La tan
esperada primera incursión de Bolivia en el espacio pronto llevará a cabo y los
funcionarios del gobierno planean estar a la mano en China, cuando la
superpotencia asiática lanza " Tupac Katari " satélite de telecomunicaciones
de la nación andina .
Una
delegación de La Paz viajará a China en diciembre para presenciar el
lanzamiento del satélite, pero no está claro todavía si el presidente Evo
Morales hará el viaje.
"Los
ministros me han pedido que encabezará la delegación de China, pero aún no es
definitivo", dijo Morales , según la agencia de noticias estatal Xinhua de
China. " La fecha de lanzamiento puede variar por dos o tres días ,
dependiendo del clima en ese país , por lo que todavía está consultando .
"
El satélite
es el primero de Bolivia y las señales crecientes lazos entre el país y China.
El director de la Agencia Boliviana Espacial (BSA ) dijo que el satélite es de
90 por ciento y el gobierno ha instalado 1.000 centros de transmisión en las
comunidades más remotas del país para llevar el acceso a Internet a los
residentes de allí.
Morales
agregó que espera poder utilizar las capacidades de los satélites para reforzar
su comunicación con los vecinos sudamericanos.
"Esperamos
que los expertos seguirán proveernos con la dirección, por lo que este satélite
puede servir para integrar a toda América del Sur ", dijo .
China ha
hecho recientemente incursiones en Bolivia en términos de grandes proyectos de
construcción .
El mes
pasado, Bolivia anunció que una empresa española y dos empresas chinas
construirán una ( 92 millas) de vía férrea de 148 kilómetros en el centro de
Bolivia , un proyecto de $ 250.000.000 financiados por La Paz.
La
construcción del ferrocarril se divide en tres secciones , que fueron
adjudicados a CAMC de China y China Railway y Yapilo , que es responsable de
los puentes.
La primera y
la segunda secciones tendrán un costo de $ 104 millones y $ 83 millones ,
respectivamente, mientras que los puentes tendrán una etiqueta de precio de $
47 millones , dijo Morales. Los fondos restantes cubrirán el costo de la
supervisión e inspección del proyecto, que se completará en dos años.
El
ferrocarril se unirá con otra línea en Santa Cruz , lo que facilita los envíos
de urea y amoníaco de una planta petroquímica en Bulo Bulo a Brasil y Argentina.
(www.latino.foxnews.com/latino)
VIENE
CANCILLER BOLIVIANO
ABC
de Paraguay (www.abc.com.py)
El canciller
de Bolivia, David Choquehuanca, vendrá a Asunción los primeros días de
noviembre para responder a una invitación de su par paraguayo, Eladio Loizaga,
informaron fuentes diplomáticas. Antes de viajar a Panamá para acompañar al
presidente Horacio Cartes a la Cumbre Iberoamericana, el ministro Loizaga
informó que Relaciones Exteriores está en tratativas con la Cancillería
boliviana para gestionar una reunión con su colega del altiplano. Había
adelantado que el encuentro se daría “en un plazo muy corto” y que podría ser
Asunción.
La fuente
comentó que la intención es relanzar la reunión del Mecanismo de Diálogo 2 + 2
Paraguay-Bolivia, para tratar temas de seguridad y defensa de interés bilateral.
El Mecanismo de Diálogo fue creado por las Cancillerías y los Ministerios de
Defensa de ambos países. El documento fue suscrito en la ciudad de La Paz el 19
de marzo de 2007.
Cabe señalar
que Paraguay y Bolivia redujeron al mínimo su relación diplomática tras la
suspensión de nuestro país en Mercosur y Unasur, en junio del 2012, a raíz de
la destitución del entonces presidente, Fernando Lugo, vía juicio político, por
mal desempeño de funciones.
PAÍSES
ALBA EXPONEN EN LONDRES DOCUMENTALES SOBRE HERENCIA HISTÓRICA AFRODESCENDIENTE
VTV
de Venezuela (www.vtv.gob.ve/articulos)
Como parte de
las actividades del Mes de la Herencia Histórica Afrodescendiente, la Embajada
de Venezuela, junto con las embajadas de los países del ALBA de Bolivia, Cuba,
Dominica, Ecuador y Nicaragua en Londres, ha organizado la proyección de una
serie de documentales sobre las comunidades afrodescendientes de estos países,
en el Bolívar Hall.
Venezuela
abrió la serie el miércoles con la película 'María Lionza', la cual examina la
adoración de esta diosa afro-indígena de Venezuela. La película cubana 'Soy
Tata Nganga', de Roberto Chile también fue proyectada.
Desde
Bolivia, el documental 'Solidaridad en Saya: Un Movimiento Música
Afro-Boliviana', que estudia la música como una forma de resistencia y
empoderamiento. El documental de Nicaragua, 'Pikineras', dirigido por Rossana
Lacayo, se trata de las mujeres que luchan por ganarse la vida en los Cayos
Miskitos. El documental ecuatoriano, 'Defensa 1464', de David Rubido, contempla
la fundación de un centro cultural para los afrodescendientes en Buenos Aires.
La exhibición
de los países del ALBA por el Mes de la Herencia Histórica Afrodescendiente,
titulada 'Memorias e Identidades', se inauguró el pasado lunes con una
recepción, música y danza afrocaribeña e incluye una exposición de fotografías
de las comunidades afrodescendientes en los países del ALBA.
TRECE
EXPRESIDENTES DE AMÉRICA LATINA APOYAN LA DECLARACIÓN DE AIETE
El
País de España (www.ccaa.elpais.com)
Trece expresidentes
de diferentes países de América Latina han suscrito una declaración en la que
muestran su apoyo a la Declaración
de Aiete aprobada en la conferencia internacional celebrada en San
Sebastián hace dos años, que precedió al anunció del cese definitivo de la
actividad terrorista de ETA.
Además de los
exmandatarios, otras personalidades políticas, como la esposa del presidente de
Uruguay o el dirigente mexicano Cuauhtemoc
Cárdenas, han suscrito la declaración. La presentación de la
declaración se efectuó esta tarde en el Museo de la Ciudad de México en el
curso de un acto bautizado como Encuentro Continental por la Paz en el País Vasco, en el que
han intervenido algunos de los firmantes y en el que ha estado presente el
coordinador de Lokarri,
Paul Ríos.
El acto ha
coincidido con el segundo aniversario de la conferencia internacional celebrada
en el Palacio donostiarra de Aiete el 17 de octubre de 2011 con presencia de un
grupo de personalidades internacionales encabezadas por Kofi Anan, exsecretario
general de la ONU. El político mexicano Cuauhtemoc Cárdenas ha sido el
encargado de leer el manifiesto en el que se expresa el apoyo al contenido de
la declaración de Aiete.
El documento
ha sido suscrito por Vinicio
Cerezo y Álvaro Colom,
expresidentes de Guatemala; Jaime Paz
Zamora y Carlos Mesa,
expresidentes de Bolivia; Rodrigo Borja,
expresidente de Ecuador; Óscar Arias,
expresidente de Costa Rica; Ricardo Lagos,
exmandatario chileno; Fernando Lugo,
expresidente de Ecuador; Ernesto
Samper, César Gaviria
y Belisario
Betancur, expresidentes de Colombia; Juan Carlos
Wasmosy, de Paraguay y Julio María
Sanguinetti, de Uruguay.
También ha
firmado la senadora uruguaya Lucía Topolansky, esposa del presidente de este
país José Múgica;
dos exministros chilenos, el exdirector general de la Unesco Federico
Mayor Zaragoza, y Miguel
D'Escoto, exministro de Exteriores de Nicaragua en la etapa
sandinista.
EX PRESIDENTES VAN DE REGRESO AL PODER
Bachelet en Chile, Uribe en Colombia, Vázquez en Uruguay
y Lula en Brasil... Todos han gobernado y quieren más.
El Universal de México (www.eluniversal.com.mx)
Hubo un tiempo,
no hace mucho, en el que eran destituidos por “incapacidad mental”, presentaban
su renuncia desde un país tan lejano como Japón o escapaban en helicóptero en
medio de violentas protestas... Las salidas poco decorosas de los presidentes
latinoamericanos a fines del siglo pasado y principios de este estaban a la
orden del día. Y nadie se atrevía siquiera a aventurar el regreso de alguno de
ellos.
Hoy, el
fenómeno inverso recorre la región: tras dejar el poder con altísimos niveles
de popularidad, varios ex mandatarios se preparan para volver a sus respectivos
palacios de gobierno. Entre fines de este año y el cierre del próximo habrá
elecciones presidenciales en Chile, Colombia, Uruguay y Brasil. En los cuatro
casos, la carrera electoral gira en torno a la presencia —o la poderosa sombra—
de un ex presidente.
El primer y más
probable regreso al gran escenario político es el de Michelle Bachelet,
favorita indiscutida para que la Concertación chilena recupere el Palacio de La
Moneda. La ex mandataria (2006-2010) dejó el poder en marzo de 2010, con una
aprobación de 84%, la más alta en Chile. Desde entonces, su nombre no ha dejado
de figurar al tope de la lista de políticos más populares del país, hasta que
finalmente anunció su candidatura para las elecciones del 17 de noviembre.
Un mes atrás,
también el ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez (2005-2010) dijo que volvía y
los dirigentes de la coalición oficialista Frente Amplio respiraron aliviados:
Tabaré se retiró con una aprobación del 75%, algo inédito en el país, y sigue
siendo el político más popular.
En Brasil, el
futuro es más borroso. Hasta hace pocos meses, la reelección de la presidenta
Dilma Rousseff (Partido de los Trabajadores, PT) parecía garantizada. Pero el
panorama mutó radicalmente en junio: los brasileños coparon las calles en
reclamo de mejoras sociales, la popularidad de la jefa del Estado se desplomó y
todos los ojos se posaron en el mentor de Dilma, el ex presidente Luiz Inacio
Lula da Silva, quien, a decir de todas las encuestas, es el único político que
podría imponerse en primera vuelta para los comicios de 2014.
En Colombia, el
ex presidente Álvaro Uribe (2002-2010), quien dejó el cargo con una popularidad
altísima, la tiene complicada. La Constitución colombiana le impide buscar de
nuevo la presidencia, por lo que anunció que será candidato a senador en 2014.
Ello le permitiría “recuperar” la presidencia a través de un candidato
presidencial “incondicional” suyo.
Con estos
pronósticos y la probable reelección de Evo Morales en Bolivia —como ocurrió
con Rafael Correa, en Ecuador, a principios de año—, parte de Sudamérica podría
volver a ser liderada en 2015 por los mismos jefes de Estado que hace cinco
años.
Para Ignacio
Zuasnabar, director de la consultora uruguaya Equipos Mori, “la década de
crecimiento económico sostenido y extendido en la región favoreció y aún
favorece la continuidad de los proyectos políticos. Si las condiciones
económicas varían, deberíamos esperar una frecuencia mayor de alternancias en
el gobierno”.
LA CUMBRE IBEROAMERICANA ARRANCA HOY CON NOTABLES
AUSENCIAS
Expansión de España (www.expansion.com)
+
La Cumbre
Iberoamericana comienza hoy en Panamá con un objetivo de reforma y
modernización para adaptar este foro unido por una lengua y cultura común al
nuevo contexto mundial, pero marcada por notables ausencias de mandatarios. Al
menos nueve presidentes no estarán en la XXIII Cumbre Iberoamericana, además
del Rey de España, que por primera vez desde su creación, en 1991, no asistirá
a la cita por estar convaleciente de una operación de cadera. El miércoles
canceló su participación el presidente de Bolivia, Evo Morales y el de
Guatemala, Otto Pérez Molina, quien había anunciado que insistiría en el
encuentro en su propuesta de despenalización de las drogas. Ambos alegaron
motivos de agenda para no viajar a Panama. Otros gobernantes que no asistirán
son los de Brasil, Dilma Rousseff; de Uruguay, José Mujica; Chile, Sebastián
Piñera; Argentina, Cristina Fernández de Kirchner y Ecuador, Rafael Correa, o
Cuba, Raúl Castro. "Los que no vinieron tendrán sus motivos, sus razones.
Nicolás Maduro, no sé, pregúntenle a él", dijo el jueves a la prensa el
presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, anfitrión de la reunión en relación a
la previsible ausencia del presidente venezolano. El acto inaugural de la
cumbre será a orillas del Canal de Panamá, una vía interoceánica que representa
entre un 6 y un 10 por ciento del PIB del país, el segundo después de Paraguay
que más crece en América Latina, con un 7,5% en 2013. La cumbre se celebra en
Playa Bonita, en un complejo hotelero aislado, al otro lado del Canal frente al
Pacífico. Seguridad Todos los estamentos policiales estarán movilizados para
garantizar la seguridad de los mandatarios durante la Cumbre. En la ciudad, se
unieron para colapsarla la temporada de lluvias, un tráfico intenso y protestas
convocadas por colectivos, como los médicos en huelga contra una ley que
permite contratar a colegas extranjeros, o las llamadas "mujeres
despechadas". El Gobierno dispuso que la mayoría de los dignatarios
lleguen a un aeródromo ubicado en una antigua base militar estadounidense en
las afueras de la capital, desde la que se puede llegar al hotel donde se
celebra la reunión sin pasar por la ciudad. El lema de la cumbre, cuyas
sesiones de trabajo tendrán lugar durante toda la jornada del sábado, es La
Comunidad Iberoamericana en el Nuevo Contexto Mundial. En paralelo hoy se
celebra el II Foro de la Comunicación, organizado por el Gobierno español y la
cadena Televisa de México, que inaugura el presidente, Mariano Rajoy, y que
reunirá a directivos de los más importantes medios de comunicación de
Iberoamérica. También se clausura el Encuentro Empresarial Iberoamericano, con
una sesión dedicada a "la Alianza del Pacífico y su impacto en
Latinoamérica", en la que participan los presidentes de México, Perú,
Colombia, Costa Rica, España y el anfitrión panameño, Ricardo Martinelli.
MÉDICOS DE 11 PAÍSES REFUERZAN RED HOSPITALARIA DEL PAÍS
+
Son 963 los doctores extranjeros contratados en recintos
de mayor complejidad y otros 1.487 los que atienden en
consultorios. Predominan facultativos de Ecuador, Colombia y Bolivia, y se
concentran en hospitales del sur de la Región Metropolitana.
La Tercera de Chile (www.latercera.com)
Algunos venían
sólo a perfeccionarse, pero formaron familia y se quedaron. Otros fueron
“dateados” por colegas ya establecidos o están de paso, con la meta de adquirir
nuevas experiencias profesionales en Chile, para luego retornar a su país de
origen. Así, con distintas circunstancias, son 963 los médicos extranjeros que
están contratados y atienden actualmente en los hospitales públicos del país.
Así lo informó
ayer el Ministerio de Salud, poniendo en cifras uno de los emplazamientos que
hizo, el pasado miércoles, la Cámara de Diputados, durante la interpelación al
titular de la cartera, Jaime Mañalich.
Según las
cifras del Minsal, los facultativos provienen de 11 países y representan a casi
el 7% del total de médicos que se desempeñan en recintos asistenciales de mayor
complejidad.
Son
ecuatorianos, con un 39% del total, los doctores que lideran la lista de
extranjeros; seguidos por los colombianos (16%). A ellos se suman facultativos
provenientes, además, de países europeos como Alemania y España (ver
infografía).
En cuanto a la
distribución geográfica, los servicios de salud de la Región Metropolitana son
los que concentran la presencia de los extranjeros, liderados por el Servicio
Metropolitano Sur. Allí está contratado un total de 98 médicos -principalmente
ecuatorianos- y otros 44 doctores foráneos trabajan en modalidad a honorarios,
principalmente en los hospitales Barros Luco y Exequiel González Cortés.
“Muchos de
ellos son médicos que llevan 20 o 25 años trabajando acá. Hay una buena
aceptación de ellos como profesionales y no tenemos problemas con la
satisfacción usuaria en los hospitales”, explicó el director del Servicio
Metropolitano Sur, Juan Manuel Toso.
Las jornadas de
trabajo de estos profesionales fluctúan desde 11 a 44 horas, siendo más
frecuente las de 28 horas, en las urgencias de los hospitales. La remuneración
está equiparada a la que obtienen los médicos nacionales y promedia $
2.379.945.
“El Ministerio
de Salud no es xenófobo y somos partidarios, en el respeto al marco de la ley,
de recibir a todos aquellos médicos que cumplan con las condiciones legales
para ejercer en nuestro país”, dijo el ministro de Salud, Jaime Mañalich, quien
agregó que lamenta que se hayan puesto trabas al desempeño de médicos cubanos
en recintos del país.
En los
consultorios, en tanto, los doctores extranjeros suman 1.487 y alcanzan al 39%
de los facultativos que atienden en estos recintos.
Para 2014, vía
aumento y coordinación de las becas de formación de acuerdo con la carencia en
los hospitales, se proyecta elevar de 94 (en 2010) a un total de 404 los
especialistas que retornarán a trabajar en los servicios de salud.
CONSTRUYEN
PLANTA PARA LA FABRICACIÓN DE HIELO EN BOLIVIA
El
Invasor de Cuba (www.invasor.cu)
Una nueva
planta para la fabricación de hielo se construye en la Unidad Empresarial de
Base (UEB) Productora Acuícola, perteneciente a PESCÁVILA, en el municipio de
Bolivia.
Jesús López
Mederos, director de la UEB explicó que "la inversión asciende a 179 000
dólares y la merecimos por los niveles de captura alcanzados en los últimos meses.
"Esto
garantizaría el buen destino del pescado, porque la nueva planta debe producir
ocho toneladas de hielo, lo que equivale a 10 cajas por hora, y facilitará
guardar la captura para el procesamiento del ciento por ciento de la materia
prima.
"El
objetivo fundamental de nuestra entidad es la producción de alimentos para la
distribución dentro del municipio y en la provincia, y contribuir a la disminución
de los gastos en el país.
"Una
brigada nacional, perteneciente al grupo REFITEL, es quien lleva a cabo la
inversión, la cual incluye la puesta en marcha del túnel de congelación que
permitirá el procesamiento de más de dos toneladas en un día", señaló el
dirigente.
Entre las
principales líneas de producción de la UEB destacan los picadillos de machuelo,
anchoa, patao, mojarra, chopa, macabí, todas las especies de los grupos cinco y
seis de la plataforma; la elaboración de croquetas pretende diversificar las
producciones, al igual que con las hamburguesas y embutidos de pescado. "Cuentan
con un parque técnico conformado por un camión termo y un tractor, seis
embarcaciones, dos barcos y cuatro chesneras, que fueron remotorizadas con un
nuevo proyecto de inversión, lo que beneficiará el incremento de los planes de
producción para el próximo año y elevará la calidad de las especies", dijo
López Mederos.
ALIANZA POR EL AGUA ENTRE EL GOBIERNO DE BOLIVIA Y LAS
UNIVERSIDADES DEL PAÍS
I
Agua de España (www.bolivia.iagua.es/noticias)
Alrededor de 40
representantes de diferentes Casas Superiores de Estudio intercambiaron
opiniones y expresaron su voluntad de trabajar conjuntamente con el Ministerio
de Medio Ambiente y Agua con miras a asegurar, a mediano plazo, el derecho de
todos los bolivianos y bolivianas a contar con servicios de agua potable y alcantarillado sanitario en el marco
de la Agenda Patriótica 2025.
El Ministerio
de Medio Ambiente y Agua (MMAyA) mediante la escuela Plurinacional de Agua
(EPA) del Servicio Nacional para la Sostenibilidad de Servicios en Saneamiento
Básico (Senasba), junto a Casas Superiores de Estudio realizó el jueves 17 el
taller de “Alianzas Estratégicas con
Universidades y Centros de Investigación”.
Los centros de
estudio expresaron su interés sobre la
situación en la que se encuentran los recursos hídricos y están
conscientes de que una coordinación beneficiaría a todos los actores de los
recursos hídricos y saneamiento básico. Además, reflexionaron sobre la
importancia que tienen los recursos hídricos en el contexto nacional y se
comprometieron a compartir su experiencia y expresaron su voluntad de seguir
participando de espacios de acuerdo.
Así se dan los primeros pasos para la coordinación integral
entre las universidades y el Estado Plurinacional de Bolivia, con
elobjetivo de afrontar de manera conjunta el desafío de garantizar el derecho
constitucionalizadoal agua.
Memoria de la evaluación de la FEJUVE de la Ciudad de El
Alto de los acontecimientos de Septiembre-Octubre del 2003
LA GUERRA DEL GAS
Dedicado a la Ciudad de El Alto, la ciudad que contiene a
la nación, que contiene a las naciones y los pueblos. A la FEJUVE de entonces,
del trágico 2003. A nuestros muertos, que entregaron su vida por emanciparnos
de la dominación imperial y del despojamiento neoliberal. A los heridos, en
quienes se inscribió la violencia estatal, a los combatientes y movilizados en
las asonadas de este año crucial, cúspide, de la movilización prolongada, que
duró seis años (2000-2005). Estas muertes, estas heridas, estas esperanzas
despertadas, estas pasiones, este gasto heroico, no pueden haber sido en vano,
no debe ser en vano. Ellos y ellas, los y las muertas, los y las heridas, los y
las combatientes, nos convocan a continuar la lucha.
Rebelión de España (www.rebelion.org)
Quizás el único
momento que se sabe lo que pasa es cuando suceden los acontecimientos y se sabe
desde el interior mismo de los acaecimientos. Son los actores los que intuyen
la totalidad que entra en juego, intuyen volitivamente la complejidad del
contexto histórico que acompaña a lo que está ocurriendo, que acompaña a la
manifestación de los hechos. Después de los acontecimientos es difícil recuperar
la memoria de esta experiencia. Se impone la memoria de otro presente,
posterior, menos rico en intensidades. Este otro momento no cuenta con el rico
horizonte de experiencias abiertas de cuando se vivía los sucesos, el ritmo
vertiginoso de los acontecimientos. Esta es la razón por la que se tiene cierta
dificultad al buscar recrear lo sucedido. Se tiende a describir lo sucedido en
la lógica de la cronología temporal, pretendiendo que la sucesión de los
eventos puede explicar los desenlaces. Estos son los problemas heredados en una
concepción lineal del tiempo, pero también de una concepción temporal de los
acontecimientos.
Para quien hace
la reconstrucción de los hechos, ya sea a través de una descripción o de una
historización, por más que recurra a testimonios abundantes o archivos
exhaustivos, la dificultad aparece no sólo como distancia temporal, por estar
situado en otro tiempo, en otra coyuntura, en otro horizonte histórico,
distinto al momento crucial de los desenlaces, sino por estar situado en otro
ámbitos de experiencias. Esta diferencia no la salva la aplicación de los
recursos científicos, no la salva la disciplina, el método ni el esmero del
investigador. Esta diferencia es irreducible. Hay que partir de esta
constatación si se quiere comprender el alcance de los acontecimientos.
No se puede ver
de la misma manera que los protagonistas de los sucesos, del mismo modo que no
se puede vivir de la misma forma que los sujetos involucrados en las acciones.
Por eso el análisis puede no reproducir fehacientemente lo que ha ocurrido. En
todo caso se trata una interpretación hipotética. Se está lejos de la vivencia
inmediata. Sin embargo, a pesar de estas dificultades, de la problemática que
plantea la reconstrucción de los hechos, de los procesos y acontecimientos, no
dejan de tener importancia los análisis, las investigaciones, las descripciones
posteriores. Estas pesquisas no dejan de ser orientaciones de la comprensión de
los sucesos, sobre todo teniendo en cuenta que pueden tratarse de visualizaciones
de ciertas tendencias de los acontecimientos.
Enfrentemos el
desenlace acontecido a partir de otras posibilidades latentes, por lo menos
acudamos a dos otros posibles escenarios que quedaron en el camino, uno de
ellos tiene que ver con la salida revolucionaria y el otro con la salida
autoritaria, impuesta a partir de una sañuda represión. La incorporación al
análisis de estos otros escenarios puede permitir un mayor contraste de lo
ocurrido, permitiendo de esta manera una mejor elucidación del desenlace
realizado. El sábado 18 de octubre por la mañana ya se conocía la renuncia de
Gonzalo Sánchez de Lozada a la presidencia de la república, este fue el momento
del desenlace. La carta de renuncia iba a ser leída en la sesión extraordinaria
del Congreso, convocada para tal efecto. Se puede decir a ciencia cierta que
este fue el resultado de la secuencia de sucesos, la consumación del lapso de
la crisis política, expresado de un modo directo; como se acostumbra a decir,
estos fueron los hechos. Viendo retrospectivamente y situándonos en el día
jueves 16 de octubre, por la tarde, se puede apreciar que la suerte del
entonces presidente estaba echada después de la multitudinaria congregación de
masas efectuada por las organizaciones sociales, básicamente las juntas de
vecinos, de las ciudades de El Alto y La Paz. Su presencia en el gobierno era
insostenible. Sin embargo, del jueves al sábado los hechos no se habían
desencadenado; todavía estaban latentes otros desenlaces. Hablamos tanto de la
salida revolucionaria como de la salida autoritaria. Pueden elucubrarse otros
desenlaces, pero quedémonos con estos, que parecían ser los más probables.
Podemos especular un poco más en relación al perfil de estas salidas. En un
caso se vislumbró la posibilidad de un Gobierno Provisional Revolucionario, en
el otro caso la posibilidad de un golpe de Estado o de una salida autoritaria,
impuesta con una mayor escalada represiva, con sus consecuentes masacres.
Aunque se habló más de la segunda posibilidad que de la primera, no puede
dejarse de lado la primera alternativa. Ambas situaciones no descartan el
escenario dramático de la guerra civil.
Se puede decir
que mientras no se realice una posibilidad, las otras posibilidades concurren,
compiten para efectivizar el desenlace. Incluso el sábado por la mañana dos
analistas políticos pedían un plazo de noventa días para Gonzalo Sánchez de
Lozada. Esto nos muestra que otras posibilidades también concurrían, a pesar de
que estas fuesen las menos probables [2] . Sabemos ahora que lo que ha
acontecido es la sucesión constitucional, la sucesión de la presidencia al
Vicepresidente de la República, Carlos Mesa Gisbert. ¿Cómo entonces interpretar
lo que ha ocurrido? ¿Qué campo de fuerzas explica esto? ¿Qué composiciones
organizativas y subjetivas han condicionado el desenlace?
Con lo dicho
podemos observar la complejidad del problema, las grandes dificultades de la
interpretación y del análisis de los acontecimientos en cuestión. Ciertamente
se pueden optar por métodos y procedimientos de investigación, se puede
recurrir a recursos teóricos, como los relativos a modelos presupuestos; pero,
estos instrumentos no logran resolver el problema que plantea la diferencia de
coyunturas, de horizontes y de contextos, que terminan siendo diferencias de
memorias.
Se puede
comenzar por una caracterización de la formación social boliviana. Esto puede
suponer hacer historia, encontrar en ella sus dislocaciones, desniveles,
rupturas y discontinuidades. Lo que se haga apunta siempre a comprender el
presente. Este presente puede ser tomado como lugar de convergencia o como el
único lugar posible de realización del acontecimiento. En el primer caso se
puede dar lugar a distintas interpretaciones, una de ellas puede ser evolutiva,
la misma que no puede desprenderse de un finalismo. Algo así como que el
presente revela el pasado. Otra interpretación, relativa al primer caso, puede
concebir un presente como grado de acumulación. El segundo caso nos lleva a
configurar un presente como eterno retorno, como retorno a lo mismo y a la
diferencia, de modo cíclico, como instante donde el futuro y el pasado se
encuentran. Esta interpretación invierte el enunciado de que el presente revela
el pasado, haciendo, mas bien, que sea el pasado el que revela al presente.
Demos ejemplos de estos dos enunciados. Una clara muestra del primer enunciado
es cuando se propone que la anatomía del hombre ilumina sobre la anatomía del
mono, también cuando se dice que el modo de producción capitalista ilumina
sobre la comprensión de las formaciones sociales precapitalistas y no
capitalistas. Un ejemplo para el segundo enunciado es cuando se recurre a la
memoria histórica para comprender el presente, cuando se hace un análisis del
presente a través de una mirada retrospectiva del pasado, cuando se responde a
la pregunta ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente? El
segundo enunciado rompe con una visión evolucionista o linealista. El presente
es el lugar de los acontecimientos, de las acciones, de las prácticas, de los
actos; el presente es actualidad. Llamemos a esta perspectiva genealogista.
Como se puede ver, la genealogía se diferencia radicalmente del historicismo.
Manteniéndonos
en la perspectiva del primer enunciado, se dice que la formación social
boliviana es una formación histórica compleja, que articula diferentes modos de
producción, pero condicionados por un modo de producción hegemónico, el modo de
producción capitalista. En este sentido se ha llegado a proponer que Bolivia es
una formación capitalista de desarrollo desigual y combinado. Situándonos ahora
en el segundo enunciado, la formación histórica boliviana se encuentra
estratificada, fragmentada, sedimenta, en distintos niveles, planos, mesetas.
No es posible concebir una articulación de modos, condicionados por un modo
hegemónico. En este caso la complejidad es irreducible, constantemente abierta
a distintos juegos de entrelazamiento, dependiendo de las selecciones hechas en
un momento determinado, en un lugar dado o en otro. Entonces nos encontramos
ante un conjunto en constante variación. En este caso las formas no
capitalistas no pertenecen al pasado sino al presente, se hacen presentes, se
actualizan. Esto no hay que entenderlo como que estos modos o estas formas
sociales se hayan mantenido en el tiempo tal cual fueron en el pasado; de modo
diferente, hay que entender que estas formas y modos se actualizan manteniendo
sus propios diseños históricos. Cuando pasamos de las consecuencias del primer
enunciado al segundo, vemos que pasamos de una complejidad más simple a una
complejidad cualitativamente mayor.
El problema
entonces está planteado no tanto en el sentido de por cuál interpretación
optar, sino de cómo podemos describir la historia efectiva, cómo lograr una
descripción más apegada a los detalles, a la multiplicidad de las
singularidades, a los sentimientos, a las pasiones de la gente involucrada en
las acciones. Cómo podemos acercarnos a la minuciosidad de los hechos, a la
filigrana de los detalles, cómo podemos reconstruir los mapas de las fuerzas,
que concurrieron en los momentos cruciales. Cómo visualizar las posibilidades
latentes, posibilidades que no dejan de entrar en juego constantemente. La
dificultad radica en estas preguntas, la problemática se muestra en toda su
cobertura cuando nos proponemos esta clase de aproximaciones a los
acontecimientos.
Perfiles del
movimiento social contemporáneo
El Conflicto
social y político en Bolivia. Las Jornadas de Septiembre-Octubre del 2003
Pregunta 1:
¿Son los
acontecimientos histórico-políticos o es el movimiento social lo que está en
consideración? ¿Cuál de estos eventos va a ser analizado? ¿Uno u otro, ambos?
No podemos dejar de establecer que el movimiento social es un acontecimiento
histórico-político, sin embargo, no es el único acontecimiento histórico-político.
Hay otras formas de acontecimientos histórico-políticos, como las crisis, las
guerras, las distintas formas de la lucha de clases, las emergencias
institucionales, los debacles institucionales, etc. En tanto movimiento social
interesa estudiarlo no sólo en el plano del acontecimiento sino también en el
recorte de su especificidad propia, movimiento, devenir, constitución y
des-constitución de sujetos, conflicto social. Por eso es importante establecer
tanto el plano del acontecimiento como el recorte de intensidades, que es el
movimiento social.
Definiciones 1:
Entendemos por
acontecimiento una multiplicidad de singularidades. Hablamos de acontecimiento
histórico y político cuando recortamos la multiplicidad desde la perspectiva de
su significación política y su significación histórica. Comprendamos el
movimiento social como el desplazamiento de la lucha de clases en el contexto
de formaciones sociales determinadas. Se trata del conflicto social, conflicto
que se traduce en reivindicaciones sociales en los periodos todavía matizados
de la crisis, que se traduce en proyectos revolucionarios y de liberación en
periodos agudos de la crisis.
Referencia 1:
Cuando nos
remitimos a un evento histórico político no dejamos de hacer referencia a las
condiciones estructurales y prácticas de una formación social dada. La
formación social en cuestión es la formación social boliviana. Formación social
comprendida como formación histórica fragmentada en distintos planos
temporales, los mismos que se encuentran conectados por desplazamientos
sociales y culturales en distintos grados de metamorfosis, planos temporales
que se encuentran articulados por procesos de desterritorialización,
fuertemente vinculados al mercado y al desarrollo de las relaciones capitalistas.
Los procesos de desterritorialización pueden revertirse y sostener procesos de
reterritorialización; esto sucede cuando se dan repliegues estatales, cuando se
pliega una “ideología”, cuando se recoge en la religión la crítica de la moral
y de la ética, cuando se hace un gran esfuerzo de fundamentar las experiencia
del movimiento social, es decir, cuando se regresa a una forma fundamentalista.
En el caso que nos toca, este ensayo sobre los acontecimientos
histórico-políticos y los movimientos sociales, desatados el 2000 y que tienen
su curso hasta el 2003, se tiene un particular interés por las condiciones de
posibilidad del movimiento social.
Problema 1:
Las jornadas de
septiembre-octubre en Bolivia, concentradas en el Altiplano norte y en dos
ciudades colindantes, El Alto y la Ciudad de la Paz, aparecen como el resultado
de un proceso de acumulación de los movimientos sociales desatados en abril del
2000 y continúan sus cursos propios durante cuatro años (2000-2003). Las
significaciones histórico-políticas las podemos encontrar desde dos ángulos
diferentes. La significación histórica puede ser evaluada por la relación que
tienen estas jornadas con el pasado, la actualización de antiguas luchas, la
reivindicación de las victimas arrojadas al tiempo y sepultadas en el olvido,
la densidad que adquiere la memoria en el momento presente. La significación
política se puede evaluar por la repercusión que tienen estas jornadas en las
estructuras de poder, en los dispositivos y agenciamientos políticos del
Estado. El problema de las jornadas de septiembre-octubre, que desafía a su
comprensión y conocimiento, se encuentra relacionado al contenido de sus
potencialidades y posibilidades, así como al alcance de sus desenlaces. ¿Estas
posibilidades y sus latentes desenlaces forman parte de un proceso de ruptura
con el Estado? ¿Forman parte de la constitución nacional o, de modo diferente,
anuncian el quiebre de la nación, su diseminación? ¿Constituyen la
configuración de una nueva geografía política, compuesta por autonomías?
¿Forman parte de la revolución social, revolución que apunta al trastrocamiento
profundo del Estado, la nación y la sociedad?
Descripción 1
Se llegó a
septiembre del 2003 con conflictos sociales sin solución. Los pliegos que se
vinieron planteando desde la Guerra del Agua (abril del 2000) hasta el inicio
de las jornadas de septiembre del 2003, con los sucesos de Warisata, Sorata e
Ilabaya, quedaron en las rondas de negociaciones y en las mesas de diálogo. Lo
que se logró arrancar al gobierno de entonces con la Guerra del Agua, que
consiste en la salida de la trasnacional del agua, Aguas del Tunari, en la
anulación del proyecto de privatización del elemento vital, en la evitación del
súbito incremento de las tarifas del agua, quedó a mitad del camino en la
medida que la Coordinadora del Agua no logró convertirse en una empresa
autogestionaria. Terminó administrando modestamente la antigua dependencia
estatal del agua, Servicio Municipal de Agua Potable, SEMAPA, institución
restringida a proyectos y recursos para atender las necesidades del campo y de
la ciudad en cuanto al líquido elemento. El añorado proyecto de Misicuni, que
atendería en tres etapas la demanda del agua del departamento de Cochabamba, no
acaba de materializar ni siquiera su primera etapa. En cierto sentido se puede
notar una latente frustración al respecto. El gran esfuerzo social llevado a
cabo en la Guerra del Agua no cristalizó todavía en una autodeterminación y en
una autogestión social.
Han
transcurrido cuatro años desde la Guerra del Agua hasta la Guerra del Gas, el
epicentro del conflicto se ha traslado de la ciudad del Valle, Cochabamba, a
las ciudades de El Alto y de La Paz, siendo la primera el motor del conflicto
desatado en octubre y la segunda el escenario donde se dirime la correlación de
fuerzas del campo político. En el transcurso de este intervalo se sucedieron
dos asonadas sociales en tres de las cuatro grandes urbes del llamado eje
central, Cochabamba, El Alto y La Paz. La de abril del 2000 y la de septiembre-octubre
del 2003. La ciudad de Santa Cruz no quedó al margen del conflicto social, sólo
que fue lugar de resonancia de las luchas sociales desatadas en el occidente
boliviano. Obviamente no estuvo al margen de los conflictos locales, estos se
dieron en el tamaño de su localismo, como el repetido conflicto relativo a la
demanda salarial de los maestros, a la demanda de presupuesto de la universidad
pública, a distintos reclamos sectoriales y recientemente; como consecuencia de
las jornadas de octubre, se dio lugar el intrépido ingreso de la marcha
campesina al centro de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Sin embargo, esta
populosa urbe todavía no ha producido un perfil propio, no ha logrado una
participación propia, en las definiciones del conflicto social. En otras
palabras, no ha conseguido expresar nacionalmente lo que le acontece
localmente. En otras palabras, no ha podido traspasar los límites de su
localismo, convirtiendo sus singularidades en desplazamientos transformadores
en el contexto nacional. Sin embargo, a pesar de esta inhibición o esta
latencia, como quiera entenderse, en cualquiera de estas situaciones, en todo
caso la Guerra del Gas ha comprometido a todos los sectores sociales
involucrados en los movimientos sociales desde el 2000, ha logrado unificar al
movimiento social que se hallaba diseminado en sus distintos componentes
regionales. La consigna de la defensa del gas resultó ser no sólo una consigna
unificadora sino también una consigna nacional. Una consigna que sintetiza
varios planos de las luchas sociales. Uno de los planos tiene que ver con la
resistencia a la globalización privatizadora, a la ejecución de las políticas
neoliberales, a la rebelión social contra el ajuste estructural y las
consecuencias agravantes de las reformas estructurales. Otro plano tiene que
ver con la recuperación de la soberanía nacional frente a la supeditación
nacional al nuevo orden mundial. Un tercer plano tiene que ver con la
recuperación de los recursos naturales y la lucha por el excedente. Un cuarto
plano viene dibujado por la lucha de clases; fue el movimiento popular el que
reivindicó, desde las profundidades de su propia memoria, el gas para los
bolivianos, para los trabajadores, para los desocupados, para las familias
humildes. En esta perspectiva se plantea un enfoque de distribución social del
recurso energético. Un quinto plano, y quizás un primordial eje articulador
histórico, condicionante de los otros planos, atravesados por éste, es el
relativo a las reivindicaciones indígenas, entendidas como reivindicaciones
culturales, nacionales y étnicas. Todos estos planos se entrelazaron en la
Guerra del Gas. La consigna de la defensa del gas resumió las demandas
desplegadas en todos los planos, despliegues que anidan sus propias
particularidades, sus específicas lógicas de desenvolvimiento. No sólo se trata
de una consigna nacional sino de una consigna que replantea popularmente la
concepción de nación. Quizás sea esta la razón por la que la defensa del gas
estaba casada con la consigna popular de la Asamblea Constituyente.
Entre la Guerra
del Agua y la Guerra del Gas se suscitaron conflictos de importancia en el
campo, en el área rural. El bloqueo nacional campesino de caminos (septiembre
del 2000), que aisló a las cuatro ciudades del eje central, además de tener
comprometidas a otras ciudades capitales departamententales, como Oruro, Potosí
y Chuquisaca. El bloqueo parcial de caminos en el Altiplano norte (julio del
2001), que mostró el carácter fragmentario de los movimientos sociales, los
límites y debilidades locales. En el mismo momento se deslizó la marcha
diezmada de la COMUNAL [3] , que hizo patente las dificultades de extender
nacionalmente una experiencia como la Coordinadora del Agua de Cochabamba. La
marcha indígena de tierras altas y de tierras bajas por la Asamblea
Constituyente, un poco antes de las elecciones nacionales. Esta marcha expresó
otra perspectiva del movimiento indígena, no sindicalista, mas bien
comunitarista, organizada en torno a las autoridades originarias. Aunque con menos
densidad demográfica que las convocatorias de la Confederación Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), sin embargo, hizo sentir su
interés particular en la Asamblea Constituyente para resolver el heredado
problema colonial y la demanda indígena de territorio. La constante
conflictividad social, política y policial en la región del Chapare, combinando
esporádicos con férreos bloqueos carreteros, dependiendo de la situación. Las
sucesivas marchas de los maestros. La toma de la superintendencia de bancos por
parte de los y las prestatarias, después de haberse agobiado en sus penosas
largas y rutinarias marchas, en incansables reclamos, en renovadas inventivas
formas de interpelación, incluyendo su protesta al desnudo ante el impávido
ciudadano paceño. La dramática marcha de los jubilados y rentistas. Después de
febrero del 2003, el bloqueo de caminos de los cooperativistas mineros, quienes
recordaban el fantasma del comunismo minero. No podemos olvidarnos de la
renovada toma de tierras del Movimiento de los Sin Tierra (MST), movimiento que
viene convirtiendo últimamente a la cuestión de tierras, propiedad y posesión
de tierra y territorio, en el tema social más conflictivo. Como dijimos estos
conflictos sociales no se encuentran articulados ni se desarrollan en un
continuo espacio-temporal. La mayoría de ellos son expresiones locales, sin
mayor irradiación que sus propios territorios, si descartamos la irradiación
informativa y los reportajes ocasionales. Se diferencian no solamente por el
lugar en que se dan, ni tan solo por las estructuras que ejecutan sus
desplazamientos, sino por las variaciones de sus intensidades. Paradójicamente
su fuerza y su debilidad radican en este ámbito de singularidades. Considerando
este contexto, las preguntas que debemos hacernos son: ¿De qué modo se acumula
la memoria del movimiento social? ¿Cómo se ha llegado al grado de unificación
en torno a la Guerra del Gas?
Antes de
responder a estas preguntas debemos recapitular un antecedente importante de
los sucesos de septiembre-octubre, el motín policial y el subsiguiente
desencadenamiento social, en febrero del 2003, con la toma y quema de edificios
públicos, sedes de partidos, y saqueo de centros comerciales, además de los
depósitos de la Aduana. Quizás sea en febrero cuando se da lugar al comienzo de
la transformación de los comportamientos en lo que respecta al relacionamiento
entre bases y dirigentes del movimiento social. Una relación heredada, todavía
vertical, entre dirección y bases, se rompe y comienza a ser sustituida por la
emergencia de la espontaneidad de las masas, por su irrupción sin consulta, por
su elocuencia diseminada, pero con alto contenido afectivo, con intempestivos y
fugaces tonos de intensidad. Es posible que esto tenga que ver con una suerte de
acumulación de la experiencia social, experiencia que se traduce en la
modificación de los usos organizacionales. También es probable que esta
emergencia se deba a la crisis que sobrelleva la conducción del movimiento
social. El desarrollo del movimiento social cuestiona el monopolio de la
representación política por parte de los partidos, así mismo, siguiendo el
curso de este requerimiento, se hace también evidente el monopolio y la
centralización de la representación social por parte de la dirigencia sindical.
Las prácticas y gestiones comunitarias exigen adecuar las expresiones
representativas al control social de las asambleas. La emergencia de las bases
es una verdadera revolución en el trámite, ya conservador, de la elaboración de
la representación social. Las direcciones y los dirigentes que motivaron el
estallido de los conflictos recientes (2000-2003), terminaron convirtiéndose en
estructuras inhibidoras de las iniciativas sociales, incluso altamente
conservadoras, comparándolas con los objetivos implícitos que persiguen los
procesos de liberalización de los movimientos sociales. Febrero del 2003 hizo
patente la crisis estatal, los aparatos del Estado se desmoronaron, entrando al
agenciamiento de una guerra intestina, Estado contra Estado, aparatos de Estado
contra aparatos de Estado, policía contra ejército. Las posibilidades del
gobierno se desmoronaron y con ello la legalidad del Estado quedó hecha trizas.
El presidente desapareció de la escena, también su gabinete; se hizo
reiterativa la evaporación del congreso en plena beligerancia del conflicto
social. La suerte quedó echada en manos de los directos actores y protagonistas
del drama social. La muerte también se hizo presente dejando su huella en los
cuerpos martirizados, abiertos morbosamente por la metralla. Reapareció el
nuevo verdugo de la represión, quien mostró su cara oculta ya en la Guerra del
Agua, sólo que ahora era un recurso abiertamente usado, los francotiradores. De
febrero a octubre va a darse lugar a la consecuencia de esta discontinuidad del
relacionamiento entre bases y dirección, va emerger la forma organizada de la
multitud. Se va a dar lugar a una grandiosa movilización social, construida
inductivamente por proliferantes asambleas de base, múltiples direcciones
territoriales, las mismas que extienden rápidamente sus redes, articulando un
gran movimiento autogestionario. Las jornadas de septiembre-octubre mostraron
un nuevo perfil del movimiento social. Hablamos de un movimiento social
templado por la experiencia de la lucha, maduro para gestar decisiones desde
abajo, sometido al irradiante control social. Un movimiento social que comienza
a elaborar su nueva criatura, el desarrollo del intelecto general autónomo,
politizado. Hablamos de la subversión de los saberes, de su independencia
respecto de los saberes institucionalizados, de su manumisión respecto de la
dominancia de los medios de comunicación, de su inconexión respecto de la
jerarquía del prestigio de la intelectualidad crítica. Este es un tema que
sopesa las potencialidades del movimiento social.
Las
transformaciones organizacionales no sólo se dieron en las ciudades sino
también en el campo, en el área rural. Esta modificación en la forma de gestión
social se hizo sentir en el Altiplano norte. Warisata, Sorata, Ilabaya, fueron
los escenarios comunales de los dramáticos acontecimientos de septiembre, pero
también fueron los escenarios de la emergencia de las relaciones horizontales
en las gestiones de la representación social y la toma de decisiones. Fueron
tres las convocatorias a bloqueos de caminos por parte de la CSUTCB; los
comunarios sólo acudieron a la tercera convocatoria. La tercera convocatoria
fue gestada por mallkus y mama t’allas, secretarios generales y esposas; es
decir, la convocatoria fue elaborada por las bases sindicales y comunitarias.
Mallkus y mama t’allas, secretarios generales y esposas acudieron a una huelga
de hambre en la Radio San Gabriel de la ciudad del Alto. Desde allí, micrófono
en mano, mantuvieron un contacto estrecho con sus comunidades. El bloqueo
inmovilizó el transporte y detuvo a contingentes de turistas; particularmente
en Sorata se encontraba un conglomerado significativo de turistas extranjeros.
El gobierno presionado por las embajadas decidió acudir con una expedición de
rescate con fuerzas combinadas de la policía y el ejército. La expedición
punitiva dejó un saldo de seis muertos. Este fue el costo del rescate de los
sorprendidos turistas, atrapados en el vórtice del conflicto, anclados en su
circunstancial retención. Fueron la excusa de la violencia estatal desatada
contra los campesinos. La masacre de campesinos desató una ola de protestas y
la expansión irreversible de los bloqueos. Fue el aguijón que desencadenó la
fuerza acumulada en la más populosa urbe del país, fuerza acumulada en una
larga historia de luchas en la ciudad de El Alto. La confraternidad entre la
ciudad del Alto y las comunidades campesinas no es un dato reciente. La ciudad
de El Alto está conformada demográficamente mayoritariamente por aymaras,
migrantes en distintos niveles generacionales. Aunque la mayoría de la
población urbana ha nacido en la dinámica urbe, la memoria migratoria es
fresca. Sin embargo, no siempre las relaciones entre esta ciudad y el campo han
sido armónicas; están atravesadas también por contradicciones derivadas de los
procesos urbanos, aunque ciertamente endémicos en una ciudad olvidada; empero,
suficientemente diferenciadores como para demarcar nuevas identidades
colectivas. Los aymara urbanos no son ya campesinos, a pesar de sus viajes itinerantes,
de sus retornos a las festividades comunales, a pesar de que conlleven en sus
costumbres ciertos aires rurales, aunque siembren en sus patios y domestique
animales. El contexto urbano condiciona una transformación de las relaciones,
las estructuras y las praxis sociales. El lenguaje no es suficiente para
mantener la continuidad; el lenguaje, los usos del lenguaje, también se
modifican, su hibridación es más rápida, la mestización de la población urbana
se hace más pronunciada. La movilidad social, el desclasamiento y el
re-enclasamiento, se hacen patentes. Estos procesos lejos de empobrecer el
desarrollo y la actualización de las identidades, las enriquecen en su
exuberante variedad y en su abigarrada complejidad. Las jornadas de
septiembre-octubre no fueron únicamente la continuidad de los desplazamientos
del movimiento indígena, sino que los indígenas se incorporaron a luchas y
movimientos sociales de alcance nacional, irradiaron en estos movimientos con
sus propios contenidos y perfiles, pero también vivieron transformaciones que
implican estas expansiones. No se puede reducir lo acontecido en la ciudad de
El Alto a las circunstancias y al contorno de las reivindicaciones indígenas.
Va más allá, incorporando lo indígena como eje articulador a un amplio
movimiento social y a una lucha de liberación nacional, más rica en sus
connotaciones, más profunda en su memoria histórica, más expansiva en sus
alcances políticos, abierta a los distintos atravesamientos e influencias del
moviendo social y las luchas nacionales.
El Alto la
Ciudad que Contiene a la Nación
Cuando René
Zavaleta Mercado usa esta figura de continente, se refiere al proletariado
minero. El tropo es el siguiente: El proletariado minero, la clase que contiene
a la nación. El proletariado minero sería el continente, el contenido sería la
nación misma con toda su complejidad, la formación social abigarrada. ¿Qué
significa esta relación entre continente y contenido? ¿Cómo puede la nación ser
contenida en una clase social, más aún siendo ésta el proletariado minero? ¿Es
que el proletariado contiene a la nación en su memoria? ¿O se trata, mas bien,
de la experiencia que tiene la clase? En sentido dialéctico se podría decir que
el proletariado es la síntesis de la nación, en tanto formación social
compleja, condicionada por el modo de producción capitalista. El proletariado
minero sintetiza la historia del capitalismo en Bolivia, la explotación minera
articulada a las otras formas de explotación, no sólo la de los trabajadores
mineros, ex-mitayos, indígenas, mestizos fuerza de trabajo conformada por la
separación de estos campesinos, estos artesanos, estos seres humanos de las
relaciones de producción no capitalistas. La explotación minera se encuentra
articulada a las formas de explotación rurales, haciendas, empresas, circuíos
mercantiles simples, a diversa formas de subsunción formal del trabajo al
capital. La explotación minera se encuentra articulada a las pervivientes
formas de explotación coloniales. Por lo tanto el proletariado minero resume en
su cuerpo social, en su memoria colectiva, en su experiencia de lucha, en su
intelecto general, las múltiples memorias, las múltiples experiencias, los
múltiples saberes. Hace de síntesis de todos estos recorridos, de todas estas
formas históricas atravesadas por las relaciones capitalistas. Hace también de
centralidad política en tanto y en cuanto se convierte en el motor de las
luchas sociales. Hay un entorno del proletariado minero directamente afectado
por sus costumbres sindicales, se trata del entorno inmediato a la clase, es
decir, el conjunto de la población allegada al proletariado, el agregado de los
familiares. Hay también otros entornos indirectamente afectados por la
centralidad minera, esos entornos tienen que ver con las otras clases sociales
populares.
Ahora bien
cuando se usa esta figura de continente para el caso de la ciudad del Alto, las
connotaciones no tienen que ser necesariamente las mismas, a pesar de las
analogías. Cuando se dice El Alto es la ciudad que contiene a la nación, se
hace referencia a una ciudad y no a una clase, a pesar de que El Alto puede
acercarse a ser una ciudad proletaria. En este caso está más claro que una
ciudad es más literalmente un continente; contiene a la urbe que contiene a la
población de ciudadanos que habitan en ella. A la ciudad acuden distintos
flujos migratorios de toda la nación; en el caso de El Alto particularmente del
Altiplano. Si bien este puede ser uno de los significados de la ciudad que
contiene a la nación, no es ciertamente el único ni tampoco el más importante.
Cuando se dice contiene a la nación se lo hace en el sentido fuerte del tropo,
en el sentido histórico y político. Es como decir que la historia de Bolivia se
condensa en esta ciudad, la demanda política de los movimientos sociales se
condensa en esta ciudad. El conjunto de los movimientos sociales desatados,
desde abril del 2000 hasta octubre del 2003, de alguna manera confluyen y son
recogidos por las organizaciones sociales de esta populosa ciudad en un momento
de desprendimiento y de vivencias intensas. Esto ocurre cuando la ciudad de El
Alto apuesta a su gasto heroico, cuando se sacrifica y entrega sus muertos a
los dioses de la historia en la Guerra del Agua. Entonces se puede decir que El
alto contiene a la nación de modo sacrificial, pero también de una forma
volitiva, además de hacer causa de una demanda nacional, la recuperación de los
hidrocarburos, la recuperación de los recursos naturales, la recuperación de la
soberanía; lo hace como memoria histórica y conciencia trágica.
René Zavaleta
Mercado dice que en noviembre de 1979 se rompe definitivamente con el pacto
militar campesino y las masas se liberan de la ideología del nacionalismo
revolucionario. Los sindicatos campesinos kataristas rompieron con la
Confederación de Campesinos de Bolivia oficialista, tomaron las oficinas de la
Confederación campesina, que se encontraban en el Ministerio de Asuntos
Campesinos (MACA), como para certificar patentemente su vínculo clientelista
con el gobierno. La incorporación de Confederación Única de Campesinos Tupac
Katari de Bolivia a la Central Obrera Boliviana dibuja un nuevo mapa de fuerzas
en un modificado campo político. La nueva disponibilidad social, obreros y
campesinos, define el perfil de la multitud, la que termina atravesando los
límites del nacionalismo revolucionario, dejando este ideologuema en la penuria
de sus propias incompatibilidades. Sin embargo, esta ruptura institucional del
pacto militar campesino fue producto de una acumulación y de una ruptura
efectiva anterior. El vínculo clientelista del pacto se rompió efectivamente en
1974, cuando la dictadura militar del General Banzer Suárez respondió a la
demanda campesina con la masacre del valle. La masacre del valle mostró la
auténtica cara del pacto militar campesino, la represión quebró con el pacto
prebendal entre militares y campesinos. El gobierno de facto mandó tropas y
tanques a Episana, Tolata y otras comunidades del valle. El epicentro de la
rebelión campesina fue el valle de Cochabamba, pero en la medida que se
expandía llegó incluso a propagarse la onda de la protesta hasta el Altiplano.
La carretera a Oruro fue bloqueada a la altura de Lahuachaca. Hasta allí
también alcanzó su brazo de hierro la represión. Persecución y muerte
inscribieron un entramado dramático en la memoria de estas tierras, por donde
paso el pacto militar campesino, dejando su huella sangrienta en el recorrido.
Lo que vino después de noviembre de 1979, en lo que respecta a los movimientos
sociales, los substratos de los imaginarios colectivos inherentes a estos
movimientos, las ideologías concurrentes, las prácticas discursivas y los
diseños políticos concomitantes a los movimientos, trascendió el ideologuema
del nacionalismo revolucionario. Hasta 1982 las masas acompañaron a la Unión Democrática
y Popular (UDP), expresión todavía anclada al nacionalismo revolucionario, con
desgarradoras contradicciones y grandes dubitaciones, comprensibles en un
frente de masas compuesto por distintas fuerzas sociales, diferentes corrientes
ideológicas, encontradas latencias políticas, que guardaban para sí dicotómicas
expectativas. Kataristas, movimientistas de izquierda, marxistas y
sindicalistas se agolparon en el frente popular, persiguiendo distintos fines.
Se puede decir que el ciclo del nacionalismo revolucionario se cerró en este
dramático periodo que conjugó elecciones truncadas, interregnos democráticos,
intercaladas por dictaduras militares, para finalizar con el gobierno popular
pedido en el laberinto de su turbulencia. El ciclo del nacionalismo
revolucionario dura menos de medio siglo, en el transcurso de la curvatura
accidentada del tiempo social, que es la memoria colectiva, concavidad
irreducible de la historia. Se podría decir que el ciclo ideológico del
nacionalismo revolucionario comienza en la década de los cuarenta, compartiendo
el recuerdo doloroso de la Guerra del Chaco, cuando se comenzó a inscribir en
la conciencia social el discurso del nacionalismo revolucionario, pero también
el conjunto de creencias que lo acompañan. Perdura hasta 1984, cuando se
interrumpe abruptamente la gestión del gobierno de Hernán Siles Suazo, obligado
a renunciar por un chantajista Congreso de mayoría opositora, afligido por el
embrollo económico al que llevó al país la hiperinflación, exigido por las demandas
del movimiento obrero que quería ver materializadas sus expectativas en el
frente popular.
La derrota
popular deja un vacío político, que es llenado por las pretensiones exacerbadas
del neoliberalismo; discurso con ínfulas técnicas, seducido por los pronósticos
apocalípticos del fin de la historia y la muerte de las ideologías; empero,
circunscrito en la práctica a una labor de cajero esmerado, limitado a los
contornos de una pericia monetaria, relativa a las diligencias de una ortodoxia
administrativa. El neoliberalismo ingresa al gobierno en 1985, como se dice
vulgarmente, pateando puertas. Su arrogancia desbordaba en los púlpitos, que
uso como cajas de resonancia, por los medios de comunicación de masa, que usó
como instrumentos de marketing y espacios de publicidad política. Alardeaba
ante un perplejo y atónito entramado social, que no terminaba de comprender su
propia derrota. Sin embargo, esta petulancia liberal contrasta con su
vertiginoso paso por el gobierno, sólo llegó a durar una década y media.
Terminó expulsado por la multitud proliferante, que lo había visto ascender
estupefacta, y ahora se vengaba de aquella derrota; pero, en un escenario
político completamente distinto. Las heridas cicatrizaron, la conmovedora
experiencia política tuvo efectos acumulativos y se terminó convirtiendo en
memoria del presente. El 2003 emergió la gramática de la multitud de las
profundidades de la geología de la formación social abigarrada, emergieron las
formas organizativas de la multitud, las prácticas asambleístas de la multitud,
definiendo no sólo un nuevo mapa político, sino nuevo espacio de
relacionamientos sociales. El control social, la fuerzas de las bases, la
intelección del intelecto general, la democracia de la multitud, son las
figuras puestas en escena.
Falta responder
a las preguntas sobre las formas de acumulación de los movimientos sociales
desatados en Bolivia el 2000 y que se extienden hasta octubre del 2003. Este es
un tema de análisis más que de descripción, en este sentido es menester su traslado
a los enfoque teóricos. Aunque no busquemos, por el momento, una exposición
amplia de la relación entre memoria colectiva y praxis del movimiento social,
podemos optar por una exposición sucinta recurriendo a algunas hipótesis
alumbradoras del problema.
Hipótesis 1
Según Paolo
Virno, la memoria es recuerdo del presente [4] , de acuerdo a las tesis de
Walter Benjamín, el pasado hace valer su pretensión mesiánica en el presente
[5] . Es en el presente cuando se actualizan antiguas luchas, en el presente se
abre la herida extemporánea para reivindicar a las víctimas del pasado. Ambos
enfoques convierten al presente en el lugar privilegiado del acontecimiento; en
un caso, como el juego entre in-actualidad (potencia) y actualidad, en otro
caso como momento mesiánico. Retomando estos enfoques podemos proceder a
responder la pregunta sobre la acumulación de fuerzas en el movimiento social,
acumulación de fuerzas lograda en el ámbito del juego entre memoria y praxis.
El movimiento
social es acción (praxis), actualiza su potencia, se podría decir, despliega su
potencia, que es un todo no temporal de fuerzas, al hacerlo temporaliza las
fuerzas, las fragmenta, las dispersa en el espacio. El movimiento no realiza
toda su potencia, pues esta es infinita; si lo haría suprimiría su propia
potencia. La potencia es pues perduración. La memoria retiene el acto, difiere
el acto, invierte el acto y hace como si este viniera después de la memoria,
entonces todo aparece como si la acción recordara algo, pero en realidad se
trata de un recuerdo del presente. El movimiento social construye su memoria
para interpretar sus propias acciones. La construcción adquiere dos
tonalidades, una mesiánica, cuando reivindica a sus víctimas, otra política,
significando las actuales luchas mediante analogías con la utopía.
Los campesinos,
mineros, gremialistas, desocupados, estudiantes, vecinos, citadinos y distintos
sectores involucrados en el movimiento social boliviano del 2000 al 2003, han
acumulado sus fuerzas, que es lo mismo que decir que han valorizado su propia
experiencia, apoyados en la construcción de una memoria mesiánica (katarista) y
política (marxista), dando un significado histórico a sus acciones en el
momento presente. Estos estratos sociales son la multitud desbordante, el
intelecto general autonomizado, los saberes colectivos sublevados contra la
globalización, el capitalismo y el colonialismo. La multitud de múltiples
rostros, pero también de múltiples acciones, de múltiples vivencias y de una
enorme geografía bullente de localismos intensos. La multitud hace confluir sus
heterogéneas acciones hacia la efectuación del acontecimiento, hacia un
presente convergente, que carga con todo el peso de estas acciones, con todo la
gravitación del conglomerado de voluntades y de fines perseguidos. Potencia y
acto dan lugar al momento histórico. La potencia hace de condición de
posibilidad del acto y el acto efectúa la potencia. La potencia es el pasado
inactual que acompaña constantemente al ahora, esta concomitancia es entendida
como momento histórico. El momento recupera el pasado potencial, también los
pasados empíricos, otros ahora dados; su acontecer adquiere significación
histórica por cuanto el presente se sostiene sobre esta densidad. El momento
histórico es bidireccional, avanza y retrocede. Es como decir, todo avance es
retrospectivo y toda regresión es un devenir. Presente y futuro se asientan en
el pasado potencial, pero también en el pasado empírico. El pasado potencial al
ser infinito no se realiza plenamente, se realiza fragmentariamente, su
realización incompleta se halla en el pasado empírico; por eso, en el momento
histórico, se trata de completar lo incompleto, si se quiere, se trata de
realizar la utopía, se trata de rellenar los vacíos. Este rellenado es el
futuro. Se da pues una predisposición de la multitud a construir un futuro con
los recursos que le brinda el pasado, tanto en su sentido potencial como en su
sentido empírico. La acumulación de fuerzas, la fuerza de la memoria, no se da
sólo por sedimentación de la experiencia sino también debido a la simultaneidad
de potencia y acto, pasado potencial y praxis. Llamemos a esto concomitancia
diacrónica [6] . Un momento histórico rico en intensidades, como la relativa a
las jornadas de septiembre-octubre, no solamente contiene una gran
disponibilidad de fuerzas, es altamente convocativo, sino que dispone de la
contemporaneidad de lo no contemporáneo [7] , dispone de la simultaneidad de
acontecimientos pasados, vividos también con gran intensidad, que se hacen
presentes como reclamando completarse.
El gasto
Heroico
Las memorias de
la rebelión social
¿Cuáles son las
temporalidades que se conjugan en la actual movilización social, de octubre del
2003? La que vuelve a aparecer de manera nítida desde septiembre del 2000,
acompañada de los bloqueos de caminos y el sitio a las ciudades, es la memoria
larga de las rebeliones indígenas. En los sucesos de Warisata y Sorata esta
memoria de las antiguas luchas se hace presente, emerge con la fuerza de las
organizaciones sindicales, atravesadas en su composición por la transfiguración
orgánica del ayllu; actualiza las rebeliones del siglo XVIII, las actualiza
obviamente en un nuevo contexto histórico-político-cultural. Pero, la
temporalidad unificadora parece ser la devenida de una memoria más corta,
aquella que recoge la huella dejada por la guerra del Chaco en la subjetividad
de los bolivianos. La defensa del petróleo se ha convertido ahora en la defensa
del gas; la guerra del Chaco se ha transformado en la guerra del gas. Ciertamente
el enemigo no es el pila [8] , tampoco lo era en aquel entonces (1932); el
enemigo estaba en casa, el enemigo era la propia oligarquía encaramada en el
poder. La guerra del petróleo convirtió a bolivianos y paraguayos en enemigos;
esta enemistad duraría lo que duró la guerra. La guerra del petróleo entre los
grandes consorcios capitalistas se encuentra mediatizada por la guerra del
chaco entre dos países pobres de Sur América, Bolivia y Paraguay. Una guerra
por el monopolio de los recursos entre compañías petroleras, una
norteamericana, la Standard Oil, la otra inglesa, la Royal Duch Shell [9] . Se
tardo un tiempo en descubrir que el enemigo estaba en casa, la oligarquía.
Ahora, a más de setenta años de la conflagración bélica, hay nuevos enemigos,
uno de ellos es la nueva oligarquía y el otro es la red de las trasnacionales.
El enemigo es el gobierno que está al servicio de los intereses de las
trasnacionales. El enfrentamiento es entre el pueblo y el Estado, por lo menos
con la forma estatal constituida, con la forma de gobierno, con el proyecto de
gobernabilidad instaurado desde 1985, particularmente en lo que respecta a su
concreción política, el simulacro democrático. Llamemos a este teatro político
la supresión de la democracia, que corresponde a la supresión de la política,
es decir a la instauración de un orden policial [10] . En lo que corresponde a
Bolivia, hablamos de una combinación perversa entre una forma posdemocrática y
una forma predemocrática de suprimir la política. Sin embargo, a pesar de las
diferencias históricas y estructurales entre la guerra del petróleo y la guerra
del gas, hay analogías que son sintomáticas. Una de ellas tiene que ver con la
defensa del territorio y del preciado recurso natural; otra, que, tanto antes
como ahora, es una guerra en la que tiene que ver el capital financiero y
empresas trasnacionales; otra analogía digna de mencionarse tiene que ver con
el monopolio de las reservas, los recursos, la comercialización y la
industrialización, es decir con la dependencia. Tanto ahora como en aquel
entonces estamos ante una lucha a muerte, pues se trata de una lucha por la
existencia misma.
Quedándonos
sólo con el dibujo de estas dos temporalidades, de estas dos memorias
constitutivas, interesa interpretar el imaginario colectivo radical de las
movilizaciones. Dos identidades colectivas emergen con fuerza, la identidad
indígena y la identidad nacional. De ninguna manera estas identidades se
excluyan, como se ha pretendido en los discursos políticos del momento, discursos
formativos, organizativos, pero discursos inacabados, incompletos. Estos
discursos no expresan la totalidad del acontecimiento instituyente del
imaginario social. Corrigiendo este sesgo podemos lanzar una interpretación
alternativa:
Hay un
renacimiento de la conciencia nacional, una remembranza de esta conciencia
social en otro contexto, distinto al relativo a la guerra del Chaco y distinto
a lo acontecido en el horizonte de la revolución de 1952; sin embargo,
conciencia nacional, unificadora de los densos componentes de la sociedad.
Conciencia de defensa de los recursos naturales, conciencia que se constituye
en la polarización nación-antinación [11] . Hay ciertamente analogías con las
formaciones discursivas de la década de los cuarenta y de los cincuenta, pero
estas analogías se dan en contextos diferentes, lo que marca también las
diferencias entre la constitución de la conciencia nacional hoy y la de ayer.
Esta retoma de la conciencia se puede seguir a través de su propia genealogía.
Los abuelos combatieron en la guerra del Chaco, los padres participaron en la
revolución de 1952 o fueron milicianos del periodo desventurado de la
revolución. Actualmente los nietos, los hijos, se alzan de nuevo en contra la
moderna oligarquía. La convocatoria de la defensa del gas es integradora; la
nación busca renacer.
Asistimos a la
reconfiguración de la identidad indígena, a su recomposición vital, a su
despliegue y repliegue en la reconstitución de las subjetividades indias. Todo
esto viene acompañado por la recuperación de la lengua, la restitución de los
horizontes culturales, el recogimiento de las antiguas instituciones como
parámetros de comportamientos sociales, por proyectos políticos que se dibujan
en el horizonte de la soberanía de las y los indígenas. Esta reconstitución
indígena adquiere profundidad y expansividad cuando se logra movilizar a grande
sectores sociodemográficos distribuidos en la geografía política, concentrados
y dispersados, dependiendo de las estrategias espaciales. Esta constitución cala
hondo cuando la identidad es el motivo de la movilización y del reconocimiento.
Ambas
constituciones de subjetividades, de memorias colectivas, de identidades
sociales, no se contradicen, se conjugan, se complementan, llevando esta
combinación y entrecruzamiento a una reciprocidad potencial inauguradora de un
nuevo horizonte político. De alguna manera se puede resumir esto de modo
esquemático: Cuando se es indio se es más boliviano, cuando se es más boliviano
se es más indio. Estos juegos de identidad no excluyen a nadie, los mestizos,
los criollos. Al contrario, proponen los escenarios enriquecidos de las
acciones comunicativas, substrato de formación de consensos constituyentes. Un
indio es boliviano, como un mestizo o un criollo. Pero el criollo y el mestizo
tienen la alternativa, la oportunidad, de ser indios. No llamemos por ahora, a
este campo de posibilidades interculturalidad, pues esta palabra está afectada
por los usos gubernamentales y por lo tanto desprovista de toda la riqueza de
connotaciones hermenéuticas. Hablemos llanamente de una comunicación irradiante
que compromete la diferencia entre horizontes histórico-culturales, hablemos de
fusión de horizontes. Hay comunicación entre horizontes histórico-culturales a
partir de lenguajes diferentes, valores diferentes, símbolos y significaciones
distintas, cuando hacemos circular estos lenguajes, estos valores, estos
símbolos y estas significaciones. Cuando reconocemos su fuerza conmutativa, su
potencia hermenéutica, su intercambio posible. Hablando francamente, hay
comunicación cuando no hay discriminación. La comunicación sólo es posible por
medio de una descolonización radical.
Esta
interpretación puede servir para aproximarnos a una exégesis de la compleja
realidad social y política, afectada por los movimientos sociales. Esta
interpretación puede permitir pensar una matriz de conexiones diversas, de
diferentes composiciones, una matriz móvil de espacios de dispersión. Lo
indígena se abre a su propio acontecimiento diferido en el tiempo y en el espacio
de dispersión de constituciones subjetivas, imaginarios sociales,
significaciones colectivas y prácticas discursivas. En este horizonte
comprendemos los espacios constitutivos y de dispersión aymara, quischwa,
guarani, tacana, moxeño, espacios de dispersión que comprenden comunidades
asentadas en el Altiplano, la cordillera, las zonas lacustres, los valles, las
caídas subtropicales de la cordillera, los montes, los llanos, el Chaco, las
zonas de afluentes de los ríos, las cuencas y lo recorridos acuáticos
amazónicos. Comprenden también ciudades intermedias y ciudades capitales, en
este sentido comprenden espacios de dispersión y concentración urbanas. Estas
condicionantes espaciales, territoriales, rurales y urbanas, hablan de
distintos escenarios donde se constituyen las subjetividades en los contextos
de las redes de relaciones sociales y estructuras institucionales. En otras
palabras se producen mezclas y mestizajes indígenas. La actualización de la
identidad es un viaje [12] , el recorrido de la identidad cultural es nómada.
Obviamente, este panorama sociocultural se complica aún más cuando relacionamos
esta matriz indígena con la matriz mestiza y criolla. Hablamos de un mestizaje
superpuesto a los mestizajes indígenas [13] , un mestizaje compuesto a partir
de la vertiente española y la vertiente indígena. Sin embargo, no se puede
olvidar de ninguna manera el mestizaje entre la vertiente europea y la
vertiente africana; el mestizaje afroamericano es extenso y variado en América
Latina y el Caribe. Se llamó criollo al descendiente europeo ibérico en el
continente de las indias, ahora, después de varias migraciones a América, la
dispersión criolla es más abierta. Tal parece que lo que más se ha extendido y
proliferado son los mestizajes en toda la geografía social del continente. En
este sentido podemos hablar de un espacio de dispersión de los mestizajes.
En Bolivia la
genealogía sociocultural tiene su propia densidad, sobre todo debido a la
condensación de la vertiente indígena aymara y quischwa. Bolivia es desde 1825
una delimitación geográfica política moderna, delimitación constituida bajo el
estatuto de república; este recorte geográfico correspondió en tiempos del
incanato al Collasuyo, parte del Tawantinsuyu [14] ; este espacio sociocultural
terminó administrada por dos virreinatos, primero el del Perú y luego el de la
Plata; este espacio estuvo circunscrito jurídicamente a la llamada Audiencia de
Charcas, que fungió por ser una administración especial del interior de los
virreinatos, de una región rica en minerales, en poblaciones indígenas y
extensos llanos. Las mezclas, los mestizajes, los espacios de dispersión, la
constitución de subjetividades, se dieron en esta república sobre la base de la
vertiente indígena y la vertiente criollo-mestiza española.
La Quimera
Estatal
¿Cuáles son las
condiciones de posibilidad histórica de un nacimiento político? ¿Es suficiente
el concurso de las voluntades? ¿Basta el síntoma de las movilizaciones
sociales? ¿Se puede certificar la clausura de un régimen por el agotamiento de
un modelo económico? ¿Qué del modelo político? ¿Cuáles son los datos del
agotamiento? Obviamente las preguntas no quedan aquí, pues pueden seguir y
ahondar el cuestionamiento. Por ejemplo, se pueden plantear preguntas que
comprenden los ciclos largos, ¿del capitalismo o mas bien del colonialismo? ¿El
retorno manifiesto de los movimientos indígenas, que conllevan nuevas
características, propias de las contradicciones sociales y políticas
contemporáneas, son la señal de una nueva lucha anticolonial, ciertamente en
sus nuevas versiones, el neocolonialismo, las formas cambiantes del
colonialismo interno? ¿O, mas bien, la unificación de los movimientos en torno
a la defensa de los recursos naturales, prioritariamente los hidrocarburíferos,
particularmente el gas, son un síntoma de una nueva forma del renacimiento de
la conciencia nacional? Sin dejar de desprender más preguntas, vale la pena
detenerse un rato, para hurgar reflexivamente los dos grupos de preguntas.
Nombremos al primer grupo de preguntas como las relativas a la crisis múltiple
que agobia al Estado y a la República, llamemos al segundo grupo de preguntas
como las referidas a la genealogía histórica de las dominaciones. Para
responder a las preguntas debemos caracterizar la crisis envolvente que asola
el panorama social, político y económico del país. Para responder al segundo
grupo de preguntas debemos teorizar sobre la genealogía colonial y la historia
efectiva de la nación o de las naciones, si se quiere. Son estas dos tareas las
que vamos a retomar con la urgencia del caso.
Los confines de
la crisis
Se dice que la
actual crisis económica tiene sus comienzos durante la década de los setenta,
tiene que ver con el agotamiento de un modelo capitalista, el relativo al ciclo
del capitalismo norteamericano. Esta crisis repercute en la periferia con
cierto diferimiento diferencial, dependiendo de las regiones y las economías
nacionales, esto sobre todo en relación a su particular articulación con el
mercado mundial. Esta crisis económica deriva en crisis política en la medida
que las instituciones, los Estados, los proyectos político-culturales, asumen
las consecuencias de la crisis de uno u otro modo, dependiendo de las
estrategias discursivas que se desprenden. La crisis del petróleo va a marcar
un hito en el enfrentamiento entre lo que llamaremos, a modo de simplificar la
discusión, centro y periferia del modo de producción capitalista. Los países
árabes ricos en petróleo, las organizaciones que aglutinan la administración
del oro negro, deciden retener el excedente en sus manos, por lo menos por un
momento, y deciden subir los precios del petróleo. Esto ocasiona un marasmo
económico en el centro hegemónico del capitalismo. Los países centrales deciden
ahorrar energía, hacer grandes esfuerzos por lograr este ahorro. Los países
petroleros se benefician rápidamente con la situación, atrayendo grandes sumas
de dinero, debido a la ganancia de la diferencial de los precios del
hidrocarburo. Una pregunta inmediata al respecto, ¿este dinero se convierte en
capital? La administración jerárquica de esta riqueza súbita opta por una
estrategia de inversión en la industria y el mundo del negocio de los países
centrales, más que una estrategia de inversión en sus propias economías. Los
países petroleros están lejos de haberse convertido en países industriales. La
estrategia de los países centrales va a ser distinta, van a buscar transferir
el desbalance que producen la subida de los precios de las materias primas
hacia los países periféricos, países no industriales, subiendo a su vez la
valorización de su tecnología, ensanchando la brecha del intercambio desigual,
consolidando la abismal diferencia jerárquica en los términos de intercambio.
El intercambio desigual entre materias primas y productos industriales vuelve
al escenario bajo los parámetros de las nuevas condiciones, cada vez más
injustas. Desde entonces a la fecha el boquete tecnológico se ha vuelto
abismal. La subida de los precios del petróleo, que viene acompañada por la
relativa subida de los precios de las materias primas, situación, que en
principio, beneficia a las arcas de las economías nacionales periféricas, sobre
todo de los países árabes, termina convirtiéndose en un boomerang. Los países
centrales, industrializados y de concentración de capitales, no tardan en
recuperarse de la situación crítica en la que se ven sometidos en un principio
de la crisis del petróleo, recuperan rápidamente el control de la
circunstancias, retomando el mando de la economía del mundo. La dependencia va
tomar nuevas formas, quizás más virulentas, en unos casos, más sofisticadas en
otros. Una prueba palpable del ejercicio de la hegemonía mundial, de los
efectos de poder, en el marco de la dominación global desplegada, es el papel
de guardián imperial desempeñado por parte de uno de los países centrales,
vencedores de la guerra fría. Se trata de los Estados Unidos de Norte América,
que se ha convertido en la híper-potencia que monopoliza la violencia global,
que hace de centro gravitatorio y de centro tecnológico-mediático-político-militar
en el contexto del nuevo orden mundial. Esta exacerbada configuración imperial,
que expresa su poder global de manera desmesurada, ha convertido al mundo en
objeto de un panoptismo universal. Con esto se habría pasado de los diagramas
disciplinarios de la modernidad a los diagramas de control de la
postmodernidad. El imperio ya cuenta en su haber con una larga cadena de
guerras preventivas, que fungen de intervenciones policiales, pero que en la
práctica inhabilitan las soberanías nacionales y suspenden el derecho
internacional.
Durante la
década de los setenta, Bolivia se vió beneficiada por la subida de los precios
de las materias primas. Esta situación apreciable desde un punto de vista
económico fue, como quien dice, despilfarrada por la dictadura militar de
entonces, la del General Banzer. Estos ingresos fueron la base para acrecentar
raudamente los montos de la deuda externa, por otra parte se hicieron grandes
transferencias del excedente por concepto de préstamo al demandante
empresariado del oriente boliviano, particularmente el cruceño. El discurso
parecía a primera vista convincente, invertir en la diversificación de la
industria y de las exportaciones. Ganaderos, agroindustriales, azucareros,
industriales se hicieron grandes prestamos, que nunca devolvieron al fisco. La
verdad es que la mayor parte de esos préstamos no se invirtieron en el
desarrollo económico sino sirvieron para circular en las redes especulativas
del capital financiero. Los préstamos se extranjerizaron. Las grandes empresas
estatales, como COMIBOL y YPFB se vieron afectadas, al convertirse en entidades
que transferían su excedente y no ser consideradas sujetos de reinversión. No
hubo ni prospección geológica significativa, tampoco recomposición tecnológica,
ni mucho menos puede verse, de ninguna manera, el fenómeno económico ligado a
la acumulación ampliada de capital. Bolivia no dejaba de ser una economía de
enclave, un campamento capitalista destinado a transferir su excedente a los
centros de acumulación ampliada de capital.
Podemos decir
que las repercusiones de la crisis cíclica del capitalismo, que tiene su
nacimiento durante la década de los setenta, adquiere sus particulares formas
locales en las estrechas dimensiones de las economías nacionales
latinoamericanas. La crisis se comenzó a gestar en esa década paradójica, de
ilusoria bonanza perentoria, pero también de despilfarro por parte de
dictaduras militares, que accedieron a montos importantes de los ingresos
provenientes de las exportaciones de las materias primas. Desviaron esos
recursos dinerarios a un uso, como dicen los economistas, no productivo, mas
bien, suntuario, desviaron los recursos de acuerdo a la lógica de las redes de
relaciones clientelistas.
Por lo tanto
habría que considerar ciclos socioeconómicos y económico-políticos más largos
para poderse explicar la crisis múltiple que atraviesa Bolivia, en el contexto
de crisis regionales, continentales y mundiales. La crisis económica del
capitalismo a nivel mundial comienza en la década de los setenta, esta crisis
corresponde al ciclo del capitalismo norteamericano, expansivo y
territorialista, ciclo que comienza con la decadencia del ciclo inglés, a fines
del siglo XIX y principios del siglo XX. En Bolivia esta crisis no se nota de manera
directa, es mas bien diferida. Lo primero que se vive son los beneficios
circunstanciales de la subida del precio de las materias primas. La crisis va a
hacerse sentir en Bolivia y en los países periféricos cuando bajen los precios
de las materias primas, particularmente de los recursos no hidrocarburíferos,
de los recursos minerales. La dependencia económica es particularmente notoria
respecto a la explotación, refinamiento, fundición y comercialización del
estaño. Las consecuencias sociales de esta crisis tendrán su resonancia más
tarde, repercusiones que quizás aparecen como síntomas preocupantes durante la
década de los ochenta; se agravan con la aplicación de medidas neoliberales,
políticas de shock, ajuste estructural, reformas estructurales. Con la
privatización de las empresas estatales y con la virtualización de la economía
nacional, medidas que traen a colación una perdurable recesión económica,
termina agravándose la crisis social. Esto se puede observar empíricamente en
el ascenso galopante del desempleo y el subempleo, la terceriarización de la
economía, la profundización y expansión de la pauperización de las clases
subalternas, además de constatar estos fenómenos en el deterioro de las
condiciones socidemográficas. Se podría ver el proceso de la siguiente manera:
El despliegue de la crisis económica desemboca en el ahondamiento de la crisis
social, ambas crisis hacen estallar la crisis política, crisis que, de todas
maneras, se encontraba más o menos latente, más o menos manifiesta. No se vea
esto como que una crisis ocasiona a la otra, sino que las tres crisis se
empujan, se entrecruzan, dibujando en el presente el panorama de una crisis
múltiple.
Genealogía de
las dominaciones
La conquista no
se dio de un golpe, fue mas bien un proceso, desde el avistamiento de la
primera isla en el Caribe a la vuelta marítima al nuevo continente y posterior
circunnavegación del planeta, pasando por el estrecho que llevará el nombre de
Magallanes llegando a Filipinas y de ahí después a España (1492-1522), de la
conquista emprendida por Hernán Cortés en el Yucatán a la conquista de Diego de
Almagro y Francisco Pizarro en el Perú, de la conquista de Tenochtitlán a la
conquista del Cuzco. En el transcurso de poco menos de medio siglo cambia la
faz de la tierra y el horizonte histórico cultural del mundo. Hasta se podría
decir que la conquista continuo a lo largo de los distintos periodos
coloniales. Incluso más, derivó en guerras de reconquistas por parte de las
repúblicas criollas, aunque estas se hayan dado en el contexto de sus
particularidades locales. Este diferimiento colonial concurre de una manera
diferencial en el caso de los países con preponderante población indígena o con
una densidad demográfica indígena significativa. Concurre de manera completamente
diferente en los países donde la guerra contra los indios se lleva
prácticamente hasta su extinción. En el primer caso podemos citar países como
Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala, incluyendo a México donde el mestizaje
adquiere connotaciones históricas en el perfil barroco de su población. En el
segundo caso aparecen países como los Estados Unidos de Norte América,
Argentina, Chile y Uruguay. Quizás deba incluirse en este caso, teniendo en
cuenta las respectivas significativas disparidades, dando lugar por lo tanto a
cualitativas distinciones, a países donde el mestizaje proviene de la
hibridación afroamericana. Después del impacto demográfico negativo de la
conquista y la colonia en los originarios, ocasionado el daño, en términos de
la extinción de las poblaciones nativas, en estos países se sustituye esta
falta por la incorporación sustantiva de las poblaciones africanas, traídas a
América por la violencia del comercio de esclavos en el proceso de la
acumulación originaria de capital. Este es el caso de las islas del Caribe, de
parte de Centroamérica, de la parte norte de Suramérica y particularmente del
Brasil.
En Bolivia, la
genealogía de las dominaciones tiene sus procedencias en el diferido proceso de
conquista, proceso desplegado tanto en las llamadas tierras altas del
Altiplano, la cordillera y los valles, como en las llamadas tierras bajas de la
Amazonia y el Chaco. En unos casos prepondera el estilo militar de la conquista
y en los otros se realiza por medio de los procedimientos de conquista espiritual.
Este es el caso peculiar de la colonización religiosa desarrollada en toda la
geografía ocupada por las misiones. Sin embargo, no se puede obviar, que la
combinación entre avanzadas militares y religiosas siempre se da, aunque
conservando sus particularidades locales. La procedencia de las dominaciones es
reiterativa en contextos mas bien locales, en las sucesivas reconquistas
criollas en tierras indígenas. Este es el caso de la reimplantación del
“tributo indígenal” al comienzo de la vida republicana. Aunque es patente y
dramático el uso de la expropiación de tierras comunitarias, desde la Ley de
Exvinculación, bajo el gobierno de Melgarejo. De 1871 hasta 1900 se desata una
guerra indígena contra las formas administrativas de estas renovadas expoliaciones
de tierras, que ni siquiera respetaron el pacto colonial [15] . Aunque parezca
paradójico, el periodo liberal (1900-1952) se caracteriza por la legitimación
de este procedimiento de reconquista colonial.
La Reforma
Agraria de 1953 devuelve la tierra a los indígenas, pero lo hace bajo los
marcos de la propiedad privada familiar. No se respetan las 3000 comunidades
que todavía subsistían, sobrevivientes de esta diferida guerra de reconquista.
Un nuevo mapa de fuerzas dispone los diagramas de poder en el contexto
histórico definido por la Revolución Nacional de 1952. Las dominaciones ahora
pasan por el tamiz de la mestización cultural, la campesinización y la
proletarización. Un nuevo pacto sostendrá al régimen populista. La construcción
de lo nacional-popular es el telos del proyecto contenido en las prácticas
discursivas del nacionalismo revolucionario. Los sindicatos campesinos y
obreros, junto al aparatoso partido del Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR) formaran parte de este nuevo Estado, que derivara rápidamente en un
gigantesco Estado prebendal y en una compleja sociedad civil atravesada por las
redes de relaciones clientelistas. A la caída del régimen de una revolución que
terminó de rodillas en 1964 [16] , el pacto entre el Estado nacional y los
sindicatos campesinos será convertido grotescamente en el pacto militar
campesino. El artífice de este pacto de pacotilla es nada menos que un títere
del Pentágono y del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte
América, el General René Barrientos Ortuño. Durante el periodo de los gobiernos
de dictadura militar el engranaje de las dominaciones pasa de la mediación
estatal a las mediaciones intervencionistas del imperialismo norteamericano.
¿Un anticipado paso a la globalización? Se puede aceptar esta hipótesis
interpretativa si es que se lee retrospectivamente este periodo de gobiernos de
facto (1964-1982).
Con la derrota
del frente popular, la UDP, se culmina con un modelo de acumulación estatal
(1952-1985), que puede ser entendido como un modelo de transferencia de
capital, en el contexto de las políticas desarrollistas o de sustitución de
importaciones. En 1985 se ingresa al llamado periodo neoliberal, que se va a
caracterizar por la incorporación traumática al proceso de globalización,
mediante políticas de shock, acompañado del escabroso proceso de privatización
de las empresas públicas, que en Bolivia adquirirán el equívoco nombre de
capitalizaciones. Bajo estas premisas políticas y económicas se desatan las
reformas estructurales, que pasan por redefinir el papel del Estado,
convirtiéndolo en un Estado regulador, que transfiere la administración de sus
recursos a las trasnacionales. Estas reformas vienen acompañadas por la
aplicación de políticas de descentralización locales, en las que los municipios
se convierten en los actores de gestiones locales, diseminadas y débiles, en un
mapa fracturado por las circunscripciones territoriales y míseros recursos de
la coparticipación para atender las demandas sociales acumuladas en la historia
reciente. La reforma educativa forma parte de estas reformas estructurales que
buscan supuestamente atender al carácter multicultural y plurilingüe de la
nación boliviana, empero terminan como instrumentos de legitimación de un
régimen que impone a un pueblo hambriento la transnacionalización de su
economía y la transferencia inusitada de sus recursos naturales. La reforma
jurídica y la reforma estatal no dejan de ser paliativos anacrónicos en el
contexto de destructivos procesos de privatización, que vienen rápidamente
acompañados por expansivas pauperizaciones de las clases sociales. En este
horizonte, el engranaje de las dominaciones pasa a formar parte del nuevo orden
mundial, del imperio, en la compulsiva virulencia del capitalismo
desterritorializado. Una consecuencia notoria de esta máquina abstracta de
poder resulta en la radical supeditación de los estados subalternos a las
formas efectivas de transnacionalización. Las resistencias sociales adquieren
sus nuevos perfiles en una proliferación de los enfrentamientos. Estas
contradicciones se pueden resumir en la configuración del antagonismo entre
imperio y multitud. Antagonismo que adquiere sus propias tonalidades diversas
en el ámbito variado de las formaciones sociales centrales y periféricas, entremezcladas
y barrocas, incorporando los singulares localismos a los violentos procesos de
globalización [17] .
La
Proliferación de los Conflictos
Desde el
miércoles 8 de octubre del 2003, asistimos a la proliferación de los conflictos
sociales. Asistimos al desenvolvimiento de la conflictividad a partir de
estallidos locales y sectoriales, cada uno con su pliego de demandas, aunque
todos coincidiendo con el compartido tema de la defensa del gas. Esta última
fase forma parte del ciclo de los movimientos sociales desatados en abril del
2000, cuando la guerra del agua termina expulsando a una trasnacional, que
pretende monopolizar el recurso vital y lograr ganancias comerciales de este
monopolio, cobrando precios exorbitantes por el consumo. Sin embargo, se
distingue de lo que ocurre con los movimientos sociales durante aproximadamente
tres años (2000-2002). Dos o tres epicentros organizacionales se convirtieron
en los núcleos gravitacionales del movimiento: Las siete federaciones
sindicales del Chapare, la Confederación Única de trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB), la Coordinadora del Agua. Las organizaciones tendían a la
síntesis simbólica de sus respectivos líderes: Evo Morales, Felipe Quispe y
Oscar Olivera. Los discursos de interpelación terminaban emitidos por estos
caudillos, particularmente los dos primeros. El debate con el gobierno, las
discusiones en las mesas de diálogos, también tenían escenarios mediatizados,
donde actores individualizados protagonizaban la pugna, los lideres asumían plenamente
su papel. En todo este periodo el papel de los individuos, de estos líderes
caudillos, jugó una función organizativa y atractiva. Pero, a partir de un
determinado momento, la concentración del liderato terminó inhibiendo la
espontaneidad de los movimientos sociales, terminó obstaculizando el
desenvolvimiento organizacional de las bases. Una contradicción latente entre
bases y dirigentes apareció más de una vez de modo explicito. Esto no sólo se
hizo evidente en las asambleas y en las decisiones tomadas desde abajo, sino
sobre todo en la crisis orgánica de los sindicatos y de los instrumentos
políticos. Esta crisis se hizo patente después de las elecciones (2002), cuando
un importante contingente de dirigentes indígenas, sindicales e izquierdistas ocupó
casi la mitad del parlamento nacional. El divorcio entre dirigentes y bases se
hizo patente. La lógica parlamentaria terminó absorbiendo la lógica del
movimiento social. Poco a poco se hizo sentir la censura de las bases a sus
dirigentes. Esta contradicción inherente a la organización de los movimientos
sociales no derivó en divisiones, salvo lo ocurrido con el Movimiento Indio
Pachacuti (MIP), sino que fue superada por el desborde de las bases sociales
sobre sus dirigencias, la proliferación de nuevos dirigentes salidos de las
bases, la expansión del conflicto a las ciudades, particularmente a la ciudad
de El Alto. Ahora no hay dos o tres epicentros, sino muchos, la multiplicación
del conflicto ha ganado fuerza y cobrado vida, la singularidad de lo local se
ha convertido en lectura especifica de las demandas concretas. Sin embargo, al
mismo tiempo, como desarrollando una dialéctica propia al dualismo entre
expansión y concentración, entre proliferación y unificación, los movimientos
sociales fragmentados encontraron su proceso de unificación desde las bases. La
consigna unificadora es la defensa del gas, el proceso unificador es la
construcción de un intelecto general, que se expresa como saber múltiple y
compartido del valor histórico de los recursos naturales. Usando un lenguaje
antiguo, diríamos que este intelecto colectivo, articulado a través de la
información alternativa, el rumor social, y las reuniones de formación, es el
renacimiento de la conciencia nacional, en las condiciones de posibilidad que
determina las composiciones de la multitud.
Los bloqueos
abarcan la zona de Yapacaní, sobre la carretera que va de Cochabamba a Santa
Cruz, pasando precisamente por esta población estratégica, donde se asientan
colonizadores, campesinos y grupos vinculados a los del movimiento de los sin
tierra. La ciudad de El Alto, desde la declaración del paro indefinido hasta el
viernes 17 de octubre del 2003, ha vivido una jornada sangrienta, sobre todo
durante el fatídico transcurso entre el sábado y el domingo del 11 al 12 de
octubre. La ciudad de La Paz vivió la repetición de la sangrienta jornada al
día siguiente, un lunes negro del que no se podrán olvidar los vecinos de
Apaña, Obejuyo, Chasquipampa, Cota Cota y los campesinos de las comunidades
aledañas, particularmente la comunidad de Uni. El paro alteño comenzó con una
gran concentración y marcha, cuando en la ciudad de La Paz, se anunciaban
variadas marchas sectoriales. Aunque La Paz esté acostumbrada a ser la sede del
conflicto social, por lo tanto de marchas, protestas y bloqueos, no sospechó al
amanecer del domingo que es lo que le esperaba vivir en dos días consecutivos
de enfrentamientos y muertes. La salida de las cisternas de gasolina de Senkata
y de los camiones de garrafas de gas, acompañadas por su protección militar,
sembró la muerte en su recorrido, habiendo dejado el sello de la muerte antes
de salir, con la militarización de la ciudad de El Alto. En la caprichosa
topografía de la hoyada paceña esas muertes llegaron como puñalada a la
sensibilidad de los barrios. La solidaridad con la ciudad de El Alto se hizo
sentir con anuncios de marchas sobre la zona sur. Estas marchas fueron
detenidas sangrientamente.
El bloqueo de
caminos del Altiplano norte continúa acompañada por la huelga de los mallkus y
mama t’allas en la radio San Gabriel. Este conflicto de los campesinos con el
Estado es arrastrado desde las últimas semanas de septiembre; ingresa a la
segunda semana de octubre sin visos de solución. El conflicto tomó nuevo rumbo
después de la intervención militar en Ilabaya, Warisata y Sorata, dejando como
recuerdo seis muertos y varios heridos. Después de la matanza en El Alto y en
La Paz, los muertos se aproximan a la centena y los heridos ya suman cerca de
quinientos. Este nuevo tramo del conflicto esta signado por el fantasma de la
guerra civil. Sin embargo, este fantasma no se ha hecho presente, no se ha
convertido en espectro, tampoco se ha encarnado; lo que sigue cobrando vida es
la reiterada forma expansiva del bloqueo y de las marchas. En este contexto
proliferante de los conflictos, los mineros anunciaron una marcha hacia la sede
de gobierno, marcha que partiría de Caracollo; bifurcación importante que
reparte la carretera principal del Altiplano a Oruro y a Cochabamba. Esta
marcha ya se lleva a cabo y es detenida en Patacamaya, donde la represión se
llevó tres muertos y varios heridos.
En el atardecer
del jueves, 16 de octubre del 2003, la ex defensora del Pueblo Ana María Romero
de Campero anunciaba la incorporación a una Huelga de Hambre de un grupo
destacado de intelectuales y personajes, de reconocimiento social, en la
iglesia de “los carmelitas”. En un comunicado los huelguistas expresan un
rotundo basta a las matanzas y piden la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada a
la presidencia de la república. La noche del mismo día otro piquete de huelga
se sumaba al mismo pedido en la iglesia de San Miguel, en el corazón mismo de
la zona sur. Al poco tiempo los piquetes de huelga llegan a ochenta y tres en
todo el país. Esta irradiación de la huelga recuerda a la huelga de hambre de
las mujeres mineras de 1978, huelga que creció rápidamente con la
cuantificación de los piquetes, huelga que derrotó a la dictadura del General
Banzer, dictadura militar que persistió siete años en el gobierno de facto. La
analogía entonces es sintomática, aunque hay que establecer las diferencias.
Ciertamente no es la huelga de hambre la que derrota al símbolo del régimen
neoliberal, al odiado “ gringo” , Gonzalo Sánchez de Lozada, sino es el
gigantesco movimiento social, que combina la participación de las juntas de
vecinos, de las organizaciones gremialistas y de los sindicatos coaligados en
la Central Obrera Regional (COR), composición de lucha a la que se suma la
valiosa participación de los mineros y de contingentes campesinos, que
marcharon durante días a la sede de gobierno.
La expansión y
desarrollo del conflicto social hacia las ciudades se hace sentir con el
desplazamiento de la geografía del conflicto y la agregación de significativos
representantes y sectores de las clases medias. Esta adición sintomática al
conflicto, la reciente incorporación de las clases medias al movimiento social,
es un dato que ya habla de una modificación cualitativa del conflicto, pues la
irradiación del movimiento social alcanza a las bases de legitimación del
régimen neoliberal. Con lo que se muestra que la crisis no sólo es orgánica,
además de contener la crisis de legitimación, sino que manifiesta patentemente
la insostenibilidad el gobierno. Este cambio del estado de cosas, esta modificación
en la situación del campo de fuerzas, no solamente nos hace ingresar a nuevos
escenarios sino que comienza a modificar el perfil mismo del movimiento social.
Perfil que no deja de ser popular, que no deja de ser plebeyo, que no deja su
raigambre indígena, llegando a comprometer a la populosa ciudad de El Alto,
dando una connotación urbana al movimiento. Sin embargo, la expansión del
conflicto, al afectar a sectores de las clases medias, es un indicador de la
irradiación de la hegemonía política popular e indígena a los estratos sociales
urbanos, que se acostumbraron a ser indiferentes o sostenedores de los
prejuicios en torno a la democracia representativa. Con esto se verifica la
crisis de valores de la democracia delegativa, llamando la atención sobre las
posibilidades de inventar una democracia de la multitud. El detonante de esta
irradiación e incorporación fue la indignación generalizada por las matanzas.
El atentado masivo contra la vida por parte de un desencadenado terrorismo de
Estado fracturó las certezas de una subjetividad media, acomodada y
acostumbrada a administrar dosis de indiferencia. La matanza, la
desvalorización grotesca de la vida, el racismo desvergonzado de las
ejecuciones, terminaron conmoviendo al ciudadano medio, despertarlo de su
evanescencia ilusoria, mostrándole sin miramientos el drama multitudinario de
la política, de la lucha de clases y de la pervivencia soterrada de las
estructuras coloniales. Estas matanzas se suman al haber sombrío del régimen
neoliberal, haber infaustamente acumulado; este fue el costo sangriento del
sostenimiento de un régimen antipopular. Se comprende entonces el consenso que
se forma en torno al pedido de renuncia del presidente, que cobra resonancia en
el ámbito de instituciones cívicas y profesionales. Todas estas modificaciones
del entramado del conflicto social mudan la estructura y la composición del
campo de fuerzas en las que se sostiene el mapa político. También adquiere otro
cariz la crisis en la coyuntura, que no solamente pone en el tapete los
problemas estructurales planteados por los movimientos sociales, sino también
se hace evidente la decadencia del armazón estatal.
Recorridos del
conflicto en la cronología política
El lunes, 13 de
octubre de 2003, un día después de la matanza de la Ciudad de El Alto, y a las
semanas de la masacre de Warisata, varias marchas se concentraron en la ciudad
de La Paz. Los bloqueos de caminos seguían en el Altiplano Norte y los yungas.
Para entonces ya se había iniciado bloqueos en el Chapare, también marchas y
concentraciones en otras ciudades de Bolivia. Como núcleo incandescente de este
horizonte insurreccional, desencadenado por el movimiento social, continuaba
ardiendo el paro indefinido en la ciudad de El Alto. En este contexto del
conflicto desatado se dio lugar al pronunciamiento contundente de la
Coordinadora de la Defensa del Gas. Pronunciamiento que gozaba de consenso.
Todos coincidieron en lo siguiente:
Renuncia de
Gonzalo Sánchez de Lozada a la presidencia de la República.
Derogación de
la Ley de Hidrocarburos.
Derogación de
la Ley privatizadora de la capitalización.
Reversión al
Estado de los recursos naturales, particularmente de los hidrocarburos,
entregados a las trasnacionales.
Desmilitarización
de la ciudad del Alto.
Detención inmediata
de la represión del pueblo movilizado.
Después de lo
ocurrido, de la espiral de muerte que remontaba la represión gubernamental,
estos planteamientos eran ineludibles, sobre todo aquel que tienen que ver con
los motivos fundamentales del conflicto social: Renuncia de Gonzalo Sánchez de
Lozada, derogación de la Ley de Hidrocarburos y reversión al Estado de las
reservas y recursos hidrocarburíferos. Sin embargo, a pesar de este consenso,
unas preguntas golpeaban las mentes, estas interrogantes se puede resumir del
modo siguiente: ¿Qué después de la renuncia a la presidencia? ¿Se acepta la
sucesión constitucional del mando? ¿Se forma un gobierno provisional
revolucionario? Dada la envergadura de la crisis resultaba claro que la
sucesión constitucional no era de ninguna manera la solución a la problemática
vivida como crisis estructural del régimen neoliberal y de la república
criolla. La solución no se encontraba en las dependencias de la
vicepresidencia, no se encontraba en el prebendal parlamento, tampoco en el
corrupto poder judicial, ninguna de estas instituciones era la instancia
adecuada que podía hacerse cargo de la solución de la crisis múltiple,
política, ideológica, económica, social y de valores. La expansión y la
profundidad alcanzada por la crisis múltiple hacen que ésta no pueda ser
resuelta con las mismas instituciones que forman parte de un Estado en crisis.
La crisis no puede ser resuelta en el contexto del mismo mapa político que
expresa la descripción cartográfica de las instituciones en crisis. La
Vicepresidencia, el Congreso y el poder judicial, es decir, los poderes del
Estado, como tampoco ninguna de las otras instituciones estatales son los
dispositivos adecuados para resolver la crisis estructural. Estos organismos no
reúnen los atributos morales, éticos y políticos para resolver la crisis, para
atacar los nudos problemáticos desde sus raíces, tampoco responden al crédito
social, todo lo contrario, se han ganado de parte de la opinión publica el
descrédito y la descalificación más grande. ¿Cuáles son entonces las
condiciones de posibilidad de la democracia, de una democracia en el sentido
pleno de la palabra, de una democracia que suspenda las dominaciones? Por los
problemas abordados, recogidos y planteados por los movimientos sociales, esa
condición política, esa condición histórica de transición, que sea a su vez la
reunión de las fuerzas sociales, parece ser un gobierno provisional
revolucionario.
El desenlace de
los acontecimientos empero derivó en la sustitución constitucional. Este
desenlace si bien no es la solución estructural a los problemas matriciales de
la crisis, en todo caso aparece como condición perentoria para una
pacificación, que puede ser momentánea o durar el periodo correspondiente a la
culminación de la gestión presidencial. La transición dada por la sucesión
constitucional puede ser aprovechada para abordar dos tareas prioritarias,
resolver el problema de la enajenación del gas y crear las condiciones para una
Asamblea Constituyente Revolucionaria.
Cuando llegamos
a este punto nos golpea de lleno una pregunta: ¿Se cumplen las condiciones de
posibilidad histórica para que se dé el gobierno provisional revolucionario?
¿Cuándo se da este momento histórico que podríamos llamar momento
revolucionario? Según Paolo Virno el momento histórico es el presente aferrado
a su genealogía, es el acto que realiza la potencia, el pasado potencial, del
modo más intenso que lo permiten las circunstancias, la situación actual, las
condiciones de una coyuntura especial. Podemos decir que esta coyuntura es el
momento de ruptura, de discontinuidad, de salto intempestivo, momento cuando la
densidad del pasado se hace presente para producir un cambio profundo. Llamemos
momento revolucionario al momento productivo en el que se cuenta con la mayor
disponibilidad posible de fuerzas sociales que cargan con la intencionalidad
del cambio. Ahora bien, esta disponibilidad de fuerzas supone un periodo de
crisis, de crisis del antiguo régimen, crisis de la estructura social
hegemónica, crisis del modo de producción vigente, crisis del diagrama de poder
dominante. Por lo tanto el momento revolucionario coincide con el derrumbe del
antiguo régimen y la emergencia radical de un nuevo campo de fuerzas. El
momento revolucionario conlleva la inmanencia de la potencia, del pasado
potencial, de la predisposición al placer, al cambio, es decir al futuro. Esta
predisposición es volitiva. Por eso el momento revolucionario es voluntad de
poder y juego del imaginario radical, de una apertura a la constitución liberadora
de sujetos sociales.
La gran
concentración popular
Múltiples
marchas que salieron de los barios confluyeron en una multitudinaria
concentración el día jueves, 16 de octubre de 2003. También las marchas de las
organizaciones sindicales, obreras y campesinas, confluyeron en esta enorme y
popular congregación en la Plaza de los Héroes o Plaza San Francisco. Pocas
veces se ha visto un acontecimiento numérico de monumental convocatoria, quizás
fue la UDP la que logro parecidas convocatorias, sobre todo antes de su ascenso
al poder. Empero, sin lugar a dudas, la espontánea asamblea popular de la Plaza
San Francisco del 16 de octubre supero a aquellas. Después de esta magnífica
concentración de la multitud, los acontecimientos se sucedieron raudamente hasta
la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada a la presidencia de la república. Por
otra parte se trató de una concentración que fue organizada desde abajo, a
partir de las múltiples organizaciones de base, a diferencia de las
convocatorias de la UDP, que se conformaron desde arriba, desde los aparatos
partidarios.
La fabulosa
concentración multitudinaria del jueves por la tarde definió el destino del
régimen. La Plaza de Armas fue rodeada por una envolvente masa social, que
recorría el entorno del palacio quemado. Los flujos de la multitud marchante
llegaba de todos los barrios, las avenidas y calles centrales se convirtieron
en ríos enriquecidos de conglomerados afluentes sociales. El alcance de la
concentración sobrepasaba los límites de la Plaza San Francisco, por el norte,
sur, este y oeste llegaban marchas barriales a la concentración, de la plaza
salían otras marchas para recorrer las principales avenidas que circundan el
centro de la ciudad. La concentración convocada por la Central Obrera Boliviana
(COB) fue organizada desde abaja, por cada junta de vecinos, por cada barrio,
por distintas organizaciones gremiales, por los sindicatos, por jóvenes,
estudiantes y universitarios. Este acontecimiento no sólo significó la
recuperación simbólica de la organización de los trabajadores, sino dibujo un
nuevo mapa de alianzas sociales, donde aparecen nuevas tácticas del movimiento
y una conciencia colectiva de la fuerza de la multitud. Esto quiere decir que
la sociedad no sólo mostró su capacidad de organización, ni solo la acumulación
expansiva de su convocatoria, sino además que es capaz de usar su fuerza para
tumbar un gobierno oprobioso.
Los 12 Días que
Conmovieron a Bolivia
Podría decirse
que en estos doce días, que se suceden desde el 8 al 19 de octubre del 2003, se
produce la configuración de un nuevo escenario, relativo a la incorporación de
las ciudades al conflicto social. Desde la declaratoria de paro indefinido por
parte de las organizaciones vivas de la ciudad de El Alto, particularmente la
Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE), la Central Obrera Regional (COR) y la
Federación de Trabajadores Gremiales, hasta las tonalidades concretas que
adquieren los desenlaces de la coyuntura, que tienen que ver con la
estructuración del nuevo gabinete, se suceden los eventos vertiginosamente,
cambiando raudamente el carácter del escenario político, de acuerdo al tiempo
social que emerge de las masas. La coyuntura es atravesada por el conflicto
social en las dos ciudades siamesas de La Paz y El Alto. Es posible que la
coyuntura no comience con el paro indefinido de la ciudad de El Alto sino mas
bien con el conflicto desatado por la masacre de Warisata, Ilabaya y Sorata,
sobre todo debido a las repercusiones movilizadoras de las resonancias de la
muerte de campesinos; sin embargo, podemos decir con certeza que la coyuntura
clausura su curva con la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada y la sucesión
constitucional. La coyuntura llega a un límite con los desenlaces políticos,
cruza este límite, llega al umbral, donde se dibujan nuevos escenarios, dando
lugar a un nuevo contexto del momento histórico. Las tonalidades del desenlace
tienen que ver con la formación del gabinete del gobierno en transición de
Carlos Mesa, por un lado, y el pronunciamiento de los sectores movilizados a
bajar la guardia, desbloquear, desmovilizarse, aunque manteniendo la
vigilancia, dando un plazo perentorio al gobierno a que cumpla con su promesa
inaugural y con los pliegos que se le presentan de parte de las organizaciones
sociales.
Como hemos
dicho, lo peculiar del conflicto social y político de la coyuntura que se
clausura es haber trasladado el epicentro del conflicto social del campo a las
ciudades. Todo este traslado, por lo menos coyuntural, modifica en parte la
geografía del conflicto social. Lo que inquieta es describir la singularidad de
estas variaciones, interpretar el significado político de estas modificaciones
y evaluar la perspectiva de las fuerzas encontradas. Esto adquiere un matiz
especial con la incorporación a la movilización de parte de significativos
sectores de las clases medias en el contexto de los movimientos sociales
desatados desde la guerra del agua (abril del 2000). Podríamos decir que desde
la caída de la Unión Democrática y Popular (UDP) las clases medias no habían
vuelto a incorporarse al movimiento social. Esto se puede constatar en un
indicatum peculiar, la práctica ausencia de las universidades en el conflicto
social, en las movilizaciones, y en el ambiente concurrente de la formación de
opinión. Después de casi veinte años de ausencia las clases medias se
reincorporan al movimiento social, esto ocurre sobre todo a partir de sectores
sensibles a los acontecimientos sociales y políticos, como son los
intelectuales, además de ciertas entidades de la sociedad civil, compenetradas
con el trabajo de los derechos y los estudios sectoriales. Las clases medias
recurrieron a la huelga de hambre para manifestar su indignación ante las
masacres, la elipse incontrolable de la violencia estatal, además de pedir la
renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada a la presidencia. No dejaron de optar por
otras formas de manifestación como la cadena humana y la medida plebeya de las
marchas. Esta incorporación de las clases medias al movimiento social no sólo
tiene que ver con la expansión e irradiación del movimiento popular,
particularmente indígena, sino con los efectos de poder del paro y la compacta
movilización de la Ciudad de El Alto, efectos que alcanzan con su resonancia a
la ciudad de La Paz, primero en los barrios periféricos, luego en los barrios
centrales, para pasar a los barrios residenciales. Efectos de poder que tienen
que ver con el quiebre de los márgenes de legitimación social del régimen
liberal. Todo esto sucede en un contexto de modificaciones de actitudes en las
bases mismas de las organizaciones sindicales; se produce lo que llamamos la
emergencia proliferante de los mandos medios. Esto significa por lo menos dos
cosas: La emergencia del control social y el desborde de las bases respecto a
los dirigentes nacionales. Emerge la multitud de mil rostros, a diferencia del
rostro público y caudillo del dirigente nacional. Aquí concurre, como se dice,
la recuperación de la democracia de asamblea, el resurgimiento del accionar de
la democracia directa, dejando de lado el monopolio de la palabra de los
dirigentes-caudillos. Estas modificaciones replantean y desdibujan el mapa del
conflicto social, para volver a configurar de nuevo la geografía del conflicto
nacional; este rediseño sobre todo tiene que ver con el esbozo de las alianzas,
en el contexto de la proliferación emergente del control de las bases y mandos
medios.
El miércoles 8
de octubre se declara el paro indefinido, el día jueves 9 llegan los mineros de
Oruro y se alojan en las instalaciones de la Universidad Pública de El Alto
(UPEA). Este día se producen dos bajas en el enfrentamiento con las fuerzas del
gobierno, caen el minero José Luis Atahuichi Ramos y el estudiante Ramiro
Vargas Astilla. El viernes 10 es patente la escasez de la gasolina en la ciudad
de La Paz. El sábado 11 se suceden nuevos enfrentamientos, mueren un niño y un
padre de familia. Durante el atardecer y en el transcurso de las primeras horas
de la noche se producen fuertes enfrentamientos por el sector de Río Seco.
Recomienza la espiral de la muerte. El día fatídico es el domingo 12 cuando se
producen los más duros enfrentamientos entre la población movilizada de El Alto
y las fuerzas combinadas del gobierno, las cuales custodian la caravana de
cisternas que sale de Senkata y llevan la preciada gasolina y el gas licuado a
la sitiada ciudad de La Paz. Esta caravana se convierte en la caravana de la
muerte, deja como saldo 26 muertos y un centenar de heridos. Después de
conocerse los alcances de la matanza, las ciudad de La Paz reacciona; primero, en
las laderas y toda la periferia de los barrios populares; para luego ir
comprometiendo a los barrios residenciales, como Miraflores, Sopocachi, también
Obrajes y Cota Cota. Cuando las dos ciudades se hallan comprometidas en la
vorágine del conflicto, el día martes 14 se conoce la muerte de dos mineros en
Patacamaya, como consecuencia de enfrentamientos con el ejército. El día
miércoles 15, cuando se hace patente la insostenibilidad del gobierno de
Sánchez de Lozada, cuando los acontecimientos han llegado muy lejos como para
volver atrás, se da lugar a una tardía reacción del gobierno. El presidente y
su ministro de desarrollo sostenible salen al frente ofreciendo referéndum
consultivo respecto a la venta del gas y la ley de hidrocarburos, empero
condicionando lo segundo a la participación de las trasnacionales. Este
ofrecimiento viene acompañado por un epilogo belicoso de parte del entonces
presidente de la republica, quien califica a los movilizados como anarco
sindicalistas y narcoterroristas. El día jueves 16 la protesta ya es nacional.
En Villamontes, Villazón y el Chaco, también en el Beni, se producen marchas de
protesta. Este mismo día se produce una multitudinaria concentración de
centenas de barrios de La Paz y El Alto, sumándose a las organizaciones
sindicales obreras y campesinas. Se dice que semejante concentración no se
había producido desde el ascenso de la UDP al poder. Esta concentración
fabulosa termina definiendo la correlación de fuerzas, por lo menos en lo que
respecta a la valoración política. El día viernes 17 ingresan por la zona sur
de la ciudad de La Paz marchas campesinas que se dirigen a las concentraciones
de la Plaza San Francisco. Al día siguiente, el día sábado 18, se suceden los
desenlaces. Quedaba claro que el gobierno derivaba dramáticamente en una
dictadura abierta, no solamente por la opción de fuerza a la que se inclinaba,
desatando una espiral de violencia incontrolable, sino porque ya no contaba con
mínimos sectores sociales que puedan sostener todavía breves, fragmentarios,
espacios de legitimación. Casi la totalidad de la sociedad se había pronunciado
por la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, salvo los empresarios privados y
dos comités cívicos cuestionables, el cruceño y el tarijeño. Obviamente todavía
los partidos aliados lo seguían sosteniendo, sin embargo, la mañana del sábado
se agolpan las renuncias y las deserciones del campo oficialista. El capitán
Reyes Villa hace conocer su retiro del Gobierno y no ve otra salida que la
sucesión constitucional. Como se dice, los dados estaban echados. Como al medio
día, se rumorea por los medios de radio que la renuncia de Gonzalo Sánchez de
Lozada prácticamente era un hecho, que se iba a leer su carta de renuncia en la
sesión de emergencia del Congreso convocada para la tarde. Efectivamente, en la
noche se lee la carta de renuncia y el Congreso decide por mayoría la sucesión
constitucional. El domingo 19 Carlos Mesa, ya hecho presidente de la república,
sube a la ciudad de El Alto a una concentración de vecinos y organizaciones
sociales y sindicales a rendir homenaje a los caídos en los aciagos días del
conflicto.
Poiesis de la
multitud
Pregunta 2
¿Cómo se llega
a un desenlace? ¿Qué ocurre antes en las entrañas mismas de los acontecimientos
para que se produzca el desenlace? El tiempo político nace del movimiento
molecular de la multitud y se desplaza en el mapa de las fuerzas desplegada,
tiene una duración particular en la geografía de las instituciones como
cronograma político. La renuncia a la presidencia de la república del símbolo
mayúsculo del régimen neoliberal fue una victoria del movimiento popular, cuyo
eje articulador es el movimiento indígena, que atraviesa tanto al campo como a
las ciudades. Sin embargo, no se puede olvidar que el desencadenamiento de las
acciones como la huelga de hambre, el bloqueo de caminos, las marchas, los
bloqueos de calles y avenidas, la construcción de barricadas y el cavado de
zanjas para que no pasen los tanques, la fabulosa concentración de la
multiplicidad de vecinos de barrios de El Alto y La Paz, que sobrepasaron a la
convocatoria de más de 400 barrios, no se circunscribe al movimiento indígena,
por lo tanto tampoco a su centralidad aymara. Los sindicatos campesinos del
Altiplano norte adquieren un nuevo carácter en el despeñadero de los
acontecimientos. Las convocatorias masivas de asambleas, la retórica y la
oratoria de las exposiciones se concentran en principio en dos temas, la
libertad del dirigente Huambo y la defensa del gas. Después de la masacre de
Ilabaya los discursos son más encendidos, se reclama por la muerte de los
compañeros y comienza a perfilarse la idea de pedir la renuncia de Gonzalo
Sánchez de Lozada. La imagen de los muertos remueve los espíritus de la gente.
Casi de manera inmediata las organizaciones sociales son convocadas a defender
la vida, a luchar contra la represión violenta, que se ensaña con los cuerpos
de los campesinos. Esta remoción tendrá una peculiar repercusión en la ciudad
de El Alto. Se llegará a declarar un paro indefinido. Aunque para llegar a esta
medida, para comprender esta determinación es menester revisar una historia, la
historia reciente de los desplazamientos de fuerza en la tupida red de las
juntas de vecinos.
Descripción 2
Desde los
sucesos desatados en Warisata, Sorata e Ilabaya los eventos se trastocan
rápidamente en consecuencias políticas. Se trata de la legitimidad de un
régimen que ya no puede sostenerse sino por el desencadenamiento de la
violencia descarnada. Se trata de un gobierno que vive su emergencia, no puede
ya seguir la ruta de su añorada normalidad. La represión a los bloqueos de
caminos del Altiplano norte no quiebra esta forma de protesta que detiene el
tránsito, detiene la circulación, ocasionando el éxtasis de las pasiones y
deseos de la multitud. Estancado el transcurrir del transporte de los productos
y de la gente, interrumpido el tiempo republicano, se viaja manteniéndose en el
mismo lugar, se produce el traslado repentino a otro ciclo histórico, no sólo
el de la efectividad histórica o el de la historia efectiva, sino al ciclo
recuperado en la memoria de antiguas luchas, que se hacen presentes en el
momento. Esta actualización modifica, en el contexto actual, el significado
integral de los símbolos, valores e instituciones en juego. No se trata
solamente del Tawantinsuyu contra la colonización reiterada, tampoco sólo del
antagonismo del Collasuyu con la República de Bolívar, sino de la circulación
de estas utopías en su lucha contra el imperialismo y por la recuperación del
sentido nacional. No es ninguna excusa la defensa del gas, de los recursos
naturales, de la forma efectiva de la manka-pacha, es el modo de hacerse
historia de una voluntad concentrada en la cultura. No hay contradicción entre
utopía andina y nación. Su disociación, mas bien, puede traer un descalabro, la
derrota de los movimientos sociales gestados desde abril del 2000. No es una
salida liberal la que busca la realización de esta voluntad histórica, no son
las autonomías liberales los perfiles que se dibujan en el corazón anhelante de
los combatientes, es más bien la construcción colectiva de utopías no
realizadas, en el contexto de una nación que no termina de nacer, que no
termina de constituirse a partir de la intuición volitiva de sus multitudes.
¿Sino, qué sentido tiene hablar de Asamblea Constituyente Revolucionaria? Las
fuerzas vivas de la sociedad quieren constituir una nación, quieren realizar su
potencia, materializar históricamente su poder constituyente. Se busca no sólo
hacer frente a la avalancha de las movilizaciones, a las luchas, que ponen en
suspenso el engranaje chirriante de las dominaciones; las fuerzas vivas de la
sociedad desean, buscan hacer política en el sentido plebeyo, quieren inventar
la democracia con la imaginación radical de los indígenas y mestizos
comprometidos en esta interpelación. La bandera de las autonomías ha sido
asumida por las oligarquías criollas regionales de Tarija y Santa Cruz. Desde
estos núcleos reaccionarios se quiere detener las reivindicaciones de los sin
tierra contra el monopolio de la tenencia de la tierra de un pequeño grupo de
familias latifundistas. Se quiere parar las legítimas demandas sociales en
torno a la recuperación del gas para los bolivianos. Con la bandera de las
autonomías liberales se intenta trastocar el sentido político construido
profusamente por las multitudes movilizadas. El sentido transformador quiere
ser convertido en un sentido local, circunscrito a la mezquindad de las
oligarquías regionales. El resultado político, hoy por hoy adverso a las
fuerzas conservadoras, quiere ser desviado a favor de estas pequeñas minorías
privilegiadas y a favor de los intereses de las trasnacionales. Las autonomías
liberales cobran este peculiar perfil reactivo, las fuerzas reaccionarias
quieren apropiarse del objeto político y darle un sentido histórico afín a sus
intereses, descomponer el espacio heredado por los hijos del Collasuyu, los
hijos de los nómadas chaqueños y amazónicos, los hijos mestizos, habitantes de
la Audiencia de Charcas y combatientes contra el imperio Colonial. Tienen la misma
mentalidad que la vieja oligarquía, una psicología que confunde el país con sus
predios, sus latifundios, sus minas. Mientras el pueblo quiere recuperar lo que
le pertenece por derecho natural, los recursos, los dispositivos económicos,
los dispositivos políticos. Quiere decidir su destino y el destino de estos
recursos. Esto es, quiere darle un desenlace positivo a la guerra por el
excedente.
Los bloqueos se
expanden, se articulan a otros bloqueos que parten de otras historias locales,
como los de Caranavi y los Yungas. También hay bloqueos esporádicos en el
Chapare. Se producen bloqueos en el Altiplano sur y en las conexiones de la
cordillera, los bloqueos se expanden a los valles. Las marchas también
proliferan, llegan a los llanos. Dos enormes marchas, una de colonizadores,
otra de campesinos e indígenas del norte de Santa Cruz, avanzan a la capital de
la sierra. Una de las marchas logra atravesarla y llegar a la plaza de armas,
donde se produce una trifulca protagonizada por jóvenes de la nación camba.
Esta expansión del paisaje social de las movilizaciones, esta trama cuya
narración descuella en boca de los protagonistas, que son las multitudes, las
organizaciones populares, esta narratividad colectiva, que se escribe con las
acciones de las movilizaciones, que desencadenan la potencia creativa de lo
social desbordado, tiene como una amplitud de recorridos, pero también un orden
puro del acontecimiento político. La ciudad de El Alto es la urbe popular que
contiene a la nación, que contiene las ansias de la nación, las esperanzas de
la nación; el gasto heroico de su población arroja sus muertos al campo de
batalla de la historia, el imaginario social retoma este sacrificio como
donación a los dioses que juegan al azar y a la necesidad. La memoria colectiva
ya los vela, ya los cobija, ya los entierra, pero para convocarlos en los
procesos de las nuevas batallas, de la guerra que no ha concluido. Los muertos
no nos abandonan, están con nosotros para construir nuevas barricadas, para
ayudarnos a destruir las máquinas abstractas de las dominaciones.
Problema 2
¿Cómo
constituir una democracia de la multitud? ¿Cómo construir una democracia que
forme parte de las prácticas sociales concurrentes y transformadoras? ¿Cómo
hacer que la democracia vuelva a pertenecer a la asamblea, a la retórica, a la
discusión, al arte del convencimiento y a la poiesis política? ¿Cómo hacer que
la democracia sea el despliegue de las energías ciudadanas y comunitarias?
Aunque parezca una tautología y una redundancia valdría la pena reducir estas
preguntas en la siguiente: ¿Cómo hacer que la democracia sea democrática?
Hipótesis 2
La democracia
es posible porque pone en suspenso las dominaciones. Se basa en el
reconocimiento de la igualdad y a partir de este fundamento su práctica resulta
en luchas contra las desigualdades. Su contenido histórico es la libertad, a
partir de ella se pone en cuestión el monopolio de la riqueza y el monopolio de
la moral, la virtud de los mejores. La ética social es el despliegue histórico
de la libertad, que tiene que tomarse tanto en su figura colectiva como en su
figura individual. La democracia es el poder constituyente de la multitud. En
su sentido práctico la democracia no deja de manifestarse como conflicto. Este
conflicto se puede dirimir pacíficamente en la asamblea o estratégicamente en
la lucha de clases.
Corolario
La lucha
indígena forma parte de la lucha contra las dominaciones, concretamente la
lucha contra el colonialismo polimorfo. Desde esta perspectiva es una lucha
democrática, adquiere su valor histórico en el horizonte de una democracia
radical, que llegue hasta las raíces de las formas de dominación en las
formaciones coloniales y postcoloniales. Esta raíz se encuentra en una
violencia inicial histórica, en la guerra de conquista, esta guerra atraviesa
el cuerpo social y el mapa de las instituciones en el transcurrir histórico de
las formaciones sociales, vale decir, los virreinatos, los repartimientos, la
Audiencia de Charcas y los periodos republicanos. Esta guerra de conquista, que
desata una guerra de liberación, que cuestiona la legitimidad de los regímenes.
El arjé y el telos de esta guerra de dos caras hacen inteligible el decurso de
los acontecimientos que atraviesan los mapas institucionales.
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