Monday, June 13, 2005

JUAN CLAUDIO LECHÍN: “A LOS BOLIVIANOS NO NOS GUSTAN LAS MUERTES POLÍTICAS”

SÁNCHEZ DE LOZADA ACUSA

BBC de Londres. (www.news.bbc.co.uk/hi/spanish)

El ex presidente de Bolivia Gonzalo Sánchez de Lozada vinculó la crisis que atraviesa su país con el narcotráfico colombiano.
"Hay una gran división en Bolivia entre las regiones, entre los grupos étnicos y entre las clases, y esto ha sido sustentado y financiado por el tráfico de drogas", dijo, en una entrevista exclusiva con la BBC.
"Hay una gran presencia de narcotraficantes colombianos, que esperan poder regresar a Bolivia y producir cocaína. Creo que ésa es la base del problema", añadió.
Sánchez de Lozada, quien fue presidente de agosto de 2002 a octubre de 2003, se vio obligado a renunciar luego de intensas protestas, agudizadas por los planes de su gobierno de exportar gas natural a Estados Unidos y México a través de un puerto chileno.
Su sucesor, Carlos Mesa, dimitió la semana pasada, en medio de grandes manifestaciones, y el jueves se designó a un nuevo presidente, Eduardo Rodríguez.
"Genocidio"
Sánchez de Lozada, quien se encuentra exiliado en Estados Unidos, ha sido acusado por la Fiscalía General de Bolivia de "genocidio", por la muerte de decenas de manifestantes en las protestas del 2003.
"Realmente, es igual de grave si murió una sola persona o, como resultó, si fueron 50", señaló el ex mandatario.
"Fueron seis semanas de emboscadas y de bloqueos. Tratamos de mantener la Ley y el orden, como nos exigía la Constitución, pero resultó imposible".
"Y yo dimití porque no podía hacerlo sin más baños de sangre", aseguró.
Quiere regresar
Sánchez de Lozada le dijo a la BBC que tiene un gran interés en retornar a su país.
"Se le pidió a Carlos Mesa, el presidente anterior, que propiciara la realización de una investigación imparcial por parte de Naciones Unidas o de la Organización de Estados Americanos".
"Yo regresaría con gusto porque el secreto de cualquier democracia radica en saber afrontar las consecuencias. Uno tiene que ser responsable", señaló.
"En cuanto comience una investigación de este tipo y se me garantice mi seguridad personal y la de mi familia, volveré con sumo placer".
"Espero que sea pronto porque quiero regresar. Y también espero que una investigación imparcial y un juicio justo permitan que prevalezca la verdad", concluyó.





JUAN CLAUDIO LECHÍN: “A LOS BOLIVIANOS NO NOS GUSTAN LAS MUERTES POLÍTICAS”

Hijo de uno de un histórico líder sindical, Juan Claudio Lechín es también el novelista más importante de Bolivia. En esta entrevista, habla de la realidad política de su país en un momento en que la guerra civil parecía inminente. Sin embargo, al cierre de esta edición, las cosas parecían volver a su cauce gracias a la renuncia de Hormando Vaca Diez.

La República de Perú (www.larepublica.com.pe)

LA ENTREVISTA que Juan Claudio Lechín nos concedió se hizo por teléfono. Pero no por ello fue fría: sus expresiones revelan el afecto que siente por Perú. No por nada hizo sus estudios en Lima. Ahora, dedicado a la literatura –ganó el Premio Nacional de Novela de su país el año pasado– y radicado en La Paz, retorna con frecuencia para surfear en Máncora, Órganos o Cerro Azul. En su opinión, una triste coincidencia de nuestros países es que los indígenas no han sido plenamente incorporados a la sociedad.
–A los peruanos nos son familiares las protestas en Bolivia. ¿El fondo es el mismo?
–En el caso de Bolivia, la capital (La Paz) está en el centro andino y por eso se ha agudizado. Pero en esencia, ambos son países muy parecidos, en los que el proceso de ciudadanía indígena no se ha cumplido a plenitud. En el caso de Bolivia, a los indígenas se les declaró ciudadanos en 1825, pero tardaron más de 150 años en tener derechos.
–Cuando aquí el alcalde de Ilave murió linchado por la gente del pueblo, muchos dijeron que eso era parte de la cultura guerrera de los aymaras...
–En 1941, por ejemplo, cuando había todavía esclavitud de los indios, unos aymaras asaltaron una casa hacienda y quemaron y se comieron a los blancos. Desde entonces, salvo un linchamiento en el altiplano boliviano, no puedo recordar hechos mayores. Y si lo comparamos con lo que hizo el Ku Klux Klan o los enfrentamientos entre tutsis y hutus en África, estamos fuera de esos números. Son hechos aislados.
–O sea que Bolivia no sufrirá un desangramiento…
–Durante la dictadura de Hugo Banzer, cuando subió en 1971, no hubo más de 60 muertos. En el 2003, la caída de Sánchez de Lozada produjo 70 u 80 muertos. Y aun en los peores episodios de violencia hablamos de tal vez cien personas. A los bolivianos no nos gustan las muertes políticas.
–¿Tienen razón quienes reclaman la nacionalización de los hidrocarburos?
–La nacionalización ha dejado de ser una idea revolucionaria y ha pasado a ser un clamor reaccionario. Hoy día no aporta nada a los pueblos. Hace 40 ó 50 años, nacionalizar las minas en Bolivia sí significó que el Estado se fortaleciera y empezara a manejar sus minerales. Hoy, con un mundo más complejo, solo sociedades mixtas pueden hacer que esto depare algún tipo de ingreso.
–Como China.
–O como Cuba. Sin embargo, la lógica que inspira a estos movimientos, muy simple pero que ha calado mucho, es: si nosotros no hemos ganado nada con la explotación de los minerales en 500 años, que los hidrocarburos se queden donde están porque no vamos a ganar nada. O al revés: si algo vamos a ganar, queremos ganarlo nosotros. Como si hubiera alguien que fuera a distribuir el dinero casa por casa.
–¿Diría que esta vez la escisión de Bolivia sí es posible?
–Siempre he considerado que, en el límite, los bolivianos hacemos un invento criollo que sigue manteniendo el orden constitucional. Sin embargo no siempre sucede. Mi gran temor es la tozudez de Hormando Vaca Diez, el Presidente del Senado, quien podría no permitir la sucesión constitucional para llegar a elecciones generales(*). Y eso se explica por su ansia de poder, ya expresada en otras oportunidades.
–¿Como cuáles?
–Pequeños gestos, como cuando al presidente le tocaba viajar y él llegaba con toda su familia al Palacio y se tomaba fotos. Son pinceladas que revelan el alma de un hombre que tiene una angurria por el poder inacabable. Pero los movimientos sociales no van a poder ser aplacados hasta que no retorne el orden constitucional y se convoque a elecciones generales.
–La República dijo la semana pasada que Bolivia es un país que se bloquea a sí mismo. ¿Tiene la zona de la media luna derecho a reclamar que se les deje desarrollar por su lado?
–Todos tenemos un legítimo derecho a pedir un determinado grado de libertad para nuestras acciones. Diría que los empresarios de La Paz son mucho más bloqueados de lo que están siendo los de Santa Cruz, y no por ello estamos pidiendo repúblicas autónomas.
–O sea que el reclamo regional también es radical…
–En España, donde el encono entre distintas regiones es claro, los españoles han manejado sus diferencias y han permitido autonomías. Las pretensiones “autonómicas” de Santa Cruz no son otra cosa que el deseo de manejar su gas y disponer de sus tierras –que en este momento son las riquezas naturales más importantes del país– y no tener que compartirlas con el Estado. Quiero pensar que lo de la media luna es solo una consigna de negociación.
–Usted es hijo del dirigente histórico de la Central Obrera Boliviana, Juan Lechín Oquendo, pero no está de la mano con los que bloquean. ¿Siente que tiene ahí una disyuntiva personal?
–No la hay, porque pienso que usar las consignas del año 1970, si bien las comprendo, dejan de ser prácticas para el pueblo al que representan.
–¿Conversa de eso con los dirigentes de la COB?
–Todo el tiempo, porque estamos haciendo una estatua de cobre en honor a mi padre. Ellos han conseguido el mineral y yo los escultores. Un joint venture para hacer una estatua grande para mi papá. Aunque sus ideas no me parecen prácticas, creo que hay que estar junto al pueblo y conversar. Lo que pasa es que mi camino fue distinto, el de un economista que se convirtió en escritor. Esa es mi trinchera y el sitio desde el cual yo doy algún rédito para mi país.
–¿Y no lo han acusado más bien de ser un yuppie? Economista, que además corre tabla hawaiana...
–(Ríe) Me han acusado de todo. La derecha me acusa de izquierdista y de bohemio. La izquierda me acusa de yuppie y frívolo. Pero esas críticas no son agresivas ni injuriosas y la sociedad boliviana, que es tan generosa, me tiene un inmenso afecto. Yo les estoy inmensamente agradecido.
–¿Sus libros los compran por igual en la zona del llano como en el altiplano?
–Con ‘La gula del picaflor’ vamos por los 10 mil ejemplares en Bolivia, un récord histórico para el país. Además están los piratas que ya van por varias ediciones. Me doy cuenta porque cada vez cambian de portada. Y sí, he estado vendiendo mucho en Santa Cruz y mucho también en La Paz.
(*) Nota de la Edición
Después de la entrevista con Juan Claudio Lechín, se dio la inesperada renuncia de Vaca Diez a sus pretensiones presidenciales y se designó, como presidente transitorio, a Eduardo Rodríguez Veltze, presidente del Poder Judicial, con lo cual la crisis boliviana pareció llegar a un punto de calma gracias a la perspectiva de unas prontas elecciones generales.



BOLIVIA: LA MALDICIÓN DEL ORO

Ultimas Noticias de Chile (www.lun.com)

Bolivia vive nuevamente al borde del caos o, más bien, en el caos mismo. Si bien los chilenos compadecemos en voz alta a nuestros hermanos del altiplano, no dejamos de sentir para nuestros adentros una secreta satisfacción ante el descalabro del vecino. Para los chilenos, los fracasos bolivianos son una extraña confirmación de nuestros éxitos y de nuestra superioridad racial. Hermanos siameses, separados al nacer, nos gusta pensar que nos llevamos con nosotros el riñón y los pulmones del que vivía pegado a nuestro cuerpo: nos gusta pensar que somos nosotros, y sólo nosotros, los destinados a sobrevivir.
La compasión y la secreta satisfacción que sentimos ante la debacle boliviana es hija de la envidia que sentimos hacia Bolivia en la época de la colonia y comienzos de la independencia. Hay que recordar que el país más pobre de América del Sur fue algún día el país más rico del continente. Paradójicamente, es esta riqueza la que arruinó a Bolivia. Durante la colonia, Bolivia no fue otra cosa que una inmensa mina de estaño y plata. En medio de la opulencia general y de la esclavitud, nadie se preocupó demasiado de cultivar la tierra o de construir un país.
Fue esa misma ilimitada riqueza la que hizo que Bolívar separara a Bolivia de Perú, y se quedara con el país, como si se tratara de un trofeo de guerra. Pero no alcanzó a disfrutarlo. Inmejorablemente situada en la confluencia de todos los caminos del continente, Bolivia se convirtió en pasto de todos los experimentos y ambiciones, desde el general Santa Cruz hasta el Che Guevara, pasando por Melgarejo.
Primero Chile y luego Brasil, en sangrientas guerras, le quitaron parte del territorio. Bolivia, en vista de que los vecinos sólo se preocupaban de ella cuando se trataba de sacar un pedazo de su territorio, se encerró en sí misma. La conciencia de ser un país expoliado, una tierra a la que aventureros y extraños le quitan sus tesoros sin dejarles nada, fue lo único que la unió e impidió la guerra racial.
Una vez más es la riqueza, esa sombría maldición que persigue al Alto Perú, la que precipita a todo un país al descalabro. Los ricos yacimientos de petróleo y gas podrían convertir a Bolivia en el país más rico de la región, pero la riqueza no se materializa pese a que los bolivianos la tienen debajo de los pies. Eso no significa que se nieguen a aprovechar su tesoro, sino que sus memorias recuerdan, demasiado claramente, que la riqueza es sinónimo de latigazos, escupos, guerras y olvidos.
Ni santo ni demonio, Evo Morales no hace más que repetir el discurso que aprendió de la élite boliviana: victimismo y resentimiento. Pero en el fondo de todo está la profunda resignación de saber que el oro sólo trae consigo hambre para la mayoría y juerga para unos pocos. Y Morales quiere ser de esos pocos. Lo más seguro es que lo logre.



LA TRANSICIÓN MÁS DIFÍCIL

El Universal de México (www.estadis.eluniversal.com.mx)

Pocas veces, tal vez nunca, una transición como la que acaba de iniciar el magistrado Eduardo Rodríguez Veltzé aparece tan difícil y peligrosa. Casi imposible hallar una comparación. Ni siquiera en la de Valentín Paniagua en 2001 en Perú. El nuevo presidente es un técnico al que el grueso de los bolivianos desconoce, y eso en un país que se conoce a sus personajes públicos sólo por sus defectos y desviaciones es ya una gran ventaja. "Por eso le damos el beneficio de la duda", según el analista Jorge Lazarte.
Con el beneficio de la duda a su favor y con muchas dudas sobre el camino que comenzó a recorrer, Rodríguez tiene ya, a horas se ingresar al Palacio Quemado, tres desafíos básicos: convocar a unas elecciones que ayuden a legitimar las varias demandas regionales, económicas, étnicas y sociales enfrentadas en las calles, pero ahí así a través de las urnas que, aunque imperfectas, suelen ser siempre más económicas que las armas.
El segundo handicap a sortear será el de establecer una agenda básica de temas en la que logre convencer a los mineros para regresar a los socavones, a los campesinos a sus plantíos de coca y demás cultivos, y a los alteños a sus casas. Todos con sus respectivas pobrezas a cuestas. En esa misma lista debe hacer todo lo posible para que los autonomistas de la media luna y demás departamentos (Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando) posterguen sus amenazas hasta después de los comicios.
Para todo ello no tiene más opción que apoyarse en el Congreso. En ese Parlamento donde permanecen muchos heridos como Hormando Vaca Diez y los representantes de partidos tradicionales que, si bien el jueves pudieron haber perdido su última batalla, aún conservan cierto poder de daño. Una última bala a utilizar y con un solo fin: vender cara su cantada desaparición.
Éstos malviven con Evo Morales, el máximo respaldo de Rodríguez, y los indígenas. Son estos mismos los ex socios de Carlos Mesa, los que luego se convirtieron en un verdadero abrazo del oso para el ex mandatario. Algo que el presidente saliente ya le hizo tomar nota a su sucesor, según una alta fuente que acaba de abandonar el gobierno.
Morales anunció una tregua de las organizaciones campesinas y mineras que le responden, consciente de que tiene una inmejorable oportunidad de llegar al poder. Las radicalizadas organizaciones sociales esperarán hasta hoy (lunes) o mañana para ver si prolongan sus medidas aún en la nueva coyuntura, cebados en la certeza de que obtuvieron un nuevo triunfo en su cruzada por una Bolivia revolucionaria y originaria, y quieren más.
Rodríguez representa el mal menor. Sus primeras palabras al país, llamando a convertir "los demonios" que había invocado Vaca Diez en su discurso en Sucre, en "ángeles" y su tesis de que los bolivianos "se den la mano", cayeron como un bálsamo que de inmediato surtió efectos en las devastadas calles de La Paz y de otras ciudades que durante el fin de semana recobraron cierta normalidad.



LA SITUACIÓN EN BOLIVIA INQUIETA A TODA LA REGIÓN

Despues de tres semanas de convulsión, el país vecino parece entrar en un período de calma. Planteos de los sectores contestatarios al presidente interino. Opinión de analistas.

La Gaceta de Argentina (www.lagaceta.com.ar)

Bolivia pasó de la convulsión a lo que parece una calma chicha. Después de tres semanas de manifestaciones y del asfixiante bloqueo a La Paz y El Alto (ciudad contigua a la capital política) a cargo de sectores que pretenden -prioritariamente- la nacionalización de los hidrocarburos y la realización de elecciones en 180 días, el país vecino va recuperando la normalidad.
Ayer -según señalaron las agencias DPA, Reuter y Télam-, como signo de la tregua concedida al presidente interino Eduardo Rodríguez (el reemplazante del renunciado Carlos Mesa), en La Paz se reanudó el suministro de combustibles, después de que los habitantes de El Alto levantaron los bloqueos. Con esa medida abandonaron la capital (de 1,2 millón de habitantes) cocaleros, mineros y campesinos que se movilizaron desde fines del mes pasado y declararon un receso.
El ingreso de los combustibles permitió que diversos servicios que se habían restringido en extremo, caso del transporte público, pudieran normalizarse, en gran parte. El comercio en general (incluidos bares y restaurantes), afectado por las movilizaciones, también pudo recuperar su actividad. Pero, como consecuencia directa de las restricciones de combustible y de algunos insumos básicos, los paceños se encontraron con una suba de precios en alimentos y otros productos. Mientras tanto, los operadores aéreos levantaron un paro de actividades y se suspendieron las protestas en Cochabamba (centro), Potosí (suroeste) y Santa Cruz (oriente).
Si bien en las últimas horas los ánimos de los distintos movimientos sociales parecieron calmarse, sus líderes anunciaron que mantendrán los pedidos de que se realicen elecciones cuanto antes, se nacionalicen los hidrocarburos y se convoque a una Asamblea Constituyente e incluso a un referendo sobre las autonomías. Advirtieron, además, que Rodríguez deberá actuar rápidamente para atender las demandas populares y evitar una nueva ola de protestas.
Derrota del MNR
Según los analistas, con renuncia exigida a la presidencia de Hormando Vaca Díez, el ex mandatario de Bolivia, Gonzalo “Goñi” Sánchez de Lozada (líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario -MNR-), volvió a sufrir una derrota política. Así, estiman, mientras en la izquierda se consolida el liderazgo de Evo Morales, resurge la derecha que siguió a Hugo Banzer. Con todo, algunos observadores consideran que con la caída de Vaca Díez, un terrateniente cruceño del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), partido aliado del “goñismo”, quedan afectadas, temporariamente, las ambiciones separatistas del oriente petrolero boliviano. Esta zona (departamentos de Tarija y Santa Cruz), es la más rica de Bolivia, y constituye la segunda reserva de gas de Sudamérica, detrás de Venezuela.
La crisis boliviana -según dijo a LA GACETA Martín Carballeira, abogado de la Universidad de Belgrano-, puede ser entendida por múltiples variables, como ser: la explotación de los minerales, la fragilidad institucional, su construcción demo- gráfica o su Constitución nacional. En este caso, el estudioso optó por la última variable. Observó que la Constitución se sancionó en 1967 y fue reformada, por Sánchez de Lozada, en 1995, mediante la Ley 1.615. Establece que Bolivia es un país de carácter unitario. Por ello, los prefectos (gobernadores en las provincias argentinas) son nombrados por el Presidente de la República.
Otra nota distintiva -indicó Carballeira- es que el Congreso se reúne todos los años el 6 de agosto, sólo por 90 días, prorrogables por 30 días más, y sus sesiones anuales son muy breves. Durante su receso se constituye la Comisión del Congreso, formada por 9 senadores y 18 diputados, con atribuciones poco importantes. El presidente de la república es elegido por voto directo, pero si no reuniese la mayoría absoluta ninguno de los candidatos, lo elige el Congreso en sesión plenaria.
“Este abismo entre la voluntad popular, mecánica de elección de autoridades y posterior representación, puede constituir una de las múltiples causales que contribuyen a que el país esté inmerso en tan grave crisis” estimó el estudioso. Si Morales, representante de los sectores excluidos, alcanzara la presidencia, podría contar con los prefectos como acumulación de poder, más allá de tener un Senado opositor. Bolivia se debate entre la voluntad y la capacidad de ser un país (con 6 millones de pobres) con un nuevo orden institucional”, señaló Carballeira.
Lo cierto es que el Tesoro general del empobrecido país dejó de percibir unos U$S 5 millones, a raíz de las protestas. Otra carga que viene a sumarse a la tragedia boliviana.
• PUNTO DE VISTA I
Nacionalizar implicaría retroceder Gabriel Columba Periodista de Santa Cruz de la Sierra
Si bien las tensiones generadas en las últimas semanas entre bolivianos han bajado, en lo que respecta a manifestaciones, movilizaciones, etc, existe cierta incertidumbre en todos los sectores de la sociedad, sobre todo en el sector de los empresarios. Esa inquietud, fundada por cierto, responde a que en la nueva situación que se está planteando aparece como que se pretende imponer, en un lugar preponderante de la agenda, la nacionalización de los hidrocarburos, en primera instancia y luego, de todos los recursos naturales. En cuanto a los contratos efectuados en distintos niveles, caso de los firmados con la Argentina por el gas, se cree que serán respetados.
Distintas personas que participaron de cerca de esos acuerdos, caso del diputado del Movimiento al Socialismo (MAS) y líder cocalero Evo Morales, manifestaron que se seguirá con las exportaciones.
No obstante estas declaraciones, se teme que, como este proceso se manejó de manera antidemocrática, es decir, con presión en las calles y no en los espacios de debate democráticos, algunos grupos de activistas tomen campos petroleros y corten válvulas de oleoductos o gasoductos. Estas acciones impedirían que se cumpla con los contratos de gas, por ejemplo.
Por el momento, todo hace deducir que se empezará con un debate bastante largo antes de decidir si se nacionaliza o no a varios sectores. Hay posiciones bastante encontradas y muchas personas son conscientes de que una nacionalización implicaría un retroceso, en especial en el área de hidrocarburos.
En este caso implicaría que Repsol, BP, y muchas otras grandes empresas que están operando en el país, levanten las manos y establezcan algún tipo de juicio internacional. (Exclusivo para LA GACETA)
• PUNTO DE VISTA II
Conflicto que genera varias acechanzas Jorge Castro
Politólogo - Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
Bolivia está viviendo una disolución acelerada del poder político nacional. La consecuencia de esta crisis es que hay un doble movimiento insurreccional. Por un lado, los movimientos sociales del altiplano, con ejes en La Paz y en El Alto, en los que participan los campesinos y los indígenas, la Central Obrera Boliviana con varias organizaciones de extrema izquierda y el Movimiento de los Cocaleros, que lidera Evo Morales.
Por otro lado, desde enero de este año, en el oriente boliviano, con eje en Santa Cruz de la Sierra, aparecen los comités cívicos que representan a la población y a los intereses económicos de esta región, y que son los que ejercen el poder efectivo. Al desintegrarse el poder político en La Paz, estos sectores avanzan en un planteo autonómico que adquiere características de fragmentación territorial.
Bolivia es fundamental, en lo estratégico, para América del Sur, debido a que tiene fronteras comunes con los países más relevantes de la región.
Hay que tomar en cuenta que la Argentina depende de la provisión de gas de Bolivia, porque recibe 7 millones de m3 diarios. La previsión, hoy, es una disminución significativa de ese suministro o un encarecimiento que lo coloque fuera de los marcos del mercado. También existe la posibilidad de que si el enfrentamiento político se transforma en una confrontación violenta, se produzca una emigración masiva de población boliviana hacia la Argentina. Este es un hecho que se debe tener en cuenta, no en términos hipotéticos sino en términos operativos. Con todo lo ocurrido, los movimientos sociales encabezados por Evo Morales, en los que se incluyen las juntas vecinales de El Alto, en La Paz, que constituyen una forma de autogobierno distinta y opuesta a la del Estado boliviano, lograron un triunfo político significativo. Este éxito proviene de lograr la renuncia del presidente Carlos Mesa, primero y, luego, de que la sucesión institucional no funcione de acuerdo con la línea establecida por la Constitución, y que llegó a mano del presidente del Tribunal Supremo, Eduardo Rodríguez.
El objetivo perseguido no era reconstituir el poder político en La Paz, sino el de convocar a elecciones generales para setiembre u octubre de este año. (Exclusivo para LA GACETA)
Consecuencias de la crisis
LAS REGLAS DE JUEGO.- El presidente de Chile, Ricardo Lagos, dijo ayer que la situación en Bolivia afecta a la región porque da una sensación de inestabilidad. “En el mundo actual se requiere estabilidad para hacer las tareas que hay que hacer, y que implican que las reglas del juego sean relativamente conocidas y estables, donde Chile tiene un buen capital”, sostuvo el mandatario.
TRASTORNOS PARA EXPORTADORES.- Empresarios de Tucumán también fueron afectados por la crisis boliviana. Según la presidenta de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán, Ana María de Andriani, el problema fundamental para quienes exportan a Bolivia, fue causado por los cortes de rutas, sorpresivos, en tiempo y lugar, que trabaron el transporte. “Pese a todos los inconvenientes, en los que se incluye la inseguridad en las cobranzas, esperamos que se cumplan los contratos, caso contrario nos perjudicaríamos todos, argentinos y bolivianos”, dijo Andriani a LA GACETA.



El movimiento indígena y sus líderes surgieron de sendos conflictos en 1989 y 2000

SUCESIÓN DE “GUERRAS” EN BOLIVIA: DE LA COCA, AL AGUA Y AL GAS

Dirigentes como Evo Morales y Felipe Quispe se consolidaron durante conflictos sociales previos a la actual crisis, donde se gestó una nueva forma de hacer política, en las calles y no en el Parlamento.

La Nación de Chile (www.lanacion.cl/prontus_noticias)

Para tratar de entender qué sucede hoy en Bolivia hay que mirar al menos hacia 1989, cuando un tercio de la población se ganaba la vida con el cultivo de coca, una palabra maldita para Estados Unidos. Gobernaba legítimamente Hugo Banzer (1997-2001). Antes ya había llegado al poder por medio de golpes de Estado y en acuerdo con la Casa Blanca decidió terminar con las plantaciones de coca del Chapare, la región ubicada entre Cochabamba y Santa Cruz donde vivían unas 45 mil familias bolivianas.
La propuesta de destruir los cultivos no era mala, pero el método fue un desastre. No hubo créditos ni facilidades para que los campesinos generaran un cultivo alternativo que les permitiera subsistir. Esa crisis de hambre originó buena parte de la dirigencia cocalera que hoy tiene gran peso político en el país.
El siguiente capítulo fue en 2000, cuando la población de Cochabamba reaccionó furiosamente contra el alto costo en dólares que impuso la recién llegada empresa privada de agua potable, la estadounidense Bechtel. La guerra del agua no sólo acabó expulsando a esa firma, sino que amplificó una forma de hacer política fuera del Parlamento.
En esos conflictos, cuyas consecuencias no advirtió la clase política gobernante, se dieron a conocer nuevos dirigentes (Evo Morales, Felipe Quispe) y surgieron partidos insólitos, que ocuparon asientos en la legislatura. Los recursos naturales se convirtieron en la bandera de lucha de los que nunca habían tenido voz, en un país de casi 9 millones de habitantes, con ingentes recursos de gas (1,5 billones de metros cúbicos) pero al que accedía menos del 1% de la población. Allí se gestó la nueva guerra. En octubre del 2003, cuando se organizaba una venta de gas a México y Estados Unidos a través de puertos chilenos, la multitud estalló nuevamente.
Desde el Palacio Quemado, Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) ordenó reprimir a los manifestantes y acabó partiendo a Washington dejando una estela de muertos. Morales y Quispe se afirmaron como líderes de la resistencia y con otros dirigentes de El Alto (la ciudad dormitorio vecina a La Paz) tomaron la bandera de una Bolivia que definían a su modo como digna y libre de presiones. En el Gobierno quedó Carlos Mesa (2003-2005), quien pidió una tregua. Los líderes dejaron respirar al nuevo Presidente hasta que convocó a un referéndum sobre los hidrocarburos.
La demanda de esa nueva dirigencia fue un cambio en las reglas de juego y el dominio estatal de los recursos. Sánchez de Lozada había reducido las regalías de 50% a 18%. La gente estaba furiosa. Mesa no pudo dominar la situación, con una Ley de Hidrocarburos dictada de apuro y que no conformó a nadie: ni a empresas, ni a radicales, ni al mismo Ejecutivo. La síntesis es una ausencia persistente del Estado que ignoró una realidad que acabaría estallando y que ha sido la génesis de la actual crisis.
Un dato ilustrativo: Bolivia registra un déficit fiscal de casi el 7% de su PBI, unos 600 millones de dólares anuales. Es decir, gasta más de lo que le ingresa, y apenas puede financiar escuelas, redes de electricidad y sanidad. En contraste, el negocio del gas movió 1.500 millones de dólares cada año desde 1996, pero dejó en el país menos del 10%.

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