitirían revertir su crónico déficit fiscal. Otra consecuencia de la reunión de Puerto Iguazú fue el firme respaldo político dado por el Presidente Hugo Chávez a la nacionalización boliviana, traducido en varios convenios de apoyo de la petrolera estatal venezolana a su similar boliviana, los cuales serán firmados por los Presidentes de ambos países durante la visita de Chávez a Bolivia el 18 de mayo. Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha anunciado su disposición a invertir en Bolivia y apoyar con la tecnología necesaria para explotar el potencial energético del país. Su participación en los retornos de estos emprendimientos será de 10%, mientras que el 90% estará reservado a YPFB.
Así, ambas empresas conformarán en los próximos seis meses una sociedad para desarrollar una exploración conjunta de nuevos yacimientos, una red de estaciones de servicio que se denominará ‘Petroandina’, la construcción de una planta petroquímica para producir plásticos y fertilizantes y otra separadora de líquidos (metano, propano y butano) del gas natural. Dado que el poder calórico del gas exportado a Brasil (1.048 BTU por pie cúbico), el proceso rebajará el mismo a 1.033 unidades (valor mínimo establecido), pero le permitiría a Bolivia incrementar el abastecimiento interno de gas licuado de petróleo. A su turno, PDVSA instalará una planta asfaltadora, donará asfalto por un valor de dos millones de dólares y capacitará a ingenieros bolivianos.
Sin embargo, en un gesto claramente orientado a sustraer la tensión generada entre Brasilia y Caracas como consecuencia de la decisión boliviana, y demostrativo del interés del gobierno de Chávez de impedir que ello socave la estrategia común de alentar la integración energética, Venezuela y Brasil acordaron prorrogar hasta agosto las negociaciones para definir la intervención de Petrobras en el proyecto gasífero ‘Mariscal Sucre’, en las costas del oriente del país. El proyecto abarcaría un trazado a través de la Amazonía, entre Caracas y Buenos Aires y conllevará una inversión de U$S 20.000 millones. Según Petrobrás, el gasoducto necesitaría transportar al menos 150 millones de metros cúbicos de gas/día para justificar los costes involucrados.
Escenarios posibles
Más que alcanzar un acuerdo en materia de indemnizaciones por los paquetes accionarios de las dos refinerías de PBR (filial de Petrobrás en Bolivia), a Brasil le preocupa definir cuanto antes los precios del gas que importa desde Bolivia. Como reflejo de la firme voluntad política de buscar una vía expedita y consensuada a respecto, la reunión de Puerto Iguazú definió que las negociaciones serán a nivel de gobierno y los acuerdos alcanzados a ese deberán ser ejecutados por las respectivas empresas. Pero también autoridades de ambos países han advertido que aquéllas serán largas y duras, si bien estarán marcadas por la racionalidad -lo que implica descartar imposiciones tempranas-.
Un propósito similar y con la misma estructura negociadora se desarrollaría entre La Paz y Buenos Aires -cuyo gobierno en general ha mostrado mayor receptividad al deseo boliviano-.
A su turno, la falta de recursos líquidos para invertir por parte de YPFB, la necesidad de asumir con eficiencia la administración de una compleja industria, de enfrentar unas difíciles negociaciones de los nuevos contratos y la emergencia de un factor tensionador de las relaciones políticas con Brasil representan un conjunto de problemas inmediatos para la administración de Evo Morales.
Este escenario podría forzar a YPFB y -especialmente- al Gobierno a intentar despejar en el menor lapso posible las interrogantes abiertas con Argentina y Brasil, para a continuación orientar sus esfuerzos a unas negociaciones seguramente más difíciles con las multinacionales petroleras. La favorable resolución de las negociaciones de los precios de suministro de gas con sus dos vecinos permitiría a La Paz no sólo contar con una base política internacional de apoyo para el proceso de litigios con las demás empresas (y eventualmente gobiernos involucrados). Su ‘efecto demostración’ podría también contribuir a mejorar el clima de incertidumbre que afecta el desarrollo de la industria (después de todo, Brasil y Argentina son los dos principales importadores de gas boliviano), en particular si además comienzan a darse pasos definidos para la industrialización (y posible creación de nuevos mercados) de parte del recurso.
Sin embargo, el clima pre-electoral que ya comienza a gestarse en Brasil, las divisiones existentes al interior del Gobierno y las presiones que pudiera ejercer el empresariado del país podrían ser lo suficientemente poderosas como para torcer la voluntad moderadora que hasta ahora logró imponer Lula da Silva, y traducirse en un endurecimiento de las posiciones negociadoras.
En la forma cómo evolucione este escenario podría ser vital el apoyo tanto político como técnico venezolano a los esfuerzos del Presidente Morales y de YPFB. A su turno, y dependiendo de cuán pronto y en qué términos concluyan las negociaciones de precios entre con Argentina y Brasil, el gobierno venezolano podría ver en ello una oportunidad para reforzar los debilitados lazos intra-MERCOSUR y en particular para apoyar los esfuerzos combinados de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile por materializar algunas de las iniciativas de integración energética de la región.
La IIRSA, el llamado ‘anillo energético del cono Sur’ o el proyecto ‘Mariscal Sucre’ representan hoy por hoy la fase más concreta -si no la única- de las iniciativas de integración económico/comerciales en que aparecen involucrados los miembros de la hasta ahora casi fantasmal Comunidad de Naciones de América del Sur.
Una vez despejado jurídica y económicamente el clima de inestabilidad que -quiérase o no- la nacionalización boliviana ha provocado sobre los gobiernos y los inversionistas en la región, lo lógico sería que La Paz redoble sus esfuerzos por dar pasos concretos para ampliar su mercado hacia una región cuyas tasas de crecimiento del consumo energético requieren crecientemente de nuevas fuentes de suministro- sobre todo de aquéllas que, como el gas, son mucho menos contaminantes.
Dos factores emergentes que podrían actuar a favor o en contra del fortalecimiento de emprendimientos energéticos multinacionales o supranacionales de la región -hacia los cuales forzosamente deberá apuntar el gobierno de Evo Morales- son Perú y Ecuador. El primero, por la relativa lasitud con que la administración del saliente Presidente Alejandro Toledo ha enfrentado su participación en el ‘anillo energético’, como por las indefiniciones y tardanzas para desarrollar sus propios recursos de hidrocarburos. Un eventual gobierno del candidato Ollanta Humala probablemente intentará desarrollar políticas muy parecidas a las de Chávez y seguramente se adherirá con mayor fuerza al diseño de integración energética regional. En cuanto a Ecuador, aunque su escenario pre-electoral no brinda claridad respecto de quiénes tendrán posibilidad de triunfo en las elecciones previstas para fines de 2006, es posible que su electorado reproduzca un escenario muy similar al que permitió el triunfo de Morales en Bolivia. Sobre todo, porque una de las cuestiones que continúa movilizando a las organizaciones sociales de este país y que no termina de ser resuelta en la tensa relación que confronta al debilitado gobierno del Presidente Alfredo Palacio con el Congreso aluden a la legislación de hidrocarburos.
Las inversiones españolas deben hacer frente a nuevos escenarios jurídicos en varios países de América Latina
EL POPULISMO CAMBIA LAS REGLAS
La nacionalización del gas decretada en Bolivia, tras el cambio contractual forzado por el presidente de Venezuela a las petroleras que operan en su país, y la posible adopción de medidas de un corte similar en otros países como Perú y México han sembrado la inquietud entre empresas y bancos españoles con fuerte presencia en la región. Sus portavoces, en general, se muestran prudentes y dicen que no se puede analizar América Latina como una realidad única e insisten en que hay serias diferencias entre los distintos países y sectores de actividad.
El País de España (www.elpais.es)
La nacionalización del gas decretada por Evo Morales el pasado 1 de mayo no es sino la primera de una serie de medidas anunciadas -y de otras que no ha anunciado, pero sobre las que trabaja- con las que el presidente boliviano se dispone a modificar las condiciones de la presencia de empresas extranjeras en el país: tierra, ferrocarriles, electricidad y agua están entre los primeros objetivos. En Perú, tanto el nacionalista Ollanta Humala como el socialista Alan García han anunciado que en el caso de vencer el próximo 4 de junio en las elecciones presidenciales potenciarán el papel del Estado en la economía: de nuevo hidrocarburos, minería y electricidad están los primeros de la lista. Las empresas españolas ven cómo el marco legal en el que se produjo su entrada en Latinoamérica está variando bruscamente.
Ciertamente, Bolivia y Perú no son los primeros casos de este cambio de condiciones. Desde diciembre de 2001 las empresas españolas en Argentina están inmersas en un proceso negociador -que va de las mesas bilaterales a los tribunales de arbitraje, pasando por las declaraciones a los medios de comunicación- para redefinir las condiciones en las que operan en el país. En 2005, Venezuela cambió las condiciones en que operaban las petroleras extranjeras de una manera casi idéntica a la que ha utilizado ahora Morales. Chávez anunció además el pasado domingo un nuevo impuesto a la extracción de petróleo.
Ambigua respuesta de Europa
España es el primer inversionista extranjero en Argentina, el segundo en Bolivia y el cuarto en Perú. Según el último informe de la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL), entre las 50 mayores multinacionales no financieras que operan en Latinoamérica hay cuatro españolas: Telefónica, Repsol, Endesa e Iberdrola, y las cuatro operan en uno o varios de los países más sometidos a vaivenes y tensiones entre las administraciones y las empresas de capital extranjero. Según el mismo informe, el sector bancario de la región está dominado por Santander Central Hispano (SCH) y el Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA).
"Pienso que el problema está en los políticos europeos, que están dando señales ambiguas y eso lo pagan los inversionistas. Kirchner anuncia que no va a ceder y no cede", explica Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Nueva Mayoría y uno de los analistas políticos más prestigiosos de Argentina, para quien los gobiernos europeos dan un mensaje erróneo ante el populismo en Latinoamérica y la situación se agrava porque en el interior de cada país el populismo a corto plazo da votos y no tiene costos económicos.
"Evo nacionaliza y la economía sigue creciendo. La Bolsa de Caracas ha subido un 54% en 2005 y la de Buenos Aires un 35%. ¿Por qué no ser populista?", se pregunta Fraga.
"Hay que distinguir la naturaleza de las inversiones extranjeras. Las que son estratégicas, por ejemplo en gas, pueden invertir aunque haya una alta incertidumbre", indica Marcela Cristini, economista senior de la Fundación de Investigaciones Latinoamericanas. "Pero las inversiones extranjeras corrientes -las que miran la tasa de retorno o aprovechan el bajo coste de la mano de obra en Brasil o la alta cualificación y bajo coste en Argentina- ponderan más el clima de negocios y ahí ganan Chile, Brasil, Uruguay y Colombia", añade.
Esta circunstancia está siendo aprovechada por estos países que junto a los buenos indicadores económicos ofrecen, con palabras y en ocasiones con fuertes gestos simbólicos, seguridad a los posibles inversores. Algunas de las fuentes consultadas para este reportaje destacan como ejemplo la postura de firmeza que está mostrando el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, ante su homólogo argentino, Néstor Kirchner, en la crisis entre ambos países por la instalación en Uruguay de dos fábricas de pasta de celulosa a las que se opone Argentina.
"Lo que está haciendo Vázquez es transmitir un mensaje muy fuerte de seguridad jurídica a los posibles inversores en Uruguay", señalan dichas fuentes.
En el mismo plano se inscriben las declaraciones realizadas el pasado miércoles en Madrid por la ministra chilena de Economía, Ingrid Antonijevic, quien, además de reiterar las condiciones de seguridad jurídica y estabilidad política que exhibe Chile, mostró las cartas que el Gobierno de la socialista Michelle Bachelet quiere jugar en la atracción de la inversión española en su país: desarrollo del turismo y desembarco de las medianas y pequeñas empresas.
Precisamente, el desembarco de las pymes era uno de los objetivos que manejaba la Administración de Rodríguez Zapatero para el caso de Argentina, después de la llegada en los años noventa de los grandes inversores en banca, comunicaciones, energía y transporte. "Junto a estos inversores han ido llegando otras empresas de servicios de capital español, como por ejemplo seguridad o mantenimiento, pero estando como están las cosas no es probable que lleguen muchos inversores más. Tal vez en sectores puntuales como el vino aún se produzca alguna entrada", opina un alto responsable de una empresa española en Argentina, que estima que esta situación es aplicable a los otros países de la zona donde se avecinan dificultades entre las empresas extranjeras y los diversos gobiernos.
Cumplimiento a medias
"Kirchner ha estado destruyendo sistemáticamente la inversión extranjera en Argentina, pero desde el Gobierno español se le dice que lo hace muy bien y eso genera una situación extraña. Los mensajes a los inversores son confusos", asegura Fraga. "El modelo económico argentino no está definido. Para el inversor no hay transparencia de hacia dónde va la economía", matiza Marcela Cristini, para quien "el inversor no sólo mira los hechos, sino también las señales y éstas son contradictorias".
"La verdad es que lo firmado con el Gobierno argentino se está cumpliendo", asegura a su vez un directivo español, "aunque lo que no se cumplen son los plazos. Eso, ni uno". Cristini destaca que los inversores extranjeros en la región están cambiando sus preocupaciones. "En los noventa se quejaban de la inestabilidad de las normativas, pero ahora preocupan la vigencia del derecho a la propiedad o la corrupción".
Opinión:
SALVAJE Y REVOLUCIONARIO
El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com/mld/elnuevo/search)
La elección de Evo Morales como presidente de Bolivia resumió en los hechos la visión europea sobre el ser latinoamericano y su tránsito de ``buen salvaje (indígena) a buen revolucionario''.
Cumplido el peregrinaje a los santuarios de Caracas y La Habana, Morales fue recibido y festejado, hasta por sus prendas, en La Moncloa y el Elíseo. Mientras tanto aquí, una feliz ternura embargaba a los hermanos mayores, Brasil y Argentina. Bolivia se liberaba y como premio y reconocimiento corrían a invitarla para que entrara de lleno en el MERCOSUR.
Con Morales al frente, el país del altiplano recuperaba la soberanía, ponía fin a la explotación de sus recursos, comenzaba a defender en serio sus más legítimos intereses y así se sumaba a la lucha contra el imperialismo: léase contra los Estados Unidos.
Y léase mejor aún: a la lucha contra el TLC.
Porque no hay otro villano ni otro objetivo a atacar que no sea ese convenio comercial con el gigante del norte. No importa que los EEUU sean el principal comprador de los productos latinoamericanos ni que las tres cuartas partes de las ventas al exterior de Venezuela sean, precisamente, hacia ese destino. Hay que seguir las directrices del comandante Chávez: a los imperialistas norteamericanos ni un vaso de agua.
Morales asumió su papel al pie de la letra: llamó traidores a quienes negocian el TLC y firmó un prometedor acuerdo comercial con Cuba y Venezuela, y le abrió las puertas de par en par a sus técnicos y asesores.
También demostró ser fiel y respetuoso de sus promesas electorales y de su programa de defensa de los intereses bolivianos y, en consecuencia, procedió a la nacionalización de su petróleo y de su gas.
Entonces comenzaron las sorpresas: parece que los que explotaban la principal riqueza de los bolivianos no venían de los EEUU, sino que eran empresas españolas, inglesas, francesas, que venían de la madre patria y de la vieja Europa, y a ellas se sumaban otras empresas pertenecientes a las naciones hermanas de Argentina y Brasil. Y parece además que todas esas empresas, muy en particular la brasileña Petrobras y la hispano-argentina Repsol, ''explotaban'' bastante bien los recursos bolivianos, si nos atenemos a precios y ganancias.
Otra sorpresa fue que los aplausos de ayer se transformaron en lamentos, reproches, quejas, acusaciones y algunas amenazas. Evo Morales habló hasta de chantajes. ''Acto no amistoso'', ''decisión unilateral'', ''decretazo'', ''malas formas'', ''Bolivia al margen del sistema político internacional'', éstas fueron algunas de las reacciones de las empresas y voceros de los gobiernos amigos afectados con la medida.
Pero el flamante presidente boliviano es lapidario: ''Se acabó el saqueo de las empresas extranjeras'', dice e insiste en que por más que ''chantajeen'', ''no es posible que con nuestros recursos tengan una gran empresa y dejen mal la economía de nuestro pais''. Cuando habla de la gran empresa se refiere a Brasil, el gran consumidor, a precios bastante convenientes, del gas boliviano. Lula dice que va a respetar la soberanía, pero los industriales de San Pablo, los expertos de Itamarati y una buena parte de los congresistas están que trinan y piden cabezas. El problema es que en este caso no se puede aplicar la fórmula que sirvió con Sánchez de Lozada, quien pretendió actualizar el precio del gas y, ante la negativa brasileña, pensó en otros mercados. Aquella vez los indígenas coparon las calles y el presidente tuvo que irse. Pero ocurre que ahora el líder de los indígenas es el que ocupa el palacio que en el 2003 tuvo que abandonar Sánchez de Lozada.
Es que Evo no entiende que los imperialistas son los norteamericanos y el problema es el TLC.
En realidad la confusión es grande y son muchas las cosas que no se entienden y desde la tribuna cada vez se hace más difícil saber para qué lado patean los nuevos popes de la izquierda progresista latinoamericana. Lo único que resulta claro es que cuando rascan se olvidan de las ideologías y solidaridades y sólo rascan para adentro. Como antes y como todos.
Opinión:
BRASIL: EL GIGANTE JAQUEADO
El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com/mld/elnuevo/search)
El país más grande de América Latina está en un estado de conmoción: de la noche a la mañana, ha visto perder su condición de líder regional para convertirse en una nación a la defensiva, crecientemente vulnerable a medidas hostiles de vecinos populistas como Venezuela y Bolivia.
Llámenlo un gigante cercado, si quieren. Mientras Venezuela está eclipsando a Brasil en la escena regional, la reciente decisión del presidente boliviano Evo Morales de nacionalizar su industria del gas, que provee cerca de la mitad del consumo de gas de Brasil, ha dejado atónitos a los brasileos.
La compañía petrolera estatal de Brasil, Petrobas, invirtió $1.500 millones en Bolivia, y era el mayor inversionista extranjero en ese país.
Y a juzgar por lo que vi en una visita aquí la semana pasada, los brasileños temen una interrupción en el suministro de gas boliviano, o que el 60 por ciento de aumento que exige Bolivia para continuar su abastecimiento les afecte directamente sus bolsillos.
Casi todos los taxis y muchos automovilistas brasileños tienen instalados tanques de gas natural en sus automóviles, para evitar usar combustibles mas caros.
El ex canciller brasileño Celso Lafer me dijo en una entrevista que no había visto ''en muchas décadas'' una consternación general por un tema de política externa como la actual. El tema va más allá del dinero, señaló.
''Cuando tienes a Morales ocupando instalaciones de Petrobas en Bolivia con los militares, designando de prepo un nuevo consejo de directores de Petrobas, y acusando a Petrobas de actuar ilegalmente, estás hiriendo el orgullo nacional de Brasil'', dice Lafer. ``Petrobas es parte de la cultura nacional de Brasil''.
La prensa brasileña culpa casi unánimemente al presidente Luiz Inácio Lula da Silva por no haber anticipado la crisis, y por haber sido demasiado blando con Bolivia tras el anuncio de la nacionalización. Lula, un izquierdista moderado que va a necesitar a sus electores de izquierda para ganar las elecciones presidenciales de octubre, inicialmente apoyó la nacionalización del gas de Bolivia.
``Lula para Presidente...de Bolivia", rezaba el titular de una de las muchas columnnas críticas de Lula en el diario O Estado de Sao Paulo.
Veja, la revista de noticias mas leída de Brasil, muestra en su portada a Lula con un dibujo de un zapato chorreando petróleo en su trasero. El titular de la portada dice: 'Lula se fue a dormir como el `gran líder' de América Latina, y se despertó como el bufón de la corte del venezolano Hugo Chavez, quien planeó el robo de los activos brasileños en Bolivia''.
Existe un convencimiento generalizado en Brasil de que la decisión boliviana fue tomada en Cuba, con la ayuda técnica de Venezuela. Morales anunció su nacionalización del gas el primero de mayo, horas después de su regreso de Cuba, donde pasó el fin de semana reunido con Chávez y el presidente vitalicio Fidel Castro.
Un 88 por ciento de la población de Bolivia apoya la nacionalización del gas, según una encuesta de Ipsos. Los analistas políticos brasileños están estupefactos ante la repentina pérdida de influencia de su país en la región, y por las crecientes amenazas provenientes de sus fronteras sur y norte.
En los últimos meses, casi todas las grandes iniciativas regionales, incluyendo planes para la creación de un gigantesco oleoducto que iría desde Venezuela a Argentina, un banco regional de desarrollo de sudamérica, y una alianza de defensa de América del Sur al estilo de la OTAN - han venido de Venezuela. Aunque pocos creen que alguno de estos proyectos verá la luz del día, lo cierto es que Chávez ha desplazado a Brasil como el centro de atención de la región.
''No hay un sólo país latinoamericano que haya salido a defender a Brasil en esta crisis'', me dijo el ex embajador de Brasil en Washington, Ruben Barbabosa. ``El gobierno (brasileño) ha invertido tanta energía en los últimos años en convertir a Lula en un líder mundial, por ejemplo haciéndolo ir cinco veces al Africa, que ha descuidado su propio vecindario''.
Mi conclusión: Lula estará, por los próximos meses, con las manos atadas. Si arremete contra de Morales y Chávez, antagonizará a su base de izquierda y puede perder las elecciones de octubre. Si no lo hace, seguirá siendo criticado de anteponer sus simpatías ideológicas a los intereses nacionales de su país.
Lo más probable es que, hasta octubre, Lula pondrá la otra mejilla, y Brasil continuará siendo eclipsado por Venezuela. Pero si es reelecto, no me extrañaría que Lula resurja como un líder de la izquierda responsable latinoamericana. Brasil es un país demasiado grande, y demasiado orgulloso, como para resignarse a ser un gigante cercado.
Opinión:
PETROBRAS Y LA POLÍTICA ENERGÉTICA
El Comercio de Perú (www.elcomercioperu.com.pe)
Por Fernando Henrique Cardoso, Ex presidente de Brasil
Hace pocos días, el gobierno de Lula conmemoró con aires de monopolista los éxitos en la autosuficiencia en la producción de petróleo.
Quitando la arrogancia, hizo bien el gobierno en celebrar un éxito que es fruto del esfuerzo de generaciones y de diversos gobiernos. Y no nos olvidemos de los técnicos y trabajadores de Petrobras, que fueron fundamentales para las victorias alcanzadas.
La historia es caprichosa y llega a ser irónica. Dada la posición de mi familia en las luchas por el monopolio del petróleo (mi padre y un tío eran considerados 'generales del petróleo'), no es de extrañar que yo haya sido tesorero del Centro de Estudios y Defensa del Petróleo de Sao Paulo, pivote local de la campaña "El petróleo es nuestro". Esa fue una de las 'acusaciones' que me hicieran en el interrogatorio al que respondí en 1964, y que me costó una orden de prisión, anulada por el Tribunal Superior Militar en 1967. Es fácil entender, no obstante, que yo sintiera en esa época horror a la Relatoría Link. Pues bien, basta leer el artículo del geólogo José Coutinho Barbosa, ex director de Petrobras, para ver que el señor Link escribió cosas sensatas y no merecía tanta reprobación. Escribió, por ejemplo, que había probabilidades de encontrar petróleo en las aguas de Sergipe y que Brasil, en tierra, era escaso del precioso líquido. Pero, sobre todo, él formó a toda una generación de geólogos brasileños que aseguraron los éxitos futuros. Por lo tanto, son aconsejables cierta humildad y menos precipitación en el juicio.
José Coutinho llama la atención en otro momento fundamental de la historia de Petrobras, el del desarrollo de los campos de petróleo en la cuenca de Campos y, luego, durante el gobierno de Ernesto Geisel (1974-1979), en la de Santos, con contratos de riesgo que dieron magros resultados en petróleo pero ricos informes geológicos entregados a Petrobras. Para la conducción de esa etapa fue decisiva la acción del geólogo Carlos Walter Marinho Campos.
La tercera etapa para transformar a Petrobras en una gran empresa internacional, dice Coutinho, fue conducida por Henri Philippe Reischtul. En esta administración, a decir del comentarista, "se produjo una nueva y revolucionaria planeación estratégica (...) los nuevos planes provocaron una profunda restructuración en los sistemas de administración corporativa y gestión empresarial", alineando las diversas áreas de negocios, introduciendo modernos sistemas de evaluación, valorando la transparencia en la relación con su público de interés y, agrego yo, permitiendo la recuperación de una política ecológica responsable. "Un legado extraordinario que habría de marcar a la compañía por muchos años", escribe Coutinho. Es de destacar que el Consejo de Administración de Petrobras, hasta entonces, se componía de los directores ejecutivos de la empresa.
¿Qué confianza tendría el accionista, o incluso el gobierno, en este tipo de control? No es de extrañar que después de las modificaciones introducidas por Reischtul, el valor de mercado de la empresa haya saltado en nueve billones, hasta llegar a casi treinta, y eso en época de petróleo a precios bajos.
La autosuficiencia del petróleo se fue construyendo, adaptando las políticas de gobierno y de la empresa a las condiciones de los tiempos. La flexibilización del monopolio, su reafirmación en las manos del Estado y no de Petrobras, el incentivo de la competencia, la definición de reglas de transparencia en la gestión, la definición de una estrategia diversificada y armoniosa de los negocios, al contrario de la opacidad, de la continua interferencia político-partidaria, nada tiene que ver con la privatización de la compañía (precisamente por eso siempre estuve en contra de esa alternativa, como afirmé en carta enviada al Senado en 1997). El actual presidente de la empresa, cuando insinuó que la modernización llevada a cabo tenía tal propósito, pecó por desconocimiento, en la hipótesis benigna aunque no menos preocupante, o por distorsión de los hechos con simples intenciones electoreras. Yo, cuando aborrecí la Relatoría Link, lo aseguro, pequé por ignorancia y por pasión política.
La verdad es que la aspiración a la autosuficiencia es antigua y se fue volviendo posible con los descubrimientos de las gigantescas reservas de Marlim y de Albacora, a las cuales se sumaron las de Roncador, Marlim Sur y tantas otras más, a tal velocidad que hoy, Petrobras es una de las pocas compañías que aumenta más aprisa sus reservas que su producción. Pero la autosuficiencia no habría sido posible si los ingenieros no hubieran sido capaces de desarrollar tecnologías para trabajar en aguas profundas y si no hubiéramos roto el estancamiento relativo a la extracción de petróleo de 1985 a 1994. Mientras que en esos diez años la producción pasó de 564.000 barriles por día a apenas 693.000, esta casi se triplicó de 1994 a 2002, alcanzando los 1,5 millones de barriles al día, para un consumo de poco más de 1,7 millones de barriles. No nos olvidemos que las plataformas gigantes en operación en el mar, incluso la última instalada a marchas forzadas, la P-50, fueron contratadas en gobiernos anteriores. El actual perdió tiempo queriendo construir grandes plataformas en los astilleros locales, que todavía no tienen capacidad para tanto, para finalmente contratarlas también en el exterior.
En lugar de dormir en los laureles alcanzados, lo que se necesita ahora es una nueva política energética. Una política que economice las reservas de petróleo (pues en un futuro no remoto escaseará en el mundo), que decida qué hacer con el gas y defina el papel de la hidroelectricidad y de la biomasa en nuestra matriz energética. Después del arranque expropiador boliviano, ¿intensificaremos la exploración de la cuenca de Santos, o nos arriesgaremos a hacer el supergasoducto venezolano? ¿Defenderemos nuestros intereses con más firmeza o seguiremos dando justificaciones --obvias-- para disculpar la acción expropiadora del gobierno boliviano? Y, sobre todo, ¿seremos capaces de construir una matriz energética que, complementariamente a la hidroeléctrica, dé preeminencia a la energía derivada de caña de azúcar y de las oleaginosas?
Son esas cuestiones las que importan, y no la competencia infantil entre quién hace más o menos en la exploración del petróleo. Aun más porque desde que se descubrió que es posible hacer volar algo más pesado que el aire (y esa es la diferencia que cuenta), aumentar la velocidad del vuelo es importante, pero es más fácil. Y casi una obligación. El desafío ahora no es hacer más de lo mismo, sino innovar en materia de energía.
OPINION
POR FIN
Página 12 de Argentina (www.pagina12.com.ar)
Estas líneas, excepcionalmente, se tratan de un hecho internacional. Sin embargo, involucran a la Argentina y al discurso progre del gobierno kirchnerista como, tal vez, ninguna otra circunstancia.Este tipo de reflexión debería darse más seguido, porque no se debe pensar local sin pensar global. Pero –y es autocrítica– uno queda preso de cierta mentalidad aldeana más de lo que debiera. Y entonces se le anima a razonamientos como los siguientes cuando lo local, por ejemplo, se concentra en noticias tan apasionantes como el cambio de nombre de un caserío santacruceño de 170 habitantes; o las reflexiones de Chacho Alvarez sobre los probables acuerdos entre Uruguay y los Estados Unidos; o la sorpresiva irrupción de la reina del carnaval de Gualeguaychú, en bikini y en Viena, para protestar contra las pasteras.El hombre se llama Evo Morales y viene a ser la quintaesencia representativa de una Nación saqueada como pocas en la historia de la expoliación universal. El presidente boliviano es la foto real o construida de indígenas, mineros y campesinos que expresan, como ninguna otra cosa del curso latinoamericano, el símbolo de la derrota de las mayorías populares. Y acaba de cometer el pecado de plantarse frente a los expoliadores. No propuso ni ejecutó nada que pueda considerarse una provocación extremista. Más bien lo contrario, Morales operó como un político sensato pero firme respecto de sus promesas electorales y de quienes en la correlación de fuerzas interna lo corren por izquierda. Que en Bolivia no son los más, aunque sí suficientes para mover pisos y ser funcionales a los intereses de la derecha. Morales se “limitó” a decir y operar que las corporaciones extranjeras ya no tendrían en el Estado boliviano a un convidado de piedra, sino a un “socio” que marca la cancha.
Con eso fue suficiente para que los factores de poder mundiales, y la burguesía paulista –nada menos– y los gobiernos “amigos” de la región pusieran varios gritos en el cielo, convocaran a reuniones urgentes y exhibieran rictus de preocupación. Los primeros, a efectos del análisis estructural, no cuentan (porque, de tan obvios, son previsiblemente patéticos). El canciller federal austríaco, por caso, en nombre de la elegante comunidad europea de naciones. Dijo Wolfgang Schuessel que “siempre existen dos posibilidades en la vida: o se desea abrir los mercados o no”. Y dijo Tony Blair que “los combustibles son una cuestión central para las naciones”, en el más perfecto eufemismo que a uno se le ocurra por no nos jodan ni nuestras ganancias ni nuestros intereses.
Esos no cuentan, decíamos. Son la careta de Bush y, ergo, del imperialismo norteamericano. O de su misma escala de valores. Lula, en cambio, que calificó al jefe de Estado boliviano como un adolescente, es un desclasado que llegó al poder por, digamos, izquierda; y ahora tiene problemas ante los capitalistas regodeados, hasta aquí, con su gestión de ortodoxia económica. No hablemos ya del silencio de los “socialistas” Tabaré y Bachelet, claramente adjudicable a qué le pasa a este loco del boliviano, que tiene detrás a Chávez y a Fidel. En ese sentido, debe admitirse que Kirchner es el mejor de estos cínicos ajedrecistas que fluctúan entre manifestar, sin ambages, lo que no les gusta, y la pertenencia de raíz a su fraseología progresista. El presidente argentino supo moverse con alguna clarividencia. Evo está marcadamente a su izquierda desde una posición “responsable”, y eso no le gusta nada. Pero sí le gusta, a Kirchner, que alguien tense las contradicciones del bloque dominante. El tipo es un soberbio y tiene conciencia burguesa culposa. No está mal. Porque los otros, ni siquiera eso.
Rodríguez Zapatero, el presidente del gobierno español, pidió un rápido encuentro con el primer mandatario argentino para hablar sobre las medidas tomadas por Morales. Tabaré se las gasta con la amenaza de echarse en brazos de Washington. Los chilenos siguen en la suya, apartados de cualquier perspectiva unidad regional. México, siempre tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, se debate entre ratificar su rumbo de colonizado y alguna infiltración de centroizquierda. Colombia, Ecuador y Perú ya parecen ratificados en eso de querer ser cola de león, pero sus clases dirigentes no garantizan la estabilidad que reclama la Casa Blanca. Paraguay, otro tanto. Y el continente brasileño, que se reduce a su sur industrial si es por lo que le importa a la muchachada del hemisferio Norte, resulta que tampoco está tranquilo a pesar de que su presidente travistió de obrero a representante del interés de los ricos.
Es desde ese horizonte conflictivo que un tal Morales plantó bandera. Y encima Chávez tiene plata y Fidel no se termina de morir nunca. No es mucho, pero sí lo suficiente como para que la caracterización de la etapa bien pudiera ser que en la NASA sub-continental alguien sienta que debe decírsele a Houston que tienen un problema.
Así, después de tanto, la conclusión, política, periodística, de una constatación como ésta, bien podría ser que por fin vuelve a pasar algo.
Opinión:
EL CAPITALISMO DE ESTADO Y LA NUEVA IZQUIERDA LATINOAMERICANA
La Jornada de México (www.jornada.unam.mx)
Después de la Segunda Guerra Mundial se abrió un debate en América Latina acerca del desarrollo económico. La polémica consistía acerca de las condiciones económicas de la región. Los ideólogos de esos años discutían distintas teorías: unos defendían el sistema social capitalista, otros, el régimen socialista, y más de algunos la economía mixta; éstas fueron las tesis que se planteaban entonces. Sin embargo, las condiciones que se dieron para que la burguesía latinoamericana se hiciera cargo de la refundación del Estado nacional, es decir, el Estado capitalista independiente, con perspectivas de alcanzar la república bajo el estado de derecho respondiendo con un programa de liberación nacional, por su pensamiento neocolonialista, la dejó pasar. Esta estrategia no prosperó. Ni los comunistas, que defendían los intereses del proletariado, según se entiende lo más avanzado del siglo en términos de los sistemas económicos, cayó por su ideología neocolonial; ni los socialistas ni la burguesía entendieron esta gigantesca obra. Y todavía no la entienden.
Es cierto que el intento por independizarse fue muy limitado; no obstante, también es verdad que toda la estrategia surgida después de la Segunda Guerra Mundial contra el neocolonialismo, el colonialismo y la formación del Estado nacional giraba en torno de los grandes intereses de las potencias que salieron triunfadoras de la contienda mundial, es decir la dependencia económica. Por su parte, la izquierda, sobre todo latinoamericana, se alimentaba del viejo y reaccionario socialismo estaliniano.
Pero bien, ahora surgen nuevas opciones ya entrado el siglo XXI entre la nueva izquierda y la nueva derecha. Se trata, en todo caso, de dos iniciativas económicas no muy distantes entre sí, en cuanto se acercan a resolver las políticas macroeconómicas, por ejemplo la inflación, el presupuesto fiscal, apertura económica, TLC, etcétera. La izquierda como la derecha tiene en común una visión elemental y unificada del mundo al tratar de combinar entre una nueva estrategia de desarrollo fundamentada por la derecha en imponer un proyecto hegemónico, que consiste en la liberalización comercial, y la izquierda, en contra del neoliberalismo y a favor del estatismo. En este contexto apuestan en superar la crisis política e institucional de estos países, donde cuentan los cambios económicos y la democracia. Simplificando, el poder de la democracia es tan fuerte que se hace extensiva a todo el conjunto de la sociedad y se profundiza mediante procesos electorales, el crecimiento de la economía y, sobre todo, la independencia de poderes.
A casi dos décadas del derrumbe del socialismo real, en parte por el atraso que generó la economía planificada, éste ha provocado diversas teorías sobre el nuevo sistema socialista en el continente. Todas las explicaciones que se dan tienen en común una interpretación acerca del socialismo del siglo XX1. En este nuevo orden de cosas se registran en él los nuevos planteamientos de interés sobre las medidas económicas que el Estado y el gobierno vienen proyectando y que tienen valor para probar la nueva teoría del crecimiento económico. La izquierda rechaza el regreso a un pasado capitalista y la instauración del sistema socialista del siglo XX1, mientras que la derecha se propone sostener el sano equilibrio entre el mercado y el Estado. Dentro de estos cambios, el que resulte económicamente eficiente y distribuya socialmente el ingreso demostrará la nueva fuerza económica social de la clase; ése será el cambio y el ganador. Y cuidado, se irá forjando en medio de todo esto el nuevo socialismo de las entrañas del capitalismo
Algunos gobiernos de izquierda casi han asumido el Mercosur como el centro económico de la discusión del nuevo sistema socialista, porque sus líderes han alcanzado responsabilidades gubernamentales. El Mercosur nació en los primeros años de la década de 1990, con un claro objetivo: avanzar en la integración latinoamericana, la Unión Aduanera, la política arancelaria y construir la política social y romper con el pasado. Posteriormente agregan a la estrategia quebrar el mercado y el Consenso de Washington, destruir el neoliberalismo e instaurar el socialismo del siglo XX1; ésa es la gran batalla por venir, para la nueva izquierda.
Sin embargo, existen en la izquierda latinoamericana un ala radical y otra moderada, aún pesan sobre ellas los restos de un pasado con profunda herencia dogmática, y se encuentran en posiciones distintas con respecto al mercado y la globalización. Los líderes de la izquierda que gobiernan el Mercosur proponen, desde que se les sumó el gobierno venezolano de Hugo Chávez, el modelo marxista. Cuba es la expresión de ese modo de producción de economía centralmente planificada y que, en cierta manera, el presidente venezolano trata de continuar. Además, Chávez expresa en sus discursos un militarismo reaccionario, ni siquiera nacionalista, que no le sirve al Mercosur ni a los mercados comunes de integración sudamericanos. Esta política fue enterrada hace ya muchas décadas en Sudamérica. El presidente Chávez se proclama portavoz del socialismo nuevo y radical del siglo XX1, recoge la consigna de Fidel Castro, "socialismo o muerte", y afirma: "nuestro primer interés no es ganar dinero, que es un interés capitalista, sino impulsar la necesaria unidad de pueblos, países y repúblicas". Con esto está dicho todo.
Otra parte de la izquierda que ha asumido responsabilidades gubernamentales trata de organizar el mercado para combatir las desigualdades sociales: es el caso de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay. Y contamos con una tercera izquierda que respeta el mercado: el ex presidente Ricardo Lagos, de Chile. Sin dejar de señalar la victoria electoral obtenida por Evo Morales, otro gobernante de izquierda que ganó las elecciones en Bolivia el año pasado, cuya política aún no está del todo diseñada, pero, sin embargo, la elabora bajo el socialismo en un proceso de transición. Evo Morales, sin embargo, no es tan radical para construir el socialismo de una sola vez; trata de aprender de los empresarios cuando explica en una de sus intervenciones, luego que ganó las elecciones, que no tiene formación profesional, pero que será importante, explica, complementarnos. Y agrega más adelante: "ustedes tienen la capacidad profesional y yo la conciencia social".
La izquierda de Evo Morales se ubica, junto a las otras, en un marcado acento nacionalista al expresar la soberanía boliviana sobre el gas, el petróleo, nacionalización de los recursos naturales, participación del Estado en asuntos económicos, contra los monopolios o trasnacionales, y ahora se le suma la lucha contra el neoliberalismo y la globalización, puesto que en gran parte la soberanía descansa sobre la política energética.
Todos estos líderes de la izquierda van a dirigir y contribuir, a pesar de sus intenciones socialistas, a la fundación del capitalismo de Estado, en contra de su voluntad; pero no el socialismo de Estado que algunos dirigentes y gobernantes de la moderna izquierda sudamericana torpemente creen. De ahí el contenido de un programa de transición, de un poder que aún no está constituido, porque las relaciones de producción están condicionadas por los organismos financieros internacionales, por el mercado exterior, por una Organización Mundial de Comercio que no rompe los subsidios agrícolas y sí defiende las grandes trasnacionales. ¿Cómo se puede romper con estas instituciones mundiales en favor de nuestros países subdesarrollados? ¿Será el camino de Chávez, de Lula, de Evo Morales, o de Lagos y su sucesora Bachelet?
¿CÓMO RECONSTRUIR BOLIVIA?
La Vanguardia de España (www.lavanguardia.es)
La decisión del presidente de Bolivia, Evo Morales, de nacionalizar los hidrocarburos en su país se puede inscribir en el marco de un último intento por reconstruir un Estado nacional profundamente postrado y en vías de desfallecer. La enorme debilidad del Estado boliviano ha llevado a un gran número de especialistas y observadores a indicar que aquél oscilaba entre el colapso -esto es, la implosión de las estructuras de autoridad y legitimidad- y el fracaso -esto es, la incapacidad de proteger a los ciudadanos de las fuerzas que amenazan su seguridad existencial-.
Bolivia no es un ejemplo de Estado anárquico -ausencia completa de gobierno central-, pero sí de un Estado frágil -crecientemente imposibilitado de brindar funciones básicas, en especial para los pobres-. En ese contexto, la decisión del mandatario boliviano puede comprenderse mejor -y asimilarse igualmente- como el mayor y más incierto esfuerzo para evitar una degradación estatal plena.
El categórico triunfo electoral de Evo Morales expresó la intención de los bolivianos de ampliar su democracia, fortalecer el Estado y propiciar la convivencia interna, al tiempo que acalló las voces que venían alentando propuestas secesionistas en el país. Sin embargo, los desafíos que afronta su Gobierno son monumentales. En el corto plazo, los asuntos institucionales principales son la realización de la Asamblea Constituyente y del referéndum autonómico. Resulta esencial, en ese sentido, que estos trascendentales acontecimientos culminen exitosamente. Es imperativo prevenir que, como producto de posturas polarizadas, expresiones desafortunadas o acciones desacertadas, el resultado final sea la partición de Bolivia. Ello tendría, a no dudarlo, efectos simbólicos y secuelas reales en toda América del Sur. Para contribuir al éxito político y económico del nuevo presidente y, además, ayudar a eludir un escenario negativo e incontrolable, Sudamérica y España podrían desplegar una política exterior convergente, dinámica y prudente hacia Bolivia. Podrían ejecutar, en consecuencia, una diplomacia preventiva con varios componentes básicos y simultáneos.
En primer lugar, es imprescindible el compromiso de Mercosur como un todo, porque en el caso boliviano está en juego, en cierta medida, el futuro de la paz, la seguridad y la democracia en el Cono Sur. Lo anterior implica precisar una estrategia que conjugue elementos políticos y económicos. Si Mercosur desea ser un protagonista en los asuntos regionales y hemisféricos, entonces es importante contar con su disposición diplomática y su capacidad material.
En segundo lugar, resulta fundamental persuadir al nuevo Gobierno de Bachelet en Chile de que es hora de hallar una solución seria al justo reclamo boliviano de una salida al mar. Es crucial desactivar cuestiones externas pendientes como ésta, que, de no resolverse, sólo profundizarán internamente las enormes dificultades que hoy vive Bolivia. Santiago debe ser consciente de que los problemas irresueltos que se prolongan no se olvidan; sólo empeoran.
En tercer lugar, es indispensable inducir a Estados Unidos a que se involucre en esta política concertada y cooperativa hacia Bolivia. Esto puede, incluso, reparar el pobre estado de las relaciones entre Washington y Latinoamérica y mejorar las relaciones triangulares Estados Unidos-España-Sudamérica.
En cuarto lugar, es relevante poner a disposición de todos los sectores bolivianos información, experiencias y conocimientos comparativos en materia de cambio constitucional y autonomía regional. La Cumbre Iberoamericana cuenta ahora con una secretaría ejecutiva a cargo del ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo Enrique Iglesias, quien podría coordinar esfuerzos y recursos en el caso boliviano como una cuestión urgente y emblemática. Se buscaría que los actores sociales y políticos en Bolivia conozcan, por ejemplo, cómo España ha venido manejando el complejo tema de las autonomías y cómo Colombia alcanzó una consensual reforma de la Constitución (1991) con avances significativos para los grupos indígenas.
En quinto lugar, es clave llevar a Bolivia a los expertos e instituciones involucrados en negociaciones internas e internacionales. Las Naciones Unidas y muchas ONG españolas y sudamericanas tienen experimentados especialistas en resolución de conflictos. Se pretendería así conseguir que las conversaciones y acuerdos en torno a la nacionalización de los hidrocarburos y en cuanto a la Asamblea y al referéndum sean juegos de suma variable -todos ganan y pierden algo- y no juegos de suma cero -una parte gana todo y otra pierde irremediablemente-.
En sexto lugar, es urgente que empresas como Repsol YPF y Petrobras lideren, con el respaldo de los gobiernos de España, Argentina y Brasil, salidas viables y sustentables al tema de los recursos energéticos. Una solución positiva para Bolivia exige entender que los estados y las empresas necesitan coincidir en el objetivo estratégico de que un mejor Estado en Bolivia es funcional y vital para todos los actores involucrados y comprometidos con el futuro del país.
El presidente Evo Morales busca acelerar el proceso de reformas en su país. América del Sur -en especial, los países del Cono Sur- y España pueden aportar para que los cambios económicos y políticos anunciados conduzcan a una democratización efectiva, a una estatalidad vigorosa y a una convivencia pacífica. Una desafortunada confluencia de razones internas y externas puede conducir a que Bolivia termine partida. Ese destino no es inexorable; sólo lo será si los países con intereses en la nación andina olvidan sus responsabilidades internacionales.
JUAN GABRIEL TOKATLIAN , profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés (Argentina)
Opinión:
KOFI ANNAN CONTRA LA NACIONALIZACIÓN DEL PETRÓLEO EN BOLIVIA
Argenpress de Argentina (www.argenpress.info)
Por: Alejandro Teitelbaum (especial para ARGENPRESS.info)
El secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Kofí Annan, criticó la decisión tomada por el Presidente boliviano, Evo Morales, de nacionalizar los hidrocarburos. Durante la conferencia de prensa inaugural de la IV Cumbre Unión Europea, América Latina y el Caribe (EU-ALC), aclaró que las decisiones actuales tienen que pensarse siempre entendiendo en el carácter globalizado del mundo, ya que esta medida puede poner en riesgo las relaciones comerciales internacionales. Señaló que los inversores necesitan condiciones que se mantengan en el mediano y largo plazo, sin esa condición no es posible un comercio mutuamente satisfactorio y beneficioso.
El artículo 97 de la Carta de la ONU establece que “el Secretario General será nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad”.
El candidato recomendado por el Consejo de Seguridad debe contar con la aprobación de los miembros permanentes, que pueden ejercer el derecho de veto. Ninguno de ellos ha vetado formalmente una propuesta, pero siempre los candidatos han pasado por el filtro de la aceptación por parte de los Estados Unidos y los otros miembros permanentes. Por ejemplo la reelección de Butros Ghali, fue bloqueada por Estados Unidos, quien impuso a Kofi Annan, incluso contra la costumbre de nombrar rotativamente un Secretario General originario de las diferentes regiones.
Kofi Annan sabe que debe su cargo a Estados Unidos y se empeña en mostrar su reconocimiento con reiterados gestos de sumisión y obediencia, para lo cual ha mostrado un celo particular, entre otras cosas, como consecuente defensor del poder económico transnacional.
El 25 de julio del 2000, en la sede de la ONU en New York, Kofi Annan presidió la inauguración del Pacto Mundial (Global Compact) en la que participaron 44 grandes sociedades transnacionales y algunos otros “representantes de la sociedad civil”.
El Global Compact quedó como una institución permanente que funciona junto a la Secretaría de la ONU. Esta alianza entre la ONU y grandes sociedades transnacionales ha creado una peligrosa confusión entre una institución política pública internacional como la ONU, que según la Carta representa a “los pueblos de las Naciones Unidas...” y un grupo de entidades representativas de los intereses privados de una elite económica internacional.
Entre las sociedades participantes en el Global Compact, se encuentran, entre otras, British Petroleum, Nike, Shell, Rio Tinto y Novartis, con densos “curricula” en materia de violación de los derechos humanos y laborales o de daños al medio ambiente; la Lyonnaise des Eaux (ahora Suez), cuyas actividades en materia de corrupción de funcionarios públicos con el fin de obtener el monopolio del agua potable son bien conocidas en Argentina, en Francia y en Chile, entre otros países. Participan también varias asociaciones patronales y algunas ONGs.
El Global Compact fue anunciado en 1998 por Kofi Annan en un informe destinado a la Asamblea General titulado “La capacidad empresarial y la privatización como medios de promover el crecimiento económico y el desarrollo sostenible”(A/52/428).
El Secretario General Kofi Annan decía en ese informe que... “la desregulación...se ha convertido en la consigna para las reformas de los gobiernos en todos los países, tanto desarrollados como en desarrollo” (párr. 50 del Informe) y propugnaba la venta de las empresas públicas confiando... “la propiedad y la gestión a inversionistas que tengan la experiencia y la capacidad necesarias para mejorar el rendimiento, aunque ello suponga algunas veces vender los activos a compradores extranjeros” (párr. 29). Al comienzo del mismo párrafo se pronunciaba contra la ”amplia distribución del capital de las empresas privatizadas”, es decir contra la participación de los pequeños ahorristas.
La propuesta del Informe era clara: todas las grandes empresas rentables deben estar monopolizadas por el gran capital transnacional, es decir pretendía legitimar la política practicada a escala mundial de malvender las empresas públicas rentables (a veces mediante procedimientos francamente corruptos) y, por cierto, contraria a las nacionalizaciones.
Kofi Annan también se empeña en potenciar esta cruzada neoliberal promoviendo en distintos países la formación de sucursales del Global Compact, formadas por empresarios y representantes gubernamentales. Fiel a esa línea al servicio de las grandes potencias y del poder económico trasnacional, ahora Kofi Annan se ha declarado contrario a la nacionalización del petróleo en Bolivia.
Opinión:
EL ESCENARIO REGIONAL POS NACIONALIZADOR
Argenpress de Argentina (www.argenpress.info)
Por: Nelson Soza Montiel (especial para ARGENPRESS.info)
La nacionalización de la industria de hidrocarburos boliviana ha generado nuevos factores de inestabilidad o incertidumbre económicos y políticos en el ámbito subregional. De un lado, confronta a Bolivia con Brasil y Argentina -los dos mayores compradores del gas bolivianos, pero también dos de sus más cercanos aliados políticos-, introduciendo nuevos gérmenes de tensión al interior del MERCOSUR, y alejan la posibilidad de materializar emprendimientos que (aparte de su coste) dependen en forma sustancial de la seguridad jurídica de las inversiones trasnacionales que se efectúen. En este caso figuran los proyectos de interconexión energética entre Venezuela y el Cono Sur americano y la Iniciativa de Integración de Infraestructura de Suramérica (IIRSA), lanzada por Brasil y hecha suya por la Comunidad de Naciones de América del Sur.
Por otro lado, la evidente simpatía del Presidente venezolano Hugo Chávez hacia la medida adoptada por su homólogo boliviano Evo Morales y su abierta disposición a apoyar con fuertes inversiones la nueva etapa iniciada por La Paz fortalecen el protagonismo de Caracas en la región, permitiéndole actuar no sólo de mediador entre Bolivia y Brasil/Argentina, sino que de soporte material para acelerar tanto el proyecto de integración energética, como su homóloga iniciativa comercial ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América).
A ello precisamente aludía el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alejandro Foxley, cuando manifestó su preocupación por la nacionalización de hidrocarburos. Dado que ‘los sistemas de integración están siendo cuestionados y algunos parecen estar en crisis’, la prolongación de este escenario significará la reducción del crecimiento de toda América Latina. Junto a ello, reiteró que la voluntad de Chile sigue siendo asegurar la necesidad de la integración energética en la región. Tales declaraciones crearon malestar al interior del Gobierno en tanto fueron consideradas como un rechazo a una decisión soberana de un país e incomprensibles tratándose de una nación que hizo otro tanto a inicios de los años ’70. Ello forzó a la Presidenta Michelle Bachelet a declarar que su gobierno respeta la decisión boliviana.
¿Nadie le creyó a Morales?
Aunque con la nacionalización de los hidrocarburos Evo Morales no hizo sino ejecutar una de sus principales promesas electorales, y por tanto su decisión no debía constituir una sorpresa para todos los involucrados, el factor más determinante en la reacción de las empresas con inversiones en Bolivia ha sido precisamente el hecho de que no creyeron que tal compromiso se materializaría, o bien apostaron por un proceso menos radical o integral que el dispuesto por La Paz.
Otra es, en cambio, la lectura de las autoridades bolivianas. El decreto nacionalizador se funda esencialmente en la Ley de Hidrocarburos de 2005, cuyas disposiciones todas las trasnacionales presentes en el país habían comunicado hace ya meses su disposición a acatar. Se recuerda en este sentido la ‘absolutamente firme decisión’ de sentarse a renegociar ‘tan pronto como diga el Gobierno’ expresada en marzo pasado por el presidente de Repsol YPF tras reunirse con el Presidente Morales, así como el interés de la empresa de mantenerse en el país y participar en proyectos de industrialización del gas natural. En el caso de Brasil, la nacionalización de los hidrocarburos provocó unas muy duras primeras reacciones del cuerpo ejecutivo de Petrobrás y aun del Gobierno. Sergio Gabrielli, su presidente, calificó la nacionalización como ‘una decisión unilateral e inamistosa’ que ‘altera las condiciones regulatorias y de operación de la industria energética’ y anticipó que la empresa ‘tomará todas las medidas legales necesarias para preservar sus derechos’. Un alto funcionario del Ministerio de Minas y Energía calificó la nacionalización como ‘una ruptura de los entendimientos que venían siendo mantenidos con Bolivia’. Otros funcionarios gubernamentales criticaron la supuesta injerencia de Hugo Chávez en la política gasífera de Evo Morales.
Sin embargo, el Presidente brasileño Luiz Ignacio da Silva ha mantenido una conducta más mesurada y comprensiva frente a la decisión del gobierno boliviano. Utilizando como ejemplo el caso de la siderúrgica brasileña EBX expulsada de Bolivia, precisó que toda divergencia debe ser resuelta en una mesa de negociaciones. A ello contribuyó también el resultado de la reunión -convocada precisamente por Brasilia en la ciudad fronteriza argentina de Puerto Iguazú- entre los Presidentes Evo Morales, Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez. La cita ocurrió en un marco de previo conocimiento de que La Paz se propone elevar sustancialmente el precio del gas que consumen Argentina y Brasil.
Resultado de este encuentro, Petrobrás atemperó su rechazo inicial y anunció a nombre de sus cuatro filiales -de distribución, refinación, trasporte y energía- que operan en Bolivia, que ‘obedecerá y acatará’ las disposiciones del decreto 28701. La empresa -que ha invertido unos U$S 1.500 millones en Bolivia- es la única multinacional con participación a todo lo largo de la cadena productiva de petróleo y gas natural, controla hoy casi el 45% de las reservas bolivianas de gas y tiene un contrato por trece años más para continuar operando en el país. A su turno, Repsol YPF controla el 25,7% de la producción gasífera (17% de sus reservas totales).
Despejando el camino
Como consecuencia de la reunión de Puerto Iguazú, los gobiernos de Brasil y Bolivia resolvieron negociar a través de comisiones las condiciones de operación de Petrobras en el marco de la nacionalización de los hidrocarburos. Luego de que Brasil expresase su ‘absoluto respeto a las decisiones soberanas del Gobierno y el pueblo bolivianos’, ambas partes crear sendas comisiones (una política de alto nivel, integrada por los ministros y los presidentes de YPFB y Petrobrás, y otra técnica) que tendrá a su cargo concordar las condiciones de operación de los negocios durante la fase de transición (180 días), la definición de condiciones y contratos necesarios para la producción del gas y su comercialización, y el proceso de refinación (incluyendo los mecanismos y formas de compensación negociada) y las condiciones para la firma de los contratos de producción.
El 67% del gas consumido por Brasil y algo más del 80% requerido por Sao Paulo -su principal centro industrial- es boliviano. El gobierno de Bolivia ha garantizado la ‘entrega total, absoluta e innegociable’ de sus compromisos de gas a Argentina y Brasil, sus principales compradores. Pero también desea aumentar el precio a Brasil en un mínimo de dos dólares, mientras que respecto de Argentina aún no ha dado un valor definido.
Bolivia vende a Brasil entre 27 y 30 millones de metros cúbicos diarios a un precio de U$S 3,23 - 3,4 el millón de BTU (Unidad Térmica Británica), y Argentina entre 4,5 y siete millones de metros cúbicos/día a U$S 3,18 dólares/millón de BTU. Como referencia, el precio con que Chile se abastecerá de gas natural licuado de la multinacional británica British Gas es de U$S 7 por millón de BTU.
Para Bolivia, un dólar más por la exportación de su gas significa un ingreso de casi U$S 300 millones de dólares. Los dos dólares de mayor precio por su gas le permitirían revertir su crónico déficit fiscal. Otra consecuencia de la reunión de Puerto Iguazú fue el firme respaldo político dado por el Presidente Hugo Chávez a la nacionalización boliviana, traducido en varios convenios de apoyo de la petrolera estatal venezolana a su similar boliviana, los cuales serán firmados por los Presidentes de ambos países durante la visita de Chávez a Bolivia el 18 de mayo. Petróleos de Venezuela (PDVSA) ha anunciado su disposición a invertir en Bolivia y apoyar con la tecnología necesaria para explotar el potencial energético del país. Su participación en los retornos de estos emprendimientos será de 10%, mientras que el 90% estará reservado a YPFB.
Así, ambas empresas conformarán en los próximos seis meses una sociedad para desarrollar una exploración conjunta de nuevos yacimientos, una red de estaciones de servicio que se denominará ‘Petroandina’, la construcción de una planta petroquímica para producir plásticos y fertilizantes y otra separadora de líquidos (metano, propano y butano) del gas natural. Dado que el poder calórico del gas exportado a Brasil (1.048 BTU por pie cúbico), el proceso rebajará el mismo a 1.033 unidades (valor mínimo establecido), pero le permitiría a Bolivia incrementar el abastecimiento interno de gas licuado de petróleo. A su turno, PDVSA instalará una planta asfaltadora, donará asfalto por un valor de dos millones de dólares y capacitará a ingenieros bolivianos.
Sin embargo, en un gesto claramente orientado a sustraer la tensión generada entre Brasilia y Caracas como consecuencia de la decisión boliviana, y demostrativo del interés del gobierno de Chávez de impedir que ello socave la estrategia común de alentar la integración energética, Venezuela y Brasil acordaron prorrogar hasta agosto las negociaciones para definir la intervención de Petrobras en el proyecto gasífero ‘Mariscal Sucre’, en las costas del oriente del país. El proyecto abarcaría un trazado a través de la Amazonía, entre Caracas y Buenos Aires y conllevará una inversión de U$S 20.000 millones. Según Petrobrás, el gasoducto necesitaría transportar al menos 150 millones de metros cúbicos de gas/día para justificar los costes involucrados.
Escenarios posibles
Más que alcanzar un acuerdo en materia de indemnizaciones por los paquetes accionarios de las dos refinerías de PBR (filial de Petrobrás en Bolivia), a Brasil le preocupa definir cuanto antes los precios del gas que importa desde Bolivia. Como reflejo de la firme voluntad política de buscar una vía expedita y consensuada a respecto, la reunión de Puerto Iguazú definió que las negociaciones serán a nivel de gobierno y los acuerdos alcanzados a ese deberán ser ejecutados por las respectivas empresas. Pero también autoridades de ambos países han advertido que aquéllas serán largas y duras, si bien estarán marcadas por la racionalidad -lo que implica descartar imposiciones tempranas-.
Un propósito similar y con la misma estructura negociadora se desarrollaría entre La Paz y Buenos Aires -cuyo gobierno en general ha mostrado mayor receptividad al deseo boliviano-.
A su turno, la falta de recursos líquidos para invertir por parte de YPFB, la necesidad de asumir con eficiencia la administración de una compleja industria, de enfrentar unas difíciles negociaciones de los nuevos contratos y la emergencia de un factor tensionador de las relaciones políticas con Brasil representan un conjunto de problemas inmediatos para la administración de Evo Morales.
Este escenario podría forzar a YPFB y -especialmente- al Gobierno a intentar despejar en el menor lapso posible las interrogantes abiertas con Argentina y Brasil, para a continuación orientar sus esfuerzos a unas negociaciones seguramente más difíciles con las multinacionales petroleras. La favorable resolución de las negociaciones de los precios de suministro de gas con sus dos vecinos permitiría a La Paz no sólo contar con una base política internacional de apoyo para el proceso de litigios con las demás empresas (y eventualmente gobiernos involucrados). Su ‘efecto demostración’ podría también contribuir a mejorar el clima de incertidumbre que afecta el desarrollo de la industria (después de todo, Brasil y Argentina son los dos principales importadores de gas boliviano), en particular si además comienzan a darse pasos definidos para la industrialización (y posible creación de nuevos mercados) de parte del recurso.
Sin embargo, el clima pre-electoral que ya comienza a gestarse en Brasil, las divisiones existentes al interior del Gobierno y las presiones que pudiera ejercer el empresariado del país podrían ser lo suficientemente poderosas como para torcer la voluntad moderadora que hasta ahora logró imponer Lula da Silva, y traducirse en un endurecimiento de las posiciones negociadoras.
En la forma cómo evolucione este escenario podría ser vital el apoyo tanto político como técnico venezolano a los esfuerzos del Presidente Morales y de YPFB. A su turno, y dependiendo de cuán pronto y en qué términos concluyan las negociaciones de precios entre con Argentina y Brasil, el gobierno venezolano podría ver en ello una oportunidad para reforzar los debilitados lazos intra-MERCOSUR y en particular para apoyar los esfuerzos combinados de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile por materializar algunas de las iniciativas de integración energética de la región.
La IIRSA, el llamado ‘anillo energético del cono Sur’ o el proyecto ‘Mariscal Sucre’ representan hoy por hoy la fase más concreta -si no la única- de las iniciativas de integración económico/comerciales en que aparecen involucrados los miembros de la hasta ahora casi fantasmal Comunidad de Naciones de América del Sur.
Una vez despejado jurídica y económicamente el clima de inestabilidad que -quiérase o no- la nacionalización boliviana ha provocado sobre los gobiernos y los inversionistas en la región, lo lógico sería que La Paz redoble sus esfuerzos por dar pasos concretos para ampliar su mercado hacia una región cuyas tasas de crecimiento del consumo energético requieren crecientemente de nuevas fuentes de suministro- sobre todo de aquéllas que, como el gas, son mucho menos contaminantes.
Dos factores emergentes que podrían actuar a favor o en contra del fortalecimiento de emprendimientos energéticos multinacionales o supranacionales de la región -hacia los cuales forzosamente deberá apuntar el gobierno de Evo Morales- son Perú y Ecuador. El primero, por la relativa lasitud con que la administración del saliente Presidente Alejandro Toledo ha enfrentado su participación en el ‘anillo energético’, como por las indefiniciones y tardanzas para desarrollar sus propios recursos de hidrocarburos. Un eventual gobierno del candidato Ollanta Humala probablemente intentará desarrollar políticas muy parecidas a las de Chávez y seguramente se adherirá con mayor fuerza al diseño de integración energética regional. En cuanto a Ecuador, aunque su escenario pre-electoral no brinda claridad respecto de quiénes tendrán posibilidad de triunfo en las elecciones previstas para fines de 2006, es posible que su electorado reproduzca un escenario muy similar al que permitió el triunfo de Morales en Bolivia. Sobre todo, porque una de las cuestiones que continúa movilizando a las organizaciones sociales de este país y que no termina de ser resuelta en la tensa relación que confronta al debilitado gobierno del Presidente Alfredo Palacio con el Congreso aluden a la legislación de hidrocarburos.
Las inversiones españolas deben hacer frente a nuevos escenarios jurídicos en varios países de América Latina
EL POPULISMO CAMBIA LAS REGLAS
La nacionalización del gas decretada en Bolivia, tras el cambio contractual forzado por el presidente de Venezuela a las petroleras que operan en su país, y la posible adopción de medidas de un corte similar en otros países como Perú y México han sembrado la inquietud entre empresas y bancos españoles con fuerte presencia en la región. Sus portavoces, en general, se muestran prudentes y dicen que no se puede analizar América Latina como una realidad única e insisten en que hay serias diferencias entre los distintos países y sectores de actividad.
El País de España (www.elpais.es)
La nacionalización del gas decretada por Evo Morales el pasado 1 de mayo no es sino la primera de una serie de medidas anunciadas -y de otras que no ha anunciado, pero sobre las que trabaja- con las que el presidente boliviano se dispone a modificar las condiciones de la presencia de empresas extranjeras en el país: tierra, ferrocarriles, electricidad y agua están entre los primeros objetivos. En Perú, tanto el nacionalista Ollanta Humala como el socialista Alan García han anunciado que en el caso de vencer el próximo 4 de junio en las elecciones presidenciales potenciarán el papel del Estado en la economía: de nuevo hidrocarburos, minería y electricidad están los primeros de la lista. Las empresas españolas ven cómo el marco legal en el que se produjo su entrada en Latinoamérica está variando bruscamente.
Ciertamente, Bolivia y Perú no son los primeros casos de este cambio de condiciones. Desde diciembre de 2001 las empresas españolas en Argentina están inmersas en un proceso negociador -que va de las mesas bilaterales a los tribunales de arbitraje, pasando por las declaraciones a los medios de comunicación- para redefinir las condiciones en las que operan en el país. En 2005, Venezuela cambió las condiciones en que operaban las petroleras extranjeras de una manera casi idéntica a la que ha utilizado ahora Morales. Chávez anunció además el pasado domingo un nuevo impuesto a la extracción de petróleo.
Ambigua respuesta de Europa
España es el primer inversionista extranjero en Argentina, el segundo en Bolivia y el cuarto en Perú. Según el último informe de la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL), entre las 50 mayores multinacionales no financieras que operan en Latinoamérica hay cuatro españolas: Telefónica, Repsol, Endesa e Iberdrola, y las cuatro operan en uno o varios de los países más sometidos a vaivenes y tensiones entre las administraciones y las empresas de capital extranjero. Según el mismo informe, el sector bancario de la región está dominado por Santander Central Hispano (SCH) y el Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA).
"Pienso que el problema está en los políticos europeos, que están dando señales ambiguas y eso lo pagan los inversionistas. Kirchner anuncia que no va a ceder y no cede", explica Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Nueva Mayoría y uno de los analistas políticos más prestigiosos de Argentina, para quien los gobiernos europeos dan un mensaje erróneo ante el populismo en Latinoamérica y la situación se agrava porque en el interior de cada país el populismo a corto plazo da votos y no tiene costos económicos.
"Evo nacionaliza y la economía sigue creciendo. La Bolsa de Caracas ha subido un 54% en 2005 y la de Buenos Aires un 35%. ¿Por qué no ser populista?", se pregunta Fraga.
"Hay que distinguir la naturaleza de las inversiones extranjeras. Las que son estratégicas, por ejemplo en gas, pueden invertir aunque haya una alta incertidumbre", indica Marcela Cristini, economista senior de la Fundación de Investigaciones Latinoamericanas. "Pero las inversiones extranjeras corrientes -las que miran la tasa de retorno o aprovechan el bajo coste de la mano de obra en Brasil o la alta cualificación y bajo coste en Argentina- ponderan más el clima de negocios y ahí ganan Chile, Brasil, Uruguay y Colombia", añade.
Esta circunstancia está siendo aprovechada por estos países que junto a los buenos indicadores económicos ofrecen, con palabras y en ocasiones con fuertes gestos simbólicos, seguridad a los posibles inversores. Algunas de las fuentes consultadas para este reportaje destacan como ejemplo la postura de firmeza que está mostrando el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, ante su homólogo argentino, Néstor Kirchner, en la crisis entre ambos países por la instalación en Uruguay de dos fábricas de pasta de celulosa a las que se opone Argentina.
"Lo que está haciendo Vázquez es transmitir un mensaje muy fuerte de seguridad jurídica a los posibles inversores en Uruguay", señalan dichas fuentes.
En el mismo plano se inscriben las declaraciones realizadas el pasado miércoles en Madrid por la ministra chilena de Economía, Ingrid Antonijevic, quien, además de reiterar las condiciones de seguridad jurídica y estabilidad política que exhibe Chile, mostró las cartas que el Gobierno de la socialista Michelle Bachelet quiere jugar en la atracción de la inversión española en su país: desarrollo del turismo y desembarco de las medianas y pequeñas empresas.
Precisamente, el desembarco de las pymes era uno de los objetivos que manejaba la Administración de Rodríguez Zapatero para el caso de Argentina, después de la llegada en los años noventa de los grandes inversores en banca, comunicaciones, energía y transporte. "Junto a estos inversores han ido llegando otras empresas de servicios de capital español, como por ejemplo seguridad o mantenimiento, pero estando como están las cosas no es probable que lleguen muchos inversores más. Tal vez en sectores puntuales como el vino aún se produzca alguna entrada", opina un alto responsable de una empresa española en Argentina, que estima que esta situación es aplicable a los otros países de la zona donde se avecinan dificultades entre las empresas extranjeras y los diversos gobiernos.
Cumplimiento a medias
"Kirchner ha estado destruyendo sistemáticamente la inversión extranjera en Argentina, pero desde el Gobierno español se le dice que lo hace muy bien y eso genera una situación extraña. Los mensajes a los inversores son confusos", asegura Fraga. "El modelo económico argentino no está definido. Para el inversor no hay transparencia de hacia dónde va la economía", matiza Marcela Cristini, para quien "el inversor no sólo mira los hechos, sino también las señales y éstas son contradictorias".
"La verdad es que lo firmado con el Gobierno argentino se está cumpliendo", asegura a su vez un directivo español, "aunque lo que no se cumplen son los plazos. Eso, ni uno". Cristini destaca que los inversores extranjeros en la región están cambiando sus preocupaciones. "En los noventa se quejaban de la inestabilidad de las normativas, pero ahora preocupan la vigencia del derecho a la propiedad o la corrupción".
Opinión:
SALVAJE Y REVOLUCIONARIO
El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com/mld/elnuevo/search)
La elección de Evo Morales como presidente de Bolivia resumió en los hechos la visión europea sobre el ser latinoamericano y su tránsito de ``buen salvaje (indígena) a buen revolucionario''.
Cumplido el peregrinaje a los santuarios de Caracas y La Habana, Morales fue recibido y festejado, hasta por sus prendas, en La Moncloa y el Elíseo. Mientras tanto aquí, una feliz ternura embargaba a los hermanos mayores, Brasil y Argentina. Bolivia se liberaba y como premio y reconocimiento corrían a invitarla para que entrara de lleno en el MERCOSUR.
Con Morales al frente, el país del altiplano recuperaba la soberanía, ponía fin a la explotación de sus recursos, comenzaba a defender en serio sus más legítimos intereses y así se sumaba a la lucha contra el imperialismo: léase contra los Estados Unidos.
Y léase mejor aún: a la lucha contra el TLC.
Porque no hay otro villano ni otro objetivo a atacar que no sea ese convenio comercial con el gigante del norte. No importa que los EEUU sean el principal comprador de los productos latinoamericanos ni que las tres cuartas partes de las ventas al exterior de Venezuela sean, precisamente, hacia ese destino. Hay que seguir las directrices del comandante Chávez: a los imperialistas norteamericanos ni un vaso de agua.
Morales asumió su papel al pie de la letra: llamó traidores a quienes negocian el TLC y firmó un prometedor acuerdo comercial con Cuba y Venezuela, y le abrió las puertas de par en par a sus técnicos y asesores.
También demostró ser fiel y respetuoso de sus promesas electorales y de su programa de defensa de los intereses bolivianos y, en consecuencia, procedió a la nacionalización de su petróleo y de su gas.
Entonces comenzaron las sorpresas: parece que los que explotaban la principal riqueza de los bolivianos no venían de los EEUU, sino que eran empresas españolas, inglesas, francesas, que venían de la madre patria y de la vieja Europa, y a ellas se sumaban otras empresas pertenecientes a las naciones hermanas de Argentina y Brasil. Y parece además que todas esas empresas, muy en particular la brasileña Petrobras y la hispano-argentina Repsol, ''explotaban'' bastante bien los recursos bolivianos, si nos atenemos a precios y ganancias.
Otra sorpresa fue que los aplausos de ayer se transformaron en lamentos, reproches, quejas, acusaciones y algunas amenazas. Evo Morales habló hasta de chantajes. ''Acto no amistoso'', ''decisión unilateral'', ''decretazo'', ''malas formas'', ''Bolivia al margen del sistema político internacional'', éstas fueron algunas de las reacciones de las empresas y voceros de los gobiernos amigos afectados con la medida.
Pero el flamante presidente boliviano es lapidario: ''Se acabó el saqueo de las empresas extranjeras'', dice e insiste en que por más que ''chantajeen'', ''no es posible que con nuestros recursos tengan una gran empresa y dejen mal la economía de nuestro pais''. Cuando habla de la gran empresa se refiere a Brasil, el gran consumidor, a precios bastante convenientes, del gas boliviano. Lula dice que va a respetar la soberanía, pero los industriales de San Pablo, los expertos de Itamarati y una buena parte de los congresistas están que trinan y piden cabezas. El problema es que en este caso no se puede aplicar la fórmula que sirvió con Sánchez de Lozada, quien pretendió actualizar el precio del gas y, ante la negativa brasileña, pensó en otros mercados. Aquella vez los indígenas coparon las calles y el presidente tuvo que irse. Pero ocurre que ahora el líder de los indígenas es el que ocupa el palacio que en el 2003 tuvo que abandonar Sánchez de Lozada.
Es que Evo no entiende que los imperialistas son los norteamericanos y el problema es el TLC.
En realidad la confusión es grande y son muchas las cosas que no se entienden y desde la tribuna cada vez se hace más difícil saber para qué lado patean los nuevos popes de la izquierda progresista latinoamericana. Lo único que resulta claro es que cuando rascan se olvidan de las ideologías y solidaridades y sólo rascan para adentro. Como antes y como todos.
Opinión:
BRASIL: EL GIGANTE JAQUEADO
El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com/mld/elnuevo/search)
El país más grande de América Latina está en un estado de conmoción: de la noche a la mañana, ha visto perder su condición de líder regional para convertirse en una nación a la defensiva, crecientemente vulnerable a medidas hostiles de vecinos populistas como Venezuela y Bolivia.
Llámenlo un gigante cercado, si quieren. Mientras Venezuela está eclipsando a Brasil en la escena regional, la reciente decisión del presidente boliviano Evo Morales de nacionalizar su industria del gas, que provee cerca de la mitad del consumo de gas de Brasil, ha dejado atónitos a los brasileos.
La compañía petrolera estatal de Brasil, Petrobas, invirtió $1.500 millones en Bolivia, y era el mayor inversionista extranjero en ese país.
Y a juzgar por lo que vi en una visita aquí la semana pasada, los brasileños temen una interrupción en el suministro de gas boliviano, o que el 60 por ciento de aumento que exige Bolivia para continuar su abastecimiento les afecte directamente sus bolsillos.
Casi todos los taxis y muchos automovilistas brasileños tienen instalados tanques de gas natural en sus automóviles, para evitar usar combustibles mas caros.
El ex canciller brasileño Celso Lafer me dijo en una entrevista que no había visto ''en muchas décadas'' una consternación general por un tema de política externa como la actual. El tema va más allá del dinero, señaló.
''Cuando tienes a Morales ocupando instalaciones de Petrobas en Bolivia con los militares, designando de prepo un nuevo consejo de directores de Petrobas, y acusando a Petrobas de actuar ilegalmente, estás hiriendo el orgullo nacional de Brasil'', dice Lafer. ``Petrobas es parte de la cultura nacional de Brasil''.
La prensa brasileña culpa casi unánimemente al presidente Luiz Inácio Lula da Silva por no haber anticipado la crisis, y por haber sido demasiado blando con Bolivia tras el anuncio de la nacionalización. Lula, un izquierdista moderado que va a necesitar a sus electores de izquierda para ganar las elecciones presidenciales de octubre, inicialmente apoyó la nacionalización del gas de Bolivia.
``Lula para Presidente...de Bolivia", rezaba el titular de una de las muchas columnnas críticas de Lula en el diario O Estado de Sao Paulo.
Veja, la revista de noticias mas leída de Brasil, muestra en su portada a Lula con un dibujo de un zapato chorreando petróleo en su trasero. El titular de la portada dice: 'Lula se fue a dormir como el `gran líder' de América Latina, y se despertó como el bufón de la corte del venezolano Hugo Chavez, quien planeó el robo de los activos brasileños en Bolivia''.
Existe un convencimiento generalizado en Brasil de que la decisión boliviana fue tomada en Cuba, con la ayuda técnica de Venezuela. Morales anunció su nacionalización del gas el primero de mayo, horas después de su regreso de Cuba, donde pasó el fin de semana reunido con Chávez y el presidente vitalicio Fidel Castro.
Un 88 por ciento de la población de Bolivia apoya la nacionalización del gas, según una encuesta de Ipsos. Los analistas políticos brasileños están estupefactos ante la repentina pérdida de influencia de su país en la región, y por las crecientes amenazas provenientes de sus fronteras sur y norte.
En los últimos meses, casi todas las grandes iniciativas regionales, incluyendo planes para la creación de un gigantesco oleoducto que iría desde Venezuela a Argentina, un banco regional de desarrollo de sudamérica, y una alianza de defensa de América del Sur al estilo de la OTAN - han venido de Venezuela. Aunque pocos creen que alguno de estos proyectos verá la luz del día, lo cierto es que Chávez ha desplazado a Brasil como el centro de atención de la región.
''No hay un sólo país latinoamericano que haya salido a defender a Brasil en esta crisis'', me dijo el ex embajador de Brasil en Washington, Ruben Barbabosa. ``El gobierno (brasileño) ha invertido tanta energía en los últimos años en convertir a Lula en un líder mundial, por ejemplo haciéndolo ir cinco veces al Africa, que ha descuidado su propio vecindario''.
Mi conclusión: Lula estará, por los próximos meses, con las manos atadas. Si arremete contra de Morales y Chávez, antagonizará a su base de izquierda y puede perder las elecciones de octubre. Si no lo hace, seguirá siendo criticado de anteponer sus simpatías ideológicas a los intereses nacionales de su país.
Lo más probable es que, hasta octubre, Lula pondrá la otra mejilla, y Brasil continuará siendo eclipsado por Venezuela. Pero si es reelecto, no me extrañaría que Lula resurja como un líder de la izquierda responsable latinoamericana. Brasil es un país demasiado grande, y demasiado orgulloso, como para resignarse a ser un gigante cercado.
Opinión:
PETROBRAS Y LA POLÍTICA ENERGÉTICA
El Comercio de Perú (www.elcomercioperu.com.pe)
Por Fernando Henrique Cardoso, Ex presidente de Brasil
Hace pocos días, el gobierno de Lula conmemoró con aires de monopolista los éxitos en la autosuficiencia en la producción de petróleo.
Quitando la arrogancia, hizo bien el gobierno en celebrar un éxito que es fruto del esfuerzo de generaciones y de diversos gobiernos. Y no nos olvidemos de los técnicos y trabajadores de Petrobras, que fueron fundamentales para las victorias alcanzadas.
La historia es caprichosa y llega a ser irónica. Dada la posición de mi familia en las luchas por el monopolio del petróleo (mi padre y un tío eran considerados 'generales del petróleo'), no es de extrañar que yo haya sido tesorero del Centro de Estudios y Defensa del Petróleo de Sao Paulo, pivote local de la campaña "El petróleo es nuestro". Esa fue una de las 'acusaciones' que me hicieran en el interrogatorio al que respondí en 1964, y que me costó una orden de prisión, anulada por el Tribunal Superior Militar en 1967. Es fácil entender, no obstante, que yo sintiera en esa época horror a la Relatoría Link. Pues bien, basta leer el artículo del geólogo José Coutinho Barbosa, ex director de Petrobras, para ver que el señor Link escribió cosas sensatas y no merecía tanta reprobación. Escribió, por ejemplo, que había probabilidades de encontrar petróleo en las aguas de Sergipe y que Brasil, en tierra, era escaso del precioso líquido. Pero, sobre todo, él formó a toda una generación de geólogos brasileños que aseguraron los éxitos futuros. Por lo tanto, son aconsejables cierta humildad y menos precipitación en el juicio.
José Coutinho llama la atención en otro momento fundamental de la historia de Petrobras, el del desarrollo de los campos de petróleo en la cuenca de Campos y, luego, durante el gobierno de Ernesto Geisel (1974-1979), en la de Santos, con contratos de riesgo que dieron magros resultados en petróleo pero ricos informes geológicos entregados a Petrobras. Para la conducción de esa etapa fue decisiva la acción del geólogo Carlos Walter Marinho Campos.
La tercera etapa para transformar a Petrobras en una gran empresa internacional, dice Coutinho, fue conducida por Henri Philippe Reischtul. En esta administración, a decir del comentarista, "se produjo una nueva y revolucionaria planeación estratégica (...) los nuevos planes provocaron una profunda restructuración en los sistemas de administración corporativa y gestión empresarial", alineando las diversas áreas de negocios, introduciendo modernos sistemas de evaluación, valorando la transparencia en la relación con su público de interés y, agrego yo, permitiendo la recuperación de una política ecológica responsable. "Un legado extraordinario que habría de marcar a la compañía por muchos años", escribe Coutinho. Es de destacar que el Consejo de Administración de Petrobras, hasta entonces, se componía de los directores ejecutivos de la empresa.
¿Qué confianza tendría el accionista, o incluso el gobierno, en este tipo de control? No es de extrañar que después de las modificaciones introducidas por Reischtul, el valor de mercado de la empresa haya saltado en nueve billones, hasta llegar a casi treinta, y eso en época de petróleo a precios bajos.
La autosuficiencia del petróleo se fue construyendo, adaptando las políticas de gobierno y de la empresa a las condiciones de los tiempos. La flexibilización del monopolio, su reafirmación en las manos del Estado y no de Petrobras, el incentivo de la competencia, la definición de reglas de transparencia en la gestión, la definición de una estrategia diversificada y armoniosa de los negocios, al contrario de la opacidad, de la continua interferencia político-partidaria, nada tiene que ver con la privatización de la compañía (precisamente por eso siempre estuve en contra de esa alternativa, como afirmé en carta enviada al Senado en 1997). El actual presidente de la empresa, cuando insinuó que la modernización llevada a cabo tenía tal propósito, pecó por desconocimiento, en la hipótesis benigna aunque no menos preocupante, o por distorsión de los hechos con simples intenciones electoreras. Yo, cuando aborrecí la Relatoría Link, lo aseguro, pequé por ignorancia y por pasión política.
La verdad es que la aspiración a la autosuficiencia es antigua y se fue volviendo posible con los descubrimientos de las gigantescas reservas de Marlim y de Albacora, a las cuales se sumaron las de Roncador, Marlim Sur y tantas otras más, a tal velocidad que hoy, Petrobras es una de las pocas compañías que aumenta más aprisa sus reservas que su producción. Pero la autosuficiencia no habría sido posible si los ingenieros no hubieran sido capaces de desarrollar tecnologías para trabajar en aguas profundas y si no hubiéramos roto el estancamiento relativo a la extracción de petróleo de 1985 a 1994. Mientras que en esos diez años la producción pasó de 564.000 barriles por día a apenas 693.000, esta casi se triplicó de 1994 a 2002, alcanzando los 1,5 millones de barriles al día, para un consumo de poco más de 1,7 millones de barriles. No nos olvidemos que las plataformas gigantes en operación en el mar, incluso la última instalada a marchas forzadas, la P-50, fueron contratadas en gobiernos anteriores. El actual perdió tiempo queriendo construir grandes plataformas en los astilleros locales, que todavía no tienen capacidad para tanto, para finalmente contratarlas también en el exterior.
En lugar de dormir en los laureles alcanzados, lo que se necesita ahora es una nueva política energética. Una política que economice las reservas de petróleo (pues en un futuro no remoto escaseará en el mundo), que decida qué hacer con el gas y defina el papel de la hidroelectricidad y de la biomasa en nuestra matriz energética. Después del arranque expropiador boliviano, ¿intensificaremos la exploración de la cuenca de Santos, o nos arriesgaremos a hacer el supergasoducto venezolano? ¿Defenderemos nuestros intereses con más firmeza o seguiremos dando justificaciones --obvias-- para disculpar la acción expropiadora del gobierno boliviano? Y, sobre todo, ¿seremos capaces de construir una matriz energética que, complementariamente a la hidroeléctrica, dé preeminencia a la energía derivada de caña de azúcar y de las oleaginosas?
Son esas cuestiones las que importan, y no la competencia infantil entre quién hace más o menos en la exploración del petróleo. Aun más porque desde que se descubrió que es posible hacer volar algo más pesado que el aire (y esa es la diferencia que cuenta), aumentar la velocidad del vuelo es importante, pero es más fácil. Y casi una obligación. El desafío ahora no es hacer más de lo mismo, sino innovar en materia de energía.
OPINION
POR FIN
Página 12 de Argentina (www.pagina12.com.ar)
Estas líneas, excepcionalmente, se tratan de un hecho internacional. Sin embargo, involucran a la Argentina y al discurso progre del gobierno kirchnerista como, tal vez, ninguna otra circunstancia.Este tipo de reflexión debería darse más seguido, porque no se debe pensar local sin pensar global. Pero –y es autocrítica– uno queda preso de cierta mentalidad aldeana más de lo que debiera. Y entonces se le anima a razonamientos como los siguientes cuando lo local, por ejemplo, se concentra en noticias tan apasionantes como el cambio de nombre de un caserío santacruceño de 170 habitantes; o las reflexiones de Chacho Alvarez sobre los probables acuerdos entre Uruguay y los Estados Unidos; o la sorpresiva irrupción de la reina del carnaval de Gualeguaychú, en bikini y en Viena, para protestar contra las pasteras.El hombre se llama Evo Morales y viene a ser la quintaesencia representativa de una Nación saqueada como pocas en la historia de la expoliación universal. El presidente boliviano es la foto real o construida de indígenas, mineros y campesinos que expresan, como ninguna otra cosa del curso latinoamericano, el símbolo de la derrota de las mayorías populares. Y acaba de cometer el pecado de plantarse frente a los expoliadores. No propuso ni ejecutó nada que pueda considerarse una provocación extremista. Más bien lo contrario, Morales operó como un político sensato pero firme respecto de sus promesas electorales y de quienes en la correlación de fuerzas interna lo corren por izquierda. Que en Bolivia no son los más, aunque sí suficientes para mover pisos y ser funcionales a los intereses de la derecha. Morales se “limitó” a decir y operar que las corporaciones extranjeras ya no tendrían en el Estado boliviano a un convidado de piedra, sino a un “socio” que marca la cancha.
Con eso fue suficiente para que los factores de poder mundiales, y la burguesía paulista –nada menos– y los gobiernos “amigos” de la región pusieran varios gritos en el cielo, convocaran a reuniones urgentes y exhibieran rictus de preocupación. Los primeros, a efectos del análisis estructural, no cuentan (porque, de tan obvios, son previsiblemente patéticos). El canciller federal austríaco, por caso, en nombre de la elegante comunidad europea de naciones. Dijo Wolfgang Schuessel que “siempre existen dos posibilidades en la vida: o se desea abrir los mercados o no”. Y dijo Tony Blair que “los combustibles son una cuestión central para las naciones”, en el más perfecto eufemismo que a uno se le ocurra por no nos jodan ni nuestras ganancias ni nuestros intereses.
Esos no cuentan, decíamos. Son la careta de Bush y, ergo, del imperialismo norteamericano. O de su misma escala de valores. Lula, en cambio, que calificó al jefe de Estado boliviano como un adolescente, es un desclasado que llegó al poder por, digamos, izquierda; y ahora tiene problemas ante los capitalistas regodeados, hasta aquí, con su gestión de ortodoxia económica. No hablemos ya del silencio de los “socialistas” Tabaré y Bachelet, claramente adjudicable a qué le pasa a este loco del boliviano, que tiene detrás a Chávez y a Fidel. En ese sentido, debe admitirse que Kirchner es el mejor de estos cínicos ajedrecistas que fluctúan entre manifestar, sin ambages, lo que no les gusta, y la pertenencia de raíz a su fraseología progresista. El presidente argentino supo moverse con alguna clarividencia. Evo está marcadamente a su izquierda desde una posición “responsable”, y eso no le gusta nada. Pero sí le gusta, a Kirchner, que alguien tense las contradicciones del bloque dominante. El tipo es un soberbio y tiene conciencia burguesa culposa. No está mal. Porque los otros, ni siquiera eso.
Rodríguez Zapatero, el presidente del gobierno español, pidió un rápido encuentro con el primer mandatario argentino para hablar sobre las medidas tomadas por Morales. Tabaré se las gasta con la amenaza de echarse en brazos de Washington. Los chilenos siguen en la suya, apartados de cualquier perspectiva unidad regional. México, siempre tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, se debate entre ratificar su rumbo de colonizado y alguna infiltración de centroizquierda. Colombia, Ecuador y Perú ya parecen ratificados en eso de querer ser cola de león, pero sus clases dirigentes no garantizan la estabilidad que reclama la Casa Blanca. Paraguay, otro tanto. Y el continente brasileño, que se reduce a su sur industrial si es por lo que le importa a la muchachada del hemisferio Norte, resulta que tampoco está tranquilo a pesar de que su presidente travistió de obrero a representante del interés de los ricos.
Es desde ese horizonte conflictivo que un tal Morales plantó bandera. Y encima Chávez tiene plata y Fidel no se termina de morir nunca. No es mucho, pero sí lo suficiente como para que la caracterización de la etapa bien pudiera ser que en la NASA sub-continental alguien sienta que debe decírsele a Houston que tienen un problema.
Así, después de tanto, la conclusión, política, periodística, de una constatación como ésta, bien podría ser que por fin vuelve a pasar algo.
Opinión:
EL CAPITALISMO DE ESTADO Y LA NUEVA IZQUIERDA LATINOAMERICANA
La Jornada de México (www.jornada.unam.mx)
Después de la Segunda Guerra Mundial se abrió un debate en América Latina acerca del desarrollo económico. La polémica consistía acerca de las condiciones económicas de la región. Los ideólogos de esos años discutían distintas teorías: unos defendían el sistema social capitalista, otros, el régimen socialista, y más de algunos la economía mixta; éstas fueron las tesis que se planteaban entonces. Sin embargo, las condiciones que se dieron para que la burguesía latinoamericana se hiciera cargo de la refundación del Estado nacional, es decir, el Estado capitalista independiente, con perspectivas de alcanzar la república bajo el estado de derecho respondiendo con un programa de liberación nacional, por su pensamiento neocolonialista, la dejó pasar. Esta estrategia no prosperó. Ni los comunistas, que defendían los intereses del proletariado, según se entiende lo más avanzado del siglo en términos de los sistemas económicos, cayó por su ideología neocolonial; ni los socialistas ni la burguesía entendieron esta gigantesca obra. Y todavía no la entienden.
Es cierto que el intento por independizarse fue muy limitado; no obstante, también es verdad que toda la estrategia surgida después de la Segunda Guerra Mundial contra el neocolonialismo, el colonialismo y la formación del Estado nacional giraba en torno de los grandes intereses de las potencias que salieron triunfadoras de la contienda mundial, es decir la dependencia económica. Por su parte, la izquierda, sobre todo latinoamericana, se alimentaba del viejo y reaccionario socialismo estaliniano.
Pero bien, ahora surgen nuevas opciones ya entrado el siglo XXI entre la nueva izquierda y la nueva derecha. Se trata, en todo caso, de dos iniciativas económicas no muy distantes entre sí, en cuanto se acercan a resolver las políticas macroeconómicas, por ejemplo la inflación, el presupuesto fiscal, apertura económica, TLC, etcétera. La izquierda como la derecha tiene en común una visión elemental y unificada del mundo al tratar de combinar entre una nueva estrategia de desarrollo fundamentada por la derecha en imponer un proyecto hegemónico, que consiste en la liberalización comercial, y la izquierda, en contra del neoliberalismo y a favor del estatismo. En este contexto apuestan en superar la crisis política e institucional de estos países, donde cuentan los cambios económicos y la democracia. Simplificando, el poder de la democracia es tan fuerte que se hace extensiva a todo el conjunto de la sociedad y se profundiza mediante procesos electorales, el crecimiento de la economía y, sobre todo, la independencia de poderes.
A casi dos décadas del derrumbe del socialismo real, en parte por el atraso que generó la economía planificada, éste ha provocado diversas teorías sobre el nuevo sistema socialista en el continente. Todas las explicaciones que se dan tienen en común una interpretación acerca del socialismo del siglo XX1. En este nuevo orden de cosas se registran en él los nuevos planteamientos de interés sobre las medidas económicas que el Estado y el gobierno vienen proyectando y que tienen valor para probar la nueva teoría del crecimiento económico. La izquierda rechaza el regreso a un pasado capitalista y la instauración del sistema socialista del siglo XX1, mientras que la derecha se propone sostener el sano equilibrio entre el mercado y el Estado. Dentro de estos cambios, el que resulte económicamente eficiente y distribuya socialmente el ingreso demostrará la nueva fuerza económica social de la clase; ése será el cambio y el ganador. Y cuidado, se irá forjando en medio de todo esto el nuevo socialismo de las entrañas del capitalismo
Algunos gobiernos de izquierda casi han asumido el Mercosur como el centro económico de la discusión del nuevo sistema socialista, porque sus líderes han alcanzado responsabilidades gubernamentales. El Mercosur nació en los primeros años de la década de 1990, con un claro objetivo: avanzar en la integración latinoamericana, la Unión Aduanera, la política arancelaria y construir la política social y romper con el pasado. Posteriormente agregan a la estrategia quebrar el mercado y el Consenso de Washington, destruir el neoliberalismo e instaurar el socialismo del siglo XX1; ésa es la gran batalla por venir, para la nueva izquierda.
Sin embargo, existen en la izquierda latinoamericana un ala radical y otra moderada, aún pesan sobre ellas los restos de un pasado con profunda herencia dogmática, y se encuentran en posiciones distintas con respecto al mercado y la globalización. Los líderes de la izquierda que gobiernan el Mercosur proponen, desde que se les sumó el gobierno venezolano de Hugo Chávez, el modelo marxista. Cuba es la expresión de ese modo de producción de economía centralmente planificada y que, en cierta manera, el presidente venezolano trata de continuar. Además, Chávez expresa en sus discursos un militarismo reaccionario, ni siquiera nacionalista, que no le sirve al Mercosur ni a los mercados comunes de integración sudamericanos. Esta política fue enterrada hace ya muchas décadas en Sudamérica. El presidente Chávez se proclama portavoz del socialismo nuevo y radical del siglo XX1, recoge la consigna de Fidel Castro, "socialismo o muerte", y afirma: "nuestro primer interés no es ganar dinero, que es un interés capitalista, sino impulsar la necesaria unidad de pueblos, países y repúblicas". Con esto está dicho todo.
Otra parte de la izquierda que ha asumido responsabilidades gubernamentales trata de organizar el mercado para combatir las desigualdades sociales: es el caso de Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay. Y contamos con una tercera izquierda que respeta el mercado: el ex presidente Ricardo Lagos, de Chile. Sin dejar de señalar la victoria electoral obtenida por Evo Morales, otro gobernante de izquierda que ganó las elecciones en Bolivia el año pasado, cuya política aún no está del todo diseñada, pero, sin embargo, la elabora bajo el socialismo en un proceso de transición. Evo Morales, sin embargo, no es tan radical para construir el socialismo de una sola vez; trata de aprender de los empresarios cuando explica en una de sus intervenciones, luego que ganó las elecciones, que no tiene formación profesional, pero que será importante, explica, complementarnos. Y agrega más adelante: "ustedes tienen la capacidad profesional y yo la conciencia social".
La izquierda de Evo Morales se ubica, junto a las otras, en un marcado acento nacionalista al expresar la soberanía boliviana sobre el gas, el petróleo, nacionalización de los recursos naturales, participación del Estado en asuntos económicos, contra los monopolios o trasnacionales, y ahora se le suma la lucha contra el neoliberalismo y la globalización, puesto que en gran parte la soberanía descansa sobre la política energética.
Todos estos líderes de la izquierda van a dirigir y contribuir, a pesar de sus intenciones socialistas, a la fundación del capitalismo de Estado, en contra de su voluntad; pero no el socialismo de Estado que algunos dirigentes y gobernantes de la moderna izquierda sudamericana torpemente creen. De ahí el contenido de un programa de transición, de un poder que aún no está constituido, porque las relaciones de producción están condicionadas por los organismos financieros internacionales, por el mercado exterior, por una Organización Mundial de Comercio que no rompe los subsidios agrícolas y sí defiende las grandes trasnacionales. ¿Cómo se puede romper con estas instituciones mundiales en favor de nuestros países subdesarrollados? ¿Será el camino de Chávez, de Lula, de Evo Morales, o de Lagos y su sucesora Bachelet?
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