BOLIVIA SE DESPIDE DE LA 'REVOLUCIÓN INDÍGENA' ESTE DOMINGO



En
sólo 12 meses, la Patria Grande se la juega en las Américas. Las elecciones en
Bolivia, Chile, Honduras, Colombia (en los cuatro países gobierna la
izquierda), Costa Rica y Perú (con victoria inicial de un partido
marxista-leninista aliado de la causa, pero que cayó tras fracasar su autogolpe
de Estado) marcarán el destino de la segunda marea rosa en un continente
seducido en parte por los populismos y con la irrupción del tridente Trump /
Bukele / Milei como nuevo factor a tener en cuenta.
De
momento, el primer reto para el bloque de izquierdistas, revolucionarios y
populistas tendrá lugar el domingo en Bolivia, hasta ahora una plaza casi
segura gracias a la fortaleza de la revolución indígena y la popularidad de Evo
Morales. Dos décadas en el poder sólo interrumpidas por el año de la opositora
Jeanine Áñez al frente del país.
Dos
décadas que acabarán en pocas semanas. Al menos eso aseguran todas las
encuestas, que dan como favoritos a dos opositores conservadores para pasar a
la segunda vuelta, programada para octubre si en la primera ninguno de los dos
llega al 50% de los votos o al 40% con ventaja de 10 puntos sobre el segundo.
El
duelo cerrado entre el ex presidente Jorge Tuto Quiroga y el empresario Samuel
Doria, con distancias mínimas en todos los sondeos, se prolongará dos meses
más, aunque las urnas señalarán el domingo al principal favorito.
Ideológicamente, los candidatos de la Alianza Libre y de Alianza Unidad se
sitúan entre la derecha y el centro.
Lo
más llamativo es que ambos formaron parte de la alianza opositora que buscó
durante meses sin demasiado ahínco un candidato único. Las desavenencias y los
errores de casi siempre lo impidieron, pero entre ambos se sitúan por encima
del 40%, con una diferencia de más de 13 puntos sobre el trío perseguidor, en
el que también figuran dos opositores de peso: el ex militar Manfred Reyes
Villa, alcalde de Cochabamba, y Rodrigo Paz, hijo del ex presidente Jaime Paz
Zamora.
Alineado
con la nueva tendencia continental, Reyes lo dejó claro desde el primer
momento: "Los mejores presidentes han sido alcaldes, si no vean a
Bukele", dijo. El segundo, situado en el centroizquierda y abanderado del
Partido Demócrata Cristiano, ha realizado una buena campaña que le ha llevado a
encabezar al grupo de tres.
La
gran decepción de la campaña la protagoniza Andrónico Rodríguez, uno de los
grandes favoritos y llamado a suceder a Morales y a Arce al frente del
Movimiento Al Socialismo. El joven presidente del Senado, que como Evo es
dirigente cocalero, pretendía reverdecer los viejos laureles de la revolución
indígena. Pero la guerra fratricida entre Morales y Arce y el derrumbe
socioeconómico producido a lo largo de la legislatura han sepultado sus
opciones.
Una
mala campaña ha hecho el resto. Ya casi nadie cree en su comando electoral que
Andrónico protagonice una remontada histórica, sobre todo porque tiene en su
contra a Morales, líder indígena y uno de los dinosaurios políticos del
continente. Evo ha protagonizado un sórdido desafío al Estado, desde bloqueos
de carreteras a amenazas de golpe de Estado, para ser de nuevo candidato
presidencial, pese a que lo impide la Constitución.
La
última maniobra de Morales, que ha forzado la creación del partido Evo Pueblo,
es medirse en las urnas a su manera: con votos nulos. Entre indecisos,
abstencionistas y los seguidores de Morales, los expertos electorales calculan
que el 30% de los votos no están decantados, por lo que algunos sueñan con la
remontada.
Algo
que jamás abundará en beneficio del candidato gubernamental, el ex ministro
Eduardo del Castillo, con en torno al 2% de intención de voto. Del Castillo fue
la mano derecha de Arce durante cinco años, lo que también le señala como
culpable de la crisis del pueblo boliviano.
Esa
es precisamente la clave que ha situado a la revolución indígena, gran aliada
de las revoluciones de Venezuela y Cuba, en el disparadero electoral. Todo
indica que el país andino enfrenta el punto final de una era política iniciada
en paralelo al milagro económico de principios de siglo, cuando las
nacionalizaciones energéticas arrancaron a Bolivia de las garras de la pobreza.
La
economía se derrumbó cuando se agotaron los pozos gasíferos y cuando
desaparecieron las inversiones energéticas. El gasto público se disparó
precisamente en manos del ministro de Economía, convertido en presidente, que
había liderado los buenos tiempos. La inflación rozó el 10% en 2024, pero en
julio estuvo a punto de romper el techo del 25%.
El
bucle económico ha ahogado al país: sin dólares para importar combustible,
falla la producción de alimentos y dificulta la importación de productos
básicos y medicinas.
BOLIVIA
ENFRENTA UNA DE LAS ELECCIONES MÁS IMPORTANTES DE SU HISTORIA
Los
dos candidatos de derecha podrían barrer del poder a la izquierda del MAS
después de casi 20 años. Ni Doria Medina ni Quiroga se presentan como una
derecha dura, y ya han anunciado que mantendrán muchos de los planes sociales
que provienen de los gobiernos del MAS
El
Salto Diario de Argentina (https://n9.cl/4kvfz3)
El
17 de agosto la ciudadanía boliviana va a las urnas en una de las elecciones
más reñidas de su historia. Después de gobernar Bolivia durante casi dos
décadas, el Movimiento al Socialismo (MAS) llega más dividido que nunca, con
Evo Morales fuera de juego y con la derecha liderando las encuestas.
Este
próximo domingo se espera que al menos siete millones de votantes acudan a las
urnas para renovar presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados, o
para emitir un voto nulo. También se espera que ninguno de los candidatos
alcance los votos necesarios para evitar una segunda vuelta, que sería el
próximo 19 de octubre. Incluso están quienes van más allá con sus
especulaciones y advierten que de darse una disputa entre los candidatos de
derecha, Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga, estos podrían sellar un
acuerdo para sortear esta segunda vuelta.
La
posibilidad de una segunda vuelta
Las
elecciones del 17 de agosto en Bolivia están predominantemente marcadas por las
disputas dentro del MAS. Los candidatos que emergieron de las filas del MAS
para las próximas elecciones son el ex ministro Del Castillo, que es el sucesor
del actual presidente, Luis Arce; y Andrónico Rodríguez, actual presidente del
Senado y considerado el sucesor político de Evo Morales. Eva Copa, la alcaldesa
de El Alto, era la tercera representante, pero finalmente optó por bajarse de
la candidatura. Con la declinación de Copa, la disputa por la presidencia de
Bolivia será entre 8 candidatos hombres.
Aunque
todas las encuestas apuntan a una segunda vuelta entre los dos candidatos de
derecha, el porcentaje más alto de todos los sondeos se lo lleva una franja de
indecisos, voto nulo o voto oculto, que podría dar por tierra con todos los
pronósticos. Tanto los derechistas Doria Medina (Unidad Nacional) como Quiroga
(Libre) se disputan el primer lugar con más de un 20% de las votaciones, pero
quienes aún no definieron su voto o no quieren decirlo rondan casi el 30%.
La
precisión de los sondeos en Bolivia ha sido cuestionada en numerosas ocasiones,
la más notoria fue durante las elecciones en las que ganó Luis Arce. Lo que se
cuestiona es la metodología utilizada, ya que no llega a reflejar el voto de
los sectores campesinos, justamente allí donde Evo Morales y el MAS son más
fuertes.
Doria
Medina, el candidato preferido
Samuel
Doria Medina es un empresario y político de centroderecha, y Jorge “Tuto”
Quiroga es quien completó el mandato del ex dictador (y luego presidente) Hugo
Banzer, desde 2001 hasta 2002. Para Doria Medina es el cuarto intento por
hacerse con la banda presidencial; y antes ejerció como ministro de
Planificación y miembro de la Asamblea Constituyente.
La
última fórmula que integró fue como candidato a vicepresidente —con Jeanine
Añez como candidata a presidenta—, pero renunció antes de la votación. Hoy es
el candidato mejor posicionado en las encuestas.
A
Doria Medina se lo conoce como “el señor hamburguesa” dado que es el dueño de
la franquicia de la cadena Burger King y, aunque no reniega de su pasado como
funcionario público de la Izquierda Revolucionaria y es vicepresidente de la
Internacional Socialista, su ideario se enmarca más cerca de la derecha. Pese a
ello, ni Doria Medina ni Quiroga se presentan como una derecha dura, y ya han
anunciado que mantendrán muchos de los planes sociales que provienen de los
gobiernos del MAS. Sabedores de que sus votos provienen más de la derrota
política de Evo Morales y los suyos, antes que de sus propias iniciativas, los
candidatos han ajornado sus discursos y sus propuestas para que puedan tener
impacto en un electorado al que lo caracteriza, sobre todo, un profundo
desencanto.
Fragmentación
del MAS
El
actual presidente, Luis Arce, llegó a la cima del poder emplazado por Evo
Morales en 2020, que forzó su candidatura desde Buenos Aires —donde se había
refugiado tras el golpe que encabezó Jeanine Añez en 2019—, pese a las
resistencias dentro de su propia fuerza. Pero a finales de 2021, la ruptura ya
se mostró irreversible, y Arce utilizó todos los recursos de los que disponía
para neutralizar a Morales, quien fue inhabilitado para competir en las
elecciones de 2025 como candidato, y después se lo corrió del lugar de líder
del MAS, el partido que viene gobernando Bolivia ininterrumpidamente desde
2006, a excepción del período del golpe.
Arce
fue ministro de economía de Evo Morales durante 11 años, y todo indica que el
dirigente cocalero —al elegirlo como su sucesor— desestimó sus capacidades para
erigirse como líder y sus propias ambiciones de poder. La ruptura entre Evo
Morales y Arce se inició hace años, pero se hizo más visible en 2024, hasta la
ruptura definitiva de febrero de este año y la pérdida de control del partido
en manos de sectores afines a Arce.
Tras
20 años en el poder, la fragmentación del voto de izquierda podría no sólo
valerle la derrota al MAS, sino dejar mejor posicionados a casi todos los
candidatos de derecha. En los últimos días, los seguidores de Evo Morales
llamaron a emitir un voto nulo, en protesta por la inhabilitación de su
candidato y en la búsqueda de que este sea superior al del resto de los
candidatos, como forma de exponer el carácter antidemocrático de los comicios.
Evo Morales está inhabilitado porque está imputado por un supuesto delito de
abuso de una menor en 2016. En 2019 fue investigado, pero no hubo resultados; y
el caso fue reabierto a finales de 2024 en un pico de escalada del
enfrentamiento entre Evo Morales y Luis Arce. Hoy la oposición lo utiliza como
su principal bandera para atacar al líder cocalero.
Evo
Morales sufrió el desgaste de los años de gobierno, pero también padece sus
propias ambiciones de poder y su personalismo, que lo fueron cercando. Aunque
se esperaba que Andrónico Rodríguez lograra su apoyo explícito y pudiera ser
presentado como su sucesor, esto finalmente no sucedió. La ruptura entre
Rodríguez y Morales se tornó definitiva cuando el senador decidió postularse,
pese a que el ex presidente insistía para que no lo hiciera.
Una
crisis económica marcada por la inflación
Bolivia
atraviesa una profunda crisis económica en la que la inflación acumulada
durante el primer semestre alcanzó el 15,53%, el doble de lo previsto por el
Gobierno para todo el año y la más alta en casi dos décadas, lo que la sitúa
entre los países con mayor inflación del continente. Las largas colas para
cargar combustible son una postal diaria en las calles del país, con el más que
previsible impacto en el transporte y la vida cotidiana. La inflación, tal y
como también sucede en otros países de América Latina es, en estos momentos, la
principal preocupación de la ciudadanía.
Además
de las colas para el biodiesel, estos días en las calles de La Paz abundan
pintadas que señalan a Evo como pedófilo, algo señalado desde la oposición de
derecha como desde los feminismos. De todas maneras, se sabe que el núcleo duro
de Evo no está en las grandes ciudades, sino que proviene de los campesinos,
los indígenas y el sindicalismo.
Pese
a todo, para muchos, la posibilidad de que Bolivia sea gobernada por un
personaje al estilo Milei o Bukele, es prácticamente nula. Tampoco que pueda
ser aplicada una política de shock o de devaluación inmediata como la de Milei
en Argentina, aunque sí se prevé un un fuerte ajuste. Incluso si gana Andrónico
Rodríguez, quien ya anunció que lo hará de forma gradual.
EL
RUMBO INCIERTO DE BOLIVIA
La
Vanguardia de España (https://n9.cl/a6xc3)
Las
elecciones presidenciales que Bolivia celebra el próximo domingo son las más
inciertas de su historia reciente hasta el punto que no se vislumbra un
ganador. Todo apunta a que el país andino está dispuesto a pasar página de Evo
Morales y de dos décadas de gobiernos de izquierdas, pero lo único que parece
claro es que, por primera vez, habrá una segunda vuelta, prevista inicialmente
para el 19 de octubre.
Las
encuestas aportan más dudas que respuestas. Dos candidatos de derecha, el
empresario Samuel Doria Medina, y el expresidente Jorge ‘Tuto’ Quiroga son los
favoritos. Ambos lideran las encuestas en un virtual empate técnico con entre
el 20 y el 25% de los votos, insuficientes para lograr la victoria en primera
vuelta, que requiere de la mayoría absoluta o de superar el 40% con una
diferencia de más de 10 puntos porcentuales sobre el segundo.
Bolivia
desea y necesita salir del marasmo político y gubernamental en el que está
sumida. Pero hay muchas incógnitas. La primera, la desintegración del
Movimiento al Socialismo (MAS), que fue la base ideológica y electoral de Evo
Morales (2006 y 2019) y de Luis Arce (2022-25).
La
popularidad de Arce es tan baja que decidió no presentarse a la reelección. El
que fuera el ministro de Economía y factótum de la bonanza financiera en la
época Morales ganó de manera sorprendente las presidenciales de 2022, pero todo
el rigor que simbolizaba se ha difuminado en los últimos años con una inflación
galopante (del 24% interanual en julio), la drástica reducción de producción de
gas natural y la escasez de divisas. En lugar de Arce, el candidato oficialista
es su exministro Eduardo del Castillo, a quien los sondeos le dan apenas un 2%.
Andrónico
Rodríguez, expresidente del Senado, es el candidato mejor valorado de la
izquierda pero las encuestas le otorgan entre un 7 y un 14% solamente. Además
de dejar el MAS, también rompió con Morales, de quien llegó a ser su delfín
político. Evo, que todavía es un político influyente pero que vive recluido en
la región cocalera del Chapare y ha perdido fuerza entre los sectores que le
auparon al poder, pide abiertamente el voto nulo, que en las encuestas se cifra
en hasta un 15%.
La
situación se complica porque los sondeos previos reflejan hasta un 20% de
indecisos y votos en blanco. Cualquier cosa puede pasar. Bolivia, inmersa en
una multicrisis política y social, reclama soluciones económicas urgentes y
parece dispuesta a pasar página, pero a la incertidumbre de los resultados
electorales se une el recelo sobre si los aceptará el que fue el primer
presidente indígena del país. Morales aspira a ser un Daniel Ortega boliviano y
no se presenta porque la justicia lo ha impedido por haber ejercido la jefatura
de Estado tres veces cuando la constitución lo limita a dos.
Los
líderes opositores tampoco han conseguido crear una alternativa sólida en dos
décadas. Doria Medina, que a priori ocupa un espacio más centrista, intenta
atraer también al electorado que simpatiza con la extrema derecha que tan bien
está funcionando en América. ‘Tuto’ Quiroga, que representa a la derecha
tradicional, promete revertir el legado izquierdista y afirma que su modelo es
el PP español. Y en este tablero quebradizo Bolivia se juega desterrar las
políticas progresistas y poner rumbo al neoliberalismo.
¿CRISIS
EN BOLIVIA?
Agitación
económica a medida que se acercan las elecciones
Panam
Post de Panamá (https://n9.cl/mxhgg)
La
economía de Bolivia está al borde del colapso. El país está experimentando su
mayor inflación en 38 años: solo en junio, los precios subieron un 5.2 %, lo
que no solo triplica la inflación de Argentina, sino que equivale a la que
registra Perú en dos o tres años. Bolivia también se enfrenta a una escasez de
dólares estadounidenses y a una ola de protestas y bloqueos de carreteras, lo
que agrava otro problema: la falta de productos básicos. Desde medicamentos y
pollo hasta aceite de cocina y gasolina, los bolivianos luchan por encontrar
productos básicos y, cuando los encuentran, pagan precios exorbitantes.
Todo
esto ocurre en pleno año electoral. El actual presidente, Luis Arce, tiene un
índice de desaprobación del 80 % según una encuesta de Delphi, y el
expresidente Evo Morales (del mismo partido) no puede presentarse a las
elecciones porque el Tribunal Constitucional le ha inhabilitado para optar a un
nuevo mandato. Esto ha alimentado una lucha abierta por el poder entre los dos
líderes, que quieren controlar el partido y el país. Cada uno acusa al otro del
colapso económico y de socavar la democracia, mientras que los bloqueos de
carreteras y las manifestaciones de Morales han agravado la escasez. Algunas
encuestas sugieren que, si la situación económica persiste, podría producirse
una ola masiva de migración hacia los países vecinos.
En
2021, Bolivia tenía la tasa de inflación más baja de Sudamérica, incluso
inferior a la de Estados Unidos, y era una de las economías de más rápido
crecimiento de la región en los últimos 30 años. Para entender la agitación
actual, hay que remontarse a 2006, cuando Evo Morales y su partido, el
Movimiento al Socialismo (MAS), ganaron las elecciones. Este fue un punto de
inflexión para Bolivia, no solo porque rompió con el modelo económico de libre
mercado al que aspiraba el país, sino también porque obtuvo más del 50 % de los
votos en la primera vuelta, una hazaña histórica desde el retorno de la
democracia en la década de 1980. Morales se convirtió además en el primer
presidente indígena de Bolivia.
Con
un discurso fuertemente antiimperialista y nacionalista, Morales, junto con su
entonces ministro de Economía, Luis Arce (ahora presidente), dio un giro a las
políticas de Bolivia. Una medida clave fue la nacionalización de los recursos
naturales: el Estado tomó el control de las empresas energéticas, las
telecomunicaciones, la aerolínea nacional boliviana, los servicios de agua y,
lo que es más importante, los minerales y el gas natural, las principales
exportaciones de Bolivia.
Morales
también reformó la Constitución, convirtiendo al país en el Estado
Plurinacional de Bolivia. Esto otorgó un mayor reconocimiento a los pueblos
indígenas y fortaleció al Estado y a las cooperativas a expensas de las grandes
empresas y del sector privado. Esta nueva Constitución también socavó el estado
de derecho, condicionó la propiedad privada y despojó a los individuos de sus
derechos.
Por
último, Morales criticó abiertamente a Estados Unidos, expulsó al embajador
estadounidense y a la DEA, al tiempo que alineó a Bolivia con Hugo Chávez y
Nicolás Maduro en Venezuela, el Partido Comunista de Cuba, y recibió el apoyo
de China, Rusia e Irán.
Entre
2006 y 2014, el modelo boliviano parecía un éxito, al igual que la mayoría de
los países latinoamericanos de la época, debido en gran parte a los precios
históricamente altos de materias primas como los minerales y el gas natural. La
economía creció a tasas del 4 % al 6 % anual y, como el gobierno había
nacionalizado los recursos, todos los ingresos por exportaciones y producción
del gas y la minería fluían directamente a las arcas del Estado. Esto permitió
a Bolivia acumular dólares estadounidenses en su banco central, mantener
superávits fiscales (gastar menos de lo que ganaba) y emprender un gasto
público masivo en infraestructura y programas sociales. El Estado financió
sistemas de alcantarillado, hospitales, escuelas y programas de asistencia social
para madres, niños y trabajadores precarios.
Durante
el gobierno de Morales, el acceso a la electricidad aumentó del 68 % al 92 %,
el analfabetismo se redujo del 13 % al 2 % según el Banco Mundial y la pobreza
extrema disminuyó, según datos nacionales, del 38 % al 12 %. Estos logros se
denominaron el Milagro Boliviano.
En
2011, el Gobierno fijó el tipo de cambio del boliviano al dólar estadounidense
en 6,96. El objetivo era reducir los costes de importación, subvencionar
indirectamente la gasolina, frenar la inflación y aumentar la confianza de la
población en la moneda nacional.
Lamentablemente,
la economía boliviana carecía de una base sólida. A diferencia de países
vecinos como Paraguay o Perú, que aprovecharon los años de bonanza para
construir sistemas más resilientes, Bolivia se volvió excesivamente dependiente
de los altos precios del gas. En 2014, los precios mundiales de las materias
primas se desplomaron, incluidos el petróleo, la soja, el gas natural y los
minerales. Solo entre 2014 y 2015, los precios del gas natural cayeron un 39 %,
lo que supuso un golpe devastador.
Las
reservas de divisas de Bolivia comenzaron a disminuir y el saldo fiscal pasó de
superávit a déficit al colapsar los ingresos por exportaciones. El Estado gastó
mucho en la explotación de los yacimientos de gas existentes, pero no exploró
nuevas reservas. A medida que los yacimientos más antiguos se agotaban, la
producción disminuyó. Las empresas privadas, desanimadas por la nacionalización
y las restricciones, redujeron sus inversiones. Cuando los precios mundiales se
desplomaron, la inversión extranjera no solo se había agotado, sino que, en
algunos años (2018-2019), incluso registró una inversión neta negativa.
Entre
2014 y 2019, las reservas del banco central de Bolivia se redujeron en más del
50 %, pasando de 15 000 millones de dólares a 6000 millones si se analizan los
activos. El saldo fiscal pasó de un superávit del 0.6 % a un déficit del 8 %,
uno de los más altos de América Latina. El Gobierno aumentó tardíamente el
gasto en exploración de gas, pero esos proyectos requieren años para generar
beneficios. Mientras tanto, no se recortó el gasto público, lo que aumentó la
presión sobre el tipo de cambio fijado por ley, que se hizo más difícil de
mantener con la reducción de las reservas.
Los
escándalos de corrupción empañaron la administración de Morales. Este modificó
la Constitución en 2009, se presentó y ganó por tercera vez en 2014, y pudo
presentarse por cuarta vez en 2019 a pesar de haber sido rechazado en un
referéndum celebrado en 2016. Ese año, la jornada electoral se vio empañada por
la controversia: el recuento de votos se suspendió durante horas mientras
Morales iba por detrás, y luego se reanudó con él en cabeza. La oposición
denunció fraude y la Organización de los Estados Americanos (OEA) confirmó
irregularidades. Se produjeron protestas masivas y Morales, abandonado por el
ejército, dimitió y se exilió en México.
Jeanine
Áñez ocupó la presidencia interina durante un año (posteriormente fue
encarcelada en 2021 por conspiración) y en 2020 se convocaron nuevas
elecciones, en las que ganó el candidato del MAS, Luis Arce, con el 55 % de los
votos. A pesar del cambio de liderazgo, el modelo económico se mantuvo y los
problemas se agravaron. El breve impulso del aumento de los precios del gas en
2022 debido a la guerra entre Rusia y Ucrania se desvaneció en 2023. Ese año,
el déficit fiscal de Bolivia superó el 10 % del PIB y la deuda pública siguió
aumentando. En 2024, Bolivia se había convertido en el segundo prestatario más
riesgoso de América Latina después de Venezuela, con una deuda superior al 90 %
del PIB, lo que aumentó los temores de insolvencia.
Las
reservas cayeron por debajo de los 2000 millones de dólares en diciembre de
2024, ocho veces menos que en 2014. El Gobierno admitió que no disponía de
dólares suficientes para satisfacer la demanda. Los años de descenso de la
inversión extranjera y de la producción de gas habían provocado un déficit
comercial persistente desde 2015, lo que significa que Bolivia gasta más en
importaciones que lo que gana con las exportaciones.
Ante
la reelección, Arce se negó a recortar el gasto público, reducir los subsidios
o liberalizar la economía. En cambio, el Gobierno impuso controles de precios,
regulaciones monetarias más estrictas y restricciones al acceso de los
importadores a los dólares. Esto provocó una grave escasez de fertilizantes,
medicamentos, combustible, productos de limpieza y alimentos. Los precios se
dispararon y creció la desconfianza en el boliviano. La gente se apresuró a
cambiar bolivianos por dólares estadounidenses, que escaseaban. El banco
central impuso más restricciones, lo que empujó la demanda al mercado informal,
algo habitual en países como Venezuela o Argentina. Surgieron dos tipos de
cambio: el oficial, de 6.96 pesos bolivianos por dólar, y el informal, de entre
12 y 14 pesos bolivianos, aproximadamente el doble, lo que indicaba
expectativas de devaluación.
Mientras
tanto, Evo Morales ha estado movilizando a sus seguidores para bloquear
carreteras e interrumpir las cadenas de suministro, culpando a Arce de la
crisis y agravando la escasez. Muchos bolivianos se creen el discurso de que el
país era próspero con Morales y que la recesión comenzó con Arce.
Las
elecciones están previstas para el 17 de agosto y ni Luis Arce ni Evo Morales
se presentarán como candidatos, Arce por decisión propia y Morales por
inhabilitación legal. El candidato del MAS, Eduardo Del Castillo, tiene menos
del 2 % de intención de voto.
Dada
la trayectoria actual, Bolivia podría encaminarse hacia una crisis similar a la
de Argentina en 2001 o incluso a la de Venezuela, con una inflación anual que
se disparó del 3 % al 25 % en solo un año. Sin embargo, los mercados parecen
más optimistas: los precios de los bonos bolivianos han subido un 20 % en
dólares este año. Los analistas atribuyen esto a las encuestas que sugieren
que, tras 20 años en el poder, el MAS podría perder la presidencia, lo que
abriría la puerta a un gobierno de la oposición.
EL
TRISTE FINAL DEL MAS EN BOLIVIA
La
elección del domingo será la confirmación de la descomposición total de MAS. La
paranoia de Evo y la ineptitud de Arce están cerca de darle un aliado a Trump y
Milei.
La
Política Online de Argentina (https://n9.cl/3cv4eh)
La
izquierda boliviana está a punto de oficializar su implosión. En la practica es
un hecho, el MAS, el movimiento que fundó Evo Morales y permitió por primera
vez la llegada al poder de un líder indígena, ya no existe más. La interna que
se abrió con la llegada de Luis Arce al poder se llevó puesto a todos, no hubo
voluntad de procesar las diferencias.
El
mayor responsable de esto es Evo Morales, quien nunca estuvo dispuesto a
compartir el liderazgo y especuló con manejar al presidente con el control
remoto. Es curioso, porque fue el propio Evo el que impuso desde Buenos Aires
la candidatura de su ex ministro de Economía en detrimento de los favoritos de
las bases que se reunían en los plenarios de Bolivia: Andrónico Rodriguez y
David Choquehuanca.
Esa
fue la primera gran grieta en el evismo. Los que se fueron y los que se
quedaron tras el golpe de estado de 2019. Esa herida no cerró al día de hoy, el
kilómetro cero de la ruptura.
Pero
lo cierto es que el más manejable fue el abanderado de la traición. Arce se
rodeó de leales anti-evo y su gobierno estuvo más preocupado en aislar al ex
presidente que en gestionar bien. Esto es un punto para Evo: la gestión de Arce
es muy mala, con una brecha cambiaria al 100 por ciento, inflación y la
inminente pérdida de un recurso clave como el gas.
Pero
el problema central no fue ese sino la política. La paranoia de Evo lo llevó
desconfiar de todos y no legitimar a ningún mediador para resolver la crisis.
Ni Lula, ni el Grupo de Puebla ni su ex vicepresidente Alvaro García Linera.
Todos traidores. O candidato o nada. Terminó en nada o algo peor.
La
falta de instancias para procesar la ruptura trajo como resultado una elección
con dos candidatos que no mueven en las encuestas y la derecha moderada como
Samuel Doria Medina o la extrema derecha de Jorge "Tuto" Quiroga como
favoritos par el balotaje.
De
cumplirse esto, los protagonistas del golpe de estado contra Evo en 2019
estarían volviendo al poder con el respaldo de las urnas, prácticamente sin
hacer campaña. Un regalo para Donald Trump y Javier Milei de parte de una
izquierda que se autoboicoteó para llegar a esto.
No
hay expectativas. Llegar al balotaje es un milagro, al menos le reconocen a LPO
dirigente de las dos orillas. "Andrónico no logró ser el candidato de la
unidad y no enamora a los revistas y Eduardo del Castillo juega para la derecha
y mide 1 punto", afirma un mediador resignado. "Y lo de Evo esperando
que el voto nulo gane, es insólito", agrega.
El
futuro luego de las elecciones es aún peor. Evo está atrincherado en el Chapare
para que no lo detengan producto de las causas judiciales abiertas en el último
años y amaga con la implementación de una estrategia de insurrección que
despierta una suerte de rebelión indígena que solo ve él.
En
el caso de Luis Arce, se va por la puerta de atrás y con rumores de una posible
salida de Bolivia a Venezuela o Cuba.
Nadie
se hace cargo, como ocurre en las internas. La culpa es del otro. La realidad
es la obsesión de Evo de no relegar el liderazgo y la ineptitud de Arce para
gestionar y rodearse de un equipo inteligente en términos políticos terminó
siendo una bomba expansiva contra lo que supo ser uno de los movimientos
sociales más importantes del continente. Crónica de un triste final que no
valoró toda la sangre corrió antes del regreso al poder.
LOS
PELIGROS DEL COMUNISMO EN LA POLÍTICA LATINOAMERICANA
Bolivia,
Colombia y Venezuela ofrecen advertencias que el Perú no puede ignorar
El
Montonero de Perú (https://n9.cl/r2x18h)
La
coyuntura política y económica de América Latina evidencia una tendencia
inquietante: el avance de gobiernos populistas y autoritarios que, bajo el
discurso de justicia social, han debilitado las instituciones democráticas y
provocado crisis estructurales. Bolivia, Colombia y Venezuela, con realidades
distintas pero lecciones igualmente relevantes, ofrecen advertencias que el
Perú no puede ignorar al momento de elegir a su próximo presidente. La amenaza
no siempre irrumpe con estrépito; muchas veces se disfraza de promesa
redentora, pero termina socavando las bases del desarrollo sostenible.
En
Bolivia, el modelo estatista instaurado durante el gobierno de Evo Morales —con
la nacionalización de sectores estratégicos como el gas y el petróleo— generó
inicialmente un auge económico impulsado por los altos precios internacionales.
Sin embargo, ese ciclo de prosperidad fue breve. La falta de inversión privada,
la caída del precio del gas desde 2015 y la creciente dependencia de las
importaciones han llevado al país a un punto crítico. Hoy enfrenta inflación,
escasez de bienes básicos, aumento de la pobreza y un endeudamiento público que
amenaza su estabilidad. El intervencionismo estatal, lejos de fortalecer a la
ciudadanía, ha limitado su capacidad de generar riqueza y ha minado la
confianza en las instituciones.
Colombia,
en cambio, vive una deriva distinta pero igualmente preocupante. La
administración de Gustavo Petro ha mostrado cómo los ideales de una izquierda
radical pueden chocar con la realidad económica. Unas reformas ambiciosas sin
sustento técnico sólido han generado incertidumbre en los mercados, incremento
del déficit fiscal y pérdida de competitividad. La inflación y el estancamiento
económico han deteriorado la calidad de vida, mientras que una política
exterior errática —marcada por confrontaciones diplomáticas como la ocurrida
con el Perú— ha servido para desviar la atención de los problemas internos. El
nacionalismo se ha convertido en una herramienta política para afianzar su
base, a costa del diálogo regional y la cooperación.
El
caso de Venezuela, por su parte, representa el ejemplo más extremo: el
comunismo ha capturado por completo al Estado, desmantelando la democracia,
controlando todos los poderes y sumiendo a la población en una crisis
humanitaria sin precedentes. Es la evidencia palpable de cómo un régimen
autoritario puede enquistarse indefinidamente, destruyendo las posibilidades de
recuperación económica y social.
En
este contexto, el Perú se encuentra en una encrucijada. Si bien ha mantenido
una economía social de mercado con relativa estabilidad, enfrenta desafíos
fiscales, institucionales y sociales que exigen reformas profundas. La
tentación de adoptar modelos populistas puede resultar atractiva en tiempos de
crisis, pero las experiencias de Bolivia, Colombia y Venezuela muestran que el
costo a largo plazo es demasiado alto. La apertura al mercado, el fomento de la
inversión privada y el fortalecimiento democrático no son soluciones
milagrosas, pero sí pilares indispensables para evitar el colapso institucional
y económico.
La
próxima elección presidencial será decisiva: no se trata solo de elegir a una
persona, sino de definir el rumbo del país. El Perú necesita un liderazgo que
combine responsabilidad económica con sensibilidad social, que entienda que la
verdadera justicia no se logra con subsidios insostenibles ni con discursos
incendiarios, sino con instituciones sólidas, educación de calidad y
oportunidades reales para todos.
El
autoritarismo se oculta tras un discurso de redención, pero sigue siendo una
amenaza silenciosa. La responsabilidad recae en nosotros, como ciudadanos, de
votar con lucidez y firmeza para evitar que las crisis que hoy golpean a
nuestros vecinos se conviertan en nuestra propia realidad.
CRISIS
ECONÓMICA, POLARIZACIÓN E INCERTIDUMBRE EXTREMA: ASÍ LLEGA BOLIVIA A SUS
PRESIDENCIALES
Bolivia
celebra elecciones presidenciales este domingo 17 de agosto y la realidad para
sus ciudadanos es compleja: el país afronta la peor crisis económica de las
últimas cuatro décadas y la crispación política está en máximos en medio de una
profunda fragmentación. Las encuestas proyectan un giro a la derecha y, por
primera vez en casi 20 años, el izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS)
llega sin un candidato con suficiente respaldo. ¿Cómo se llegó a este punto?
France
24 (https://n9.cl/65bbl)
El
futuro de Bolivia se decide en las urnas este 17 de agosto. En estos comicios
presidenciales, los votantes elegirán a quién tomará las riendas de la nación
andina, sumida en una crisis política y económica que no da respiro.
Estas
elecciones ocurren en medio de un panorama particular: un muy probable giro a
la derecha –según las proyecciones de las encuestas–, una oposición
fragmentada, una izquierda debilitada y un contexto de máxima polarización.
La
crisis de 2019
Al
hablar de la historia reciente de Bolivia, se suele asociar al país con un
nombre en particular: Evo Morales. ¿La razón? Es el líder que, hasta este año,
había dominado el tablero político de la nación suramericana.
Morales
ganó sus primeras elecciones presidenciales en 2005 como candidato del partido
Movimiento al Socialismo (MAS).
Este
movimiento fue fundado en la década de 1990 como representación de los sectores
campesinos e indígenas. Con su primera victoria electoral, Evo Morales se
convirtió, hace casi 20 años, en el primer presidente indígena del país.
Durante
su primer mandato (2006-2009), Morales materializó la mayor parte de sus
propuestas: nacionalizó los hidrocarburos y redactó una nueva Constitución, que
reconoció a 36 naciones indígenas y otorgó a Bolivia el nombre de Estado
Plurinacional.
Pero
sus siguientes dos mandatos, de 2010 a 2014 y de 2015 a 2019, estuvieron
marcados por los intentos del líder indígena de mantenerse en el poder, incluso
esquivando los límites impuestos por las leyes, como denunció la oposición.
Finalmente
Morales renunció a la Presidencia el 10 de noviembre de 2019 en medio de
denuncias de fraude electoral y apelando que fue víctima de un “golpe de
Estado”. Poco después salió hacia México en condición de asilado.
El
resultado: tres semanas de intensas protestas entre los seguidores del
representante del MAS y de sus opositores, choques que incluyeron la
participación de la Policía y los militares. Todo eso condujo a que Jeanine
Áñez, quien era la vicepresidenta del Senado, asumiera la Presidencia de esa
Cámara y se declarara presidenta interina de Bolivia.
Durante
el Gobierno de Áñez se convocaron nuevas elecciones para octubre de 2020. Para
esos comicios, Morales propuso como candidato a Luis Arce, otrora ministro de
Economía. Arce ganó en las urnas con el 55% y obtuvo mayoría en la Asamblea, lo
que le devolvió el poder al MAS.
Arce
vs. Morales: de la lealtad a la confrontación
Luego
de que Arce asumiera la presidencia de Bolivia, Morales regresó al país tras el
exilio entre México y Argentina. Rápidamente, lo que hasta entonces había sido
una relación de cercanía ideológica y política se transformó en ataques y
marcadas diferencias.
Tras
su retorno, Morales pidió cambios en el gabinete del Gobierno, a los que el hoy
saliente mandatario se resistió. Desde entonces, una serie de choques políticos
con el primer presidente indígena de Bolivia ha marcado la gestión de Arce.
El
MAS quedó dividido entre ‘evistas’ y ‘arcistas’, lo que ha provocado
enfrentamientos entre ambos bandos en repetidas ocasiones. En agosto de 2023,
por ejemplo, una refriega generó disturbios en un congreso campesino en la
ciudad de El Alto, dejando un saldo de 800 heridos.
Arce
ha alertado sobre intentos de desestabilizar su Gobierno.
En
contraste, Morales ha acusado al presidente de intentar eliminarlo del mapa
político, luego de que el Tribunal Constitucional ratificara su inhabilitación
como candidato para las próximas elecciones presidenciales.
Un
MAS sin fuerza y una izquierda erosionada
Las
tensiones al interior de Movimiento al Socialismo han dejado sin muchas
posibilidades al partido de tener éxito en las elecciones. De hecho, los
votantes tradicionales del MAS no saben a dónde ir.
Algunos
veían en el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, una posibilidad para
homogeneizar a la izquierda tradicional boliviana y a los polos opuestos al
interior del MAS.
Sin
embargo, Morales tachó a Rodríguez de traidor por promover su propia
candidatura, como una muestra de deslealtad tras la inhabilitación del
expresidente indígena.
Desde
entonces, el presidente del Senado ha hecho pocas apariciones en público.
Para
Gustavo Flores-Macías, profesor de Gobierno y Políticas Públicas de la
Universidad de Cornell, el “MAS torpedeó sus posibilidades de ganar estas
elecciones”.
Rodríguez
sigue en pie en la carrera presidencial, junto con otra candidatura de
izquierda: la de Eduardo del Castillo, exministro de Gobierno. Aun así, ambos
carecen del respaldo significativo del sector progresista que solía tener
Morales.
¿Inminente
giro a la derecha?
Los
sondeos preelectorales difundidos en los últimos días pronostican una posible
segunda vuelta entre dos candidatos de derecha: el empresario multimillonario
Samuel Doria Medina y el expresidente boliviano, Jorge Quiroga.
Una
encuesta de Ipsos Ciesmori, difundida por los canales ‘Unitel’, ‘Red Uno’ y
‘Cadena A’, muestra que Doria Medina lidera la intención de voto con un 21,2%,
seguido por Quiroga con un 20%.
El
empresario, de 66 años, construyó su fortuna gracias al cemento y es dueño de
la franquicia boliviana de Burger King. Se le conoce como el “candidato
eterno”, ya que perdió ante Morales en 2005, 2009 y 2014. Espera que esta
cuarta vez sea la vencida.
Por
su parte, 'Tuto' Quiroga fue presidente interino en 2001 cuando el entonces
presidente Hugo Banzer, exdictador militar, renunció debido a un cáncer
terminal. Desde entonces, el exmandatario sueña con un mandato propio.
Una
economía en rojo que aviva el descontento boliviano
Sea
quien sea el ganador, el próximo presidente recibirá un país en crisis. Bolivia
atraviesa la peor crisis financiera de las últimas cuatro décadas, la
integridad democrática está cada vez más en riesgo y el modelo económico de
izquierda que había predominado hasta ahora parece ya no dar frutos.
La
nación andina enfrenta una inflación interanual del 24,8% en julio, la más alta
desde 2008. Una de las principales causas de esta crisis es el declive en las
exportaciones de uno de los bienes más importantes de Bolivia: el gas natural.
En consecuencia, la tasa de exportación de este combustible —que antes era el
principal motor de la economía boliviana y proporcionaba al país un ingreso
significativo en divisas— ha caído en picada desde 2017.
Adicionalmente,
el Gobierno de Arce ha agotado todas las reservas internacionales de dólares
para sostener su política de subsidios, mientras que importa gasolina y diésel
y otros insumos como el trigo. Sin embargo, la falta de dólares en el país ha
impedido que el Ejecutivo importe la cantidad de combustible necesaria para
abastecer la demanda de los bolivianos.
Como
resultado, realizar trámites que antes eran de rutina ahora representa toda una
hazaña. En la actualidad, los bolivianos deben hacer filas de varias cuadras
para conseguir combustible, recorrer múltiples farmacias en busca de
medicamentos y conformarse con un pan subsidiado que se ha reducido a casi la
mitad de su tamaño habitual.
Por
otra parte, el descontento generalizado es tal que muchos votantes ya no tienen
expectativas en ninguno de los dos espectros del polarizado panorama político.
BOLIVIA.
DEL “MILAGRO” AL NAUFRAGIO POLITICO-ECONOMICO
La
Prensa de Uruguay (https://n9.cl/3kply)
Bolivia
encara sus próximas elecciones presidenciales en medio de un escenario que poco
tiene que ver con el optimismo y el impulso económico de hace poco más de una
década. El llamado “milagro boliviano” que Evo Morales exhibía como trofeo
internacional se ha reducido a un recuerdo descolorido, sepultado bajo la
realidad de colas interminables para cargar combustible, escasez de alimentos,
falta de medicinas y un mercado cambiario descontrolado. En su momento, la
izquierda en el poder logró avances sociales que nadie puede desconocer: la
pobreza moderada se redujo del 60% al 36%, y la extrema del 38% al 11%. La
inclusión de las mayorías indígenas a la vida política y económica fue un hito
histórico. Pero la bonanza se dilapidó en una gestión marcada por la
dependencia de los precios internacionales de las materias primas, el
despilfarro y la ausencia de reformas productivas. Hoy, la Bolivia que prometía
un modelo alternativo de desarrollo es víctima de su propia miopía económica.
El
presente es implacable: colas de horas —o días— para conseguir diésel, un dólar
paralelo que duplica el oficial y la angustia cotidiana de no saber si habrá
medicinas o ciertos alimentos. El país, que hace una década se permitía
inaugurar el teleférico urbano más extenso del mundo, hoy un símbolo de un
pasado que no volverá, mientras la gente se pelea por conseguir productos
básicos. La izquierda gobernante, encarnada por el MAS, enfrenta una crisis no
solo económica sino también política y moral.
Evo
Morales y Luis Arce
Evo
Morales, acorralado por denuncias de abuso sexual contra menores, se atrinchera
en El Chapare rodeado de cocaleros, torpedeando la gestión de Luis Arce. Este
último, que llegó al poder con el 55% de los votos y fama de “arquitecto del
milagro económico”, se despide como uno de los presidentes más impopulares de
América Latina. Su figura es asociada a la de un “hambreador” incapaz de
encauzar al país. El MAS, que alguna vez se presentó como garante de
estabilidad, hoy es el principal responsable del deterioro institucional. Las
luchas internas, el caudillismo de Morales y la mediocridad de Arce han
erosionado la confianza popular.
La
Derecha revive
El
resultado: una derecha históricamente marginal empieza a ser vista como opción
posible. Este avance opositor no se debe tanto a un cambio ideológico profundo
de la población como al hartazgo generalizado. Los candidatos conservadores han
aprendido de sus derrotas pasadas y han suavizado su imagen. Tuto Quiroga
cambió el saco y la corbata por ropa más informal y mensajes cercanos a los
jóvenes y la clase media. Doria Medina dejó de lado el perfil de empresario
millonario ajeno a los problemas cotidianos y se presenta como alguien
dispuesto a mantener los programas sociales del MAS, pero con una gestión más
eficiente. Se trata de una “derecha con sensibilidad social” que promete
preservar la asistencia a los más vulnerables, pero cerrar las empresas públicas
deficitarias y apostar a la inversión privada. Es un discurso pragmático que,
aunque no entusiasma, seduce frente a la inoperancia del oficialismo.
Del
milagro a la miseria...
El
peligro para Bolivia es que el péndulo político no vaya acompañado de un
verdadero plan de desarrollo. La alternancia por sí sola no garantiza cambios
estructurales, y menos aún si se basa en campañas de marketing político y
promesas ambiguas. El país necesita reformas profundas, diversificación
económica, transparencia y una institucionalidad que no dependa de la voluntad
de caudillos. Las próximas elecciones no serán simplemente una disputa entre
derecha e izquierda, sino un referéndum sobre el modelo de poder personalista,
ineficiente y corrupto que hundió al “milagro” en la miseria. El futuro de
Bolivia dependerá de si la ciudadanía está dispuesta a romper definitivamente
con esa lógica, o si volverá a repetir el ciclo que ya la llevó al borde del abismo.
BOLIVIANOS
ELIGEN NUEVO PRESIDENTE ANTE COLAPSO DEL PARTIDO DE GOBIERNO
El
Nuevo Herald de EEUU (https://n9.cl/vvgpeq)
Los
bolivianos acudirán a las urnas este domingo en unas elecciones generales que
podrían marcar el fin de casi dos décadas de dominio del partido Movimiento al
Socialismo (MAS), la otrora imbatible fuerza política fundada por el
expresidente Evo Morales. Considerado durante mucho tiempo una potencia
electoral, el MAS enfrenta ahora la amenaza más seria de su historia. Las
encuestas muestran al partido fracturado, profundamente impopular y en riesgo
de perder no solo la presidencia, sino también su personería jurídica, un
desenlace impactante para un movimiento que alguna vez fijo la agenda nacional
de Bolivia. Nueve candidatos compiten por un mandato presidencial de cinco
años, pero ninguno ha superado el nivel de 25% en las encuestas más recientes.
El bloque más grande de votantes sigue indeciso, lo que sugiere un profundo
desencanto con el establishment político. Las elecciones se desarrollan en
medio de una crisis económica cada vez más grave. La inflación está en niveles
récord, escasean los dólares y el combustible, y el precio de los bienes
básicos se ha disparado. Quien gane heredará una de las situaciones económicas
más difíciles que ha enfrentado Bolivia en los últimos años. Para ganar en
primera vuelta, un candidato debe obtener más del 50% de los votos, o al menos
el 40% con una ventaja de 10 puntos sobre el segundo más votado. Si nadie
alcanza ese umbral, los dos primeros se enfrentarán en una segunda vuelta el 19
de octubre.
Notablemente
ausentes en las boletas están dos de las figuras políticas más prominentes de
Bolivia: el presidente en funciones, Luis Arce, y su exmentor, Evo Morales. La
prolongada disputa entre ambos ha dividido al MAS en facciones enfrentadas,
debilitando aún más al partido. Los principales beneficiarios del declive del
MAS son el empresario Samuel Doria Medina, de la alianza Unidad, y el
expresidente Jorge “Tuto” Quiroga, que se postula bajo el movimiento Alianza
Libre.
Doria
Medina, exministro de Planificación, lidera las encuestas desde junio, con
Quiroga pisándole los talones. La mayoría de las encuestas muestran apenas un
par de puntos porcentuales de diferencia entre ellos, con ambos rondando cerca
del 20% de preferencia. Si las tendencias actuales se mantienen, se espera que
ambos avancen a una segunda vuelta, lo que podría allanar el camino para el
primer gobierno de derecha en Bolivia en casi 20 años. “Este escenario
requerirá pactos entre distintas fuerzas políticas para garantizar la
gobernabilidad en los próximos cinco años”, dijo la analista política Lily
Peñaranda en una entrevista con la agencia española EFE. “La política económica
tendrá que ser negociada, porque la crisis no permite que el Estado gaste ni un
centavo más.” La frustración del electorado está siendo impulsada por una
economía en caída libre. La escasez de dólares ha paralizado las importaciones,
las filas por combustible se extienden por cuadras y los precios de los
alimentos se han disparado. Los críticos culpan al modelo económico del MAS por
agotar las reservas y frenar el crecimiento. Doria Medina ha propuesto un
“ajuste integral”, que incluye recortes al gasto público, aumento de
exportaciones de gas, reformas al Banco Central para garantizar su
independencia y el desarrollo estratégico de las vastas reservas de litio del
país.
La
plataforma de Quiroga se centra en reconstruir las reservas internacionales
mediante un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, reducir impuestos
para atraer inversiones y achicar el tamaño del Estado. También promueve
incentivos al crédito bancario para estimular la creación de empleos. Analistas
señalan que los temas centrales de esta reñida elección son el legado económico
de izquierda de Bolivia, el futuro de sus instituciones democráticas y la
subsistencia de millones de personas que navegan la peor crisis financiera en
décadas. “Esto parece el fin de un ciclo no solo para el MAS, sino para todo un
modelo de gobierno”, afirmó la analista política boliviana Verónica Rocha. El
MAS irrumpió en la escena nacional en 2002, cuando Morales quedó segundo con el
20.9% de los votos. Tres años después, ganó la presidencia con el 53.7%, luego
amplió su ventaja al 64.2% en 2009 y al 61.3% en 2014. El control del poder del
partido se rompió brevemente en 2019, cuando Morales renunció en medio de
acusaciones de fraude y lo que él describió como un “golpe de Estado”. Un
gobierno interino liderado por la senadora Jeanine Áñez asumió hasta que Arce
devolvió al MAS al poder en 2020 con el 55.1% de los votos.
En
su apogeo, el MAS controlaba dos tercios de ambas cámaras del Congreso,
aprobando importantes reformas con mínima oposición. Su fortaleza provenía de
profundas alianzas con sindicatos, grupos indígenas y comunidades rurales. Esa
unidad comenzó a desmoronarse a fines de 2021, cuando Morales y Arce chocaron
por el futuro del partido y la candidatura presidencial de 2025. Para este año,
la grieta se había convertido en una ruptura total. Arce ha dicho que no
buscará la reelección, lo que despejó el camino para que su exministro de
Gobierno, Eduardo del Castillo, se postule como candidato oficial del partido.
Morales, quien está impedido de postularse debido a los límites de mandato, ha
instado a sus seguidores a votar en blanco, una medida que muchos ven como un
intento de socavar al presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, quien se
postula de forma independiente bajo la alianza Popular. Del Castillo obtiene
poco más del 2% en las encuestas, muy por debajo del umbral del 3% que el MAS
necesita para mantener su personería jurídica. Rodríguez también registra
cifras bajas, lo que deja a la otrora formidable maquinaria política del MAS en
un estado de caos. Álex Contreras, exvocero de Morales, dijo que la lucha
interna ha dejado al MAS “al borde de cerrar un ciclo político” y “deshaciendo
simbólicamente” décadas de organización de base.
Marianela
Paco, exministra de Comunicación durante el gobierno de Morales, afirmó que la
base del partido está “indignada y decepcionada” tanto con la administración de
Arce como con el legado de Morales. “La gente que apoyaba al MAS se ha
replegado”, dijo Paco. “Espero una alta abstención en la votación del domingo,
mientras esperan una oportunidad para reagruparse en el futuro.”
BOLIVIA:
UN MAS ROTO Y UN AVANCE A LA DERECHA
Las
elecciones del 17 de agosto en Bolivia se desarrollan en un escenario inédito:
sin Evo Morales ni Luis Arce en competencia, con una izquierda dividida y la
oposición en ventaja
Prensa
Rural Org. (https://n9.cl/3xj7oi)
Por
primera vez desde 2006 el Movimiento al Socialismo (MAS) llega a las elecciones
sin sus figuras más emblemáticas. Evo Morales, inhabilitado por el Tribunal
Constitucional y acorralado por causas judiciales fabricadas, llama a votar
nulo como forma de protesta. Luis Arce, desgastado y sin respaldo interno,
renunció a la carrera.
La
ruptura expone una herida profunda en la fuerza que transformó a Bolivia con
reformas sociales, nacionalización de recursos estratégicos y protagonismo
indígena. Aquella maquinaria electoral parecía invencible y está desarticulada;
la derecha ve el momento de volver al poder.
Desde
el Trópico de Cochabamba, Morales insiste en la anulación del voto, única forma
de rechazo al calificarlo de proceso “fraudulento e ilegítimo”. Afirma que el
Gobierno de Arce rompió la unidad y abrió la puerta al avance conservador.
El
respaldo de comunidades campesinas e indígenas, antaño sólido, está
fragmentado. Algunos siguen a Evo, otros a Andrónico Rodríguez o a Eduardo del
Castillo.
El
primero, antiguo delfín político de Evo Morales, actual presidente del Senado y
dirigente cocalero, lidera la candidatura izquierdista por la Alianza Popular
(agrupa al Movimiento Tercer Sistema y otros) y compite como opción emergente
frente al declive del MAS.
Por
su parte, Del Castillo, exministro de Gobierno y candidato oficialista del MAS,
es la opción de Arce y su partido al representar al Movimiento en los comicios.
No
obstante, el dirigente campesino Adalberto Ticona advierte de que las encuestas
ignoran el peso del voto rural y anticipa “sorpresas” en las urnas.
Los
punteros opositores y sus planes
En
el frente contrario, los favoritos son Samuel Doria Medina, empresario
centroderechista, y Jorge Tuto Quiroga, expresidente y representante de la
derecha tradicional. Ambos rondan el 20-24 por ciento en intención de voto y se
perfilan a un balotaje el 19 de octubre.
Doria
Medina plantea recortar subsidios, dar autonomía al Banco Central y acercarse
al FMI y al Banco Mundial.
No
lejos de su adversario y al mejor estilo motosierra de su vecino argentino,
Quiroga promete romper relaciones con Venezuela, Cuba e Irán, firmar tratados
de libre comercio y abrir el país a inversiones en litio, con un enfoque
empresarial y pro mercado.
Ya
adelantó sobre un análisis de la permanencia de Bolivia en el grupo de los
Brics, enfatizando el vínculo comercial con la India y China. También criticó
al Mercosur y adelantó apostar por un “triángulo sudamericano” en la
explotación de litio junto a Argentina y Chile, además de mantener una
“agresiva posición” para buscar tratados de libre comercio con varios países,
incluido EEUU. “Motosierra, machete y tijera”: es su plan para la nación
cocalera.
Crisis
económica y mercados expectantes
Bolivia
vive la peor crisis económica en décadas, con inflación, escasez de
combustibles y reservas internacionales en mínimos. Sin embargo, los bonos
internacionales han subido más de treinta por ciento este año, impulsados por
las expectativas de un cambio de rumbo si gana la derecha.
El
contraste con los años de Morales es evidente: entonces, la nacionalización de
hidrocarburos y la redistribución de excedentes permitieron crecimiento
sostenido y reducción de la pobreza.
Con
Arce, el desgaste político y la puja interna han debilitado la respuesta
gubernamental.
Del
ciclo progresista a un posible retorno neoliberal
La
distancia entre Evo y Arce no es solo personal. Morales construyó un proyecto
soberanista, antiimperialista e inclusivo, mientras Arce, quien fuera su
ministro de Economía durante once años, gestionó entre crisis internas y
externas sin recomponer la cohesión del movimiento.
El
exvicepresidente de Bolivia (2006-2019) Álvaro García Linera calificó esta
pugna de “guerra fratricida” que “juega con monstruos”, aludiendo a la derecha,
hoy fortalecida por la división.
Si
las tendencias se mantienen, no habrá ganador en primera vuelta y la derecha
tendrá la oportunidad de volver al Palacio Quemado, poniendo fin –al menos por
ahora– a un ciclo que cambió la fisonomía social y política del país.
El
desenlace será seguido de cerca en Sudamérica. Bolivia, clave en el eje
progresista latinoamericano, podría pasar de referente del Estado Plurinacional
y la soberanía sobre recursos a un modelo neoliberal condicionado por
organismos internacionales.
En
un continente donde las fuerzas políticas se reacomodan –como en Ecuador,
Uruguay, Brasil y Colombia–, el resultado boliviano reconfigurará el equilibrio
regional.
El
17 de agosto, los bolivianos decidirán no solo quién gobernará, sino qué
proyecto de país sobrevivirá a la fractura del MAS.
ELECCIONES
EN BOLIVIA: UN GIRO A LA DERECHA, DOS FAVORITOS Y UNA PESADA HERENCIA DE ARCE Y
MORALES
Las
elecciones en Bolivia prometen marcar el fin de una era: tras dos décadas, la
izquierda dejará de gobernar, pero quien gane deberá afrontar un país en
crisis.
El
País de Uruguay (https://n9.cl/8514d)
El
próximo gobierno de Bolivia que surja de los comicios de este domingo recibirá
un país con persistentes problemas como la falta de dólares y combustibles,
bajo crecimiento y una inflación acumulada de 16,92% que para algunos expertos
son síntomas de una crisis por el agotamiento del modelo defendido por el
presidente Luis Arce.
El
“Modelo Económico Social Comunitario Productivo” vigente en el país fue puesto
en marcha por Arce desde que fue ministro de Economía durante el Gobierno de
Evo Morales (2006-2019), con un fuerte protagonismo estatal.
Una
de las promesas electorales de Arce en los comicios de 2020 fue recuperar la
economía boliviana que ese año, en el que el mundo se paralizó por la pandemia
del covid-19, decreció un 8,74%, tras crecimientos sostenidos desde 1987.
En
2021, el PIB de Bolivia creció un 6,11% y en los años siguientes también
reportó crecimientos, aunque menores, hasta que en 2024 el indicador llegó a
0,73%, descenso que el Gobierno atribuye a los conflictos sociales, sobre todo
los protagonizados por los seguidores de Morales, que está distanciado del
Ejecutivo.
Además,
desde principios de 2023 Bolivia afronta una persistente falta de divisas que
coincidió con el reporte de que las reservas internacionales netas (RIN) del
país llegaron a 3.148 millones de dólares, frente al récord histórico de 15.122
millones registrado en 2014.
Al
primer semestre de este año, las reservas llegaron a 2.807 millones de dólares,
según el Banco Central de Bolivia.
Por
otra parte, en el último año se volvieron una constante las filas de vehículos
en las gasolineras, mientras que la inflación acumulada entre enero y julio fue
de 16,92%, por encima de la proyección oficial de 7,5% para todo 2025.
El
gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary
Rodríguez, indicó a EFE que el próximo Gobierno recibirá un país “con bajo
crecimiento y alta inflación”, es decir, con “estanflación, un fenómeno temido
por los economistas, ya que la solución del primer problema suele contraponerse
a la solución del segundo”. Para el economista, “otra grave situación es la
alta informalidad, lo que lleva a una baja recaudación que, ante un alto nivel
de gasto público, provoca un déficit fiscal crónico”, a lo que se suman la
“baja inversión privada” y la “alta deuda interna y externa”.
Hasta
el pasado 30 de junio, la deuda pública externa llegó a 13.805,6 millones de
dólares que equivalen al 25% del PIB, un indicador “inferior al umbral
referencial establecido” por organismos internacionales, según el BCB.
“Escenario
de crisis”
Rodríguez
lamentó que “hay un escenario de crisis en el país”, comenzando por la crisis
en la balanza de pagos por el déficit comercial que al primer semestre de 2025
llegó a 506 millones de dólares, un saldo negativo explicado por la baja de las
exportaciones del gas natural. “Hay una crisis energética asociada a la caída
de la producción interna de gas natural derivada de la falta de inversión en
exploración y la escasez de dólares en el sector público para importar
combustibles”, apuntó.
Además
mencionó como otros síntomas de la crisis la inflación que “tiende a empeorar
este año” y el “alto déficit fiscal estructural, por doce años consecutivos”.
El
Gobierno de Arce se negó a ajustar su modelo económico y, por el contrario,
acusa a la oposición y a los parlamentarios oficialistas afines a Morales de
sabotearlo al impedir la aprobación de créditos externos en el Legislativo.
Rodríguez
consideró que la aprobación de los créditos hubiera ayudado a resolver la falta
de dólares para importar combustibles, pero “eso no resolvería la situación
general que vive el país”.
A
su juicio, para estabilizar la economía se requiere “que se produzca un aluvión
de dólares al país para bajar el precio de la divisa y quitar este componente
del proceso inflacionario”, lo que también permitirá normalizar la importación
de diésel y gasolina.
También
indicó que es prioritario “resolver el problema del déficit fiscal” y ve
“fundamental” la “liberación total de las exportaciones y el uso pleno de la
biotecnología”.
BOLIVIA:
100 DÍAS PARA PONER EN COMA A UN PAÍS
Argentina
Indymedia Org. (https://n9.cl/r79ht)
No
hay mucho para elegir en estas elecciones. En realidad, casi nada. Aun genera
dudas su realización. Según las encuestas, todo se decidiría en favor de la
derecha, pero las encuestas se han convertido en lo más fraudulento que hay. Es
el negocio de la mediocracia; el infomercial hecho definición de la política,
donde se barajan las preferencias de los lobbies para cotizar nuevos acuerdos
(con aquellos que pretende, la mediocracia, hacer aparecer como ganadores,
aunque no lo sean).
El
guion del 2019 se repite, porque es todavía útil y funciona, dejando a todos
sin más remedio que rendirse ante el chantaje: si la votación no refleja las
encuestas (a pedido), entonces hay “fraude”. Si es así, entonces (con la OEA a
la cabeza), las elecciones no serán reconocidas y acusarían al gobierno de
inconstitucionalidad, o sea, lawfare en acción.
Los
medios critican una democracia débil pero nunca se señalan como los nuevos
suplantadores de la democracia, convertida groseramente en negocio. Y aun se
desviven por la supuesta falta de democracia, mientras propician a los más
corruptos del sistema partidocrático del pasado neoliberal. Reprochan la
corrupción actual, pero siempre se han alimentado de ella, haciendo de la
información, propaganda, ya sea del gobierno de turno o de los grupos de poder.
Incurren en esa corrupción ética y profesional mientras se maquillan la cara de
imparcialidad y “objetividad”.
Ya
lo dijimos: los medios han hecho de la ciencia política un género literario, y
los cándidos “analistas” certifican esa nigromancia, basando la construcción de
hipótesis o proyecciones empíricas sobre una ficción: el reino de las encuestas
electorales (siendo la manipulación misma).
La
ciencia degenera en pseudociencia, pues toma como realidad, la invención que
produce la mediocracia. Por eso los fascistas pueden aparecer como
“demócratas”, porque el voto (del que hacen “bandera de la democracia”) ya no
es más la genuina expresión democrática sino el desplazamiento que hace el
cuarto poder de lo político; de ese modo se instala esa ficción mediática como
la verdad y los analistas (que para eso les sirven a los medios) sólo saben
decir amén a semejante estafa.
Si
aún hoy se acude a la cantaleta del “fraude” nunca comprobado (hecho parte de
la batería de hipótesis sietemesinas de los improvisados analistas), es para
arrinconar y cercar al Estado y, de ese modo, provocar otra interrupción
democrática, o sea, otro golpe. Que un gobierno se deje arrinconar de ese modo,
sabiendo cómo se operó el golpe híbrido del 2019, ya no es desidia, tampoco
incompetencia sino capitulación (porque además nunca desmontó la estructura
golpista).
Todo
conduce a generar una situación sin opciones posibles. Como en el 2019, el
gobierno, en su auto enclaustramiento, ha coadyuvado a un cerco que ya no puede
evitar y se ve arrastrado a su propia defenestración, en la peor de las
condiciones. Lo advertimos el 2021. No hicieron su tarea, es decir, no hicieron
una seria evaluación de las razones por las que se acabó perdiendo legitimidad
y cediendo el poder político (y transfiriendo la legitimidad a la derecha) por
un golpe que tuvo complicidad interna (como el asedio interno actual). Por
ello, las consecuencias de una improvisada gestión, iban a arrastrar al
instrumento político a su desmoronamiento y, lo peor (que venimos
presenciando), a la fractura del bloque popular.
Al
no haber unanimidad en la derecha en el triunfo del cementero, ahora recurren a
la figura del empate virtual, entre el Tuto y el cementero. ¿Cuál es la
finalidad precisa? Asegurar los dos tercios en el parlamento a favor de la
derecha. Eso significa, volver a la “democracia pactada”, es decir, al
continuismo de una elite señorial, en un país hipotecado por sus apetitos de
nuevo rico.
La
misma apuesta promotora del injerencismo imperial, traducida en cerco político
a favor de todos quienes estuvieron orquestando el golpe de 2019, al modo de
una “revolución de colores”. Cuando el gobierno golpista permite el retorno de
la CIA y el Mossad, abría las puertas a quienes, de modo metódico, ya venían
actualizando el odio clasemediero al indio (tramitado por los operadores
políticos mediáticos).
Como
la clase media siempre se constituyó como base de reclutamiento que precisa la
oligarquía, para la defensa de sus valores criollo-señorialistas, y así
legitimar su condición de elite; ahora es la que apuesta (más que todo, por
odio político) a repetir toda la secuela coyuntural que nos llevó a la
implantación del neoliberalismo, vía “doctrina del shock”.
Todo
se resume en una consigna que ya parece programa de vida del puro
resentimiento: acabar con el MAS. Pero eso no significa acabar con un partido
sino con lo que promovió: el atrevimiento del indio a disputarle el poder a las
elites. En resumen, hasta la izquierda demostró, en los 14 años, sus creencias
señorialistas; pues los indios se atrevieron a querer transformar el Estado,
prescindiendo de aquellos, aun cuando se reciclaron en una elite impostora que
desvió y corrompió la mediación política para mantenerse exclusivamente en el
poder.
En
un país atravesado por una clasificación social excluyente que, en el fondo, es
una clasificación antropológica racializada jerárquica y reductiva, el indio no
puede liberarse a sí mismo. Es el q’ara (el espíritu blanco) y sólo él, quien
lo puede liberar. Es decir, hasta para liberarse, el indio necesita el
beneplácito del patrón, siempre bajo sus condiciones y obligaciones.
El
MAS en eso no hizo la diferencia; pero representaba ese atrevimiento hecho
programa político y, para colmo, como en la historia de los caciques,
demostraron (en sus inicios del “proceso de cambio”) que los excluidos podían
administrar el país mejor que la elite burocrática; aunque eso sirvió también
para promover un ascenso social que reprodujo los vicios y las mañas de la
casta señorial. Pero el pecado mayor no fue ese (porque la corrupción devolvió
el poder, de uno u otro modo, a la elite política) sino promulgar la nueva
constitución política del nuevo Estado plurinacional, o sea, dar lugar a la
posibilidad de un país entre iguales.
Por
eso el odio hecho ideología, a nivel global, es la nueva axiología de un mundo
en plena putrefacción moral. Para el mundo unipolar, pensar siquiera la
igualdad, significa negar sus principios y sus valores. Recordemos, también en
la decadencia de Roma, los apologistas del Imperio diseminaron el odio contra
quienes afirmaban que todos somos hijos de Dios, o sea, iguales. No sólo el
Cesar.
El
odio en política sólo conduce a la guerra y esto lo saben muy bien quienes
tienen el poder y los medios para provocar la política del odio; cuyo propósito
es, y ha sido siempre, la diseminación de oposiciones sin reconciliación
posible. Pero eso no se realiza sólo políticamente.
Eso
se fue generando con la diseminación invasiva de las iglesias evangélicas; el
maniqueísmo y el fundamentalismo actuales es, más que político, religioso. Por
eso el odio convertido en política es tan fuerte, porque las creencias no se
instalan en la argumentación racional sino en contra de ésta y esto es lo que
se precisa para que la política degenere en un agenciador de la desintegración
nacional.
Que
el “gobierno del cambio” también fue y es cómplice, en sus dos versiones, de
este literal asalto que la derecha está disponiendo para remediar, en primer
lugar, su desplazamiento del campo político y, en segundo, para ofertar, al
modo empresarial, la riqueza que sus socios extranjeros les están demandando
(porque ya lo ofrecieron antes de tiempo), demuestra que, perdido el horizonte
político, sólo el entreguismo se hace criterio político y referencia (in)moral.
En el mundo de los negocios, no hay que perder el tiempo, dicen los
apostadores, y eso empieza a pesar en los candidatos que desean ganar a
cualquier precio. Las elecciones sólo son una apuesta, pero apuestan lo que no
es suyo ni les pertenece.
La
pregunta entonces sería: el gobierno, ¿estará dispuesto, por salvarse –a como
dé lugar–, a renunciar al poder político sin mayor resistencia? Por otro lado,
o tal vez por el mismo, ¿el voto nulo resuelve algo? Siendo una apuesta
demasiado riesgosa para la viabilidad estatal, deslegitima un proceso electoral
viciado de arbitrariedades; pero al precio de la disolución del campo político
y la instalación de los recursos disuasivos del enfrentamiento civil. Esto no
haría sino dilatar la incertidumbre por más tiempo. Porque, así como no se
reconocería una “democracia pactada”, tampoco correría con mejor suerte un
restablecimiento “izquierdista” en el poder político; siendo la
ingobernabilidad lo único estable en semejante panorama.
En
tales condiciones, el acto electoral no garantiza la continuidad democrática y
podría aparecer, más bien, como el detonante de un enfrentamiento exponencial.
Pero, como ya dijimos, siempre hemos vivido al borde del precipicio, de milagro
en milagro.
En
ese sentido, nunca hay que dejar de ceder el protagonismo al pueblo. Su memoria
hecha acumulación histórica nos devolverá la perspectiva. Si bien las
elecciones sólo son un trámite formal de opciones que se asumen previamente, la
legitimidad de esa anticipación apertura el terreno de resoluciones que
precisarían la renovación del bloque histórico en bloque político.
Pero
esto ya supone un nuevo y más decidido proceso de determinaciones del bloque
histórico en el devenir político, o sea, la transformación del campo político.
En tal situación, si el MAS, en todas sus versiones, no ha aprendido nada, es
urgente que el pueblo, constituido en bloque, dirima este entuerto y abra
nuevas sendas en medio del verdadero cerco que se avecina. Lo que está en juego
es la vigencia del Estado plurinacional y del sujeto promotor de éste: el
sujeto plurinacional. Porque el plan neofascista dictamina: anulamos al sujeto,
anulamos su proyecto.
Por
eso fueron a Harvard los obedientes, a someterse al plan que deben impulsar. En
100 días hay que destruir todo y dejar que su reconstrucción, como en Gaza, sea
prometida (aunque nunca ejecutada) en un futuro indefinido. El cementero lleva
la consigna y, como Milei, amenaza a los cuatro vientos. En 100 días estaremos,
no como Venezuela o Cuba, como suelen intimidar, sino como Gaza. Esa es la
fisonomía de la desobediencia. Por pretender la igualdad, por anhelar un mundo
válido para todos y un Estado de acuerdo a la vida.
¿BOLIVIA
VUELVE A LOS NOVENTA?
Bolivia
votará el domingo en una elección en la que la izquierda quedaría fuera del
balotaje. Con el MAS en estado de descomposición, las encuestas anticipan un
enfrentamiento entre la derecha moderada y la derecha radical, casi sin
renovación de los rostros de la política y con la sensación de estar en una
elección de hace más de dos décadas.
Brecha
de Uruguay (https://n9.cl/l9a1h3)
Por
primera vez desde fines de la década del 90, la izquierda no estaría en el
balotaje, que, según las encuestas, enfrentará a dos candidatos ubicados a la
derecha (más moderada y más radical): el político y empresario
liberal-desarrollista Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge Tuto Quiroga,
vinculado a las redes radicales de Miami.
Las
luchas intestinas que se iniciaron apenas el Movimiento al Socialismo (MAS)
regresó al gobierno en 2020, tras su derrocamiento un año antes, constituyeron
un verdadero proceso de autodestrucción (Nueva Sociedad, III/IV-25). El
movimiento está hoy dividido entre arcistas –seguidores del presidente Luis
Arce Catacora–, que se quedaron con la sigla del MAS mediante la manipulación
de la justicia; evistas–adherentes a Evo Morales, inhabilitado electoralmente y
recluido en la zona cocalera del Chapare para no ser detenido–, y
androniquistas –quienes apoyan la candidatura del presidente del Senado,
Andrónico Rodríguez.
Eduardo
del Castillo, candidato «oficial» del MAS, no llega al 2 por ciento de las
intenciones de voto. Ajeno al mundo campesino, que es el alma del MAS, Del
Castillo era uno de los hombres fuertes del gobierno de Arce, quien finalmente
desistió de competir por una reelección imposible en virtud de su escasa
capacidad de gestión y una crisis económica que el país no conocía desde los
convulsionados primeros años dos mil. Como ministro de Gobierno (Interior), Del
Castillo fue la cara más visible de la persecución política y judicial contra
Evo Morales, líder indiscutido del MAS desde su fundación.
La
elección de su candidata a vicepresidenta tampoco lo ayudó. En teoría, la joven
ministra Mariana Prado –considerada en su momento parte del ala alvarista (por
el exvicepresidente Álvaro García Linera)– complementaba al candidato
campesino, con su perfil de tecnócrata urbana y «blanca». Pero su postulación
se enfrentó a un caso policial que la afectó de manera indirecta pero
persistente. Su expareja cometió un femicidio y ella fue acusada, sobre todo
por feministas como María Galindo, de haberlo beneficiado en su declaración
judicial. «Mira, Andrónico de mierda, si te presentas con la Mariana Prado, te
voy a hacer la vida a cuadros lunes, martes, miércoles, jueves, de lunes a
lunes, porque la Mariana Prado es una desgraciada que ha defendido un feminicida»,
expresó Galindo con su habitual estilo virulento y, en efecto, lanzó una
campaña impiadosa contra Prado.
Andrónico
Rodríguez consiguió una sigla prestada para postularse por fuera del MAS
arcista, con buenos resultados en las encuestas; pero, enfrentado al gobierno
del MAS y a Evo Morales, la campaña se le hizo cuesta arriba y amenaza con
desinflarse. Solo podría salvarlo, hasta cierto punto, que una parte de la gran
cantidad de indecisos y de potenciales votantes nulos o en blanco optara
finalmente por un voto útil de izquierda para evitar la debacle. Lo que podía
ser una candidatura renovadora fue dinamitada sobre todo por Morales, quien
amplió la lista de «traidores» hasta García Linera, su acompañante como
vicepresidente y «copiloto» durante 14 años.
En
medio de una crisis económica marcada por el agotamiento del modelo
nacionalista de izquierda del MAS –reducción de la producción de gas, alta
inflación, escasez de combustibles y falta de dólares, que dan también un aire
noventista a la actual coyuntura–, la política boliviana parece incapaz de
renovarse. Doria Medina fue ministro durante el gobierno de Jaime Paz Zamora,
entre 1991 y 1993, y candidato a presidente por su partido, Unidad Nacional, en
varias ocasiones. Aunque es vicepresidente del Comité de la Internacional
Socialista para América Latina y el Caribe, ello dice más sobre la
«elasticidad» ideológica de la Internacional Socialista que sobre el
«socialismo» de Doria Medina, uno de los grandes empresarios bolivianos. El
economista amasó su fortuna en la industria del cemento y cuenta con grandes
propiedades inmobiliarias y hoteles, y una pata en la gastronomía: es el
propietario de la franquicia de Burger King y Subway en Bolivia. «No soy de la
derecha dura. En Bolivia, soy considerado de centro, entonces tengo la
capacidad de hablar con todos. Yo soy más pragmático y creo que Bolivia
necesita pragmatismo», dijo en una entrevista de 2024.
Para
lograr la presidencia luego de tantos intentos frustrados, marcados por su
falta de carisma personal, ha construido una amplia alianza que incluye desde
el exalcalde de La Paz Juan del Granado (centroizquierda) hasta el hoy preso
exgobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho (derecha), pasando por varios
parlamentarios del partido del expresidente Carlos Mesa (centro). También
cuenta con el apoyo del empresario más rico de Bolivia, Marcelo Claure, quien
comparte con Elon Musk la voluntad de incidencia política y la fascinación por
el troleo en las redes sociales. Doria Medina se presenta como el economista
que puede resolver la aguda crisis económica luego de una década y media de
estabilidad y crecimiento en lo que algunos denominaron el «milagro económico»
bajo el gobierno del MAS; un «milagro» que hoy pocos consideran como tal.
El
político y empresario subrayó, en una entrevista de Infobae (27-VII-25), que su
plan de gobierno tiene como objetivo estabilizar el país en los primeros 100
días de gestión. Para eso, el foco estará puesto en resolver el déficit fiscal,
que atribuye principalmente a tres factores: las subvenciones a los
combustibles, el gasto en empresas públicas ineficientes y el derroche en
gastos de la política. Su eslogan es «Cien días, carajo». Confía en que, en el
caso de ganar, llegarán inversiones y los bolivianos sacarán sus dólares del
«colchón bank».
Dice
que no copió a Javier Milei, cuyo lema es «¡Viva la libertad, carajo!». El
empresario sufrió un grave accidente aéreo en 2005 y siempre consideró que su
supervivencia era una especie de mensaje. La frase que supuestamente pronunció,
«¡Carajo, no me puedo morir!», tras ver que aún estaba con vida marcaría, con
ironía o sin ella, su carrera política. También sobrevivió a un cáncer y a un
secuestro por parte del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru de Perú: fue
liberado después de 45 días, tras el pago de más de 1 millón de dólares.
Su
contrincante más cercano es Tuto Quiroga, que se desempeñó como presidente, por
sucesión constitucional, entre 2001 y 2002, tras la muerte en 2002 de Hugo
Banzer, el exdictador de los años setenta que volvió a la presidencia por la
vía democrática en 1997.
En
2005 Quiroga perdió la elección con Evo Morales, quien tras obtener el 54 por
ciento de los votos iniciaba su largo reinado político. Militante de una
derecha dura, jugó un papel central en el derrocamiento de Evo en 2019 como uno
de los diseñadores de la estrategia que llevó a Jeanine Áñez, hoy presa, al
poder. Ha señalado que, en caso de ganar, romperá lazos con Venezuela, Cuba e
Irán («No voy a tener relaciones con las tres tiranías trogloditas
totalitarias»), pero admitió que analizaría la permanencia de Bolivia en el
grupo de los BRICS (sigla que alude a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica,
los países fundadores), debido al vínculo comercial con India y China. Su
defensa de la democracia, aclaró, se limita a América Latina. «Azerbaiyán,
Catar y demás… China, Vietnam… respeto sus sistemas, no los comparto. No me
gusta el sistema de partido único, pero lo respeto.»
En
la misma entrevista, cuestionó el Mercosur –«en la parte comercial no me
interesa participar porque es entrar en una cárcel comercial»– y anunció que
apostaría por un «triángulo sudamericano» para la explotación de litio junto
con Argentina y Chile. Con aires noventistas, dijo que mantendría una «agresiva
posición» para buscar tratados de libre comercio con varios países, incluido
Estados Unidos. Se diferenció, no obstante, del proteccionismo de Donald Trump.
«Los países que suben aranceles no me gustan. Yo voy a reducir aranceles y
entiendo perfectamente que mi respuesta habla de un Estados Unidos que ya no
está abierto al libre comercio. Y no es problema solo de la actual
administración. Por eso, como Chile y Perú, voy a firmar mis propios acuerdos
comerciales con Europa, con países de Asia y de la región», respondió a la
cadena CNN.
Siguiendo
la estela de Milei en Argentina, e incluso tratando de superarla retóricamente,
dijo que utilizará «motosierra, machete, tijera y todo lo que encuentre» para
bajar el gasto público.
Doria
Medina mide alrededor de 21 por ciento en las encuestas y Quiroga se le ha
acercado, con 20. Andrónico Rodríguez aparece cuarto o quinto, con alrededor de
7 por ciento. Pero cerca de un 30 por ciento declara que votará en blanco, nulo
o que aún no decidió el voto, lo que podría alterar los resultados, y hay dudas
sobre cómo se votará en el campo.
La
cantidad de votos nulos y en blanco marcará también la legitimidad del nuevo
gobierno, que se enfrentará a un ajuste en un país marcado por las rebeliones
sociales –como lo sabe Quiroga, quien como vicepresidente vivió la guerra del
agua en Cochabamba en el año 2000–. Morales ha impugnado el proceso electoral y
buscará no ser detenido por una acusación de «tráfico de personas agravado»,
por haber mantenido una relación, según la acusación, con una mujer que era
menor de edad al momento de iniciar el vínculo. Esa causa, iniciada bajo la
presidencia «interina» de Áñez, fue reactivada por el gobierno de Arce para
neutralizar a Morales en medio de la guerra interna.
De
esta forma, Bolivia se presta a volver a un escenario similar al de los años
noventa, en el que las sucesivas crisis económicas se combinaban con un sistema
político fragmentado que requería de constantes acuerdos parlamentarios y que
fue desprestigiándose al transformarse en un mercado de intercambio de cargos.
El propio triunfo de Morales en 2005 se presentó como el fin de la denominada
democracia pactada. Ahora, con un parlamento que se presume será dominado por
la derecha, posiblemente esa democracia fragmentada se reedite. Pero el mundo
ya no está en los noventa, y Bolivia tampoco. Cuando lo entrevisté en 2005,
Doria Medina me dijo que «no es cuestión de poner [en la presidencia] a una
persona de poncho o pollera, la solución es llevar adelante cambios en la
economía». Podría repetir lo mismo hoy, 20 años después. Pero esos sectores
indígenas y populares tienen hoy una relación diferente con el poder, aunque el
discurso sobre la regeneración nacional a partir de los pueblos originarios se
haya desgastado.
Se
abre un signo de interrogación sobre la estabilidad política del futuro
gobierno. Y sobre el futuro del MAS: ¿podrá este espacio de base campesina y
popular, que en estos años fue políticamente hegemónico, superar su estado de
descomposición, desánimo y desconcierto, o volverá también al escenario de los
noventa, cuando diversas facciones campesinas y de izquierda gastaban gran
parte de sus energías compitiendo entre sí?
¿HABRÁ
SEGUNDA VUELTA EN LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN BOLIVIA?
Los
candidatos favoritos en las elecciones presidenciales de Bolivia son, según las
últimas encuestas pre electorales, el empresario de centro-derecha y
autodefinido como socialdemócrata Samuel Doria Medina y; muy cerca, en segundo
lugar, el ex presidente y político liberal, totalmente contrario al “socialismo
del siglo 21”, Jorge Tuto Quiroga.
Radio
Francia Internacional (https://n9.cl/kwd8c)
Si
los pronósticos se mantienen, ambos candidatos pasarían a una segunda vuelta,
significando esta situación el final de 20 años de hegemonía del Movimiento al
Socialismo MAS. Sin embargo, otra podría ser la historia si los estudios de
opinión vuelven a equivocarse como en el pasado.
En
2020, todas las encuestadoras fallaron con un margen muy amplio. Esto ha
generado según el analista político Franklin Pareja, una especie de paranoia en
el electorado boliviano, ya que, al existir cerca del 33% entre voto blanco,
nulo e indeciso, muchos creen que esa votación podría virar en favor de
Andrónico Rodríguez (Alianza popular).
Aunque
no aparece adelante en las encuestas, existe la posibilidad de que Rodríguez,
con una visión estatista y en la línea del MAS, aunque no participe en esta
elección con esa sigla, capitalice el voto de la izquierda o del bloque
popular. Esto, a pesar del alejamiento de su mentor Evo Morales, inhabilitado
en los comicios actuales y a pesar también de su distanciamiento del presidente
Luis Arce.
“Claramente,
hay que entender que el voto del bloque popular no se ha extinguido, está en
alguna parte, y es difícil que muchos de ellos voten por las opciones
conservadoras. Por lo tanto, sí se podría especular intuitivamente que una
mitad de ese 33% podría virar en favor de Andrónico Rodríguez y de esa forma
catapultarlo a una posición más competitiva de incluso un 20% y entrar a la
pelea de entrar a la 2da vuelta”, afirma Pareja.
En
otro enfoque de su análisis, el experto apela a que en una segunda vuelta se
gana por un voto y que Bolivia concentra en las capitales de departamento, más
del 70% de la población. Donde más ha perdido competitividad el MAS es
precisamente en las capitales de departamento, principalmente en el eje central
(La Paz, Santa Cruz y Cochabamba), “o sea que en una segunda vuelta los números
no serían tan competitivos para Andrónico Rodríguez”, afirma.
Las
dos facciones confrontadas tienen visiones totalmente distintas sobre lo que
representa el papel del Estado y el modelo económico que debe regir este país
sudamericano. Pareja habla de una dicotomía que extrapola estatismo contra
liberalismo, conservadurismo contra el progresismo, izquierda contra derecha.
Una segunda vuelta pondría al país, que ya está altamente polarizado, con
muchos mayores márgenes de polarización. “Sería una batalla muy intensa donde
el pronóstico es reservado porque sería una elección que prácticamente comience
desde cero” señala.
En
lo referente al llamado de Evo Morales a votar por el voto nulo y la
consiguiente convocatoria que esta acción pueda tener en su favor, el analista
Pareja cree que es difícil que Morales logre volcar las elecciones con márgenes
de voto nulo que oscilen más allá del 20 por ciento. “Morales ya no tiene la
representatividad ni la cohesión que alguna vez tuvo, de todas maneras, a pesar
de su alto desprestigio y erosionamiento, su valor político sigue siendo
superior a del Castillo (candidato del oficialista MAS) y de Andrónico
Rodríguez (candidato por Alianza popular) y ex aliado.
"LOS
BOLIVIANOS TENEMOS MUY PRESENTE LA HIPERINFLACIÓN"
Bismarck
Arevilca, exdirector del Banco Central de Bolivia, explica a DW las causas de
la crisis económica y cómo es el país que recibirá la persona que suceda en la
presidencia a Luis Arce.
DW
Alemania (https://n9.cl/q4e4ny)
Con
una inflación en los últimos doce meses de casi el 25 por ciento, escasez de
divisas, mercado negro de dólares, arcas fiscales depauperadas y dificultades
serias para suministrar gasolina a los consumidores, la economía boliviana pasa
por la peor crisis de los últimos veinte años, un fenómeno que se ve
amplificado por el desorden político y la inestabilidad social, causada
principalmente -aunque no exclusivamente- por el quiebre dentro del
oficialismo, dividido entre quienes siguen al presidente Luis Arce y quienes
respaldan el liderazgo del exmandatario Evo Morales.
Con
ese escenario convulso de fondo, y a poco de las elecciones presidenciales y
parlamentarias del domingo 17 de agosto, el economista Bismarck Arevilca,
exdirector del Banco Central de Bolivia (2020-2021), explica a DW las causas
del desbarajuste financiero y las condiciones en que recibirá el país la
persona que suceda a Arce al frente del Gobierno.
DW:
Hasta hace unos años, Bolivia era un faro económico, con tasas de crecimiento
líderes en Sudamérica. ¿Qué pasó?
Bismarck
Arevilca: Hay diversos factores, tanto externos como internos, que explican lo
sucedido. Dentro de ellos, podríamos citar que ha habido una disminución de los
principales productos de exportación, como la soya y el gas natural, lo que ha
influido en la caída de la tasa de crecimiento del producto interno bruto. Y
hay otros elementos adicionales, políticos y sociales, como la pelea interna
que ha habido en el partido de gobierno, del MAS, con esta ruptura entre Evo
Morales y el presidente Luis Arce.
¿Cómo
se refleja esto en las preocupaciones de la ciudadanía?
Más
del 90 por ciento de la población está insatisfecha y preocupada por la crisis,
sobre todo por el incremento de la inflación, que si comparamos julio de 2024
con julio de 2025, es del 25 por ciento. Eso está afectando significativamente
al bolsillo de la gente, y la escasez de dólares ha generado una brecha entre
el tipo de cambio oficial y el paralelo, que ha generado especulación e
incremento de los precios.
¿Esta
disputa en el oficialismo es la causa de la crisis, o es un efecto de ella?
Este
divorcio más bien ha tenido efectos en la Asamblea Legislativa, porque no se
han aprobado varios créditos que se estaban solicitando y ha habido una
parálisis legislativa. Eso ha generado convulsión e inestabilidad económica y
social, que se ha reflejado en las protestas y en la decisión de las
calificadoras de riesgo de bajar la calificación de Bolivia, lo que significa
de alguna manera cerrar el mercado externo para poder financiarse. Esto ha
llevado al gobierno a acudir al financiamiento del Banco Central mediante la
emisión monetaria.
¿Puede
esta emisión de billetes generar una hiperinflación en el mediano plazo?
Esto
preocupa muchísimo. Durante todo este tiempo, el gobierno no ha querido
corregir estos desequilibrios macroeconómicos, principalmente el déficit fiscal
que se debe, sobre todo, a la subvención de los hidrocarburos. Y el gobierno no
ha querido tomar medidas posiblemente porque inicialmente existía la
posibilidad de que el presidente se repostulara, y por tanto no se quería
afectar su imagen. La hiperinflación es algo que todavía los bolivianos tenemos
muy presente, porque se dio en la década de los ochenta, pero creo que existe
todavía un margen de maniobra generado por las expectativas de las elecciones,
pues se piensa que habrá un cambio de rumbo político y económico.
Varios
de los actuales candidatos a la presidencia proponen eliminar o disminuir esta
subvención. Suena fácil, pero una medida así podría desatar el malestar de la
ciudadanía.
Estoy
totalmente de acuerdo con usted. Entre los candidatos, Samuel Doria Medina
(Alianza Unidad) y Jorge Quiroga (Alianza Libre) hablan de eliminar el
subsidio, además de estabilizar el tipo de cambio y contener la inflación.
Otros proponen la eliminación tratando de exceptuar al transporte público,
porque eso traería un impacto directo en los precios y eso sí podría generar
inflación. Hay que tener mucho cuidado, porque este tipo de medidas podrían
tener un impacto social significativo y generar convulsión.
Doria
y Quiroga también hablan de privatizar o eliminar empresas públicas. ¿Es esa
realmente una solución?
Doria
Medina fue ministro de Planeamiento y fue quien llevó a cabo en los noventa la
privatización de las empresas públicas que tenía el país en ese entonces. Ambos
tienen en su plan de gobierno este modelo de economía de mercado y buscan
enfrentar el déficit causado por las empresas públicas deficitarias. Me parece
que esa visión no es del todo correcta. Las empresas públicas han dado
servicios que la población antes no recibía. Tenemos el ejemplo del teleférico,
que mejoró el transporte público en La Paz, o EMAPA (Empresa de Apoyo a la
Producción de Alimentos), que ha servido para dar seguridad alimentaria. Sí es
cierto que hay empresas en las que debe mejorarse la administración.
Muchos
analistas señalan que en los tiempos de bonanza se perdió la posibilidad de
diversificar la matriz productiva del país. ¿Hay algún grado de responsabilidad
de Evo Morales o Luis Arce en ello?
El
gobierno ha utilizado parte de las reservas para poder impulsar este proceso de
industrialización. Si bien no es la función del Banco Central, este también ha
servido como un banco de desarrollo, porque ha dado créditos a empresas que han
financiado grandes proyectos. Hay que tener en cuenta que existe un proceso de
maduración de las empresas, y que esto se da en un período que tiene sus
tiempos. Hay que analizar caso a caso, hacer tal vez alianzas público-privadas
y abrir el campo al sector privado.
Dado
que el país no tiene dólares en sus arcas, ¿podría ser una solución acudir al
Fondo Monetario Internacional (FMI)?
Eso
está en las propuestas de Doria Medina y Quiroga, recurrir a fondos
internacionales. Doria Medina habla de que se puede recurrir al FMI y obtener
4000 millones de dólares, además de acudir a otros organismos, como el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, hay que tener en cuenta que
estos organismos, sobre todo el FMI, exigen una serie de medidas a cambio.
Están también las propuestas del candidato Manfred Reyes Villa de generar 10
mil millones de dólares con la venta anticipada de litio, y la de Andrónico
Rodríguez de recurrir a los BRICS. El tema se ha debatido, porque existe la
necesidad de obtener financiamiento externo.
Señor
Arevilca, ¿qué país va a recibir el candidato que gane?
Un
país con un Congreso con fuerzas muy divididas. Si quien gane quiere hacer un
cambio significativo sobre todo a nivel normativo de la Constitución para poder
abrir mercados y atraer la inversión extranjera directa, tendrá que generar
consensos y unir fuerzas. Hay preocupación porque los sondeos muestran que no
habrá mayorías parlamentarias. El futuro presidente tendrá que consensuar
también si aplicará una terapia económica de shock o una gradual, tratando
siempre de afectar lo menos posible a las clases más vulnerables. Un gobierno
que no tome eso en cuenta, dicen muchos, podría no durar más de dos meses. Ese
es el peligro.
EL
EMPRESARIO MARCELO CLAURE REVELÓ EL PAPEL QUE PRETENDE EN UN GOBIERNO DE DORIA
MEDINA: "QUIERO ATRAER INVERSIONES A BOLIVIA"
El
influyente empresario boliviano reafirmó su apoyo a Doria Medina para las
elecciones del domingo y consideró que es el que tiene "mayor
capacidad" para sacar al país de la crisis. Además, pidió mejor seguridad
jurídica para atraer inversiones y volvió a fustigar a Evo Morales.
El
Observador de Uruguay (https://n9.cl/fbb98)
El
empresario boliviano Marcelo Claure vive en Estados Unidos, pero en el último
tiempo decidió acercarse al mundo de la política de su país y dio su apoyo
público a Samuel Doria Medina para las elecciones del próximo domingo. Según
dijo, lo hizo porque Bolivia "está al borde del precipicio". En ese
contexto, consideró que el candidato de Alianza Unidad es la persona ideal para
sacar al país de la crisis y se ofreció como una especie de
"embajador" para atraer inversiones.
"He
visto que mi país está al borde del precipicio y sentía que si no me
involucraba, tal vez las cosas podrían ser peores", aseguró en una
entrevista en Miami con la periodista boliviana Brissa Pabón.
Claure
ha sido muy crítico de la gestión del Movimiento al Socialismo (MAS) de Luis
Arce y considera que Bolivia está viviendo "la peor crisis" de su
historia. Por eso, primero apostó por la búsqueda de una candidatura de unidad
de la oposición y, cuando fracasó, se decidió por respaldar al empresario Doria
Medina, uno de los hombres más ricos del país, que va por su cuarto intento de
ser presidente y lidera en las encuestas.
El
apoyo a Doria Medina
Según
los últimos sondeos, el próximo presidente se definirá entre Doria Medina y
Jorge "Tuto" Quiroga, que le sigue de cerca en intención de voto
(ambos cerca del 20%), y muy probablemente en un balotaje el 19 de octubre, ya
que ninguno alcanza el 50% necesario para ganar en primera vuelta.
Ante
la consulta de cómo se decidió por uno de los candidatos opositores, Claure
explicó que uno de los motivos es que Samuel, como se lo conoce, siempre ha
liderado las encuestas, pero además porque consideró que es la persona ideal
para conducir el país en medio de la crisis, con alta inflación y
desabastecimiento de combustible.
"No
tengo nada contra Tuto, pero si yo tuviera que escoger en la crisis económica
que estamos el día de hoy, para mí la persona que tiene la mayor capacidad de
poder sacarnos en este hueco que estamos es Samuel Doria Medina", apuntó.
A
la vez, negó que haya acordado algún tipo de negocio con Doria Medina para
desarrollar proyectos vinculados al litio en Bolivia. "Tengo cero interés
en el litio boliviano. Si tú ves mi mundo de inversiones, soy una persona que
invierte en empresas de inteligencia artificial, en las empresas que están
cambiando el mundo, (....) pero mi mundo no es ni litio, ni minería, ni nada de
eso", apuntó.
El
representante de Bolivia en el mundo
"Lo
que sí quiero es poder abrir a Bolivia al mundo, el poder mostrar el potencial
de Bolivia a los diferentes inversionistas", aseguró, y consideró que el
país tiene potencial en distintas áreas, no sólo en el litio.
El
empresario destacó las relaciones que ha logrado consolidar en los últimos 30
años en el mundo de los negocios y dijo que eso podría servir para actuar como
una especie de embajador de Bolivia y atraer inversiones al país.
"Si
me lo permite el futuro presidente de Bolivia, a mí me gustaría ser un poco
como el embajador de Bolivia, no un embajador tradicional, sino alguien que se
encargue de poder promocionar a Bolivia para que la gente vaya a invertir en un
país que todavía tiene que hacer muchísimos cambios", señaló.
Claure
también reconoció que aún no cuenta con demasiadas inversiones en su país y
argumentó que es porque "no hay seguridad jurídica" y Bolivia no es
un país amigable a la inversión extranjera. "Si tú ves las grandes
empresas en el mundo que le dieron la oportunidad a Bolivia, los bancos
españoles, etcétera, se han ido todos", apuntó. Pero se comprometió a
apostar al país, más allá de quién gane las elecciones.
El
rechazo a Evo Morales
Claure
volvió a fustigar al ex presidente Evo Morales, con quien se ha enfrentado en
el último tiempo, y lo calificó de "la persona más dañina". Morales
no fue habilitado a competir en estas elecciones, aunque aspiraba a un nuevo
mandato pese a que la Constitución impide más de una reelección presidencial.
La decisión de las autoridades electorales llevó a que sus seguidores
encabezaran protestas y bloqueos de rutas en el país y convocaran a votar nulo
el domingo.
"Creo
que la persona más dañina, del cual nos tenemos que cuidar todos, se llama Evo
Morales, porque él es el que va a incitar el odio, los bloqueos. El plan de Evo
Morales es hacer que el futuro gobernante no pueda gobernar, volver a hacer la
misma estrategia que hizo en el pasado", indicó.
"La
única diferencia es que, en mi opinión, Evo Morales ha perdido toda la
influencia que tenía antes. La gente está cansada de Evo Morales. El momento en
que la gente se da cuenta que Evo Morales ha destruido la economía de Bolivia y
es un pedófilo, creo que la gente ya no le tiene ese nivel de respeto que le
tenía antes", añadió, en referencia a las acusaciones por abuso de una
menor cuando era mandatario.
FIEBRE
DEL ORO AYUDA A BOLIVIA A SOSTENER SUS FINANZAS PÚBLICAS
Uno
de los mayores compradores en esta fiebre del oro es el Banco Central de
Bolivia, que recibió la aprobación del Congreso para cambiar el oro por divisas
fuertes en un momento en que los precios alcanzan niveles récord.
Gestión
de Perú (https://n9.cl/3fl6a5)
Desde
hace tiempo, Bolivia se enfrenta a un fenómeno desconcertante: una grave
escasez de dólares, una crisis de la moneda local y una inflación galopante y,
sin embargo, sigue pagando sus deudas.
Una
visita a Cangalli, una de las cientos de minas que extraen oro de la exuberante
cuenca del Amazonas, al norte de La Paz, ayuda a explicarlo. Aquí, bajo la
selva tropical más grande del mundo, el banco central ha encontrado una forma
de recaudar miles de millones de dólares para ayudar a pagar a los tenedores de
bonos internacionales, en un momento en que la deuda del país se cotiza a
niveles críticos antes de las reñidas elecciones generales de este fin de
semana.
La
triplicación del precio internacional del metal precioso en la última década ha
acelerado el abandono de las prácticas centenarias de lavado a mano —en las que
los artesanos utilizaban palas, picos e incluso sus propias manos para tamizar
los sedimentos del río— en favor de operaciones industriales que están
remodelando la ribera e inundando viviendas, escuelas y negocios. Algunas de
las excavadoras, cargadores frontales y camiones tolva que retumban en el
paisaje erosionado son propiedad de una empresa china que se ha instalado en la
zona.
Uno
de los mayores compradores en esta fiebre del oro es el Banco Central de
Bolivia, que recibió la aprobación del Congreso para cambiar el oro por divisas
fuertes en un momento en que los precios alcanzan niveles récord. Incluso el
ministro de Economía y Finanzas, Marcelo Montenegro, ha reconocido los
beneficios económicos y en febrero declaró a la prensa que el oro está ayudando
al país a cumplir con sus obligaciones de deuda externa y a financiar las
importaciones de combustible.
Es
un recurso imprescindible para Bolivia, donde persisten los problemas
financieros. El impopular gobierno de izquierda se enfrenta a la crisis
económica más profunda en décadas, a medida que se desvanece la bonanza del gas
natural, los subsidios al combustible agotan las arcas y la moneda se desploma
en el mercado negro. Protestas esporádicas han bloqueado las carreteras este
año, agravando la escasez de gasolina y aceite de cocina.
De
todos los países latinoamericanos analizados por S&P Global Ratings y Fitch
Ratings, Bolivia tiene la deuda en dólares peor calificada. Moody’s Ratings
otorga a Bolivia la calificación Ca, la segunda más baja de su escala, que
define como “probable o muy probable impago”.
En
junio, S&P atribuyó su calificación a los “reducidos niveles de reservas”
de Bolivia y a su “débil capacidad para cumplir plenamente sus compromisos de
deuda en los próximos seis a doce meses”.
La
sorprendente capacidad de Bolivia para seguir pagando su deuda, junto con el
optimismo electoral, ha contribuido a que sus bonos internacionales más
líquidos subieran de 61 centavos por dólar a 78 centavos a principios de 2025.
La
estrategia de Bolivia es la misma que emplean países como Mongolia y Ecuador, y
la que impulsa un grupo de legisladores en Perú. En la última encuesta del
Consejo Mundial del Oro a los bancos centrales, el 17% de los encuestados
indicaron que compran oro directamente a mineros artesanales y en pequeña
escala en sus países.
En
Bolivia, un país con dificultades económicas, no solo se está utilizando la
fiebre del oro como medio para reforzar sus reservas internacionales, sino más
bien como una forma de seguir pagando su deuda internacional, según las
agencias de calificación.
“El
banco central ha recurrido a la compra de oro local”, afirmó Fitch en un
informe publicado este año, “que luego ha refinado en el extranjero y liquidado
para hacer frente al servicio de la deuda externa”.
Sin
embargo, hay poca transparencia sobre dónde y cómo se extrae y procesa
realmente el metal, y dónde termina, según decenas de mineros, comerciantes,
investigadores y residentes en una cadena de suministro que se extiende desde
los ríos amazónicos de Bolivia hasta las refinerías de Turquía y, finalmente, a
las cámaras acorazadas de Londres.
Las
autoridades bolivianas afirman que el oro que compra el banco central es legal
y se produce y comercializa de forma responsable, y que el banco central
dispone de la documentación que lo acredita. Sin embargo, según los
entrevistados, el sector adolece de una regulación y una supervisión laxas,
prácticas sucias como el uso de mercurio, trámites burocráticos poco rigurosos
y un mercado negro en expansión, que incluye la presencia ilegal de
financiadores extranjeros.
“El
banco central está interesado en comprar oro y no le importa de dónde
provenga”, afirmó Danilo Bocángel, gerente general de la Fundación Medmin, una
organización no gubernamental local que fomenta las prácticas mineras
sostenibles.
El
banco central ha comprado casi 24 toneladas métricas del metal producido
localmente y ha monetizado 44 toneladas desde mayo de 2023, según sus últimos
datos de abril, en transacciones por un valor superior a los US$ 3,000
millones.
Ha
depositado e invertido 19 toneladas en el extranjero, principalmente en UBS AG
y Standard Chartered Plc, pero también en el ICBC de China y JPMorgan Chase
& Co., entre otros. Otra tonelada se encontraba en las bóvedas del banco
central, mientras que 3 toneladas estaban siendo refinadas. Standard Chartered
y JPMorgan declinaron hacer comentarios. UBS e ICBC no respondieron.
No
está claro cuánto tiempo se podrá sostener el programa, ya que la creciente
diferencia entre el tipo de cambio oficial y el paralelo socava su atractivo
para los vendedores.
Las
autoridades ofrecen pocos detalles sobre las condiciones comerciales y la
financiación de las compras del Estado, aunque sí tiene que ofrecer una prima
sobre el tipo de cambio oficial para competir con los compradores privados.
Varios
economistas y exbanqueros centrales alegan que el banco imprime dinero para
ayudar a cerrar esa brecha, lo que ejerce una presión adicional sobre la
inflación, que ya se encuentra en su nivel más alto en décadas. Los exbanqueros
pidieron no ser identificados debido a normas internas.
La
autoridad monetaria de Bolivia afirmó en un comunicado que compra el oro
exclusivamente en moneda local y principalmente a cooperativas que agrupan a
pequeños mineros. Afirmó que recurre a otros organismos estatales para
certificar la legalidad del oro. Declinó identificar quién refina el oro y no
respondió a preguntas sobre si había impreso dinero para financiar sus compras
de oro.
El
presidente Luis Arce dijo a Bloomberg en una entrevista en junio que no podía
dar detalles sobre las operaciones del banco central con el oro y se limitó a
decir que han estado utilizando las reservas de oro de acuerdo con la normativa
vigente para apalancar los recursos que llegan al país.
En
cualquier caso, Bolivia se encuentra en una situación financiera muy delicada,
con un déficit presupuestario galopante que superó el 10% del producto bruto
interno (PBI) en los últimos dos años, según el Fondo Monetario Internacional.
Fitch señaló en su informe que el banco central financió el déficit de Bolivia
en 2024, ya que el país no tenía capacidad para recurrir a los mercados
internacionales para obtener los fondos necesarios.
Los
vendedores, por su parte, recurren cada vez más a compradores privados de oro
menos formales o al mercado negro, donde las condiciones son mejores.
Además,
las obligaciones de deuda de Bolivia están a punto de aumentar
considerablemente, pasando de US$ 54 millones este año a más de US$ 300
millones de pagos por vencer en 2026 y 2027, según datos recopilados por
Bloomberg. El rendimiento adicional que exigen los inversores para mantener los
bonos en dólares de Bolivia ya es el más alto entre los créditos soberanos
vigentes de los mercados emergentes, lo que refleja la escasa confianza en su
capacidad de pago.
“Muchos
inversores se han mostrado perplejos ante la capacidad del gobierno para seguir
pagando los cupones de los bonos a tiempo”, afirmó Mariano Ortiz, economista
sénior de BancTrust. “A estas alturas, el mecanismo de compra de oro nacional
por parte del banco central se ha aclarado, aunque siguen existiendo dudas
sobre la sostenibilidad del plan”.
A
mediados de 2023, ante la disminución de los flujos de dólares procedentes de
las exportaciones de gas, los legisladores permitieron al banco central comprar
oro local y venderlo sin la aprobación del Congreso. Lo único que tenía que
hacer era mantener un mínimo de 22 toneladas métricas de lingotes en sus
reservas.
Ese
mismo año, se exigió a los exportadores que vendieran primero al banco central
antes de enviar el oro al extranjero. Con el banco convertido en un importante
comprador, el valor oficial de exportaciones de oro se desplomó un 72% el año
pasado y sigue disminuyendo. Otros factores que explican la caída son la
escasez de diésel, que puede perturbar la producción, y la escasez de dólares,
que ha frenado la entrada de oro peruano de contrabando.
Al
principio, el banco central se limitaba a comprar oro a comercializadoras
privadas y cooperativas. Luego, el año pasado, el gobierno creó la empresa
estatal Epcoro para comprar a diferentes actores —entre ellos,
comercializadoras, cooperativas, intermediarios y ciudadanos particulares— en
moneda local y venderlo al banco central. Los intermediarios, apodados
“rescatadores”, compran en pequeñas cantidades a diferentes fuentes hasta que
tienen suficiente para vender
A
continuación, el banco central envía gran parte del oro semipuro que compra en
Bolivia a la refinería Istanbul Gold Refinery, que figura en la lista de
proveedores éticos de la London Bullion Market Association (LBMA). La empresa
turca, una de las mayores refinerías de metales preciosos del mundo, confirmó a
Bloomberg que el año pasado comenzó a procesar oro boliviano, que luego envía a
las cuentas del banco central en JPMorgan en Londres para sus reservas.
El
banco central tiene el mandato de utilizar el oro para invertir en instrumentos
de cobertura como garantía y para convertirlo en efectivo. Las normas
especifican que el banco debe adquirir “oro responsable”, procedente de
operaciones legales para reforzar las reservas y no para uso comercial.
El
problema es que disponer de toda la documentación legal necesaria no siempre
refleja la realidad sobre cómo se ha extraído, procesado y vendido el oro,
según más de una docena de mineros, comerciantes y personas que trabajan
directamente en esta cadena de suministro.
Casi
todo el oro producido en Bolivia procede de cooperativas, que son entidades
legales. Sin embargo, se estima que 85% de ellas carecen de permisos o no
documentan adecuadamente su producción, según el consultor minero Héctor
Córdova, que fue viceministro de Desarrollo Productivo Minero y Metalúrgico del
expresidente Evo Morales. En la actualidad, se calcula que 200,000 personas
trabajan en cooperativas auríferas, lo que convierte al sector en una fuerza
económica y política.
Parte
de la producción de las cooperativas pasa por canales oficiales, donde se pagan
regalías y otras tasas. Pero gran parte se mantiene fuera de los libros para
maximizar los beneficios. Según personas con conocimiento del tema, parte de
ella se destina al mercado negro y acaba en Perú, donde los compradores pagan
en dólares.
Los
rescatadores recogen el oro de diferentes fuentes y exigen poca o ninguna
documentación. Los vendedores privados afirman que a menudo registran el oro
como procedente de un lugar cuando en realidad puede provenir de otro. O bien
asignan el oro a personas que pueden no tener nada que ver con su producción.
“Nadie
pide ningún papel”, dice Alex Guaman, mientras ajusta una pequeña plataforma
flotante en la orilla del río, cerca de la localidad de Chima. Este joven de 21
años dejó su trabajo en una cooperativa para lanzarse por su cuenta hace
aproximadamente un año, cuando los precios comenzaron a subir. Ahora se mete en
el agua para extraer material del lecho del río con una bomba motorizada y
vende las pepitas que encuentra a compradores del pueblo, todo de manera
informal.
Las
declaraciones sobre el origen y la legalidad del oro son básicamente
“declaraciones de buena fe”, afirma Alfredo Zaconeta, investigador del
instituto de desarrollo local Cedla. “El Estado carece de capacidad para
supervisar lo que se supone que se extrae en una zona determinada”.
Pero
el ministro Montenegro afirma que el banco central boliviano cumple todos los
requisitos de trazabilidad y defiende sus transacciones de oro contra las
acusaciones de los legisladores de la oposición de que constituyen lavado de
dinero.
En
su último informe, el banco dijo que solo adquiere oro en el mercado interno a
participantes legalmente establecidos, registrados y autorizados por las
entidades competentes. Describe sus fuentes como limpias, seguras y socialmente
inclusivas, de conformidad con las normas internacionales, y trabaja con
refinerías acreditadas por la LBMA.
La
turca IGR, uno de los mayores compradores de oro de Bolivia, llevó a cabo una
exhaustiva evaluación de riesgos, diligencia debida y controles de
cumplimiento, además de impartir conferencias sobre abastecimiento responsable
al banco central antes de iniciar su acuerdo de refinación, según respondió la
directora ejecutiva, Aysen Esen, a preguntas escritas.
La
LBMA respaldó la versión de IGR y añadió que ninguna empresa de garantía había
planteado preocupaciones sobre el abastecimiento en el marco de una revisión
realizada por la empresa turca.
No
obstante, la asociación señaló que, más allá del acuerdo entre IGR y el banco
central, ninguna otra refinería de la LBMA se abastece de oro de Bolivia, donde
el sector artesanal se enfrenta a importantes retos, “tales como el uso
generalizado de mercurio por parte de los mineros y la posibilidad de que
material extraído ilegalmente de otros países se infiltre en las cadenas de
suministro locales”.
La
participación de la estatal Epcoro también protege al banco de problemas de
trazabilidad. Pero el gerente ejecutivo de Epcoro, Pablo César Pérez, dijo que
el trabajo de su empresa es verificar los grados y garantizar que la
documentación esté en regla. “No es mi responsabilidad ir a controlar cómo
producen”, dijo en una entrevista.
Los
esfuerzos por promover la trazabilidad se están agotando. La Swiss Better Gold
Association, una organización sin fines de lucro que promueve cadenas de
suministro responsables, cerrará este año en Bolivia debido a que el auge de
los precios potencia los mercados informales e ilegales, según el director del
programa, Thomas Hentschel.
“En
este momento, no hay posibilidad de crear una cadena de suministro legal”,
afirmó Hentschel, que considera Bolivia su segundo hogar, y añadió que no sabía
qué tipo de diligencia debida realizan compradores como IGR.
“Para
mí, está claro que esto no se produce de forma responsable”, afirma. “Esto no
es lo que un consumidor espera de un buen suministro”.
Inicialmente,
la creación de Epcoro dio a los mineros cooperativos la garantía de un
comprador legítimo y con mucho dinero. La empresa estatal también garantizó a
los mineros el suministro de diésel, cada vez más escaso, a cambio de hacer
negocios juntos. Pero esas garantías se han desvanecido y, a finales de julio,
Epcoro anunció que había restringido considerablemente las compras, alegando la
volatilidad de la moneda y los precios, así como la disponibilidad limitada.
Un
aumento repentino del tipo de cambio paralelo, que ha duplicado con creces la
tasa oficial, también ha reducido los incentivos para vender oro al banco
central. Aunque las condiciones varían, los vendedores dijeron a Bloomberg que,
por lo general, el banco paga un 35% en dólares y el resto en bolivianos al
tipo de cambio oficial, con una prima del 12.5%.
Aun
así, eso se traduce en menos de lo que los vendedores reciben por los envíos a
compradores extranjeros en acuerdos totalmente en dólares. Cuando se vende oro
a Epcoro, la empresa estatal de comercialización dice que paga en bolivianos al
tipo de cambio oficial más una prima limitada al 18% para compensar la
diferencia con el tipo de cambio paralelo. En el último año, Epcoro vendió 5
toneladas de oro al banco central, según Pérez.
Todo
ello ha provocado que se desvíe más oro hacia mercados informales que ofrecen
mejores retornos en medio de una débil aplicación de las regulaciones y las
normas de trazabilidad. Hay pocos datos sobre los flujos ilegales, aunque el
aumento del 20% en las exportaciones de oro peruano el año pasado podría
indicar que parte del metal boliviano está cruzando la frontera.
La
llegada del banco central y de Epcoro como principales compradores de oro
boliviano podría haber beneficiado a la industria si se hubiera hecho como
parte de un enfoque organizado y centralizado, según Manuel Barrientos, de
Primero de Mayo, una de las cooperativas auríferas más antiguas y grandes de
Bolivia.
Aunque
la cooperativa es capaz de autofinanciarse en la actualidad, eso no significa
que los socios se estén enriqueciendo, dijo Barrientos, que conduce una station
wagon Toyota de 1999 sin matrícula y vive en una humilde morada en el
campamento.
“La
gente piensa que los socios de las cooperativas auríferas son todos
millonarios. Eso no es cierto”, dijo el hombre de 81 años.
Los
depósitos se han agotado en las más de seis décadas desde que comenzó a
trabajar en la minería, lo que significa que los vendedores ahora dependen de
maquinaria pesada para mover volúmenes mucho mayores con el fin de extraer la
misma cantidad de metal.
A
pesar de que los precios récord están haciendo rentables los depósitos de menor
calidad, los costos han aumentado, el combustible es escaso y la moneda local
está perdiendo rápidamente valor.
Las
cooperativas también tienen que pagar a funcionarios corruptos, recurrir al
mercado negro para conseguir combustible y mantener parte de su producción
fuera de los libros para obtener mejores condiciones, explica Barrientos. “Aquí
trabajamos en función de la mejor oferta”.
Quizás
lo más frustrante sea que parte de una industria que está ayudando a Bolivia a
cumplir con sus obligaciones de deuda se encuentra, literalmente, bajo el agua.
En
Cangalli, el jefe de la cooperativa aurífera Cristóbal Mamani tiene que trepar
por una escalera exterior para acceder a su oficina en el segundo piso, ya que
el primero está cubierto de lodo. La escuela está siendo reubicada y decenas de
personas han tenido que desplazarse.
Delante
del edificio, Carmen Callisaya lava los platos en una cocina improvisada
después de servir el desayuno a los mineros en mesas y sillas de plástico.
Duerme al otro lado de una pared divisoria, en un espacio rodeado por una lona,
con su hija, que hace los deberes en la plaza.
“Vivimos
aquí porque no tenemos otra opción”, dice Callisaya, señalando su casa
inundada. Pero la minería es lo que mueve la economía local, dice. “Eso es lo
que nos dicen. Afirman: ‘Si no hay minería, ¿de qué van a vivir?’”
La
razón de la inundación se ve claramente a través de la ventana trasera de la
oficina de Mamani. Excavadoras, palas mecánicas y camiones tolva reconfiguran
la ribera y la llanura aluvial en busca de pepitas de oro. Mamani culpa de las
inundaciones a las minas situadas río arriba, que vierten sedimentos, y a las
lluvias más intensas de lo normal, y afirma que su cooperativa hace todo lo
posible por ayudar al pueblo.
El
auge en sí es precario, incluso para los mineros. “Si los precios del oro
cayeran ahora, estaríamos arruinados”, afirma Mamani, de 45 años, que quiere
que sus tres hijos se dediquen a otras profesiones. “La minería puede ser
estupenda: si tienen suerte, pueden comprarse un auto, una casa. Pero también
pueden sufrir”.
La
contaminación es otro gran problema. El mercurio importado que se utiliza para
procesar el mineral rico en oro entra en los peces que consumen los grupos
indígenas y se expulsa al aire a cientos de kilómetros de distancia en La Paz,
donde algunos comerciantes de oro queman amalgamas con mercurio en hornos
artesanales sin ningún tipo
La
contaminación es otro gran problema. El mercurio importado que se utiliza para
procesar el mineral rico en oro entra en los peces que consumen los grupos
indígenas y se expulsa al aire a cientos de kilómetros de distancia en La Paz,
donde algunos comerciantes de oro queman amalgamas con mercurio en hornos
artesanales sin ningún tipo de filtro.
Como
signataria del Convenio de Minamata sobre el Mercurio, Bolivia está obligada a
tomar medidas para reducir su uso en la minería. Sin embargo, el aumento del
número de cooperativas en los últimos años ha provocado una mayor propagación
del mercurio, especialmente entre los mineros de roca dura de las tierras
altas, según Bocángel, de la Fundación Medmin.
Mientras
que las plantas más grandes del país se enfrentan a sanciones si funden metal
con mercurio, decenas de hornos artesanales en la capital parecen tener pocas
restricciones.
“No
estamos hablando de gramos o kilos, estamos hablando de toneladas que se
liberan a la atmósfera y al medio ambiente”, dijo Bocángel. “Toneladas que van
a parar a nuestros ríos y nuestros suelos”.
A
diez minutos río arriba desde Cangalli se encuentra un ejemplo aún más
dramático del impacto del oro en los residentes.
Tipuani
comenzó como un asentamiento minero de la época colonial. En una placa en la
plaza, se describe como la “capital del oro” que profesa “libertad y progreso
en unidad”.
Pero
durante varios meses al año, las inundaciones obligan a muchos lugareños a
abandonar sus hogares y lugares de trabajo. La minería sigue siendo el sustento
del pueblo, pero también es una amenaza existencial.
Alejandro
Catarrion, un mecánico de 67 años, se sienta a la sombra de una pasarela
elevada y contempla su taller inundado. Un metro de agua fangosa le ha impedido
trabajar durante seis meses. Él y otros habitantes del pueblo que no trabajan
directamente en la minería están frustrados por la falta de medidas para
abordar un problema que comenzó hace varios años y está empeorando.
Los
alquileres de los edificios en las zonas secas se han disparado. Algunos
duermen en la escuela local, otros en la plaza. El agua fétida del río se
mezcla con las aguas residuales en las calles más bajas, donde se revuelcan los
cerdos.
Catarrion
considera que el municipio y las cooperativas mineras son iguales y que las
quejas de los residentes afectados caen en saco roto. Los que tienen vínculos
más directos con las minas no se atreven a hablar, dijo.
“Este
pueblo se ha convertido en una zona sin ley”, dijo. “Parece que quieren minar
el pueblo mismo”.
Las
minas de la zona están financiadas por grupos chinos que se quedan con un 70%
de la producción, según el jefe de la asociación de vecinos, Rufino Chambi.
Aunque son ilegales, estos acuerdos están muy extendidos, según varios mineros
y comercializadoras.
El
consejero político de la embajada de China en Bolivia, Marcelo He, afirmó que,
según la información que dispone la misión diplomática, las empresas
proporcionan equipos, maquinaria y otros servicios a cooperativas bolivianas,
sin que ello sea ilegal.
Se
han presentado decenas de demandas contra las explotaciones auríferas ilegales.
En septiembre de 2023, un juez ordenó la suspensión de la minería no autorizada
en cinco ríos amazónicos. Más recientemente, la fiscalía abrió una
investigación sobre las inundaciones en Tipuani.
“Hay
leyes para extraer de forma responsable y reponer la tierra”, dijo Chambi, de
47 años. “Pero no las cumplen, solo para ahorrar un poco de combustible, un
poco de diésel. Hacen lo que quieren”.
Los
fallos judiciales y las medidas de aplicación de la ley no han logrado detener
el daño medioambiental.
En
un tramo de la carretera entre Tipuani y Chima, una excavadora hidráulica
precariamente instalada derriba una de las colinas que quedan.
“Si
los precios del oro siguen subiendo, se van a volver locos”, dijo Chambi. “Van
a intentar extraerlo todo”.
DESCUBREN
UN YACIMIENTO EN ESPAÑA DONDE BROTA ORO BLANCO: CHINA ESTÁ AL ASECHO
Eco
Noticias de España (https://n9.cl/ehxh8)
España
está acaparando la atención mundial tras salir a la luz su último gran
descubrimiento. Una zona del país ibérico es furor por sus generosas cantidades
de “oro blanco”, denominación que se le da al demandado litio. Mientras tanto,
China permanece al acecho, puesto que el país asiático ejerce un gran control
sobre este recurso.
Es
más, el territorio oriental ya es considerado el segundo país de reservas
identificadas de litio. Ha obtenido este “título” con un aumento del 16,5%
respecto al total global durante el último años. Una información otorgada por
el Ministerio de Recursos Naturales de China.
El
ente gubernamental detalló que sus reservas solo se han superado por Bolivia.
Además, China se ha declarado mayor productor y consumidor mundial de este
mineral. Un recurso esencial para la elaboración de baterías de coches
eléctricos y dispositivos electrónicos.
Bolivia
ha registrado en varias oportunidades las mayores reservas de litio del mundo.
Según un estudio estatal, anotan alrededor de 23 millones de toneladas. El
salar de Uyuni, en Potosí, es la ubicación de la mayor parte de las reservas.
Alberga
una extensión de 10 000 kilómetros cuadrados. Desde un lugar mucho más discreto
se encuentra España, que ha hallado un yacimiento significativo en su
territorio.
El
litio brota en España: su yacimiento remece al mundo
Tras
conocerse el yacimiento de 120 millones de litio volcánico, España ha ocupado
el papel principal. Ha encontrado un monumental yacimiento de litio de
Salamanca, que despierta el interés del mundo entero, incluida China.
Está
localizado en la cuenta de Ciudad Rodrigo y forma parte del Proyecto Conchas.
La empresa Berkeley Energy está a su cargo. Disfruta de una extensión de unos
31 kilómetros cuadrados, territorio que podría ubicar al país ibérico como un
agente clave en la industria minera de Europa.
El
Viejo Continente podría disminuir su dependencia de las importaciones de litio,
sobre todo de América Latina. Los primeros estudios evidenciaron que la
explotación del yacimiento tiene capacidad para cubrir la demanda nacional de
litio. Esto resultaría vital para el impulso de la movilidad eléctrica y la
descarbonización económica.
El
proyecto aún está en la etapa de evaluación de viabilidad, donde se estudia su
rentabilidad y sostenibilidad. De aprovecharse su explotación, otorgaría
grandes beneficios a la economía local. También afianzaría a España en el mapa
global de la producción de litio, brindando un nuevo actor competitivo en el
mercado internacional.
El
tesoro que España “esconde” en Salamanca podría ser el nuevo objetivo de China
China
podría mostrar interés estratégico en el yacimiento de Salamanca. Se trata de
un país líder en la producción de baterías para coches eléctricos. Por este
motivo, no resultaría extraño que quisiera formar parte de esta iniciativa o de
los recursos que se extraigan en el futuro.
Entra
dentro de su política global, que engloba la compra de minas y el dominio de
recursos estratégicos. El país asiático ya ha expandido su control sobre el
litio en múltiples regiones del planeta, con una palpable presencia en América
Latina.
China
quiere todo el litio y España podría convertirse en un nuevo territorio
atractivo
Varias
empresas chinas ya han adquirido minas y plantas de procesamiento de litio en
lugares como Chile, Argentina y Bolivia. Un accionar que le permite a China
asegurarse su dominio sobre el litio. Un ejemplo claro es lo que sucede con la
compañía Tsingshan Holdings Group en Argentina.
Gestiona
el proyecto Salar Centenario-Ratones, que es responsable del 50% de las
exportaciones argentinas de litio.
El
hallazgo en Salamanca ha colocado a España en el centro del mercado del litio.
Coloca al país en un puesto privilegiado. Sin embargo, es necesario seguir
haciendo estudios para evitar que suceda algo parecido al caso de la mina de
litio en Cáceres.
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