Tuesday, January 18, 2022

LA REVOLUCIÓN CHOLA: LAS MUJERES DE POLLERA RESISTEN DE PIE

Lloraron la caída de Evo Morales. Protestaron. Las desalojaron de las plazas públicas. Nada pudo silenciarlas. Con las revueltas populares y las políticas de inclusión de los últimos años, las mujeres indígenas y mestizas de la zona andina ganaron un protagonismo inédito. No han logrado erradicar, sin embargo, la discriminación histórica, a lo mucho la han neutralizado o vuelto menos pública. En torno a la pollera —la falda definitiva de la chola boliviana— gira hoy una galopante industria cultural.

Es noviembre de 2019. Álvaro Yahuincha, de trece años y chamarra del Barcelona, toma sopa en un puesto de comida callejera de El Alto, Bolivia. Con la boca aún llena acompaña las arengas que gritan los hombres que pasan marchando a su lado: “¡La wiphala se respeta, carajo!”, “¡El Alto de pie, nunca de rodillas!”. La wiphala es la bandera andina cuadrangular de siete colores que Evo Morales —quien acaba de renunciar a la presidencia, acusado de ganar las elecciones del 20 de octubre con fraude—, convirtió en símbolo patrio. El Alto es la ciudad vecina de La Paz, emplazada a 4 150 metros sobre el nivel del mar, poblada por más de novecientas mil personas, en su mayoría, migrantes llegados de las áreas rurales aimaras. Álvaro aprovecha un breve silencio entre los movilizados que marchan en apoyo a Evo para lanzar su propia consigna: “¡Jallalla las mujeres de pollera!”. Y recibe como respuesta el rugido unísono de la marcha, que proclama: “¡Jallalla!”, una palabra aimara que se emplea para lanzar vivas. Algunos aplauden y un hombre se acerca para abrazar cariñosamente al niño, que ríe satisfecho por el impacto de su ocurrencia, antes de volver a terminar su sopa.
Ese video, de menos de treinta segundos, fue grabado por el padre de Álvaro, Anastasio, que se lo envió a su exesposa, Antonia, quien lo compartió con su sobrina. Ésta lo publicó en Facebook y, en cuestión de horas, se hizo viral y convirtió al chico en un símbolo de la resistencia contra el gobierno interino de la derechista Jeanine Áñez, repudiada por sectores populares e indígenas como los de El Alto, más próximos al proyecto izquierdista de Evo. El occidente andino boliviano (La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca), la región de origen y en la que vive la inmensa mayoría chola del país, fue el principal bastión político y electoral de Evo Morales desde que llegó a la presidencia en 2006. La sangre indígena del expresidente le ha ganado el respaldo de las poblaciones aimaras y quechuas que se identifican con él culturalmente y se sienten políticamente representadas por su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS). Estos vínculos han tejido una lealtad de los sectores populares hacia Evo, al tiempo que los han vuelto hostiles a proyectos políticos antagónicos en los que no se ven incluidos y ante los que plantan resistencia, como fue el gobierno interino de Áñez.
Ajeno —aunque no tanto— a los vaivenes políticos de un país en erupción, el “Niño Jallalla” (como lo bautizaron en redes) explicó a los periodistas que su arenga fue para condenar la quema de wiphalas que habían hecho grupos radicales tras la renuncia de Evo y, sobre todo, para rendir homenaje a su mamá y su abuela, mujeres de pollera. Lo que no explicó, ni le pidieron que explicara, fue por qué gritó “¡Jallalla las mujeres de pollera!” y no “¡Jallalla las cholas!”.
“Mujeres de pollera” es el eufemismo más extendido en Bolivia para aludir a las cholas, mujeres con sangre indígena y mestiza de la zona andina, afincadas en las ciudades, que se distinguen, entre otras cosas, por su forma de arreglarse y vestirse: el cabello repartido en dos largas trenzas anudadas con tullmas (pompones de vellón de oveja), joyas (en las orejas, manos o pechos), sombrero bombín, blusa ajustada, manta con flecos, enaguas, zapatos planos y pollera. Esta última, que es la pieza definitiva de la chola, es una falda fruncida en la cintura, plisada desde arriba y con alforzas horizontales que, según la región a la que pertenezca la mujer, puede extenderse hasta los tobillos o arriba de las rodillas. Aunque la pollera llegó con la colonia desde España —donde su nombre aludía al cesto, angosto de arriba y ancho debajo, que servía para cargar pollos—, ésta es una vestimenta que las mujeres andinas bolivianas (y de otros países de la región) se han reapropiado, hasta convertirla en una seña de identidad y resistencia.
En noviembre de 2019 quizá nadie en Bolivia se atrevía a decirlo en voz alta, pero la palabra “chola” había vuelto a ser un insulto, si es que en algún momento había dejado de serlo. La travesura de Álvaro puso en escena el desgarramiento del país en el que, de un lado, las cholas volvían a ser “cholas de mierda” y, del otro, se vociferaba “¡Jallalla las mujeres de pollera!”. Disputas políticas aparte, la chola o mujer de pollera es un indicador inequívoco de la cultura popular. Una figura femenina y plebeya que en el último tiempo ha cobrado una centralidad insólita en la vida pública boliviana y en torno a cuya pollera gira una galopante industria cultural.
De la chula a la chola
No hay un consenso absoluto en torno al origen del vocablo “cholo”, pero la versión más aceptada sostiene que se usaba en la península ibérica, como una derivación de la palabra “chulo”, un hombre, español, ayudante de los toreros. Su mujer, “la chula”, se caracterizaba como alguien “muy ‘donairosa en su porte y atrevida en sus palabras’, además de que se vestía con una falda larga y plisada, con blusa vivamente decorada y con un chal bordado”, escribe el sociólogo e investigador boliviano Huascar Rodríguez en su libro La choledad antiestatal (2012). “Este parece ser el auténtico punto de partida del uso de la palabra ‘cholo’ y dicho término se extendió para exteriorizar peyorativamente y a modo de burla el desprecio que muchos españoles ‘puros’ sentían hacia los ‘no puros’, pero particularmente hacia los indios castellanohablantes y vestidos a la europea”, precisa Rodríguez.
La vestimenta ha sido y es una cuestión esencial para distinguir a las cholas, más que a los cholos, cuya apariencia los confunde fácilmente con otros hombres. Y si algo las hace especialmente distinguibles es la pollera. En el artículo “Historia de la chola paceña”, la historiadora del arte Sayuri Loza cuenta que, durante las primeras décadas de la colonia española, la pollera representaba la identidad de la mujer mestiza. Su uso recién se extendió hacia la mujer indígena tras la insurrección de Julián Apaza (Tupac Katari) y Bartolina Sisa, de 1781, que planteó eliminar “todo vestigio de vestimenta española” para reemplazarla por ropas originarias. Una vez sofocada la rebelión, la corona española impuso la erradicación de los trajes indios y su sustitución por ropas de los campesinos españoles, como la pollera. En el periodo republicano (siglo xix), la chola mantuvo su vestimenta. Algunas ilustraciones del artista Melchor María Mercado (1816-1871), como la titulada “República boliviana. Paz. Señoras. Cholas”, la muestran con pollera, manta de pecho y jubón (blusa ceñida). A inicios del siglo xx, los gobernantes hicieron leyes para prohibir el uso de trajes indígenas, por considerarlos signos de atraso y postergación, y dispusieron la vestimenta de los “cholos citadinos”, además de fijar multas y la prohibición del ingreso a las ciudades para quienes incumplieran.
Este repaso permite a Loza ilustrar la forma en que la vestimenta de la chola ha ido mutando a lo largo del tiempo, más allá de que mantenga algunas piezas esenciales como la pollera. “Para el siglo xx, la chola fue un símbolo de resistencia, a pesar de la discriminación que la sociedad tenía contra ella, debido a su asociación con el rostro popular e indígena de Bolivia”, anota. A medida que cambiaba el sombrero tipo boater por el bombín, dice la investigadora, la chola se fue ganando su espacio en el mundo económico, cultural y político del país. Lo dice con conocimiento de causa: Sayuri es hija de Remedios Loza (La Paz, 1949-2018), la primera chola conductora de programas radiotelevisivos en medios urbanos (en los años sesenta), la primera chola elegida como diputada boliviana (en 1989), la primera chola en la historia de Bolivia que fue candidata a la presidencia (en las elecciones de 1997, donde alcanzó un histórico tercer lugar).
Con la llegada del siglo XXI, se produjo en Bolivia una creciente toma de conciencia sobre la identidad indígena del país, lo que ha llevado a reivindicar a la figura de la chola como “espíritu de la fiesta, donde participan todas las clases sociales, haciendo que muchas jóvenes lleven pollera en ocasiones especiales (fiestas y entradas), dando lugar a una revolución en la vestimenta de la chola, mostrando escotes, maquillaje y corsés”, advierte Loza, quien, por cierto, dice no haber nacido con “la pollera cosida al cuerpo”, así que se viste de chola sólo cuando le da la gana.
En contraste con su forma de vestir, algo que no cambió para la chola en el siglo xx fue su exclusión en las ciudades. A mediados de los años treinta, en La Paz se les prohibía subir a los tranvías, bajo el pretexto de que incomodaban a las “señoras”, porque les rasgaban las medias con sus canastas. A mediados de los noventa, un exclusivo restaurante paceño impidió el ingreso a la entonces esposa del vicepresidente boliviano, Víctor Hugo Cárdenas, la aymara de pollera Lidia Katari. Y, si bien los cambios que llegaron con el siglo XXI, las revueltas populares y las políticas de inclusión de Evo Morales neutralizaron esa discriminación, no la han erradicado. Acaso la han vuelto menos pública o explícita, como lo ilustra la experiencia de la diseñadora chola Glenda Yáñez, quien, hace un par de años, debió lidiar con el desaire de padres de familia de un cotizado colegio privado en el que inscribió a su hija. Al enterarse de que Glenda era de pollera, los padres sacaron a sus hijos del colegio, explicando que no podían educar a sus descendientes en un lugar sin “filtros”.
Cholita en fuga
Yolanda Mamani, chola aimara de 36 años, viste una blusa celeste con una mariposa de lentejuelas y una pollera azul turquesa, debajo de la cual una sucesión de enaguas (tradicionalmente, seis en las cholas paceñas) infla artificialmente una silueta que se adivina menuda. Yola (como le llaman sus amigos y seguidores) nació en la comunidad Santa María Grande (en la provincia Omasuyos), a 101 kilómetros de La Paz. Vivió con sus padres hasta que, a los nueve años, se la llevó a la ciudad una tía. De ella escapó porque le pegaba, no le dejaba vestirse de pollera ni hablar aymara. Fue el primero de la saga de escapes en que se transformó su vida en la ciudad: se marchó de una casa donde no le pagaban, de otra donde un hombre coleccionaba fotos pornográficas y amenazaba con violarla y de una familia que la echó porque se hizo dirigente de las trabajadoras domésticas, comenzó a confrontar sus comentarios racistas sobre los indígenas y quería estudiar en la universidad.
Que Yolanda haya sobrevivido la mayor parte de su vida como trabajadora del hogar no es una casualidad. Ha sido y es, junto con la cocina y la venta en mercados, una de las ocupaciones típicas de las cholas en las ciudades bolivianas, afirma Huascar Rodríguez. Su dedicación a este oficio explica el prejuicio extendido que las reduce a sirvientas y mira con desconfianza su incursión en otros quehaceres. En un reporte de 2018, el Instituto Nacional de Estadística (ine) contabilizaba 117 735 personas empleadas como trabajadoras del hogar en toda Bolivia, de las cuales 94.3% eran mujeres, 28.1% de entre quince y veinticuatro años y 57.1% con instrucción secundaria. La representatividad de las trabajadoras del hogar ha sido tal que la primera ministra de Trabajo de Evo Morales fue una dirigenta nacional y latinoamericana del sindicato de este sector, Casimira Rodríguez, una chola cochabambina de origen quechua.
No todas las fugas de Yolanda fueron en la ciudad, un espacio que, aun habiéndolo habitado desde su niñez, no cesaba de hacerla sentir extranjera. En 2000 volvió a su pueblo después de siete años y, aunque su intención era quedarse más tiempo, no aguantó ni un mes. “Cuando estaba en la ciudad me sentía encarcelada, pero al llegar al pueblo descubrí que tampoco podía quedarme. Mi familia no era la que había conocido en mi infancia”, explica. Su padre y sus hermanos eran muy machistas y ella también era otra: la ciudad de las fugas la había cambiado, la había vuelto más autónoma y le había enseñado a defenderse con la palabra.
El que tantas otras como Yolanda abandonen el campo para afincarse en la ciudad habla de la cualidad predominantemente urbana que ha cobrado en las últimas décadas la chola. De ser una figura asociada a la población indígena andina (aymara y quechua, principalmente) procedente del mundo rural, ha pasado a ser una más vinculada a los mestizos que encuentran su espacio en las ciudades. Desde 1985, unas cien mil personas migran del campo a la ciudad cada año en Bolivia. Huascar Rodríguez insiste en que, al hablar de las cholas, debe reconocerse la heterogeneidad de esa denominación, que históricamente ha designado a diferentes tipos: de la rural a la urbana.
De vuelta en la ciudad, Yola siguió trabajando y halló en la dirigencia de las trabajadoras del hogar un foro donde hacer oír su voz. En alianza con el colectivo feminista Mujeres Creando empezó a hacer radio, en 2009. Desde 2014 estudia Sociología y no ha dejado de trabajar en Radio Deseo, al tiempo que ha creado el blog “Ser chola está de moda”, donde denuncia, por ejemplo, que “las cholas que son modelos, casi todas, son mujeres oportunistas que se disfrazan para la ocasión y se meten en esos espacios públicos”, y el canal de YouTube “Chola Bocona”, donde reniega de que a las cholas se las quiera ver como piezas de “un museo a cielo abierto”, empleando su nombre sólo para “vender algún producto”. En las redes sociales vuelca una mirada innegociable sobre lo que ella califica como “un proceso de domesticación” de las mujeres de pollera, que opera principalmente desde los medios de comunicación y la política. Piensa que la creciente penetración de las cholas en la vida pública boliviana obedece a fines decorativos, se las ve haciendo tareas impuestas y estereotipadas, como cocinar, bailar o exhibir sus trajes, en vez de asumir roles de poder y toma de decisiones.
Esto lo dice consciente de que las cosas en Bolivia han cambiado —para bien— desde que su tía se la llevó a la ciudad. El gobierno de Evo Morales promovió la inclusión mediante normas y hechos: normas como la Ley contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación (2010), que prohíbe y sanciona conductas discriminatorias hacia mujeres de pollera, entre otros sujetos marginalizados; hechos como la designación de ministras y diputadas cholas, así como de una presidenta de la Asamblea Constituyente también de pollera, Silvia Lazarte. Un gesto que ha mantenido el actual presidente Luis Arce en el Ministerio de Culturas, a cuyo frente está Sabina Orellana, chola cochabambina de origen quechua, o en el Museo de Etnografía y Folklore, uno de los dos más importantes del país, dirigido por Elvira Espejo, artista e intelectual orureña de sangre aymara. Sin embargo, bien apunta la socióloga Ximena Soruco en su libro La ciudad de los cholos (2011): la “colonialidad” no se supera con leyes, en la medida en que éstos son “procesos sociales, estructurales y que, sobre todo, constituyen subjetividades”.
El imperio de las polleras
Glenda Yáñez viste toda de negro. Ese detalle, que no ameritaría mayor apunte, se antoja sugerente en este preciso instante: las 7:30 de la mañana del 16 de agosto de 2021, en la plaza del Obelisco paceño, desde donde en unos minutos más partirá una delegación de “cholitas escaladoras”, el nombre con el que se conoce a las mujeres bolivianas que se han hecho internacionalmente conocidas por ascender a los picos más altos del país y del continente con todo y sus polleras. Las andinistas están uniformadas con cascos rosados, sogas amarillas cruzando sus pechos y polleras carmesí.
Glenda no es escaladora, sino diseñadora de moda para cholas. Nacida en 1978 en La Paz y descendiente de una familia de Sorata, un valle a 150 kilómetros de la capital, comenzó a crear polleras para sí misma a los quince años y al poco tiempo esto se convirtió en su forma de ganarse la vida. Tiene estudios en Derecho y Comunicación, pero su nombre es conocido por la ropa que confecciona para fiestas patronales, que sólo en La Paz suman 390, más que los días del año. Ella es una figura visible del sector artesanal que viste a las mujeres que bailan en la fiesta del Señor Jesús del Gran Poder, el más grande desfile de danzas folclóricas de La Paz que, hasta 2019, generaba un movimiento económico anual de 120 millones de dólares, según estimaciones de la alcaldía paceña. Se trata de la celebración de mayor dimensión social y económica de Bolivia, junto con la Entrada del Carnaval de Oruro.
Glenda sabe que su trabajo no puede reducirse a diseñar y vender polleras, blusas, enaguas, mantas y zapatos. Debe también relacionarse con instituciones, autoridades y potenciales clientes. Por eso aceptó la invitación de Eliana Paco —chola, concejala de La Paz y célebre diseñadora de prendas para mujeres de pollera— para integrar la delegación que acompaña a las cholitas escaladoras en el ascenso al Mururata, una montaña a 57 kilómetros de la ciudad, a 5 868 metros sobre el nivel del mar (MSNM).
El grupo deberá retornar mañana en la noche, una vez que las cholitas hagan flamear la bandera boliviana en la cumbre del Mururata y jueguen un partido de fútbol a una altura a la que ni los jugadores profesionales bolivianos se atreverían. Eso me da tiempo para conocer a otra diseñadora de vestimenta y accesorios para mujeres de pollera, Ana Palza. Ella, que no es chola sino hija de una estadounidense y un boliviano, administra una tienda en una calle comercial de la zona sureña más exclusiva de La Paz, Calacoto. En sus dos primeras plantas exhibe joyas y prendas de vestir que respetan la materia prima de las ropas de chola, pero en cuyo empleo y combinación se toma libertades: un vestido confeccionado con flecos de manta, una bolsa hecha con tela de enagua, broches labrados con la plata de las cucharas de las mujeres indígenas. En la tercera planta funciona el taller en el que trabajan ella y sus tres socias, entre mesas con telas, maniquíes con corsés en proceso, bastidores con polleras experimentales (moteadas y a rayas) y torres con cajones de plástico repletos de lentejuelas, mostacillas y canutillos. Ana me confía que, desde que trasladó su tienda de la Garita Lima, en la zona comercial más popular de la ciudad, a Calacoto, su clientela ha cambiado. No son cholas, sino turistas y bolivianas radicadas en el exterior, que se llevan sus prendas a manera de finos recuerdos de la cultura nacional.
A 381 kilómetros de la tienda de Palza, en la ciudad de Cochabamba, Ruth Bonifacio aplica una estrategia similar a la suya, aunque con matices. Ha rentado una tienda de dos plantas para montar el proyecto de su vida: la boutique Misk’i Ñawisita (una expresión quechua que podría traducirse como “ojitos dulces”), en pleno centro urbano, donde ofrece prendas para mujeres de pollera. Acostumbradas a comprarse ropa en los mercados más populares, apretujadas en puestos semicallejeros donde ni siquiera pueden probarse las polleras, las clientas de Bonifacio llegan campantes a Misk’i Ñawisita, anunciadas por el timbre de su puerta de ingreso, para ver diseños, elegir telas y encargar trajes a medida que se prueban en vestidores antes de llevarlos consigo.
A diferencia de las mujeres que frecuentan el local de Palza en La Paz, las que van a la boutique de Bonifacio sí son cholas y, para más precisión, cholas cochabambinas, con sus particularidades en la vestimenta: polleras más cortas (verticalmente plisadas, pero sin alforzas horizontales), pocas enaguas (tres o menos), blusas más escotadas, sombreros de ala ancha y copa alta. Tal es el sentido de distinción, que Bonifacio no se refiere a ellas como cholas, sino como señoras: “nuestras señoras cochabambinas”. Así las llama porque, aunque no lo diga, la palabra “chola” connota aún sentidos peyorativos en determinados contextos. A pesar de gozar de prestigio en cenáculos intelectuales, su uso en espacios públicos puede generar situaciones incómodas y conflictivas, observa el antropólogo Pablo Barriga. Ni siquiera la retórica oficial del partido de gobierno, el mas, que se proclama popular y plurinacional, apela al vocablo “chola” ni a su masculino, que puede asumirse abiertamente insultante. Para aludir a las clases populares, ha acuñado la expresión indígena-originario-campesino. Huascar Rodríguez cree que en la reticencia oficialista a hablar de lo cholo hay un reconocimiento de la cualidad problemática del término, que remite a la noción del mestizaje, ante la cual Evo Morales y sus adherentes oponen el esencialismo indígena.
La discusión en torno al uso de la palabra “chola” no le es ajena a Glenda, con quien me reúno unos días después del ascenso al Mururata. Para ella, el significado de la denominación está en el tono con que se la enuncia. Se acuerda de cuando era niña y acompañaba a su abuela de pollera en el minibús, donde no faltaba un pasajero que protestaba, con molestia y asco: “Ay, esta chola, con sus bultos”. Y sin ir más lejos, reniega de quienes, en un intento por disimular su desprecio, se escudan en el paternalismo y la llaman “cholita”. “A mí no me gusta que me digan ‘cholita’. Porque no soy joven, no soy ‘cholita’, soy señora. Deberían tratarme así”, me dice, en el taller que ocupa en una galería del macrodistrito Max Paredes, en la zona noroeste de La Paz, al que se llega a través de un laberinto abierto por maniquíes de mujeres caucásicas, rubias y con ojos azules disfrazadas de cholas.
Glenda, en cambio, hoy no es chola. Al menos a juzgar por cómo viste. Lleva un traje deportivo negro punteado y unos tenis tipo Converse blancos. Sólo sus dos trenzas me recuerdan a la señora de pollera que hace una semana fue al Mururata. Mientras me muestra algunas mantas con pedrería fina y me explica la diferencia entre la pollera (con bastas) y la falda (sin bastas) de la chola paceña y me mira desde detrás de unos lentes felinos, pienso en algo de lo que me advirtió Sayuri Loza: la desaparición de la “mujer de pollera 24/7” y el surgimiento de una que, como las japonesas con el kimono, se viste con prendas cholas sólo en ocasiones extraordinarias: una fiesta patronal, una reunión social o la escalada a una de las montañas más altas del país.
Trenza industrial
Hace ya tiempo que la ropa de chola ha dejado de ser el secreto mejor guardado de la moda nacional. Los ostentosos y coloridos diseños de polleras han saltado en los últimos años de las fiestas patronales a las pasarelas internacionales. Agatha Ruiz de la Prada, una de las diseñadoras más aclamadas en España y Europa, ha llegado cuatro veces a Bolivia para declarar su amor por los “trajes de cholita”, que han inspirado colecciones que ha presentado por doquier. La última vez que visitó La Paz, invitada por el Bolivia Fashion Week en 2019, salió a agradecer al público que asistió al desfile de sus colecciones vestida con un sombrero de copa, una pollera y una manta fucsias, un atuendo que exhibió pese a caminar con muletas.
Al tiempo que Ruiz de la Prada predicaba la vitalidad estilística de la chola aymara, la diseñadora paceña Eliana Paco llegaba, en 2016, a la Semana de la Moda de Nueva York, donde exhibió polleras, mantas y blusas confeccionadas con aguayo, bayeta, sedas, encajes, pedrería y lentejuelas. Dos años más tarde, la diseñadora y orfebre Ana Palza y el arquitecto Freddy Mamani, creador de los “cholets”, fueron invitados de la Fundación Cartier, en París, para intervenir en la exposición “Geometrías del Sur: desde México hasta la Patagonia”. Para la ocasión, Palza diseñó 46 trajes de cholas, mientras que Mamani convirtió uno de los espacios del recinto parisino en una réplica del salón de baile de un “cholet”, el nombre con el que se conoce a los edificios de estilo kitsch neoandino, principalmente levantados en El Alto por la llamada burguesía aymara, desde donde se han vuelto internacionalmente célebres por sus fachadas multicolores de motivos andinos.
La moda no es la única manifestación del boom actual de la chola boliviana. Las polleras vienen ganando un espacio estable en las pantallas, dentro y fuera de Bolivia. En el cine han inspirado películas documentales de repercusión internacional. A las cholas ‘cachascanistas’ (que hacen lucha libre) y a las escaladoras están consagrados los largos Mamachas del ring (Betty Park, 2009, eeuu) y Cholitas (Jaime Murciego y Pablo Iraburu, 2019, España), que han pasado por festivales internacionales, aunque sin estrenarse en el país. Sí se han visto en Bolivia los reportajes y documentales periodísticos que les han dedicado las cadenas internacionales cnn y dw, amén de la colección de artículos de medios extranjeros que explotan el filón exótico de exhibir a mujeres con vestimentas tradicionales repartiendo patadas voladoras a diestra y siniestra o escalando hasta los 6 961 metros del Aconcagua, en la Argentina.
En la televisión, su éxito no es menor. En Bolivia, las cadenas más grandes han vuelto una marca de estilo la inclusión de presentadoras cholas —o con ropas de cholas—, comúnmente en programas de entretenimiento, gastronomía y, en menor medida, periodismo. Esto es resultado de un proceso que se encaminó en los sesenta, con la incursión de Remedios Loza en la radio y televisión, pero que se ha afianzado en la última década como correlato del protagonismo político que han ganado las cholas y otros sectores populares con Evo Morales (y su partido) en el poder. Afuera, el hito más reciente lo produjo la plataforma Netflix, con la serie documental Street Food (2020), cuyo episodio final, “La Paz, Bolivia”, lo protagoniza doña Emi, una mujer de pollera que prepara rellenos (empanadas de papa con guiso en su interior) en un puesto callejero paceño.
En los departamentos con más valles, como Cochabamba y Chuquisaca, las cholas han encontrado en la música y el baile una vitrina generosa para hacerse visibles y ganar dinero. El movimiento de huayño zapateado o huayño cumbia, que fusiona música andina con instrumentos electrónicos y ritmos tropicales, ha subido a escenarios de Bolivia y de países vecinos a cientos de grupos abanderados por jóvenes cholitas que, con polleras cortas y blusas escotadas, cantan y bailan en conciertos de gran arrastre. La pulsión musical de las cholas vallunas no es algo nuevo ni mucho menos; sí lo es su aprovechamiento estratégico de géneros más urbanos y, sobre todo, la notoriedad conquistada en las grandes ciudades, en particular, en las zonas habitadas por migrantes de las zonas rurales.
Internet es otro territorio en franca conquista de las cholas. Una investigación de este año del Laboratorio TecnoSocial identifica alrededor de 39 influencers indígenas-populares en Sudamérica, algunos de ellos bolivianos. Aunque, en rigor, debiera decirse algunas de ellas, porque de los veinticinco con más seguidores, veintitrés (72%) son mujeres. La mayor parte, 60%, se mueve en YouTube, apunta el informe “Creadores indígenas-populares de contenido digital”, de Camila Jiménez. En cuanto a los contenidos, se impone un esquema similar al de la televisión: la comedia, la música y la cocina suman 68% de la oferta total.
Cholas extremas
Julia Quispe, de treinta años, chola aymara, escaladora, nació para domar montañas. Es de Chucura, una comunidad a 32 kilómetros de La Paz, que atraviesa el sendero de excursionismo Camino del Inca y conduce al Huayna Potosí, uno de los picos más altos de Bolivia (6 088 MSNM). Desde chica ayudó a su papá, que trasladaba en llamas las cargas de los turistas que hacían trecking. A la muerte de su padre se hizo cargo del negocio familiar y, tiempo después, se casó con un guía de montaña de su zona. Se especializó en cocinar para los excursionistas, a quienes acompañaba hasta el campo alto previo a las cumbres del Huayna Potosí, el Illimani, el Sajama y otros picos. La pollera, su vestimenta de diario, nunca le dificultó subir o bajar de las alturas, ni siquiera cuando en 2016 finalmente se atrevió a alquilar casco, soga, arnés y crampones (las garras metálicas que se adhieren a los zapatos para recorrer la nieve y el hielo) y se lanzó a la conquista del Illimani (6 439 MSNM), su primera cumbre. “Ya he subido tres veces sola al Huayna Potosí y diez al Condoriri (5 648 MSNM)”, me cuenta Julia, sin asomo de arrogancia, como quien enumera sus trabajos previos, unos minutos antes de enfilar hacia el Mururata, su octava cumbre. “Ahora ya me contratan de guía”, dice con orgullo, mientras su hija Judith, de trece años, se abraza de su cuello. Ambas llevan las polleras y los cascos con los que escalarán.
Alicia, hermana de Julia y esposa de un guía, fue la primera chola en alcanzar la cima de una montaña boliviana, el Huayna Potosí, en 2015. O, al menos, la primera en publicar su hazaña en Facebook. Las fotos que compartió levantaron revuelo en los medios. El atrevimiento contagió a otras mujeres de la zona, hermanas, hijas, sobrinas y amigas, quienes entendieron que escalar sin quitarse sus tradicionales polleras, que las calientan del frío glaciar andino, pero pueden dificultar algunas maniobras, cotizaba bien en los medios. De ahí en más tuvieron un ascenso más expedito que el que hacen a las cimas nevadas: llegaron reporteros extranjeros, documentalistas, el histórico ascenso al Aconcagua de 2019, charlas ted, murales con sus rostros y un lugar de privilegio en la historia reciente de las conquistas de las cholas bolivianas. Mientras el sueño de escalar el Everest sigue intacto, intentan ganarse la vida sin dejar de recorrer las montañas. Su más reciente hito fue guiar a una pareja para casarse en la cima del Illimani. El novio subió con esmoquin, la novia con vestido y velo blancos, mientras que sus guías asistieron a la ceremonia con polleras, siempre más visibles que las calzas y polainas especiales que llevaban por dentro.
A 453 kilómetros del Illimani y cuatro mil metros más abajo, en Cochabamba, las Imilla Skate se transforman en cholas; son un colectivo de patinadoras cochabambinas a las que en septiembre de 2020 no se les ocurrió una mejor forma de homenajear a su ciudad que recorrer sus avenidas en patinetas vestidas de una manera insólita para el deporte urbano: tocadas por sombreros de paja, embutidas en blusas bordadas y domando unas polleras empeñadas en bailar con el viento. Su video de presentación lo grabaron durante los días de confinamiento por la pandemia de covid-19, con la ciudad desierta de vehículos y unos pocos peatones que, a su paso, intentaban retener el espejismo de unas cholas patinadoras, tomándoles fotos y videos como posesos. El ruido que hicieron en redes fue tal que medios locales e internacionales se lanzaron a cazarlas. Y descubrieron que, si bien ellas no eran mujeres de pollera en su día a día, sí creían que al vestirse como tales para hacer lo que más las representa, patinar, rendían homenaje a sus madres y abuelas cholas.
Eso mismo me explicaron un domingo de inicios de agosto en que se citaron para entrenar en el Parque Urbano Ollantay, al sur de Cochabamba. Las Imilla Skate —una mixtura anglo-quechua que podría traducirse como “chica patinadora”— fueron llegando una a una, casi todas con ropa deportiva. Aunque el grupo reúne a casi una veintena de veinteañeras, ese día se reunieron ocho. Se organizaron en grupos para cubrirse de los ojos curiosos mientras mudaban de ropa; ya en parejas, se sentaron para peinarse y hacerse las trenzas, un proceso por el que les cabe perfectamente el apelativo de “cholas transformers”: mujeres que, sin ser cholas de origen, se visten como ellas.
Sólo una vez convertidas en cholas, las Imillas Skate se lanzaron de lleno a la pista con sus patinetas, desafiando sus rampas con trucos de complejidad variable, disputándose el espacio con los bikers y rollers, pagando su temeridad con aparatosas caídas. Brenda Tinta, una de las imillas patinadoras más antiguas, disipó mi temor de que fueran a romperse los huesos y me aclaró que caerse es una parte imprescindible de su disciplina. Esteffany Morales, una imilla más joven, me aseguró que todas ellas saben lo que es caerse y levantarse. Elinor Buitrago, imilla y madre, me contó que el riesgo de desplomarse es mayor cuando llevan polleras, porque no pueden ver sus pies y deben mantenerse en la tabla casi a tientas. Huara Medina, imilla y grafitera, le dio la razón a Elinor, pero no sin hacer notar una ventaja de la vestimenta de chola para el skate: “Cuando te caes, te acolchona”. Al poco rato volvieron a la pista, aún como cholas, salvo por un detalle: las zapatillas deportivas. En vez de calzarse sandalias o zapatos femeninos planos, como lo hacen las mujeres de pollera, patinan con las Vans, Nike o Converse típicas del skating.
La elasticidad de lo cholo está reñida con el esquematismo con que, desde la política, se intenta definir las identidades bolivianas. Aun sin encajar en el discurso oficial, el auge de lo cholo en Bolivia puede leerse como indicador de un fervor nacionalista. Esa lectura tiene la antropóloga, docente y escritora de origen inglés Alison Spedding, que radica en Bolivia y lleva pollera desde 1986. La primera vez se la puso una amiga de las afueras de La Paz para que no sufriera frío en sus tierras de pastoreo, a cinco mil metros sobre el nivel del mar, y desde entonces la usa con libertad en la zona cocalera donde vive y suele quitársela en la ciudad para dictar clases. La “chola gringa”, como aún la llaman, admite que el uso de la pollera está mejor visto que hace veinte años. En los noventa, cuando caminaba con pollera por la ciudad, era común que la insultaran, mientras que hace poco, al verla recorrer una de las empinadas calles paceñas, con sus 1.80 de altura que la distinguen no sólo de una chola, sino de cualquier boliviano promedio, escuchó a un hombre decirle a otro: “Mirá, una gringa de pollera, qué bien”. Cree que, si bien la efervescencia nacionalista en el país tiende a celebrar lo cholo, su uso puede cambiar como todo en la cultura popular. Lo que no cambia es el uso estratégico que ella le da a la pollera y que, entre otras ventajas, le permite sentarse y orinar en cualquier parte del campo, como lo hacen los hombres.
“Mujer Valerosa”
Juana Machaca, de 38 años, chola vendedora de condimentos, saca de su bolsa de mercado el libro Golpe de Estado y fascismo en Bolivia (2021), una compilación de Jaime Choque en cuya portada aparece ella en medio de una cortina de gases lacrimógenos, gritando, apuntando con una bandera boliviana y una pequeña wiphala amarrada a la cabeza del mástil. La imagen, tomada el 13 de noviembre de 2019 por Natacha Pisarenko, de la agencia de noticias AP, se convirtió en un icono de la resistencia popular al gobierno transitorio de Jeanine Áñez, que sucedió en la presidencia a Evo Morales el 12 de noviembre.
Natural de Viacha, a 37 kilómetros de La Paz, pero con una residencia compartida entre su pueblo y El Alto, Juana había salido el 13 a protestar contra los excesos que sufrían a manos de opositores y fuerzas represoras las mujeres de pollera que, como ella, lloraban la caída de Evo. Lo menos que recibieron fueron insultos (el “chola de mierda” que se creía extinto). Las desalojaron de plazas públicas. Las golpizas y el encarcelamiento fueron las formas más efectivas de silenciarlas. Al momento de ser fotografiada, estaba en el Paseo del Prado paceño, frente a unas dependencias policiales desde las que les dispararon bombas de gas a ella y su grupo de manifestantes. Vestía ropa de trabajo: una pollera verde con jaspes que parecen salidos de un lienzo impresionista, una blusa de manga larga azul y un mandil celeste floreado, de los hombros a los tobillos. Es casi el mismo atuendo con el que la encuentro en esta mañana del 17 de agosto de 2021, Día de la Bandera Boliviana.
Le pido tomarle unas fotos. Acepta, sólo que antes debe producir su escenografía: de su bolsa saca las dos banderas con que la fotografiaron y arrestaron el 13 de noviembre, la tricolor republicana y la wiphala andina, ésa que “¡se respeta, carajo!”. Las amarra a unas rejas y se coloca entre ellas. Antes de irse, ofrece rubricar mi libreta con los timbres de sus organizaciones sociales que, a la manera de un notario, emplea para legalizar con tinta azul los documentos que suscribe. Son cuatro, casi tantos como las enaguas de una chola paceña. Dos certifican que es “maestra mayor” de la Asociación de Comerciantes Minoristas de Condimentos de Villa Remedios. Un tercero indica que es dirigenta de su barrio, Sagrado Corazón de Jesús. Y el cuarto, que le sirve de tarjeta de presentación, lleva grabada una réplica de su imagen del 13 de noviembre de 2019: una mujer de pollera que resiste “de pie, nunca de rodillas”, empuñando la bandera tricolor y la wiphala, rodeada por una leyenda que la define como “Mujer Valerosa”. Que no deja de ser otro eufemismo para nombrar a la chola boliviana. Gato Pardo de México (https://bit.ly/33MS7Zd)
 
 
 
 
 
A BOLSONARO SE LE ESCAPÓ QUE CONOCIÓ A AÑEZ
 
El fallido ayuda a poner en contexto los muchos viajes no registrados del avión presidencial boliviano a Brasilia. ¿Armas? ¿Funcionarios que escapaban? ¿Derechistas que se encontraban?
 
Página 12 de Argentina (https://bit.ly/33GlgFA)
 
Jair Bolsonaro reconoció haberse reunido con la expresidenta boliviana Jeanine Añez, confirmando las sospechas sobre el apoyo brasileño al golpe que derrocó al mandatario Evo Morales. El posible encuentro puede ser la punta de una madeja donde se enredan conspiraciones, vuelos clandestinos, fuga de ministros y tal vez la entrega armas. En un acto aparentemente involuntario el capitán retirado y mandatario afirmó: "la expresidente de Bolivia, Jeanine... estuve con ella una vez, es una persona simpática que está presa". Para después agregar, con enojo, "¿saben cuál es la acusación contra ella? (haber cometido) actos antidemocráticos". Como hasta el momento no hay noticia de ningúna cumbre oficial entre ambos, esta conversación ocurrió de manera secreta.
Según surge de esta afirmación, para Bolsonaro atentar contra las instituciones es algo que no debiera ser punido con el arresto de la exgobernante, la cual permanece detenida en una cárcel de La Paz donde se apresta a enfrentar un nuevo proceso. Lo que no dijo Bolsonaro es cuándo y dónde ocurrió el encuentro con la mujer que gobernó de facto entre noviembre de 2019 y diciembre de 2020, cuando asumió el presidente Luis Arce. En ese período de poco más de un año el avión presidencial boliviano, que sólo puede decolar con la autorización de la jefa de Estado o con ella a bordo, voló frecuente y clandestinamente a Brasil.
LA CONFESION
En algunos canales de Youtube bolsonaristas al parecer se percataron sobre la gravedad de los dichos del presidente sobre su cita con Añez, y los retiraron del aire. El comentario presidencial, o mejor la confesión, podría ser puesto a consideración del tribunal que a partir de esta semana comenzará a juzgar a Añez junto a los antiguos jefes militares y policiales en el proceso denominado "Golpe de Estado II".
Una ex alta funcionaria de Morales y diplomática que actualmente se desempeña fuera de su país analizó, en diálogo con Página 12 y a condición de anonimato, la conexión Brasilia-La Paz y los elementos que ésta puede aportar al inminente nuevo juzgamiento. "Considero que la declaración del presidente Bolsonaro es importante para este juicio porque es una prueba más de que el gobierno de Evo Morales fue atacado por una organización internacional, esto quiere decir que desde el exterior se prestó ayuda a un golpe de Estado". Hay que aguardar la evolución de este juicio oral, propone la ex funcionaria, pero "si Añez acepta que hubo esa reunión, ella va a tener que explicar por qué no lo informó".
"La señora Añez está siendo investigada por no haber llegado de forma constitucional al poder, utilizando el camino de la violencia. El pueblo boliviano quiere que ella sea investigada por las muertes que sucedieron para que ella llegue al poder", continuó la diplomática.
AÑEZ, BIENVENIDA
La cita secreta de Bolsonaro y Añez está en armonía con el respaldo público brindado por Brasilia al movimiento que depuso a Morales. La madrugada del 13 de noviembre de 2019, horas después de la jura de Añez, Brasil fue el primer país de la región en felicitar al nuevo gobierno surgido "constitucionalmente". Añez llegó al Palacio del Quemado junto al caudillo de Santa Cruz de la Sierra, Fernando Camacho, apodado el "Bolsonaro de Bolivia", quien a mediados de 2019 había sido recibido por el canciller brasileño de entonces, Ernesto Araújo. Tras la conversación, Camacho y Araújo se fotografiaron junto a la diputada Carla Zambelli, de ardorosa estirpe bolsonarista.
Cabe mencionar que el golpe boliviano no fue uno del nuevo tipo "blando", ya sea parlamentario o a través de la "lawfare", como los que derrocaron a Dilma Rousseff en 2016 y al expresidente paraguayo Fernando Lugo en 2012. El de Bolivia fue en los moldes clásicos con participación de policías y militares, guardando alguna semejanza con los que desembocaron en las dictaduras de los años 60 y 70 hasta hoy defendidas por el mandatario brasileño.
El apoyo brasileño al régimen cívico-militar paceño continuó en 2020 con el propósito de construir una hegemonía derechista regional, lo que incluyó el apoyo a los candidatos Keiko Fujimori en Perú y Antonio Kast en Chile. Para eso era necesario impedir el retorno del Movimiento al Socialismo de Morales a través de la candidatura de Luis Arce, quien finalmente se impondría por un amplio margen en octubre de 2020. En este caso Brasil fue el último país importante que expresó sus augurios al victorioso Arce, exministro de Economía y Finanzas durante las administraciones de Morales.
VUELOS
Pagina 12 publicó en junio de 2020, cuando Añez llevaba seis meses en el Palacio del Quemado, un artículo firmado por Felipe Yapur sobre los "sospechosos y reiterados vuelos" del avión presidencial Fuerza Aérea Boliviana 001, el FAB001, con destino a Brasil. La investigación se basa en informaciones de a empresa estadounidense de seguimiento de vuelos FlightAware.
En la lista de viajes a Brasil constan varios a Brasilia donde podría haber ocurrido la reunión entre Bolsonaro y Añez, a la que se refirió el excapitán durante una transmisión en vivo por las redes sociales ocurrida meses atrás, cuando acusó a su rival, Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores de "apoyar la vuelta de la gente de Evo Morales en Bolivia".
El primer vuelo del FAB001 fue el 11 de noviembre de 2019 "luego de la caída del presidente Morales y antes de la asunción de Añez", comenta la fuente boliviana consultada por este diario. "Mi percepción es que el movimiento del avión del 11 de noviembre es sumamente extraño, no sabemos si fue a llevar algo o a traer algo de Brasil. Soy diplomática de carrera, cuando un presidente sale del pais tiene que avisar y dejar al vicepresidente, y esto no ocurrió".
SENADOR CARVALHO
El senador brasileño Rogelio Carvalho, del PT, no tiene dudas sobre la participación brasileña en la conjura contra Morales. "De cero a diez, la chance de apoyo de Bolsonaro al golpe es diez". Ante la consulta de este diario el congresista planteó que "Bolsonaro le da todo el apoyo al cualquier gobierno que sea antidemocrático o a las fuerzas políticas antidemocráticas".
Según Carvalho el Congreso podría tomar cartas en el asunto y averiguar como fueron las relaciones de Bolsonaro con con Añez y otras eventuales conexiones.
Una zona llena de interrogantes que aún no respondidos es la frontera entre ambos países, de más de 3.400 kilómetros de extensión, por donde habrian pasado recursos para el movimiento sedicioso de 2019 y que pudo haber servido como zona de escape en 2020 para funcionarios de Añez como su ministro de Defensa Luis Fernando López y el de Gobierno Arturo Murillo.
¿ARMAS?
La diplomática y exfuncionaria de Morales recuerda que Murillo, tras haber pasado por Brasil, fue preso en Estados Unidos por lavado de dinero y otros delitos vinculados a la compra de armamento. Y sospecha que el extitular de Defensa, López, puede estar escondido en Brasil. Nuestra fuente, que entrevistamos en agosto y volvimos a consultar brevemente el domingo, vuelve a referirse a los viajes clandestinos del FAB001 y destaca el realizado a fines de diciembre de 2020.
La fecha de ese vuele coincide con la de un documento del Ministerio de Defensa boliviano en el que se menciona que el 30 de diciembre se debe retirar una carga de armamentos."Como simple ciudadana me pregunto, ¿El avión presidencial estaba en diciembre en Brasil? Sí", "¿Hay un documento con el membrete del Ministerio de Defensa del Estado Plurinacional de Bolivia que dice que iba a haber una entrega de armamento en Brasil?. Sí. Es posible que en un aeropuerto en Brasil se haga entrega de armas a otro país. ¿Esto es normal?" indaga la ex funcionaria boliviana.
Y concluye proponiendo que se investiguen los puntos de "contacto" que relacionan "Bolsonaro diciendo que se reunió con Añez" con la posible "salida del país de la expresidenta" y la supuesta "entrega de armamento en Rio".
 
 
 
 
 
 
IDEA PIDE A RELATOR ESPECIAL DE LA ONU INVESTIGAR CASO DE ÁÑEZ
 
IDEA le pide al Relator Especial de la ONU que conozca del caso de la expresidente Jeanine Áñez e informar sobre los abusos de poder cometidos en su contra
 
Diario Las Américas de EEUU (https://bit.ly/3FBlv1V)
 
Los exjefes de Estado y de Gobierno participantes de la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), han solicitado al Relator Especial de Naciones Unidas conocer el caso de la expresidente de Bolivia, Jeanine Áñez, encarcelada por el gobierno de Luis Arce, del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido del expresidente Evo Morales.
IDEA ha solicitado al Relator Especial de la ONU conocer sobre la "independencia de magistrados y abogados", relacionados con el caso de la exmandataria que asumió la presidencia de Bolivia el 12 de noviembre, luego de la renuncia del entonces presidente Evo Morales, tras las irregularidades en las elecciones presidenciales de octubre, hallazgos determinados por la Organización de Estados Americanos (OEA), a través de estudio pericial.
El relator de la ONU anunció su visita a Bolivia. En ese contexto, IDEA le pide que "conozca del caso de la exgobernante, conversar con ella, e informar sobre los abusos de poder cometidos en su contra", dice la declaración firmada por los expresidentes: Oscar Arias, Costa Rica; José María Aznar, España; Rafael Ángel Calderón, Costa Rica; Laura Chinchilla, Costa Rica; Alfredo Cristiani, El Salvador; Osvaldo Hurtado, Ecuador; Mauricio Macri, Argentina; Mireya Moscoso, Panamá; Andrés Pastrana A., Colombia; Jorge Tuto Quiroga R., Bolivia; Miguel Ángel Rodríguez, Costa Rica; y Juan Carlos Wasmosy, Paraguay.
"Ante el anuncio del ministro de Gobierno boliviano, Eduardo del Castillo, en cuanto a que se dará inicio al juicio contra la expresidenta por haber actuado contra la Constitución Política del Estado, que contraría lo que en su momento declarara el presidente Luis Arce como candidato, al reconocer la naturaleza constitucional de la presidencia de transición que ejercía Añez, como petición de principio hacemos presente lo siguiente: 'En una democracia representativa es necesario que el ejercicio del poder se encuentre sometido a reglas, fijadas de antemano y conocidas previamente por todos los ciudadanos, con el fin de evitar la arbitrariedad. Este es precisamente el sentido del concepto Estado de Derecho', ha dicho la Corte Interamericana de Derechos Humanos".
IDEA hace mención que "la expresidenta Añez tiene derecho a gozar de un juicio en libertad como al debido proceso y la tutela judicial efectiva, hacemos nuestra la otra afirmación de la Corte: La separación del poder del Estado en distintas ramas y órganos guarda estrecha relación con el propósito de preservar la libertad de los asociados, bajo el entendido de que la concentración del poder implica la tiranía y la opresión, …”. Y uno de los objetivos de dicha separación, justamente, “es la garantía de la independencia de los jueces”.
 
 
 
 
 
LAWFARE A LA BOLIVIANA
 
Expreso de Perú (https://bit.ly/3rvC4Y2)
 
El martes 8 de enero de 2019, escribí en esta misma columna acerca del uso innoble de mecanismos legales para destruir a un opositor, fenómeno que ha sido etiquetado como lawfare, palabra que reúne dos vocablos anglosajones y que hoy se aplica a los gobiernos que convierten a las instituciones públicas en puros, y muchas veces impúdicos, instrumentos de acoso político, llegando incluso a manipular a la opinión pública para predisponerla a favor de la persecución y de justificar con ello la destrucción de toda discrepancia.
Esa vez tomé como ejemplo el caso de Keiko Fujimori, acosada por veinte años de interminables investigaciones fiscales y congresales y privada de su libertad por casi dos años, sin que ella hubiera tenido jamás cargo público que le diera manejo de recursos estatales, intervención en contrataciones de obras o servicios públicos y, por último, sin estar siquiera vinculada a indicios de delito en la esfera privada. La razón de ser de este acoso es evidente: su potencial protagonismo político y luego su ya real condición de lideresa de una opción política.
Esta vez vuelvo a tocar el tema del lawfare, para referirme al caso de otra mujer política, la expresidenta transitoria de Bolivia, Jeanine Áñez Chávez, privada de su libertad en abuso de la detención preventiva, desde el 14 de marzo de 2021, por supuestos actos de terrorismo, conspiración y sedición cuando ejercía como segunda vicepresidenta del Senado de Bolivia y luego asume la presidencia de la República ante la renuncia del reelegido Evo Morales.
Obviamente el acoso hacia la expresidenta Áñez proviene de personajes del partido de Morales. Pese a que la expresidenta Áñez permaneció en Bolivia luego de que en noviembre de 2020 culminara su periodo presidencial de apenas un año, la judicatura sustenta su carcelería en supuesto peligro de fuga. El plazo inicial de cuatro meses de detención fue ampliado a solicitud de órganos dependientes del gobierno boliviano a cargo de Luis Arce, quien fuera por doce años ministro de economía y finanzas de Morales.
Pese a que Arce asumió el poder elegido con base en normas transitorias dictadas durante el mandato de Áñez, a ella se le acosa bajo el supuesto de haber provocado un golpe de Estado el 2019.
Es tal el ensañamiento que una orden de amparo constitucional para que Áñez sea trasladada a un centro médico privado ante el grave deterioro de su salud, ha sido incumplida por burócratas del inpe boliviano.
¡Urge reclamar por la inmediata libertad de Jeanine Áñez!
 
 
 
 
 
BOLIVIA PROHÍBE BITCOIN Y LAS CRIPTOMONEDAS: POR QUÉ Y QUÉ PASA EN ARGENTINA
 
El Banco Central de Bolivia reitera su posición en contra de las criptomonedas. Por qué prohibió Bitcoin y los criptoactivos; y qué pasa en la Argentina.
 
Info Technology (https://bit.ly/3tCymOT)
 
El Banco Central de Bolivia se pronunció una vez más en contra de Bitcoin y las criptomonedas y reiteró que su comercialización está totalmente prohibida en todo el país. Esta semana, la entidad gubernamental determinó mediante la Resolución de Directorio 144/2020 que todos los activos digitales como Bitcoin están terminantemente prohibidos.
Desde ese entonces, las criptomonedas no pueden usarse, comerciarse ni negociarse a través del sistema de pagos nacional y de entidades financieras ya que no son consideradas "monedas de curso legal" en Bolivia.
"Las iniciativas privadas relacionadas con el uso y comercialización de criptoactivos no podrán ser operadas a través del sistema financiero boliviano. No operan con autorización del Banco Central de Bolivia o de la Superintendencia de Supervisión del Sistema Financiero", señalan.
Según explicó oportunamente la entidad, las criptomonedas no tienen ningún marco regulatorio institucional ni tributario que respalden su uso y su comercialización en Bolivia. Por tanto, son totalmente ilegales.
Además, el Banco Central de Bolivia explica que los activos digitales como Bitcoin tienen altos riesgos para los inversores y considera que todos sus usuarios pueden ser víctimas de ciberestafas porque "no son confiables".
"Como los criptoactivos no son moneda de curso legal en Bolivia, el Banco Central de Bolivia prohíbe su uso, así como su comercialización y compra, porque incurren en riesgos potenciales de generar pérdidas económicas a sus operadores y usuarios", declaró la esta semana.
En la Argentina todavía no hay una regulación precisa ni marco regulatorio sobre las criptomonedas. Frente a su auge en el mercado local, el Banco Central de la República Argentina y la Comisión Nacional de Valores alertaron a todos los argentinos por posibles "implicancias y riesgos" y señalaron que "no son dinero de curso legal".
Por otro lado, la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) comenzó a recopilar información sobre saldos en criptomonedas, operaciones y movimientos en cuentas de exchanges locales como SatoshiTango, Buenbit, Ripio, Lemon Cash, entre otras plataformas.
Precisamente, la AFIP tiene información sobre los movimientos, el monto total de ingresos o egresos en criptomonedas y de dónde ingresó el capital (si desde un banco o en efectivo) y el saldo mensual de las cuentas en pesos, en moneda extranjera y en criptomonedas.
En este contexto, cada vez más argentinos se vuelcan a billeteras digitales descentralizadas y plataformas que no residen dentro de la Argentina y por tanto, no el organismo de recaudación no tiene información sobre sus movimientos financieros e inversiones en criptomonedas.
Por ejemplo, las más populares son FTX, Binance, Defiant, Metamask, Trust Wallet, entre otras; y para comprar y vender criptomonedas "fuera del radar" prefieren hacerlo cara a cara o mediante foros de la comunidad cripto argentina.
 
 
 
 
 
5G AMERICAS SUSCRIBE ACUERDO DE COOPERACIÓN CON FUNDETIC BOLIVIA
 
Por medio del convenio, ambas organizaciones se comprometieron a trabajar en el desarrollo de espacios de diálogo durante 2022 para promover la adopción integral de nuevas tecnologías en el marco de procesos de digitalización en Bolivia.
 
Brecha Cero de Uruguay (https://bit.ly/3FxqvVi)
 
5G Americas, la asociación de la industria y la voz de 5G y LTE para las Américas, suscribió un acuerdo de cooperación con la Fundación para el Desarrollo de las Tecnologías de Información y Comunicación en Bolivia, Fundetic Bolivia, con el fin de intercambiar información y experiencias de valor para ambas partes.
Fundetic Bolivia es una institución sin fines de lucro con sede en la Paz, Bolivia, que promueve el desarrollo de las TIC en todos los sectores y campos de la vida económica y social. Su misión es ser un agente tractor de innovación y socio tecnológico de las instituciones públicas y empresas para promover la incorporación de tecnología a los procesos de negocio y hacerlas más competitivas, así como también impulsar una labor de observatorio de las tendencias tecnológicas futuras.
Por su parte, 5G Americas, con base en Bellevue, Washington (Estados Unidos), centra sus esfuerzos en promover y abogar por el avance y las capacidades plenas de las tecnologías inalámbricas avanzadas a lo largo de las redes, servicios, aplicaciones y dispositivos conectados de manera inalámbrica en el ecosistema de las Américas.
El acuerdo entre 5G Americas y Fundetic Bolivia establece compromisos de cooperación para el desarrollo de espacios que conduzcan a la promoción e impulso de las TIC en ese país, como la realización de foros de discusión.
En ese marco se confirma que ambas organizaciones colaborarán en el desarrollo conjunto de los siguientes eventos para 2022:
Foro de Gobierno Digital – (marzo)
Seminario 5G (abril)
Celebración del Día de Internet- (mayo)
III Foro Internacional de Ciudades y Territorios Inteligentes – (julio)
A través de estas actividades se espera generar análisis en torno al panorama actual de despliegue de nuevas tecnologías como la de 5G y su impacto económico y social. Asimismo, se busca propiciar el diálogo sobre los desafíos de digitalización que enfrentan los países de América Latina y que demandan la planificación y ejecución de políticas públicas que disminuyan la brecha de acceso y uso de las TIC.
Al respecto, Luis Sergio Valle, Presidente Ejecutivo de Fundetic Bolivia, aseguró que este acuerdo busca propiciar espacios de diálogo para el análisis y la reflexión sobre temas tan importantes como la implementación de 5G en el país, el diseño y actualización de los marcos normativos en materia de telecomunicaciones y la visibilización de casos éxitos y buenas prácticas en la región, que permitan al país avanzar de una forma decidida a la era de la modernidad a través del uso de las TIC, la innovación y las telecomunicaciones.
El acuerdo con Fundetic Bolivia es un paso acertado en la gestión que lidera 5G Americas en la región, así lo considera José Otero, vicepresidente de 5G Americas para América Latina y el Caribe: “Este tipo de convenios son importantes porque permiten cuestionarnos como sociedad cómo será la inclusión de la ciudadanía a las nuevas tecnologías, las ventajas digitales a las que tendrán acceso y de qué manera podrán beneficiarse, más allá de aspectos técnicos y de infraestructura. El punto clave será el acceso a la conectividad e innovación para los habitantes, y creo que es allí donde la discusión sigue siendo pertinente”, precisó.
Acerca de Fundetic Bolivia
Fundetic Bolivia es una institución sin fines de lucro, de derecho privado con personalidad jurídica propia y plena capacidad administrativa y técnica, que tiene como objetivo principal “Promover y estimular actividades relacionadas con el desarrollo de las TIC, en todos los campos de la vida económica y social, que conduzcan al impulso y fortalecimiento de la Sociedad de la Información y el Conocimiento en Bolivia”; con sede en La Paz, Bolivia.
Acerca de 5G Americas: la voz de la 5G y LTE en las Américas
5G Americas es una organización de la industria compuesta por proveedores de servicios y fabricantes líderes de la industria de las telecomunicaciones. La misión de la organización consiste en facilitar y promover el avance y la transformación de la tecnología LTE, 5G y posteriores en todo el continente americano. 5G Americas está abocada al desarrollo de una comunidad inalámbrica conectada al tiempo que lidera el desarrollo de la 5G en toda América. 5G Americas tiene su sede en Bellevue, Washington. Encontrará más información en el website de la asociación, en Twitter y LinkedIn .
Los miembros de la Junta Directiva de 5G Americas son Airspan Networks Inc., Antel, AT&T, Ciena, Cisco, Crown Castle, Ericsson, Intel, Liberty Latin America, Mavenir, Nokia, Qualcomm Incorporated, Samsung, Shaw Communications Inc., T-Mobile US, Inc., Telefónica, VMware, y WOM.
 
 
 
 
 
APROMES SELLA UN ACUERDO CON LA ASOCIACIÓN BOLIVIANA ABOCOSER
 
Grupo Aseguranza de España (https://bit.ly/33HzvtJ)
 
Apromes prosigue con su plan de desarrollo internacional en Iberoamérica y acaba de firmar un convenio con la Asociación Boliviana de Corredores de Seguros y Reaseguros (Abocoser), mediante el cual impulsarán la colaboración mediante el intercambio de experiencias en cuanto a normativas y formación actualmente desarrolladas en España y Bolivia.
Además, a través de Aula Apromes, la estructura de formación nacida en el año 2004, aquellos asociados de Abocoser que lo deseen podrán acceder a los diversos cursos que actualmente se imparten online desde España.
La firma del convenio se realizó de manera virtual por parte de Javier García-Bernal, presidente de Apromes, y Jorge Suxo, presidente de Abocoser.
Tras la firma de este nuevo acuerdo Apromes mantiene relaciones bilaterales con las asociaciones Adocose (República Dominicana), Conalprose (Panamá), Clube Vida Em Grupo (Brasil) y AAPAS (Argentina). Y trabaja en estos momentos, se trabaja para abrir también relaciones bilaterales en Costa Rica.
 
 
 
 
 
DETENIDO TRAS SUPUESTAS AMENAZAS DE MUERTE A LOS CASEROS DE UNA FINCA RURAL DE SU PADRE
 
Publimetro de México (https://bit.ly/3Ig2xQ2)
 
La Policía Nacional ha detenido en Granada a un varón de nacionalidad española y 37 años, con numerosos antecedentes policiales, como presunto autor de un delito de amenazas, tras «romper una ventana con un hacha y haber intimidado verbalmente, con el anuncio de su muerte y el incendio de su casa», a una pareja de ciudadanos bolivianos que se encontraban trabajando como caseros de una finca rural propiedad del padre de dicho detenido.
Según ha informado la Policía Nacional en una nota de prensa, los hechos comenzaron poco antes de las tres de la tarde, momento en el que una dotación policial fue enviada por el 091 hasta una finca rural situada en la Vega de Granada donde, al parecer, el hijo del propietario de la finca se encontraba «blandiendo un hacha e intimidando a los caseros».
Una vez en el lugar los agentes localizaron a una pareja de bolivianos, hombre y mujer, en compañía de un bebé de corta edad, los cuales se encontraban al cargo del cuidado de una finca rural, lugar donde también tienen su residencia. Dichas personas manifestaron que, momentos antes, se había presentado allí el ahora detenido, hijo del propietario de la finca, el cual habría comenzado a intimidarles verbalmente anunciando su intención de «enviar a unos conocidos suyos para que incendiasen su casa con ellos dentro», y «aseverando que iba a acabar con la vida de todos ellos».
Igualmente dicha persona, sirviéndose de un hacha, habría manifestado «un comportamiento violento y agresivo», llegando a romper con dicha herramienta el cristal de una de las ventanas de la vivienda. Además, el detenido habría intentado quitarle a la mujer de la pareja el teléfono móvil de la mano con la clara intención de «evitar que esta se comunicase con nadie y solicitase auxilio». Por otra parte, las víctimas comunicaron a los agentes que esta misma persona, en días anteriores, había quemado su pino navideño e incendiado varios troncos usando gasolina.
Finalmente, el presunto autor de los hechos, fue localizado en el interior de la finca, detenido y trasladado hasta las dependencias policiales. Dicha persona ya ha sido puesta a disposición de la autoridad judicial.
 
 
 
 
 
EL MOLNUPIRAVIR, EL ANTIVIRAL CONTRA LA COVID, COMIENZA A VENDERSE EN BOLIVIA
 
Swissinfo de Suiza (https://bit.ly/3Keenfo)
 
El antiviral molnupiravir se comenzará a comercializar desde este martes en Bolivia para tratar los casos leves y moderados de la covid-19, informó este lunes la farmacéutica local que lo importará al país.
El medicamento, que se venderá con el nombre de Molmed 400, fue aprobado por la Agencia Estatal de Medicamentos y Tecnologías en Salud (Agemed), explicó a Efe Ronald Reyes, el gerente general de Droguería INTI, que hizo las gestiones para traerlo a Bolivia.
La farmacéutica boliviana inició los trámites en noviembre pasado, cuando la multinacional Merck Sharp & Dohme (MSD) liberó la patente de este medicamento "para que se pueda comercializar en todas partes del mundo a través de franquicias de fabricación", indicó Reyes.
Tras conseguir un proveedor certificado, se hicieron las gestiones ante la Agemed y desde esta semana se comenzará a vender en el país, señaló.
"Mañana (martes) ya va a estar disponible en las cadenas de farmacias para que pueda ser vendido a través de receta médica a personas que estén con diagnóstico positivo de covid-19", sostuvo Reyes.
Las pruebas en tercera fase realizadas sobre este producto mostraron que quienes tomaron molnupiravir no requirieron hospitalización "y el índice de muerte se ha reducido a un 50 %", según el gerente de INTI.
El tratamiento debe iniciarse tan pronto la persona confirme que está contagiada y se toma durante cinco días, dos cápsulas cada doce horas, explicó.
Según Reyes, lo que hace el fármaco es evitar que el virus se replique en el organismo, logrando que baje su carga viral, por lo que el paciente "ya no va a contagiar a la familia".
"Esto está minimizando que los contagios se repliquen y que el virus se propague en el cuerpo del paciente", destacó.
También remarcó que el producto "no se lo toma como un tema preventivo", pues es solamente para personas cuyo contagio ha sido confirmado con una prueba de laboratorio.
 
 
 
 
 
JUANA AZURDUY Y MANUEL PADILLA, UNA LUCHA SIN CUARTEL
 
 “El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte”, escribió Oscar Wilde. Y si ese amor pone a correr la historia el misterio adquiere dimensión colectiva. Con Juana Azurduy y Manuel Padilla, Télam da comienzo a una serie de historias de enamoramiento que marcaron a fuego la memoria
 
El Ciudadano de Chile (https://bit.ly/33lP4HW)
 
Qué otra cosa es el amor que Libertad, Igualdad, Fraternidad. Qué otra cosa unió a Juana y a Manuel. Qué otra cosa hizo que juntos dieran lucha sin cuartel a los realistas, resignando una vida acomodada, sufriendo la muerte de cuatro de sus cinco hijos y perdiendo la cabeza: por amor y porque los españoles exhibieron la de Manuel en una pica después de que este muriera en combate.
Juana Azurduy nació en Toroca, hoy Bolivia, el 12 de julio de 1780. Su madre, Eulalia Bermúdez, era una mestiza proveniente de Chuquisaca. Su padre, Matías Azurduy, era un hacendado de raza blanca, propietario de tierra y de buena posición económica. Juana trabajó la tierra con su padre y creció entre quichuas y aymaras. Tenía siete años cuando murió su madre. Perdió a su padre en un duelo, poco después. Su crianza y formación se repartiría entre tías, monjas y conventos.
A Juana y Manuel los unía el amor. Y también el espanto. La represión de los realistas contra los revolucionarios era impiadosa
Manuel Ascencio Padilla nació en Chiprina, actual Bolivia, el 26 de septiembre de 1774. Hijo de un hacendado vivió en el campo casi toda su juventud. Se enroló en el ejército y estudió derecho en la Universidad de Chuquisaca. Adhirió a los ideales independentistas y revolucionarios, tuvo a Juan José Castelli como referente, y desde Cochabamba se sumó a la Revolución de Mayo y reconoció a la Primera Junta formada en Buenos Aires.
Juana tenía 25 años cuando en 1805 conoció y se casó con Manuel, que tenía 31 y había abandonado sus estudios para contraer enlace. Ambos adhirieron a los ideales que la Revolución Francesa sintetizó en Libertad, Igualdad y Fraternidad. Juntos participaron del primer grito de Libertad en América del Sur: la revolución de Chuquisaca que el 25 de mayo de 1809 depuso al gobernador realista y organizó una junta de gobierno popular. Los españoles recuperaron el poder en enero de 1810. Desde entonces Juana y Manuel lucharon sin cuartel contra los realistas.
Guerras y guerrillas
A Juana y Manuel los unía el amor. Y también el espanto. La represión de los realistas contra los revolucionarios era impiadosa: “…hombres y mujeres sacrificados con ferocidad implacable…”, escribió Manuel. La pareja fue apresada por los españoles que habían recuperado el poder en Chuquisaca, sus bienes confiscados, sus cuatro hijos (Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes, más tarde llegaría Luisa) conocieron demasiado pronto la pena y el exilio.
Juana, Manuel y sus hijos se convirtieron en fugitivos, en guerreros, en parias. Pero siguieron luchando. Formaron “Los leales”, organización que se sumó a la lucha independentista. Juana se destacaba por su valentía y liderazgo. Llegó a reclutar 10.000 combatientes entre criollos e indígenas. Ella misma se encargó de la formación militar. El contingente tendría una actuación destacada en la Batalla de Ayohuma, aunque fue derrota. En reconocimiento, Manuel Belgrano obsequió a Juana su espada.
Las derrotas provocan huidas, pérdidas, necesidad. Juana, Manuel y sus hijos pasaban frío y hambre. Se sentían cada vez más débiles. Ella se refugió con los chicos en los pantanos del valle de Segura. Él volvió al combate, a la guerra de guerrillas. Manuel y Mariano se enfermaron de malaria y murieron. Su madre cavó dos fosas elementales, sola, con sus propias manos. Después fue a buscar a buscar, a quienes había dejado al cuidado de los indios. Las encontró cautivas de los realistas. Encadenadas a una cama. Mató a sus captores. Huyo con sus hijas.
Juana y Manuel emprendieron la huida cargando a sus hijas. La travesía era larga y penosa. Juliana y Mercedes enfermaron. Primero tuvieron fiebre. Después se abrió paso la muerte, otra vez con la guadaña en forma de malaria. Juana y Manuel gritaron al cielo, aunque allí ya no hubiera nadie para escucharlos. A veces el dolor llega en lágrimas de llanto, a veces en un grito que quita la voz. Otras en odio, venganza, aniquilamiento. Juana y Manuel ya no tendrían
Una pica y dos cabezas
Todavía con el dolor a cuestas. Todavía con esa cuota de esperanza que tienen quienes nunca dejan de luchar. Todavía con todos esos años que pesaban como siglos sobre el corazón, Juana y Manuel tuvieron otra hija: Luisa. Pero el destino de la guerra se ensañaba, a la muerte le gustaba demasiado andar por aquellos cerros, cruzar esos ríos.
Con su beba recién nacida en brazos Juana fue atacada. Querían robarle el cargamento. Y también la mula. El sable hábil esquivó la muerte. Juana, Luisa y al mula sólo se detuvieron en las aguas de río bravo. Pero el animal nadó. Nadó con Juana y su beba al hombro. Hasta la orilla. Hasta que estuvieron a salvo. Luisa, al igual que sus hermanos, iría a vivir con los indios mientras sus padres seguían peleando con el español.
El 3 de marzo de 1816 Juana atacó al ejército realista al mando de treinta jinetes, muchos de los cuales eran mujeres. Arrebató a los enemigos sus símbolos, recuperó fusiles. Cincos días más tarde avanzó sobre el Cerro Potosí, símbolo del despojo español en América. Sus hazañas la convirtieron en teniente coronel por decreto firmado por Juan Martín de Pueyrredón en Buenos Aires.
Una vez en la plaza Juana tomó la cabeza de Manuel, que estaba llena de gusanos y picoteada por los cuervos, y la llevó hasta la iglesia de La Laguna
En septiembre de ese mismo año Juana y Manuel se batieron con los españoles en la batalla de La Laguna. Las tropas, comandadas por Manuel, fueron superadas por los realistas. Regresaron desordenadamente al santuario del río, donde los esperaba el resto del contingente, con su mujer al frente. Pero los realistas llegaron hasta allí. Juana resultó herida por dos proyectiles en una pierna y en el pecho. Manuel fue asesinado. Juana pudo escapar, aun desangrándose. A Manuel lo degollaron con el filo de un puñal. Su cabeza fue exhibida en una pica junto a la de una mujer: una amazona que fue ejecutada porque sus verdugos confundieron con Juana.
Los honores y la lucha
Juana quiso volver por Manuel y no la dejaron. Las heridas de la batalla y las condiciones en que se daría un nuevo enfrentamiento no se lo permitían. Sin embargo, tiempo después ella se salió con la suya. Llegaría a la plaza de La Laguna para recuperar los restos de su marido.
Reclutó más de un centenar de hombres, la mayoría de ellos pertenecientes a pueblos originarios.  A ellos se sumaron cien amazonas. Entraron a sangre y fuego al pueblo. Una vez en la plaza Juana tomó la cabeza de Manuel, que estaba llena de gusanos y picoteada por los cuervos, y la llevó hasta la iglesia de La Laguna, donde la depositaron en el altar y celebraron una misa con honores.
En 1962, cien años después de su muerte, los restos de Juana Azurduy fueron exhumados y trasladados a un mausoleo construido en la ciudad de Sucre, Bolivia. En 2009 fue ascendida a Generala del Ejército argentino y mariscal de la República de Bolivia.
El homenaje, aunque tardío, fue justo. El Libertador Simón Bolívar dijo en referencia a Juana Azurduy y Manuel Padilla: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Todo estuvo teñido de sangre y muerte. La ocupación del pueblo y la recuperación de los restos de Manuel dieron lugar a una de las matanzas más crueles (todas las matanzas lo son) de las guerras por la independencia. Todos los soldados realistas que enfrentaron a Juan y su ejército fueron asesinados. Las calles quedaron teñidas de rojo.
Lo que siguió fue la vida sin Manuel. La lucha y el amor del caudillo salteño Martín Miguel de Güemes, la muerte de éste también en el campo de batalla, el regreso a Chuquisaca junto a su hija Luisa con cuatro mulas y cincuenta pesos para el viaje.
Vivió el resto de lo que le quedaba de vida sin el reconocimiento que merecía. Terminó sus días en Jujuy. Pobre, sola, aguerrida. Falleció a los 81 años (fue enterrada en una fosa común), un 25 de mayo de 1862. No podía ser de otra manera. Era el día de la Patria.

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