Friday, August 15, 2025

BOLIVIA SE DESPIDE DE LA 'REVOLUCIÓN INDÍGENA' ESTE DOMINGO

En sólo 12 meses, la Patria Grande se la juega en las Américas. Las elecciones en Bolivia, Chile, Honduras, Colombia (en los cuatro países gobierna la izquierda), Costa Rica y Perú (con victoria inicial de un partido marxista-leninista aliado de la causa, pero que cayó tras fracasar su autogolpe de Estado) marcarán el destino de la segunda marea rosa en un continente seducido en parte por los populismos y con la irrupción del tridente Trump / Bukele / Milei como nuevo factor a tener en cuenta.
De momento, el primer reto para el bloque de izquierdistas, revolucionarios y populistas tendrá lugar el domingo en Bolivia, hasta ahora una plaza casi segura gracias a la fortaleza de la revolución indígena y la popularidad de Evo Morales. Dos décadas en el poder sólo interrumpidas por el año de la opositora Jeanine Áñez al frente del país.
Dos décadas que acabarán en pocas semanas. Al menos eso aseguran todas las encuestas, que dan como favoritos a dos opositores conservadores para pasar a la segunda vuelta, programada para octubre si en la primera ninguno de los dos llega al 50% de los votos o al 40% con ventaja de 10 puntos sobre el segundo.
El duelo cerrado entre el ex presidente Jorge Tuto Quiroga y el empresario Samuel Doria, con distancias mínimas en todos los sondeos, se prolongará dos meses más, aunque las urnas señalarán el domingo al principal favorito. Ideológicamente, los candidatos de la Alianza Libre y de Alianza Unidad se sitúan entre la derecha y el centro.
Lo más llamativo es que ambos formaron parte de la alianza opositora que buscó durante meses sin demasiado ahínco un candidato único. Las desavenencias y los errores de casi siempre lo impidieron, pero entre ambos se sitúan por encima del 40%, con una diferencia de más de 13 puntos sobre el trío perseguidor, en el que también figuran dos opositores de peso: el ex militar Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, y Rodrigo Paz, hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora.
Alineado con la nueva tendencia continental, Reyes lo dejó claro desde el primer momento: "Los mejores presidentes han sido alcaldes, si no vean a Bukele", dijo. El segundo, situado en el centroizquierda y abanderado del Partido Demócrata Cristiano, ha realizado una buena campaña que le ha llevado a encabezar al grupo de tres.
La gran decepción de la campaña la protagoniza Andrónico Rodríguez, uno de los grandes favoritos y llamado a suceder a Morales y a Arce al frente del Movimiento Al Socialismo. El joven presidente del Senado, que como Evo es dirigente cocalero, pretendía reverdecer los viejos laureles de la revolución indígena. Pero la guerra fratricida entre Morales y Arce y el derrumbe socioeconómico producido a lo largo de la legislatura han sepultado sus opciones.
Una mala campaña ha hecho el resto. Ya casi nadie cree en su comando electoral que Andrónico protagonice una remontada histórica, sobre todo porque tiene en su contra a Morales, líder indígena y uno de los dinosaurios políticos del continente. Evo ha protagonizado un sórdido desafío al Estado, desde bloqueos de carreteras a amenazas de golpe de Estado, para ser de nuevo candidato presidencial, pese a que lo impide la Constitución.
La última maniobra de Morales, que ha forzado la creación del partido Evo Pueblo, es medirse en las urnas a su manera: con votos nulos. Entre indecisos, abstencionistas y los seguidores de Morales, los expertos electorales calculan que el 30% de los votos no están decantados, por lo que algunos sueñan con la remontada.
Algo que jamás abundará en beneficio del candidato gubernamental, el ex ministro Eduardo del Castillo, con en torno al 2% de intención de voto. Del Castillo fue la mano derecha de Arce durante cinco años, lo que también le señala como culpable de la crisis del pueblo boliviano.
Esa es precisamente la clave que ha situado a la revolución indígena, gran aliada de las revoluciones de Venezuela y Cuba, en el disparadero electoral. Todo indica que el país andino enfrenta el punto final de una era política iniciada en paralelo al milagro económico de principios de siglo, cuando las nacionalizaciones energéticas arrancaron a Bolivia de las garras de la pobreza.
La economía se derrumbó cuando se agotaron los pozos gasíferos y cuando desaparecieron las inversiones energéticas. El gasto público se disparó precisamente en manos del ministro de Economía, convertido en presidente, que había liderado los buenos tiempos. La inflación rozó el 10% en 2024, pero en julio estuvo a punto de romper el techo del 25%.
El bucle económico ha ahogado al país: sin dólares para importar combustible, falla la producción de alimentos y dificulta la importación de productos básicos y medicinas.
 
 
 
 
 
BOLIVIA ENFRENTA UNA DE LAS ELECCIONES MÁS IMPORTANTES DE SU HISTORIA
 
Los dos candidatos de derecha podrían barrer del poder a la izquierda del MAS después de casi 20 años. Ni Doria Medina ni Quiroga se presentan como una derecha dura, y ya han anunciado que mantendrán muchos de los planes sociales que provienen de los gobiernos del MAS
 
El Salto Diario de Argentina (https://n9.cl/4kvfz3)
 
El 17 de agosto la ciudadanía boliviana va a las urnas en una de las elecciones más reñidas de su historia. Después de gobernar Bolivia durante casi dos décadas, el Movimiento al Socialismo (MAS) llega más dividido que nunca, con Evo Morales fuera de juego y con la derecha liderando las encuestas.
Este próximo domingo se espera que al menos siete millones de votantes acudan a las urnas para renovar presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados, o para emitir un voto nulo. También se espera que ninguno de los candidatos alcance los votos necesarios para evitar una segunda vuelta, que sería el próximo 19 de octubre. Incluso están quienes van más allá con sus especulaciones y advierten que de darse una disputa entre los candidatos de derecha, Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga, estos podrían sellar un acuerdo para sortear esta segunda vuelta.
La posibilidad de una segunda vuelta
Las elecciones del 17 de agosto en Bolivia están predominantemente marcadas por las disputas dentro del MAS. Los candidatos que emergieron de las filas del MAS para las próximas elecciones son el ex ministro Del Castillo, que es el sucesor del actual presidente, Luis Arce; y Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado y considerado el sucesor político de Evo Morales. Eva Copa, la alcaldesa de El Alto, era la tercera representante, pero finalmente optó por bajarse de la candidatura. Con la declinación de Copa, la disputa por la presidencia de Bolivia será entre 8 candidatos hombres.
Aunque todas las encuestas apuntan a una segunda vuelta entre los dos candidatos de derecha, el porcentaje más alto de todos los sondeos se lo lleva una franja de indecisos, voto nulo o voto oculto, que podría dar por tierra con todos los pronósticos. Tanto los derechistas Doria Medina (Unidad Nacional) como Quiroga (Libre) se disputan el primer lugar con más de un 20% de las votaciones, pero quienes aún no definieron su voto o no quieren decirlo rondan casi el 30%.
La precisión de los sondeos en Bolivia ha sido cuestionada en numerosas ocasiones, la más notoria fue durante las elecciones en las que ganó Luis Arce. Lo que se cuestiona es la metodología utilizada, ya que no llega a reflejar el voto de los sectores campesinos, justamente allí donde Evo Morales y el MAS son más fuertes.
Doria Medina, el candidato preferido
Samuel Doria Medina es un empresario y político de centroderecha, y Jorge “Tuto” Quiroga es quien completó el mandato del ex dictador (y luego presidente) Hugo Banzer, desde 2001 hasta 2002. Para Doria Medina es el cuarto intento por hacerse con la banda presidencial; y antes ejerció como ministro de Planificación y miembro de la Asamblea Constituyente.
La última fórmula que integró fue como candidato a vicepresidente —con Jeanine Añez como candidata a presidenta—, pero renunció antes de la votación. Hoy es el candidato mejor posicionado en las encuestas.
A Doria Medina se lo conoce como “el señor hamburguesa” dado que es el dueño de la franquicia de la cadena Burger King y, aunque no reniega de su pasado como funcionario público de la Izquierda Revolucionaria y es vicepresidente de la Internacional Socialista, su ideario se enmarca más cerca de la derecha. Pese a ello, ni Doria Medina ni Quiroga se presentan como una derecha dura, y ya han anunciado que mantendrán muchos de los planes sociales que provienen de los gobiernos del MAS. Sabedores de que sus votos provienen más de la derrota política de Evo Morales y los suyos, antes que de sus propias iniciativas, los candidatos han ajornado sus discursos y sus propuestas para que puedan tener impacto en un electorado al que lo caracteriza, sobre todo, un profundo desencanto.
Fragmentación del MAS
El actual presidente, Luis Arce, llegó a la cima del poder emplazado por Evo Morales en 2020, que forzó su candidatura desde Buenos Aires —donde se había refugiado tras el golpe que encabezó Jeanine Añez en 2019—, pese a las resistencias dentro de su propia fuerza. Pero a finales de 2021, la ruptura ya se mostró irreversible, y Arce utilizó todos los recursos de los que disponía para neutralizar a Morales, quien fue inhabilitado para competir en las elecciones de 2025 como candidato, y después se lo corrió del lugar de líder del MAS, el partido que viene gobernando Bolivia ininterrumpidamente desde 2006, a excepción del período del golpe.
Arce fue ministro de economía de Evo Morales durante 11 años, y todo indica que el dirigente cocalero —al elegirlo como su sucesor— desestimó sus capacidades para erigirse como líder y sus propias ambiciones de poder. La ruptura entre Evo Morales y Arce se inició hace años, pero se hizo más visible en 2024, hasta la ruptura definitiva de febrero de este año y la pérdida de control del partido en manos de sectores afines a Arce.
Tras 20 años en el poder, la fragmentación del voto de izquierda podría no sólo valerle la derrota al MAS, sino dejar mejor posicionados a casi todos los candidatos de derecha. En los últimos días, los seguidores de Evo Morales llamaron a emitir un voto nulo, en protesta por la inhabilitación de su candidato y en la búsqueda de que este sea superior al del resto de los candidatos, como forma de exponer el carácter antidemocrático de los comicios. Evo Morales está inhabilitado porque está imputado por un supuesto delito de abuso de una menor en 2016. En 2019 fue investigado, pero no hubo resultados; y el caso fue reabierto a finales de 2024 en un pico de escalada del enfrentamiento entre Evo Morales y Luis Arce. Hoy la oposición lo utiliza como su principal bandera para atacar al líder cocalero.
Evo Morales sufrió el desgaste de los años de gobierno, pero también padece sus propias ambiciones de poder y su personalismo, que lo fueron cercando. Aunque se esperaba que Andrónico Rodríguez lograra su apoyo explícito y pudiera ser presentado como su sucesor, esto finalmente no sucedió. La ruptura entre Rodríguez y Morales se tornó definitiva cuando el senador decidió postularse, pese a que el ex presidente insistía para que no lo hiciera.
Una crisis económica marcada por la inflación
Bolivia atraviesa una profunda crisis económica en la que la inflación acumulada durante el primer semestre alcanzó el 15,53%, el doble de lo previsto por el Gobierno para todo el año y la más alta en casi dos décadas, lo que la sitúa entre los países con mayor inflación del continente. Las largas colas para cargar combustible son una postal diaria en las calles del país, con el más que previsible impacto en el transporte y la vida cotidiana. La inflación, tal y como también sucede en otros países de América Latina es, en estos momentos, la principal preocupación de la ciudadanía.
Además de las colas para el biodiesel, estos días en las calles de La Paz abundan pintadas que señalan a Evo como pedófilo, algo señalado desde la oposición de derecha como desde los feminismos. De todas maneras, se sabe que el núcleo duro de Evo no está en las grandes ciudades, sino que proviene de los campesinos, los indígenas y el sindicalismo.
Pese a todo, para muchos, la posibilidad de que Bolivia sea gobernada por un personaje al estilo Milei o Bukele, es prácticamente nula. Tampoco que pueda ser aplicada una política de shock o de devaluación inmediata como la de Milei en Argentina, aunque sí se prevé un un fuerte ajuste. Incluso si gana Andrónico Rodríguez, quien ya anunció que lo hará de forma gradual.
 
 
 
 
 
EL RUMBO INCIERTO DE BOLIVIA
 
La Vanguardia de España (https://n9.cl/a6xc3)
 
Las elecciones presidenciales que Bolivia celebra el próximo domingo son las más inciertas de su historia reciente hasta el punto que no se vislumbra un ganador. Todo apunta a que el país andino está dispuesto a pasar página de Evo Morales y de dos décadas de gobiernos de izquierdas, pero lo único que parece claro es que, por primera vez, habrá una segunda vuelta, prevista inicialmente para el 19 de octubre.
Las encuestas aportan más dudas que respuestas. Dos candidatos de derecha, el empresario Samuel Doria Medina, y el expresidente Jorge ‘Tuto’ Quiroga son los favoritos. Ambos lideran las encuestas en un virtual empate técnico con entre el 20 y el 25% de los votos, insuficientes para lograr la victoria en primera vuelta, que requiere de la mayoría absoluta o de superar el 40% con una diferencia de más de 10 puntos porcentuales sobre el segundo.
Bolivia desea y necesita salir del marasmo político y gubernamental en el que está sumida. Pero hay muchas incógnitas. La primera, la desintegración del Movimiento al Socialismo (MAS), que fue la base ideológica y electoral de Evo Morales (2006 y 2019) y de Luis Arce (2022-25).
La popularidad de Arce es tan baja que decidió no presentarse a la reelección. El que fuera el ministro de Economía y factótum de la bonanza financiera en la época Morales ganó de manera sorprendente las presidenciales de 2022, pero todo el rigor que simbolizaba se ha difuminado en los últimos años con una inflación galopante (del 24% interanual en julio), la drástica reducción de producción de gas natural y la escasez de divisas. En lugar de Arce, el candidato oficialista es su exministro Eduardo del Castillo, a quien los sondeos le dan apenas un 2%.
Andrónico Rodríguez, expresidente del Senado, es el candidato mejor valorado de la izquierda pero las encuestas le otorgan entre un 7 y un 14% solamente. Además de dejar el MAS, también rompió con Morales, de quien llegó a ser su delfín político. Evo, que todavía es un político influyente pero que vive recluido en la región cocalera del Chapare y ha perdido fuerza entre los sectores que le auparon al poder, pide abiertamente el voto nulo, que en las encuestas se cifra en hasta un 15%.
La situación se complica porque los sondeos previos reflejan hasta un 20% de indecisos y votos en blanco. Cualquier cosa puede pasar. Bolivia, inmersa en una multicrisis política y social, reclama soluciones económicas urgentes y parece dispuesta a pasar página, pero a la incertidumbre de los resultados electorales se une el recelo sobre si los aceptará el que fue el primer presidente indígena del país. Morales aspira a ser un Daniel Ortega boliviano y no se presenta porque la justicia lo ha impedido por haber ejercido la jefatura de Estado tres veces cuando la constitución lo limita a dos.
Los líderes opositores tampoco han conseguido crear una alternativa sólida en dos décadas. Doria Medina, que a priori ocupa un espacio más centrista, intenta atraer también al electorado que simpatiza con la extrema derecha que tan bien está funcionando en América. ‘Tuto’ Quiroga, que representa a la derecha tradicional, promete revertir el legado izquierdista y afirma que su modelo es el PP español. Y en este tablero quebradizo Bolivia se juega desterrar las políticas progresistas y poner rumbo al neoliberalismo.
 
 
 
 
 
¿CRISIS EN BOLIVIA?
 
Agitación económica a medida que se acercan las elecciones
 
Panam Post de Panamá (https://n9.cl/mxhgg)
 
La economía de Bolivia está al borde del colapso. El país está experimentando su mayor inflación en 38 años: solo en junio, los precios subieron un 5.2 %, lo que no solo triplica la inflación de Argentina, sino que equivale a la que registra Perú en dos o tres años. Bolivia también se enfrenta a una escasez de dólares estadounidenses y a una ola de protestas y bloqueos de carreteras, lo que agrava otro problema: la falta de productos básicos. Desde medicamentos y pollo hasta aceite de cocina y gasolina, los bolivianos luchan por encontrar productos básicos y, cuando los encuentran, pagan precios exorbitantes.
Todo esto ocurre en pleno año electoral. El actual presidente, Luis Arce, tiene un índice de desaprobación del 80 % según una encuesta de Delphi, y el expresidente Evo Morales (del mismo partido) no puede presentarse a las elecciones porque el Tribunal Constitucional le ha inhabilitado para optar a un nuevo mandato. Esto ha alimentado una lucha abierta por el poder entre los dos líderes, que quieren controlar el partido y el país. Cada uno acusa al otro del colapso económico y de socavar la democracia, mientras que los bloqueos de carreteras y las manifestaciones de Morales han agravado la escasez. Algunas encuestas sugieren que, si la situación económica persiste, podría producirse una ola masiva de migración hacia los países vecinos.
En 2021, Bolivia tenía la tasa de inflación más baja de Sudamérica, incluso inferior a la de Estados Unidos, y era una de las economías de más rápido crecimiento de la región en los últimos 30 años. Para entender la agitación actual, hay que remontarse a 2006, cuando Evo Morales y su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), ganaron las elecciones. Este fue un punto de inflexión para Bolivia, no solo porque rompió con el modelo económico de libre mercado al que aspiraba el país, sino también porque obtuvo más del 50 % de los votos en la primera vuelta, una hazaña histórica desde el retorno de la democracia en la década de 1980. Morales se convirtió además en el primer presidente indígena de Bolivia.
Con un discurso fuertemente antiimperialista y nacionalista, Morales, junto con su entonces ministro de Economía, Luis Arce (ahora presidente), dio un giro a las políticas de Bolivia. Una medida clave fue la nacionalización de los recursos naturales: el Estado tomó el control de las empresas energéticas, las telecomunicaciones, la aerolínea nacional boliviana, los servicios de agua y, lo que es más importante, los minerales y el gas natural, las principales exportaciones de Bolivia.
Morales también reformó la Constitución, convirtiendo al país en el Estado Plurinacional de Bolivia. Esto otorgó un mayor reconocimiento a los pueblos indígenas y fortaleció al Estado y a las cooperativas a expensas de las grandes empresas y del sector privado. Esta nueva Constitución también socavó el estado de derecho, condicionó la propiedad privada y despojó a los individuos de sus derechos.
Por último, Morales criticó abiertamente a Estados Unidos, expulsó al embajador estadounidense y a la DEA, al tiempo que alineó a Bolivia con Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, el Partido Comunista de Cuba, y recibió el apoyo de China, Rusia e Irán.
Entre 2006 y 2014, el modelo boliviano parecía un éxito, al igual que la mayoría de los países latinoamericanos de la época, debido en gran parte a los precios históricamente altos de materias primas como los minerales y el gas natural. La economía creció a tasas del 4 % al 6 % anual y, como el gobierno había nacionalizado los recursos, todos los ingresos por exportaciones y producción del gas y la minería fluían directamente a las arcas del Estado. Esto permitió a Bolivia acumular dólares estadounidenses en su banco central, mantener superávits fiscales (gastar menos de lo que ganaba) y emprender un gasto público masivo en infraestructura y programas sociales. El Estado financió sistemas de alcantarillado, hospitales, escuelas y programas de asistencia social para madres, niños y trabajadores precarios.
Durante el gobierno de Morales, el acceso a la electricidad aumentó del 68 % al 92 %, el analfabetismo se redujo del 13 % al 2 % según el Banco Mundial y la pobreza extrema disminuyó, según datos nacionales, del 38 % al 12 %. Estos logros se denominaron el Milagro Boliviano.
En 2011, el Gobierno fijó el tipo de cambio del boliviano al dólar estadounidense en 6,96. El objetivo era reducir los costes de importación, subvencionar indirectamente la gasolina, frenar la inflación y aumentar la confianza de la población en la moneda nacional.
Lamentablemente, la economía boliviana carecía de una base sólida. A diferencia de países vecinos como Paraguay o Perú, que aprovecharon los años de bonanza para construir sistemas más resilientes, Bolivia se volvió excesivamente dependiente de los altos precios del gas. En 2014, los precios mundiales de las materias primas se desplomaron, incluidos el petróleo, la soja, el gas natural y los minerales. Solo entre 2014 y 2015, los precios del gas natural cayeron un 39 %, lo que supuso un golpe devastador.
Las reservas de divisas de Bolivia comenzaron a disminuir y el saldo fiscal pasó de superávit a déficit al colapsar los ingresos por exportaciones. El Estado gastó mucho en la explotación de los yacimientos de gas existentes, pero no exploró nuevas reservas. A medida que los yacimientos más antiguos se agotaban, la producción disminuyó. Las empresas privadas, desanimadas por la nacionalización y las restricciones, redujeron sus inversiones. Cuando los precios mundiales se desplomaron, la inversión extranjera no solo se había agotado, sino que, en algunos años (2018-2019), incluso registró una inversión neta negativa.
Entre 2014 y 2019, las reservas del banco central de Bolivia se redujeron en más del 50 %, pasando de 15 000 millones de dólares a 6000 millones si se analizan los activos. El saldo fiscal pasó de un superávit del 0.6 % a un déficit del 8 %, uno de los más altos de América Latina. El Gobierno aumentó tardíamente el gasto en exploración de gas, pero esos proyectos requieren años para generar beneficios. Mientras tanto, no se recortó el gasto público, lo que aumentó la presión sobre el tipo de cambio fijado por ley, que se hizo más difícil de mantener con la reducción de las reservas.
Los escándalos de corrupción empañaron la administración de Morales. Este modificó la Constitución en 2009, se presentó y ganó por tercera vez en 2014, y pudo presentarse por cuarta vez en 2019 a pesar de haber sido rechazado en un referéndum celebrado en 2016. Ese año, la jornada electoral se vio empañada por la controversia: el recuento de votos se suspendió durante horas mientras Morales iba por detrás, y luego se reanudó con él en cabeza. La oposición denunció fraude y la Organización de los Estados Americanos (OEA) confirmó irregularidades. Se produjeron protestas masivas y Morales, abandonado por el ejército, dimitió y se exilió en México.
Jeanine Áñez ocupó la presidencia interina durante un año (posteriormente fue encarcelada en 2021 por conspiración) y en 2020 se convocaron nuevas elecciones, en las que ganó el candidato del MAS, Luis Arce, con el 55 % de los votos. A pesar del cambio de liderazgo, el modelo económico se mantuvo y los problemas se agravaron. El breve impulso del aumento de los precios del gas en 2022 debido a la guerra entre Rusia y Ucrania se desvaneció en 2023. Ese año, el déficit fiscal de Bolivia superó el 10 % del PIB y la deuda pública siguió aumentando. En 2024, Bolivia se había convertido en el segundo prestatario más riesgoso de América Latina después de Venezuela, con una deuda superior al 90 % del PIB, lo que aumentó los temores de insolvencia.
Las reservas cayeron por debajo de los 2000 millones de dólares en diciembre de 2024, ocho veces menos que en 2014. El Gobierno admitió que no disponía de dólares suficientes para satisfacer la demanda. Los años de descenso de la inversión extranjera y de la producción de gas habían provocado un déficit comercial persistente desde 2015, lo que significa que Bolivia gasta más en importaciones que lo que gana con las exportaciones.
Ante la reelección, Arce se negó a recortar el gasto público, reducir los subsidios o liberalizar la economía. En cambio, el Gobierno impuso controles de precios, regulaciones monetarias más estrictas y restricciones al acceso de los importadores a los dólares. Esto provocó una grave escasez de fertilizantes, medicamentos, combustible, productos de limpieza y alimentos. Los precios se dispararon y creció la desconfianza en el boliviano. La gente se apresuró a cambiar bolivianos por dólares estadounidenses, que escaseaban. El banco central impuso más restricciones, lo que empujó la demanda al mercado informal, algo habitual en países como Venezuela o Argentina. Surgieron dos tipos de cambio: el oficial, de 6.96 pesos bolivianos por dólar, y el informal, de entre 12 y 14 pesos bolivianos, aproximadamente el doble, lo que indicaba expectativas de devaluación.
Mientras tanto, Evo Morales ha estado movilizando a sus seguidores para bloquear carreteras e interrumpir las cadenas de suministro, culpando a Arce de la crisis y agravando la escasez. Muchos bolivianos se creen el discurso de que el país era próspero con Morales y que la recesión comenzó con Arce.
Las elecciones están previstas para el 17 de agosto y ni Luis Arce ni Evo Morales se presentarán como candidatos, Arce por decisión propia y Morales por inhabilitación legal. El candidato del MAS, Eduardo Del Castillo, tiene menos del 2 % de intención de voto.
Dada la trayectoria actual, Bolivia podría encaminarse hacia una crisis similar a la de Argentina en 2001 o incluso a la de Venezuela, con una inflación anual que se disparó del 3 % al 25 % en solo un año. Sin embargo, los mercados parecen más optimistas: los precios de los bonos bolivianos han subido un 20 % en dólares este año. Los analistas atribuyen esto a las encuestas que sugieren que, tras 20 años en el poder, el MAS podría perder la presidencia, lo que abriría la puerta a un gobierno de la oposición.
 
 
 
 
 
EL TRISTE FINAL DEL MAS EN BOLIVIA
 
La elección del domingo será la confirmación de la descomposición total de MAS. La paranoia de Evo y la ineptitud de Arce están cerca de darle un aliado a Trump y Milei.
 
La Política Online de Argentina (https://n9.cl/3cv4eh)
 
La izquierda boliviana está a punto de oficializar su implosión. En la practica es un hecho, el MAS, el movimiento que fundó Evo Morales y permitió por primera vez la llegada al poder de un líder indígena, ya no existe más. La interna que se abrió con la llegada de Luis Arce al poder se llevó puesto a todos, no hubo voluntad de procesar las diferencias.
El mayor responsable de esto es Evo Morales, quien nunca estuvo dispuesto a compartir el liderazgo y especuló con manejar al presidente con el control remoto. Es curioso, porque fue el propio Evo el que impuso desde Buenos Aires la candidatura de su ex ministro de Economía en detrimento de los favoritos de las bases que se reunían en los plenarios de Bolivia: Andrónico Rodriguez y David Choquehuanca.
Esa fue la primera gran grieta en el evismo. Los que se fueron y los que se quedaron tras el golpe de estado de 2019. Esa herida no cerró al día de hoy, el kilómetro cero de la ruptura.
Pero lo cierto es que el más manejable fue el abanderado de la traición. Arce se rodeó de leales anti-evo y su gobierno estuvo más preocupado en aislar al ex presidente que en gestionar bien. Esto es un punto para Evo: la gestión de Arce es muy mala, con una brecha cambiaria al 100 por ciento, inflación y la inminente pérdida de un recurso clave como el gas.
Pero el problema central no fue ese sino la política. La paranoia de Evo lo llevó desconfiar de todos y no legitimar a ningún mediador para resolver la crisis. Ni Lula, ni el Grupo de Puebla ni su ex vicepresidente Alvaro García Linera. Todos traidores. O candidato o nada. Terminó en nada o algo peor.
La falta de instancias para procesar la ruptura trajo como resultado una elección con dos candidatos que no mueven en las encuestas y la derecha moderada como Samuel Doria Medina o la extrema derecha de Jorge "Tuto" Quiroga como favoritos par el balotaje.
De cumplirse esto, los protagonistas del golpe de estado contra Evo en 2019 estarían volviendo al poder con el respaldo de las urnas, prácticamente sin hacer campaña. Un regalo para Donald Trump y Javier Milei de parte de una izquierda que se autoboicoteó para llegar a esto. 
No hay expectativas. Llegar al balotaje es un milagro, al menos le reconocen a LPO dirigente de las dos orillas. "Andrónico no logró ser el candidato de la unidad y no enamora a los revistas y Eduardo del Castillo juega para la derecha y mide 1 punto", afirma un mediador resignado. "Y lo de Evo esperando que el voto nulo gane, es insólito", agrega.
El futuro luego de las elecciones es aún peor. Evo está atrincherado en el Chapare para que no lo detengan producto de las causas judiciales abiertas en el último años y amaga con la implementación de una estrategia de insurrección que despierta una suerte de rebelión indígena que solo ve él.
En el caso de Luis Arce, se va por la puerta de atrás y con rumores de una posible salida de Bolivia a Venezuela o Cuba.
Nadie se hace cargo, como ocurre en las internas. La culpa es del otro. La realidad es la obsesión de Evo de no relegar el liderazgo y la ineptitud de Arce para gestionar y rodearse de un equipo inteligente en términos políticos terminó siendo una bomba expansiva contra lo que supo ser uno de los movimientos sociales más importantes del continente. Crónica de un triste final que no valoró toda la sangre corrió antes del regreso al poder.
 
 
 
 
 
LOS PELIGROS DEL COMUNISMO EN LA POLÍTICA LATINOAMERICANA
 
Bolivia, Colombia y Venezuela ofrecen advertencias que el Perú no puede ignorar
 
El Montonero de Perú (https://n9.cl/r2x18h)
 
La coyuntura política y económica de América Latina evidencia una tendencia inquietante: el avance de gobiernos populistas y autoritarios que, bajo el discurso de justicia social, han debilitado las instituciones democráticas y provocado crisis estructurales. Bolivia, Colombia y Venezuela, con realidades distintas pero lecciones igualmente relevantes, ofrecen advertencias que el Perú no puede ignorar al momento de elegir a su próximo presidente. La amenaza no siempre irrumpe con estrépito; muchas veces se disfraza de promesa redentora, pero termina socavando las bases del desarrollo sostenible.
En Bolivia, el modelo estatista instaurado durante el gobierno de Evo Morales —con la nacionalización de sectores estratégicos como el gas y el petróleo— generó inicialmente un auge económico impulsado por los altos precios internacionales. Sin embargo, ese ciclo de prosperidad fue breve. La falta de inversión privada, la caída del precio del gas desde 2015 y la creciente dependencia de las importaciones han llevado al país a un punto crítico. Hoy enfrenta inflación, escasez de bienes básicos, aumento de la pobreza y un endeudamiento público que amenaza su estabilidad. El intervencionismo estatal, lejos de fortalecer a la ciudadanía, ha limitado su capacidad de generar riqueza y ha minado la confianza en las instituciones.
Colombia, en cambio, vive una deriva distinta pero igualmente preocupante. La administración de Gustavo Petro ha mostrado cómo los ideales de una izquierda radical pueden chocar con la realidad económica. Unas reformas ambiciosas sin sustento técnico sólido han generado incertidumbre en los mercados, incremento del déficit fiscal y pérdida de competitividad. La inflación y el estancamiento económico han deteriorado la calidad de vida, mientras que una política exterior errática —marcada por confrontaciones diplomáticas como la ocurrida con el Perú— ha servido para desviar la atención de los problemas internos. El nacionalismo se ha convertido en una herramienta política para afianzar su base, a costa del diálogo regional y la cooperación.
El caso de Venezuela, por su parte, representa el ejemplo más extremo: el comunismo ha capturado por completo al Estado, desmantelando la democracia, controlando todos los poderes y sumiendo a la población en una crisis humanitaria sin precedentes. Es la evidencia palpable de cómo un régimen autoritario puede enquistarse indefinidamente, destruyendo las posibilidades de recuperación económica y social.
En este contexto, el Perú se encuentra en una encrucijada. Si bien ha mantenido una economía social de mercado con relativa estabilidad, enfrenta desafíos fiscales, institucionales y sociales que exigen reformas profundas. La tentación de adoptar modelos populistas puede resultar atractiva en tiempos de crisis, pero las experiencias de Bolivia, Colombia y Venezuela muestran que el costo a largo plazo es demasiado alto. La apertura al mercado, el fomento de la inversión privada y el fortalecimiento democrático no son soluciones milagrosas, pero sí pilares indispensables para evitar el colapso institucional y económico.
La próxima elección presidencial será decisiva: no se trata solo de elegir a una persona, sino de definir el rumbo del país. El Perú necesita un liderazgo que combine responsabilidad económica con sensibilidad social, que entienda que la verdadera justicia no se logra con subsidios insostenibles ni con discursos incendiarios, sino con instituciones sólidas, educación de calidad y oportunidades reales para todos.
El autoritarismo se oculta tras un discurso de redención, pero sigue siendo una amenaza silenciosa. La responsabilidad recae en nosotros, como ciudadanos, de votar con lucidez y firmeza para evitar que las crisis que hoy golpean a nuestros vecinos se conviertan en nuestra propia realidad.
 
 
 
 
 
CRISIS ECONÓMICA, POLARIZACIÓN E INCERTIDUMBRE EXTREMA: ASÍ LLEGA BOLIVIA A SUS PRESIDENCIALES
 
Bolivia celebra elecciones presidenciales este domingo 17 de agosto y la realidad para sus ciudadanos es compleja: el país afronta la peor crisis económica de las últimas cuatro décadas y la crispación política está en máximos en medio de una profunda fragmentación. Las encuestas proyectan un giro a la derecha y, por primera vez en casi 20 años, el izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) llega sin un candidato con suficiente respaldo. ¿Cómo se llegó a este punto?
 
France 24 (https://n9.cl/65bbl)
 
El futuro de Bolivia se decide en las urnas este 17 de agosto. En estos comicios presidenciales, los votantes elegirán a quién tomará las riendas de la nación andina, sumida en una crisis política y económica que no da respiro.
Estas elecciones ocurren en medio de un panorama particular: un muy probable giro a la derecha –según las proyecciones de las encuestas–, una oposición fragmentada, una izquierda debilitada y un contexto de máxima polarización.
La crisis de 2019
Al hablar de la historia reciente de Bolivia, se suele asociar al país con un nombre en particular: Evo Morales. ¿La razón? Es el líder que, hasta este año, había dominado el tablero político de la nación suramericana.
Morales ganó sus primeras elecciones presidenciales en 2005 como candidato del partido Movimiento al Socialismo (MAS).
Este movimiento fue fundado en la década de 1990 como representación de los sectores campesinos e indígenas. Con su primera victoria electoral, Evo Morales se convirtió, hace casi 20 años, en el primer presidente indígena del país.
Durante su primer mandato (2006-2009), Morales materializó la mayor parte de sus propuestas: nacionalizó los hidrocarburos y redactó una nueva Constitución, que reconoció a 36 naciones indígenas y otorgó a Bolivia el nombre de Estado Plurinacional.
Pero sus siguientes dos mandatos, de 2010 a 2014 y de 2015 a 2019, estuvieron marcados por los intentos del líder indígena de mantenerse en el poder, incluso esquivando los límites impuestos por las leyes, como denunció la oposición.
Finalmente Morales renunció a la Presidencia el 10 de noviembre de 2019 en medio de denuncias de fraude electoral y apelando que fue víctima de un “golpe de Estado”. Poco después salió hacia México en condición de asilado.
El resultado: tres semanas de intensas protestas entre los seguidores del representante del MAS y de sus opositores, choques que incluyeron la participación de la Policía y los militares. Todo eso condujo a que Jeanine Áñez, quien era la vicepresidenta del Senado, asumiera la Presidencia de esa Cámara y se declarara presidenta interina de Bolivia.
Durante el Gobierno de Áñez se convocaron nuevas elecciones para octubre de 2020. Para esos comicios, Morales propuso como candidato a Luis Arce, otrora ministro de Economía. Arce ganó en las urnas con el 55% y obtuvo mayoría en la Asamblea, lo que le devolvió el poder al MAS.
Arce vs. Morales: de la lealtad a la confrontación
Luego de que Arce asumiera la presidencia de Bolivia, Morales regresó al país tras el exilio entre México y Argentina. Rápidamente, lo que hasta entonces había sido una relación de cercanía ideológica y política se transformó en ataques y marcadas diferencias.
Tras su retorno, Morales pidió cambios en el gabinete del Gobierno, a los que el hoy saliente mandatario se resistió. Desde entonces, una serie de choques políticos con el primer presidente indígena de Bolivia ha marcado la gestión de Arce.
El MAS quedó dividido entre ‘evistas’ y ‘arcistas’, lo que ha provocado enfrentamientos entre ambos bandos en repetidas ocasiones. En agosto de 2023, por ejemplo, una refriega generó disturbios en un congreso campesino en la ciudad de El Alto, dejando un saldo de 800 heridos.
Arce ha alertado sobre intentos de desestabilizar su Gobierno.
En contraste, Morales ha acusado al presidente de intentar eliminarlo del mapa político, luego de que el Tribunal Constitucional ratificara su inhabilitación como candidato para las próximas elecciones presidenciales.
Un MAS sin fuerza y una izquierda erosionada
Las tensiones al interior de Movimiento al Socialismo han dejado sin muchas posibilidades al partido de tener éxito en las elecciones. De hecho, los votantes tradicionales del MAS no saben a dónde ir.
Algunos veían en el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, una posibilidad para homogeneizar a la izquierda tradicional boliviana y a los polos opuestos al interior del MAS.
Sin embargo, Morales tachó a Rodríguez de traidor por promover su propia candidatura, como una muestra de deslealtad tras la inhabilitación del expresidente indígena.
Desde entonces, el presidente del Senado ha hecho pocas apariciones en público.
Para Gustavo Flores-Macías, profesor de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Cornell, el “MAS torpedeó sus posibilidades de ganar estas elecciones”.
Rodríguez sigue en pie en la carrera presidencial, junto con otra candidatura de izquierda: la de Eduardo del Castillo, exministro de Gobierno. Aun así, ambos carecen del respaldo significativo del sector progresista que solía tener Morales.
¿Inminente giro a la derecha?
Los sondeos preelectorales difundidos en los últimos días pronostican una posible segunda vuelta entre dos candidatos de derecha: el empresario multimillonario Samuel Doria Medina y el expresidente boliviano, Jorge Quiroga.
Una encuesta de Ipsos Ciesmori, difundida por los canales ‘Unitel’, ‘Red Uno’ y ‘Cadena A’, muestra que Doria Medina lidera la intención de voto con un 21,2%, seguido por Quiroga con un 20%.
El empresario, de 66 años, construyó su fortuna gracias al cemento y es dueño de la franquicia boliviana de Burger King. Se le conoce como el “candidato eterno”, ya que perdió ante Morales en 2005, 2009 y 2014. Espera que esta cuarta vez sea la vencida.
Por su parte, 'Tuto' Quiroga fue presidente interino en 2001 cuando el entonces presidente Hugo Banzer, exdictador militar, renunció debido a un cáncer terminal. Desde entonces, el exmandatario sueña con un mandato propio.
Una economía en rojo que aviva el descontento boliviano
Sea quien sea el ganador, el próximo presidente recibirá un país en crisis. Bolivia atraviesa la peor crisis financiera de las últimas cuatro décadas, la integridad democrática está cada vez más en riesgo y el modelo económico de izquierda que había predominado hasta ahora parece ya no dar frutos.
La nación andina enfrenta una inflación interanual del 24,8% en julio, la más alta desde 2008. Una de las principales causas de esta crisis es el declive en las exportaciones de uno de los bienes más importantes de Bolivia: el gas natural. En consecuencia, la tasa de exportación de este combustible —que antes era el principal motor de la economía boliviana y proporcionaba al país un ingreso significativo en divisas— ha caído en picada desde 2017.
Adicionalmente, el Gobierno de Arce ha agotado todas las reservas internacionales de dólares para sostener su política de subsidios, mientras que importa gasolina y diésel y otros insumos como el trigo. Sin embargo, la falta de dólares en el país ha impedido que el Ejecutivo importe la cantidad de combustible necesaria para abastecer la demanda de los bolivianos.
Como resultado, realizar trámites que antes eran de rutina ahora representa toda una hazaña. En la actualidad, los bolivianos deben hacer filas de varias cuadras para conseguir combustible, recorrer múltiples farmacias en busca de medicamentos y conformarse con un pan subsidiado que se ha reducido a casi la mitad de su tamaño habitual.
Por otra parte, el descontento generalizado es tal que muchos votantes ya no tienen expectativas en ninguno de los dos espectros del polarizado panorama político.
 
 
 
 
 
BOLIVIA. DEL “MILAGRO” AL NAUFRAGIO POLITICO-ECONOMICO
 
La Prensa de Uruguay (https://n9.cl/3kply)
 
Bolivia encara sus próximas elecciones presidenciales en medio de un escenario que poco tiene que ver con el optimismo y el impulso económico de hace poco más de una década. El llamado “milagro boliviano” que Evo Morales exhibía como trofeo internacional se ha reducido a un recuerdo descolorido, sepultado bajo la realidad de colas interminables para cargar combustible, escasez de alimentos, falta de medicinas y un mercado cambiario descontrolado. En su momento, la izquierda en el poder logró avances sociales que nadie puede desconocer: la pobreza moderada se redujo del 60% al 36%, y la extrema del 38% al 11%. La inclusión de las mayorías indígenas a la vida política y económica fue un hito histórico. Pero la bonanza se dilapidó en una gestión marcada por la dependencia de los precios internacionales de las materias primas, el despilfarro y la ausencia de reformas productivas. Hoy, la Bolivia que prometía un modelo alternativo de desarrollo es víctima de su propia miopía económica.
El presente es implacable: colas de horas —o días— para conseguir diésel, un dólar paralelo que duplica el oficial y la angustia cotidiana de no saber si habrá medicinas o ciertos alimentos. El país, que hace una década se permitía inaugurar el teleférico urbano más extenso del mundo, hoy un símbolo de un pasado que no volverá, mientras la gente se pelea por conseguir productos básicos. La izquierda gobernante, encarnada por el MAS, enfrenta una crisis no solo económica sino también política y moral.
Evo Morales y Luis Arce
Evo Morales, acorralado por denuncias de abuso sexual contra menores, se atrinchera en El Chapare rodeado de cocaleros, torpedeando la gestión de Luis Arce. Este último, que llegó al poder con el 55% de los votos y fama de “arquitecto del milagro económico”, se despide como uno de los presidentes más impopulares de América Latina. Su figura es asociada a la de un “hambreador” incapaz de encauzar al país. El MAS, que alguna vez se presentó como garante de estabilidad, hoy es el principal responsable del deterioro institucional. Las luchas internas, el caudillismo de Morales y la mediocridad de Arce han erosionado la confianza popular.
La Derecha revive
El resultado: una derecha históricamente marginal empieza a ser vista como opción posible. Este avance opositor no se debe tanto a un cambio ideológico profundo de la población como al hartazgo generalizado. Los candidatos conservadores han aprendido de sus derrotas pasadas y han suavizado su imagen. Tuto Quiroga cambió el saco y la corbata por ropa más informal y mensajes cercanos a los jóvenes y la clase media. Doria Medina dejó de lado el perfil de empresario millonario ajeno a los problemas cotidianos y se presenta como alguien dispuesto a mantener los programas sociales del MAS, pero con una gestión más eficiente. Se trata de una “derecha con sensibilidad social” que promete preservar la asistencia a los más vulnerables, pero cerrar las empresas públicas deficitarias y apostar a la inversión privada. Es un discurso pragmático que, aunque no entusiasma, seduce frente a la inoperancia del oficialismo.
Del milagro a la miseria...
El peligro para Bolivia es que el péndulo político no vaya acompañado de un verdadero plan de desarrollo. La alternancia por sí sola no garantiza cambios estructurales, y menos aún si se basa en campañas de marketing político y promesas ambiguas. El país necesita reformas profundas, diversificación económica, transparencia y una institucionalidad que no dependa de la voluntad de caudillos. Las próximas elecciones no serán simplemente una disputa entre derecha e izquierda, sino un referéndum sobre el modelo de poder personalista, ineficiente y corrupto que hundió al “milagro” en la miseria. El futuro de Bolivia dependerá de si la ciudadanía está dispuesta a romper definitivamente con esa lógica, o si volverá a repetir el ciclo que ya la llevó al borde del abismo.
 
 
 
 
 
BOLIVIANOS ELIGEN NUEVO PRESIDENTE ANTE COLAPSO DEL PARTIDO DE GOBIERNO
 
El Nuevo Herald de EEUU (https://n9.cl/vvgpeq)
 
Los bolivianos acudirán a las urnas este domingo en unas elecciones generales que podrían marcar el fin de casi dos décadas de dominio del partido Movimiento al Socialismo (MAS), la otrora imbatible fuerza política fundada por el expresidente Evo Morales. Considerado durante mucho tiempo una potencia electoral, el MAS enfrenta ahora la amenaza más seria de su historia. Las encuestas muestran al partido fracturado, profundamente impopular y en riesgo de perder no solo la presidencia, sino también su personería jurídica, un desenlace impactante para un movimiento que alguna vez fijo la agenda nacional de Bolivia. Nueve candidatos compiten por un mandato presidencial de cinco años, pero ninguno ha superado el nivel de 25% en las encuestas más recientes. El bloque más grande de votantes sigue indeciso, lo que sugiere un profundo desencanto con el establishment político. Las elecciones se desarrollan en medio de una crisis económica cada vez más grave. La inflación está en niveles récord, escasean los dólares y el combustible, y el precio de los bienes básicos se ha disparado. Quien gane heredará una de las situaciones económicas más difíciles que ha enfrentado Bolivia en los últimos años. Para ganar en primera vuelta, un candidato debe obtener más del 50% de los votos, o al menos el 40% con una ventaja de 10 puntos sobre el segundo más votado. Si nadie alcanza ese umbral, los dos primeros se enfrentarán en una segunda vuelta el 19 de octubre.
Notablemente ausentes en las boletas están dos de las figuras políticas más prominentes de Bolivia: el presidente en funciones, Luis Arce, y su exmentor, Evo Morales. La prolongada disputa entre ambos ha dividido al MAS en facciones enfrentadas, debilitando aún más al partido. Los principales beneficiarios del declive del MAS son el empresario Samuel Doria Medina, de la alianza Unidad, y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, que se postula bajo el movimiento Alianza Libre.
Doria Medina, exministro de Planificación, lidera las encuestas desde junio, con Quiroga pisándole los talones. La mayoría de las encuestas muestran apenas un par de puntos porcentuales de diferencia entre ellos, con ambos rondando cerca del 20% de preferencia. Si las tendencias actuales se mantienen, se espera que ambos avancen a una segunda vuelta, lo que podría allanar el camino para el primer gobierno de derecha en Bolivia en casi 20 años. “Este escenario requerirá pactos entre distintas fuerzas políticas para garantizar la gobernabilidad en los próximos cinco años”, dijo la analista política Lily Peñaranda en una entrevista con la agencia española EFE. “La política económica tendrá que ser negociada, porque la crisis no permite que el Estado gaste ni un centavo más.” La frustración del electorado está siendo impulsada por una economía en caída libre. La escasez de dólares ha paralizado las importaciones, las filas por combustible se extienden por cuadras y los precios de los alimentos se han disparado. Los críticos culpan al modelo económico del MAS por agotar las reservas y frenar el crecimiento. Doria Medina ha propuesto un “ajuste integral”, que incluye recortes al gasto público, aumento de exportaciones de gas, reformas al Banco Central para garantizar su independencia y el desarrollo estratégico de las vastas reservas de litio del país.
La plataforma de Quiroga se centra en reconstruir las reservas internacionales mediante un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, reducir impuestos para atraer inversiones y achicar el tamaño del Estado. También promueve incentivos al crédito bancario para estimular la creación de empleos. Analistas señalan que los temas centrales de esta reñida elección son el legado económico de izquierda de Bolivia, el futuro de sus instituciones democráticas y la subsistencia de millones de personas que navegan la peor crisis financiera en décadas. “Esto parece el fin de un ciclo no solo para el MAS, sino para todo un modelo de gobierno”, afirmó la analista política boliviana Verónica Rocha. El MAS irrumpió en la escena nacional en 2002, cuando Morales quedó segundo con el 20.9% de los votos. Tres años después, ganó la presidencia con el 53.7%, luego amplió su ventaja al 64.2% en 2009 y al 61.3% en 2014. El control del poder del partido se rompió brevemente en 2019, cuando Morales renunció en medio de acusaciones de fraude y lo que él describió como un “golpe de Estado”. Un gobierno interino liderado por la senadora Jeanine Áñez asumió hasta que Arce devolvió al MAS al poder en 2020 con el 55.1% de los votos.
En su apogeo, el MAS controlaba dos tercios de ambas cámaras del Congreso, aprobando importantes reformas con mínima oposición. Su fortaleza provenía de profundas alianzas con sindicatos, grupos indígenas y comunidades rurales. Esa unidad comenzó a desmoronarse a fines de 2021, cuando Morales y Arce chocaron por el futuro del partido y la candidatura presidencial de 2025. Para este año, la grieta se había convertido en una ruptura total. Arce ha dicho que no buscará la reelección, lo que despejó el camino para que su exministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, se postule como candidato oficial del partido. Morales, quien está impedido de postularse debido a los límites de mandato, ha instado a sus seguidores a votar en blanco, una medida que muchos ven como un intento de socavar al presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, quien se postula de forma independiente bajo la alianza Popular. Del Castillo obtiene poco más del 2% en las encuestas, muy por debajo del umbral del 3% que el MAS necesita para mantener su personería jurídica. Rodríguez también registra cifras bajas, lo que deja a la otrora formidable maquinaria política del MAS en un estado de caos. Álex Contreras, exvocero de Morales, dijo que la lucha interna ha dejado al MAS “al borde de cerrar un ciclo político” y “deshaciendo simbólicamente” décadas de organización de base.
Marianela Paco, exministra de Comunicación durante el gobierno de Morales, afirmó que la base del partido está “indignada y decepcionada” tanto con la administración de Arce como con el legado de Morales. “La gente que apoyaba al MAS se ha replegado”, dijo Paco. “Espero una alta abstención en la votación del domingo, mientras esperan una oportunidad para reagruparse en el futuro.”
 
 
 
 
 
BOLIVIA: UN MAS ROTO Y UN AVANCE A LA DERECHA
 
Las elecciones del 17 de agosto en Bolivia se desarrollan en un escenario inédito: sin Evo Morales ni Luis Arce en competencia, con una izquierda dividida y la oposición en ventaja
 
Prensa Rural Org. (https://n9.cl/3xj7oi)
 
Por primera vez desde 2006 el Movimiento al Socialismo (MAS) llega a las elecciones sin sus figuras más emblemáticas. Evo Morales, inhabilitado por el Tribunal Constitucional y acorralado por causas judiciales fabricadas, llama a votar nulo como forma de protesta. Luis Arce, desgastado y sin respaldo interno, renunció a la carrera.
La ruptura expone una herida profunda en la fuerza que transformó a Bolivia con reformas sociales, nacionalización de recursos estratégicos y protagonismo indígena. Aquella maquinaria electoral parecía invencible y está desarticulada; la derecha ve el momento de volver al poder.
Desde el Trópico de Cochabamba, Morales insiste en la anulación del voto, única forma de rechazo al calificarlo de proceso “fraudulento e ilegítimo”. Afirma que el Gobierno de Arce rompió la unidad y abrió la puerta al avance conservador.
El respaldo de comunidades campesinas e indígenas, antaño sólido, está fragmentado. Algunos siguen a Evo, otros a Andrónico Rodríguez o a Eduardo del Castillo.
El primero, antiguo delfín político de Evo Morales, actual presidente del Senado y dirigente cocalero, lidera la candidatura izquierdista por la Alianza Popular (agrupa al Movimiento Tercer Sistema y otros) y compite como opción emergente frente al declive del MAS.
Por su parte, Del Castillo, exministro de Gobierno y candidato oficialista del MAS, es la opción de Arce y su partido al representar al Movimiento en los comicios.
No obstante, el dirigente campesino Adalberto Ticona advierte de que las encuestas ignoran el peso del voto rural y anticipa “sorpresas” en las urnas.
Los punteros opositores y sus planes
En el frente contrario, los favoritos son Samuel Doria Medina, empresario centroderechista, y Jorge Tuto Quiroga, expresidente y representante de la derecha tradicional. Ambos rondan el 20-24 por ciento en intención de voto y se perfilan a un balotaje el 19 de octubre.
Doria Medina plantea recortar subsidios, dar autonomía al Banco Central y acercarse al FMI y al Banco Mundial.
No lejos de su adversario y al mejor estilo motosierra de su vecino argentino, Quiroga promete romper relaciones con Venezuela, Cuba e Irán, firmar tratados de libre comercio y abrir el país a inversiones en litio, con un enfoque empresarial y pro mercado.
Ya adelantó sobre un análisis de la permanencia de Bolivia en el grupo de los Brics, enfatizando el vínculo comercial con la India y China. También criticó al Mercosur y adelantó apostar por un “triángulo sudamericano” en la explotación de litio junto a Argentina y Chile, además de mantener una “agresiva posición” para buscar tratados de libre comercio con varios países, incluido EEUU. “Motosierra, machete y tijera”: es su plan para la nación cocalera.
Crisis económica y mercados expectantes
Bolivia vive la peor crisis económica en décadas, con inflación, escasez de combustibles y reservas internacionales en mínimos. Sin embargo, los bonos internacionales han subido más de treinta por ciento este año, impulsados por las expectativas de un cambio de rumbo si gana la derecha.
El contraste con los años de Morales es evidente: entonces, la nacionalización de hidrocarburos y la redistribución de excedentes permitieron crecimiento sostenido y reducción de la pobreza.
Con Arce, el desgaste político y la puja interna han debilitado la respuesta gubernamental.
Del ciclo progresista a un posible retorno neoliberal
La distancia entre Evo y Arce no es solo personal. Morales construyó un proyecto soberanista, antiimperialista e inclusivo, mientras Arce, quien fuera su ministro de Economía durante once años, gestionó entre crisis internas y externas sin recomponer la cohesión del movimiento.
El exvicepresidente de Bolivia (2006-2019) Álvaro García Linera calificó esta pugna de “guerra fratricida” que “juega con monstruos”, aludiendo a la derecha, hoy fortalecida por la división.
Si las tendencias se mantienen, no habrá ganador en primera vuelta y la derecha tendrá la oportunidad de volver al Palacio Quemado, poniendo fin –al menos por ahora– a un ciclo que cambió la fisonomía social y política del país.
El desenlace será seguido de cerca en Sudamérica. Bolivia, clave en el eje progresista latinoamericano, podría pasar de referente del Estado Plurinacional y la soberanía sobre recursos a un modelo neoliberal condicionado por organismos internacionales.
En un continente donde las fuerzas políticas se reacomodan –como en Ecuador, Uruguay, Brasil y Colombia–, el resultado boliviano reconfigurará el equilibrio regional.
El 17 de agosto, los bolivianos decidirán no solo quién gobernará, sino qué proyecto de país sobrevivirá a la fractura del MAS.
 
 
 
 
 
ELECCIONES EN BOLIVIA: UN GIRO A LA DERECHA, DOS FAVORITOS Y UNA PESADA HERENCIA DE ARCE Y MORALES
 
Las elecciones en Bolivia prometen marcar el fin de una era: tras dos décadas, la izquierda dejará de gobernar, pero quien gane deberá afrontar un país en crisis.
 
El País de Uruguay (https://n9.cl/8514d)
 
El próximo gobierno de Bolivia que surja de los comicios de este domingo recibirá un país con persistentes problemas como la falta de dólares y combustibles, bajo crecimiento y una inflación acumulada de 16,92% que para algunos expertos son síntomas de una crisis por el agotamiento del modelo defendido por el presidente Luis Arce.
El “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” vigente en el país fue puesto en marcha por Arce desde que fue ministro de Economía durante el Gobierno de Evo Morales (2006-2019), con un fuerte protagonismo estatal.
Una de las promesas electorales de Arce en los comicios de 2020 fue recuperar la economía boliviana que ese año, en el que el mundo se paralizó por la pandemia del covid-19, decreció un 8,74%, tras crecimientos sostenidos desde 1987.
En 2021, el PIB de Bolivia creció un 6,11% y en los años siguientes también reportó crecimientos, aunque menores, hasta que en 2024 el indicador llegó a 0,73%, descenso que el Gobierno atribuye a los conflictos sociales, sobre todo los protagonizados por los seguidores de Morales, que está distanciado del Ejecutivo.
Además, desde principios de 2023 Bolivia afronta una persistente falta de divisas que coincidió con el reporte de que las reservas internacionales netas (RIN) del país llegaron a 3.148 millones de dólares, frente al récord histórico de 15.122 millones registrado en 2014.
Al primer semestre de este año, las reservas llegaron a 2.807 millones de dólares, según el Banco Central de Bolivia.
Por otra parte, en el último año se volvieron una constante las filas de vehículos en las gasolineras, mientras que la inflación acumulada entre enero y julio fue de 16,92%, por encima de la proyección oficial de 7,5% para todo 2025.
El gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, indicó a EFE que el próximo Gobierno recibirá un país “con bajo crecimiento y alta inflación”, es decir, con “estanflación, un fenómeno temido por los economistas, ya que la solución del primer problema suele contraponerse a la solución del segundo”. Para el economista, “otra grave situación es la alta informalidad, lo que lleva a una baja recaudación que, ante un alto nivel de gasto público, provoca un déficit fiscal crónico”, a lo que se suman la “baja inversión privada” y la “alta deuda interna y externa”.
Hasta el pasado 30 de junio, la deuda pública externa llegó a 13.805,6 millones de dólares que equivalen al 25% del PIB, un indicador “inferior al umbral referencial establecido” por organismos internacionales, según el BCB.
“Escenario de crisis”
Rodríguez lamentó que “hay un escenario de crisis en el país”, comenzando por la crisis en la balanza de pagos por el déficit comercial que al primer semestre de 2025 llegó a 506 millones de dólares, un saldo negativo explicado por la baja de las exportaciones del gas natural. “Hay una crisis energética asociada a la caída de la producción interna de gas natural derivada de la falta de inversión en exploración y la escasez de dólares en el sector público para importar combustibles”, apuntó.
Además mencionó como otros síntomas de la crisis la inflación que “tiende a empeorar este año” y el “alto déficit fiscal estructural, por doce años consecutivos”.
El Gobierno de Arce se negó a ajustar su modelo económico y, por el contrario, acusa a la oposición y a los parlamentarios oficialistas afines a Morales de sabotearlo al impedir la aprobación de créditos externos en el Legislativo.
Rodríguez consideró que la aprobación de los créditos hubiera ayudado a resolver la falta de dólares para importar combustibles, pero “eso no resolvería la situación general que vive el país”.
A su juicio, para estabilizar la economía se requiere “que se produzca un aluvión de dólares al país para bajar el precio de la divisa y quitar este componente del proceso inflacionario”, lo que también permitirá normalizar la importación de diésel y gasolina.
También indicó que es prioritario “resolver el problema del déficit fiscal” y ve “fundamental” la “liberación total de las exportaciones y el uso pleno de la biotecnología”.
 
 
 
 
 
BOLIVIA: 100 DÍAS PARA PONER EN COMA A UN PAÍS
 
Argentina Indymedia Org. (https://n9.cl/r79ht)
 
No hay mucho para elegir en estas elecciones. En realidad, casi nada. Aun genera dudas su realización. Según las encuestas, todo se decidiría en favor de la derecha, pero las encuestas se han convertido en lo más fraudulento que hay. Es el negocio de la mediocracia; el infomercial hecho definición de la política, donde se barajan las preferencias de los lobbies para cotizar nuevos acuerdos (con aquellos que pretende, la mediocracia, hacer aparecer como ganadores, aunque no lo sean).
El guion del 2019 se repite, porque es todavía útil y funciona, dejando a todos sin más remedio que rendirse ante el chantaje: si la votación no refleja las encuestas (a pedido), entonces hay “fraude”. Si es así, entonces (con la OEA a la cabeza), las elecciones no serán reconocidas y acusarían al gobierno de inconstitucionalidad, o sea, lawfare en acción.
Los medios critican una democracia débil pero nunca se señalan como los nuevos suplantadores de la democracia, convertida groseramente en negocio. Y aun se desviven por la supuesta falta de democracia, mientras propician a los más corruptos del sistema partidocrático del pasado neoliberal. Reprochan la corrupción actual, pero siempre se han alimentado de ella, haciendo de la información, propaganda, ya sea del gobierno de turno o de los grupos de poder. Incurren en esa corrupción ética y profesional mientras se maquillan la cara de imparcialidad y “objetividad”.
Ya lo dijimos: los medios han hecho de la ciencia política un género literario, y los cándidos “analistas” certifican esa nigromancia, basando la construcción de hipótesis o proyecciones empíricas sobre una ficción: el reino de las encuestas electorales (siendo la manipulación misma).
La ciencia degenera en pseudociencia, pues toma como realidad, la invención que produce la mediocracia. Por eso los fascistas pueden aparecer como “demócratas”, porque el voto (del que hacen “bandera de la democracia”) ya no es más la genuina expresión democrática sino el desplazamiento que hace el cuarto poder de lo político; de ese modo se instala esa ficción mediática como la verdad y los analistas (que para eso les sirven a los medios) sólo saben decir amén a semejante estafa.
Si aún hoy se acude a la cantaleta del “fraude” nunca comprobado (hecho parte de la batería de hipótesis sietemesinas de los improvisados analistas), es para arrinconar y cercar al Estado y, de ese modo, provocar otra interrupción democrática, o sea, otro golpe. Que un gobierno se deje arrinconar de ese modo, sabiendo cómo se operó el golpe híbrido del 2019, ya no es desidia, tampoco incompetencia sino capitulación (porque además nunca desmontó la estructura golpista).
Todo conduce a generar una situación sin opciones posibles. Como en el 2019, el gobierno, en su auto enclaustramiento, ha coadyuvado a un cerco que ya no puede evitar y se ve arrastrado a su propia defenestración, en la peor de las condiciones. Lo advertimos el 2021. No hicieron su tarea, es decir, no hicieron una seria evaluación de las razones por las que se acabó perdiendo legitimidad y cediendo el poder político (y transfiriendo la legitimidad a la derecha) por un golpe que tuvo complicidad interna (como el asedio interno actual). Por ello, las consecuencias de una improvisada gestión, iban a arrastrar al instrumento político a su desmoronamiento y, lo peor (que venimos presenciando), a la fractura del bloque popular.
Al no haber unanimidad en la derecha en el triunfo del cementero, ahora recurren a la figura del empate virtual, entre el Tuto y el cementero. ¿Cuál es la finalidad precisa? Asegurar los dos tercios en el parlamento a favor de la derecha. Eso significa, volver a la “democracia pactada”, es decir, al continuismo de una elite señorial, en un país hipotecado por sus apetitos de nuevo rico.
La misma apuesta promotora del injerencismo imperial, traducida en cerco político a favor de todos quienes estuvieron orquestando el golpe de 2019, al modo de una “revolución de colores”. Cuando el gobierno golpista permite el retorno de la CIA y el Mossad, abría las puertas a quienes, de modo metódico, ya venían actualizando el odio clasemediero al indio (tramitado por los operadores políticos mediáticos).
Como la clase media siempre se constituyó como base de reclutamiento que precisa la oligarquía, para la defensa de sus valores criollo-señorialistas, y así legitimar su condición de elite; ahora es la que apuesta (más que todo, por odio político) a repetir toda la secuela coyuntural que nos llevó a la implantación del neoliberalismo, vía “doctrina del shock”.
Todo se resume en una consigna que ya parece programa de vida del puro resentimiento: acabar con el MAS. Pero eso no significa acabar con un partido sino con lo que promovió: el atrevimiento del indio a disputarle el poder a las elites. En resumen, hasta la izquierda demostró, en los 14 años, sus creencias señorialistas; pues los indios se atrevieron a querer transformar el Estado, prescindiendo de aquellos, aun cuando se reciclaron en una elite impostora que desvió y corrompió la mediación política para mantenerse exclusivamente en el poder.
En un país atravesado por una clasificación social excluyente que, en el fondo, es una clasificación antropológica racializada jerárquica y reductiva, el indio no puede liberarse a sí mismo. Es el q’ara (el espíritu blanco) y sólo él, quien lo puede liberar. Es decir, hasta para liberarse, el indio necesita el beneplácito del patrón, siempre bajo sus condiciones y obligaciones.
El MAS en eso no hizo la diferencia; pero representaba ese atrevimiento hecho programa político y, para colmo, como en la historia de los caciques, demostraron (en sus inicios del “proceso de cambio”) que los excluidos podían administrar el país mejor que la elite burocrática; aunque eso sirvió también para promover un ascenso social que reprodujo los vicios y las mañas de la casta señorial. Pero el pecado mayor no fue ese (porque la corrupción devolvió el poder, de uno u otro modo, a la elite política) sino promulgar la nueva constitución política del nuevo Estado plurinacional, o sea, dar lugar a la posibilidad de un país entre iguales.
Por eso el odio hecho ideología, a nivel global, es la nueva axiología de un mundo en plena putrefacción moral. Para el mundo unipolar, pensar siquiera la igualdad, significa negar sus principios y sus valores. Recordemos, también en la decadencia de Roma, los apologistas del Imperio diseminaron el odio contra quienes afirmaban que todos somos hijos de Dios, o sea, iguales. No sólo el Cesar.
El odio en política sólo conduce a la guerra y esto lo saben muy bien quienes tienen el poder y los medios para provocar la política del odio; cuyo propósito es, y ha sido siempre, la diseminación de oposiciones sin reconciliación posible. Pero eso no se realiza sólo políticamente.
Eso se fue generando con la diseminación invasiva de las iglesias evangélicas; el maniqueísmo y el fundamentalismo actuales es, más que político, religioso. Por eso el odio convertido en política es tan fuerte, porque las creencias no se instalan en la argumentación racional sino en contra de ésta y esto es lo que se precisa para que la política degenere en un agenciador de la desintegración nacional.
Que el “gobierno del cambio” también fue y es cómplice, en sus dos versiones, de este literal asalto que la derecha está disponiendo para remediar, en primer lugar, su desplazamiento del campo político y, en segundo, para ofertar, al modo empresarial, la riqueza que sus socios extranjeros les están demandando (porque ya lo ofrecieron antes de tiempo), demuestra que, perdido el horizonte político, sólo el entreguismo se hace criterio político y referencia (in)moral. En el mundo de los negocios, no hay que perder el tiempo, dicen los apostadores, y eso empieza a pesar en los candidatos que desean ganar a cualquier precio. Las elecciones sólo son una apuesta, pero apuestan lo que no es suyo ni les pertenece.
La pregunta entonces sería: el gobierno, ¿estará dispuesto, por salvarse –a como dé lugar–, a renunciar al poder político sin mayor resistencia? Por otro lado, o tal vez por el mismo, ¿el voto nulo resuelve algo? Siendo una apuesta demasiado riesgosa para la viabilidad estatal, deslegitima un proceso electoral viciado de arbitrariedades; pero al precio de la disolución del campo político y la instalación de los recursos disuasivos del enfrentamiento civil. Esto no haría sino dilatar la incertidumbre por más tiempo. Porque, así como no se reconocería una “democracia pactada”, tampoco correría con mejor suerte un restablecimiento “izquierdista” en el poder político; siendo la ingobernabilidad lo único estable en semejante panorama.
En tales condiciones, el acto electoral no garantiza la continuidad democrática y podría aparecer, más bien, como el detonante de un enfrentamiento exponencial. Pero, como ya dijimos, siempre hemos vivido al borde del precipicio, de milagro en milagro.
En ese sentido, nunca hay que dejar de ceder el protagonismo al pueblo. Su memoria hecha acumulación histórica nos devolverá la perspectiva. Si bien las elecciones sólo son un trámite formal de opciones que se asumen previamente, la legitimidad de esa anticipación apertura el terreno de resoluciones que precisarían la renovación del bloque histórico en bloque político.
Pero esto ya supone un nuevo y más decidido proceso de determinaciones del bloque histórico en el devenir político, o sea, la transformación del campo político. En tal situación, si el MAS, en todas sus versiones, no ha aprendido nada, es urgente que el pueblo, constituido en bloque, dirima este entuerto y abra nuevas sendas en medio del verdadero cerco que se avecina. Lo que está en juego es la vigencia del Estado plurinacional y del sujeto promotor de éste: el sujeto plurinacional. Porque el plan neofascista dictamina: anulamos al sujeto, anulamos su proyecto.
Por eso fueron a Harvard los obedientes, a someterse al plan que deben impulsar. En 100 días hay que destruir todo y dejar que su reconstrucción, como en Gaza, sea prometida (aunque nunca ejecutada) en un futuro indefinido. El cementero lleva la consigna y, como Milei, amenaza a los cuatro vientos. En 100 días estaremos, no como Venezuela o Cuba, como suelen intimidar, sino como Gaza. Esa es la fisonomía de la desobediencia. Por pretender la igualdad, por anhelar un mundo válido para todos y un Estado de acuerdo a la vida.
 
 
 
 
 
¿BOLIVIA VUELVE A LOS NOVENTA?
 
Bolivia votará el domingo en una elección en la que la izquierda quedaría fuera del balotaje. Con el MAS en estado de descomposición, las encuestas anticipan un enfrentamiento entre la derecha moderada y la derecha radical, casi sin renovación de los rostros de la política y con la sensación de estar en una elección de hace más de dos décadas.
 
Brecha de Uruguay (https://n9.cl/l9a1h3)
 
Por primera vez desde fines de la década del 90, la izquierda no estaría en el balotaje, que, según las encuestas, enfrentará a dos candidatos ubicados a la derecha (más moderada y más radical): el político y empresario liberal-desarrollista Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge Tuto Quiroga, vinculado a las redes radicales de Miami.
Las luchas intestinas que se iniciaron apenas el Movimiento al Socialismo (MAS) regresó al gobierno en 2020, tras su derrocamiento un año antes, constituyeron un verdadero proceso de autodestrucción (Nueva Sociedad, III/IV-25). El movimiento está hoy dividido entre arcistas –seguidores del presidente Luis Arce Catacora–, que se quedaron con la sigla del MAS mediante la manipulación de la justicia; evistas–adherentes a Evo Morales, inhabilitado electoralmente y recluido en la zona cocalera del Chapare para no ser detenido–, y androniquistas –quienes apoyan la candidatura del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez.
Eduardo del Castillo, candidato «oficial» del MAS, no llega al 2 por ciento de las intenciones de voto. Ajeno al mundo campesino, que es el alma del MAS, Del Castillo era uno de los hombres fuertes del gobierno de Arce, quien finalmente desistió de competir por una reelección imposible en virtud de su escasa capacidad de gestión y una crisis económica que el país no conocía desde los convulsionados primeros años dos mil. Como ministro de Gobierno (Interior), Del Castillo fue la cara más visible de la persecución política y judicial contra Evo Morales, líder indiscutido del MAS desde su fundación.
La elección de su candidata a vicepresidenta tampoco lo ayudó. En teoría, la joven ministra Mariana Prado –considerada en su momento parte del ala alvarista (por el exvicepresidente Álvaro García Linera)– complementaba al candidato campesino, con su perfil de tecnócrata urbana y «blanca». Pero su postulación se enfrentó a un caso policial que la afectó de manera indirecta pero persistente. Su expareja cometió un femicidio y ella fue acusada, sobre todo por feministas como María Galindo, de haberlo beneficiado en su declaración judicial. «Mira, Andrónico de mierda, si te presentas con la Mariana Prado, te voy a hacer la vida a cuadros lunes, martes, miércoles, jueves, de lunes a lunes, porque la Mariana Prado es una desgraciada que ha defendido un feminicida», expresó Galindo con su habitual estilo virulento y, en efecto, lanzó una campaña impiadosa contra Prado.
Andrónico Rodríguez consiguió una sigla prestada para postularse por fuera del MAS arcista, con buenos resultados en las encuestas; pero, enfrentado al gobierno del MAS y a Evo Morales, la campaña se le hizo cuesta arriba y amenaza con desinflarse. Solo podría salvarlo, hasta cierto punto, que una parte de la gran cantidad de indecisos y de potenciales votantes nulos o en blanco optara finalmente por un voto útil de izquierda para evitar la debacle. Lo que podía ser una candidatura renovadora fue dinamitada sobre todo por Morales, quien amplió la lista de «traidores» hasta García Linera, su acompañante como vicepresidente y «copiloto» durante 14 años.
En medio de una crisis económica marcada por el agotamiento del modelo nacionalista de izquierda del MAS –reducción de la producción de gas, alta inflación, escasez de combustibles y falta de dólares, que dan también un aire noventista a la actual coyuntura–, la política boliviana parece incapaz de renovarse. Doria Medina fue ministro durante el gobierno de Jaime Paz Zamora, entre 1991 y 1993, y candidato a presidente por su partido, Unidad Nacional, en varias ocasiones. Aunque es vicepresidente del Comité de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe, ello dice más sobre la «elasticidad» ideológica de la Internacional Socialista que sobre el «socialismo» de Doria Medina, uno de los grandes empresarios bolivianos. El economista amasó su fortuna en la industria del cemento y cuenta con grandes propiedades inmobiliarias y hoteles, y una pata en la gastronomía: es el propietario de la franquicia de Burger King y Subway en Bolivia. «No soy de la derecha dura. En Bolivia, soy considerado de centro, entonces tengo la capacidad de hablar con todos. Yo soy más pragmático y creo que Bolivia necesita pragmatismo», dijo en una entrevista de 2024.
Para lograr la presidencia luego de tantos intentos frustrados, marcados por su falta de carisma personal, ha construido una amplia alianza que incluye desde el exalcalde de La Paz Juan del Granado (centroizquierda) hasta el hoy preso exgobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho (derecha), pasando por varios parlamentarios del partido del expresidente Carlos Mesa (centro). También cuenta con el apoyo del empresario más rico de Bolivia, Marcelo Claure, quien comparte con Elon Musk la voluntad de incidencia política y la fascinación por el troleo en las redes sociales. Doria Medina se presenta como el economista que puede resolver la aguda crisis económica luego de una década y media de estabilidad y crecimiento en lo que algunos denominaron el «milagro económico» bajo el gobierno del MAS; un «milagro» que hoy pocos consideran como tal.
El político y empresario subrayó, en una entrevista de Infobae (27-VII-25), que su plan de gobierno tiene como objetivo estabilizar el país en los primeros 100 días de gestión. Para eso, el foco estará puesto en resolver el déficit fiscal, que atribuye principalmente a tres factores: las subvenciones a los combustibles, el gasto en empresas públicas ineficientes y el derroche en gastos de la política. Su eslogan es «Cien días, carajo». Confía en que, en el caso de ganar, llegarán inversiones y los bolivianos sacarán sus dólares del «colchón bank».
Dice que no copió a Javier Milei, cuyo lema es «¡Viva la libertad, carajo!». El empresario sufrió un grave accidente aéreo en 2005 y siempre consideró que su supervivencia era una especie de mensaje. La frase que supuestamente pronunció, «¡Carajo, no me puedo morir!», tras ver que aún estaba con vida marcaría, con ironía o sin ella, su carrera política. También sobrevivió a un cáncer y a un secuestro por parte del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru de Perú: fue liberado después de 45 días, tras el pago de más de 1 millón de dólares.
Su contrincante más cercano es Tuto Quiroga, que se desempeñó como presidente, por sucesión constitucional, entre 2001 y 2002, tras la muerte en 2002 de Hugo Banzer, el exdictador de los años setenta que volvió a la presidencia por la vía democrática en 1997.
En 2005 Quiroga perdió la elección con Evo Morales, quien tras obtener el 54 por ciento de los votos iniciaba su largo reinado político. Militante de una derecha dura, jugó un papel central en el derrocamiento de Evo en 2019 como uno de los diseñadores de la estrategia que llevó a Jeanine Áñez, hoy presa, al poder. Ha señalado que, en caso de ganar, romperá lazos con Venezuela, Cuba e Irán («No voy a tener relaciones con las tres tiranías trogloditas totalitarias»), pero admitió que analizaría la permanencia de Bolivia en el grupo de los BRICS (sigla que alude a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, los países fundadores), debido al vínculo comercial con India y China. Su defensa de la democracia, aclaró, se limita a América Latina. «Azerbaiyán, Catar y demás… China, Vietnam… respeto sus sistemas, no los comparto. No me gusta el sistema de partido único, pero lo respeto.»
En la misma entrevista, cuestionó el Mercosur –«en la parte comercial no me interesa participar porque es entrar en una cárcel comercial»– y anunció que apostaría por un «triángulo sudamericano» para la explotación de litio junto con Argentina y Chile. Con aires noventistas, dijo que mantendría una «agresiva posición» para buscar tratados de libre comercio con varios países, incluido Estados Unidos. Se diferenció, no obstante, del proteccionismo de Donald Trump. «Los países que suben aranceles no me gustan. Yo voy a reducir aranceles y entiendo perfectamente que mi respuesta habla de un Estados Unidos que ya no está abierto al libre comercio. Y no es problema solo de la actual administración. Por eso, como Chile y Perú, voy a firmar mis propios acuerdos comerciales con Europa, con países de Asia y de la región», respondió a la cadena CNN.
Siguiendo la estela de Milei en Argentina, e incluso tratando de superarla retóricamente, dijo que utilizará «motosierra, machete, tijera y todo lo que encuentre» para bajar el gasto público.
Doria Medina mide alrededor de 21 por ciento en las encuestas y Quiroga se le ha acercado, con 20. Andrónico Rodríguez aparece cuarto o quinto, con alrededor de 7 por ciento. Pero cerca de un 30 por ciento declara que votará en blanco, nulo o que aún no decidió el voto, lo que podría alterar los resultados, y hay dudas sobre cómo se votará en el campo.
La cantidad de votos nulos y en blanco marcará también la legitimidad del nuevo gobierno, que se enfrentará a un ajuste en un país marcado por las rebeliones sociales –como lo sabe Quiroga, quien como vicepresidente vivió la guerra del agua en Cochabamba en el año 2000–. Morales ha impugnado el proceso electoral y buscará no ser detenido por una acusación de «tráfico de personas agravado», por haber mantenido una relación, según la acusación, con una mujer que era menor de edad al momento de iniciar el vínculo. Esa causa, iniciada bajo la presidencia «interina» de Áñez, fue reactivada por el gobierno de Arce para neutralizar a Morales en medio de la guerra interna.
De esta forma, Bolivia se presta a volver a un escenario similar al de los años noventa, en el que las sucesivas crisis económicas se combinaban con un sistema político fragmentado que requería de constantes acuerdos parlamentarios y que fue desprestigiándose al transformarse en un mercado de intercambio de cargos. El propio triunfo de Morales en 2005 se presentó como el fin de la denominada democracia pactada. Ahora, con un parlamento que se presume será dominado por la derecha, posiblemente esa democracia fragmentada se reedite. Pero el mundo ya no está en los noventa, y Bolivia tampoco. Cuando lo entrevisté en 2005, Doria Medina me dijo que «no es cuestión de poner [en la presidencia] a una persona de poncho o pollera, la solución es llevar adelante cambios en la economía». Podría repetir lo mismo hoy, 20 años después. Pero esos sectores indígenas y populares tienen hoy una relación diferente con el poder, aunque el discurso sobre la regeneración nacional a partir de los pueblos originarios se haya desgastado.
Se abre un signo de interrogación sobre la estabilidad política del futuro gobierno. Y sobre el futuro del MAS: ¿podrá este espacio de base campesina y popular, que en estos años fue políticamente hegemónico, superar su estado de descomposición, desánimo y desconcierto, o volverá también al escenario de los noventa, cuando diversas facciones campesinas y de izquierda gastaban gran parte de sus energías compitiendo entre sí?
 
 
 
 
 
¿HABRÁ SEGUNDA VUELTA EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN BOLIVIA?
 
Los candidatos favoritos en las elecciones presidenciales de Bolivia son, según las últimas encuestas pre electorales, el empresario de centro-derecha y autodefinido como socialdemócrata Samuel Doria Medina y; muy cerca, en segundo lugar, el ex presidente y político liberal, totalmente contrario al “socialismo del siglo 21”, Jorge Tuto Quiroga. 
 
Radio Francia Internacional (https://n9.cl/kwd8c)
 
Si los pronósticos se mantienen, ambos candidatos pasarían a una segunda vuelta, significando esta situación el final de 20 años de hegemonía del Movimiento al Socialismo MAS. Sin embargo, otra podría ser la historia si los estudios de opinión vuelven a equivocarse como en el pasado.
En 2020, todas las encuestadoras fallaron con un margen muy amplio. Esto ha generado según el analista político Franklin Pareja, una especie de paranoia en el electorado boliviano, ya que, al existir cerca del 33% entre voto blanco, nulo e indeciso, muchos creen que esa votación podría virar en favor de Andrónico Rodríguez (Alianza popular). 
Aunque no aparece adelante en las encuestas, existe la posibilidad de que Rodríguez, con una visión estatista y en la línea del MAS, aunque no participe en esta elección con esa sigla, capitalice el voto de la izquierda o del bloque popular. Esto, a pesar del alejamiento de su mentor Evo Morales, inhabilitado en los comicios actuales y a pesar también de su distanciamiento del presidente Luis Arce.
“Claramente, hay que entender que el voto del bloque popular no se ha extinguido, está en alguna parte, y es difícil que muchos de ellos voten por las opciones conservadoras. Por lo tanto, sí se podría especular intuitivamente que una mitad de ese 33% podría virar en favor de Andrónico Rodríguez y de esa forma catapultarlo a una posición más competitiva de incluso un 20% y entrar a la pelea de entrar a la 2da vuelta”, afirma Pareja.
En otro enfoque de su análisis, el experto apela a que en una segunda vuelta se gana por un voto y que Bolivia concentra en las capitales de departamento, más del 70% de la población. Donde más ha perdido competitividad el MAS es precisamente en las capitales de departamento, principalmente en el eje central (La Paz, Santa Cruz y Cochabamba), “o sea que en una segunda vuelta los números no serían tan competitivos para Andrónico Rodríguez”, afirma. 
Las dos facciones confrontadas tienen visiones totalmente distintas sobre lo que representa el papel del Estado y el modelo económico que debe regir este país sudamericano. Pareja habla de una dicotomía que extrapola estatismo contra liberalismo, conservadurismo contra el progresismo, izquierda contra derecha. Una segunda vuelta pondría al país, que ya está altamente polarizado, con muchos mayores márgenes de polarización. “Sería una batalla muy intensa donde el pronóstico es reservado porque sería una elección que prácticamente comience desde cero” señala.
En lo referente al llamado de Evo Morales a votar por el voto nulo y la consiguiente convocatoria que esta acción pueda tener en su favor, el analista Pareja cree que es difícil que Morales logre volcar las elecciones con márgenes de voto nulo que oscilen más allá del 20 por ciento. “Morales ya no tiene la representatividad ni la cohesión que alguna vez tuvo, de todas maneras, a pesar de su alto desprestigio y erosionamiento, su valor político sigue siendo superior a del Castillo (candidato del oficialista MAS) y de Andrónico Rodríguez (candidato por Alianza popular) y ex aliado.
 
 
 
 
 
"LOS BOLIVIANOS TENEMOS MUY PRESENTE LA HIPERINFLACIÓN"
 
Bismarck Arevilca, exdirector del Banco Central de Bolivia, explica a DW las causas de la crisis económica y cómo es el país que recibirá la persona que suceda en la presidencia a Luis Arce.
 
DW Alemania (https://n9.cl/q4e4ny)
 
Con una inflación en los últimos doce meses de casi el 25 por ciento, escasez de divisas, mercado negro de dólares, arcas fiscales depauperadas y dificultades serias para suministrar gasolina a los consumidores, la economía boliviana pasa por la peor crisis de los últimos veinte años, un fenómeno que se ve amplificado por el desorden político y la inestabilidad social, causada principalmente -aunque no exclusivamente- por el quiebre dentro del oficialismo, dividido entre quienes siguen al presidente Luis Arce y quienes respaldan el liderazgo del exmandatario Evo Morales.
Con ese escenario convulso de fondo, y a poco de las elecciones presidenciales y parlamentarias del domingo 17 de agosto, el economista Bismarck Arevilca, exdirector del Banco Central de Bolivia (2020-2021), explica a DW las causas del desbarajuste financiero y las condiciones en que recibirá el país la persona que suceda a Arce al frente del Gobierno.
DW: Hasta hace unos años, Bolivia era un faro económico, con tasas de crecimiento líderes en Sudamérica. ¿Qué pasó?
Bismarck Arevilca: Hay diversos factores, tanto externos como internos, que explican lo sucedido. Dentro de ellos, podríamos citar que ha habido una disminución de los principales productos de exportación, como la soya y el gas natural, lo que ha influido en la caída de la tasa de crecimiento del producto interno bruto. Y hay otros elementos adicionales, políticos y sociales, como la pelea interna que ha habido en el partido de gobierno, del MAS, con esta ruptura entre Evo Morales y el presidente Luis Arce.
¿Cómo se refleja esto en las preocupaciones de la ciudadanía?
Más del 90 por ciento de la población está insatisfecha y preocupada por la crisis, sobre todo por el incremento de la inflación, que si comparamos julio de 2024 con julio de 2025, es del 25 por ciento. Eso está afectando significativamente al bolsillo de la gente, y la escasez de dólares ha generado una brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, que ha generado especulación e incremento de los precios.
¿Esta disputa en el oficialismo es la causa de la crisis, o es un efecto de ella?
Este divorcio más bien ha tenido efectos en la Asamblea Legislativa, porque no se han aprobado varios créditos que se estaban solicitando y ha habido una parálisis legislativa. Eso ha generado convulsión e inestabilidad económica y social, que se ha reflejado en las protestas y en la decisión de las calificadoras de riesgo de bajar la calificación de Bolivia, lo que significa de alguna manera cerrar el mercado externo para poder financiarse. Esto ha llevado al gobierno a acudir al financiamiento del Banco Central mediante la emisión monetaria.
¿Puede esta emisión de billetes generar una hiperinflación en el mediano plazo?
Esto preocupa muchísimo. Durante todo este tiempo, el gobierno no ha querido corregir estos desequilibrios macroeconómicos, principalmente el déficit fiscal que se debe, sobre todo, a la subvención de los hidrocarburos. Y el gobierno no ha querido tomar medidas posiblemente porque inicialmente existía la posibilidad de que el presidente se repostulara, y por tanto no se quería afectar su imagen. La hiperinflación es algo que todavía los bolivianos tenemos muy presente, porque se dio en la década de los ochenta, pero creo que existe todavía un margen de maniobra generado por las expectativas de las elecciones, pues se piensa que habrá un cambio de rumbo político y económico.
Varios de los actuales candidatos a la presidencia proponen eliminar o disminuir esta subvención. Suena fácil, pero una medida así podría desatar el malestar de la ciudadanía.
Estoy totalmente de acuerdo con usted. Entre los candidatos, Samuel Doria Medina (Alianza Unidad) y Jorge Quiroga (Alianza Libre) hablan de eliminar el subsidio, además de estabilizar el tipo de cambio y contener la inflación. Otros proponen la eliminación tratando de exceptuar al transporte público, porque eso traería un impacto directo en los precios y eso sí podría generar inflación. Hay que tener mucho cuidado, porque este tipo de medidas podrían tener un impacto social significativo y generar convulsión.
Doria y Quiroga también hablan de privatizar o eliminar empresas públicas. ¿Es esa realmente una solución?
Doria Medina fue ministro de Planeamiento y fue quien llevó a cabo en los noventa la privatización de las empresas públicas que tenía el país en ese entonces. Ambos tienen en su plan de gobierno este modelo de economía de mercado y buscan enfrentar el déficit causado por las empresas públicas deficitarias. Me parece que esa visión no es del todo correcta. Las empresas públicas han dado servicios que la población antes no recibía. Tenemos el ejemplo del teleférico, que mejoró el transporte público en La Paz, o EMAPA (Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos), que ha servido para dar seguridad alimentaria. Sí es cierto que hay empresas en las que debe mejorarse la administración.
Muchos analistas señalan que en los tiempos de bonanza se perdió la posibilidad de diversificar la matriz productiva del país. ¿Hay algún grado de responsabilidad de Evo Morales o Luis Arce en ello?
El gobierno ha utilizado parte de las reservas para poder impulsar este proceso de industrialización. Si bien no es la función del Banco Central, este también ha servido como un banco de desarrollo, porque ha dado créditos a empresas que han financiado grandes proyectos. Hay que tener en cuenta que existe un proceso de maduración de las empresas, y que esto se da en un período que tiene sus tiempos. Hay que analizar caso a caso, hacer tal vez alianzas público-privadas y abrir el campo al sector privado.
Dado que el país no tiene dólares en sus arcas, ¿podría ser una solución acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI)?
Eso está en las propuestas de Doria Medina y Quiroga, recurrir a fondos internacionales. Doria Medina habla de que se puede recurrir al FMI y obtener 4000 millones de dólares, además de acudir a otros organismos, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos organismos, sobre todo el FMI, exigen una serie de medidas a cambio. Están también las propuestas del candidato Manfred Reyes Villa de generar 10 mil millones de dólares con la venta anticipada de litio, y la de Andrónico Rodríguez de recurrir a los BRICS. El tema se ha debatido, porque existe la necesidad de obtener financiamiento externo.
Señor Arevilca, ¿qué país va a recibir el candidato que gane?
Un país con un Congreso con fuerzas muy divididas. Si quien gane quiere hacer un cambio significativo sobre todo a nivel normativo de la Constitución para poder abrir mercados y atraer la inversión extranjera directa, tendrá que generar consensos y unir fuerzas. Hay preocupación porque los sondeos muestran que no habrá mayorías parlamentarias. El futuro presidente tendrá que consensuar también si aplicará una terapia económica de shock o una gradual, tratando siempre de afectar lo menos posible a las clases más vulnerables. Un gobierno que no tome eso en cuenta, dicen muchos, podría no durar más de dos meses. Ese es el peligro.
 
 
 
 
 
EL EMPRESARIO MARCELO CLAURE REVELÓ EL PAPEL QUE PRETENDE EN UN GOBIERNO DE DORIA MEDINA: "QUIERO ATRAER INVERSIONES A BOLIVIA"
 
El influyente empresario boliviano reafirmó su apoyo a Doria Medina para las elecciones del domingo y consideró que es el que tiene "mayor capacidad" para sacar al país de la crisis. Además, pidió mejor seguridad jurídica para atraer inversiones y volvió a fustigar a Evo Morales.
 
El Observador de Uruguay (https://n9.cl/fbb98)
 
El empresario boliviano Marcelo Claure vive en Estados Unidos, pero en el último tiempo decidió acercarse al mundo de la política de su país y dio su apoyo público a Samuel Doria Medina para las elecciones del próximo domingo. Según dijo, lo hizo porque Bolivia "está al borde del precipicio". En ese contexto, consideró que el candidato de Alianza Unidad es la persona ideal para sacar al país de la crisis y se ofreció como una especie de "embajador" para atraer inversiones.
"He visto que mi país está al borde del precipicio y sentía que si no me involucraba, tal vez las cosas podrían ser peores", aseguró en una entrevista en Miami con la periodista boliviana Brissa Pabón.
Claure ha sido muy crítico de la gestión del Movimiento al Socialismo (MAS) de Luis Arce y considera que Bolivia está viviendo "la peor crisis" de su historia. Por eso, primero apostó por la búsqueda de una candidatura de unidad de la oposición y, cuando fracasó, se decidió por respaldar al empresario Doria Medina, uno de los hombres más ricos del país, que va por su cuarto intento de ser presidente y lidera en las encuestas.
El apoyo a Doria Medina
Según los últimos sondeos, el próximo presidente se definirá entre Doria Medina y Jorge "Tuto" Quiroga, que le sigue de cerca en intención de voto (ambos cerca del 20%), y muy probablemente en un balotaje el 19 de octubre, ya que ninguno alcanza el 50% necesario para ganar en primera vuelta.
Ante la consulta de cómo se decidió por uno de los candidatos opositores, Claure explicó que uno de los motivos es que Samuel, como se lo conoce, siempre ha liderado las encuestas, pero además porque consideró que es la persona ideal para conducir el país en medio de la crisis, con alta inflación y desabastecimiento de combustible.
"No tengo nada contra Tuto, pero si yo tuviera que escoger en la crisis económica que estamos el día de hoy, para mí la persona que tiene la mayor capacidad de poder sacarnos en este hueco que estamos es Samuel Doria Medina", apuntó.
A la vez, negó que haya acordado algún tipo de negocio con Doria Medina para desarrollar proyectos vinculados al litio en Bolivia. "Tengo cero interés en el litio boliviano. Si tú ves mi mundo de inversiones, soy una persona que invierte en empresas de inteligencia artificial, en las empresas que están cambiando el mundo, (....) pero mi mundo no es ni litio, ni minería, ni nada de eso", apuntó.
El representante de Bolivia en el mundo
"Lo que sí quiero es poder abrir a Bolivia al mundo, el poder mostrar el potencial de Bolivia a los diferentes inversionistas", aseguró, y consideró que el país tiene potencial en distintas áreas, no sólo en el litio.
El empresario destacó las relaciones que ha logrado consolidar en los últimos 30 años en el mundo de los negocios y dijo que eso podría servir para actuar como una especie de embajador de Bolivia y atraer inversiones al país.
"Si me lo permite el futuro presidente de Bolivia, a mí me gustaría ser un poco como el embajador de Bolivia, no un embajador tradicional, sino alguien que se encargue de poder promocionar a Bolivia para que la gente vaya a invertir en un país que todavía tiene que hacer muchísimos cambios", señaló.
Claure también reconoció que aún no cuenta con demasiadas inversiones en su país y argumentó que es porque "no hay seguridad jurídica" y Bolivia no es un país amigable a la inversión extranjera. "Si tú ves las grandes empresas en el mundo que le dieron la oportunidad a Bolivia, los bancos españoles, etcétera, se han ido todos", apuntó. Pero se comprometió a apostar al país, más allá de quién gane las elecciones.
El rechazo a Evo Morales
Claure volvió a fustigar al ex presidente Evo Morales, con quien se ha enfrentado en el último tiempo, y lo calificó de "la persona más dañina". Morales no fue habilitado a competir en estas elecciones, aunque aspiraba a un nuevo mandato pese a que la Constitución impide más de una reelección presidencial. La decisión de las autoridades electorales llevó a que sus seguidores encabezaran protestas y bloqueos de rutas en el país y convocaran a votar nulo el domingo.
"Creo que la persona más dañina, del cual nos tenemos que cuidar todos, se llama Evo Morales, porque él es el que va a incitar el odio, los bloqueos. El plan de Evo Morales es hacer que el futuro gobernante no pueda gobernar, volver a hacer la misma estrategia que hizo en el pasado", indicó.
"La única diferencia es que, en mi opinión, Evo Morales ha perdido toda la influencia que tenía antes. La gente está cansada de Evo Morales. El momento en que la gente se da cuenta que Evo Morales ha destruido la economía de Bolivia y es un pedófilo, creo que la gente ya no le tiene ese nivel de respeto que le tenía antes", añadió, en referencia a las acusaciones por abuso de una menor cuando era mandatario.
 
 
 
 
FIEBRE DEL ORO AYUDA A BOLIVIA A SOSTENER SUS FINANZAS PÚBLICAS
 
Uno de los mayores compradores en esta fiebre del oro es el Banco Central de Bolivia, que recibió la aprobación del Congreso para cambiar el oro por divisas fuertes en un momento en que los precios alcanzan niveles récord.
 
Gestión de Perú (https://n9.cl/3fl6a5)
 
Desde hace tiempo, Bolivia se enfrenta a un fenómeno desconcertante: una grave escasez de dólares, una crisis de la moneda local y una inflación galopante y, sin embargo, sigue pagando sus deudas.
Una visita a Cangalli, una de las cientos de minas que extraen oro de la exuberante cuenca del Amazonas, al norte de La Paz, ayuda a explicarlo. Aquí, bajo la selva tropical más grande del mundo, el banco central ha encontrado una forma de recaudar miles de millones de dólares para ayudar a pagar a los tenedores de bonos internacionales, en un momento en que la deuda del país se cotiza a niveles críticos antes de las reñidas elecciones generales de este fin de semana.
La triplicación del precio internacional del metal precioso en la última década ha acelerado el abandono de las prácticas centenarias de lavado a mano —en las que los artesanos utilizaban palas, picos e incluso sus propias manos para tamizar los sedimentos del río— en favor de operaciones industriales que están remodelando la ribera e inundando viviendas, escuelas y negocios. Algunas de las excavadoras, cargadores frontales y camiones tolva que retumban en el paisaje erosionado son propiedad de una empresa china que se ha instalado en la zona.
Uno de los mayores compradores en esta fiebre del oro es el Banco Central de Bolivia, que recibió la aprobación del Congreso para cambiar el oro por divisas fuertes en un momento en que los precios alcanzan niveles récord. Incluso el ministro de Economía y Finanzas, Marcelo Montenegro, ha reconocido los beneficios económicos y en febrero declaró a la prensa que el oro está ayudando al país a cumplir con sus obligaciones de deuda externa y a financiar las importaciones de combustible.
Es un recurso imprescindible para Bolivia, donde persisten los problemas financieros. El impopular gobierno de izquierda se enfrenta a la crisis económica más profunda en décadas, a medida que se desvanece la bonanza del gas natural, los subsidios al combustible agotan las arcas y la moneda se desploma en el mercado negro. Protestas esporádicas han bloqueado las carreteras este año, agravando la escasez de gasolina y aceite de cocina.
De todos los países latinoamericanos analizados por S&P Global Ratings y Fitch Ratings, Bolivia tiene la deuda en dólares peor calificada. Moody’s Ratings otorga a Bolivia la calificación Ca, la segunda más baja de su escala, que define como “probable o muy probable impago”.
En junio, S&P atribuyó su calificación a los “reducidos niveles de reservas” de Bolivia y a su “débil capacidad para cumplir plenamente sus compromisos de deuda en los próximos seis a doce meses”.
La sorprendente capacidad de Bolivia para seguir pagando su deuda, junto con el optimismo electoral, ha contribuido a que sus bonos internacionales más líquidos subieran de 61 centavos por dólar a 78 centavos a principios de 2025.
La estrategia de Bolivia es la misma que emplean países como Mongolia y Ecuador, y la que impulsa un grupo de legisladores en Perú. En la última encuesta del Consejo Mundial del Oro a los bancos centrales, el 17% de los encuestados indicaron que compran oro directamente a mineros artesanales y en pequeña escala en sus países.
En Bolivia, un país con dificultades económicas, no solo se está utilizando la fiebre del oro como medio para reforzar sus reservas internacionales, sino más bien como una forma de seguir pagando su deuda internacional, según las agencias de calificación.
“El banco central ha recurrido a la compra de oro local”, afirmó Fitch en un informe publicado este año, “que luego ha refinado en el extranjero y liquidado para hacer frente al servicio de la deuda externa”.
Sin embargo, hay poca transparencia sobre dónde y cómo se extrae y procesa realmente el metal, y dónde termina, según decenas de mineros, comerciantes, investigadores y residentes en una cadena de suministro que se extiende desde los ríos amazónicos de Bolivia hasta las refinerías de Turquía y, finalmente, a las cámaras acorazadas de Londres.
Las autoridades bolivianas afirman que el oro que compra el banco central es legal y se produce y comercializa de forma responsable, y que el banco central dispone de la documentación que lo acredita. Sin embargo, según los entrevistados, el sector adolece de una regulación y una supervisión laxas, prácticas sucias como el uso de mercurio, trámites burocráticos poco rigurosos y un mercado negro en expansión, que incluye la presencia ilegal de financiadores extranjeros.
“El banco central está interesado en comprar oro y no le importa de dónde provenga”, afirmó Danilo Bocángel, gerente general de la Fundación Medmin, una organización no gubernamental local que fomenta las prácticas mineras sostenibles.
El banco central ha comprado casi 24 toneladas métricas del metal producido localmente y ha monetizado 44 toneladas desde mayo de 2023, según sus últimos datos de abril, en transacciones por un valor superior a los US$ 3,000 millones.
Ha depositado e invertido 19 toneladas en el extranjero, principalmente en UBS AG y Standard Chartered Plc, pero también en el ICBC de China y JPMorgan Chase & Co., entre otros. Otra tonelada se encontraba en las bóvedas del banco central, mientras que 3 toneladas estaban siendo refinadas. Standard Chartered y JPMorgan declinaron hacer comentarios. UBS e ICBC no respondieron.
No está claro cuánto tiempo se podrá sostener el programa, ya que la creciente diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo socava su atractivo para los vendedores.
Las autoridades ofrecen pocos detalles sobre las condiciones comerciales y la financiación de las compras del Estado, aunque sí tiene que ofrecer una prima sobre el tipo de cambio oficial para competir con los compradores privados.
Varios economistas y exbanqueros centrales alegan que el banco imprime dinero para ayudar a cerrar esa brecha, lo que ejerce una presión adicional sobre la inflación, que ya se encuentra en su nivel más alto en décadas. Los exbanqueros pidieron no ser identificados debido a normas internas.
La autoridad monetaria de Bolivia afirmó en un comunicado que compra el oro exclusivamente en moneda local y principalmente a cooperativas que agrupan a pequeños mineros. Afirmó que recurre a otros organismos estatales para certificar la legalidad del oro. Declinó identificar quién refina el oro y no respondió a preguntas sobre si había impreso dinero para financiar sus compras de oro.
El presidente Luis Arce dijo a Bloomberg en una entrevista en junio que no podía dar detalles sobre las operaciones del banco central con el oro y se limitó a decir que han estado utilizando las reservas de oro de acuerdo con la normativa vigente para apalancar los recursos que llegan al país.
En cualquier caso, Bolivia se encuentra en una situación financiera muy delicada, con un déficit presupuestario galopante que superó el 10% del producto bruto interno (PBI) en los últimos dos años, según el Fondo Monetario Internacional. Fitch señaló en su informe que el banco central financió el déficit de Bolivia en 2024, ya que el país no tenía capacidad para recurrir a los mercados internacionales para obtener los fondos necesarios.
Los vendedores, por su parte, recurren cada vez más a compradores privados de oro menos formales o al mercado negro, donde las condiciones son mejores.
Además, las obligaciones de deuda de Bolivia están a punto de aumentar considerablemente, pasando de US$ 54 millones este año a más de US$ 300 millones de pagos por vencer en 2026 y 2027, según datos recopilados por Bloomberg. El rendimiento adicional que exigen los inversores para mantener los bonos en dólares de Bolivia ya es el más alto entre los créditos soberanos vigentes de los mercados emergentes, lo que refleja la escasa confianza en su capacidad de pago.
“Muchos inversores se han mostrado perplejos ante la capacidad del gobierno para seguir pagando los cupones de los bonos a tiempo”, afirmó Mariano Ortiz, economista sénior de BancTrust. “A estas alturas, el mecanismo de compra de oro nacional por parte del banco central se ha aclarado, aunque siguen existiendo dudas sobre la sostenibilidad del plan”.
A mediados de 2023, ante la disminución de los flujos de dólares procedentes de las exportaciones de gas, los legisladores permitieron al banco central comprar oro local y venderlo sin la aprobación del Congreso. Lo único que tenía que hacer era mantener un mínimo de 22 toneladas métricas de lingotes en sus reservas.
Ese mismo año, se exigió a los exportadores que vendieran primero al banco central antes de enviar el oro al extranjero. Con el banco convertido en un importante comprador, el valor oficial de exportaciones de oro se desplomó un 72% el año pasado y sigue disminuyendo. Otros factores que explican la caída son la escasez de diésel, que puede perturbar la producción, y la escasez de dólares, que ha frenado la entrada de oro peruano de contrabando.
Al principio, el banco central se limitaba a comprar oro a comercializadoras privadas y cooperativas. Luego, el año pasado, el gobierno creó la empresa estatal Epcoro para comprar a diferentes actores —entre ellos, comercializadoras, cooperativas, intermediarios y ciudadanos particulares— en moneda local y venderlo al banco central. Los intermediarios, apodados “rescatadores”, compran en pequeñas cantidades a diferentes fuentes hasta que tienen suficiente para vender
A continuación, el banco central envía gran parte del oro semipuro que compra en Bolivia a la refinería Istanbul Gold Refinery, que figura en la lista de proveedores éticos de la London Bullion Market Association (LBMA). La empresa turca, una de las mayores refinerías de metales preciosos del mundo, confirmó a Bloomberg que el año pasado comenzó a procesar oro boliviano, que luego envía a las cuentas del banco central en JPMorgan en Londres para sus reservas.
El banco central tiene el mandato de utilizar el oro para invertir en instrumentos de cobertura como garantía y para convertirlo en efectivo. Las normas especifican que el banco debe adquirir “oro responsable”, procedente de operaciones legales para reforzar las reservas y no para uso comercial.
El problema es que disponer de toda la documentación legal necesaria no siempre refleja la realidad sobre cómo se ha extraído, procesado y vendido el oro, según más de una docena de mineros, comerciantes y personas que trabajan directamente en esta cadena de suministro.
Casi todo el oro producido en Bolivia procede de cooperativas, que son entidades legales. Sin embargo, se estima que 85% de ellas carecen de permisos o no documentan adecuadamente su producción, según el consultor minero Héctor Córdova, que fue viceministro de Desarrollo Productivo Minero y Metalúrgico del expresidente Evo Morales. En la actualidad, se calcula que 200,000 personas trabajan en cooperativas auríferas, lo que convierte al sector en una fuerza económica y política.
Parte de la producción de las cooperativas pasa por canales oficiales, donde se pagan regalías y otras tasas. Pero gran parte se mantiene fuera de los libros para maximizar los beneficios. Según personas con conocimiento del tema, parte de ella se destina al mercado negro y acaba en Perú, donde los compradores pagan en dólares.
Los rescatadores recogen el oro de diferentes fuentes y exigen poca o ninguna documentación. Los vendedores privados afirman que a menudo registran el oro como procedente de un lugar cuando en realidad puede provenir de otro. O bien asignan el oro a personas que pueden no tener nada que ver con su producción.
“Nadie pide ningún papel”, dice Alex Guaman, mientras ajusta una pequeña plataforma flotante en la orilla del río, cerca de la localidad de Chima. Este joven de 21 años dejó su trabajo en una cooperativa para lanzarse por su cuenta hace aproximadamente un año, cuando los precios comenzaron a subir. Ahora se mete en el agua para extraer material del lecho del río con una bomba motorizada y vende las pepitas que encuentra a compradores del pueblo, todo de manera informal.
Las declaraciones sobre el origen y la legalidad del oro son básicamente “declaraciones de buena fe”, afirma Alfredo Zaconeta, investigador del instituto de desarrollo local Cedla. “El Estado carece de capacidad para supervisar lo que se supone que se extrae en una zona determinada”.
Pero el ministro Montenegro afirma que el banco central boliviano cumple todos los requisitos de trazabilidad y defiende sus transacciones de oro contra las acusaciones de los legisladores de la oposición de que constituyen lavado de dinero.
En su último informe, el banco dijo que solo adquiere oro en el mercado interno a participantes legalmente establecidos, registrados y autorizados por las entidades competentes. Describe sus fuentes como limpias, seguras y socialmente inclusivas, de conformidad con las normas internacionales, y trabaja con refinerías acreditadas por la LBMA.
La turca IGR, uno de los mayores compradores de oro de Bolivia, llevó a cabo una exhaustiva evaluación de riesgos, diligencia debida y controles de cumplimiento, además de impartir conferencias sobre abastecimiento responsable al banco central antes de iniciar su acuerdo de refinación, según respondió la directora ejecutiva, Aysen Esen, a preguntas escritas.
La LBMA respaldó la versión de IGR y añadió que ninguna empresa de garantía había planteado preocupaciones sobre el abastecimiento en el marco de una revisión realizada por la empresa turca.
No obstante, la asociación señaló que, más allá del acuerdo entre IGR y el banco central, ninguna otra refinería de la LBMA se abastece de oro de Bolivia, donde el sector artesanal se enfrenta a importantes retos, “tales como el uso generalizado de mercurio por parte de los mineros y la posibilidad de que material extraído ilegalmente de otros países se infiltre en las cadenas de suministro locales”.
La participación de la estatal Epcoro también protege al banco de problemas de trazabilidad. Pero el gerente ejecutivo de Epcoro, Pablo César Pérez, dijo que el trabajo de su empresa es verificar los grados y garantizar que la documentación esté en regla. “No es mi responsabilidad ir a controlar cómo producen”, dijo en una entrevista.
Los esfuerzos por promover la trazabilidad se están agotando. La Swiss Better Gold Association, una organización sin fines de lucro que promueve cadenas de suministro responsables, cerrará este año en Bolivia debido a que el auge de los precios potencia los mercados informales e ilegales, según el director del programa, Thomas Hentschel.
“En este momento, no hay posibilidad de crear una cadena de suministro legal”, afirmó Hentschel, que considera Bolivia su segundo hogar, y añadió que no sabía qué tipo de diligencia debida realizan compradores como IGR.
“Para mí, está claro que esto no se produce de forma responsable”, afirma. “Esto no es lo que un consumidor espera de un buen suministro”.
Inicialmente, la creación de Epcoro dio a los mineros cooperativos la garantía de un comprador legítimo y con mucho dinero. La empresa estatal también garantizó a los mineros el suministro de diésel, cada vez más escaso, a cambio de hacer negocios juntos. Pero esas garantías se han desvanecido y, a finales de julio, Epcoro anunció que había restringido considerablemente las compras, alegando la volatilidad de la moneda y los precios, así como la disponibilidad limitada.
Un aumento repentino del tipo de cambio paralelo, que ha duplicado con creces la tasa oficial, también ha reducido los incentivos para vender oro al banco central. Aunque las condiciones varían, los vendedores dijeron a Bloomberg que, por lo general, el banco paga un 35% en dólares y el resto en bolivianos al tipo de cambio oficial, con una prima del 12.5%.
Aun así, eso se traduce en menos de lo que los vendedores reciben por los envíos a compradores extranjeros en acuerdos totalmente en dólares. Cuando se vende oro a Epcoro, la empresa estatal de comercialización dice que paga en bolivianos al tipo de cambio oficial más una prima limitada al 18% para compensar la diferencia con el tipo de cambio paralelo. En el último año, Epcoro vendió 5 toneladas de oro al banco central, según Pérez.
Todo ello ha provocado que se desvíe más oro hacia mercados informales que ofrecen mejores retornos en medio de una débil aplicación de las regulaciones y las normas de trazabilidad. Hay pocos datos sobre los flujos ilegales, aunque el aumento del 20% en las exportaciones de oro peruano el año pasado podría indicar que parte del metal boliviano está cruzando la frontera.
La llegada del banco central y de Epcoro como principales compradores de oro boliviano podría haber beneficiado a la industria si se hubiera hecho como parte de un enfoque organizado y centralizado, según Manuel Barrientos, de Primero de Mayo, una de las cooperativas auríferas más antiguas y grandes de Bolivia.
Aunque la cooperativa es capaz de autofinanciarse en la actualidad, eso no significa que los socios se estén enriqueciendo, dijo Barrientos, que conduce una station wagon Toyota de 1999 sin matrícula y vive en una humilde morada en el campamento.
“La gente piensa que los socios de las cooperativas auríferas son todos millonarios. Eso no es cierto”, dijo el hombre de 81 años.
Los depósitos se han agotado en las más de seis décadas desde que comenzó a trabajar en la minería, lo que significa que los vendedores ahora dependen de maquinaria pesada para mover volúmenes mucho mayores con el fin de extraer la misma cantidad de metal.
A pesar de que los precios récord están haciendo rentables los depósitos de menor calidad, los costos han aumentado, el combustible es escaso y la moneda local está perdiendo rápidamente valor.
Las cooperativas también tienen que pagar a funcionarios corruptos, recurrir al mercado negro para conseguir combustible y mantener parte de su producción fuera de los libros para obtener mejores condiciones, explica Barrientos. “Aquí trabajamos en función de la mejor oferta”.
Quizás lo más frustrante sea que parte de una industria que está ayudando a Bolivia a cumplir con sus obligaciones de deuda se encuentra, literalmente, bajo el agua.
En Cangalli, el jefe de la cooperativa aurífera Cristóbal Mamani tiene que trepar por una escalera exterior para acceder a su oficina en el segundo piso, ya que el primero está cubierto de lodo. La escuela está siendo reubicada y decenas de personas han tenido que desplazarse.
Delante del edificio, Carmen Callisaya lava los platos en una cocina improvisada después de servir el desayuno a los mineros en mesas y sillas de plástico. Duerme al otro lado de una pared divisoria, en un espacio rodeado por una lona, con su hija, que hace los deberes en la plaza.
“Vivimos aquí porque no tenemos otra opción”, dice Callisaya, señalando su casa inundada. Pero la minería es lo que mueve la economía local, dice. “Eso es lo que nos dicen. Afirman: ‘Si no hay minería, ¿de qué van a vivir?’”
La razón de la inundación se ve claramente a través de la ventana trasera de la oficina de Mamani. Excavadoras, palas mecánicas y camiones tolva reconfiguran la ribera y la llanura aluvial en busca de pepitas de oro. Mamani culpa de las inundaciones a las minas situadas río arriba, que vierten sedimentos, y a las lluvias más intensas de lo normal, y afirma que su cooperativa hace todo lo posible por ayudar al pueblo.
El auge en sí es precario, incluso para los mineros. “Si los precios del oro cayeran ahora, estaríamos arruinados”, afirma Mamani, de 45 años, que quiere que sus tres hijos se dediquen a otras profesiones. “La minería puede ser estupenda: si tienen suerte, pueden comprarse un auto, una casa. Pero también pueden sufrir”.
La contaminación es otro gran problema. El mercurio importado que se utiliza para procesar el mineral rico en oro entra en los peces que consumen los grupos indígenas y se expulsa al aire a cientos de kilómetros de distancia en La Paz, donde algunos comerciantes de oro queman amalgamas con mercurio en hornos artesanales sin ningún tipo
La contaminación es otro gran problema. El mercurio importado que se utiliza para procesar el mineral rico en oro entra en los peces que consumen los grupos indígenas y se expulsa al aire a cientos de kilómetros de distancia en La Paz, donde algunos comerciantes de oro queman amalgamas con mercurio en hornos artesanales sin ningún tipo de filtro.
Como signataria del Convenio de Minamata sobre el Mercurio, Bolivia está obligada a tomar medidas para reducir su uso en la minería. Sin embargo, el aumento del número de cooperativas en los últimos años ha provocado una mayor propagación del mercurio, especialmente entre los mineros de roca dura de las tierras altas, según Bocángel, de la Fundación Medmin.
Mientras que las plantas más grandes del país se enfrentan a sanciones si funden metal con mercurio, decenas de hornos artesanales en la capital parecen tener pocas restricciones.
“No estamos hablando de gramos o kilos, estamos hablando de toneladas que se liberan a la atmósfera y al medio ambiente”, dijo Bocángel. “Toneladas que van a parar a nuestros ríos y nuestros suelos”.
A diez minutos río arriba desde Cangalli se encuentra un ejemplo aún más dramático del impacto del oro en los residentes.
Tipuani comenzó como un asentamiento minero de la época colonial. En una placa en la plaza, se describe como la “capital del oro” que profesa “libertad y progreso en unidad”.
Pero durante varios meses al año, las inundaciones obligan a muchos lugareños a abandonar sus hogares y lugares de trabajo. La minería sigue siendo el sustento del pueblo, pero también es una amenaza existencial.
Alejandro Catarrion, un mecánico de 67 años, se sienta a la sombra de una pasarela elevada y contempla su taller inundado. Un metro de agua fangosa le ha impedido trabajar durante seis meses. Él y otros habitantes del pueblo que no trabajan directamente en la minería están frustrados por la falta de medidas para abordar un problema que comenzó hace varios años y está empeorando.
Los alquileres de los edificios en las zonas secas se han disparado. Algunos duermen en la escuela local, otros en la plaza. El agua fétida del río se mezcla con las aguas residuales en las calles más bajas, donde se revuelcan los cerdos.
Catarrion considera que el municipio y las cooperativas mineras son iguales y que las quejas de los residentes afectados caen en saco roto. Los que tienen vínculos más directos con las minas no se atreven a hablar, dijo.
“Este pueblo se ha convertido en una zona sin ley”, dijo. “Parece que quieren minar el pueblo mismo”.
Las minas de la zona están financiadas por grupos chinos que se quedan con un 70% de la producción, según el jefe de la asociación de vecinos, Rufino Chambi. Aunque son ilegales, estos acuerdos están muy extendidos, según varios mineros y comercializadoras.
El consejero político de la embajada de China en Bolivia, Marcelo He, afirmó que, según la información que dispone la misión diplomática, las empresas proporcionan equipos, maquinaria y otros servicios a cooperativas bolivianas, sin que ello sea ilegal.
Se han presentado decenas de demandas contra las explotaciones auríferas ilegales. En septiembre de 2023, un juez ordenó la suspensión de la minería no autorizada en cinco ríos amazónicos. Más recientemente, la fiscalía abrió una investigación sobre las inundaciones en Tipuani.
“Hay leyes para extraer de forma responsable y reponer la tierra”, dijo Chambi, de 47 años. “Pero no las cumplen, solo para ahorrar un poco de combustible, un poco de diésel. Hacen lo que quieren”.
Los fallos judiciales y las medidas de aplicación de la ley no han logrado detener el daño medioambiental.
En un tramo de la carretera entre Tipuani y Chima, una excavadora hidráulica precariamente instalada derriba una de las colinas que quedan.
“Si los precios del oro siguen subiendo, se van a volver locos”, dijo Chambi. “Van a intentar extraerlo todo”.
 
 
 
 
 
DESCUBREN UN YACIMIENTO EN ESPAÑA DONDE BROTA ORO BLANCO: CHINA ESTÁ AL ASECHO
 
Eco Noticias de España (https://n9.cl/ehxh8)
 
España está acaparando la atención mundial tras salir a la luz su último gran descubrimiento. Una zona del país ibérico es furor por sus generosas cantidades de “oro blanco”, denominación que se le da al demandado litio. Mientras tanto, China permanece al acecho, puesto que el país asiático ejerce un gran control sobre este recurso.
Es más, el territorio oriental ya es considerado el segundo país de reservas identificadas de litio. Ha obtenido este “título” con un aumento del 16,5% respecto al total global durante el último años. Una información otorgada por el Ministerio de Recursos Naturales de China.
El ente gubernamental detalló que sus reservas solo se han superado por Bolivia. Además, China se ha declarado mayor productor y consumidor mundial de este mineral. Un recurso esencial para la elaboración de baterías de coches eléctricos y dispositivos electrónicos.
Bolivia ha registrado en varias oportunidades las mayores reservas de litio del mundo. Según un estudio estatal, anotan alrededor de 23 millones de toneladas. El salar de Uyuni, en Potosí, es la ubicación de la mayor parte de las reservas.
Alberga una extensión de 10 000 kilómetros cuadrados. Desde un lugar mucho más discreto se encuentra España, que ha hallado un yacimiento significativo en su territorio.
El litio brota en España: su yacimiento remece al mundo
Tras conocerse el yacimiento de 120 millones de litio volcánico, España ha ocupado el papel principal. Ha encontrado un monumental yacimiento de litio de Salamanca, que despierta el interés del mundo entero, incluida China.
Está localizado en la cuenta de Ciudad Rodrigo y forma parte del Proyecto Conchas. La empresa Berkeley Energy está a su cargo. Disfruta de una extensión de unos 31 kilómetros cuadrados, territorio que podría ubicar al país ibérico como un agente clave en la industria minera de Europa.
El Viejo Continente podría disminuir su dependencia de las importaciones de litio, sobre todo de América Latina. Los primeros estudios evidenciaron que la explotación del yacimiento tiene capacidad para cubrir la demanda nacional de litio. Esto resultaría vital para el impulso de la movilidad eléctrica y la descarbonización económica.
El proyecto aún está en la etapa de evaluación de viabilidad, donde se estudia su rentabilidad y sostenibilidad. De aprovecharse su explotación, otorgaría grandes beneficios a la economía local. También afianzaría a España en el mapa global de la producción de litio, brindando un nuevo actor competitivo en el mercado internacional.
El tesoro que España “esconde” en Salamanca podría ser el nuevo objetivo de China
China podría mostrar interés estratégico en el yacimiento de Salamanca. Se trata de un país líder en la producción de baterías para coches eléctricos. Por este motivo, no resultaría extraño que quisiera formar parte de esta iniciativa o de los recursos que se extraigan en el futuro.
Entra dentro de su política global, que engloba la compra de minas y el dominio de recursos estratégicos. El país asiático ya ha expandido su control sobre el litio en múltiples regiones del planeta, con una palpable presencia en América Latina.
China quiere todo el litio y España podría convertirse en un nuevo territorio atractivo
Varias empresas chinas ya han adquirido minas y plantas de procesamiento de litio en lugares como Chile, Argentina y Bolivia. Un accionar que le permite a China asegurarse su dominio sobre el litio. Un ejemplo claro es lo que sucede con la compañía Tsingshan Holdings Group en Argentina.
Gestiona el proyecto Salar Centenario-Ratones, que es responsable del 50% de las exportaciones argentinas de litio.
El hallazgo en Salamanca ha colocado a España en el centro del mercado del litio. Coloca al país en un puesto privilegiado. Sin embargo, es necesario seguir haciendo estudios para evitar que suceda algo parecido al caso de la mina de litio en Cáceres.

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