El
gobernador de Potosí, Félix Gonzales, ratificó la decisión de continuar con la
ejecución de proyectos que tienen el fin de usar las aguas del Silala, por lo
que “la Gobernación está dispuesta a desembolsar recursos económicos, una vez
que fijemos las políticas de aquí en adelante”.
Tras
la inauguración del proyecto piscícola en el Silala, el 28 de marzo, el segundo
semestre de este año se pondrán en marcha otros programas para aprovechar las
aguas del manantial boliviano, que actualmente son utilizadas por Chile sin
pagar un centavo desde hace más de 100 años, cuando construyó un desvío
artificial.
La
construcción de una planta generadora de energía eléctrica, que tiene un costo
aproximado de 3,9 millones de bolivianos; una planta embotelladora de agua, 11
millones de bolivianos; y el manejo de la cuenca del Silala, de casi 400 mil
bolivianos, son los proyectos con diseño final que son evaluados por una
comisión de alto nivel y por el presidente Evo Morales.
Gonzales
explicó que también se proyecta el bombeo de aguas del Silala hasta la Laguna
Colorada para evitar el deterioro de ese reservorio que presenta un alto nivel
de pérdida de agua debido a la evaporación.
El
Gobernador potosino advirtió de que uno de los problemas que se deben resolver
es el de “la provisión de energía eléctrica. Si no hay, no podemos construir la
planta, se considera generar energía a través de un proyecto de plantas
eólicas”.
“Se
tomarán decisiones una vez que la comisión de alto nivel del Silala, conformada
por el Gobierno nacional y el departamental, comience a funcionar”, dijo.
FFAA Y TERRITORIO
Las
Fuerzas Armadas están presentes en estas iniciativas. De esa manera, el general
Luis Morales Reynolds, del Comando General de Ejército, informó que el proyecto
piscícola fue experimentado con resultados positivos por el puesto militar
acantonado en ese lugar. El programa cuenta con el financiamiento de la
Gobernación de Potosí para la construcción de seis piscinas para la crianza de
truchas.
El
jefe militar explicó que, en el marco de la Ley 100, serán ejecutados proyectos
para garantizar la ejecución de planes que permitan el control territorial en
esa región fronteriza. Uno de los artículos de dicha ley establece: “Las
Fuerzas Armadas, a través de los Comandos Conjuntos, ejecutarán los planes de
acción aprobados por el Consejo para el Desarrollo Fronterizo y Seguridad, en
el marco de su misión fundamental establecida en la Constitución Política del
Estado”.
La
Ley 100, promulgada el 4 de abril de 2011, determina mecanismos de articulación
institucional para ejecutar políticas de desarrollo integral y seguridad en
fronteras, con el fin de lograr un mejor dominio del territorio de frontera.
“Lo que queremos es utilizar esas aguas en nuestro beneficio, hay que
realizar el manejo de la cuenca.
Félix Gonzales
Gobernador Potosí
Gonzales insiste en pago por manantial
El
aprovechamiento del 100% de las aguas del Silala es uno de los objetivos, pero
el gobernador Félix Gonzales dijo que éste no es contrario a una negociación
con Chile.
“Si
el Gobierno nacional ve por conveniente y va a permitir ingresos económicos,
con los que podríamos generar proyectos turísticos, piscícolas, el plan estará
sujeto a una evaluación técnica, política; son varios factores que tenemos que
tomar en cuenta”, apuntó.
Gonzales admitió que la oposición de los dirigentes cívicos potosinos impidió llegar a un acuerdo (con el gobierno de Michelle Bachelet), “pero tampoco, después, el Gobierno (de Sebastián Piñera) hizo mayores consideraciones sobre eso”.
Gonzales admitió que la oposición de los dirigentes cívicos potosinos impidió llegar a un acuerdo (con el gobierno de Michelle Bachelet), “pero tampoco, después, el Gobierno (de Sebastián Piñera) hizo mayores consideraciones sobre eso”.
Bachelet
ofreció pagar por el 50% de las aguas que utiliza Chile, hasta que se defina la
propiedad del 50%; pero los cívicos potosinos reclamaron el pago de la deuda
histórica, lo que frustró la negociación.
Guerra periférica y geopolítica regional
EN TORNO A LA GUERRA DEL
PACÍFICO
Rebelión de España (www.rebelion.org/noticia)
El
presente ensayo se propone una aproximación retrospectiva a la guerra del
pacífico, desde el presente, algo así como una genealogía. Recogemos la veta
abierta por René Zavaleta Mercado en La querella del excedente; texto de
análisis teórico y crítico de la guerra del Pacífico, alejado de las
historiografías tradicionales y los discursos chauvinistas. Zavaleta nos dejó
una reflexión profunda, a la vez apasionada, de esta contingencia que ha
abierto heridas en los tres países. Algunos dirían más en unos que en otro,
incluso otros dirían más en uno que en los otros. Pero, la verdad es que desde
la guerra se han formado como sentidos comunes de enemistades labradas por los
años, en lo que va de más de un siglo, que transcurre desde la culminación de
la guerra, por lo menos en algunos sectores de las poblaciones. Por otra parte,
Bolivia, no solamente como Estado, sino como país, ha quedado enclaustrada,
perdiendo su acceso al Pacífico. ¿Es aceptable esta condición como consecuencia
de una guerra? Sabemos que la guerra no puede otorgar derechos de
conquista, menos aún dejar a un país sin costa. Esta no es una buena condición
como principio de integración. Los pueblos no son los que se inclinan por las
guerras, sino sus estados y sus burguesías, tampoco pueden aceptar condenas
territoriales como las del enclaustramiento. La opción alternativa por la
complementariedad de los pueblos, la solidaridad y las composiciones
cooperantes entre ellos, es la base democrática y participativa para la
solución de problemas pendientes. Y esta opción alternativa es la base para la
confederación de los pueblos, que es la tarea pendiente de los pueblos, para
corregir las mezquindades inaugurales de las oligarquías, que prefirieron las
repúblicas chicas, los Estado-nación subalternos, en vez de la Patria
Grande.
Pérdidas
territoriales
¿Qué
se puede decir de un país que ha perdido un poco más la mitad de su territorio
con el que ha nacido a la vida independiente? El país nació a la vida
republicana con una superficie pretendida de 2.363.769 km². A partir del año
1860 empezó a sufrir pérdidas territoriales. En la actualidad, la
superficie de Bolivia es de 1.098.581 kilómetros cuadrados. En relación a su
territorio actual, la diferencia es de 1.265.188 kilómetros cuadrados. Con
Brasil pierde unos 490.430 kilómetros cuadrados, en sucesivos años que comprenden
1860, 1867, 1893 y 1958. El principal conflicto con el Brasil es la Guerra del
Acre. Con el Perú se pierden 250.000 kilómetros cuadrados, principalmente por
arreglos diplomáticos, en 1909. Con Paraguay se pierden 234.000 kilómetros
cuadrados, debido a la conocida guerra del Chaco (1932-1935). Con la
Argentina se pierden 170.758 kilómetros cuadrados, por delimitaciones
fronterizas, efectuadas por la vía diplomática, en 1897. Con Chile se pierden
120.000 kilómetros cuadrados, como resultado de la perdida de la guerra del
Pacífico (1879-1883). Indudablemente la pérdida más sentida y conmovedora es la
del litoral, pues, después de firmado el Tratado de 1904, Bolivia se queda sin
salida al Mar, condenándose a ser un país mediterráneo.
¿Cómo se pueden explicar estas pérdidas territoriales? A los y las bolivarianas, cuando conocemos esta triste historia, nos viene un sentimiento de frustración temprano. En la escuela no nos explican por qué ocurrió esto. En recompensa se nos entregan programas cívicos atiborrados de denuncias y de inflamado chauvinismo. Los estudiantes que atendemos estas clases quedamos atónitos, sin ninguna respuesta clara por parte de los profesores. El sentimiento de frustración se convierte en una ambigua e indescifrable aceptación de un destino como condena. Obviamente que esto afecta en nuestra auto-estima. Sólo nos recomponemos, en parte, cuando hacemos el recuento de nuestra historia de rebeliones. La historia de las luchas sociales es gratificante, como que abre las compuertas de la esperanza. Empero, las luchas sociales no nos reponen de las pérdidas territoriales; son promesas de futuro. Es más, cuando culminan nuestras revoluciones, como que volvemos a la inercia que ha aceptado las pérdidas, hasta con cierta apatía. ¿Por qué no reaccionó el pueblo contra el Tratado de 1904? Un pueblo que había salido de la guerra Federal y que abría un ciclo liberal en un segundo periodo republicano. ¿Por qué se aceptó tanto de la República Federal de Brasil como de la República de Chile la compensación dineraria, como si los territorios perdidos fueran cuantificables? Se ha acusado a los gobiernos de ser responsables de semejante comportamiento y decidía; esto puede llegar a ser cierto; empero, no quita la corresponsabilidad de la sociedad que dejó que las cosas ocurrieran como acontecieron.
¿Cómo se pueden explicar estas pérdidas territoriales? A los y las bolivarianas, cuando conocemos esta triste historia, nos viene un sentimiento de frustración temprano. En la escuela no nos explican por qué ocurrió esto. En recompensa se nos entregan programas cívicos atiborrados de denuncias y de inflamado chauvinismo. Los estudiantes que atendemos estas clases quedamos atónitos, sin ninguna respuesta clara por parte de los profesores. El sentimiento de frustración se convierte en una ambigua e indescifrable aceptación de un destino como condena. Obviamente que esto afecta en nuestra auto-estima. Sólo nos recomponemos, en parte, cuando hacemos el recuento de nuestra historia de rebeliones. La historia de las luchas sociales es gratificante, como que abre las compuertas de la esperanza. Empero, las luchas sociales no nos reponen de las pérdidas territoriales; son promesas de futuro. Es más, cuando culminan nuestras revoluciones, como que volvemos a la inercia que ha aceptado las pérdidas, hasta con cierta apatía. ¿Por qué no reaccionó el pueblo contra el Tratado de 1904? Un pueblo que había salido de la guerra Federal y que abría un ciclo liberal en un segundo periodo republicano. ¿Por qué se aceptó tanto de la República Federal de Brasil como de la República de Chile la compensación dineraria, como si los territorios perdidos fueran cuantificables? Se ha acusado a los gobiernos de ser responsables de semejante comportamiento y decidía; esto puede llegar a ser cierto; empero, no quita la corresponsabilidad de la sociedad que dejó que las cosas ocurrieran como acontecieron.
¿Dónde
se encuentra la explicación? ¿En la fundación misma de la república, por haber
renunciado a la construcción de la Patria Grande? Claro que esto también
ocurrió con los otros países hispanohablantes; en contraste Brasil,
portugués-hablante, supo conservar su unidad y continuidad territorial, bajo
una administración estatal federal. ¿La explicación se encuentra en la
estructura social, en la estructura política, en la estructura económica?
No eran tan distintos los otros países, herederos de la administración
colonial, iniciando su vida independiente en el ciclo capitalismo de la
revolución industrial. ¿Congresos dominados por abogados y gobiernos manejados
por caudillos, explican, de alguna manera, esta desazón política y moral?
Tampoco en esto nos diferenciamos de la historia política de nuestros vecinos.
¿Qué a “condenado” a Bolivia a ser tan débil y tan vulnerable? Cierta
interpretación histórica descarga la culpa en la oligarquía gobernante, que prefirió
conservar el flujo de sus intereses económicos a arriesgarse en la defensa del
país y de sus recursos naturales.
¿Esto
no es más bien un contra sentido, atendiendo a la estrategia a largo plazo de
la composición de sus intereses? ¿Es qué estas oligarquías regionales cuentan
tan solo con una mirada a corto plazo y quizás a mediano plazo, a mucho pedir?
También se dice que estamos ante una oligarquía mas bien desarraigada,
desapegada, sin apego al territorio dónde se enriquece. Puede ser cierto; sin
embargo, esta psicología tampoco es tan distinta a lo que ocurría con otras
oligarquías europeizantes latinoamericanas.
No se puede construir una explicación con medias verdades, medias certezas. Es indispensable encarar la historia de manera crítica, auscultar en sus temporalidades las claves de desenlaces tan desalentadores. René Zavaleta Mercado elabora un ensayo iluminador sobre el decurso de la guerra del Pacífico, sus condicionantes y hasta quizás el juego de varias determinantes. Lo hace combinando afectividad y análisis crítico. Trata de responder desde otra perspectiva, diferente de la acostumbrada, a las preguntas que nos hacemos los y las bolivianas. Empero, se trata de un ensayo solitario, un oasis teórico. No se ha continuado por esta veta. Se lo lee, se lo considera, se hace tesis y reflexiones sobre la obra de Zavaleta; sin embargo, se está lejos de sufrir como él las preguntas existenciales de todo y toda boliviana, de trabajar una perspectiva crítica que construya una explicación convincente. La querella del excedente es un ensayo solitario, una hoja perdida en el desierto. Es menester retomar esta veta teórica para responder a las preguntas, pero, también, para encontrar salidas existenciales y políticas.
No se puede construir una explicación con medias verdades, medias certezas. Es indispensable encarar la historia de manera crítica, auscultar en sus temporalidades las claves de desenlaces tan desalentadores. René Zavaleta Mercado elabora un ensayo iluminador sobre el decurso de la guerra del Pacífico, sus condicionantes y hasta quizás el juego de varias determinantes. Lo hace combinando afectividad y análisis crítico. Trata de responder desde otra perspectiva, diferente de la acostumbrada, a las preguntas que nos hacemos los y las bolivianas. Empero, se trata de un ensayo solitario, un oasis teórico. No se ha continuado por esta veta. Se lo lee, se lo considera, se hace tesis y reflexiones sobre la obra de Zavaleta; sin embargo, se está lejos de sufrir como él las preguntas existenciales de todo y toda boliviana, de trabajar una perspectiva crítica que construya una explicación convincente. La querella del excedente es un ensayo solitario, una hoja perdida en el desierto. Es menester retomar esta veta teórica para responder a las preguntas, pero, también, para encontrar salidas existenciales y políticas.
Zavaleta
escribe:
Pues
bien, si hubiera que distinguir entre cómo se vive la Guerra del Pacífico y
cómo la Revolución Federal… habría que escribir que la primera debe ser
considerada en rigor como un asunto de Estado o materia estatal, es decir, como
algo que ganó o perdió la clase dominante, por cuanto entonces no estaba
diferenciada del Estado como una responsabilidad suya ante sí misma… Decimos
entonces que, en el modo ideológico inmediato que tuvo que ocurrir, la Guerra
del Pacífico fue una guerra de incumbencia del Estado y de la clase del Estado,
y no de la sociedad, al menos no de un modo inmediato. Vamos a ver luego por
qué. La Revolución Federal, en cambio, sacó al claro lo más vivo de los
conflictos clásicos de la sociedad civil .
La
pregunta de Zavaleta abre la herida:
¿Cuál
es la razón, por cierto, por la cual Bolivia se demoró tanto en darse cuenta
(dar cuenta a uno mismo) de lo que había ocurrido? Los pueblos que no cobran
consciencia de que han sido vencidos son pueblos que están lejos de sí
mismos. Lo que llama la atención, en efecto, es el desgano o perplejidad con
que este país expecta un hecho tan decisivo no sólo para su ser inmediato, sino
también para su futuro visible. Tratábase por cierto, en su cualidad, de la
pérdida territorial más indiscutible como pérdida, la más grave de modo terminante
para el destino de Bolivia.
Un resumen sucinto de lo acontecido puede ser el siguiente:
Un resumen sucinto de lo acontecido puede ser el siguiente:
Como
antecedentes inmediatos de la guerra tenemos los tratados firmados en 1866 y
1874. Estos tratados supuestamente buscaban resolver la querella limítrofe con
Chile, en lo que respecta a la soberanía sobre el desierto de Atacama.
Desierto despreciado, en principio, empero después de las demandas provocadas
por la revolución industrial, se convirtió en el desierto de la tierra prometida
para los tres países de la contienda bélica; Bolivia, Chile y Perú. Atacama es
rico en guano, también en yacimientos de salitre y de cobre. Los tratados
definieron como línea demarcadora entre Bolivia y Chile el paralelo 24 de
latitud sur. También por medio de los tratados se otorgaron diversos derechos
arancelarios y concesiones mineras a empresarios chilenos en la Atacama
boliviana. Más tarde, estas disposiciones desencadenaron la controversia entre
los dos países. El Estado boliviano, en el gobierno de Hilarión Daza,
incrementó el impuesto a la extracción de salitre de las compañías salitreras
de capital chileno-británico; determinación que fue interpretada por La Moneda
como que no se respetaron los tratados firmados. El 14 de febrero de 1879,
Chile ocupó el puerto boliviano de Antofagasta, iniciándose la llamada guerra
del Pacífico en la que los ejércitos y las armadas aliados de Bolivia y
Perú fueron vencidos por el ejército y la armada de Chile. Chile ocupó el
litoral, el desierto de Atacama y una parte de la puna, antes de cruzar la
cordillera de los Andes, también ocupó el desierto de Tarapacá, del Perú,
invadió Lima y combatió en la sierra, donde se atrincheró parte del ejército
peruano, que optó por una guerra de guerrillas. Este despojamiento dejó sin
posesión litoral a Bolivia, que quedó, desde entonces, sin salida al mar. Con
la pérdida del litoral se perdieron también cuatro puertos; además de
Antofagasta, se contaba con los puertos mayores de Mejillones, Cobija y
Tocopilla.
Veintiún
años después de concluida la guerra, con el Tratado de 1904, Bolivia reconoce a
perpetuidad el dominio del territorio en litigio por parte de Chile.
Sin
embargo, no podemos atender a la cuestión planteada, al requerimiento de una
explicación histórica y estructural de lo acontecido en la guerra del Pacífico,
si sólo nos situamos en la perspectiva corta de los antecedentes inmediatos,
que en este caso parecen ser los tratados limítrofes, así como posteriormente,
el cobro del impuesto de 10 centavos por cada quintal de salitre exportado.
Estos antecedentes no explican el desencadenamiento de la guerra, menos el
desenlace y los resultados que tuvo. Puede terminar siendo la excusa de las
acciones que tomó el gobierno de Chile interviniendo en Antofagasta; pero, de
ninguna manera, pueden convertirse en la procedencia de la guerra. Ciertamente
que la explicación estructural de los acotamientos históricos no es fácil de
lograr, salvo si se cree que se puede reducir la historia a una a una
linealidad causal. Un antecedente mediato de la guerra del Pacífico es la
guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, desencadenada por la
determinación de La Moneda a que ésta no se consolidará. También se opuso la
República Federal de Argentina a la Confederación andina; llevando a cabo una
guerra contra Andrés de Santa Cruz en el norte argentino y en el sud boliviano.
Analizar con cierta perspicacia esta guerra, quizás nos ayude a encontrar
ciertas claves de lo que va a ocurrir después, en la guerra del Pacífico.
La Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana concurre desde el año 1836 hasta 1839. Se enfrenta la Confederación Perú-Boliviana a la alianza formada por peruanos contrarios a la confederación y la República de Chile.
La Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana concurre desde el año 1836 hasta 1839. Se enfrenta la Confederación Perú-Boliviana a la alianza formada por peruanos contrarios a la confederación y la República de Chile.
Cuando
se dio lugar la Confederación Perú-Boliviana, la reacción de la oligarquía
costeña fue contraria; se opusieron contra lo que consideraron era el dominio
de la sierra peruana y boliviana. Destacamentos peruanos al mando de
Felipe Santiago se enfrentaron a las fuerzas confederadas. El desenlace del enfrentamiento
bélico fue favorable a la Confederación, culminó con la derrota y fusilamiento
de Salaverry. La flamante Confederación andina no sólo tuvo que enfrentar esta
oposición peruana y chilena, sino también el desacuerdo argentino; la
Confederación Perú-Boliviana combatiría a la Confederación Argentina,
dirigida por Juan Manuel de Rosas. En las batallas emprendidas en este
frente de guerra se pugnaron territorios del altiplano. En este caso, también
el ejército confederado de Andrés de Santa Cruz consiguió imponerse.
Empero, básicamente la guerra confederada se desenvuelve en el enfrentamiento de la Confederación Perú-Boliviana con la República de Chile, que apoyaba a peruanos contrarios a la confederación. Estos “restauradores” deseaban la reunificación del Perú y la expulsión de Santa Cruz del poder.
Empero, básicamente la guerra confederada se desenvuelve en el enfrentamiento de la Confederación Perú-Boliviana con la República de Chile, que apoyaba a peruanos contrarios a la confederación. Estos “restauradores” deseaban la reunificación del Perú y la expulsión de Santa Cruz del poder.
La
segunda fase de la guerra culminaría con la victoria de las tropas del Ejército
Unido Restaurador, ocasionando la disolución de la Confederación
Perú-Boliviana, dando con esto también culminación al protectorado de Andrés de
Santa Cruz.
¿Por
qué se opuso Diego Portales a la Confederación Perú-Boliviana? ¿Por qué también
lo hizo la Confederación argentina? ¿Por qué los peruanos del norte se alzaron
en armas contra la Confederación andina? Revisando los hechos, tal paree
que en tiempos de Andrés de Santa Cruz, Bolivia contaba no sólo con un
estratega y estadista, sino también con un ejército capaz de hacer frente a dos
guerras casi simultáneas. Este general de Simón Bolívar, oficial curtido en la
guerra de la independencia, era como la presencia o la proyección de una época
gloriosa, de la cual devienen todavía los aires de la Gran Colombia. En el caso
del Mariscal de Calahumana, incluso podemos no sólo tener en cuenta la
extensión geográfica del Virreinato del Perú, sino incluso del Tawantinsuyu. Se
trataba de buscar corregir los errores locales del nacimiento de las republicas
independientes. Ahora bien, ¿por qué no entró en este proyecto Chile? No eran
estructuras sociales tan distintas, aunque había más analogía entre las
estructuras sociales de Bolivia y Perú. Al final se trataba de repúblicas que
habían sido liberadas por los ejércitos independentistas de Simón Bolívar y San
Martin, quienes se pusieron de acuerdo en Guayaquil, sobre el curso a seguir.
Cuando estos países se vieron amenazados por la flota española que incursionaba
el Pacífico, confraternizaron para afrontar la amenaza. ¿Qué ocurrió en los 40
años posteriores a la finalización de la guerra de la Confederación para que la
situación cambie, para que la correlación de fuerzas cambie tan drásticamente,
que la ventaja cualitativa la tenga Chile contra Bolivia y el Perú?
La
oposición de Portales a la Confederación fue enunciada claramente: Bolivia y
Perú eran mucho más que Chile. De concretarse esta unión era como que el
destino de Chile se circunscribiría a un papel modesto. ¿Por qué no pudo
pensarse de otra manera? ¿Los intereses económicos que se conformaron al sud,
en Santiago, y al norte, en Lima, visualizaron como amenazas la conformación de
una Confederación que potenciaba la sierra y los Andes, el interior, contra la
costa? ¿Se repetía la misma mezquina perspectiva de las oligarquías locales que
se opusieron a la Patria Grande? Bolivia tenía como referente administrativo la
Audiencia de Charcas, y como referente económico el entorno potosino, vale
decir la economía de la plata, que comprometió a una geografía que venía desde
Quito y llegaba a Córdoba. Esta economía, que podemos llamar endógena, con
cierta cautela, se contrapone a la economía de la costa, altamente articulada
al mercado internacional de la revolución industrial. ¿No se podía combinar
ambas geopolíticas, ambas estrategias económicas? ¿Por qué tendrían que ser
dicotómicas? Tal parece que en estas contradicciones se encuentra la
explicación de las tensiones entre el interior, las provincias del interior, y
las capitales, que tienen la mirada puesta en la costa, que los subordina al
mercado internacional. La guerra gaucha, de las provincias del interior contra
Buenos Aires, parece tener el mismo sentido. Así también la guerra de la triple
alianza, Argentina, Brasil y Uruguay, contra Paraguay, país que conservó una
perspectiva endógena.
El
ciclo del capitalismo de la revolución industrial, bajo hegemonía británica,
arrastró los centros económicos de los países periféricos a la costa,
condicionando sus economías a circunscribirse a una división del trabajo
internacional, a una geopolítica capitalista, que los condenaba a ser países
extractivistas. No es pues inapropiado nombrar a la guerra del Pacífico como
guerra del guano y del salitre, la querella del excedente. Estos países
periféricos, involucrados en la guerra, disputaron el excedente para satisfacer
la demanda británica y europea. La guerra que se peleó fue para favorecer
a sus oligarquías, que eran intermediarias del capital británico. Las
oligarquías locales no podían tener otra perspectiva que la de sus intereses
locales; era entonces imposible que de ellas se genere una perspectiva
integral. Entre las incipientes burguesías nativas, boliviana, chilena y
peruana, con sus propias contradicciones coloniales, enfrentando a sus
poblaciones indígenas, aunque lo hagan en distintos contextos y de distinta
manera, la que parece haber resuelto, para entonces, problemas de constitución
de clase, es la burguesía chilena, en tanto que las burguesías boliviana y
peruana, todavía se debatían en la ambigüedad de proyectos contrastados. Entre
persistir en la dominación gamonal, latitudinaria y colonial, o transformar su
dominación, modernizando sus relaciones de poder, proletarizando a su
población.
La
burguesía chilena, intermediaria del capital hegemónico, no encontró otra cosa,
como proyecto propio, que expandirse, controlar los recursos naturales que sus
vecinos no sabían explotar ni administrar. Se trata de una guerra de conquista
de mediana intensidad. Se puede decir que la estatalización en Chile se dio más
rápidamente que en Bolivia y Perú, a quienes les costó más tiempo conformar un
Estado-nación. Parece que es en el transcurso de esas décadas, que vienen desde
los treinta y van hasta los setenta del siglo XIX, que la burguesía trasandina
se inclina por una estrategia militar. Concretamente se prepara para la guerra;
desde la guerra contra la Confederación
Perú-Boliviana
hasta la Guerra del Pacífico, concurren reformas institucionales
administrativas y militares, tendiendo a una modernización, equipamiento,
disciplina y adecuación a las tácticas y estrategias de la guerra moderna, para
ese entonces. En cambio, parece no concurrir esto ni en Bolivia ni en el Perú,
que enfrentan la guerra con los resabios de la guerra de la independencia y la
guerra confederada.
Zavaleta Mercado habla de disponibilidad y de óptimo. Dice que el Estado chileno logró esta disponibilidad de fuerzas y un óptimo para cuando estalló la guerra del Pacífico. Lo que no ocurrió con Bolivia y Perú, que contaban con excedente, pero no con disponibilidad de fuerzas y un óptimo. Zavaleta cree ver que la militarización del Estado chileno tiene que ver también con la contingencia de la constante amenaza de la guerra indígena; Chile se vio obligado a conformar un Estado fortaleza, encargado de cuidar y definir las fronteras permanentemente. Puede ser; empero, esta característica también la compartían Bolivia y Perú, aunque en otro contexto y de otra manera. Es preferible concentrarse en dos aspectos: 1) la mejor adecuación y adaptación de la burguesía trasandina a las demandas de materias primas de la revolución industrial, logrando pautas de reproducción social más afines al nuevo ciclo del capitalismo; y 2) la reorganización y modernización del Estado, incluyendo, claro está, de la armada y del ejército.
Zavaleta Mercado habla de disponibilidad y de óptimo. Dice que el Estado chileno logró esta disponibilidad de fuerzas y un óptimo para cuando estalló la guerra del Pacífico. Lo que no ocurrió con Bolivia y Perú, que contaban con excedente, pero no con disponibilidad de fuerzas y un óptimo. Zavaleta cree ver que la militarización del Estado chileno tiene que ver también con la contingencia de la constante amenaza de la guerra indígena; Chile se vio obligado a conformar un Estado fortaleza, encargado de cuidar y definir las fronteras permanentemente. Puede ser; empero, esta característica también la compartían Bolivia y Perú, aunque en otro contexto y de otra manera. Es preferible concentrarse en dos aspectos: 1) la mejor adecuación y adaptación de la burguesía trasandina a las demandas de materias primas de la revolución industrial, logrando pautas de reproducción social más afines al nuevo ciclo del capitalismo; y 2) la reorganización y modernización del Estado, incluyendo, claro está, de la armada y del ejército.
La
hipótesis de interpretación es la siguiente:
La
guerra confederada forma parte de las historias de las guerras entre el
interior y la exterioridad misma de la formación económico-social, entre los
proyectos endógenos y los proyectos exógenos. La historia de estas guerras más
se parecen a la historia de guerras civiles entre las provincias del interior y
la capital, núcleo primordial de la externalización. Este tipo de guerras
civiles se han dado en todo el continente americano; también podemos
considerar, como formando parte de esta tipología, guerras que se presentan
como guerras entre estados, como es el caso de del guerra confederada, así
también como la guerra de la triple alianza contra Paraguay. Este país era el
ejemplo de un proyecto endógeno en marcha y consolidado; tuvo que enfrentarse a
tres proyectos económicos, políticos y sociales exógenos. No parecía posible la
convivencia entre ambos proyectos confrontados. El ciclo hegemónico de la
revolución industrial exigía una clara división del trabajo internacional, una
definida geopolítica que diferenciará los centros de las periferias del
sistema-mundo capitalista. Así como convertir a las periferias en espacios de
compra de los productos manufacturados, siendo economías primario exportadoras.
La orientación económica, social y política paraguaya era, en el siglo XIX, un
desafío a la geopolítica del sistema-mundo capitalista del ciclo de la
revolución industrial.
La
guerra confederada andina no dejó de connotar estas características de una
suerte de guerra civil entre un interior y una exterioridad, aunque ésta forme
parte de la propia formación social y económica. La contradicción entre los
intereses de una oligarquía costeña y otra oligarquía serrana hablan de ello.
En el espacio discursivo e “ideológico” se puede notar también este contraste,
cuando los voceros y políticos costeños calificaban a Andrés de Santa Cruz como
“serrano”, queriendo usar este término despectivamente; incluso se lo calificó
de “guanaco de los Andes”. Ahora bien, los actores involucrados no tienen
que ser plenamente conscientes de estas contradicciones; empero, basta que sus
acciones y perspectivas se involucren en una proyección distinta a la de
subordinación al mercado externo, como para marcar la diferencia; así, como al
contrario, adecuando, mas bien, la forma Estado a este requerimiento. Puede
pensarse que el proyecto de la Confederación era una reminiscencia del proyecto
independista integral de la Gran Colombia; se puede incluso concebirlo como una
reminiscencia de la convocatoria de Tupac Amaru de formar una gran nación
desde el Pacífico hasta el Paititi. Como reminiscencia ya no tenía el alcance
que contenían los proyectos de la Patria Grande; sin embargo, era, esta
proyección disminuida, una actualización, en menor escala, de aquellos.
La
derrota del ejército confederado era una derrota más del interior contra la
costa, de la interiorización contra la externalización, de los proyectos
endógenos contra los proyectos exógenos. Se puede decir también que la derrota
de la Confederación anticipa la derrota de Bolivia y Perú en la guerra del
Pacífico, aunque esta guerra es de otra índole. Ya no se trataba de una
guerra entre un interior y la externalización, entre unos proyectos endógenos y
otros proyectos exógenos, pues claramente los tres países optaron por la
externalización, por el proyecto exógeno, por el modelo extractivista de sus
economías. La guerra del Pacífico fue una guerra de tres proyectos de
externalización, fue una guerra por el excedente para externalizarlo. Cuando
decimos que la derrota de la Confederación anticipa la derrota de la guerra del
Pacífico, decimos también que, la burguesía chilena fue más eficaz con la
conformación y consolidación de este modelo, procurando una modernización
institucional, administrativa, educativa, militar, adecuada a los tiempos de la
revolución industrial. Las oligarquías peruana y boliviana se adormecieron con
la externalización de sus excedentes, que los tenían en más que en lo que
respecta a Chile, se adormecieron con una suerte de sobrevaloración de sus
capacidades, que, viendo los desenlaces, resultaron hartamente obsoletas, dadas
las circunstancias y los cambios habidos durante el siglo XIX.
Zavaleta
anota otro tópico en el análisis del desenlace de la querella por el excedente.
Este es el de la vinculación con el espacio. Considera un vinculo con el
espacio en las civilizaciones andinas, pre-coloniales, distinta al vinculo dado
en las repúblicas. Mientras las civilizaciones andinas emergían del espacio,
nacían del territorio, domesticando plantas, arrancando a la tierra una
fertilidad difícil, mediante tecnologías agrícolas innovadoras y la
organización colectiva. Las repúblicas producirán el espacio, por así decirlo,
conformaban un espacio adecuado al mercado internacional; sin embargo, no todas
lograron controlar su propio espacio.
Zavaleta escribe:
Zavaleta escribe:
Los
espíritus del Estado en Bolivia no veían los hechos del espacio sino como una
dimensión gamonal. Lo característico era la forma gamonal del Estado
.
Refiriéndose al espacio andino dice:
Refiriéndose al espacio andino dice:
La
agricultura andina, que no en balde es el acontecimiento civilizatorio más
importante que ha ocurrido en este lugar y en América Latina entera, y después
Potosí o sea Charcas, se organizan y se identifican en torno a este discurso
territorial… El Atacama, por lo demás, era de un modo arquetípico una tierra
apropiada, incorporada al razonamiento ecológico de esta instancia de los
andinos de tal manera que no es cualquier costa apta para el comercio moderno
lo que podía ocasionar semejante sentimiento gregario de desagregación .
Este
vínculo ancestral con el espacio se quebró o se redujo a su mínima expresión;
ya no es el espacio articulado por las complementariedades, ya no es el
archipiélago andino el que hace de matriz territorial reproductiva a la
sociedad organizada en comunidades, ayllus, sino es otro espacio o espacialidad
el que hace de referente de los flujos y desplazamientos, un espacio mercantil
cuya gravitación radica en los núcleos de externalización de los recursos
naturales. Es con relación a este otro referente espacial que hay que entender
lo que pasó; por qué no reaccionó la sociedad boliviana ante semejante pérdida.
Zavaleta
se pregunta:
Se
necesita explicar sin duda por qué la otra Bolivia, la que sí debería ver estas
cosas como una adversidad gravísima, tardó tanto en su evaluación. La
perplejidad con que vive el cuerpo social una pérdida tan considerable se
explica porque la lógica espacial previa, que era en realidad una combinación
entre la agricultura andina clásica y el Estado despótico como su culminación
natural… se había replegado a lo que será el aspecto de la cristalización u
osificación de la historia del país .
La respuesta que se da es:
La respuesta que se da es:
Recluido
en su coto cerrado de la agricultura y practicando una economía moral de
resistencia, conservación e insistencia, el vasto cuerpo popular, aunque se
demoraría en tomar consciencia del problema, lo haría después con una
intensidad que sólo se explica por la interpelación que tiene el espacio sobre
la ideología o interferencia en esta sociedad .
En
torno a La querella del excedente
A
propósito del guano, como una de las causas de La guerra del pacífico, Roberto
Querejazu Calvo escribe:
Hacía
más de un millón de años que tres aves marinas, el guanay, el piquero y el
alcatraz, tenían convertidas las costas de esta parte de América del Sur en su
inmenso hábitat. Desde él venían incursionando diariamente en el océano para
alimentarse hasta la saciedad con la anchoveta y otros peces pequeños
arrastrados en proporciones fabulosas por la corriente Humboldt. La defecación
de las tres pescadoras en sus lugares de descanso fue cubriendo los
promontorios, islas e islotes de ese borde continental con una capa de
estiércol de varios metros de altura (hasta 30 en las islas Chincha) y con un peso
de millones de toneladas .
Lo
que viene después de la revolución industrial es una gran demanda de
alimentación debido a la migración a las ciudades y el crecimiento demográfico.
Esta situación exigió un incremento de la producción agrícola; para tal efecto
era menester fertilizar los suelos. El guano era uno de los mejores
fertilizantes conocidos. El valor comercial del guano, su demanda mundial,
convirtió el despreciado desierto de Atacama en un territorio estratégico y
codiciado. Bajo estos condicionamientos del ciclo del capitalismo, bajo
hegemonía británica, devino la querella por el excedente entre tres países
periféricos del sistema-mundo, Bolivia, Chile y Perú.
Querejazu
dice que era indudable que Chile reconocía que el litoral de Atacama pertenecía
a Bolivia, heredera del territorio de la Audiencia de Charcas. No hizo ninguna
reclamación por los actos de soberanía que ejercieron en dicho territorio los
gobiernos bolivianos: fundación y funcionamiento del puerto de Cobija, visita
del presidente Andrés de Santa Cruz, establecimiento de autoridades políticas y
aduaneras, otorgamiento de concesiones mineras y salitreras .
Sin
embargo, el 31 de octubre de 1842, el Congreso chileno dictó una ley declarando
que eran propiedad de la nación “la guaneras de Coquimbo, del desierto de
Atacama y de las islas adyacentes. Coquimbo era suelo chileno, pero Atacama y
sus islas pertenecían a Bolivia. Al año siguiente, otra disposición legislativa
declaró chilena la “provincia de Atacama” .
Los
incidentes siguen y se suman:
La
barca Rumena, la goleta Janequeo y la fragata Chile cargaron guano de covaderas
bolivianas. El 20 de agosto de 1857, una expedición militar de la corbeta
Esmeralda ocupó la bahía y la península de Mejillones, ampliando la frontera
chilena hasta el paralelo 23 . En 1863, el gobierno boliviano busca una alianza
secreta con el Perú. En el Congreso Extraordinario reunido en Oruro se plantea
la posibilidad de declarar la guerra a Chile si es que no obtenía la devolución
de Mejillones . Perú no asume, en ese entonces, la alianza con Bolivia;
quedando la opción de la protesta por la incursión militar en su territorio.
Bolivia rompe relaciones diplomáticas con Chile.
En 1864 se produce una confraternización americana en contra de España, debido a un incidente que ocurre en la hacienda peruana de Talambo. Un conflicto de agricultores vascos con sus patrones, con la sucesiva represión seguida, ocasionó que el gobierno de España ordenará a la división de marina, que se encontraba por aguas del Pacífico, tomase posesión de las islas Chincha, reivindicando suelo ibero, demandando a Lima indemnización para las familias vascongadas. En ciudades de Chile se dieron lugar manifestaciones contra esta ocupación de España de suelo americano; se ultrajó la bandera española. España exigió explicaciones y reparación moral y pública. Ante la negativa de Santiago de hacerlo, España declaró la guerra a Chile. En estas circunstancias los países andinos y del Pacífico de Sud América entraron nuevamente en guerra con España. Concretamente Perú y Ecuador apoyaron a Chile, el gobierno de Mariano Melgarejo confraternizó con La Moneda, llegando posteriormente a concesiones y acuerdos, altamente dadivosos, sobre el conflicto limítrofe con Chile.
En 1864 se produce una confraternización americana en contra de España, debido a un incidente que ocurre en la hacienda peruana de Talambo. Un conflicto de agricultores vascos con sus patrones, con la sucesiva represión seguida, ocasionó que el gobierno de España ordenará a la división de marina, que se encontraba por aguas del Pacífico, tomase posesión de las islas Chincha, reivindicando suelo ibero, demandando a Lima indemnización para las familias vascongadas. En ciudades de Chile se dieron lugar manifestaciones contra esta ocupación de España de suelo americano; se ultrajó la bandera española. España exigió explicaciones y reparación moral y pública. Ante la negativa de Santiago de hacerlo, España declaró la guerra a Chile. En estas circunstancias los países andinos y del Pacífico de Sud América entraron nuevamente en guerra con España. Concretamente Perú y Ecuador apoyaron a Chile, el gobierno de Mariano Melgarejo confraternizó con La Moneda, llegando posteriormente a concesiones y acuerdos, altamente dadivosos, sobre el conflicto limítrofe con Chile.
El
Tratado de Amistad y Límites lo firmó don Juan Ramón Muñoz Cabrera, Ministro
Plenipotenciario de Bolivia en Chile, con el canciller Álvaro
Covarruvias, en Santiago, el 10 de agosto de 1866. Dispuso que el paralelo 24
fuera la línea de separación de las soberanías de Bolivia y Chile. Que no
obstante ello, ambas naciones, se repartían por igual el producto de la venta del
guano y las rentas fiscales de los minerales existentes entre el grado 23 y 25.
Que serían libres de todo derecho de importación los productos naturales de
Chile que se introdujesen por el puerto de Mejillones .
El
problema es el excedente
Cuando
decimos que el problema es el excedente decimos muchas cosas. ¿Cuándo los
recursos naturales se convierten en el excedente? Cuando el capitalismo
convierte en renta los recursos naturales, cuando son valorados como
mercancías en el modo de producción capitalista. Forman parte de las
condiciones iniciales para el proceso productivo. El guano, el salitre, el
cobre, la plata, los minerales, los hidrocarburos, se convirtieron en
mercancías ante la demanda de materias primas de la revolución industrial. Esta
contextura mundial condiciona la adecuación de los nacientes estados
independientes. Tempranamente consideraron que su sobrevivencia y desarrollo
estaba íntimamente vinculada a la perspectiva de esa demanda, a la que deben
satisfacer. Estos estados se constituyeron sobre la base de la explotación de
los recursos naturales mercantilizables, en su momento; son estados
estructurados para disponer del excedente y transferirlo al mercado
internacional. Entonces el control del excedente va a ser tarea prioritaria de
sus administraciones, sobre todo del Estado más consciente de los cambios de
época. De los tres estados involucrados en la guerra del Pacífico, era
indudablemente Chile el Estado que mejor se adecuó a la demanda del ciclo del
capitalismo de la revolución industrial; no Bolivia ni Perú, que todavía se
batían en el umbral de las épocas, la que abandonaban y a la que ingresaban.
Pero los tres países, de todas maneras, se encontraban condicionados por las
exigencias del excedente, es decir, de la renta que genera el excedente; por lo
tanto, se encontraban afectados por la “ideología” moderna del excedente. Los
tres estados van a ser obligados a la pugna por el excedente, respondiendo a la
demanda del modo de producción capitalista mundial. Los tres países entran en
guerra por el control de las riquezas del desierto de Atacama y del desierto de
Tarapacá, para satisfacer la demanda de la revolución industrial. Los tres
países consideraron que peleaban por ellos; sin embargo, en términos efectivos,
terminaron peleando por otros, por los centros del sistema-mundo capitalista
que aprovecharían los recursos naturales exportados. Ciertamente, el vencedor
de la guerra se va a beneficiar con sus conquistas; empero, el mayor
beneficiario es el capital británico, hegemónico en el ciclo del capitalismo de
la revolución industrial.
Fueron
el guano, el salitre y la plata de caracoles la cuestión de la querella del
excedente. El guano y el salitre eran los fertilizantes que necesitaba la
revolución agrícola empujada por la revolución industrial. La plata seguía
siendo cotizada por la demanda de los circuitos monetarios.
El
término guano viene del quechua wanu; proviene de la acumulación masiva
de excrementos de animales; en el caso del pacífico, se debe a la acumulación
de las heces de aves marinas. Para su formación se requieren climas
áridos. Es utilizado como un fertilizante efectivo debido a sus altos
niveles de nitrógeno y fósforo. El guano se recolecta de varias islas e
islotes del océano Pacífico, también de parte de la costa, como la de
Mejillones. Estas islas han sido el hogar de colonias de aves marinas por
siglos; el guano acumulado tiene muchos metros de profundidad. Desde el año
1845 comenzó a explotarse, y por sus propiedades como fertilizante; era
importado por países como Gran Bretaña y Estados Unidos.
El
salitre también es utilizado como fertilizante. El salitre se convierte en una
mercancía apreciada a mediados del siglo XIX. Perdió importancia económica a
partir del desarrollo y producción del salitre sintético. Había como un control
nominal del Estado peruano y del Estado boliviano desde la década de 1830 hasta
la finalización de la guerra del Pacífico. Después de la culminación de la
guerra prácticamente Chile quedó con el control de la mayor parte del salitre; este
control se dio desde 1884 hasta la caída del mercado del salitre (1920). La
explotación del salitre, si bien en el caso de Bolivia y Perú quedaba bajo
administración estatal, fueron empresas privadas las que efectivamente la
explotaban, particularmente empresas chilenas, con apoyo de capital británico.
El Estado peruano nacionalizó las empresas salitreras, quedando en manos del
Estado peruano desde 1870. En lo que corresponde a la administración chilena de
este recurso, la misma estuvo en manos de empresas privadas, conformadas por
capitales ingleses, en su mayoría, y en menor proporción, alemanes y
estadounidenses. En lo que respecta al salitre del antiguo litoral boliviano,
la explotación de este recurso siempre estuvo en manos de capitales británico-chilenos.
El descubrimiento de yacimientos de plata en Caracoles el 25 de marzo de 1870 causó alboroto en Valparaíso y Santiago. Al poco tiempo se convirtió en un gran campamento, que fue creciendo con el trajín de su explotación. Roberto Querejazu Calvo escribe, en La guerra del Pacífico, a propósito lo siguiente:
El descubrimiento de yacimientos de plata en Caracoles el 25 de marzo de 1870 causó alboroto en Valparaíso y Santiago. Al poco tiempo se convirtió en un gran campamento, que fue creciendo con el trajín de su explotación. Roberto Querejazu Calvo escribe, en La guerra del Pacífico, a propósito lo siguiente:
La
riqueza de Caracoles agravó las dificultades con las que estaba tropezando el
cumplimiento del tratado de 1866. La “partición del pan” entre los supuestos
hermanos no se venía realizando a gusto de los interesados. El manejo de la
aduana de Mejillones era desordenado y Chile no recibía su parte en los
impuestos a los minerales exportados. El gobierno se Santiago reclamó también
una mitad del rendimiento fiscal de las minas de Caracoles alegando que se
encontraban dentro del territorio sujeto a partición de frutos, es decir, al
sur, del paralelo 23. En Bolivia se sostuvo que no era exacto, que su ubicación
era el norte de esta línea geográfica y, por lo tanto, en suelo no comprendido
en las estipulaciones del pacto del 66 .
Se
dice que este es el excedente por el que se desencadenó la guerra del Pacífico;
el guano, el salitre y la plata fueron los recursos de la discordia y de la
opción extrema de la guerra. Fue más tarde que se descubrieron los inmensos
yacimientos de cobre de la mina de Chuquicamata; la principal materia de
exportación de Chile por muchos años; sostén de la economía chilena y sostén
también del constante rearme del ejército chileno. El 10% de esta riqueza
mineral va destinada a la transformación tecnológica militar y equipamiento del
ejército y la armada. No está demás decir que Chuquicamata se encuentra en lo
que fue territorio boliviano. La mina está ubicada a 15 kilómetros al norte de
Calama y a 245 kilómetros de Antofagasta. En la mina de
Chuquicamata se explota oro y cobre a cielo abierto; es considerada
la más grande del mundo en su tipo y es la mayor en producción de cobre de
Chile. Bueno pues, se dice que este es el excedente que es causa y motivo de la
guerra del Pacífico; pero, una guerra no se desata por la mera existencia de
yacimientos de recursos naturales, sino por el decurso conflictivo que
adquieren las estructuras de relaciones que se inscriben en torno a estos
recursos.
Fueron
las empresas privadas que explotaban el salitre las que entraron en conflicto
con el Estado boliviano, fueron los accionistas de estas empresas, entre los
que se encontraban altos personeros del gobierno de Chile, además de
británicos, los que querían resolver el conflicto a favor de las empresas
privadas, protegiéndolas. Por último, el inmoderado interés por controlar estos
recursos naturales llevó a la convicción de que no había otra salida que
apoderarse del desierto de Atacama. La preparación para la guerra comenzó
cuatro décadas antes de que ésta se desencadenara. El Estado-nación de Chile,
instrumento orgánico y político de la burguesía naciente, intermediaria entre
el capital británico y el capital subalterno nacional, tenía varios frentes en
sus distintas fronteras. La guerra contra los indígenas no había concluido, el
conflicto de límites con Argentina se podía convertir de amenaza en una guerra,
el conflicto de límites con Bolivia había sido aparente zanjado con los
tratados, empero subsistía el problema del control sobre los recursos. Perú
había optado por la nacionalización de las empresas, lo que clausuraba, por lo
menos momentáneamente, la posibilidad del desarrollo empresarial, de los
capitales británicos y chilenos. Una burguesía naciente y pujante, en estas
condiciones de subalternidad, encerrada en las tensiones generadas por los
conflictos fronterizos, tenía que encontrar una salida a su necesaria
expansión. Optó por los frentes más débiles; prefirió no enfrentarse con
Argentina, mas bien llegar a un arreglo con el gobierno bonaerense; entonces
atacó a los indígenas y tomó los puertos bolivianos. Esta decisión desencadenó
también la guerra con el Perú, no sólo por el tratado secreto de alianza de
defensa entre Bolivia y Perú, sino porque ésta era la orientación de la
estrategia expansionista de mediana intensidad. De lo que se trataba era dejar
en claro el dominio de una de las tres burguesías; para lograr ser un dominio
económico debería lograr ser también un dominio militar.
Zavaleta
escribe a propósito:
Es
posible escribir, en efecto, que Chile se preparó para vencer y, en cambio, es
como si Perú y Bolivia se hubieran preparado para ser vencidos pero, como no se
quiera encontrar en ello fórmulas de explicación genéticas o socialdarwinistas
(porque nadie tiene en sí el anhelo de su perdición, al menos de una manera
organizada), el hecho es que, sí Chile se preparó, es porque podía hacerlo. O
sea que, si podía iniciar una acción diplomática coherente treinta o cuarenta
años antes de que ocurriera su remate inevitable, por ejemplo, es porque tenía
paz política. Si tenía paz política, empero, era porque la ecuación o el optimo
social era superior a la de sus rivales que, en cambio, no podían formular una
política estatal .
Sin
embargo, no hay que olvidar que los tres estados comparten una analogía
histórica constitutiva, no dejaron de ser coloniales. Zavaleta dice:
El
empecinamiento común con que jugaron su vida entera al excedente y al colapso
compartido en cuanto a la conversión del excedente en autodeterminación, aparte
de algunos aspectos muy elocuentes como la importancia de la visión señorial,
dejan ver que se trata de países con no pocas semejanzas, lo cual quizás se
refiere a cierto carácter que podríamos llamar “peruano” de su
colonización .
Nadie
puede decir que alguno de los tres estados era democrático, en el sentido de la
autodeterminación, de la que habla Zavaleta; es decir, en el sentido de la
participación social. No lo eran; eran mas bien un simulacro de república, en
todo caso, estados que seguían guerreando, a su manera, contra los pueblos
indígenas. Eran pues la continuidad colonial en forma de república. Los tres
disputaron un excedente ya conquistado por los españoles. Ninguno se acordó,
antes de ir a la guerra, de sus pueblos indígenas, salvo Chile, que decidió
resolver el problema a sangre y fuego, antes de ir a la guerra. El coronel
peruano Andrés Avelino Cáceres tuvo que recurrir a la resistencia indígena para
desplegar su guerra de guerrillas. Esta hubiera sido la mejor estrategia para
afrontar la guerra; ir a la guerra con los únicos que tenían consciencia
territorial del archipiélago andino, de la complementariedad de los pisos
ecológicos, donde tanto la puma y el desierto de Atacama jugaban un papel en
esta articulación complementaria y transversal biótica. Empero, las oligarquías
boliviana y peruana estaban muy lejos de hacerlo y de tener consciencia
histórica de lo que se requería hacer. Los tres países asistieron a la guerra
con lo que tenían como disponibilidad estatal. En esto Chile llevaba la mejor parte,
pues su Estado tenía mayor capacidad de movilización, incluso de convocatoria a
la guerra, a pesar de que el proletariado chileno manifestó su descontento
cuando estalló la misma. Sin embargo, el tema no es tanto explicarse por qué
gano Chile esta guerra y por qué la perdieron Bolivia y Perú, sino comprender
el significado histórico y político de esta guerra, que incluso podemos
llamarla fratricida.
Habíamos
dicho que la guerra del Pacífico es antecedida por la guerra contra la
Confederación Perú-Boliviana; que en esta guerra se dio el enfrentamiento entre
las oligarquías de la costa contra las oligarquías de la sierra, que era como
las guerras de la capital portuaria contra las provincias del interior. Ahora
bien, Chile es un país costeño, se extiende a lo largo de la costa del
Pacífico, desde el Estrecho de Magallanes hasta el desierto de Atacama,
primero, y hasta el desierto de Tarapacá, después. La mayoría de sus ciudades
se encuentran cara al mar; se trata de un país esencialmente marítimo, aunque
hay ciudades que pueden considerarse del interior, tierra adentro, hacia la
cordillera de los Andes, además de contar con una población importante
indígena, principalmente mapuche, antes de la guerra; también aymara y quechua,
después de la guerra. Entonces, podemos usar una hipótesis interpretativa, que
considera que la guerra se da entre un país básicamente costeño y dos países,
que aunque contaban con costa, donde es gravitante su geografía política
interior, con lo que implica la connotación de la geografía humana, la
geografía cultural y la geografía social. Chile enfrentaba a dos países cuyos
estados no habían resuelto la articulación armónica y dinámica entre el
interior y la costa; dos países que no habían asumido su abigarramiento como
disponibilidad, sino como dispersión y desconocimiento. En cambio Chile había
ignorado taxativamente a los indígenas, había descartado una opción endógena.
Toda su economía estaba enfocada al mercado externo. No ocurría algo distinto
con los otros dos países; empero, contaban con otras “realidades”, otras
economías; unas promovidas por el Estado, como la economía gamonal, así también
las relaciones casi serviles de los trabajadores de las minas; otras, en
cambio, desconocidas por el Estado, como la economía comunitaria, conservada y
preservada por los pueblos indígenas en los Andes. Chile fue a la guerra con la
determinación resuelta de ganar porque se sentía formar parte de la economía
mundial y la ilusión de Estado moderno, en tanto que Bolivia y Perú habían
perdido su última ilusión con la derrota de la Confederación, dejando atrás,
muy atrás, la ilusión del Tawantinsuyu. Contaban con las nostalgias señoriales
coloniales y la representación apoteósica del entorno potosino, aunque en
términos efectivos la economía extractivista se encontraba enfocada al mercado
internacional, reforzando las relaciones gamonales en la economía de las
haciendas, así como las relaciones casi serviles con los trabajadores mineros.
Balance
de la guerra del Pacífico
Para
Bolivia, Chile y Perú, cuando se habla de la guerra del Pacifico, la referencia
es la guerra que se desata a fines del siglo XIX, al noreste de Chile, al sur
de Perú y al sudoeste de Bolivia. Guerra naval y del desierto de Atacama,
guerra nombrada como la del guano y del salitre, también puede ser considerada
como la guerra del cobre, aunque este yacimiento fuera descubierto después, por
la importancia de la mina de cobre de Chuquicamata, que se encuentra en lo que
fueron territorios bolivianos, antes de firmado el Tratado de 1904. René
Zavaleta Mercado habla de La querella del excedente. Todos estos nombres nos
hablan de los factores intervinientes como “causas” de la guerra mencionada. La
expansión al norte, de lo que fue la Capitanía de Chile, parece tener que ver
con la consolidación de un Estado-nación, después de la independencia, cuya
geografía política cuenta con dos largas fronteras naturales, al oeste, el
océano Pacífico, al este, la cordillera de los Andes. Un Estado-nación
subalterno, cohesionado por una burguesía sólida, en el sentido de contar con
una estrategia de acumulación originaria mediante la expansión, despojamiento y
desposesión de mediana intensidad. Una burguesía nativa vinculada al capital
británico, hegemónico en los tiempos del ciclo del capitalismo de ese entonces.
Cómo dice René Zavaleta, Chile contaba con un Estado moderno, un ejército y
armada modernos, en tanto que Bolivia y Perú no dejaban de resolver problemas
de su incipiente modernización, combinada con ambiguas herencias gamonales y
latifundistas, a la usanza colonial. La ocupación del sudoeste boliviano, que
colinda con el Pacífico, fue primero económica y poblacional, después militar;
esto aconteció en la medida que fue subiendo el tono del conflicto limítrofe y
económico.
Según Zavaleta, los dados estaban echados cuando estalló el conflicto. Las ventajas las llevaba el ejército y la armada moderna de Chile. Bolivia se retiró pronto de la guerra, Perú continuo combatiendo sólo. El territorio del sudoeste boliviano fue ocupado militarmente, también territorios del sud de Perú. El ejército chileno desembarco en las playas cerca de Lima, ocupó la capital y desplazó su ejército hacia la sierra, donde se enfrentó a una guerra de guerrillas indígena y popular. Con estos desenlaces los estados de Bolivia y Perú entraron en crisis, sus gobiernos fueron cuestionados. Empero, dados los hechos, los gobiernos que sucedieron a los primeros síntomas de la crisis política firmaron tratados de paz. En 1904 el gobierno liberal de Bolivia firmó el tratado que lleva el nombre de ese año, donde Bolivia renunciaba a la soberanía de los territorios perdidos en la guerra, y, en compensación, se le entregaba un monto dinerario para la construcción del ferrocarril La Paz-Arica, contando en el puerto de Arica, además de otros puertos, con libre tránsito, garantías y condiciones que favorecieran el traslado de bienes y el embarque de los mismos a los mercados internacionales.
Lo ocurrido en la antesala de la guerra, durante la guerra y después de la misma, no deja de ser insólito, sobre todo por las formas de sucesión de hechos que no dejan de ser dramáticos. La firma del tratado de límites por parte del presidente Mariano Melgarejo, la presencia de empresas chilenas de explotación del guano y del salitre, las amplísimas libertades y sin ningún control con que gozaban, la reacción tardía del gobierno boliviano al crear el impuesto de los diez centavos por quintal de salitre exportado, la reacción beligerante y militar del gobierno de Chile, la ocupación de los puertos, principalmente de Antofagasta. Después vino la declaración de guerra del Estado de Bolivia, acompañada por la declaración de guerra del Perú. El desarrollo de los acontecimientos de la guerra muestra lo mal preparado que estaban los ejércitos boliviano y peruano, así como la armada de Perú, a pesar de los actos de heroísmo y las primeras victorias navales.
Según Zavaleta, los dados estaban echados cuando estalló el conflicto. Las ventajas las llevaba el ejército y la armada moderna de Chile. Bolivia se retiró pronto de la guerra, Perú continuo combatiendo sólo. El territorio del sudoeste boliviano fue ocupado militarmente, también territorios del sud de Perú. El ejército chileno desembarco en las playas cerca de Lima, ocupó la capital y desplazó su ejército hacia la sierra, donde se enfrentó a una guerra de guerrillas indígena y popular. Con estos desenlaces los estados de Bolivia y Perú entraron en crisis, sus gobiernos fueron cuestionados. Empero, dados los hechos, los gobiernos que sucedieron a los primeros síntomas de la crisis política firmaron tratados de paz. En 1904 el gobierno liberal de Bolivia firmó el tratado que lleva el nombre de ese año, donde Bolivia renunciaba a la soberanía de los territorios perdidos en la guerra, y, en compensación, se le entregaba un monto dinerario para la construcción del ferrocarril La Paz-Arica, contando en el puerto de Arica, además de otros puertos, con libre tránsito, garantías y condiciones que favorecieran el traslado de bienes y el embarque de los mismos a los mercados internacionales.
Lo ocurrido en la antesala de la guerra, durante la guerra y después de la misma, no deja de ser insólito, sobre todo por las formas de sucesión de hechos que no dejan de ser dramáticos. La firma del tratado de límites por parte del presidente Mariano Melgarejo, la presencia de empresas chilenas de explotación del guano y del salitre, las amplísimas libertades y sin ningún control con que gozaban, la reacción tardía del gobierno boliviano al crear el impuesto de los diez centavos por quintal de salitre exportado, la reacción beligerante y militar del gobierno de Chile, la ocupación de los puertos, principalmente de Antofagasta. Después vino la declaración de guerra del Estado de Bolivia, acompañada por la declaración de guerra del Perú. El desarrollo de los acontecimientos de la guerra muestra lo mal preparado que estaban los ejércitos boliviano y peruano, así como la armada de Perú, a pesar de los actos de heroísmo y las primeras victorias navales.
El
balance de lo ocurrido, nos muestra un desarraigado comportamiento político de
la casta gobernante liberal boliviana; no se puede considerar de otra manera,
estamos ante una alarmante muestra de desapego respecto de los territorios
perdidos. En contraste, tenemos de la misma casta gobernante, el apego
compulsivo a garantizar la salida de los minerales al mercado internacional. La
salida entonces fue “económica” y no “patriótica”. Se entregaron los
territorios colindantes al Pacífico a cambio de garantizar la exportación de
minerales. Diga lo que se diga, se busque justificar o no, matizando lo
ocurrido por las condiciones de debilidad y vulnerabilidad de Bolivia, además
de encontrarse sometida a la amenaza de una posible nueva invasión, lo cierto
es que ese tratado fue una entrega de los territorios. Una más después de la
pérdida del Acre. No deja de sorprender la actitud de la burguesía minera
boliviana y de los latifundistas que la acompañaban, así como no se puede
explicar el retorno de Hilarión Daza con el ejército, que iba en camino para
reforzar las posiciones de las guarniciones confederadas que defendían en el
Alto de la Alianza, renunciando a la batalla, abandonando a las tropas aliadas,
bolivianas y peruanas, que enfrentaban al ejército de Chile. ¿Estos son
síntomas alarmantes de una ausencia catastrófica de voluntad de defensa?
¿Síntomas de una desmoralización profunda antes de la derrota militar y la
entrega indigna de los territorios? ¿Es qué no había otra salida? ¿Estaba
Bolivia entre la espada y la pared, como pretende cierta interpretación de la
diplomacia boliviana? ¿Hemos llegado al punto trágico desde donde se juzga que
un país que no sabe defender lo suyo no merece existir?
Es terrible preguntarse de este modo, empero es importante llevar las cuestionantes al extremo para poder posesionar una perspectiva de análisis, que salga de la reiteración del mea culpa y de las muestras patéticas de chauvinismo. Al contrario de lo que aparenta mostrar una historiografía tradicional, así como una política demagógica, se trata de plantearse seriamente la defensa de lo que nos queda, además de buscar recuperar lo perdido. Después de las derrotas bélicas y las pérdidas territoriales, sobre todo de las guerras del Acre, del Pacífico y del Chaco, se debería haber aprendido las lecciones de tan crudísimas experiencias. La defensa territorial y de la soberanía no está exenta, de ninguna manera, de la necesidad de transformaciones profundas de las estructuras sociales y estatales. No se trata ya sólo de modernización, como se hablaba durante el siglo XX, sino de las posibilidades de una movilización general, del pueblo armado, que sólo se puede dar por autodeterminación, es decir democratización profunda, que no puede ser otra cosa que participativa. Se trata de un ejército popular capaz de disuasión, organizado y pertrechado para la defensa, de un pueblo que se autogobierna, auto-determina; es decir, de un pueblo emancipado. Ahora bien, esto sólo puede ocurrir si se libera la potencia social, si se acaba con la constante limitación y subsunción a las estructuras de poder, que no dejan de ser estructuras limitadas a intereses mezquinos, de casta, de clase, incluso prebéndales y clientelares. En varios ensayos pertinentes Zavaleta nos mostró elocuentemente la relación entre disponibilidad de fuerzas y revolución, entre esta relación emergente y la defensa, la capacidad bélica. El ejemplo que utilizó fue las experiencias de las revoluciones socialistas, la de la URSS, la de la República popular de China y, sobre todo, la de la revolución cubana .
Es terrible preguntarse de este modo, empero es importante llevar las cuestionantes al extremo para poder posesionar una perspectiva de análisis, que salga de la reiteración del mea culpa y de las muestras patéticas de chauvinismo. Al contrario de lo que aparenta mostrar una historiografía tradicional, así como una política demagógica, se trata de plantearse seriamente la defensa de lo que nos queda, además de buscar recuperar lo perdido. Después de las derrotas bélicas y las pérdidas territoriales, sobre todo de las guerras del Acre, del Pacífico y del Chaco, se debería haber aprendido las lecciones de tan crudísimas experiencias. La defensa territorial y de la soberanía no está exenta, de ninguna manera, de la necesidad de transformaciones profundas de las estructuras sociales y estatales. No se trata ya sólo de modernización, como se hablaba durante el siglo XX, sino de las posibilidades de una movilización general, del pueblo armado, que sólo se puede dar por autodeterminación, es decir democratización profunda, que no puede ser otra cosa que participativa. Se trata de un ejército popular capaz de disuasión, organizado y pertrechado para la defensa, de un pueblo que se autogobierna, auto-determina; es decir, de un pueblo emancipado. Ahora bien, esto sólo puede ocurrir si se libera la potencia social, si se acaba con la constante limitación y subsunción a las estructuras de poder, que no dejan de ser estructuras limitadas a intereses mezquinos, de casta, de clase, incluso prebéndales y clientelares. En varios ensayos pertinentes Zavaleta nos mostró elocuentemente la relación entre disponibilidad de fuerzas y revolución, entre esta relación emergente y la defensa, la capacidad bélica. El ejemplo que utilizó fue las experiencias de las revoluciones socialistas, la de la URSS, la de la República popular de China y, sobre todo, la de la revolución cubana .
Sobre
la base de estructuras coloniales heredadas, sobre la base de estructuras de
intermediación de un Estado-nación subalterno, carcomido por relaciones
corrosivas y des-cohesionadoras, manejado por burguesías sin proyecto o por
castas políticas cuyo propósito se contenta con la estridencia de la demagogia
y la folklorización de supuestos cambios, no hay condiciones de posibilidad, no
hay materia, para construir la defensa de los territorios y de la soberanía,
sobre todo la soberanía sobre los recursos naturales. En contraste, acudiendo a
otra forma de defensa, la dada en los Estado-nación consolidados, ciertamente
la defensa puede ser convencional, puede organizarse sobre la base de la
disciplina, de la institucionalidad, que requieren de una administración
adecuada, de una normativa que se cumple, en el marco de de una modernización
correlativa a lo que ocurre en el mundo bajo la hegemonía capitalista. Para que
se dé esto no se requiere obviamente, sacrificio y gasto heroico, como ocurre
con la prolongación de la revolución . En este caso, parece que la condición de
posibilidad para el control territorial, la defensa y la capacidad bélica del
Estado, por lo menos en lo que respecta a los entornos fronterizos, con
pretensiones de expansión de mediana intensidad, es la combinación de una
cierta hegemonía local de la burguesía nativa, la construcción de instituciones
que se parapetan en estructuras consolidadas, en prácticas que se apegan a
estas estructuras, que no se disocian de las mismas, respondiendo más bien a
otras estrategias no institucionales. Sobre todo cuando se trata del ejército,
esta fuerza armada responde más a un proyecto fronterizo o transfronterizo, no
así más a la represión interna, defendiendo latifundios, aunque esto no deje de
ocurrir.
Un
ejército moderno es como una máquina; todo sus dispositivos, todos sus
engranajes, toda su composición, sus divisiones, están ligadas a la estrategia
de guerra. El manejo de los cuerpos, de su dinámicas, de sus partes
componentes, conforman una mecánica de guerra no sólo articulada y
disciplinada, sino adecuada a la tecnología militar. Cuanto más avanzada es la
tecnología militar más se requiere adecuar los cuerpos a los requerimientos de
esta tecnología. Ahora bien, una maquina de guerra es destructiva, para lograr
sus objetivos devastadores requiere de la coordinación de sus partes y de sus
desplazamientos. Las improvisaciones suelen ser fatales. Para mantener el ritmo
de los desplazamientos se requiere también de toda una logística de
aprovisionamiento, de sostenimiento y de atención. Por otra parte, la
comunicación se ha ido convirtiendo en las contiendas en un medio cada vez más
indispensable y gravitante, sobre todo cuando se trata de la rapidez y claridad
lograda. No siempre se alcanza cumplir con el modelo, empero se trata de
acercarse a éste. Era más difícil lograrlo antes; empero, en la medida que ha ido
avanzando la organización, la tecnología, las comunicaciones y la información,
se hizo más fácil acercarse a los modelos de funcionamientos militares ideados.
No
era de esperar que a finales del siglo XIX los ejércitos enfrentados en la
guerra del Pacífico sean un modelo concluido; sin embargo, había diferencias
notorias entre el ejército chileno y los ejércitos de Bolivia y Perú. En el
primer caso, estamos ante un ejército que se preparó para la guerra; en el
segundo caso, estamos ante ejércitos más enfocados a mantener el orden interno,
la disuasión interna. La experiencia de las grandes campañas quedó en la
memoria de la guerra de la independencia, en la guerra de la
Confederación Perú-Boliviana con Chile y otras batallas, como las de Ingavi, donde
el ejército boliviano, dirigido por Ballivian, venció al ejército peruano. Las
formas de la guerra moderna correspondientes a finales del siglo XIX no parecen
formar parte del funcionamiento de estos ejércitos. Si bien se puede decir algo
parecido del ejército chileno, apreciando matices y diferencias, el
equipamiento más moderno, exigió modificaciones en su organización, estrategia
y tácticas. Por otra parte, si hacemos caso al análisis de Zavaleta, el
Estado de Chile mantuvo una guerra fronteriza con los pueblos indígenas, que no
solamente lo obligó a ser un estado fortaleza, como en los otros casos, sino
que construyó un Estado como en constante guerra en sus fronteras.
Cuando
estalló la guerra del Pacífico la misma encontró a dos ejércitos vulnerables y no
preparos, sorprendiéndolos en todo el frente, en todo el campo de maniobras,
por un lado, y a un ejército que se había preparado para la guerra, que
había desplazado el frente a su antojo, consolidándose en el terreno a medida
que avanzaban los acontecimientos. El ejército boliviano se desmoronó
rápidamente, el ejército peruano resintió, fue retrocediendo, hasta que se
llevó la guerra a la misma Lima, donde el desenlace fue sorprendentemente
desfavorable para el Perú. Empero, la guerra no concluyó aquí, siguió en la
sierra, con la estrategia de la guerra de guerrillas. En este cambio de
escenario el ejército peruano tuvo victorias importantes. Hay que anotar, que
esto se debió al cambio de estrategia, también al cambio de escenario y
terreno, pero, sobre todo, a la vinculación con la población nativa, a la
convocatoria indígena. Sin embargo, esta forma de guerra, que podía prosperar y
desgastar al ejército chileno no contó con el apoyo de Lima, que prefirió
firmar la paz con los vencedores.
Cronología
de los eventos
La
llamada guerra del Pacífico, conocida también como guerra del guano y salitre,
se desencadenó entre 1879 y 1883. En esta guerra, anticipada por la guerra
naval, que concurrió en el desierto de Atacama, se extendió al desierto de
Tarapacá, se propagó a Lima y se adentró al interior del territorio
peruano, en la sierra, se enfrentaron tres países andinos y costeños; Chile
contra las Bolivia y Perú. El Congreso de Bolivia, el año 1878, se dio a la
tarea del análisis del acuerdo celebrado por el gobierno con Chile en 1873. La
interpretación boliviana del contrato firmado con la Compañía de Salitres de
Antofagasta no estaba vigente, pues los contratos sobre recursos naturales
debían aprobarse por el Congreso. El 14 de febrero de 1878 esta interpretación
fue ratificada por la Asamblea Nacional Constituyente mediante una ley;
la misma establecía el reconocimiento del acuerdo con la condición de que se
pagara un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado por dicha empresa.
De manera expresa la Ley de 14 de febrero de 1878 dispone que:
De manera expresa la Ley de 14 de febrero de 1878 dispone que:
Se
aprueba la transacción celebrada por el ejecutivo en 27 de noviembre de 1873
con el apoderado de la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril de
Antofagasta a condición de hacer efectivo, como mínimo, un impuesto de diez
centavos en quintal de salitre exportado.
Otra
era la interpretación de Santiago, para el gobierno de Chile el cobro del
impuesto de 10 centavos sobre quintal exportado violaba el artículo IV del
Tratado de límites de 1874. La Compañía Anónima de Salitre y Ferrocarriles de
Antofagasta se opuso al cobro del impuesto, recurriendo al gobierno de Chile en
su defensa. Se suscitó primero una contienda diplomática.
En
los siguientes meses, se mantuvo en suspenso la aplicación de la ley en tanto
se evaluaban las objeciones presentadas por La Moneda. La correspondencia entre
las cancillerías se hizo intensa; el 8 de noviembre, el canciller chileno,
Alejandro Fierro, envió una nota al canciller boliviano, Martín Lanza,
señalando que el Tratado de 1874 podría declararse nulo si se insistía en
cobrar el impuesto, retomando Chile sus reclamos anteriores a 1866. En
respuesta, el gobierno de Bolivia, el 17 de noviembre, ordenó al prefecto del
departamento de Cobija que aplicara la ley del impuesto con el objeto de
iniciar las obras de reconstrucción de Antofagasta, que había sufrido los
percances de un terremoto. El Protocolo de 1875 contemplaba el arbitraje como
medio de resolución del conflicto; si bien, las partes en controversia estaban
de acuerdo con el mismo, el arbitraje no se llevó a cabo. La situación se hizo
tensa; por un lado, el gobierno de Chile exigía que se suspendiera la
aplicación de ley hasta conocer la decisión del arbitraje; por otro lado, el
gobierno de Bolivia exigía que el blindado Blanco Encalada y los buques que le
acompañaban se retiraran de la bahía de Antofagasta. A continuación, el
gobierno de Bolivia rescindió el contrato con la Compañía de Salitres y
Ferrocarriles de Antofagasta el 6 de febrero. El prefecto de Cobija, Severino
Zapata, ordenó rematar los bienes de la compañía para cobrar los impuestos generados
desde febrero de 1878.
En
Santiago se recibió un telegrama del norte, conteniendo textualmente un mensaje
del ministro plenipotenciario de Bolivia: "Anulación de la ley de febrero,
reivindicación de las salitreras de la compañía". Este telegrama precipitó
la decisión del presidente de Chile, Aníbal Pinto, de ordenar la ocupación de
Antofagasta. Este desembarco y ocupación se efectuó el 14 de febrero de 1879,
tomando las tropas chilenas territorio boliviano hasta el paralelo 23. El día
del remate, el 14 de febrero, tres naves chilenas arribaron a Antofagasta,
Mejillones, Cobija y Caracoles reivindicándose estos puertos y territorios
colindantes. Tomando en cuenta la gravedad de estos sucesos, el 16 de febrero,
llegó a Lima el ministro boliviano Serapio Reyes, planteando al gobierno de
Lima el cumplimiento del tratado de alianza defensiva de 1873. Los dados
estaban echados, los sucesos se precipitaban encaminándose al conflicto
bélico; el 27 de febrero, el presidente de Bolivia, Hilarión Daza decretó
el estado de sitio en Bolivia.
Recurriendo
a las fuentes de los archivos de la Compañía de Salitres y Ferrocarriles de
Antofagasta, se puede cotejar, hasta cierto punto, que, aparentemente, en Chile
todavía había una cierta incertidumbre en comprometerse en la guerra nada menos
que para salvar a la compañía en cuestión, a pesar de que muchos políticos y
ministros importantes eran accionistas notorios de la compañía. Sin embargo, al
parecer, la decisión sería otra en el caso de que se remataran efectivamente
las empresas salitreras. Hecho que, de ocurrir, de acuerdo a la interpretación
de La Moneda, equivaldría una violación efectiva del tratado. Tomando en
cuenta este marco, todo estos eventos, los datos y las fuentes, sobre todo las
interpretaciones encontradas, parece amortiguarse un poco la determinación de
ir a la conflagración; empero, teniendo en cuenta el contexto general y la
preparación misma para la guerra durante las cuatro décadas anteriores, nos
muestra la incertidumbre del momento, no la indeterminación.
Los
historiadores peruanos entienden que Perú, país que había suscrito el Tratado
de Alianza Defensiva con Bolivia, tratado de carácter secreto, suscrito en
1873, al mismo que Argentina no se terminó de adherir, a pesar de haberse
comprometido, a un principio, trató de convencer al gobierno de Bolivia para
comprometerse en un arbitraje con la misión Quiñones, para dirimir el
conflicto. Desde el punto de vista legal, esto se hacía posible, atendiendo de
que se trataba de un "problema tributario" y no territorial. Dadas
las circunstancias riesgosas y al borde del conflicto bélico, el gobierno
peruano, encargó a su ministro plenipotenciario José Antonio de Lavalle
la misión de interceder y mediar; el ministro viajó a Santiago, empero la
misión encargada se frustró. La disyuntiva peruana era complicada; no era fácil
aceptar la fatalidad de la guerra, tampoco la obligatoriedad del cumplimiento
del tratado de defensa. Cuando estallaron las hostilidades, el Perú declaró la
guerra a Chile.
Ya
en lo que se podría considerar la víspera misma de la guerra, el gobierno de
Bolivia, el 1 de marzo, emite un decreto por el que se corta tanto
el comercio, así como la comunicación con Chile. Se ordena la desocupación de
los residentes chilenos, el embargo de sus bienes, propiedades e inversiones,
desconociendo toda transferencia de intereses chilenos hecha con posterioridad
al 8 de noviembre, fecha en la que el gobierno chileno declaró nulo el tratado
de 1874. Las tropas de ocupación ya se encontraban en territorio de
Antofagasta; lo que quedaba era avanzar al norte; quince días después del mes
fatídico, en Chile se da comienzo a los últimos arreglos para invadir los
territorios que se encuentran al norte del paralelo 23. Se puede decir, que la
primera batalla terrestre de la guerra todavía no declarada, aunque ya
prácticamente efectuada, se da el 23 de marzo, cuando se invade la población
boliviana de Calama. Un abrumador contingente de fuerzas invasoras venció
a un reducido grupo de civiles bolivianos, que se inmolaron en la defensa,
entre los que se encontraba Eduardo Abaroa. Formalmente el 5 de abril de 1879
Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú.
Roberto
Querejazu Calvo comentando la batalla de Calama escribe:
El
cruce de fuego comenzó a las 7 de la mañana. Los atacantes, divididos en dos
columnas, avanzaron resueltos a cruzar el río por los puentes Topater y
Carvajal, encabezados por unidades de caballería. Los puentes habían sido
destruidos una semana antes por orden de Cabrera. Dice el cronista chileno
Félix navarra: “Los chilenos que avanzaban muy confiados fueron recibidos por
descarga de fusilería por los bolivianos parapetados en la orilla opuesta al Loa.
Se encabritaron los caballos, hubo confusión entre los jinetes y se volvió
bridas en precipitado repliegue. Los bolivianos, envalentonados con esta
retirada, con un valor digno de ser reconocido, abandonaron sus parapetos y
tendiendo con tablas un puente provisorio cruzaron el río y persiguieron a
nuestros cazadores”. Los actores en esta acción eran el Mayor Juan Patiño, el
señor Eduardo Abaroa, el oficial Burgos y 8 rifleros .
A
pesar de las muestras de heroísmo y coraje, Calama Cayó. No podía sostenerse
por más tiempo su defensa frente a todo un ejército bien pertrechado. La
defensa de Calama quedó en la memoria; forma parte de la remembranza cívica de
las escuelas. Lo que muestra la batalla de Calama es la determinación de un
grupo de civiles, aunque contaban con oficiales; estaba ausente la disposición
anticipada de un ejército nacional para la defensa.
La
guerra naval
En
esta guerra del Pacífico, en términos estratégicos, quedaba clara la necesidad
evidente de contar con un dominio en el mar; vencer la guerra en el mar parecía
una condición indispensable para ganar la guerra terrestre. De alguna manera,
se puede decir, que la guerra naval es como la antesala de todos
desplazamientos de la guerra terrestre. Sin ser grandes armadas, con lo que
contaban para entonces, se enfrentaron las escuadras beligerantes. En la
comparación, la ventaja en el arsenal marítimo la llevaba Chile. Sin embargo,
las primeras victorias navales fueron para el Perú. La escuadra chilena
consistía en las fragatas blindadas gemelas, Cochrane y Blanco Escalada. El
resto de la escuadra estaba formada por naves de madera: las corbetas
Chacabuco, O’Higgins y Esmeralda, la cañonera Magallanes y la goleta Covadonga.
La escuadra peruana estaba conformada por la fragata blindada Independencia
y el monitor Huáscar. Completaban la escuadra peruana los monitores fluviales
Atahualpa y Manco Cápac, la corbeta de madera Unión y la cañonera de madera
Pilcomayo. En cambio Bolivia contaba con buques de guerra como el Guardacostas
Bolívar, el Guardacostas Mariscal Sucre y las embarcaciones Laura y
Antofagasta.
Iquique,
puerto peruano, se encontraba bloqueado por parte de la armada chilena. La
escuadra zarpó al combate, a desbloquear el puerto. El combate naval de Iquique
se dio lugar el 21 de mayo de 1879; en el combate, el monitor Huáscar, al mando
del capitán de navío miguel Grau Seminario, hundió a la corbeta chilena
Esmeralda, al mando del capitán de fragata Arturo Prat Chacón. El mismo día, la
fragata Independencia se enfrentó con la goleta Covadonga, cuyo comandante
capitán de corbeta, Carlos Condell de Haza, evadió el combate bordeando la
costa; perseguido por la Independencia que, en su afán de espolonear a la
Covadonga, hizo que el blindado peruano encallara en Punta Gruesa. Los combates
navales de Iquique y Punta Gruesa le dieron una victoria táctica al Perú:
el bloqueo del puerto de Iquique fue levantado y las naves chilenas fueron hundidas
o abandonaron el área.
A
pesar de la inferioridad numérica, el comandante del Huáscar mantuvo ocupada a
toda la escuadra chilena durante un semestre. Es sobresaliente la actuación del
Huáscar en la guerra naval; entre su desempeño destacado se puede contar con el
primer combate naval de Antofagasta, dado el 26 de mayo de 1879, y con el
segundo combate naval de Antofagasta, dado el 28 de agosto de 1879. Una de sus
victorias tajantes fue la captura del vapor Rímac, ocurrida el 23 de julio de
1879. En la captura, Grau no sólo detuvo al buque, sino también al regimiento
de caballería Carabineros de Yungay, regimiento que se encontraba a bordo. Esta
captura provocó una crisis en el gobierno de Santiago, ocasionando la renuncia
del almirante Juan Williams Rebollo. El nuevo nombramiento recayó en el
comodoro Galvarino Riveros Cárdenas, encargado de dar caza al Huáscar.
En
este teatro de operaciones navales, llegó el combate crucial de la campaña
naval, la misma que tuvo lugar en Punta Angamos, el 8 de octubre de 1879.
Finalmente el monitor Huáscar, junto con la Unión, que logró escapar, fue
capturado por la armada chilena. En el enfrentamiento murió su comandante,
Miguel Grau Seminario. El combate naval de Angamos marcó el fin de la campaña
naval de la Guerra del Pacífico, quedando Chile con el dominio marítimo.
La
guerra terrestre
El
teatro de operaciones terrestre fue también favorable al ejército chileno. Las
tropas de ocupación comenzaron sus desplazamientos militares en las provincias
de Tarapacá, Tacna y Arica. Teniendo como antecedente lo ocurrido con el
desembarco en Antofagasta y la toma de Calama, quedando el dominio de Atacama
en manos del ejército chileno, las victorias de Pisagua, Pampa Germania y
Dolores, que se dieron a fines de 1879, aseguraron el control sobre el
departamento de Tarapacá; después devino la ocupación y el control de Tacna y
Arica en 1880. En contraste, la batalla de Tarapacá culminó con una victoria
aliada; sin embargo, esta victoria no cambió el curso de la guerra a favor de
los aliados. Sorpresivamente el ejército de apoyo que venía de Bolivia, al
mando de Hilarión Daza, se retiró de la guerra después de la batalla del Alto
de la Alianza.
Mientras
se suscitaban estos acontecimientos bélicos, llama la atención el sopor con que
se encontraba Lima. Parecía ubicada en otro mundo, alejada del fragor de la
guerra, también desarticulada del resto del país. Una excesiva sobrevaloración
de su heredad, como metrópoli virreinal, además de sentirse incomprensiblemente
invulnerable, seguramente por la evaluación de la distancia de la guerra,
minimizó desacertadamente la situación bélica. Para la sorpresa limeña, que
abriría los ojos tardíamente, en enero de 1881, desembarcaron las tropas
chilenas en una playa cerca a la ciudad; después de vencer al ejército
improvisado para la defensa de la capital, en las batallas de San Juan y
Miraflores, entraron en la apoteósica y orgullosa Lima. Con el ejército invasor
en la misma urbe, la población civil salió desesperada a defenderla, aunque sin
lograrlo. Los doce reductos armados rápidamente para la defensa de la ciudad
fueron desbaratados por la acción militar del ejército chileno. De las batallas
se pasó a los incendios y saqueos en los poblados de Chorrillos y Barranco.
Una
vez terminadas las batallas de San Juan y de Miraflores y dejando como
desenlace la victoria de Chile en la ocupación de Lima, el coronel peruano
Andrés Avelino Cáceres y el capitán José Miguel Pérez, acompañados por otros
oficiales tomaron la determinación de continuar la lucha contra el ejército
invasor. Se propusieron alcanzar los Andes Centrales, llegar a la sierra,
donde se reorganizaría al ejército con el objeto de ofrecer resistencia
al ejército de ocupación. Cáceres se hizo cargo de la resistencia en la Sierra
Central, en tanto que el coronel Gregorio Albarracín se encargó de la
resistencia en la Sierra del Sur. Ambos oficiales optaron por la táctica de la
guerra de guerrillas durante tres años, apoyados por la población,
primordialmente indígena. En esto ayudó el dominio del quechua por parte de
Cáceres. Estos oficiales guerrilleros establecieron su centro de operaciones en
la breña de los Andes centrales, pues esta zona presentaba una topografía
adecuada para el desplazamiento de la guerra de guerrillas.
La
guerra de guerrilla de las regiones sur y centro andinas logró varias victorias
contra las fuerzas chilenas. Con este dominio de los territorios interiores,
Cáceres se dirigió a Cajamarca, ubicada en la Sierra del Norte. Mediante esta
incursión buscaba evitar el ascenso de Miguel Iglesias; autoridad peruana que
ya había manifestado su intención, desde el año 1882, de firmar la paz con
Chile, concediéndole territorio. Esta incursión de Cáceres no fue suficiente;
la base del Tratado de Ancón ya estaba acordada, entre Patrico Lynch y Miguel
Iglesias, el 3 de mayo de 1883. Iglesias firmó el convenio inicial en
Cajamarca. Al ejército de ocupación le quedaba vencer la guerra de guerrillas y
a los oficiales rebeldes de la resistencia; esto aconteció en la Batalla de
Huamachuco, el 10 de julio de 1883. Estaba al mando de la resistencia peruana
Andrés Avelino Cáceres, en tanto que al mando del ejército de ocupación se
encontraba Alejandro Gorostiaga. En Huamachuco fue derrotada la guerra de
guerrillas y la resistencia peruana. Insólitamente Miguel Iglesias envió una
comisión con la tarea de felicitar a Gorostiaga por su victoria. En otro
escenario, Montero, comandante de la resistencia en la sierra del sur, se vio
obligado salir de Arequipa para evitar la destrucción de la ciudad. Con
estos desenlaces de la guerra en el interior, el 20 de octubre de 1883 en Ancón
se dio la discusión de los términos del tratado de paz. Una vez firmado el
Tratado de Ancón, el 11 de marzo de 1884, la Asamblea Constituyente aprobó el
Tratado. Iglesias marchó hacia Lima para asumir el gobierno del Perú.
La
guerra del Pacifico terminó, empero la guerra interna no concluyó. Las
irreconciliables diferencias entre Cáceres e Iglesias, entre un Perú que aceptó
la derrota y otro Perú que nunca la aceptó, desencadenaron una guerra civil. La
guerra civil la ganó Cáceres.
Se
puede decir que la guerra concluyó oficialmente el 20 de octubre de 1883; esta
culminación quedaba ratificada con la firma del Tratado de Ancón.
Con la aplicación del tratado el departamento de Tarapacá pasó a manos
chilenas permanentemente; a esto hay que añadir que las provincias de Arica y
Tacna quedaron bajo administración chilena por un lapso de 10 años; al
cabo de la década un plebiscito decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile,
o si volvían al Perú.
Cuando
se firmó el Tratado de Ancón, el departamento de Tacna contaba con tres
provincias: Tacna, Arica y Tarata. Dos años después del tratado, en 1885,
Chile ocupó la provincia de Tarata. Sin embargo, ésta fue devuelta al Perú el 1
de septiembre de 1925, por resolución del árbitro Calvin Coolige,
presidente de los Estados Unidos. El plebiscito previsto en el Tratado de Ancón
nunca se llevó a cabo. Más tarde, 1929, cuando se firmó el Tratado de Lima,
tratado que contó con la mediación de Estados Unidos, se estableció que gran
parte de la provincia de Tacna fuese devuelta al Perú mientras que Arica y el
resto quedara definitivamente en manos de Chile.
La paz entre Chile y Bolivia fue firmada en 1904. En este tratado Bolivia reconoce la permanente soberanía de Chile sobre los territorios conquistados. A lo largo de la historia diplomática entre ambos países, este tratado fue cuestionado, revisado e incumplido por parte de los distintos gobiernos y administraciones de Chile.
Análisis
Geopolítica regional
La paz entre Chile y Bolivia fue firmada en 1904. En este tratado Bolivia reconoce la permanente soberanía de Chile sobre los territorios conquistados. A lo largo de la historia diplomática entre ambos países, este tratado fue cuestionado, revisado e incumplido por parte de los distintos gobiernos y administraciones de Chile.
Análisis
Geopolítica regional
Hay
dos conceptos que estamos usando para comprender la guerra del pacífico; uno es
guerra periférica y el otro es geopolítica regional. Cuando hablamos de guerra
periférica nos referimos a las guerras desatadas en las periferias del
sistema-mundo capitalista. Cuando hablamos de geopolítica regional, nos
referimos a la estrategia, en la perspectiva de la geografía política, de
alcance medio. Las guerras periféricas se distinguen de las guerras centrales
no sólo por el lugar dónde se dan, sino también por las pretensiones
inherentes. Las guerras en los países centrales tienen que ver primordialmente
con objetivos imperialistas, entonces, tienen que ver con las contradicciones
imperialistas. En cambio, las guerras periféricas no tienen esas pretensiones,
responden mas bien a una combinación de contradicciones donde se combinan los
intereses locales con los intereses imperialistas. El alcance geopolítico de
estas guerras es mas bien limitado si comparamos con los alcances geopolíticos
de las guerras imperialistas. Como en toda geopolítica se trata del control
territorial, del control geográfico, del control espacial, empero, se trata de
un control de menor extensión que el pretendido por el imperialismo. Se trata
de un control regional; vamos a entender este termino de lo regional en el
sentido de una extensión de mediano alcance; ni local, ni nacional, pero,
tampoco continental. Aunque el término regional connota ambigüedad y una
variación de posibilidades, dependiendo de lo que se quiere abarcar con esta
palabra, a nosotros nos interesa usarla en el sentido de un alcance mediano, de
una extensión media, de un entorno de control, irradiación y afectación. Se
trata de lo siguiente: de una geopolítica cuyo alcance consciente es de mediana
extensión; no hay ninguna intensión de ir más lejos. Es una geopolítica acorde
a las fuerzas que se tiene, una geopolítica mas bien limitada, sin embargo, de
impacto efectivo. Se trata de una geopolítica de control territorial en
relación al entorno fronterizo; ahora bien, el alcance de este entorno puede
ser mas o menos amplio, dependiendo de lo que se quiere controlar. Más allá de
las fronteras del país se quiere, por ejemplo, controlar los recursos
naturales, más allá de las fronteras se quiere evitar el potenciamiento de los
vecinos, más allá de las fronteras se busca conformar un entorno no hostil, de
seguridad. Entonces la geopolítica es de mediana extensión. Esta geopolítica
regional está asociada a potencias de segundo orden; no son grandes potencias,
tampoco corresponden a un imperialismo, sino que buscan dominar su entorno,
conformar una región de dominio en su entorno.
Las
guerras periférica en parte corresponden a los juegos de esta geopolítica
regional, aunque también, muchas de estas guerras, quizás la mayor parte,
corresponden a guerras fratricidas entre países dependientes, empujados a la
guerra por las contradicciones imperialistas. Ciertamente, parte de estas
guerras tienen que ver con conflictos limítrofes, fronteras heredadas de las
administraciones coloniales, así como también con conflictos “tribales”. Lo que
nos interesa enfocar, por el momento, es la relación entre estas guerras
periféricas y la geopolítica regional.
Armando
una tesis sobre esta geopolítica regional, buscamos hacer una descripción de
sus características principales. Habíamos dicho que la geopolítica regional
tiene un alcance de expansión mediana, puede corresponder a conquistas de
mediana intensidad. Esta geopolítica regional está lejos de parecerse, por lo
menos en la cualidad y la conmensurabilidad de los alcances, a la geopolítica
imperialista; tampoco repite del todo, por las mismas razones, la geopolítica
de lo que se ha venido en llamar “sub-imperialismo”, que es como un imperio de
segundo orden, subordinado al imperialismo dominante. Las potencias de segundo
orden, de la que hablamos, no son “sub-imperialismo”; tiene una pretensión
menor; la región que abarca como pretendida influencia y control, es también
menor a la extensión de un sub-imperialismo, que más bien puede ser
continental o sub-continental. Las potencias de segundo orden tienen en la mira
a sus vecinos, sea en el sentido de la defensa o en el sentido de la expansión.
A
esta característica del alcance medio de la geopolítica regional se vincula un
“geopolítica temporal”, si podemos hablar así, pues parece un contrasentido
hablar de geografía, espacio, refiriéndonos al tiempo, aunque desde la física
cuántica estemos obligados a pensar el espacio-tiempo de los acontecimientos.
La “geopolítica temporal” de la que hablamos se refiere al manejo del tiempo en
la consecución de la realización geopolítica. Se trata de pasos, también de
fases, de etapas que se van graduando. Toda geopolítica debe considerar la
temporalidad de su realización; no es que ocupe el tiempo, sino que ocupa
territorios en tiempos sucesivos. La geopolítica regional hace lo mismo; la
diferencia radica en que, de acuerdo al tamaño de su poder, el ritmo y la
gradualidad de la expansión de alcance medio depende de potenciamientos por
etapas. El avance de la realización geopolítica es más bien discreto, por fases
discontinuas. Puede darse el caso de una emergencia crítica, como la proximidad
ineludible de una guerra; en ese caso, la apuesta es indiscreta y claramente
expansionista. Cuando ocurre esto, cuando se está ante esta eventualidad
imperiosa, se pone en juego la totalidad de la disponibilidad, pues está en
juego la propia existencia.
Ahora
bien la geopolítica es un concepto geográfico de dominación o, si se quiere es
un concepto de dominación geográfico. Las estrategias geopolíticas están
íntimamente vinculadas a las clases dominantes. Ninguna dominación puede
desentenderse del control territorial; ciertamente los antiguos imperios
contaron con concepciones territoriales de dominación. En este sentido, es
conveniente hacer un análisis comparativo de estas estrategias territoriales en
la historia de las dominaciones. Sin embargo, por ahora debemos concentrarnos
en la explicita formación discursiva que se concibe como geopolítica; esta
corresponde a la modernidad y a las expresas estrategias de dominación de las
burguesías. Esta geopolítica está íntimamente relacionada con las estructuras
de los ciclos del capitalismo, con las formas de la acumulación de capital, con
las cartografías económicas, con el juego de los monopolios y de los mercados.
Por eso, cuando hablamos de geopolítica regional nos referimos a la estrategia
estatal de la clase dominante; en este caso, de la burguesía singular
correspondiente al país en cuestión, a la proyección de esta segunda potencia.
No es posible una geopolítica de la sociedad, compuesta por clases sociales,
embarcadas en sus propias luchas, proyectando entonces, mas bien, distintas
estrategias políticas. De manera diferente, es posible encontrar que los
sectores sociales explotados de un país prefieran la solidaridad con los otros
sectores sociales similares del otro país, que un enfrentamiento entre países,
propugnado por sus burguesías.
Volviendo a las definiciones polémicas de geopolítica, Ives Lacoste, geógrafo francés, concibe la geopolítica como la disciplina que estudia las rivalidades por los territorios, países y continentes . ¿Tendríamos que decir que la geopolítica regional se ocupa de las rivalidades de territorios circundantes, de países vecinos, en una región que podemos llamarla subcontinental? Ahora bien, la geopolítica, en el sentido de estrategia territorial, tiene como uno de sus objetivos primordiales el control de los recursos naturales. Este eje de desplazamiento de la geopolítica imperialista ha sido evidenciado en la historia del capitalismo y de las potencias globales. Este eje de ocupación también es compartido por la geopolítica regional, aunque en una escala menor, de mediano alcance, como hemos dicho. Se trata del control de los recursos naturales en un entorno dado. Ahora bien, de lo que se trata es de saber dónde se direccionaliza la explotación de estos recursos; en tanto no se trata de una potencia global, sino de una potencia de segundo orden, articulada ya a la estructura conformada por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, este flujo de materias primas se dirigen a los centros industriales del sistema-mundo. La geopolítica regional no es más que una parte, una composición, de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Es una mediación en el proceso de acumulación capitalista global y en el proceso de dominación mundial. Sin embargo, en la región en cuestión, la geopolítica regional tiene impacto, configura realidades en la región, afectando a la dinámica de los países.
Volviendo a las definiciones polémicas de geopolítica, Ives Lacoste, geógrafo francés, concibe la geopolítica como la disciplina que estudia las rivalidades por los territorios, países y continentes . ¿Tendríamos que decir que la geopolítica regional se ocupa de las rivalidades de territorios circundantes, de países vecinos, en una región que podemos llamarla subcontinental? Ahora bien, la geopolítica, en el sentido de estrategia territorial, tiene como uno de sus objetivos primordiales el control de los recursos naturales. Este eje de desplazamiento de la geopolítica imperialista ha sido evidenciado en la historia del capitalismo y de las potencias globales. Este eje de ocupación también es compartido por la geopolítica regional, aunque en una escala menor, de mediano alcance, como hemos dicho. Se trata del control de los recursos naturales en un entorno dado. Ahora bien, de lo que se trata es de saber dónde se direccionaliza la explotación de estos recursos; en tanto no se trata de una potencia global, sino de una potencia de segundo orden, articulada ya a la estructura conformada por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, este flujo de materias primas se dirigen a los centros industriales del sistema-mundo. La geopolítica regional no es más que una parte, una composición, de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Es una mediación en el proceso de acumulación capitalista global y en el proceso de dominación mundial. Sin embargo, en la región en cuestión, la geopolítica regional tiene impacto, configura realidades en la región, afectando a la dinámica de los países.
Rudolf
Kjellen dice que la Geopolítica concibe al Estado como un organismo geográfico
o como un fenómeno en el espacio . Ciertamente la biologización del Estado por
parte de Kjellen, el convertirlo en un organismo viviente, salta las
características políticas del Estado, así como las características relativas a
las estructuras de poder, incluso si consideramos las estructuras de larga
duración, si nos remontamos a las épocas no modernas de estas formaciones de
poder. Se entiende que lo hace para estudiar al Estado como si fuese un
organismo vivo, convirtiendo a este objeto de estudio en parte de las ciencias naturales.
Se pueden comprender a primera vista las limitaciones de este enfoque; sin
embargo, muchos estadistas, políticos, sobre todo conservadores, comparten este
prejuicio.
Indudablemente
fue Friedrich Ratzel el que le da un cuerpo teórico a la geopolítica . Ratzel
no está muy lejos de la “ideología” de Kjellen. Se trata de una “ideología” que
no sólo fetichiza el Estado, le otorga vida propia, sino que convierte al
Estado en un sujeto. Ahora sabemos que el Estado es una composición de las
relaciones sociales; es la dinámica de las relaciones sociales, sobre todo
cuando se convierten en relaciones de dominación, en relaciones y estructuras
de poder, las que construyen y reproducen esta maquinaria de disponibilidad de
fuerzas. Por eso mismo, el Estado también es un imaginario, ciertamente muy
útil para la legitimación del poder de las clases dominantes. El capital es un
ámbito de relaciones, el Estado también lo es; es el análisis crítico de estos
ámbitos relacionales, de estas estructuras de relaciones sociales, la que nos
va dar la clave para comprender las lógicas de sus funcionamientos. Cuando nos
encontramos con teorías que convierten al capital en algo con vida propia, y al
Estado como una entidad con vida propia, estamos ante formaciones enunciativas
cosificantes, que transfieren la dinámica de las relaciones sociales a la cosa,
otorgándole la magia de una vida propia. Se comprende que estas
“ideologías” sean funcionales a la reproducción del capital, a la reproducción
del Estado, a la reproducción de la burguesía, a la reproducción del poder; es
decir, a la reproducción de las relaciones y estructuras de dominación en todas
sus formas. La geopolítica forma parte de esta “ideología”; es más, se la puede
considerar como un saber de dominación de las estructuras de poder vigente. La
geopolítica puede tener un alcance de dominación global, como en el caso de los
imperialismos, o puede tener un alcance menor, como en el caso de los llamados
sub-imperialismos, incluso menor, como en el caso de las potencias de segundo
orden. En todos estos casos es la burguesía la interesada en promover la
geopolítica. Esta promoción se efectúa en instituciones especializadas,
universidades, fuerzas armadas, organismos especializados del Estado. Sobre
todo se la vuelve práctica en políticas públicas o en estratégicas de conquista
y ocupación como la guerra.
Podemos
decir entonces, que el otro eje y vínculo de la geopolítica es el Estado. La
geopolítica es dos cosas, tiene dos cabezas, es saber estatal, así como
también es disposición estatal; es decir, la disposición y la desenvoltura del
Estado en lo que respecta a la ocupación territorial. Lo que lleva de por sí,
la disponibilidad material y práctica de efectuarlo. Ahora bien, la geopolítica
regional, también tiene dos cabezas, un saber y una estrategia, empero, como
hemos dicho, los alcances de este saber y de esta estrategia se adecuan al
alcance de las pretensiones, que en este caso tienen que ver con el entorno. No
se trata, sin embargo, de un saber menor, sino diríamos, de un saber incluso
más minucioso, un saber más detallado, un saber de la complejidad y diferencias
del entorno, de sus accidentes y sus desiertos. Este saber de la geopolítica
regional obliga a la estrategia a adecuarse a la peculiaridad de los terrenos,
exige a las maniobras de desplazamiento, así como a las maniobras militares, a
adaptarse a la morfología territorial, sus distancias y dificultades.
Desde
la perspectiva meticulosa de la geopolítica regional hablamos de un Estado
adaptado a su geografía ocupada y a la de su entorno. El celo del control
territorial, en parte debido a la necesidad obligada de la defensa fronteriza,
en parte las exigencias económicas de administrar la “escasez”, y en parte a
las demandas del mercado internacional, produce la conformación de un Estado
acondicionado a las exigencias del control escrupuloso del territorio. Llama la
atención que en América latina y el Caribe, en la tendencia de adecuación,
hayan sido los Estado-nación de extensión geográfica menor los que mejor hayan
administrado su geografía, con todas las diferencias que pueda haber al
respecto. El Estado que mejor ha efectivizado esta adecuación es el de Chile.
Lo que decimos no quiere decir, de ninguna manera, que lo mejor que se podía
hacer era optar por geografías chicas, sino, que dadas las circunstancias, de
la renuncia a la Patria Grande, por parte de las oligarquías regionales, el
decurso de la historia turbulenta de los países independizados llevó a esta
situación.
Karl
Haushofer (1869-1946) propone la teoría del espacio vital. Ésta se resume en el
enunciado de que si el Estado no posee el espacio que necesita tiene el derecho
de extender su influencia física, cultural y económica. Si un Estado más fuerte
es pequeño tiene el derecho de ampliar su territorio. En otras palabras, los
Estados vitalmente fuertes necesitan ampliar su espacio. La extensión
territorial conlleva el incremento de poder; el supuesto teórico de esta teoría
es que espacio es poder. Esta tesis de Haushofer puede ser considerada como uno
de los principios de la geopolítica regional. Esta tesis se puede expresar de
la siguiente manera: Cuando la potencia en crecimiento y las fuerzas acumuladas
exceden el control territorial del Estado en cuestión, éste se encuentra
obligado a su expansión. Traducida la tesis a un leguaje económico, acorde a la
formación discursiva de la revolución industrial, podría pronunciarse de la
siguiente manera: Si la demanda de materias primas por parte del mercado
internacional crece, si además estos recursos no se encuentran en territorio
propio, es casi un imperativo controlar estas reservas por un medio o por otro,
de una manera o de otra, por mediaciones o de forma directa, anexando territorios.
Como
se puede ver el discurso geopolítico es un discurso de justificación de la
violencia estatal; ya no se trata del monopolio de la violencia legítima
respecto a la sociedad misma, sino del uso de la fuerza bélica en contra de
estados vecinos. El discurso geopolítico es un discurso que hace apología de la
violencia y de la guerra. La emisión de este discurso sólo se la puede entender
por cuanto deriva de la concepción expansionista de la burguesía. Se trata de
un discurso conservador y de élite; de ninguna manera de un discurso popular.
¿Cuándo, bajo qué condiciones, puede una burguesía belicosa comprometer al
pueblo en una guerra? Se supone que la burguesía tiene que haber logrado una
cierta hegemonía sobre la sociedad, empero, combinada con cierta dosis de
autoritarismo. Al respecto, hay que considerar que la burguesía no es
homogénea; se trata mas bien de una composición variada. Generalmente, cuando
se empuja a la guerra a un país, es cuando los sectores más conservadores de la
burguesía son los que han ganado el control del Estado. Por otra parte, claro
está que intervienen otros factores, que dependen del contexto, del momento, de
la coyuntura, de las características poblacionales, de la presencia de empresas
del país en otro país.
Las
teorías geopolíticas globales tienen como objetivo el control del mundo; esto
se entiende en tanto que las potencias globales se encuentran en la disputa del
control territorial en la geografía del sistema-mundo capitalista. Por
ejemplo, Nicolás John Spykman (1893-1943) propuso que el control de
Euro-Asia implicaba el control del mundo. Se dice que al asumir esta tesis, la
estrategia norteamericana fue de contrarrestar el avance del ejército rojo y de
los estados socialistas en Europa del este, con el plan Marshall y con la OTAN
en la Europa del oeste. ¿Qué connotación tiene una teoría como la de Spykman en
la geopolítica regional? Como hemos dicho, en la geopolítica regional no se
trata de una estrategia global, no se trata, ni mucho menos, del control del
mundo, sino del control del entorno. Ahora bien, lo que entra en juego es el
control de recursos naturales y reservas estratégicas; pero, no solo, pues
también se trata del control de sus flujos y del mercado de estos flujos. Si se
trata de un área terrestre, el control del espacio de transporte de estos
flojos de materias primas; si se trata de un área marítima, el control del mar
y del océano que corresponde al transporte mercante; si se trata del espacio
aéreo, el control del cielo, tanto para el transporte comercial como para el
dominio militar. Por ejemplo, desde la perspectiva geopolítica regional, lo que
está en disputa entre los estados de Bolivia, Chile y Perú es el control de los
recursos naturales estratégicos, de sus reservas, el control del espacio de
transporte y de comunicaciones, el control del océano pacífico del sud, así
como el control aéreo. Todo esto también está conectado, de una u otra manera,
con el control financiero o la participación en este control financiero.
Contra-geopolítica
Hacia una geografía emancipadora
Hacia una geografía emancipadora
No
podemos caer, de ninguna manera, en la impresión de que la geografía está
dominada por la geopolítica. Esto no es cierto, desde ningún punto de vista; ni
desde la historia de la geografía, tampoco desde la perspectiva epistemológica
de la geografía. La geopolítica es un caso particular, podríamos decir no
solamente conservador de las teorías geográficas, sino hasta reaccionario. Por
otra parte, los paradigmas usados por la geopolítica y las teorías en boga de
esta disciplina son mas bien débiles y poco sustentables, tanto filosófica,
teoría y científicamente. Mientras la geografía, epistemológica, teórica y
metodológicamente, ha dado saltos importantes, la geopolítica se ha rezagado en
presupuestos prejuiciosos y hasta raciales. En la historia de la geografía un
paso significativo fue el desplazamiento dado en los términos de la geografía
cuantitativa. Desde esta perspectiva epistemológica, el espacio ya no es algo
dado sino mas bien un producto social, de las relaciones sociales, de los
flujos y movimientos sociales, de los asentamientos humanos, de las
trasformaciones producidas por los desplazamientos humanos, acciones y
prácticas. La geografía cuantitativa es una ciencia matemática, por cuanto el
manejo de los indicadores se hace indispensable y la conmensuración de los
desplazamientos y transformaciones espaciales. Empero, esto no quiere decir que
no esté afectada por una fuerte crítica y reflexión teórica, además de la
incidencia multidisciplinaria e interdisciplinaria de otras ciencias, como la
historia y las ciencias humanas, la sociología, la antropología, así como las
ciencias económicas. A partir de esta ruptura y desplazamiento epistemológico
la geografía se transforma; esta ciencia del espacio y de la tierra, se ocupa
no solamente de un espacio como producto social, sino descubre múltiples
espacios efectivos y posibles, que comprenden sus propias dinámicas de
configuración. Así también como que la geografía se abre a distintas
connotaciones espaciales, haciendo consideraciones sobre el lugar, el
territorio, la región, los espaciamientos diferenciales. En este sentido se
abre a considerar los espesores territoriales, que comprenden espesores
culturales, afectivos, imaginarios, además de abrirse a los movimientos
socio-territoriales, en tanto luchas transformadoras del hábitat y de los
espacios. En esta perspectiva, no podemos dejar de considerar los espesores
ecológicos.
Como
se podrá ver, este desplazamiento epistemológico de la geografía deja atrás una
perspectiva estática del espacio, sobre todo, deja en evidencia, hace visible,
la limitaciones y estrechez de las teorías geopolíticas, sobre todo sus
rudimentarios cuerpos teóricos. La geografía no solamente promueve
investigaciones de las dinámicas espaciales, sociales y territoriales, en
distintos tópicos y problemáticas, sino que se ha abierto a lecturas e
interpretaciones emancipatorias. Así lo entendió Milton Santos, el geógrafo
brasilero de la corriente crítica y de la complejidad espacial, así también
comprendió David Harvey, el geógrafo y profesor marxista de la City University
of New York. Ambos geógrafos encuentran en la geografía una poderosa
herramienta crítica a las estructuras de poder, a las formas de dominación y al
capitalismo, así como un saber emancipador que alumbra sobre las dinámicas y
complejidades espaciales.
Milton Santos se propone identificar la naturaleza del espacio y encontrar las categorías de análisis que permitan estudiarlo . El espacio como producto aparece en Milton Santos como interpenetración del sistema de objetos y el sistema de acciones. Pero, no ocurre, como en la teoría de sistemas autopoieticos, donde un sistema presta su propia complejidad al otro sistema para ser interpretado, sino que, en esta conjunción, aparecen categorías analíticas y sintéticas reveladoras de campos de relaciones y de espesores sociales y culturales. El paisaje, la territorialidad, la diferenciación territorial del trabajo, el espacio producido o productivo, las rugosidades y formas contenidas, son estas categorías. A partir de ellas se puede pasar a interpretar la región, el lugar, las redes, las escalas, el orden local y global. Esta perspectiva geográfica se abre a las dinámicas, que podríamos llamar, constitutivas del espacio; estos son los procesos: la técnica, la acción, los objetos, la norma y los acontecimientos, la universalidad y la temporalidad, la idealización y la objetivación, los símbolos y la ideología.
Milton Santos se propone identificar la naturaleza del espacio y encontrar las categorías de análisis que permitan estudiarlo . El espacio como producto aparece en Milton Santos como interpenetración del sistema de objetos y el sistema de acciones. Pero, no ocurre, como en la teoría de sistemas autopoieticos, donde un sistema presta su propia complejidad al otro sistema para ser interpretado, sino que, en esta conjunción, aparecen categorías analíticas y sintéticas reveladoras de campos de relaciones y de espesores sociales y culturales. El paisaje, la territorialidad, la diferenciación territorial del trabajo, el espacio producido o productivo, las rugosidades y formas contenidas, son estas categorías. A partir de ellas se puede pasar a interpretar la región, el lugar, las redes, las escalas, el orden local y global. Esta perspectiva geográfica se abre a las dinámicas, que podríamos llamar, constitutivas del espacio; estos son los procesos: la técnica, la acción, los objetos, la norma y los acontecimientos, la universalidad y la temporalidad, la idealización y la objetivación, los símbolos y la ideología.
En
Milton Santos la conformación de una geografía crítica pasa por cuatro
momentos. El primer momento corresponde a una ontología del espacio, en la
búsqueda de las nociones originarias. Se trata de la comprensión de múltiples
relaciones geográficas que permita la interpretación de la forma cómo el
territorio ha sido transformado con la presencia de la técnica. El segundo
momento corresponde a la producción de las formas-contenido; aquí se retoma el
espacio en tanto forma-contenido. Se trata de reconocer cómo el proceso de
transformación de una totalidad va sufriendo modificaciones en su estructura a
partir de las dinámicas sociales, de sus prácticas y acciones, de las propias
configuraciones y reconfiguraciones materiales y territoriales del espacio, así
como de las modificaciones de la división del trabajo. El tercer momento es el
que corresponde a una geografía del presente. Cada periodo es portador de
una constelación de sentidos compartidos, de una combinación de imaginarios, a
partir de los cuales se interpreta la coyuntura como realización histórica de
las promesas técnicas. El cuarto momento corresponde a la emergencia de las
racionalidades convergentes frente a la racionalidad dominante. Las
racionalidades convergentes descubren las posibilidades inherentes al espacio,
develan las facetas no conocidas del espacio; el espacio aparece como nuevo.
Confluyen también dialécticamente las redes del lugar y las redes globales,
modificando los sitios de acuerdo a sus combinaciones y composiciones.
En
el capitulo El territorio: un agregado de espacios banales, Milton santos
propone el territorio como categoría primordial de análisis del espacio; hace
notar que se trata del territorio usado, no del territorio pensado
abstractamente y reducido a su conmensuración. El espacio banal es un
conglomerado de espacios entrelazados; con esta perspectiva rompe con las
visiones geográficas que separan los espacios; el espacio político, el espacio
social, el espacio económico, el espacio cultural; además de comprender el
espacio como complejidad y multiplicidad. El territorio es pensado a partir de
la dinámica de movimientos de trueques, intercambios complementariedades. El
territorio es considerado como identidad donde nos reconocemos en un espacio
que comprendemos que es nuestro. La crítica de Milton Santos es a una geografía
euro-céntrica que ha asimilado el territorio al Estado, ha estatalizado el
territorio. También dice que el Estado-nación, el Estado territorial, es una
identidad establecida normativa y administrativamente a través del
reconocimiento de la ciudadanía y la cartografía de la geografía política. Por
otra parte plantea que lo que se llama territorio nacional, que corresponde a
una identidad establecida, está sometida a un campo multilateral de fuerzas. El
territorio nacional forma parte de una economía internacional y se encuentra
sometido a procesos de desterritorialización y reterritorialización.
Otras categorías de análisis del territorio son la horizontalidad y la verticalidad como ejes de composición espacial. Santos opone el eje de composición horizontal, que corresponde a las vecindades, a las continuidades, a la prevalencia de las regiones antiguas, a la composición vertical, que corresponde a la globalización; también podríamos decir a la estatalización. Se puede entonces comprender el territorio como un escenario de tensiones y contradicciones donde pugnan estas dos tendencias. Se puede también hablar de una historia territorial; un primer momento, correspondiente a la conformación del lugar y del grupo; un segundo momento correspondiente al establecimiento territorial por parte de los Estado-nación; un tercer momento, donde pasamos al control territorial de las empresas supranacionales. En este recorrido histórico los espacios banales, como conglomerados de espacios múltiples que interactúan, se entrelazan y se combinan, han sido afectados, tendiendo a ser sustituidos por el espacio homogéneo de la globalización, codificado monetariamente y reducido a los signos de la publicidad y del consumo.
Otras categorías de análisis del territorio son la horizontalidad y la verticalidad como ejes de composición espacial. Santos opone el eje de composición horizontal, que corresponde a las vecindades, a las continuidades, a la prevalencia de las regiones antiguas, a la composición vertical, que corresponde a la globalización; también podríamos decir a la estatalización. Se puede entonces comprender el territorio como un escenario de tensiones y contradicciones donde pugnan estas dos tendencias. Se puede también hablar de una historia territorial; un primer momento, correspondiente a la conformación del lugar y del grupo; un segundo momento correspondiente al establecimiento territorial por parte de los Estado-nación; un tercer momento, donde pasamos al control territorial de las empresas supranacionales. En este recorrido histórico los espacios banales, como conglomerados de espacios múltiples que interactúan, se entrelazan y se combinan, han sido afectados, tendiendo a ser sustituidos por el espacio homogéneo de la globalización, codificado monetariamente y reducido a los signos de la publicidad y del consumo.
Santos
concibe una geografía que efectúa análisis dialectos de procesos constitutivos
del espacio; éstos se dan como movimientos contradictorios entre territorio y mundo,
lugar y mundo, lugar y territorio, territorio y formación social, lugar y
espacio. Entonces estamos ante una geografía de las dinámicas territoriales, de
los flujos y movimientos constitutivos, de los lugares, de los sitios, de los
territorios, de las regiones, de los espacios. Hay que entender el
espacio de un país como una confederación de territorios, al territorio como
una confederación de lugares. En esta complementariedad de lugares y de
territorios, la tarea es liberar las potencialidades espaciales oponiendo las
relaciones horizontales contra las relaciones verticales. Las confederaciones
de lugares y las confederaciones de territorios pueden conformar mundos
heterogéneos frente al “mundo” impuesto por el capitalismo y la modernidad.
Con esta revisión rápida de algunas de las nuevas perspectivas epistemológicas de la geografía, queremos pasar a proponer el diseño de una contra-geopolítica.
Con esta revisión rápida de algunas de las nuevas perspectivas epistemológicas de la geografía, queremos pasar a proponer el diseño de una contra-geopolítica.
Tesis
contra-geopolítica
1.
Los pueblos no tienen por qué estar en guerra, son los estados los que lo
están, son sus clases dominantes las que lo están, en constante querella por el
control territorial y del excedente.
2.
La obsesión por el control territorial, de los recursos, de la población,
de los mercados, convierte a la geopolítica en un saber conservador del
espacio, que es un instrumento de dominación imperial, entonces global, que
cuenta con mediaciones regionales, las que promueven una geopolítica regional.
3.
Los pueblos no tienen por qué buscar el control territorial, sino, por el
contrario, la complementariedad territorial, la confederación de territorios y
de lugares complementarios y solidarios.
4.
La contra-geopolítica se propone llevar a cabo, radicalizar, las
consecuencias espaciales de una geografía emancipadora, una geografía de la
complejidad, de la multiplicidad del conglomerado de espacios, buscando liberar
las potencialidades de los lugares, de los territorios, de los espacios,
armonizando comunidades humanas y ecosistemas.
5. La contra-geopolítica se opone a los monopolios, a los controles, a las dominaciones sobre los lugares, los territorios y los espacios; se opone al eje vertical del establecimiento de los espacios homogéneos. Opta por el eje horizontal de la composición espacial, por la proliferación de espacios múltiples de vecindades, de continuidades, de complementariedades, de tejidos territoriales solidarios.
5. La contra-geopolítica se opone a los monopolios, a los controles, a las dominaciones sobre los lugares, los territorios y los espacios; se opone al eje vertical del establecimiento de los espacios homogéneos. Opta por el eje horizontal de la composición espacial, por la proliferación de espacios múltiples de vecindades, de continuidades, de complementariedades, de tejidos territoriales solidarios.
6.
Los bienes de la naturaleza no tienen por qué ser considerados como
recursos naturales, como reservas, explotables, en beneficio de la acumulación
de capital, sino, mas bien, como seres, que pueden ser incorporados a los
ciclos vitales de las sociedades humanas, respetando los ciclos vitales de
estos seres, biodiversos, orgánicos e “inorgánicos”.
7.
La salida a la belicosidad de los estados, en su condición imperialista o
de subalternos, es conformar una confederación de los pueblos del mundo, basada
en profundos procesos de democratización, articulando complementariedades y
conjugando composiciones espaciales, territoriales, de lugares, corporales y
técnicas, que liberen la potencia social y la creatividad de las composiciones sociales
en la heterogeneidad.
Conclusiones
La guerra del Pacífico fue una guerra periférica, desencadenada en el acomodo territorial de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Fue una guerra que corresponde a la geopolítica regional, mediadora de la geopolítica imperialista, en el ciclo del capitalismo de la revolución industrial. Sin embargo, hay que tener en cuenta otros procesos y estructuras desencadenantes del conflicto; la forma cómo se constituyen las repúblicas independientes, renunciando a la integración de la Patria Grande, las contradicciones que aparecen de proyectos de nación encontrados, entre el interior y la costa, entre un proyecto endógeno y un proyecto exógeno, las guerras civiles que se desatan, además de las guerras entre estados, que reproducen estas contradicciones, nos muestran otras condicionantes históricas y políticas de la guerra. Estamos ante formaciones sociales abigarradas, ante formaciones económico-sociales-culturales cuyos interiores geográficos, cuyas regiones íntimas, se resisten al moldeamiento del mercado internacional desde las costas. También se enfrentan proyectos inconclusos con el nuevo proyecto de adecuación a la geopolítica del sistema mundo capitalista en el ciclo de la revolución industrial. Esta es la razón por la que el proyecto de Diego Portales chocha con el proyecto de Andrés de Santa Cruz. La otra clave, entonces, de la guerra del Pacífico hay que encontrarla en la guerra confederada.
La geopolítica es un saber de la dominación imperialista; le corresponde como derivación, como mediación, en el juego geopolítico del sistema-mundo capitalista, la geopolítica regional, como mecanismo de “ordenamiento territorial” en la geografía de las periferias. Ahora bien, la geopolítica puede darse conscientemente, como proyecto estatal confeso, o de una manera rudimentaria, en elaboración, fragmentaria, emergiendo en la consciencia de la clase dominante a partir de la experiencia política, del incremento de poder y de las contingencias que se enfrenta. Se puede observar que la burguesía chilena no solamente contaba con una estrategia estatal sino también que fue configurando una geopolítica regional. Se puede notar en la historia del estado-nación de Chile, sobre todo a partir de la guerra del Pacífico, una adecuación eficiente entre Estado, control de recursos naturales, fuerzas armadas y economía. Podemos concluir que hay como una geopolítica regional elaborada.
Conclusiones
La guerra del Pacífico fue una guerra periférica, desencadenada en el acomodo territorial de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Fue una guerra que corresponde a la geopolítica regional, mediadora de la geopolítica imperialista, en el ciclo del capitalismo de la revolución industrial. Sin embargo, hay que tener en cuenta otros procesos y estructuras desencadenantes del conflicto; la forma cómo se constituyen las repúblicas independientes, renunciando a la integración de la Patria Grande, las contradicciones que aparecen de proyectos de nación encontrados, entre el interior y la costa, entre un proyecto endógeno y un proyecto exógeno, las guerras civiles que se desatan, además de las guerras entre estados, que reproducen estas contradicciones, nos muestran otras condicionantes históricas y políticas de la guerra. Estamos ante formaciones sociales abigarradas, ante formaciones económico-sociales-culturales cuyos interiores geográficos, cuyas regiones íntimas, se resisten al moldeamiento del mercado internacional desde las costas. También se enfrentan proyectos inconclusos con el nuevo proyecto de adecuación a la geopolítica del sistema mundo capitalista en el ciclo de la revolución industrial. Esta es la razón por la que el proyecto de Diego Portales chocha con el proyecto de Andrés de Santa Cruz. La otra clave, entonces, de la guerra del Pacífico hay que encontrarla en la guerra confederada.
La geopolítica es un saber de la dominación imperialista; le corresponde como derivación, como mediación, en el juego geopolítico del sistema-mundo capitalista, la geopolítica regional, como mecanismo de “ordenamiento territorial” en la geografía de las periferias. Ahora bien, la geopolítica puede darse conscientemente, como proyecto estatal confeso, o de una manera rudimentaria, en elaboración, fragmentaria, emergiendo en la consciencia de la clase dominante a partir de la experiencia política, del incremento de poder y de las contingencias que se enfrenta. Se puede observar que la burguesía chilena no solamente contaba con una estrategia estatal sino también que fue configurando una geopolítica regional. Se puede notar en la historia del estado-nación de Chile, sobre todo a partir de la guerra del Pacífico, una adecuación eficiente entre Estado, control de recursos naturales, fuerzas armadas y economía. Podemos concluir que hay como una geopolítica regional elaborada.
En
contraposición a la geopolítica, tanto global como regional, a los proyectos de
dominación imperial y a los proyectos de control territorial de los entornos
periféricos, de las burguesías, la alternativa de los pueblos es oponerles la
contra-geopolítica, es decir, los saberes proliferantes, heterogéneos,
horizontales, de la geografía emancipadora. Esto significa, que lejos de
pensarse belicosamente sus relaciones, se valoran las capacidades de
intercambio, de comunicación, de complementariedad, de composición solidaria
entre los pueblos. Es posible pensar una confederación de los pueblos, en
primer lugar a nivel continental, en segundo lugar y en proyección, a nivel
mundial.
PERUANOS (IN)VISIBLES EN
EL ALTO
Alaniet de Argentina (www.alainet.org/active)
Bolivia
tiene fama como exportador no sólo de materias primas, sino también de recursos
humanos; con una excepción: El Alto de La Paz es seguramente el mayor centro
importador de inmigrantes extranjeros a Bolivia. Provienen sobre todo del sur
del vecino Perú, que exporta también multitudes a Lima, Tacna y otras partes de
la costa. Pero para muchos la megapolis paceña, y muy particularmente El Alto,
es también una alternativa atractiva.
Hay
varios estilos. Uno es el de sectores empobrecidos del altiplano sur peruano, a
los que puede resultar más cercano y atractivo llegar a Desaguadero y, en una o
dos horas más, a El Alto, como una expansión del ya clásico proceso migratorio
de las comunidades altiplánicas hacia la ciudad, quizás manteniendo de alguna
manera un pie en ambas partes. El Alto puede ser entonces un piso
socioecológico complementario a los varios que ya tenían en el campo.
Otro
estilo, ahora quizás el predominante, es el de los comerciantes en su amplio
abanico de variantes, desde los pequeños vendedores callejeros y los p’ajpakus
que cantan las glorias de la maca y la uña de gato en el transporte público,
hasta redes más sofisticadas que distribuyen, por ejemplo, textos en los
colegios o software en las oficinas. El contrabando y, dado el caso, la
pichicata son las variantes peligrosas de este segundo estilo. Para todos ellos
la frontera internacional se convierte en una oportunidad más que en una
barrera. Algunos sólo son transeúntes. Pero otros instalan un domicilio estable
en El Alto, aunque no lo ocupen siempre.
Un
tercero —más activo en los años 80 y 90, cuando el Perú se había hecho tan
inseguro— es el de los escapados de la violencia o refugiados de la persecución
política: unos eran “terrucos”; otros, “soplones” y muchos, víctimas de ambos;
a bastantes El Alto (y otras partes) les ha permitido reconstruir su vida.
Otros son mecánicos, artesanos, empleados, artistas... unos pocos,
delincuentes.
Desde
antiguo hay también un sector más burgués y pudiente. Una de las avenidas más
antiguas de El Alto, en el corazón de la inmensa Feria 16 de Julio, se llama
Alfonso de Ugarte —el héroe militar peruano de la defensa de Arica frente a los
chilenos— y en ella está también el monumento a Túpac Amaru (muy anterior al de
Túpac Katari). En esta avenida (hoy más conocida como Chacaltaya) lucen hoy
varios edificios del nuevo art nouveau alteño, con grandes vitrales y su chalet
en el último piso, pertenecientes a estos peruanos más ricos.
Pero
la cifra total y real de todos esos peruanos alteños sigue siendo un misterio.
No llegará a ser descifrada tampoco por el reciente censo 2012, aún no
recontado, porque un número desconocido pero sin duda significativo de esos
peruanos prefiere mantenerse en bajo perfil o aparecer incluso como boliviano.
Se debe en parte a que sigue habiendo estigmas y discriminación contra ellos en
los medios e incluso en la Policía: cuando hay un asalto, se oyen y leen frases
poco comprobables como “por su forma de hablar (¡o de caminar!), se notaba que
eran peruanos”. Otro factor es que, sobre todo en sus sectores más populares,
hay aún bastantes indocumentados.
Estas
son algunas de las primeras impresiones de una modesta investigación recién
iniciada por un grupo de la Iglesia Católica para comprender y poder convivir
mejor con todos ellos. ¡Somos tan semejantes y tan hermanos a uno y otro lado
de esas fronteras! Convirtamos nuestras fronteras en anchos puentes de
intercambios.
MÉDICO ESPAÑOL CITA EL
LIDERAZGO DE BOLIVIA EN LUCHA CONTRA MAL DE CHAGAS
Finanzas con
de España (www.finanzas.com/noticias)
Bolivia ha
asumido "un papel de liderazgo continental" en la lucha contra el mal
de Chagas y contra el olvido de una enfermedad infecciosa muy grave, afirmó hoy
el médico español y experto en enfermedades tropicales Pedro Alonso.
Este
científico se encuentra en el país andino para participar en la "Semana de
Chagas" que comienza mañana en la ciudad boliviana de Cochabamba y en la que
expertos internacionales tratarán los avances en la investigación de la llamada
"enfermedad de los pobres".
Se estima
que entre un 10 % y un 12 % de toda la población boliviana podría estar
infectada del mal de Chagas, que también ha llegado a España por la emigración
desde el país andino, informaron hoy fuentes de la Agencia Española de
Cooperación Internacional y al Desarrollo (AECID).
"La
globalización -refirió Alonso- implica el movimiento de parásitos y microbios.
Tenemos centenares de pacientes de Chagas en el Hospital Universitario de
Barcelona, con transmisión de la enfermedad por primera vez en Europa, de madre
a hijo", indicó Alonso.
La
enfermedad de Chagas, cuyos afectados sufren lesiones crónicas irreversibles en
sus órganos internos, está ocasionada por un parásito que es transmitido al
organismo por la picadura de las "vinchucas", un insecto presente en
casas, granjas, establos y otros locales de labranza.
Alonso
destacó el apoyo económico de la cooperación española en la lucha contra esta
patología y consideró que es "clave que se sostenga", aunque precisó
que ello es compatible con "el liderazgo de los países afectados
originariamente, en este caso Bolivia, y la asunción por sus sistemas públicos
de la lucha contra la enfermedad".
Sostuvo, además,
que el Chagas "ha sido una enfermedad olvidada, no sólo porque no se ha
invertido en el tratamiento, sino porque no se ha invertido en la
investigación" sobre este "complejo" parásito.
El
especialista español y otros participantes en la "Semana de Chagas"
visitaron este lunes dos de las seis plataformas de atención integrada que,
financiadas por la AECID, funcionan en Bolivia, cuatro en Cochabamba, otra en
Sucre y la última en Tarija.
Los
científicos conocieron las instalaciones ubicadas en Punata, a las que cada día
llegan nuevos pacientes afectados por la picadura de la vinchuca.
ARGENTINA AVANZA HACIA UNA CRISIS ENERGÉTICA UN
AÑO DESPUÉS DE EXPROPIAR YPF
El Mundo de España (www.elmundo.es)
El hombre
taciturno que a la fecha ejerce como presidente ejecutivo de YPF, no es la
persona rebosante de optimismo que en mayo del 2012 tomó posesión de su cargo. Miguel Galuccio llegó a la compañía
con el propósito de transformarla en una formidable palanca, para que Argentina
alcanzara la "soberanía energética".
En
conversaciones privadas que han trascendido a la prensa (que tal vez él mismo
ha hecho trascender), el ingeniero de 45 años confiesa que una de sus
ocupaciones en estos días consiste en transmitir malas
noticias a Cristina Kirchner.
Y que de sólo verlo, la presidenta se pone de mal humor.
En la Casa
Rosada ya todo está listo para el acto que tendrá lugar este martes al
cumplirse un año desde que la jefa del gobierno envió al Congreso su proyecto
de ley para expropiar el
51% de las acciones de YPF, que estaban en manos de la española
Repsol.
El dramático
anuncio que hizo Cristina el 16 de abril del 2012, fue el corolario de una
campaña de acoso que comenzó en noviembre del 2011, cuando por primera vez
acusó a la empresa que dirigía Antonio Brufau, de conducir "una política
de vaciamiento, de no producción, de no exploración", convirtiendo a un país que se autoabastecía con holgura –e
incluso exportaba excedentes- en una nación forzada a importar gas y petróleo.
Los
testimonios que han ido surgiendo del epicentro de la toma de decisiones,
certifican que Cristina Kirchner no pretendía llegar tan lejos. Que fue Axel Kicillof,
vice-ministro de Economía y su gurú personal, el que la convenció de que YPF
tendría un futuro brillante sin el lastre de Repsol. Las enormes napas de crudo
y gas que se habían detectado en Vaca Muerta, un mega-yacimiento al sur del
país, resarcirían con creces, las pérdidas ocasionadas por "la insaciable
codicia de los españoles" desde que tomaron el control de la petrolera en
1998.
La primera
tarea que se impuso Miguel Galuccio, desde su despacho en la Torre YPF, fue la
de convencer a las grandes empresas del sector de invertir sus caudales en la
explotación de aquel yacimiento virgen. Hasta la fecha, ninguna de las
compañías ha invertido un solo dólar en Vaca Muerta
por no correr la misma suerte que Repsol.
Las
ilusiones que sembró en Cristina se disuelven bajo el corrosivo ácido de la
realidad. Pero el que debe dar la cara no es Kicillof, el joven patilludo que
sedujo a la presidenta con sus teorías keynesianas-marxistas, sino Galuccio, el
profesional que abandonó una brillante carrera en el sector privado para tomar
el timón de una nave que hace agua por todos los costados.
"YPF ni
siquiera ha cumplido con los planes que se propuso para los 100 primeros días
de su nueva gestión como empresa estatizada. En el 2012 Argentina tuvo que
importar combustibles por un valor de 12.000 millones de dólares. Este año las compras en el exterior
sobrepasarían los 15.000 millones de dólares y nada indica que la
situación se vaya a revertir", sostiene Sebastián Scheimberg, de la
fundación Pensar. Cabe destacar que el experto en hidrocarburos hizo la
estimación antes del incendio que destruyó parcialmente la refinería de
Ensenada, la mayor del país. A causa del siniestro, YPF deberá invertir entre
600 y 800 millones de dólares adicionales, para que no falten combustibles
refinados en el mercado local.
Pese a los
nubarrones que gravitan sobre el sector energético, el gobierno se empecina en
adoptar medidas populistas, a contramano del razonamiento más elemental.
El jueves
pasado, Guillermo Moreno, ministro de Comercio Interior, decretó el
congelamiento del precio de las naftas por tres meses. Ninguna de las petroleras que operan en el país acató las órdenes del
sheriff de la economía. Por el contrario, al día siguiente YPF aumentó
el precio de sus productos en un 7% y Esso el de los suyos en más de un 9%. Si
Moreno no tomó represalias es porque las compañías le hicieron un gran favor al
desactivar la bomba de tiempo que él mismo armó al pretender que los precios se
mantengan estáticos cuando la cotización del dólar no para de subir.
Joaquín
Riberalta, un ex asesor en materia de hidrocarburos del Ministerio de Economía,
dijo a ELMUNDO.es que ningún inversor en su sano juicio, querría asociarse a
Argentina sin antes observar un cambio radical en la conducta de quienes la
gobiernan.
"La
imagen que proyecta Cristina Kirchner es la de alguien que le tiene alergia a
las inversiones privadas. No parece que haya tomado consciencia de que este país va camino de una catástrofe
energética", sentencia Riberalta.
ANTIDROGAS HALLA 373 KILOS DE COCAÍNA ENTERRADOS
EN COSTALES
Correo de Perú (www.diariocorreo.pe)
Agentes
especializados del Departamento de Operaciones Tácticas Antidrogas de Tingo
María, ubicaron una pista clandestina de aterrizaje que servía para el
narcotráfico, donde hallaron 373 kilos con 65 gramos de cocaína.
Según la
Policía, la droga acopiada por los narcotraficantes era para ser enviada a
Bolivia y Brasil. El hallazgo se produjo a inmediaciones del caserío Puerto
Violeta, distrito Ciudad Constitución, provincia de Oxapampa, Pasco.
Información
de inteligencia operativa dio a conocer de la existencia de la pista
clandestina, por lo que los agentes fueron desplazados la madrugada del domingo
hasta la zona adoptando la mayor seguridad, pues se sabía que el lugar estaba
custodiado por sicarios armados.
En el lugar hallaron
una vivienda de material rústico, donde encontraron enterrado un costal de
polietileno con paquetes tipo ladrillo conteniendo la droga. Seguidamente
avistaron una segunda choza, en la cual también se hallaron 10 costales con
droga.
De acuerdo a
fuentes policiales, el total de la droga se valoriza en el mercado negro
nacional a un millón 200 mil dólares, en tanto que en Estados Unidos su precio
llega a 8 millones.
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