Friday, June 20, 2025

BOLIVIA SE HUNDE: REGISTRA EL PEOR DATO INFLACIONARIO EN 34 AÑOS Y SE DISPARA LA ESCASEZ

Bolivia enfrenta en junio de 2025 una situación económica cada vez más lamentable y cercana al colapso económico. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) interanual para el pasado mes de mayo alcanzó el 18,46%, según datos oficiales. Se trata del registro más alto desde 1991 y, con todo, la cifra oficial podría subestimar la realidad que enfrenta la mayoría de ciudadanos, puesto que el cálculo del IPC no recoge la evolución de los precios en los mercados informales.
El alza acumulada del IPC en lo que va del año ya supera el 9%, lo que convierte al país en uno de los más golpeados por la inflación de toda América Latina en 2025, por encima incluso de economías con historial reciente de crisis como Colombia (6,2%) o Brasil (5,1%). Todo esto, además, ahora que Argentina alcanza su menor dato de inflación en cinco años, merced a las políticas de ajuste y liberalización de Javier Milei.
El repunte de la inflación va de la mano de un absoluto colapso en el volumen de reservas internacionales del país, que han caído de 15.000 millones de dólares en 2015 a menos de 500 millones en junio de 2025, un descenso superior al 95%. Como resultado, aunque el mercado oficial mantiene el dólar a 6,96 bolivianos (BOB), en el mercado no oficial vemos que la cotización real supera los 11 bolivianos por dólar, lo que sugiere un diferencial de casi el 60% entre el tipo de cambio que transmite el gobierno y el que realmente se da en la práctica.
De hecho, a lo largo del mes junio, el tipo de cambio paralelo ha venido marcando nuevos máximos cada semana, impulsado por la creciente angustia y desesperación de ciudadanos y empresas que no pueden acceder a divisas por canales legales. Todo ello en medio de una crisis de escasez que afecta al suministro de combustibles y medicinas. Esto explica por qué muchos importadores han dejado de operar, ante la falta de acceso a dólares.
Colas, desabastecimiento y tensión
Las consecuencias de esta crisis monetaria ya se sienten en la vida cotidiana. En La Paz, las tiendas estatales están aplicando políticas de racionamiento y limitan la venta de aceite vegetal a 2 litros por persona al mes, mientras que los combustibles se racionan de facto. Las estimaciones disponibles apuntan que el gobierno solo puede cubrir el 80% de la demanda interna de gasolina y diésel con las actuales reservas de dólares. Asimismo, los hospitales públicos reportan un 60% de desabastecimiento en medicamentos, equipos y bienes críticos para atender a los pacientes, según ha denunciado el Defensor del Pueblo en Bloomberg.
Las colas para adquirir productos básicos comienzan de madrugada. El citado medio estadounidense recoge el testimonio de Elizabeth Sánchez, una mujer de 51 años que cuenta cómo, en su barrio, las colas para comprar aceite arrancan a las 4:30 de la madrugada y reúnen a más de 50 personas en plena noche. De igual manera, Bloomberg cita el caso de un taxista, Julio Coronel, quien pasó la noche entera en su vehículo esperando para llenar de gasolina su vehículo, todo en vano: "el combustible se acabó y yo aún tenía tres coches delante. Perdí el día entero".
Crisis y colapso
La producción de gas natural, principal fuente de divisas, cayó de 60 millones de metros cúbicos diarios en 2014 a apenas 28 millones en 2025. La falta de inversión, el control estatal y la inseguridad jurídica explican este declive, apuntalado por el boom del fracking que ha llevado a Estados Unidos a un escenario de independencia energética. Al mismo tiempo, el gasto público se mantiene en torno al 40% del PIB, un nivel extremadamente alto, especialmente en el caso de una economía en vías de desarrollo. Mientras tanto, la deuda supera ya el 80% del PIB, un salto notable respecto al 35% registrado en 2006.
Bolivia enfrenta esta crisis a dos meses de las elecciones presidenciales del 17 de agosto, en las que ni el aún presidente Luis Arce ni su antiguo aliado Evo Morales pueden presentarse. Morales, de hecho, está inhabilitado y ha huido de la justicia, escapando una orden de captura por un presunto delito de trata de blancas y violación. Del ex presidente se sabe que está escondido en las zonas rurales del país, pero las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no han podido detenerlo ante la amenaza de violencia que presentan los grupos armados que defienden al dirigente socialista.
Mientras tanto, las protestas se intensifican. La pasada semana murieron cuatro policías en medio de violentos enfrentamientos arengados por grupos de distinto signo, mientras que la aprobación de Arce cayó al 7,4% en la última encuesta publicada. Bolivia, que alguna vez tuvo una de las inflaciones más bajas de la región merced a una suerte de dolarización blanda que llegó a cubrir más del 65% de los depósitos del país, ha perdido el control de su política económica y ha caído víctima de casi dos décadas de socialismo que ahora llevan al país rumbo directo al colapso.
Libre Mercado de España (https://n9.cl/50vkw9)
 
 
 
 
 
EDITORIAL. BOLIVIA, ANTE UNA CRISIS POLÍTICA Y ECONÓMICA
 
La Nación de Argentina (https://n9.cl/6f2ci)
 
El próximo 17 de agosto se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Estado Plurinacional de Bolivia. Cinco factores convergen para convertir este proceso en un punto de inflexión: una crisis estructural sin precedentes, un escenario político pluralizado, el retiro de Evo Morales como figura dominante en la política nacional, el debut electoral de una generación que solo ha conocido un modelo de gobierno y el desarrollo tecnológico.
El oficialismo afrontará por primera vez unas elecciones sin un liderazgo único. El gubernamental Movimiento al Socialismo (MAS) está hoy dividido en facciones lideradas por el jefe de Estado, Luis Arce; el exmandatario Evo Morales y el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez. Ninguno es suficientemente fuerte para articular a todos los sectores del bloque popular de izquierda.
El expresidente, que había anunciado su intención de ser candidato, fue inhabilitado para la contienda electoral tras el fallo definitivo del Tribunal Supremo Electoral (TSE) del 14 de mayo, que excluyó su participación. El actual mandatario renunció públicamente a la posibilidad de la reelección apelando a la unidad de la izquierda, facción cuyo futuro estaría en cabeza de Andrónico Rodríguez, que simbolizaría un posible recambio generacional.
La oposición, por su lado, se presenta por ahora escindida, con figuras reconocidas como el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga y el empresario y ex ministro Samuel Doria Medina, entre otros. Ambos son conocidos por promover políticas de privatización y reformas liberales en décadas pasadas.
La campaña electoral entra ahora en su etapa crucial en un escenario incierto, determinado por la polarización y la crisis económica exacerbada por una inflación galopante.
El contexto social en Bolivia es tenso. Las fuertes protestas motivadas por la escasez de combustibles y el aumento de los precios de los alimentos han llevado a varios sectores a pedir la renuncia de Arce, quien procura evitar un default. La situación ha empeorado desde el 2 de junio debido a los bloqueos viales impulsados por los simpatizantes de Evo Morales que buscan presionar al gobierno para rehabilitar su candidatura.
Estas medidas han interrumpido el transporte de mercancías, profundizando el desabastecimiento. Las calles de varias ciudades de Bolivia se convirtieron en escenarios de tensión y desesperación, con ciudadanos formando largas filas durante horas para conseguir alimentos básicos como pollo y aceite. El descontento se extiende por todo el país. Los enfrentamientos entre efectivos del gobierno y seguidores de Morales en el intento por desbloquear las carreteras han causado hasta el momento cinco muertes: cuatro policías y un campesino. Por su parte, Morales reclama una investigación internacional, independiente e imparcial.
A pocos meses de las elecciones presidenciales, Bolivia enfrenta un contexto de crisis multidimensional: económica, jurídica, institucional y social, que amenaza con empujar al país del altiplano hacia un escenario de mayor inestabilidad.
 
 
 
 
 
ELECCIONES EN BOLIVIA SIN EVO
 
El apoyo popular, que Morales se atribuye graciosamente, no debería subordinarse ni a la justicia ni a sus instituciones
 
El Periódico de España (https://n9.cl/jftbf)
 
La justicia boliviana le ha cerrado definitivamente a Evo Morales las puertas de las elecciones presidenciales del 17 de agosto. Si meses atrás el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) anuló la reelección indefinida e inhabilitó al expresidente, más recientemente el Tribunal Supremo Electoral (TSE) decidió no inscribir su candidatura.
Al frustrarse su pretensión de ser nuevamente reelecto y recuperar el poder, el líder cocalero llamó a la rebelión, advirtiendo que, si no había una salida democrática a sus reclamaciones, los campesinos podían emprender la lucha armada. En un tono aún más agresivo desafió a sus rivales y enemigos: "¡qué me ganen en las urnas!" (si pueden). Una vez más Morales se pone por encima de la ley, que no fue escrita para él. El apoyo popular, que se atribuye graciosamente, no debería subordinarse ni a la justicia ni a sus instituciones.
Su llamado a la rebelión, a incendiar el país si fuera necesario para sus objetivos, fue una vez más seguido por sus bases más radicalizadas, especialmente los cocaleros del Chapare. Durante días y con extrema violencia amenazaron vidas y haciendas y se dedicaron a bloquear caminos e impedir el libre tránsito de personas y mercancías, enfrentándose con explosivos, armas y piedras a todos aquellos que se oponían a sus propósitos.
El clímax se alcanzó en un luctuoso enfrentamiento en la localidad minera de Llallagua, al norte de Potosí, saldado con tres policías y un estudiante muertos a balazos. Este hecho aumentó el descrédito de Morales, convertido en el político peor valorado por los sectores urbanos. Con varias causas judiciales en su contra, destacando una por estupro y otra por terrorismo, ha logrado evadir a la justicia y mantenerse a salvo de la presión policial al refugiarse en su santuario del Chapare, rodeado por sus custodios más fieles y decididos a todo en el caso de que intenten conducirlo ante un tribunal.
Esto ocurre en una coyuntura de crisis generalizadas. La económica (aumento de la deuda pública, inflación, falta de divisas y combustible, escasez de alimentos) se superpone a la social y política, con un gobierno en caída libre. La popularidad del presidente Luis Arce se ha desplomado de forma estrepitosa. Si en 2023 tenía un 46%, en 2024, según el Latinobarómetro, pasó a solo el 9%.
La situación es tan grave que ha decidido no acudir a la reelección, pese a su intención inicial de hacerlo. Arce es consciente de que si se presenta sería derrotado de un modo inmisericorde. En su lugar, como candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), va el exministro Eduardo del Castillo, que en una encuesta reciente solo obtenía menos del 2% de la intención del voto.
El panorama político es de una gran fragmentación, al punto que diez candidatos competirán por la presidencia. Tres se encuentran en la izquierda, incluyendo a Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado, capaz de impulsar un evismo renovado sin Evo, y uno de los mejor situados para pasar a la segunda vuelta.
También hay otros siete de derecha y centroderecha, en sus múltiples variantes, todos ansiosos de acabar con el período evista. Como viene ocurriendo desde la llegada de Evo Morales al poder, la oposición vuelve a acudir dividida a unas elecciones, pese a que en su día hicieron serios esfuerzos para avanzar con una candidatura única que finalmente derrotara al MAS en las urnas. Incluso se habían diseñado los mecanismos de selección.
Sin embargo, en abril pasado, el expresidente Jorge Tuto Quiroga, movido por sus excesivas ambiciones personales, decidió abandonar el proceso unitario y presentarse en solitario. Hoy tiene opciones para competir en el balotaje, aunque las encuestas lo sitúan en una dinámica descendente y podría ser superado por Rodríguez.
El candidato mejor situado es Samuel Doria Medina. La última encuesta conocida, publicada por El Deber, le otorga el 24%, el 22% para Quiroga y el 14,7% para Rodríguez. Dos candidatos están entre el 5,5 y el 10% y otros cinco tienen menos del 3%. También hay casi un 18% de votantes inclinados, de momento, por votar en blanco o nulo o están indecisos. Pero, llegada la segunda vuelta, a celebrarse el 19 de octubre, estos votantes podrían decantar el resultado en un sentido u otro.
Por ahora, las encuestas dan en la primera vuelta la victoria a un posible candidato opositor. En una más que probable segunda ronda entre Doria Medina y Rodríguez las fichas podrían caer del mismo lado. Pero si Quiroga se enfrenta bien contra Doria Medina o bien contra Rodríguez podría ser penalizado por su elevado índice de rechazo.
De todos modos, cualquiera sea el elegido, el futuro político y económico del país está muy comprometido y más si debe gobernar con un Parlamento fragmentado. El ganador deberá implementar un profundo programa de reformas, lo que exigirá dejar de lado viejas tendencias populistas y demagógicas y explicar muy bien sus planes, si los tiene, al conjunto de la sociedad, muy afligida ante una situación realmente angustiosa.
¿Por qué y para qué un ajuste tan duro? Las razones giran en torno a la dilapidación de ingentes fondos que permitieron en su día un reparto eficaz de la riqueza entre los sectores más necesitados, pero sin sentar las bases para que una vez agotados los recursos naturales se construyera una economía sostenible. A Bolivia le llegó el momento de dejar atrás el sueño bolivariano, convertido en pesadilla, y comenzar a construir un país más igualitario y justo.
 
 
 
 
 
CUBA, VENEZUELA, BOLIVIA Y NICARAGUA: MÁS PRESOS POLÍTICOS Y MENOS DEMOCRACIA
 
El Nacional de Venezuela (https://n9.cl/kz8r3u)
 
Estamos en la mitad del año y la puerta giratoria de presos políticos sigue sin parar. Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua acumulan casi 2.400 presos políticos. Todos comparten modelos autoritarios donde opinar y pensar diferente es un delito grave que se paga con la cárcel e incluso con la vida.
Cuba, la dictadura con 66 años en el poder, lidera el ranking de presos políticos. Según Prisioners Defender el régimen de la isla tiene 1.158 arrestados entre activistas, religiosos, comunicadores e incluso personas que simplemente expresaron una opinión divergente.
Cuba aprobó hace dos años un nuevo Código Penal que lejos de modernizar la impartición de justicia, refuerza las sanciones y castigos contra la ciudadanía incluyendo la pena de muerte. Los civiles son llevados a tribunales militares y la tortura esta vigente.
En Venezuela se reportan 932 presos políticos, de los cuales 837 son hombres y 95 mujeres. Tras la victoria electoral de Donald Trump, Maduro liberó algunos presos políticos para intentar lavarse la cara, pero ante su fracaso la represión continuó su curso.
Organizaciones como Foro Penal destacan que desde 2014 se han registrado 18, 420 detenciones políticas en Venezuela. El régimen de Venezuela ha contado con el apoyo directo de “asesores cubanos” para el espionaje, persecución y tortura de presos políticos.
En Nicaragua se registran 52 presos políticos. La cifra pareciera pequeña en comparación con las dictaduras de Cuba y Venezuela, sin embargo, Ortega practica las desapariciones forzadas, destierros, exilios y casa por cárcel para miles de ciudadanos.
Entre 2018 y 2022, más de 260.000 nicaragüenses, 4% de la población, abandonó el país debido a la persecución política. En Nicaragua no existe ningún tipo de libertad civil o religiosa. Ortega ha sido señalado de causar la muerte incluso de su propio hermano, el general Humberto Ortega.
En Bolivia, con un sistema de jueces de “elección popular”, la justicia esta sometida a intereses políticos y cocaleros. Las cifras de presos políticos se calculan en más de 314, la mayor parte de estos es producto de los regímenes de Evo Morales y Luis Arce.
La expresidenta Jeanine Áñez es presa política desde el año 2021 y ha sido condenada a 10 años de prisión. Su principal delito ha sido defender la libertad y enfrentar con coraje al régimen cocalero de Evo Morales.
Arrestar o desaparecer a los adversarios políticos, periodistas o defensores de derechos humanos no es un signo de fortaleza sino de gran debilidad. Los regímenes que mantienen presos políticos intentan acallar a voces incomodas, atemorizar a la sociedad y criminalizar el ejercicio de las libertades cívicas.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la nueva OEA, guardan silencio sepulcral ante las dictaduras y sus presos políticos. No protegen a las víctimas sino a sus victimarios. Confunden la no injerencia con la más abyecta de las complicidades.
Las guerras en Gaza, Irán y Ucrania roban protagonismo a la grave crisis de Latinoamérica y tienden a normalizar los brutales crímenes de las tiranías de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia. La lucha por la liberación total de los presos políticos debe reforzarse y visibilizarse. Nosotros somos su voz. No podemos callarnos.
 
 
 
 
 
PRESENTARON UNA DENUNCIA PENAL POR EL CONFLICTO EN LA FRONTERA EN MECOYITA
 
En este pueblo hay un paso internacional no habilitado, pero ancestral, que ahora fue tomado por particulares que cobran una suerte de peaje, denunció el senador Luis Altamirano, quien reclamó por la ausencia del Estado en ese lugar.
 
Página 12 de Argentina (https://n9.cl/l0w2ou)
 
El senador por el departamento Santa Victoria, Luis Altamirano, denunció que un grupo de personas "empezó a cobrar el ingreso y la salida de vehículos" en la frontera entre el pequeño pueblo argentino de Mecoyita y la localidad boliviana de Mecoya, en la Puna.
Altamirano usó el espacio de Homenajes en la sesión de ayer del Senado de Salta para informar que presentó una denuncia penal ante el Juzgado Federal de Orán por este conflicto que se vive en Mecoyita, en la frontera con el Estado Plurinacional de Bolivia.
Dado que los habitantes y legisladores vienen advirtiendo sobre los inconvenientes que genera la falta de controles en el paso no habilitado que existe en esta localidad, Altamirano comenzó su exposición lamentando que otra vez tuviera que hablar de esta cuestión, que no recibe atención ni del estado provincial ni del nacional, dijo.
Es una "situación crítica que persiste", sostuvo. “Se trata de una zona que históricamente ha funcionado como lugar de encuentro, de intercambio, entre comunidades originarias de uno y de otro lado de la frontera", explicó.
Si bien este paso nunca fue formalmente habilitado ni tiene controles de ninguno de los estados límites, es "un corredor natural, cultural, cuya existencia antecede incluso a la conformación de los estados nacionales", agregó.
En la pandemia, cuando los controles impedían el tránsito por los pasos habilitados tanto de Salta como de Jujuy, mucho intercambio se trasladó a este paso y ya entonces la comunidad de Mecoyita hizo reclamos pidiendo que se establecieran controles y también, que se abriera un camino para que pudieran comunicarse con el resto del país a través de territorio nacional y no como ocurre ahora, que deben cruzar a Mecoya para después reingresar al país.
Una vez que se abrieron los pasos habilitados, el tránsito por esta vía de Mecoyita continúo de manera bastante alta, lo que también provocó reclamos, que este año se reiteraron, pidiendo sobre todo, la presencia del Estado argentino con controles.
“Lamentablemente, lejos de haberse pacificado, se ha consolidado un grupo que de manera absolutamente arbitraria empezó a cobrar el ingreso y la salida de los vehículos en esa zona”, dijo Altamirano.
Sostuvo que este accionar, al que calificó de "violento, ilegítimo y contrario a las órdenes constitucionales", es "un agravio no solo a las comunidades que históricamente han transitado y vivido en ese espacio, sino también al Estado argentino, cuya soberanía está siendo desafiada de facto, ante la inacción de algunos órganos tanto del estado provincial como del nacional", afirmó.
Por eso, "entendiendo la gravedad institucional y humana del conflicto, he formalizado una presentación ante Justicia Federal con asiento en Orán, solicitando su urgente intervención a través del Ministerio Público Fiscal federal", informó al pleno.
El senador detalló que hizo esta denuncia con el objetivo de "preservar la paz social, restaurar el orden jurídico y evitar que estas situaciones desemboquen en hechos con más violencia", alertó.
Asimismo, subrayó que esta problemática sigue ausente en la agenda pública y mediática, "probablemente por su ubicación geográfica remota", especuló. Sin embargo, agregó, eso "no puede ser excusa para desatender a estos ciudadanos que viven en condiciones de extrema vulnerabilidad, que hoy padecen el abandono institucional".
Y cerró insistiendo en la necesidad de que "todos los estamentos, tanto nacionales como provinciales, asuman con urgencia su responsabilidad. El conflicto no puede naturalizarse. La convivencia pacífica entre las comunidades, el respeto por los derechos humanos y la defensa de nuestra soberanía territorial exigen una respuesta inmediata en la comunidad de Mecoyita", afirmó.
 
 
 
 
 
EE.UU. VS. CHINA: ¿QUIÉN MANDA EN EL COMERCIO LATINOAMERICANO?
 
Latinoamérica mantiene una relación comercial más intensa con Estados Unidos que con China. Sin embargo, este panorama agregado esconde realidades diferentes entre países
 
Diario Red de Uruguay (https://n9.cl/wdhtb)
 
Latinoamérica mantiene una relación comercial más intensa con Estados Unidos que con China: en 2023, importó más del doble desde EE. UU. (USD 488 mil millones) que desde China (USD 225 mil millones) y exportó casi el triple (USD 622 mil millones frente a USD 239 mil millones).
El superávit regional con EE. UU. fue de USD 133 mil millones, once veces mayor que con China.
Sin embargo, este panorama agregado esconde realidades diferentes entre países. Cinco economías -Brasil, Chile, Perú, Bolivia y Uruguay- tienen un comercio total mayor con China que con EE. UU. Además, el vínculo con Pekín es mayor en el Cono Sur, mientras que los países más cercanos geográficamente a Washington (Centroamérica y el Caribe) siguen estrechamente ligados a EE. UU., lo que está impulsado por la proximidad y los acuerdos comerciales.
En cuanto a balanza comercial, solo dos países tienen superávits con ambos gigantes, Ecuador y Costa Rica. Por el contrario, la mayoría tiene déficits con los dos países, y muchos tienen déficit al menos con una de las dos potencias. México sobresale con un amplio superávit con EE. UU., mientras que Brasil, Chile y Perú son los principales beneficiarios del comercio con China.
La apertura comercial de la región con ambas potencias promedia el 22% del PIB, aunque varía significativamente: del 50% en México al 5,5% en Argentina. Con EE. UU., esta apertura se reduce cuanto más lejos está el país de Washington; con China, en cambio, las diferencias son menores entre subregiones.
Un aspecto clave es la calidad del comercio. Las exportaciones latinoamericanas a EE. UU. son más diversificadas y con mayor valor agregado (especialmente en el caso de México), mientras que el comercio con China se concentra en productos primarios como soja, minerales y petróleo. Esto refleja un patrón con China que refuerza la dependencia respecto a las materias primas y otro con EE. UU., donde hay más oportunidades para el comercio de bienes con mayor valor agregado.
El nuevo proteccionismo impulsado por Trump, sumado a la demanda china centrada casi exclusivamente en materias primas, plantea a América Latina un desafío estratégico para los próximos años. La región necesita negociar con China espacios para el desarrollo industrial, persuadir a EE.UU. para que interprete su Make America Great Again en el modo latinoamericano en el que entendemos América, o bien apostar por una estrategia de desarrollo regional capaz de sobrellevar los obstáculos que ofrecen los mercados externos. Por ahora, no se vislumbra una iniciativa en ninguna de estas direcciones.
El comercio con las potencias
El comercio entre Latinoamérica y EE. UU. duplica el que sostiene con China.
          La región importa USD 488 mil millones desde EE. UU. y USD 226 mil millones desde China, un poco más del doble.
          Las exportaciones a EE. UU., de USD 622 mil millones, casi triplican las que se dirigen a China (USD 239 mil millones).
El saldo comercial de la región con los dos países es superavitario.
          Sin embargo, el superávit comercial con EE. UU., de USD 133 mil millones, es 11 veces mayor al superávit con China (USD 12 mil millones).
Estos promedios ocultan realidades diferentes dentro de Latinoamérica:
          En 5 países, el comercio con China es mayor al comercio con EE. UU. La suma del comercio, -importaciones más exportaciones- de Bolivia, Brasil, Chile, Perú y Uruguay con China es mayor al comercio que sostienen con EE. UU.
          A su vez, Venezuela exporta más a China que hacia EE. UU. aunque, por el contrario, importa más desde EE. UU. que desde China.
          Así, la vinculación comercial de la región con China es mayor que con los EE. UU. en los países del cono Sur (solo Argentina y Uruguay escapan de esta norma).
          La influencia comercial de China con la región ingresa por el Sur, los países más distantes de EE. UU.
El saldo comercial con las potencias
Con China, la mayoría de los países latinoamericanos registran déficit comercial, pero hay excepciones; seis economías mantienen superávit:
          Brasil lidera con un saldo a favor de USD 63.000 millones, gracias a sus exportaciones de soja y minerales.
          Le siguen Chile (USD 23.000 millones), impulsado por el cobre, y Perú (USD 13.000 millones), con ventas de metales.
          Sin el aporte del superávit de cualquiera de estos 3 países, el balance regional con China sería deficitario.
          Completan la lista Bolivia y Ecuador, cuyos excedentes son menores, pero estratégicos.
          Este superávit se concentra en el Cono Sur, donde la demanda china de materias primas redefine la balanza comercial. La región obtiene su saldo favorable con China gracias al comercio con el Cono Sur.
Con Estados Unidos, el panorama es similar: 14 de 17 países tienen déficit. Sin embargo, hay una gran diferencia: México
          México aporta un superávit con EE. UU. de USD 156.000 millones -el 90% del total regional-gracias a su industria manufacturera integrada a EE. UU.
          A enorme distancia, también tienen superávits Costa Rica, Ecuador, Venezuela y Nicaragua.
          Si se excluye a México, Latinoamérica tendría un déficit colectivo de USD 30.000 millones con EE. UU.
          Así, el saldo comercial con EE. UU. resulta más favorable entre los países más próximos a EE. UU. La vecindad tiene premio.
Hay más países superavitarios con China que con EE. UU.
          Los países que consiguen ser superavitarios con China, tienen un saldo superavitario con las dos potencias.
          Once países son deficitarios con China y 12 son deficitarios con EE. UU.
          Solo dos países son superavitarios con las dos potencias, Ecuador y Costa Rica,
          Ocho países son deficitarios con las dos (cuadro 1).
          México, Venezuela y Nicaragua son superavitarios con EE. UU. y deficitarios con China.
          Bolivia, Brasil, Chile y Perú, son deficitarias con EE. UU. y superavitarias con China.
Concentración del comercio con las potencias
El comercio de la región con EE. UU. está altamente concentrado con México.
          El 66% de las importaciones latinoamericanas se explica por México, seguido por Brasil (9%) y Chile (4%).
          El 77% de las exportaciones a EE. UU. son mexicanas, seguidas por Brasil (7%) y Colombia (3%).
El comercio latinoamericano con China está menos concentrado que en el comercio con EE. UU.
          El 67% de las importaciones desde China se concentra en 3 países: México (34% del total regional), Brasil (25%) y Chile (8%).
          El 79% de las exportaciones está explicado por Brasil (51%), Chile (18%) y Perú (11%).
Apertura comercial con las potencias
El grado de apertura de nuestra región con estas dos potencias es del 22%, pero es muy variable y fluctúa en un rango que va del 50,5% que tiene México -la economía más abierta- al mínimo de 5,5% que tiene Argentina, la economía más cerrada de acuerdo a este indicador.
Los países más próximos a EE. UU., los de Centroamérica y el Caribe, tienen los mayores grados de apertura, del 30,5% en promedio; los países del Cono Norte tienen aproximadamente la mitad de apertura (17,2%) y los del Cono Sur apenas 12,9%.
Con la excepción de Chile, el país más abierto del Cono Sur, la mayoría de los países de dicha región tiene indicadores de apertura en torno al 10% o inferiores.
A grandes rasgos, el grado de apertura comercial va reduciéndose a medida que aumenta la distancia geográfica con EE. UU. En los extremos, México -el país colindante- tiene el indicador más alto y Argentina, el más distante, el más bajo. Los países de Centroamérica y el Caribe tienen el indicador más alto; los del Cono Sur tienen el indicador más bajo y los del Norte de Sudamérica tienen grados de apertura intermedios.
Las diferencias en el grado de apertura del comercio con China son mucho menores que las que tiene el comercio con EE. UU. y varían entre el 18,6% de Chile y el 2,7% de Bolivia.
Vemos pocas diferencias de apertura entre los países del Cono Sur, los de Centroamérica y el Caribe y los del norte de Sudamérica.
En cambio, las diferencias de apertura con EE. UU. son muy marcadas y se muestra en plenitud el impacto de la proximidad geográfica. Los países más cercanos a Washington de Centroamérica y el Caribe tienen una apertura promedio del 25% del PIB de esta subregión, liderados por México -cuyo comercio con EE. UU. representa el 50% de su PIB-. En el extremo más distante del Cono Sur, la apertura es la tercera parte que en Centroamérica y el Caribe, mientras que, en el Norte de Sudamérica, la apertura es de aproximadamente la mitad (17%).
Diversificación y complejidad del comercio con las dos potencias
La composición de las exportaciones de México, Brasil, Argentina, Chile y Perú a EE. UU. (ver gráficos) es más diversificada y tiene más complejidad productiva y valor agregado que el comercio con China, basado casi exclusivamente en el comercio de commodities.
En los gráficos que mostramos en el Anexo, elaborados por el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), mostramos la composición de las exportaciones de México, Brasil, Argentina, Perú, Chile y Colombia a nivel de cuatro dígitos del Código Armonizado (HS).
          El tamaño de los cuadros de cada código representa el peso porcentual de cada código en el total de las exportaciones hacia EE. UU. y China.
          Mientras mayores (menores) sean los cuadros, mayor (menor) será la diversificación exportadora.
Naturalmente las exportaciones desde México a EE. UU. están explicadas en su mayor parte por las manufacturas, mientras que sus exportaciones a China se explican por minerales y petróleo.
Las exportaciones de Brasil hacia EE. UU., si bien no están tan diversificadas como las mexicanas y también tienen un componente mayor de materias primas, son definitivamente más diversas y tienen más valor agregado que sus exportaciones a China, que en tres cuartas partes están compuestas por materias primas: soja, hierro y combustibles.
Todos los países muestran el mismo patrón: más diversidad y complejidad productiva y valor agregado en las exportaciones hacia EE. UU. que en las exportaciones hacia China. Ello se da tanto en los países más integrados a China, como Brasil, Chile y Perú, en países más integrados con EE. UU. -como México y Colombia-, como en aquéllos integrados por igual a las dos economías, como Argentina. 
Conclusiones
AméricaLatina navega entre dos corrientes de comercio: una históricamente anclada en EE.UU., más diversificada y con contenido industrial, y otra emergente con China, basada en recursos naturales, que reedita la vieja inserción internacional como enclave exportador de materias primas.
AméricaLatina importa y exporta más con EstadosUnidos que con China importa casi el doble y exporta casi el triple -, pero cinco países (Bolivia, Brasil, Chile, Perú y Uruguay) ya comercian más con China que con EE.UU. Hay una superioridad cuantitativa de EE.UU., pero un rol creciente de China. La influencia de China entra por el sur: podría decirse que, a mayor distancia de Washington, mayor proximidad a Pekín. A la proximidad se unen los tratados comerciales entre EE. UU. y Centroamérica que aportan su grano de arena, explicando el mayor comercio entre esta región y EE. UU.
El superávit regional neto con EE.UU. (USD133.000millones) es 11veces mayor que con China (USD12.400millones). Si bien la región tiene un superávit neto con las dos potencias, la realidad es que el superávit está muy concentrado en pocos países: México, que tiene un gran superávit con EE. UU., y Brasil, Perú y Chile, que tienen importantes superávits con China. Del resto de países, la mayoría tiene un saldo comercial deficitario con los dos países (Argentina, Colombia, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, Paraguay y Uruguay son deficitarios con los dos países, Venezuela es deficitario con China, y Bolivia es deficitario con EE. UU. Ecuador y Costa Rica obtienen superávits con los dos países).
Los gráficos de complejidad del OEC confirman que las exportaciones a EE.UU. están más diversificadas y aportan mayor valor agregado que las que van a China, donde predominan los commodities. Por eso, el proteccionismo de Trump y las compras chinas especializadas en commodities representan un serio desafío a las ambiciones desarrollistas de Latinoamérica, que enfrenta una especie de plan LLAHSRAM para profundizar su subdesarrollo. Entre una alianza con China, como parece ser la apuesta de Brasil y Perú, que profundizaría el modelo exportador primario, y el proteccionismo de Trump, difícilmente la región podrá contar con otra cosa que no sea con sigo misma y no parecen estar tomándose medidas al respecto. Para avanzar por la senda del desarrollo, nuestros países deberán equilibrar volúmenes (commodities) con contenido (manufacturas) en su vínculo tanto con Washington como con Pekín.
 
 
 
 
 
TODO SOBRE EL LITIO: EL LIBRO QUE BRINDA UN ANÁLISIS CRÍTICO SOBRE EL IMPACTO TERRITORIAL Y SOCIAL DE SU EXPLOTACIÓN EN LA REGIÓN
 
¿Extraerlo? ¿Cómo, cuánto, para qué y para quién? Esos son algunos de los interrogantes que intenta responder esta obra publicada por Siglo XXI.
 
El Economista de Argentina (https://n9.cl/k1j7u)
 
El tablero geopolítico del litio se desenvuelve con fluidez en América Latina. China, así como Rusia, su aliado estratégico, ha logrado una presencia sólida en Bolivia, en la mayor reserva del mundo, pero también participa en la propiedad y la tenencia de proyectos en la Argentina y en Chile, y puja por no perder su lugar en el yacimiento de Sonora, en México. Por su parte, los Estados Unidos presionan a México para conseguir que este último reservorio pase a estar bajo su órbita de control, generando un resquicio por el cual se colaron los anuncios soberanos del gobierno progresista de López Obrador.
A su vez, también presiona al gobierno de derecha de Javier Milei en la Argentina para dominar el entero campo minero, dejando afuera al país "comunista". Por su parte, Australia, Canadá y los países europeos se reparten tenencias puntuales diseminadas por el conjunto del subcontinente, en Perú, en Brasil y sobre todo en la Argentina, donde la pluralidad de salares, la existencia de más de una empresa en cada uno de ellos y la liviandad de los controles y requisitos dejan el camino abierto para su instalación. El corolario de la situación no deja de mostrar que en esta década y media, en la que el litio fue adquiriendo centralidad en la escena latinoamericana, el predominio de las empresas transnacionales se acrecentó, con pujas variables en relación con los márgenes de autonomía, soberanía y control por parte de las naciones latinoamericanas, lo que en última instancia delata la exportación de naturaleza en un marco asimétrico que cimienta el "colonialismo blanco".
En efecto, a contramano de la actuación cada vez más articulada y en bloque de los países centrales, los recurrentes intentos de crear una suerte de Organización de Países Exportadores de Petróleo pero del litio regional se han disuelto. Más allá de una serie de anuncios sobre colaboraciones científicas y del objetivo menor de pactar un precio de la tonelada de carbonato de litio equivalente o de incidir en su precio final, ninguna de estas iniciativas ha llegado a buen puerto.
La fluida producción de Australia, que se dirige centralmente a China e incluso la extracción de litio en el mismo terreno chino, redunda en que nuestra región todavía no tenga un porcentaje del mercado que le permita ejercer cierto control, al tiempo que la tenencia general en manos extranjeras dificulta aún más una eventual cartelización. Además, el pendular cambio de signo del Poder Ejecutivo en los regímenes presidencialistas de la región no facilita las cosas, y nuevamente fueron los gobernadores de las provincias argentinas -quienes, como hemos visto, controlan los recursos locales por el régimen federal vigente en el país- los que anunciaron expresamente que no contribuirían a ninguna tentativa de articulación regional. Sin duda, tener una perspectiva regional común para crear un tipo de política realmente autónoma es una tarea pendiente.
Ahora bien, resulta central crecer en la cadena de valor o participar en productos terminados, estimulando las capacidades tecnológicas regionales.
En este punto, las estrategias han sido también diferentes. Bolivia afirmó desde un inicio su intención de sortear el intercambio interindustrial y producir celdas y baterías, incluso electromovilidad. Ha desarrollado esa capacidad en su planta de Palca, en una escala semiindustrial, importando componentes de China pero creciendo en conocimiento, en un estado de latencia que ansía participar en mayores desarrollos tecnológicos regionales.
Chile, por su parte, ha mutado levemente su tradicional expertise de servicio al inicio y final de la cadena -en el circuito directo de la comercialización de productos terminados-, y trata ahora de crecer en la producción de material catódico, esto es, la electroquímica que conforma la batería (cátodos, ánodos, electrolito), que representa una parte medular de su valor. Para llevarlo a cabo, durante 2023 rubricó acuerdos con dos empresas chinas: por un lado, con China Yongqing Technology, que avanza lentamente; por el otro, se instaló la planta de cátodos de litio BYD Chile, que hasta 2025 no ha avanzado.
 En cambio, la Argentina es un caso paradójico. Pese a contar con un sistema científico nutrido que ha venido desarrollándose durante más de una década, lejos de apuntar a su coordinación, a un plan nacional e integral, se privilegió un espacio vinculado a la Universidad de La Plata asociado con YTEC, una empresa mixta del Conicet e YPF, a través de la cual se pretende desarrollar todo el tránsito desde el salar hasta la batería. Se trata, principalmente, de una iniciativa de la universidad en consonancia con los intereses del exministro de ciencia Roberto Salvarezza, que se ocupó de financiar la planta mientras era funcionario y pasó a dirigirla cuando dejó de serlo. Vale acotar aquí que desde aquel intento inicial de Bolivia, el escenario ha cambiado en los últimos quince años: con el mundo innovando y produciendo celdas de baterías a millones, el intento de pasar "del salar a la batería" y dominar todo el proceso amenaza con emplazar una maquinaria obsoleta más temprano que tarde. Lo cierto, en este ítem, es que ninguno de los tres países ha logrado aún gestar un camino promisorio.
Ciertamente, en el contexto de la disputa global por el dominio de la electromovilidad, en el último tiempo han comenzado a aterrizar fábricas dedicadas a la producción directa de automóviles eléctricos. Sobresalen aquí las dos grandes economías de Latinoamérica.
En México, las ventas de automóviles eléctricos e híbridos alcanzaron un 6% del total en 2023, número en apariencia menor, pero un 40% más alto que el año anterior. Las firmas estadounidenses Ford y Chevrolet ya producen modelos eléctricos, y el plan general "Sonora Sustentable", vinculado al anuncio de Tesla de instalar una megafábrica de baterías en el estado de Nuevo León, pre-figura un destino maquilador del norte mexicano aggiornado a los tiempos que corren. En efecto, se instala la perspectiva del nearshoring, que aún a los intereses mexicanos, canadienses y estadounidenses bajo la égida de este último.
Pero, por otro lado, el deseo de Trump es que todas las plantas industriales retornen a los Estados Unidos. Difícilmente persista el contento de México por haber exportado durante 2023 más a los Estados Unidos que la misma China, situación que, en realidad, oculta la entrada de productos asiáticos por vía de México para evitar impuestos. Por su parte, la firma asiática BYD comercializa múltiples modelos en México, augurando fricciones a raíz de la política estadounidense de impedir la competencia china.
Todo lo cual no quita que el gobierno de Claudia Sheinbaum haya creado un proyecto interesante: el lanzamiento del auto eléctrico popular Olinia, que en náhuatl significa "moverse", lo que supone el ensamblaje de piezas chinas para obtener precios finales que van desde los US$ 4.500 a los US$ 7.000, según el modelo "personal", "de barrio" o "furgoneta de última milla". En concreto, el país latinoamericano bascula entre recrear su papel de proveedor industrial a los Estados Unidos sobre la base de mano de obra barata y recursos naturales, y aspirar a mayores márgenes de autonomía, en medio de una situación geopolítica altamente inestable y cambiante.
Por su parte, Brasil lanzó en 2023 una política de estímulos para fomentar inversiones generales en el área automotriz, con cierto acento en la electromovilidad: aranceles a la importación de vehículos eléctricos e híbridos y beneficios impositivos para las empresas que fabriquen en el país.
De los US$ 20.000 millones que se anuncian, provenientes de diversas automotrices, destaca la llegada de la primera planta fuera de China del gigante de la electromovilidad BYD, destinada a producir automóviles, camiones y ómnibus eléctricos e híbridos y a procesar litio y fosfato de hierro para baterías, tras comprarle a Ford su planta en desuso en Bahía.
Desde hace tiempo, la empresa brasileña Eletra produce ómnibus eléctricos, y amplió su planta para estar en condiciones de lanzar 1800 unidades por año. La posesión de litio en el estado de Minas Gerais promete dejar atrás el mote de "Misery Valley" para estimular la concreción de una suerte de "Lithium Valley", en palabras de sus promotores.
Brasil se apresta así a continuar con su tradicional apertura al arribo industrial de firmas transnacionales que, a su vez, se asienten y densifiquen la robustez de su entramado económico general para constituirse como centro productivo de Sudamérica, ahora en el nuevo patrón de la electromovilidad.
Una mirada sobre el litio a escala latinoamericana también genera nuevas problemáticas y perspectivas. ¿Podrá Brasil, país que posee más condiciones tecnoindustriales que ningún otro en la región, superar el vacío que se abre entre la pura extracción de la materia prima y la producción extranjera de productos terminados? ¿Será una alternativa real el intento de México de generar un automóvil popular ensamblando ahora para el mercado interno?
Pero fundamentalmente: ¿podrá la región llevar adelante un crecimiento tecnológico integral, nacional y regional que dirija sus fuerzas a encarar una transición socioeco-lógica fuerte y logre mayores grados de autonomía en el marco de las relaciones internacionales? En rigor, la pregunta real es si existen la voluntad y la fuerza política mancomunada de un Estado transformador y de la sociedad civil organizada para concretar proyectos de país sustancialmente independientes, igualitarios y encaminados hacia una transición ecosocial. El litio, así, solo adquiriría su valor y sentido al ser parte de modelos de posdesarrollo de más escala.
Transitamos una época lejana al modelo exportador de los regímenes oligárquicos de fines del siglo XIX, en el que las élites locales eran propietarias del suelo y de su renta; también lejana, por supuesto, de las experiencias nacional-populares que procuraban encontrar las vías de un "desarrollo nacional" tras la crisis de 1929. Pero incluso más, el arcaísmo de los mecanismos tributarios y de fiscalización del régimen colonial, típico de las formaciones socioeconómicas precapitalistas, derivaba en que una parte sustancial de la plata potosina o de Nueva España circulara por las Américas, una de las causas que brindó fuerza a las élites independentistas del siglo XIX.
La externalización de la riqueza natural, viva, energética, de Latinoamérica es hoy infecunda como nunca. Así, las salidas a las condiciones actuales no encontrarían otra vía más que cuestionar el poder ubicuo de las corporaciones globales, respaldadas por potencias centrales en competencia y en pleno avance neocolonial, pero que delatan márgenes de negociaciones diferenciales.
Entre tanto, si los proyectos de derecha representan el despliegue autónomo del capital, el productivismo extractivo con derrame social, greenwashing y dominio empresarial, que ha sido la tónica progresista dominante, tampoco parece llegar a conformar un destino sólidamente distinto para nuestros países.
En todo caso, el litio diseña bien el haz de dimensiones que se abren para pensar con claridad y rigurosidad el problema de cómo crear proyectos que trasciendan la neodependencia y el colonialismo, en un mundo ciertamente marcado por la desigualdad, la crisis ecológica y la guerra integral.

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