VENÍA CON CONTRABANDO EN CUATRO BURROS
La Estrella del Norte de Chile (www.estrellanorte.cl)
Efectivos de Carabineros del retén Inacaliri desbarataron un contrabando de hojas de coca y cigarrillos provenientes de Bolivia. La diligencia tuvo lugar, aproximadamente a las 08.45 horas, cuando los uniformados realizaban un patrullaje fronterizo por el cerro Panire, a 45 kilómetros al sur oeste del destacamento policial, lugar donde fue interceptado un individuo de nacionalidad boliviana, identificado con las iniciales O.C.S. (21). El extranjero llevaba la carga en cuatro burros, animales en los que transportaba cuatro bolsas que contenían 73 kilos y 600 gramos de hojas de coca y 200 cartones de cigarrillos, especies que fueron incautadas.
MINISTRO DE ECONOMÍA JORGE RODRÍGUEZ EN LA PAZ
“POLÍTICA Y ECONOMÍA NO SE MEZCLAN”
El secretario de Estado, señaló en el país vecino que Chile está dispuesto a comprar gas natural boliviano, pero sin tocar el tema marítimo. Con ello, advirtió a La Paz que existen otras opciones de suministro, tal como lo hizo con Lima a comienzos de mes.
La Nación de Chile (www.lanacion.cl/prontus_noticias)
“La economía y la política no se mezclan”. Así, tajante y claro se mostró el ministro de Economía, Jorge Rodríguez Grossi, respecto a la posibilidad de que Chile acepte comprar gas natural boliviano a cambio de entregarle al país mediterráneo una salida al mar.
Las declaraciones efectuadas en La Paz por el secretario de Estado chileno -en el marco de la 40ª Reunión de la Comisión de Integración Energética Regional (CIER)- no se frenaron ahí y recordó que en el tema gasífero existen otras opciones de suministro.
“Chile compra productos como gas natural a quien quiera venderle dependiendo del precio y las condiciones, sin mezclar la economía con la política, sobre todo cuando hay otras alternativas, sostuvo.
Un discurso similar tuvo a comienzos de mes, cuando Perú descartó acudir a una reunión técnica en Buenos Aires, justamente para discutir el futuro del denominado anillo energético sudamericano-.
“Desde el punto de vista energético, Chile tiene que estar tranquilo porque hay muchas alternativas en las que estamos trabajando. Si no resulta, no resulta, dijo el titular de Economía en su momento.
En este contexto, Rodríguez Grossi aclaró que en Chile, los que compran gas natural o cualquier otro producto desde el exterior, son las empresas privadas y no el Gobierno. “De manera que si usted va a una empresa privada chilena y le dice gas por mar, yo creo que no van a tener respuesta, porque una empresa privada chilena, no es dueña del mar”, señaló a la prensa local.
Más aún, precisó que en los próximos 15 años, Chile aumentará en 150% su demanda de gas, por lo que comprará donde vea económicamente conveniente. Por ello, sostuvo que Bolivia, sólo tiene que manifestar su deseo de participar en la red de gasoductos y luego suscribir el tratado que se prepara.
Bueno, bonito y barato
En este nuevo teatro de operaciones, el ministro reconoce que Bolivia es un gran productor de gas, que incluso puede ser el más importante en el futuro, sin embargo, recalca que no es el único. “Nos interesa comprar gas y cualquier producto en la medida que sea -como se dice en Chile- bueno, bonito y barato”.
Recalcó que es necesario revisar los precios, la capacidad de los tubos, la disponibilidad de hidrocarburo y, fundamentalmente, tener claro las reglas del juego. “(Eso) tenemos que hacerlo ratificar con los congresos nacionales, porque no basta con que el Presidente de la República firme. Nosotros queremos ir a los congresos nacionales, para que sean determinaciones de los Estados”, sostuvo al referirse a los futuros compromisos del anillo energético.
Por el lado boliviano, el Gobierno aclaró que continuará como observador del mega proyecto -que abastecería de gas a seis países de América del Sur-, mientras no se tenga conocimiento de sus implicancias macro.
“Hasta el momento seguimos como observadores, pero existen grandes posibilidades para formar parte del mencionado proyecto, para ello primero tenemos que analizar en su contexto general si el anillo energético es un proyecto económicamente rentable para el país, si existen condiciones medioambientales que se adapten a las normas bolivianas y por último que la seguridad jurídica este bien estructurada”, apuntó el ministro de Hidrocarburos boliviano, Jaime Dunn.
QUÉ DICE ARGENTINA
Argentina al igual que Chile es uno de los países más interesados en que la red gasífera sudamericana avance. Sin embargo, independiente de lo que ocurra con el anillo energético, el secretario de Energía de la Argentina, Daniel Cameron, anunció que su país continuará negociando con Bolivia el proyecto del gasoducto del noreste.
Según Cameron, la matriz energética de su país pasó del 47% de dependencia del gas en 2000 al 51% en 2004 y “las reservas argentinas en la nueva recalificación de la CIER tienen una evolución desfavorable”.
“Hay que diversificar riesgos. Tenemos un destino común, eso es lo que estamos intentando dar forma. La integración del Mercosur ampliado permitirá mejorar la eficiencia en la inversión”, declaró.
BOLIVIA PODRÍA SER EL EJE DEL ANILLO ENERGÉTICO
El Comercio de Perú (www.elcomercioperu.com.pe)
La reunión de la Comisión de Integración Energética Regional (CIER) realizada en la ciudad boliviana de Santa Cruz sirvió para que los ministros latinoamericanos de Energía volvieran a encontrarse y reavivaran la discusión sobre el denominado anillo energético o un acuerdo que permitirá la construcción de ductos que interconectarán los países del Mercosur (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) con el Perú y posiblemente Bolivia.
El ministro de Economía y Energía de Chile, Jorge Rodríguez, evidenció el interés de su país por acelerar la conclusión de este acuerdo tras declarar que propondrá un nuevo esquema para relanzar el proyecto. "No queremos bajar los brazos en el afán de consolidar la red de gasoductos. Tengo un planteamiento en esa línea y básicamente vengo a mostrar la estrategia que tenemos para abastecernos, de aquí en adelante", señaló.
Rodríguez dio a entender que bajo este nuevo esquema Bolivia podría tener un rol importante dentro de los próximos pasos que se den para concretar el anillo energético. Así, indicó la posibilidad de postular a Bolivia como eje del proyecto, sobre todo después de que hace dos semanas el Perú suspendiera su participación en una de las reuniones. "No me queda duda de que siendo Bolivia un país que tiene recursos, no solo de gas, sino también de petróleo, debería participar, en el anillo energético", remarcó Rodríguez.
POSICIÓN PERUANA
Por su parte, el ministro de Energía y Minas del Perú, Glodomiro Sánchez, dijo que apoyaba la presencia boliviana en el proyecto "Bolivia es un actor fundamental en este proceso", remarcó, tras recordar que el país altiplánico ha estado participando como un observador en las reuniones entre el Mercosur y el Perú.
El Perú cuenta con 11,49 trillones de pies cúbicos, los que serían insuficientes para atender al mercado peruano en un plazo de 20 años, exportar gas natural a México y a la vez al Mercosur. En ese sentido, Sánchez señaló que en la medida en que no se hallen nuevas reservas no se exportará gas al Mercosur.
Refirió que si se da la posibilidad de exportar a estos países se deberán evaluar las condiciones bajo las cuales se hace este tipo de operaciones. En ese sentido, aclaró que el Gobierno intentará promover el consumo interno de gas natural antes de su exportación. Así, refirió que una de las prioridades es desarrollar proyectos petroquímicos, un mercado vehicular y domiciliario de gas natural y también llevar este insumo a otras regiones del Perú para descentralizar el desarrollo industrial.
Bolivia: Prefieren acuerdos bilaterales de suministro de gas al Cono Sur
NO INTERESA EL 'ANILLO ENERGÉTICO'
Argen Press de Argentina (www.argenpress.info)
El proyecto de integración gasífera denominado 'anillo energético' sigue hoy sin lograr convencer a Bolivia, que prefiere los acuerdos bilaterales de suministro y ofrece electricidad al Cono Sur.
El ministro boliviano de Hidrocarburos, Jaime Dunn, reiteró que el plan de instalar una red sudamericana de gasoductos motiva dudas en su país, al hablar ante la Comisión de Integración Energética Regional (CIER), en la ciudad oriental de Santa Cruz.
Bolivia prefiere seguir como observador, señaló Dunn, pese a los empeños de convencimiento del ministro de Economía de Chile, Jorge Rodríguez, cuyo país es el más interesado en el 'anillo', como solución a su déficit energético.
Precisó que a Bolivia no le interesa por ahora integrarse al proyecto, porque ello significaría asumir convenios que pueden comprometer el futuro de Bolivia como principal productor de gas del cono sudamericano. Según Dunn, el plan tiene además una serie de interrogantes de fondo y otros factores que impiden a su país participar con una posición firme y beneficiosa, por lo cual prefiere seguir como observador y continuar sus proyectos bilaterales.
Bolivia suministra importantes volúmenes de gas natural a Brasil y Argentina, avanza proyectos de abastecimiento a Paraguay y Uruguay, y tiene un acuerdo de integración energética con Perú, menor productor gasífero.
Entre los vecinos de Bolivia, solamente Chile está excluido por el rechazo ciudadano a venderle gas sin que Santiago acepte solucionar la demanda histórica de Bolivia de una salida soberana al mar, perdida por la conquista chilena de sus costas en el siglo XIX.
Ese veto fue uno de los factores de la rebelión social que en 2003 obligó a renunciar a la Presidencia al neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada, acusado de negociar el uso de costas chilenas para la exportación del gas boliviano a Norteamérica.
El gobierno actual de Eduardo Rodríguez desarrolla una política de acercamiento a Chile, pero sin acuerdos energéticos. El ministro chileno ratificó el rechazo de su país a vincular el diferendo histórico con el gas, alegó que la venta de éste es un tema económico concerniente a empresas privadas y planteó que la fórmula adecuada es el ingreso de Bolivia al 'anillo energético'.
Perú es el otro posible abastecedor de gas para Chile -que lo adquiere principalmente de Argentina, aunque en volúmenes insuficientes- aunque su ministro de Energía, Glodomiro Sánchez, quien participa en la cita de Santa Cruz, desalentó la posibilidad.
Sánchez reiteró que su país prioriza el abastecimiento del mercado interno y solamente podría pensar en exportar si aumenta sus reservas y subrayó que el anillo solamente es viable con la participación boliviana. Por otra parte, el viceministro boliviano de Electricidad, Mario Ustáriz, afirmó ayer que su país puede suministrar electricidad a los países de la región, producida tanto en hidroeléctricas como en termoeléctricas a gas.
Ustariz indicó que Bolivia tiene proyectos conjuntos de generación de energía en gran escala con Argentina y Brasil, en las fronteras con esos países.
LA COMISIÓN DE INTEGRACIÓN REGIONAL FRENA EL ANILLO ENERGÉTICO EN BOLIVIA
El Nuevo Herald de Estados Unidos (www.miami.com)
El anillo energético, la red de gasoductos que busca proveer gas natural al cono sur, logró escaso avance debido a la decisión de Bolivia de no participar plenamente del proyecto y a la posición reiterada de Chile de no negociar gas por mar.
Aunque no fue el tema central de la reunión internacional, aquel proyecto ocupó el centro de atención de las deliberaciones en la reunión de la Comisión de Integración Energética Regional (CIER), que era clausurada el martes en la ciudad de Santa Cruz.
El ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Jaime Dunn, dijo a la prensa que Bolivia se mantendrá como ''observador'' porque su participación plena implicaría asumir compromisos que pueden comprometer futuras posiciones como país.
''Se trata de tomar las cosas con cautela hasta que el proyecto sea completamente claro en el sentido de que económicamente es rentable'', explicó Dunn y agregó que, Bolivia seguirá negociando bilateralmente con los países interesados en comprar su gas natural.
En tanto el ministro de Economía y Energía de Chile, Jorge Rodríguez Grossi declaró a los periodistas que se espera que Bolivia ''se integre al circuito del anillo energético'' sin condiciones porque ''el mar no le pertenece a los privados sino al Estado chileno y la política del Estado apunta a comprar gas sólo como un producto más. Nosotros compramos productos, no nos gusta mezclar los temas, Bolivia tiene una producción de gas pero no es el único'', declaró a los periodistas.
Delegados de los gobiernos de diez países de la región además de representantes del sector privado analizan en Santa Cruz la situación energética regional y las perspectivas futuras del sector.
El ex presidente Carlos Mesa que renunció el junio pasado agobiado por protestas sociales perfiló la idea de negociar con Chile una eventual venta de gas a ese país a cambio de una salida soberana al mar. Esa política fue respaldada en un referéndum.
La iniciativa del anillo energético es alentada por Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para conectar una red de gasoductos que asegure la provisión de gas al cono sur sudamericano con las reservas que posee Perú en sus campos de Camisea, pero este país ha descartado por el momento sumarse al proyecto.
Sobre el tema, el secretario de Energía de Argentina, Daniel Cameron dijo que Bolivia participa como observador del proyecto porque así lo ha decidido.
''Desde nuestro punto de vista, Bolivia puede ocupar el lugar que desee por su propia decisión'', agregó.
Los bolivianos concurrirán a las urnas el 18 de diciembre para elegir a un nuevo presidente y renovar el congreso.
Brasil y Argentina son en estos momentos los únicos mercados del gas natural boliviano que representa la segunda reserva en Sudamérica, después de Venezuela.
EMERGENCIA: EL CIADI ACEPTÓ LA DEMANDA DE AGUAS DEL TUNARI
Argen Press de Argentina (www.argenpress.info)
La Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida se declaró en estado de emergencia luego de que el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), un panel de arbitraje internacional dependiente del Banco Mundial, aceptara la demanda de indemnización por 25 millones de dólares de Aguas del Tunari contra el Estado boliviano.
El Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Semapa) de Cochabamba informó que el tribunal del CIADI declaró tener competencia y jurisdicción para conocer la demanda contra el Gobierno nacional. La demanda fue iniciada por la transnacional Bechtel, principal accionista de Aguas del Tunari.
'Esta es una afrenta al pueblo que no tiene porqué pagar nada. Continuaremos las campañas internacionales para denunciar la ilegalidad e ilegitimidad de las acciones de la empresa Aguas del Tunari', dijo el dirigente de la Coordinadora, Oscar Olivera.
En la decisión del Banco Mundial están implicadas empresas italianas y españolas, e incluso candidatos a la Presidencia y a la Prefectura para las próximas elecciones. 'Los responsables son, primero, el Estado boliviano a través del gobierno de Hugo Banzer y Jorge Quiroga, que aceptaron un contrato absolutamente oscuro y a espaldas del pueblo cochabambino; luego está Manfred Reyes Villa y Doria Medina, ya que éste es socio de Aguas del Tunari; junto a ellos los gobiernos de turno y los capitalizadores', puntualizó el dirigente gremial que fue uno de los líderes de la insurrección cochabambina que terminó con la primera gran derrota de una transnacional en América Latina.
Como prueba de sus afirmaciones, Olivera informó que existen varias fotografías de los personajes mencionados, cuando en octubre de 1999 se firmó el contrato con Aguas del Tunari en la Prefectura de Cochabamba. Añadió que la empresa Bechtel es fraudulenta y está ligada a los intereses de George Bush padre. 'Esta semana continuaremos con nuestras acciones, vamos a recuperar la memoria del pueblo cochabambino y boliviano para que se fijen en quiénes son los que ahora se sienten presidenciables y prefecturales, pero en el pasado le hicieron mucho daño a la población', dijo Olivera.
El líder cocalero boliviano trepó a 33% de preferencias
AUMENTA EL APOYO ELECTORAL A EVO MORALES, SEÑALA ENCUESTA
La Jornada de México (www.jornada.unam.mx)
El candidato izquierdista Evo Morales se alejó de su principal rival, el ex presidente conservador Jorge Quiroga, pero éste ganaría más escaños en el Congreso, según el más reciente sondeo de la red de televisión privada Unitel.
A 26 días de las elecciones del 18 de diciembre, Morales, del Movimiento al Socialismo, trepó a 33 por ciento desde 28.3 obtenido en la segunda semana de octubre, mientras Quiroga (Poder Democrático y Social) perdió en ese lapso 1.7 por ciento de preferencias situándose en 27 por ciento, según la encuesta de la red Unitel que consultó a cerca de 2 mil ciudadanos en 70 ciudades principales, secundarias y localidades rurales en todo el país.
La fortaleza del dirigente cocalero Evo Morales se concentra en los departamentos andinos de La Paz, Oruro y Cochabamba, de población mayoritariamente indígena y mestiza, donde reside 56 por ciento del padrón electoral del país. Ahí, recibe 47 por ciento de apoyo, Quiroga 20 por ciento y el empresario Samuel Doria Medina (Unidad Nacional) 8 por ciento.
El apoyo a Morales está más concentrado aún en las ciudades de La Paz y El Alto, de casi un millón 500 mil habitantes, donde cosecha 51 por ciento del respaldo.
Quiroga, en cambio, lidera los sondeos en los restantes seis departamentos, que engloban el este tropical, el norte y el nordeste amazónicos, los más ricos del país. En el grupo regional conformado por la poderosa Santa Cruz, Beni, Pando, Chuquisaca y Potosí, Quiroga recibe 35 por ciento de apoyo contra 17 de Morales.
El mayor rechazo a Evo Morales existe en la sureña Tarija, donde se emplaza la riqueza gasífera boliviana. Allí Quiroga recibe 52 por ciento de las preferencias frente a 14 por ciento de Morales.
A pesar del segundo lugar a escala nacional, tal cuadro de situación regional permitiría a Quiroga controlar 15 de los 27 escaños en la poderosa Cámara de Senadores, donde el candidato indígena podría ocupar sólo nueve bancas.
Doria Medina, quien se presenta como opción de centro en el polarizado debate ideológico boliviano dominado por la derecha de Quiroga y la izquierda de Morales, se perfila como fiel de la balanza en la casi segura segunda vuelta parlamentaria.
La Constitución prevé que en caso de que ninguno de los candidatos obtenga la mitad más uno de los votos válidos, el Congreso deba dirimir en una segunda vuelta entre los dos más votados. Desde que se instauró la democracia en 1982, todos los presidentes fueron elegidos con esa fórmula que obliga a acuerdos políticos.
BOLIVIA Y CHILE CAMBIARON SUS CÓNSULES EN MENDOZA
Diario Los Andes de Argentina (www.losandes.com.ar)
Desde hace algunos días, los gobiernos de Bolivia y Chile renovaron a sus agentes consulares en nuestra provincia. En el caso del país del altiplano, fue puesta en funciones Carmen Kosky (46, divorciada, dos hijas), quien reemplaza en el cargo al militar de carrera Yamil Taja Kruger.
En lo que concierne a la nación trasandina, Eduardo Bonilla Menchaca (53, casado, una hija) relevó a José Miguel de la Cruz, quien pasó a desempeñarse como segundo en la Embajada de Chile en Buenos Aires.“Puertas abiertas”
La nueva representante de la mayor colectividad extranjera que vive en Mendoza, calculada en más de 100 mil personas, nació en el pueblo de Camargo, en la zona vitivinícola, departamento de Chuquisaca. Ya cumplió funciones en el servicio exterior como vicecónsul en la localidad de Salvador Mazza (Salta ) y también fue funcionaria de la Embajada en Lima (Perú).
Kosky comentó que su trabajo en la sede de calle Garibaldi será una gestión de puertas abiertas hacia los ciudadanos de su país sin excepción alguna y básicamente sin previa cita: “Hemos venido a cumplir un trabajo con vocación de entrega”, resumió.
Una de las primeras gestiones que realizó fue visitar al delegado de la Dirección de Migraciones en Mendoza, Rogelio Gil, quien le fue presentado por su par de Brasil, Guillermo Cuervo, ya que “una de las tareas será intentar regularizar la situación de los bolivianos que están en situación irregular en Mendoza”. Datos de agosto de 2004 revelan que el 80% de los inmigrantes del país norteño que habitan Cuyo -en su mayoría residentes en Mendoza- son ilegales, tienen su residencia en trámite o son indocumentados.
“Vamos a hacer todo lo posible por regularizar esa situación”, acotó. Otro de los objetivos de su misión será procurar acuerdos de integración económica y académicos con Mendoza. En este último aspecto dijo que tratará de lograr becas para estudiantes bolivianos en Enología y Agronomía e intentar que técnicos de su país se puedan capacitar en la provincia en la problemática de irrigación.
Continuar la gestión
El cónsul de Chile, Eduardo Bonilla, lleva menos de una semana en la sede de calle Belgrano. Hace 31 años que se desempeña en el Servicio Exterior chileno y su gestión previa fue la de director de Servicios Consulares de la Cancillería. Anteriormente fue cónsul en Madrid (España), Paraguay, Colombia, Los Ángeles (Estados Unidos), Génova y Milán, entre otros destinos. “Esta designación -comentó- es considerada muy importante para los diplomáticos de mi país, por razones de integración, históricas y cercanía de ambos pueblos. Nos empeñaremos en esos cometidos, especialmente en lo que se refiere al Comité de Fronteras y en los aspectos económico-comerciales y culturales”.
La comunidad de chilenos en Mendoza alcanza a 40.000, de los cuales un porcentaje son personas que están tramitado su situación de inmigración en la Argentina. “Ése será otro de los focos de nuestra misión, además de acelerar los trámites para ir a uno y otro lado de la frontera común”, apuntó Bonilla. Y agregó que en esta tarea tendrá contacto con el representante argentino en Santiago, Carlos Abihaggle, siempre dentro de los parámetros fijados por el embajador chileno, Luis Maira.
CHE'S SECOND COMING?
The New Yor Times de Estados Unidos (www.nytimes.com)
The Bolivian Congress is an ornate building in the Spanish Colonial style. It is also a study in cognitive dissonance. Located on the Plaza Murillo, one of the central squares of Bolivia's main city, La Paz, it is flanked by the Presidential Palace, the Cathedral and the mausoleum of Bolivia's second president, Andrés Santa Cruz, who fought alongside Simón Bolívar. Around these decorous buildings, soldiers in red pseudo-19th-century uniforms stand at attention or march ceremoniously from point to point. Were it not for the fact that most of these young recruits have the broad Indian faces of the Andean altiplano, or high plains, and that those gawking at them in the square are also themselves mostly indigenous, it would be easy to become confused and believe you were in some remote corner of Europe, albeit the Europe of a century ago.
Inside the Congress, this effect is, if anything, even stronger: marble floors, waiters wearing white shirts and black bow ties, photos on the walls in the office wing of the building, many now yellowing with age, that show previous generations of congressmen among whom there is barely an Indian face to be seen. The burden of this faux-Europeanness seems overwhelming, until, that is, you walk down one of the main corridors and, at its end, find yourself confronted with an enormous, colorized, Madonna-like image of Ernesto (Che) Guevara, Fidel Castro's comrade in arms, the archrevolutionary who died 38 years ago in the foothills of the Bolivian Andes trying to bring a Marxist revolution to Bolivia, then as now the poorest and most racially polarized country in South America.
"This is a sanctuary to El Che," says Gustavo Torrico, an influential congressman from the radical MAS party, gesturing around his office. (Though mas literally means "more," the Spanish acronym stands for "Movement Toward Socialism.") There are not just a few pictures of Che; there are literally dozens of them, big, small and in between: Che with Castro, Che in the field, Che with his daughter in his arms, smiling, smoking, exhorting. The effect is overwhelming.
And yet, in Bolivia these days, Che's image is hardly restricted to the office of a few leftist politicians. To the contrary, it is everywhere. It stares down at you from offices and murals on city walls of La Paz and of Bolivia's second-largest city, Cochabamba, in working-class districts and slum communities and university precincts. In Bolivia, Che's image is not a fashion statement, as it is in Western Europe. When you see people wearing Che T-shirts, or sporting buttons with the martyred revolutionary's face, they are in deadly earnest. In Bolivia, only images of the Virgin Mary are more ubiquitous, and even then it's a close-run thing.
"Why do I like Che?" Evo Morales, MAS's leader and presidential candidate, said in response to my question, looking as if it were the most obvious thing in the world. Morales is the first full-blooded Aymara, Bolivia's dominant ethnic group, to make a serious run for the presidency, which is in itself testimony to the extraordinary marginalization that Bolivian citizens of pure Indian descent, who make up more than half of the population, have endured since 1825, when an independent Bolivia was established. "I like Che because he fought for equality, for justice," Morales told me. "He did not just care for ordinary people; he made their struggle his own." We were sitting in his office in Cochabamba, a building in a condition somewhere between Spartan and derelict that Morales uses as a headquarters when he is in the city but that normally serves as the headquarters of the cocaleros, the coca-leaf growers from the country's remote, lush Chapare region. Morales started in politics as the leader of these cocaleros, and he has pledged that if he wins the presidential election scheduled for Dec. 18, one of his first acts will be to eliminate all penalties for the cultivation of coca, the raw ingredient in cocaine.
Unlike Che, who was a kind of revolutionary soldier of fortune, Morales does not have to adopt the revolutionary cause of Bolivia. He was born into it 46 years ago, in a tin-mining town in the district of Oruro, high in the Bolivian altiplano. Morales's family history is similar to that of many mining families who lost their jobs in the 1970's and 1980's, when the mines closed, and migrated to the Bolivian lowlands to become farmers, above all of coca leaf. (Limited cultivation of coca in certain indigenous regions is legal in Bolivia, and the cocaleros insist that the coca they grow is used only for "cultural purposes," but the Bolivian government and American drug-enforcement officials say that as much as 90 percent of the coca in Morales's home region, Chapare, makes its way into the international cocaine trade.) As an adolescent and a young man, Morales was a coca farmer, but his political work on behalf of the cocaleros soon propelled him into the leadership of a coalition of radical social movements that constitute the base of the MAS party.
How seriously to take Morales's tough talk about drug "depenalization" and nationalization of natural resources - oil, gas and the mines - is the great question in Bolivian politics today. Many Bolivian observers say they believe that MAS is nowhere near as radical as its rhetoric makes it appear. They note that conservative opponents of Brazil's current leftist president, Luiz Inácio Lula da Silva, also predicted disaster were he to be elected, but that in office Lula has proved to be a moderate social democrat. And MAS's program is certainly much more moderate than many of its supporters would like. Washington, however, is not reassured. Administration officials are reluctant to speak on the record about Morales (the State Department and Pentagon press offices did not reply to repeated requests for an interview), but in private they link him both to narco-trafficking and to the two most militant Latin American leaders: Hugo Chávez, Venezuela's leftist populist military strongman, and Fidel Castro.
Rogelio (Roger) Pardo-Maurer IV, the deputy assistant secretary of defense for Western Hemisphere affairs and a senior adviser to Donald Rumsfeld on Latin America, said in a talk last summer at the Hudson Institute in Washington, "You have a revolution going on in Bolivia, a revolution that potentially could have consequences as far-reaching as the Cuban revolution of 1959." What is going on in Bolivia today, he told his audience, "could have repercussions in Latin America and elsewhere that you could be dealing with for the rest of your lives." And, he added, in Bolivia, "Che Guevara sought to ignite a war based on igniting a peasant revolution.. . .This project is back." This time, Pardo-Maurer concluded, "urban rage and ethnic resentments have combined into a force that is seeking to change Bolivia."
Morales has become almost as much of a bugbear to the Bush administration and many members of Congress on both sides of the aisle as Chávez or Castro. And for his part, Morales seems to revel in the role. At the summit meeting of the Organization of American States held in Mar del Plata, Argentina, earlier this month, he appeared with Chávez at a huge anti-American and anti-globalization rally just before the meetings began. The two men spoke in front of a huge image of Che Guevara. This is symbolic politics, but it is more than that too. The left is undergoing an extraordinary rebirth throughout the continent; Castro's survival, Chávez's rise, the prospect that the next president of Mexico will be Andrés Manuel López Obrador, the leftist mayor of Mexico City, and the stunning trajectory of Morales himself all testify to that fact. Pardo-Maurer is right that Morales's success reflects both Bolivia's current dire economic conditions and the perception of the indigenous majority that it is finally their time to come to power. But it is also a product of the wider popular mood in Bolivia and, for that matter, in much of contemporary Latin America.
For most Bolivians, globalization, or what they commonly refer to as neoliberalism, has failed so utterly to deliver the promised prosperity that some Bolivian commentators I met insisted that what is astonishing is not the radicalization of the population but rather the fact that this radicalization took as long as it did. Bolivia often seems now like a country on the brink of a nervous breakdown. Every day, peasants or housewives or the unemployed erect hundreds of makeshift roadblocks to protest shortages of fuel (a particularly galling affront in a country with vast hydrocarbon resources) or to demand increased subsidies for education or to air any of the dozens of issues that have aroused popular anger. The language of these protests is insistently, defiantly leftist, with ritual denunciations of multinational corporations, of the United States and of the old Bolivian elite, who are white, mostly descendants of Spanish and German settlers. Two presidents were chased out of office in the last two years by popular protests made up largely of MAS supporters: first Gonazalo Sánchez de Losada, then Carlos Mesa. (Since Mesa's government fell in June, the country has been run by a caretaker government overseen by a former chief justice of the supreme court.)
What distinguishes the situation in Bolivia from that of some of its neighbors is the way that ethnic politics and leftist politics have fused. It is this hybrid movement that Morales has led with such popular success. The hopes of many indigenous Bolivians are now incarnated in Morales's candidacy, and even many members of the old elite, including former President Sánchez de Losada, seem to believe that if he wins, Morales must be given the opportunity to rule.When you meet him in person or read transcripts of his speeches, Morales seems like an unlikely vessel for these hopes. Whatever his gifts as an activist, and despite his obvious commitment to his cause, to an outsider, at least, he seems too young, too naïve, too provincial to serve as president of Bolivia. And when he talks of depenalizing coca production, as he often does, and insists that there will be nonnarcotic markets for coca leaf in China and Europe, it is hard to know whether he is simply being loyal to the cocalero constituency that first propelled him to prominence or whether he sincerely believes what he is saying. Certainly, such statements have played into the hands of his political enemies within Bolivia and abroad, who routinely accuse him of being in the pay of narco-traffickers - a charge Morales angrily denies and for which no concrete proof has ever been offered.
One of Morales's supporters told me, "Evo is a desconfiado, a man who tends to mistrust people until they show him a reason to think otherwise." That, along with the naiveté, is certainly the impression he gives. And yet surrounded by his supporters, visibly basking in their affection - an affection that often seems to border on devotion - Morales, or Evo, as almost everyone in Bolivia calls him, is a man transformed, a natural orator with extraordinary charisma. It is worrisome to think what the reaction in poor urban neighborhoods and in the altiplano will be if Morales does not become Bolivia's president.
Certainly, the candidate is starting to behave as if the office will soon be his. A telltale sign of this is the way Morales and MAS, while not repudiating previous statements about the changes they want to make in the Bolivian economy, seem to be leaving the door open to a more moderate approach. Increasingly in speeches and interviews, Morales has taken to emphasizing that when, for example, he speaks of nationalization, he is mainly speaking of Bolivia's reassertion of sovereignty over its natural resources and of partnership with multinational corporations, not, à la Fidel Castro, of the systematic expropriation of the multinationals' interests in Bolivia. Morales commented to me that "Brazil is an interesting model" for cooperation between the state and the private sector, and, he added, "so is China."
Only on the depenalization of coca production does he remain absolutely adamant and defiant, and in this, it must be said, he enjoys considerable popular support among not just the coca growers but also many Bolivians who believe that the cocaine problem should be addressed principally on the demand side, in the United States and Europe. A popular T-shirt in the markets of La Paz reads, "Coca leaf is not a drug."
Assuming there is no attempt to cancel the elections outright, Morales's most difficult political problem may be that MAS's platform is actually quite a bit more moderate than many of its rank-and-file supporters would like - or, indeed, than they understand it to be. As Roberto Fernandez Terán, a development economist at the University of San Simón in Cochabamba and an expert on Bolivia's external debt, told me, "I have no great hope that MAS will make profound changes." Senior MAS officials insist, however, that their nationalization program alone would engender profound improvements in the Bolivian economy. By proposing that the Bolivian government renegotiate its contracts with the multinational oil companies, "we are literally proposing changing the rules of the game," said Carlos Villegas, a researcher at the University of San Andrés in La Paz and MAS's principal economic spokesman. "The current contracts say that the multinationals own the resources when they're in the ground and are free to set prices of natural gas and oil once it has been extracted." In March, the Bolivian Congress, under pressure from demonstrators, passed a law reasserting national ownership of resources, but, Villegas said, "it is not being enforced." MAS would not only enforce the law; it would also extend its powers.
Bolivia has considerable oil reserves and, far more crucially, has the second-largest proved reserves of natural gas in South America after Venezuela - some 54 trillion cubic feet. Talk to ordinary Bolivians, and it often seems as if their profound rage and despair over what is taking place in their country is at least partly due to the gap between Bolivia's natural riches and the poverty of its people. "We shouldn't be poor" is the way Morales put it to me. This perception is hardly limited to die-hard MAS supporters. In the campaign ads being run by Morales's two main rivals for the presidency - Samuel Doria Medina, a wealthy businessman, and Jorge Quiroga, a former president - each candidate makes populist appeals. Doria Medina, in his ads, says he will "stand up" for Bolivia. And lest there be any doubt about what he is referring to, at the end of his ad he looks straight into the camera and says that if elected he will tell the multinationals, "Gentlemen, the party is over!"
If Petrobras, the oil company that is partly owned by the Brazilian state, can prosper, MAS supporters argue, why can't Bolivia adopt a similar strategy and flourish as a result? In any case, they point out, a large part of the population derives what little hope it has from Bolivia's hydrocarbon reserves. "The population," Carlos Villegas told me, "is demanding to know why these resources haven't lifted the country out of poverty. And they blame the privatization imposed by international lenders." At least according to Villegas's argument, taking back control over oil and natural gas would allow Bolivia to get a fair price and to pay for its industrialization, in the process creating employment and thus alleviating poverty, and escaping the problems that afflict so many resource-rich countries from Gabon to Indonesia. "Look, this is not a fantasy," he said at the end of our interview. "It's a perfectly feasible, practical program."
If Bolivians who support Morales and MAS seem drawn to thinking in conspiratorial terms about U.S. actions in the region, the mirror image of this attitude is to be found in Washington. There is a powerful consensus in U.S. government circles that holds that Morales is being bankrolled by Chávez - a charge that the Bolivian leader flatly denies. Roger Noriega, the former assistant secretary of state for Western Hemisphere affairs, repeatedly made the point during his tenure, echoing background briefings by Pentagon officials. "It's no secret that Morales reports to Caracas and Havana," Noriega said last July, just before leaving office. "That's where his best allies are."
Publicly, Thomas A. Shannon, Noriega's successor, has taken a more low-key approach. But the Bush administration's view of Morales does not appear to have changed significantly. Michael Shifter, a senior fellow at the Inter-American Dialogue, a policy group in Washington, and one of the shrewdest and most experienced American observers of Latin America, told me that he has been struck by the depth of conviction in Washington that Morales is dangerous. "People talk about him as if he were the Osama bin Laden of Latin America," Shifter told me, adding that, after a recent lecture Shifter gave at a military institution, two American officers came up to him and said that Morales "was a terrorist, a murderer, the worst thing ever." Shifter replied that he had seen no evidence of this. "They told me: 'You should. We have classified information: this guy is the worst thing to happen in Latin America in a long time."' In Shifter's view, there is now a tremendous sense of hysteria about Morales within the administration and especially at the Pentagon.
It has happened before. During the 2002 Bolivian elections, when Morales was a first-time candidate little known outside of the country, the U.S. ambassador at the time, Manuel Rocha, stated publicly that if Morales was elected, the U.S. would have to reconsider all future aid. Most observers, and Morales, too, who speaks of the episode with a combination of amusement and satisfaction, say that it got him and MAS at least 20 percent more votes. The current U.S. ambassador, David Greenlee, has been far more circumspect. But if anything, Washington's view of Morales has only hardened. And the reason for that, unsurprisingly, is Hugo Chávez's increasing role. As Michael Shifter puts it, "There is this tremendous fear that Chávez is living out the Fidel Castro dream of exporting revolution throughout Latin America and destabilizing the region - something that wasn't done during the cold war and is now being financed by Venezuelan oil."
For his part, Morales is unapologetic and, when pressed, grows more rather than less defiant. At his rallies, Cuban flags are ubiquitous, as are Che Guevara T-shirts and lapel pins. But he is at some pains to make the point that neither Venezuela nor Cuba is a model for the kind of society he wants Bolivia to become. Castro and Chávez, he told me, are his friends, but so are Secretary General Kofi Annan of the United Nations, President Jacques Chirac of France and Prime Minister José Luis Rodríguez Zapatero of Spain. Morales also makes a point of emphasizing that the era of "state socialism" is past. Even when he is talking about the nationalization of Bolivia's natural resources, which with the depenalization of coca cultivation is the central plank of his campaign, Morales is at pains to point out that the model he has in mind is closer to Brazil's state-owned oil giant, Petrobras, than to anything Castro would endorse.
When you spend time with Morales, it is hard not to conclude that he wants to have it both ways where his links with Chávez and Castro are concerned. For while he denies any particular affinity with either regime, there is no doubt that these two "radical" leaders are the ones to whom he has turned time and again for advice. Certainly, Hugo Chávez has made no secret of the sympathy he feels for Morales's campaign, while the state-run Cuban press has lavished a great deal of attention on Morales. MAS seems unsure of how to present these links. In Morales's campaign biography, there are angry sentences denying a connection to Chávez. But on the same page where these lines appear, there is a photograph in which Morales and the Venezuelan strongman are posed together.On the campaign trail, "populist" doesn't even begin to describe the Morales style. He seems genuinely indifferent to creature comforts. He also seems committed to a kind of political campaigning that more closely resembles the labor activism that catapulted him to fame than to political campaigning in the classic sense. Morales has drawn a number of important Bolivian economists like Carlos Villegas to his side, but he seems most at ease among his rank-and-file supporters. The overwhelming majority of MAS activists appear to be volunteers, and while they seem to view Morales's candidacy almost as a sacred cause, it quickly becomes obvious that most have little experience in electoral politics. Morales's two bodyguards didn't seem to have the first clue about how to protect their charge. He travels without any serious security, almost always moving from place to place in a single S.U.V., accompanied by only a driver, an aide and whomever he is meeting with at that particular moment. MAS campaign offices are almost all utterly unadorned except for the usual campaign paraphernalia and posters and images of the candidate, his running mate and, inevitably, Che.
Even without apparent resources, MAS is surging, and the most recent polls put Morales ahead of his two principal rivals. Yet many Bolivians, including some who are sympathetic to MAS, say privately that Morales remains something of an unknown quantity. Shifter suggested to me that Morales is "still a work in progress," and a number of well-informed Bolivians I met agreed. The problem, of course, is that given the severity of the Bolivian crisis, the militancy of so much of the population and the impossibly high level of expectations that a MAS government would engender among Bolivia's poor and its long-marginalized indigenous populations, there is very little time. It is quite accurate to speak of the rebirth of the left in Latin America, but the sad truth is that the movement's return is more a sign of despair than of hope. Almost 40 years ago, one self-proclaimed revolutionary, Che Guevara, died alone and abandoned in the Bolivian foothills. Today, another self-proclaimed revolutionary, Evo Morales, could become the country's first indigenous and first authentically leftist president. But as was true of Che himself, it is by no means clear that Morales has any hope of fulfilling the expectations of his followers.
On a stage in a soccer stadium in Mar del Plata, before a rapturous crowd and with Hugo Chávez beside him, or on the campaign trail back home, surrounded by people who look as if they would give their lives for him, Morales exudes confidence. And the more Washington makes plain its opposition to him, the greater the fervor he inspires in his supporters. But if the history of the left in Latin America teaches anything, it is that charisma is never enough. The fate of Che Guevara, who failed to foment a Latin American revolution and left no coherent societal model behind for his followers, should have taught us that already.
LA CHOLITA, IDENTIDAD CULTURAL DE BOLIVIA
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7 years ago
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