Realizador, guionista, productor, filósofo, paceño y ex
fumador, Jorge Sanjinés es uno de los teóricos más importantes del Nuevo Cine
Latinoamericano. Su potente filmografía contiene al menos dos títulos que
pasaron a ser referentes indiscutidos: Sangre de cóndor (1969) y La nación
clandestina (1989). Con su más reciente film, Insurgentes (2012), vuelve sobre
la identidad aymara/quechua del pueblo boliviano, un tema y una polémica que lo
obsesionan. Antes de su presentación de esta película en el 2º Festival de Cine
de Unasur, en San Juan, Sanjinés recorre en esta entrevista su carrera, sus
raíces europeas e indígenas, y los temas que, después de todos estos años
rodando, todavía lo desvelan.
Si se comparan
viejas fotos o algunas más recientes y su presencia actual, uno diría
simplemente: “¡Estás igual!”. Es que a Jorge Sanjinés parece que el tiempo no
le pasa. El cabello oscuro mullido, la barba, los anteojos, el rostro enjuto.
Está igual. Ahí es donde se siente su pertenencia al mundo originario. Por lo
general, los habitantes andinos, los arribeños, disimulan –más o menos– su
edad. Y este señor ya anda por los 77 años. Y no para. Sigue dando cátedra y
filmando. Como dijo el Golo (Alberto Benegas) en Tiempo de revancha de
Aristarain: “¡Es que soy indio!”. “En Bolivia todos tenemos una porción de sangre
europea e indígena”, contesta el director Sanjinés a la pregunta sobre si él
también es descendiente de los pueblos originarios. “No creo que haya un blanco
en Bolivia que pueda jactarse de tener sangre sólo europea. Yo escribí una
novela, que algún día será una película, que es la historia de dos bolivianos.
Uno es un indio del Altiplano y el otro es un joven de la sociedad elitista de
Sucre, de Chuquisaca, de la más rancia aristocracia que se pueda encontrar
allá. Los dos se conocen en la Guerra del Chaco, en el año ’33. La novela trata
una historia que tiene mucha base documentada para demostrar que ambos –uno que
es rubio, de ojos verdes y tiene la piel blanca, y el otro es aymara total– son
descendientes de un ayudante de Bartolina Sisa, de hace doscientos años.
Bartolina Sisa fue una líder y mártir de la resistencia indígena, y la
compañera de Túpac Katari. Y naturalmente el blanco es un racista. Y ésa es la
historia del país. Yo tengo antepasados que son españoles, ingleses e
indígenas. Mi abuela paterna, que nació en Bolivia, era hija de un señor
inglés, de apellido Glover.”
Jorge Sanjinés
Aramayo nació el 31 de julio de 1936 en La Paz, Bolivia. Estudió Filosofía y
Letras en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y Dirección de Cine en la
Escuela Fílmica de la Universidad Católica de Chile. Es el fundador del Grupo
Ukamau junto a Antonio Eguino, Oscar Soria y Ricardo Rada, que a mediados de
los años ’60 buscaban con sus obras reivindicar las luchas de los indígenas y
la resistencia campesina. Hoy por hoy, la Fundación Grupo Ukamau está
constituida por cineastas jóvenes como Héctor Núñez, Diego Mondaca y, entre
otros, Verónica Córdoba. En 1969, Yawar Mallku (Sangre de cóndor), que trata
sobre la esterilización inconsulta a las mujeres quechuas, fue premiada en
Venecia y se transformó en un hito del cine contestatario y rebelde de las
décadas del ’60 y ’70. En 1989, con La nación clandestina (sobre un campesino
aymara, la discriminación y la transculturación), se convirtió en el primer
director boliviano en recibir la Concha de Oro en el Festival de Cine de San
Sebastián, en el País Vasco.
Sus películas
no son ciento por ciento ficciones, ni ciento por ciento documentales. Hay algo
mixturado allí, no hay preponderancia de un género, pero sí una mezcla. Se
podría hablar de semidocumental o de documental reconstruido. “Es que la
realidad social boliviana es muy inspiradora, es muy rica. Es un país muy
interesante, con la presencia de una cultura indígena muy poderosa. Parte de
las películas de nuestro Grupo Ukamau han estado abocadas a la realización de
películas con historias de protagonistas indígenas. Porque consideramos que
políticamente era muy importante convocar la atención del resto de la sociedad
blanco-mestiza que siempre miró a la mayoría de la sociedad con mucho
desprecio, con mucha ignorancia. Y esto ha ocurrido hasta hoy o hasta hace muy
poco tiempo. Incluso la izquierda boliviana jamás pensó en los indios como una
clase estratégica, en un segmento revolucionario de la sociedad. Nunca los miró
así. Como los despreciaba o los paternalizaba, nunca se interesó en la cultura
indígena. Los marxistas bolivianos aplicaban la ortodoxia marxista en la
realidad boliviana, y no tenía nada que ver. El tema de que se pueda situar a
la cultura como una parte de la superestructura de la sociedad, que es
marxista, en la sociedad boliviana era equivocado porque la cultura está en la
base de la sociedad, e impregna, modifica e influye en todas las conductas en
todo el acontecer de esa sociedad desde abajo. Donde la cultura determina la
actividad y las acciones políticas, la política no determina la cultura. Esa es
la diferencia.”
Surge una
comparación. Insurgentes, su film más reciente, es una película didáctica
narrada en sentido inverso, que comienza en el presente y de ahí viaja al
pasado, a sus orígenes. Y ya sea para atrás o para adelante, en relación con
otras películas suyas, hay una cuestión historicista que se mantiene. Y esto se
da de la mano con lo didáctico, pero no como una pedagogía obvia y elemental
sino de lo otro, de lo que no se ve, de lo tapado. De aquellos de los que no
tienen (o tenían) voz. En cierta manera, Insurgentes puede ser una síntesis de
la obra de Sanjinés. Del blanco y negro al color, de lo semidocumental duro a
la ficción pura, con menor o mayor presupuesto, ya sea filmando en su país o en
Perú o Ecuador, siempre mostró y demostró diciendo: “Señores, acá hay un
pueblo, acá hay una sangre, ¡acá está pasando algo!”. Con todo lo que está
sucediendo últimamente en Bolivia, podemos decir que en la obra de Sanjinés
había alertas desde el cine, de la cultura. Y se llega a esto, a Insurgentes.
Que a su vez dialoga con la historia y dice que hemos llegado a estos días
porque antes pasó toda esta historia. Y no habla de cine ni de música. Habla de
los “Evos Morales” de cada tiempo, de cada siglo.
“Te voy a
contar el porqué de narrar la historia al revés. Tiene que ver con la
cosmovisión indígena. Los indios no se plantean el tiempo como un fenómeno
lineal, esto empezó acá y terminó acá, el desarrollo y el final. Tienen más
bien una comprensión más profunda de la realidad, más dialéctica también. Las
cosas no son negro o blanco, gordo o flaco, pueden ser gris también. Y de una
manera más sabia utilizan una lógica trivalente, podemos llamarla. No bivalente
como el pensamiento cartesiano europeo. Y plantear la historia de esa manera es
contarla como ellos la cuentan, como ellos la ven. Cuando te encuentras con un
narrador oral, que te cuenta una historia o una leyenda, generalmente comienza
destruyendo la intriga. En el cine occidental, la intriga, muchas veces, es el
motor de la historia. A medida que te van contando la trama, quieres saber qué
es lo que va a pasar. Como termina todo eso y muchas veces el autor se complace
y se ensaña contigo, desorientándose para hacerte creer que va a terminar así o
asá. Es una trampa generalmente la narrativa. Los indios no hacen así. Empiezan
por el final. Como ocurre en la película. ¡Un hombre indio ganó el poder! ¿Qué
pasó? ¿Cómo fue que se llegó a esto? Entonces vamos a retroceder para encontrar
el origen de este proceso.”
La pregunta
sería: ¿por qué hizo lo que hizo?, o ¿para quién lo hizo?
–También tiene
que ver con la evolución del lenguaje. Ese lenguaje que empezó a ser
occidental, una narrativa aprendida en la escuela para contar las cosas como la
cuentan las películas gringas o europeas. Y cuando las aplicábamos al
destinatario que queríamos llegar, encontrábamos que no conectábamos con ese
destinatario que no conectaba con ese lenguaje. No es que no lo entendían. No
conectaban, no lo sentían propio. Poco a poco, a través de experiencias, de
fracasos, entendimos que teníamos que cambiar la narrativa, que teníamos que
entender la cultura de ese destinatario, que no era la misma que la ciudad. Por
ejemplo, ellos en su comportamiento cotidiano, en su organización social,
¡anteponían el nosotros al yo! Eso hace la gran diferencia con el mundo de
Occidente. Y en Bolivia también con la clase dominante, el individualismo.
Educada por toda la cultura heleno-judeo-cristiana que fue construyendo los
paradigmas de la vida con el individualismo que nació, que generó después la
propiedad privada, y ésta a su vez generó el capitalismo. Y estamos jodidos hoy
en el mundo debido a este desarrollo equívoco. Los europeos se han equivocado,
como se han equivocado siempre. Ellos eran los salvajes. Pintaron de salvajes a
los indios, pero resulta que los indios eran mucho más desarrollados que ellos.
Muchísimo más avanzados socialmente que ellos. Ellos sólo tenían un desarrollo
mecánico, un desarrollo tecnológico y militar, porque tenían 7 mil años de
experiencia guerrera, tenían armas de destrucción masiva cuando entraron a la
Conquista. Al comparar flechas contra cañones no se podía vencer. Como ocurre
hoy en día con el Imperio. De alguna manera es lo mismo, ¿no? ¿Cómo puede ser
que un país poblado con dirigentes imbéciles como Bush, e ignorantes como
Cheney, manejan y dominan el mundo? Son los mismos salvajes, como los
colonizadores, con la misma política. Van a Irak y destruyen el Museo de Bagdad
y borran parte de la memoria de la humanidad. Hacen lo mismo que hacen los
curas españoles en México y queman los códices mayas. No han cambiado, no ha
pasado nada. Porque esa cultura es el individualismo, es absolutamente
limitante, es autodestructiva porque termina por volverse contra sí misma. Es
lo que está pasando hoy día en el mundo capitalista. Europa está cosechando lo
que ha sembrado. Y ese gran desafío es el que tiene y tuvo siempre la sociedad
boliviana, el de no entender la profundidad de la cultura quechua y aymara, que
son los dos grupos étnicos más grandes que hay. Entonces hay un desfasaje
tremendo porque se ha subestimado a esa mayoría y no se le ha dado la
importancia que tenía. Y cuando esa mayoría emerge por su propia cuenta, sin el
apoyo de ellos, se sorprenden y dicen: “¿Qué ha pasado? ¿Ahora estamos con un
indio con poder encima?”. Y no se resignan a ver que el canciller es indio, que
el gobernador de La Paz es indio, que la ministra de Justicia es india y que el
presidente es indio, y así. Y lo peor para ellos, para esa clase dominante, es
que están sintiendo que eso es irreversible, que eso no cambia. Puede
enfermarse o retirarse Evo Morales, o cualquier cosa, pero el piso ya se subió.
No hay paso atrás.
Con los cambios
de las políticas estatales de fomento, el surgimiento de muchas escuelas de
cine y el arribo de las nuevas tecnologías, ¿cómo ve hoy al cine
latinoamericano y a su público?
–Lo bueno es
que para una cinematografía como la boliviana, que se realiza en una ciudad que
no tiene laboratorios de cine, es una bendición. Que podamos grabar imágenes y
procesarlas de inmediato en la computadora es un salto enorme. Pero tiene su
lado negativo también. Porque los jóvenes que han empezado a hacer infinidad de
películas, en su mayor parte unos mamarrachos, no se exigen rigor. Como
tecnológicamente hay menos exigencia, el cine es más light. Como creen que
tienen la cámara más sofisticada y más carita, piensan que pueden hacer la
mejor película, existe esa distorsión. Pero también hay jóvenes que están
estudiando, que nos miran, que van a ser los cineastas de mañana, y siempre les
digo que hagan cualquier película: policiales, comedias, lo que quieran, no hay
problema. Yo no les voy a exigir que hagan sólo cine político o cine
comprometido, no. Pero que sea boliviano. Que tenga su mirada puesta en la
cultura de mi país, en la sociedad y en la problemática de los bolivianos.
Porque los bolivianos necesitan ese cine. Las sociedades se constituyen con el
arte. Es el mejor instrumento. No la política, el arte. El arte llega. (www.pagina12.com.ar)
Opinión
EVO
MORALES VIENE A ESPAÑA A REITERAR QUE EL CONFLICTO DIPLOMÁTICO ESTÁ SUPERADO
Revista
Atenea Digital de España (www.ateneadigital.es)
Una vez
concluida la reunión de trabajo con el presidente del Gobierno español, Mariano
Rajoy y una audiencia con el Rey Don Juan Carlos en Zarzuela, el presidente del
Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma vino a España en estos días
para dejar claro, dos meses después, (pero sin querer especificar detalle
alguno del encuentro al que calificó de "franco y cordial" ), que el
conflicto diplomático entre España y Bolivia queda definitivamente zanjado y
superado. "Soy indígena y anti imperialista y ese es mi pecado", dijo
en el hotel Intercontinental de Madrid a más de 40 periodistas convocados por
la Embajada del país andino. "Agentes externos quisieron enfrentar a
Bolivia y Europa". "Me sorprendió", -continuó diciendo-,
"que Rajoy me dijera hace unas horas: aquí tienes un presidente y Gobierno
amigo y para España, la prioridad es Bolivia en la ayuda al desarrollo".
El pasado dos
de julio, el Gobierno boliviano condenó la actitud de los gobiernos de España,
Francia, Italia y Portugal, al negar y prohibir acceso a un vuelo presidencial
procedente de Moscú, en el cierre del espacio aéreo de estos cuatro países,
ante la sospecha de que, a bordo del avión en el que viajaba Evo Morales,
estuviera el ex técnico de la CIA, Edward Snowden.
Evo Morales
reiteró, en numerosas ocasiones que, tras escuchar atentamente las distintas
versiones procedentes de estos países de Europa, y las conversaciones
telefónicas mantenidas con Mariano Rajoy que no quiso pormenorizar, el
enfrentamiento quedó totalmente solventado.
Lo cierto es
que, ante la situación a la que fuera sometido el presidente de Bolivia, los
países de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR, acordaron, ante la
Comunidad Internacional y los diversos organismos multilaterales, conformar una
Comisión de Seguimiento, encargando a los cancilleres respectivos, la tarea de
realizar las acciones necesarias para el esclarecimiento de los hechos.
El reciente
encuentro con su homólogo español constituye la muestra de la confianza
ratificada entre España y Bolivia. "El indígena no es vengativo y lo que
hay que hacer es luchar por los compatriotas". Pese a las acusadas
diferencias ideológicas con Rajoy, ambos son dos presidentes electos
democráticamente por los pueblos y dispuestos a retomar el trabajo conjunto que
permita avanzar en los temas de agenda de común interés.
Igualmente,
alardeó, para tranquilidad de todos, de las buenas relaciones diplomáticas
entre ambas naciones, sin obviar la labor extraordinaria de numerosas empresas
españolas (actualmente en la construcción de nuevos tramos de vías; segunda
fase de la planta en el procesamiento de gas, en Margarita; levantamiento de
ferrocarriles, Técnicas Reunidas que ejecuta la planta separadora de líquidos,
con un coste de más de 600 millones de dólares) que prestan sus servicios en el
país andino. En este sentido, Morales destacó tres elementos esenciales en los
nuevos acuerdos bilaterales: seguridad jurídica para la empresa que opera en
Bolivia, para la patria y para la vida con el debido respeto a los recursos
naturales. "El 99% de las entidades cumplen con lo firmado en
Bolivia", apostilló.
PERÚ, CHILE, BOLIVIA... Y LA CUADRATURA DEL TRIÁNGULO
Diario Correo de Perú (www.diariocorreo.pe/opinion)
La demora de La
Haya en sentenciar el litigio peruano-chileno alimenta especulaciones que ignoran
la tradicional congestión de las agendas internacionales a partir de setiembre.
La impaciencia es mala consejera, y los magistrados son ajenos al apuro, máxime
en un caso que involucra a los primeros países del Pacífico sudamericano que
reivindicaron su jurisdicción marítima sobre 200 millas en 1947, plantando la
semilla de la Declaración de Santiago y el Sistema del Pacífico Sur, al que
Colombia posteriormente se integró.
Los
antecedentes históricos, las proyecciones regionales y las virtudes exhibidas
en La Haya por los contendientes, hacen que el proceso sea especial para la
Corte, afectada por las desventuras de su fallo en el caso Colombia-Nicaragua;
y preocupada, supongo, por las decisiones que habrá de adoptar sobre la demanda
de Bolivia contra Chile. He comentado sobre estas interacciones, subrayando la
veneración de los jueces por su jurisprudencia; una fuente decisiva de Derecho
Internacional, cuyo valor y prestigio se sustentan en la coherencia entre sus
sentencias pasadas y futuras; y en el equilibrio con que debe aplicar lo
general: el Derecho de los Tratados, y lo particular: el nuevo Derecho del Mar.
La demanda de
Bolivia contra Chile se funda en los efectos jurídicos que atribuye a los
"actos unilaterales" chilenos (ofrecimientos diplomáticos de negociar
sobre la "aspiración" marítima boliviana). Presumo que la
instauración del caso ha motivado que la Corte extreme su celo para librar a su
jurisprudencia de eventuales contradicciones, dado el aparente
"paralelismo" entre la tesis boliviana y los actos propios del Perú,
que Chile esgrime en defensa de su interpretación de los acuerdos tripartitos
de 1952 y 1954. Además, aunque sea jurídicamente irrelevante, la Corte sabe que
sus decisiones gravitarán en las relaciones entre los litigantes.
En este
contexto, resulta obvio que no es oportuno ni conveniente que el Congreso
debata el acuerdo firmado con Bolivia el 19 de octubre del 2010, con el
supuesto propósito de "generar las condiciones que permitan incrementar y
ampliar" los acuerdos de 1992. El nuevo convenio se presentó como un
"upgrading" de la razonable Boliviamar de Fujimori y Paz Zamora,
convirtiéndola en Mar Bolivia. Un significativo cambio de toponimia acompañado
de alusiones al "inicio de otra etapa de nueva calidad histórica"
(¿?). Es difícil entender la porfía de insistir en nuevos acuerdos, soslayando
el patente desinterés boliviano en el tipo de concesiones otorgadas en 1992,
notoriamente desaprovechadas a pesar de su amplitud y generosidad.
Pero fue la
inclusión de inéditas ofrendas navales y marítimas lo que obligó a negociar los
reajustes que Torre Tagle sometió al Congreso en diciembre pasado,
solicitándole aprobar el acuerdo del 2010. Con prudencia infrecuente, el
Parlamento se ha resistido a hacerlo. Y debe seguir resistiéndose, por lo menos
hasta que la sentencia de La Haya se dicte y se ejecute.
No interesa
ahora que el acuerdo sea bueno o malo. Lo que importa es que sería
extremadamente inoportuno perfeccionarlo en un contexto tan distinto al que
primaba cuando se negoció y firmó. El interés nacional está de por medio, y la
Cancillería debe advertir al Legislativo sobre la necesidad de diferir ese
debate hasta que sea prudente iniciarlo en forma responsable e
independientemente informada.
No es momento
de complicar nuestras relaciones de vecindad. Es hora de serenidad y lucidez
para que la sentencia de La Haya sea el "inicio de otra etapa de nueva
calidad histórica" con Chile. El acatamiento del fallo puede abrir, en
efecto, las puertas de un futuro diferente y promisorio para ambos países.
EMIGRACIÓN
PROVOCA FALLA EN PROYECCIONES BOLIVIANAS
Spanish China (www.spanish.people.com.cn)
Los
resultados del Censo y Población y Vivienda 2012 en Bolivia arrojaron cifras
que fallaron en la proyección establecida por el estatal Instituto Nacional de
Estadística (INE) por 800.000 habitantes que son atribuidos principalmente a la
emigración de nacionales hacia otros países, según el gobierno y analistas.
La entidad
estadística proyectó 10,8 millones de habitantes para 2012; en cambio, los
resultados oficiales dados a conocer a finales de julio de este año
evidenciaron que la cifra llegó apenas a 10,027 millones de habitantes.
Además del INE, expertos y políticos apuntaron que el país bordearía los 11 millones de habitantes para este 2012, que quedó lejos de las cifras oficiales.
Además del INE, expertos y políticos apuntaron que el país bordearía los 11 millones de habitantes para este 2012, que quedó lejos de las cifras oficiales.
Este tema,
según analistas y gobierno, se debe a personas que dejaron el país y muchas veces
ni siquiera son reportadas.
El analista
Carlos Cordero dijo que la migración de 500.000 afectó a la cifra del censo,
aunque también evidenció otros factores que le han puesto dudas a este proceso.
La ministra
de Planificación, Viviana Caro, explicó que la salida de los bolivianos al
exterior es una de las explicaciones más concretas, sumado al margen de error
de 3,5 puntos que cumplen las proyecciones.
"Los
principales departamentos de los cuales la población emigra son Santa Cruz,
Cochabamba y La Paz, y en menor medida los departamentos limítrofes; corresponde
que se tome ello en cuenta.
"Tenemos
más de medio millón de personas que han dejado el país desde el Censo pasado (2001)",
informó la ministra.
Para el
analista de censos René Pereira, las cifras llaman la atención en el sentido de
que el penúltimo padrón (1992-2001) se realizó en un periodo de nueve años, y
registró un mayor crecimiento que el censo realizado en 2012, el cual recogió
datos estadísticos de los últimos 11 años (2001-2012).
"En
nueve años, la población creció más que en 11, y éste es un aspecto negativo,
porque demuestra que ahora estamos creciendo a un ritmo lento.
"Esto
puede haberse dado porque los bolivianos o bien están emigrando o se elevaron
las tasas de mortalidad; eso reflejaría malas políticas económicas y
sociales", explicó.
El demógrafo
Víctor Mesa atribuyó la desaceleración de un crecimiento de población a tres
factores dinámicos: mortalidad, migración internacional y fecundidad. "Es
preocupante el descenso de la tasa de crecimiento intercensal en este último
periodo", agregó.
SE DESACELERA
CRECIMIENTO DEMOCRAFICO
Según datos
del censo 2012, el país registró durante los últimos 11 años una tasa de
crecimiento poblacional del 1,71 por ciento, que es menor al 2,74 por ciento
que reportó el empadronamiento de 2001, en un intervalo de nueve años
(1992-2001).
Además, la
densidad poblacional es la más baja de Latinoamérica.
Desde 1950 a
2001, Bolivia tuvo una tasa de crecimiento de población ascendente, de acuerdo
con los resultados de los tres censos realizados durante ese periodo.
Por ejemplo,
en el intervalo 1950 a 1976, la cifra aumentó en 2,05 por ciento (1 millón
909.321 personas más); de 1976 a 1992, el porcentaje se elevó al 2,11 por
ciento (1 millón 807.306 habitantes).
De 1992 a
2001, la tasa continuó en ascenso con el 2,74 por ciento, equivalente a 1
millón 853.533 bolivianos más registrados en aquel censo.
Lo
preocupante es que este ritmo de crecimiento se desaceleró en el
empadronamiento del 21 de noviembre de 2012, pues los datos dan cuenta de que
la población sólo creció 1,71 por ciento, es decir, 1 millón 752.929 personas
nuevas.
Es decir, que
Bolivia crece en un promedio de de 1,8 millones por cada 10 años, aunque la
cifra debió ascender en las últimos años mucho más, según el sociólogo Hugo
Marín, por la existencia de mayor número de habitantes.
El sociólogo
explicó que hay varios factores que impiden el crecimiento de la población,
como las cuestiones, migratorias, culturales, sociales y económicas.
En el tema
cultural manifestó que se debe a que ha dejado de ser sinónimo de hombría el
tener varios hijos y dejar a la mujer en la casa a su cuidado.
En lo social,
la mujer se ha liberado de los esquemas machistas y comenzó a superarse
profesionalmente y, por tanto, no está dispuesta a estar en la casa como ama de
casa del pasado.
Por tanto,
limita a la tenencia de hijos o hijas. "Esto tiene que ver con el cambio
de visión social de la familia, pues cuanto menos hijos mejores condiciones de
vida.
"A esto
se suma que ahora el padre y la madre trabajan y, por tanto, no tienen abasto
para cuidar más de tres hijos; estos factores influyen en el bajo crecimiento
poblacional", explicó el sociólogo.
El
caso Roger Pinto Molina, senador de la oposición boliviana exiliado en el
Brasil
LA
MONTAÑA PARIÓ UN RATÓN
Rebelión
de España (www.rebelion.org)
Son tiempos
difíciles para el personal de carrera de Itamaraty (Ministerio de Relaciones
Exteriores de Brasil), institución cuyo espíritu de cuerpo preferiría ser un
espejo tropical del Foreign Office inglés. Acontece que al Sur del mundo
ocurren imprevistos, aunque menos intensos que en el Mundo Árabe e Islámico.
Después de confrontarse con el espionaje electrónico de la potencia hegemónica
y salir mareado, el canciller Antonio Patriota no resistió a un quiebre de
jerarquía. Para agravar su situación, el acto del encargado de negocios del
Brasil en Bolivia, Eduardo Saboia, generó el hecho necesario para cambiar la
situación. Finalmente la derecha política (dentro y fuera del gobierno) tiene
un caballo de batalla en la pauta de las relaciones exteriores. El asilo del
senador de oposición boliviano Roger Pinto Molina, representante del
departamento de Pando por la Convergencia Nacional, y su posterior fuga del
país, abrió el flanco generando la motivación necesaria para que Dilma Rousseff
cambiara al ministro. Hubo cambio de posición entre los gobiernos de Lula y de
Dilma. El primero, que definitivamente tiene que ser blanco de críticas de la
izquierda operó una política externa de pragmatismo diplomático, abriendo
mercados y pulverizando a los compañeros comerciales brasileños. Ya el gobierno
Dilma se muestra con una reaproximación paulatina a la posición más “neutral”
del Brasil, tanto en cuestiones regionales como planetarias.
El Brasil
tiene por tradición la concesión de asilos
La tradición
diplomática brasileña es conceder asilo, pero no ser parte en una operación
internacional como la ejecutada con el senador boliviano Roger Pinto Molina.
Por los acuerdos firmados entre ambos países, así como los miembros del
MERCOSUR, la concesión de asilo tendría que venir acompañada por un
salvoconducto. El beneficio del asilo sin poder hacer efectiva la salida del
oposicionista también acusado por crímenes comunes, creó una situación de hecho
durante 15 meses y también generó la ira de los diplomáticos de carrera de
Itamaraty.
Antes que los
lectores más militantes se enojen con este texto, advierto que el mismo intenta
ser analítico del comportamiento de la 5ª economía del mundo para con los
vecinos. Es un hecho que durante el gobierno de Lula (2003-2010), el Brasil se
comportó relativamente bien en algunas situaciones, como lo hizo al recibir
como asilado en su embajada en Tegucigalpa a Manuel Zelaya Rosales, presidente
depuesto por un golpe de Estado en Honduras en junio de 2009.
Roger no fue
el primer tabú de Lula y Dilma en la pauta, basta acordarse de Cesare Battisti,
el ex-guerrillero urbano italiano que recibió asilo en el país. Después de idas
y venidas en el Supremo Tribunal Federal (STF, Suprema Corte brasileña),
Battisti fue liberado del Complejo Penitenciario de la Papuda (en el Distrito
Federal), adquiriendo la libertad en junio de 2011. Aún en el primer gobierno
Lula, en abril de 2005, el Ministerio de las Relaciones Exteriores del Brasil
(Itamaraty) ofreció asilo al depuesto ex-mandatario ecuatoriano, coronel Lucio
Gutiérrez Ruiz. Como se sabe, el coronel Gutiérrez presidente electo en 2002,
justamente por haber tomado parte –o al menos no haber reprimido– un
levantamiento popular contra las medidas neoliberales de Jamil Mahuad, con
medidas semejantes que llevaron la deposición del también neoliberal Abdalá
Bucaram. En 2005, Gutiérrez sufre del mismo remedio y, después de intentar
implantar medidas anti-populares, una pueblada lo depuso. Gutiérrez finalmente
desistió del asilo y vagó por el continente.
Brasil tiene
una ancha tradición de asilo político para disidentes de diferentes matices
políticos. Unos que hasta preferíamos que no vinieran al país, como el propio
Pinto Molina, o tal como los militares paraguayos, Alfredo Stroessner
(ex-dictador del Paraguay, de 1954 a 1989) y su ex-aliado, Lino Oviedo,
ex-comandante del Ejército Paraguayo que comandó una tentativa de golpe en
1996. El gobierno Menem lo recibió primero y después el Brasil.
El cambio de
cancilleres en el gobierno Dilma: sale Patriota y entra Figueiredo
El recambio,
con la venida de Luiz Alberto Figueiredo desde la representación de la ONU y la
ida de Patriota de esta función puede ser positivo para el actual gobierno.
Definitivamente, Dilma no está consiguiendo repetir casi nada de los ocho años
anteriores. Durante los dos mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva Brasil ganó
una proyección inédita hasta entonces, llegando al ápice como pívot en tres
ambientes complementarios, a saber: BRICS, G-20 y UNASUR. El alineamiento
brasileño vuelto hacia las relaciones Sur-Sur y el pragmatismo comercial,
priorizando el acceso y apertura de nuevos mercados la reveldía a alinearse
explícitamente con los EUA y su selectiva defensa de los derechos humanos llevó
a dos situaciones en nuestra política interna. Irritó los defensores de
relaciones más “carnales” con la potencia hegemónica, a ejemplo del cordón
umbilical que conectara a Fernando Henrique Cardoso con Bill Clinton.
Simultáneamente hizo del entonces canciller Celso Amorim, hoy al frente de la
Defensa, una estrella en ascenso.
De 2011 para
acá no hubo brillo y cuando estuvimos en evidencia, la agenda tampoco fue
positiva. Sería más confortable defender el gesto que nos ocupa si ocurriera en
un país alineado a los EUA y el opositor fuera un activista de derechos
humanos. Ocurrió lo contrario. Roger Molina es ultrasospechoso y hubo un doble
quiebre de la jerarquía, diplomática y militar. Aun así, el diplomático
brasileño tiene razón. Preferible el castigo por haber desobedecido a sus
superiores, que tener un cadáver en su hoja de servicios. Mientras la oposición
aprovecha al huésped antibolivariano, el palacio Planalto borra otro incendio,
pero de segunda monta. Esta vez, la montaña parió un ratón.
TIWANAKU Y LA INDUSTRIA MUSICAL CONTEMPORÁNEA
Los Andes de Perú (www.losandes.com.pe/Sociedad)
Durante los
años 550 / 600 hasta 1,100 / 1,200 d.C. tiempo al que se denomina como la Época
del Horizonte Medio en el Área Andina; en los actuales territorios del Perú y
Bolivia, se desarrollaron dos grandes culturas: en el Área Central Andina la
cultura Wari, que abarcó gran parte del territorio peruano, teniendo como sede
central a la ciudad de Wari, ubicada a 23 kilómetros de la actual ciudad de
Ayacucho (Perú); y en el Área Circum Titicaca, estaban los Tiwanaku, cuya sede
se encontraba en la ciudad de Tiwanacu, en el actual departamento de La Paz
(Bolivia).
De acuerdo a
los investigadores de la Arqueología Andina, Tiwanaku viene a ser una de las
grandes culturas que se desarrolló en el territorio altiplánico, ocupando los
actuales territorios de Bolivia, Chile y Perú. Su cronología comprende desde el
formativo (1,000 años a.C.) hasta finales del Horizonte Medio (1,200 d.C.)
(Ponce Sanginés: 1,970).
Tiwanaku, al
igual que Wari, durante el transcurso de su desarrollo impuso su religión,
arte, ideología y costumbres a los pueblos sometidos sea por conquista o
alianzas, los mismos que plasmaron y practicaron como una forma de adhesión y
respeto a cada uno de los centros de poder. Una de estas artes que es materia
de nuestra investigación, es la música (abordada a partir de los instrumentos
musicales), como una forma de expresión de la experiencia del hombre en
relación con su entorno geográfico y social; es decir, ritual y ceremonial, el
mismo que vino a través del tiempo transmitiéndose de generación en generación,
convirtiéndose en símbolo de la identidad de cada uno de los pueblos.
En algunos
casos permanece esta situación, a pesar de haber sufrido cambios,
modificaciones, innovaciones y hasta extirpaciones; y que hoy se resisten a ser
borrados por la globalización, no tanto por el fenómeno en sí, sino, por la
mala práctica y adecuación de quienes lo ejercen.
Las primeras
manifestaciones musicales de los Tiwanaku, en todo el territorio bajo su
dominio, en su momento fue lo tradicional probablemente por mucho tiempo; luego
innovado en la época del Tawantinsuyo que a su vez, durante el incanato fue
también su identidad, hasta la llegada de los españoles, quienes se ensañan con
las costumbres y tradiciones que se venía practicando, introduciendo nuevos
elementos culturales, nuevas costumbres y con ello nuevos instrumentos
musicales y nuevas formas de expresión musical; los mismos que fueron
absorbidos por el mundo andino, que lo adecuó a su vivencia y muchos de ellos
hoy forman parte de su identidad cultural.
Tal es el caso
particular del departamento de Puno, que en la actualidad es considerado como
la Capital Folklórica del Perú. Destaca por la peculiaridad variedad y
multicolorido de sus danzas expresadas como parte de los festejos a la Virgen
de la Candelaria, siendo uno de los sucesos de fe más importantes de la cultura
andina, y que en estos momentos con toda justicia se lucha para que esta
festividad sea declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad, cumpliéndose
de esta manera, el anhelo no solamente de los que practican; sino, de toda la
Región Puno, del Perú entero y de toda el Área Andina. De acuerdo a nuestro
entender es justo y necesario: justo debido a que esta celebración de la fiesta
de la Virgen de la Candelaria reúne a multitudes y masas de peregrinos de todo
el mundo y concentra la mayor cantidad de actores directos e indirectos. Y
necesario, porque de esta manera se perenniza su intangibilidad, al mismo
tiempo asegurándose su permanencia en el tiempo.
Precisamente, a
esta manifestación cultural que se da en estas tierras donde habitaron los
Tiwanaku; la denominamos como la primera industria musical contemporánea;
debido a la generación masiva de ocupaciones y movimientos económicos
relacionados a esta festividad, estableciendo consigo la demanda de mano de
obra a nivel regional, logrando dar ocupación y ser fuente de ingreso económico
a muchas familias. Dada la competencia muy arraigada de grupos sociales de
diversa índole bien organizados que quieren ser los mejores y lucir lo mejor
que puedan.
La segunda
industria musical contemporánea en lo que fue el territorio de los Tiwanaku,
principalmente en el departamento de Puno, estaría dándose como resultado del
uso del órgano electrónico, un instrumento musical conocido en el mundo andino
como teclado, introducido como elemento principal al folklore en la región
sureña, por los hermanos Isaura y Basilio Choqueapaza a inicios de este siglo,
quienes logran fusionar el huayno peruano y la cumbia boliviana, con lo que,
llegó a las altas esferas del folklore peruano con el seudónimo de Isaurita de
los Andes. A ella continuaron otras como Fresialinda, Yobana Hancco, Rosario
Flores, Príncipe Sandino, entre otros.
En la
actualidad, a nivel del Perú, a este fenómeno musical se le identifica como el
“huayno sureño”. Desde entonces vino convirtiéndose en una novedad musical,
cuyos intérpretes o impulsores actualmente se vienen multiplicado,
principalmente en Juliaca, región altiplánica de Puno. De todos ellos, podemos
destacar el trabajo musical de Lupe Dulce Floricielo, Yarita Lizeth, Jazmín
Navarro, Maribel Huaquisto, Luz Yeny de los Andes, Melyna La Estrella del Sur,
Margarita Turpo; quienes, al interior de este género musical vienen forjando
con innovaciones, agregando nuevos sonidos, cambios de tonalidad y ritmo,
buscando complacer al público y llegar al gusto y popularidad al interior de la
música andina.
Cabe resaltar
que en el trabajo de campo de nuestra investigación, realizado precisamente en
el sur peruano, Juliaca; nos llamó poderosamente la atención el trabajo musical
de Belinda Torres, quien logró fusionar el huayno sureño con la cumbia villera
de Argentina, obteniendo un ritmo mucho más alegre y eufórico y con la
desbordante alegría contagiosa y el profesionalismo con que ejerce su carrera
musical teniendo al teclado como instrumento principal; llamándolo a este ritmo
musical como el “huayno villero”, con lo cual, viene alcanzando una buena
aceptación no sólo a nivel del sur peruano, sino, cual un fenómeno musical,
logró una buena acogida en Bolivia, Chile, Argentina y Brasil. Y ahora viene
conquistando el territorio peruano.
Por lo tanto,
las innovaciones o incorporaciones de otros instrumentos musicales al folklore,
hace que la música andina sea inclusiva, asegurando de este modo su permanencia
para las generaciones futuras, tal como vino sucediendo desde los tiempos
prehispánicos, con cambios, inclusiones e innovaciones en diferentes etapas de
nuestra historia, continúa en la actualidad y lo mismo sucederá en el futuro.
Probablemente pasará un tiempo prudente para que este “huayno sureño” forme
parte oficial del patrimonio o identidad cultural, principalmente del
departamento de Puno.
TRADICIONAL BEBIDA API “WIÑAYMARCA” PARTICIPA EN MISTURA
2013
Los Andes de Perú (www.losandes.com.pe)
El Api
“Wiñaymarca”, producido por la cadena de productores “Molinera Wiñaymarca”,
está presente en el rubro “Emolientes” del festival gastronómico “Mistura
2013”, el más importante evento culinario del país.
El Api es una
bebida tradicional del altiplano peruano-boliviano; desde siglos atrás, antes
de que existieran las repúblicas del Perú y Bolivia y el altiplano andino era
uno solo, esta bebida se producía con el maíz morado proveniente de los valles
de los ahora departamentos de Arequipa y Cusco, mientras que la tecnología de
transformación para convertirlo en Api se realizaba en el altiplano.
Hoy, la cadena
de productores Molinera Wiñaymarca que produce el Api Wiñaymarca, sigue
manteniendo esta vieja tradición pues está elaborado con el maíz morado de mejor
calidad que se produce en Arequipa, mientras que la tecnología de
transformación la realizan productores puneños, liderados por Atanacio Chalco
Limache, quien es su gerente general.
Atanacio Chalco
es oriundo de la isla de Anapia, provincia de Yunguyo, ubicado en el lago menor
del Titicaca conocido como “Wiñaymarca”. De allí el nombre del producto que con
orgullo esta cadena de productores de Puno y Arequipa presentan en Mistura
2013, como una contribución al paladar y a la alimentación nutritiva para la población.
JUJUY PRESENTARÁ SU POTENCIAL EMPRESARIO EN BOLIVIA
El Ministerio de Producción y la Cámara de Comercio
Exterior participarán en la Feria Internacional de Santa Cruz, que tendrá lugar
en Bolivia desde el 20 de setiembre próximo, promoviendo por primera vez
transporte especial desde Jujuy hasta esa ciudad a precio diferencial.
Jujuy on line de Argentina
(www.jujuyonlinenoticias.com.ar)
Así lo anunció
el Secretario de Desarrollo PyME e Integración Regional Gustavo Ortiz y el
Presidente de la Cámara de Comercio Exterior, ingeniero Raúl Villafañe, bajo la
premisa de lograr la participación de empresas locales en una de las
exhibiciones más importantes de Sudamérica con reconocimiento mundial.
Ortiz señaló la
política provincial de acompañar al empresariado para que formen parte del
stand local en el pabellón argentino de la ExpoCruz, el cual contará con
gráfica y personal que transmitirá la labor ejecutada por la Cámara de Comercio
Exterior, la Cámara PyME y la Unión Industrial.
“Esperemos que
los representantes jujeños puedan generar negocios y que más empresas en la
provincia tengan la posibilidad de exportar”, dijo el funcionario. Además, no
descartó la posibilidad de avanzar en encuentros entre gobiernos para difundir
una vez más las bondades del Paso de Jama como corredor internacional y otras
líneas oficiales que contribuyan a allanar beneficios para el ámbito privado.
Por su parte,
el Presidente de la Cámara de Comercio Exterior, ingeniero Raúl Villafañe,
invitó al empresariado a sumarse a la agenda prevista desde el 25 al 29 de
setiembre, mediante el acuerdo previsto con una empresa aérea boliviana que
ofrece un vuelo chárter con 50 plazas disponibles y con un costo general de 800
dólares, para llevar exclusivamente a jujeños a Santa Cruz de la Sierra.
Recordó que la
participación en ferias internacionales fue uno de los puntos consensuados con
el Ministerio de Producción como parte de un plan provincial. En este caso,
ponderó que en esta oportunidad se viabilizará la participación jujeña en
rondas de negocios, la firma de convenios específicos entre la Cámara jujeña y
la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO),
la promoción de Jama y la invitación a protagonistas de la ExpoCruz para la
ExpoJuy 2014.
Junto al
Secretario Sebastián Mealla, Villafañe recordó que esta Feria boliviana es de
orden multisectorial y permitirá reforzar el intercambio comercial, proyectar
acciones frente a mercados de toda la región sudamericana e incluso apuntar a
Europa, en base a los alcances actuales de productos alimenticios de la
provincia.
Finalmente,
manifestó que la Cámara se encuentra diagramando un proyecto de consorcio de
exportaciones destinado a pymes que quieran insertarse internacionalmente, y
que también se prevé presencia jujeña durante octubre venidero en la mayor
feria de alimentos y bebidas del mundo: Anuga en Colonia, Alemania.
“… DISCURSOS, BANQUETES, BRINDIS Y PALABRAS, PALABRAS Y
PALABRAS…”
En torno al libro de Ricardo Scavone Yegros, Después de
la guerra. Las relaciones paraguayo-bolivianas desde el Tratado de Paz hasta
1952, Asunción, Servilibro, 2013.
ABC de Paraguay (www.abc.com.py/edicion-impresa)
Aunque pueda
parecer extraño, teniendo en cuenta el vasto movimiento historiográfico que
generó el conflicto por el Chaco Boreal, sus antecedentes y sus derivaciones,
hasta la fecha no habían sido estudiadas las relaciones paraguayo-bolivianas
después de que se suscribiera el Tratado de Paz, Amistad y Límites el 21 de
julio de 1938.
Como es
conocido, la larga controversia por la región chaqueña llevó a ambas Repúblicas
a una cruenta guerra de tres años, en la que se calcula que murieron más de
35.000 paraguayos y 50.000 bolivianos. Sin embargo, de ese alto costo, como
bien lo resumiera el ingeniero Jorge T. Lavadenz, ni Bolivia logró una salida
soberana al río Paraguay ni Paraguay logró conquistar terrenos que
probablemente eran petrolíferos. La salida lógica era, por lo tanto, que los
dos perdedores se pusieran de acuerdo para tratar de aminorar sus deficiencias,
y que ambos bandos trataran de olvidar sus tragedias y compensar los males del
pasado con una amistad cordial y duradera.
Este libro es
el primer abordaje sistemático de las relaciones bilaterales en los años de la
posguerra, centrándose en las iniciativas y actitudes de los gobiernos, sus
decisiones y el resultado de las mismas.
Varios estudios
recientes de Ricardo Scavone Yegros (Historia de las Relaciones entre el
Paraguay y Bolivia en el siglo XIX, Historia de las Relaciones Internacionales
del Paraguay, Guerra internacional y enfrentamientos políticos) que constituyen
el armazón de la presente publicación, avalan un notabilísimo conocimiento del
tema refrendado, en cada caso, por un apreciable corpus de fuentes diplomáticas
inéditas provenientes, en su mayoría, de los archivos de los ministerios de
Relaciones Exteriores de Bolivia y de Paraguay. En efecto, el autor hace un uso
exhaustivo de esos documentos; sin embargo, ese soporte queda matizado y
contrastado con una buena selección bibliográfica, entre la que destacan
biografías, relatos autobiográficos y memorias editas de los principales
actores políticos de ambos países, lo que permite, al lector, el debate teórico
e historiográfico en torno a las cuestiones que se van desentrañando.
La obra está
estructurada en cinco capítulos. En el primero quedan planteadas las
principales cuestiones que determinaron la agenda bilateral en los años
inmediatos a la posguerra: la promoción del intercambio comercial, las
condiciones para arribar a un acuerdo petrolero amplio y las iniciativas para
alcanzar una efectiva integración física.
Tanto el
gobierno de Paraguay, a cargo de Félix Paiva, como el de Bolivia, presidido por
Germán Busch, eran conscientes, en 1938, de que un medio eficaz para
incrementar las relaciones consistía en promover el intercambio comercial.
En pos de ese
objetivo, Paraguay garantizó, en el tratado de paz, el más amplio libre
tránsito por su territorio, especialmente por la zona de Puerto Casado, de las
mercaderías que llegasen procedentes del exterior con destino a Bolivia y de
los productos que salieran de Bolivia para ser embarcados por dicha zona,
pudiendo instalar allí agencias aduaneras y construir depósitos y almacenes.
Se planteó,
asimismo, conformar una comisión mixta para elaborar un modus vivendi comercial
que sirviera de base para la negociación de un acuerdo definitivo de comercio.
Al mismo tiempo, ambos gobiernos tenían conciencia de que los inadecuados
caminos del Chaco representaban un inconveniente tremendo para concretar un
tráfico mercantil activo pero que solo por esa vía directa podían obtener
beneficios reales, puesto que la indirecta, por territorio argentino, mediante
la conexión ferroviaria entre La Quiaca, Embarcación y Formosa, presentaba la
desventaja del alto costo del flete.
Entre los
testimonios que se presentan para mostrar esta condición, se cita el de
Federico Ávila, quien encabezó la Comisión Comercial boliviana de 1939 y dejó
escrito que: “Al atravesar el Chaco Boreal, más de una vez le asalta al viajero
este pensamiento: Ni aun llevando oro de Bolivia para traer del Paraguay
piedras preciosas, se animaría el comerciante a efectuar con frecuencia este
penoso recorrido. La verdad es que mientras no se solucione seriamente el
problema máximo de las comunicaciones, es perder el tiempo hablar del
intercambio comercial entre ambos países”.
De este modo,
el plan para la construcción y financiación de una carretera o de un
ferrocarril estaría permanentemente presente en las relaciones interestatales
durante todos los años cuarenta, pero tanto uno como otro gobierno, en
distintos momentos, alegaron razones de índole económica y militar, las que, en
definitiva, acabarían por frustrarlo.
La otra
cuestión considerada desde el inicio de la obra es la concerniente al proyecto
petrolero. Como es conocido, en 1936, se inició en Bolivia el proceso de
nacionalización de los recursos petroleros.
En diciembre de
ese año, se creó la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales
Bolivianos (YPFB), que terminaría concentrando la producción y la
comercialización del petróleo en ese país; en enero del siguiente año, se le
asignaron zonas que se encontraban bajo reserva fiscal; y, en marzo, se decretó
la caducidad del contrato con la Standard Oil Company de Bolivia, cuyos bienes,
acciones y derechos pasaron a integrar el activo de la nueva empresa estatal.
Después, se le
dotó de una ley orgánica y se le confirió el monopolio de la importación y
distribución de carburantes. A partir de estas acciones, el petróleo pasó a
constituir, sin duda, el producto que más concretamente podía potenciar la
efectiva complementación económica paraguayo-boliviana y, a su vez, un factor
clave de las relaciones comerciales y políticas de Bolivia con Argentina y
Brasil.
Pues bien, a
principios de 1939, integrantes de la elite política de los dos países
sostenían que el petróleo de Bolivia podía venderse en el Paraguay a un precio
inferior al de otras procedencias y que su transporte por el Chaco, desde
Camiri, era incluso más fácil y económico que de allí a los principales
mercados del Occidente boliviano. Esta convicción se materializó el 21 de abril
de 1939 con la firma de un contrato ad-referéndum, según el cual YPFB
instalaría en zonas francas concedidas por el Gobierno paraguayo, y ubicadas en
la margen derecha del río Paraguay, plantas de almacenamiento, recepción y
despacho de petróleo y almacenes para mercaderías. A partir de ese momento, la
construcción de un oleoducto que llegara hasta el río Paraguay se constituyó en
el tema más ambicioso de la agenda bilateral.
Los sucesivos
acuerdos oficiales sobre la materia petrolera así como la retórica que los
rodeó son retomados en los dos capítulos siguientes, de manera particular en el
tercero, en el que se da cuenta de los Acuerdos de Villamontes, firmados en el
contexto del encuentro en la frontera de los presidentes Higinio Morínigo y
Enrique Peñaranda, en noviembre de 1943. Allí, los jefes de Estado suscribieron
el Convenio para la Construcción de un Camino Carretero que uniera las
Repúblicas del Paraguay y Bolivia, el Convenio sobre Constitución de una
Comisión Mixta que estudiase las bases de un Tratado de Comercio y “Modus
Vivendi Comercial”, el Convenio para la Construcción de un Oleoducto y un
Protocolo sobre Cooperación Internacional. Sin lugar a dudas, estos
instrumentos establecieron un plan ambicioso de trabajo con el que se pretendía
consolidar, en forma paulatina, vínculos estrechos entre Paraguay y Bolivia.
Sin embargo,
transcurrida una década de esos pactos históricos, el proyecto petrolero no se
había concretado. Un conjunto de obstáculos y de inercias aparecen desgranadas
en el relato a fin de dar cuenta de ese resultado, pudiendo resumirse de la
siguiente manera. En lo que hace al primer convenio, establecido en 1939, las
presiones del Brasil –que no veía con buenos ojos las gestiones para la
provisión de petróleo boliviano al Paraguay, pues tenía interés en absorber
todo ese petróleo en su propio mercado– y las del gobierno de Estados Unidos de
América –que velaba por los intereses de la Standard Oil y, a la vez, temía que
Alemania financiara el oleoducto y las refinerías en su propio beneficio–
condicionaron que el Gobierno paraguayo finalmente no lo aprobase. Poco
después, la administración del general José Félix Estigarribia, por Decreto-Ley
1755 del 8 de junio de 1940, reguló la prospección, investigación y explotación
de yacimientos de petróleo y otros hidrocarburos con el propósito de promover
sus propios intereses en materia petrolífera lo que, en adelante, determinó la
conducta del Paraguay. A esto se sumó, según sostiene Ricardo Scavone Yegros,
la comprobación de que “en algunas ocasiones, el entusiasmo con relación al
oleoducto fue aplacado por las expectativas de encontrar petróleo en el Chaco
paraguayo”.
En el caso de
Bolivia hay que señalar que en los años de la inmediata posguerra el petróleo
producido en su territorio era insuficiente para asegurar el autoabastecimiento
y llegaba con dificultad a las regiones más pobladas de ese país. Por tanto, si
bien Bolivia miraba el oleoducto hasta el río Paraguay como un medio para
adquirir autonomía en el manejo de su riqueza petrolífera, priorizó las
inversiones tendientes a atender, sobre todo, sus necesidades internas.
Sin duda, entre
los aciertos de la obra sobresale el de una concisa y, a la vez, muy lograda
contextualización de la realidad política y social de ambos países, lo que dota
a Ricardo Scavone de una gran seguridad a la hora de explorar las distintas
dimensiones de las relaciones bilaterales.
Quedan
delineados los cambios profundos que en la organización de ambos Estados supuso
la Guerra del Chaco y el papel desempeñado por la elite política en los años
siguientes. En el caso de Bolivia, entre 1936 y 1939, imperó una suerte de
“socialismo militar” durante el cual, si bien no se produjeron transformaciones
profundas, salvo en lo concerniente al petróleo, se crearon las condiciones
para llevarlas adelante.
A las
administraciones de David Toro y Germán Busch, le siguió la del general Enrique
Peñaranda. En 1943, un golpe cívico militar encabezado por el mayor Gualberto
Villarroel y el civil doctor Víctor Paz Estenssoro, líder del Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR), determinó la caída de Peñaranda y abrió un
proceso político dramático que tuvo su punto más álgido con el derrumbamiento
del gobierno de Villarroel, en 1946, a consecuencia de una escalada de
violencia que culminó con al asesinato del presidente en el Palacio de Gobierno
y el colgamiento de su cuerpo en uno de los faroles de la plaza Murillo. En
cuanto al Paraguay, la finalización de la contienda puso término al orden
liberal en lo político y económico, y se buscó dar respuesta a los problemas
sociales por medio de programas ideológicos distintos, con una fuerte
injerencia de los jefes y oficiales que habían combatido en el Chaco.
La muerte del
presidente Estigarribia en un accidente aéreo, el 7 de setiembre de 1940, abrió
una época de tensiones y enfrentamientos internos que se agudizaron durante la
gestión de Higinio Morínigo. Este proceso, como así también la cruenta guerra
civil que asoló a la sociedad entre marzo y agosto de 1947, y las divisiones
internas del Partido Colorado, es hábilmente descrito lo que permite sopesar
eventuales relaciones entre la situación doméstica y las relaciones bilaterales
pero, sobre todo, facilita la identificación de afinidades políticas entre
ambos sistemas políticos.
Siguiendo el
enfoque propuesto para esta investigación, quedan destacadas, en distintos
momentos del libro, la personalidad y la actuación diplomática de algunos de
los más influyentes intelectuales paraguayos y bolivianos.
En el caso de
Paraguay, sobresalen Justo Pastor Benítez, periodista, catedrático y ensayista,
quien se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores durante la Guerra del
Chaco y luego estuvo a cargo de la legación en La Paz durante la presidencia de
Félix Paiva; el sociólogo y escritor Justo Prieto, a cargo del ministerio de
Relaciones Exteriores durante la gestión de Estigarribia; y el historiador
Julio César Chaves, quien durante la Guerra del Chaco había servido en el
Comando en Jefe del Ejército en Campaña, mereciendo desde entonces el aprecio y
la confianza del general Estigarribia, por lo que este le confió la
representación diplomática en Bolivia.
Ya para finales
de los años treinta, los tres eran destacados letrados, habían dedicado buena
parte de sus esfuerzos intelectuales en dar a conocer la historia y las
condiciones sociales del Paraguay y, en el caso de Chaves, a demostrar mediante
un conjunto de estudios históricos la justicia de los derechos del Paraguay
sobre el Chaco.
Por esas
razones, yo esperaba encontrar, en alguna sección del texto, información
referida a, por ejemplo, una campaña de esclarecimiento entre la sociedad
boliviana o acciones de cooperación cultural –conferencias, libros,
intercambios de discursos históricos– que ayudasen a superar el desconocimiento
mutuo y a establecer una efectiva confianza mutua. Pero nada de todo esto
aparece o surge de la documentación presentada. Según las pruebas disponibles,
esto se debió a la intermitencia de los esfuerzos o bien, en el caso de Chaves,
al poco tiempo que permaneció en Bolivia.
La impresión
que le queda al lector de este libro –tremendamente útil para los historiadores
de las relaciones internacionales– es la de frustración. Luego de más de una
década, no obstante, los ambiciosos acuerdos, las prestigiosas figuras que
lideraron la diplomacia y el notable impulso que le imprimieron los jefes de
Estado, un profundo desconocimiento siguió separando a las sociedades paraguaya
y boliviana, a sus gobernantes, a sus intelectuales, a sus hombres de empresa,
a sus medios de comunicación.
Además de
frustrante, el resultado es paradójico, habida cuenta de que los dos países
vivían “crucificados por la tiranía geográfica” y esa fatalidad común parecía
condicionarlos a que, en materia internacional, ajustaran un ritmo paralelo y
aspiraran a idénticos objetivos sustanciales.
Mas esto no
ocurrió. ¿Qué faltó? ¿Sinceridad, persistencia, voluntad política? ¿Quizás la
diplomacia no supo captar lo esencial de las diferencias entre ambas sociedades
ni hacerlas visibles a los gobernantes y las opiniones públicas? ¿Tampoco supo
identificar los medios para concretar los grandes proyectos que se plantearon?
Quizás la respuesta esté, en efecto, en la lapidaria conclusión a la que Luis
J. González arribó en 1947 en el ensayo Paraguay, prisionero geopolítico:
“Ambas diplomacias se extraviaron en los meandros rutinarios e inoficiosos de
siempre: discursos, banquetes, brindis y palabras, palabras y palabras…”.
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