LA REVOLUCIÓN CHOLA: LAS MUJERES DE POLLERA RESISTEN DE PIE
Lloraron la caída de Evo Morales. Protestaron. Las
desalojaron de las plazas públicas. Nada pudo silenciarlas. Con las revueltas
populares y las políticas de inclusión de los últimos años, las mujeres
indígenas y mestizas de la zona andina ganaron un protagonismo inédito. No han
logrado erradicar, sin embargo, la discriminación histórica, a lo mucho la han
neutralizado o vuelto menos pública. En torno a la pollera —la falda definitiva
de la chola boliviana— gira hoy una galopante industria cultural.
Es noviembre de 2019.
Álvaro Yahuincha, de trece años y chamarra del Barcelona, toma sopa en un
puesto de comida callejera de El Alto, Bolivia. Con la boca aún llena acompaña
las arengas que gritan los hombres que pasan marchando a su lado: “¡La wiphala
se respeta, carajo!”, “¡El Alto de pie, nunca de rodillas!”. La wiphala es la
bandera andina cuadrangular de siete colores que Evo Morales —quien acaba de
renunciar a la presidencia, acusado de ganar las elecciones del 20 de octubre
con fraude—, convirtió en símbolo patrio. El Alto es la ciudad vecina de La
Paz, emplazada a 4 150 metros sobre el nivel del mar, poblada por más de
novecientas mil personas, en su mayoría, migrantes llegados de las áreas
rurales aimaras. Álvaro aprovecha un breve silencio entre los movilizados que
marchan en apoyo a Evo para lanzar su propia consigna: “¡Jallalla las mujeres
de pollera!”. Y recibe como respuesta el rugido unísono de la marcha, que
proclama: “¡Jallalla!”, una palabra aimara que se emplea para lanzar vivas.
Algunos aplauden y un hombre se acerca para abrazar cariñosamente al niño, que
ríe satisfecho por el impacto de su ocurrencia, antes de volver a terminar su
sopa.
Ese video, de menos de
treinta segundos, fue grabado por el padre de Álvaro, Anastasio, que se lo
envió a su exesposa, Antonia, quien lo compartió con su sobrina. Ésta lo
publicó en Facebook y, en cuestión de horas, se hizo viral y convirtió al chico
en un símbolo de la resistencia contra el gobierno interino de la derechista
Jeanine Áñez, repudiada por sectores populares e indígenas como los de El Alto,
más próximos al proyecto izquierdista de Evo. El occidente andino boliviano (La
Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca), la región de origen y en la que
vive la inmensa mayoría chola del país, fue el principal bastión político y
electoral de Evo Morales desde que llegó a la presidencia en 2006. La sangre
indígena del expresidente le ha ganado el respaldo de las poblaciones aimaras y
quechuas que se identifican con él culturalmente y se sienten políticamente
representadas por su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS). Estos vínculos
han tejido una lealtad de los sectores populares hacia Evo, al tiempo que los
han vuelto hostiles a proyectos políticos antagónicos en los que no se ven
incluidos y ante los que plantan resistencia, como fue el gobierno interino de
Áñez.
Ajeno —aunque no tanto— a
los vaivenes políticos de un país en erupción, el “Niño Jallalla” (como lo
bautizaron en redes) explicó a los periodistas que su arenga fue para condenar
la quema de wiphalas que habían hecho grupos radicales tras la renuncia de Evo
y, sobre todo, para rendir homenaje a su mamá y su abuela, mujeres de pollera.
Lo que no explicó, ni le pidieron que explicara, fue por qué gritó “¡Jallalla
las mujeres de pollera!” y no “¡Jallalla las cholas!”.
“Mujeres de pollera” es el
eufemismo más extendido en Bolivia para aludir a las cholas, mujeres con sangre
indígena y mestiza de la zona andina, afincadas en las ciudades, que se
distinguen, entre otras cosas, por su forma de arreglarse y vestirse: el
cabello repartido en dos largas trenzas anudadas con tullmas (pompones de
vellón de oveja), joyas (en las orejas, manos o pechos), sombrero bombín, blusa
ajustada, manta con flecos, enaguas, zapatos planos y pollera. Esta última, que
es la pieza definitiva de la chola, es una falda fruncida en la cintura,
plisada desde arriba y con alforzas horizontales que, según la región a la que
pertenezca la mujer, puede extenderse hasta los tobillos o arriba de las
rodillas. Aunque la pollera llegó con la colonia desde España —donde su nombre aludía
al cesto, angosto de arriba y ancho debajo, que servía para cargar pollos—,
ésta es una vestimenta que las mujeres andinas bolivianas (y de otros países de
la región) se han reapropiado, hasta convertirla en una seña de identidad y
resistencia.
En noviembre de 2019 quizá
nadie en Bolivia se atrevía a decirlo en voz alta, pero la palabra “chola”
había vuelto a ser un insulto, si es que en algún momento había dejado de
serlo. La travesura de Álvaro puso en escena el desgarramiento del país en el
que, de un lado, las cholas volvían a ser “cholas de mierda” y, del otro, se
vociferaba “¡Jallalla las mujeres de pollera!”. Disputas políticas aparte, la
chola o mujer de pollera es un indicador inequívoco de la cultura popular. Una
figura femenina y plebeya que en el último tiempo ha cobrado una centralidad
insólita en la vida pública boliviana y en torno a cuya pollera gira una
galopante industria cultural.
De la chula a la chola
No hay un consenso absoluto
en torno al origen del vocablo “cholo”, pero la versión más aceptada sostiene
que se usaba en la península ibérica, como una derivación de la palabra
“chulo”, un hombre, español, ayudante de los toreros. Su mujer, “la chula”, se
caracterizaba como alguien “muy ‘donairosa en su porte y atrevida en sus palabras’,
además de que se vestía con una falda larga y plisada, con blusa vivamente
decorada y con un chal bordado”, escribe el sociólogo e investigador boliviano
Huascar Rodríguez en su libro La choledad antiestatal (2012). “Este parece ser
el auténtico punto de partida del uso de la palabra ‘cholo’ y dicho término se
extendió para exteriorizar peyorativamente y a modo de burla el desprecio que
muchos españoles ‘puros’ sentían hacia los ‘no puros’, pero particularmente
hacia los indios castellanohablantes y vestidos a la europea”, precisa
Rodríguez.
La vestimenta ha sido y es
una cuestión esencial para distinguir a las cholas, más que a los cholos, cuya
apariencia los confunde fácilmente con otros hombres. Y si algo las hace
especialmente distinguibles es la pollera. En el artículo “Historia de la chola
paceña”, la historiadora del arte Sayuri Loza cuenta que, durante las primeras
décadas de la colonia española, la pollera representaba la identidad de la
mujer mestiza. Su uso recién se extendió hacia la mujer indígena tras la
insurrección de Julián Apaza (Tupac Katari) y Bartolina Sisa, de 1781, que
planteó eliminar “todo vestigio de vestimenta española” para reemplazarla por
ropas originarias. Una vez sofocada la rebelión, la corona española impuso la
erradicación de los trajes indios y su sustitución por ropas de los campesinos
españoles, como la pollera. En el periodo republicano (siglo xix), la chola
mantuvo su vestimenta. Algunas ilustraciones del artista Melchor María Mercado
(1816-1871), como la titulada “República boliviana. Paz. Señoras. Cholas”, la
muestran con pollera, manta de pecho y jubón (blusa ceñida). A inicios del
siglo xx, los gobernantes hicieron leyes para prohibir el uso de trajes
indígenas, por considerarlos signos de atraso y postergación, y dispusieron la
vestimenta de los “cholos citadinos”, además de fijar multas y la prohibición
del ingreso a las ciudades para quienes incumplieran.
Este repaso permite a Loza
ilustrar la forma en que la vestimenta de la chola ha ido mutando a lo largo
del tiempo, más allá de que mantenga algunas piezas esenciales como la pollera.
“Para el siglo xx, la chola fue un símbolo de resistencia, a pesar de la
discriminación que la sociedad tenía contra ella, debido a su asociación con el
rostro popular e indígena de Bolivia”, anota. A medida que cambiaba el sombrero
tipo boater por el bombín, dice la investigadora, la chola se fue ganando su
espacio en el mundo económico, cultural y político del país. Lo dice con
conocimiento de causa: Sayuri es hija de Remedios Loza (La Paz, 1949-2018), la
primera chola conductora de programas radiotelevisivos en medios urbanos (en
los años sesenta), la primera chola elegida como diputada boliviana (en 1989),
la primera chola en la historia de Bolivia que fue candidata a la presidencia
(en las elecciones de 1997, donde alcanzó un histórico tercer lugar).
Con la llegada del siglo
XXI, se produjo en Bolivia una creciente toma de conciencia sobre la identidad
indígena del país, lo que ha llevado a reivindicar a la figura de la chola como
“espíritu de la fiesta, donde participan todas las clases sociales, haciendo
que muchas jóvenes lleven pollera en ocasiones especiales (fiestas y entradas),
dando lugar a una revolución en la vestimenta de la chola, mostrando escotes,
maquillaje y corsés”, advierte Loza, quien, por cierto, dice no haber nacido
con “la pollera cosida al cuerpo”, así que se viste de chola sólo cuando le da
la gana.
En contraste con su forma
de vestir, algo que no cambió para la chola en el siglo xx fue su exclusión en
las ciudades. A mediados de los años treinta, en La Paz se les prohibía subir a
los tranvías, bajo el pretexto de que incomodaban a las “señoras”, porque les
rasgaban las medias con sus canastas. A mediados de los noventa, un exclusivo
restaurante paceño impidió el ingreso a la entonces esposa del vicepresidente
boliviano, Víctor Hugo Cárdenas, la aymara de pollera Lidia Katari. Y, si bien
los cambios que llegaron con el siglo XXI, las revueltas populares y las
políticas de inclusión de Evo Morales neutralizaron esa discriminación, no la
han erradicado. Acaso la han vuelto menos pública o explícita, como lo ilustra
la experiencia de la diseñadora chola Glenda Yáñez, quien, hace un par de años,
debió lidiar con el desaire de padres de familia de un cotizado colegio privado
en el que inscribió a su hija. Al enterarse de que Glenda era de pollera, los
padres sacaron a sus hijos del colegio, explicando que no podían educar a sus
descendientes en un lugar sin “filtros”.
Cholita en fuga
Yolanda Mamani, chola
aimara de 36 años, viste una blusa celeste con una mariposa de lentejuelas y
una pollera azul turquesa, debajo de la cual una sucesión de enaguas
(tradicionalmente, seis en las cholas paceñas) infla artificialmente una
silueta que se adivina menuda. Yola (como le llaman sus amigos y seguidores)
nació en la comunidad Santa María Grande (en la provincia Omasuyos), a 101
kilómetros de La Paz. Vivió con sus padres hasta que, a los nueve años, se la
llevó a la ciudad una tía. De ella escapó porque le pegaba, no le dejaba
vestirse de pollera ni hablar aymara. Fue el primero de la saga de escapes en
que se transformó su vida en la ciudad: se marchó de una casa donde no le
pagaban, de otra donde un hombre coleccionaba fotos pornográficas y amenazaba
con violarla y de una familia que la echó porque se hizo dirigente de las
trabajadoras domésticas, comenzó a confrontar sus comentarios racistas sobre
los indígenas y quería estudiar en la universidad.
Que Yolanda haya
sobrevivido la mayor parte de su vida como trabajadora del hogar no es una
casualidad. Ha sido y es, junto con la cocina y la venta en mercados, una de
las ocupaciones típicas de las cholas en las ciudades bolivianas, afirma
Huascar Rodríguez. Su dedicación a este oficio explica el prejuicio extendido
que las reduce a sirvientas y mira con desconfianza su incursión en otros
quehaceres. En un reporte de 2018, el Instituto Nacional de Estadística (ine)
contabilizaba 117 735 personas empleadas como trabajadoras del hogar en toda
Bolivia, de las cuales 94.3% eran mujeres, 28.1% de entre quince y veinticuatro
años y 57.1% con instrucción secundaria. La representatividad de las
trabajadoras del hogar ha sido tal que la primera ministra de Trabajo de Evo
Morales fue una dirigenta nacional y latinoamericana del sindicato de este
sector, Casimira Rodríguez, una chola cochabambina de origen quechua.
No todas las fugas de
Yolanda fueron en la ciudad, un espacio que, aun habiéndolo habitado desde su
niñez, no cesaba de hacerla sentir extranjera. En 2000 volvió a su pueblo
después de siete años y, aunque su intención era quedarse más tiempo, no
aguantó ni un mes. “Cuando estaba en la ciudad me sentía encarcelada, pero al
llegar al pueblo descubrí que tampoco podía quedarme. Mi familia no era la que
había conocido en mi infancia”, explica. Su padre y sus hermanos eran muy
machistas y ella también era otra: la ciudad de las fugas la había cambiado, la
había vuelto más autónoma y le había enseñado a defenderse con la palabra.
El que tantas otras como
Yolanda abandonen el campo para afincarse en la ciudad habla de la cualidad
predominantemente urbana que ha cobrado en las últimas décadas la chola. De ser
una figura asociada a la población indígena andina (aymara y quechua,
principalmente) procedente del mundo rural, ha pasado a ser una más vinculada a
los mestizos que encuentran su espacio en las ciudades. Desde 1985, unas cien
mil personas migran del campo a la ciudad cada año en Bolivia. Huascar
Rodríguez insiste en que, al hablar de las cholas, debe reconocerse la
heterogeneidad de esa denominación, que históricamente ha designado a
diferentes tipos: de la rural a la urbana.
De vuelta en la ciudad,
Yola siguió trabajando y halló en la dirigencia de las trabajadoras del hogar
un foro donde hacer oír su voz. En alianza con el colectivo feminista Mujeres
Creando empezó a hacer radio, en 2009. Desde 2014 estudia Sociología y no ha
dejado de trabajar en Radio Deseo, al tiempo que ha creado el blog “Ser chola
está de moda”, donde denuncia, por ejemplo, que “las cholas que son modelos,
casi todas, son mujeres oportunistas que se disfrazan para la ocasión y se
meten en esos espacios públicos”, y el canal de YouTube “Chola Bocona”, donde
reniega de que a las cholas se las quiera ver como piezas de “un museo a cielo
abierto”, empleando su nombre sólo para “vender algún producto”. En las redes
sociales vuelca una mirada innegociable sobre lo que ella califica como “un
proceso de domesticación” de las mujeres de pollera, que opera principalmente
desde los medios de comunicación y la política. Piensa que la creciente
penetración de las cholas en la vida pública boliviana obedece a fines
decorativos, se las ve haciendo tareas impuestas y estereotipadas, como
cocinar, bailar o exhibir sus trajes, en vez de asumir roles de poder y toma de
decisiones.
Esto lo dice consciente de
que las cosas en Bolivia han cambiado —para bien— desde que su tía se la llevó
a la ciudad. El gobierno de Evo Morales promovió la inclusión mediante normas y
hechos: normas como la Ley contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación
(2010), que prohíbe y sanciona conductas discriminatorias hacia mujeres de
pollera, entre otros sujetos marginalizados; hechos como la designación de
ministras y diputadas cholas, así como de una presidenta de la Asamblea Constituyente
también de pollera, Silvia Lazarte. Un gesto que ha mantenido el actual
presidente Luis Arce en el Ministerio de Culturas, a cuyo frente está Sabina
Orellana, chola cochabambina de origen quechua, o en el Museo de Etnografía y
Folklore, uno de los dos más importantes del país, dirigido por Elvira Espejo,
artista e intelectual orureña de sangre aymara. Sin embargo, bien apunta la
socióloga Ximena Soruco en su libro La ciudad de los cholos (2011): la
“colonialidad” no se supera con leyes, en la medida en que éstos son “procesos
sociales, estructurales y que, sobre todo, constituyen subjetividades”.
El imperio de las polleras
Glenda Yáñez viste toda de
negro. Ese detalle, que no ameritaría mayor apunte, se antoja sugerente en este
preciso instante: las 7:30 de la mañana del 16 de agosto de 2021, en la plaza
del Obelisco paceño, desde donde en unos minutos más partirá una delegación de
“cholitas escaladoras”, el nombre con el que se conoce a las mujeres bolivianas
que se han hecho internacionalmente conocidas por ascender a los picos más
altos del país y del continente con todo y sus polleras. Las andinistas están
uniformadas con cascos rosados, sogas amarillas cruzando sus pechos y polleras
carmesí.
Glenda no es escaladora,
sino diseñadora de moda para cholas. Nacida en 1978 en La Paz y descendiente de
una familia de Sorata, un valle a 150 kilómetros de la capital, comenzó a crear
polleras para sí misma a los quince años y al poco tiempo esto se convirtió en
su forma de ganarse la vida. Tiene estudios en Derecho y Comunicación, pero su
nombre es conocido por la ropa que confecciona para fiestas patronales, que
sólo en La Paz suman 390, más que los días del año. Ella es una figura visible
del sector artesanal que viste a las mujeres que bailan en la fiesta del Señor
Jesús del Gran Poder, el más grande desfile de danzas folclóricas de La Paz
que, hasta 2019, generaba un movimiento económico anual de 120 millones de
dólares, según estimaciones de la alcaldía paceña. Se trata de la celebración
de mayor dimensión social y económica de Bolivia, junto con la Entrada del
Carnaval de Oruro.
Glenda sabe que su trabajo
no puede reducirse a diseñar y vender polleras, blusas, enaguas, mantas y
zapatos. Debe también relacionarse con instituciones, autoridades y potenciales
clientes. Por eso aceptó la invitación de Eliana Paco —chola, concejala de La
Paz y célebre diseñadora de prendas para mujeres de pollera— para integrar la
delegación que acompaña a las cholitas escaladoras en el ascenso al Mururata,
una montaña a 57 kilómetros de la ciudad, a 5 868 metros sobre el nivel del mar
(MSNM).
El grupo deberá retornar
mañana en la noche, una vez que las cholitas hagan flamear la bandera boliviana
en la cumbre del Mururata y jueguen un partido de fútbol a una altura a la que
ni los jugadores profesionales bolivianos se atreverían. Eso me da tiempo para
conocer a otra diseñadora de vestimenta y accesorios para mujeres de pollera,
Ana Palza. Ella, que no es chola sino hija de una estadounidense y un
boliviano, administra una tienda en una calle comercial de la zona sureña más
exclusiva de La Paz, Calacoto. En sus dos primeras plantas exhibe joyas y
prendas de vestir que respetan la materia prima de las ropas de chola, pero en
cuyo empleo y combinación se toma libertades: un vestido confeccionado con
flecos de manta, una bolsa hecha con tela de enagua, broches labrados con la
plata de las cucharas de las mujeres indígenas. En la tercera planta funciona
el taller en el que trabajan ella y sus tres socias, entre mesas con telas,
maniquíes con corsés en proceso, bastidores con polleras experimentales
(moteadas y a rayas) y torres con cajones de plástico repletos de lentejuelas,
mostacillas y canutillos. Ana me confía que, desde que trasladó su tienda de la
Garita Lima, en la zona comercial más popular de la ciudad, a Calacoto, su
clientela ha cambiado. No son cholas, sino turistas y bolivianas radicadas en
el exterior, que se llevan sus prendas a manera de finos recuerdos de la
cultura nacional.
A 381 kilómetros de la
tienda de Palza, en la ciudad de Cochabamba, Ruth Bonifacio aplica una
estrategia similar a la suya, aunque con matices. Ha rentado una tienda de dos
plantas para montar el proyecto de su vida: la boutique Misk’i Ñawisita (una
expresión quechua que podría traducirse como “ojitos dulces”), en pleno centro
urbano, donde ofrece prendas para mujeres de pollera. Acostumbradas a comprarse
ropa en los mercados más populares, apretujadas en puestos semicallejeros donde
ni siquiera pueden probarse las polleras, las clientas de Bonifacio llegan
campantes a Misk’i Ñawisita, anunciadas por el timbre de su puerta de ingreso,
para ver diseños, elegir telas y encargar trajes a medida que se prueban en
vestidores antes de llevarlos consigo.
A diferencia de las mujeres
que frecuentan el local de Palza en La Paz, las que van a la boutique de
Bonifacio sí son cholas y, para más precisión, cholas cochabambinas, con sus
particularidades en la vestimenta: polleras más cortas (verticalmente plisadas,
pero sin alforzas horizontales), pocas enaguas (tres o menos), blusas más
escotadas, sombreros de ala ancha y copa alta. Tal es el sentido de distinción,
que Bonifacio no se refiere a ellas como cholas, sino como señoras: “nuestras
señoras cochabambinas”. Así las llama porque, aunque no lo diga, la palabra “chola”
connota aún sentidos peyorativos en determinados contextos. A pesar de gozar de
prestigio en cenáculos intelectuales, su uso en espacios públicos puede generar
situaciones incómodas y conflictivas, observa el antropólogo Pablo Barriga. Ni
siquiera la retórica oficial del partido de gobierno, el mas, que se proclama
popular y plurinacional, apela al vocablo “chola” ni a su masculino, que puede
asumirse abiertamente insultante. Para aludir a las clases populares, ha
acuñado la expresión indígena-originario-campesino. Huascar Rodríguez cree que
en la reticencia oficialista a hablar de lo cholo hay un reconocimiento de la
cualidad problemática del término, que remite a la noción del mestizaje, ante
la cual Evo Morales y sus adherentes oponen el esencialismo indígena.
La discusión en torno al
uso de la palabra “chola” no le es ajena a Glenda, con quien me reúno unos días
después del ascenso al Mururata. Para ella, el significado de la denominación
está en el tono con que se la enuncia. Se acuerda de cuando era niña y
acompañaba a su abuela de pollera en el minibús, donde no faltaba un pasajero
que protestaba, con molestia y asco: “Ay, esta chola, con sus bultos”. Y sin ir
más lejos, reniega de quienes, en un intento por disimular su desprecio, se
escudan en el paternalismo y la llaman “cholita”. “A mí no me gusta que me
digan ‘cholita’. Porque no soy joven, no soy ‘cholita’, soy señora. Deberían
tratarme así”, me dice, en el taller que ocupa en una galería del macrodistrito
Max Paredes, en la zona noroeste de La Paz, al que se llega a través de un
laberinto abierto por maniquíes de mujeres caucásicas, rubias y con ojos azules
disfrazadas de cholas.
Glenda, en cambio, hoy no
es chola. Al menos a juzgar por cómo viste. Lleva un traje deportivo negro
punteado y unos tenis tipo Converse blancos. Sólo sus dos trenzas me recuerdan
a la señora de pollera que hace una semana fue al Mururata. Mientras me muestra
algunas mantas con pedrería fina y me explica la diferencia entre la pollera
(con bastas) y la falda (sin bastas) de la chola paceña y me mira desde detrás
de unos lentes felinos, pienso en algo de lo que me advirtió Sayuri Loza: la
desaparición de la “mujer de pollera 24/7” y el surgimiento de una que, como
las japonesas con el kimono, se viste con prendas cholas sólo en ocasiones
extraordinarias: una fiesta patronal, una reunión social o la escalada a una de
las montañas más altas del país.
Trenza industrial
Hace ya tiempo que la ropa
de chola ha dejado de ser el secreto mejor guardado de la moda nacional. Los ostentosos
y coloridos diseños de polleras han saltado en los últimos años de las fiestas
patronales a las pasarelas internacionales. Agatha Ruiz de la Prada, una de las
diseñadoras más aclamadas en España y Europa, ha llegado cuatro veces a Bolivia
para declarar su amor por los “trajes de cholita”, que han inspirado
colecciones que ha presentado por doquier. La última vez que visitó La Paz,
invitada por el Bolivia Fashion Week en 2019, salió a agradecer al público que
asistió al desfile de sus colecciones vestida con un sombrero de copa, una
pollera y una manta fucsias, un atuendo que exhibió pese a caminar con muletas.
Al tiempo que Ruiz de la
Prada predicaba la vitalidad estilística de la chola aymara, la diseñadora
paceña Eliana Paco llegaba, en 2016, a la Semana de la Moda de Nueva York,
donde exhibió polleras, mantas y blusas confeccionadas con aguayo, bayeta,
sedas, encajes, pedrería y lentejuelas. Dos años más tarde, la diseñadora y
orfebre Ana Palza y el arquitecto Freddy Mamani, creador de los “cholets”,
fueron invitados de la Fundación Cartier, en París, para intervenir en la
exposición “Geometrías del Sur: desde México hasta la Patagonia”. Para la
ocasión, Palza diseñó 46 trajes de cholas, mientras que Mamani convirtió uno de
los espacios del recinto parisino en una réplica del salón de baile de un
“cholet”, el nombre con el que se conoce a los edificios de estilo kitsch
neoandino, principalmente levantados en El Alto por la llamada burguesía
aymara, desde donde se han vuelto internacionalmente célebres por sus fachadas
multicolores de motivos andinos.
La moda no es la única
manifestación del boom actual de la chola boliviana. Las polleras vienen
ganando un espacio estable en las pantallas, dentro y fuera de Bolivia. En el
cine han inspirado películas documentales de repercusión internacional. A las
cholas ‘cachascanistas’ (que hacen lucha libre) y a las escaladoras están
consagrados los largos Mamachas del ring (Betty Park, 2009, eeuu) y Cholitas
(Jaime Murciego y Pablo Iraburu, 2019, España), que han pasado por festivales
internacionales, aunque sin estrenarse en el país. Sí se han visto en Bolivia
los reportajes y documentales periodísticos que les han dedicado las cadenas
internacionales cnn y dw, amén de la colección de artículos de medios extranjeros
que explotan el filón exótico de exhibir a mujeres con vestimentas
tradicionales repartiendo patadas voladoras a diestra y siniestra o escalando
hasta los 6 961 metros del Aconcagua, en la Argentina.
En la televisión, su éxito
no es menor. En Bolivia, las cadenas más grandes han vuelto una marca de estilo
la inclusión de presentadoras cholas —o con ropas de cholas—, comúnmente en
programas de entretenimiento, gastronomía y, en menor medida, periodismo. Esto
es resultado de un proceso que se encaminó en los sesenta, con la incursión de
Remedios Loza en la radio y televisión, pero que se ha afianzado en la última
década como correlato del protagonismo político que han ganado las cholas y
otros sectores populares con Evo Morales (y su partido) en el poder. Afuera, el
hito más reciente lo produjo la plataforma Netflix, con la serie documental
Street Food (2020), cuyo episodio final, “La Paz, Bolivia”, lo protagoniza doña
Emi, una mujer de pollera que prepara rellenos (empanadas de papa con guiso en
su interior) en un puesto callejero paceño.
En los departamentos con
más valles, como Cochabamba y Chuquisaca, las cholas han encontrado en la
música y el baile una vitrina generosa para hacerse visibles y ganar dinero. El
movimiento de huayño zapateado o huayño cumbia, que fusiona música andina con
instrumentos electrónicos y ritmos tropicales, ha subido a escenarios de
Bolivia y de países vecinos a cientos de grupos abanderados por jóvenes
cholitas que, con polleras cortas y blusas escotadas, cantan y bailan en conciertos
de gran arrastre. La pulsión musical de las cholas vallunas no es algo nuevo ni
mucho menos; sí lo es su aprovechamiento estratégico de géneros más urbanos y,
sobre todo, la notoriedad conquistada en las grandes ciudades, en particular,
en las zonas habitadas por migrantes de las zonas rurales.
Internet es otro territorio
en franca conquista de las cholas. Una investigación de este año del
Laboratorio TecnoSocial identifica alrededor de 39 influencers
indígenas-populares en Sudamérica, algunos de ellos bolivianos. Aunque, en
rigor, debiera decirse algunas de ellas, porque de los veinticinco con más
seguidores, veintitrés (72%) son mujeres. La mayor parte, 60%, se mueve en
YouTube, apunta el informe “Creadores indígenas-populares de contenido digital”,
de Camila Jiménez. En cuanto a los contenidos, se impone un esquema similar al
de la televisión: la comedia, la música y la cocina suman 68% de la oferta
total.
Cholas extremas
Julia Quispe, de treinta
años, chola aymara, escaladora, nació para domar montañas. Es de Chucura, una
comunidad a 32 kilómetros de La Paz, que atraviesa el sendero de excursionismo
Camino del Inca y conduce al Huayna Potosí, uno de los picos más altos de
Bolivia (6 088 MSNM). Desde chica ayudó a su papá, que trasladaba en llamas las
cargas de los turistas que hacían trecking. A la muerte de su padre se hizo
cargo del negocio familiar y, tiempo después, se casó con un guía de montaña de
su zona. Se especializó en cocinar para los excursionistas, a quienes
acompañaba hasta el campo alto previo a las cumbres del Huayna Potosí, el
Illimani, el Sajama y otros picos. La pollera, su vestimenta de diario, nunca
le dificultó subir o bajar de las alturas, ni siquiera cuando en 2016
finalmente se atrevió a alquilar casco, soga, arnés y crampones (las garras
metálicas que se adhieren a los zapatos para recorrer la nieve y el hielo) y se
lanzó a la conquista del Illimani (6 439 MSNM), su primera cumbre. “Ya he
subido tres veces sola al Huayna Potosí y diez al Condoriri (5 648 MSNM)”, me
cuenta Julia, sin asomo de arrogancia, como quien enumera sus trabajos previos,
unos minutos antes de enfilar hacia el Mururata, su octava cumbre. “Ahora ya me
contratan de guía”, dice con orgullo, mientras su hija Judith, de trece años,
se abraza de su cuello. Ambas llevan las polleras y los cascos con los que
escalarán.
Alicia, hermana de Julia y
esposa de un guía, fue la primera chola en alcanzar la cima de una montaña
boliviana, el Huayna Potosí, en 2015. O, al menos, la primera en publicar su
hazaña en Facebook. Las fotos que compartió levantaron revuelo en los medios.
El atrevimiento contagió a otras mujeres de la zona, hermanas, hijas, sobrinas
y amigas, quienes entendieron que escalar sin quitarse sus tradicionales
polleras, que las calientan del frío glaciar andino, pero pueden dificultar
algunas maniobras, cotizaba bien en los medios. De ahí en más tuvieron un
ascenso más expedito que el que hacen a las cimas nevadas: llegaron reporteros
extranjeros, documentalistas, el histórico ascenso al Aconcagua de 2019,
charlas ted, murales con sus rostros y un lugar de privilegio en la historia
reciente de las conquistas de las cholas bolivianas. Mientras el sueño de
escalar el Everest sigue intacto, intentan ganarse la vida sin dejar de
recorrer las montañas. Su más reciente hito fue guiar a una pareja para casarse
en la cima del Illimani. El novio subió con esmoquin, la novia con vestido y
velo blancos, mientras que sus guías asistieron a la ceremonia con polleras,
siempre más visibles que las calzas y polainas especiales que llevaban por
dentro.
A 453 kilómetros del
Illimani y cuatro mil metros más abajo, en Cochabamba, las Imilla Skate se
transforman en cholas; son un colectivo de patinadoras cochabambinas a las que
en septiembre de 2020 no se les ocurrió una mejor forma de homenajear a su
ciudad que recorrer sus avenidas en patinetas vestidas de una manera insólita
para el deporte urbano: tocadas por sombreros de paja, embutidas en blusas
bordadas y domando unas polleras empeñadas en bailar con el viento. Su video de
presentación lo grabaron durante los días de confinamiento por la pandemia de
covid-19, con la ciudad desierta de vehículos y unos pocos peatones que, a su
paso, intentaban retener el espejismo de unas cholas patinadoras, tomándoles
fotos y videos como posesos. El ruido que hicieron en redes fue tal que medios
locales e internacionales se lanzaron a cazarlas. Y descubrieron que, si bien
ellas no eran mujeres de pollera en su día a día, sí creían que al vestirse
como tales para hacer lo que más las representa, patinar, rendían homenaje a
sus madres y abuelas cholas.
Eso mismo me explicaron un
domingo de inicios de agosto en que se citaron para entrenar en el Parque
Urbano Ollantay, al sur de Cochabamba. Las Imilla Skate —una mixtura
anglo-quechua que podría traducirse como “chica patinadora”— fueron llegando
una a una, casi todas con ropa deportiva. Aunque el grupo reúne a casi una
veintena de veinteañeras, ese día se reunieron ocho. Se organizaron en grupos
para cubrirse de los ojos curiosos mientras mudaban de ropa; ya en parejas, se
sentaron para peinarse y hacerse las trenzas, un proceso por el que les cabe
perfectamente el apelativo de “cholas transformers”: mujeres que, sin ser
cholas de origen, se visten como ellas.
Sólo una vez convertidas en
cholas, las Imillas Skate se lanzaron de lleno a la pista con sus patinetas,
desafiando sus rampas con trucos de complejidad variable, disputándose el
espacio con los bikers y rollers, pagando su temeridad con aparatosas caídas.
Brenda Tinta, una de las imillas patinadoras más antiguas, disipó mi temor de
que fueran a romperse los huesos y me aclaró que caerse es una parte
imprescindible de su disciplina. Esteffany Morales, una imilla más joven, me
aseguró que todas ellas saben lo que es caerse y levantarse. Elinor Buitrago,
imilla y madre, me contó que el riesgo de desplomarse es mayor cuando llevan
polleras, porque no pueden ver sus pies y deben mantenerse en la tabla casi a
tientas. Huara Medina, imilla y grafitera, le dio la razón a Elinor, pero no
sin hacer notar una ventaja de la vestimenta de chola para el skate: “Cuando te
caes, te acolchona”. Al poco rato volvieron a la pista, aún como cholas, salvo
por un detalle: las zapatillas deportivas. En vez de calzarse sandalias o
zapatos femeninos planos, como lo hacen las mujeres de pollera, patinan con las
Vans, Nike o Converse típicas del skating.
La elasticidad de lo cholo
está reñida con el esquematismo con que, desde la política, se intenta definir
las identidades bolivianas. Aun sin encajar en el discurso oficial, el auge de
lo cholo en Bolivia puede leerse como indicador de un fervor nacionalista. Esa
lectura tiene la antropóloga, docente y escritora de origen inglés Alison
Spedding, que radica en Bolivia y lleva pollera desde 1986. La primera vez se
la puso una amiga de las afueras de La Paz para que no sufriera frío en sus
tierras de pastoreo, a cinco mil metros sobre el nivel del mar, y desde
entonces la usa con libertad en la zona cocalera donde vive y suele quitársela
en la ciudad para dictar clases. La “chola gringa”, como aún la llaman, admite
que el uso de la pollera está mejor visto que hace veinte años. En los noventa,
cuando caminaba con pollera por la ciudad, era común que la insultaran,
mientras que hace poco, al verla recorrer una de las empinadas calles paceñas,
con sus 1.80 de altura que la distinguen no sólo de una chola, sino de
cualquier boliviano promedio, escuchó a un hombre decirle a otro: “Mirá, una
gringa de pollera, qué bien”. Cree que, si bien la efervescencia nacionalista
en el país tiende a celebrar lo cholo, su uso puede cambiar como todo en la
cultura popular. Lo que no cambia es el uso estratégico que ella le da a la
pollera y que, entre otras ventajas, le permite sentarse y orinar en cualquier
parte del campo, como lo hacen los hombres.
“Mujer Valerosa”
Juana Machaca, de 38 años,
chola vendedora de condimentos, saca de su bolsa de mercado el libro Golpe de
Estado y fascismo en Bolivia (2021), una compilación de Jaime Choque en cuya
portada aparece ella en medio de una cortina de gases lacrimógenos, gritando,
apuntando con una bandera boliviana y una pequeña wiphala amarrada a la cabeza
del mástil. La imagen, tomada el 13 de noviembre de 2019 por Natacha Pisarenko,
de la agencia de noticias AP, se convirtió en un icono de la resistencia
popular al gobierno transitorio de Jeanine Áñez, que sucedió en la presidencia
a Evo Morales el 12 de noviembre.
Natural de Viacha, a 37
kilómetros de La Paz, pero con una residencia compartida entre su pueblo y El
Alto, Juana había salido el 13 a protestar contra los excesos que sufrían a
manos de opositores y fuerzas represoras las mujeres de pollera que, como ella,
lloraban la caída de Evo. Lo menos que recibieron fueron insultos (el “chola de
mierda” que se creía extinto). Las desalojaron de plazas públicas. Las golpizas
y el encarcelamiento fueron las formas más efectivas de silenciarlas. Al
momento de ser fotografiada, estaba en el Paseo del Prado paceño, frente a unas
dependencias policiales desde las que les dispararon bombas de gas a ella y su
grupo de manifestantes. Vestía ropa de trabajo: una pollera verde con jaspes
que parecen salidos de un lienzo impresionista, una blusa de manga larga azul y
un mandil celeste floreado, de los hombros a los tobillos. Es casi el mismo
atuendo con el que la encuentro en esta mañana del 17 de agosto de 2021, Día de
la Bandera Boliviana.
Le pido tomarle unas fotos.
Acepta, sólo que antes debe producir su escenografía: de su bolsa saca las dos
banderas con que la fotografiaron y arrestaron el 13 de noviembre, la tricolor
republicana y la wiphala andina, ésa que “¡se respeta, carajo!”. Las amarra a
unas rejas y se coloca entre ellas. Antes de irse, ofrece rubricar mi libreta
con los timbres de sus organizaciones sociales que, a la manera de un notario,
emplea para legalizar con tinta azul los documentos que suscribe. Son cuatro,
casi tantos como las enaguas de una chola paceña. Dos certifican que es
“maestra mayor” de la Asociación de Comerciantes Minoristas de Condimentos de
Villa Remedios. Un tercero indica que es dirigenta de su barrio, Sagrado
Corazón de Jesús. Y el cuarto, que le sirve de tarjeta de presentación, lleva
grabada una réplica de su imagen del 13 de noviembre de 2019: una mujer de
pollera que resiste “de pie, nunca de rodillas”, empuñando la bandera tricolor
y la wiphala, rodeada por una leyenda que la define como “Mujer Valerosa”. Que
no deja de ser otro eufemismo para nombrar a la chola boliviana. Gato Pardo de
México (https://bit.ly/33MS7Zd)
A BOLSONARO SE LE ESCAPÓ
QUE CONOCIÓ A AÑEZ
El fallido ayuda a poner en contexto los muchos
viajes no registrados del avión presidencial boliviano a Brasilia. ¿Armas?
¿Funcionarios que escapaban? ¿Derechistas que se encontraban?
Página 12 de Argentina (https://bit.ly/33GlgFA)
Jair Bolsonaro reconoció
haberse reunido con la expresidenta boliviana Jeanine Añez, confirmando las
sospechas sobre el apoyo brasileño al golpe que derrocó al mandatario Evo
Morales. El posible encuentro puede ser la punta de una madeja donde se enredan
conspiraciones, vuelos clandestinos, fuga de ministros y tal vez la entrega
armas. En un acto aparentemente involuntario el capitán retirado y mandatario
afirmó: "la expresidente de Bolivia, Jeanine... estuve con ella una vez,
es una persona simpática que está presa". Para después agregar, con enojo,
"¿saben cuál es la acusación contra ella? (haber cometido) actos
antidemocráticos". Como hasta el momento no hay noticia de ningúna cumbre
oficial entre ambos, esta conversación ocurrió de manera secreta.
Según surge de esta
afirmación, para Bolsonaro atentar contra las instituciones es algo que no
debiera ser punido con el arresto de la exgobernante, la cual permanece
detenida en una cárcel de La Paz donde se apresta a enfrentar un nuevo proceso.
Lo que no dijo Bolsonaro es cuándo y dónde ocurrió el encuentro con la mujer
que gobernó de facto entre noviembre de 2019 y diciembre de 2020, cuando asumió
el presidente Luis Arce. En ese período de poco más de un año el avión
presidencial boliviano, que sólo puede decolar con la autorización de la jefa
de Estado o con ella a bordo, voló frecuente y clandestinamente a Brasil.
LA CONFESION
En algunos canales de
Youtube bolsonaristas al parecer se percataron sobre la gravedad de los dichos
del presidente sobre su cita con Añez, y los retiraron del aire. El comentario
presidencial, o mejor la confesión, podría ser puesto a consideración del
tribunal que a partir de esta semana comenzará a juzgar a Añez junto a los
antiguos jefes militares y policiales en el proceso denominado "Golpe de
Estado II".
Una ex alta funcionaria de
Morales y diplomática que actualmente se desempeña fuera de su país analizó, en
diálogo con Página 12 y a condición de anonimato, la conexión Brasilia-La Paz y
los elementos que ésta puede aportar al inminente nuevo juzgamiento.
"Considero que la declaración del presidente Bolsonaro es importante para este
juicio porque es una prueba más de que el gobierno de Evo Morales fue atacado
por una organización internacional, esto quiere decir que desde el exterior se
prestó ayuda a un golpe de Estado". Hay que aguardar la evolución de este
juicio oral, propone la ex funcionaria, pero "si Añez acepta que hubo esa
reunión, ella va a tener que explicar por qué no lo informó".
"La señora Añez está
siendo investigada por no haber llegado de forma constitucional al poder,
utilizando el camino de la violencia. El pueblo boliviano quiere que ella sea
investigada por las muertes que sucedieron para que ella llegue al poder",
continuó la diplomática.
AÑEZ, BIENVENIDA
La cita secreta de
Bolsonaro y Añez está en armonía con el respaldo público brindado por Brasilia
al movimiento que depuso a Morales. La madrugada del 13 de noviembre de 2019,
horas después de la jura de Añez, Brasil fue el primer país de la región en
felicitar al nuevo gobierno surgido "constitucionalmente". Añez llegó
al Palacio del Quemado junto al caudillo de Santa Cruz de la Sierra, Fernando
Camacho, apodado el "Bolsonaro de Bolivia", quien a mediados de 2019
había sido recibido por el canciller brasileño de entonces, Ernesto Araújo.
Tras la conversación, Camacho y Araújo se fotografiaron junto a la diputada
Carla Zambelli, de ardorosa estirpe bolsonarista.
Cabe mencionar que el golpe
boliviano no fue uno del nuevo tipo "blando", ya sea parlamentario o
a través de la "lawfare", como los que derrocaron a Dilma Rousseff en
2016 y al expresidente paraguayo Fernando Lugo en 2012. El de Bolivia fue en
los moldes clásicos con participación de policías y militares, guardando alguna
semejanza con los que desembocaron en las dictaduras de los años 60 y 70 hasta
hoy defendidas por el mandatario brasileño.
El apoyo brasileño al
régimen cívico-militar paceño continuó en 2020 con el propósito de construir
una hegemonía derechista regional, lo que incluyó el apoyo a los candidatos
Keiko Fujimori en Perú y Antonio Kast en Chile. Para eso era necesario impedir
el retorno del Movimiento al Socialismo de Morales a través de la candidatura
de Luis Arce, quien finalmente se impondría por un amplio margen en octubre de
2020. En este caso Brasil fue el último país importante que expresó sus
augurios al victorioso Arce, exministro de Economía y Finanzas durante las
administraciones de Morales.
VUELOS
Pagina 12 publicó en junio
de 2020, cuando Añez llevaba seis meses en el Palacio del Quemado, un artículo
firmado por Felipe Yapur sobre los "sospechosos y reiterados vuelos"
del avión presidencial Fuerza Aérea Boliviana 001, el FAB001, con destino a
Brasil. La investigación se basa en informaciones de a empresa estadounidense
de seguimiento de vuelos FlightAware.
En la lista de viajes a
Brasil constan varios a Brasilia donde podría haber ocurrido la reunión entre
Bolsonaro y Añez, a la que se refirió el excapitán durante una transmisión en
vivo por las redes sociales ocurrida meses atrás, cuando acusó a su rival, Luiz
Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores de "apoyar la vuelta
de la gente de Evo Morales en Bolivia".
El primer vuelo del FAB001
fue el 11 de noviembre de 2019 "luego de la caída del presidente Morales y
antes de la asunción de Añez", comenta la fuente boliviana consultada por
este diario. "Mi percepción es que el movimiento del avión del 11 de
noviembre es sumamente extraño, no sabemos si fue a llevar algo o a traer algo
de Brasil. Soy diplomática de carrera, cuando un presidente sale del pais tiene
que avisar y dejar al vicepresidente, y esto no ocurrió".
SENADOR CARVALHO
El senador brasileño
Rogelio Carvalho, del PT, no tiene dudas sobre la participación brasileña en la
conjura contra Morales. "De cero a diez, la chance de apoyo de Bolsonaro
al golpe es diez". Ante la consulta de este diario el congresista planteó
que "Bolsonaro le da todo el apoyo al cualquier gobierno que sea
antidemocrático o a las fuerzas políticas antidemocráticas".
Según Carvalho el Congreso
podría tomar cartas en el asunto y averiguar como fueron las relaciones de
Bolsonaro con con Añez y otras eventuales conexiones.
Una zona llena de
interrogantes que aún no respondidos es la frontera entre ambos países, de más
de 3.400 kilómetros de extensión, por donde habrian pasado recursos para el
movimiento sedicioso de 2019 y que pudo haber servido como zona de escape en
2020 para funcionarios de Añez como su ministro de Defensa Luis Fernando López
y el de Gobierno Arturo Murillo.
¿ARMAS?
La diplomática y
exfuncionaria de Morales recuerda que Murillo, tras haber pasado por Brasil,
fue preso en Estados Unidos por lavado de dinero y otros delitos vinculados a
la compra de armamento. Y sospecha que el extitular de Defensa, López, puede
estar escondido en Brasil. Nuestra fuente, que entrevistamos en agosto y
volvimos a consultar brevemente el domingo, vuelve a referirse a los viajes
clandestinos del FAB001 y destaca el realizado a fines de diciembre de 2020.
La fecha de ese vuele
coincide con la de un documento del Ministerio de Defensa boliviano en el que
se menciona que el 30 de diciembre se debe retirar una carga de
armamentos."Como simple ciudadana me pregunto, ¿El avión presidencial
estaba en diciembre en Brasil? Sí", "¿Hay un documento con el
membrete del Ministerio de Defensa del Estado Plurinacional de Bolivia que dice
que iba a haber una entrega de armamento en Brasil?. Sí. Es posible que en un
aeropuerto en Brasil se haga entrega de armas a otro país. ¿Esto es
normal?" indaga la ex funcionaria boliviana.
Y concluye proponiendo que
se investiguen los puntos de "contacto" que relacionan "Bolsonaro
diciendo que se reunió con Añez" con la posible "salida del país de
la expresidenta" y la supuesta "entrega de armamento en Rio".
IDEA PIDE A RELATOR
ESPECIAL DE LA ONU INVESTIGAR CASO DE ÁÑEZ
IDEA le pide al Relator Especial de la ONU que conozca
del caso de la expresidente Jeanine Áñez e informar sobre los abusos de poder
cometidos en su contra
Diario Las Américas de EEUU
(https://bit.ly/3FBlv1V)
Los exjefes de Estado y de
Gobierno participantes de la Iniciativa Democrática de España y las Américas
(IDEA), han solicitado al Relator Especial de Naciones Unidas conocer el caso
de la expresidente de Bolivia, Jeanine Áñez, encarcelada por el gobierno de
Luis Arce, del Movimiento Al Socialismo (MAS), el partido del expresidente Evo
Morales.
IDEA ha solicitado al
Relator Especial de la ONU conocer sobre la "independencia de magistrados
y abogados", relacionados con el caso de la exmandataria que asumió la
presidencia de Bolivia el 12 de noviembre, luego de la renuncia del entonces
presidente Evo Morales, tras las irregularidades en las elecciones
presidenciales de octubre, hallazgos determinados por la Organización de
Estados Americanos (OEA), a través de estudio pericial.
El relator de la ONU
anunció su visita a Bolivia. En ese contexto, IDEA le pide que "conozca
del caso de la exgobernante, conversar con ella, e informar sobre los abusos de
poder cometidos en su contra", dice la declaración firmada por los
expresidentes: Oscar Arias, Costa Rica; José María Aznar, España; Rafael Ángel
Calderón, Costa Rica; Laura Chinchilla, Costa Rica; Alfredo Cristiani, El
Salvador; Osvaldo Hurtado, Ecuador; Mauricio Macri, Argentina; Mireya Moscoso,
Panamá; Andrés Pastrana A., Colombia; Jorge Tuto Quiroga R., Bolivia; Miguel
Ángel Rodríguez, Costa Rica; y Juan Carlos Wasmosy, Paraguay.
"Ante el anuncio del
ministro de Gobierno boliviano, Eduardo del Castillo, en cuanto a que se dará
inicio al juicio contra la expresidenta por haber actuado contra la
Constitución Política del Estado, que contraría lo que en su momento declarara
el presidente Luis Arce como candidato, al reconocer la naturaleza
constitucional de la presidencia de transición que ejercía Añez, como petición
de principio hacemos presente lo siguiente: 'En una democracia representativa
es necesario que el ejercicio del poder se encuentre sometido a reglas, fijadas
de antemano y conocidas previamente por todos los ciudadanos, con el fin de
evitar la arbitrariedad. Este es precisamente el sentido del concepto Estado de
Derecho', ha dicho la Corte Interamericana de Derechos Humanos".
IDEA hace mención que
"la expresidenta Añez tiene derecho a gozar de un juicio en libertad como
al debido proceso y la tutela judicial efectiva, hacemos nuestra la otra
afirmación de la Corte: La separación del poder del Estado en distintas ramas y
órganos guarda estrecha relación con el propósito de preservar la libertad de
los asociados, bajo el entendido de que la concentración del poder implica la
tiranía y la opresión, …”. Y uno de los objetivos de dicha separación,
justamente, “es la garantía de la independencia de los jueces”.
LAWFARE A LA BOLIVIANA
Expreso de Perú (https://bit.ly/3rvC4Y2)
El martes 8 de enero de
2019, escribí en esta misma columna acerca del uso innoble de mecanismos
legales para destruir a un opositor, fenómeno que ha sido etiquetado como
lawfare, palabra que reúne dos vocablos anglosajones y que hoy se aplica a los
gobiernos que convierten a las instituciones públicas en puros, y muchas veces
impúdicos, instrumentos de acoso político, llegando incluso a manipular a la
opinión pública para predisponerla a favor de la persecución y de justificar
con ello la destrucción de toda discrepancia.
Esa vez tomé como ejemplo
el caso de Keiko Fujimori, acosada por veinte años de interminables
investigaciones fiscales y congresales y privada de su libertad por casi dos
años, sin que ella hubiera tenido jamás cargo público que le diera manejo de
recursos estatales, intervención en contrataciones de obras o servicios
públicos y, por último, sin estar siquiera vinculada a indicios de delito en la
esfera privada. La razón de ser de este acoso es evidente: su potencial
protagonismo político y luego su ya real condición de lideresa de una opción
política.
Esta vez vuelvo a tocar el
tema del lawfare, para referirme al caso de otra mujer política, la
expresidenta transitoria de Bolivia, Jeanine Áñez Chávez, privada de su
libertad en abuso de la detención preventiva, desde el 14 de marzo de 2021, por
supuestos actos de terrorismo, conspiración y sedición cuando ejercía como
segunda vicepresidenta del Senado de Bolivia y luego asume la presidencia de la
República ante la renuncia del reelegido Evo Morales.
Obviamente el acoso hacia
la expresidenta Áñez proviene de personajes del partido de Morales. Pese a que
la expresidenta Áñez permaneció en Bolivia luego de que en noviembre de 2020
culminara su periodo presidencial de apenas un año, la judicatura sustenta su
carcelería en supuesto peligro de fuga. El plazo inicial de cuatro meses de
detención fue ampliado a solicitud de órganos dependientes del gobierno
boliviano a cargo de Luis Arce, quien fuera por doce años ministro de economía
y finanzas de Morales.
Pese a que Arce asumió el
poder elegido con base en normas transitorias dictadas durante el mandato de
Áñez, a ella se le acosa bajo el supuesto de haber provocado un golpe de Estado
el 2019.
Es tal el ensañamiento que
una orden de amparo constitucional para que Áñez sea trasladada a un centro
médico privado ante el grave deterioro de su salud, ha sido incumplida por
burócratas del inpe boliviano.
¡Urge reclamar por la
inmediata libertad de Jeanine Áñez!
BOLIVIA PROHÍBE BITCOIN Y
LAS CRIPTOMONEDAS: POR QUÉ Y QUÉ PASA EN ARGENTINA
El Banco Central de Bolivia reitera su posición en
contra de las criptomonedas. Por qué prohibió Bitcoin y los criptoactivos; y
qué pasa en la Argentina.
Info Technology (https://bit.ly/3tCymOT)
El Banco Central de Bolivia
se pronunció una vez más en contra de Bitcoin y las criptomonedas y reiteró que
su comercialización está totalmente prohibida en todo el país. Esta semana, la
entidad gubernamental determinó mediante la Resolución de Directorio 144/2020
que todos los activos digitales como Bitcoin están terminantemente prohibidos.
Desde ese entonces, las
criptomonedas no pueden usarse, comerciarse ni negociarse a través del sistema
de pagos nacional y de entidades financieras ya que no son consideradas
"monedas de curso legal" en Bolivia.
"Las iniciativas
privadas relacionadas con el uso y comercialización de criptoactivos no podrán
ser operadas a través del sistema financiero boliviano. No operan con
autorización del Banco Central de Bolivia o de la Superintendencia de
Supervisión del Sistema Financiero", señalan.
Según explicó oportunamente
la entidad, las criptomonedas no tienen ningún marco regulatorio institucional
ni tributario que respalden su uso y su comercialización en Bolivia. Por tanto,
son totalmente ilegales.
Además, el Banco Central de
Bolivia explica que los activos digitales como Bitcoin tienen altos riesgos
para los inversores y considera que todos sus usuarios pueden ser víctimas de
ciberestafas porque "no son confiables".
"Como los
criptoactivos no son moneda de curso legal en Bolivia, el Banco Central de
Bolivia prohíbe su uso, así como su comercialización y compra, porque incurren
en riesgos potenciales de generar pérdidas económicas a sus operadores y
usuarios", declaró la esta semana.
En la Argentina todavía no
hay una regulación precisa ni marco regulatorio sobre las criptomonedas. Frente
a su auge en el mercado local, el Banco Central de la República Argentina y la
Comisión Nacional de Valores alertaron a todos los argentinos por posibles
"implicancias y riesgos" y señalaron que "no son dinero de curso
legal".
Por otro lado, la
Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) comenzó a recopilar
información sobre saldos en criptomonedas, operaciones y movimientos en cuentas
de exchanges locales como SatoshiTango, Buenbit, Ripio, Lemon Cash, entre otras
plataformas.
Precisamente, la AFIP tiene
información sobre los movimientos, el monto total de ingresos o egresos en
criptomonedas y de dónde ingresó el capital (si desde un banco o en efectivo) y
el saldo mensual de las cuentas en pesos, en moneda extranjera y en
criptomonedas.
En este contexto, cada vez
más argentinos se vuelcan a billeteras digitales descentralizadas y plataformas
que no residen dentro de la Argentina y por tanto, no el organismo de
recaudación no tiene información sobre sus movimientos financieros e
inversiones en criptomonedas.
Por ejemplo, las más
populares son FTX, Binance, Defiant, Metamask, Trust Wallet, entre otras; y
para comprar y vender criptomonedas "fuera del radar" prefieren
hacerlo cara a cara o mediante foros de la comunidad cripto argentina.
5G AMERICAS SUSCRIBE
ACUERDO DE COOPERACIÓN CON FUNDETIC BOLIVIA
Por medio del convenio, ambas organizaciones se
comprometieron a trabajar en el desarrollo de espacios de diálogo durante 2022
para promover la adopción integral de nuevas tecnologías en el marco de
procesos de digitalización en Bolivia.
Brecha Cero de Uruguay (https://bit.ly/3FxqvVi)
5G Americas, la asociación
de la industria y la voz de 5G y LTE para las Américas, suscribió un acuerdo de
cooperación con la Fundación para el Desarrollo de las Tecnologías de
Información y Comunicación en Bolivia, Fundetic Bolivia, con el fin de
intercambiar información y experiencias de valor para ambas partes.
Fundetic Bolivia es una
institución sin fines de lucro con sede en la Paz, Bolivia, que promueve el
desarrollo de las TIC en todos los sectores y campos de la vida económica y
social. Su misión es ser un agente tractor de innovación y socio tecnológico de
las instituciones públicas y empresas para promover la incorporación de
tecnología a los procesos de negocio y hacerlas más competitivas, así como
también impulsar una labor de observatorio de las tendencias tecnológicas
futuras.
Por su parte, 5G Americas,
con base en Bellevue, Washington (Estados Unidos), centra sus esfuerzos en
promover y abogar por el avance y las capacidades plenas de las tecnologías
inalámbricas avanzadas a lo largo de las redes, servicios, aplicaciones y
dispositivos conectados de manera inalámbrica en el ecosistema de las Américas.
El acuerdo entre 5G
Americas y Fundetic Bolivia establece compromisos de cooperación para el
desarrollo de espacios que conduzcan a la promoción e impulso de las TIC en ese
país, como la realización de foros de discusión.
En ese marco se confirma
que ambas organizaciones colaborarán en el desarrollo conjunto de los
siguientes eventos para 2022:
Foro de Gobierno Digital –
(marzo)
Seminario 5G (abril)
Celebración del Día de
Internet- (mayo)
III Foro Internacional de
Ciudades y Territorios Inteligentes – (julio)
A través de estas
actividades se espera generar análisis en torno al panorama actual de
despliegue de nuevas tecnologías como la de 5G y su impacto económico y social.
Asimismo, se busca propiciar el diálogo sobre los desafíos de digitalización
que enfrentan los países de América Latina y que demandan la planificación y
ejecución de políticas públicas que disminuyan la brecha de acceso y uso de las
TIC.
Al respecto, Luis Sergio
Valle, Presidente Ejecutivo de Fundetic Bolivia, aseguró que este acuerdo busca
propiciar espacios de diálogo para el análisis y la reflexión sobre temas tan
importantes como la implementación de 5G en el país, el diseño y actualización
de los marcos normativos en materia de telecomunicaciones y la visibilización
de casos éxitos y buenas prácticas en la región, que permitan al país avanzar
de una forma decidida a la era de la modernidad a través del uso de las TIC, la
innovación y las telecomunicaciones.
El acuerdo con Fundetic
Bolivia es un paso acertado en la gestión que lidera 5G Americas en la región,
así lo considera José Otero, vicepresidente de 5G Americas para América Latina
y el Caribe: “Este tipo de convenios son importantes porque permiten
cuestionarnos como sociedad cómo será la inclusión de la ciudadanía a las
nuevas tecnologías, las ventajas digitales a las que tendrán acceso y de qué
manera podrán beneficiarse, más allá de aspectos técnicos y de infraestructura.
El punto clave será el acceso a la conectividad e innovación para los
habitantes, y creo que es allí donde la discusión sigue siendo pertinente”,
precisó.
Acerca de Fundetic Bolivia
Fundetic Bolivia es una
institución sin fines de lucro, de derecho privado con personalidad jurídica
propia y plena capacidad administrativa y técnica, que tiene como objetivo
principal “Promover y estimular actividades relacionadas con el desarrollo de las
TIC, en todos los campos de la vida económica y social, que conduzcan al
impulso y fortalecimiento de la Sociedad de la Información y el Conocimiento en
Bolivia”; con sede en La Paz, Bolivia.
Acerca de 5G Americas: la
voz de la 5G y LTE en las Américas
5G Americas es una
organización de la industria compuesta por proveedores de servicios y
fabricantes líderes de la industria de las telecomunicaciones. La misión de la
organización consiste en facilitar y promover el avance y la transformación de
la tecnología LTE, 5G y posteriores en todo el continente americano. 5G
Americas está abocada al desarrollo de una comunidad inalámbrica conectada al
tiempo que lidera el desarrollo de la 5G en toda América. 5G Americas tiene su
sede en Bellevue, Washington. Encontrará más información en el website de la
asociación, en Twitter y LinkedIn .
Los miembros de la Junta
Directiva de 5G Americas son Airspan Networks Inc., Antel, AT&T, Ciena,
Cisco, Crown Castle, Ericsson, Intel, Liberty Latin America, Mavenir, Nokia,
Qualcomm Incorporated, Samsung, Shaw Communications Inc., T-Mobile US, Inc.,
Telefónica, VMware, y WOM.
APROMES SELLA UN ACUERDO
CON LA ASOCIACIÓN BOLIVIANA ABOCOSER
Grupo Aseguranza de España (https://bit.ly/33HzvtJ)
Apromes prosigue con su
plan de desarrollo internacional en Iberoamérica y acaba de firmar un convenio
con la Asociación Boliviana de Corredores de Seguros y Reaseguros (Abocoser),
mediante el cual impulsarán la colaboración mediante el intercambio de
experiencias en cuanto a normativas y formación actualmente desarrolladas en
España y Bolivia.
Además, a través de Aula
Apromes, la estructura de formación nacida en el año 2004, aquellos asociados
de Abocoser que lo deseen podrán acceder a los diversos cursos que actualmente
se imparten online desde España.
La firma del convenio se
realizó de manera virtual por parte de Javier García-Bernal, presidente de
Apromes, y Jorge Suxo, presidente de Abocoser.
Tras la firma de este nuevo
acuerdo Apromes mantiene relaciones bilaterales con las asociaciones Adocose
(República Dominicana), Conalprose (Panamá), Clube Vida Em Grupo (Brasil) y
AAPAS (Argentina). Y trabaja en estos momentos, se trabaja para abrir también
relaciones bilaterales en Costa Rica.
DETENIDO TRAS SUPUESTAS
AMENAZAS DE MUERTE A LOS CASEROS DE UNA FINCA RURAL DE SU PADRE
Publimetro de México (https://bit.ly/3Ig2xQ2)
La Policía Nacional ha
detenido en Granada a un varón de nacionalidad española y 37 años, con
numerosos antecedentes policiales, como presunto autor de un delito de amenazas,
tras «romper una ventana con un hacha y haber intimidado verbalmente, con el
anuncio de su muerte y el incendio de su casa», a una pareja de ciudadanos
bolivianos que se encontraban trabajando como caseros de una finca rural
propiedad del padre de dicho detenido.
Según ha informado la
Policía Nacional en una nota de prensa, los hechos comenzaron poco antes de las
tres de la tarde, momento en el que una dotación policial fue enviada por el
091 hasta una finca rural situada en la Vega de Granada donde, al parecer, el
hijo del propietario de la finca se encontraba «blandiendo un hacha e
intimidando a los caseros».
Una vez en el lugar los
agentes localizaron a una pareja de bolivianos, hombre y mujer, en compañía de
un bebé de corta edad, los cuales se encontraban al cargo del cuidado de una
finca rural, lugar donde también tienen su residencia. Dichas personas manifestaron
que, momentos antes, se había presentado allí el ahora detenido, hijo del
propietario de la finca, el cual habría comenzado a intimidarles verbalmente
anunciando su intención de «enviar a unos conocidos suyos para que incendiasen
su casa con ellos dentro», y «aseverando que iba a acabar con la vida de todos
ellos».
Igualmente dicha persona,
sirviéndose de un hacha, habría manifestado «un comportamiento violento y
agresivo», llegando a romper con dicha herramienta el cristal de una de las
ventanas de la vivienda. Además, el detenido habría intentado quitarle a la
mujer de la pareja el teléfono móvil de la mano con la clara intención de
«evitar que esta se comunicase con nadie y solicitase auxilio». Por otra parte,
las víctimas comunicaron a los agentes que esta misma persona, en días
anteriores, había quemado su pino navideño e incendiado varios troncos usando
gasolina.
Finalmente, el presunto
autor de los hechos, fue localizado en el interior de la finca, detenido y
trasladado hasta las dependencias policiales. Dicha persona ya ha sido puesta a
disposición de la autoridad judicial.
EL MOLNUPIRAVIR, EL
ANTIVIRAL CONTRA LA COVID, COMIENZA A VENDERSE EN BOLIVIA
Swissinfo de Suiza (https://bit.ly/3Keenfo)
El antiviral molnupiravir
se comenzará a comercializar desde este martes en Bolivia para tratar los casos
leves y moderados de la covid-19, informó este lunes la farmacéutica local que
lo importará al país.
El medicamento, que se
venderá con el nombre de Molmed 400, fue aprobado por la Agencia Estatal de
Medicamentos y Tecnologías en Salud (Agemed), explicó a Efe Ronald Reyes, el
gerente general de Droguería INTI, que hizo las gestiones para traerlo a
Bolivia.
La farmacéutica boliviana
inició los trámites en noviembre pasado, cuando la multinacional Merck Sharp
& Dohme (MSD) liberó la patente de este medicamento "para que se pueda
comercializar en todas partes del mundo a través de franquicias de
fabricación", indicó Reyes.
Tras conseguir un proveedor
certificado, se hicieron las gestiones ante la Agemed y desde esta semana se
comenzará a vender en el país, señaló.
"Mañana (martes) ya va
a estar disponible en las cadenas de farmacias para que pueda ser vendido a
través de receta médica a personas que estén con diagnóstico positivo de
covid-19", sostuvo Reyes.
Las pruebas en tercera fase
realizadas sobre este producto mostraron que quienes tomaron molnupiravir no
requirieron hospitalización "y el índice de muerte se ha reducido a un 50
%", según el gerente de INTI.
El tratamiento debe
iniciarse tan pronto la persona confirme que está contagiada y se toma durante
cinco días, dos cápsulas cada doce horas, explicó.
Según Reyes, lo que hace el
fármaco es evitar que el virus se replique en el organismo, logrando que baje
su carga viral, por lo que el paciente "ya no va a contagiar a la
familia".
"Esto está minimizando
que los contagios se repliquen y que el virus se propague en el cuerpo del
paciente", destacó.
También remarcó que el
producto "no se lo toma como un tema preventivo", pues es solamente
para personas cuyo contagio ha sido confirmado con una prueba de laboratorio.
JUANA AZURDUY Y MANUEL
PADILLA, UNA LUCHA SIN CUARTEL
“El misterio
del amor es mayor que el misterio de la muerte”, escribió Oscar Wilde. Y si ese
amor pone a correr la historia el misterio adquiere dimensión colectiva. Con
Juana Azurduy y Manuel Padilla, Télam da comienzo a una serie de historias de
enamoramiento que marcaron a fuego la memoria
El Ciudadano de Chile (https://bit.ly/33lP4HW)
Qué otra cosa es el amor
que Libertad, Igualdad, Fraternidad. Qué otra cosa unió a Juana y a Manuel. Qué
otra cosa hizo que juntos dieran lucha sin cuartel a los realistas, resignando
una vida acomodada, sufriendo la muerte de cuatro de sus cinco hijos y
perdiendo la cabeza: por amor y porque los españoles exhibieron la de Manuel en
una pica después de que este muriera en combate.
Juana Azurduy nació en
Toroca, hoy Bolivia, el 12 de julio de 1780. Su madre, Eulalia Bermúdez, era
una mestiza proveniente de Chuquisaca. Su padre, Matías Azurduy, era un
hacendado de raza blanca, propietario de tierra y de buena posición económica.
Juana trabajó la tierra con su padre y creció entre quichuas y aymaras. Tenía
siete años cuando murió su madre. Perdió a su padre en un duelo, poco después.
Su crianza y formación se repartiría entre tías, monjas y conventos.
A Juana y Manuel los unía
el amor. Y también el espanto. La represión de los realistas contra los
revolucionarios era impiadosa
Manuel Ascencio Padilla
nació en Chiprina, actual Bolivia, el 26 de septiembre de 1774. Hijo de un
hacendado vivió en el campo casi toda su juventud. Se enroló en el ejército y
estudió derecho en la Universidad de Chuquisaca. Adhirió a los ideales
independentistas y revolucionarios, tuvo a Juan José Castelli como referente, y
desde Cochabamba se sumó a la Revolución de Mayo y reconoció a la Primera Junta
formada en Buenos Aires.
Juana tenía 25 años cuando
en 1805 conoció y se casó con Manuel, que tenía 31 y había abandonado sus
estudios para contraer enlace. Ambos adhirieron a los ideales que la Revolución
Francesa sintetizó en Libertad, Igualdad y Fraternidad. Juntos participaron del
primer grito de Libertad en América del Sur: la revolución de Chuquisaca que el
25 de mayo de 1809 depuso al gobernador realista y organizó una junta de
gobierno popular. Los españoles recuperaron el poder en enero de 1810. Desde
entonces Juana y Manuel lucharon sin cuartel contra los realistas.
Guerras y guerrillas
A Juana y Manuel los unía
el amor. Y también el espanto. La represión de los realistas contra los
revolucionarios era impiadosa: “…hombres y mujeres sacrificados con ferocidad
implacable…”, escribió Manuel. La pareja fue apresada por los españoles que
habían recuperado el poder en Chuquisaca, sus bienes confiscados, sus cuatro
hijos (Manuel, Mariano, Juliana y Mercedes, más tarde llegaría Luisa)
conocieron demasiado pronto la pena y el exilio.
Juana, Manuel y sus hijos
se convirtieron en fugitivos, en guerreros, en parias. Pero siguieron luchando.
Formaron “Los leales”, organización que se sumó a la lucha independentista.
Juana se destacaba por su valentía y liderazgo. Llegó a reclutar 10.000
combatientes entre criollos e indígenas. Ella misma se encargó de la formación
militar. El contingente tendría una actuación destacada en la Batalla de
Ayohuma, aunque fue derrota. En reconocimiento, Manuel Belgrano obsequió a
Juana su espada.
Las derrotas provocan
huidas, pérdidas, necesidad. Juana, Manuel y sus hijos pasaban frío y hambre.
Se sentían cada vez más débiles. Ella se refugió con los chicos en los pantanos
del valle de Segura. Él volvió al combate, a la guerra de guerrillas. Manuel y
Mariano se enfermaron de malaria y murieron. Su madre cavó dos fosas
elementales, sola, con sus propias manos. Después fue a buscar a buscar, a
quienes había dejado al cuidado de los indios. Las encontró cautivas de los
realistas. Encadenadas a una cama. Mató a sus captores. Huyo con sus hijas.
Juana y Manuel emprendieron
la huida cargando a sus hijas. La travesía era larga y penosa. Juliana y
Mercedes enfermaron. Primero tuvieron fiebre. Después se abrió paso la muerte,
otra vez con la guadaña en forma de malaria. Juana y Manuel gritaron al cielo,
aunque allí ya no hubiera nadie para escucharlos. A veces el dolor llega en
lágrimas de llanto, a veces en un grito que quita la voz. Otras en odio,
venganza, aniquilamiento. Juana y Manuel ya no tendrían
Una pica y dos cabezas
Todavía con el dolor a
cuestas. Todavía con esa cuota de esperanza que tienen quienes nunca dejan de
luchar. Todavía con todos esos años que pesaban como siglos sobre el corazón,
Juana y Manuel tuvieron otra hija: Luisa. Pero el destino de la guerra se
ensañaba, a la muerte le gustaba demasiado andar por aquellos cerros, cruzar
esos ríos.
Con su beba recién nacida
en brazos Juana fue atacada. Querían robarle el cargamento. Y también la mula.
El sable hábil esquivó la muerte. Juana, Luisa y al mula sólo se detuvieron en
las aguas de río bravo. Pero el animal nadó. Nadó con Juana y su beba al
hombro. Hasta la orilla. Hasta que estuvieron a salvo. Luisa, al igual que sus
hermanos, iría a vivir con los indios mientras sus padres seguían peleando con
el español.
El 3 de marzo de 1816 Juana
atacó al ejército realista al mando de treinta jinetes, muchos de los cuales
eran mujeres. Arrebató a los enemigos sus símbolos, recuperó fusiles. Cincos
días más tarde avanzó sobre el Cerro Potosí, símbolo del despojo español en
América. Sus hazañas la convirtieron en teniente coronel por decreto firmado
por Juan Martín de Pueyrredón en Buenos Aires.
Una vez en la plaza Juana
tomó la cabeza de Manuel, que estaba llena de gusanos y picoteada por los
cuervos, y la llevó hasta la iglesia de La Laguna
En septiembre de ese mismo
año Juana y Manuel se batieron con los españoles en la batalla de La Laguna.
Las tropas, comandadas por Manuel, fueron superadas por los realistas.
Regresaron desordenadamente al santuario del río, donde los esperaba el resto del
contingente, con su mujer al frente. Pero los realistas llegaron hasta allí.
Juana resultó herida por dos proyectiles en una pierna y en el pecho. Manuel
fue asesinado. Juana pudo escapar, aun desangrándose. A Manuel lo degollaron
con el filo de un puñal. Su cabeza fue exhibida en una pica junto a la de una
mujer: una amazona que fue ejecutada porque sus verdugos confundieron con
Juana.
Los honores y la lucha
Juana quiso volver por
Manuel y no la dejaron. Las heridas de la batalla y las condiciones en que se
daría un nuevo enfrentamiento no se lo permitían. Sin embargo, tiempo después
ella se salió con la suya. Llegaría a la plaza de La Laguna para recuperar los
restos de su marido.
Reclutó más de un centenar
de hombres, la mayoría de ellos pertenecientes a pueblos originarios. A ellos se sumaron cien amazonas. Entraron a
sangre y fuego al pueblo. Una vez en la plaza Juana tomó la cabeza de Manuel,
que estaba llena de gusanos y picoteada por los cuervos, y la llevó hasta la
iglesia de La Laguna, donde la depositaron en el altar y celebraron una misa
con honores.
En 1962, cien años después
de su muerte, los restos de Juana Azurduy fueron exhumados y trasladados a un
mausoleo construido en la ciudad de Sucre, Bolivia. En 2009 fue ascendida a
Generala del Ejército argentino y mariscal de la República de Bolivia.
El homenaje, aunque tardío,
fue justo. El Libertador Simón Bolívar dijo en referencia a Juana Azurduy y
Manuel Padilla: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje, sino
Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”.
Todo estuvo teñido de
sangre y muerte. La ocupación del pueblo y la recuperación de los restos de
Manuel dieron lugar a una de las matanzas más crueles (todas las matanzas lo
son) de las guerras por la independencia. Todos los soldados realistas que
enfrentaron a Juan y su ejército fueron asesinados. Las calles quedaron teñidas
de rojo.
Lo que siguió fue la vida
sin Manuel. La lucha y el amor del caudillo salteño Martín Miguel de Güemes, la
muerte de éste también en el campo de batalla, el regreso a Chuquisaca junto a
su hija Luisa con cuatro mulas y cincuenta pesos para el viaje.
Vivió el resto de lo que le
quedaba de vida sin el reconocimiento que merecía. Terminó sus días en Jujuy.
Pobre, sola, aguerrida. Falleció a los 81 años (fue enterrada en una fosa
común), un 25 de mayo de 1862. No podía ser de otra manera. Era el día de la
Patria.
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