El MAS tuvo 20 años para consolidar las instituciones públicas, pero las deja más bien débiles, con una justicia corrupta en la que nadie cree
Dos semanas antes de la ronda eleccionaria de agosto, Paz, candidato del PDC (Partido Demócrata Cristiano), aparecía quinto en las encuestas, con un 5% de intenciones de voto. A partir de ese momento, su ascenso fue imparable. Hubo varias razones para ello: pese a que sus intenciones eran claramente las de un candidato de derecha -o al menos centro-derecha (“capitalismo para todos”, fue su slogan)-, sus respuestas evasivas en cuanto al rol de Estados Unidos, el FMI y la DEA en el país, o sobre si se encargaría de llevar a la justicia a Evo Morales, permitieron que un buen porcentaje de votantes indecisos, que solían apoyar el proyecto populista del MAS, terminaran decantándose por él como una mejor opción ante la rigidez ideológica derechista encarnada por Quiroga.
Su candidato a vicepresidente, el cochabambino Edmand Lara, ayudó a captar esos votos. El carismático expolicía, hábil en la comunicación vía TikTok, visto como cercano a los sectores populares y abanderado en la lucha contra la corrupción, llegó incluso a opacar a Paz con sus declaraciones intempestivas y furibundas (tres años atrás, en medio del furor libertario, Lara triunfó en una encuesta que preguntaba quién podía ser el “Milei boliviano”). Las políticas de la identidad funcionan también en Bolivia, y votar por alguien “que viene desde abajo y es uno más de nosotros” –las palabras son de una comerciante indígena– tiene todo el sentido del mundo.
La situación no está para grandes celebraciones. Paz, que asumirá el 9 de noviembre, hereda un país en crisis gracias a la pésima gestión del presidente Luis Arce, conocido como el arquitecto del modelo económico que rigió el país a partir de la llegada de Morales al poder en 2006. El MAS fue fundamental en el crecimiento de la clase media, empoderó a sectores de la burguesía “chola” y permitió el ingreso de grupos marginados al poder; a la vez, Morales hizo crecer el gasto público, despilfarró su capital político con proyectos de corto plazo o ineficientes, se perdió en un caudillismo que lo llevó a desconocer la misma Constitución promulgada por su partido, y, beneficiándose de una década de bonanza en los precios de productos del gas y el petróleo, no preparó al país para cuando el boom económico se acabara. Un proyecto hegemónico que refundó al país como Estado plurinacional, que tuvo el apoyo de dos tercios de votantes al final de la primera década del siglo, propulsado por un crecimiento anual de alrededor del 5% (uno de los mayores del continente), llegó a las elecciones acosado por un fuerte enfrentamiento interno entre Arce y Morales: su candidato apenas logró el 3% de votos, y el partido, casi nula representación en la asamblea legislativa.
El MAS tuvo 20 años para consolidar las instituciones públicas, pero las deja más bien débiles, con una justicia corrupta en la que nadie cree. Por otro lado, el avance de la minería ilegal contaminante y la deforestación muestran cómo fracasó el “vivir bien”, el plan de desarrollo alternativo al capitalismo presentado por Morales en el 2006 como una nueva forma de relación entre el boliviano y la naturaleza, aprendida de las culturas ancestrales.
El primer desafío de Paz consiste en estabilizar la alicaída economía. Hay recesión, y Arce se ha gastado buena parte de las reservas. La inflación no perdona, y productos de primera necesidad como la carne de res o de pollo no paran de subir (“la gente lleva carne molida y hueso, prácticamente ya no se vende carne”, le dijo una vendedora del mercado Abasto en Santa Cruz a un periodista de El Deber). Abastecer al país de gasolina y diésel, un problema que comenzó el año pasado y se ha vuelto crónico, es urgente para la cadena productiva: ciudadanos comunes y transportistas hacen largas colas semanales, y la cadena alimentaria sufre el impacto (la producción agropecuaria necesita 35 millones de litros de diésel mensuales, pero en octubre solo se distribuyeron 8 millones).
Paz también debe decidir de quién conseguir financiamiento para comprar combustible, ya sea del malhadado FMI o de algún otro lado que implique menor gasto de capital político. Además, debe evaluar si se sigue subvencionando el precio de la gasolina y el diésel, un tema sensible en Bolivia: esa subvención es la principal causante del endeudamiento, pero eliminarla podría provocar una inmediata inestabilidad social.
Paz ha prometido un capitalismo descentralizado, con un 50% de las ganancias para el Estado nacional y el otro 50% para las regiones; esta idea no es nueva en el continente, y en otras experiencias ha chocado con los límites de la realidad fiscal. También ha ganado apoyos con su discurso contra el llamado “Estado tranca”, asegurando menor regulación y un sistema impositivo más justo para legalizar a buena parte del 85% de la población que vive en la economía informal. Su primera reunión importante fue con los empresarios privados de Santa Cruz, a quienes ofreció mayor apertura comercial y seguridad jurídica. El ingreso a su equipo de José Luis Lupo, excandidato a la vicepresidencia junto a Samuel Doria Medina (líder de derecha que encabezaba las encuestas hasta junio), refuerza la percepción de un giro hacia un neoliberalismo atenuado (“No creo en los subsidios, se nacionalizó el gas y no hay gas, se subsidió el diésel y no hay diésel”, dijo Lupo durante la campaña).
Paz tendrá que resolver su relación con Evo Morales. El exlíder del MAS, exiliado interno en su reducto del Chapare en Cochabamba, es un prófugo de la justicia que todavía tiene alrededor del 20% de apoyo duro. Evo se ha arrogado el triunfo del PDC (pese a que llamó a votar nulo, sus votantes de decantaron por Paz), no ha dejado de lado sus ambiciones políticas y es capaz de desestabilizar al país: ya ha denunciado a Paz como neoliberal y ha dicho que resistirá a sus políticas. Para quienes ven a Paz como “un caballo de Troya” del masismo, este mismo ha dicho que “la justicia va a caer sobre aquellos que tengan que cumplir ante la justicia… a Evo el Estado no le aplicó el rigor de la norma… Siendo gobierno nosotros, si hay justicia, esa justicia tendrá que actuar”.
“Espero que Bolivia vuelva al mundo y el mundo vuelva a Bolivia”, ha afirmado también Paz, asegurando que se restablecerán relaciones con los Estados Unidos. Por lo pronto, la COB (Central Obrera Boliviana) se ha declarado en emergencia, asegurando que rechazarán la descentralización de la educación y la salud. El ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), una organización de diez países latinoamericanos y del Caribe con ideología de izquierda, ha suspendido a Bolivia de la alianza y tildado a Paz de “proimperialista y colonialista”, luego de que este declarara que no invitaría a su toma de posesión a países que no tuvieran “la democracia como principio”, entre ellos Cuba, Venezuela y Nicaragua (principales aliados de Bolivia en los años del MAS). Dicho esto, el viraje de Bolivia está claro; la dirección, no tanto. El País de España (https://n9.cl/k9rk9)
Electores derrotan doctrina de shock neoliberal de Jorge “Tuto” Quiroga
La reacción de los dos candidatos presidenciales de la segunda vuelta ante la situación boliviana definió los resultados de la segunda vuelta. Ella se caracteriza por una caída de la producción del 2,4% en el primer semestre de 2025, bajas reservas internacionales atribuidas al mantenimiento de las subvenciones de acceso a combustibles por parte del gobierno saliente de Luis Arce y una alta inflación interanual de 23% en noviembre.
Los electores rechazaron el programa del expresidente Jorge “Tuto” Quiroga. El ultraderechista candidato de Libre proponía retornar a las política neoliberales del gobierno de Hugo Banzer del quien fuera vicepresidente hasta que su enfermedad le permitió acceder a la presidencia (2001-2002). Se trata de la tradicional política shock que sigue los dictados de la ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI). Una copia de la estrategia de choque del Mileísmo argentino.
El programa de Rodrigo Paz era más moderado y gradualista que el de su rival. Sin embargo, se inscribe claramente en la derecha. Aunque descarta recurrir al financiamiento condicionado del FMI, prevé atacar las nacionalizaciones de hidrocarburos, las políticas estatistas y de redistribución de ingresos de los gobiernos del MAS.
Rodrigo Paz rompe con la política exterior del MAS
Donde el cambio de rumbo de Rodrigo Paz es evidente, es en política exterior. Desde ya, y desde antes de su entronización prevista para el próximo 8 de noviembre, Rodrigo Paz, alineó su política exterior sobre la base de un discurso en defensa de la democracia liberal, de democracia en sí, que denuncia como dictaduras a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Se inscribió en ruptura contra la política de diversos gobiernos latinoamericanos que consideran vital el respeto a la autodeterminación de los pueblos, liderados por la presidenta Claudia Sheinbaum de México.
Su gesto se tradujo en un gesto simbólico de ruptura con la política tradicional del MAS. Rodrigo Paz anunció que «ninguna de las dictaduras regionales (Venezuela, Cuba y Nicaragua) están invitadas a su juramentación del 8 de noviembre». Ello coincide con la exclusión de esos mismos países de la próxima Cumbre de las Américas en diciembre en República Dominicana por presiones estadounidenses. Colombia y México han anunciado que no asistirán a ese encuentro en solidaridad con Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Al mismo tiempo Rodrigo Paz ha declarado su interés por reanudar lazos políticos y económicos estrechos con la Casa Blanca gobernada por Donald J. Trump. Relaciones rotas con EUA desde 2006. Por su parte, Casa Blanca saludó que Rodrigo Paz terminara con 20 años de “mala gestión” por parte de los gobiernos de izquierda.
Simbólicamente también los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) expulsaron inmediatamente al nuevo gobierno de Rodrigo Paz por orientación “antilatinoamericana, proimperialista y colonialista” no se ajusta a los principios del ALBA.
El programa de Rodrigo Paz Pereira en Bolivia
Muchos de los puntos del programa de Rodrigo Paz requieren reformar la Constitución de 2009, para lo cual necesita 2/3 en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP). Sus banderas pueden resumirse a tres de acuerdo con BBC News Mundo.
En primer lugar, Rodrigo Paz promete imponer un “capitalismo para todos”, de liberalización económica, con reducción de cargas tributarias y aranceles, que facilite el acceso a créditos y adopte un sistema de banda cambiaria para proteger las reservas y que estimule la inversión privada nacional y extranjera. Propone mantener los subsidios a los combustibles, pero sólo para los sectores más vulnerables. Se trata de una ruptura con el modelo masista de los últimos veinte años y el Estado de Derecho que está consagrado en la Constitución de 2009.
En segundo lugar, buscará descentralizar recursos públicos que estarían demasiado centralizados, favoreciendo la autonomía de las regiones. Algo que favorece sobre todo a la región oriental de Bolivia que incluye Santa Cruz, Beni, Trinidad y Tarija. Ello incluye una descentralización de la policía, tema defendido por su vicepresidente Edman Lara, un expolicía que se destacó por su campaña contra la corrupción en medios sociales.
En tercer lugar, se plantea reformar el Estado boliviano. Entre otras medidas, congelará las actividades de empresas públicas, impondrá control digital de compras estatales y aumentará los controles anticorrupción. Buscará eliminar la elección popular de los jueces porque considera que han politizado el sistema.
¿Qué incertidumbres revelan una coyuntura muy compleja y abierta?
Los elementos explicitados, acompañan incertidumbres que revelan la existencia de una coyuntura muy compleja y abierta. Distante de aquella que se perfila en los medios tradicionales. Entre otras, las siguientes:
1.- Por un lado, aunque se insiste en que terminó el ciclo del Movimiento al Socialismo. Ello tiende a descartar que su característica principal fue la de cristalizar por primera vez, los movimientos sociales de la mayoría indígena de Bolivia. Se trata de poderosos movimientos sociales, que siguen muy presentes y con pensamiento propio. Incluso, algunos de ellos, lidiaron con los gobiernos del MAS oponiéndose a, entre otras, una política extractivista y sus consecuencias que terminó alejándose del pilar filosófico del Estado Plurinacional de Bolivia, formulado como “vivir bien”.
2.- Por otro, debe recordarse que la crisis del MAS no fue producto de una ruptura con su base de apoyo. Ella está ligada a las consecuencias del Golpe de Estado institucional de 2019, bajo falsas acusaciones de fraude electoral contra Evo Morales, apoyadas por la Organización de Estados Americanos (OEA). La presidenta interina Jeanine Añez que usurpó el poder, fue responsable de las masacres de Sacaba y Senkata criticadas por la CIDH.
3.- El fin del corto gobierno de Jeanine Añez y su condena no significó la restitución del gobierno de Evo Morales, pues el llamado a elecciones sin Evo, sentó las bases de la división del masismo, revelando la dificultad de los relevos en procesos transformadores profundos. La elección del presidente Luis Arce, exministro de economía del propio Evo Morales se tradujo en una deriva gubernamental que Evo Morales compara con la de Lenin Moreno en Ecuador contra Rafael Correa. Ello llevó a la división del MAS, pero no consiguió destruir la imagen de Evo Morales, a pesar de acusaciones judiciales y estar resguardado en el Chapare y custodiado por sus bases, el líder indígena sigue teniendo un peso indiscutido en la política Boliviana.
4.- Puede afirmarse que la crisis del MAS y su catástrofe electoral se presenta como una crisis de representación. No es circunstancial que el llamado a boicotear las elecciones por parte de Evo Morales se tradujese en más del 20% de voto nulo. En que candidatos presidenciales como Andrónico Rodríguez (Alianza Popular) y Eduardo del Castillo (MAS) no alcanzaran siquiera el 4% y que el MAS pasó de 95 miembros en la ALP a sólo dos en las elecciones del 17 de agosto.
5.- La sorprendente mayoría obtenida por Rodrigo Paz Pereira (32,06%) en la primera vuelta y el 54,5% de la segunda vuelta, están ligados a apoyos en la óptica del “mal menor” de votos tradicionales del MAS frente a la amenaza, aún peor, que representaba una eventual victoria de Jorge “Tuto” Quiroga, cuyo program se asemejaba al del presidente argentino Javier Milei.
6.- Los elementos anotados justifican que muchos planteen que gobernar en la incertidumbre será el principal desafío del gobierno de Rodrigo Paz que no posee un arraigo social tras el PDC o su programa. Incertidumbre porque con 70 representantes sobre los 175 escaños de la ALP, necesitará forjar alianzas con fuerzas políticas derechistas, como la Alianza Libre (Libertad y Democracia) del derrotado ex presidente Jorge Quiroga que obtuvo 53 escaños y del derechista Bloque de Unidad que tiene 35, partido conservador-liberal autonomía para Bolivia Súmate que tiene seis.
7.- Por otro lado, algunos califican que el PDC boliviano fue un “vientre de Alquiler”, al no contar con el correspondiente arraigo social o nacional que respaldara su candidatura, lo que se traduce en la posibilidad de emergencia de facciones en búsqueda de cuotas de poder, entre ellas la de su vicepresidente el expolicía Edman Lara.
8.- Incertidumbre porque la victoria de Rodrigo Paz es tributaria del silencio de Evo Morales, lo que favoreció el traslado de votos hacia el mal menor que representaba la candidatura de Rodrigo Paz. El mismo presidente Luis Arce lo critica como una movida estratégica de Evo Morales La constatación evidente es que, en lugar de desaparecer, la influencia de Evo Morales permanece: es un actor político ineludible, que apunta a reconstituirse como alternativa en las elecciones subnacionales de gobernaciones y alcaldías de 2026 con su nueva fuerza política, Evo Pueblo.
9. Creemos que lo que se vive en Bolivia es una crisis de representación cuyo futuro se jugará en las elecciones subnacionales de 2026 y sobre todo en la calle. La reacción de los poderosos movimientos sociales bolivianos en defensa de sus conquistas será la clave del futuro del proceso boliviano. Sobre todo, si el gobierno de Rodrigo Paz opta, como parece ser el caso, por el desmantelamiento de lo que resta del modelo masista de “vivir bien”, sobre todo en su aspecto de descolonización plurinacional, de reconocimiento de la mayoría indígena boliviana.
10. Ciertamente, la experiencia boliviana constituye un golpe duro para el diverso bloque de países de izquierda y progresistas latinoamericanos, cuando está en cuestión la autodeterminación de los pueblos latinoamericanos ante la nueva ofensiva de Washington que busca, bajo Donald Trump, de resucitar la Doctrina Monroe y asegurar que la región sea su patio trasero en el marco de su creciente pérdida de hegemonía mundial. 11. La incertidumbre del proceso político boliviano apunta a la fragilidad de los proyectos de desarrollo de los progresismos latinoamericanos en el contexto de la posglobalización y las dificultades de construcción de una narrativa movilizadora común ante el debilitamiento de los bloques regionales. Pero eso es materia de otro análisis.
Como era de esperarse, un sector considerable de aquellos que en la primera vuelta votaron nulo o blanco, en esta segunda vuelta se alinearon detrás de Paz, para evitar la victoria de Tuto, considerado por muchos como el mal mayor. Pero no fue solamente eso: la figura de Edmand Lara ha resultado central para el atractivo del PDC con sectores más oprimidos. «Viene de abajo, es uno de nosotros. Paz no conoce la pobreza, no sabe cómo vivimos» fueron las palabras de una votante por el PDC en La Paz. Adicionalmente, su historia como activista anticorrupción le ha ganado puntos con mucha gente. Todo boliviano ha tenido que lidiar con la corrupción de policías, funcionarios y burócratas, es un fenómeno omnipresente. Sin embargo, tenemos que advertir a los que tienen ilusiones en el capitán: la corrupción es un resultado natural e inevitable del capitalismo: incluso los Estados de los países capitalistas avanzados son nidos de corrupción, solo son mejores en ocultarlo. Si Lara se vuelve demasiado molesto, no cabe duda de que será echado a un lado. Sin embargo, más probable es que se vea obligado a «comportarse».
¿Qué le depara el futuro a este nuevo gobierno? No podemos olvidar que EEUU ejercerá -probablemente ya está ejerciendo- una presión gigantesca para reconquistar a Bolivia a su esfera de influencia, tomando en cuenta que su histórico «patio trasero» se ha convertido en uno de los principales escenarios de la contienda inter-imperialista entre China y EEUU. Habiendo China ganado amplio terreno en los últimos 20 años, ahora el imperialismo estadounidense quiere asegurar su control sobre esta región estratégica. Bolivia en particular se orientó fuertemente hacia China durante los gobiernos del MAS. Estados Unidos en definitiva tiene intereses en el país, considerando la riqueza mineral que existe bajo nuestros pies. Las reservas de litio bajo el salar de Uyuni nuevamente se están convirtiendo en un tópico ampliamente discutido: inversores internacionales que antes se veían espantados por la insistencia del MAS de que exista control estatal del litio ahora nuevamente tienen un interés mayor en participar del saqueo.
Parte de esta reorientación hacia EEUU es la promesa de Paz de someter a escrutinio los contratos firmados anteriormente con empresas rusas y chinas para «fortalecer la transparencia». Sin embargo, aquí se empieza a ver las contradicciones de la situación en la que está entrando el nuevo gobierno. Un inversor estadounidense comentó que le alegraba el giro pro-EEUU, pero que si se anulaban los contratos con China y Rusia, no invertiría en el país (porque qué garantiza que no los anulen a ellos). La burguesía boliviana está económicamente mucho más atada a China que a Estados Unidos, incluso los agrocapitalistas ultra-reaccionarios exportan la mayoría de su producto hacia China. Sin embargo, políticamente su orientación es hacia EEUU. Esta no es una situación que pueda durar en el contexto de conflicto interimperialista de hoy en día: hay que elegir un bando, y podemos estar seguros de que la presión de ambos lados será inmensa, solo hace falta ver lo que está sucediendo con Colombia, Venezuela y Brasil. El conflicto también se expresa en la cuestión de hacia qué organismos internacionales debería dirigirse el país para conseguir un préstamo que solucione la crisis. Aquí igual, la tendencia parece inclinarse hacia el FMI: a pesar de que durante la campaña Paz había rechazado esa posibilidad, ya se ha reunido con oficiales de dicha institución. Sin embargo, todavía no ha sentido la presión desde abajo: el FMI es ampliamente odiado en el país, y algo similar ocurre con regalar los recursos naturales al imperialismo, sea cual sea su bandera. Las tradiciones de las guerras del agua y del gas se mantienen en las mentes de los trabajadores y pobres de Bolivia.
Aun así, por ahora la población está a la espera: tienen muchas expectativas del gobierno entrante; solución a la crisis, trabajo, seguridad, un futuro para sus hijos. Podemos decir ya ahora que todas estas expectativas se verán defraudadas. Todos los economistas burgueses están de acuerdo que lo que le toca a Bolivia ahora es el ajuste: «años difíciles». Se vienen ataques a toda una serie de conquistas obtenidas en el pasado. Los únicos que se seguirán beneficiando serán los capitalistas, que ahora dominan de manera aplastante el Estado. Después de casi 20 años de alianza tambaleante con el MAS, por fin tienen en el gobierno gente de confianza.
Seamos claros: el resultado de estas elecciones no es la victoria del «mal menor,» es la derrota de los pobres y trabajadores del país. Y la culpa de este resultado la tiene la izquierda reformista. Totalmente incapaz de ofrecer una salida a la crisis que se había vuelto omnipresente en los últimos años. En su lugar, se dedicaron a pelearse internamente y maniobrar en busca del poder político. Veinte años de gobierno casi hegemónico hizo al MAS completamente dependiente de la teta del Estado, y la desesperación por seguir mamando era la consideración central de todos. ¿Qué políticas ofrecían? En el mejor de los casos un retorno a un pasado que ya no era posible repetir, siempre basado en el mito de la existencia eterna del capitalismo. Estos políticos han perdido toda fe en la posibilidad de crear un mundo radicalmente diferente, donde los seres humanos puedan desenvolver todo su potencial. En su lugar intentan desesperadamente salvar un sistema condenado. Si no se supera esta limitación (ver el poder estatal burgués como el objetivo final de toda lucha política) la izquierda terminará de colapsar. Es absolutamente esencial estudiar fría y críticamente los errores de los últimos 25 años, y desarrollar una propuesta política que vaya más allá de los límites de un sistema capitalista en total descomposición. Esta es la única alternativa real.
La sorpresa no fue solo interna, sino también diplomática: Israel se apresuró a felicitar oficialmente al presidente electo, apenas horas después del anuncio de los resultados. El gesto fue interpretado como un intento de abrir “una nueva página” en las relaciones bilaterales, tras la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de Bolivia en 2023, en protesta por la guerra israelí contra Gaza.
El hecho no fue menor: marcó el comienzo de una nueva etapa en el equilibrio político de América del Sur respecto a la causa palestina, donde la ideología interna y las alianzas externas se entrelazan en una ecuación de gran sensibilidad.
Del legado socialista a los signos de cambio
Durante décadas, Bolivia fue uno de los pilares de la solidaridad latinoamericana con Palestina. Bajo el gobierno del presidente izquierdista Evo Morales, La Paz rompió relaciones con Israel en 2009 como protesta por la operación Plomo Fundido, y repitió el gesto en noviembre de 2023, acusando a Israel de cometer “crímenes de lesa humanidad” en Gaza.
Bolivia también elevó su voz en los foros internacionales: presentó una nota ante la Corte Internacional de Justicia, calificando la ocupación israelí de “ilegal”, convirtiéndose así en uno de los países más comprometidos con la causa palestina en el continente.
Esa postura consolidó a Bolivia como símbolo de la conciencia de izquierda latinoamericana, solidaria con Palestina no solo por razones políticas, sino también como parte de su discurso antiimperialista y antidependencia frente a Occidente.
Rodrigo Paz y la nueva derecha: pragmatismo sin ideología
La llegada de Rodrigo Paz al poder reconfigura el tablero político. Proveniente de un entorno demócrata cristiano de centro-derecha, Paz no pertenece a la escuela del socialismo revolucionario, sino a un proyecto reformista y económico, que enarbola el lema “capitalismo para todos” y apuesta por una apertura internacional.
En su programa electoral, Paz se centró en “reinsertar a Bolivia en el mundo”, haciendo de la mejora de las relaciones exteriores una piedra angular de su política.
A diferencia de sus antecesores, no parece dispuesto a convertir la política exterior en un instrumento ideológico, sino en una herramienta pragmática para atraer inversiones y fortalecer los vínculos con Occidente — incluido Israel.
Desde esa perspectiva, la rápida felicitación israelí puede interpretarse como una prueba temprana de las intenciones del nuevo presidente y una oportunidad para Israel de recuperar presencia diplomática en América del Sur tras años de aislamiento en la región.
Lo que cambia en La Paz con Paz
1. Reposicionamiento diplomático
Con la llegada de Rodrigo Paz, Bolivia podría pasar de ser una voz crítica y combativa contra Israel a una posición más equilibrada o neutral.
El Partido Demócrata Cristiano no tiene un legado ideológico antiisraelí, y su programa se enfoca principalmente en la economía, no en el conflicto palestino-israelí.
Por ello, es probable que se inicien pasos rápidos hacia la reanudación de contactos diplomáticos o comerciales con Israel, como parte de la prometida apertura internacional.
2. El aprovechamiento israelí del cambio
La felicitación israelí no fue un gesto protocolar. El comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel habló de “abrir una nueva página y fortalecer la cooperación”, una señal de intención política anticipada.
Israel comprende que la victoria de Paz puede significar una reducción de la voz boliviana crítica en los organismos internacionales, y lo percibe como una oportunidad para ampliar su influencia económica y diplomática en la región.
3. Resistencia interna
A pesar de este nuevo rumbo, el gobierno de Paz enfrentará resistencia interna significativa.
La sociedad boliviana mantiene una profunda simpatía por la causa palestina. Movimientos sociales, corrientes de izquierda y representantes de los pueblos originarios consideran Palestina como parte de la identidad de lucha nacional.
Por eso, Paz probablemente adopte un discurso doble: promoverá una apertura pragmática al exterior, mientras mantiene un tono simbólico de solidaridad con Palestina en el ámbito público, para evitar conflictos internos.
4. Efectos regionales
Si Bolivia cambia su postura, podría representar un retroceso en el bloque latinoamericano de apoyo a Palestina, especialmente ante las posiciones fluctuantes de Brasil y Argentina.
Aunque algunos gobiernos de izquierda, como los de Chile y Colombia, mantienen un discurso solidario, una Bolivia más neutral debilitaría el equilibrio regional que hasta ahora favorecía a los palestinos en los foros internacionales.
Impactos sobre la causa palestina
Desde una perspectiva palestina, el ascenso de Paz representa un cambio cualitativo importante. Bolivia fue uno de los pocos países que utilizó su influencia en la ONU y en la Corte Internacional de Justicia para defender los derechos palestinos.
La ausencia de esa voz dejará un vacío diplomático en América Latina, una región que históricamente ofreció respaldo político y moral a la causa palestina.
Sin embargo, no se prevé una ruptura total. Paz entiende que un alejamiento brusco de la postura solidaria podría costarle apoyo político interno, por lo que probablemente opte por una transición lenta y pragmática, equilibrando un apoyo simbólico a Palestina con una normalización gradual de vínculos con Israel.
Conclusión: entre principios e intereses
Bolivia se encuentra hoy en una encrucijada: entre un legado de izquierda combativa, que la convirtió en una voz firme a favor de Palestina, y una nueva visión de derecha, que busca reinsertarse en Occidente y abrirse a Israel.
El cambio en La Paz no es solo retórico, sino un reflejo de una transformación más profunda en las prioridades del Estado: del idealismo al pragmatismo, de la solidaridad moral a la diplomacia económica.
Para Palestina, la batalla ya no se libra únicamente en el terreno de Medio Oriente, sino también en el de la política latinoamericana, donde cada elección y cada gesto diplomático pueden reconfigurar el mapa global del apoyo internacional.
La pregunta clave sigue abierta: ¿Mantendrá Bolivia sus raíces solidarias, o la apertura hacia Israel marcará el inicio de una nueva era de pragmatismo latinoamericano, redefiniendo el significado de “estar del lado de Palestina”?
“La normal de Warisata fue parte central de la irrupción del 2005, y la irrupción del indigenismo y la necesidad de complementarnos en democracia. La normal de Warisata fue parte de movilizaciones en su momento de conflictos. La normal de Warisata me recibe y hacemos un gran evento”, dijo.
“Y les digo la nueva revolución, desde La Normal de Warisata, es que a través de la educación (...) generemos la gran devolución de la unidad, de la patria, y la unidad se establece a través de educación, salud, conocimiento”, añadió.
En cuanto a la relación que tendrá su gobierno con el de Perú, todavía no se han hecho alcances específicos, pero el presidente José Jerí dio un primer paso por medio de o una conversación telefónica en la que el mandatario nacional expresó su felicitación oficial al líder boliviano por el triunfo en la segunda vuelta electora
En la llamada, el jefe de Estado peruano destacó que las relaciones entre Perú y Bolivia constituyen una prioridad para la política exterior de su gobierno, teniendo en cuenta los estrechos lazos históricos y la condición de países fronterizos. Ambos, por otra parte, manifestaron su interés común en reforzar la amplia agenda bilateral que comparten, sustentada en aspectos sociales, económicos y de integración fronteriza.
Las elecciones generales celebradas en Bolivia el 19 de octubre de 2025 resultaron en la victoria de Rodrigo Paz, quien obtuvo cerca del 54,5% de los votos, según cifras compartidas por medios bolivianos. Este cambio marca el cierre de una etapa de casi veinte años de gestión del Movimiento al Socialismo (MAS), período que se caracterizó por problemas económicos como la inflación, escasez de dólares y combustibles, así como una caída de la producción de gas.
La importancia del sol peruano
Con la llegada de la nueva administración, se espera que el país busque mayor apertura económica, inversión extranjera y fortalecimiento del sector privado. Pese al nuevo enfoque en políticas públicas, Bolivia continúa enfrentando retos centrales relacionados con la devaluación de su moneda y la caída de las reservas internacionales. A raíz de la inestabilidad económica vivida durante los últimos meses, muchos bolivianos optaron por utilizar el sol peruano como moneda de refugio para resguardar valor ante la volatilidad del boliviano.
Al 25 de octubre de 2025, el tipo de cambio del sol peruano frente al boliviano se ubicó aproximadamente en 1 sol = 2,0415 bolivianos. Esta cotización se ha mantenido relativamente estable, con un promedio semanal cercano a 2,0374 bolivianos por sol durante los días posteriores a las elecciones. La tendencia estable refleja un mercado cambiario sin sobresaltos, a pesar del contexto de cambio político en Bolivia.
La política económica del presidente electo Rodrigo Paz propone una descentralización fiscal sustancial a través de la llamada “Agenda 50/50”: la mitad del presupuesto nacional sería administrado por entidades subnacionales. Además, se plantea reducir subsidios generales, especialmente en combustibles, enfocar la ayuda en los sectores vulnerables y crear un fondo de estabilización de divisas, con el objetivo de fortalecer la estabilidad financiera y mejorar el tipo de cambio.
Además, la relación boliviano-dólar se ha mantenido en niveles controlados, con un boliviano equivalente a aproximadamente USD 0,1444. Los sectores económicos claves en Bolivia permanecen dominados por los servicios públicos, la agricultura, el sistema financiero y la manufactura, aunque las exportaciones de gas natural y minería han presentado recortes en su volumen en los últimos años. Esta combinación de elementos mantiene la atención sobre la política monetaria y la evolución del tipo de cambio en la región.
Durante su campaña, Paz se comprometió a revisar contratos previos con empresas de Rusia y China, promovidos por la administración saliente de Luis Arce, en un esfuerzo por garantizar su transparencia. Aunque esta postura podría atraer la atención de nuevos inversionistas, genera preocupación entre actores internacionales respecto a la estabilidad jurídica en el país. “Si no anuncia medidas concretas pronto, los inversionistas asumirán que todo sigue igual”, afirmó Diego von Vacano, experto en Bolivia de la Universidad Texas A&M. Por su parte, Paz insistió en que no “venderá” el Salar de Uyuni, considerado tanto un emblema patrimonial como un reservorio estratégico de los recursos naturales del país.
Reto geopolítico e interés estratégico estadounidense
El cambio en el liderazgo boliviano también ha captado la atención internacional, especialmente de actores clave como Estados Unidos, que busca contrarrestar la influencia china en el suministro de minerales críticos. Según analistas, el perfil centrista de Paz y su disposición a considerar nuevas tecnologías podrían reactivar el interés en el mercado boliviano. Felipe de Mussy, presidente para Sudamérica de Lilac Solutions, señaló: “Con reglas claras y apertura a nuevas tecnologías, Bolivia podría liberar su enorme potencial de litio”. Esta perspectiva resulta relevante frente a países como Chile y Argentina, que ya lideran en la región con producciones de aproximadamente 300.000 y 70.000 toneladas anuales, respectivamente.
En términos concretos, la producción boliviana de litio alcanzó apenas 2.000 toneladas el año pasado, generando ingresos de US$15,6 millones a través de la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB). La cifra queda muy por debajo de los estándares comerciales. Sin embargo, las empresas energéticas aún consideran al país como una pieza clave ante la creciente demanda global impulsada por el mercado de vehículos eléctricos y la transición energética. Teague Egan, CEO de Energy X, manifestó que la aproximación de Paz hacia occidente y su posible apertura económica aumentan las posibilidades de colaboración aunque advirtió: “Si los contratos ya firmados se revocan, sería una señal preocupante sobre la seguridad jurídica futura”.
Una estrategia que empieza bajo tierra
El presidente argentino realizó diferentes reformas en el último tiempo. Una de ellas es la nueva Ley de Tierras, que permite la compra de grandes extensiones por parte de empresas extranjeras. Además implementó el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) pensado para garantizar beneficios y estabilidad jurídica para los inversionistas. Ambas medidas apuestan a una visión de un país dispuesto a ceder protagonismo a cambio de inversión, algo que entusiasma a los grandes capitales pero que preocupa a los ambientalistas.
El gobierno sostiene que esas flexibilizaciones son el camino hacia la modernización y el crecimiento. Sin embargo, ha recibido grandes críticas de diversos sectores. Esto genera una tensión entre el progreso y la soberanía donde empieza a delinearse el verdadero interés de la Argentina actual. Porque más allá de los gestos ideológicos, hay un elemento que vuelve a situar al país en el radar del mundo. Un recurso que no se mide ni en barriles ni en lingotes y puede cambiar el futuro económico argentino.
El mineral que puede cambiarlo todo
Este recurso tan preciado es el litio. El metal liviano que alimenta la transición energética y que se convirtió en el corazón de la revolución eléctrica. Argentina forma parte, en conjunto con Chile y Bolivia, del llamado “Triángulo del litio”. Una región que concentra cerca de la mitad de las reservas mundiales de este mineral. En los salares de Salta, Jujuy y Catamarca, el subsuelo guarda lo que muchos consideran como el recurso más importante de este siglo.
La demanda creció enormemente en este último tiempo. La Agencia Internacional de Energía estima que en 2040 será casi ocho veces mayor. Detrás de esa expansión aparecen nombres que resuenan, como Tesla, Toyota, BMW, entre otros. En este contexto, el empresario Elon Musk lleva años siguiendo de cerca la región. Su compañía necesita del litio para fabricar baterías y ya colabora con proveedores que operan en el norte argentino. Pero ahora, con un gobierno que ofrece incentivos, el escenario está cambiando.
Entre el desarrollo y la resistencia
Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. En estas regiones donde las posibilidades de extracción parecen incomparables con otros lugares, las comunidades indígenas de la región llevan más de dos décadas reclamando daños ambientales y la pérdida de agua por causa de la minería. A partir de esto, los especialistas dejan en claro que el desafío es complejo. Es necesario garantizar el desarrollo sin devastar los territorios. El verdadero riesgo parece estar en dejar de lado la lógica de la urgencia económica y abrir el diálogo con las comunidades que habitan estos territorios.
Argentina se encuentra en medio de una encrucijada. El litio puede cambiar por completo la economía y reposicionar al país en el mapa global. Pero también implica un punto de partida para nuevas tensiones sociales y ambientales. La alianza entre Milei y Musk encarna dos visiones complementarias del futuro. Una busca inversión, la otra, recursos. Pero la promesa del desarrollo trae consigo detrás algunas advertencias sobre las consecuencias. ¿Podrá el país transformar la riqueza de sus suelos en futuro sin tanto daño ambiental? ¿O volverá a repetir la historia?
Entre 1985 y 2023, más de 88 millones de hectáreas de selva amazónica fueron destruidas, lo que representa una de las mayores transformaciones del paisaje en la historia reciente de la región. En el caso peruano, los datos del portal Geobosques muestran que desde 2001 se han perdido más de 3 millones de hectáreas de bosque, siendo Madre de Dios una de las zonas más afectadas por la expansión de actividades como la minería ilegal, la agricultura y la tala indiscriminada.
La Amazonía frente a un punto de no retorno
Los científicos advierten que si la deforestación alcanza entre el 20% y el 25% del territorio amazónico, el ecosistema podría sufrir un colapso irreversible. Este fenómeno no solo significa árboles talados, sino también menos agua, menos regulación climática y la desaparición de especies únicas en el planeta. Además, la selva es el hogar ancestral de más de 400 pueblos indígenas, cuyos conocimientos han permitido mantener el equilibrio ecológico durante siglos.
Para hacer frente a esta crisis, diversas organizaciones ambientales de la región han unido esfuerzos en la campaña “Amazon League”, una alianza entre instituciones de Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú que busca promover la protección y restauración de los bosques tropicales. La Amazonía, que concentra el 20% del agua dulce del planeta y alberga a 47 millones de personas, cumple un papel vital en la regulación del clima global, al almacenar entre 150 y 200 mil millones de toneladas de carbono en su vegetación y suelos.
En el Perú, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) impulsa la Estrategia Nacional de Restauración de Ecosistemas y Tierras Forestales Degradadas (ProREST 2021-2030), con el objetivo de recuperar áreas afectadas por la deforestación. Desde WWF Perú, se promueven iniciativas de restauración ecológica —mediante plantaciones de especies nativas— y de restauración productiva, como la ganadería regenerativa, que ya ha rehabilitado más de 1.000 hectáreas de pasturas degradadas.
Estas acciones buscan recuperar la capacidad del bosque para almacenar carbono, regular el clima y proteger la biodiversidad, además de generar oportunidades económicas sostenibles para las comunidades locales. Con la mirada puesta en la próxima COP30, que se celebrará en la Amazonía brasileña, la región se prepara para reafirmar su papel clave en la lucha global contra la crisis climática.
Latinoamérica concentra la mayor pérdida de selva tropical del planeta
Durante 2024, América Latina se consolidó como el epicentro mundial de la deforestación. Según el informe de Global Forest Watch del World Resources Institute, más del 71% de toda la superficie de selva tropical destruida a nivel global se concentró en esta región, con Brasil, Bolivia, Perú y Colombia entre los países más golpeados. En conjunto, la pérdida de bosques primarios superó los 6,7 millones de hectáreas, lo que equivale a un territorio del tamaño de Panamá arrasado por incendios, sequías y expansión agropecuaria.
El caso más crítico fue el de Brasil, que perdió cerca de 2,8 millones de hectáreas de selva en un solo año, es decir, el 42% de la deforestación global. Le siguió Bolivia, con 1,8 millones de hectáreas destruidas, el doble de lo registrado en 2023, debido a la expansión agroindustrial y a incendios descontrolados que afectaron casi el 12% de su territorio nacional. Esta situación desplazó incluso a la República Democrática del Congo al tercer lugar en el ranking mundial, confirmando que el eje de la crisis forestal se ha trasladado a Sudamérica.
En este panorama, Perú se posicionó como el quinto país con mayor pérdida de bosques tropicales en 2024, con más de 190.000 hectáreas deforestadas, un incremento del 135% respecto al año anterior. Por su parte, Colombia registró más de 100.000 hectáreas afectadas, impulsadas por la minería ilegal, la violencia rural y la expansión de cultivos ilícitos. Las cifras evidencian que la región enfrenta una crisis que trasciende lo ambiental: emisiones récord de carbono, pérdida de biodiversidad y un impacto directo sobre las comunidades que dependen de la selva para sobrevivir.
El Perú es uno de los grandes protagonistas de esta cadena global. El Vraem, Ucayali y otras zonas cocaleras producen una cantidad de droga que, aunque fue superada en años recientes por los narcos colombianos, mantiene al país como pivote esencial para los envíos que alimentan la demanda norteamericana.
Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia en el radar de Estados Unidos
Los narcotraficantes peruanos han perfeccionado rutas aéreas y fluviales que, gracias a la complicidad de mafias panamericanas, permiten el traslado rápido y casi invisible de toneladas de cocaína base y clorhidrato.
Según explicó Antoine Vella, investigador de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), en diálogo recogido por la BBC Mundo, Colombia aporta tecnología criminal y una red logística que se extiende de Tumaco a los llanos orientales, acoplándose cada vez más con estructuras ecuatorianas y bolivianas para esquivar controles.
Ecuador, tradicionalmente punto gris, ha cobrado protagonismo en el último lustro: sus puertos y rutas terrestres se han convertido en pasaje obligatorio que permite, según autoridades internacionales, el blanqueo y la exportación camuflada de droga hasta Europa y Norteamérica. Bolivia, entre tanto, sigue siendo plataforma de reorganización, tráfico y distribución que retroalimenta las otras rutas.
Pero es el Perú el que aparece en el centro del mapa y de las tensiones. La coca peruana, procesada y embarcada, llega por tierra y aire a las costas del Pacífico, donde carteles mexicanos han instalado sus propias «embajadas» para coordinar embarques marítimos y triangulaciones comerciales.
Perú entre los países que producen la cocaína que consume el mundo
Según la BBC, el ritmo y la escala de envíos peruanos hacia Centroamérica ha saltado un 22 % en los últimos tres años. «Perú es el gran granero del sur, y su coca se multiplica en los laboratorios clandestinos del norte antes de convertirse en dinero ensangrentado”, destaca la UNODC.
Y es casi toda la cocaína que se distribuye ilegalmente en EE.UU., y también en el resto del mundo, la producen Colombia, Perú y Bolivia.
«La hoja de coca se procesa en laboratorios en esas tres naciones para transformarla en clorhidrato de cocaína, o a veces en un producto intermedio, ya que algunas partes del proceso también pueden ocurrir en una etapa posterior de la cadena de tráfico internacional», explica Antoine Vella, quien dirige la Sección de Datos, Analíticas y Estadística de UNODC.
En el camino, los operativos policiales se quedan cortos ante la sofisticación criminal: pilotos peruanos exmilitares cruzan la Amazonía en avionetas con matrículas falsas, los “prestanombres” en Ecuador lavan fortunas a través de empresas de fachada y los traficantes colombianos corrompen puertos, aeropuertos y la justicia local.
Por cada kilo incautado, cien logran llegar, según estimaciones de la DEA. La penetración de los carteles mexicanos y brasileños en la región —especialmente el PCC y el Cartel de Sinaloa— ha vuelto más peligrosa y compleja la batalla por la ruta.
En Perú, según sostiene la BBC Mundo, la estructura criminal local ha encontrado socios y clientes en todos los eslabones de la cadena, desde el campesino que cultiva la hoja hasta el financista en Miami que ordena los envíos.
Controles, fronteras y operativos policiales chocan contra muros invisibles de corrupción y violencia organizada. El impacto para las comunidades peruanas es devastador: desplazamientos forzados, asesinatos selectivos y destrucción ambiental.
A medida que la demanda internacional crece y la tecnología criminal se moderniza, la ruta sudamericana de la droga se vuelve eje de disputa entre cárteles, Estado y población civil.
El Perú no sólo produce, sino que también articula, transforma y reinventa la logística continental del narcotráfico. El reto para las autoridades peruanas es titánico: cortar el flujo, desmontar redes y proteger comunidades antes de que la selva y los valles se conviertan en tierra arrasada por la guerra química y la avaricia global.
Colombia, Ecuador y Bolivia siguen la estela de este negocio, mientras Estados Unidos mantiene la vigilancia por aire, tierra y mar, sin que hasta ahora se logre debilitar el músculo financiero y operativo de los grandes carteles.
El Informe Mundial de Drogas 2025 del UNDOC, reveló que la producción ilegal mundial estimada de cocaína alcanzó un nuevo máximo en 2023, con más de 3.708 toneladas, casi un tercio más (34 %) que en el año anterior.
El mismo estudio alerta sobre el incremento del número de consumidores de cocaína a nivel mundial: se estima que 25 millones de personas consumieron cocaína en el año 2023, frente a 17 millones en 2013. Norteamérica, Europa Occidental y Central y Sudamérica continúan conformando los mayores mercados.
Donald Trump y los ataques a las narcolanchas
Además del papel crucial que juega el Perú en la ruta de la droga hacia Estados Unidos, la BBC reporta que el gobierno estadounidense ha implementado un paquete integral de medidas para contrarrestar el flujo ilegal que amenaza sus fronteras.
Estas acciones combinan modernas técnicas de inteligencia, cooperación internacional y presión diplomática para intentar frenar el envío de miles de toneladas de cocaína que atraviesan América Latina.
Entre las principales estrategias está el fortalecimiento del control aéreo y marítimo en la región. Estados Unidos ha desplegado unidades con tecnología avanzada de radar y vigilancia satelital para detectar y seguir narcoaviones y embarcaciones sospechosas que salen de zonas productoras en Perú y Colombia. Estas acciones son parte de un esfuerzo conjunto con las fuerzas armadas locales y agencias antidrogas que buscan interceptar antes que la droga llegue a Estados Unidos.
El programa Plan Colombia ha evolucionado hacia una cooperación más amplia que incluye a Perú, Ecuador y Bolivia, con entrenamiento, asesoramiento y recursos para mejorar el combate antidrogas. Estados Unidos también ha aumentado la presión sobre sectores claves del narcotráfico mediante sanciones económicas, extinción de dominio y restricciones comerciales dirigidas a los líderes y operadores de las organizaciones criminales.
Adicionalmente, la DEA mantiene programas de cooperación con las policías locales para la captura de los grandes capos y la desarticulación de sus redes de transporte, financiamiento y venta. En paralelo, se implementan campañas para reducir la demanda interna estadounidense con prevención y tratamiento de adicciones.
No obstante, las fuentes consultadas recordaron a la BBC que, pese a la sofisticación de estas medidas, el narcotráfico ha demostrado una capacidad de adaptación sorprendente: nuevos vuelos, cambios en las rutas, complicidades locales y una dinámica criminal que ha añadido capas y actores al complejo mapa del delito.
Este proceso de militarización y vigilancia, sin embargo, no está libre de controversias. Organizaciones de derechos humanos y analistas políticos advierten sobre impactos colaterales en las comunidades campesinas, las libertades civiles y la estabilidad política de la región. Por ello, el reto que enfrenta Estados Unidos y los países productores sigue siendo tanto técnico como social y político.
Este esquema de contrarrestar la droga confirma que el futuro lucha contra las drogas en América Latina depende de una alianza que no solo ataque el tráfico sino que impulse desarrollo social y legalidad en las áreas opacas donde hoy germina la coca que llega a los mercados globales.


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