Bolivia está
lista para desarrollar investigaciones atómicas y prepara a sus científicos en
Francia y Rusia para que sean parte del centro de investigación y desarrollo
que funcionará en la ciudad de El Alto, dijo a Sputnik Nóvosti el director del
Instituto Boliviano de Tecnología Nuclear, Silverio Chávez.
"Las
universidades de La Paz y Potosí ya han incluido en su currícula la materia de
física nuclear y Bolivia está destacando a sus científicos a universidades de
Francia y Rusia para que se especialicen en la materia", dijo el experto.
Chávez
confirmó que el presidente de la empresa rusa Rosatom, Serguéi Kirienko,
asistirá el domingo 6 a la firma del
acuerdo final y la colocación de la piedra fundamental de lo que
será el Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología Nuclear.
"Desde
que se produjo la reunión entre los presidentes Evo Morales, de Bolivia, de
Vladímir Putin, de Rusia", en noviembre de 2015, "se comenzó a
trabajar en el proyecto de construir el centro de investigación más grande de
América Latina y esperamos que así sea", dijo Chávez.
Bolivia se
pondrá al día en la investigación
nuclear con fines pacíficos con al menos 30 años de retraso respecto
de países vecinos y unos 70 respecto de los europeos.
El convenio
entre el Estado boliviano y la gigantesca empresa nuclear rusa Rosatom tendrá
una duración de cuatro años y se espera que el centro nuclear está funcionando
para 2019. El convenio final, ya negociado entre el Gobierno boliviano y
ejecutivos de la empresa rusa, será anunciado por Morales el domingo 6, día en
que además se celebra el 31 aniversario de la fundación de El Alto. Sputnik News de Rusia
(www.mundo.sputniknews.com)
EN BOLIVIA SE
JUEGA ESTADOS UNIDOS SU CONTROL SOBRE AMÉRICA LATINA
Tiempo 21 de Cuba (www.tiempo21.cu)
Bolivia se ha convertido en un campo de batalla donde Estados Unidos
aplica una operación política encubierta de grandes dimensiones para intentar
debilitar la confianza del pueblo en su gobierno, afirmó el ministro de la
Presidencia, Juan Ramón Quintana.
Sobre América Latina y Bolivia está en juego la nueva correlación mundial
de fuerzas, que tiene mucho que ver con el interés de Estados Unidos por
dominar los grandes recursos naturales del país y frenar las inversiones de
China y Rusia en la región, precisó.
En este contexto de disputa global por el poder, Bolivia juega un rol
importante por el papel del presidente Evo Morales y su liderazgo internacional
en momentos que se configura un nuevo orden global, y eso explica la guerra
sucia para intentar desprestigiarlo, agregó.
Durante un programa televisivo especial transmitido anoche, Quintana
afirmó que la feroz campaña mediática fraguada y dirigida desde Estados Unidos
e implementada por los partidos de la derecha opositora se inscribe en la
teoría de los «golpes suaves».
La falsa acusación de tráfico de influencias contra Morales, señaló, no
se trata de la denuncia de un investigador serio, sino de una maniobra política
montada, cinco o seis meses antes, detonada por Carlos Valverde, un periodista
que es agente encubierto de Estados Unidos.
Esta denuncia forma parte de un gran complot político, enfatizó, una de
las ofensivas políticas más agresivas y multidimensionales que hemos vivido en
este proceso de cambio, con los medios de comunicación y redes sociales como
armas de esta estrategia del imperio.
En aras de la responsabilidad política, dijo, debemos explicar quién es
Valverde, un narcotraficante que estuvo preso tras comprobarse su vinculación
con los carteles de la droga cuando fue jefe de inteligencia del gobierno
corrupto de Jaime Paz Zamora.
En 1983 a Valverde, luego de un proceso judicial, se le encontró culpable
de narcotráfico y cumplió un año de cárcel, de la cual salió por intereses
políticos y se dedica entonces al periodismo, especializado en periodismo
morboso, especulación, insulto y difamación, acotó.
Desde 2006, apuntó Quintana, este personaje siniestro se convierte en
agente encubierto de Estados Unidos en Bolivia, quien le perdona su pasado de
narcotraficante a cambio de utilizarlo contra el proceso de cambio, y en un
Wikileads la propia embajada lo define como su soplón.
La denuncia repetida mil veces adquiere el efecto de una verdad
irrebatible, sin verificar las fuentes, ese es el objetivo de esta operación,
que repite esquemas utilizados por Estados Unidos en países del Este europeo
para derribar gobiernos, recalcó.
Valverde, un narcotraficante exconvicto, afirmó Quintana, se convirtió de
hecho en jefe de redacción de la CNN y de medios escritos y radiales de la
derecha del país, que pecan de falta de escrúpulos y manipulan la mentira como
sicarios mediáticos.
Hay que decirle al pueblo boliviano, recalcó, que el presidente Evo está
sostenido por un trípode moral, político e intelectual, que rescató los
recursos naturales con dignidad y soberanía, reivindicó el orgullo y la unidad
nacional, para transformar el país y desarrollarlo.
¿Y
DESPUÉS DE BOLIVIA, QUÉ PASARÁ EN AMÉRICA LATINA?
Cuba
Debate (www.cubadebate.cu)
Por Amauri Chamorro.- La derrota en el referendo
boliviano prende las luces rojas en todos los tableros políticos del
progresismo en América Latina. La evidencia de un enemigo conservador, definido
como restauración, ahora es real. Y nos ha vencido. La profundización de los
procesos revolucionarios depende inevitablemente de victorias electorales. La
excesiva comodidad de los actores sociales que lucharon durante años en contra
de las fuerzas opresoras, fue determinante para la victoria de la derecha en
Argentina, Venezuela y Bolivia.
La capacidad
de los gobiernos progresistas en ocupar los vacíos dejados por los Estados
neoliberales, acabó burocratizando inclusive la lucha de los pueblos. Poco a
poco desapareció la irrevocable necesidad de la construcción del poder popular.
La creación de una clase media que tiene como parámetro de mejora de la
sociedad, anclada en su capacidad de consumir cada vez más sin ningún tipo de
compromiso social, permitió que la derecha restableciera su capacidad de
diálogo con esa masa. Nosotros ofrecemos continuar el combate contra la
inequidad con un modelo económico basado en la exportación de commodities. Los
precios de estos productos se pulverizan, mientras que la derecha nos posiciona
como la amenaza real al derecho de consumo ilimitado, y así se concreta la
profecía conservadora. Ahora, los que devolvían la esperanza se transformaron
en los ladrones de sueños.
La falta de
respuesta de las instituciones, acostumbradas a gobiernos con amplio apoyo
ciudadano y con inmensa capacidad comunicacional, obligaba veladamente a que
los voceros oficialistas estuvieran aislados del debate sobre la defensa del
progresismo. Eso funcionó hasta la llegada de un momento más complejo, del que
no estábamos listos: el relevo de cuadros. Sin preparación, sin voluntad, sin estructuras
partidarias que dialoguen con la sociedad, sin autocrítica; el progresismo
dejaba de ser garantía para el mañana. Y así, al momento de la verdad, cuando
el ciudadano deposita en una urna la esperanza de días mejores, comenzamos a
perder.
La derrota en
un referendo que permitiría una nueva candidatura de un presidente que mantiene
el 70% de aprobación de Bolivia es inaceptable. Y no es un logro de la
Restauración Conservadora. En menos de una década, Bolivia pasó de ser un país
de analfabetos, miserables y esclavos, a ser el país con mayor disminución de
la pobreza, la más sólida economía de América Latina, e incluso a ser productor
de satélites. Nada de eso fue importante para la nueva clase media que votó
durante 10 años por Evo.
Ya vencimos
la primera fase pragmática enfocada en mejorar indicadores duros en América
Latina. Esa fase se caracteriza por números sociales, que aún están lejos de
los objetivos de acabar con ese 18% de pobres en nuestro continente. Pero la
base de nuestro discurso, en la que promovemos un combate contra la
desigualdad, ya no está funcionando. Bolivia es un ejemplo claro de eso. No se
podrá avanzar en la lucha contra la inequidad e injusticia social, si no
gobernamos considerando la psicografía de la clase media capitalista creada por
el mismo progresismo. Ya sabemos que las sociedades capitalistas no tienen
ningún tipo de gratitud a los procesos políticos que le han permitido mejorar
sus condiciones de vida. Pero no podemos limitarnos a contemplar esta paradoja
del desarrollo, en la que las clases medias, que antes eran pobres, se
volvieron hacia la derecha.
El hambre, la
pobreza y el desempleo que tanto azotaron a Brasil, Argentina, Paraguay,
Bolivia y tantos otros países, fueron el combustible de la movilización social
que llevó a Chávez, Lula, Correa y Néstor a la victoria. ¿Qué hacemos ahora si
esos indicadores económicos y sociales disminuyeron tan drásticamente? No creo
que apenas luchar contra la Restauración Conservadora lo resuelva. Los últimos
resultados electorales me ayudan a sustentar esta hipótesis.
En este
momento, el progresismo en América Latina se encuentra sin saber qué hacer,
respondiendo de manera aislada a cada uno de sus problemas internos. Las
derrotas electorales, las debilidades de los instrumentos políticos y la
coyuntura económica, deberían producir un punto de inflexión del progresismo.
¿Qué hacer
entonces? Hay que revolucionar la revolución. Por fortuna, tenemos el faro de
la Revolución cubana, que ha desarrollado la capacidad de reinventarse, adaptarse
y modernizarse, buscando las respuestas desde lo más profundo de su pueblo.
Desde el pleno bloqueo, pasando por el periodo especial, con escasez de comida
y energía eléctrica, Cuba tuvo la sabiduría y capacidad de reivindicar la
necesidad de victoria en la educación, la ciencia y la cultura. Redefinir el
sentido de la sociedad a partir de ella misma, permitió que la Cuba de escasos
recursos naturales para hacer comercio, le diera un nuevo sentido a su lucha.
Debemos
entender que los modelos económicos de nuestros países, dependientes de las
decisiones políticas de Europa y de los EE.UU., llegaron al límite. Es
necesario implementar otros modelos de crecimiento, para prepararnos ante los
intervalos de crisis en una economía cíclica, en los cuales las estructuras
socio-políticas del progresismo se muestran débiles frente a las dificultades
financieras.
Sin la
capacidad de resignificar el progresismo, las bases sociales no comprenderán su
papel para superar las dificultades. Sin resignificar no habrá razón de ser. La
restructuración del modelo de desarrollo económico y social debe venir con una
narrativa que le dé sentido a la revolución. Hay que darle más poesía a lo que
hasta ahora tratamos casi exclusivamente como una cuestión económica.
NO ES NO
La Jornada de México (www.jornada.unam.mx)
Por Sergio
Ramírez.- El presidente Evo Morales no es de ninguna manera el malo de la
película. Pese a su tendencia autoritaria, ha gobernado con buen suceso un país
de tradición caótica, signado por golpes de Estado, dictaduras militares y
repetidos periodos de inestabilidad, donde ningún presidente civil podía
mantener firme el piso bajo sus pies en el Palacio Quemado; y los resultados de
su gestión económica y social son notables en cuanto a la disminución de la
pobreza y el manejo de las finanzas públicas, reivindicando, además, la
soberanía de los recursos naturales del país.
El problema es
que después de tantos años de gobernar sin adversarios capaces de desafiar su
liderazgo, siguió poniendo oído a las sirenas que lo seducían llamándolo
imprescindible, y quiso relegirse otra vez; pero al someterlo a un referendo,
la mayoría ha respondido que no. Una pregunta hecha sin trampas, hay que
decirlo en su abono, porque los votos del no y del sí fueron
contados de manera transparente, aun siendo la diferencia ajustada.
Las votaciones
en las que no media el fraude, y por tanto los electores pueden confiar en
quienes cuentan los votos, no son toda la democracia, pero sí una base
imprescindible para llegar a tener democracia plena. Y ya es una ganancia
estratégica que los órganos electorales gocen del prestigio de ser
independientes.
Los resultados
de este referendo tan crucial prueban que el viejo fantasma del fraude está
volviendo a su sarcófago en América Latina, como antes en las elecciones
argentinas que perdió el candidato de la señora Kirchner, apuntada al modelo
populista tan en boga hasta hace poco, o como en las elecciones legislativas en
Venezuela, donde el chavismo fue derrotado de manera tan abrumadora.
El presidente
Rafael Correa, de Ecuador, ha anunciado que no se presentará como candidato
para otro periodo, lo cual lo quita, dichosamente, de la lista de quienes
pretenden quedarse para siempre sentados en la silla presidencial. En las filas
de su partido, o de las fuerzas que lo apoyan, surgirá seguramente un candidato
que se presente en su lugar. Así se devuelve la normalidad al ejercicio
democrático, que pasa necesariamente por la alternabilidad. Y esa normalidad se
reafirmará mejor cuando gane la oposición; en Ecuador, en Bolivia, en cualquier
parte.
Una de las
maneras de tomar la medida de estadista a un gobernante es fijarse bien cómo se
comporta frente a la derrota. Lo peor es cuando no la acepta del todo, y
recurre a falsear los resultados, o simplemente a desconocerlos, secuestrando o
mandando quemar las urnas, como en el pasado no tan lejano. Pero también hay
que fijarse en cómo justifica la derrota.
Que Evo diga
que ha perdido la batalla pero no la guerra, es una respuesta lógica. Su
partido oficial, el MAS, sigue siendo mayoritario y lleva ventaja frente a una
oposición todavía dispersa y debilitada, y con un candidato joven bien puede
ganar en las elecciones presidenciales de 2019, tomando ventaja del apoyo
popular que los programas de gobierno tienen. El voto adverso del referendo ha
sido contra la relección, para cerrar las puertas, con buen juicio, a la
pretensión de un caudillo en ciernes que buscaría siempre las maneras de
quedarse uno y otro periodo.
Pero también
afirma que perdió el referendo por causa de una guerra sucia, provocada
por la derecha, y
de una conspiración externa e interna, en la que no falta la mano del imperialismo, repitiendo lo que pocos días antes se había adelantado a expresar el presidente Maduro, quien atribuye la derrota legislativa de su partido a las mismas causas, cerrando los ojos frente a la debacle que vive Venezuela, provocada por la corrupción y la ineptitud.
Hay guerras
sucias en la política latinoamericana, de eso no es fácil curarse; pero
también hay actos de corrupción que cuando llegan a ser del dominio público
tienen efectos devastadores, frente a una conciencia ciudadana que se vuelve
cada vez más vigorosa. Y esa es responsabilidad de quien comete semejantes
actos, no del votante que se siente ofendido por ellos.
Son respuestas
que no corresponden a un estadista, y al fin y al cabo irrespetan al
electorado. La mayoría de quienes votaron no, está lejos de hallarse
compuesta por oligarcas, millonarios y burgueses reaccionarios, numéricamente
una minoría; entre los votantes que negaron a Evo la posibilidad de relegirse
hay, necesariamente, gente de clase media, empleados públicos, y también
proletarios, campesinos y, por supuesto, indígenas. Muchos son beneficiarios de
los programas sociales del gobierno, pero no por eso traidores.
Resulta extraño
que también atribuya su derrota a un
resurgimiento del racismo. ¿Es capaz alguien a estas alturas de convencer a las etnias quechuas y aimaras, que forman la mayoría de la población boliviana, de ser racistas contra ellos mismos? Si algo ha conseguido el país en estos años es que la población indígena se sienta protagonista de la historia, vuelva por su dignidad sojuzgada, y haga valer su cultura.
Vamos a evaluar los mensajes de las redes sociales, donde las personas no se identifican y hacen daño a Bolivia, ha dicho también Evo, y que
las redes sociales son como si todo se fuese por la alcantarilla. En esto último no deja de tener razón, algo sobre lo que Umberto Eco llegó a filosofar.
Pero amenazar
con una revisión del espacio de las redes sociales, culpándolas de ser parte de
la conspiración de la derrota, es ir en contra de la libertad de expresión. Es
cierto que en las redes sociales hay basura, voces anónimas que se expresan con
resentimiento, pero lo es más que desde ellas se promueve un constante debate
de ideas, se contrastan opiniones y se conocen asuntos que el poder quiere
mantener ocultos, y que de otra manera no surgirían a la luz. Forman el gran
espacio de libertad de nuestro tiempo.
¿Meter en
cintura las redes sociales? No se puede tapar el Sol con un dedo.
¿ESTANCAMIENTO,
RETROCESO, INVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA?
Telesur (www.telesurtv.net)
La región
vive una coyuntura muy especial: al anunciado cambio de época proclamado con
total acierto por el presidente Rafael Correa hace ya unos cuantos años lo
acechan amenazas de una insólita gravedad. Proliferan las voces que pregonan
-con indisimulada alegría algunos en la izquierda, con alivio otros en la
derecha- el “fin de ciclo progresista”, más una expresión de deseos que un
argumento sólidamente fundado. Pero más allá de esta disyuntiva, es indudable
que el gran impulso ascendente de las luchas sociales y las fuerzas
progresistas que desde finales del siglo pasado conmovieron a la región se ha
ralentizado.
La derrota
del ALCA en Noviembre del 2005 aparece ahora, en perspectiva histórica, como el
cenit de un proceso que luego iría debilitándose paulatinamente. Sin embargo,
la inercia histórica era tan fuerte que ese auge de masas hizo posible las victorias de Evo Morales en Bolivia a
finales del 2005 y de Rafael Correa en Ecuador también a fines del 2006. No
sólo eso: también hubo un impulso suficientemente vigoroso como para desbaratar
la intentona de golpe y secesión ensayada en Bolivia en el 2008 y el golpe de
estado en Ecuador en Septiembre del 2010. Pero, posteriormente, ese antiguo
vigor fue menguando hasta llegar a una situación de estancamiento y, en ciertos
casos, de abierto retroceso. El más importante, sin duda, fue el caso de la
Argentina: este es el primer, y hasta ahora único, país gobernado por una coalición
progresista que fue derrotado en una elección presidencial. En su lugar
ascendió al poder una heteróclita fuerza de derecha, que hizo de su
subordinación a Estados Unidos y a los cánones del neoliberalismo el principio
rector de todas sus políticas.
En Venezuela
el oficialismo sufrió una durísima derrota en las elecciones de la Asamblea
Nacional de Diciembre del pasado año pero el chavismo aún conserva el gobierno.
No obstante, surgen muchas dudas acerca de su estabilidad en el mediano plazo y
la gobernabilidad del orden democrático venezolano ante el abismo que separa un
Ejecutivo acosado por innúmeros problemas de gestión y corrupción y un
Legislativo dominado por una derecha rabiosa y vengativa, y cuya lealtad a las
reglas del juego de la democracia es más que dudosa. Y apenas hace unos días,
la ajustada derrota, pero derrota al fin, sufrida por el gobierno del
presidente Evo Morales en el referendo constitucional viene a completar una
trilogía de fracasos que se torna aún más preocupante si se tiene en cuenta que
hace pocos meses las fuerzas de izquierda en Colombia perdieron la Alcaldía
Mayor de Bogotá y la de otras importantes ciudades. Agréguese a lo anterior la
tambaleante situación del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, cuya
continuidad en el cargo parece cada vez más pender de un delgado hilo, para
comprender la gravedad del momento actual de la política sudamericana.
Autocrítica y
debate: la gran ausencia
Una coyuntura
como esta, descrita a grandes rasgos dado que es por todos conocida, exige llevar
a cabo un análisis en profundidad de las causas que la explican. Para ello es
necesario ejercer, como punto de partida, una sana y profunda autocrítica,
huyendo de los discursos autocelebratorios que por demasiado tiempo prosperaron
en la región. Quisiera señalar que hay en nuestros países una resistencia
enorme a la autocrítica, tanto en la izquierda “en el llano”, renuente a
examinar las causas de su ineficacia y de su inoperancia históricas como fuerza
política, como en la “izquierda gobernante”, que se resiste a revisar
críticamente lo actuado y a tratar de entender la génesis de su desventura
actual.[1] Tal como lo manifestara en su momento el ex presidente Raúl Alfonsín
al autor de estas líneas: “en nuestros países la autocrítica se desliza velozmente
hacia la antropofagia, con las desastrosas consecuencias que se desprenden de
ello”. En el caso argentino luego de la inesperada (para el entorno
presidencial) derrota del kirchnerismo representado en la candidatura de Daniel
Scioli surgieron algunas voces reclamando que se explicara lo que parecía ser
inexplicable. Pero a tres meses de producida la debacle del 22 de Noviembre del
2015 ni uno sólo de los dirigentes del Frente para la Victoria, comenzando por
la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dijo una palabra acerca del
asunto, y eso que muchos cuadros medios del kirchnerismo y algunos analistas
independientes, como el autor de estas líneas, han venido reclamando
insistentemente, y en vano, una autocrítica. La respuesta ha sido el más absoluto
silencio.[2] Creo que sin abandonar esta actitud va a ser muy poco probable que
las fuerzas de izquierda y progresistas recuperen el papel protagónico que
supieron tener en el pasado. Estas líneas pretenden hacer un pequeño aporte en
esa dirección
El papel de
los medios hegemónicos
Avanzando en
esta línea primero que nada quisiera descartar un tranquilizador argumento
utilizado hasta el cansancio en los últimos tiempos y según el cual la causa de
este retroceso obedece a la perversidad de los medios concentrados que
dispararon toda su artillería en contra de los gobiernos populares y
manipularon eficazmente a la opinión pública. Sin duda que eso fue lo que
hicieron, y de una manera brutal. Pero antes también lo habían hecho: ¿o acaso
no ganaron Evo, Correa, el propio Chávez, Cristina, Lula, en contra de la
presión de los medios hegemónicos? ¿Por qué entonces su prédica no surtió
efectos tan deletéreos como los que demuestran al día de hoy? ¿Qué fue lo que
potenció su gravitación? ¿Qué hubo en el medio? Repasemos: Una gestión de
gobierno, con sus aciertos y errores[3]; una campaña electoral, pobre y mal
concebida en Argentina, Bolivia y Venezuela, a contrapelo de los avances
registrados en esa materia; la personalidad de los líderes, siempre sometida a intensas
presiones, que pueden provocar reacciones desafortunadas o extemporáneas; el
counseling de “la Embajada” asesorando a través de sus redes de ONGs a la
oposición en la elaboración del discurso político, la presentación de los
candidatos, la agenda a ser promovida, etcétera, todo lo cual constituye el
marketing político cuya importancia no hace sino crecer de la mano, como lo
subraya una y otra vez Noam Chomsky, de los avances en los estudios de la
psicología del consumidor; las “campañas sucias” desacreditando a los
candidatos progresistas que si bien jurídicamente quedan en la nada inciden en
la opinión de una porción del electorado; el terrorismo mediático, amedrentando
a la población sobre los males que sobrevendrán ante la insistencia de proseguir
marchando por el “rumbo equivocado” a la vez que se agigantan los problemas
actuales y se ocultan los logros de esos gobiernos; la “guerra económica”, de
la cual Venezuela es la principal si bien no la única víctima, y que genera
desabastecimientos, largas colas de los consumidores para adquirir productos de
primera necesidad y ataques especulativos contra la moneda entre otras
cuestiones; el agotamiento del boom de las commodities producido por la
persistencia de la crisis general del capitalismo y, por último, la “fatiga
política” de sociedades cada vez más partidarias del cambio y la renovación de
caras, programas, estilos de gobierno.
En suma: no
se trata de negar el importantísimo papel de los medios pero sería un ejercicio
de autocomplacencia quedarnos allí y no ver el cúmulo de otros factores
intervinientes, entre ellos nuestros propios errores, que en el caso argentino
fueron de tal gravedad que echaron por la borda doce años de gobierno y
beneficiaron a un político, Mauricio Macri, que menos de un año antes no tenía
chance alguna de salir victorioso en cualquier contienda electoral que tuviera
lugar fuera de la ciudad de Buenos Aires. No sería exagerado aventurar que en
este terreno el error principal –cometido no sólo en la Argentina sino en todos
los países ya mencionados- fue carecer
de una correcta política de comunicaciones; no haber comprendido los gobiernos
populares que la comunicación política es un arte y una ciencia, que fue
cultivada con esmero por la derecha bajo la asesoría de sus mentores
norteamericanos y que nuestras respuestas fueron meramente instintivas, intuitivas, amateurs
en más de un sentido. No supimos contrarrestar esa ofensiva, ni en los medios
ni en las redes sociales. Estas últimas, sobre todo, podrían haber sido aprovechadas
de modo mucho más eficaz para nuestra causa y no lo fueron. Y sin una adecuada
comunicación política lo mucho y bueno que hicieron estos gobiernos quedó
sepultado bajo una campaña de mentiras, tergiversaciones y descalificaciones
orquestada por los oligopolios mediáticos, manipulando el sentir y la
percepción de grandes sectores de la opinión pública. Encarar seriamente el
desafío del tema comunicacional es una de las asignaturas pendientes más
decisivas que enfrentarán los gobiernos y las fuerzas progresistas y de
izquierda en los próximos meses. Hace tiempo que somos varios los que venimos
insistiendo en este tema, sin que hasta ahora nuestras exhortaciones hayan sido
tenidas en cuenta. La realidad actual nos obliga, en este terreno, a pegar
aquel “golpe de timón” –para usar una expresión acuñada por Hugo Chávez- para
elaborar, de conjunto, una estrategia continental de comunicaciones para librar
en mejores condiciones la batalla de ideas, que es el núcleo fundamental de la
batalla política. La derecha tiene una estrategia continental; nosotros no, y
ni siquiera tenemos adecuadas estrategias comunicacionales a nivel nacional.
Esto debe ser remediado sin más demora.
El cambio
cultural y el impacto del “vulgorepublicanismo”
Dicho lo
anterior y descartada la utilidad heurística y práctica de la unicausalidad
mediática queremos llamar la atención a una segunda cuestión, muy importante y
muy poco estudiada: el fenómeno del cambio cultural que ocurrió en los países
latinoamericanos en los últimos quince años y que modificó en gran medida el
entramado de valores, actitudes y creencias de las clases y capas populares.
Esta es una dimensión que
desgraciadamente no ha sido hasta ahora tenida en cuenta en los análisis de la
izquierda y del progresismo, más centrados en torno a los componentes más
crematísticos de la lucha de clases: salarios, ingresos, ganancias, plusvalías,
desempleo, inflación. Estas dimensiones económicas son cruciales, pero
desgraciadamente no son las únicas que cuentan porque todos los procesos
vinculados a ellas están mediados por la ideología, el lenguaje y la cultura.
A partir de
esa premisa quisiera sugerir que hay un elemento novedoso en la cultura de las
clases y capas populares que permite formular algunas conjeturas acerca de las
razones por las cuales tres gobiernos que llevaron a cabo ambiciosos programas
de política social, que redistribuyeron ingresos, incluyeron a poblaciones secularmente oprimidas y
excluidas, repartieron viviendas, abrieron las universidades al pueblo,
protegieron minorías (o, en Bolivia, mayorías secularmente marginadas) fueron
derrotados por los voceros del neoliberalismo que representaban la perpetuación
de aquellas condiciones de opresión y explotación. ¿Cómo explicar este
disparate?
Creo, en
primer lugar, que ciertos componentes del discurso del “vulgorepublicanismo”,
desdeñados por la izquierda, penetraron muy profundamente en el suelo popular.
Por aquél debe entenderse un discurso que exalta las virtudes de la alternancia
de los gobernantes como el test ácido de cualquier régimen democrático y, por
consiguiente, la perversidad de cualquier propuesta política que pretenda abrir
el camino a la perpetuación en el poder de un líder o de una fuerza política,
por más popular que sea. Otro componente de aquel discurso exalta las bondades
del cambio, no importa en qué dirección ni para hacer qué o en beneficio de
quienes. El mundo está en constante mutación; el vértigo del progreso
tecnológico hoy lo experimenta cualquier que acceda a un teléfono celular, cosa
que no ocurría en el pasado. Y si el mundo cambia así de rápido en la esfera de
la tecnología de la vida cotidiana, y en los usos y costumbres de la sociedad,
¿por qué no debería también cambiar en la política? Lo importante es cambiar.
Lo que está, estuvo, y debe ser dejado atrás, hay que ir para adelante,
confiados en el rumbo que señala el progreso técnico. El macrismo en la
Argentina captó con mucha astucia este nuevo estado de ánimo cultural arraigado
fuertemente en la sociedad argentina, al punto tal que la coalición que
encabezó se denominó Cambiemos. Y tengo para mí que un fenómeno no muy distinto
se está experimentando en casi todos nuestros países, incluyendo Cuba.[4]
Otro
componente muy fuerte del “vulgorepublicanismo” es la idea de que existe una
prensa independiente, que dice la verdad y que los gobiernos progresistas
quieren acallar apelando a las más canallescas estratagemas: asfixiándolas
negándoles la publicidad oficial, impidiendo su libre circulación, amenazando
periodistas, etcétera. Tanto penetró esta idea que muchas gentes de los
sectores populares, por lo menos en la Argentina, se sentían representados e
interpretados por lo que la oligarquía mediática decía o emitía por radio o
televisión. La prensa oficialista, u oficiosa, prestó un inestimable servicio a
la derecha al presentar imágenes idílicas de la realidad, aumentando de ese
modo el repudio de amplios sectores sociales al gobierno que, según los medios
hegemónicos, “mentía” al pueblo. Por ejemplo, sostener que la inflación anual
era de un dígito cuando el mismo gobierno homologaba convenios colectivos de
los trabajadores con aumentos del 28 o el 30 por ciento; o admitiendo que el
nivel de pobreza de la Argentina era equivalente al de Alemania, lo cual
provocó no sólo el rechazo sino el enojo de los sectores populares que sentían
que estaban siendo objeto de burlas por parte del gobierno nacional. Lo único
que se logró con esa actitud fue que la sociedad perdiera totalmente confianza
en lo que decía el gobierno. El poder
mediático ni siquiera necesitaba mentir: simplemente ponía la noticia de los
índices oficiales de inflación en primera plana, con resultados devastadores
porque los asalariados sentían en sus bolsillos cuál era la dimensión real de
ese flagelo.
La percepción
de las políticas sociales y los derechos sociales
Más allá de
los estragos del “vulgorepublicanismo”, creo también que los receptores
populares de las políticas sociales ya no tienen la respuesta de antaño ante
las mismas. Con aquellas políticas,
precozmente implementada en los años cuarentas y cincuentas el peronismo, sin
ir más lejos, conquistó la lealtad del pueblo durante tres generaciones. No
ocurrió lo mismo con el kirchnerismo.[5] Lo que puedo percibir, en función de
observaciones dispersas pero en profundidad, es una suerte de fatiga ante el
asistencialismo y ante la inefectividad, socialmente percibida, de las
políticas sociales que no extraen a sus beneficiarios de la pobreza. Gentes del
“conurbano profundo” de la Argentina, “targets” preferenciales de múltiples
programas sociales del kirchnerismo, me confiaban días antes de las elecciones
que votarían a Macri porque estaban hartos del clientelismo, de que los
intendentes los llevaran de aquí para allá para vitorear a Cristina o a algún
candidato, de tener que recibir una dádiva. Y además, señalaban muchos,
“seguimos siendo pobres, muy pobres. Queremos trabajo genuino, y para eso
tienen que venir inversiones. Y Macri puede traerlas”. La exigencia de “trabajo
genuino” y la desconfianza en relación a los programas sociales aparecen como
elementos novedosos en la escena popular argentina, sobre todo la segunda,
cuando tales programas eran antes vistos como un derecho legítimo y suficiente.
Puede ser que la superación del abismal desamparo social de los años noventas haya
contribuido a “naturalizar” programas tales como la asignación universal por
hijo y embarazo, la formalización del empleo doméstico acabando con las
contrataciones no-registradas (“en negro”) para las trabajadoras del hogar y la
universalización de la jubilación y que ahora sus beneficiarios, con toda
razón, exijan nuevos derechos. Lo paradojal es que lo hagan apelando a una
fuerza conservadora que jamás se preocupó por el bienestar de las clases y
capas populares. En todo caso, y sin abundar tanto en detalles, el “trabajo
genuino” aparece como una reivindicación de primer orden. El asistencialismo
está bien por un tiempo pero cuando en función del mismo “mi familia hace tres
generaciones que no trabaja y vive de planes sociales y mis hermanos terminan transando
droga”, como me dijo un joven de José C. Paz, un distrito muy pobre del Gran
Buenos Aires, la demanda se dirige a otro lado: a un trabajo estable, formal,
registrado, rompiendo la dependencia de punteros, intendentes y jefes
políticos.
Creo que algo
similar ha ocurrido en Bolivia, aunque hay aspectos que emparentan más este
caso con el de Venezuela. En efecto, en estos dos países la clase media como
grupo de referencia, que no de pertenencia, irrumpió con fuerza en el
imaginario popular. Dado que “el Comandante Chávez nos ha dado esta casa”
-decía un caraqueño que participaba en un acto de Henrique Capriles con su
franela ‘roja-rojita’ distintiva del chavismo- “ahora somos clase media y
tenemos que cuidar lo que es nuestro. Chávez seguirá protegiendo a los más
pobres, pero nosotros, como clase media, tenemos la obligación de cuidar lo que
es nuestro. Y para eso nada mejor que Capriles.” Este fenómeno creo que también
se reprodujo en cierto grado también en Bolivia.
En otras
palabras, y sintetizando un razonamiento que podría ser muy largo, la tesis que
quisiéramos compartir aquí es que, en ausencia de una intensa labor de
educación política y concientización al estilo freiriano la expansión del
consumo popular o el acceso a ciertos bienes y servicios no crea lealtades
políticas duraderas ni es material confiable para la construcción de hegemonía
política en el mediano plazo. El caso de Brasil demuestra más o menos lo mismo,
y la matriz profunda creo que se encuentra precisamente ese cambio cultural que
no hemos sabido interpretar en toda su significación. Cambio que ha tornado a
las clases y capas populares más receptivas a interpelaciones
“vulgorepublicanas” y a la seducción del consumismo y los valores mesocráticos,
o clasemedieros, y por lo tanto, más reacias a aceptar las propuestas de
gobiernos que exaltan las virtudes de la solidaridad, los derechos colectivos,
la cooperación y la justicia social. Esto, va de suyo, constituye un enorme
desafío a futuro.
La
problemática de la organización
Un tema
también insoslayable es la cuestión de la organización. No es un dato menor que
la densidad organizativa de los países que estamos analizando se haya
debilitado significativamente. En el caso de la Argentina ni el Frente para la
Victoria, ni La Cámpora, ni Unidos y Organizados lograron plasmar estructuras
organizativas dotadas de un mínimo de eficacia militante. Fueron creaciones
burocráticas que no llegaron a calar en la profundidad del suelo popular. El
debilitamiento de quien otrora fuera el mayor partido de masas de Occidente, el
PT brasileño, salta a la vista, y dejó tanto al presidente Lula como, sobre
todo, a la presidenta Dilma Rousseff indefensos ante los viciosos ataques de
sus enemigos. En Bolivia también es fácil de observar el enflaquecimiento de
los movimientos sociales, surcados por divisionismos, denuncias y ambiciones
personalistas de todo tipo. Y otro tanto cabe decir si su examina la
experiencia de Alianza País en Ecuador. No todos estos cuatro casos son
iguales, hay matices, hay sumas y restas, pero el común denominador apunta
hacia los problemas del enflaquecimiento y anemia de las estructuras
organizativas, acompañadas por la deserción de importantes aliados, una pérdida
de la mística militante y el impulso utópico de otros años. También, por la
incapacidad para neutralizar la labor de socavamiento interno realizado por
numerosas ONGs norteamericanas y europeas cuya función real es introducir
divisiones en los movimientos populares y fomentar el enfrentamiento con las
autoridades gubernamentales. Tal vez el PSUV venezolano pueda representar un
caso más atenuado, pero igualmente inscripto en la misma línea tendencial.
De lo
anterior se desprende la enorme importancia práctica, y la urgencia, por
reconstruir las estructuras organizativas del campo popular. Para gobiernos que
pretenden cambiar un estado de cosas injusto en la región más injusta del
planeta la organización de lo que Maquiavelo llamaba “la calle” es de una
enorme importancia estratégica. No basta con ocupar las “alturas del Estado”,
como recordaba Nicos Poulantzas, para llevar adelante un programa siquiera
moderadamente reformista. La inercia conservadora del estado, de todos los
estados, cualesquiera que sea el signo político del gobierno, acabará por
frustrar la posibilidad de un cambio. Para que este sea posible es preciso que
el pueblo, “la calle”, se organice eficazmente. Desgraciadamente hay una
tentación que reaparece una y otra vez en los gobiernos y que los lleva a
desestimar la importancia de esto último: la “tentación tecnocrática”, pensar
que hay quienes saben más y saben mejor, y que si se los deja obrar sin los
ruidos y las molestias de la calle gobernarán mejor. Craso error. Aislado de un
pueblo organizado y militante, el gobierno más radical es fácil presa de sus enemigos.
Estos tienen bajo su control gran parte del personal de la administración
pública, de las fuerzas armadas, de las policías, de la judicatura, del
Congreso y aparte cuentan con el apoyo de los medios hegemónicos, del gran
capital, de los poderes internacionales, comenzando por “la Embajada”. Además,
estos grupos de poder pueden movilizar a amplios sectores populares en contra
de los gobiernos a través de campañas de terror o de sus fábricas de mentiras.
Lo ocurrido en Ecuador en relación a las leyes de herencia y plusvalía es de
una elocuencia que ahorra mayores palabras.
En suma, una correlación de fuerzas extraordinariamente desfavorable,
aunque las apariencias electorales señalen lo contrario. Pero la correlación de
fuerzas no se mide sólo por el veredicto de las urnas. Y para ello se requiere
invertir grandes esfuerzos para desarrollar nuevas estructuras de organización
del campo popular: más autónomas y plurales, menos verticalistas y
personalistas, y diversas aunque no dispersas. Esto sin caer en un “basismo”
paralizante a fuerza de pura catarsis, capaces de ejercer la crítica de sus
propios gobiernos y, al mismo tiempo, ganar la calle para defenderlo de sus
enemigos de clase. Estructuras, por último, que cumplan una crucial función de
“dirección intelectual y moral”, como decía Antonio Gramsci, y que sean el
semillero de nuevos liderazgos para las lides electorales, sindicales,
universitarias. De lo contrario seguiremos cosechando derrotas.
Salir del
neoliberalismo, salir del capitalismo
Otro tema
relacionado con el anterior es la subestimación en la que incurrieron las más
diversas (y encontradas) corrientes de la izquierda y el pensamiento crítico de
las enormes dificultades que se interponen a la construcción de un orden no
sólo posneoliberal sino también pos-capitalista. Lo que los datos de la
experiencia demuestran irrefutablemente es que la sola tarea de dejar atrás la
gravosa herencia del neoliberalismo constituye casi una hazaña y que,
precisamente por eso, nada podría ser más dañino que la alegre y complaciente
celebración de la presunta llegada del posneoliberalismo a nuestras playas. Planteamiento este que
parece ignorar que todavía hoy la liberalización financiera, la desregulación
de los mercados, la privatización, la precarización laboral, la
desindustrialización, la especialización productiva siguen teniendo una
presencia definitoria en casi todos los gobiernos progresistas y de izquierda
de la región y que estos aún se encuentran sumergidos en el neoliberalismo y
lejos de las promisorias aguas del posneoliberalismo. Así como Marx y Engels, y
después Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburg subestimaron la resiliencia del
capitalismo como sistema y su formidable capacidad para absorber desafíos de
todo tipo, el pensamiento crítico latinoamericano y las fuerzas de izquierda
fueron también ellas víctimas de la misma ilusión. No era tan fácil derrotar al
neoliberalismo y mucho menos iniciar el tránsito hacia el poscapitalismo. Este
reconocimiento de ninguna manera es una concesión derrotista o una exhortación
a abandonar la tarea ante la supuesta inexpugnabilidad del sistema sino que
pretende enfatizar la necesidad de mejorar nuestro conocimiento del capitalismo
como sistema mundial y en sus diversas concreciones nacionales. Quien no conoce
no puede cambiar lo desconocido. Por eso recordaba Lenin que “nada hay más
práctico que una buena teoría”. La tarea, por supuesto, es mucho más dura de lo
que se pensaba porque el ataque a una ciudadela capitalista en la periferia
-digamos Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela- no sólo es repelido
por una vigorosa, multifacética y policlasista coalición interna sino que pone
en funcionamiento las redes globales de defensa del sistema: las normas e
instituciones internacionales (capitalistas hasta la médula) que regulan el
funcionamiento de la economía mundial y que acuden rápidamente a socorrer a la
fortaleza sitiada por las fuerzas anticapitalistas. El caso de los “fondos
buitre” en Argentina ilustra con extraordinaria nitidez los nefastos alcances
de este entramado capitalista mundial
que cancela la soberanía de algunos estados nacionales; la arbitrariedad con
que la legislación internacional penaliza a países de la periferia (Ecuador,
con lo de la Chevron; Argentina, con los “fondos buitre”, y así sucesivamente;
el papel del Departamento del Tesoro de Estados Unidos al penalizar a los
bancos que viabilizan el comercio exterior de Cuba es otro ejemplo de lo mismo,
así como las reglas de la OMC, la perniciosa influencia del CIADI del Banco
Mundial o las regulaciones no-arancelarias que descaradamente protegen las
economías de los gobiernos autoproclamados como voceros de una economía mundial
regida por la libertad de comercio. Si a lo anterior le sumamos, para seguir
con esta metáfora gramsciana de las trincheras, fortificaciones y casamatas, el
crucial papel de los medios de comunicación, controlados por la burguesía
imperial y sus aliados locales (que han creado una suerte de “Plan Cóndor de la
Información” para desaparecer a la verdad) así como su victoria en la batalla
de ideas comprobaremos que la superación del capitalismo es una tarea bastante
más complicada de lo pensado.
Sobre el “fin
del ciclo progresista”
El complicado
y amenazante tablero geopolítico mundial ha lanzado a Washington a la reconquista
de América Latina, por cualquier método: “golpes blandos”, como en Honduras y
Paraguay (que de blandos no tienen absolutamente nada); “guerras económicas”,
como contra Venezuela; chantajes vía la demolición del precio del petróleo,
para hundir a los principales enemigos del imperio: Rusia, Venezuela e Irán.
“Desestabilizaciones continuas y acosos permanentes” a los gobiernos populares
de la región, y así sucesivamente. Es que Estados Unidos necesita de una
América Latina subordinada por completo, sin fisuras, para poder arremeter
contra sus enemigos extracontinentales en Oriente Medio, Ucrania y el Mar del
Sur de la China. Se comprende entonces
la desesperación de la reacción imperial, desde el Tea Party hasta los exabruptos
de Donald Trump y la urgencia de Barack Obama por “normalizar” las relaciones
con Cuba, obstáculo fundamental para avanzar en la construcción de un nuevo
consenso imperialista en el hemisferio.
Se comprende
también la premura por redibujar el mapa sociopolítico de la región, para volver
a una Latinoamérica también “normal”, es decir, acorde con la vieja historia en
la cual los gobiernos del área se encolumnaban sin chistar detrás de las
posturas de Washington. En otras palabras, regresar a la situación imperante
hasta el anochecer del 31 de Diciembre de 1958, víspera de la Revolución
Cubana. Tal intento está destinado al fracaso, pero eso no quiere decir que el
imperio vaya a desistir de sus propósitos. Por eso los países de América Latina
y el Caribe han ingresado en una zona de fuertes turbulencias. Algunos se
apresuran a profetizar un supuesto “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas
y de izquierda, pero los datos duros de la experiencia no avalan ese
pronóstico.[6] Son gobiernos acosados y hostilizados y, en el caso de la Argentina,
se sufrió una lamentable –e innecesaria, gratuita- derrota. El panorama
venezolano no es alentador pero nada autoriza a pensar en la inminencia de un
recambio constitucional del Ejecutivo a favor de la MUD. En las elecciones
parlamentarias del 6 de Diciembre del 2015 hubo más de dos millones de
chavistas que, enojados por la ineficacia oficial para controlar la situación
económica, no acudieron a las urnas, pero sería poco sensato pensar que en una
futura compulsa presidencial votarían por la derecha. En suma: estamos
transitando una nueva fase económica (agotamiento del boom de las commodities
latinoamericanas) y estancamiento o retrocesos de la movilización social y
política, fase que plantea nuevas contradicciones y renovadas tensiones
creativas, como recuerda Álvaro García Linera.[7] Pero sería imprudente
descartar ab initio la posibilidad de una recuperación del impulso ascendente
de masas acicateado por la continuación de la crisis general del capitalismo y
las penurias que este derrama sobre la periferia, potenciadas por la brutalidad
de los ajustes neoliberales como los que se han puesto en marcha en la
Argentina y, en menor medida, en Brasil. Una periferia, digámoslo brevemente,
que no sólo experimentó un avance social y político sin precedentes en los
últimos quince años, reduciendo las enormes brechas de desigualdad de antaño y
adquiriendo una amplia gama de derechos ciudadanos que difícilmente puedan ser
conculcados sin desencadenar enormes
resistencias. Más importante aún, si algo ocurrió en América Latina y el
Caribe, al calor de las grandes luchas en contra del ALCA y en pro de las
transformaciones que modificaron significativamente el paisaje económico,
social y político de los países de la región, fue el nacimiento de una difusa
conciencia política antiimperialista y anticapitalista -intuida más que
intelectualmente elaborada- tal vez confusamente expresada pero aún así dotada
del suficiente vigor como para erigirse en un obstáculo nada desdeñable para
los proyectos restauradores patrocinados por el imperio en la región.
De acuerdo a
lo expresado más arriba podría hipotetizarse que más que la redistribución de
bienes materiales el legado más significativo de estos años también ha sido un
significativo cambio en la conciencia de las clases y capas populares,
acompañando la expansión de los derechos ciudadanos y la construcción de
estados democráticos basados en su activo protagonismo. Para los gobiernos
neoliberales seguramente que será más sencillo reconcentrar los ingresos que
abolir nuevos derechos recientemente conquistados y desciudadanizar a capas y
grupos sociales que con estos procesos adquirieron por primera vez su condición
de miembros de la comunidad política e internalizaron, si bien de manera
difusa, el ideario emancipatorio y latinoamericanista del bolivarianismo. Por
otra parte, no estaría demás interrogarse si las condiciones internacionales
facilitarían un retorno al pasado, al
tipo de ordenamiento hemisférico que esta parte del mundo conocía cuando se
produjo el derrumbe de la Unión Soviética y los estrategos norteamericanos se
engañaban con “un nuevo siglo americano”. La respuesta es obvia, todo lo cual
nos conduce a preguntarnos si sería concebible hablar de un “fin de ciclo” a
partir del sólo análisis del momento económico de una formación social? No nos
parece convincente ni razonable. Todo pronóstico tiene un margen de error más o
menos grande y no será este autor quien incurra en temerarias profecías. Digo
sí, empero, que la historia sigue su curso, y mientras discurrimos en torno a
estas posibilidades el viejo topo sigue haciendo su trabajo. En suma, son
cuestiones abiertas que ameritan un examen minucioso que apenas si hemos
esbozado aquí.
[1] Un
ejemplo es lo ocurrido en la Argentina con “Carta Abierta”. En ese espacio algunos
de los más distinguidos intelectuales del país acompañaron la gestión
gubernamental sin dejar trascender el menor asomo de crítica ante algunos
groseros errores de gestión y de concepción que jamás deberían haber sido
convalidados con su silencio. Sólo muy al final del mandato de Cristina, cuando
el lamentable desenlace estaba a la vista, esbozaron algunas críticas, tardías
y más bien superficiales. La justificación para esta complacencia era la
virulencia del ataque de la derecha y sus grandes medios, chantajeando a
quienes con sus críticas constructivas “le hacían el juego a la derecha”. La
misión de los intelectuales no es nada fácil, y quedó demostrado en el caso que
nos ocupa. Y no creo que sea exagerado agregar que este fenómeno está lejos de
haber sido un mal exclusivamente argentino. Tengo para mí que, con distintas
variantes, se reprodujo en otras latitudes.
[2] Papel
esencial, y que refuerza el de los intelectuales, es el que juegan los
“entornos” presidenciales que, casi siempre con la mejor de las intenciones,
impiden que el gobernante acceda a informaciones y opiniones que podrían
inducirlo a cambiar de rumbo. Por algo Maquiavelo en El Príncipe recomendaba a
este huir de sus consejeros y aduladores, que pavimentaban el camino hacia su
propia perdición.
[3] En
relación a esto y para despejar cualquier duda me apresuro a expresar
enfáticamente que en todos los casos que nos ocupan los aciertos históricos
superan ampliamente los yerros en que puedan haber incurrido los gobiernos
populares.
[4] Esto
remite a un tema arduo y complejo que no podemos sino mencionar aquí: la
relación entre el cambio tecnológico o, dicho en el lenguaje clásico, “el
desarrollo de las fuerzas productivas” y las actitudes, valores, sentimientos
de la población. El fenomenal avance de la informática y las telecomunicaciones
es de crucial importancia en la conformación de las identidades y opiniones
políticas. Así lo comprueba, para el caso de las rebeliones de la fracasada
“primavera árabe” Zbigniew Brzezinski en su más reciente obra, Strategic
Vision.
[5] El caso
del primer peronismo requeriría un análisis muy extenso que no podemos hacer
aquí. Basta con señalar, a modo de preámbulo para un estudio más pormenorizado,
que la perdurabilidad de la identidad peronista refleja la radicalidad de sus
políticas sociales y de la acelerada incorporación a la comunidad política de
vastas masas populares hasta ese momento marginadas, todo lo cual ocurrió,
además, en un contexto de rápida descomposición del estado oligárquico.
Situación muy diferente a la que enfrentara el kirchnerismo y que podría ser
una clave interpretativa de la distinta encarnadura social de sus legados.
[6] Sobre
este tema ver el dossier especial de ALAI, Revista No. 510 (Diciembre 2015), dedicado al tema “¿Fin del
ciclo progresista?” http://www.alainet.org/es/revistas/510#sthash.Cq62hr5u.dpuf
[7] Cf. su
Socialismo Comunitario (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2015)
EVO
MORALES SOLICITA VER AL HIJO QUE TUVO CON GABRIELA ZAPATA
El
presidente de Bolivia sufre una ola de críticas por un caso con tintes
políticos
El
País de España (www.internacional.elpais.com)
El presidente
de Bolivia, Evo Morales, ha pedido a través de sus abogados que el juzgado
de familia ordene a los parientes de su exnovia Gabriela Zapata a que le
muestren al hijo que concibió con ella, en caso de que —como ellos afirman— el
niño esté vivo. Morales concretó así el deseo que expresó en pasados días de hacerse cargo del niño si este realmente vive y no falleció en
2007, como, según su versión, Zapata le contó que había pasado.
En respuesta
a la demanda ante el juez del presidente, los parientes de Zapata respondieron
que ellos probarán que el niño está con vida “mostrándolo a los medios
internacionales” y en el momento en que crean conveniente, pues no se someterán
a las “presiones” de Morales.
Poco antes
del referéndum constitucional del pasado 21 de febrero, Morales
anunció al país que las revelaciones periodísticas sobre su relación con
Zapata, una lobista de las empresas chinas que operan en el país, y sobre el
nacimiento de un hijo de su romance con ella, eran ciertas, pero que el niño
había muerto y que no veía a Zapata desde ese momento. De esta manera,
desestimó el haber favorecido indebidamente a las principales proveedoras del
Estado boliviano.
Ambas afirmaciones
fueron cuestionadas: apareció una foto de él y Zapata en 2015, que el
presidente admitió, aunque afirmando que se trató de un encuentro casual. Hace
pocos días, poco después de la detención de Zapata por tráfico de influencias y enriquecimiento
ilícito, la familia declaró que el niño, de nueve años, vive.
Morales salió entonces a afirmar que la madre le había informado de la muerte
del chico y que no quería creer que le mintió.
Morales se
enfrenta a una ola de críticas de los ciudadanos, que dudan entre dos
posibilidades: si el presidente mintió al país para librarse de las
implicaciones políticas de tener un hijo con una lobista de empresas chinas, un
poco antes del referéndum (que al final perdió); o si no mintió, pero no estuvo
al tanto de qué pasaba con su hijo.
Negocios
privados
Además,
muchos se preguntan por qué el Gobierno, que dice que comenzó a investigar a
Zapata hace más de un mes, no descubrió que el hijo estaba vivo y, en cambio,
esperó a que fuera la familia la que revelara el supuesto hecho.
La
investigación a Zapata llena de noticias las portadas de los periódicos
locales. Se afirma que esta empresaria, que tenía 19 años cuando dio a luz al
hijo de Morales, operaba en complicidad con dos funcionarios de mando medio del
Ministerio de la Presidencia, desde donde supuestamente hacía propuestas de
negocios a los empresarios privados y presionaba a los directores de las compañías
estatales para favorecer a los primeros.
Zapata habría
actuado en las reparticiones de un ministerio que tiene su sede en el Palacio
de Gobierno, donde trabaja Morales. La oposición exige que la investigación
alcance al responsable de esta cartera, Juan Ramón Quintana. También el
Parlamento investiga a Zapata, pero el oficialismo, mayoritario, se opone a que
la investigación involucre a la cúpula gubernamental.
APARECIÓ LA MOCHILERA DESAPARECIDA EN BOLIVIA
Le robaron la documentación y el dinero y
hacía varios días no se comunicaba con su familia.
Clarín de Argentina (www.clarin.com)
Mara Ariadna
Cortinez Giménez es una mochilera mendocina de 22 años que viajó en enero a
Bolivia. La joven debía volver a la Provincia el domingo 28, según contaron sus
familiares, pero se comunicó con ellos para avisarles que le habían
robado su documentación y dinero. Desde ese día sus padres no
tuvieron más contacto con ella.
Según el relato
de su mamá, Griselda Giménez, Mara Ariadna recurrió a la embajada argentina
en Bolivia para tramitar su DNI y así emprender el regreso a casa. Este caso se
suma a la desaparición y luego asesinato de las mendocinas María José Coni y
Marina Menegazzo en Montañita, Ecuador.
Giménez se
comunicó con el cónsul adjunto en La Paz, Emmanuel Guerra, quien le
confirmó que su hija había estado allí el día lunes pero se había enojado con
las autoridades porque le exigían 20 dólares para recuperar su identificación
-así poder emprender el viaje de regreso-.
Según informó
el sitio El Sol, la mujer explicó: "Yo he estado en comunicación con
él pero lo único que me dice es que no está ni en los hospitales ni en la
morgue, que me quede tranquila porque se va a comunicar". Finalmente, así
ocurrio´. Hace unos minutos, la chica se comunicó por teléfono con la madre y
le dijo que estaba en la Quiaca. Aseguró que la habían ayudado unos maestros
rurales y que estaba viendo cómo regresar a Mendoza.
BOLIVIA: LA SOLIDARIDAD CUBANA A CUATRO MIL METROS DE
ALTURA
Notas de Argentina (www.notas.org.ar)
En la ciudad de
El Alto, la más elevada de Bolivia, funciona el Hospital Integral Comunitario
Chacaltaya que recibe de forma gratuita a 300 pacientes por día que son
atendidos por 38 profesionales de la salud provenientes de Cuba. Un ejemplo de
la solidaridad cubana a nivel internacional.
Se trata de
cirujanos, dermatólogos, ginecólogos, obstetras, neurólogos, pediatras y
enfermeros, entre otros colaboradores. En 2015 salvaron la vida a 429 personas
y atendieron en total 105.913, asimismo realizaron 1745 cirugías, asistieron a
53.461 personas en consultas especializadas y a 12.115 en visitas a domicilio.
“Nosotros
atendemos a la población de El Alto, pero también a quienes llegan de
departamentos como Oruro y Potosí. Además, nos trasladamos a comunidades
distantes y tenemos que atravesar lugares peligrosos para ello”, comentó Oscar
Manuel Villa, vicedirector de Asistencia Médica del hospital a la agencia Prensa
Latina.
Villa señaló
que el pueblo boliviano “agradece muchísimo”. “Acuden a nosotros porque somos
médicos cubanos, les brindamos un servicio gratuito y contamos con casi todas
las especialidades en el hospital, algo que desearía tener cualquier centro de
salud”, añadió.
El médico
recordó que el año pasado se realizaron además 17 ferias de la salud en otros
lugares del país donde se ofrecieron consultas y exámenes gratis.
“Las ferias se
convocan por comunidades y tienen lugar generalmente los sábados. En ellas
participa un grupo de nuestros especialistas y enfermeros, quienes en ocasiones
llevan consigo el equipo para realizar ecografías”, explicó el entrevistado.
Además destacó
que “el prestigio” de la medicina cubana “no se ve solamente en el territorio
nacional, sino a nivel mundial por todo lo que se ha hecho”. “En nuestra labor,
la política no importa: atendemos a pacientes de diversas corrientes e
ideologías. Creo que no existe un país que supere a Cuba en eso”, concluyó
Villa.
Por su parte el
vicedirector de Enfermería del Chacaltaya, Jesús Ramón Checón, hizo hincapié en
el impacto que tiene en las comunidades el trabajo de los cooperantes cubanos.
“Al hospital han llegado niños con convulsiones febriles y cuando logramos su
recuperación, las madres comienzan a llorar y agradecen a la misión médica. Es
una experiencia única”, expresó.
Finalmente el
doctor Antonio Enamorado, que realiza tareas en el Centro Integral de Salud
Rosas Pampa (también ubicado en El Alto), coincidió y resaltó los buenos
vínculos logrados con la comunidad y destacó el rol fundamental que cumplen las
misiones médicas cubanas.
“La relevancia
de nuestra presencia en estos lugares es que traemos nuestra experiencia en
áreas como la atención primaria, la prevención de enfermedades y la promoción
de salud, lo cual no es común aquí”, precisó y agregó: “Mucha gente no ha oído
hablar de dietas y estilos de vida saludable y explicarlo es una parte
importante de nuestra labor”.
Como parte del
programa impulsado por el gobierno de Evo Morales “Mi Salud”, los profesionales
cubanos atienden “a un gran grupo de personas entre los 18 y 60 años de edad
que queda excluido del sistema de seguros y no cuenta con dinero para pagar
centros privados. Todos los días realizamos visitas a los hogares”, resaltó
Enamorado.
Las misiones
médicas cubanas llegaron a Bolivia por primera vez en marzo de 2006, a pocos
meses de la llegada de Evo al gobierno. Sin embargo los antecedentes de la
colaboración datan de 1985 con la donación de tres salas de terapia intensiva a
hospitales infantiles de los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz.
En 2005 fueron facilitados un electroencefalógrafo y equipos de ventilación al
Hospital del Niño en Santa Cruz y La Paz y el 15 de septiembre de ese año
comenzó la Operación Milagro, con la llegada a Cuba de cien
estudiantes y 48 pacientes bolivianos.
En la
actualidad, hay en Bolivia 713 profesionales de la salud cubanos, que trabajan
en 114 centros comunitarios, 30 hospitales y seis instalaciones oftalmológicas
ubicadas en 31 regiones y 45 municipios de los nueve departamentos de Bolivia.
La misión
cubana también ha colaborado en el campo de la formación preparando
profesionales e impulsando la investigación científica. Como resultado, más de
4732 bolivianos se graduaron en la Escuela Latinoamericana de Medicina y otras
universidades cubanas y actualmente 379 cursan estudios de postgrado en el país
caribeño.
PUNO: INCAUTAN MERCADERÍA DE CONTRABANDO VALORIZADA EN
MÁS DE 30 MIL SOLES
Cargamento provenía del vecino país de Bolivia y tenía
como destino mercados del sur del Perú
Diario Correo de Perú (www.diariocorreo.pe)
La mañana de
ayer, a las 07:30 horas aproximadamente, agentes del orden realizaron un
operativo policial en una de las trochas carrozables de la vía Zepita -
Desaguadero.
Apostados en
este lugar, los agentes lograron intervenir a dos unidades de carga pesada, uno
con placa de rodaje Z8K-965, perteneciente a la empresa de transportes San
Andrés, conducido por Rubén Velito Paye, y el otro con matrícula B8J-357
piloteado por Álvaro Catari Alanoca.
Se descubrió
abundante mercadería de contrabando consistente en medias, polos, ropa interior
de dama y caballeros, discos compactos, 57 pares de zapatillas de diferentes
marcas y tallas, 2 pares de zapatos, 58 metros de tela bordada, 375 metros de
tela de bayeta, 264 pares de medias, 180 prendas de vestir para varón y dama.
El cargamento
procedente del vecino país de Bolivia, en su totalidad, fue retenido. Personal
de la POLFIS, determinó que el monto de los productos descubiertos asciende a
un valor de 30 mil soles. El operativo continuó hasta las 15:00 horas, sin
otros incidentes relevantes, informaron los integrantes de esta unidad.
incautaciones
2016. En el presente año, el número de incautaciones de contrabando ha sido
importante. Dos días antes, efectivos de la POLFIS habían también realizado la
inmovilización de productos.
En el
operativo, decenas de comerciantes fueron sorprendidos, cuando intentaban
trasladar gran cantidad de cargamento ilegal.
El operativo se
realizó aproximadamente a las 6:00 horas en la carretera Puno - Desaguadero a
la altura del distrito de Zepita, lugar por donde transitaba decenas de
vehículos.
Durante la
acción de control los agentes del orden intervinieron varios camiones. En cinco
de estas unidades móviles encontraron mercadería boliviana, sin los documentos
que acrediten su ingreso legal al país.
Durante la
inspección, los comerciantes negaron ser propietarios de lo que se
transportaba, por ello los artículos fueron incautados.
Entre los
objetos de contrabando descubiertos aquella vez, se encontraron polos,
mochilas, cubrecamas, utensilios de limpieza, ropa interior además de otros
productos de procedencia boliviana que iban a con dirección a la ciudad de
Puno.
Estos objetos
fueron llevados a las oficinas de la POLFIS Ilave donde fueron contabilizados
en presencia del fiscal especializado en delitos Aduaneros. Se determinó que el
valor de lo incautado asciende a 40 mil nuevos soles. Estos objetos ya fueron
internados en los almacenes de Aduanas Puno.
Operativos. Al
respecto el capitán PNP Luis Condor Cieza, jefe de la POLFIS Ilave, sostuvo que
los operativos inopinados se realizarán en diferentes zonas de esta ciudad para
evitar que los comerciantes continúen transportando contrabando. Se conoció que
por esta vía los comerciantes trasladaban la mercadería bajo la modalidad
“hormiga”.
CADA VEZ SE IMPORTAN MÁS BANANAS Y SE PRODUCEN MENOS EN
EL PAÍS
Pese a que hay buenas condiciones para producir esta
fruta en el norte del país, las compras a Ecuador, Bolivia y Brasil en el 2015
fueron récord.
El Clarín de Argentina (www.clarin.com)
La banana es la
fruta que más consumen los argentinos: cada uno de nosotros en promedio se
come más de 12 kilogramos anuales. Aunque en el norte del país hay una zona
tropical que la produce, la oferta local atiende apenas una fracción de ese
gigantesco negocio. En cambio, la fruta importada arrasa: en 2015 entraron
desde el extranjero más de 400 mil toneladas, con un crecimiento del 50%
respecto de una década atrás.
La Argentina
gasta cerca de 200 millones de dólares cada año para importar las bananas que
necesita. Según datos oficiales, el último año ingresaron 404.279.000 kilos,
que representaron 91% del total de la fruta importada, muy por arriba del kiwi,
la palta y el ananá.
Frente a
semejante demanda, hay varios países que hacen buenos negocios en la Argentina:
más de la mitad de la banana llega desde Ecuador, pero también hay
importaciones desde Bolivia, Paraguay, Brasil y hasta de Chile, que colocó aquí
191 toneladas en 2015. La presencia de fruta extranjera es cada vez mayor, ya
que diez años atrás se importaban solo 300 mil toneladas, unas 100 mil menos
que en la actualidad.
Frente a ello,
un informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA),
reinvindicó las chances que tiene la Argentina de abastecer una mayor porción
del consumo de banana. Por lo pronto, el país cuenta con dos regiones de clima
adecuado para esa fruta en Formosa y en Salta/Jujuy. En total suman unas 5.400
hectáreas de donde salen 105 mil toneladas de banana nacional. Pero esa oferta
alcanza a cubrir apenas 20% o menos de la demanda y además sufre grandes
altibajos, porque se trata de productores más bien chicos que padecen la falta
de reglas de juego que les aseguren una rentabilidad adecuada.
En general, la
zona bananera argentina abastece a zonas próximas, como Formosa, Corrientes,
Chaco, Córdoba y Tucumán. A Buenos Aires esas frutas casi no llegan, ya que en
el Mercado Central las bananas importadas pasaron de representar 86% de la
oferta en 2001 al 95% o más en la actualidad. Es decir, solo 5% de la banana es
de origen nacional.
La competencia
de la banana importada condicionó severamente a la producción local. En el caso
de Formosa, donde el cultivo es realizado por minifundistas, la actividad se
inició a principios del siglo XX y tuvo un momento de auge luego de 1960, con
más de 7.500 hectáreas cultivadas. Ahora esa superficie se redujo a solo 1.500
hectáreas en el Departamento Pilcomayo. en una localidad llamada Laguna Naineck
y sus alrededores.
"Se
considera que hay margen para el desarrollo de estos productos, en especial,
mediante una estrategia de calidad de producto", evaluaron los técnicos
del INTA, que revelaron que mientras la banana de Ecuadro se vendía a fines de
2015 a unos 200 pesos por caja de 24 kilos, la de Salta y Formosa apenas valía
de 70 a 90 pesos.
"LOS TRATADOS DE FISCALIZACIÓN INTERNACIONAL DE
DROGAS NO EXIGEN LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS"
Así lo asegura la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefacientes (JIFE) en su informe anual; qué dice sobre la situación de la
Argentina
La Nación de Argentina (www.lanacion.com.ar)
El Informe
Global de la Junta
Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), presentado
hoy, sostiene que los tratados de fiscalización internacional de drogas no
exigen la "guerra contra las drogas". El organismo sostiene que
"se debe encontrar un equilibrio adecuado entre garantizar la
disponibilidad de drogas para fines médicos y reducir la oferta ilícita".
Werner Sipp,
presidente de la JIFE, señala que el mundo no está obligado a elegir entre una
aplicación "militarizada" de la legislación sobre drogas y la legalización
del uso de drogas para fines no médicos. "Se trata de hacer de la salud y
el bienestar la piedra angular de una política equilibrada en materia de
droga", explica.
La JIFE es un
órgano independiente encargado de vigilar la aplicación de los tratados de
fiscalización internacional de drogas de las Naciones Unidas. El informe anual
contiene un análisis de la situación de los distintos países en cuanto a las
drogas y el narcotráfico.
Sobre Argentina
El informe
menciona la situación de la Argentina en los distintos aspectos que refieren al
narcotráfico. Los puntos que hablan sobre el país son los siguientes:
América del Sur
sigue siendo el principal lugar de origen de toda la cocaína fabricada en el
mundo, y el cultivo de arbusto de coca y la fabricación de cocaína y pasta de
coca tienen lugar sobre todo en Bolivia (Estado Plurinacional de), Colombia y
el Perú. Sin embargo, la incautación de hoja y pasta de coca, así como el
descubrimiento de laboratorios clandestinos en países vecinos, como la Argentina
y Chile, parecen indicar que la refinación también se lleva a cabo en otros
lugares de la región. La Argentina notificó el descubrimiento en 2014 de 15
laboratorios clandestinos de refinación, fabricación de comprimidos, corte y
empaquetado, 12 de los cuales se dedicaban a la cocaína
La ruta del
tráfico de cocaína hacia Europa transita por vía terrestre, fluvial y aérea, y
afecta a todos los países, pero sobre todo a la Argentina, el Brasil y
Venezuela, antes de atravesar el océano Atlántico en forma de cargamento
marítimo y aéreo, ya sea directamente o pasando por el Caribe o África
occidental. Al parecer, el tráfico por vía marítima es el preferido para las
grandes remesas, pero el tráfico por vía aérea es más frecuente.
Con respecto a
los casos de incautaciones de drogas durante el período comprendido entre 2005
y 2014, la Argentina y el Brasil fueron los países mencionados con más
frecuencia como centros de tránsito en las rutas hacia América del Norte y
Europa occidental y central.
Por lo que se
refiere a las incautaciones de cocaína, los principales países de origen de los
envíos a Europa en 2014 fueron, por orden descendente de los volúmenes
incautados, Costa Rica, el Ecuador, Colombia, el Brasil, la República
Bolivariana de Venezuela y la Argentina.
En la mayoría
de los casos de incautación de cocaína señalados por Europa en 2014, la lista
de los países de origen estaba encabezada por el Brasil, seguido por Colombia y
la Argentina. Las drogas entran en forma clandestina a la Argentina por las
provincias septentrionales del país, que son vulnerables debido a sus zonas
aisladas y a su proximidad geográfica con el Estado Plurinacional de Bolivia y,
en menor medida, el Perú. Los estupefacientes ilícitos se transportan
principalmente por tierra, utilizando carreteras que atraviesan la frontera,
pero también, aunque con menor frecuencia, por vía aérea.
La Argentina
está procurando contrarrestar esas amenazas mediante el Operativo Escudo Norte,
destinado a luchar contra el tráfico de drogas, la trata de personas y el
contrabando en la zona. Tras un marcado aumento de las cantidades incautadas en
2012 (cuando el volumen de cocaína incautada alcanzó unas 10,5 t, es decir, un
aumento del 151,4% respecto del año anterior), la incautación de cocaína
permaneció bastante estable, y se situó en 10,4 t en 2014. Ese mismo año, la
incautación de hoja de coca fue de aproximadamente 118 t, lo que representa un
incremento del 34,8% respecto de 2013.
Países de
América del Sur, entre ellos la Argentina, Chile y el Perú, están adoptando
también iniciativas acordes con los principios del Grupo de Acción Financiera y
que se centran en evaluaciones del riesgo para prevenir el blanqueo de dinero y
la financiación del terrorismo.
Otros puntos
relevantes del informe
La creciente
amenaza de las nuevas sustancias psicoactivas: en el último año las nuevas
sustancias psicoactivas han seguido apareciendo en cantidades cada vez mayores.
En octubre de 2015, los Estados Miembros habían informado de 602 nuevas
sustancias, lo que representa un aumento del 55% con respecto al año anterior,
en que se comunicaron 388 nuevas sustancias.
La Junta
observa con preocupación los riesgos de la prescripción injustificada de
benzodiazepinas, sustancias utilizadas para tratar el insomnio y la ansiedad, y
su consumo excesivo por las personas de edad avanzada. Esto podría ser
peligroso, ya que los pacientes de edad avanzada suelen padecer más problemas
de salud y, por consiguiente, tomar más de un medicamento simultáneamente.
Sobre Amércia
Central y el Caribe
Se encuentra
entre las regiones con mayores tasas de violencia y homicidio de todo el mundo,
y se sigue viendo afectada por el tráfico y violencia relacionados con las
drogas. El número de homicidios vinculados a la delincuencia organizada ha
crecido en las zonas en que los grupos delictivos luchan por hacerse con el
control de los mercados locales de drogas. Los esfuerzos de los grupos
delictivos por controlar los mercados locales, así como la creciente
disponibilidad de drogas, se han traducido en un aumento de las tasas de
delincuencia y homicidio.
Sobre América
del Norte
Sigue
registrando las tasas de mortalidad por consumo de drogas más altas del mundo.
En 2013 se comunicaron 43.000 muertes relacionadas con las drogas, lo que
equivale a 136,8 muertes por millón de habitantes. Esto supera con creces el
promedio mundial estimado de entre 40,8 y 50,5 muertes por millón de
habitantes. Una de cada cinco muertes relacionadas con las drogas en todo el
mundo ocurre en los Estados Unidos de América.
Sobre América
del Sur
Tendencias del
cultivo de arbusto de coca y del suministro de cocaína: Si bien América del Sur
sigue suministrando la práctica totalidad de la pasta de coca y la cocaína de
todo el mundo, los esfuerzos realizados por los Gobiernos de Bolivia (Estado
Plurinacional de), Colombia y el Perú en 2013 han permitido lograr los niveles
de cultivo de arbusto de coca más bajos desde 1990. Según la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), esta tendencia podría
haber contribuido a reducir el suministro mundial de cocaína.
Preparación de
nuevas leyes sobre cannabis: Varios países, entre ellos el Brasil, Chile,
Colombia, el Ecuador y el Uruguay, están debatiendo y promulgando nuevas leyes,
decisiones y resoluciones sobre el uso del cannabis, desde la regulación del
cultivo de plantas de cannabis y la importación de medicamentos que contienen
cannabidiol hasta la regulación más elaborada del mercado del cannabis con
fines no terapéuticos, como sucede en el Uruguay. La JIFE sostiene que la
legislación que permite el uso del cannabis con fines no terapéuticos infringe
lo dispuesto en los tratados de fiscalización internacional de drogas.
Disponibilidad
de estupefacientes y sustancias sicotrópicas para fines médicos: los países de
la región están adoptando medidas para garantizar la disponibilidad de
estupefacientes y sustancias sicotrópicas para fines médicos. La Convención
Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas
Mayores, aprobada en junio de 2015 por la Asamblea General de la Organización
de los Estados Americanos (OEA), insta a los Estados partes a que velen por la
disponibilidad de medicamentos fiscalizados para la rehabilitación y los
cuidados paliativos de las personas mayores. Algunos países de la región han
señalado un bajo nivel de consumo de estupefacientes y sustancias sicotrópicas
para usos médicos.
Aumento del uso
indebido de cocaína en el Brasil: los expertos de América del Sur perciben un
aumento del consumo de cocaína en la región, que consideran que está impulsado
por el aumento del uso indebido en el Brasil. Las autoridades nacionales están
dedicando especial atención al aumento del uso indebido de la cocaína fumable.
El Brasil está invirtiendo en mejorar la recopilación de datos sobre el uso indebido
de drogas, lo que incluye la realización de una encuesta entre la población
penitenciaria.
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