Wednesday, December 30, 2020

LA MIRADA DE UN NUEVO PRESIDENTE BOLIVIANO DE EL ALTO

El Alto evoca la imagen de un desvalido político en ascenso cuya voz indígena ha logrado resonar en todo el país en la última década. Mientras Bolivia vuelve al liderazgo del MAS bajo Luis Arce, la comunidad de las tierras altas ha demostrado que continuará elevando los intereses de los grupos indígenas y rurales, amplificando sus voces desde las cimas de las montañas.

Bolivia ha estado en un cambio político durante el último año, pero el 18 de octubre el país vio una elección sorprendentemente exitosa. El candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) , Luis Arce, se adjudicó una victoria anticipada con el 52,4 por ciento de los votos. Carlos Mesa, el otro candidato principal, rápidamente cedió y dijo : “Depende de nosotros, como corresponde a los que creemos en la democracia […] reconocer que ha habido un ganador en esta elección”.

La historia política del presidente electo Arce está perfectamente entrelazada con la del expresidente Evo Morales. Arce fue ministro de Finanzas durante la mayor parte de la administración de Morales, y fue Morales quien respaldó a Arce para encabezar la boleta 2020 del partido MAS. Estos dos líderes políticos no solo tienen una historia compartida en el gobierno, sino que ambos tienen profundos vínculos con la ciudad de El Alto, una metrópolis en crecimiento que descansa sobre La Paz, donde el presidente Arce pasó la última semana de su campaña.

Sentado aproximadamente a 4.150 metros sobre el nivel del mar, El Alto saltó a la fama con el ascenso de Morales a la presidencia. A pocas millas de La Paz, y en su mayoría compuesto por pueblos indígenas, particularmente de ascendencia aymara, El Alto ha logrado avances sustanciales en los últimos años. Después de soportar décadas de exclusión social y persistir a través de episodios de violencia estatal , los pueblos indígenas de El Alto convirtieron sus frustraciones en acción política, constituyendo más del 70 por ciento de la base de votantes de Morales.

En el primer mandato de Morales, fueron las personas de comunidades rurales como El Alto las que avanzaron no solo económicamente, sino que también experimentaron una ola de celebración cultural . Las mujeres indígenas, a menudo denominadas “ cholitas ” , que durante mucho tiempo fueron rechazadas por la vida social boliviana, asumieron cargos públicos. En las calles y restaurantes populares surgieron estilos de ropa que antes se evitaban, como las polleras, una falda plisada al estilo nativo, y la comida tradicional boliviana. Los nuevos edificios altos y coloridos también reflejaron la expresión física de la clase indígena recientemente aclamada. Como dijo un arquitecto aymara, “Con la llegada de nuestro presidente Evo [Morales], nuestra cultura ha sido llevada al frente. Ahora se puede decir: 'Tengo dinero, puedo hacer esto si quiero'. Nuestra cultura ha perdido el miedo ”.  

El surgimiento de los indígenas en la cultura popular dio lugar al término “ burguesía aymara ” cuando estos grupos comenzaron a tomar más espacios públicos y migrar fuera de sus pueblos de origen. Generando nueva riqueza como comerciantes callejeros y artesanos, y en ocasiones haciendo la transición a mercados comerciales más grandes o entrando en campos de comercio completamente nuevos, los alteños vieron una afluencia de migrantes indígenas de diferentes regiones del país a su nueva ciudad bulliciosa. El reconocimiento de la "burguesía aymara" también fue acompañado por cambios en el idioma oficial de la constitución. En particular, en un cambio constitucional de 2009Morales modificó el nombre del país de la República de Bolivia al Estado Plurinacional de Bolivia, otorgando mayor reconocimiento a los grupos indígenas del país.

El liderazgo indígena en ascenso fue más allá, y gradualmente se alejó del ex presidente Morales. El ascenso de la primera alcaldesa de El Alto , Soledad Chapetón, también de ascendencia aymara, mostró nuevamente la influencia política y la independencia de la comunidad indígena. La victoria de Chapetón en 2015 representó una reorientación política del partido MAS tradicionalmente asociado a los indígenas de su oponente Edgar Patana, mientras hacía campaña en una boleta para el partido Unidad Nacional. Chapetón ofreció la esperanza de hacer cumplir el liderazgo indígena en El Alto y al mismo tiempo combatir la corrupción que se estaba asociando cada vez más con el MAS, y su elección demostró la prioridad indígena de la candidatura individual sobre el apoyo de los partidos al MAS de Morales, especialmente como los aymaras y otras comunidades indígenas.se sintió frustrado con el continuo control de Morales en el poder y la atención cada vez más superficial a las necesidades indígenas.

La presidencia interina de Jeanine Áñez durante la mayor parte de 2020 se sumó aún más a las frustraciones de los pueblos nativos, ya que su administración carecía de una presencia indígena notable, y polarizó aún más al país. Las elecciones de 2020 generaron la esperanza de que las comunidades indígenas pudieran revitalizar el movimiento político-cultural que una vez llevó a El Alto y su burguesía aymara a nuevas alturas, una oportunidad que estas comunidades capitalizaron.

En los meses previos a la elección dos veces pospuesta, los miembros de la comunidad indígena mantuvieron su ardiente actividad política. Los alteños emplearon manifestaciones públicas para exigir elecciones oportunas a pesar de las dificultades del país asociadas con la pandemia de COVID-19. Como resultado de una actividad política tan persistente, las elecciones del 18 de octubre vieron una participación electoral del 88 por ciento con las ciudades de La Paz y El Alto actuando como un microcosmos de la polarización en toda Bolivia.

Las encuestas electorales mostraron un mayor apoyo en el centro de La Paz para el principal candidato centrista Carlos Mesa, mientras que El Alto favoreció predominantemente al izquierdista Arce. La participación récord de votantes impulsó a Arce a la vanguardia, ya que no solo fue favorecido por los 900.000 habitantes de El Alto, sino también por una parte de los barrios exteriores de La Paz, lo que le dio 800.000 votos adicionales de la capital administrativa. Tendencias de votación similares se desarrollaron en todo el país, lo que se demuestra claramente en el mapa provincial de distribución de votantes a continuación.

Bajo su campaña de " unidad nacional " , Arce apeló con éxito a sus partidarios con la esperanza de hacer progresar al partido MAS más allá del legado de Morales, colocando la estabilidad económica y una estructura social cohesiva en la base de su " MAS 2.0 ". Sin embargo, la aprobación continua de Arce dependerá en gran medida de su defensa de las poblaciones indígenas y rurales, en particular las que residen en las tierras altas de El Alto. Una atención cercana y constante a los intereses y frustraciones del país en general, incluidos los que quedan fuera de los centros urbanos formales, podría determinar si el presidente Arce corre la misma suerte que su predecesor del MAS. Como se ha apodado a El Alto“La ciudad más influyente políticamente de Bolivia”, las palabras de su pueblo, que han advertido que si Arce no satisface sus necesidades resultará en una reacción violenta de su bastión, debe ser priorizada por la nueva administración.

Sentado desde una posición más entre las nubes que los edificios de las ciudades vecinas, El Alto evoca la imagen de un desvalido político en ascenso cuya voz indígena ha logrado resonar en todo el país en la última década. Mientras Bolivia vuelve al liderazgo del MAS bajo Luis Arce, la comunidad de las tierras altas ha demostrado que continuará elevando los intereses de los grupos indígenas y rurales, amplificando sus voces desde las cimas de las montañas. Global Americans de EEUU (https://bit.ly/3rGyKbO)

 

 

 

 

 

BOLIVIA. HACIA UNA GEOPOLÍTICA DEL PODER POPULAR

 

La Tercera de España (https://bit.ly/34QeBX9)

 

El imperio nos sometió a pensar de modo sola y exclusivamente local. Es hora de pensarnos de modo universal.

Conferencia pronunciada en el evento: “El colapso del Estado de no-derecho y la recuperación democrática”, realizado en La Paz, el 14 de diciembre de 2020, en el auditorio de la Vicepresidencia del Estado plurinacional de Bolivia.

Permítanme empezar contando una historia: El año 1971, un abogado corporativo de nombre Lewis Powell, enviaba a la Cámara de Comercio de USA un memorándum, donde advertía al mundo empresarial, que las fuerzas de la izquierda amenazaban su papel rector en la sociedad norteamericana; literalmente les advertía que: “las instituciones responsables del adoctrinamiento de los jóvenes”, como son las universidades, iglesias, colegios y medios de comunicación, ya no cumplían con esa función.

El “memorándum Powell” sirvió para que la “Comisión Trilateral” encargara a sus think tanks, la promoción de un nuevo concepto de democracia, porque concluían que hay demasiada democracia y que la democracia misma es una amenaza para el “american way of life”. Estamos ante el origen de la democracia neoliberal, en cuanto “sistema democrático”; una nueva idea de democracia acorde a los nuevos intereses/valores (como decía el ex candidato a la presidencia John MacCain: “nuestros intereses son nuestros valores y nuestros valores son nuestros intereses”) que patrocina el ámbito financiero, es decir, el tipo de mundo que, mediante la globalización, promoverá el dólar.

Esta nueva idea de democracia es la que ingresa al mundo académico y es funcionalizada en nuestros países en el llamado periodo de “recuperación democrática” postdictaduras de seguridad nacional. Se trata de una democracia sin demos, o sea, sin pueblo, por eso se trata de un concepto formalista, cuya tarea consiste en la mera preservación de la institucionalidad formateada ya por las dictaduras (y consagrada constitucionalmente por el neoliberalismo). Es esa democracia que defienden los grandes medios de comunicación y toda la academia e intelectualidad adiestrada en el “institucionalismo” (como única garantía y supervivencia de la democracia, según la mitología gringa). Es la democracia creada a imagen y semejanza del dólar, y promovida por los organismos mundiales, creados en Bretton Woods, en 1944, para imponer al mundo entero, la cosmogonía del dólar, el verdadero poder triunfante de la segunda guerra mundial.

¿Por qué la intelectualidad académica, hasta de izquierda, se creyó la narrativa mitológica-ideológica (de no sólo esa idea de democracia sino también de la idea gringa de la “libertad de expresión”, de los “derechos humanos”, del “respeto a las minorías”, de la “pluralidad” y “diversidad” made in USA) que impone el dólar, como algo naturalizado en la vida política y social?

Permítanme referirme a una carta donde se delata el cómo, los gringos, se dedicaron a pensar el mejor modo de dominarnos, empezando por nuestras elites; implementando de modo decisivo la doctrina Monroe (que data de 1823 y cuya autoría es de James Monroe y John Quincy Adams, aunque sólo sería política de Estado explícita desde 1870). Esta carta está dirigida al ex presidente Woodrow Wilson, por su secretario de Estado, cuya misión en México era la de estudiar las posibilidades de dominio real sobre esa nación. La carta dice:

“Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso conduciría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirles a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos. México necesitará administradores competentes y con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la misma presidencia. Y sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos, y lo harán mejor y más radicalmente que lo que nosotros mismos podríamos haberlo hecho”. Richard Lansing, former Secretary of Estate under Woodrow Wilson, 1924.

Empezaron con México, pero diseminaron este plan con todas las elites de nuestros países. Una vez formateadas las elites nacionales según la cosmovisión del dólar, entonces podemos hablar de que la dominación puede alcanzar la legitimidad incluso de los propios dominados. La propia “inteligentzia” nacional se constituye como consciencia periférico-satelital; por eso se constituye en fiel administradora de un nuevo proceso de transferencia más inhumano, de la periferia al centro del mundo.

Si las propias elites renuncian a su contenido nacional entonces, educados en una literal “servidumbre voluntaria” (como sugería Ettiene de la Boétie), pueden transferir poder neto, en cuanto renuncia de soberanía, al centro del mundo; de ese modo, el centro se unge de poder, tanto formal como material, que le brinda la periferia como resultado de esa cesión voluntaria de soberanía que, en última instancia, es voluntad de vida nuestra que alimenta la vida del centro. La periferia no sólo transfiere materias primas (para superar la visión economicista de la izquierda) sino voluntad de vida, entonces sucede una dialéctica de plus-valorización de la vida del centro inversamente proporcional a una desvalorización de la propia vida de la periferia. De eso se nutre el centro en cuanto Imperio y por eso puede mantener estable, eficaz y duradero el diseño centro-periferia que, de ser geopolítico remata siendo hasta ontológico. Eso es lo que llamamos colonialidad (más allá de Quijano) en su sentido más radical.

La subjetividad colonial entonces produce su propio enclaustramiento, porque su propia consciencia es periférico-satelital, porque nunca se toma a sí misma como centro de sus propias decisiones. De ese modo jamás produce ni siquiera, en los términos que propagandiza el centro geopolítico, su propio desarrollo. Por eso produce elites despreciables (incluso para los dueños del mundo), que no poseen dignidad alguna, porque su propio programa de vida, que se traduce en política, se reduce al servilismo más indigno.

De ese modo, la oligarquía, de haber podido constituirse en aristos-cracia, sólo se convierten en kakistos-cracia (el poder de los infames y de los peores). Luego endilgan a su propio pueblo las propias miserias que los retratan de cuerpo entero. Para ello tienen “doctorcitos” que encubren y adornan sus estrecheces, con relatos que, sólo por reiteración pedagógica e insistencia cultural, instala insistentemente en el imaginario social el señorialismo servil oligárquico como única apuesta política.

La “ciudad letrada” en contra de su propio pueblo, es el castillo imaginario que inventan sus intelectuales (que ya no son orgánicos para el pueblo sino transgénicos). Estos ahora son los que se travisten de cientistas y ni siquiera se dan cuenta que son una invención mediática: los “analistas” políticos. No saben ni siquiera por qué no achuntan en nada, porque ni siquiera reparan que la propia mediocracia ha devaluado la ciencia política en un género literario. Creen que la imagen que inventan los medios es la realidad y, de ese modo, de esa confusión, lo único que pueden producir es la ficción que necesitan los medios para inventar opinión pública.

Permítanme hacer una digresión. Para comprender, de mejor modo, este rapto ideológico de los ámbitos supuestamente “pensantes” en nuestras sociedades, quisiera exponer cómo piensan los tanques pensantes del Imperio: Ron Suskind fue editorialista del Wall Street Journal hasta el 2000 y autor de investigaciones sobre la comunicación de la Casa Blanca; en un artículo de 2014, aparecido en el New York Times, reveló la conversación que había tenido, en 2002, con un asesor de Bush junior: “Me dijo que las personas como yo formábamos parte de ese grupo de tipos que creen que sus análisis se basan en la realidad (the reality-based community): ustedes creen que las soluciones surgen de su juicioso análisis de la realidad observable. Yo asentí y murmuré algo sobre los principios de las Luces y el empirismo. Pero él me interrumpió: El mundo ya no funciona de esa manera. Ahora somos un imperio y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad”. Esto decía el consejero de seguridad Karl Rove, y retrata muy bien a lo que podríamos denominar “intelectualidad periférica”. Porque dice expresamente lo siguiente: “Ahora somos un Imperio y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras ustedes estudian esa realidad, juiciosamente, como ustedes quieren, nosotros actuamos nuevamente y creamos otras realidades, nuevas, que ustedes pueden estudiar igualmente, y así suceden las cosas. Nosotros somos los actores de la historia. Y ustedes, todos ustedes, sólo pueden estudiar lo que nosotros hacemos”.

Por eso los “doctorcitos” de la “ciudad letrada” (los académicos del sistema universitario) no vieron el golpe, lo que fue un asalto dictatorial de la propia democracia significó para ellos una supuesta “revolución popular”. No vieron el golpe, porque sólo vieron y siguen viendo lo que la narrativa imperial les impone como la realidad.

Entonces, la sumisión ya no es sólo política sino hasta intelectual, y devela a esa consciencia satelital de la periferia que no sabe ponerse a sí misma como referencia sino siempre a la narrativa que impone el centro. Desde esa narrativa mitológica se interpretan a sí mismos hechos a imagen y semejanza del amo del norte. Por ello, hasta la izquierda tradicional y hasta “defensores de derechos humanos”, justificaron vergonzosamente el genocidio, porque ya no tenían ojos para distinguir al pueblo de las hordas fascistas, porque el velo de la narrativa imperial había enceguecido en ellos toda perspectiva crítica para develar lo que en realidad estaba sucediendo. Al amparo de relatos ideológicos de “democracia”, “libertad de expresión” y “derechos humanos”, el Imperio impone la escenografía adecuada a sus intereses para provocar demoliciones planificadas de procesos democráticos, como antesala del famoso caos constructivo, en la terminología de las guerras híbridas que promueven las “guerras de cuarta y quinta generación”.

Podemos decir que estos supuestos críticos se quedaron en el siglo XX, con el tipo de realidad que el Imperio había creado para disfrute ideológico de una izquierda ya anacrónica, que también se había derechizado para su propia desgracia. Tanto denunciaron la derechización del MAS que no se dieron cuenta de su propia derechización.

Y esto debe ser motivo de seria y continua reflexión, pues ya advirtieron los pueblos indígenas, aquí en este recinto, el 2006, cuando dijeron que “la izquierda latinoamericana nunca tuvo identidad”. En última instancia, lo que sostiene las apuestas vitales y políticas que me propongo, depende de la narrativa que adopto; es decir, todas mis opciones dependen de, en última instancia, qué creo o a quién le creo. Y si creo a los medios, que son los operadores políticos de la narrativa imperial, entonces estoy perdido.

El golpe que promovieron y la dictadura que impusieron, no era un golpe clásico. Y tiene mucho que ver con la posterior cuarentena global que encubrió un Estado de sitio no declarado a nivel mundial; cuyos propósitos nunca fueron sanitarios sino políticos, como ejercicios militares de disuasión estratégica para arrinconar a la humanidad entera. Están reseteando el sistema económico mundial y para ello necesitan de una experiencia de shock globalizado para promover un nuevo orden mundial post-imperial, mucho más perverso y siniestro de lo que hayamos conocido. Por eso la importancia de lo que vivimos, y el modo cómo lo superamos como pueblo; para enseñarle al mundo que el poder post-imperial, el deep State transnacional del deep State nacional, puede calcular todo, pero menos y jamás, la incógnita dura de toda ecuación política, el factor pueblo.

Por eso le debemos a nuestro pueblo el no haber sucumbido y haber restaurado su propio espíritu y, de ese modo, vencido al peor des-gobierno que hayamos padecido. La importancia de Bolivia es decisiva a la hora de sopesar lo que supondría un desprendimiento de Sudamérica de la geoeconomía del dólar. En el colapso actual del diseño imperial centro-periferia, el atlántico ha dejado de ser el distribuidor del comercio y el mercado mundial y éste está virando definitivamente al Pacífico. Bolivia, como corredor geoestratégico de conexión sudamericana a la economía del siglo XXI, se plantea, por primera vez en su historia, ya no ser sólo corazón geográfico sino centro geopolítico estratégico regional de la nueva e inevitable fisonomía geopolítica multipolar del siglo XXI. Por eso el interés de nuestros vecinos (con complicidad derechista local), auspiciantes del golpe geopolítico que sufrimos, para enclaustrarnos y anularnos de nuevo, objetiva y subjetivamente.

Por eso necesitamos repensar todo de nuevo, desde una democratización necesaria de la propia democracia hasta la consolidación de un proyecto de vida propio que genere en nosotros y en el mundo la superación de la idea moderno-liberal-capitalista del Estado y la propuesta civilizatoria de lo que sería la nueva idea del Estado plurinacional comunitario, con arreglo a la vida. Si el vivir bien, el “suma qamaña”, quiere ser horizonte político con validez universal, ya no puede ser sólo discurso sino hacerse política de Estado. Y esto significa también profundizar lo que hemos denominado la geopolítica del poder popular.

Pero antes de entrar en ello, consideremos algo que no podemos pasar por alto. Esto es, ¿por qué triunfó el golpe?, y ¿por qué el pueblo es inmovilizado, desorganizado y arrinconado hasta quedar huérfano, después de haber sido el creador de la revolución democrático-cultural?

En enero de 2018 ya habíamos advertido que se estaba gestando en nuestro país una “revolución de colores”. Cierto infalibilismo oficialista se creía dueño del poder político, sin darse cuenta lo que estaba pasando. Tenemos que saber por qué triunfó circunstancialmente la derecha para no reeditar una nueva asonada fascista. Recordemos. El concepto “revolución de colores” es medianamente novedoso en política. No es precisamente un concepto que nazca en la teoría política, sino que proviene del ámbito militar. Es un componente estratégico de las “guerras de cuarta generación” y está diseñado para implosionar procesos democráticos inconvenientes para la hegemonía gringa. Los implosiona desde adentro. Por eso acude a factores mucho más complejos que precisa, no sólo de un conocimiento detallado de la realidad política y del bloque en el poder, sino de la posibilidad de interferir en la propia gestión gubernamental para minar, desde adentro, la legitimidad que le sostiene. Por eso es conceptuada como una “revolución”, porque aparece y se desarrolla mediante una transferencia de legitimidad, que crece inversamente proporcional a la pérdida de legitimidad del gobierno y que es, en última instancia, lo que acaba ungiendo a la oposición con un aura “democrático” y hasta “revolucionario”.

Es desde adentro que se generan las condiciones para implosionar la estabilidad política, como condición del “caos constructivo” que se impone como la nueva fisonomía que adquiere un país sin más remedio que la intervención. Ahora bien, ¿cómo desde adentro se provoca una implosión?

No es precisamente la derecha (como brazo político de la oligarquía y de la hegemonía gringa), la gestora de una situación ideal para la aparición de una “revolución de colores”, sino que son las propias contradicciones gubernamentales las que nos arrinconan a una situación, ya no sólo de repliegue popular sino de transferencia de legitimidad. Es decir, si desde los inicios del “proceso de cambio”, la legitimidad se había constituido en patrimonio popular, cuando ésta es apropiada por la derecha es entonces cuando la insurrección oligárquica recupera vitalidad; porque la condición de legitimidad que se le ha transferido es lo que puede reorganizar ahora al conjunto de las oposiciones en un cuerpo unificado. Se puede decir que, en este sentido, la insurrección oligárquica ya no necesita de la oligarquía como actor visible, sino que la clase media y hasta sectores populares se convierten en el contingente de arremetida social que provoca la desestabilización necesaria para generar el caos esperado.

Esto empieza desde el gasolinazo del 2010, se agudiza con el conflicto del TIPNIS y remata con el referéndum del 21-F. Las banderas de “defensa de la Madre tierra”, el “vivir bien”, la “descolonización” y “lo indígena” estaban, paulatinamente, siendo cedidos por un gobierno que, cuanto más se alejaba del horizonte plurinacional, más legitimidad transfería a los actores que se empoderaban de modo creciente. De ese modo el gobierno y el MAS iban, poco a poco, enajenándose del espíritu que les había conferido una legitimidad novedosa en el campo político.

Lo novedoso y lo singular del proceso boliviano, que era lo que confería de sentido trascendental al nuevo Estado plurinacional que se quería constituir, era a lo que se renunciaba y dejaba a la administración gubernamental reditar un otro ciclo estatal, dentro de los márgenes de acción que la sustancia liberal del Estado colonial pudiese permitir. Esto quería decir que, la propia dirigencia gubernamental, renunciaba al sentido mismo del cambio y, de ese modo, reponía a un espíritu señorial que, inevitablemente, iría a “normalizar” la gestión estatal, una vez que lo plurinacional se condenaba a constituirse en mera retórica declarativa.

Pero, con esto, no sólo el gobierno se enajenaba de la nueva legitimidad, sino que dejaba al pueblo huérfano de la mística que había hecho posible su reconstitución en sujeto histórico y que inauguraba la posibilidad de producir un nuevo concepto de lo político y lo democrático. Por eso la oposición empezaba a apropiarse del lenguaje plurinacional de modo instrumental para vaciar definitivamente al pueblo de un discurso necesario para su reconstitución en sujeto político. O sea, no es la astucia de la derecha sino la renuncia que hacía el propio gobierno del carácter plurinacional que debía ser su nueva sustancia política, lo que promovía la articulación de la derecha en oposición “democrática” (siendo ahora lo democrático patrimonio del bloque opositor).

Este vaciamiento ideológico de la nueva apuesta histórica es lo que sirve de caldo de cultivo de la reposición señorial, promovida inconscientemente por una directriz gubernamental que, renunciando al horizonte plurinacional (y reafirmando sólo los mitos moderno-capitalistas, lo que se tradujo en la apuesta desarrollista), lo que vacía al propio pueblo del horizonte que se proponía en cuanto sujeto histórico. De ese modo, la vuelta a la “normalidad” se describe en los términos que la misma derecha esgrime: el cambio prometido nunca llegó, sino que, hasta la corrupción se apoderó del gobierno del cambio. Entonces, la transferencia de legitimidad es lo que inicia la insurrección porque, además, una vez que el pueblo se encuentra vaciado de su propia mística, entonces se enfrenta a un bando conservador esgrimiendo sus mismas banderas, dejando al pueblo en la impotencia de verse ahora bajo el estigma “antidemócrata” y “dictatorial”.

Si el pueblo, en pleno proceso constituyente, hasta el 2010, era el heraldo de la mística democrática (lo cual debía haber llevado a un nuevo concepto de lo democrático), ahora se encuentra expropiado de su propia creación y recluido a un papel secundario de mero obediente de una política gubernamental que, para colmo, ya no mostraba interés en reivindicar el horizonte indígena que le garantizó llegar al poder

Lo que permanecía y delataba una entusiasta asimilación a la cultura política tradicional –que era lo que había que transformar–, era el puro cálculo político de la acumulación de poder. Ello otorgaba a la derecha los mejores argumentos para denunciar todas las iniciativas oficiales –incluso las mejores– como un accionar “autoritario”. Entonces, no es que la oposición descomponga el carácter popular del nuevo Estado, sino que es, desde adentro, que aquella descomposición empieza a suceder. Lo que hace la oposición es atizar la desestabilización como reflejo de aquella descomposición. Y éste es el escenario desde donde se hace posible una “revolución de colores”.

Se llama así porque es promovida con toda la fisonomía democrática que fue usurpada al pueblo; de este modo, los sectores contrarios a la nueva Constitución y a los principios de una revolución democrático-cultural, se ven en las mejores condiciones de recuperar el patrimonio estatal. Entonces se puede provocar una insurrección señorial que puede movilizar grandes contingentes de masa social para destruir un proceso democrático con banderas democráticas y, de ese modo, inviabilizar una recomposición popular.

Esto quiere decir que, una “revolución de colores”, precisa generar su legitimación desde la propia pérdida de legitimidad del gobierno; el modo de esa transferencia es lo que garantizaría el éxito de la “revolución”. Por ello los think tanks del Pentágono utilizan este concepto, aprovechando e instrumentalizando el carácter popular-democrático de una revolución para, mediante ella, reponer su hegemonía recuperando un sistema democrático útil a sus intereses.

Como el gobierno ya no es capaz de contener los valores morales que la oposición esgrime ahora como su patrimonio único, entonces nos encontramos ante una situación en la que hay “buenos” y “malos”, y los medios se encargan de canonizar esa dicotomía belicosa. Por eso, para presentarse como “revolución”, debe primero imbuirse de esa legitimidad transferida que ya no puede recuperar el gobierno.

Ahí es donde empieza la “revolución de colores”, haciendo de la derecha, en la plataforma mediática, la nueva depositaria de la legitimidad usurpada al sujeto del cambio. Lo que sale entonces a las calles, al enfrentamiento violento, bajo la rúbrica de pueblo, no es un pueblo en tanto que pueblo, porque esto significaría un sujeto histórico que apuesta por un nuevo horizonte de vida; sino que, lo que ahora se constituye en actor empoderado, es un contingente que defiende el orden hegemónico señorial, colonial, racista y liberal y, por ello mismo, hasta puede exigir una intervención imperial.

Son las propias contradicciones, al interior del bloque oficialista, las que inclinaban las expectativas sociales a una apuesta conservadora porque, además, aquellos desvaríos son acompañados por un paulatino abandono de lo que generó, en el pueblo, un nuevo horizonte de creencias. El bloque en el poder se hace conservador y aparece una elite que se constituye en sujeto sustitutivo del sujeto plurinacional.

Este sujeto sustitutivo impone su manera de “entender el proceso de cambio” y establece un culto a la personalidad como garantía de una fidelidad que sustituye al proyecto por el líder. Pero con aquel culto no hace sino vaciar de legitimidad al líder y convertir su liderazgo en una aventura personal

Por eso, lo que llamamos “llunquerío” (o zalamería), es la obediencia tributaria que ahora no sólo des-constituye al líder sino al pueblo mismo. Ya no hay relación crítica con el líder y, sin ésta, el líder ya no se relaciona con el pueblo como sujeto. Las dirigencias asumen una verticalidad análoga, porque lo sagrado de la política ha sido abandonado y, en consecuencia, todo se corrompe. Todo se resume a defender el poder logrado. Una vez diluida la mística y el espíritu –lo sagrado de la política–, del cual era depositario el pueblo como sujeto histórico, lo único que queda es el poder y el cálculo político. La revolución popular se aburguesa, entonces el bando opositor puede decir: “son como nosotros, iguales o peores”.

Una vez que se ha abandonado el horizonte del “vivir bien”, la mística y el espíritu plurinacional, lo único que queda es el culto al líder. La fidelidad ya no es a un proyecto sino a la permanencia de la figura entronizada y esto termina no sólo reduciendo al pueblo sino al mismo líder, pues esto conduce a sumirlo en un solipsismo irremediable. Es decir, por sublimarlo terminan por sacrificarlo. Se genera (lo que hemos llamado) el síndrome del rey cercado:

“El séquito (o llamado también “círculo q’ara” o “círculo blancoide”) eleva al rey a condición divina porque su presencia es lo único que garantiza la existencia del séquito (ya que sin el rey son nada). El rey se hace omnipotente, pero necesita del séquito, y el séquito necesita un rey dependiente. Por eso lo aísla y lo envuelve; de modo que todo lo hacen por él y, de ese modo, el rey ya no ve con sus ojos sino con los ojos del séquito, ya no escucha sino con los oídos de ellos; su contacto con la realidad está mediado por esa presencia que más le envuelve cuanto más lo endiosa. Pero el rey no es dios y, cuando esto se hace evidente, es cuando el rey ya no le sirve al séquito; entonces lo sacrifican y hasta lo elevan al martirio. De ese modo aparecen incólumes, haciendo del rey el chivo expiatorio que cargará con todas las culpas y todos los pecados; mientras el séquito, limpio e inmaculado, salvado por la sangre del inmolado, se dedicará, otra vez, a buscar un nuevo rey”.

El pueblo se encontró huérfano, porque siendo el sujeto, actor y creador del “proceso de cambio”, fue paulatinamente desplazado y excluido por ese sujeto sustitutivo que hemos llamado “el termidor del proceso de cambio”. Aprendamos. La única garantía de una revolución es el propio pueblo y, si esto se desconoce y se margina al pueblo del poder y se expropia su capacidad de decisión, lo único que se produce es el empoderamiento de una derecha hambrienta de recapturar el poder político.

Lo que se propusieron fue cercenar el ajayu del pueblo. Por eso el ensañamiento contra el Evo, porque en política nadie es sólo uno, sino lo que uno representa, y el Evo representaba al indio convertido en multitud, en proyecto, en horizonte de vida. Por eso quería el fascismo reeditar el descuartizamiento de Tupak Katari, para escarmentar a nuestro pueblo y que jamás ose igualarse a sus “patrones”.

Pero nuestro pueblo venció. Confluyó como poder popular, desde todos los rincones y todos los extremos, para mostrarnos lo que define a “un pueblo en tanto que pueblo”. Frente a cualquier pacto o negociación, nos enseñó que no se puede negociar la vida, menos cuando ésta es la que se encuentra seriamente amenazada por la presencia de lo más espurio de la derecha oligárquica hecho gobierno ilegítimo.

En ese sentido, la única garantía de recuperación democrática ha sido siempre la dirección popular unificada que empezó a suceder histórica y efectivamente. Por eso el interés desmedido de la derecha (y sus medios) en provocar divisiones, desencuentros y desacuerdos. Aprendamos. La lucha nunca ha sido homogénea sino analógica; no todos caminan al mismo ritmo, incluso en sus demandas, pero todos, desde las propias bases configuraron la decantación de la toma de autoconsciencia de que nos estamos jugando históricamente el destino nacional.

Si la dictadura hubiese triunfado, eso iba a significar, por lo menos, otro medio siglo de aplazamiento en el desarrollo del poder popular. Pero el pueblo recuperó la lucidez que le hizo ser sujeto del proceso constituyente, y los propios ancestros (de toda nuestra historia ausente en la miopía de los historiadores) le han devuelto, otra vez, la “unción democrática y revolucionaria”. Gracias a ellos, se frenó circunstancialmente el atrevimiento fascista-oligárquico de balcanizar Bolivia; y eso es lo que está coadyuvando al avance definitivo del poder popular como poder instituyente y constituyente.

Las elecciones abren posibilidades, como también las cierran. Son un ejercicio democrático, pero no la democracia misma. Cuando son hechas a la medida de una democracia acorde al mercado, es decir, al neoliberalismo, el voto puede ser lo más engañoso (como lo es toda encuesta manipulada). Por eso, el verdadero “kratos” de la democracia no es una elección (que es siempre contingente) sino el ejercicio constante, continuo y hasta imaginativo, del poder popular.

Una elección no se define como “democrática” por su sola realización sino por todo aquello que la hace posible. En ese sentido, sólo una verdadera “recuperación democrática”, podía haber asegurado unas elecciones creíbles y donde se podía recuperar, de nuevo, la “unción democrática” de un pueblo que fue objeto de una usurpación fascista que, no sólo pretendió arrebatarle su espíritu democrático, sino incluso cercenarle su propia capacidad histórica.

Ahora nuestro pueblo asciende históricamente, en esta hora decisiva, con toda una acumulación de siglos y puede, por ello, despertar la pesadilla oligárquica del “indio hecho multitud”, del “cerco hecho escuela política”, de “la marcha hecha escuela histórica”. La historia nuestra está volviendo sobre sí y anuncia un nuevo “cerco histórico” para mostrarnos dónde está la verdadera ignorancia, la anti-nación, el anti-patriotismo de una casta que siempre embaucó a sus subalternizados con sus propias miserias coloniales.

“Cercar” a esta casta y su “espacio vital” (el rapto que hicieron de la ciudad) significa, en la lucha popular, la abreviación de su nefasta transmisión social. Por eso lo expansivo del poder popular es su irradiación histórica de carácter trascendental. Todos los tiempos se hacen presente en el Pachakuti, porque todos los tiempos demandan reparación histórica, desde los pasados negados hasta los futuros no cumplidos o los porvenires no alcanzados. Todos demandan redimirse cuando el presente se propone constituirse en la redención de toda nuestra historia. Por eso el pueblo asciende en su unificación desde todo su pasado en cuanto acumulación histórica. Por eso despierta una sabiduría de profunda densidad que le permite interpretar el presente a la luz de todos los tiempos.

Una geopolítica del poder popular nos abre al desafío de pensar las condiciones de posibilidad de irradiación del poder estratégico. Porque poder que no es estratégico no es poder en absoluto. El imperio nos sometió a pensar de modo sola y exclusivamente local. Es hora de pensarnos de modo universal. El imperio se piensa siempre así. Por eso ahora los pueblos deben de pensarse de modo también universal, para desmontar y desplomar definitivamente al poder de dominación mundial que, por cinco siglos, ha desarrollado la lógica de la muerte, llevándonos a esta crisis civilizatoria que padecemos como el posible fin de la vida misma.

Se dice en geopolítica, que la verdadera política no es la política nacional sino la política exterior; por eso, es el modo de inserción estratégica, en el tablero global, lo que define la viabilidad de un proyecto determinado. Es el horizonte mundo, el horizonte máximo de inteligibilidad de todo proyecto político. Es hora de que los pueblos irradien todas sus potencialidades en el contexto macro, donde se define la efectivización de un nuevo desideratum global. En plena crisis civilizatoria y en una transición sin fisonomía definida, la humanidad se encuentra hambrienta de alternativas, sedienta de una nueva esperanza de vida. De eso depende la existencia nuestra, de nuestros ancestros y de toda la humanidad.

Quisiera agradecer a los integrantes del taller de la descolonización, mi comunidad de argumentación, con quienes también resistimos al golpe, desde nuestras propias trincheras y, sobre todo, volviendo a ser comunidad. Convocando pacientemente a la antigüedad sagrada más antigua y a la antigüedad antigua más sagrada, para alimentar la fe y la esperanza que querían destruir en nosotros. En nombre de ellos, un agradecimiento también a todos los héroes anónimos que, en las redes, las calles, las paredes, los petardazos, denunciamos la política de solución final que quería el fascismo imponer y diseminar desde Bolivia a la región.

¡Jawilla! ¡Jawilla”. Nina Achachila, Awicha Inal Mana, PachaMama, PachaTata, gracias, porque como pueblo hemos recibido la unción de la qamasa y la ch’ama de nuestros Abuelos y Abuelas. Esta lucha no fue sólo de nosotros sino también de ustedes. Porque nosotros somos la única razón de la existencia de Ustedes. Si el enemigo vencía, ni nuestros muertos se hubiesen salvado, porque si el pueblo perece, perece también la memoria y la historia, nuestros muertos y nuestras semillas. Pero gracias a ustedes hemos restituido el ajayu del pueblo ¡Jallalla Boliviamanta!

 

 

 

 


IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA RECOBRA PODER

 

Tras perder espacios durante cinco años consecuvitos en países clave, la corriente política empieza a recuperar fuerza y a abarcar la región

 

El Universal de México (https://bit.ly/391kz91)

 

Obligada a retroceder y quedar a la defensiva, al perder puntos claves de dominio en Argentina en 2015, en Brasil en 2016, en Ecuador en 2017, en Bolivia en 2019 y en Uruguay en 2020, y aparentar debilitarse en Venezuela y en Nicaragua, la izquierda de América Latina y el Caribe contraatacó al cierre de este año y recuperó posiciones políticas hemisféricas para pasar a la ofensiva.

La oscilación pendular quedó marcada por momentos estelares. El arrasador triunfo del régimen gobernante en Venezuela en los comicios parlamentarios que, sin la oposición, se realizaron el pasado 6 de diciembre y entregaron al cuestionado presidente Nicolás Maduro un monopolio institucional: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral, a partir del 5 de enero. Y aunque la oposición, Estados Unidos, la Unión Europea y un bloque americano calificaron la elección de ilegítima, Maduro se consolidará.

El retorno de la izquierda al poder el 8 de noviembre en Bolivia desalojó a las fuerzas de centro y derecha que gobernaron ante la dimisión el 10 de noviembre de 2019, en un caos electoral, de Evo Morales a la presidencia.

Al escenario entró la aguda inestabilidad de la clase política de derecha en Perú con otro cambio de gobierno el mes pasado. También se sumó el éxito el 25 de octubre anterior en un plebiscito del “Sí” a modificar la Constitución Política de Chile y sepultar el saldo de la dictadura militar derechista-pinochetista que gobernó de 1973 a 1990.

Al mapa se unieron el inestable proceso de paz en Colombia, la derrota del ultraderechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en comicios municipales del 15 de noviembre anterior y la división de la oposición derechista en Venezuela y en Nicaragua.

Atrapado en un incendio político en 2018, el gobierno de Nicaragua acorraló en 2020 a la oposición para intentar sacarla, vía legislativa, del juego electoral de 2021.

El panorama coincidió con la salida de Donald Trump de la presidencia estadounidense y su reemplazo con Joe Biden a partir del próximo 20 de enero.

En el proceso hubo otros dos hechos: la victoria presidencial en 2018, por primera vez, de la izquierda en México y el ascenso de Andrés Manuel López Obrador al poder en diciembre de ese año, y la llegada del izquierdista Alberto Fernández a la presidencia de Argentina en diciembre de 2019.

Fernández, quien apoyó a Morales para recuperar el timón de Bolivia, derrotó en 2019 al centro-derechista y entonces presidente de Argentina, Mauricio Macri, y, con la expresidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner, en la vicepresidencia, reinstaló en el poder a la izquierda, que gobernó de 2003 a 2015.

El izquierdista Rafael Correa presidió en Ecuador de 2007 a 2017 y fue sucedido por Lenín Moreno, su aliado, pero ambos riñeron. Moreno se distanció en 2017 de la izquierda hemisférica, que en 2016 atestiguó el fin de más de 13 años seguidos de gobiernos izquierdistas en Brasil. El izquierdista Frente Amplio cerró 15 años consecutivos de gobierno en marzo de 2020 en Uruguay.

Ideología en la región

“América Latina no es una”, su realidad es de “incertidumbre sobre el rumbo político” y de más insatisfacción y frustración que esperanza, dijo el diplomático costarricense Jorge Urbina, exembajador de Costa Rica en la Organización de Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Holanda.

“Veo esas ‘pinceladas’, pero no un viraje continental a la izquierda o el centro-izquierda. No hay grandes movimientos sociales, hay electorados pendulares en la mayoría de países que no marcan una evolución”, adujo Urbina en entrevista con EL UNIVERSAL.

Inequidad

Para el opositor y exdiputado nicaragüense Eliseo Núñez, “los ciclos de poder en América Latina tienen que ver con los altos niveles de inequidad [social]” que refuerzan “la oscilación” de izquierda a derecha.

“Los países que, pese a tener desarrollo económico como Chile, no avanzan en el modelo democrático, tampoco avanzan en [resolver] la inequidad. Los gobiernos de derecha son de las élites y los de izquierda rompen con eso, pero el manejo de gobierno de la izquierda hace que se regrese al de las élites. Este ciclo no es beneficioso para América Latina”, explicó Núñez a este diario.

A juicio del diplomático boliviano Jaime Aparicio, exembajador de Bolivia en la Organización de los Estados Americanos (OEA), “parece que se está rearmando” el plan regional de izquierda.

El proyecto ganó fuerza con el ascenso en 1999 de Hugo Chávez (fallecido en 2013) a la presidencia de Venezuela y que, en el siglo XXI y con Cuba de trasfondo, se posicionó en Bolivia, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Ecuador, Paraguay, Uruguay, Brasil y Argentina, aunque luego cedió, recordó el diplomático.

“Hay una tendencia” a la izquierda, narró Aparicio a este periódico. “La debilidad de la derecha” ayuda a la izquierda, indicó el analista político y periodista peruano César Campos a este medio. “La izquierda”, subrayó, “ganará espacios por el coronavirus. A una situación desesperada, una respuesta desesperada y así los extremos ganan espacio. Los ganará la izquierda porque sí tiene una intensa actividad”.

 

 

 

 

 

LA “FUERZA 10” DE SANANDITA ABRIÓ FUEGO EN SENKATA (BOLIVIA)

 

La Tercera de España (https://bit.ly/3o071k1)

 

La masacre fue promovida por un ex funcionario de la embajada norteamericana.

Erick Foronda, el entonces secretario privado de la presidente Jeanine Añez, encabezó un “Gabinete de Guerra” conjuntamente los ministros de Gobierno Arturo Murillo y de Defensa Fernando López Julio, además de la entonces ministra de Comunicación Roxana Lizárraga, para decidir el desplazamiento de fuerzas especiales de satinadores de la Escuela de Cóndores de Sanandita, desde el municipio tarijeño de Yacuiba, hacia la ciudad de El Alto donde se produjo la masacre de Senkata el 19 de noviembre del pasado año.

Un mes después de la masacre, el 14 de diciembre de 2019, durante un acto de promoción de alumnos egresados de la Escuela de Cóndores, el ministro López Julio declaró a las tropas satinadoras “héroes de Senkata”, elogiando la efectividad de la “Fuerza 10”, unidad de élite que habría sido la encargada de ejecutar aquella masacre “anti subversiva”.

“Frente a ustedes está la Fuerza 10, que yo los llamo los héroes de Senkata, que tiene por misión organizar, planificar entrenar y ejecutar operaciones de acción directa y operaciones especiales para mantener el orden”, dijo López en su discurso.

En ese acto revelador protagonizado por el ministro López en la localidad de Sanandita, estuvieron presentes, además de la presidente Jeanine Añez, el entonces ministro de la Presidencia Yerko Núñez y la ministra de Comunicación Roxana Lizárraga.

Masacre al día siguiente de la posesión del Alto Mando

Según una fuente castrense altamente confiable conectada con Sol de Pando, desde aquel “Gabinete de Guerra” articulado por Foronda se operativizó la acción armada contra los movimientos sociales descontentos con el perfil fascista del régimen, sustituyendo al Alto Mando Militar en vísperas de la matanza, “con generales elegidos por el padre de Luis Fernando Camacho y por Fernando López Julio”, asegura la fuente.

Como secretario privado de la presidente Añez, Foronda se encargó de “canalizar” decisiones tomadas dentro el Gobierno boliviano desde la perspectiva norteamericana. | Fotomontaje Sol de Pando

“El general Sergio Orellana Centellas fue designado Comandante en Jefe para reemplazar al general Kalimann después de una reunión que realizaron en la oficina de Fernando López con Luis Fernando Camacho y su padre, el señor José Luis Camacho. También estuvo en esa reunión el general Inchausti que fue designado Comandante General del Ejército”, sostiene el informante de Sol de Pando.

El Alto Mando Militar leal a Jeanine Añez fue posesionado el 14 de noviembre de 2019 y al día siguiente, 15 de noviembre, se produjo la primera masacre del régimen “transitorio”, en la localidad de Huayllani, municipio de Sacaba, en Cochabamba. La masacre de Senkata en El Alto de La Paz se perpetraría cinco días después, el 19 de noviembre.

“Lo que nos llamó la atención” —rememora la fuente— “es que en todas las reuniones propiciadas desde el Gabinete de Guerra, incluyendo la reunión con el padre de Luis Fernando Camacho, estaba presente el señor Erick Foronda, como apoderado de la presidente Jeanine Añez. Cuando los ministros Murillo y López intervenían siempre lo miraban a él como esperando su aprobación…”.

Una mano negra de la CIA en el Palacio Quemado

Foronda, ex relacionista público de la Embajada norteamericana en La Paz, era el agente de la CIA que el gobierno de Donald Trump había introducido en el Gobierno de Transición —tras la renuncia y auto-exilio de Evo Morales junto a su cúpula legislativa— para sofocar la resistencia popular que se opuso al ascenso ultra-derechista surgido por el vacío de poder que dejó Morales.

Como secretario privado de la presidente Añez, Foronda se encargó de “canalizar” decisiones tomadas dentro el Gobierno boliviano desde la perspectiva norteamericana. Fue quien transmitió, mediante su cuenta del Twitter, el 13 de noviembre de 2019, la “congratulación” del Departamento de Estado al régimen entrante.

Curiosamente, en el curso de los sucesos de Huayllani y Senkata, acontecidos el 15 y 19 de noviembre respectivamente, el agente norteamericano suspendió las actividades de su red social, manteniendo silencio durante una semana que es el lapso del sangriento conflicto nacional.

Su último twit un día antes de la matanza de Huayllani fue dirigido contra el ex ministro de Gobierno Sacha Llorenti, quien en ese momento aún ejercía como Embajador ante la ONU. “No tuviste el coraje de renunciar. Entonces, serás despedido… Y tendrás que salir de EEUU en menos de 72 horas”, sentenció el insolente agente de la CIA el 14 de noviembre.

Durante los días en que se produjeron las dos masacres, Foronda desapareció de la red social. Reapareció el 21 de noviembre, cuando el país ya había sido “pacificado” de aquel modo tan sangriento. “Dios tomó control. Vamos Bolivia”, proclamó.

Y por si fuera poco, el comportamiento de Fernando López Julio —el Ministro de Defensa en cuyo currículum brilla su antecedente de haber sido instructor de Sanandita y oficial formado durante la narco-dictadura de García Meza que fundó esta escuela en 1981—, es similar al de Foronda. Durante los días de la matanza no tuvo actividad en redes sociales y reactivó su twitter también el 21 de noviembre, con un posteo claramente dirigido a legitimar las masacres:

Los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que se encuentran en Bolivia desde hace un mes, tienen el deber de convocar a Erick Foronda para que explique las actividades que desempeñó —como secretario privado de Jeanine Añez— durante los días 15 y 19 de noviembre conjuntamente los ministros Fernando López, Arturo Murillo y Roxana Lizárraga, en relación a los movimientos militares instruidos desde el Poder Ejecutivo.

Esperando la versión del coronel Fernando Boyán Aguilera

El comandante de la Escuela de Cóndores Bolivianos (Esconbol, que es la denominación oficial de aquel centro de instrucción en satinaje militar), el teniente coronel Fernando Boyán Aguilera, pertenece a un grupo de oficiales leales al ex ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, quien mantuvo una relación de privilegio con esta fuerza especial durante el régimen prorroguista de Evo Morales. (Recordemos que Quintana, igual que López en Senkata, utilizó a los satinadores durante la masacre de Porvenir, en Pando, en septiembre de 2008).

El coronel Boyán tuvo que haber recibido una intensa presión para llevar sus tropas desde el Gran Chaco hasta El Alto. Ninguna investigación confiable al respecto puede prescindir de su testimonio.

Existe en archivos del Ministerio de Defensa y en el Alto Mando Militar una serie de comunicaciones oficiales, memorándums y circulares, que deben ser desencriptadas para establecer con claridad flujos y rutas en el movimiento de esas tropas: cuándo y por qué medio se transportaron de Sanandita al altiplano paceño, dónde se hospedaron, cuántos eran, etcétera.

Asimismo, según nuestra hipótesis de trabajo, hay diferencias sustanciales entre las matanzas cometidas en Huayllani y Senkata. Los sucesos de Sacaba se produjeron cuando el recién posesionado Alto Mando Militar aún no había tomado control de la situación. Sol de Pando sostiene que en Huayllani no actuaron los satinadores de Sanandita, sino paramilitares de la llamada “Resistencia Kochala” bajo órdenes directas del ministro de Gobierno Arturo Murillo. En el caso de Huayllani, por tanto, resulta vital una interpretación rigurosa de las pericias balísticas a cargo de la Fiscalía.

La investigación recién empieza.

 

 

 

 

 

NEGOCIAN CONTRARRELOJ UNA NUEVA ADENDA AL CONTRATO DE BOLIVIA

 

El gobierno busca sellar el acuerdo entre hoy y mañana. La discusión se centra en estos momentos en el precio que Argentina reconocerá por el gas del Altiplano.

 

Río Negro de Argentina (https://bit.ly/3aV8BjM)

 

El equipo técnico de Ieasa, la exEnarsa, y la secretaría de Energía de la Nación que está a cargo de la negociación del contrato de importación de gas de Bolivia, trabaja en estos momentos a contrarreloj para sellar una nueva adenda entre hoy y mañana que permita al Argentina pagar menos por el fluido.

Fuentes al tanto de las negociaciones revelaron que la decisión del gobierno nacional es que antes de fin de año se firme una nueva adenda, ya que la que actualmente está vigente vence precisamente el 1 de enero.

El apuro que muestran las autoridades nacionales radica en la posición favorable a diferencia de Bolivia, en la que el gobierno argentino se encuentra de cara al contrato de importación que tiene vigencia hasta el 2026.

Es que desde Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) se reconoció que no podrán enviar el año que viene más de 13 ó 14 millones de metros cúbicos de gas por día, esto no solo es un 30% menos que lo que inyectaron en el invierno pasado, sino que es prácticamente la mitad de lo que marca el contrato que debe entregar Bolivia si no se pacta una adenda.

"Si se vence la adenda, Bolivia está obligada a entregar 27 millones de metros cúbicos que no tienen y por un contrato por el que si no entrega la producción tiene que pagar multas", explicaron desde el equipo que encara las negociaciones.

Y detallaron que en esa situación de ventaja en las negociaciones es que desde Argentina se está buscando reducir considerablemente el precio que se paga por el gas boliviano, en especial por el gas extra que se entrega en el invierno.

Como parte de las negociaciones, uno de los puntos que hoy se está debatiendo es la extensión de la nueva adenda del contrato, ya que mientras desde el gobierno nacional se busca que sea por varios años, desde Bolivia se aspira que se de solo por el 2021, de forma de poder negociar un nuevo acuerdo el año que viene cuando creen que es posible que mejore la situación productiva del país.

Si bien el gas de YPFB llega al país por gasoductos se trata del fluido más caro que importa Argentina por las condiciones acordadas. De hecho, desde el gobierno nacional estimaron que este 2020 el contrato de importación de gas de Bolivia cerrará con un monto de 900 millones de dólares.

Pero no todo son buenas noticias para el equipo de negociadores argentinos ya que, como se explicó días atrás, el menor volumen de gas que Bolivia inyectará en el invierno obligará al país a tener que importar de otro destino el gas necesario para cubrir la demanda, muy posiblemente teniendo que recurrir a la contratación de un segundo buque regasificador.

 

 

 

 

 CAMBIAN MANDO MILITAR EN BOLIVIA PARA ESCLARECER MASACRES DE 2019

 La Jornada de México (https://bit.ly/3816Fo1)

 El presidente de Bolivia, Luis Arce, cambió este martes a la cúpula militar, juramentando a cinco generales que garantizaron el esclarecimiento de las masacres políticas ocurridas en 2019, en las que estuvieron involucrados ex jefes castrenses que obedecían al gobierno transitorio de Jeanine Áñez.

“En sentido de transparencia y compromiso con la patria, este mando garantiza el esclarecimiento de los hechos ocurridos en octubre y noviembre del año pasado, lo realizaremos sin escatimar trabajo y tiempo para dar con los responsables”, dijo el nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el general César Vallejos​​​.

El nuevo relevo total de la cúpula castrense se produjo 43 días después de que Arce, en el cargo presidencial desde el 8 de noviembre, destituyera a los comandantes que habían dirigido a la institución militar desde el golpe de Estado de noviembre de 2019 y casi todo el siguiente año de gobierno de Áñez.

El primer mando militar de Arce, ahora cesado, había criticado la apertura de procesos judiciales por las masacres posteriores al golpe, llegando inclusive a emitir un comunicado en el que calificó como "desconcertante" la orden de detención preventiva dictada a fines de noviembre contra un comandante regional.

Pacificación y Justicia

Arce dijo que el relevo militar fue realizado en respuesta a las demandas ciudadanas de justicia por la muerte de casi treinta civiles que protestaban contra el golpe de 2019 y fueron reprimidos por fuerzas conjuntas militares y policiales que actuaron bajo un decreto de inmunidad firmado por Áñez.

"Estas fiestas de fin de año reavivan la necesidad de paz en los hogares, pedidos por parte de varios sectores de la población porque se haga justicia, y hemos escuchado también múltiples pedidos para que el país ingrese en un franco proceso de pacificación, de armonía entre todos los bolivianos", expresó el gobernante.

Llamó a los nuevos jefes a "continuar el proceso de reconstrucción de la confianza entre las Fuerzas Armadas y el pueblo boliviano", anunciándoles que volverán a tareas de lucha contra el contrabando y el narcotráfico y a participar en planes de desarrollo económico, como hicieron durante los pasados gobiernos del presidente Evo Morales (2006-2019).

Vallejos, un general de la Fuerza Aérea que reemplaza al también aviador Jaime Zabala, remarcó el compromiso de dar con los responsables de las muertes políticas del año pasado, que calificó como "nefastos actos que enlutaron a la familia boliviana".

Junto con Vallejos juraron los nuevos Jefe de Estado Mayor General, Augusto Garcia; comandante del Ejército, Miguel Ángel del Castillo; de la Fuerza Aérea, Marcelo Heredia, y de la Armada, Franz Baldivieso.

Por las masacres de 2019, la Fiscalía General realiza actualmente, a pedido del Parlamento, los trámites preliminares de un juicio de responsabilidades contra la expresidenta Áñez como responsable principal del decreto que movilizó a los militares, otorgándoles inmunidad penal por la represión de los manifestantes.

El Parlamento pidió también juicios penales ordinarios contra el gabinete ministerial de Áñez que firmó el indicado decreto y contra los jefes militares y policiales que ordenaron o ejecutaron la represión.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos investiga también esos sucesos y el Gobierno de Arce le ha prometido la apertura de los archivos militares y policiales.

 

 

 

 

 

LO QUE DEJÓ EL 2020 EN AMÉRICA LATINA: ENTRE LA DISTOPÍA Y LA ESPERANZA

 

Página 12 de Argentina (https://bit.ly/2WUy18L)

 

Es casi una obviedad que cualquier mirada analítica que intente descifrar el 2020 estará marcada por lo que la pandemia nos hizo y por lo que hicimos con la pandemia. Esta renovación del ciclo que impone el calendario gregoriano quedó subsumida en el inédito ciclo en desarrollo que atraviesa la humanidad. Así y todo, la época del año tira para parar la pelota y esbozar balances que vayan más allá de la vorágine informativa o los efímeros posteos. Imaginando un sobrevuelo por el continente, va un repaso -arbitrario y acotado- sobre lo que dejó el año para Latinoamérica y cómo se perfila el 2021.

El punto neurálgico, el tópico excluyente a destacar, es el devastador impacto socioeconómico de la covid-19. En un reciente informe, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aseguró que "si se comparan diferentes indicadores sanitarios, económicos, sociales y de desigualdad, América Latina es la región más golpeada del mundo emergente". Las frías estadísticas reportan que hasta ahora más de 490 mil personas fallecieron por coronavirus –la región con más muertes per cápita y casi un tercio de las registradas en el mundo- y más de 15 millones se contagiaron. Gran parte de los países ya atraviesan la segunda ola y retomaron las restricciones, mientras va arrancando el tan ansiado proceso de vacunación.

La Cepal indica que Latinoamérica cerró el año con una caída del 7,7%, lo que configura la peor crisis en los últimos 120 años, y que la pobreza alcanzó al 37,3% de la población (231 millones de personas), unos 45 millones más que en 2019. Además, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se destruyeron en el año más de 34 millones de empleos en la región, lo que generó un récord de desocupación del 11.4%. El desempleo afectó más a las mujeres, principales sostenes de las tareas de cuidado: el descenso de la participación femenina en el mercado laboral fue de -10,4% frente al -7,4% de los varones.

Las respuestas estatales fueron dispares y hubo escasas acciones coordinadas. Si bien algunos gobiernos reaccionaron mejor ante la emergencia sanitaria, en general las medidas de asistencia para mitigar el descalabro económico resultaron insuficientes. Fueron contadas las iniciativas que tocaron el bolsillo de las élites (como el impuesto a la riqueza por única vez en Argentina o permanente en Bolivia) y brillaron por su ausencia políticas estructurales que apunten a revertir la concentración de la riqueza.

La pandemia funcionó como una gran lupa que desnudó las pésimas condiciones de vida de las grandes mayorías: si América Latina ya era la región más desigual del mundo, las cicatrices que va dejando no hicieron más que profundizar esa desigualdad. Seguramente transitemos un 2021 de fuerte conflictividad social.

Reimpulso desde abajo

Pero no todo el panorama es desolador: en los últimos meses aparecieron algunos síntomas de esperanza. El hecho político del año fue la recuperación de la democracia en Bolivia y el arrasador triunfo del MAS. Con el 55% de los votos y por más de 26 puntos, Luis Arce llegó a la presidencia para dejar atrás al fatídico gobierno de facto de Jeanine Áñez.

La secuencia se coronó el 9 de noviembre con el épico retorno de Evo Morales, su recorrida por el país y el acto con un millón de personas en el aeropuerto de Chimoré, de donde había partido al exilio justo un año antes tras el golpe de Estado.

Un par de semanas antes, el pueblo chileno protagonizaba otra jornada histórica. Con un aluvión de votos superior al 78%, se aprobó el plebiscito para elaborar una nueva Constitución que reemplace a la de 1980 y desmonte los amarres de la dictadura pinochetista.

Fue la primera gran conquista de las multitudes que irrumpieron en las calles en octubre de 2019 y marcó un hito en esta época transicional signada por la idea fuerza del “Chile despertó”, por la rabia acumulada que detonó el estallido social y que ahora tiene el desafío de plasmarse en el proceso constituyente que, como dato saliente, tendrá paridad de género.

También en Perú se vivieron hechos disruptivos. El 9 de noviembre el Congreso destituyó al presidente Martín Vizcarra en una maniobra muy floja de papeles y desató una nueva crisis que consolidó el descrédito hacia la clase política. Lo novedoso fue la enorme movilización popular, protagonizada principalmente por jóvenes, en un país caracterizado por la apatía. La rebelión logró la rápida renuncia de su sucesor, el empresario ganadero Manuel Merino, y dio lugar a la designación del moderado Francisco Sagasti para gobernar la transición hacia las presidenciales de abril.

Las secuelas del golpe parlamentario debilitaron al régimen moldeado por la Constitución de Fujimori de 1993 y ampliaron las chances para que el descontento pueda ser capitalizado por alguna fuerza progresista, como la que lidera Verónika Mendoza, y que, como en Chile, se masifique el reclamo de una nueva Constitución.

La era pandémica también abrió nuevos desafíos para el creciente y potente movimiento feminista latinoamericano, que debió reinventarse para visibilizar el incremento de la violencia de género aún en contexto de cuarentena. El año cierra con la votación del aborto legal en el Senado argentino que, de aprobarse, será un espaldarazo para toda la región.

Odisea 2021

Los próximos meses estarán marcados por los vaivenes de la pandemia y el proceso de vacunación. A la par, se viene una serie de elecciones que pueden torcer la correlación de fuerzas actual. El calendario arranca en febrero en Ecuador, donde el candidato del correísmo Andrés Arauz tiene buenas chances de ganar, y seguirá en Perú (abril) y Chile (noviembre). Asoma un 2021 con buenas expectativas de que continúe el reflujo de la hegemonía neoliberal y se consolide el reimpulso de un bloque progresista que reconstruya la integración latinoamericana.

 

 

 

 

 

EL PLANETA HA ESTADO MARCADO POR MÁS QUE UNA PANDEMIA

 

Le Devoir de Francia (https://bit.ly/37Z19SN)

 

La caída de Evo Morales, el primer presidente indígena de América del Sur, en noviembre de 2019, había atraído todas las miradas, no solo por las irregularidades que indujo en el proceso electoral, sino también por la extraña Golpe de Estado oportunista perpetrado a raíz de la extrema derecha religiosa boliviana.

Bolivia, laboratorio de la revolución socialista, se hundió entonces en una compleja crisis social y política, que la pandemia hizo durar. El depuesto presidente fue enviado al exilio en Argentina, y la inestabilidad, así como la incertidumbre, puntuó el diario boliviano, hasta el pasado 18 de octubre, marcado por el regreso al poder, sin ambigüedad esta vez, del Movimiento hacia socialismo (MAS).

Desde la primera vuelta, Luis Arce, artífice del milagro económico boliviano en los años de Morales, de hecho ganó las elecciones presidenciales con un contundente resultado del 55,1% de los votos. En segundo lugar quedó el moderado Carlos Mesa, con el 28%, mientras que Luis Fernando Camacho, radical y populista que fue uno de los chispas del golpe, no obtuvo más del 14% de los votos.

Igualmente destacable, la vicepresidencia está ahora en manos de David Choquehuanca, un campesino aymara de la sierra de la provincia de Omasuyos y figura del movimiento de afirmación de los derechos indígenas que llevó en 2009 a la reescritura de la Constitución boliviana. El joven líder político, Andrónico Rodríguez, sucesor natural de Evo Morales al frente del MAS, por su parte fue electo presidente del Senado boliviano.

Las urnas, por tanto, no confirman una generalización de la indignación encarnada por la derecha radical y la presidenta interina Jeanine Áñez durante un año contra el MAS. Ni su espíritu de venganza con tintes de racismo dirigido a los nativos. Los votantes tampoco apoyaron los llamamientos de la derecha a un cambio radical de rumbo en el país que, tras esta pausa forzada, finalmente se prepara para continuar su revolución ya en marcha.

El 11 de diciembre Bolivia reconoció por primera vez en su historia una unión civil entre dos personas del mismo sexo, luego de haber reconocido en el pasado los derechos de los indígenas, pero también consagrado en la Constitución el derecho de la naturaleza.

Exiliado y blanco de procedimientos legales abusivos por parte del gobierno de transición, Evo Morales finalmente regresó a Bolivia sin obstáculos a principios de noviembre. Asumió la presidencia del MAS, partido político que fundó en 1997, pero también la de la federación de productores de coca de la región de Chiapare, donde se reasentó.

Argelia: un proyecto de constitución criticado en un clima de represión

Es una bofetada al Hirak, este movimiento popular que, todos los viernes desde febrero de 2019, ha sacado a las calles a millones de argelinos, hasta la aparición de una pandemia el pasado mes de marzo. Exigieron el fin del régimen militar y el establecimiento de una verdadera democracia, moderna y abierta al mundo.

El 10 de septiembre, el nuevo parlamento argelino aprobó un proyecto de revisión de la Constitución del país, que amplía el poder de los militares en este país y que está lejos de abrir la puerta a las reformas del sistema, sin embargo exigidas con constancia y alcance. por el pueblo argelino durante más de un año.

Peor aún, esta enmienda constitucional, orquestada en un clima de represión, fue aprobada por referéndum el 1 er  noviembre y, con apenas tasa de participación del 23,7%, la más débil de historia reciente del país. El "sí" ganó con un 67%.

Argelia había esperado, desde la partida de Abdelaziz Bouteflika el año pasado, poner su destino en otro marco narrativo. La elección de AbelmadjidTebboune, hace un año, parece sobre todo hacer retroceder al país con el encarcelamiento de varias figuras importantes de Hirak, pero también de políticos y personalidades de los medios de comunicación.

En septiembre pasado, el periodista Khaled Drareni, representante de Reporteros sin Fronteras (RSF) y corresponsal del canal francófono TV5 Monde, fue condenado a dos años de prisión. Su cobertura del Hirak fue vista como una amenaza para la estabilidad del país. Esencialmente.

Con reminiscencias del pasado: el nuevo presidente se vio obligado a abandonar el país en octubre pasado para ser hospitalizado en Alemania. Contrajo COVID-19. Sin embargo, la información sobre el estado de salud del político de 75 años es escasa e imprecisa.

El 13 de diciembre, fue desde este país europeo que habló por primera vez en dos meses. Anunció, con más detalle, su regreso a Argelia. El líder finalmente llegó a su país el martes 29 de diciembre. Se recordará que los problemas de salud del expresidente Bouteflika, a raíz de un ictus ocurrido en 2013, también lo habían apartado de los asuntos de Estado durante varios meses y finalmente lo habían transformado en un presidente fantasmal contra el que los argelinos se levantó en 2019 para evitar que se postulara para otro mandato presidencial.

La ausencia de Tebboune en el país retrasa de facto la promulgación de la nueva constitución, pero sobre todo despierta indignación contra esta reforma no reclamada.

Hong Kong: el autoritarismo de China se impone con 27 años de antelación

El compromiso de China de mantener las particularidades políticas, legislativas y sociales de Hong Kong hasta 2047 se rompió finalmente en 2020, ante la indiferencia general, con la adopción, a finales de junio, de una severa ley de seguridad nacional.

Impuesta por Pekín en este territorio que el Reino Unido retrocedió a China en 1997, después de 99 años de ocupación, pero también de desarrollo económico y democrático, esta ley pretende sofocar el movimiento prodemocrático que ha sacudido a la ciudad estado. el año pasado. Sobre todo, trajo el territorio bajo el régimen autoritario chino, un régimen donde la disidencia y los discursos que denuncian al poder continental central están ahora fuertemente reprimidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CORONAVIRUS. DURO REBROTE EN BOLIVIA: EN CASAS Y CALLES JUNTAN CADÁVERES DE SOSPECHOSOS DE HABER MUERTO POR EL VIRUS

 

La Nación de Argentina (https://bit.ly/3aZClMt)

 

El periodo de alivio y de recuperación de la normalidad ha terminado en Bolivia. El Covid-19 vuelve a golpear al país andino. En los últimos días se ha registrado un rápido aumento de casos: de decenas por día a más de un millar el 23 de diciembre. Los epidemiólogos afirman que la tendencia seguirá en aumento. Las autoridades gubernamentales hablan de "rebrote" y calculan que el aceleramiento de la enfermedad llegará a un nuevo "pico" en febrero. Sin embargo, se niegan a decretar una cuarentena que sería rechazada por varios sectores.

Una de las imágenes más horribles de la pandemia ha retornado al país: la policía ha estado recogiendo de viviendas, incluso de las calles, cadáveres de personas sospechosas de haber contraído el virus. Por lo pronto, son de gente que por alguna razón no quiso o pudo ir a los hospitales, pues todavía tienen disponibilidad de camas. Sin embargo, las unidades de terapia intensiva están de nuevo cerca de su máximo nivel de ocupación, así que pronto habrá pacientes graves que no puedan ser atendidos. En los últimos 14 días se han presentado más de 5000 nuevos casos, de los cuales unos 750 se complicarán, según las previsiones.

El presidente Luis Arce, elegido el pasado octubre, se ha reunido con los gobernadores de los nueve departamentos o regiones del país para coordinar un plan de acción, en un momento en que la delicada situación de la economía hace muy difícil la adopción de nuevas restricciones a la movilidad de las personas. Arce quiere aumentar la cantidad de pruebas para detectar la presencia del virus, que es considerada insuficiente en todos los estudios sobre la reacción de Bolivia a la pandemia. También ha prometido la importación de seis millones de vacunas con vistas al primer cuatrimestre de 2021. El Gobierno destinará más de 80 millones de dólares a adquirir estas vacunas, que espera comprar de los diferentes laboratorios que las han desarrollado. El Mecanismo de Acceso Mundial a la Vacuna (Covax) solo permitirá que Bolivia obtenga, gratuitamente, las dosis necesarias para cubrir al 20% de su población, que en su conjunto es de 11 millones.

La oposición ha respaldado los anuncios del gobierno, aunque se prevé una tormenta política si se tiene que esperar las vacunas más tiempo del prometido. Arce, que está al frente del Gobierno desde el 8 de noviembre, culpa a su antecesora, Jeanine Áñez, de no haber llegado a acuerdos anticipados con los conglomerados productores de los medicamentos. La expresidenta ha replicado que la única solución realista para proveerse de estos es la plataforma Covax.

El Gobierno está empeñado en enfrentar el rebrote del Covid-19 sin tener que retornar a las medidas excepcionales, que se decretaron en marzo pasado, y que causaron la peor recesión que el país haya sufrido en tiempo de paz. Bolivia terminará 2020 con un decrecimiento del 10% del PBI. En julio, cuando el estado de excepción estaba en pleno vigor, la tasa de desempleo estaba en 11%, el doble que la de 2019. En los últimos meses este indicador ha ido disminuyendo en el mismo ritmo en el que el confinamiento se suavizaba. Se esperaba que en los próximos meses se produjese una recuperación pronunciada de la actividad económica, pero esta puede quedar cortada por la segunda ola.

Una nueva cuarentena sería, además, rechazada por los sectores productivos, en particular de los emprendedores, que son la mayor parte de la fuerza de trabajo. Las personas entrevistadas por los medios, a falta de una encuesta reciente, declaran mayoritariamente que se tiene que seguir trabajando y que el cuidado debe ser personal. Las medidas de distanciamiento se han relajado mucho en todas partes, en particular en el área rural, donde nunca fueron significativas. En Santa Cruz de la Sierra y El Alto, las ciudades más populosas del país y las más golpeadas por el virus, mucha gente ha dejado de usar mascarillas, que faltan incluso en las reuniones de proclamación de candidatos para las elecciones municipales y departamentales (regionales) que se realizarán en marzo, si los contagios no siguen descontrolados. Los políticos han dejado de atacarse mutuamente por esta razón, porque el mal comportamiento es general y no hay distinción entre ideologías.

Una mujer dijo a una televisora local que los bolivianos le perdieron "el miedo a la enfermedad", que ya saben cómo "atenderse a sí mismos" con medicamentos como la ivermectina y el dióxido de cloro, que no están probados científicamente pero se encuentran reconocidos como beneficiosos para recuperarse de la Covid. Acudir a estas y otras soluciones caseras y apoyarse de forma comunitaria con transfusiones de plasma hiperinmune ha sido la respuesta ciudadana ante las enormes carencias de los servicios de salud pública. Al menos 140 médicos y enfermeros que atendían pacientes con Covid han muerto.

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