BOLIVIA Y DOS APRENDICES DE BRUJO
Morales quiso creer que “el hermano Lucho” sería un presidente
instrumental, ignorando que la historia regional está llena de abnegados
segundos que se ponen respondones cuando asumen el primer lugar.
El lunes pasado los bolivianos vieron y escucharon una dura crítica
pública contra Evo Morales, propinada por el comandante en jefe del Ejército,
general Juan José Zúñiga. Ante el revuelo natural, el evismo contraatacó
exigiendo la renuncia del alto oficial deliberante y el martes el Presidente
Luis Arce dijo haberla pedido, aunque no quedó muy claro. Esta fue la previa de
lo que sucedería tres días después.
La escena principal del jueves, captada en vivo y en directo, mostró la
Plaza Murillo copada por un centenar de soldados con uniforme de combate, una
decena de tanquetas estacionadas frente al Palacio Quemado -sede del gobierno-,
uno de los cuales subió a la calzada para abrir la puerta. Digo “abrir” y no
“derribar” pues su conductor la impactó
con un golpe leve, para no dañar su marco. Por ahí entró el general Zúñiga, con
uniforme de andar por casa, sin casco ni escolta armada, para luego salir
escoltado por el presidente Luis Arce. En ese escenario, literalmente en la
puerta de calle, ambos protagonizaron un diálogo asimétrico. El presidente,
invocando su jerarquía constitucional de capitán general, ordenó al general
retirar soldados y blindados, mientras
el interpelado lo escuchaba en posición firme, emitiendo monosílabos y
masticando chicle. La secuencia terminó con Zúñiga retirándose a bordo de un
vehículo militar.
A ello siguió una segunda secuencia en la cual el militar aprovechó
algunos micrófonos al paso para criticar la democracia vigente, pedir cambios
en el gabinete y, además, la liberación de los presos políticos militares y
civiles (entre los cuales el opositor Fernando Camacho y la expresidenta
Jeanine Añez). Luego -en paralelo-, Arce anunció la destitución de Zúñiga y
tomó juramento a tres nuevos comandantes en jefe. El del Ejército ordenó de
inmediato la vuelta a sus unidades de tropa y blindados.
La secuencia final mostró a Zúñiga detenido. A sabiendas de su
destitución consumada, “reveló” entonces que la escena principal fue un montaje
a pedido del presidente Arce. Este quería levantar su decaída popularidad no
con un autogolpe, sino con un golpe de efecto. De ser así, lo del jueves fue
sólo un simulacro mal preparado y peor escenificado. De inicio pareció un
remake del luctuoso “tanquetazo” chileno de 1973, pero luego comenzó a evocar
las guerras de Gila. Ese notable
humorista español que llamaba al enemigo por teléfono para pedirle que atacara
después del fútbol.
El peligro real -al menos en la coyuntura- no estuvo en un retorno al
golpismo militar boliviano, sino en la guerra a muerte entre
el triple expresidente Evo Morales y su «hermano presidente Lucho».
Poder sin alternancia
La irresistible ascensión de Morales al poder, a inicios del milenio,
fue fruto de una inédita conjunción de
factores. Entre ellos su etnia originaria, su liderazgo cocalero, las lecciones
de su ideólogo Álvaro García Linera (AGL), el patrocinio del castrochavismo, la
endeblez crónica de la democracia y
¡ojo! la comprensión de los militares de que su profesionalidad era antagónica
con el ejercicio del poder político.
A la sazón Bolivia había tenido cinco presidentes constitucionales en un
quinquenio y un solo Morales que incidió en la caída de todos. Por lo mismo en
su Movimiento al Socialismo (MAS) comenzó a ser percibido como el único líder
capaz de dar al país la estabilidad indispensable. Elegido presidente en 2006,
lo consiguió por casi una década, aunque al costo de un autoritarismo
incremental, tributario de su admiración por Fidel Castro y Hugo Chávez.
Con ese talante, el “primer presidente indígena” consiguió aprobar en
2009 una Constitución plurinacionalista sin consenso, cuyo señuelo popular era recuperar “la
cualidad marítima” perdida en la Guerra del Pacífico. Aunque aspirando al poder
vitalicio, aceptó -como concesión táctica- que
se limitara a dos períodos continuos. Suponía, seguro, que la
recuperación del mar lo consolidaría como gobernante inamovible.
Aquello fue su talón jurídico-político de Aquiles. Complicado con su
promesa marítima y con Bolivia en crisis tras una bonanza económica, asumió un
tercer e inconstitucional período. De manera compensatoria, muertos ya en el
poder Castro y Chávez y estimulado por un sector del Grupo de Puebla, comenzó a
asumirse como el tercer gran líder de la región. Sobre esa base egocéntrica se
preparó para un cuarto período. Explicó que ser candidato era su derecho humano
y que el pueblo lo exigía. Entretanto
recibió el garrotazo de un fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ)
contrario a su pretensión de negociar
con Chile una salida soberana al mar.
Tras una elección accidentada, amañada y denunciada, proclamó su
victoria para un nuevo período, pero hasta ahí no más llegó. Hubo disturbios en
las calles con muertos y heridos, la Policía se negó a reprimir a la oposición
y la cúpula militar le aconsejó que renunciara. Ante tan sutil rechazo de la
fuerza legítima del Estado, debió escapar al exilio mexicano, con escala
técnica en la Argentina kirchnerista. El avión lo puso AMLO.
Guerra entre hermanos presidentes
Para mantener la continuidad institucional, asumió como presidenta
interina Jeanine Añez quien, en menos de un año, revocó políticas importantes
de su predecesor y convocó a elecciones. Dada la hegemonía del MAS, las ganó
Luis Arce, durable exministro de Economía del líder exiliado. En el cortísimo
plazo, a instancias del evismo, Añez fue procesada y hoy sigue en prisión.
En esas circunstancias Morales quiso creer que “el hermano Lucho” sería
un presidente instrumental, ignorando que la historia regional está llena
de abnegados segundos que se ponen
respondones cuando asumen el primer lugar. Arce no fue una excepción. Así, en
la misma medida en que se autonomizaba de su exjefe, éste iniciaba una loca
carrera para recuperar el poder perdido, con plataforma en sus incondicionales
del MAS y en sus excolegas del Grupo de Puebla.
El objetivo primero de Morales fue desacreditar las políticas de Arce
para ambientar ante el MAS la acusación de traición. En paralelo, ignorando el
fallo adverso de la CIJ, reiteró su promesa de “devolver el mar” a los
bolivianos. Esta vez lo haría interviniendo las políticas de Chile y el Perú,
con base en su proyecto Runasur por una América Latina plurinacional. Para esto
contaba con el apoyo del entonces presidente peruano Pedro Castillo, ahora en
prisión.
En el corto plazo los chilenos rechazaron rotundamente un proyecto de
Constitución plurinacional, con base principal en las tesis del ideólogo de
Morales. Por su parte, los peruanos
denunciaron Runasur como una injerencia inadmisible, orientada a dividir
su país. Luego lo declararon persona non grata, por su insólito protagonismo en
“estallidos” luctuosos en el sur peruano, con vistas a la secesión de Puno.
Tras ese segundo fracaso, AGL quiso alertarlo. Le dijo, seguro, que sus
acciones podían dividir al MAS y que la aventura peruana había puesto en riesgo
la política exterior del “hermano Lucho”. Pero, su asesorado ya no era
asesorable y AGL sólo consiguió ser estigmatizado como un “nuevo enemigo”.
A esa altura quedaba claro que Arce era la presa a abatir y que Morales
no concebía la existencia de vida
después del poder presidencial.
El impacto militar
Morales nunca entendió que Castro
y Chávez murieron en olor de poder no sólo por sus habilidades políticas, sino
porque tenían ejércitos propios. Desde su rusticidad, creyó que podía tener una
fuerza armada similar mediante simples actos administrativos. Paradigmático fue
su decreto de 2010 por el cual ordenó cambiar el lema de las Fuerzas Armadas
bolivianas “Subordinación y Constancia” por el lema “Patria o muerte,
venceremos”. Como era previsible, esto provocó un serio malestar en los
militares con autoestima institucionalista. Para ellos era vejatorio asumir un
lema castrista, levantado en Bolivia por el Che Guevara, enemigo vencido,
apresado y ejecutado por soldados bolivianos.
Morales entendió, entonces, que en las Fuerzas Armadas predominaban los
mandos «conservadores», que no querían
«descolonizarse» ni cambiar las doctrinas internas de la institución. Como
alternativa buscó construir milicias armadas con chapa de grupos de autodefensa
gremial, a semejanza de los “ronderos” peruanos. Con ello sólo logró
profundizar el rechazo de las cúpulas militares, siempre opuestas a cualquier
tipo de ejército paralelo.
Por lo señalado, en la guerra Morales-Arce éste tiene una ventaja
relativa, pues los militares no pueden favorecer a Morales. Pero, como
contrapartida, la supuesta complicidad de Zúñiga con Arce les dice que tampoco
pueden comprometerse políticamente con un gobierno del MAS.
Visto así el tema, el balón político está rodando hacia las bases y
cuarteles. Entre Morales y Arce han colocado a los militares bolivianos ante
tres opciones básicas: apoyar a una u otra facción política, promover un
gobierno híbrido como el que instalara el uruguayo Juan María Bordaberry en
1973 o gobernar directamente como en el pasado.
Todas estas opciones implican una ruptura con la vocación profesional y
sólo pueden garantizar un futuro luctuoso.
En memoria de Jota Jota
Cruzando esas percepciones con
datos de la memoria, recuerdo una cena de pocos en mi casa, en 1972, con el general y expresidente boliviano Juan
José Torres (conocido como “Jota Jota”). Militar considerado revolucionario,
estaba exiliado en Chile tras ser
derrocado por el general Hugo Banzer, considerado conservador. Jota Jota
nos hizo entonces un briefing muy franco sobre la historia militar de su país,
su experiencia como político castrense y los problemas de su relación con los
políticos civiles. De las notas que luego tomé, rescato sus siguientes
afirmaciones:
El MNR (Movimiento Nacional Revolucionario), liderado por Víctor Paz
Estenssoro, cometió el error de no ocuparse de la educación militar. Pretendió
cambiar la mentalidad de los oficiales por una simple afiliación al partido.
La educación impartida en el Colegio Militar era desclasante y
aristocratizante.
El contacto con políticos cultos y profesionales, como el mismo Paz
Estenssoro, revela que los revolucionarios civiles son antimilitares.
La idolatría universitaria por el Che Guevara contagió a algunos
oficiales.
Vestir el uniforme es como “una puerta que se cierra desde los dos
lados, civil y militar”.
Poco después Jota Jota cambió su exilio a Buenos Aires, donde fue
asesinado el año 2006, por agentes del Plan Cóndor. Valga su recuerdo para
comprender hasta qué punto la guerrilla política boliviana puede sepultar su
sistema democrático y convertir a Morales y Arce en nuevos aprendices de brujo.
Líbero de Chile (https://acortar.link/YaXIJl)
HUGO CARVAJAL: "LUIS ARCE Y EVO MORALES MANTIENEN UNA LUCHA
DESCARNADA POR EL PODER"
El ex ministro de Educación de Bolivia considera que la "mala"
gestión económica del gobierno "va a generar conflictos sociales"
La Razón de España (https://acortar.link/zgFtdU)
El sociólogo Hugo Carvajal (Tarija, Bolivia 1953) está convencido de que
el intento de golpe militar para derrocar al presidente Luis Arce fue "un
montaje bochornoso" orquestado desde la propia oficina del jefe del Estado
boliviano para detener su caída de popularidad y desviar la atención ante la
crisis económica que sufre el país. Carvahal, que fue presidente de la Cámara
de Diputados y ministro de Educación del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada,
responde a la LA RAZÓN vía telefónica.
Así es. Fue un montaje de un espectáculo bochornoso que no creo que
pueda ser concebido como algo serio porque para hablar de golpe de estado tiene
que haber un mínimo de coordinación de las Fuerzas Armadas, cosa que no se dio
ni se pudo vislumbrar en la acción del comandante del Ejército general Zúñiga.
La única coordinación fue con el presidente de la República con el fin de darle
un oxígeno político y frenar la caída libre que tiene en popularidad, con una
situación muy deteriorada a nivel político y económico. Este libreto de
actuación también se ha visto en Ecuador y Venezuela con el mismo objetivo de
recuperar la iniciativa política.
¿Cuál es la disputa entre el presidente Luis Arce y el ex presidente Evo
Morales, antaño aliados estrechos en el gobierno?
Es una disputa de poder, no se trata de una diferencia ideológica ni
política, lo que se percibe es una lucha descarnada y cruda por el poder y no
para beneficio de los bolivianos sino para acceder al botín, a las migajas del
botín porque ese botín ya fue despilfarrado en parte por Evo Morales cuando
Arce era precisamente ministro de Hacienda.
¿Qué apoyo tenía Zúñiga dentro del Ejército?
No se movió ni una sola guarnición militar excepto la que corresponde a
la comandancia general del ejército que él movilizó. El general Zúñiga era un
acolito de Arce y estaba totalmente supeditado a las Fuerzas Armadas y al
presidente de la república. Él no llegó al puesto por méritos sino por
confianza política del presidente; además, estaba a punto de pasar a la
reserva. Zúñiga abrió el fin de semana una disputa política -algo que no podría
hacer al ser parte de las fuerzas armadas- contra Evo Morales, lo que mostró
que ya se había comenzado a armar un tejido de complicidad entre el presidente
y él mismo.
¿Cómo ha sido la gestión de Luis Arce?
La gestión de Arce está dejando mucho que desear, nos está metiendo en
un pozo profundo y oscuro porque ha dejado al país sin reservas monetarias, ha
descapitalizado económica y técnicamente a la principal empresa petrolera del
país. Bolivia ha pasado de ser exportador a importar gasolina y diésel; no hay
inversión directa en el país y no ha detenido el déficit fiscal que desató en
2014 cuando él era ministro de Hacienda. Todo esto va a generar conflictos
sociales. La ultima encuesta dice que ha bajado en el índice popularidad desde
el 55% que tuvo cuando llegó a la presidencia al 28%.
¿Podrá presentarse Evo Morales a las presidenciales de 2025?
Evo Morales no puede presentarse porque ya fue presidente dos veces y la
Constitución prohíbe más de dos mandatos. Es cierto que existe un vacío en la
Carta Magna porque no dice qué pasa si hay un paréntesis entre mandato y
mandato. Morales quiere forzar una vez más porque sabe que la disputa del poder
político es esencial porque si es desplazado va a ser perseguido ya que existe
una judicialización de la política. El MAS, el partido de Morales, sabe que si
va dividido a las elecciones tiene serias posibilidades de perder el poder.
Zapatero y Alberto Fernández han estado en Bolivia tratando de mediar y acercar
posturas, pero no ha sido posible.
EL GOLPE MILITAR FRACASA, PERO LA AMENAZA DE LA OLIGARQUÍA Y EL
IMPERIALISMO PERSISTE
La Izquierda Revolucionaria Net. (https://acortar.link/ABJbHm)
La imagen de un tanque derribando la puerta de la sede del Gobierno de
Bolivia y decenas de militares armados hasta los dientes sembrando el pánico en
las calles de La Paz dio la vuelta al mundo el pasado 26 de junio. Es cierto
que el golpe militar fue derrotado en pocas horas, pero esta asonada militar
hay que tomarla muy en serio.
El Ejecutivo del Movimiento al Socialismo (MAS), elegido hace cuatro
años con más del 55% de los votos, tras ocho meses de resistencia y lucha
heroica de las masas contra otro golpe de Estado organizado por la oligarquía
con apoyo de EEUU en 2019, se ha visto zarandeado, ni más ni menos, que por el
comandante en jefe del Ejército, Juan José Zúñiga. Este militar golpista ha
hecho buena parte de su carrera como responsable de los servicios de
Inteligencia y fue puesto al frente de la cúpula militar por el propio Gobierno
del MAS en 2022 y ratificado este mismo año por el presidente Luis Arce.
La clave de la rápida derrota del golpe ha sido, una vez más, el pánico
a la fuerza y decisión de la clase trabajadora y el campesinado pobre
boliviano, que presionaron a los dirigentes de la principal organización
sindical, la Central Obrera Boliviana (COB), para anunciar inmediatamente la
convocatoria de huelga general indefinida.
Desde algunos sectores de la izquierda, incluidos el expresidente Evo
Morales, se está hablando de un “autogolpe”, un montaje del presidente Arce
para recuperar popularidad. Realmente es chocante que Evo Morales se conduzca
de esta manera cuando él mismo fue expulsado del poder por las maniobras de los
militares y el imperialismo. En realidad, las bases para el golpismo no han
desaparecido en Bolivia, son alentadas por la oligarquía y el imperialismo
estadounidense y agudizadas por la pugna a escala internacional contra el poder
emergente de China.
Las concesiones reformistas alimentan el golpismo de la oligarquía
boliviana
Las políticas de los dirigentes del MAS, a pesar de que se presentan en
Europa y otras partes del mundo como un ejemplo positivo de determinación y
confrontación con la oligarquía, están generando una enorme frustración. Arce
ha renunciado a aplicar ninguna agenda de reformas serias, renegando incluso de
las políticas de Evo Morales, y se ha dedicado a cortejar a sectores de la
burguesía y de un aparato estatal plagado de elementos reaccionarios como el
general Zúñiga.
Este militar [1] condenado por corrupción y acusado de organizar una red
de espionaje a dirigentes sociales, no dudaba en proclamarse “verdadero
representante del pueblo” mostrando en televisión y redes sociales sus
convicciones antidemocráticas, y amenazando con
encarcelar personalmente al expresidente Evo Morales si los tribunales
le permiten presentarse a las elecciones presidenciales de 2025.
Pero Arce no hace más que repetir los viejos errores del MAS cuando
estaba dirigido por Morales. Es importante no olvidar que este último fue
derrocado en 2019 por la extrema derecha y esos mismos militares que según los
dirigentes del MAS estaban “comprometidos con la democracia”.
Bolivia es el país del mundo que ha sufrido más golpes militares desde
1950. Dentro de la debilidad y sometimiento general a las multinacionales
imperialistas que caracteriza el desarrollo del capitalismo en Latinoamérica,
el boliviano es de los más débiles y su oligarquía de las más parásitas y
reaccionarias. Todos los intentos de mejorar las condiciones de vida de la
población sin arrebatar la tierra, los bancos y grandes empresas a estos
oligarcas y sus amos imperialistas han acabado en fracasos, golpes sangrientos
y represión.
La llegada del MAS al poder, en 2006, fue resultado del ascenso
revolucionario que vivía el continente, que en Bolivia tuvo sus puntos álgidos
en las insurrecciones de 2003 y 2005. Los dirigentes de la COB tuvieron el
poder en sus manos pero desaprovecharon la oportunidad de basarse en los
comités de lucha, cabildos y asambleas creadas por los mineros, maestros y
campesinos para formar un Gobierno revolucionario.
En cualquier caso el deseo de las masas de cambiar la sociedad era tan
poderoso que un año después una movilización popular arrolladora convirtió a
Evo Morales en el primer presidente indígena de la historia boliviana.
Bajo la presión de las masas, y arropado por el ejemplo de la revolución
bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela, Evo como presidente y Arce como
ministro de Economía nacionalizaron los hidrocarburos y adoptaron otras medidas
progresistas. Conquistaron un apoyo social muy importante durante más de una
década, y eso les permitió neutralizar muchos intentos de la derecha
oligárquica y racista de derrocarlo.
Pero los dirigentes del MAS renunciaron a aplicar medidas socialistas.
Su plan era construir un “capitalismo andino” de la mano de una supuesta
burguesía patriótica, relegando a un futuro indeterminado cualquier debate
sobre el socialismo. Los dirigentes de la izquierda reformista latinoamericana,
europea y mundial hicieron “la ola” a Evo y Arce y sus ilusiones teóricas.
Pensaban que contando con los ingresos proporcionados por las exportaciones de
gas y otras materias primas a China y a economías latinoamericanas más fuertes
como Brasil o Argentina, blindaban al país contra la crisis capitalista.
Incluso hablaban de un “milagro boliviano”.
Un callejón sin salida
Pero la crisis mundial de 2008-2009 desembarcó en Latinoamérica en 2013.
Brasil y Argentina la sufrieron duramente y con ellas Bolivia. Atados a sus
acuerdos con los inversores internacionales y sectores de la propia burguesía
boliviana, tanto Evo como Arce intentaron capear el temporal pagando intereses
cada vez más exorbitantes a los bancos, haciendo más concesiones a las
multinacionales, vendiendo las reservas de oro acumuladas los años de
crecimiento…
El resultado ha sido consumir las reservas internacionales, desplomadas
de 15.122 millones de dólares en 2014 a 1.796 millones en abril de 2024, sin
que la economía repunte[2]. En 2023 el PIB solo creció 1,5%, el peor dato en 25
años. Las exportaciones de gas, principal fuente de divisas, han caído de 48
millones de metros cúbicos diarios en 2014 a 21 millones en la actualidad, sin
que los acuerdos con empresas chinas y rusas para explotar el litio compensen
una reducción tan brutal. La escasez de dólares golpea la producción y los
precios se han disparado en un país que importa el 80% de insumos y bienes de
capital, y que ha pasado de exportador de energía a importar el 56% de la
gasolina y 86% del diesel que consume.
Los recortes y medidas
impopulares del Gobierno de Arce han desatado
movilizaciones masivas de pequeños propietarios, transportistas y
vendedores ambulantes contra la escasez de dólares y combustible. Pero también
huelgas y luchas protagonizadas por la base social del MAS como profesores, mineros, organizaciones
campesinas, jubilados,... exigiendo presupuestos suficientes para educación y
salud, pensiones y salarios dignos, etc. En 2023 hubo manifestaciones y cortes
paralizando carreteras durante 200 de los 365 días del año.
Este malestar creciente ha provocado la división del MAS entre los
partidarios de Arce y los de Morales, escindiendo su grupo parlamentario y
dejando al Gobierno en minoría. La escisión se ha trasladado con virulencia al
aparato burocrático de las organizaciones campesinas, sindicales y populares,
que ambos sectores intentan controlar. Eso sí, ni Arce ni Evo plantean un
programa sustancialmente diferente que parta de la defensa irrenunciable de las
y los oprimidos.
Por un programa revolucionario y una salida socialista a la crisis del
capitalismo boliviano
La derecha y ultraderecha intentan utilizar la división del MAS para
levantar cabeza. La debilidad y concesiones a la derecha de Arce y Evo han
contribuido a envalentonar a un reaccionario como Zúñiga. Pero si los
dirigentes del golpe de 2019, desde la ultraderechista Áñez al líder fascista
Camacho, o los expresidentes Mesa y Quiroga, que lideran la oposición
parlamentaria de derechas y también apoyaron entonces el golpe, si no
secundaron a Zúñiga el 26 de junio no es porque hayan descubierto repentinamente
las virtudes de la democracia.
Tanto ellos como el imperialismo estadounidense tienen fresco en la
memoria el levantamiento revolucionario contra el golpe de 2019[3], cuando
decenas de miles de mineros, campesinos y de otros sectores de la clase obrera
formaron milicias armadas y tomaron el control de ciudades enteras. Solo la
huida de Morales a México y el freno a la lucha impuesto por Arce y demás
dirigentes del MAS y la COB impidieron aplastar a los golpistas y tomar por
medios revolucionarios el poder.
En Washington han estimado que apoyar el golpe de este 26 de junio
hubiese desatado una nueva insurrección que, además de desbordar a ambos
sectores del MAS, podría contagiarse a otros países latinoamericanos.
Obviamente que no hayan querido seguir hasta el final ahora, no quiere
decir que no se planteen golpes militares en el futuro. Cada vez más debilitado
en su pugna con China por la hegemonía mundial y continental, Washington está
intensificando sus contactos con los militares y las maniobras con la derecha
en diferentes países latinoamericanos, y no dudará en recurrir a los métodos
más brutales si tiene ocasión. Pero tras las derrotas de los golpes en
Venezuela y la propia Bolivia en 2019, y más recientemente en Brasil, va con
pies de plomo.
De momento su estrategia en Bolivia es intentar aprovechar la división
del MAS y la decepción de sectores de las masas con Arce y Evo para reconstruir
una alternativa unificada de la derecha,
tanto de cara a las elecciones de 2025 como para preparar un nuevo asalto al
poder en mejores condiciones.
Los acontecimientos en Bolivia vuelven a poner sobre la mesa el peligro
mortal que representan las políticas reformistas de gestionar el capitalismo y
pactar con sectores de la clase dominante. Pero también muestran la enorme
fuerza y potencial revolucionario de las masas.
Para movilizar toda esa fuerza hay que levantar ya una izquierda de
combate que defienda un programa genuinamente revolucionario, planteando de
forma clara y decidida la nacionalización bajo control obrero de las minas, los
bancos, la tierra y las grandes empresas, única forma de planificar
democráticamente la economía y satisfacer las necesidades sociales.
Este programa debe ir unido a una política revolucionaria de frente
único que impulse la construcción de asambleas y comités de acción, uniendo en
la lucha al conjunto de militantes y activistas. Desde quienes indignados con
Arce y Evo están impulsando colectivos, sindicatos y movimientos al margen del
MAS como las decenas de miles de militantes de la COB y otras organizaciones y
movimientos sociales vinculados a los sectores que hoy se disputan sus
siglas.
Esta es la política que permitiría a las masas bolivianas desplegar su
fuerza y reatar sus tradiciones revolucionarias para conquistar el poder.
ALERTA CONTRA “TANQUETAZO” A LO PINOCHET EN BOLIVIA
Crónica Digital de Chile (https://acortar.link/pIKf8L)
El texto publicado en diversas plataformas digitales enfatiza en las
“características sorprendentemente similares” de lo ocurrido en Chile en 1973,
apenas tres meses antes de que el general Augusto Pinochet asumiera el poder
por la fuerza a costa de la vida del presidente Salvador Allende.
Refiere Anibarro que, en una fecha casi análoga, el 29 de junio de 1973,
el Gobierno de Allende sufrió un ataque posteriormente conocido como el
“Tanquetazo”, por el uso de este tipo de blindados y otros vehículos en la
ejecución.
“¿En qué radica la importancia de esta similitud? En que, a solo tres
meses de ese fallido intento, se dio el golpe de Estado de Augusto Pinochet”,
sostiene el autor.
La narrativa instalada en aquel entonces fue que el Tanquetazo había
sido protagonizado por militares no del todo en sus cabales, y que el verdadero
peligro eran los trabajadores armados con la venia del Gobierno.
En el caso boliviano -advierte Anibarro-, la narrativa que buscan
instalar, tanto sectores de la izquierda como la oposición, es que se trató de
un “autogolpe” organizado para incrementar la popularidad del mandatario, una
afirmación peligrosa, la cual llevaría a ignorar las múltiples amenazas reales
del momento actual hacia la democracia en el país andino amazónico.
Describe que dos fueron los protagonistas de un mismo papel en distintos
tiempos : el teniente coronel Roberto Souper, en el caso chileno, y el general
Juan José Zúñiga, en el boliviano.
Ambos se habrían decidido por un golpe de Estado al ver que serían
relevados de sus cargos, en el primer caso por formar parte en una
conspiración, y en el segundo por polémicas declaraciones
políticamente deliberantes, algunas contra el expresidente Evo Morales.
Los dos acontecimientos se dieron en un contexto en el cual el alto
mando militar había perdido confianza en su gobierno y viceversa, algo que
puede verse claramente, en el caso boliviano, por el hecho de que el presidente
Luis Arce ha cambiado seis veces al alto mando en lo que va de su gestión
gubernamental.
ESTADOS UNIDOS
Otro elemento común es la participación de los Estados Unidos, en Chile
por órdenes del presidente Richard Nixon y su secretario de Estado Henry
Kissinger, quienes influyeron decisivamente en grupos opositores contra
Allende, y de quienes se dice que apoyaron y financiaron el golpe militar del
11 de septiembre de 1973.
“En Bolivia, esta participación tendría un nombre: Debra Hevia,
encargada de negocios que llegó al país generando susceptibilidad por su apoyo
a la oposición y su posible contribución en la gestación de un golpe”, sostiene
el analista.
Respecto a este criterio, advierte que está respaldado por el hecho de
que el atentado encabezado por Zúñiga contra la democracia ocurrió apenas a
unos días de una reunión sostenida entre el presidente Luis Arce y su par de
Rusia, Vladimir Putin.
En ese encuentro fueron tratados temas relacionados con la cooperación
internacional y el litio boliviano, un recurso muy apetecido por el país del
Norte en un contexto de cambio de la matriz energética mundial hacia la
electromovilidad.
Igualmente se abordó la incorporación de Bolivia al grupo Brics+
(Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y otros Estados de economía emergente),
impulsores de un orden multipolar y antihegemónico.
El propio presidente Arce alertó en reiteradas ocasiones respecto a una
guerra híbrida en marcha contra el Estado Plurinacional en medio de expresas
intenciones de Washington de adueñarse de la explotación e industrialización de
la mayor reserva certificada de litio del planeta (23 millones de toneladas).
Recuerda el analista que, en esta línea, en julio de 2022, la jefa del
Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, expresó públicamente su
preocupación por una supuesta injerencia de China y Rusia en Latinoamérica,
sobre todo en lo que se conoce como el “Triángulo del litio” (Argentina,
Bolivia y Chile).
En esa y demás ocasiones al referirse a ese y otros recursos de la
región, la general de cuatro estrellas empleó el verbo “tenemos”.
FRENTE A LOS GOLPISTAS
En su análisis, Anibarro subraya que en el golpe boliviano tanto el
dignatario Arce como el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, se
atrevieron a salir a hablar y encarar al general Zúñiga.
El 29 de junio de 1973, pasado el mediodía, la intentona golpista quedó
sofocada, y Salvador Allende salió a agradecer a la población y a las tropas
leales su férrea defensa, algo que hizo Arce al final de la tarde de este 26 de
junio.
Sin embargo, refiere Anibarro, entre estas similitudes están presentes
también serias diferencias.
Destaca entre ellas el hecho de que en la actualidad la comunicación es
instantánea y esto posibilitó que, en cuestión de minutos, esa intentona fuera
conocida a nivel mundial, y que la plaza Murillo se llenara de personas
indignadas ante la posibilidad de la instauración de una dictadura castrense.
Considera el analista que lo mismo sucede con la decisión de usar
balines y no balas, algo que sabían ocasionaría indignación general y el
repudio de la opinión pública boliviana.
En 1973 “eso fue resuelto fácilmente: los militares chilenos asesinaron
a los periodistas, corroborando esto está la indignante imagen de un militar
que dispara y mata a un periodista cuando grababa los hechos y terminó
inmortalizando su propia muerte”, escribe el analista.
Rememora que, finalmente tras todos estos sucesos, Pinochet abrazó a
Prats y lo felicitó por su labor, y ese mismo militar traidor tres meses
después tomó el poder por la fuerza en una acción golpista que ocasionó la
muerte de Salvador Allende.
“Luego de estas reflexiones nos queda preguntarnos, ¿existirá un
Pinochet en el golpe boliviano? Solo el tiempo lo dirá”, concluye el analista
Anibarro.
Al referirse a la intentona del 26 de junio, el politólogo Hugo Moldiz
aseguró en entrevista a Bolivia TV que los interesados en interrumpir el
mandato del presidente Arce, ahora pretenden imponer la matriz de un autogolpe,
por lo cual la acción golpista continúa.
Considerado uno de los más importantes analistas políticos bolivianos,
Moldiz enfatizó en la necesidad de investigar acerca de los tentáculos
existentes detrás de Zúñiga.
Moldiz argumenta que la pesquisa debe ser profunda y buscar los nexos
del general aprehendido con actores políticos internos y también en el
extranjero. “Sin acusar a nadie, la historia nos muestra que en América Latina
y el Caribe, donde hay golpe de Estado están los Estados Unidos, el peligro no
ha pasado”, enfatizó.
Indica que una actitud similar asumió en 1973 el general Carlos Prats,
quien valientemente logró aplacar el “Tanquetazo” chileno al salir a dialogar
con los comandantes sublevados, acción que pudo costarle la vida.
BOLIVIA: CUANDO LOS GOLPES MILITARES YA NO SON LO QUE SOLÍAN SER
Nadie sabe todavía cuál era el objetivo real de los militares golpistas,
pero lo cierto es que Zúñiga se presentó como “el salvador de la patria”
El Confidencial Digital de España (https://acortar.link/5HGkl9)
Entre 1945 y 2019 Bolivia fue el país del mundo que más golpes de Estado
sufrió en el mundo, a gran distancia de Haití, Argentina y Venezuela. Si se
incluye al de ayer, han sido 34 en todos estos años, un fiel reflejo de su
inestabilidad institucional, aunque tras el comienzo de la transición a la
democracia en 1982 no se había vivido nada semejante. Si a esto le sumamos las
19 constituciones en vigor desde 1826 (prácticamente una cada 10 años) la idea
de inestabilidad es aún más clara.
Al igual que casi la mitad de los golpes anteriores, la asonada militar
encabezada por el general Juan José Zúñiga terminó en el bochorno más absoluto
y no con la entronización de un nuevo Gobierno militar. Nadie sabe todavía cuál
era el objetivo real de los militares golpistas, pero lo cierto es que Zúñiga
se presentó como “el salvador de la patria”, amenazó con remodelar el gabinete
presidencial, con liberar a los presos políticos, incluida la expresidenta
Jeanine Añez, y restablecer la democracia boliviana, capturada por unos pocos
políticos irresponsables.
Finalmente, terminó en la cárcel, sus bravatas transformadas en meras
amenazas y su aventura etiquetada como un completo fracaso. Sin embargo, esto
no le impidió acusar al presidente Luis Arce de estar detrás del golpe,
intentando aumentar su popularidad. Si bien Zúñiga tenía la total confianza del
presidente, todavía hay muchas dudas sobre lo ocurrido el miércoles en La Paz.
Una de las múltiples incógnitas es la identidad de los instigadores del golpe y
sus objetivos. Todo fue muy chapucero, muy improvisado como para responder a un
guion sofisticado.
Los golpes militares ya no son lo que solían ser. Hoy se llama golpe a
los episodios más variados. Así, ha habido golpes parlamentarios, golpes
mediáticos o golpes de calle. Cualquier cosa, con algún viso de trascendencia
política, puede denominarse golpe. Incluso se llamó golpe, con mayúscula, al
proceso que terminó con la renuncia de Evo Morales y su exilio en México tras
las elecciones de 2019.
Lo ocurrido no solo fue posible gracias a la pésima gestión del
presidente Arce y sus colaboradores (lo que algunos denominan “ineptocracia”),
sino también al desafío constante a la figura presidencial y a las
instituciones democráticas por el expresidente Morales. Tras esta intensa pugna
política está la nominación del candidato oficialista para las elecciones del
año próximo.
Tanto Arce y sus seguidores como Morales y los suyos no se ahorran
absolutamente nada para descalificar a sus enemigos. Paradójicamente estos no
están en la oposición sino en sus propias filas. “Cuerpo a tierra, que vienen
los nuestros”, fue la certera frase del exministro Pío Cabanillas, durante la
transición española, a la vista de la guerra fratricida dentro de la UCD. Algo
similar ocurre con el gobernante Movimiento al Socialismo —Instrumento Político
por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), fracturado entre evistas y
arcistas.
Principio del formulario
Final del formulario
Junto al enfrentamiento entre Arce y Morales hay otro paralelo entre
Morales y David Choquehuanca, actual vicepresidente y en su día ministro de
Exteriores en el primer gobierno del MAS. Choquehuanca no le perdona a Morales
la utilización del movimiento indígena en su propio beneficio político. De ahí
que utilice munición de grueso calibre para descalificarlo. En una reunión del
MAS, en mayo pasado, criticó frontalmente a Morales, aunque sin citarlo, por su
caudillismo, por el culto a la personalidad y por su autoritarismo, un conjunto
de prácticas muy nocivas que comparó con las vigentes durante “la Alemania
nazi”.
La ambición política de Morales no tiene límites, pese a haber sido
presidente durante tres mandatos (entre 2006 y 2019), haber sido derrotado en
un referéndum que le imposibilitaba volver a presentarse y contar con una
sentencia en su contra del Tribunal Constitucional que lo inhabilita como
candidato para 2025, a la vez que anula la reelección indefinida. Pese a ello,
el expresidente intenta hacer todo lo que esté en su mano para volver a
gobernar el país, aún a costa de acabar con la democracia boliviana y sus
instituciones.
Los golpistas contaban, de una u otra manera, con el descontento
popular. Un descontento facilitado por la ineptitud de unos y el chantaje de
los otros, lo que ha provocado una inquietante falta de combustibles y dólares,
agravada por los bloqueos de carreteras por parte de los transportistas. Pese a
ello, el rechazo frontal a la asonada fue asumido transversalmente por todas
las fuerzas políticas, y extendido a prácticamente todos los gobiernos
latinoamericanos.
De cara a las elecciones presidenciales de 2025 el panorama es sumamente
complicado, especialmente tras lo ocurrido el miércoles. De estos hechos emerge
un presidente mucho más débil, pese a su enfrentamiento con Zúñiga. Para
complicar las cosas, a la fractura del oficialismo se agrega la división de la
oposición y la debilidad de los partidos políticos. De ahí lo complicado de
analizar el futuro del país. Como bien decía un periodista boliviano, ya
fallecido: “El que sepa lo que va a pasar en Bolivia, está mal informado”.
BOLIVIA: CLAVES DE LA ASONADA MILITAR Y SUS COLETAZOS
La imagen de los militares entrando por la fuerza al Palacio Quemado
recorrieron el mundo y sembraron confusión en Bolivia. El frustrado putsch de
una facción del Ejército, en medio del rechazo nacional e internacional, se da
en el marco de la erosión de la gestión de Luis Arce, producto, en gran medida,
de las guerras intestinas en el Movimiento al Socialismo (MAS). Pese a su
rápido fracaso, la rebelión militar tendrá consecuencias políticas.
AN RED Org. (https://acortar.link/3eP0dc)
Por Pablo Stefanoni.- Los tanques en la plaza Murillo terminaron siendo
una especie de farsa que podría haber derivado en tragedia, en un clima
político crecientemente deteriorado por las disputas en el interior del MAS,
hoy fracturado en dos alas: evistas y arcistas. En la tarde del miércoles 26 de
junio el comandante general del Ejército, Juan José Zúñiga -quien había sido
destituido el martes en la noche, pero que se negaba a reconocer la decisión
presidencial-, ocupó esa emblemática plaza con tanquetas. Utilizó incluso una
de ellas para abrir por la fuerza la puerta del Palacio Quemado, la antigua
sede del gobierno hoy compartida con la aledaña Casa Grande del Pueblo. La
confusión sobre las intenciones y las estrategias en juego reinó durante casi
toda la asonada, mientras varios ministros colocaban muebles para evitar el
ingreso de los uniformados.
La tensión había ido escalando luego de que el general Zúñiga se
refiriera a la imposibilidad del expresidente Evo Morales de volver a
presentarse a las elecciones presidenciales y respondiera a varias de sus
acusaciones tildándolo de “mitómano”. En una entrevista con el programa local
No mentirás del 24 de junio, el jefe castrense dijo que “legalmente Evo Morales
está inhabilitado. La CPE [Constitución Política del Estado] dice que no puede
ser más de dos gestiones, y el señor fue reelegido. El Ejército y las Fuerzas
Armadas tienen la misión de hacer respetar y cumplir la CPE. Ese señor no puede
volver a ser presidente de este país”.
Zúñiga se refería a un polémico fallo del Tribunal Constitucional
Plurinacional (TCP) que, en una sentencia sobre otra cuestión, incluyó una
forzada interpretación de la Constitución de 2009 que dejaría afuera de la
carrera presidencial al tres veces presidente. La Constitución señala que sólo
son posibles dos mandatos consecutivos, pero el tribunal “interpretó” que son
dos en total -consecutivos o no-, lo que fue presentado por Morales como un
intento de proscripción política por parte de la “derecha endógena”, en el
marco de lo que denominó un “plan negro” para sacarlo del juego político,
orquestado, según él, por los ministros de Justicia, Iván Lima, y Gobierno,
Eduardo del Castillo.
Las declaraciones amenazantes de Zúñiga, nombrado comandante del
Ejército a fines de 2022 por el presidente Luis Arce Catacora, enervaron al
expresidente y al evismo, que comenzó a hablar de un “autogolpe” en ciernes.
“El tipo de amenazas hechas por el comandante general del Ejército, Juan José
Zúñiga, nunca se dieron en democracia. Si no son desautorizadas por el
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas [Luis Arce] se comprobará que lo que
en verdad están organizando es un autogolpe”, denunció Morales en su cuenta de
X, desde donde critica a diario al gobierno de Arce, al que considera un
traidor al llamado “Proceso de cambio”.
Pero no fue sólo el expresidente. Las amenazas de Zúñiga violaban los
reglamentos militares y la Constitución, lo que explica la decisión de Arce de
destituirlo. Pero esto fue considerado por el jefe militar como una expresión
de “desprecio” pese a su lealtad al presidente. Este miércoles, según informó
el diario El Deber, fue citado para ser relevado formalmente, pero llegó a la
plaza Murillo con blindados y soldados encapuchados.
Y el país asistió a un general actuando como “movimiento social”, lo que
en los hechos constituye un golpe de Estado, increpando cara a cara al
presidente Arce tras ingresar por la fuerza al Palacio Quemado, mientras los
colaboradores del presidente le gritaban golpista y le exigían a gritos que
retirara a los uniformados.
El aislamiento de Zúñiga, sin apoyo político ni social, explica
posiblemente su intento de darle un contenido político a su rebelión: dijo que
iba a liberar a “presos políticos” como la expresidenta Jeanine Áñez y el
exgobernador de Santa Cruz Fernando Camacho y que iba a restaurar la
democracia. “Una élite se ha hecho cargo del país, vándalos que han destruido
al país”, arengó a las puertas de su vehículo blindado, frente al Palacio
Quemado y el Parlamento.
Su argumento de que “las Fuerzas Armadas pretenden reestructurar la
democracia, [para] que sea una verdadera democracia, no de unos dueños que ya
están 30 y 40 años en el poder”, cayó en saco roto. La reacción interna y
externa fue contundente. Hasta opositores actualmente en prisión como Áñez y
Camacho condenaron la acción militar. También lo hicieron los expresidentes
Carlos Mesa y Jorge Tuto Quiroga. Fuera del país, mandatarios de diversos
signos ideológicos -salvo el argentino Javier Milei, que lo dejó en manos de su
canciller- llamaron a defender las instituciones y condenaron a los sublevados.
Entretanto, organizaciones matrices como la Central Sindical Única de
Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) o la Central Obrera Boliviana
(COB), al igual que Evo Morales, que sigue siendo el líder de los sindicatos de
cultivadores de coca del Chapare en Cochabamba (tiene allí sus oficinas y su
emprendimiento de piscicultura), convocaron a la huelga general, el bloqueo de
caminos y una gran marcha hacia La Paz.
Arce, por su lado, dio un breve discurso, llamando también a la
movilización, en medio de conatos de enfrentamientos en la plaza Murillo, donde
los manifestantes eran expulsados con gases lacrimógenos. Y se dispuso a
nombrar un nuevo mando militar en las tres fuerzas.
Sin rebelión en los cuarteles militares ni policiales, la cuerda de
Zúñiga para mantener el levantamiento y lograr quedarse en su puesto por la
fuerza se iba acabando. Involucrado en al menos un caso de desvío de fondos
-del pago del bono Juancito Pinto, en manos de militares- durante el gobierno
de Evo Morales, y sin un gran desempeño en su carrera, este militar era
considerado muy cercano a Arce y parece haber reaccionado de manera impulsiva.
Su retirada de la plaza Murillo se pareció a una desbandada, con manifestantes
persiguiendo a los soldados rezagados.
Tras ser detenido, junto al vicealmirante Juan Arnez, excomandante de la
Armada, Zúñiga dijo que había actuado por orden del presidente: “El presidente
[Arce] me dijo: ‘la situación está muy jodida, es necesario preparar algo para
levantar mi popularidad’”. Eso dejó una granada activada para los próximos
días. La idea de un autogolpe stricto sensuparece desmentida por el propio hilo
de los acontecimientos -¿cuál era exactamente el plan?-, que se parecen más a
una sucesión de hechos descarrilados en el marco de una fuerte erosión de la
institucionalidad -y de la gestión del oficialismo-, producto en gran medida
del enfrentamiento en el interior del MAS.
Luego de su vuelta al poder en diciembre de 2020 de la mano de Arce, el
candidato elegido por Morales desde su exilio en Argentina, las relaciones
entre el expresidente y su ministro de Economía durante más de una década se
desgastaron rápidamente y terminaron en una disputa abierta por el poder. Arce,
quien al parecer se había comprometido a no competir por la reelección en 2025,
decidió luego que sí buscará un segundo mandato; y Evo Morales, que intentó una
reelección tras otra, sin reparar en la letra y el espíritu de la nueva carta
magna, considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene
el derecho de competir nuevamente por la presidencia. Esa disputa tiene
paralizada a la Asamblea Legislativa, en un contexto económico que hoy tiene
poco que ver con los años del auge pre 2019.
La escasez de dólares y combustibles deja ver un agotamiento del modelo
aplicado desde 2006, cuando Evo Morales fue elegido como el primer presidente
indígena de Bolivia y, en medio de una espectacular épica política, dio inicio
a la “revolución democrática y cultural”, que en el plano económico desplegó un
“populismo prudente” muy pendiente de no aumentar el déficit fiscal y acumular
reservas de divisas récord en el Banco Central.
El propio Arce reconoció hace poco que la situación del diésel era
“patética” y ordenó la militarización del sistema de provisión de combustibles,
con el objetivo de evitar el contrabando a los países vecinos de diésel
subsidiado por el Estado boliviano. La crisis económica afecta muy
especialmente a Arce, quien, sin gran carisma, construyó su legitimidad como el
ministro del “milagro económico”. En el plano político, la pinza entre el Poder
Ejecutivo y el Judicial ha debilitado al Poder Legislativo, cuya mayoría se
divide también en arcistas y evistas, y cada bando acusa al otro de “hacerle el
juego a la derecha”. También se han prolongado los mandatos de las autoridades
judiciales, lo que es denunciado a diario por los evistas.
El presidente del senado, Andrónico Rodríguez, un sindicalista cocalero
formado por Evo Morales como una suerte de sucesor, tuiteó tras el repliegue de
los militares: “De magistrados autoprorrogados a un supuesto golpe o autogolpe,
el pueblo boliviano se hunde en la incertidumbre. Este desorden institucional,
donde las autoridades extienden ilegalmente sus mandatos y se socavan los
principios democráticos, está llevando al país a una situación de caos y
desconfianza, agravando la crisis y amenazando la estabilidad y el bienestar
del país”. Los coletazos de la asonada continuarán. Lejos de una tregua en el
espacio masista, la lucha interna se intensificará.
Parte de la disputa es por las siglas del MAS, un partido de movimientos
sociales que mostró, en 2020, su capacidad de movilización electoral incluso en
contextos difíciles como el que vivió bajo el gobierno de Áñez -y del ministro
de Gobierno Arturo Murillo, luego detenido en Estados Unidos por corrupción-:
se han judicializado los congresos de cada ala, con miras a 2025, año del
bicentenario boliviano.
La debilidad de la oposición, que quedó asociada al gobierno
autoritario, ineficiente y marcado por la corrupción de Jeanine Áñez, y tiene
grandes dificultades para encontrar nuevas figuras, atiza la “ch’ampa guerra”
entre evistas y arcistas, que piensan el poder como una disputa “interna”. Pero
en medio de la volatilidad electoral regional y global, esta visión entraña un
riesgo, incluso si consideramos que la base electoral alrededor del MAS sigue
siendo fuerte y que la experiencia de Áñez funciona como una “dosis de
recuerdo” para los movimientos sociales e indígenas.
Aún es pronto para saber cómo impactará el putsch fallido en las
relaciones de fuerza en el interior del espacio del MAS (que hoy ya no existe
como partido unificado). Tras superar el desafío del grupo militar sublevado,
Arce se enfrenta ahora al fuego político cruzado de evistas y opositores, que
ya comenzaron a hablar de “show político” para tratar de devaluar el capital
político que el presidente podría conseguir por el apoyo nacional e
internacional a las instituciones y la vigencia de la democracia, y su decisión
de increpar cara a cara al “general golpista”.
UN INTENTO DE GOLPE CON VIENTOS DEL NORTE
Resumen Latinoamericano Org. (https://acortar.link/ke1iju)
Faltó muy poco para que el legítimo Gobierno boliviano de Luis Arce
fuera derrocado por un golpe militar encabezado por el jefe del Estado Mayor de
las Fuerzas Armadas, general Juan José Zúñiga. La firme posición del
presidente, el apoyo de las organizaciones obreras y del pueblo, lograron
detener la embestida.
De suma importancia resultó la cobertura en vivo que realizó Telesur que
a la par que ofrecía imágenes en vivo, su corresponsal y los locutores del
estudio daban datos y ofrecían declaraciones de líderes y organizaciones del
mundo que rechazaban el golpe.
El miércoles 26 de junio, mientras el presidente Arce se reunía con su
equipo en la Casa de Gobierno, la Plaza Murillo fue invadida por cientos de
militares, quienes reprimieron con gases a la población allí presente y
rompieron la puerta del Palacio Quemado para luego intentar tomar el Órgano
Ejecutivo.
Dos docenas de militares armados ingresaron bajo las órdenes del general
Zúñiga, que fue enfrentado enérgicamente en una discusión por el presidente
Arce y los miembros del Gobierno. Un vídeo que se ha expuesto en las redes
sociales detalla los momentos de la querella en la que el presidente en todo
momento toma la iniciativa y ordena al sedicioso a retirarse.
En declaraciones a los miembros de la prensa que cubrían el hecho,
Zúñiga anunció que había ordenado la liberación de todos “los presos
políticos”, incluidos la expresidenta de facto, Jeanine Añez, Luis Fernando
Camacho y otros implicados en el golpe de Estado de 2019 contra Evo Morales.
Dos días antes, Zúñiga en una entrevista televisiva dijo que el
expresidente Evo Morales (2006-2019) no podía volver a postularse a un mandato
presidencial, y que si avanzaba en ese propósito, los militares lo detendrían.
Esas declaraciones no fueron aceptadas por Arce quien ya tenía decidido
removerlo de su cargo.
Luego de rechazar las intimidaciones y demandas del general, el
presidente renovó toda la cúpula militar y consiguió que los golpistas
desalojaran la Plaza Murillo. Al anochecer el general sublevado fue detenido,
junto a otros cabecillas y puesto a disposición de los tribunales.
El general Zúñiga tiene un expediente oscuro pues estuvo en el centro de
acusaciones por varias acciones, entre ellas su supuesta participación en el
«Plan Negro», una operación dirigida a perseguir a líderes políticos y
sociales. Además, enfrenta acusaciones de malversación de fondos públicos.
Todo hace indicar que ha sido una nueva táctica de Golpe de Estado
Blando, es decir, los elementos de extrema derecha con conexiones directas con
Estados Unidos tomarían el poder sin muchas víctimas, dejarían al presidente en
su puesto y obligarlo a seguir sus órdenes. La intransigente posición de Arce
no lo permitió.
La tirantes que ha existido en los últimos meses entre el expresidente
Evo Morales y Luis Arce también ha facilitado la desunión de las fuerzas
progresistas, y oportunidades para que la derecha se sienta con motivos para
hacerse con el poder.
Sintomático también resultó que días atrás, la Cancillería boliviana
citó a la encargada de Negocios de la Embajada de Estados Unidos, por supuestos
actos de injerencia en la política interna del país. La presidenta de la
Asociación
de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación
Nacional (ASOFAMD), Debra Hevia denunció que esa sede “opera en Bolivia a
través de varias organizaciones de la sociedad civil, las cuales dicen defender
los derechos humanos.
Asimismo, hay que tener en cuenta los continuos viajes a países de
América de Sur realizados por la jefa del Comando Sur, generala Laura
Richardson y su interés por mantener la región bajo la égida de Estados Unidos.
En una de sus comparecencias en el congreso afirmó que Latinoamericana
es relevante para Washington pues la región tiene “ricos recursos y elementos
de tierras raras, el 60 % del litio en el triángulo (Argentina, Bolivia, Chile)
que es necesario para la tecnología actual, se encuentran en las zona las
reservas más grandes de petróleo, a lo que se suman los descubiertos
recientemente en Guyana; se hallan los recursos de Venezuela, petróleo, oro y
cobre; tenemos los pulmones del mundo, el Amazonas; también el 31 % del agua
dulce del orbe en esta región. Quiero decir que tenemos mucho que hacer, esta
región importa, tiene que ver mucho con nuestra seguridad nacional y tenemos
que intensificar nuestro juego”.
Durante una conversación en enero de 2023 con el think tank Atlantic
Council, la generala se refirió a Rusia como su «adversario número dos» en la
región —detrás de China—, debido a las relaciones del país euroasiático con
Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Por último la reciente visita de Arce a Moscú, y su intención de unirse
al bloque BRICS no ha sido bien recibida por los halcones estadounidense.
Por todo lo explicado, Bolivia se halla en el “ojo del huracán” y solo
la unión efectiva entre sus líderes, organizaciones sociales y su pueblo podrán
detener las constantes amenazas que soplan desde el Norte con la ayuda de la
oposición de derecha en el país.
AGITACIÓN ECONÓMICA ALIMENTA LA DESCONFIANZA EN EL GOBIERNO DE ARCE Y SU
VERSIÓN DE "GOLPE FALLIDO"
Local 10 (https://acortar.link/HeyLgF)
Carteles que dicen “Compro dólares” se alinean en las puertas del
comercio de zapatos de Víctor Vargas en un mercado popular al aire libre en una
de las ciudades más grandes de Bolivia, un intento desesperado por mantener
vivo su negocio familiar.
Hace apenas unos años, Vargas de 45 años abría las puertas a las 8.00 de
la mañana a una multitud de clientes que ya esperaban para comprar tenis
importados de China. Pero ahora su tienda está bastante vacía.
“Casi nadie ya nos compra. Nosotros estamos en una crisis",
lamentó.
Vargas es uno de los muchos bolivianos que se han visto afectados por la
agitación económica en la pequeña nación sudamericana, con una hiperdependencia
de larga data –y ahora escasez– de dólares.
La crisis actual se ha visto exacerbada por una larga disputa entre el
presidente Luis Arce y el que fue su aliado el exmandatario Evo Morales por el
control del partido de gobierno previo a las elecciones presidenciales del
próximo año. Muchos bolivianos han perdido la confianza en Arce, mientras que
el líder de izquierda de 60 años continúa negando que el país andino esté
atravesando una crisis económica.
“Bolivia tiene una economía que crece, una economía en crisis no
crece", aseguró Arce en una reciente entrevista con The Associated Press.
Lo que hay son “problemas transitorios” como la escasez de dólares y
combustibles que “estamos resolviendo".
La profunda desconfianza hacia el gobierno llegó a un punto crítico el
miércoles luego de un desplazamiento de militares con vehículos blindados en la
sede del gobierno en La Paz, que el gobierno de Arce calificó como un intento
de “golpe de Estado fallido”.
Sus críticos lo han tildado como un “autogolpe” preparado para levantar
la imagen política de un líder impopular previo a los comicios del 2025.
La mayoría de los bolivianos que hablaron con la AP dijeron que ya no
creen en lo que dice Arce y consideran que el gobernante le vendría mejor
abordar los problemas de la economía boliviana y dedicar menos tiempo a
realizar maniobras políticas.
Morales (2006-2019) se sumó el domingo a quienes dudan de la versión
oficial sobre el movimiento militar del miércoles. Acusó a Arce de engañar al
pueblo boliviano, al orquestar un “autogolpe” con el fin de ganar puntos
políticos entre el electorado en medio de las disputas en el partido Movimiento
al Socialismo (MAS), en el poder.
El alza del costo de vida y el deterioro de la economía, sumado a las
disputas con Morales, han hecho que Arce pierda fuerza y credibilidad, según
los críticos.
“No sé en qué lugar de Bolivia vive (Arce). Yo le invitaría a que pase
por aquí para quedarse en este establecimiento por lo menos un día”, señaló
Vargas, el comerciante de zapatos en el mercado de La Paz. “Pasarse al día
siguiente al otro lado de mis vecinos para ver si hay economía”.
Vargas considera que la crisis económica se agudizó por la falta de
dólares en los últimos tiempos. Dice que puede pagar hasta un 40% más que el
tipo oficial de cambio por cada dólar, pues necesita los billetes verdes para
comprar mercadería ante la escasez en los bancos y tiendas legales.
La crisis económica de Bolivia tiene sus raíces en una compleja
combinación de hiperdependencia del dólar, agotamiento de las reservas
internacionales, deuda creciente y fracasos en la producción de productos como
el gas, que alguna vez fue motor de prosperidad en el país.
Esto ha representado que Bolivia se haya convertido en gran medida en
una economía importadora “totalmente dependiente de los dólares”, dijo Gonzalo
Chávez, analista económico y profesor de la Universidad Católica de Bolivia.
Eso alguna vez funcionó a favor de Bolivia, convirtiéndola en una de las
economías de más rápido crecimiento de la región.
La familia Vargas abrió el negocio de zapatos hace casi 30 años al
considerarlo una forma de asegurar la estabilidad económica para las
generaciones venideras. Ellos importan zapatos de China, los pagan en dólares y
los venden en la moneda boliviana —los bolivianos—. Sin dólares, no tienen
negocio.
En medio de la crisis, lo que ha surgido es un mercado negro de dólares
en el que muchos vendedores traen dólares verdes de los vecinos Perú y Chile y
los venden a precios especulativos.
Pascuala Quispe, de 46 años, pasó el sábado caminando por el mercado del
centro de La Paz yendo a diferentes casas de cambio, buscando desesperadamente
dólares para comprar repuestos de automóviles. Si bien el tipo de cambio
oficial que figura en las casas de cambio es de 6,97 bolivianos por dólar, le
dijeron que el precio real era de 9,30 bolivianos, demasiado alto para la dueña
de un camión que exporta aceite vegetal. Así que siguió caminando, con la
esperanza de encontrar suerte en otra parte.
“Como el dólar ha subido los repuestos de auto, las llantas, están más
caras, ya no hay dólar y entonces todo está subiendo", afirmó Quispe. “No
hay forma de vivir en Bolivia”.
El alza de los precios está por todos lados, lo que hace que la gente
deje de comprar zapatos, carne y ropa, mientras que la clase pobre y
trabajadora se ha sumido en una mayor pobreza. Los bolivianos hacen bromas
acerca de guardar su dinero en el “colchón bank (banco)” porque no confían en
los bancos.
Otros vendedores como Vargas pegan carteles en las puertas de sus
negocios con la esperanza de que los vendedores intercambien dólares a un
precio más razonable.
Si bien Bolivia cuenta con las reservas de litio más grandes del mundo
–un metal de alto valor clave para la transición verde– la inversión en ese y
otros sectores sólo es viable en el largo plazo en gran medida debido a
fracasos gubernamentales, dijo Chávez, el analista.
Todo este panorama económico adverso sólo se ve agravado por las peleas
en curso entre Arce y Morales, quien recientemente regresó del exilio después
de renunciar durante los disturbios de 2019, que el expresidente cocalero
sostiene que fueron un golpe de Estado en su contra.
Mientras tanto, un mayor descontento ha alimentado oleadas de protestas
y huelgas en los últimos meses. Las protestas y los bloqueos de carreteras le
han dado otro golpe económico a Vargas, el vendedor de zapatos, porque clientes
de todo el país ya no viajan a comprar productos con las marchas en curso.
“Arce y Evo Morales se pelean por quién es más poderoso”, dijo Vargas.
“Pero ninguno de los dos gobierna para Bolivia... Hay mucha incertidumbre”.
Morales, que todavía ejerce un gran poder en Bolivia, ha impedido que el
gobierno de Arce apruebe medidas en el Congreso para aliviar la agitación
económica, algo que según dijo Arce a la AP es un “ataque político”.
Morales ha avivado los rumores de que un asalto militar al palacio de
gobierno, encabezado por el ex comandante militar José Zúñiga, fue un truco
político organizado por Arce para ganarse la simpatía de los bolivianos. Ese
rumor lo inició el propio Zúñiga al ser detenido.
Las disputas políticas aumentan la preocupación de muchos, como el
camionero Edwin Cruz, de 35 años, quien debe esperar en largas filas por horas
e incluso días para adquirir diésel y gasolina debido a la escasez intermitente
causada por la falta de divisas.
Cruz dijo que tiene que conducir hasta la ciudad desde zonas rurales
fuera de La Paz para llenar su tanque de gasolina. Guarda una manta, una
almohada y un colchón pequeño en su camioneta para las noches que tiene que
esperar en las colas. Cruz se encuentra entre los que, sin interés en votar por
Arce o Morales, dicen que Bolivia necesita un “outsider” que se postule para
presidente.
“El diésel vale oro ahora”, dijo Cruz. “La gente no es idiota. Y con
todo esto del ‘autogolpe’, este gobierno no puede quedarse”.
Vargas, por su parte, no sabe qué hará con la zapatería de su familia.
La tienda que fue un motivo de orgullo se ha convertido en una sangría
financiera. Sus cuatro hijos desean dejar Bolivia para estudiar o trabajar en
otra parte. De hecho, uno de ellos ya se marchó a China para trabajar en ese
país.
“Ya no quieren vivir aquí”, aseguró Vargas en su tienda vacía. “Así
estamos en Bolivia, no hay futuro”.
INTENTONA GOLPISTA MILITAR CONTRA ARCE EN BOLIVIA SE DISUELVE
RÁPIDAMENTE
El presidente boliviano Luis Arce nombró a un nuevo alto mando el
miércoles ante un golpe de Estado militar fallido que emprendió el antiguo
comandante del Ejército, el general Juan José Zúñiga.
WSWS Org. (https://acortar.link/caIW3E)
En una de las intentonas golpistas más efímeras en la larga historia de
golpes en Bolivia, pasaron poco más de cuatro horas entre la declaración de
Zúñiga de su intento de derrocar el Gobierno y su arresto a las 7 p.m. (hora
local).
El martes, Arce destituyó al general Zúñiga de su cargo por amenazar con
detener al expresidente Evo Morales si este último buscaba postularse para las
elecciones de agosto de 2025.
Un día después, Zúñiga dirigió una columna de cientos de soldados
fuertemente armados y con los rostros cubiertos, quienes rodearon el antiguo
palacio de gobierno, el Palacio Quemado, que está adyacente al nuevo edificio
en la capital, La Paz.
En la plaza Murillo frente al palacio, Zúñiga declaró: “Habrá un nuevo
gabinete, seguramente habrá cambios, pero nuestro Estado no puede seguir así.
Queremos recuperar nuestra patria”.
Un vehículo blindado fue estrellado contra las puertas del Palacio
Quemado, y los soldados entraron con rifles y escudos.
Dentro del edificio, Arce ordenó sin éxito a Zúñiga que retirara las
tropas.
Arce, sus ministros, Evo Morales y la Central Obrera Boliviana (COB)
convocaron a una huelga general y movilizaciones, y cientos de manifestantes
comenzaron a reunirse alrededor de plaza Murillo para exigirles a los soldados
armados, “¡Fuera!”.
Morales citó informes de que se habían colocado francotiradores
alrededor de la plaza Murillo como prueba de que el golpe había sido preparado
de antemano.
Si bien el carácter de lo acordado, y las concesiones, se aclararán en
los próximos días y semanas, una facción dominante de los militares llegó a un
acuerdo para mantener al presidente elegido Arce en el poder, por ahora.
Se le permitió a Arce regresar a la sede gubernamental, la Gran Casa del
Pueblo, y nombrar un nuevo alto mando militar en una ceremonia televisada. El
nuevo máximo comandante, el general José Wilson Sánchez, subió al podio y
ordenó a todas las tropas movilizadas que regresaran a sus cuarteles.
Zúñiga regresó al cuartel general militar en una de las ocho tanquetas
que participaron en el motín, y las tropas despejaron la plaza, arrojando gas
lacrimógeno detrás de ellos.
Se emitió una orden de arresto contra Zúñiga, quien luego fue detenido
mientras afirmaba en televisión en vivo que todo había sido un “autogolpe”
planeado por el propio Arce para mejorar su popularidad.
El jueves por la mañana, Zúñiga y su presunto cómplice, el vicealmirante
Juan Arnez Salvador, exjefe de la Armada, fueron acusados formalmente de los
cargos de terrorismo y levantamiento armado.
Zúñiga fue nombrado por Arce, quien lo describió recientemente como “el
general del pueblo”, un eco de declaraciones similares de Salvador Allende en
el período previo a su propio derrocamiento en 1973. Queda por ver si Bolivia
sigue el patrón chileno, en el que un golpe de Estado abortado sirvió como una
prueba de fuego para el real, que impuso una dictadura militar sanguinaria.
El contexto explosivo que condujo al intento de golpe
El fracaso del intento de golpe marca una nueva etapa en la crisis
económica y política que atenaza Bolivia antes de las elecciones de 2025, donde
las principales causas son la escalada de la tercera guerra mundial liderada
por el imperialismo estadounidense contra Rusia y China y la profundización de
la crisis del capitalismo global.
Morales y el MAS fueron elegidos por primera vez en 2005—y nuevamente en
2009, 2014 y 2019—luego de protestas populares contra la desigualdad, incluida
la “guerra del agua de Cochabamba” de 2000 y la “guerra del gas” de 2003, que
tumbaron a cinco presidentes. Con la ayuda de organizaciones
pseudoizquierdistas, Morales canalizó el levantamiento detrás de su elección.
Aprovechando un aumento en los precios de los combustibles y otras
materias primas, el Gobierno de Morales-MAS llevó a cabo nacionalizaciones
parciales del gas, petróleo y los minerales y aumentos limitados en el gasto
social, lo que resultó en una reducción de la tasa de pobreza del 61 por ciento
en 2005 al 36 por ciento en 2023, al tiempo que aumentó las ganancias para las
corporaciones globales y realizó pagos oportunos al capital financiero global.
El PIB del país se triplicó rápidamente.
Pero, ya en 2014, el Gobierno de Morales respondió al final del boom de
las materias primas, que había sido causado principalmente por el crecimiento
chino, adoptando medidas de austeridad para pagar una deuda pública en rápido
crecimiento. Se estancaron las mejoras sociales, lo que vino acompañado de
represión policial contra las protestas de la clase trabajadora.
Habiendo perdido la confianza en la capacidad de Morales para aplacar la
oposición popular, varios sectores de la oligarquía boliviana y el imperialismo
estadounidense respaldaron un golpe militar que derrocó a Morales, solo dos
semanas después de las elecciones de octubre de 2019, con base en acusaciones
falsas de fraude electoral.
Un levantamiento masivo contra el golpe, concentrado en los centros
urbanos de El Alto, alrededor de La Paz, fue brutalmente aplastado por los
militares y la policía con numerosas masacres.
Incapaz de sofocar a la oposición y frente a un empeoramiento de la
situación económica mundial, incluida la pandemia de COVID-19, el régimen
golpista liderado por Jeanine Áñez decidió convocar elecciones en octubre de
2020 y permitir que el MAS regresara al poder bajo Luis Arce, exministro de
Morales.
Sin embargo, en los últimos dos años, en medio de la pandemia continua,
el estallido de la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en
Ucrania y la escalada de la guerra económica liderada por Estados Unidos contra
China y la preparación para un conflicto militar, la crisis del dominio burgués
de Bolivia tan solo se profundizó.
En este contexto, los minerales estratégicos bajo el suelo,
especialmente las mayores reservas de litio del mundo, se han convertido en un
blanco clave en el nuevo reparto del planeta entre las principales potencias.
Al mismo tiempo, las reservas de gas y petróleo del país han comenzado a
agotarse y el aumento de la exploración no está dando resultados
significativos. En los meses inmediatamente anteriores al último intento de
golpe, el país enfrentaba una crisis de escasez de combustible y dólares.
Una caída del 75 por ciento en el precio del litio en el último año,
principalmente debido a una demanda de vehículos eléctricos inferior a la
esperada y los aranceles beligerantes contra China, empeoró explosivamente las
perspectivas económicas de Bolivia.
Como reflejo de un conflicto entre facciones de la clase dominante en
respuesta a esta crisis, el MAS se vio dividido por una rivalidad entre Arce y
Morales por el control del partido y la candidatura presidencial de 2025. Ambas
facciones han pasado meses lanzándose acusaciones mutuas de
inconstitucionalidad, corrupción, alineación con la extrema derecha y el
imperialismo estadounidense y preparativos de un “golpe suave”. Morales
organizó importantes bloqueos de carreteras que empeoraron en gran medida el suministro
de combustible y otros bienes.
En diciembre pasado, la Corte Constitucional falló que Morales no podía
postularse para presidente en 2025, aunque un congreso con decenas de miles de
partidarios en Villa Tunari el 10 de junio ratificó su candidatura.
Un factor importante en estos conflictos dentro de la clase dominante ha
sido obtener una parte de los ingresos de futuros proyectos de litio. En abril,
Alberto Echazú, aliado de Morales y su funcionario clave a cargo de lanzar la
industria del litio, fue arrestado bajo cargos de aprobar contratos en
detrimento de las finanzas estatales, mientras que Morales ha denunciado al
hijo de Arce por hacer tratos corruptos con Elon Musk. Todas estas afirmaciones
son turbias y no están respaldadas por pruebas sólidas.
Sin embargo, los eventos del miércoles fueron precedidos más
inmediatamente por discusiones sobre un “Congreso de Unidad” del MAS y una
suspensión de las manifestaciones respaldadas por Morales.
El aliado de Morales y exministro del Interior, Carlos Romero, dijo a
principios de este mes: “El expresidente Morales está haciendo todo lo posible
para contener una movilización social, hay movilizaciones sociales de toda
índole, por los dólares, por los carburantes, por el alza de precios de la
canasta familiar, por la crisis económica, aumentarle una más es lo que no
queremos”.
Una reunión el 11 de junio entre Arce y el presidente ruso Vladímir
Putin en Moscú llevó al anuncio de una asociación para “industrializar” la
producción boliviana de litio a partir de 2025 entre las empresas estatales
Yacimientos de Litio Bolivia (YLB) y el Grupo ruso Uranium One.
Al mismo tiempo, las empresas chinas han desempeñado el papel principal
en el desarrollo de proyectos de litio dentro de Bolivia, mientras que se
espera que el puerto de Chancay, que se inaugurará en noviembre en Perú,
facilite en gran medida el transporte de minerales bolivianos a China.
También se alcanzó un acuerdo para importar petróleo ruso, en respuesta
al malestar de los consumidores y grupos de transportistas por el
desabastecimiento. El 14 de junio, Arce desplegó a los militares en estaciones
de servicio en todo el país para supervisar las compras, aparentemente para
evitar el acaparamiento y el contrabando. Bolivia gasta más de mil millones de
dólares anuales para subsidiar las importaciones de combustible.
Sin embargo, horas antes del golpe, los grupos patronales de
transportistas llegaron a un acuerdo con el Gobierno que canceló los bloqueos
planificados en las principales carreteras y cruces fronterizos para protestar
por los impuestos y la escasez de combustible y dólares en la economía.
Aunque los medios corporativos estadounidenses, la extrema derecha
boliviana y los aliados de Morales han dado crédito a la afirmación de un
“autogolpe”, y esta posibilidad no puede descartarse de inmediato, el contexto
y los acontecimientos que condujeron al intento de golpe apuntan al
imperialismo estadounidense como la principal fuerza interesada en derrocar a
Arce.
Incapaz de afianzar un régimen títere después del golpe de 2019,
Washington está ansioso por elevar el protagonismo político de los militares,
empujar la política hacia la derecha y hacerse de los recursos naturales de
Bolivia contra sus rivales, sobre todo China.
En la semana anterior al intento de golpe, el Gobierno de Arce dirigió
sus acusaciones de una trama golpista a la Embajada norteamericana, lo que
Washington negó. El ministro de Economía boliviano declaró la semana pasada que
el desabastecimiento y las recientes protestas formaban parte de “un golpe
suave contra la economía” que se estaba gestando desde la Embajada
estadounidense.
El martes, en entrevista con El Deber tras su despido, el golpista
Zúñiga declaró: “Nuestra patria, una vez más está bajo el acecho de los
enemigos internos y externos que buscan la división, la desestabilización y el
odio entre bolivianos, para apoderarse de los recursos naturales en beneficio
de intereses mezquinos y de grupos de poder que responden al caudillismo”. Esta
es una referencia apenas velada a la competencia entre facciones de la clase
dominante por el litio.
Durante el golpe en sí, el general Zúñiga exigió la liberación de la
cárcel de los líderes del golpe fascistizante de 2019, incluidos Jeanine Áñez,
Luis Fernando Camacho y oficiales militares, todos estrechamente asociados con
Washington.
Sospechosamente, la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia no publicó
una declaración hasta después del arresto de Zúñiga, y más de cinco horas
después del lanzamiento del golpe, escribiendo en X: “Rechazamos cualquier
intento de derrocar al gobierno electo y pedimos respeto al orden
constitucional”.
El país sudamericano con 12 millones de habitantes ha visto 36 golpes
militares completos en sus dos siglos desde que se separó de España. También ha
estado involucrado en 12 guerras contra vecinos y otros conflictos que lo
dejaron sin litoral y lo hicieron perder más de la mitad de su territorio
original.
Bolivia es un estudio de caso sobre el fracaso de la clase dominante
capitalista en los países económicos atrasados para asegurar su independencia
del imperialismo y establecer formas democráticas de gobierno, sin importar
cuán radicales sean las pretensiones de los partidos burgueses gobernantes.
A medida que las formas democráticas de gobierno colapsan en los países
capitalistas avanzados, que avanzan hacia el fascismo y otra guerra mundial,
América Latina se está transformando en un campo de batalla por el control de
recursos vitales y mercados. Estados Unidos está respondiendo por medios
militares de forma cada vez más abierta para contrarrestar el creciente peso
económico de sus rivales.
LOS ECOS DE BOLIVIA EN LA REGIÓN
El intento de golpe de Estado en Bolivia es un llamado de atención para
una región de democracias claudicantes y liderazgos autoritarios, que necesita
como nunca profundizar su institucionalidad.
La Voz de Argentina (https://acortar.link/h1YJmN)
Los sucesos afortunadamente breves acaecidos en horas de la tarde del
miércoles último en Bolivia revivieron por unas horas los fantasmas de lo que
es casi una tradición en el país del altiplano: los frecuentes golpes de Estado
en medio de una interminable sucesión de gobiernos débiles. Con la salvedad de
que esta vez se trató de una acción que en Latinoamérica hace mucho se dio en
llamar “cuartelazo”, el manotón espasmódico de un militar que resistía su pase
a cuarteles de invierno.
El dato saliente es que el general desplazado del mando –Juan José
Zúñiga–, que llegó hasta el Palacio de Gobierno al frente de unos cuantos
efectivos de la Policía militar, no fue acompañado por civil alguno y no obtuvo
solidaridad de ningún estamento de las fuerzas armadas. Sin embargo, puso en
primer plano el desgaste del gobierno de Luis Arce, sometido a un cotidiano
trabajo de erosión por parte de Evo Morales, alguien que no se resigna a ser un
expresidente.
En efecto, la crisis del partido gobernante MAS (Movimiento al
Socialismo), dividido hoy entre Arce y Morales, es el caldo de cultivo para un
juego harto peligroso en el que se juegan uno y otro con miras a las elecciones
generales de 2025. Es que quien fue tres veces presidente quiere regresar al
poder, pese a que la Justicia ya se pronunció al respecto.
Limitado en su gestión de gobierno por un Parlamento dividido, en el que
el líder cocalero ahoga todas sus iniciativas, Arce encontró en la Justicia una
herramienta eficaz para capear la tormenta, y es de hecho el Poder Judicial el
que está tomando la posta de un Legislativo que no hace ni deja hacer.
Todo esto ocurre en el marco de una situación económica compleja, en la
que los errores de gestión acumulados en más de 15 años han acabado con la
ilusión de las efímeras mejoras económicas derivadas de las exportaciones de
petróleo y gas: la nacionalización de esas explotaciones se tradujo en falta de
inversión y cotas decrecientes de producción. Por caso, el único cliente del
gas boliviano es hoy Brasil, que consume todo lo que se produce.
Ello, por cierto, no desanima a Morales, quien se ve a sí mismo como un
hombre providencial amparado por una claque decadente, en la que militan
Nicolás Maduro, en Venezuela; Daniel Ortega, en Nicaragua, y Miguel Díaz Canel,
en Cuba.
Como sea, el conato de golpe de Estado del miércoles es un llamado de
atención para una región de democracias claudicantes y liderazgos autoritarios,
que necesita como nunca profundizar su institucionalidad y, a la vez, darse a
la novedosa tarea de encontrar las respuestas que sus sociedades le demandan
desde hace décadas.
Aun cuando lo ocurrido no pase del nivel de un motín, lo cierto es que
las campanas están doblando en Sudamérica. Y no es necesario preguntar por
quién.
GEOPOLÍTICA DEL TESTEO ESTRATÉGICO: ¿QUÉ HAY DETRÁS DEL INTENTO
GOLPISTA?
Resumen Latinoamericano Org. (https://acortar.link/L7hpVa)
Cuando en el 2021 advertíamos[1] que, el gobierno electo, no podía
enfrentar la nueva coyuntura como un mero continuismo de la gestión anterior de
14 años del MAS (cuyo abandono paulatino de lo político en favor de un
burocratismo empoderado, coadyuvó también a su pérdida de legitimidad y el
éxito consecuente del golpe de Estado del 2019), poníamos de relieve un hecho
fundamental para toda comprensión de lo político en la configuración estatal:
si el Estado es la síntesis de la política (y aquí no nos referimos a la idea
reduccionista y pueril que se tiene del Estado como apenas un órgano de poder),
es por la existencia de un acontecimiento fundante que da sentido a la
direccionalidad que el propio Estado se propone políticamente.
La fidelidad al acontecimiento es lo que enmarca el horizonte de
legitimidad estatal. Ese acontecimiento fundante ya no era octubre de 2003 sino
la resistencia popular al golpe del 2019 y la recuperación democrática del
2020. Esa recuperación restituyó el espíritu popular y el proyecto
plurinacional; lo cual representó, otra vez, el rescate de lo democrático, ya
no sólo como patrimonio popular sino el activante de resistencia y movilización
popular auto-convocada, más allá de toda pretensión política circunstancial.
Porque el pueblo comprendió que ese golpe estaba dirigido a destruir no un
partido o un líder en específico sino al espíritu plurinacional, o sea, al
sujeto del cambio: el indio convertido en horizonte y proyecto político, o sea,
la médula misma del Estado como la objetivación histórico-política del universo
ético de todo un pueblo.
La cúpula política del MAS no comprendió aquello y, por eso, creyeron
que el voto del 55% podía traducirse como fidelidad exclusiva al partido y a su
líder. El propio despecho que desató, en la cúpula, el éxito golpista, fue
desde entonces la nota divergente que sembró las condiciones para una disputa
que está ahora exhibiéndose como demasiado funcional a generar un nuevo retorno
de un encumbrado fascismo (ahora mucho más concluyente, al estilo Milei),
capitaneando a una oposición sin más argumento que el odio visceral de clase
hacia todo lo que signifique plurinacional.
En ese sentido, resulta contraproducente y hasta sospechoso que el
instalado relato mediático del “auto-golpe”, sea replicado por el sector
“evista”, convertido en oposición funcional a un provocado proceso de
desestabilización creciente; cuya cosecha no hará de Evo la figura redentora de
la política boliviana, como pretende ingenuamente su cúpula de poder.
En todos los escenarios posibles –como ya lo dijimos con anterioridad–,
su señalización negativa, que provocaron los propios errores (por decirlo
diplomáticamente) de su gestión, es lo único que logra unir a toda la oposición
en bloque político. Si él mismo coadyuva a fracturar al bloque masista,
colabora también a minar sus propias expectativas políticas.
No hay que olvidar que, por sobre las determinaciones populares, fue la
cúpula masista que, desde Buenos Aires, desconoció la soberanía popular,
imponiendo candidatos por puro cálculo político. La gestión actual misma se vio
rodeada de elementos, en puestos de decisión, que respondían más a esa
impostura que a la propia línea gubernamental (que se iba reduciendo ya a
cuestiones puramente administrativas). Entonces, la cúpula desplazada el 2019,
azuzaba las pretensiones precoces de su “rey cercado”[2], haciéndole actuar
como gobierno paralelo y dándose atribuciones que ya no le correspondían; de
ese modo empieza a desprestigiar la propia gestión estatal que, a su vez,
demostraba no estar a la altura de enfrentarse a dos tipos de oposición que,
además incrustados en el propio aparato gubernamental, sobre todo, ya empezaban
a actuar según sus conveniencias y adhiriéndose a los típicos pactismos de la
política boliviana.
Fuera del país y sin tomar en cuenta las determinaciones de quienes
verdaderamente recuperaron la democracia, se eligieron a los candidatos
productos del “dedazo”, que nunca eligió bien, porque siempre privilegió a los
obedientes y sumisos antes que a los mejores elementos; por eso, también, las
críticas de las organizaciones indígenas a David Choquehuanca por ceder a esa
decisión, develaron que el verticalismo del famoso “centralismo democrático”
estaba desplazando al sujeto del cambio y se ponía, de nuevo, al séquito del
“rey cercado”, como sujeto sustitutivo de las decisiones políticas.
Allí ya se develaba el plan de seguir siendo gobierno, ahora en las
sombras; lo cual todavía hacía pensar en un programa acordado para enmendar los
“errores” propios que condujeron al golpe. Pero no fue así, pues se iba
evidenciando que no se había aprendido nada y tampoco había interés alguno en
corregir algo. La desidia gubernamental a iniciar por lo menos una reforma en
las estructuras objetivas y subjetivas del Estado, no hizo más que continuar lo
que hicieron siempre: hacer de todos los órganos estatales receptores
domesticados de financiamiento externo, para instalar sus agendas como si
fuesen gestión de gobierno.
La dependencia naturalizada como forma de vida estatal continúa incluso
bajo fisonomía plurinacional. Entonces, otra vez, cuando las decisiones
trascendentales se deben asumir en los primeros meses de gobierno, cuando se
cuenta con el pico de legitimidad, son abandonadas por la típica apuesta
burocrática de la “prudencia política”. Por otro lado, la cúpula anterior que
veía a un gobierno decidir cosas por cuenta propia (porque eso es lo que debe
hacer un gobierno), ya no quería ser gobierno en la sombra sino ejercer
visiblemente las decisiones gubernamentales.
Los desencuentros empezaron a crecer inevitablemente, pero por puro
protagonismo. Entonces, mientras la querella por el patrimonio político se
disputa hasta de modo deshonroso, se va generando también las condiciones de
reconstitución de la oposición bajo la consigna –legitimada por la propia
disputa interna– de “salvar al país del abismo al cual nos está conduciendo el
MAS”. La derecha no sabe cómo merecer ser gobierno, por eso necesita que se
derrumbe la gestión actual para generarse la ilusión de su liderazgo.
Mientras tanto, con dos frentes al acecho, el gobierno, sin programa ni
horizonte político propio, sólo acudiendo a dar continuidad a la gestión
anterior de los 14 años de Evo, sólo sabe responder defensivamente y ya no
muestra señales de ofensiva política. Como en la última gestión de Evo, no hay
lectura estratégica ni geopolítica; de modo que se hace improbable comprender y
evaluar cómo y en qué medida, el contexto nacional, regional y global ha
cambiado y la estabilidad económica anterior se hace cada vez más frágil,
exhibiendo una impotencia que no sabe lidiar con la nueva realidad.
En tal situación ya no era posible seguir, de modo empecinado, afirmando
el “modelo económico” por sobre la realidad. Idiosincrasia neoliberal: creer
que un modelito ideal de funcionamiento perfecto, puede prescindir de lo
moviente y dinámico de la realidad. Los cambios tectónicos en la
reconfiguración geopolítica global, requería una nueva visión estratégica que,
por lo menos, actualice el “modelo” para enfrentar la hipercomplejidad que se
estaba desatando a nivel regional y global. Porque, por no tomar las medidas
adecuadas en su debido tiempo, las propias opciones se van reduciendo y uno va
cediendo hasta no tener más nada con qué negociar su propia sobrevivencia.
Ésta es parte de la escenografía que está detrás del intento de golpe
que vivimos el pasado miércoles 26 de junio. Conjeturar automáticamente la
hipótesis del auto-golpe, por parte del sector “evista” resulta en un autogol
que se propinan quienes parecen desconocer que, el desprestigio creciente del
gobierno, arrastra su propia existencia política y creer que de este río
revuelto habrá alguna ganancia para el propio Evo, representa una ceguera que
ya sólo parece provenir del mero revanchismo.
Vayamos por partes. Primero se acusa al gobierno de inoperante y ya no
creíble y luego, al modo de los silogismos mecánicos, se instala el relato del
“auto-golpe”, lo cual merece, por lo menos, un grado creíble de planificación
que desdice la inoperancia aducida (relato que además aparece, curiosamente,
antes que el evento alcance su pico de relevancia, con supuestas pruebas y
deducciones aventuradas en las redes sociales, lugar donde se instalan todo
tipo de fake news y relatos artificiales). La burla de algunos dirigentes, en
consonancia con voces de la oposición, no hacen más que instalar crecientemente
en la opinión pública, la figura del desgobierno, que es lo que prevalece como
cosecha exitosa de un siguiente paso, en un provocado proceso de precipitada
desestabilización política.
Resulta por ello disparatado el argumento de la ausencia de muertos,
alarde de fuerza coercitiva y espectáculo morboso de descuartizamientos
políticos para desdecir la intentona golpista (esto sería como afirmar que sólo
hay violación si hay penetración). Mucho Hollywood pervierte el sentido de
realidad y naturaliza en el morbo social el hambre de muerte. La vida es lo que
menos interesa para quienes sólo se dejan guiar por la política instrumental.
El exiguo despliegue militar que montó el general Zúñiga sólo demuestra
que era ya una apuesta perdida y que lo dejaron abandonado, o sea, sacrificado
por quienes estaban tasando dos expectativas estratégicas. La primera consistía
en constatar si la incertidumbre y el declive político del gobierno podía
traducirse en agotamiento moral del pueblo. Segundo, si la incertidumbre
económica estaba en su punto de inflexión como para acelerar una
desestabilización social y política. Lo cual nos conduce a advertir que, lo que
sucede el miércoles 26, es un testeo de laboratorio estratégico.
Las simplezas recurrentes de los análisis periodísticos no entienden que
la realidad política es como un tablero de ajedrez y que, por definición, en un
juego no hay un solo jugador sino, por lo menos dos; además, si se obvia del
análisis –por ingenuidad geopolítica– el factor imperial, difícilmente se puede
reordenar el tipo de partida que se viene desenvolviendo, sobre todo si
queremos observar el juego para atrás, o sea, descubriendo qué fichas y qué
jugadas se fueron desplegando para llegar a una situación de amenaza de un
jaque mate. Jugar para atrás significa desmontar el orden de los eventos para
visibilizar el tipo de lógica desenvuelta en una situación que no está
consumada y que, por ello mismo, el reordenamiento de los eventos es lo único
que puede mostrar el sentido de los efectos inmediatos y las consecuencias
posteriores.
El testeo que se estaba desarrollando pretendía estimar el tipo de
respuesta que una nueva aventura golpista podría recibir. Lo cual nos advierte
que esto es apenas la antesala de algo mayor, como lo sucedido en Chile, pues
previo al golpe de septiembre de 1973, se produjo en junio el llamado
“tanquetazo”, que tenía, por objetivo, verificar el desarme de un pueblo,
aunque organizado, sin capacidad de respuesta disuasiva.
Y en esto hay que subrayar el hecho siguiente: todos los argumentos que
se esmeran en afirmar el “auto-golpe”, basan sus conjeturas en un supuesto
inexistente, como hubiese sido la consumación de la intentona en golpe de
Estado. Como dijimos, el general Zúñiga, acompañado además por los comandantes
de las otras dos fuerzas, precipita la intentona golpista creyendo que todo el
apoyo que creía poseer, iba a obedecer a su convocatoria; no tiene un plan de
toma fáctica del gobierno porque eso requería el acompañamiento de la policía
que, de modo también sospechoso, se encontraba acuartelada en la unidad más
cercana al palacio de gobierno.
Varias unidades del ejército se encontraban acuarteladas en el interior
del país, el propio Estado mayor estaba siendo objeto de solicitud de
municiones y armas por los comandantes en rebeldía. Estaban en espera de una
orden superior que nunca llegó. La pregunta entonces debiera ser: ¿quiénes, ya
sea por precipitación del general o por ya haber decidido su sacrificio, lo
abandonan y no instruyen el acompañamiento que debieron prometerle?
Sus desafortunadas declaraciones (de escarmentar a Evo Morales) en un
medio de comunicación, develan su imprudencia; lo que al parecer decide su
alejamiento de un plan previamente establecido, siendo además un jefe militar
de inteligencia. Lo cual levanta interrogantes sobre el tipo de individuos que
están a la cabeza de semejantes ámbitos estratégicos para el Estado.
Una de las primeras cosas que hizo el gobierno golpista de Añez, el
2019, fue reponer en nuestro país a la CIA (y también un contingente del
Mossad). Lo preocupante –y que cuesta siempre desenlaces agrios– es que el
gobierno actual no haya explícitamente expulsado esta presencia. Previamente la
embajada gringa, ya con el auspicio del gobierno golpista, se puso a la tarea
de trabajar molecularmente y hasta hacer trabajo hormiga con distintas
alcaldías y ONG’s, sobre todo en el oriente del país; y el gobierno actual
nunca hizo seguimiento a este tipo de actividades que se activaron aun más con
la presencia de la encargada de negocios Debra Hevia (de quien se sabe ser
promotora exitosa de procesos de desestabilización social y política en Ecuador
y cuya nueva tarea se encuentra en Bolivia, según las prerrogativas
establecidas por Laura Richardson, jefa del Comando Sur).
Las denuncias que se tiene sobre las actividades que realiza la embajada
y que debieran provenir de los propios seguimientos que realizan ámbitos como
el que dirigía el general Zúñiga en el ejército, provienen de otros ámbitos
nunca tomados en cuenta por los burócratas y acusados siempre de
conspiracionistas. Después de ser convocada Debra Hevia por la cancillería, el
pasado 24 de junio, a dos días de la intentona golpista, circuló con mayor
difusión un audio donde, entre otras cosas, se le escucha decir: “… para que
sea un cambio verdadero, Evo y Arce deben dejar el poder y cerrar ese
capítulo”[3].
Antes de estas declaraciones, el presidente Arce había estado con
Vladimir Putin en San Petersburgo, formalizando la petición de ingreso de
Bolivia a los BRICS y estableciendo acuerdos comerciales y energéticos, además
de respaldar a la Federación Rusa y profundizar la cooperación en los ámbitos
nuclear y estratégico.
En geopolítica nada es casual y un intento golpista sólo tiene sentido,
incluso como aventura individual, dentro de un contexto favorable donde son
posibles los respaldos decisivos para consolidar aquello. A nivel nacional se
viene generando la escenografía de inestabilidad económica que es continuamente
incentivada por una oposición que cree poder encaramarse en un virtual vacío de
poder.
Pero lo más probable es que esto sea digitado para provocar una
explosiva progresión de caos indefinido. Bolivia ha quedado sola en el
triángulo del litio, insistiendo (aunque sea discursivamente) en una soberanía
energética reducida a un solo país; ya que, ahora, el gobierno de Milei acaba
de entregar virtualmente el litio argentino a la transnacional israelí XtraLit,
exonerada de impuestos, como todos los capitales extranjeros, según la nueva
ley bases. Las consecuencias internas de la promulgación de esta nueva ley son
graves, no sólo por el desencadenamiento de la protesta social sino por la
probable generación de las condiciones de una balcanización, empezando con la
Patagonia (y los problemas limítrofes con Chile que esto ocasionará) y su
diseminación a las fronteras inmediatas del país argentino.
La inflación económica en Bolivia también tiene como componentes los
cambios negativos en la variable del gas con Argentina, la inestabilidad en las
fronteras comerciales con ese país y con el Perú en manos de los golpistas.
Esta situación se ve agravada por la escasez de dólares que, con el intento
golpista cobra una nueva dimensión que debiera llamar la atención. Según el
BancTrust & Co., los efectos inmediatos del golpe llevarán a una situación
que agrave la actual crisis de divisas que enfrenta nuestro país; la
incertidumbre de los capitales (que es lo más miedoso que se pueda imaginar),
aun cuando recuperen sus pérdidas sufridas en la intentona golpista, generando
la imagen negativa de marca país, hace creer que no volverán a sus niveles
anteriores[4].
El retiro de efectivo que se dio el miércoles 26, incide ya en la
escalada de inflación, así como el acaparamiento de bienes de primera necesidad
acelera la curva negativa de transacciones, generando escenarios de escasez
virtual, lo cual también se traduce en inflación exponencial. Algunos bancos
privados, como teniendo información privilegiada, movieron dinero entre
diversas cuentas de peso considerable, mientras otros se vieron afectados,
hasta quedar sin sistema por la alta demanda. Empresas de transacciones
móviles, anunciaron retiros masivos en medio del caos, haciendo uso de su
liquidez para evitar cualquier tipo de acciones legales.
Es decir, y siguiendo con nuestra hipótesis del testeo de laboratorio,
el objetivo de la intentona golpista no era consumar un golpe sino operativizar
un ejercicio de psyops estratégicos, es decir, operaciones psicológicas de
comunicación estratégica y tácticas no convencionales para medir lo que puede
llamarse testing social response, o sea, el testeo de respuestas sociales ante
la generación estratégica de situaciones de incertidumbre social.
Lo que se operó en la tentativa golpista era un test para establecer si
la experiencia del golpe del 2019 favorecía o no al asalto definitivo del poder
político, vía insurgencia militar. Pero lo que no tenían en cuenta los
operadores estratégicos, era que la memoria del pueblo ya no estaba recluida en
el trauma del golpe sino en lo democrático hecho patrimonio popular y activante
de resistencia inmediata.
Ahora, la apuesta que le queda a la influencia imperial es azuzar el
desgaste gubernamental mediante la instalación del relato de un gobierno vacío
de credibilidad y poder político; al cual, paradójicamente, se presta el ala
“evista”, creyendo que esto posibilita su retorno al poder. En eso el
presidente Arce fue agorero: si triunfa el propósito que impulsa a la demencia
política o la política del odio insertada en el sistema democrático made in
USA, no sólo van por Arce o Choquehuanca sino después por Evo.
Por eso repetimos, una y otra vez, en política no se critica a las
personas sino a las categorías políticas que encarnan los actores. Y, en ese
sentido, el desplazamiento del cual es objeto el vicepresidente, como el
tercero excluido, sólo representa, por parte de “evistas” y hasta de
“arcistas”, el desplazamiento de lo plurinacional, de lo indígena; porque ambas
alas enfrentadas, en el fondo, no creen en lo que cree el indio, por eso mismo
no se proponen impulsarlo, porque creen, eso sí, en los credos neoliberales
que, por ejemplo, lo expresa muy bien Mary Daly, presidenta de la Reserva
Federal de San Francisco, USA, cuando en referencia al grado de afectación que
está produciendo la IA en las posibilidades de trabajo de la clase media a
nivel mundial, dice que es “una evolución natural de la economía”[5].
Del mismo modo, nuestros economistas, fuera y dentro del gobierno, de
modo religioso, creen que las leyes (impuestas por el liberalismo metafísico)
que rigen en la economía son divinas y que sólo hay que adaptarse fatídicamente
a ellas, aunque ello signifique la muerte de todos, para salvar al sistema; por
eso no salen de sus patrones desarrollistas y modelos liberales de una economía
del crecimiento que, desdecida en los hechos, sigue vigente por la sola
creencia y fe en su cumplimiento religioso.
Por eso les parece hasta anacrónico los “códigos del vivir bien” que
plantea el vicepresidente que, hoy por hoy, es el único solitario que promueve
lo que debiera constituir la doctrina estatal del Estado plurinacional. Ya que
eso es lo que, como contenido, expresa la nueva constitución: el vivir bien
como paradigma de vida, horizonte y proyecto político. En ese sentido, cuando
el exvocero Jorge Richter señalaba la inutilidad gubernamental de instancias
como la vicepresidencia, tal aseveración podría extenderse a la mayoría de
ministerios y viceministerios que, en esta crisis, demostraron ya no sólo su
inutilidad sino su carencia de sentido estatal (cuando un gobierno se priva de
ejercer lo político como su propia materia, hace que cada eslabón del aparato
gubernamental actúe por cuenta propia, así se empodera la burocracia por sobre
el propio poder político).
Ya muchos señalaron, en esta coyuntura, la inoperancia del Ministerio de
Defensa, que es o debiera actual como el brazo operativo de disuasión frente al
poder fáctico de los militares; o el Ministerio de Salud, que sólo operativiza
los protocolos de la OMS, que representa los intereses de una institucionalidad
global al servicio de mafias como es la industria farmacéutica global; el
Ministerio de la Presidencia dejó de ser un órgano político para convertirse en
administrativo, lo mismo que Culturas que, de promover la revolución cultural,
más necesaria que nunca, sólo se dedica a la promoción del establishment
artístico antes que dar lugar, por ejemplo, a las experiencias artísticas
populares que resistieron al golpe y promovieron expresiones de politización
cultural mucho más genuinas.
El Viceministerio de Comunicaciones y sus dependencias brillaron por una
ausencia vergonzosa el día de la intentona golpista, haciendo que la ciudadanía
opte por los canales de televisión privados y redes sociales para saber, en
tiempo real, qué estaba realmente sucediendo. No era difícil adivinar lo que se
venía, pero Cancillería tarda mucho en ofrecer una posición oficial para
manifestar al mundo la versión gubernamental, porque el asunto se estaba
debatiendo en minutos. La lista sigue… El Ministerio de Gobierno debiera
también hacer una seria investigación sobre la ausencia de resguardo policial a
plaza Murillo y el por qué la UTOP[6] se encontraba también acuartelada en su
unidad más cercana a palacio de gobierno.
El gobierno no desmontó los restos del golpismo militar-policial del
2019 y éstas son las consecuencias. Si ahora no se desmonta todo lo que
permanece como amenaza de despliegue mucho más contundente, el propio gobierno
estará permitiendo su propio derrumbe; lo cual significará también y,
desgraciadamente, la anulación del bloque popular.
El gobierno tiene la oportunidad que, otra vez, le otorga el pueblo: de
constituirse en portavoz, operador y ejecutor del proyecto plurinacional, para
demostración que allí se encuentra lo más genuino que necesitamos como Estado
para ingresar de modo soberano al tablero geopolítico del siglo XXI.
Este año es de definiciones en la geopolítica global. Para nosotros es
un año de definiciones estatales. Si para el 2025 no hay la más mínima
proyección de consolidación del proyecto plurinacional, en vano estarán
disputando un liderazgo sin contenido político.
Así como los “evistas” no ofrecen nada programático sino su simple
retorno como programa político, así también los “arcistas” no saben defender su
presencia mediante una direccionalidad acorde y en consonancia con los
postulados plurinacionales. Para la elección del 2025 se debe generar un nuevo
proceso de re-encantamiento de los principios plurinacionales y, de modo
anticipatorio, generar a nivel estatal, las condiciones de liderar una apuesta
regional que nos devuelva, de modo estratégico, el lugar de centro neurálgico
de la geopolítica sudamericana. Lo contrario será quedar relegados por otro
siglo, en un mundo que tomará decisiones al margen de nosotros y, para colmo, a
costa de nosotros.
Dejemos entonces la retórica cacareada que imponen los relatos
mezquinos. Las preguntas reales son otras y son las que descubren un cerco
político-mediático peligroso que, al modo de la consigna del “no fue golpe, fue
fraude”, del 2019, está preparando las condiciones de un nuevo asalto fascista
y, esta vez, mucho más ambicioso. La escenografía que hemos presentado, que
sirva entonces como advertencia de lo que puede venir, bajo la complicidad de
intereses encubiertos al interior del propio instrumento político que dice
defender la soberanía popular. Hace más de un mes propusimos la necesaria
discusión en torno al tipo de contrainsurgencia geopolítica que se viene
desarrollando en nuestro país; nos queda repetir lo que ya dijimos: si los
involucrados no lo consideran relevante, que la historia los juzgue.
DESAFÍOS DE BOLIVIA
La Nación de Argentina (https://acortar.link/nFFTMc)
La escena, que devuelve la memoria del país y del continente a difíciles
épocas de inestabilidad democrática, mostró un vehículo blindado intentando
derribar la puerta de la sede de gobierno boliviano y a un piquete de soldados
fuertemente armados rodeando la plaza Murillo, mientras desde distintos
sectores se pedía la movilización de la ciudadanía para evitar el éxito de la
intentona.
Fueron horas dramáticas en las que, incluso, el presidente Arce encaró
al general para exigirle que cumpliera con su deber constitucional de defender
la democracia y replegara a sus hombres y cuyo rotundo “no” provocó que el
mandatario tomara la decisión de cambiar de inmediato la cúpula militar, aunque
el comandante ya había sido destituido. Al final, eso terminó desactivando el
levantamiento, pues los militares se retiraron y el insurrecto Zúñiga fue
detenido. Horas antes insistía en que lo que quería era “restablecer la
democracia” y “cambiar el gabinete”.
Pero, evidentemente, así no se restablece la democracia y pudo haberse
desatado una tragedia mayor, que por suerte se evitó.
Si hay algo que deja como lección este episodio y envía una poderosa
notificación a futuras expediciones golpistas es que ni la ciudadanía ni la
comunidad internacional están dispuestas a tolerar ninguna alteración del orden
constitucional en nuestros países. Fue certero, rápido y unánime el rechazo
internacional a lo que estaba sucediendo en el Palacio Quemado y en la Casa
Grande del Pueblo, a lo que se añade que la generalidad del estamento militar
no se sumó al movimiento, todo en el bien entendido sentido de que este tipo de
atropellos a la democracia no hacen más que alimentar la polarización interna y
causar incertidumbre en la sociedad, que, por el contrario, necesita mensajes
de unidad.
Dicho esto, es urgente que los líderes del país abran un espacio de
sensata reflexión y de desarme de los espíritus. Lo sucedido fue el penoso
colofón en el que se escenificó la encarnizada disputa entre el presidente Arce
y quien fue su mentor, el expresidente Evo Morales, y una dura advertencia de
que Bolivia puede involucionar a épocas que se creían ya superadas si no logran
gestionar sus diferencias.
Ya llegará el momento para que se aclaren las muchas versiones que se
han tejido a partir de las palabras del general Zúñiga, al asegurar que todo
fue urdido por el presidente Arce para sacar del camino a Morales. Mientras
esto sucede, es necesario atacar allí, en unidad y por las vías
institucionales, los graves problemas que acosan a Bolivia. La extendida crisis
económica, la escasez de combustibles y de productos básicos, y un largo
etcétera no dan espera. Arce, Morales, los militares y la sociedad boliviana no
deben ser inferiores a tamaño desafío.
El expresidente dijo estar confundido sobre la fallida asonada en
Bolivia
EVO MORALES: "YO PENSABA QUE ERA UN GOLPE, PERO AHORA PARECE UN
AUTOGOLPE"
Evo afirmó que Arce "engañó al pueblo boliviano y al mundo
entero". El actual mandatario negó tener un vínculo cercano con el general
golpista Zúñiga.
Página 12 de Argentina (https://acortar.link/3lB7xT)
El expresidente de Bolivia y líder del oficialismo, Evo Morales, dijo
este domingo que aún está "confundido" por el alzamiento militar del
destituido jefe militar Juan José Zúñiga contra el gobierno de Luis Arce,
porque a su parecer fue un "autogolpe". El líder del oficialista
Movimiento al Socialismo (MAS) dijo que la llamada que le hizo el presidente el
miércoles durante el alzamiento militar "fue una solidaridad de
mentira". Mientras tanto en una entrevista Arce dijo que las diferencias
con Morales son claras, planteó que nunca tuvo una relación cercana con Zúñiga
y que "alguien le habló al oído" al exjefe militar para hacerle creer
que "podía ser presidente".
"Lucho faltó al respeto"
"Yo pensaba que era un golpe, pero ahora estoy confundido: parece
un autogolpe", sostuvo Morales durante su programa dominical en la Radio
Kawsachún Coca. El expresidente boliviano fue uno de los primeros que alertó
desde sus redes sociales sobre el levantamiento armado del miércoles pasado,
cuando tropas con tanques, encabezadas por el excomandante del Ejército Juan
José Zúñiga, asediaron el palacio presidencial.
Pero "siento, no sé si estoy equivocado, que Lucho faltó al
respeto, a la verdad; nos engañó, mintió no solo al pueblo boliviano sino al
mundo entero", agregó el influyente líder indígena en referencia a Arce.
El viernes Morales ya había puesto en duda la versión oficial sobre los planes
golpistas de Zúñiga, detenido en una cárcel de máxima seguridad, pero esta vez
se desmarcó por completo del gobierno de quien fuera su ministro de Finanzas
durante los casi 14 años que estuvo en el poder (2006-2019).
Los dos políticos se disputan el liderazgo dentro del oficialismo, con
miras a la candidatura para las presidenciales de 2025. Este domingo Morales
dijo que por fuentes de un ministerio se enteró que Arce iba a dejar la
presidencia a una "junta militar" para evitar que "Evo sea
presidente" de nuevo. También cuestionó que Arce, en reemplazo del
destituido Zúñiga, nombrara al frente del Ejército al general José Sánchez,
cuando éste "participó en la planificación del golpe o autogolpe".
"Alguien tenía que mantener la calma"
Al momento de su captura el excomandante del Ejército dijo que el propio
Arce le pidió que "prepare algo" para aumentar su popularidad, algo
que fue desmentido por el presidente boliviano, quien asumió el poder en 2020
por un período de cinco años. En una entrevista con la agencia EFE en la Casa
Grande del Pueblo, sede del gobierno en la ciudad de La Paz, Arce dijo que tuvo
miedo al ver los tanques acercarse pero que "alguien tenía que mantener la
calma" para asegurar el bienestar de los bolivianos.
Sobre su supuesta amistad con el destituido excomandandante, Arce
respondió: "Yo iba a jugar baloncesto, él no iba todos los domingos. (...)
Siempre he tratado de diferenciar las cosas, nos divertíamos, bromeábamos pero
no tocábamos temas ni políticos, ni de gobierno, ni de Estado". En
relación a un posible acercamiento con Evo Morales, Arce fue categórico.
"El ala 'evista' piensa que Evo es el único líder, presidente y que
puede hacerlo todo, esa es la estructura que él (Morales) quiere. Las
organizaciones fundaron el MAS sin Morales, ellos son los auténticos dueños.
Evo Morales ya no es presidente del MAS, su mandato caducó en 2016",
disparó el actual mandatario.
Arce y Morales están distanciados desde fines de 2021 y sus diferencias
se profundizaron el año pasado por la realización de un congreso nacional del
partido en el que, en ausencia del mandatario y de sus sectores leales, el
expresidente fue ratificado como líder del MAS y nombrado “candidato único”
para las elecciones de 2025. La pugna en el oficialismo aumentó después de que
el Tribunal Supremo Electoral decidiera anular ese congreso e instruir que se
convocara a uno nuevo consensuado, algo en lo que tampoco se ponen de acuerdo
ambas facciones.
34 implicados en el intento de golpe
El gobierno de Bolivia cuenta con un organigrama formado por 34 personas
integradas en el "grupo criminal" que perpetró el fallido golpe de
Estado del pasado 26 de junio. La organización, liderada por el general Zúñiga,
contaba con militares en activo, retirados y también civiles, según informó
este domingo el viceministro de Régimen Interior y Policía, Jhonny Aguilera.
"Estamos en la certeza de haber descubierto una asonada criminal
que por lo menos está conformada por 34 personas que forman parte del estamento
militar activo, del estamento militar jubilado y de personas
particulares", apuntó Aguilera en declaraciones recogidas por el diario El
Deber. El sábado fue el ministro de gobierno, Eduardo del Castillo, quien
reveló que Zúñiga tenía la intención de formar un gabinete ministerial y que ya
se habían concretado incluso los nombres que ocuparían cada cargo.
El gobierno ya capturó a 21 militares activos, en retiro y civiles, por
la sublevación militar, entre ellos los tres excomandantes de las Fuerzas
Armadas (Ejército, Aviación y Marina). Según Arce 14 civiles fueron heridos con
balines por los militares que ocuparon la plaza donde está la sede
presidencial, y de la que se replegaron después de unas horas sin que se
registraran choques con las fuerzas leales al gobierno.
El miércoles Zúñiga llegó con tanques y hombres armados a la sede del
Ejecutivo de Bolivia en la ciudad de La Paz. Desde allí dijo que quería
"cambiar el gabinete de gobierno" y "restablecer la
democracia", después de algunas horas de tensión se replegó para ser
capturado posteriormente. El sábado un juez lo mandó a prisión preventiva por
seis meses bajo los cargos de terrorismo y alzamiento armado.
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